The Wild Bunch
“The land had changed.
They hadn't.
The earth had cooled.
They couldn't”
A lo largo de la historia, hemos visto cómo cada cultura o civilización, ha necesitado crearse historias épicas, y un origen, para explicar su situación en el mundo.
Así, han surgido, increíbles historias sobre héroes, dioses, y aventuras, que crean un universo cultural del cual asirse.
El caso del cine western, funge de un modo similar a estas historias, para el caso de Estados Unidos.
En éste, hay elementos que funcionan para crear cierta identidad nacional, como los personajes, los bandos, los paisajes, y la época histórica, pero sobre todo, las dualidades que refuerzan el orden social.
El western, que pasó muy pronto a formar parte de esta novísima cultura de la imagen, creada por el cine, casi siempre anduvo opuesto a la tradicional ilustración de la palabra, es decir, la erudición literaria.
Y si acabó por fascinarnos durante casi un siglo, se debió a que, por medio de las posibilidades maravillosas de la cámara, aprendió también a aliar sus muchas inquietudes experimentales, al temperamento lírico de quienes, tras la misma, supieron otorgarle un especial significado.
El western se creó, con el inicio del cine, ya desde el cortometraje “The Great Train Robbery” (1903) de Edwin S. Porter.
Ahí se pudo vislumbrar, que el viejo oeste, los caballos, los bandidos, lo salvaje, y la aventura, serían algo propicio para continuar con un suceso fílmico de éxito.
Posteriormente, cobró auge para las primeras décadas del siglo XX y, como muchas otras cosas, decayó, ya para comenzar la segunda mitad.
Las razones son múltiples, la cultura estadounidense estaba en constante cambio, nuevas formas y corrientes audiovisuales surgían, y ya entrada la década de los 50, comenzó a vislumbrarse un giro que llevaría a la búsqueda de nuevas estructuras y temas, así como a la desaparición de aspectos y elementos que venían rigiendo la producción cinematográfica hasta entonces.
Tal es el caso del declive del Código Hays, que a partir de 1952, fue declinando en importancia.
Sus estatutos fueron menormente tomados en cuenta, hasta desaparecer por completo, en 1968.
El western, pulsó todos los registros, y los distorsionó expresivamente para nuestro goce:
Supo transgredir la naturaleza del tiempo real, desquiciar el elemento dinámico, cabalgar con la cámara, fundamentalizar el movimiento por medio del acelerado, o el ralentí, buscar al azar sus formas de realidad, o irrealidad, descubrir cientos de cualidades a la fotogenia del espacio, y del tiempo, y, por supuesto, demostrar su gran vocación populista, prefiriendo el “Saloon”, los climas más irreales, casi dantescos de la brutalidad, la escena antológica del duelo a muerte, de la rivalidad, de la subjetividad que crea el poder, en las que no dejó de incluirse naturalmente, cierta realidad social afín a la época, rehuyendo las más de las veces, mundos lujosos o sofisticados, descubrir la secreta micro-fisonomía del rostro humano, supeditarse a todos los particularismos románticos y violentos, logrando así mostrarnos también, la expresión visual de los sentimientos humanos, y, finalmente, lo más difícil todavía:
Asir el secreto estético de la violencia.
Ya no había duda, los héroes del western como Shane, Jon T. Chance, o Wyatt Earp, ya no tenían cabida en el género cumbre de la cinematografía.
El desencanto y la tristeza, se apoderó de los cowboys, de los pistoleros, de los perdedores...
Los viejos héroes, ya no servían en un mundo donde el revólver, iba a ser sustituido por la estilográfica y los caballos, y diligencias por automóviles.
Como respuesta a estos cambios, el realizador Sam Peckinpah, creó varias películas de western, pero ahora, serían diferentes a todas las anteriores del género.
Peckinpah representa, a la figura que desmitifica la figura del héroe western, tenida hasta el momento, y pertenece a la corriente del western crepuscular, que no es sólo un género cinematográfico, o corriente artística.
En éste, existen elementos de contexto histórico, donde se refleja un sinfín de cambios que acontecieron en el mundo del cine norteamericano.
Fueron varios directores, que se dieron cuenta de que algo debía cambiar, y estaba cambiando, y con cierta nostalgia por años buenos anteriores, quisieron dar como una especie de despedida al western, que durante décadas, había permanecido en la cima, gozado de mucho éxito.
En el género de western, los cambios iniciados continuaron acentuándose.
Ante todo, y como tónica ya al parecer inevitable, la violencia extrema se impuso.
Peckinpah parecía anticipar, o intuir, el abandono casi total del western, por parte del cine norteamericano, y asumía indirectamente, esa posibilidad.
“Suddenly a new West has emerged.
Suddenly it was sundown for nine men.
Suddenly their day was over.
Suddenly the sky was bathed in blood”
The Wild Bunch es una película de western estadounidense, del año 1969, dirigida por Sam Peckinpah.
Protagonizada por William Holden, Ernest Borgnine, Robert Ryan, Edmond O'Brien, Warren Oates, Jaime Sánchez, Ben Johnson, Emilio Fernández, Strother Martin, L.Q. Jones, Bo Hopkins, Alfonso Arau, entre otros.
El guión es de Walon Green y Sam Peckinpah, basados en el relato de Walon Green y Roy N. Sickner.
El año 1969, no era un año para ser especialmente optimista, viviendo en EEUU.
La Guerra de Vietnam en su virulenta sangría, los crímenes perpetrados el año anterior a Martin Luther King o a Robert F. Kennedy, pocos años después del magnicidio que sufrieron en la misma década, no inducían a albergar ilusiones por el futuro.
En todo caso, certificaba que la sociedad y el hombre, por mucho idealismo de la revolución contracultural de los hippies, no lucía un estado de pacificación.
Era un tiempo de cambio, donde las cosas no volverían a ser lo que fueron.
Así pues, en el cine, pocos westerns tienen la originalidad que The Wild Bunch posee, al olvidarse de lo típicos clichés de pistoleros que salen victoriosos; los personajes que presentan, son forajidos que han sido marginados por el paso del tiempo, donde la vejez les impide realizar sus propósitos delictivos.
Al hacer esto, Peckinpah muestra otra cara de la moneda jamás vista en el género, demostrando que una tragedia sin esperanza, puede suceder con violencia exagerada, en un momento cumbre.
Sam Peckinpah, tras dar clases durante un tiempo en Los Angeles, sobre dirección y escritura de guiones para cine y televisión, recibió una oferta de Warner Bro., para dirigir una película.
De esa oferta nació The Wild Bunch, que se convertiría en su film más famoso, y que a día de hoy, aún sigue siéndolo; pues es considerada, una de las mejores obras de su creador, así como uno de los mejores westerns de la historia, convirtiéndose la obra de su director, en el puente entre el clásico género de la década de 1950, y el que volvería a aflorar años después con Clint Eastwood en “Unforgiven”, ya en 1992.
The Wild Bunch obtuvo 2 nominaciones al Oscar:
Mejor guión original, y banda sonora/Drama.
The Wild Bunch compitió en su momento, con otro western llamado “Butch Cassidy and The Sundance Kid”, que narraba las andanzas de un par de ladrones.
Aunque son 2 películas con visiones muy distintas, “Wild Bunch” era el nombre real de la banda de forajidos que lideraban Butch Cassidy y Sundance Kid, que no aparecen en la película de Peckinpah.
The Wild Bunch es un drama psicológico, y un thriller de persecuciones, a lomos de infatigables caballos; pero también, es un tratado sobre la amistad, y los códigos morales que rigen las vidas de unos despiadados forajidos, que solo respetan la ley del más fuerte.
Además, es uno de los western más innovadores de la historia del cine.
En 1969, Peckinpah ya era una eminencia en el género, pero The Wild Bunch fue la película que mejor reflejó su forma de ver el mundo; y causó controversia tras su debut, por lo explícito de su violencia, eso no impidió que en 1999, fuera seleccionada por el National Film Registry de EEUU, para su conservación como parte del patrimonio de La Biblioteca del Congreso.
The Wild Bunch fue rodada en Durango y Coahuila, México; los lugares estaban muy ligados al director Sam Peckinpah, del cual, el mismo afirmaba:
“Todas las cosas importantes de mi vida, han estado relacionadas con México, de un modo o de otro:
Ese lugar tiene un efecto especial sobre mí, en México, todo es visible, los colores, la vida, el calor”
El coste de The Wild Bunch fue de $6 millones, en los cuales se utilizaron 90,000 balas de fogueo, y se realizaron 3,643 planos.
El western, cambió desde The Wild Bunch.
El ambiente en el que se desarrolla, es el año de 1913, entre la frontera de Estados y Unidos y México.
La acción, tiene lugar en San Rafael, Texas, EEUU, y en México, en época pre-revolucionaria, próxima al inicio de La Primera Guerra Mundial.
The Wild Bunch sigue a 9 soldados, cuando se acercan cabalgando a una ciudad.
Pasan delante de unos niños, que torturan a un escorpión, dándoselo de comer a las hormigas.
Un predicador, amenaza con el infierno a los borrachos.
Pronto, sus fieles inician un desfile, cantando por las calles.
Los soldados desmontan, y entran en el banco de la ciudad.
Son en realidad, atracadores, y el gran golpe que esperaban dar, se convierte en una trampa, ya que un grupo de cazarrecompensas, apostados en las azoteas de los edificios, los está esperando para acabar con ellos.
Así comienza la encarnizada huida de esta banda, que les llevará hasta México, en guerra entre el ejército federal, y los hombres de Pancho Villa, nuevamente de vuelta a los Estados Unidos, para robar un tren repleto de armas para el ejército, que desea derrocar al líder revolucionario, y una vez más al sur, donde encontrarán un trágico, y violento destino, cuando por una vez, el honor y la palabra dada, valen más que el pillaje y la avaricia.
Pike Bishop, Dutch Engstrom, los hermanos Lyle y Tector Gorch, y, en menor medida, Ángel y el viejo Sykes; perfectos todos, William Holden, Ernest Borgnine, Warren Oates, Ben Johnson, Jaime Sánchez, Edmond O'Brien, respectivamente; no son más que ladrones crecidos en años, pistoleros al servicio del que pagué más y mejor, y asesinos de gente inocente, si se diera el caso.
Los miembros de la banda, ya no son lo jóvenes héroes que eran antes, incluso, hay elementos que nos sugieren, la decadencia tanto de la condición física, como de la imposibilidad de resultar triunfantes ante un atraco.
De hecho, The Wild Bunch comienza con un asalto infructuoso, lo que nos dice desde el inicio, que la banda está en franca decadencia.
Pero la historia no termina ahí...
Así, sólo nos podemos sentir partidarios de ellos, cuando los comparamos con los soldados del villano, General Mapache (Emilio Fernández), y los caza recompensas que lidera el antiguo amigo de Pike, Deke Thornton (Robert Ryan)
Pues si Mapache no duda en lanzar a sus tropas en una lucha sin armas contra Pancho Villa, en una escena que se filmó en uno de los lugares reales, donde ocurrió el enfrentamiento entre Villistas, y los entonces soldados al servicio del caudillo Huerta; totalmente fuera de sí, o infringe una tortura inhumana a Ángel, atándolo a las ruedas de su coche, y arrastrándolo con niños encima, por todo el pueblo; y los caza recompensas, no dudan tampoco en matar a gente inocente, o soldados de EEUU, robando luego a sus presas con saña y desprecio, sus ropas y armas, los hombres de The Wild Bunch, incluso en la catártica escena final, sin duda una de las mejores de la historia del cine; se ve cómo Lyle y Pike, matan a mujeres, y cómo Dutch utiliza a una de escudo, contra los balazos que los soldados les propinan.
Los miembros de The Wild Bunch, no dudan en disparar por la espalda, si es necesario, son poseedores de una moral tambaleante.
Y resulta curioso de ver, que los niños convierten sus juegos en simulacros de violencia, en violencia con animales, entre escorpiones y hormigas; o en violencia vengativa, como el chico con el revólver de Mapache.
La presencia de niños, resalta las ansias de recuperar la inocencia perdida, a través del indulto pleno, Thornton; o del trabajo en el campo como Bishop.
Así, los parajes transitados por la cámara de Peckinpah, han ido extrayendo lo peor de cada sitio, y el realizador ha ido colocando sus diversos antihéroes, que en la mayoría de las ocasiones, acaban perdiéndolo todo, incluso la vida, demostrando el pesimismo de Peckinpah, en un mundo que no acaba de asimilar.
Si en México, la autoridad a la que combaten nuestros renegados personajes apátridas, viene simbolizada por El General Mapache, es curioso que en los Estados Unidos, la autoridad no sea el gobierno; ya que viene determinada por la empresa del ferrocarril, símbolo del poder económico del sistema capitalista.
Asimismo, a través de The Wild Bunch, también muestra su afecto por los mexicanos del pueblo, que luchan contra el despotismo del General Mapache, muy en sintonía por los alzamientos revolucionarios que se dieron en Sudamérica, en la década de los 60.
Pero también, The Wild Bunch es una historia de honor, de amistad, de fidelidad a la palabra dada, aunque lo importante es a quien se le da, porque en eso también hay una peculiar escala de valores.
Si se puede rematar con frialdad a un compañero de cabalgada, cuando no puede seguir el ritmo del resto, o dejar abandonado a un amigo herido, para salvar al grupo, sin sentir el menor remordimiento, no se puede consentir que se mate a un camarada de una manera fría y despiadada, de forma innecesaria.
The Wild Bunch, abre sus puertas con unos títulos de crédito brillantes.
En ellos, se nos presenta a los miembros del grupo, vestidos cómo soldados, y dispuestos a atracar el banco.
Peckinpah congela diversas imágenes, virándolas a sepia, deteniéndose en los rostros de los protagonistas, cómo si con este efecto ya nos remarcara su presencia espectral, tanto en The Wild Bunch, cómo en la propia vida real.
Con unos niños disfrutando viendo sufrir a un escorpión, que es devorado por las hormigas, para luego, pegar fuego a las hormigas...
Peckinpah acaba de explicar, que va a pasar a continuación:
Los miembros del grupo, se ven acorralados en el banco, por los cazarrecompensas, y emprenden una lucha brutal contra ellos, usando cómo cebos, a los habitantes del pueblo, que se ven arrasados por el tiroteo.
La violencia nace y cierra The Wild Bunch, dándole una estructura circular, en la que al final, se redimen los protagonistas mediante el suicidio, quedando finalmente en la memoria de los amigos que quedan vivos, Sykes y Thornton; y sobreimpresionadas en la pantalla, nos aparecen sus retratos sonrientes, risas de fantasmas que han llegado a su meta.
Todo un hito, y un clásico de referencia en el género del western, rodada con maestría inigualable por Sam Peckinpah, The Wild Bunch, es uno western más salvajes y sangrientos de todos los tiempos, solo hace falta observar su increíble tiro inicial, y el visceral desenlace.
Y considerado como uno de los primeros westerns crepusculares de la historia, en The Wild Bunch los límites entre el bien y el mal se difuminan, aunque Peckinpah no deja lugar a dudas respecto a sus preferencias personales, decantándose con meridiana nitidez por los forajidos que encabeza Bishop, en contraposición al grupo de los facinerosos cazarrecompensas que dirige Thornton, viejo amigo y compañero de fechorías de Bishop.
Así pues, The Wild Bunch nos habla de desarraigo, honor, dignidad, y amistad traicionada, sus protagonistas son hombres, cuyo tiempo se ha acabado, que no tienen ni lugar ni futuro en el nuevo mundo que viene.
El viejo, el suyo, se desmorona a su alrededor, y solo les queda como única salida valida, unirse para ir puntualmente a la cita con su destino.
Una referencia innegable del talento de Sam, violencia medida con inteligencia narrativa.
“What I like and what I need are two different things”
Si todo el cine de Hollywood, y en especial el western, se había cimentado hasta la fecha, en héroes patrios, portadores de una moral impoluta, y dispuestos a todo, con tal de conseguir que la justicia prevalezca, Peckinpah decide mostrar la otra cara de la moneda, de esa América sucia y podrida, donde sólo queda lugar para la violencia y la desesperanza.
Y es que en el cine de Peckinpah, no hay épica ni héroes, ni siquiera un brazo al que agarrarse, cuando la estupidez pasa por encima de uno, en forma de automóvil.
Cuando el western ya entraba en una época de crisis, tan sólo salvado por las honorables películas de Sergio Leone desde Europa, Sam Peckinpah le da una nueva vuelta de tuerca con The Wild Bunch.
El director se aleja de los prototipos de “cowboy” de la década de 1950, y ofrece el perfil de unos veteranos bandidos, llenos de matices.
Pero el nexo común, es que ninguno de ellos, supone un ejemplo de vida, ni por su dedicación, como bandidos, ni por su comportamiento, con traiciones, enemistades, egoísmos, etc.
Ante todo, The Wild Bunch es una película de perdedores, la motivación principal de Peckinpah en su filmografía:
“... mis héroes son “loosers” porque están derrotados por anticipado, lo que constituye uno de los elementos primordiales de la verdadera tragedia.
Se han acostumbrado, desde hace mucho tiempo a la muerte y a la derrota; en consecuencia, no les queda nada que perder” dice Sam Peckinpah.
Y The Wild Bunch comienza, con un atraco frustrado a un banco, y el devenir del grupo, está predestinado a la tragedia.
Peckinpah no da ningún tipo de esperanza a los bandidos para la fuga.
Con The Wild Bunch, Peckinpah nos retrata un mundo que está a punto de cambiar radicalmente, corre el año 1911, un cambio que va a llenar las cunetas de desclasados, de individuos que ya no caben en ese nuevo mundo, antiguos héroes, ahora convertidos en forajidos despojados ya, del halo de la leyenda.
Son hombres rudos, duros, curtidos, con un especial sentido del honor, y con una comprensión acerca de lo que significan la vida y la muerte, que ya no son más que retratos sórdidos de un mundo, en el que la violencia es la única respuesta.
En este western crepuscular, ya no hay buenos ni malos, las fronteras ya no existen, y el denominador común, es el de la violencia desatada, descontrolada, fuera de toda regla, y donde acabamos de ponernos del lado de unos, la banda de Pike Bishop, por exclusión, porque los otros son peores.
Los que están del lado de la ley, no son más que una banda de desarrapados, caza recompensas sin escrúpulos, que se comportan como auténticos buitres, mientras que la patulea de Mapache, no son más que delincuentes, que asaltan poblados, roban, matan, y no conocen más ley que la del capricho de su “General”
La cámara de Peckinpah, va sacando a veces, con una lentitud que aumenta el dramatismo de las escenas, lo peor de todos, y cada uno de los personajes, en un mundo en el que no hay sitio para la esperanza, y en el que incluso, los niños son presentados como unos seres bañados en violencia, desde la lactancia.
Estremece el inicio, cuando vemos a un grupo de niños, que están disfrutando viendo como una horda de hormigas carnívoras, atacan y devoran a unos escorpiones, para luego poner paja encima, y prenderle fuego.
Niños que observan como los adultos se matan unos a otros, niños que sumen esos comportamientos en sus juegos, y que incluso, les lleva a convertirse en niños soldado, capaces de matar, como ocurre en la catártica escena final.
Mucho se ha hablado de la violencia de The Wild Bunch, considerada por muchos, la primera película, realmente violenta de la historia del cine.
El uso del ralentí, la fisicidad de las heridas de bala, entrando y saliendo del cuerpo, escupiendo sangre, la presencia de niños, observando las matanzas, y luego reproduciéndolas en forma de juego, la muerte de inocentes...
Con todo eso, Peckinpah acababa de sentar, las bases de su estilo, en lo que a violencia se refiere.
De ahí que la plástica parezca descuidada, con un montaje y unos barridos, que afean la imagen, amén de unos “zooms” que evidencian una visión “sucia”, inmediata, vivaz, y la música, ya no adorna las escenas feroces.
No hay tiempo para la contemplación pasiva de la belleza.
Aunque eso no sea óbice, para extraer un lirismo del polvo y de la mugre, remitiendo a la época fundacional de la nación.
Un estado de depredadores, donde la ruindad reina en un panorama anímico putrefacto, corrompido y anegado por una desoladora pobreza que inunda el paisaje.
Lou Lombardo, el montador de The Wild Bunch, a la hora de hablar sobre su trabajo en el mítico film de Sam Peckinpah, después de haber reducido a 2 horas y 20, un primer montaje que duraba casi 4 horas, cuenta como dato, que el trabajo del guionista Green, fue retocado por el propio director, como hacía con todos los guiones que no eran suyos, aproximadamente en un 30% de lo escrito, lo cual generó problemas para que Peckinpah pudiese ser acreditado, se exige al menos un 60% para ello, cosa que al final pudo ser, logrando el director, la única nominación al Oscar que tuvo en su vida, la de mejor guión, en la edición de 1970, siendo “robada” por “Butch Cassidy and The Sundance Kid”, de George Roy Hill, la gran triunfadora de aquel año, otro western imprescindible.
Algunos dicen, que se dispararon más tiros en el rodaje de The Wild Bunch, que en la verdadera Revolución Mexicana de 1913; pues se calcula que se dispararon como 90,000 balas de fogueo.
Ben Johnson dijo en una entrevista, que las extras que les acompañaban en la escena de la bodega, no eran actrices, sino auténticas prostitutas.
Prosiguió diciendo, que fue una orden expresa de Peckinpah, para poder contarle a la gente, que había hecho que la Warner, pagara por putas.
Excepcional trabajo interpretativo de todo el reparto, entre ellos, el acérrimo líder de la pandilla, un insuperable William Holden, quien basó parte de sus manierismos, en el propio director, o el vil General “Mapache” encarnado carismáticamente por el mexicano Emilio Fernández.
No sé qué le pasaría a William Holden por aquella época, quizás fuera que tenía una depresión insoportable, quizás las tremendas borracheras que se pegaba con Peckinpah durante el rodaje, pero el caso es que pocas veces, he sentido un rostro que se quede tan grabado a fuego en la memoria.
El rostro del eterno perdedor, pero también del padre comprensivo; rostro del que, presumiendo su trágico final, como algo inevitable, y sabiendo que no puede proteger a los suyos, dice lleno de ira:
“Yo estoy jodido, pero ustedes van a joder también, cueste lo que cueste”
Algo ocurre en los primeros planos a Holden, seguramente siente tanto a su personaje, que acaba transformándose en él.
Ciertamente, las 2 escenas que abren y cierran The Wild Bunch, son impresionantes.
En ellas, se refleja para qué han nacido nuestros protagonistas:
En la primera, actúan según lo han hecho siempre; en la segunda, actúan para redimirse, precisamente, de lo que llevan haciendo toda la vida.
En los últimos momentos, los protagonistas ya no aguantan más.
Las torturas que Mapache ha realizado a su amigo y compañero Ángel, les remuerde la conciencia, y ni siquiera ya, disfrutan como antes del alcohol y las prostitutas.
El que más sufre es Dutch, que fue quien entregó a Ángel a Mapache, y ni siquiera se atreve a entrar en el burdel.
La secuencia de los 4, andando armados hacia la muerte, deja mudo al espectador.
Se siente el dolor y el desgarro de los protagonistas, se siente la primera y última marcha heroica de Pike, Dutch, Lyle y Tector, se siente la muerte y la sangre, en ese decidido caminar.
En palabras del Profesor de Historia del Cine Español, Carlos F. Heredero:
“Esos planos de los 4 caminando hacia una muerte segura, tiene una impronta trágica y apocalíptica, son terribles, lúcidos, y sobrecogedores; llevan dentro, una furiosa reflexión apologética sobre el compromiso, sobre el sentido moral de la amistad, y sobre la fidelidad a uno mismo.
Es el momento supremo, en que los 4 se enfrentan a cuerpo descubierto con su soledad, su desamparo, y su anacronismo, en que asumen, a través de la muerte, por algo que les merece la pena, la canalización válida de toda la violencia que ha informado sus vidas”
Con la matanza final, los espectros por fin cobran significado, y quizás ya no importe la rudeza de sus métodos, pues al fin y al cabo, “si a hierro matan, a hierro mueren”, pues las 2 primeras balas que encaja Pike, vienen de la mano de una mujer y un niño, escena por cierto, censurada en muchos cines, y recuperada, por suerte, para todos, en 1981.
Y por primera vez, los ralentís, ya no son solo para ver caer atravesados por las balas a los soldados, y a los caza recompensas, está vez, se filma a cámara lenta, su propia defunción:
La de los hermanos Gorch, en un mismo plano, la de Pike y Dutch, en diferentes planos, pero en acción paralela, mientras oímos a Dutch, llamando a su amigo por última vez.
Y es que The Wild Bunch, está enmarcado entre 2 matanzas, aparentemente similares pero, en realidad, totalmente diferentes.
La primera tiene lugar en el antiguo poblado de San Rafael, que ahora se llama Starbuck, y pertenece a Texas, justo en la frontera mexicana; y la última, en Agua Verde, El Cuartel General de Mapache.
Entre medias, hay un itinerario en que los personajes, unos personajes primitivos, no sólo acostumbrados a resolver los problemas con la violencia, sino incapaces de resolverlos de otra manera, atrapados entre 2 fuegos, toman la decisión más importante de su vida.
Una de las cosas que más indignaba a Peckinpah, y no le faltaba razón, era que se falseasen, tratando de edulcorarlos, los personajes, en los films, y más específicamente, en los westerns.
Y por eso que él no hace trampa.
Sus protagonistas son forajidos, que se dedican a asaltar bancos, y atracar trenes, pero igualmente, trata de decir la verdad, y hacer justicia a sus antagonistas.
Harrigan es un ser despreciable, al que cuadra perfectamente la definición que Thornton da de él:
“Un sucio hijo de puta, que se dedica a asesinar con el amparo de la ley”
Para lograr su objetivo, todo vale:
Desde el chantaje, Thornton tiene 30 días para atrapar a Pike, o volver a Yuma a la prisión; hasta el pillaje, sus hombres son repugnantes cazadores de recompensas, ignorantes e incompetentes.
El problema es que Harrigan representa la ley, y organiza sin pestañear, una matanza en el pueblo, ante la remota posibilidad de acabar con la banda de Pike, mientras que la antigua banda de Thornton, representa a los fuera de la ley.
Y aquí es donde interviene Peckinpah, opinando que son mucho más decentes los forajidos, que los representantes de la ley.
Las alucinantes secuencias de principio y final, bailes de muerte y furia, su técnica visionaria del montaje, sus largos e interminables clímax, que dejan temblando, agotado, al espectador, la molesta ausencia de todo discurso moralizante, modifican las bases del género, y constituyen hitos importantes en la larga interrogación del cine de Hollywood sobre la violencia, a lo cual dice el director:
“Hice The Wild Bunch, porque estaba muy enfadado con toda una mitología hollywoodiense, con una determinada forma de presentar a los forajidos, los criminales, con una romanticismo de la violencia...
The Wild Bunch es una película sobre la mala conciencia de EEUU”
La música, ofrece melodías de aires mexicanos, con uso de instrumentos indígenas.
El tema principal, se combina bien con las imágenes congeladas de los créditos.
Las canciones “The Wild Bunch” y “Drinking Song”; y el tema “Asalto al tren y huida”, son excelentes.
La música añadida, incorpora canciones mexicanas, como “Amelita” y “La Golondrina”
“This is our last go-around, Dutch.
This time, we do it right!”
Sam Peckinpah es un director fundamental para analizar la violencia en el cine de Hollywood; y The Wild Bunch es, probablemente, su obra maestra, y la síntesis de su reflexión, sobre el hombre y la construcción de su identidad, como un ser fundamentalmente agresivo y hostil con el prójimo.
Sam Peckinpah desgrana su ira, y teje una ficción, rabiosamente preñada de violencia.
Una violencia porosa, sucia, profundamente cínica, y descarnada.
Para ello, frente a la aparente fosilización a la que habían llegado géneros como el musical, y el western, Peckinpah se aferra a él, en sus alientos agónicos, mientras el castillo de los grandes estudios se derrumbaba.
Y lejos de entonar un réquiem, o de establecer un punto final a un género que parecía evocar tiempos mejores de un pasado cinematográfico, mete las manos en el lodazal, y se quita los guantes, para realizar una comparecencia en la que no da sentencia de muerte al western, sino que se agarra a él.
Es por ello, que si bien durante toda The Wild Bunch, Peckinpah niega constantemente, la épica característica del western clásico, ésta llega finalmente en un final elegíaco, que como no puede ser de otra manera, está basado en una cruenta carnicería de la que no sale vivo, casi nadie.
Se acabaron los finales felices.
Pues The Wild Bunch nos habla de desarraigo, honor, dignidad, y amistad traicionada, sus protagonistas son hombres, cuyo tiempo se ha acabado, que no tienen ni lugar ni futuro en el nuevo mundo que viene.
El viejo, el suyo, se desmorona a su alrededor, y solo les queda como única salida valida, unirse para ir puntualmente a la cita con su destino.
Sam Peckinpah utiliza la violencia, como una auténtica catarsis, imaginando al probable espectador “purificándose” por medio de esa misma violencia que contemplará, como testigo mudo, y asombrado, en la pantalla.
Más tarde, el realizador admitiría, que se hallaba completamente equivocado, ya que el público asistía a la visión de la misma, más como diversión, que predispuesto a sentirse horrorizado por tal virulencia.
La crítica, tras el estreno de The Wild Bunch, acusaría oficiosamente a Peckinpah, de haber perpetrado una “flagrante alegoría de la agresión estadunidense, contra el Vietnam”
El punto de vista de The Wild Bunch, según la crítica, de Peckinpah, es abrirnos a una fachada de terrorífica violencia, a través de la película, envolver en ella a un espectador, en el hoy por hoy, sumido en una total falta de imaginación a través del nuevo síndrome colectivo que le proporciona la televisión, e impulsarle a volver sus ojos hacia las grandes producciones de Hollywood, ofrendándoles una nueva visión, de aquel celuloide añejo, por medio de una desatada visión morbosa de virulencia.
Una virulencia en absoluto divertida, y que nada tiene que ver con los primitivos westerns, donde los enfrentamientos entre indios y cowboys, mostraran sus facetas más genuinas, e incluso ingenuas.
The Wild Bunch es un film irreprochable, pero detestablemente sangriento.
La única propuesta, dura y terrible, que podemos hallar en él, es el no menos excitante hecho de que, en realidad, todos nosotros somos seres violentos.
Se acabó la época de grandes gestas, los tiempos del héroe, y de un maniqueísmo reduccionista e irreal.
“We started together.
We'll end it together”
They hadn't.
The earth had cooled.
They couldn't”
A lo largo de la historia, hemos visto cómo cada cultura o civilización, ha necesitado crearse historias épicas, y un origen, para explicar su situación en el mundo.
Así, han surgido, increíbles historias sobre héroes, dioses, y aventuras, que crean un universo cultural del cual asirse.
El caso del cine western, funge de un modo similar a estas historias, para el caso de Estados Unidos.
En éste, hay elementos que funcionan para crear cierta identidad nacional, como los personajes, los bandos, los paisajes, y la época histórica, pero sobre todo, las dualidades que refuerzan el orden social.
El western, que pasó muy pronto a formar parte de esta novísima cultura de la imagen, creada por el cine, casi siempre anduvo opuesto a la tradicional ilustración de la palabra, es decir, la erudición literaria.
Y si acabó por fascinarnos durante casi un siglo, se debió a que, por medio de las posibilidades maravillosas de la cámara, aprendió también a aliar sus muchas inquietudes experimentales, al temperamento lírico de quienes, tras la misma, supieron otorgarle un especial significado.
El western se creó, con el inicio del cine, ya desde el cortometraje “The Great Train Robbery” (1903) de Edwin S. Porter.
Ahí se pudo vislumbrar, que el viejo oeste, los caballos, los bandidos, lo salvaje, y la aventura, serían algo propicio para continuar con un suceso fílmico de éxito.
Posteriormente, cobró auge para las primeras décadas del siglo XX y, como muchas otras cosas, decayó, ya para comenzar la segunda mitad.
Las razones son múltiples, la cultura estadounidense estaba en constante cambio, nuevas formas y corrientes audiovisuales surgían, y ya entrada la década de los 50, comenzó a vislumbrarse un giro que llevaría a la búsqueda de nuevas estructuras y temas, así como a la desaparición de aspectos y elementos que venían rigiendo la producción cinematográfica hasta entonces.
Tal es el caso del declive del Código Hays, que a partir de 1952, fue declinando en importancia.
Sus estatutos fueron menormente tomados en cuenta, hasta desaparecer por completo, en 1968.
El western, pulsó todos los registros, y los distorsionó expresivamente para nuestro goce:
Supo transgredir la naturaleza del tiempo real, desquiciar el elemento dinámico, cabalgar con la cámara, fundamentalizar el movimiento por medio del acelerado, o el ralentí, buscar al azar sus formas de realidad, o irrealidad, descubrir cientos de cualidades a la fotogenia del espacio, y del tiempo, y, por supuesto, demostrar su gran vocación populista, prefiriendo el “Saloon”, los climas más irreales, casi dantescos de la brutalidad, la escena antológica del duelo a muerte, de la rivalidad, de la subjetividad que crea el poder, en las que no dejó de incluirse naturalmente, cierta realidad social afín a la época, rehuyendo las más de las veces, mundos lujosos o sofisticados, descubrir la secreta micro-fisonomía del rostro humano, supeditarse a todos los particularismos románticos y violentos, logrando así mostrarnos también, la expresión visual de los sentimientos humanos, y, finalmente, lo más difícil todavía:
Asir el secreto estético de la violencia.
Ya no había duda, los héroes del western como Shane, Jon T. Chance, o Wyatt Earp, ya no tenían cabida en el género cumbre de la cinematografía.
El desencanto y la tristeza, se apoderó de los cowboys, de los pistoleros, de los perdedores...
Los viejos héroes, ya no servían en un mundo donde el revólver, iba a ser sustituido por la estilográfica y los caballos, y diligencias por automóviles.
Como respuesta a estos cambios, el realizador Sam Peckinpah, creó varias películas de western, pero ahora, serían diferentes a todas las anteriores del género.
Peckinpah representa, a la figura que desmitifica la figura del héroe western, tenida hasta el momento, y pertenece a la corriente del western crepuscular, que no es sólo un género cinematográfico, o corriente artística.
En éste, existen elementos de contexto histórico, donde se refleja un sinfín de cambios que acontecieron en el mundo del cine norteamericano.
Fueron varios directores, que se dieron cuenta de que algo debía cambiar, y estaba cambiando, y con cierta nostalgia por años buenos anteriores, quisieron dar como una especie de despedida al western, que durante décadas, había permanecido en la cima, gozado de mucho éxito.
En el género de western, los cambios iniciados continuaron acentuándose.
Ante todo, y como tónica ya al parecer inevitable, la violencia extrema se impuso.
Peckinpah parecía anticipar, o intuir, el abandono casi total del western, por parte del cine norteamericano, y asumía indirectamente, esa posibilidad.
“Suddenly a new West has emerged.
Suddenly it was sundown for nine men.
Suddenly their day was over.
Suddenly the sky was bathed in blood”
The Wild Bunch es una película de western estadounidense, del año 1969, dirigida por Sam Peckinpah.
Protagonizada por William Holden, Ernest Borgnine, Robert Ryan, Edmond O'Brien, Warren Oates, Jaime Sánchez, Ben Johnson, Emilio Fernández, Strother Martin, L.Q. Jones, Bo Hopkins, Alfonso Arau, entre otros.
El guión es de Walon Green y Sam Peckinpah, basados en el relato de Walon Green y Roy N. Sickner.
El año 1969, no era un año para ser especialmente optimista, viviendo en EEUU.
La Guerra de Vietnam en su virulenta sangría, los crímenes perpetrados el año anterior a Martin Luther King o a Robert F. Kennedy, pocos años después del magnicidio que sufrieron en la misma década, no inducían a albergar ilusiones por el futuro.
En todo caso, certificaba que la sociedad y el hombre, por mucho idealismo de la revolución contracultural de los hippies, no lucía un estado de pacificación.
Era un tiempo de cambio, donde las cosas no volverían a ser lo que fueron.
Así pues, en el cine, pocos westerns tienen la originalidad que The Wild Bunch posee, al olvidarse de lo típicos clichés de pistoleros que salen victoriosos; los personajes que presentan, son forajidos que han sido marginados por el paso del tiempo, donde la vejez les impide realizar sus propósitos delictivos.
Al hacer esto, Peckinpah muestra otra cara de la moneda jamás vista en el género, demostrando que una tragedia sin esperanza, puede suceder con violencia exagerada, en un momento cumbre.
Sam Peckinpah, tras dar clases durante un tiempo en Los Angeles, sobre dirección y escritura de guiones para cine y televisión, recibió una oferta de Warner Bro., para dirigir una película.
De esa oferta nació The Wild Bunch, que se convertiría en su film más famoso, y que a día de hoy, aún sigue siéndolo; pues es considerada, una de las mejores obras de su creador, así como uno de los mejores westerns de la historia, convirtiéndose la obra de su director, en el puente entre el clásico género de la década de 1950, y el que volvería a aflorar años después con Clint Eastwood en “Unforgiven”, ya en 1992.
The Wild Bunch obtuvo 2 nominaciones al Oscar:
Mejor guión original, y banda sonora/Drama.
The Wild Bunch compitió en su momento, con otro western llamado “Butch Cassidy and The Sundance Kid”, que narraba las andanzas de un par de ladrones.
Aunque son 2 películas con visiones muy distintas, “Wild Bunch” era el nombre real de la banda de forajidos que lideraban Butch Cassidy y Sundance Kid, que no aparecen en la película de Peckinpah.
The Wild Bunch es un drama psicológico, y un thriller de persecuciones, a lomos de infatigables caballos; pero también, es un tratado sobre la amistad, y los códigos morales que rigen las vidas de unos despiadados forajidos, que solo respetan la ley del más fuerte.
Además, es uno de los western más innovadores de la historia del cine.
En 1969, Peckinpah ya era una eminencia en el género, pero The Wild Bunch fue la película que mejor reflejó su forma de ver el mundo; y causó controversia tras su debut, por lo explícito de su violencia, eso no impidió que en 1999, fuera seleccionada por el National Film Registry de EEUU, para su conservación como parte del patrimonio de La Biblioteca del Congreso.
The Wild Bunch fue rodada en Durango y Coahuila, México; los lugares estaban muy ligados al director Sam Peckinpah, del cual, el mismo afirmaba:
“Todas las cosas importantes de mi vida, han estado relacionadas con México, de un modo o de otro:
Ese lugar tiene un efecto especial sobre mí, en México, todo es visible, los colores, la vida, el calor”
El coste de The Wild Bunch fue de $6 millones, en los cuales se utilizaron 90,000 balas de fogueo, y se realizaron 3,643 planos.
El western, cambió desde The Wild Bunch.
El ambiente en el que se desarrolla, es el año de 1913, entre la frontera de Estados y Unidos y México.
La acción, tiene lugar en San Rafael, Texas, EEUU, y en México, en época pre-revolucionaria, próxima al inicio de La Primera Guerra Mundial.
The Wild Bunch sigue a 9 soldados, cuando se acercan cabalgando a una ciudad.
Pasan delante de unos niños, que torturan a un escorpión, dándoselo de comer a las hormigas.
Un predicador, amenaza con el infierno a los borrachos.
Pronto, sus fieles inician un desfile, cantando por las calles.
Los soldados desmontan, y entran en el banco de la ciudad.
Son en realidad, atracadores, y el gran golpe que esperaban dar, se convierte en una trampa, ya que un grupo de cazarrecompensas, apostados en las azoteas de los edificios, los está esperando para acabar con ellos.
Así comienza la encarnizada huida de esta banda, que les llevará hasta México, en guerra entre el ejército federal, y los hombres de Pancho Villa, nuevamente de vuelta a los Estados Unidos, para robar un tren repleto de armas para el ejército, que desea derrocar al líder revolucionario, y una vez más al sur, donde encontrarán un trágico, y violento destino, cuando por una vez, el honor y la palabra dada, valen más que el pillaje y la avaricia.
Pike Bishop, Dutch Engstrom, los hermanos Lyle y Tector Gorch, y, en menor medida, Ángel y el viejo Sykes; perfectos todos, William Holden, Ernest Borgnine, Warren Oates, Ben Johnson, Jaime Sánchez, Edmond O'Brien, respectivamente; no son más que ladrones crecidos en años, pistoleros al servicio del que pagué más y mejor, y asesinos de gente inocente, si se diera el caso.
Los miembros de la banda, ya no son lo jóvenes héroes que eran antes, incluso, hay elementos que nos sugieren, la decadencia tanto de la condición física, como de la imposibilidad de resultar triunfantes ante un atraco.
De hecho, The Wild Bunch comienza con un asalto infructuoso, lo que nos dice desde el inicio, que la banda está en franca decadencia.
Pero la historia no termina ahí...
Así, sólo nos podemos sentir partidarios de ellos, cuando los comparamos con los soldados del villano, General Mapache (Emilio Fernández), y los caza recompensas que lidera el antiguo amigo de Pike, Deke Thornton (Robert Ryan)
Pues si Mapache no duda en lanzar a sus tropas en una lucha sin armas contra Pancho Villa, en una escena que se filmó en uno de los lugares reales, donde ocurrió el enfrentamiento entre Villistas, y los entonces soldados al servicio del caudillo Huerta; totalmente fuera de sí, o infringe una tortura inhumana a Ángel, atándolo a las ruedas de su coche, y arrastrándolo con niños encima, por todo el pueblo; y los caza recompensas, no dudan tampoco en matar a gente inocente, o soldados de EEUU, robando luego a sus presas con saña y desprecio, sus ropas y armas, los hombres de The Wild Bunch, incluso en la catártica escena final, sin duda una de las mejores de la historia del cine; se ve cómo Lyle y Pike, matan a mujeres, y cómo Dutch utiliza a una de escudo, contra los balazos que los soldados les propinan.
Los miembros de The Wild Bunch, no dudan en disparar por la espalda, si es necesario, son poseedores de una moral tambaleante.
Y resulta curioso de ver, que los niños convierten sus juegos en simulacros de violencia, en violencia con animales, entre escorpiones y hormigas; o en violencia vengativa, como el chico con el revólver de Mapache.
La presencia de niños, resalta las ansias de recuperar la inocencia perdida, a través del indulto pleno, Thornton; o del trabajo en el campo como Bishop.
Así, los parajes transitados por la cámara de Peckinpah, han ido extrayendo lo peor de cada sitio, y el realizador ha ido colocando sus diversos antihéroes, que en la mayoría de las ocasiones, acaban perdiéndolo todo, incluso la vida, demostrando el pesimismo de Peckinpah, en un mundo que no acaba de asimilar.
Si en México, la autoridad a la que combaten nuestros renegados personajes apátridas, viene simbolizada por El General Mapache, es curioso que en los Estados Unidos, la autoridad no sea el gobierno; ya que viene determinada por la empresa del ferrocarril, símbolo del poder económico del sistema capitalista.
Asimismo, a través de The Wild Bunch, también muestra su afecto por los mexicanos del pueblo, que luchan contra el despotismo del General Mapache, muy en sintonía por los alzamientos revolucionarios que se dieron en Sudamérica, en la década de los 60.
Pero también, The Wild Bunch es una historia de honor, de amistad, de fidelidad a la palabra dada, aunque lo importante es a quien se le da, porque en eso también hay una peculiar escala de valores.
Si se puede rematar con frialdad a un compañero de cabalgada, cuando no puede seguir el ritmo del resto, o dejar abandonado a un amigo herido, para salvar al grupo, sin sentir el menor remordimiento, no se puede consentir que se mate a un camarada de una manera fría y despiadada, de forma innecesaria.
The Wild Bunch, abre sus puertas con unos títulos de crédito brillantes.
En ellos, se nos presenta a los miembros del grupo, vestidos cómo soldados, y dispuestos a atracar el banco.
Peckinpah congela diversas imágenes, virándolas a sepia, deteniéndose en los rostros de los protagonistas, cómo si con este efecto ya nos remarcara su presencia espectral, tanto en The Wild Bunch, cómo en la propia vida real.
Con unos niños disfrutando viendo sufrir a un escorpión, que es devorado por las hormigas, para luego, pegar fuego a las hormigas...
Peckinpah acaba de explicar, que va a pasar a continuación:
Los miembros del grupo, se ven acorralados en el banco, por los cazarrecompensas, y emprenden una lucha brutal contra ellos, usando cómo cebos, a los habitantes del pueblo, que se ven arrasados por el tiroteo.
La violencia nace y cierra The Wild Bunch, dándole una estructura circular, en la que al final, se redimen los protagonistas mediante el suicidio, quedando finalmente en la memoria de los amigos que quedan vivos, Sykes y Thornton; y sobreimpresionadas en la pantalla, nos aparecen sus retratos sonrientes, risas de fantasmas que han llegado a su meta.
Todo un hito, y un clásico de referencia en el género del western, rodada con maestría inigualable por Sam Peckinpah, The Wild Bunch, es uno western más salvajes y sangrientos de todos los tiempos, solo hace falta observar su increíble tiro inicial, y el visceral desenlace.
Y considerado como uno de los primeros westerns crepusculares de la historia, en The Wild Bunch los límites entre el bien y el mal se difuminan, aunque Peckinpah no deja lugar a dudas respecto a sus preferencias personales, decantándose con meridiana nitidez por los forajidos que encabeza Bishop, en contraposición al grupo de los facinerosos cazarrecompensas que dirige Thornton, viejo amigo y compañero de fechorías de Bishop.
Así pues, The Wild Bunch nos habla de desarraigo, honor, dignidad, y amistad traicionada, sus protagonistas son hombres, cuyo tiempo se ha acabado, que no tienen ni lugar ni futuro en el nuevo mundo que viene.
El viejo, el suyo, se desmorona a su alrededor, y solo les queda como única salida valida, unirse para ir puntualmente a la cita con su destino.
Una referencia innegable del talento de Sam, violencia medida con inteligencia narrativa.
“What I like and what I need are two different things”
Si todo el cine de Hollywood, y en especial el western, se había cimentado hasta la fecha, en héroes patrios, portadores de una moral impoluta, y dispuestos a todo, con tal de conseguir que la justicia prevalezca, Peckinpah decide mostrar la otra cara de la moneda, de esa América sucia y podrida, donde sólo queda lugar para la violencia y la desesperanza.
Y es que en el cine de Peckinpah, no hay épica ni héroes, ni siquiera un brazo al que agarrarse, cuando la estupidez pasa por encima de uno, en forma de automóvil.
Cuando el western ya entraba en una época de crisis, tan sólo salvado por las honorables películas de Sergio Leone desde Europa, Sam Peckinpah le da una nueva vuelta de tuerca con The Wild Bunch.
El director se aleja de los prototipos de “cowboy” de la década de 1950, y ofrece el perfil de unos veteranos bandidos, llenos de matices.
Pero el nexo común, es que ninguno de ellos, supone un ejemplo de vida, ni por su dedicación, como bandidos, ni por su comportamiento, con traiciones, enemistades, egoísmos, etc.
Ante todo, The Wild Bunch es una película de perdedores, la motivación principal de Peckinpah en su filmografía:
“... mis héroes son “loosers” porque están derrotados por anticipado, lo que constituye uno de los elementos primordiales de la verdadera tragedia.
Se han acostumbrado, desde hace mucho tiempo a la muerte y a la derrota; en consecuencia, no les queda nada que perder” dice Sam Peckinpah.
Y The Wild Bunch comienza, con un atraco frustrado a un banco, y el devenir del grupo, está predestinado a la tragedia.
Peckinpah no da ningún tipo de esperanza a los bandidos para la fuga.
Con The Wild Bunch, Peckinpah nos retrata un mundo que está a punto de cambiar radicalmente, corre el año 1911, un cambio que va a llenar las cunetas de desclasados, de individuos que ya no caben en ese nuevo mundo, antiguos héroes, ahora convertidos en forajidos despojados ya, del halo de la leyenda.
Son hombres rudos, duros, curtidos, con un especial sentido del honor, y con una comprensión acerca de lo que significan la vida y la muerte, que ya no son más que retratos sórdidos de un mundo, en el que la violencia es la única respuesta.
En este western crepuscular, ya no hay buenos ni malos, las fronteras ya no existen, y el denominador común, es el de la violencia desatada, descontrolada, fuera de toda regla, y donde acabamos de ponernos del lado de unos, la banda de Pike Bishop, por exclusión, porque los otros son peores.
Los que están del lado de la ley, no son más que una banda de desarrapados, caza recompensas sin escrúpulos, que se comportan como auténticos buitres, mientras que la patulea de Mapache, no son más que delincuentes, que asaltan poblados, roban, matan, y no conocen más ley que la del capricho de su “General”
La cámara de Peckinpah, va sacando a veces, con una lentitud que aumenta el dramatismo de las escenas, lo peor de todos, y cada uno de los personajes, en un mundo en el que no hay sitio para la esperanza, y en el que incluso, los niños son presentados como unos seres bañados en violencia, desde la lactancia.
Estremece el inicio, cuando vemos a un grupo de niños, que están disfrutando viendo como una horda de hormigas carnívoras, atacan y devoran a unos escorpiones, para luego poner paja encima, y prenderle fuego.
Niños que observan como los adultos se matan unos a otros, niños que sumen esos comportamientos en sus juegos, y que incluso, les lleva a convertirse en niños soldado, capaces de matar, como ocurre en la catártica escena final.
Mucho se ha hablado de la violencia de The Wild Bunch, considerada por muchos, la primera película, realmente violenta de la historia del cine.
El uso del ralentí, la fisicidad de las heridas de bala, entrando y saliendo del cuerpo, escupiendo sangre, la presencia de niños, observando las matanzas, y luego reproduciéndolas en forma de juego, la muerte de inocentes...
Con todo eso, Peckinpah acababa de sentar, las bases de su estilo, en lo que a violencia se refiere.
De ahí que la plástica parezca descuidada, con un montaje y unos barridos, que afean la imagen, amén de unos “zooms” que evidencian una visión “sucia”, inmediata, vivaz, y la música, ya no adorna las escenas feroces.
No hay tiempo para la contemplación pasiva de la belleza.
Aunque eso no sea óbice, para extraer un lirismo del polvo y de la mugre, remitiendo a la época fundacional de la nación.
Un estado de depredadores, donde la ruindad reina en un panorama anímico putrefacto, corrompido y anegado por una desoladora pobreza que inunda el paisaje.
Lou Lombardo, el montador de The Wild Bunch, a la hora de hablar sobre su trabajo en el mítico film de Sam Peckinpah, después de haber reducido a 2 horas y 20, un primer montaje que duraba casi 4 horas, cuenta como dato, que el trabajo del guionista Green, fue retocado por el propio director, como hacía con todos los guiones que no eran suyos, aproximadamente en un 30% de lo escrito, lo cual generó problemas para que Peckinpah pudiese ser acreditado, se exige al menos un 60% para ello, cosa que al final pudo ser, logrando el director, la única nominación al Oscar que tuvo en su vida, la de mejor guión, en la edición de 1970, siendo “robada” por “Butch Cassidy and The Sundance Kid”, de George Roy Hill, la gran triunfadora de aquel año, otro western imprescindible.
Algunos dicen, que se dispararon más tiros en el rodaje de The Wild Bunch, que en la verdadera Revolución Mexicana de 1913; pues se calcula que se dispararon como 90,000 balas de fogueo.
Ben Johnson dijo en una entrevista, que las extras que les acompañaban en la escena de la bodega, no eran actrices, sino auténticas prostitutas.
Prosiguió diciendo, que fue una orden expresa de Peckinpah, para poder contarle a la gente, que había hecho que la Warner, pagara por putas.
Excepcional trabajo interpretativo de todo el reparto, entre ellos, el acérrimo líder de la pandilla, un insuperable William Holden, quien basó parte de sus manierismos, en el propio director, o el vil General “Mapache” encarnado carismáticamente por el mexicano Emilio Fernández.
No sé qué le pasaría a William Holden por aquella época, quizás fuera que tenía una depresión insoportable, quizás las tremendas borracheras que se pegaba con Peckinpah durante el rodaje, pero el caso es que pocas veces, he sentido un rostro que se quede tan grabado a fuego en la memoria.
El rostro del eterno perdedor, pero también del padre comprensivo; rostro del que, presumiendo su trágico final, como algo inevitable, y sabiendo que no puede proteger a los suyos, dice lleno de ira:
“Yo estoy jodido, pero ustedes van a joder también, cueste lo que cueste”
Algo ocurre en los primeros planos a Holden, seguramente siente tanto a su personaje, que acaba transformándose en él.
Ciertamente, las 2 escenas que abren y cierran The Wild Bunch, son impresionantes.
En ellas, se refleja para qué han nacido nuestros protagonistas:
En la primera, actúan según lo han hecho siempre; en la segunda, actúan para redimirse, precisamente, de lo que llevan haciendo toda la vida.
En los últimos momentos, los protagonistas ya no aguantan más.
Las torturas que Mapache ha realizado a su amigo y compañero Ángel, les remuerde la conciencia, y ni siquiera ya, disfrutan como antes del alcohol y las prostitutas.
El que más sufre es Dutch, que fue quien entregó a Ángel a Mapache, y ni siquiera se atreve a entrar en el burdel.
La secuencia de los 4, andando armados hacia la muerte, deja mudo al espectador.
Se siente el dolor y el desgarro de los protagonistas, se siente la primera y última marcha heroica de Pike, Dutch, Lyle y Tector, se siente la muerte y la sangre, en ese decidido caminar.
En palabras del Profesor de Historia del Cine Español, Carlos F. Heredero:
“Esos planos de los 4 caminando hacia una muerte segura, tiene una impronta trágica y apocalíptica, son terribles, lúcidos, y sobrecogedores; llevan dentro, una furiosa reflexión apologética sobre el compromiso, sobre el sentido moral de la amistad, y sobre la fidelidad a uno mismo.
Es el momento supremo, en que los 4 se enfrentan a cuerpo descubierto con su soledad, su desamparo, y su anacronismo, en que asumen, a través de la muerte, por algo que les merece la pena, la canalización válida de toda la violencia que ha informado sus vidas”
Con la matanza final, los espectros por fin cobran significado, y quizás ya no importe la rudeza de sus métodos, pues al fin y al cabo, “si a hierro matan, a hierro mueren”, pues las 2 primeras balas que encaja Pike, vienen de la mano de una mujer y un niño, escena por cierto, censurada en muchos cines, y recuperada, por suerte, para todos, en 1981.
Y por primera vez, los ralentís, ya no son solo para ver caer atravesados por las balas a los soldados, y a los caza recompensas, está vez, se filma a cámara lenta, su propia defunción:
La de los hermanos Gorch, en un mismo plano, la de Pike y Dutch, en diferentes planos, pero en acción paralela, mientras oímos a Dutch, llamando a su amigo por última vez.
Y es que The Wild Bunch, está enmarcado entre 2 matanzas, aparentemente similares pero, en realidad, totalmente diferentes.
La primera tiene lugar en el antiguo poblado de San Rafael, que ahora se llama Starbuck, y pertenece a Texas, justo en la frontera mexicana; y la última, en Agua Verde, El Cuartel General de Mapache.
Entre medias, hay un itinerario en que los personajes, unos personajes primitivos, no sólo acostumbrados a resolver los problemas con la violencia, sino incapaces de resolverlos de otra manera, atrapados entre 2 fuegos, toman la decisión más importante de su vida.
Una de las cosas que más indignaba a Peckinpah, y no le faltaba razón, era que se falseasen, tratando de edulcorarlos, los personajes, en los films, y más específicamente, en los westerns.
Y por eso que él no hace trampa.
Sus protagonistas son forajidos, que se dedican a asaltar bancos, y atracar trenes, pero igualmente, trata de decir la verdad, y hacer justicia a sus antagonistas.
Harrigan es un ser despreciable, al que cuadra perfectamente la definición que Thornton da de él:
“Un sucio hijo de puta, que se dedica a asesinar con el amparo de la ley”
Para lograr su objetivo, todo vale:
Desde el chantaje, Thornton tiene 30 días para atrapar a Pike, o volver a Yuma a la prisión; hasta el pillaje, sus hombres son repugnantes cazadores de recompensas, ignorantes e incompetentes.
El problema es que Harrigan representa la ley, y organiza sin pestañear, una matanza en el pueblo, ante la remota posibilidad de acabar con la banda de Pike, mientras que la antigua banda de Thornton, representa a los fuera de la ley.
Y aquí es donde interviene Peckinpah, opinando que son mucho más decentes los forajidos, que los representantes de la ley.
Las alucinantes secuencias de principio y final, bailes de muerte y furia, su técnica visionaria del montaje, sus largos e interminables clímax, que dejan temblando, agotado, al espectador, la molesta ausencia de todo discurso moralizante, modifican las bases del género, y constituyen hitos importantes en la larga interrogación del cine de Hollywood sobre la violencia, a lo cual dice el director:
“Hice The Wild Bunch, porque estaba muy enfadado con toda una mitología hollywoodiense, con una determinada forma de presentar a los forajidos, los criminales, con una romanticismo de la violencia...
The Wild Bunch es una película sobre la mala conciencia de EEUU”
La música, ofrece melodías de aires mexicanos, con uso de instrumentos indígenas.
El tema principal, se combina bien con las imágenes congeladas de los créditos.
Las canciones “The Wild Bunch” y “Drinking Song”; y el tema “Asalto al tren y huida”, son excelentes.
La música añadida, incorpora canciones mexicanas, como “Amelita” y “La Golondrina”
“This is our last go-around, Dutch.
This time, we do it right!”
Sam Peckinpah es un director fundamental para analizar la violencia en el cine de Hollywood; y The Wild Bunch es, probablemente, su obra maestra, y la síntesis de su reflexión, sobre el hombre y la construcción de su identidad, como un ser fundamentalmente agresivo y hostil con el prójimo.
Sam Peckinpah desgrana su ira, y teje una ficción, rabiosamente preñada de violencia.
Una violencia porosa, sucia, profundamente cínica, y descarnada.
Para ello, frente a la aparente fosilización a la que habían llegado géneros como el musical, y el western, Peckinpah se aferra a él, en sus alientos agónicos, mientras el castillo de los grandes estudios se derrumbaba.
Y lejos de entonar un réquiem, o de establecer un punto final a un género que parecía evocar tiempos mejores de un pasado cinematográfico, mete las manos en el lodazal, y se quita los guantes, para realizar una comparecencia en la que no da sentencia de muerte al western, sino que se agarra a él.
Es por ello, que si bien durante toda The Wild Bunch, Peckinpah niega constantemente, la épica característica del western clásico, ésta llega finalmente en un final elegíaco, que como no puede ser de otra manera, está basado en una cruenta carnicería de la que no sale vivo, casi nadie.
Se acabaron los finales felices.
Pues The Wild Bunch nos habla de desarraigo, honor, dignidad, y amistad traicionada, sus protagonistas son hombres, cuyo tiempo se ha acabado, que no tienen ni lugar ni futuro en el nuevo mundo que viene.
El viejo, el suyo, se desmorona a su alrededor, y solo les queda como única salida valida, unirse para ir puntualmente a la cita con su destino.
Sam Peckinpah utiliza la violencia, como una auténtica catarsis, imaginando al probable espectador “purificándose” por medio de esa misma violencia que contemplará, como testigo mudo, y asombrado, en la pantalla.
Más tarde, el realizador admitiría, que se hallaba completamente equivocado, ya que el público asistía a la visión de la misma, más como diversión, que predispuesto a sentirse horrorizado por tal virulencia.
La crítica, tras el estreno de The Wild Bunch, acusaría oficiosamente a Peckinpah, de haber perpetrado una “flagrante alegoría de la agresión estadunidense, contra el Vietnam”
El punto de vista de The Wild Bunch, según la crítica, de Peckinpah, es abrirnos a una fachada de terrorífica violencia, a través de la película, envolver en ella a un espectador, en el hoy por hoy, sumido en una total falta de imaginación a través del nuevo síndrome colectivo que le proporciona la televisión, e impulsarle a volver sus ojos hacia las grandes producciones de Hollywood, ofrendándoles una nueva visión, de aquel celuloide añejo, por medio de una desatada visión morbosa de virulencia.
Una virulencia en absoluto divertida, y que nada tiene que ver con los primitivos westerns, donde los enfrentamientos entre indios y cowboys, mostraran sus facetas más genuinas, e incluso ingenuas.
The Wild Bunch es un film irreprochable, pero detestablemente sangriento.
La única propuesta, dura y terrible, que podemos hallar en él, es el no menos excitante hecho de que, en realidad, todos nosotros somos seres violentos.
Se acabó la época de grandes gestas, los tiempos del héroe, y de un maniqueísmo reduccionista e irreal.
“We started together.
We'll end it together”
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