La Sindrome di Stendhal

“Bellezza senza dolore non può essere la bellezza”

Stendhal y Florencia, permanecerán ligados eternamente, porque hablar de Florencia, conlleva el recuerdo del escritor, y su conmoción ante la icónica basílica Santa Croce.
Una experiencia tan intensa, que su descripción serviría como base, mucho tiempo después, para la identificación del síndrome que llevaría su nombre.
El que se conoce también como “Síndrome de Florencia”, por cuanto los turistas que arriban a esa increíble ciudad, quedan expuestos a tal “sobredosis de belleza” que aquellos con una sensibilidad mayor, no les quedaría más destino que el colapso.
El Síndrome de Stendhal, también denominado “estrés del viajero” es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión, temblor, palpitaciones, depresiones, e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando estas son particularmente bellas, o están expuestas en gran número en un mismo lugar.
Más allá de su incidencia clínica como enfermedad psicosomática, El Síndrome de Stendhal se ha convertido en un referente de la reacción romántica ante la acumulación de belleza, y la exuberancia del goce artístico.
Se denomina así, por el famoso autor francés del siglo XIX, Stendhal, seudónimo de Henri-Marie Beyle, quien dio una primera descripción detallada del fenómeno que experimentó en 1817, en su visita a La Basílica de La Santa Cruz en Florencia, Italia, y que publicó en su libro “Nápoles y Florencia: Un Viaje de Milán a Reggio”, y dijo:
“Había llegado a ese punto de emoción, en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por Las Bellas Artes y los sentimientos apasionados.
Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”
Aunque ha habido muchos casos de gente que ha sufrido vértigos y desvanecimientos mientras visitaba el arte en Florencia, especialmente en La Galleria degli Uffizi desde el principio del siglo XIX, en adelante.
Esa galería es un palacio y museo, el cual contiene una de las más antiguas y famosas colecciones de arte del mundo; siendo las 2 obras más importantes que se encuentran en este museo, “La Virgen del Jilguero” de Rafael, y “La Sagrada Familia con San Giovannino” por Michelangelo.
También se mantienen las obras en cautiverio y otros como “Medusa” de Caravaggio, “El Nacimiento de Venus” de Botticelli, y de “La Anunciación” de Leonardo da Vinci.
El fenómeno psicosomático producido, no fue descrito como “síndrome” hasta 1979, por la psiquiatra italiana, Graziella Magherini; también experta en Historia del Arte.
Ella observó y describió más de 100 casos similares entre turistas y visitantes en Florencia, “La Cuna del Renacimiento”, en su libro:
“La Sindrome di Stendhal. Il malessere del viaggiatore di fronte alla grandezza dell'arte” o “El Síndrome de Stendhal. El malestar del viajero frente a la grandeza del arte”; un relato construido con un preciso conocimiento de la tradición literaria de los viajes a Italia, desde Goethe hasta Freud, de las experiencias de Magherini, florentina ella misma, en el servicio de urgencias psicológicas del dispensario de Santa Maria Nouva, al cual llegaban y llegan turistas aquejados del Síndrome de Stendhal, es decir, víctimas de súbitas crisis nerviosas provocadas por la fatiga, o la emoción en los museos, los paseos y los monumentos.
Después de casi 20 años de experiencia, Magherini comenzó a notar ciertas anormalidades patológicas en un grupo selecto de sus pacientes.
Los visitantes extranjeros que habían llegado en masa a disfrutar de la suntuosa belleza y el arte de la ciudad, fueron afectados por episodios repentinos y misteriosos psicosomáticos, que fueron inducidos por su identificación con el arte personalizado.
“El Síndrome de Stendhal se presenta con mayor frecuencia en Florencia, porque tenemos la mayor concentración de arte del Renacimiento en el mundo”, según dijo la especialista.
Su estudio pionero, publicado en 1989, es una descripción de la metodología estadística y, lo más importante, una descripción detallada de algunos de sus casos más interesantes.
Y si lo anterior es un mal de viajeros, como curiosidad, recomiendo revisar otros “síndromes” extraños que pertenecen a este grupo, como los de París y Jerusalén, entonces es inevitable preguntarse, qué sucede no sólo con los florentinos, sino que con los italianos en general.
Me refiero a que si estos, desde la cuna, son estimulados por la estética más elevada:
¿Existirá la posibilidad de que algunos puedan sufrir el citado síndrome?
¿O se mantienen inmunes dada su refinada cotidianeidad?
¿Hemos acaso, perdido la capacidad de asombro?
O en el peor de los sentidos:
¿Puede provocar otros trastornos más extremos?
“Lasciando Santa Croce, il mio cuore batteva, la vita mi era esausto, camminava con la paura di cadere”
La Sindrome di Stendhal es una película italiana de terror, del año 1996, dirigida por Dario Argento.
Protagonizada por Asia Argento, Thomas Kretschmann, Marco Leonardi, Luigi Diberti, Julien Lambroschini, John Quentin, Paolo Bonacelli, entre otros.
El guión es de Dario Argento y Franco Ferrini, basados en la novela de Graziella Magherini.
El director, Dario Argento, dijo que experimentó El Síndrome de Stendhal siendo un niño, mientras recorría Atenas con sus padres.
El joven Dario, estaba subiendo los peldaños del Partenón, cuando se pasó por un trance que lo hizo perder de sus padres durante horas.
La experiencia fue tan fuerte, que Argento nunca se olvidó de ella, e inmediatamente pensó en ella, cuando se encontró con el libro de Magherini, que se convertiría en la base de la película.
De hecho, durante el rodaje, contó con la participación de ella como consultora y asesora, y su consideración médico científica.
La Sindrome di Stendhal se destaca también por su elevado esteticismo, caracterizado por un audaz uso de la composición y el encuadre, y las continuas referencias visuales a obras de artistas como:
El Bosco, Caravaggio, Botticelli o Magritte, y por su arriesgada mezcla de sexo y violencia.
Siendo la primera película europea, que empleó la imagen generada por computadora (CGI)
Y es que el arte es un elemento fundamental en las películas de Argento, y al ser el muchacho italiano, solo tiene que asomarse a las calles de Roma o Florencia para situar las localizaciones de sus películas; tanto así que la escena de apertura, se rodó dentro de la famosa Galería Uffizi en Florencia; que a partir de 2014, Dario Argento es el único director de cine, que ha recibido permiso para filmar en el interior del museo.
La acción inicia con Alfredo Grossi (Thomas Kretschmann), un peligroso psicópata que mata a jóvenes mujeres tras violarlas salvajemente.
Las pesquisas llevarán a la inspectora, Anna Manni (Asia Argento), hasta La Galería degli Uffizi, donde, abrumada por la belleza de las obras expuestas, experimentará el llamado Síndrome de Stendhal, perdiendo el conocimiento.
Al despertar, no recordará nada…
El psicópata conoce su punto débil, y le prepara una trampa, donde la persecución pasa a convertirse en una lucha por sobrevivir.
Anna vuelve en sí del trauma, con la secuela de la amnesia, en una variante disociativa.
Y es en esta etapa, en dónde se encontrará más vulnerable al daño cometido por el objeto de su búsqueda:
Nada menos que el temido sicópata, Alfredo Grossi, quien, con ese radar propio de los de su especie, será capaz de detectar el más mínimo movimiento sináptico en su potencial víctima.
Nada será ajeno a su retorcida mirada; y el factor común de todo depravado:
La extrema frialdad, pero además, un privilegiado saber de la naturaleza humana de su cazadora.
Conoce a sus víctimas mucho más de lo que ellas quisieran y, lo que es peor, mucho más de lo que ellas se conocen a sí mismas.
Y qué más sabemos de Alfredo, que tras la fachada de un hombre sumamente cortés y atractivo, se esconde un sádico, que en el culmen de su perversión criminal, alcanza una gran excitación contemplando manar la sangre de las mujeres violentadas.
Algo que afectará a Anna, empezando un viaje sin retorno.
El film sobre El Síndrome de Stendhal, no es sino solo una pequeña punta del iceberg de toda una enciclopedia local sobre la belleza predadora, enigmática y traumatizante.
Pero a fin de cuentas, es un film que no está orientado a ese objetivo, sino a la creación de suspense y horror, en el cual se inserta como hecho importante El Síndrome que experimenta la heroína al comienzo de la historia, y que debería en cierto modo explicar y construir la forma experiencial y perceptiva del personaje femenino, precisamente como alguien psíquicamente expuesto y frágil frente a la carga de absorción icónica y simbólica de una belleza enigmática que, para decirlo al estilo de Sigmund Freud, “se configura como muna belleza siniestra, lo siniestro que se produce en un encuentro icono/fágico, o de captura englobante entre el sujeto y el objeto”
Evidentemente, tanto en el film de Argento, así como veremos en la estructura dinámica misma del funcionamiento del síndrome mismo, finalmente el sujeto primario, se convierte en objeto de la mirada siniestra de la pintura.
La pintura/sujeto, mira, atrapa, absorbe y succiona virtualmente al sujeto hacia un espacio “interno” y mental, que constitutivamente se construye, siguiendo como sugerimos el trazado lacaniano, en la separación o corte espaciotemporal entre lo imaginario, lo real, y lo  simbólico.
La Sindrome di Stendhal, es en realidad, un viaje iniciático, una visita a la galería tenebrista de nuestro propio infierno, ese que nos acecha desde lo más profundo de nuestra alma, un infierno, por lo demás, bello como jamás lo fue el paraíso.
Un chapuzón literal en las procelosas aguas de la libido, la obsesión y la locura.
Es, por tanto, una película laberíntica y deliberadamente ambigua, no apta para espíritus convencionales.
“I miei sentimenti sono così profonde sfiorano tristezza.
Tutto parla direttamente alla mia anima.
Se potessi solo dimenticare”
Tras su decepcionante experiencia en Estados Unidos, y ya en franca decadencia, tanto industrialmente como en el plano creativo, a mediados de los 90, Dario Argento decidió volver a Italia en busca de un proyecto que le devolviera la posición privilegiada que tuvo en sus inicios.
Volvería a contar con Ennio Morricone, que se ocupó de la música en sus primeros títulos, y abordó una temática que no le era nada ajena:
El poder alucinatorio del arte.
De esa manera, podría recuperar la fuerza de su plástica, adentrándose en una atípica intriga psicológica, inspirada en las conclusiones de la psiquiatra Graziella Magherini, que ha estudiado profusamente el llamado Síndrome de Stendhal; en una película de gran interés discursivo.
La locura, con escenas que pueden ser reminiscencias de filmes de Hitchcock, Polanski, De Palma y Orson Welles, sobre el atormentado mundo interior; y el precio de una sensibilidad mayor, que no será otro que la enfermedad.
Porque quien más siente, accederá al placer más grande y, a la vez, al dolor más horrible; y el sufrimiento como germen de violencia, la escalada hacia otros y a la autoagresión.
La Sindrome di Stendhal es una película atmosférica; técnicamente al desasosiego logrado con los aspectos visuales como el claroscuro tenebrista en los ambientes de ataque del psicópata, movimientos de cámara “hitchcocknianos”, como refuerzo a la sensación de descontrol e irrealidad, se suman los elementos auditivos como las torturantes onomatopeyas que emanan desde las mismas obras en plena crisis de Stendhal; y cómo se integra esta violencia en una creación con marcada vocación esteticista.
En esta oportunidad, fue el talento del maestro de fotografía, el gran Giuseppe Rotunno, quien mantuvo moderación en el expresionismo característico del director.
Porque lo habitual en él, es el plano detalle, los cuerpos femeninos desnudos y victimizados, el subrayado del sonido, el azul/rojo como dialéctica cromática.
Sí, porque hemos de reconocer, que Argento estiliza la violencia.
Y si la violencia tiene una estética, asumimos también que puede haber goce artístico visionándola.
Para esto se requiere una cuota alta de cinismo y distanciamiento.
¿Y la ética?
¿Hay lugar para el cuestionamiento ético, cuando se trata del placer en el arte?
La Sindrome di Stendhal es también un film extraño dentro de la filmografía de Argento, porque es muy realista, y nada fantasioso.
Realista en la forma que retrata la enfermedad que da título al film, y que sufre su protagonista, Anna Manni; ya que el film está lleno de imágenes surrealistas y alucinaciones, así como de los “set pieces” habituales en Argento.
Se aleja de conceptos fantásticos, como que el ojo guarda la última imagen que ve al morir la persona, o poderes de comunicación con los insectos, para retratar de forma veraz, los efectos que experimentan las personas que sufren este síndrome pasajero.
Así, Argento utiliza un estilo más psicológico, con elementos de drama, para contar como la inspectora Anna Manni, sigue la pista de un violador convertido en asesino.
El director nos mete en la cabeza de Manni, y experimentamos la película a través de sus ojos.
Ello significa, que este es uno de los films más surrealistas de Argento, con escenas como la primera alucinación de Manni, donde se mete en un cuadro que la lleva al fondo del mar, y se besa con un pez de rostro, más o menos humano.
El resultado, es un film con un estilo visual espectacular, pero que es más intelectual, y menos fácil de asimilar que sus anteriores y posteriores películas.
El impacto visual, se verá ensalzado por una inquietante y evocadora banda sonora de Ennio Morricone
Con lo anterior, podríamos dividir el film en 3 partes, siendo cada parte, una película independiente en sí misma, pero magistralmente enlazada por el buen hacer de Argento.
En la primera parte tenemos a la detective Anna, amnésica, perdida, víctima de las agresiones del asesino, intentando reconstruir su pasado a través de una simbiosis total con las obras de arte que la fascinan y atormentan.
Aquí podemos ver un soberbio trabajo de los efectos especiales, siendo la primera vez que una película italiana empleó imágenes generadas por computadora.
Pues bien, para ser la primera vez, le quedó el tema increíble, mezclando realidad, ficción, recuerdos y “flashbacks” de una manera impresionante, pues los cuadros cobran vida literalmente, y parece que van a saltar del marco.
Este primer segmento, posee una atmósfera onírica muy poética, pero también muy siniestra y horrible.
En la segunda parte vemos cómo Anna ha recuperado la memoria, e intenta seguir adelante con su vida, una vida hecha pedazos por las agresiones que sufrió de manos del asesino.
Aquí, Anna sufre la primera metamorfosis, adquiriendo aspectos masculinos, y aumentando su agresividad, es impresionante la escena en la que la propia Anna intenta violar a su ex-novio…
Asustada por este cambio, decide regresar a su pueblo con su familia, buscando refugio en los paraísos de la infancia, pero el intento, tampoco funciona.
No obstante, será aquí donde Anna resolverá, aparentemente todos sus traumas, con una catarsis final y bestial.
Esta segunda parte, tiene momentos muy tranquilos, aparentemente intrascendentes, pero que sirven para crear una atmósfera familiar, de la que Anna es dolorosamente ajena, por más que intente volver a su antigua vida.
Y en la última parte, vemos a una Anna recuperada, sana, que ha abandonado su carácter andrógino, y abraza de nuevo su femineidad, aunque notoriamente diferente.
La muchacha desea vivir feliz y en paz, e incluso se echará un novio guapetón, y francés.
No obstante, la sombra del asesino todavía acosa a Anna, atención en el color de la peluca, impidiéndole ser completamente feliz, y generando más muerte e destrucción.
Y es que a raíz de la vejación sexual y la pérdida de memoria, Anna ha fracturado su identidad; y en ese angustiante vacío, emergerá un nuevo “yo”
Y no será uno cualquiera…
Será nada más ni nada menos, que el de una asesina; porque Anna Manni no es un ser de medianías, no hay posibilidad con su condición sensible.
Y qué más artista que el que es capaz de reinventarse a sí mismo, aún en la patología.
El “yo” como obra de arte superior.
Anna Manni descubre que tiene la capacidad de entrar “físicamente” en las pinturas, empieza a experimentar cambios de personalidad relacionados con el asesino que persigue, hasta que finalmente es atrapada por él, pero consigue dar la vuelta a la situación, después, adoptando una nueva personalidad.
Por lo demás, Dario Argento prescinde del misterio que rodea a la personalidad del asesino; el “leitmotiv” de La Sindrome di Stendhal, es la relación amoral que une a la joven policía y el asesino, donde placer y dolor se confunden, véase a Thomas Kretschmann con la cuchilla en los labios, una sensualidad enferma y vampírica... y sobre todo, la nueva personalidad que emerge en la policía, su comportamiento endurecido, y su aspecto afilado.
De la femineidad lánguida, cual musa de Botticelli, dará paso a una energía muy masculina, una suerte de heroína vengadora, en extremo combativa.
Y no sólo eso, más adelante se travestirá blondamente, a lo “femme fatale” de Billy Wilder con Barbara Stanwyck.
El cabello, será un gran símbolo de transformación, qué sintomático en las mujeres, ¿no?
Interesante el efecto que provocará tal cambio en el resto:
Un mundo de hombres.
En Anna podemos distinguir 3 fases, y 3 personalidades muy distintas en cada una de ellas, claramente delimitadas por la situación capilar.
Argento ha sido brillante en su concepción original, con los giros argumentales impulsados por 2 violaciones.
Esto da una evolución en la protagonista, con un resultado de las 3 personalidades mencionadas más arriba.
Una protagonista con una hipersensibilidad o disposición hiperestésica:
El color, la forma, el sonido, el tacto.
Todo agrede.
Y confunde; el sonido del color, el aroma de la forma, etc.
Por otro lado, La Sindrome di Stendhal plantea otro aspecto importante de la violencia:
La que viene desde la misma obra artística.
Una violencia subterránea, y por lo mismo, sumamente peligrosa.
Es la agresión psicológica sobre el espectador sensible, ejercido desde el mismo objeto portador de la anhelada perfección.
Es decir, lo perfecto violenta lo imperfecto, por su sola existencia.
Impactos que pueden desestabilizar los psiquismos más lábiles.
Y llevado esto a la experiencia del cine, a más de alguno le habrá sucedido el comenzar íntegro una película, para finalizar convertidos en la patética versión de sí mismos, por visionados que son auténticas violaciones.
Porque la crueldad tiene su sofisticación.
Y dentro de esto, no hay nada que sea tan elegante y, a la vez tan aterrador como el estado de locura.
Aquí, la violencia se evidencia en la sangre de los cuerpos, pero eso no es más que el correlato material de la gran violencia.
Así como “La Grande Bellezza”, existe la gran violencia.
Y ambas se concatenan.
La agresión se da en el terreno mental, y el origen es la abstracción:
El ser atrapados por una imagen, devorados por una idea.
Que es la forma ejercida por el arte, para tomar posesión nuestra, perpetrando, de esta manera, su mayor crueldad:
La fagocitación de los espectadores sensibles.
Porque miramos, pero en la más absoluta inconsciencia.
Nuestra mirada nos pierde; y ante la belleza, nos rendimos.
Lo verdaderamente importante aquí, no es el fondo, sino también la forma:
La fuerza hipnótica de unas imágenes que se cuentan entre las más bellas y perturbadoras de su filmografía.
Algunas de un erotismo insano y fascinante, en las que Tánatos y Eros se abrazan hasta fundirse; otras preciosistas hasta la extenuación, repletas de guiños compositivos que traen a la cabeza inmediatamente las obras cumbre de artistas como El Bosco, Botticelli, Caravaggio, Magritte...
Inolvidables resultan la muerte de Marie, o la imagen de los ojos de Anna, iluminados por una tira de luz emergiendo de las tinieblas.
O cuando a través de la pintura en el cuarto de hotel, Anna Manni recupera la memoria, y tiene el encuentro subsecuente con el asesino en serie.
Cuando Asia Argento intenta violar a Marco Longhi, el personaje de Marco Leonardi, ya en su personalidad masculina.
O cuando el grafiti cobra vida; o bien la omnipresencia de la dichosa bola de cristal con el David de Michelangelo, que además de recordarnos inmediatamente a “Citizen Kane” (1941) en otro detalle cinéfilo, nos hace plantearnos si realmente ha existido el tal asesino, o si todo es fruto de su enfermiza mente de Anna.
Un asesino tan bello como la mejor obra de arte de Michelangelo, su David.
Así las cosas, ella finaliza siendo el asesino mismo, perturbada por los momentos extremos que le marcaron para siempre, debido al famoso Síndrome de Stendhal.
Por supuesto, no en vano, Argento ostenta el triste record de ser el cineasta con un mayor número de obras censuradas de la historia de cine, algunas de las escenas más explicitas de La Sindrome di Stendhal, fueron eliminadas en ciertos países tercermundistas, y refractarios a la libertad de expresión como, por ejemplo, EEUU.
Como dato de producción, decir que el nombre completo del novio francés de Anna, Marie Beyle (Julien Lambroschini), es un tributo directo al verdadero nombre de Stendhal:
Marie-Henri Beyle.
Los artistas del grafiti, fueron traídos al set para cubrir la guarida subterránea de Alfredo.
En una noche, el grupo creó más de 100m cuadrados de paredes cubiertas de grafiti.
Del reparto, Asia Argento da voz y cuerpo a Anna Manni, y consigue uno de los mejores papeles que una mujer ha podido interpretar en el cine.
Y a propósito, un hecho intrigante que mueve a morbo, y por lo mismo, puede ser bastante incómodo de señalar, es Argento dirigiendo a su propia hija como víctima de violación, y aún más, por partida doble.
Es inevitable preguntarse, si en ese momento… el director cumplió alguna fantasía…
Y no es sólo el tema del parentesco.
En La Sindrome di Stendhal, se repite aquel hecho al cual este director nos tiene tan acostumbrados, que es la mujer como víctima de la violencia, que según él mismo dijo en su momento:
“Me gustan las mujeres, especialmente las hermosas.
Si ellas tienen un buen rostro y figura, preferiría observarlas a ellas siendo asesinadas, que a una mujer fea o a un hombre.
Y no tengo que justificarme ante nadie.
No me importa lo que nadie piense al respecto…”
Indudablemente, los roles femeninos suelen ser los más interesantes en la filmografía de Argento:
Dinámicos, en fluido trasvasije de víctima a victimaria.
Porque la mujer es un ser complejo, y de cualidad arcillosa en sus manos.
La eleva a un pedestal, para allí, someterla a los peores flagelos.
En relación a esto, sería interesante diferenciar, si la atención a la belleza de las mujeres agredidas, se relaciona con un mero vehículo de placer estético para visionar la violencia, como él declara, o si es ensañamiento, precisamente debido a su belleza.
¿Revanchismo no consciente?
Quién puede saberlo…
Los misteriosos engranajes mentales, suelen mover a autoengaño.
De hecho, la famosa Anna, recordó al icónico personaje de Verhoven, interpretado por Sharon Stone.
Por último, la sombría y turbadora banda sonora es muy efectista, con un impactante tema principal, apoyado con un solo de violín, que se referencia a lo largo de toda la historia, con acompañamiento coral.
El compositor, Ennio Morricone, incorpora también algunos efectos sonoros para reforzar el terror; incrementando el misterio que sigue la misma canción tocada hacia adelante, o hacia atrás.
Aquí, la fórmula será aparentemente simple, y a la vez compleja.
Que no es otra que un patrón de 8 notas repetido una y otra vez, en infinitas variaciones, y como era de esperar, abduciendo a los espectadores en el más hipnótico trance.
La escena de Anna sumergiéndose en la obra de Brueghel, no sería lo mismo sin aquel fondo musical.
Qué maestría la de Morricone, expresando con total perfección, la sensación de vértigo y alucinación, tensión, angustia, horror, locura…
El sonido acompaña con gran precisión, cada momento de una historia con trasfondo psicótico.
“Ho guardato... guardando quei quadri.
Hai avuto quella sensazione, non è vero?
Hai avuto la sensazione”
De los casos estudiados por La Dra. Magherini, se obtienen algunas conclusiones sorprendentes sobre los efectos de la obra sobre la psique.
Durante la creación de reflejo entre el arte y el sujeto, un sublime, estético y extraño acontecimiento ocurre.
La experiencia del arte, engancha un trauma reprimido bajo el mar consciente del sujeto, tirando rápidamente el trauma a la superficie.
El sujeto actúa entonces, tanto como un pez fuera del agua en dificultades.
Como dato, la mayoría de las pacientes de La Dra. Magherini, eran mujeres solteronas, cuyo perfil socioeconómico les permitía viajar a Florencia en busca de una comunión con el arte que, según El Síndrome de Stendhal, es una obsesión del todo moderna, una forma de soledad, sólo posible para el turista expuesto a una forma súbita de desarraigo desconocida para quien, por ejemplo, peregrinaba en La Edad Media hacia los grandes centros religiosos.
Pero el turista contemporáneo, tampoco es el viajero sólido en erudición y doctrina a la manera de Goethe, quien hizo del viaje a Italia, un prolongado rito de iniciación, sino un osado irresponsable, incapaz de calcular lo que puede ocurrir cuando el cuerpo llega a un lugar, merced a los trenes y a los aviones, antes que el alma.
Así pues, la impresión artística tal cual la sufrió Stendhal, desencadena en personas bien predispuestas por su hipersensibilidad, al florentino ataque de nervios.
Según los expertos, alrededor del 80% de las personas, sufre de Síndrome de Stendhal a grados cada vez menores.
Sin embargo, a pesar los numerosos casos reportados por la citada Dra., su propuesta de síndrome no ha sido aceptada oficialmente por la comunidad médica, la que espera aún “evidencias más sólidas”
Por esto, las esperanzas de reconocimiento están cifradas en la actual eclosión de las neurociencias; en particular, en la multidisciplinar neuroestética.
Porque a través del estudio de las bases neurales para la contemplación y la creación artística se pudiera abrir la comprensión hacia los mecanismos cerebrales de las víctimas de Stendhal.
Verdaderamente, estos síndromes, más que a una sintomatología clínica, deberían hacer referencia a la sensación de sorpresa y de gozo estético que puede producirse en una persona ante la contemplación de ciertas obras de arte o paisajes, un sentimiento que al contrario del que se describe tradicionalmente, no es similar a una enfermedad, sino que provoca satisfacción en el espectador, una emoción positiva que genera felicidad, y que nos hace recordar con alegría nuestros viajes, querer volver y recomendarlo a los amigos.
Si el arte produjese efectos nocivos a la salud:
¿Quién querría consumirlo?

“Voglio vedere, come questa mattina... con le labbra sanguinanti.
Morire a baciare la bocca, le labbra sanguinanti”



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