The Stranger

“Mankind is waiting for the Messiah, but for the German, the Messiah is not the Prince of Peace.
No, he's... another Barbarossa... another Hitler”

Una “Paz Cartaginesa”, es la imposición de una paz brutal y humillante a un enemigo que ha sido aplastado por otro en un conflicto bélico.
La expresión deriva de la paz que impuso Roma a Cartago, tras la derrota de esta, en La Segunda Guerra Púnica del 218 al 201 a.C., por la cual perdió todas sus colonias, fue obligada a desmilitarizarse, y a pagar un tributo constante a Roma, sin cuyo permiso no podría emprender ninguna guerra.
Tras el final de La Tercera Guerra Púnica, de 149 al 146 a.C., los romanos arrasaron Cartago hasta los cimientos, y esclavizaron a sus habitantes.
En tiempos recientes, el uso de la expresión, se ha extendido a cualquier acuerdo de paz con unos términos muy duros, que están claramente enfocados a acentuar y perpetuar la inferioridad del vencido.
Así, tras La Primera Guerra Mundial, de 1914 a 1918; el economista británico, John Maynard Keynes, describió El Tratado de Versalles como una “Paz Cartaginesa”
Asimismo, El Plan Morgenthau se podría definir como otra paz cartaginesa, porque abogaba por la desindustrialización de Alemania tras La Segunda Guerra Mundial, con la finalidad de minar la influencia germana en la región, y prevenir su remilitarización, tal y como había sucedido tras La Gran Guerra.
Este plan, sería sustituido por El Plan Marshall, que pretendía revivir la economía de La Alemania Occidental, como paso necesario para la recuperación de toda la economía europea.
De esta manera, Alemania Occidental se acabó convirtiendo en un baluarte de importancia clave contra El Bloque Comunista.
La política de reducir a Alemania a la servidumbre durante una generación, de envilecer la vida de millones de seres humanos, y de privar a toda una nación de felicidad, es odiosa y detestable, aunque fue posible, aunque nos enriqueciera a nosotros, aunque no sembrara la decadencia de toda la vida civilizada de Europa.
Algunos la predican en nombre de la justicia...
En los grandes acontecimientos de la historia del hombre, en el desarrollo del destino complejo de las naciones, la justicia no es tan elemental.
Y si lo fuera, las naciones no están autorizadas por la religión, ni por la moral natural a castigar en los hijos de sus enemigos, los crímenes de sus padres o jefes.
“The German sees himself as the innocent victim of world envy and hatred, conspired against, set upon by inferior peoples, inferior nations”
The Stranger es una película de suspense, del año 1946, dirigida por Orson Welles.
Protagonizada por Edward G. Robinson, Loretta Young, Orson Welles, Philip Merivale, Richard Long, Konstantin Shayne, Billy House, entre otros.
El guión es de Anthony Veiller, basado en la novela homónima de Victor Trivas.
Fiel a su estilo, Orson Welles procuró tener el mayor control creativo posible, aun a pesar del bastante inmisericorde contrato que firmara con el estudio, que lo obligaba a atenerse a cierto presupuesto, y a aceptar incondicionalmente cualquier corte que el editor considerara necesarios.
Sin embargo, Welles trabajó a consciencia en el guión, e hizo todo lo posible para que su visión quedara plasmada con la mayor fidelidad posible en la pantalla; siendo esta, la primera película estadounidense con imágenes de Campos de Concentración nazis, después de La Segunda Guerra Mundial; es decir, imágenes reales, usadas por primera vez en una película comercial.
Welles, había visto las imágenes en mayo de 1945, en San Francisco, como corresponsal y moderador de debate en La Conferencia de las Naciones Unidas sobre La Organización Internacional; y escribió sobre las imágenes del Holocausto en su columna del New York Post, el 7 de mayo 1945; 3 de las 4 escenas, son de Campos de Concentración de 1945, de una película montada por George Stevens, James B. Donovan y Ray Kellogg, usada como prueba en Los Juicios de Núremberg.
Imágenes de gran poder pedagógico, sobre todo en su contexto temporal, pues hacia nada se habían liberado, y lo que se contaba sin imágenes, podría parecer una invención, estas secuencias son de gran valor didáctico.
El enfoque de la historia, no sólo fue algo que interesaba a Welles y a Robinson, ambos coincidían en que para nada, el nazismo estaba acabado, y que sus líderes estaban esperando su momento para intentar de nuevo la dominación del mundo libre.
También, The Stranger anticipó en la ficción, algo que terminaría por pasar realmente en años posteriores, como fue la persecución de nazis en paradero desconocido.
Historia de perseguidores/perseguidos, de cazadores/cazados, y que Welles utiliza para dar a conocer al público su punto de vista sobre la sinrazón que asoló Europa durante finales de los 30 y principio de los 40.
The Stranger obtuvo una nominación al Premio Oscar al mejor guión.
La acción sigue a Mr. Wilson (Edward G. Robinson), un miembro de La Comisión de Crímenes de Guerra, que está buscando a Franz Kindler/Profesor Charles Rankin (Orson Welles), uno de los cerebros del Holocausto, que ha borrado el rastro de su identidad.
Para encontrarlo, Wilson sigue a un antiguo camarada de Kindler, llamado Konrad Meinike (Konstantin Shayne) hasta Harper, Connecticut, en donde este último es asesinado por Kindler, antes de que Wilson pueda identificarlo.
La única pista que le queda, es la fascinación del criminal nazi por los relojes antiguos.
Allí, Rankin se casa con Mary Longstreet (Loretta Young), quien es hija de un juez de La Corte Suprema.
Así las cosas, Mr. Wilson utilizara todas sus habilidades y destrezas como cazador, para entrampar a Kindler, quien no tiene problema en poner en riesgo algunas vidas, con tal de atrapar a su presa.
The Stranger es un drama sobre un nazi cuya identidad quiere pasar desapercibida, y al llegar a EEUU, limpia su nombre pero no sus intenciones, que siguen igual, con el propósito de crear otra guerra en suelo estadounidense.
Un tema generalmente no tratado, que es la asimilación por EEUU de todos aquellos nazis que podían aportar algo en la carrera armamentística/espacial de EEUU durante La Guerra Fría, o la presencia de ese germen de intolerancia criminal en la sociedad de ese país.
Además, fue precoz, y hasta diría que audaz, respecto a la facilidad con que un criminal nazi podía ocultarse, y llevar una vida confortable en una comunidad cualquiera en EEUU.
Siendo curioso, porque ese asunto del “blanqueamiento” de delincuentes como ciudadanos respetables, parece estar muy presente en la cultura de EEUU.
Este título, que toma como epicentro la ceguera amorosa y el desconocimiento y apariencia personal, para desarrollar un “thriller” de contexto coyuntural, supone otro brillante y menospreciado ejemplo del poderío visual, e intensidad narrativa que poseía el genio del cine, Orson Welles, marcado por el abrumador barroquismo estético de su autor, empleado para enfatizar y definir la acción, obviando una posición formal gratuita, que no sobrepasa esa misma acción.
En un enorme ejemplo de cine negro, de espías, técnicamente una obra maestra que bebe lo mejor del Expresionismo Alemán, que merece ser revisionada y puesta en el lugar de privilegio que se merece; una película con un gran mensaje:
El terror y la paranoia que se produjo es destape del Holocausto en La Segunda Guerra Mundial.
El tema es atractivo.
Y en ese momento, prácticamente pionero, que en un futuro se convertiría casi en un género cinematográfico.
Posteriormente sería el tema de películas tan recordadas como clásicas.
Pero The Stranger está hecha justamente cuando termina La Segunda Guerra Mundial, realmente, y cuando todavía los acontecimientos no solo están recientes, sino que se está destapando toda la maquinaria mortal que habían montado los nazis, y el horror del Holocausto, y Los Juicios de Núremberg.
Paranoias de tipo xenófobas, las interpretaciones filosóficas de la guerra, y las consecuencias del nazismo para una posible futura resurrección, son el amplio abanico temático que atraviesa el autor, donde despliega su enorme capacidad técnica, y su amplitud artística.
Welles, concibe un desborde de maestría desde la pacifica ambientación del comienzo, al caos general en que en esta tiene lugar, mostrando los dobleces de los simples habitantes del pueblo, las identidades secretas de los protagonistas, y las caras ocultas del fascismo.
Cuantas generaciones de nazis habrán repartidas en el mundo…
¿Cómo se sentirán al saber su pasado?
“Well, who but a Nazi would deny that Karl Marx was a German because he was a Jew?”
The Stranger es el intento de reconciliación de Orson Welles con un Hollywood que lo despreciaba.
El director, que tenía por entonces 31 años, ya había creado tiempo atrás, una de las obras cumbre de la historia del cine:
“Citizen Kane” (1941)
Entonces, ya era fácil de prever una difícil relación con Hollywood.
Su siguiente película, “The Magnificent Ambersons” (1942), fue manipulada por La RKO en su edición final, incorporando cortes y añadidos sin su consentimiento.
Algo que podríamos calificar de sutil, si lo comparamos con lo que sucedió con su posterior trabajo, “Journey Into Fear” (1943)
Durante los años posteriores, Welles se vería obligado a dejar de lado su labor como director, centrándose únicamente en su trabajo de intérprete.
Sus proyectos eran demasiado arriesgados y personales, para una industria que sólo buscaba una rentabilidad económica.
Entonces, el director quiso demostrar que también era capaz de realizar una película por encargo, ajustarse a un presupuesto, y cumplir unos plazos fijados de antemano.
Aunque casi todos sus largometrajes acabaron haciéndose rentables a largo o muy largo plazo, The Stranger fue la única película dirigida y firmada por Orson Welles, que obtuvo beneficios en su estreno.
Tras los fracasos comerciales, motivado por la agresiva campaña de desprestigio llevada a cabo por los medios de comunicación de W.R. Hearst, en quien se basaba el personaje de Charles F. Kane; o en la siguiente, en la que incluso se optó por hacer desaparecer su nombre como codirector, tan sólo el tremendo prestigio artístico que había ido atesorando desde sus primeros trabajos en el teatro y la radio; justificó la oferta que le presentó Sam Spiegel para rodar este filme.
El productor, estaba convencido de que Welles, además de coleccionar críticas entusiastas, era perfectamente capaz de hacer ganar dinero a su compañía.
Después de haber estudiado las cuentas de sus anteriores realizaciones, Spiegel se percató, de que el principal problema comercial del cine de Welles, se hallaba en su desprecio por el dinero ajeno, por lo que le presentó un presupuesto limitado al que el cineasta debería ceñirse estrictamente.
En realidad, se trató de una especie de desafío, al que Orson se prestó gustoso:
El de demostrar que también estaba capacitado para crear algo “normal”, sin acumular planos de perspectiva imposible, sin mensajes sobreentendidos, y con una narración lineal, fácil de comprender, sin esfuerzo por parte de cualquier espectador.
Y, si bien tampoco puede decirse que lo hiciera con nota, Welles superó la prueba del coste¬/beneficio, sin renunciar a la calidad de su firma.
Para The Stranger, nos trae uno de sus trabajos plagados del más absorbente y abrumador suspenso, es más que placentero sentir en este filme, uno de sus trabajos más “hitchcockianos”; sí, uno de sus trabajos que más se sienten afines a los de la otra luminaria cinematográfica, a la obra del “Maestro del Suspense”
Es la historia de la inverosímil salida que un nazi, fugitivo una vez concluida La Segunda Guerra Mundial, toma al asentarse en un pueblo yanqui, para descartarse de sus perseguidores.
Pero con lo que no cuenta, es con un delegado de una Comisión de Los Aliados sobre Crímenes de Guerra, que ha conseguido seguirle el rastro hasta tierras estadounidenses, y que le dará infranqueable lucha, hasta desenmascararlo.
Esa capacidad de engendrar e ir multiplicando el suspenso, es una muestra de la maestría del descomunal realizador estadounidense, y parte de esa habilidad, radica en el manejo de elementos generadores de suspenso, primeros planos, miradas, suspicacias, con pequeños detalles va generando esa omnipresente y palpable tensión silenciosa.
Así pues, todo arranca cuando La Comisión de Crímenes de Guerra de Los Aliados, acuerda la liberación de uno de los presos condenados por dichos crímenes, Konrad Meinike, al que Wilson, un detective del FBI, seguirá hasta Harper, localidad de Connecticut, donde contactará con Franz Kindler que trabaja como profesor con el nombre de Charles Rankin.
Cuando Meinike se da cuenta, de que le sigue un hombre que iba en su mismo barco, y luego en el autobús, al que distingue por su inseparable pipa, se cuela en el gimnasio del instituto, donde “se deshace de él”, lanzándole una de las anillas.
Se encuentra con Kindler en el bosque, y lo ve tranquilo…
Destruyó todos sus documentos de identidad, y se va a casar ese mismo día con Mary, hija de un Juez del Tribunal Supremo.
Pero cuando Meinike le cuenta su milagrosa liberación, y que le han seguido, Franz comprende que le tratan de tender una trampa, por lo que decide acabar con él, tras lo que oculta el cadáver, tratando de que no lo encuentren sus alumnos que juegan allí cerca.
Tras ello, acude a su boda, regresando tras la misma al bosque para enterrar bien a Meinike.
Wilson, que no murió pese a lo que Meinike creía, acude al bar y tienda de Solomon Potter (Billy House) con el que juega a las damas, y el cual le pone al día sobre la vida local y que, como Secretario del Ayuntamiento, le facilita el listado de todos los llegados a Harper, en los 12 últimos meses.
Durante La Luna de Miel de Rankin, Wilson traba amistad con el padre de Mary, haciéndose pasar por anticuario, y cuando regresa este, y durante una conversación con él, en la que afirma que Karl Marx no era alemán, sino judío, algo que solo afirmaría un nazi, sospecha que es Kindler, por lo que habla con Noah (Richard Long), hermano de Mary, al que le confiesa su misión.
La aparición de Red, el perro de Mary envenenado, y tras ello, del cadáver de Meinike, Rankin debe excusarse ante Mary, diciendo que este lo chantajeaba amenazándolo con acusarle de la muerte de una antigua novia que se suicidó, decidiendo Mary encubrirlo.
Su padre le muestra, junto con Wilson, una serie de películas del Genocidio Nazi, afirmando que el ideólogo del mismo, fue Franz Kindler, que borró todo lo que lo relacionaba con el pasado, y del que solo se sabe que le encantaban los relojes antiguos, pasándose de hecho Rankin los ratos libres tratando de arreglar el antiguo reloj de la torre de la iglesia.
Pese a todo, ella se niega a colaborar, aunque en una fiesta celebrada en su casa un poco más tarde, para celebrar el fin de los trabajos con el reloj, le demuestra que lo teme, por lo que él decide acabar con ella, para lo que la cita en la torre de la iglesia, aunque Sara (Martha Wentworth), su asistenta, le impide salir fingiéndose enferma, por lo que le pide a Noah que avise a Charles, de que no podrá ir.
Tampoco irá él, sino Wilson, que comprueba que Rankin manipuló la escalera para provocar un accidente, mientras él jugaba a las damas con Potter.
Cuando regresa a su casa, y comprueba que Mary vive, pierde los nervios, y más al enterarse de que envió a Noah a la cita, acusándola de haber provocado la muerte de su hermano, comprendiendo que había planeado su asesinato.
Y se desmaya al ver que Noah no murió.
Franz, logra huir, y mientras la policía lo busca por todas partes, Mary acude a la torre del reloj, dispuesta a matarlo, aunque él le dice que será ella quien muera.
No podrá hacerlo, pues aparece Wilson, que le hace ver que todo el pueblo está entorno a la torre, produciéndose finalmente un tiroteo, en que Mary dispara sobre Franz, que acaba siendo ensartado por la espada de una de las figuras del reloj que él mismo arregló.
La historia, es narrada como si de un microcosmos se tratase:
Un pueblo ignorante, el poder de unos, la presencia de la iglesia, las infiltraciones y el horror.
Hecha de manera poética, bien condensada en 90 minutos, sin mostrar sangre, a unos meses de acabada La Segunda Guerra Mundial; también es una cinta valiente, aunque sutilmente, muestra los hechos reales de las operaciones que trajeron nazis a los EEUU, y a América, bajo pretexto de trabajo gubernamental.
En The Stranger, Welles explota el terror de quien se enfrenta por sorpresa a la evidencia de que no sabe absolutamente nada acerca de la verdadera naturaleza de los seres con los que convive.
Este proceso de angustia, que suele acabar conduciendo a consecuencias catastróficas, también fue tratado por Alfred Hitchcock.
Por ello, la explotación del claroscuro como recurso estético, encaja a la perfección a la hora de acompañar las complejas luces y sombras de los personajes, sobre todo, del interpretado por el propio Orson Welles, que vive condenado a una especie de esquizofrenia artificial, en la que él mismo se ha visto forzado a sumergirse, para tratar de escapar a su destino.
En este sentido, encontramos también varias referencias psicoanalíticas, siendo la más evidente, la fe que demuestra Wilson en el poder del subconsciente de Mary, para acabar revelándole la verdad acerca de su marido.
También, toca otro tema muy cinematográfico, presentar un pueblo y una sociedad inocente e idílica, aparentemente, perturbada por un elemento oscuro, y amenazada por el mal.
Solo hay que rascar la superficie, para encontrarse el lado más oscuro.
Y eso no es solo la esencia de los futuros melodramas de los 50, una cosa es el idílico mundo aparente, y otro son las pasiones y pulsiones ocultas; sino también la fórmula empleada por Hitchcock unos años antes, o por David Lynch posteriormente, para hablar sobre la presencia del mal y sus estragos.
El plácido futuro hogar de los esposos, se va convirtiendo en lugar siniestro, cuando se oculta un secreto.
El peculiar bar del pueblo, es todo un punto, un espacio que es lugar de reunión, y donde uno se sirve el café, coge los medicamentos que necesita, o juega a las damas con el dueño.
El bosque que rodea la localidad, que es presentado como lugar de juego, pero también como el sitio siniestro, donde dos nazis se encuentran, y donde ocurre un asesinato.
O ese gimnasio vacío, donde unas anillas pueden convertirse en un arma homicida...
Por fin, esa torre del reloj, donde un hombre encuentra no solo una pasión, sino un sitio donde ocultarse, o un lugar que se convierte en una trampa mortal.
Como dato, los vastos conjuntos de exteriores de la ciudad de Nueva Inglaterra, incluyendo la iglesia con su torre de reloj de 124 pies, fueron construidos en Hollywood en la parte trasera del estudio United Artists, ubicado en Santa Monica Blvd.
En algunos planos de producción tomados por la revista LIFE, el andamio circular de metal de un enorme tanque de almacenamiento de gas natural plegable, se puede ver detrás de algunos de los conjuntos.
El único tanque cerca de un estudio de Hollywood, estaba a una cuadra de United Artists.
Y no cabe duda de que Welles adoptó para The Stranger, todos sus principios estéticos, hasta el punto de convertir un tranquilo y próspero pueblo de Connecticut, en un escenario ideal para el desarrollo de cualquier novela gótica.
Para ello, introdujo un elemento trasplantado:
El reloj barroco alemán, que corona la torre de la iglesia comunal, que, sin llegar a caer en lo esotérico, acaba personalizándose en un papel de demiurgo, capaz de impartir justicia divina.
Los sucesivos planos contrapicados de la torre, provista en su campanario de una suerte de ojo que todo lo ve, marcan el tempo de la narración, literalmente, comenzando por secuencias diurnas, que gradualmente se irán oscureciendo hasta la noche cerrada de la escena final.
Igualmente, las 2 figuras móviles que adornan el mecanismo, y que representan al arcángel San Miguel, persiguiendo eternamente a Luzbel y, a la vez, siendo perseguido por él, juegan como metáfora del desafío de gato y ratón, que se establece entre los protagonistas.
Ambas cazas, la sobrenatural y la mundana, transcurrirán de forma paralela durante el metraje, hasta que sus planos chocarán de forma trágica en la impresionante escena final.
Igualmente encontramos otra simbolización de la trama en las diversas partidas de damas que los antagonistas sostendrán contra Mr. Potter, cuya figura sosegada, preside el escenario de aparente tranquilidad bajo el que se desarrolla la tragedia.
Al tiempo, la pipa como elemento que marcará el destino de la libertad, la justicia, y la democracia.
Actuaciones brillantes de todo el reparto, sobre todo:
Robinson, Young y Welles, que nunca defraudan.
Uno de los pocos lujos que se le permitieron al director, fue el de contar con Edward G. Robinson para encarnar el papel de Wilson, personaje en apariencia justo y afable, al que el actor, con su característica elegancia plácida, consigue imprimir ciertas sombras tenebrosas, que insinúan que le mueve tanto su sentido del deber, como su odio y su afán de venganza.
Si en lugar de nazis, hubiese tenido que perseguir vampiros, probablemente lo habría hecho de la misma manera.
Aunque el físico de Edward G. Robinson le impedía ser catalogado como un galán en el imaginario colectivo, este abogado judío, de origen rumano, y con vocación de rabino, se había convertido en una de las caras más populares del cine, gracias a sus interpretaciones de gánster despiadado, mediante las que acuñaría para la posteridad, las líneas fundamentales del rol.
En los años inmediatamente anteriores a su participación en The Stranger, la carrera de Robinson había dado un importante giro, permitiéndole escapar de sus papeles de hampón, para recrear interpretaciones mucho más humanizadas en grandes clásicos.
Orson Welles, originalmente quería que Agnes Moorehead jugara el papel del agente del FBI; pero el estudio dijo que no, y en su lugar, le dio Edward G. Robinson.
Y es un lujo verle en la piel de alguien que difícilmente pierde los estribos, y que parece imperturbable en todo momento.
Aun disponiendo de Robinson, Orson Welles se reservó para sí, la interpretación del papel más difícil, el de Charles Rankin/Franz Kindler, al que impregna con la grandeza propia de un antihéroe del teatro clásico.
Una vez más, Welles, que entonces tan sólo contaba con 31 años de edad, tuvo que someterse a largas sesiones de maquillaje, para introducirse en un personaje bastante mayor que él.
A pesar de ello, es obvio que su planta imponente de caudillo bárbaro, se ajustaba mucho mejor al perfil de un hombre que hace de la autoridad, su razón de ser.
El personaje de Kindler, es un claro reflejo de la opinión de su director, afirmando que El Tercer Reich acabaría levantándose de nuevo en la próxima guerra.
Y he aquí, que nos encontramos nuevamente un personaje propiamente “wellesiano”
Cuesta encontrar algún papel de los que interpretó y dirigió Welles, donde no diese vida a un personaje enigmático o malvado.
Welles era, esto es de suponer, de los que compartían la opinión de Hitchcock, de que la calidad de una película se medía por el villano de la misma, razón por la que se reservaba dicho papel.
Ese es el motivo por el que sus personajes no son nunca puros o dignos de considerarse héroes.
Y Loretta Young, interpreta perfectamente a una esposa recién casada, enamorada e ilusionada que, a pesar de unas sospechas cada vez más claras, no quiere afrontar la realidad.
La tensión de su mirada, en esos grandes ojos claros, va aumentando a medida que avanza la historia de forma espectacular.
Es muy destacable, la penetrante exposición psicológica del personaje femenino principal, una mujer atrapada entre el amor hacia su marido, y el atroz pasado que esconde, y que se niega a considerar.
Tanto para Welles como Robinson, activistas en la lucha contra el nazismo, el hecho de involucrarse en un film anti-nazi, tenía todo el sentido del mundo, pero aunque ambos, asimismo infravaloraron totalmente esta película, es un título imprescindible para cualquiera que esté interesado por el cine negro, y en el cine en general.
A Welles y Robinson, les sorprendería saber de lo valorado que es este film actualmente, de hecho, da la impresión de que ahora se aprecia más que nunca.
Y es que parte de la animadversión que tuvo que Welles por The Stranger, seguramente sería debido a que tuvo que demostrar que podía trabajar bajo las directrices de un estudio, con un presupuesto y tiempo limitado, pero su sello y su maestría, permanecen inalterables durante todo el film.
La versión original que entregó Welles, tenía un metraje con 20 minutos más que la que se comercializaría, con escenas previas al comienzo de la acción en Harper.
A pesar de las críticas, tiene escenas muy logradas, y algunas también muy arriesgadas, como esa en la que Welles sujeta a pulso a Loretta Young en las alturas, sin dobles y ni ningún truco.
Young declaró, que esto fue filmado tal cual se muestra, con sus pies guindando en el vacío.
Aún, deslumbra más el manejo de los recursos, más estrictamente narrativos, reflejado en multitud de pequeños detalles que terminan conformando, por mera acumulación, una exhibición majestuosa.
Cómo descubrimos la presencia “perseguidora” del personaje al que da vida Edward G. Robinson, a través de esa pipa remendada que, en el plano de cierre de la secuencia inicial, se ha partido estrepitosamente; cómo utiliza las anillas del gimnasio como arma arrojadiza; cómo descubren el cadáver de Meinike, los chicos que corren por el bosque, en una secuencia cuyo aspecto, tan insustancial, contrasta con la tensión creciente que genera; cómo el reloj de la torre de la iglesia, ése mismo con que se abren los créditos iniciales, va ganando una presencia cada vez más fuerte, en progresión paralela a su importancia como elemento esclarecedor de las dudas de Wilson; cómo éste despierta, sobresaltado en medio de la noche, ante la constatación de una clave identificadora de su “presa”, en una simple frase predestinada a haber pasado inadvertida, etc.
Se sabe que The Stranger tuvo únicamente un corte de unos 20-30 minutos en los que se veía a Meinike buscando a Kindler por diferentes lugares del mundo, antes de hacerse con su pista en EEUU.
El metraje, se cree perdido, como incluso los negativos originales han desaparecido.
Otro dato es que la cita recitada por Mr. Wilson, es de Ralph Waldo Emerson, del ensayo titulado “Compensation” que dice:
“La unión que existe entre la naturaleza y la virtud, conduce a todas las cosas a mostrar una cara hostil al vicio.
El esplendor de las leyes y la substancia del universo, persiguen al traidor y le azotan.
Este advierte que todo está dispuesto para el bien y lo verdadero, y que no hay en el ancho mundo un agujero para ocultar al bribón.
Cometed un crimen, y la tierra os parecerá de cristal.
Perpetrad un delito, y semejará que una capa de nieve como la que delata los bosques las huellas de la perdiz, de la zorra, de la ardilla, del topo, haya alfombrado el suelo.
No podéis recoger la palabra pronunciada, ni borrar la señal de vuestro paso, ni retirar la escalera sin dejar alguna prueba o indicio.
Siempre transpira alguna circunstancia acusadora.
Las leyes, la substancia de la naturaleza el agua, la nieve, el viento, la gravitación, tórnanse jueces y testigos del acto del delincuente”
Pero también hay un diálogo curioso, hasta de doble sentido que expresa Noah Longstreet a su hermana, al regresar de La Luna de Miel que dice:
“Did you remember to keep your knees together and your apparatus in?”
Más o menos se traduce:
“¿Recordaste mantener las rodillas juntas y sus aparatos dentro?”
Por último decir que una “Paz Cartaginesa”, como se menciona por los personajes, se utiliza para referirse a cualquier tratado de paz que exija la subyugación total del lado derrotado.
Se basa en la derrota de Cartago por Roma, y la destrucción total de Cartago a partir de entonces.
En los tiempos modernos, a menudo se utiliza para describir un acuerdo de paz en el que los términos impuestos por el vencedor, son demasiado duros y diseñados para mantener el perdedor subyugado durante mucho tiempo, si no para siempre.
En su defecto está, que una vez sabemos quién es el nazi, en The Stranger no se explota su pensamiento intolerante, quedando por tanto la historia en un policial más, la persecución a un villano cualquiera, bien puede ser un asesino de procedencia de Canadá, que está allí escondido, su personalidad puede ser intercambiable, y esto resta el potencial que posee.
Para terminar, cabe destacar la magnífica banda sonora de Bronislau Kaper.
“They searched the woods.
I watched them, here, like God looking at little ants”
The Stranger, por donde se mire, es un filme adelantado a su tiempo, pues posteriormente se supo que Adolf Eichmann, cuando se rodó esta película, acabada la guerra, estaba huido de la justicia.
Y así se hubiera pasado toda la vida, escudado en el anonimato, si no lo llega a secuestrar El Mossad en 1960, cuando vivía en Argentina, bajo el nombre de Riccardo Clement, trabajando como operario para Mercedes-Benz.
Había llegado allí, 10 años antes, con un pasaporte facilitado por la jerarquía eclesiástica italiana, y pro nazi.
Y allí hubiera seguido viviendo tranquilo, si su hijo Klaus, no se hubiera enamorado de Sylvia, hija de un judío superviviente del Campo de Concentración de Dachau.
Vea usted la ironía.
La chica, identificó al alemán, y la noticia acabó llegando a oídos del Mossad, que, como todo Israel, empezaba a hacer del genocidio su principal “razón de ser”
Hoy sabemos, que Eichmann siempre vivió en Argentina bajo la protección tácita de La CIA y del gobierno alemán, al que no interesaba que se le detuviera para que no hablara de sus compañeros nazis integrados en la administración de Konrad Adenauer.
El detalle, novedoso aportado por los informes del Mossad, ahora hechos públicos, es que al alemán se le pudo identificar por las orejas, concretamente la izquierda, que tenía como un auténtico soplillo, y es la que solía ofrecer a las ópticas de Carl Zeiss, que le retrataron con el uniforme de fascista.
O sea, que el personaje más ficticio, no es el de Welles, si no el del Caza Nazis de Edward G. Robinson.
De acuerdo con su vocación comercial, The Stranger aprovecha magistralmente la conmoción que supuso en la población de EEUU, el descubrimiento de la verdadera naturaleza de Los Campos de Concentración nazis, que movió que los alemanes pasaran de ser considerados unos enemigos temibles, con cierta propensión a la farándula gloriosa, como principal defecto, a unos monstruos de crueldad inaudita, y ello a pesar de los esfuerzos de la propaganda de posguerra por discriminar a los acólitos de Hitler de la generalidad del honrado y noble pueblo alemán, que en realidad había sido víctima de una especie de posesión infernal, de la que ya había sido convenientemente exorcizada, como si Hitler no hubiese ganado el poder en las urnas.
La sensación colectiva entre los estadounidenses, era que habían enviado a sus hijos a Europa, convencidos de que iban a luchar contra soldados, cuando en realidad, se habían estado enfrentando a auténticos demonios.
En ocasiones, se ende a pensar que, por el mero hecho de no haber llegado a ver atacado su territorio continental, los Estados Unidos se limitaron a contemplar La Segunda Guerra Mundial desde una posición privilegiada; pero tengamos en cuenta que, por simple estadística, todos los ciudadanos estadounidenses tenían que haber conocido personalmente a alguien que había muerto, o se había dejado un pedazo de su cuerpo en Europa.
Aprovechando este sentimiento, se había ido creando un verdadero subgénero de cine antinazi, que trascendía la propia guerra, para centrarse en la persecución de los diablos huidos; y no sólo por hacer justicia con ellos, sino para evitar un resurgimiento al estilo del Imperio de Los 100 Días.
Evidentemente, con Alemania y Hitler reducidos a cenizas, esa posibilidad no existía; pero el miedo no tiene por qué ser racional.

“Who would think to look for the notorious Franz Kindler in the sacred precincts of the Harper School, surrounded by the sons of America's first families?
And I'll stay hidden... till the day when we strike again”



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