Les Amitiés Particulières

“Peuvent sembler être bons, mais en fait ne le sont pas”

Roger Peyrefitte, fue un diplomático y novelista francés, cuya irrupción en el mundo literario fue escandalosa, y marcó su destino:
En 1944, con la publicación de “Les Amitiés Particulières”, ganó el Premio Renaudot, con miles de lectores, el respaldo de André Gide, y un oficio, pero, al mismo tiempo, liquidó su carrera, la diplomática, iniciada en 1930, y que le había llevado a ser Secretario de La Embajada en Grecia.
La diplomacia francesa, por su parte, estimó peligroso o inadecuado mantener en su seno a un joven que confesaba abiertamente su homosexualidad, y que la convertía en materia novelesca en un texto que evocaba sus experiencias en un internado dirigido por los jesuitas.
“Les Amitiés Particulières” es la novela, probablemente más conocida de su autor; en gran medida autobiográfica, que trata de la relación amorosa entre 2 muchachos en un internado católico, que es destruida por la intervención de un sacerdote que quiere “protegerlos” de la homosexualidad.
La obra ha sido elogiada por su estilo elegante, y la sutileza con la que trata el tema; cuya trama se centra en Georges de Sarre, un chico de 14 años, al que mandan a estudiar a un internado católico en la Francia de los años 1920.
Como alumno nuevo, empieza a conocer a los demás chicos internos, e inmediatamente se interesa por Lucien Rouvière, a pesar de ser advertido en contra por el antipático Marc de Blajean, que crípticamente le dice que algunos estudiantes “parecen buenos, pero en realidad no lo son”
Georges, queda decepcionado al enterarse de que Lucien ya tiene un novio, André Ferron…
Por lo que se hace amigo de Lucien, pero lleno de celos, intenta destruir su relación con André, y finalmente lo consigue, haciendo que expulsen a este último, con una treta maquiavélica.
A pesar de todo sus intentos de ir más allá con Lucien, resultan infructuosos.
Entonces Georges empieza una amistad especial, con tintes homosexuales, con otro, un hermoso alumno de 12 años:
Alexandre Motier.
Los curas que llevan la escuela, desaprueban esta clase de amistades, aunque los contactos entre ellos no van más allá del intercambio de poemas de amor, sin más contacto sexual que unos pocos besos.
A pesar de condenar y castigar estas relaciones especiales entre los chicos, algunos de los sacerdotes se sienten atraídos sexualmente por ellos.
Al padre de Trennes, le gustaba llevar chicos a su habitación por la noche, y les invitaba a beber y fumar…
Georges, consigue que lo expulsen, acusándolo con una carta anónima.
En cambio, cuando el padre Lauzon, que es amigo de la familia de Alexandre, se entera de su relación, ordena que se termine de inmediato, pensando que así protege a Alexandre.
Lauzon habla con Georges, y le obliga a que devuelva sus cartas a Alexander, que en aquellos tiempos significaba que “la relación se había terminado”
Alexander no sabe que Georges ha sido forzado a hacerlo, y que sus sentimientos hacia él no han cambiado, y desolado, se suicida.
La expresión “las amistades particulares” hacen referencia a las relaciones homosexuales entre jóvenes, que fue acuñada en 1724, por el jesuita Joseph-François Lafitau, en su obra “Moeurs des sauvages ameriquains, compare’es aux moeurs des premier temps”, es decir, “Las costumbres de los salvajes americanos, comparadas con las costumbres de los tiempos primitivos”, y cita:
“La atmósfera, o las amistades particulares entre los jóvenes que prevalecen casi de la misma forma de una punta a otra de América.
Entre los indios norteamericanos, estas relaciones de amistad no acarrean ninguna sospecha de vicio aparente, aunque lo hay, o puede haber realmente mucho vicio.
Son de origen muy antiguo, y está muy claro su uso continuado, sagrada, me atrevo a decir, la unión que forman, los lazos que estrechamente unen como los de sangre, y los naturales, que solamente se rompen si uno de ellos se hace indigno por actos de cobardía que deshonrarían a su amigo, forzándole a renunciar a su alianza.
Los padres son los primeros en animar a estas amistades, y respetan sus derechos, los 2 se convierten en compañeros en la caza, la guerra, en la buena y la mala fortuna;
Tienen derechos a ser alimentados y protegidos en el alojamiento del otro”
Así las cosas, se puede leer esta conmovedora historia como el enfrentamiento trágico, en el seno de una comunidad exclusivamente masculina, de 2 “religiones”:
La de Cristo y la de los muchachos.
Cada uno de los personajes principales, es en mayor o menor medida, atravesado por esta lucha entre el amor místico y el amor físico, entre el cristianismo oficial y la pedofilia secretamente triunfante.
Es justamente este carácter casi místico, unido a la erudición del autor, al clasicismo del estilo y a una composición rigurosa, lo que ha hecho de la novela, un verdadero libro de culto.
Se cree que el argumento es en gran medida autobiográfico, siendo Georges de Sarre, el alter ego de Peyrefitte en los libros.
Como en el libro, Peyrefitte tuvo una relación con un alumno más joven en un internado católico.
El joven estudiante se llamaba Georges Gueret, nacido el 22 de abril de 1908, que conoció en la universidad de San Benito de Ardouane en Herault.
Él tenía 12 años, y Peyrefitte 13; siendo un nativo de Sète, y su padre era un médico y un escritor reconocido de la época, Charles Gueret.
Pero Georges no se suicidó como Alexandre de la novela, de hecho, murió a los 19 años, el 18 de marzo de 1928; y está enterrado en el cementerio de Lozère Ispagnac.
Como dato, el lector puede seguir la vida posterior de Georges de Sarre como diplomático en Grecia, en las obras de Peyrefitte:
“Les Ambassades” (1951) y “La Fin des Ambassades” (1953), donde vuelve encontrarse con el padre de Trennes.
De nuevo, en paralelo con la vida como diplomático de Peyrefitte en los años 1930 y 1940.
Otro dato, es que Peyrefitte fue amigo de Henry de Montherlant, un novelista, ensayista, autor dramático y académico francés, que sus últimos años escribió “Les Garçons” (1969) que trata una relación similar.
“Georges, sais-tu les choses qu'il ne faut pas savoir?”
Les Amitiés Particulières es un drama francés, del año 1964, dirigido por Jean Delannoy.
Protagonizado por Francis Lacombrade, Didier Haudepin, François Leccia, Dominique Maurin, Louis Seigner, Michel Bouquet, Lucien Nat, entre otros.
El guión es de Jean Aurenche y Pierre Bost; basados en la novela homónima de Roger Peyrefitte, autor que ya suscitaba el escándalo al revelar tendencias amorosas poco ortodoxas; en efecto, el libro describe los amores entre 2 muchachos de 14 y 12 años, dentro de la atmósfera de un internado católico de varones.
Si bien, la sexualidad está allí tratada con discreción, lo cierto es que está siempre presente como telón de fondo de los sentimientos exacerbados de los muchachos, y también de los adultos.
A pesar de las precauciones tomadas en el guión, y la consulta con La Comisión de Pre-Censura del cine francés, la película en el momento de su estreno, fue prohibida a los menores de 18 años por presión de La Iglesia Católica; además de la publicación de un artículo que François Mauriac, conocido por ser uno de los más grandes escritores católicos del siglo XX, y miembro de La Academia Francesa desde 1933, y Premio Nobel de Literatura en 1952; dedicó al rodaje de la película, manifestándose escandalizado en Le Figaro Littéraire, que le valió una célebre y contundente réplica de Roger Peyrefitte, en una carta abierta en la que reveló a toda Francia, la homosexualidad oculta de Mauriac, y tratarlo de “tartufo”, es decir, de hipócrita.
Investigaciones recientes en su epistolario, parecen confirmar que Mauriac había reprimido con gran esfuerzo personal esa inclinación.
Y es que Roger Peyrefitte, defensor de los derechos de los homosexuales, atacó a La Santa Sede en libros como “Les Clés de Saint-Pierre” (1953), donde Peyrefitte se burlaba del Papa Pío XII.
Eso fue un escándalo…
Y es verdad que hay allí múltiples alusiones veladas a la supuesta homosexualidad del Sumo Pontífice, o al menos a aquellas a las que él mismo se prestaba, pero este tratamiento velado del tema, era justamente parte de un juego que, por otra parte, le atraía más lectores.
En “Propos Secrets” (1977), el autor revela el nombre de su informante:
Monseñor Léon Gromier, canónigo de San Pedro, Consultor de La Sagrada Congregación de Los Ritos y Protonotario Apostólico.
Este eclesiástico, parece haber estado bastante al corriente de lo que pasaba en El Vaticano.
Como fuera el caso, durante el rodaje de Les Amitiés Particulières, en La Abadía de Royaumont; Roger Peyrefitte de 57 años, se enamoró perdidamente de Alain-Philippe Malagnac d'Argens de Villèle, quien por entonces tenía sólo 12 años, y que participaba como figurante; con el que mantuvo una larga y tormentosa relación, y que sería el protagonista de varias de sus obras posteriores, como:
“Notre Amour” (1967) y “L'Enfant de Cœu” (1978)
En 1980, y para financiar diversos proyectos económicos de Malagnac, Roger Peyrefitte vendió sus colecciones de monedas, libros raros, y esculturas antiguas.
Poco después, Alain-Philippe Malagnac se casó con Amanda Lear; y tuvo una muerte trágica, en el incendio de su casa, semanas después de la muerte de Roger Peyrefitte.
Les Amitiés Particulières, se rodó en La Abadía de Royaumont del siglo XIII, La Catedral de Senlis, y en los estudios de Sant-Mauricie.
El rodaje duró solamente 6 semanas; siendo producido por Christine Gouze-Rénal, cuya hermana Danielle, era la esposa del futuro presidente francés, François Mitterrand.
Su director, Jean Delannoy, hace aquí una dura crítica de la educación religiosa.
A pesar del escándalo, el film representó a Francia en El Festival de Venecia de 1965; y cuenta cómo un colegio católico se ha propuesto erradicar la homosexualidad entre sus jóvenes estudiantes.
El internado de Saint-Claude, es un universo cerrado y sofocante, dominado por la propia disciplina de un colegio religioso, pero encierra un mundo paralelo, el de “las amistades particulares”, que acoge ese amor entre adolescentes libre de toda norma, en que la mirada furtiva, el roce de una mano, las cartas, o los encuentros secretos en el invernadero, constituyen el más sagrado de todos los rituales.
Por ello, los profesores han iniciado una campaña, cuya misión es inculcar a los infantes, que sólo pueden tener una amistad pura, sin ir más allá.
Allí vemos a Georges de Sarre (Francis Lacombrade), un chico adolescente de clase alta, que es enviado a un internado católico para adquirir la mejor educación.
En el centro, dirigido en su totalidad por sacerdotes, Georges es consciente por primera vez de las relaciones homosexuales entre chicos y, aunque al principio este tipo de relaciones contrasta fuertemente con su religión, acaba enamorándose perdidamente de un compañero de 12 años:
Alexandre Motier (Didier Haudepin)
Los chicos mantienen su amor en secreto, y se intercambian cartas llenas de confidencias.
Un día, uno de los sacerdotes descubre la relación entre los muchachos, y obliga a Georges, a terminar con aquello inmediatamente.
La mejor manera de hacerlo, es hacerle creer a Alexandre, que ya no lo quiere, y devolverle todas sus cartas.
Cuando el chico de 12 años viaja a su casa, lleno de dolor, se arroja del tren y muere.
A Georges no le da tiempo a decirle que todo era mentira, y que aún lo quería…
Les Amitiés Particulières es un muestra de la valentía de la cinematografía francesa, siempre a la vanguardia de la experimentación, y la ruptura de las viejas y anquilosadas tradiciones sociales; donde la homosexualidad y el amor infantil, 2 cuestiones muy difíciles de ser correctamente realizadas, no solo por su complejidad, sino por tratase de tabúes en nuestras sociedades modernas, más aún en aquellas de hace 70 años, donde se supone esta que ubicada la historia en el tiempo.
Sin embargo, todo comportamiento no regido por la sociedad, estaba castigado, hasta por el mismo Dios/destino, sin final feliz.
“Alouette, gentille alouette, Alouette, je te plumerai”
Sobre un magnífico guión, basado en la novela homónima de Roger Peyrefitte, el director, Jean Delannoy, construye una película llena de sentido y sensibilidad para captar los matices de la inocencia, de la amistad, y del despertar homosexual entre 2 jóvenes de un internado francés, regentado por frailes que llevan al máximo su hipocresía, sin tener en cuenta el valor de los sentimientos de las personas.
Técnicamente, la fotografía es impecable, y el ritmo, acostumbrado a la lentitud del cine francés, es adecuado para seguir los encuentros y desencuentros de los muchachos.
Los movimientos de la cámara por pasillos, claustros y capilla, acompañados de música cantada por voces blancas, aumentan la sensibilidad del espectador.
Hay que verla y reconocer el magnífico tratamiento que se hizo de este tema, tan difícil en los años 60; cuando Georges, un chico de 14 años que acaba de ingresar en el internado católico de St. Claude, regido con mano de hierro por sacerdotes; se asombra al darse cuenta que existen relaciones homosexuales clandestinas entre los estudiantes, pero cuando conoce a Alexandre, un alumno de 12 años de la clase de los más jóvenes, se enamora de él.
A pesar de su discreción, su relación es descubierta por el lascivo Padre de Trennes (Michel Bouquet), aunque Georges consigue deshacerse de él, revelando que por las noches invitaba a beber y fumar en su habitación a los alumnos.
Sin embargo, cuando El Padre Lauzon (Louis Seigner), en el tercer trimestre descubre el secreto, obliga a Georges a romper la relación, devolviendo a Alexandre, todas sus cartas, sin revelarle que lo estaban obligando.
En cambio, Alexandre se niega a darle las cartas de Georges al Padre Lauzon, y de regreso a casa, entre lágrimas, se arroja del tren.
Al enterarse de la muerte de Alexandre, Georges lamenta profundamente haberle devuelto las cartas, más aún, cuando había tratado de decirle a Alexandre con otra carta, que había actuado sólo bajo coacción.
Antes del entierro, El Padre Lauzon le visita, y niega ahora que la muerte de Alexandre tuviera que ver con el final forzado de su relación.
Entonces, Georges le entrega la carta que había escrito, descubriéndole los planes que tenía de verse con Alexandre durante el verano.
El visionado de Les Amitiés Particulières, deja la intención de presentar con delicadeza y elegancia el drama que supone constreñir los sentimientos verdaderos de unos chicos; mostrar a jóvenes que escuchan qué les dice su sexualidad, y su afectividad para ver qué hacen con ello en un entorno hostil; la discreción con la que la sexualidad está tratada en favor de una lucha por alcanzar la pureza de una especie de deseo espiritual, un afecto más platónico que carnal; el lirismo del trágico desenlace en el tren, esparciendo por la ventanilla las cartas rotas…
Queda una nostálgica reivindicación, quizás, de un pasado clásico griego, en el que belleza y pureza llegaron a unirse, como se comenta en su momento en el metraje.
El tema principal, es la relación entre un adolescente y un niño, en un internado católico del sur de Francia, a mediados del siglo pasado.
Una relación de amistad, que deviene en atracción mutua, y finalmente en algo más que amor platónico, porque además de admiración, hay atracción física, sentimientos...
Todo está tratado de forma sutil, sin escenas escabrosas, ni sexuales, aunque sí muy sutiles, como los acercamientos, sin poner el acento en una relación homoerótica.
La adaptación, se basa libremente en el libro; y la causa de la muerte de uno de los personajes, es diferente a la película; Marc de Blajean (Dominique Maurin) tiene que ser enviado a casa debido a su enfermedad; además que no hay maestro de piano ciego; etcétera.
Sin duda, la película gana muchísimos puntos con la interpretación de Didier Haudepin como el joven Alexandre, capaz de cautivar con sus miradas y sus sonrisas al espectador.
Es increíble, que un actor tan joven y amateur en ese momento, haya sido capaz de llevar a pantalla en forma tan magistral, un papel tan complejo y lleno de matices.
Su manera de hablar y expresiones corporales, van a las mil maravillas con el papel que realiza.
Sin embargo, no es así de buena la interpretación del protagonista principal:
Francis Lacombrade, demasiado envarado ante la frescura de su oponente.
Y puede ser que el fallo está, en que mientras Haudepin tenía la misma edad de su personaje, 12 años; Lacombrade, de 22 años, interpreta a un adolescente que todavía no ha cumplido los 15.
Para la época, la edad de los actores debió ser controversial, así como también el “quién sedujo a quién” y cómo es posible la precocidad sexual, aun tratándose de amor sentimental, platónico, y finalmente sexual, aunque no consumado.
Y la magnífica actuación como secundario de François Leccia como Lucien Rouvère, el amigo de Georges, y los que interpretan a los sacerdotes.
Por otro lado, cabe analizar si el amor homosexual implica necesariamente el sexo, pues la película no entraría estrictamente en ese sentido, más bien retrata un amor platónico, y absolutamente “puro”, sobre todo por parte de Alexandre.
Por tanto, el tema central apenas se desvía con una subtrama, la del padre de Trennes, también pedófilo, que aquí, digámoslo ya, todos los alumnos son pedófilos contra los menores, que contribuye a reforzar la crítica a “la intolerancia”, la hipocresía y la corrupción en La Iglesia Católica misma desde su seno.
También, podría debatirse, a raíz del argumento, sobre el manido tópico de la pureza de los niños...
En definitiva, se trata de una película que rompe el tabú de las relaciones entre personas del mismo sexo, y con menores de edad.
La novela de Peyrefitte, de hecho fue muy polémica, tanto que acabó con su carrera diplomática, y sorprende que en 1964, pudiera llevarse a la gran pantalla; pero lo cierto es que en los años 60 y 70, había una libertad para exponer las cosas de la que hoy carecemos.
Creo que actualmente no sería posible una película así, y si se hiciese, sería muy distinta.
“Quelle était leur culpabilité?”
Las novelas muy documentadas de Roger Peyrefitte, están basadas en hechos reales, ya sean históricos o de actualidad.
La mayor parte de estas obras, constituyen esencialmente sátiras, incluso cuando se trata de hechos de la realidad, como los sucesos acontecidos al mismo autor.
Algunas de estas obras, están dirigidas a los especialistas, y si bien el humor de Peyrefitte permanece atractivo, algunas otras de sus obras, se tornan un tanto difíciles para los profanos.
En la mayoría de sus obras que tratan sobre temas contemporáneos, él no dejó de denunciar a las personas que habrían tenido las mismas costumbres que él mismo, y que intentaban ocultarlas, como Henry de Montherlant, que él describe la mayoría de las veces bajo el pseudónimo “transparente” de Lionel de Beauséant; y aunque cueste creerlo al Secretario General de Las Naciones Unidas, o incluso al Papa Juan XXIII, “que los que estaban familiarizados con El Vaticano, llamaban Juana”, según escribió el autor Roger Peyrefitte, no dejaba de denunciar de sobra las demás ignominias de las personas que él ponía en escena para entretener al lector, lo que lo hacía frecuentemente temible.
Y es que Peyrefitte siempre se proclamó abiertamente homosexual, o más bien pederasta:
“¡Me encantan los corderos, no los carneros!”
Y se refirió a su orientación, diciendo:
“El hecho de ser pederasta, no conlleva ninguna grandeza, pero tampoco impide ninguna.
Tal vez la verdadera grandeza de la pederastia, esté en sus servidumbres, porque, incluso entre los griegos, que con todo la divinizaron, obligaba a sus adeptos a luchar contra los prejuicios del vulgo.
En todas las épocas, la vida del pederasta ha sido un combate.
Combate, cuando es joven, contra sus maestros y contra su familia, combate después contra la sociedad, amenaza perpetua para su honor y su posición, odio feroz de los reprimidos, de los hipócritas y de los imbéciles.
Sería engañoso dejarse guiar por las victorias de algunos pederastas en áreas específicas.
Siempre son duramente conquistadas y ásperamente cuestionadas.
Finalmente, como la pederastia es el tipo de amor para el que resulta más difícil constituir, mantener y desarrollar la pareja ideal, es también este el que proporciona menos logros, y en el que, la mayoría de las veces, el placer sustituye a la felicidad”
Más todavía que André Gide, y al contrario de Henry de Montherlant, de quien él fue durante largo tiempo amigo y cómplice; Peyrefitte concibió su carrera literaria como una militancia valiente y asidua en favor del amor a los efebos.
Esta larga lucha por la libertad amorosa, no le impidió por otra parte manifestar en diversas ocasiones, su simpatía por la tradición católica.
Recordemos que él murió a los 93 años, luego de haber recibido los sacramentos de la iglesia.
Como dato, Roger Peyrefitte y su amigo, el aristócrata Alain-Philippe Malagnac d'Argens de Villèle, murieron en el año 2000, con pocos días de diferencia, donde se señaló la existencia de un “pacto suicida” entre ambos; aunque Alain estaba casado con Amanda Lear, murió en una hoguera, a la edad de 49 años, a sólo 6 semanas después de la muerte de Peyrefitte.
Controversia aparte, y a modo personal, siempre he considerado que la pederastia es una violación al desarrollo sexual natural del infante, por tanto, no la tolero; aunque en materia de “edad de consentimiento legal” en algunos países, están bastante regulados, y hasta protegidos.

“Vous savez, notre amitié est appelé amour”



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