Sebastiane

“You are marvellous and dance like a god”

Para todos nos debe ser cercana la imagen de un joven que se encuentra amarrado y el que es atravesado por flechas, sufriendo cierta agonía, con pocos ropajes.
San Sebastian (256 - 288) fue soldado del ejército romano y del emperador Diocleciano, quien desconociendo que era cristiano, llegó a nombrarlo jefe de la primera corte de la guardia pretoriana imperial.
San Sebastian es un mártir de la iglesia católica.
Un mártir (del griego «μάρτυρας», «testigo») es, en general, la persona muerta en la defensa de alguna causa, con lo que da «testimonio» de su fe en ella.
Los mártires cristianos de los tres primeros siglos después de Cristo eran asesinados por sus convicciones religiosas, a veces eran crucificados como Cristo, de la misma manera que los prisioneros políticos romanos o arrojados a los leones en un espectáculo circense.
Sin embargo, algunos historiadores de la Iglesia afirman que ha habido más mártires cristianos en el siglo XX que en el conjunto de los diecinueve siglos anteriores.
Como sea el caso, fue a partir del encarcelamiento de dos jóvenes, Marco y Marceliano, cuando Sebastian empezó a ser reconocido públicamente como cristiano.
Los dos jóvenes fueron arrestados y les fue concedido un plazo de treinta días para renegar de su fe en Dios o seguir creyendo en Él.
Sebastian, enterado de la situación, bajó a los calabozos para dar palabras de ánimo a los muchachos.
A partir de ese momento, se produjeron muchas conversiones y, como terrible consecuencia, martirios, entre ellos el de los dos muchachos encarcelados, Marco y Marceliano.
Cabe señalar que debido a todo esto, tiempo después, el Papa San Cayo le nombró defensor de la Iglesia.
Sin embargo, el Emperador Diocleciano también se enteró de que Sebastian era cristiano y mandó arrestarlo.
Sebastian fue apresado en el momento en que enterraba a otros mártires, conocidos como los “Cuatro Coronados”
Fue llevado ante Diocleciano que le dijo:
“Yo te he tenido siempre entre los mejores de mi palacio y tú has obrado en la sombra contra mí, injuriando a los dioses”
San Sebastian no se amedrentó con estas palabras y reafirmó nuevamente su fe en Jesucristo.
La pena ordenada por el Emperador era que Sebastian fuera atado y cubierto de flechas en zonas no vitales del cuerpo humano, de forma que no muriera directamente por los flechazos, sino que falleciera al cabo de un tiempo, desangrado, entre grandes y largos dolores.
Los soldados, cumpliendo las órdenes del Emperador, lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un árbol y lanzaron sobre él una lluvia de saetas.
Cuando acabaron su misión y vieron que Sebastian ya estaba casi muerto, dejaron el cuerpo inerte del santo acribillado por las flechas.
Sin embargo, sus amigos que estaban al acecho, se acercaron, y al verlo todavía con vida, lo llevaron a casa de una noble cristiana romana, llamada Irene, que lo mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó sano.
Cuando Sebastian estuvo nuevamente restablecido, sus amigos le aconsejaron que se ausentara de Roma, pero el santo se negó rotundamente pues su corazón ardoroso del amor de Cristo, impedía que él no continuase anunciando a su Señor.
Volvió a presentarse con valentía ante el Emperador, cuando éste se encontraba en plena ofrenda a un dios, quedando desconcertado porque lo daba por muerto, momento que Sebastian aprovechó para arremeter con fuerza contra él y sus creencias.
Maximiano ordenó que lo azotaran hasta morir (año 304), y esta vez, los soldados se aseguraron bien de cumplir sin errores la misión.
El cuerpo sin vida de Sebastian fue recogido por los fieles cristianos y sepultado en un cementerio subterráneo de la Vía Apia romana, que hoy lleva el nombre de Catacumba de San Sebastian.
Aparece atestiguado en la Depositio Martyrum o Deposición de los Mártires de la Iglesia Romana, que nos dice que San Sebastian está enterrado en el cementerio Ad Catacumbas.
Nos dan fe de su culto el Calendario de Cartago y el Sacramentario Gelasiano y Gregoriano, así como diversos Itinerarios.
Concretamente el Calendario Jeronimiano especifica más el lugar de su sepulcro: en una galería subterránea, junto a la memoria de los apóstoles Pedro y Pablo.
Se cuenta que durante la peste de Roma (680) fue invocada su protección particular y desde entonces la Iglesia Universal ve en él al abogado especial contra la peste y en general se le considera como gran defensor de la Iglesia.
El culto a San Sebastian es muy antiguo; es invocado contra la peste y contra los enemigos de la religión, y además es llamado "El Apolo Cristiano" ya que es uno de los santos más reproducidos por el arte en general.
Su fiesta se celebra el 20 de enero y ha estado siempre unida a la de San Fabián, en la festividad de los Santos Mártires.
La iconografía de San Sebastian es amplísima.
La representación más antigua data del siglo V, descubierta en la cripta Santa Cecilia, en la catacumba de San Calixto.
Su visión particular de la muerte como “acto de morir” lleva implícita una temática pasional “entendida como un acto de fenecer que no puede dejar de implicar el sufrimiento, y el modelo que de ello deriva es probablemente un buen arquetipo estructural para todas las pasiones en sentido estricto”
Fue precisamente este tema-modelo que tiene su paradigma más reconocido en la pasión y muerte de Cristo, el que representó un serio problema a resolver por la pintura del Renacimiento, al involucrar el deseo del artista por la exactitud y la coherencia tanto espacial como temporal de la narración representada en el lienzo.
En las representaciones del primer milenio viste la clámide militar como correspondía a su cargo, y siempre imberbe.
Durante el gótico, le vemos con armadura de mallas a la moda de la época, pero pronto aparece con el rico traje de los nobles palatinos de entonces y generalmente con barba.
Desde ese momento es mucho más frecuente representarlo desnudo en el momento de ser asaeteado.
El atributo antiguo es la corona de flores en la mano.
El atributo personal, desde la Edad Media, es una saeta y el arco entre sus manos.
Desde el siglo XV los artistas han preferido presentarlo desnudo, joven e imberbe, con las manos atadas al tronco de un árbol que tiene detrás y ofreciendo su torso a las saetas del verdugo.
Un número importante de católicos lo reivindican como santo patrón e intercesor, aunque no tiene un patronazgo oficial reconocido por la Iglesia.
El motivo es, simplemente, la representación habitual del santo como joven desnudo en el momento del martirio, que ha hecho de algunas de estas representaciones motivo recurrente de la iconografía.
Igualmente, el nombre Sebastian ha sido usado por algunos autores literarios para personajes, connotando esta relación: en “Brideshead Revisited” de Evelyn Waugh, o “Suddenly, Last Summer” de Tennessee Williams.
El papel de protector contra las epidemias ha hecho que la comunidad LGBTI también lo considere protector contra el SIDA.
“El eremita se hizo carne”
La vida de Sebastian que, poco o nada tiene que ver con lo homosexual, fue llevada al cine en el año 1976, con el nombre de Sebastiane.
Dirigida y escrita, por Derek Jarman junto con Paul Humfress quien para ese entonces era director en la BBC de Londres.
Está protagonizada por Richard Warwick (Justianus), Ken Hicks (Adriano), Neil Kennedy (Maximus), Leonardo Treviglio (Sebastian), Lindsay Kemp (Flavio), Barnes James (Severus), Donald Dunham (Claudius), Janusz Romanov (Antonius), Steffano Massari (Marius), David Finbar (Julius), Gerald Incandela (Leopard Boy), Robert Medley (Gaius Aurelius Valerius Diocletianus Augustus), Peter Hinwood, Jordan, Charlotte Barnes, Nell Campbell, Nicholas de Jongh, Duggie Fields, Christopher Hobbs, Andrew Logan, Patricia Quinn, y Johnny Rozsa.
La música corre a cargo de Brian Eno.
Sebastiane es una película de culto en su época y ahora.
Clásica.
Se debate entre el poder y la rebeldía, entre la sumisión y el martirio de la carne y de la fe, entre emperadores, sátiros danzantes y soldados romanos para exhibirnos 86 minutos de imágenes inolvidables.
Sebastiane es una de esas pocas películas que una vez terminadas las deseas empezar a ver de nuevo.
Pese a la tensión erótica (en el doble sentido: sexual y amoroso) que arquea la columna vertebral, la historia de Sebastiane es, en verdad, una historia simple.
La sencillez, la linealidad con que está contado el martirio de San Sebastian, es poco menos que una declaración de principios.
Nunca un cineasta se había acercado tanto a la sabiduría contemplativa de la imaginería religiosa.
Tiene algo de poesía anacreóntica, sensual o erótica de nota erótica sexual masculina.
La mezcla con la iconografía cristiana, la fantasía de ensueño y el recogimiento espiritual que Santa Teresa de Jesús calificaría de "arrobamiento", es lo más sobresaliente.
Sale de la narración hilvanada abrumada por palabras y palabras.
El silencio también tiene cabida, por lo que admiremos esta recreación mental de la lujuria visual.
Nunca saciada y ahí está el secreto de Sebastiane, presentarnos la imposibilidad y la incomunicación del cuerpo, al no corresponder los deseos del antagonista.
En Sebastiane la adoración del artista hacía el mundo antiguo, sus artes y sus formas, palpita en cada plano y secuencia.
La composición de la imagen, el rigor de la simetría, el cuidado en la luz mediterránea, los aciertos en la elección de las localizaciones italianas…
En su ópera prima, Jarman con pocos recursos consigue sumergirnos en el caldo amniótico de la cultura occidental de esa manera, es uno de los mayores logros que haya visto, ni siquiera en grandes producciones de Hollywood.
Sebastiane recrea, memorablemente desde el punto de vista histórico, la vida y martirio de un soldado romano del siglo IV de nuestra era y que durante la Edad Media sería canonizado como santo para, en el siglo XX, convertirse en un ícono de la cultura homosexual de la que hoy es su santo patrón.
Sebastian hubiera sido una película más si no fuera porque tiene ciertos ingredientes, léase, la controversia sobre el personaje, el rodarse íntegramente en latín, su punto kitsch, los desnudos masculinos, las escenas meramente contemplativas de gran belleza o que no era una cinta fácil de encontrar, que la han convertido poco a poco en cine de culto.
Sebastiane, controvertida y sexualmente algo explícita, está rodada en Latín porque su director no quería que el inglés desvirtuara a los personajes (enorme trabajo de Jack Welch), de hecho, está rodada en latín vulgar o latín tardío (en latín, sermo vulgaris) que es un término genérico, empleado para referirse al conjunto de los dialectos vernáculos del latín vivo, hablados en las provincias del Imperio romano.
La extinción como lengua viva del latín se asoció con la creciente diferenciación de estos dialectos, que condujo, hacia el siglo IX, a la formación de las lenguas romances tempranas.
Sin embargo conviene aclarar, desde el punto de vista de la lingüística moderna, que el latín vulgar como tal es una expresión basada en una hipótesis antigua y equivocada, que suponía la existencia de dos lenguas paralelas:
Un latín "culto" y uno "vulgar"; pero, verdaderamente, el latín vulgar era el latín mismo, un idioma vivo y en constante evolución, mientras que el latín clásico sólo se mantenía en la literatura y administración como el lenguaje escrito culto, para facilitar la comunicación entre las provincias romanas.
Mientras se observa el lenguaje, en Sebastiane vamos a echar un breve vistazo al nombre detrás del título.
Sebastianus era el nombre real, como se habría llamado este personaje en la antigua Roma, pero la modernización lo ha llamado Sebastian.
Por su parte, su nombre en el título de la película es Sebastiane, en el caso vocativo latino, indica que se está invocando, y se traduce como O Sebastian.
En otras palabras, la forma gramatical latina del título, indica que los realizadores y los están directamente frente a la película, y todo lo que eso implica, vemos a Sebastiane como si estuviera con nosotros ahora.
Sebastiane se desarrolla dentro del género llamado cinéma vérité mostrando la vida cotidiana de los soldados del imperio romano en un lugar remoto dentro de los confines del imperio romano, dando una visión introspectiva del crecimiento emocional del hombre en contraposición con su fe y la experiencia de su propia naturaleza primitiva.
La acción trascurre durante el reinado del emperador Gaius Aurelius Valerius Diocletianus Augustus, que se caracterizó por haber tolerado a los cristianos a lo largo de todo el Imperio Romano.
Sin embargo, cuando una serie de disturbios provocan un cambio en su actitud, se lanza a su persecución.
Resulta que el Emperador se entretiene en el palacio celebrando el jubileo de sus veinte años en el trono.
Es la fiesta del Nacimiento del Sol, el bailarín, Flavio (Lindsay Kemp), ejecuta un rito a la fertilidad.
Un soldado, Maximus (Neil Kennedy), juzga y comenta sobre algunos miembros de la corte.
Como punto culminante de la velada, el Emperador acusa a un joven paje de ser cristiano y ordena que sea ejecutado.
Sebastiane (Leonardo Treviglio), capitán de la guardia del palacio y favorito del emperador, protesta.
Él, a su vez, es acusado de profesar simpatía a los cristianos e inmediatamente se le despoja de su rango.
Siendo así el favorito del emperador, Sebastiane es desterrado a un remoto puesto de avance, donde Maximus ha sido igualmente enviado.
En su nueva ubicación, los soldados se aburren entrenando continuamente para un combate que nunca llega.
La falta de contacto con otras personas los lleva a unos a desarrollar un afecto especial entre ellos y a otros a cebarse con Sebastiane, el cual se rebela a seguir entrenando para luchar.
Debilitado por sus deseos, estos hombres practican actividades homosexuales para satisfacer sus necesidades.
Sin embargo, Sebastiane se convierte en el blanco de la lujuria de un centurión, pero él rechaza los avances del hombre.
Ese centurión es Severus (Barney James) quien está muy molesto con Sebastiane por esta desobediencia sometiéndolo a martirios y castigos para que doblegue su fe.
Por otro lado la hermosura de Sebastiane lo cautiva y lo convierte en objeto de su lujuria pero éste no le corresponde.
Poco a poco Sebastiane comienza a apartarse de los demás soldados, quienes le desprecian, todos a excepción de Justianus (Richard Warwick), que le ofrece su amistad e intenta comprender su reciente misticismo y su compulsivo deseo de morir.
Sin embargo, Severus y su lujuria por el reticente Sebastiane, será el motor que conducirá al protagonista a su fatal destino.
Uno de los aspectos más notables de Sebastiane es que puede ser vista como espiritual o secular, tal vez por la tensión profunda del humanismo que es el vínculo común.
Sebastiane es espiritual en cuanto sentimos la profunda importancia de la fe, más que en la mayoría de las autodenominadas películas religiosas.
Sebastiane también ofrece no sólo una visión racional, o laica si se quiere, razón por la que el mundo de Sebastiane es duro (traicionado por su amado Emperador) y su vida es dura (él vive en un terreno baldío, literal y metafóricamente), sino que también muestra confusión (interpretación errónea como deidad, por no hablar de uno que puede ser al mismo tiempo, para él, greco-romana y / o cristiana)
Sea así o no, la fe de Sebastiane se basa en las capas de confusión, podemos entender por qué es tan esencial, y nutritiva, con arreglo a la circunstancias de su vida.
Otro aspecto notable es la relación Severus – Sebastiane:
Severus parece estar dividido entre la lujuria y el amor genuino por Sebastiane.
Pero Sebastian no es un sencillo mártir en esta película.
Él es retratado al mismo tiempo como un hombre joven con la belleza de un dios griego, pero con la piedad feroz de un santo en formación, pero uno que no se opone a la broma, al contacto físico cercano como con su amigo Justianus.
Y esto contribuye a la frustración monumental de Severus, que en última instancia conduce al clímax visceral.
Antes de eso, el último intento de seducción de Severus, tenemos un momento de intimidad con Sebastiane.
Esta escena, con Severus borracho, solo en su habitación estrecha, se vuelve loco por el deseo sexual hacia Sebastiane, es una escena poderosa, en parte, porque nuestro interés voyerista de su "vida privada" se está cumpliendo.
Aún más, Jarman y Humfress proporcionan un brillo fascinante, sutil y visual de la acción y la emoción.
Rodar la escena desde arriba (en picado) para Severus es quizás desde el punto de vista irónico un dios de bajo vuelo y desde abajo el objeto del deseo sometido Sebastiane (en contrapicado) que culmina con el claustrofóbico el espacio habitacional de Severus.
Se puede ver la dualidad de Severus, que se sitúa en el centro de toda la película, llena de dualidades, y en el clímax de esta escena se nota casi la violación con Sebastiane.
Téngase en cuenta, muy interesante, que Sebastiane es de piel oscura, incluso con una mirada un poco amenazante y la barba de aire "diabólico"; mientras que Severus tiene el pelo rodeado de una luz dorada, se parece a una imagen renacentista de un dios griego, Apolo o Adonis, como una deidad cristiana muy reconocida en la iconografía.
Ambos papeles están mostrados y vistos de manera contraria a su personalidad interior.
El papel complejo y contradictorio de Severus se hace aún más intrigante y perturbador por su voyerismo, pero hay que confesar que posee una indudable belleza, mirando radiante a los jóvenes, como si se tratara de una película de orientación “heterosexual", aunque el género del objeto de deseo sea otro, pero no la urdimbre emocional.
Este personaje (Severus) nos obliga a ordenar nuestras propias respuestas, cualesquiera que sean y cualquiera que sea nuestra orientación sexual, aun cuando nos damos cuenta que lo que estamos viendo es la radical ambigüedad de su punto de vista.
La escena para el Olimpo cinematográfico radica en un detalle de fotografía que se nos presenta en el enamoramiento del centurión Severus del bello Sebastiane mediante un haz de luz.
Sucede, que la luz es un elemento en sí misma, que no es reflejada por una cosa sino por el brillo en la piel del mártir.
Otra escena es donde actúa Antonius y Adriano en la poza, rodada bellamente en slow-motion.
Aun así, Sebastiane es motivo o justificación de homoerotismo.
La fascinación pictórica hacia los mártires obedeció a la ambigüedad en que se confunden los gestos de dolor y placer, alguien que perecía violentamente por amor a Jesucristo entregaba el alma en un estado de éxtasis, unión mística con lo divino, ademán que en lo visual podía coincidir con lo sensual, facilitando su erotización.
¿Qué interpretación ha llevado a que de la representación de un santo tormento se extraiga al adalid de aquellos hombres que con hombres se aman?
El guiño erótico a las flechas, por ejemplo, que lo penetran, su cabeza echada hacia atrás, su boca entreabierta, mezcla de gemido de dolor y placer, su mirada hacia el cielo, tentadora, como invitando a probar el hilito de sangre que desde la ingle recorre su pierna.
Todo traduce la imagen de un hombre embriagado en el placer de su martirio.
La lluvia de flechas será el momento más elegido para su representación, por su potencialidad dramática, como empieza ya a aparecer en Mantegna y es habitual en todo el siglo XVI.
Pero la representación comienza a tener unas características muy poco comunes.
Frente al dolor que debería expresar, el santo suele aparecer tranquilo o, aún más, con una cierta cara de placer, que (ortodoxamente) debería ser interpretada como un éxtasis o gozo supremo ante la visión ya cercana de Dios.
Sin embargo, este éxtasis, como luego el de Santa Teresa, fue interpretado de otra manera y el santo, un hombre normalmente musculado, semidesnudo, en el que el placer y el dolor se unen, terminó por ser el patrón popular de los gays a partir de finales del XV y XVI.
La Iglesia, sobre todo en Trento, intentó combatir esta costumbre, introduciendo decretos que impidieran la realización de obras excesivamente sensuales para la iglesia, poniendo veedores, expertos que calificaban las obras antes de su exposición pública, en todas las diócesis importantes, aunque al fin la medida no tuvo demasiado éxito y San Sebastian siguió siendo una de las imágenes más repetidas a lo largo del arte clásico.
Por su parte, Sebastiane es quizá la primera película que describe la homosexualidad como una completa línea de conducta, al igual que otra película puede describir la heterosexualidad.
Esta naturalidad molestó a mucha gente que vio Sebastiane ya que hasta ese momento las películas referentes a la homosexualidad se hacían para públicos minoritarios o con un enfoque social o personal.
El homoerotismo se refiere al amor y deseo entre personas del mismo sexo, especialmente manifestado en artes visuales y la literatura.
Curiosamente, el homoerotismo se define como una forma de expresión cultural no necesariamente relacionada a la identidad homosexual.
El término homoerótico carga con el peso de clasificaciones modernas de amor y deseo que no existían necesariamente en otras épocas.
Esta manifestación es generalmente explícita, más no pornográfica.
Es difícil trazar una frontera inequívoca entre erotismo y pornografía, ya que siempre existirán diversas interpretaciones y criterios; sin embargo al hablar de homoerotismo nos basamos en la parte emocional asociada al erotismo, que busca despertar el deseo sexual y a la vez convierte una descripción explícita en algo romántico, muchas veces profundizando más en los sentimientos que en los detalles específicos del acto.
Los ejemplos de homoerotismo masculino en las artes visuales se remontan a los comienzos de la historia, al arte cerámico de la antigua Grecia, los frescos y cálices de vino romanos como la Copa Warren.
Por otro lado, múltiples ejemplos se dan en la pintura de todas las épocas; en el Renacimiento italiano, en pintores como Agnolo Bronzino o Caravaggio.
Varias pinturas de personajes de la mitología clásicas en el siglo XIX como Jacinto, Ganimedes y Narciso pueden interpretarse como homoeróticas.
Destaca el trabajo de artistas de fines del siglo XIX como Thomas Eakins, Eugène Jansson, Henry Scott Tuke y Magnus Enckell, entre otros.
En el arte aplicado al cuerpo humano existen determinadas zonas donde esa tensión erótica va a estar representada en mayor o menor grado y que constituyen los llamados lugares de torsión: pelvis, caderas, pecho, brazos, cuello.
Es ese grado de tensión agónica presente en estos puntos donde va a radicar la diferencia entre las diferentes versiones de esas pasiones realizadas a través de toda la Historia del Arte.
El Sebastiane de Jarman acentúa su agonía, su sufrimiento, hasta el extremo de igualar al éxtasis: el cuerpo en torsión, la espalda arqueada y en el rostro la mirada a lo lejos.
La visión del cuerpo contorsionado por el dolor, junto al propio hecho de la violencia que se está ejerciendo sobre él, produce una especie de seducción en el espectador.
No por gusto George Bataille ha señalado que:
“El erotismo está indisolublemente ligado a la violencia y a la trasgresión”
Jarman lo sabe y es allí donde va a efectuar el cambio en la mirada sobre el mito.
Mirando las imágenes resultantes nos damos cuenta de la maestría del director para lograr su objetivo.
La secuencia del martirio, rodada en un silencio sólo interrumpido por el sonido del viento, nos resulta conocida, pero las sensaciones que despiertan en el espectador nada tienen que ver ya con lo que sentimos al estar frente a la famosa imagen pictórica.
Estamos entonces ante una nueva visión, ante otra obra de arte.

“Not like a god, Justin, but for God”


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