Syriana

“Everything is connected”

Las películas destinadas al llamado gran público ofrecen una imagen de la política internacional que puede influir en las concepciones de millones de espectadores a través del mundo.
La denuncia de la dependencia estadounidense del petróleo viene acompañada, en efecto, de una validación implícita de los principios de la «guerra contra el terrorismo»
Antes de la entrada misma de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, el presidente Woodrow Wilson encargó a su consejero George Creel la creación de un sistema nacional de propaganda, el Committee on Public Information (CPI), instituido según el modelo británico de Wellington House.
Fue esta la primera agencia estatal del mundo que recurrió al cine para manipular a las masas, ejemplo que más tarde seguiría Joseph Goebbels en Alemania y Serguei Chakotin en la URSS.
En 1915, se creó el War Cooperation Committee para establecer un vínculo con el sindicato patronal de la industria cinematográfica, la Motion Picture Industry of America.
A partir de entonces, los lazos entre Hollywood y el Estado federal estadounidense se hicieron, a veces, menos estrechos, pero no se rompieron jamás.
Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el Comité de Cooperación de Guerra fue reinstaurado mediante un acuerdo entre la Casa Blanca y Jack Valenti, actual presidente de la Motion Picture Association of America, acuerdo que se extendió más tarde a la Paramount, así como a CBS televisión, Viacom, Showtime, Dreamwork, HBO y MGM.
Los más recientes productos de Hollywood sobre temas políticos deben ser por tanto interpretados a través de ese acuerdo.
Si bien no se les exige apoyar a la administración Bush (en ese entonces) y pueden criticar ampliamente su acción, tienen que integrarse al esfuerzo de «guerra contra el terrorismo»
En términos de propaganda, esas películas resultan aún más eficaces en la medida en que, al poner en tela de juicio las soluciones que el poder pone en práctica, no hacen sino dar como válidas las problemáticas planteadas.
La encarnizada lucha de Estados Unidos por el control de los últimos recursos petrolíferos, es un tema peliagudo.
Un hombre, Robert Baer, trabajó en el Medio Oriente y en París, salió oficialmente de la CIA en 1997 denunciando la falta de voluntad en la lucha contra el islamismo.
Después de que los atentados del 11 de septiembre de 2001 fueran atribuidos a Al-Qaeda, Baer apareció rápidamente como un visionario al que hubiese sido necesario prestar atención.
Sus obras son un largo alegato en pro del fortalecimiento del trabajo de «acción», que él mismo realizaba en el seno de la CIA; o sea, se pronuncia por el desarrollo de la intervención secreta y las maniobras sucias.
Liberal célebre, en el sentido anglosajón de la palabra, Baer se pronunció firmemente contra la agresión de Estados Unidos contra Irak.
Nunca está de más que nos recuerden quiénes son realmente los malos de la película en el mundo real.
Detrás de los políticos siempre hay empresarios que persiguen intereses concretos, y entre ellos los propietarios y dirigentes de las petrolíferas son los más temibles.
La película Syriana del año 2005, está presentada como un complejo thriller político que va enseñando sus cartas lentamente para culminar en un demoledor análisis de los intereses comerciales que hoy en día provocan guerras, animan invasiones, dan lugar a torturas, extorsiones y otras atrocidades amparadas por gobiernos llamados “democráticos”
Desde el "despertar islámico" del Ayatollah Jomeini y sus secuaces, que los árabes son los malos, tan malos, que Estados Unidos tuvo que usar una buena cantidad de sus armas de destrucción masiva (tanques, aviones, etcétera) para evitar que Saddam Hussein usara las suyas propias, que no tenía, por lo demás.
Todo lo cual ha llevado a enormes cuestionamientos contra los intereses corporativos de las grandes finanzas, en particular con escándalos como Enron y Halliburton.
“Some trust fund prosecutor, got off-message at Yale, thinks he's gonna run this up the flagpole, make a name for himself, maybe get elected some two-bit, congressman from nowhere, with the result that Russia or China can suddenly start having, at our expense, all the advantages we enjoy here.
No, I tell you.
No, sir!
Corruption charges!
Corruption?!!
Corruption is government intrusion into market efficiencies in the form of regulations.
That's Milton Friedman.
He got a goddamn Nobel Prize.
We have laws against it precisely so we can get away with it.
Corruption is our protection.
Corruption keeps us safe and warm.
Corruption is why you and I are prancing around in here instead of fighting over scraps of meat out in the streets.
Corruption is why we win”
Syriana es una película estadounidense de 2005, dirigida por Stephen Gaghan.
Protagonizada por George Clooney, Matt Damon, Jeffrey Wright, Christopher Plummer, Chris Cooper, Amanda Peet, William Hurt, Tim Blake Nelson, ENORME Alexander Siddig, Robert Foxworth, Kayvan Novak, Amr Waked, Nicky Henson, Max Minghella, Mark Strong, David Clennon, Nicholas Art y un largo reparto.
Tiene un guion de Stephen Gaghan, basado en el libro “See No Evil: The True Story Of A Ground Soldier In The CIA’s War On Terrorism” del ex agente secreto Robert Baer.
Con una banda sonora a cargo de Alexandre Desplat, Syriana fue galardonada con el Premio Oscar 2006 al mejor actor de reparto para George Clooney (¿aún sigo sin entender?) y nominada como guión original.
Puede ser que durante la escena de la tortura, en la que George Clooney es empujado al suelo, el actor se lesionó gravemente la espalda, hasta el extremo de perder fluido de la médula espinal a través de su nariz.
Tras varias operaciones y tratamientos posteriores, con el fin de reducir el dolor y recuperar la memoria, que perdió parcialmente, Clooney se ha recuperado en su totalidad, y bueno, ahí el Oscar.
Hay que señalar el respeto por los diferentes idiomas que se dio en Syriana, cosa rara en Hollywood; en Líbano se habla árabe, en Teherán se habla farsi; en el emirato, los inmigrantes pakistaníes hablan urdu, etc.
A la vez, las imágenes han sido rodadas en la medida de lo posible en los lugares en que se desarrolla la trama.
Las escenas del Golfo Pérsico fueron filmadas en la ultramoderna metrópoli de Dubai y sus alrededores.
Con Syriana, es la primera vez que una producción estadounidense se rueda oficialmente en ese emirato.
Los escenarios que representan lugares de Beirut y Teherán fueron reconstituidos en Casablanca, oficialmente por razones de seguridad.
La representación de los árabes y de la gente del Medio Oriente trata, a veces sin lograrlo, de evitar la caricatura.
Por ejemplo, el príncipe Nasir, uno de los pocos personajes positivos de Syriana, encarna la razón y el progreso.
Quiere romper con Estados Unidos, anticipa el agotamiento de los yacimientos petrolíferos y desea democratizar las instituciones.
«¡Es el nuevo Mossadegh!», exclama con admiración un joven asesor estadounidense que se entusiasma con sus puntos de vista.
La referencia es deliciosa, y anticipa el desenlace de Syriana…
Syriana presta particular atención a la descripción de las condiciones de vida de los obreros inmigrantes que trabajan en las instalaciones petroleras del emirato.
Albergados en sórdidas barracas, trabajan sin descanso por un salario miserable, sin que se les reconozca el menor derecho.
La historia sigue a un grupo de pakistaníes.
Cuando la Connex realiza los despidos masivos, el joven Wasim y su padre se quedan simultáneamente sin trabajo y sin permiso de residencia.
La vida cotidiana del joven, entre las barracas extremadamente calurosas y el deambular por el desierto, toma un cariz casi documental.
Se trata de una realidad de la guerra del petróleo.
Estamos ante un proletariado arrancado a sus raíces y sometido a una forma moderna de esclavitud.
El personaje de Wasim está finamente dibujado; es un adolescente sensible y dulce, muy conmovedor.
Pero… es musulmán.
Comienzan ahí los límites del respeto y de la representación supuestamente objetiva.
Al perder, debido al despido, todo derecho de residencia en el emirato, brutalmente maltratado por la policía, Wasim no tiene ya perspectiva alguna.
El hambre y la desesperación lo llevan a frecuentar con un amigo una escuela coránica, en la que puede comer gratis.
Al principio, la enseñanza parece moderada.
Pero de pronto aparece un religioso más joven y menos simpático. Inmediatamente se le identifica como un elemento dañino ya que anteriormente lo hemos visto robarse un misil Stinger.
Su aspecto es impresionante.
Se trata de un árabe de ojos azules y mirada solapada.
Su único objetivo es adoctrinar jóvenes reclutas para que cometan atentados suicidas.
La historia de Wasim se convierte entonces en una retahíla de clichés increíbles.
En tiempo record, el adolescente distraído y poco interesado en la religión se convierte en un fanático que lanzará una embarcación cargada de explosivos contra el costado de un petrolero estadounidense.
El espectador reconocerá en esta parte una alusión al atentado contra el navío de guerra USS Cole.
Clooney y Gaghan han afirmado repetidamente que tenían otras intenciones: Explicar los actos terroristas mediante la miseria, la humillación y el ansia de rebelarse y mostrar a los seres simplemente humanos sacrificados en esos ataques.
Pero, hay algo peor aún: la parte que se desarrolla en Líbano.
En ella vemos a Bob Barnes-Clooney, cuya misión es «neutralizar» al príncipe Nasir, solicitar la protección del Hezbollah.
A su llegada a Beirut, lo meten con los ojos vendados en un auto que debe llevarlo al cuartel general secreto de Hezbollah.
La cámara sigue el vehículo por la calles de un barrio pobre.
Se ve un gran número de hombres armados de guardia sobre los techos de las casas.
Un subtítulo indica:
«Barrio de las afueras de Beirut bajo control del Hezbollah»
En un edificio neutral, Barnes es recibido por un anciano religioso de aspecto respetable que le concede protección.
Después, se pone en contacto con un personaje de dudosa reputación llamado Mussawi, al que quiere encomendar el asesinato de Nasir.
Pero Mussawi es un traidor –un agente iraní– y somete a Barnes a torturas.
Cuando está a punto de matarlo, el anciano religioso de Hezbollah entra en la habitación y le ordena que se detenga.
Barnes se desmaya.
Al volver en sí, encuentra a su lado una foto del viejo imán con la inscripción:
«Recuerde hacer una donación antes de abandonar Beirut»
¿Qué significa todo este fragmento, casi nunca mencionado en los recuentos de Syriana?
¿La identificación del Hezbollah con una organización terrorista sanguinaria?
El torturador no es presentado claramente como miembro de Hezbollah, pero se llama Mussawi, como el responsable –en la vida real– de Relaciones Internacionales de ese partido, Nawaf El Mussawi.
Sabes los números, haz las matemáticas…
“Dig six feet, find three bodies.
But dig twelve feet, you find forty”
Parece que Stephen Gaghan es un tipo bastante ambicioso con ansias de iluminar a la gran masa con perspectivas sobre corrupción y poder en sombríos conflictos de intereses que conexionan política con empresa y terminan enmendando a la mayoría de los protagonistas de tal conexión, ávidos de poder y enriquecimiento en una sociedad donde el dinero parece ser todo.
Somos testigos de diversas líneas argumentales que van, vienen y se entrelazan.
A grandes rasgos, desde la perspectiva de un agente de la CIA (Bob Barnes / Clooney) convertido en soldado obedeciendo a ciegas las misiones más sucias, las cuales poco a poco lo harán dudar sobre su propia ética…
Un experto en el negocio alrededor del oro negro (Bryan Woodman / Damon) quien a causa de una tragedia personal se convertirá en un arribista e insaciable asesor de los poderes concesivos de los monarcas de tierras árabes…
Un abogado conciliador (Bennett Holiday / Wright) que encontrará su oportunidad de ascender a riesgo de vender su alma a los grandes consorcios petroleros…
Hasta un joven obrero árabe desempleado que poco a poco se volverá al fundamentalismo…
Los protagonistas casi sin darse cuenta han vendido sus individualidades a la causa “patriótica” de mantenerse como la mayor potencia a costa de cualquier cosa.
La política convierte en pobres a los habitantes de las tierras más ricas y en estorbos a los más decididos o pensantes representantes de sus súbditos de las tierras del oriente.
El pobre agente Bob, el oportunista Bennett y el ingenuo Bryan se darán cuenta que sólo son peones parados en un tablero de ajedrez de límites más allá de la vista.
Apenas si los ideales se traducen y recompensan con frustración, como la del príncipe Nasir.
La intriga tiene como telón de fondo un país petrolero del Golfo Pérsico.
Allí, el joven y carismático príncipe Nasir (ENORME Alexander Siddig) tiene ideas de grandes reformas, y quiere cambiar la vieja relación de negocios establecida con los Estados Unidos.
Nasir, supuestamente el heredero del trono, esta vez ha adjudicado los derechos de perforaciones de petróleo a una compañía china, la cual presentó la mejor licitación.
Esos derechos por mucho tiempo habían sido concedidos a Connex, un gigante de energía tejano.
Para Connex ese es un golpe terrible, como también lo es para los intereses comerciales norteamericanos en la región.
Killen, una empresa petrolera tejana más pequeña, cuyo dueño es Jimmy Pope (Chris Cooper), acaba de ganar los derechos de perforación en los muy codiciados campos de Kazajstán.
Eso hace que Killen sea muy atractiva para Connex, la cual necesita nuevos territorios para mantener su capacidad de producción.
Cuando las dos compañías se fusionan, el trato pendiente atrae el escrutinio del Departamento de Justicia.
Entonces la poderosa firma de abogados Sloan Whiting, en Washington es llamada para investigar.
Bob Barnes (George Clooney) es un agente veterano de la CIA, en el ciclo final de una extensa carrera laboral en el campo.
Con un poco de suerte, tal vez pueda pasar el último tiempo de servicio haciendo un trabajo fácil, ante un cómodo escritorio.
Bob siempre fue un empleado muy dedicado a su trabajo.
También siempre creyó que su labor beneficiaba al gobierno, a la vez que servía para que el país fuera un lugar más seguro en el cual vivir.
En su vida personal, Bob tiene un hijo (Max Minghella) que es estudiante universitario.
Durante la más reciente misión de Bob, cuando investigaba el asesinato de dos traficantes de armas en Teherán, un misil Stinger cae en manos de un misterioso hombre egipcio de ojos azules.
Al volver a Washington le prometen una promoción luego de que efectúe una última misión clandestina: asesinar el príncipe Nasir.
Pero cuando uno de sus agentes lo traiciona, el intento de asesinato sale terriblemente mal.
La CIA toma a Bob como chivo expiatorio.
La agencia para la cual él trabajó toda su vida lo traiciona.
Bob no puede creer lo que sucede, y comienza a investigar para poder entender el porqué de las cosas.
No puede creer lo que descubre: siempre le habían mentido, durante toda su carrera no había sido más que un peón de ajedrez, y nunca parte activa o conocedora de la verdadera razón de sus misiones.
El había hecho una carrera a ciegas por años y años.
Bennett Holiday (Jeffrey Wright) es un abogado en ascenso en Washington, en la firma legal Sloan Whiting.
El está a cargo de la delicada tarea de guiar la fusión de las firmas Connex-Killen a través de las profundas aguas de poder en DC.
El necesita buscar suficiente material para que el Departamento de Justicia pueda demandar a la firma Killen por sus obscuros tratados en Kazajstán, sin poner en peligro la realización de todo el trato.
Es importante para la compañía y también para el país, el que esa fusión tenga efecto.
A la vez, también viene bien a las ambiciones de Bennet, ambiciones bajo la presión de su padre (William Charles Mitchell), con quien no se lleva muy bien.
El analista de Energía Bryan Woodman (Matt Damon) es una estrella en ascenso en el campo de las empresas que negocian energía.
El vive junto a su esposa Julie (Amanda Peet) y sus dos hijos en Ginebra.
Un día él lleva a su familia a una gran fiesta organizada por la familia del príncipe Nasir.
Pero entonces ocurre un espantoso y trágico accidente, que termina con la vida del hijo menor de Bryan.
Nasir trata de disculparse por lo sucedido, y le ofrece a Bryan la oportunidad justa para que el joven líder pueda poner en funcionamiento sus ideas reformistas.
Bryan agarra la oportunidad, pese a la consternación de su dolida esposa.
Dean Whiting (Christopher Plummer), cabeza principal del estudio de abogados Sloan Whiting, es uno de los hombres más poderosos en Washington.
El es el jefe de Bennet, y quiere deshacer el trato que realizó Nasir con los chinos.
Whiting sabe que el hermano de Nasir, el joven príncipe Meshal (Akbar Kurtha), será más condescendiente con los intereses comerciales norteamericanos.
Entonces presiona al emir para que elija al menor de sus hijos para sucederlo en el poder, ingeniando con eficiencia lo que significa la muerte política de Nasir.
En la otra punta de la escala salarial de la industria petrolera del país de Nasir, se encuentran los trabajadores nómadas, que trabajan duramente en las excavaciones de petróleo.
Sus vidas están directa y drásticamente afectadas por las políticas de la familia real y los caprichos de la industria misma.
Saleem Ahmed Khan (Shahid Ahmed) y su hijo Wasim (Mazhar Munir), ambos trabajadores de Connex, han perdido su trabajo en los campos petrolíferos, al pasar el contrato de Connex a manos de una empresa china.
Buscan trabajo desesperadamente, antes de que se les venzan sus visas.
Su futuro se ve bastante incierto.
Saleem sueña con volver alguna vez a Pakistán.
Su hijo sueña con una vida mejor, pero la manera en que él y su padre son tratados por ser trabajadores inmigrantes rompe sus ilusiones, y la dura realidad enfurece a Wasim.
Wasim y su amigo Faruk (Sonnell Dadral), se consuelan en la escuela (Madrassa) local, un lugar en el cual ellos son tratados con dignidad, en un mundo desconocido que de otra manera les es hostil completamente.
En la madrassa, Wasim y Faruk son tomados bajo el ala de un carismático y peligroso reclutador: el hombre egipcio de ojos azules con el misil Stinger faltante.
Tanto Sheiks como trabajadores, inspectores del gobierno o espías internacionales, ricos y pobres, famosos e infames, todos y cada uno tiene su pequeño papel en el inmenso y complejo sistema que da poder a la industria.
Sin embargo, ninguno de ellos sabe el verdadero y explosivo impacto que sus vidas tendrán sobre el mundo.
Syriana es un film algo complejo en su estructura narrativa, sin una secuencia lineal clara, supongo que este es el peaje imprescindible para una película con pretensiones intelectuales y, a la vez, una manera fácil de transmitir una cierta idea de la complejidad del mundo que se pretende reflejar.
Por una parte parece condenar los métodos sucios empleados por los americanos en su política exterior pero paralelamente expresa una cierta fatalidad de la geopolítica mundial, con unos enemigos que emplean métodos aún más sucios, el terrorismo indiscriminado, lo que parece predisponer al espectador a aceptar en el fondo como inevitables ciertas decisiones tomadas por los gobiernos norteamericanos.
“If anything happens to me or my family, an accident, an accusation, anything, then first your son will disappear, his body will never be found.
Then your wife.
Her body will never be found either.
This is guaranteed.
Then, whatever is the most dangerous thing you do in your life, it might be flying in a small plane, it might be walking to the bank, you will be killed.
Do you understand what I'm saying?
I want you to acknowledge that you do understand so that we're clear and there won't be any mistakes”
Si notas que Syriana tiene algo, aunque no la hayas entendido, es porque has entendido más de lo que crees.
Por desgracia casi nunca pasa, pero Syriana es de las que llegan muy dentro si entiendes el mensaje.
Y os aseguro que no es que no seáis capaces de entenderlo, no es ignorancia, es MIEDO.
Miedo a conocer la cruda realidad.
Syriana es una película ambigua, hecha de contradicciones.
La denuncia del sistema político estadounidense y de sus guerras por el petróleo es ciertamente positiva para un público estadounidense desinformado y atiborrado de consignas sobre el «modo de vida no negociable» de Estados Unidos.
Hay que recordar, sin embargo, que después del 11 de septiembre se produjo un profundo silencio en la esfera mediática y cultural estadounidense, con muy raras excepciones.
Cuando la enorme envergadura del desastre en Irak y los efectos de las leyes totalitarias de la administración Bush comenzaron a romper poco a poco el condicionamiento de la ciudadanía, la necesidad de desahogarse ante la pesadilla se hizo vital.
Actualmente, la mayoría del pueblo estadounidense se pronunció contra la continuación de la guerra en Irak y Bush está desacreditado.
Se hace por ello más fácil el rodaje de películas que contengan algo de crítica.
Syriana critica la implacable voluntad estadounidense de controlar los yacimientos más importantes, a cualquier precio.
Por otro lado, también le cierra el pico a quienes se oponen a la guerra contra Irak, pero quieren poder seguir llenando el tanque de su todoterreno sin mayores preguntas existenciales.
Una parte de la historia de Syriana parece entonces una verdadera acusación contra la CIA y los métodos de Washington.
Una de las últimas imágenes del film muestra el «golpe quirúrgico» que desencadena la CIA para deshacerse del «antiestadounidense» Nasir.
Abandonado por la agencia, Bob Barnes se da cuenta de que lo han estado manipulando durante toda su vida y trata de prevenir al príncipe, y desaparece con él, pulverizado por un misil.
Las gigantescas ganancias de las compañías petroleras dan lugar, lógicamente, a la corrupción y a intrigas de poder.
Pero es el sistema económico y político en su conjunto el que está corrompido, mientras que el control del oro negro justifica sutiles relaciones incestuosas entre el Estado, los servicios secretos, el sector jurídico y las multinacionales.
En una escena memorable, un hombre de negocios del mundo del petróleo declama un cínico elogio de la corrupción.
En cuanto a los rejuegos financieros de la industria petrolera estadounidense, es posible ilustrarlos mediante los resultados del número uno mundial Exxon-Mobil correspondientes al año 2005: más de 36 000 millones de dólares de ganancias, o sea un monto superior al PIB de 125 de los 184 países clasificados por el Banco Mundial…
Pero:
¿Qué van a ver los espectadores?
¿Un suspense exótico o una película política?
¿Qué van a retener de la historia?
Algunos serán incapaces de ver las sutilezas.
¿La caracterización de los musulmanes como terroristas en potencia no es acaso mucho más inquietante para un público condicionado por el miedo hacia el extranjero que la denuncia de los crímenes estadounidenses en el mundo?
En cuanto a la corrupción del sistema político en Estados Unidos, esta es ya notoria y considerada a menudo como una fatalidad.
Finalmente:
¿Qué debe pensarse de la ambigua presentación del Hezbollah, movimiento de resistencia surgido durante la guerra del Líbano y en la actualidad un partido político integrado al sistema político libanés?
En el mejor de los casos, puede vérsele en Syriana como una milicia que domina sectores completos de Beirut mediante las armas; en el peor de los casos, como una organización de torturadores enemigos de «América»
El mensaje cinematográfico de Stephen Gaghan y George Clooney es mal intencionado.
Claro que si, y que dicha!
No nos dejemos engañar.
Syriana es para hacerse una idea de cómo se manejan los asuntos petroleros y se hacen los negocios en el país de la libertad, las barras y estrellas.
Y el conflicto por el petróleo continuará generando continuos conflictos.
«Syriana» es en realidad el nombre histórico del proyecto para la construcción de la Gran Siria, que reúne alrededor de ese país al Líbano, Palestina y Transjordania.
También es un término real, utilizado por los grupos de expertos en Washington para describir la hipotética reforma del Medio Oriente.
También está usado de una manera abstracta; Syriana es un concepto, un espejismo: el sueño irreal de que uno puede recrear con éxito una nación y hacerla como uno la imagina.
Syriana es el título justo para una película que podría existir en cualquier época y en cualquier escenario o circunstancia.
Trata de la ambición desmedida de los hombres, del orgullo y la fantasía de un imperio.

“Americans love to drill holes in other people's countries”

“How much for my other kid?”


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