Hereafter

“You know, as a scientist and atheist my mind was closed to such things.
Oh, absolutely.
Afterlife, near-death experiences.
Like everyone else, I thought people saw bright lights, Eden-like gardens and so forth because they were culturally conditioned to do so.
But after 25 years in a hospice working with people, many of whom were pronounced dead but then miraculously survived.
The account of what they actually experienced were so strikingly similar it couldn't just be coincidence.
And add to that the fact that when they had these experiences they were almost all unconscious, a state in which my enemies agree the brain cannot create fresh images”

El misterio supremo: La Muerte.
No es un tema fácil porque son más las preguntas que las respuestas, y porque en esencia nadie ha regresado del mas allá para decirnos cómo es eso de los paraísos e infiernos.
En realidad lo de la muerte es un asunto de fe y escepticismo.
Para muchos el consuelo religioso permite encarar el final con algo de esperanza, mientras que otros, ateos fervientes, aunque igualmente urgidos de creer en algo, piensan en el cosmos o la fuerza de una energía mayor y trascendente.
Lo cierto del caso es que muy pocos aceptan resignadamente que al final todo sea la nada, que las luces se apaguen y el polvo en que nos convertimos sea un aliento fantasmal que se disipa.
Desde muy antiguo el hombre ha intuido que la muerte es un viaje hacia otra comarca, hacia otros mundos, y mejores que el terrenal.
Toda la civilización egipcia orientó sus preceptos filosóficos y ontológicos respecto al más allá.
La precariedad de la existencia era un hecho insoportable, mientras que el sentido de inmortalidad representaba una autentica salvación.
Las majestuosas Pirámides egipcias no son otra cosa que tumbas mágicas en la inmensidad del desierto con la función de preservar la integridad del cuerpo del difunto a lo largo del viaje hacia el confín de los Dioses.
Las experiencias cercanas a la muerte (ECM) son percepciones del entorno narradas por personas que han estado a punto de morir o que han pasado por una muerte clínica y han sobrevivido.
Hay numerosos testimonios, sobre todo desde el desarrollo de las técnicas de resucitación cardiaca, y según algunas estadísticas, podrían suceder aproximadamente a una de cada cinco personas que superan una muerte clínica.
En el campo espiritual, para algunos, las ECM son una prueba de que la mente o el espíritu, como entidad inmaterial, se separan del cuerpo físico que actúa como mero soporte material, para dirigirse a otro reino.
No obstante, ninguna experiencia extra corporal ha podido ser confirmada científicamente como tal, a pesar de haberse intentado experimentalmente.
Existe la evidencia de los relatos vividos de las personas que experimentaron el fenómeno, que relatan detalladamente el entorno físico: personas, situaciones, objetos, etc., en los cuales se encontraban en el momento de la experiencia y que a la postre resultan coincidir con la realidad.
En el campo del psicoanálisis, en 1976 se sugirió que la ECM era una forma de despersonalización, de disociación, que actúa como defensa ante la amenaza de muerte en situaciones de extremo peligro.
La disociación es la capacidad de abstraerse de la realidad, verbigracia, alguien que está concentrado viendo la televisión; este tipo de respuesta aparece en algunas víctimas de trauma: secuestros, violaciones… que, inconscientemente, intentan evitar esta realidad desagradable con fantasías más apacibles.
En fisiología, primeramente se estableció la hipótesis de la anoxia.
Esta analogía se dedujo por las similitudes entre las ECM y las G-LOC (Gravity-induced Loss Of Consciousness):
Como cuando un piloto de avión de caza hace un pull-up, tirando fuertemente de los mandos para ascender, la fuerza centrífuga les empuja contra el asiento con una magnitud que es varias veces la de la gravedad, por lo que la sangre se les baja a los pies.
Así, el cerebro se queda sin oxígeno y se produce lo que se llama un black-out:
Va desapareciendo la visión periférica, cerrándose el campo visual en un túnel hasta que, por fin, se pierde el conocimiento.
Así mismo, en una situación de hipoxia cerebral, la corteza visual se desinhibe, de modo que las neuronas empiezan a dispararse anárquicamente.
Dado que el 90% de las células de la retina y, por tanto, del córtex visual, están en la fóvea, en la región central del campo visual, la percepción que se tiene de ese disparo aleatorio es la visión de un centro más iluminado que se va ampliando según más células empiezan a descargar.
En cualquier caso, de momento podemos explicar la visión de túnel, pero no otros fenómenos como las visiones divinas y los flashbacks de memoria.
En este sentido, ciertos trastornos epileptiformes del lóbulo temporal se han asociado con la aparición de sentimientos místicos, los mismos que en la ECM.
Y esta región cerebral es especialmente sensible a la anoxia que ocurre en una situación de hipoperfusión, lo cual apoyaría la teoría.
Y, por último, algunos investigadores han relacionado las ECM con la secreción de serotonina, que explicaría las OBE’s y las alucinaciones místicas.
Otros, por su parte han dicho que podía tratarse de un trastorno disociativo análogo al producido por la ketamina, pasando por alto que las alucinaciones de ésta tienden a ser terroríficas e irreales.
En cualquier caso, de todas las explicaciones proporcionadas sobre una base fisiológica, no todas parecen plausibles, y, de las verosímiles, ninguna cubre todos los sucesos que ocurren en una ECM.
Además de que también hay descritas ECM en ausencia de daño físico, donde la relevancia de estos mecanismos fisiológicos quedaría muy en entredicho.
Según uno de los principales investigadores de este fenómeno, el doctor en medicina y filosofía Raymond Moody, los pacientes que han asegurado vivir este tipo de fenómenos coinciden en un patrón general de nueve fases consecutivas, aunque no todos completan este itinerario y muchos solo atraviesan por algunas:
El paciente se siente flotar sobre su cuerpo, y ve el dormitorio, el quirófano o el lugar en el que se encontraba (experiencia extra corporal), e incluso oye la declaración de su propio fallecimiento.
Después, siente que se eleva y que atraviesa un oscuro túnel mediante una escalera o flotando en el vacío, y con una relativa rapidez.
Ve aparecer una figura al final del túnel que suele describirse como hermosa, blanca o transparente; a veces hay paisajes, voces o música.
El paciente pasa a ser espectador, no siente dolor ni molestias: sólo percibe una paz interior.
Algunas personas, sin embargo, aseguran haber tenido experiencias terroríficas en el más allá.
Familiares o amigos difuntos van a su encuentro.
Aparece una presencia o voz que se define en función de las creencias religiosas del paciente puede tratarse de Jesucristo, de un ángel, etc., y se establece un diálogo sin palabras con ese ser que parece conocer todo sobre el moribundo.
Se presenta una visión global pero íntegra de lo vivido, como si viese “su película”; el modelo más ajustado para describirlo según los testimonios es como el de una sucesión de filminas de momentos sueltos de la vida, no necesariamente importantes.
El sujeto se ve delante de un obstáculo:
Una puerta o un muro y toma conciencia de que aún no ha muerto, y aunque sigue sintiendo una paz y tranquilidad indescriptibles y acogedoras, se da cuenta, y también eso lo indican sus acompañantes, de que debe volver.
Tras este proceso quienes lo han experimentado pierden el miedo a la muerte; no desean morir, pero se toman las cosas con más calma, serenidad y filosofía y, en cierta medida, son mejores personas, se preocupan más de los demás y son más felices.
Por otro lado, la clarividencia es una hipotética capacidad de percepción extrasensorial que permitiría a algunas personas a recibir información de acontecimientos futuros o acontecimientos muy lejanos, sin el auxilio de medios técnicos.
El consenso científico es que no existe ninguna evidencia científica adecuada de que tal capacidad exista ni ningún experimento ha detectado fenómenos de clarividencia, sólo existen testimonios de personas que se adjudican a sí mismas esta capacidad.
Los actos de clarividencia declarados contradicen abiertamente la posibilidades que las leyes físicas para una percepción basada en medios físicos conocidos.
Esta percepción se caracterizaría por captar fenómenos que quedan fuera del alcance de los cinco sentidos y de adivinar hechos futuros u ocurridos en otros lugares.
La telepatía no se incluye en este tipo de percepciones.
A diferencia de esta última, la clarividencia explícitamente implicaría la "visión de imágenes" reales físicas, de la mente (memoria) de otro individuo, de entidades mitológicas o desconocidas por la ciencia actual y no el hecho de captar conceptos abstractos de otra mente.
Se consideraría un don innato, pero a diferencia de lo que se cree comúnmente, se debería desarrollar por medio de meditaciones y cantos mántricos aunque se supone que puede heredarse de los padres o abuelos.
La experiencia cercana a la muerte a menudo es un elemento utilizado en el desarrollo de historias o narraciones ficticias en las que se ve a un personaje experimentar dicho suceso incluso existen leyendas y reflexiones o fabulas sobre lo mismo.
En la interpretación ficticia de este evento, el protagonista generalmente se encuentra como una proyección astral de si mismo contemplando una especie de futuro alternativo en el que ve a sus familiares y amigos reaccionando a su muerte.
El sujeto siempre está desnudo aunque en otras ocasiones aparecen con la ropa con la que murieron, además de que van acompañados de seres místicos como la muerte o un ángel guardián.
Este siempre acaba con la resurrección del protagonista quien regresa a la vida y le sirve como una experiencia personal que lo ayudan a valorarla más.
“A life that's all about death is no life at all”
Hereafter es una película de género drama-fantasía (2010) dirigida por Clint Eastwood.
Protagonizada por Matt Damon, Cécile de France, George McLaren, Frankie McLaren, Lyndsey Marshall, Bryce Dallas Howard, Jay Mohr, Thierry Neuvic, Richard Kind, Rebekah Staton, Declan Conlon, Stéphane Freiss, Marthe Keller y Derek Jacobi.
Hereafter estuvo nominado al Oscar como mejores efectos visuales ya que narra tres historias paralelas acerca de tres personas afectadas de diferentes formas por la muerte.
A destacar en el aspecto técnico, la excelente realización de las escenas del tsunami, que presentan un gran realismo, sin buscar un efectismo que frecuentemente encontramos en este tipo de secuencias.
Hereafter representa muy bien lo que son los efectos de este fenómeno natural.
Eastwood, así como ocurre con ciertos personajes en sus anteriores filmes, es perturbador e implacable ante la realidad que en un momento parecía sonreír las vidas de algunos sujetos, quienes de pronto son embestidos por los avatares de la vida cayendo a un lado desconocido e irreversible.
Por otro lado, el condenado por una fatalidad que arrastra silenciosamente, un pasado oscuro que dormita en el presente, despertando en momentos repentinos, en ciertos casos, no deseados.
Los tres personajes principales encabezan una emotiva historia de vidas cruzadas, en tres ubicaciones diferentes, entremezclándose ficción con algunos hechos históricos de fondo, como el tsunami que devastó Indonesia en 2004 o los atentados de Londres de 2005.
Todos los personajes tienen en común una suma fragilidad, así como un deseo por sentirse comprendidos, no sólo queridos.
Y esta globalización de sentimientos humanos, estas dudas comunes, en medio de una fría, inhumana, desoladora “conspiración de silencio”, quedan fielmente reflejados gracias a la plena autenticidad de las interpretaciones y la grácil dirección de actores por parte de Eastwood.
Otro gran acierto es el progresivo paso de lo espectacular a lo más íntimo.
Un modo de engancharnos y sobrecogernos frente a la gran pantalla, para, después, centrarnos y atender tan sólo a los detalles personales, realmente lo importante.
A ello ayuda mucho la fotografía de Tom Stern, utilizando claroscuros para los momentos más intimistas y luz natural o saturación blanquecina en exteriores.
Esto último sirve, a su vez, para alimentar nuestras retinas tanto de realismo como de ensoñación, incentivando un necesario halo fantasmagórico, celestial, al relato.
Hereafter tiene un argumento que se ramifica a través de tres historias:
George Lonegan (Matt Damon) es un hombre que, desde pequeño, tiene un don que le permite contactar con los muertos; intenta ignorarlo, ya que lo único que le ha supuesto en su vida ha sido un disgusto detrás de otro.
Después de haber sufrido en directo la tragedia provocada por un tsunami en Tailandia en 2004, Marie Lelay (Cécile de France) tiene la sensación de haber experimentado qué hay después de la muerte; deja su trabajo y se dedica a escribir un libro sobre ello.
Markus y Jason (George y Frankie McClaren) son dos gemelos que viven con su madre heroinómana; un día Jason muere atropellado y a partir de ese momento Markus investiga todos los medios posibles para poder contactar con él….
Los tres están atados a una realidad que repentinamente los ha privado de su cotidiano, o los ha perseguido desde hace muchos años.
La dimensión moral y ética humana en Hereafter pasa a ser el centro de la salvación a través del amor, la solidaridad, y la integridad.
Hereafter se encarga de tratar el tema de la muerte desde una perspectiva completamente simplista, occidental y desde lejos, pero eso no altera para nada su calidad como película.
Aceptando que ése es el alcance que se le da al asunto, uno puede pasar a las tres historias que narra paralelamente, con total entrega.
La historia de Marcus es la más enternecedora de entre las tres.
La trama de dos gemelos desde su inicio recrean un ambiente estable en medio de un contexto hostil, eso lo hace más enternecedor.
La convivencia con una madre víctima del alcoholismo contrasta demasiado con la vivacidad de esta pareja de hermanos que funcionan como el dúo perfecto:
El callado y el hablador, el cohibido y el sabelotodo.
Estas dos personas representan el lado más sensible de Hereafter.
Sucedida la tragedia, lo que podría ser la prematura madurez de un niño, es más bien un llanto infantil o la soledad de un pequeño extraviado en una ciudad, incomunicado y confundido ante una realidad que muchos hablan pero muy pocos conocen, casi nadie.
El tema de la vida más allá de la muerte en ojos de Marcus es la contemplación a un mundo de charlatanes y seres cómicos, casi siempre usureros o sedientos de popularidad.
La historia de Marie es la menos profunda de entre las tres.
El recorrido de esta mujer que pasó de ser brillante comunicadora a militante testimonial defendiendo su experiencia frente a la muerte, está expuesta de una forma personalista.
De pronto esta mujer toma por nueva ideología el que respeten su libertad de contar a la sociedad su experiencia con la muerte, algo que observa como una política de vida que “tiene” que ser sabida, esto mediante un libro que planea escribir.
Al final, este libro se logra publicar y si bien no sabemos exactamente cuál es el contenido de este, me refiero a su exposición o tratamiento, es posible que el tema de su experiencia de vida con la muerte sea manejado por un discurso casi político, esto influenciado por los desencuentros con escépticos o desinteresados que Marie fue encontrando a su paso, la impotencia de haber perdido esa veracidad que un día tuvo como periodista política.
En realidad, el personaje que interpreta Matt Damon, no es un "medium" strictu senso; es una persona a quién por circunstancias relatadas, se ha sobre estimulado una zona cerebral que le ayuda a percibir el inconsciente de la persona analizada.
Matt Damon les ayuda a sacar lo que hay encerrado en ellos mismos:
Lee por así decirlo "los deseos de la gente".
El señor griego que necesita "permiso" para entablar otra relación.
La chica que necesita las excusas de su padre abusador.
El niño que quiere ser independiente y luchador.
Todos los deseos de sus inconscientes son proyectados en sus familiares fallecidos, y eso es lo que Matt Damon puede "leer", de hecho, en Hereafter ningún ser del más allá puede darle a la persona un dato que sólo el muerto conociese, sino sólo datos o experiencias compartidas.
Clint Eastwood, así como pasa en gran parte de sus dramas, toma, mide y calcula su tiempo de tragedia.
Es leve el presentimiento del espectador ante una posible catástrofe o desgracia.
La catarsis es repentina y son estas primeras escenas del tsunami las más chocantes.
Lo que podría ser toda una oportunidad de lucirse con efectos especiales, Eastwood toma el control no cayendo en exageraciones de destrucción o personas revolcándose en medio de las aguas.
Los efectos son impecables, ajustados, apenas una antesala a lo que nos debe de interesar los próximos 120 minutos; el límite entre la vida y la muerte parece no estar tan alejado de nuestras vivencias.
En una perfecta secuencia elíptica, Hereafter también se mofa de aquellos cuantiosos videntes y aprovechados espiritistas de tres al cuarto, que engatusan y juegan con los sentimientos malheridos de gente desolada, quienes en verdad, no engañan ni a un infante, caso de Marcus.
Este ácido apunte de soslayo no eclipsa el respeto generalizado de la narración hacia ateos, escépticos, creyentes, religiosos y/o supersticiosos.
Digamos que, principalmente, se anima a ser coherente con las teorías, pensamientos y creencias de cada cual, siempre y cuando no sirva como lucro deshonesto.
Y, por supuesto, se incentiva a creer en uno mismo y aprovechar las segundas oportunidades en la vida, más allá de la hostilidad e incomprensión ajenas.
Por otra parte, aunque sea una aportación tangencial, hacía tiempo que una película no transmitía tanto placer por la lectura.
Lo mismo da que sea sobre parapsicología, biografías políticas como la de Mitterrand o el teatro de Shakespeare.
Lo importante es leer, divulgar, soñar, crear.
Hasta Lonegan resarce su soledad con la escucha nocturna de sus títulos favoritos, a través de los Audiobooks.
También es anecdótico, pero igualmente risueño, el cuadro inacabado Dickens Dream del pintor e ilustrador victoriano, Robert William Buss, que bien podría ser un auto guiño metalingüístico del propio Eastwood hacia todos sus personajes realizados y aquellos por realizar en el Cine.
En una decisión completamente voluntaria y respetando el homenaje a Dickens que se hace en Hereafter, explícitamente, con el personaje de Damon, y un poquito menos en el personaje Dickensiano del niño, los realizadores deciden encajar cada pieza del rompecabezas de modo que las cosas se equilibren, que la paz al final sea encontrada, y que la historia termine del modo que sólo les parece terminada a ellos, o sea feliz.
Y esto no es una crítica a esa decisión, me parece completamente válida e incluso me gustó, emocionalmente y como consecuencia lógica del tono en que se tratan todas las cosas a lo largo de Hereafter.
Se nos esbozan el miedo a la muerte y a enfrentar lo desconocido, y las puertas que algunos, no muchos, han traspasado para volver atrás.
Hay gente que afirma haber estado en un brillante túnel en el que finalmente no se quedaron porque algo hizo que se aferraran a la vida cuando ya todo parecía acabado.
Grandes misterios de los que sólo podemos conjeturar, pero que Clint moldea con el punto adecuado de sugerencia y de comprensión hacia los que quieren creer, hacia los que tienen la certeza de que sus seres ausentes más amados les están esperando allí, en una dimensión desvinculada de lo terrenal, incorpórea, sin tiempo ni espacio, pero repleta de luz y de paz.
Muchos afirman que son pobres locos persiguiendo fantasmas, pero quién sabe quiénes son los locos aquí.
La quebradiza línea entre estas dos dimensiones con las que convivimos, la de estar vivo y la de morir, puede llegar a obsesionar, a paralizar, a detenernos en una negación de la vida.
Eso le pasa a George, que se esconde de los vivos porque no puede seguir tolerando que le pasen la carga de sus fallecidos con los que quieren comunicarse a través de él.
Eso le pasa a Marcus, que se niega a avanzar mientras no hable una vez más con su hermano gemelo Jason, al que un accidente arrancó de su lado.
Y en medio, Marie, que ha estado a punto de ir por el corredor del que rara vez se retorna, con la salvedad de que ella retornó y ahora siente el imperativo de publicar su experiencia, y así tal vez abrir un poco más las mentes cerradas e inculcar la duda y la esperanza.
Un lírico y triste viaje por los lazos entre vida y muerte, entre final y principio, entre el descenso hacia el pozo de la soledad y el ascenso hacia la voluntad de seguir luchando y renacer.
La banda sonora a cargo del propio director, como nos tiene acostumbrados, es muy sencilla, minimalista...te envuelve y te va transmitiendo la emoción, combina con serenidad y calma las imágenes, notable fotografía.
“Sometimes, I mean you know, knowing everything about someone, it seems nice, but really, maybe it's better to hold stuff back”
El más allá de la muerte es un tema tan controvertido y recurrente en tiempos difíciles, al auge espiritista en el primer tercio del siglo pasado con tantas personas llorando y echando de menos a sus deudos, me remito, y a los turbulentos tiempos que corren y de los que las referencias al tsunami del Indico y el atentado del Metro de Londres son 2 bien traídos botones de muestra.
Hereafter es altamente recomendable para personas que estén en duelo pues abre un camino de esperanza en el reencuentro con el ser querido que se haya ido y la idea de que no todo acaba con la muerte física, sino que la vida continua y que más allá de la vida sigue “la otra vida”, la universal.
Renegar de la naturaleza de uno mismo y considerar los milagros como maldiciones parece estigmatizar a los protagonistas que representan la sociedad y ser uno de los fundamentos de la propuesta.
Hereafter nos habla de la pérdida de identidad en mundo sin espíritus y con almas errantes que se niega a hablar de los muertos y aquellos que tienen conexión con el etéreo son incapaces de relacionarse con los mortales.
El espíritu dickesiano se instaura en narración de las desgracias y miserias de los dos hermanos Marcus y Jason y el propio Charles Dickens ejerce de “deus ex machina” para culminar las vidas cruzadas.
Parece que la ficción y la realidad pretenden entrelazarse entre polos que, pese al océano de las distancias y diferencias idiomáticas, tienen que permanecer unidos en un futuro optimista y esclarecedor.
Hereafter es, en realidad, la manera en que el amor se puede manifestar, desarrollar y vincular en personas cuyo convencimiento y conciencia de la muerte les impide acercarse a las nociones elementales de lo que significa vivir.
La lectura principal que se desprende es que la vida y la muerte parecen estar en todas partes, en cada instante, indisolublemente ligadas, pero lo importante no radica (sólo) en hacer conciencia de estas, sino en poder sobrellevar este incontrolable e inabarcable conocimiento porque sino la anulación está a la vuelta de la esquina.

“Oh, yes.
I think you experienced death”


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