The Karate Kid

“Only the Old One could teach him the secrets of the masters”

Las artes marciales, denominadas también sistemas de lucha, consisten en prácticas y tradiciones codificadas cuyo objetivo es someter o defenderse mediante la técnica.
Hay varios estilos y escuelas de artes marciales que habitualmente excluyen el empleo de armas de fuego y otro armamento moderno.
Lo que diferencia a las artes marciales de la mera belicosidad con violencia física (peleas callejeras), es la organización de sus técnicas en un sistema coherente y la codificación de métodos efectivos.
En la actualidad las artes marciales se practican por diferentes razones, que incluyen la salud, la protección personal, el desarrollo personal, la disciplina mental, la forja del carácter y la autoconfianza.
Además, puesto que el significado estricto es el de "artes militares", por extensión se aplica a todo tipo de forma de lucha cuerpo a cuerpo y a las artes militares históricas.
Por esta asociación con la lucha y con las armas, incluye conocimientos relativos a sistemas que tradicionalmente se han considerado modalidades deportivas por ejemplo, el boxeo, la esgrima, la arquería y la lucha libre.
El karate-do (空手道 o "El Camino De La Mano Vacía") es un arte marcial tradicional de origen okinawense, y desarrollo japonés.
A la persona que practica esta arte marcial se la llama karateka o karateca.
El origen del concepto de artes marciales está relacionado con la irrupción de la edad moderna en extremo oriente, en el siglo XIX.
Este fenómeno supuso la transformación de las estructuras sociales feudales, el empleo de las armas de fuego que hacían perder vigencia a las formas tradicionales de lucha y la desaparición de los principios por los que se regía el mundo.
El nombre marcial, proviene de Marte, el dios de la guerra romano.
Las artes marciales orientales, en algunos casos, se practicaban en círculos cerrados o eran distintivas de una élite relacionada con la milicia y la nobleza, como fue el caso de los guerreros samurái, y su contenido iba mucho más allá de lo que constituía el entrenamiento de las tropas.
El Karate-Do de ahora es un camino de superación personal y como tal, hay que despojarse de los malos pensamientos, acciones y actitudes, de nuestro ego; fue pensando siempre en una práctica limpia, honorable y sana.
La práctica del Karate Do no se refiere tan sólo al desarrollo técnico y táctico, al acondicionamiento físico, al estudio de los katas y al combate real o deportivo.
También debe ir de la mano del desarrollo vivencial de la parte humana y la parte espiritual, el crecimiento como personas y ciudadanos ejemplares que unidos por el bien común benefician a la sociedad.
Para lograr esto, el Karate Do posee principios y objetivos comunes para el crecimiento de sus alumnos:
Respeto, justicia, armonía y esfuerzo son los primordiales.
La ética derivada de las filosofías del confucionismo y del budismo zen, están aplicados al Karate-Do.
Estos principios fundamentales son acordes al código samurái del Bushido, estos son:
La Rectitud:
Ser capaz de tomar una decisión sin vacilar.
Ser justo y objetivo en toda circunstancia.
El Coraje:
Afrontar el reto de tomar decisiones.
La Bondad:
Ser magnánimo, paciente y tolerante.
La Cortesía:
El respeto y las buenas maneras del comportamiento.
El Desprendimiento:
Actuar desinteresadamente, sin egoísmos y generosamente.
La Sinceridad:
Decir siempre la verdad, defender ésta, y ser fiel a la palabra dada.
El Honor:
Aprecio y defensa de la dignidad propia.
La Modestia:
No ser soberbio ni vanidoso.
La Lealtad:
No traicionar a nadie, ni a uno mismo.
Ser fiel a las propias convicciones.
El Autodominio:
Tener control sobre los actos, emociones y palabras.
La Amistad:
Entregarse en un todo.
Saber compartir y ayudar.
La Integridad:
Tratar a todos por igual, defender los principios, y ser fiel a los compromisos.
Generosidad:
Dar sin pedir nada a cambio.
Imparcialidad:
Emitir juicios de acuerdo a la verdad.
Paciencia:
Es tolerar lo intolerable.
Serenidad:
Control de los impulsos ante conflictos y dificultades.
Autoconfianza:
Creer en uno mismo.
Existe una historia que refleja el sentido del karate.
Es una parábola acerca del Do (camino) y un hombre insignificante.
Un karateka preguntaba a su Sensei (Oh, maestro que ha recorrido el camino):
¿Cuál es la diferencia entre un hombre del Do y un hombre insignificante?
El Sensei respondió:
"Cuando el hombre insignificante recibe el cinturón negro primer Dan, corre rápidamente a su casa gritando a todos el hecho.
Después de recibir su segundo Dan, escala el techo de su casa, y lo grita a todos.
Al obtener el tercer Dan, recorrerá la ciudad contándoselo a cuantas personas encuentre"
El Sensei continuó:
"Un hombre del Do que recibe su primer Dan, inclinará su cabeza en señal de gratitud; después de recibir su segundo Dan, inclinará su cabeza y sus hombros; y al llegar al tercer Dan, se inclinará hasta la cintura, y en la calle, caminará junto a la pared, para pasar desapercibido.
Cuanto más grande sea la experiencia, habilidad y potencia, mayor será también su prudencia y humildad"
“In Okinawa, all Miyagi know two things: fish and karate.
Karate come from China, sixteenth century, called “te” ("hand")
Hundred year later, Miyagi ancestor bring to Okinawa, call kara-te.
"Empty hand"
The Karate Kid es una película estadounidense de 1984 dirigida por John G. Avildsen y protagonizada por Ralph Macchio, Pat Morita, Elisabeth Shue, William Zabka, Randee Heller, Martin Kove, Ron Thomas, entre otros.
The Karate Kid toma como base el cuento “Ume No Chiri” (A Veces El Corazón De La Tortuga) de 1982 escrito por Kenzaburo Oe.
The Karate Kid fue nominada al Oscar como mejor actor de reparto para Pat Morita.
Ume No Chiri, al igual que en The Karate Kid, narra la historia de Daniel, chico de un colegio preuniversitario, cuya vida da un vuelco en el momento en que se entera de que tiene que mudarse a California.
En ese momento, Daniel comienza un viaje introspectivo que lo llevará a enfrentar a un enemigo, acompañado por una antigua amiga de la primaria, y un viejo japonés, su maestro y mejor amigo.
La historia de amor en The Karate Kid se queda constantemente como historia alternativa al eje principal de la historia, aporta poco, pero bueno, ya se sabe, el toque femenino "rosáceo" hace más comercial el film y atrae al público más romántico... ya sabéis, en cuanto a los productores, y sobre todo los estadounidenses, hay que atraer el mayor número de público y de toda especie.
Todo el trasfondo de The Karate Kid, es sobre la superación, de cómo un muchacho que en apariencia era débil, podía convertirse en un gran karateca, y eso al mismo tiempo, lo ayudaba a ser una mejor persona, con más seguridad y confianza en sí mismo.
Ralph Macchio no habrá sido un gran actor, pero por lo menos hizo un personaje que siempre recordare.
A destacar la buena química entre Morita y Macchio, en muchas escenas se ve una muy buena mancuerna donde a veces se aprecia tanta naturalidad entre ambos que no sabes cuando están actuando o de pronto están improvisando.
Realmente, el verdadero protagonista de The Karate Kid no es Daniel, sino el señor Miyagi, mucho más carismático y que encuentra en el chico la oportunidad de enseñar y redimirse de los errores de su pasado.
Miyagi tiene los momentos más férreos y divertidos, su fisionomía encaja en su personaje como una obra maestra de ingeniería, sus miradas “zen” son impresionantes, sus palabras llegan al alma.
En fin, Morita hace de Miyagi el MAESTRO con mayúsculas y define esta palabra:
Dicen que no existe mal estudiante sino mal maestro, un buen maestro se gana el interés y el respeto del alumno... y de Miyagi no solo se aprende sino que se confía a ciegas.
No malcría pero es un profesor cercano, protector, listo y noble.
En el caminar de la vida, yo también quería a un maestro como Miyagi.
El último plano congelado con el que se cierra The Karate Kid lo dice todo de ella y de lo que pretende transmitir, y lo hace bien, por cierto:
La última victoria no es la del alumno, sino la del maestro.
La felicidad del alumno tras la victoria en el torneo, contrasta con la mirada emocionada y orgullosa de su maestro que ve que su pupilo ha aprendido a luchar gane o pierda.
El triunfo de su aprendiz es la victoria de su Sensei.
Con el último plano queda claro quién es el verdadero protagonista de The Karate Kid.
The Karate Kid forma parte de un compendio de películas que nunca obtuvieron el sobresaliente por parte de la crítica pero que, años después, aquellos niños espectadores las convertimos en obra de culto.
Hablamos de 1984, un año vital para nuestra imaginación:
La historia interminable que cayó en remakes como muchas de su generación.
The Karate Kid marcó época y generó modas.
Pat Norita (Miyagi) y Ralph Macchio (Daniel), formaron una gran pareja cinematográfica, creíble y convincente como maestro y alumno.
Hay historias de las que es súper complicado hacer una selección de grandes momentos, simplemente, porque como piezas completas son una maravilla.
The Karate Kid es una aventura de crecimiento que sin pirotecnia de facilismos visuales se ha mantenido a través de los años como una fuente de íconos de cultura pop y como una historia sencilla que, sin la necesidad de explosiones, cautiva y rompe barreras del tiempo.
“Wax on... wax off”
The Karate Kid nos presenta una entretenida aventura sobre el valor de la amistad, sobre el contraste en la forma de pensar y obrar que existe entre el usar la violencia para agredir y lastimar, o sólo utilizarla en casos de extrema necesidad para defensa personal, sobre cómo el amor debe superar la diferencia de clases sociales, sobre el acoso escolar basado en la impunidad de quien obra amparado por la fuerza de una pandilla que exudan pus y mala fe por cada uno de sus infectados poros, sobre el buscar la forma de no bajar los brazos en la lucha por no dejarse pisotear por aquel con ínfulas de superioridad.
Pero lo más interesante de The Karate Kid es algo que se muestra sutilmente, y ello es que John G. Avildsen termina realizando un solapada crítica a la conducta agresiva y racista americana, la cual se puede ver en el líder de la pandilla de los "Cobras", el más terco de todos por ser el mayor y el que pregona con el mal ejemplo a ese grupo de jóvenes que se dejan llenar la cabeza con ideas destructivas, un veterano de la guerra de Vietnam que no disimula en nada su odio segregacionista hacia el oriental instructor que da clases al joven ítalo-americano.
Si tuviera que señalar cuál ha sido el atractivo principal que ha tenido The Karate Kid para mí, ese ha sido el de la rebeldía, porque pensemos lo que nos cuenta:
Una familia desestructurada del este de EEUU, de Nueva Jersey, de claro origen ítalo-americano que sin amistades de ningún tipo tienen que luchar en la jungla de California.
El protagonista se echa de amigo a un viejo japonés que es el técnico de mantenimiento de la urbanización y encima le encanta el soccer, en vez del béisbol.
¿Y contra quienes luchan?
Pues contra todos esos jóvenes de ojos azules y pelo rubio, capitaneados por un veterano de la Guerra de Vietnam, que odia a los asiáticos.
Es un choque evidente de culturas, donde el racismo está presente en todo momento.
En cuanto a los rumores de una posible relación homosexual entre Miyagi y Daniel, tengo que decir que si bien es cierto que resulta sospechoso que un viejo le regale a un adolescente un coche, y que pasen todos los días juntos con el rollo de los bonsáis, y es posible que después de los míticos:
¿No has pulido cera?
¿No has lijado suelo?
¿No has pintado valla?
Creo que si algo sucedió, es algo sutil y muy subliminal, ya eso sería una segunda lectura y aquí no quiero transmitir ese mensaje.
Por último, la banda sonora tiene un par de temas pegadizos y que además relacionan el contenido de sus letras con el carácter y los conceptos que vemos desde las imágenes que aparecen pantalla.
El más destacado según mi opinión es el tema de Bananarama "Cruel Summer"
“He taught him the secret to karate lies in the mind and heart.
Not in the hands”
La historia de The Karate Kid es de superación, de respeto hacia los demás, de saber agradecer cuando esto lo amerita, es de amor, es una enseñanza de vida, es saber apreciar todo lo que nos rodea y aprender que las cosas más importantes que esta vida nos da son gratis, y ahí están para que las tomemos, o simplemente no les demos importancia y las dejemos pasar ignorándolas por completo.
El secreto está en no ver The Karate Kid como una película de artes marciales, ya que el fondo es mucho más importante que las peleas:
La relación paterno-filial entre un anciano sin familia y un chico sin padre, el pequeño romance entre éste joven de estatus medio con la bella y acaudalada Elizabeth Shue, ciertas escenas inolvidables como la mítica patada de la grulla o los amaneceres en la playa y el mensaje:
“En la vida, por fuerte que sea la caída, hay que hacer todo lo posible por levantarse”
Por todo esto, hicieron de The Karate Kid un film que, sin ser ni mucho menos una gran película, marcó a toda una generación.

“Fighting always last answer to problem”


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