Π

“There will be no order, only chaos”

Todo el universo está regido por las leyes matemáticas:
Desde el más ínfimo átomo, a la órbita de los planetas.
Ocultas, leyes y proporciones que el hombre sólo puede vislumbrar.
Nuestra existencia, está llena de números que regulan nuestras vidas, sin nosotros saberlo:
Las espirales, el crecimiento del pelo, las proporciones áureas, todo son matemáticas.
¿Existe acaso un plan maestro?
¿Un orden dentro de todo este caos que es la vida?
¿Se puede llegar a entender, sin volverte loco?
Π (Pi), es la relación entre la longitud de una circunferencia, y su diámetro, en geometría euclidiana.
Es un número irracional, y una de las constantes matemáticas más importantes.
Se emplea frecuentemente en matemáticas, física, e ingeniería.
El valor numérico de π, truncado a sus primeras cifras, es el siguiente:
3,14159265358979323846…
El valor de π, se ha obtenido con diversas aproximaciones a lo largo de la historia, siendo una de las constantes matemáticas que más aparece en las ecuaciones de la física, junto con el número e.
Cabe destacar, que el cociente entre la longitud de cualquier circunferencia, y la de su diámetro, no es constante en geometrías no euclídeas.
Cosa curiosa, Pi puede encontrarse por todas partes:
En la astronomía, en la física, en la luz, en el sonido, en el suelo...
Algunos cálculos advierten, que tendría más de 51 mil millones de dígitos, pero hasta el momento, no se ha detectado un patrón discernible que surja de sus números.
De hecho, la primera sucesión 123456789, aparece recién, cerca de los 500 millones de dígitos en la proporción.
La búsqueda del mayor número de decimales del número π, ha supuesto un esfuerzo constante de numerosos científicos, a lo largo de la historia.
Una de las referencias indirectas más antiguas del valor aproximado de π, se puede encontrar en un versículo de La Biblia:
“Hizo fundir asimismo, un mar de 10 codos de un lado al otro, perfectamente redondo.
Tenía 5 codos de altura, y a su alrededor, un cordón de 30 codos” de I Reyes 7:23-24.
Una cita similar, se puede encontrar en Segundo Libro de Las Crónicas.
En él aparece en una lista de requerimientos para la construcción del Gran Templo de Salomón, construido sobre el 950 a.C., que dice:
“También hizo un mar de metal fundido, el cual tenía 10 codos de un borde al otro, enteramente redondo; su altura era de 5 codos, y un cordón de 30 codos de largo lo ceñía alrededor”, de II Crónicas 4:2.
Ambas citas, dan 3 como valor de π, lo que supone una notable pérdida de precisión, respecto de las estimaciones egipcia y mesopotámica.
Y es que los hebreos, consideran al número Pi, como “el número de Dios”, pues los estudiantes de La Torá consideran los 216, es decir 6x6x6, primeros decimales, como representación del verdadero “nombre de Dios”
En La Biblia, hebrea y cristiana, “el nombre de Dios” aparece en el capítulo 3 y versículo 14, del Libro del Éxodo.
La tradición del judaísmo ortodoxo, por su parte, sostiene que cada carta de La Torá, los primeros 5 libros de La Biblia hebrea, fue dictada directamente por Dios a Moisés, en una sucesión precisa, e infalible.
Los hebreos antiguos, usaron el alfabeto también como sistema numérico, así a cada letra le corresponde un número, lo que convierte a La Torá entera, en una gran sucesión de números.
A lo largo del tiempo, muchos han realizado diferentes acercamientos a estos libros considerados “sagrados”
Obviamente lo hicieron los estudiosos religiosos, pero también los científicos matemáticos.
Para la religión judía, “el nombre de Dios” es impronunciable, su nombre real es una sucesión de 216 cifras divididas en 4 columnas, si a cada cifra le asignas una letra, obtienes el “Tetragrammaton”
Las 4 primeras letras son “YHVH”, lo que dio origen a las palabras “Jehová” y “Yahvé”, para referirse a Dios.
Así pues, el Dios hebreo, no es un señor con barba, o un ojo en el cielo, es un número.
Interesante; pues la cábala, es el estudio de los designios divinos, a través de los números, incluso hay programas de ordenador, que buscan significados ocultos en La Torá.
En la festividad del Yom Kipur, el rabino entra en el templo, y enumera 3 veces todas las cifras que forman “el nombre de Dios”
¿Dios existe, y es un número?
Así las cosas:
Las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza.
Todo lo que nos rodea, se puede representar y entender mediante números.
Si se hace un gráfico con los números de un sistema, se forman modelos.
Estos modelos, están por todas partes en la naturaleza.
Prueba de ello lo encontramos en el ciclo de las epidemias, el aumento y disminución del número de caribús, el ciclo de las manchas solares, las crecidas del Nilo, ¿y La Bolsa de Valores?
¿Y entonces?
Azar, fe, creencias, ciencia, métodos… y siempre un misterio último sin resolver…
¿El hallazgo de patrones, será la respuesta?
Tal vez, por eso, los pitagóricos amaban la forma/patrón espiral… porque ella está por todas partes en la naturaleza:
En los caracoles, en los cuernos del carnero, en las volutas de humo, en la leche sobre el café, en la cara de un girasol, en las huellas digitales, en el ADN, y en la Vía Láctea.
“Hold on.
You have to slow down.
You're losing it.
You have to take a breath.
Listen to yourself”
Π es una película de ciencia ficción, del año 1998, escrita y dirigida por Darren Aronofsky.
Protagonizada por Sean Gullette, Mark Margolis, Ben Shenkman, Pamela Hart, Stephen Pearlman, Samia Shoaib, Ajay Naidu, Kristyn Mae-Anne Lao, Lauren Fox, entre otros.
Con solo $60 mil de presupuesto, que el director obtuvo en su mayoría de préstamos de $100 de sus amigos; y a los 29 años, Aronofsky cosechó sus primeras loas con este “thriller psicológico”, debutando en lo que anticiparía los grandes temas de su filmografía futura; y lo realizó en formato de 16mm, en blanco y negro, que sacudió uno de los foros de cine experimental, más apreciados en el mundo:
El Festival de Cine de Sundance; siendo la demostración, de que con recursos limitados, pero con imaginación y talento, se puede levantar un proyecto trascendente.
El Gran Jurado le otorgó el premio como La Mejor Película de ese mismo año, y gracias a ese éxito, se sentaron las bases, para que la productora Artisan Entertainment se forjase una fama, que le permitió después, patrocinar una película extraña, obra de culto del terror, y atrevidamente innovadora, que aún divide los gustos de los cinéfilos:
“The Blair Witch Project (1999)
Pero Π es una obra maestra, difícil de clasificar, pues podría ser descrita como una película experimental de ciencia ficción, mezclada con novela negra, y cargada de elementos de crítica social, y filosófica; mezclados en el crisol del drama psicológico, estos elementos, producen una tragedia surrealista de contenido extraño y fascinante.
Π sigue a Maximillian “Max” Cohen (Sean Gullette), un brillante matemático que está a punto de dar con el descubrimiento más importante de su vida:
La decodificación del sistema numérico que rige el aparente caos del mercado bursátil.
Pero primero, ha de encontrar el valor del número Π (Pi)
Mientras se acerca a la verdad, y afectado periódicamente por unas brutales jaquecas, Max es acosado por una agresiva firma de Wall Street, y una secta judía, que pretende descifrar los secretos ocultos tras los textos sagrados.
Todos ansían apropiarse del inminente hallazgo de Max.
Como le explica su amigo, Sol Robeson (Mark Margolis), cuando uno se obsesiona con una idea, comienza a descubrir pistas de ella en todos lados.
Y debido al cuadro de alucinaciones, extrema ansiedad, y rasgos paranoides, las crisis de Max, dan a pensar que se trata de una teoría elaborada por una mente perturbada.
Los matones de Wall Street, la persecución de los judíos religiosos, el acoso de los vecinos... todo puede interpretarse como “síntomas de una mente al borde de la locura”
Π es un filme, oscuro y truculento, pone de manifiesto el conformismo humano, a la hora de intentar descifrar el sentido de nuestra propia existencia.
El esquizofrénico y atormentado protagonista, vive exclusivamente para las matemáticas, centrando estas, en el origen de toda materia.
Sus fehacientes investigaciones sobre él número Pi, le enrolan en una truculenta conspiración, en donde no se aprecia salida alguna.
Π, es una carta de presentación del director en el estilo e intensidad, que el resto de sus películas tendrían en el futuro.
Buscando imposibles, y destruyendo a sus protagonistas, en pos de que su mirada final sea de alivio y orgullo, a pesar de haberlo perdido todo en el camino.
Ciertamente, Π no es para cualquiera, y dudo que alguien pueda demostrar a ciencia cierta, si todas las elaboraciones matemáticas que muestra, son reales, o son una sana de la inteligencia construida.
“When your mind becomes obsessed with anything, you will filter everything else out and find that thing everywhere”
Π es el filme de culto que puso al nombre de Darren Aronofsky, entre la lista de genios del cine.
Generalmente, esas calificaciones suelen ser apresuradas, y se necesita una sólida carrera artística, para demostrar que un éxito de crítica, no ha sido un golpe de suerte o inspiración pasajero.
Pero a su vez, Π es una obra excesivamente alabada por sus cualidades formales:
Ambientación, estética, clima, actuaciones, pero no por sus verdaderos quilates, que son intelectuales.
Aunque el presupuesto fue bajísimo, el director fue capaz de crear una atmósfera asfixiante y enfermiza, mostrando con todo realismo, la enfermedad mental del protagonista, pero manteniendo en todo momento, un alto grado de dignificación de esta.
La cadencia de cámaras, y la filmación al completo de esta en blanco y negro, granulado, dan una sensación de ser más un corto, o medio metraje, que un largometraje, destacando, en gran medida, el impresionante juego de cámara que realiza
Pero dejando de lado si Aronofsky es original, un brillante mentiroso, o un simple reciclador de teorías intelectuales, que siempre existieron, y ahora las pone a la luz del público, lo cierto es que Π es un experimento que funciona a base de pura inteligencia:
Es ciencia ficción intelectual, basada en la creencia que existe un universo paralelo al nuestro, las matemáticas, que permiten explicar todo lo que sucede ahora, y a futuro.
Lo único que se precisa, es encontrar la matriz universal que rige a todas las cosas.
Con ese enfoque, lo que propone Aronofsky, es un “thriller” matemático.
Lenta pero constantemente empieza a volcarnos ideas y teorías, y las hace de manera que uno vaya digiriendo los conceptos.
No importa si entendemos todas las tesis matemáticas que se explican; lo que importa es que tengamos las nociones básicas de lo que está sucediendo en la trama.
Definitivamente, Π no es una película para cualquiera; pues requiere nuestra atención y nuestro poder de deducción.
Más allá de que el patrón matemático pueda ser o no, la esencia del comportamiento del universo, y la llave de acceso a Dios, Aronofsky lo condimenta con la inestable condición mental del protagonista, con lo cual, no sabemos si su descubrimiento es verdad, o una simple fantasía paranoica.
Conocemos hoy a Aronofsky, por otras magníficas películas como:
“Requiem For A Dream” (2000), “The Wrestler” (2008), y “Black Swan” (2010), que tienen la virtud de reflejar la vida de seres atormentados por sus sueños e ideales.
Y Π cumple con 3 actos, que las películas de Aronofsky comparten:
La presentación de un personaje dañado con obsesiones nocivas, el tortuoso camino para conseguirlas, y el momento en que “las alcanzan”, destruyéndose con ellas.
Así vemos a Maximillian Cohen, un matemático muy reservado, bastante paranoico, y aquejado de fuertes migrañas, quien cree que toda la naturaleza puede ser representada mediante números.
Max pretende descubrir, el modelo matemático de la bolsa de valores, a través de cálculos, y programas propios que introduce con su ordenador “Euclides”, llamado en honor al matemático y geómetra griego, conocido como “El Padre de La Geometría”
Después de una inspiración provocada por la cábala, que le enseñan un grupo de místicos judíos, Maximillian crea un programa, con el que consigue unas pocas predicciones impresas en un papel, pero a costa de fundir el ordenador y los datos, debido a un “bug” o “error de software”, que hace que aparezca un número de 216 dígitos, después de las predicciones.
Y decide tirar el papel de las predicciones, y el “bug”, pensando que se trataba de un fallo en el programa…
Más tarde, su mentor, que estudiaba el número Pi, le cuenta que él también había sufrido varios “bugs” en su estudio, y que aparentaba haber detrás, algo más que un simple “error de software”
A partir de ese momento, Maximillian se ve envuelto en una persecución:
Por una parte, una empresa que consigue el papel con las predicciones, que han resultado muy exactas; y el grupo de judíos estudiantes de La Torá, que quieren el número de 216 dígitos, ya que representa “el verdadero nombre de Dios”, que se perdió en la destrucción del Segundo Templo de Salomón.
Cuando Max consigue descifrar la relación, entre los números de la serie que aparece en la pantalla del ordenador ha encontrado, según el rabí Cohen (Stephen Pearlman), se trata del “nombre de Dios”, “el secreto de la creación”
Sin embargo, una vez que ha llegado tan lejos, decide destruir su conocimiento, taladrándose el cerebro…
Y todo termina, cuando Jeena (Kristyn Mae-Anne Lao), la niña oriental, le pregunta a Max, el resultado de 748/238.
El resultado, que Max dice desconocer, es:
3.1428, una buena aproximación a Pi.
Pero el final es abierto:
El espectador, puede deducir lo que desee.
Se puede interpretar, que Max se ha practicado una lobotomía casera, y por fin ha acallado las voces de su interior, como Ícaro, que se ha acercado tanto a la verdad, que se ha quemado; o bien, que Max realmente ha accedido a otra dimensión, tras su contacto con Dios, y ahora vive en una réplica del mundo actual; el brillo excesivo del cielo, da que pensar de que Max se encuentra en una especie de “realidad virtual”
En todo caso, elaborar una conclusión adecuada, para una historia tan intrincada, es imposible, y es preferible dejarlo en el terreno de la incógnita.
De todas formas, en este caso, la obsesión juega con la delgada línea del misticismo, y las patologías que el protagonista acarrea.
Del reparto, Sean Gullette, interpreta de manera muy convincente, a este triste y solitario ser de vida social nula, pero con ganas de sobra, por encontrar la verdad detrás de los interrogantes de la vida diaria, interrogantes que jamás tendrán una respuesta concreta.
Es un hombre solitario, atormentado por cefaleas desde niño, y que toma innumerables píldoras para reducir sus martirios.
Su sistema es completamente pitagórico, y asume que las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza; que todo lo que rodea al hombre, puede ser representado, y entendido según el lenguaje de las matemáticas; y si se grafica cualquier fenómeno, surgen claves que permiten afirmar, que hay una regularidad en la naturaleza.
En Π, la pasión del protagonista por los números, le hace tener un contacto erótico con su máquina, que incluso tiene nombre y parece hablarle, al punto que, en su perversión sexual, prefiere el trato con cables y chips, al de su simpática vecina hindú, quien estaría dispuesta a ofrecerle una revisión exhaustiva de su “hardware” sin mayores problemas.
Pero cada vez que se encuentra cerca de la solución, su mente se resiste, se ciega, y como ha hecho de su vida, un universo cerrado, controlable, manejable, y predecible, la migraña no sólo lo ataca a él, sino a todo lo que le rodea.
La migraña, es la resistencia del cuerpo, y la realidad a dejarse controlar por esquemas numéricos, en donde la imaginación no tendría lugar.
Lamentablemente, Max prefiere las máquinas, y las relaciones numéricas, que a las personas, ni siquiera da uso a su habilidad para procurarse una vida mejor, fuera del Barrio Chino neoyorkino.
Se comporta en lo cotidiano, como si odiara la vida, por no ajustarse del todo, a la exactitud de los cálculos que pueden hacerse a través de una máquina.
Como una curiosidad, el número que él busca de 216 dígitos, en Π no aparece, pues lo que se muestra, es una imagen de 218 dígitos.
Su alter ego “Euclides” se quema al tratar de encontrar una secuencia de números relacionados con “un patrón” de los movimientos de La Bolsa.
Sus estudios, no pasan inadvertidos para un grupo de ambiciosos corredores, que sin ningún freno moral, buscan su beneficio, y lo acosan para que les proporcione datos para controlar el mercado.
Otro grupo, esta vez de judíos fundamentalistas de la secta hasídica, lo trata de contactar, con el fin de que les ayude en sus elucubraciones, y pesquisa del “verdadero nombre de Dios”, que los situaría a un paso del “Paraíso Perdido”
Max accede a ayudar a ambas hordas en su búsqueda, pero padece de horribles imágenes de pesadilla, relacionadas con su soledad y su niñez aislada de genio matemático.
En el extremo de su sufrimiento, persigue el rastro de sangre de uno de sus fantasmas alucinados, proyección de su propia locura, que le lleva a contactar con un repulsivo cerebro sin cuerpo, que late como un horrendo molusco en los estertores de la muerte.
Ese cerebro sin cuerpo, es él mismo.
La pesadilla de nuestro atribulado héroe se complica…
Parece ser que el mismo número que representa a Dios, no sólo controla la bolsa, sino que crea huracanes, conforma las espirales de las conchas de mar, se encuentra en los dibujos de Da Vinci, plasmados en región aúrea, y es la chispa que despertaría la inteligencia artificial de las máquinas.
Sus “compañeros” judíos, que se han portado aparentemente decentes, llegan a espetarle finalmente en su cara, que no es puro, y que es sólo el recipiente de un nombre santo, dirigido a personas santas.
El fin justifica los medios, y él debe obedecer sin reparar en la justeza, o injusticia de esos que se consideren “seres humanos más puros que otros”, exactamente como lo hicieron los nazis en La Segunda Guerra Mundial, cuando eliminaron por impuros, a 6 millones de judíos.
Todas las “revelaciones”, bien pueden categorizarse como “síntomas de una enfermedad”, o bien, como el alcance de un conocimiento, más allá de lo que el ser humano puede entender.
Desde lo formal, Aronofsky usa el montaje, el “voice over”, y la música, para jugar con un narrador poco confiable.
La verdadera valía de Π, es la capacidad de mantenernos al tanto de la paranoia de Max Cohen, al brindarnos pequeñas, pero muy valiosas lecturas pseudo filosóficas, que terminaran por fascinarnos, y adentrarnos en esta red de pesimismo existencialista, y conspiraciones corporativo-religiosas.
Si hay algo que reprocharle a Aronofsky, es que la historia se acelera súbitamente, al momento de que Max descubre el número secreto, y comienzan las persecuciones de todo tipo; es como si Π entrara a repetir los clichés más usuales del género de conspiraciones…
Pero es un detalle menor; es una muestra de talento brillante, tanto en lo argumental, como en la ejecución.
Aronofsky, pareciera querer decirnos, que no estamos hechos, los seres humanos, para mirar al astro rey, ni a la verdad de frente, a riesgo de quedar ciegos en forma permanente.
También quizás sea, en el fondo, una crítica a quienes abogan por el determinismo absoluto y la racionalidad pura, negando sus afectos, pero también conceptos como libertad, contingencia, libre albedrío, indeterminación, azar, e inconsciente.
Definitivamente, Π es un film que merece ser visto; pues desde lo formal, el director no tenía permisos para rodar en ninguno de los exteriores; por lo que siempre tenía que haber alguien vigilando, para interrumpir el rodaje si llegaba la policía.
Y aquí se exponen las opiniones sobre las matemáticas y la física, que han mantenido los filósofos, a lo largo de la historia del pensamiento:
Pitágoras, Platón, Aristóteles, Galileo, Descartes, Newton, Hume, Kant, Nietzsche...
“La Teoría del Caos” que podría definirse, en forma demasiado simple como el estudio de sistemas complejos, siempre cambiantes.
Los resultados que consideramos “impredecibles”, ocurrirán en sistemas que son sensibles a los cambios pequeños, en sus condiciones iniciales.
El ejemplo más común, es conocido como “El Efecto de Mariposa”
La teoría supone, que el batir de alas de una mariposa en China, durante un determinado periodo, podría causar cambios atmosféricos imperceptibles en el clima de New York.
Aparte del mercado accionario, “La Teoría del Caos” puede usarse para modelar otros sistemas muy complejos, como la dinámica de las poblaciones, los brotes epidémicos, las palpitaciones arrítmicas del corazón…
Al aplicarla, es posible descubrir que, incluso algo que en apariencia parece tan azaroso, como el goteo de una canilla, tiene un cierto patrón.
Pues de eso se trata Π, de una carrera loca, y casi suicida, tras las huellas de los patrones que aquí y allá pueblan la vida, o la dejan ser…
Como dato, el número que Max escribe a mano, que sí tiene 216 dígitos, diferente al que sale en la pantalla de la computadora, que es 218; en el papel en el que lo escribe, contiene la frase “Only God is Perfect”, al final de la página.
Y es que Π viene cargada de simbología:
El cuadrado, simboliza la armonía, ya que está basado en la proporción aúrea.
El círculo, evoca perfección y orden.
En contrapartida con las 2 formas geométricas anteriores, la espiral se asocia a lo cíclico, representa el proceso de volver al mismo punto, una y otra vez, eso es justamente lo que hace el protagonista.
Todo sugiere, que hay una estrecha conexión, entre orden y caos.
En varias ocasiones, también aparece una hormiga, símbolo del trabajo duro y el orden metódico.
En las 2 primeras ocasiones, mata a la hormiga, pero a la tercera no la mata, y es cuando empieza a vislumbrar el significado de Pi, completando la metáfora.
Ojo con el bicho que hace que el procesador del protagonista falle, ya que generalmente, a las fallas informáticas se les llama “Bug”, porque los primeros fallos se debieron a “bichos que quemaban los componentes de tubos de los primeros computadores”
Notable, solo para informáticos.
Otro signo que ayuda al espectador, a descifrar el acercamiento a la solución, es la presencia de la razón aúrea, cada vez más frecuente, y cada vez más cercana a Max:
Al principio, está sólo en papel, pero cada vez está más cerca de Max, hasta la composición del plano, está compuesto por rectángulos, y cada vez se le re encuadra más dentro del rectángulo, incluso su propio ordenador se compone de rectángulos.
Los 216 dígitos, se observa, 6 x 6 x 6 = 216; por lo que podríamos decir también que el número 666, es el número de “La Bestia”
Y es por ello que aquí aparecen en escena, 2 sectores de la sociedad, con interés en poseer en exclusiva, esta dichosa serie numérica:
Por un lado, los poderes religiosos, representados por los miembros de una secta judía, que ven en este conocimiento, el medio para alcanzar a Dios; y por otro lado, los poderes económicos, representados por un grupo de financieros de Wall Street, que necesitan el número para asegurar sus ganancias.
En cierta manera, la posesión del número, representa obtener el poder absoluto, tanto a nivel espiritual como material.
Lo que en mística sería “conocer a Dios”; en ciencia sería, poder predecir resultados de fenómenos caóticos, que es lo más parecido a la “omnisciencia divina”
La ciencia y la religión, se enlazan por medio de un actante, el místico judío, Lenny Meyer (Ben Shenkman), que intenta atraer a Max, un personaje activo, a su campo, y desviarle de su principal objetivo.
Otro conjunto de antagonistas que intervienen, son los empresarios de Wall Street, liderados por Marcy Dawson (Pamela Hart)
Marcy, también intenta desviar a Max de su verdadero fin, y actúa como presión sobre Max.
La presión de ambos personajes, desencadena el descenso a la trepidante locura del protagonista.
Su paranoia aumenta con la muerte de su amigo y guía, Sol; que personifica la verdad platónica, y el sol es mencionado en varias ocasiones por la voz diegética interior del protagonista:
“Cuando era pequeño, mi madre siempre me decía que no mirara al sol, pero a los 6 años lo hice”
El sol y la luz, siempre han sido símbolo de verdad, y cada vez que Max cae en un brote esquizofrénico, la pantalla de vuelve blanca durante 6 segundos.
El blanco representa la luz, y la luz simboliza la verdad.
Otro momento en el que se nos acerca a la mente de Max, es en una de sus conversaciones con su preceptor Sol, un anciano matemático que abandonó sus investigaciones tras sufrir un infarto.
Éste emplea la metáfora del tablero de Go, como un microcosmos en el que las posibilidades son infinitas, impidiendo la existencia de una forma de saber qué es lo que va a ocurrir, pero Max lo refuta con una verdad como un templo:
Según la partida va avanzando, las posibilidades se van reduciendo, a la vez que aumentan las posibilidades de conjeturar los siguientes movimientos.
Como un Ícaro moderno, Max termina quemándose, al acercarse demasiado a su sol particular, el conocimiento absoluto de las leyes que rigen el universo, a pesar de ser advertido por diversos caminos:
Sol le insta a descansar, aunque en el fondo lo que quiere es que abandone, pues prevé que pueda ocurrirle lo mismo que a él, o algo peor; poniéndole de ejemplo la famosa anécdota de Arquímedes, que hizo uno de sus mayores descubrimientos mientras tomaba un baño.
El continuo recuerdo de un accidente que tuvo de niño, al mirar al sol directamente, algo que Max, sobrepasado ya el punto de no retorno, interpretará a posteriori, como un encuentro total con el conocimiento, de hecho, lo que le dice a los cabalistas es:
“Aquella vez vi a Dios”
Un terrible sueño, que se desarrolla en la estación de metro, en el que cada vez que pincha un cerebro con el bolígrafo, cada vez que se aproxima a la cima del conocimiento, un tren se acerca para atropellarle.
Max, hará caso omiso de todo esto, y sólo al final, tras atravesarse la cabeza con un taladrado, y el posterior fundido a negro, en ese brillante epílogo en el banco del parque, que puede entenderse como un símbolo de la derrota de Max, se dará cuenta de que está equivocado, o más correctamente, que hay cosas que tal vez no está destinado a conocer, pues cuando Jenna le pregunte el resultado de una división, jugando con su calculadora, lo único que podrá responder, pensando en otra cosa, con la mirada perdida en la caótica red de las hojas que pueblan uno de los árboles del parque, es que no sabe la respuesta…
Darren Aronofsky, no miente cuando dice que la estrella de Π, son las ideas.
Pi, no es sino un replanteamiento de los eternos problemas que ocupan al hombre, desde que tiene conocimiento de sí mismo.
Probablemente, ninguno de nosotros estemos destinados a conocer aquello que Max busca, y que acabó con su cordura, y con su vida.
Y sin embargo, eso no significa necesariamente que no exista.
Simplemente, puede ocurrir que sea demasiado complejo, para que nosotros podamos entenderlo, pero está ahí, esperando que algún día, alguien lo descubra.
Como dato, el fotógrafo que Max persigue en el metro, es Clint Mansell, el autor de la banda sonora; quien colabora con 3 temas.
“When I was a little kid, my mother told me not to stare into the sun, so when I was six I did...”
¿Está la felicidad, en la ignorancia?
¿Importa conocer la verdad, y dedicarse enconadamente a su búsqueda, o es suficiente con, simplemente observar, y maravillarnos del mundo que nos rodea?
La Lógica de Borde, liminar como diría Barthes, atraviesa todo Π, y nos habla de distintas significaciones posibles, que coexisten a un tiempo, y muestran al espectador, que la realidad no tiene una sola cara.
Pitágoras pensaba, que había descubierto la clave del enigma del universo, al observar lo que él pensó, era una armonía de la naturaleza, con las razones numéricas.
De hecho el número Pi, ocasionó graves trastornos a su concepción del mundo, y obligó a su escuela, a ocultar su descubrimiento ante su tiempo, temiendo que se generaran conclusiones adversas a su filosofía.
El nombre de su monstruo de cables de nombre, Euclides, sugiere la obsesividad del protagonista, ocupado en cierto tipo de investigación matemática, que realmente existe, y ha tenido sus mayores éxitos, en fenómenos más o menos simples, pero que no ha podido extender sus conclusiones sobre el llamado “Efecto Mariposa”, más allá de la especulación imprudente.
Π, hecha poco antes de las computadoras, tal  y cómo ahora las conocemos, nos muestra un enorme, y complicado artefacto, que quizá hoy sería substituible por una MacBook Pro.
La búsqueda de orden en la naturaleza, ha sido una de las pretensiones más apremiantes del hombre, ante eso que Lacan denominó con el registro de lo real, y que en la filosofía tiene un nombre propio, concebido por el genial filósofo de Koënisberg, Inmmanuel Kant, como:
El nóumeno.
La búsqueda de un orden de las cosas, es una tendencia de buscar regularidades en la naturaleza, que adoptará la forma de la mathesis, en el siglo XVI, y que reducirá las cosas a una medida, o a una fórmula que da cuenta de lo complejo, a través de una síntesis que puede transmitirse en forma sencilla.
Paralelamente a estas investigaciones, se crearán los diccionarios, conjuntos de representaciones que pueden ser correlacionadas entre sí.
El hombre habla, clasifica, intercambia, tratando de encontrar una coherencia perfecta a su mundo.
El lenguaje, se convertirá en un medio de análisis, que constituye diversos discursos, según reglas, y cuya función es establecer un orden sucesivo en la simultaneidad de la experiencia.
La pretensión sería, establecer una gramática general independiente de toda historia, y de toda lengua, nos dice Foucault en “Las Palabras y Las Cosas”, un “estudio del orden verbal en su relación con la simultaneidad, que está encargada de representar”
El fundamento de todas las proposiciones, se basa en un verbo:
Ser.
En torno a él, ¾ también nos señala Foucault, ¾ se articularán las cosas por nombre y adjetivo, formando un “cuadrilátero del lenguaje”:
Proposición, articulación, designación, y derivación; cuyo fin es, “atribuir un ser a las cosas, y nombrar su ser, en este nombre”
El orden en la naturaleza, y el orden en las riquezas, tendrán luego para la experiencia clásica, el mismo modo de ser, que el orden de las representaciones, tal como es manifestado por las palabras; y además, las palabras formarán un sistema de signos privilegiado, que intentará hacer aparecer el orden de las cosas, para que la historia  natural, si está bien hecha, y para que la moneda, si está bien regulada, funcionen a la manera del lenguaje.
Lo que el álgebra es con respecto de la mathesis, lo son los signos y, en particular, las palabras, con respecto a la taxonomía:
Constitución y manifestación, evidente del orden de las cosas.
Pero precisamente, la incapacidad del hombre para pronosticar en forma exacta los acontecimientos, y dar cuenta exacta del mundo que le rodea, conduce a una crisis de la representación.
Así, la cultura europea desplazará su interés de las identidades, a fuerzas ocultas, referidas a una determinada sustancia que atenderá a razones como el origen, la causalidad, y la historia.
Se constituirán 3 modos de saber, que fundan a su vez, 3 disciplinas:
La biología, la economía fundada sobre la producción, y la filología.
Términos como “posibilidades del Ser”, son reemplazados por:
“Condiciones  de vida”
Toda esta historia de la búsqueda de un saber, es la que funda nuestra modernidad, y el enfoque empírico de las ciencias, tal y como lo conocemos de la manera más positivista y tradicional.
El problema en el fondo, es la determinación de, si todos los fenómenos del mundo, están concatenados, o algunas cosas suceden al azar, problema que atormenta a científicos y filósofos, desde Pitágoras hasta Heisenberg.
Lo cierto es que el determinismo absoluto, se encuentra en crisis en la ciencia, la filosofía, y las ciencias sociales desde hace tiempo, pero la ideología en contra del azar, está muy presente en la vida cotidiana, en dónde nosotros, los hombres sencillos, nos queremos saber cobijados por un orden creado y sostenido por un Dios justo, equilibrado, un buen padre que nos cuide, frente a las adversidades de la vida.
Una creencia que está presente en todos nosotros, querámoslo o no, pues hasta el más ateo reza en, o le nombra en momentos de enfermedad, dolor, o tribulaciones.
Darren Aronofsky, ayudado por la interpretación de Sean Gullette, consigue en Π, un retrato cercano a la representación de la violencia psíquica, y que plantea la no por sabida menos interesante teoría de la pérdida de conocimiento, la estulticia casi, como método para alcanzar, si bien no la perfección, sí la felicidad.
Por cierto:
3,1415926535... es un número tan infinito e irracional, como la imaginación del hombre.

“There are patterns everywhere in nature”



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