Zoolander

“3% Body Fat.
1% Brain Activity”

Es un hecho que la cadena de TV, MTV, llegó para quedarse; y en los años de 1980, marcó una época, en los '90 era líder, y en el 2000, es un penoso espectro de lo que alguna vez fue…
Pero su legado estético y videoclipero, quedó para la posteridad.
Luego vino VH1, conocido como VH-1: Video Hits One, desde 1985 hasta 1994, un canal de televisión por cable, de origen estadounidense, basado en La Ciudad de New York, y propietario de MTV.
Tanto VH1, y su canal hermano, MTV, actualmente forman parte de MTV Networks, una división de su matriz corporativa, Viacom.
VH1, se lanzó al mercado de producir películas, todas las cuales tienen en común, ser productos de cierta estética videoclipera, sobre temas que interesan a su target objetivo, los adolescentes, tal y como la moda…
Así pues, en los últimos años, se ha vuelto cada vez más importante en el mundo del espectáculo, en los medios, y en la publicidad, centrarse en la belleza de la figura masculina “ideal”, rompiendo un poco el paradigma de que la moda es exclusivamente para el sector femenino.
Y es que los más famosos modelos masculinos, ganan de $200.000 a $500.000 al año; y la mayoría viven menos glamurosamente de trabajo de catálogo.
Las campañas publicitarias de fragancias y ropa de diseño exclusivo, son los negocios más lucrativos, en los que un modelo puede ganar entre $8.000 a $15.000 por sesiones de fotos para catálogos, que duran un día.
Solo en 1996, el modelo mejor pagado, al parecer, hizo $1 millón por año.
Así, los modelos masculinos de la categoría “High Fashion”, normalmente tienen un poco más de margen, y sus carreras profesionales de modelos, suelen durar un poco más que la de las mujeres.
Si bien debemos reconocer que el debate cada vez mayor, sobre los estándares de belleza de los hombres, y sus efectos personales negativos es fundamental, el auge reciente de la cosificación de los hombres, en los medios de comunicación, no equivale en forma directa, a la cosificación continua de las mujeres.
¿Qué hacen estos hombres, “modelos” con tanto dinero?
“I'm pretty sure there's a lot more to life than being really, really, ridiculously good looking.
And I plan on finding out what that is”
Zoolander es una comedia dirigida por Ben Stiller, en el año 2001.
Protagonizada por Ben Stiller, Owen Wilson, Milla Jovovich, Will Ferrell, Christine Taylor, David Duchovny, Jon Voight, Winona Ryder, James Marsden, Heidi Klum, Paris Hilton, Gwen Stefani, Christian Slater, Cuba Gooding Jr., Woodrow W. Asai, Tom Ford, Natalie Portman, Nathan Lee Graham, Lenny Kravitz, David Bowie, Lance Bass, Claudia Schiffer, Alexander Skarsgård, Justin Theroux, Jennifer Coolidge, Vince Vaughn, Gavin Rossdale, Victoria Beckham, Emma Bunton, Stephen Dorff, Sandra Bernhard, Billy Zane, Donald y Melania Trump, Emma Bunton, Steve Kmetko, Tommy Hilfiger, Anne Meara, Fabio Lanzoni, Maggie Rizer, Mark Ronson, Tyson Beckford, Fred Durst, Lil' Kim, Garry Shandling, Veronica Webb, Lukas Haas, Carmen Kass, Frankie Rayder, Karl Lagerfeld, Winona Ryder, Irina Pantaeva, Donatella Versace, entre otros.
El guión es de Drake Sather, Ben Stiller, y John Hamburg; el cual contiene elementos de un par de cortometrajes dirigidos por Russell Bates, escritos por Drake Sather y Stiller, para VH1 entre 1996 y 1997.
Los cortometrajes, y la propia película, Zoolander, cuentan con un modelo masculino llamado Derek Zoolander, que es la conjugación de los nombres del modelo holandés, Mark Vanderloo, y modelo estadounidense, Johnny Zander, el cual es interpretado por Stiller; así, bajo la falsa apariencia de humor grueso, Zoolander lanza una mirada rabiosamente critica al mundo de la moda, y todo lo que le rodea:
Prensa, admiradores, diseñadores, estándares de belleza, alimentación… todo aderezado con el mayor número de cameos vistos en películas recientes.
Derek Zoolander (Ben Stiller) ha sido el modelo masculino más cotizado durante los últimos 3 años.
La noche de la gala que premia lo mejor de la moda, podría suponer su 4ª corona, pero el galardón se lo lleva un nuevo modelo llamado Hansel (Owen Wilson)
Derek queda en entredicho, y como un idiota, y decide retirarse.
Sin embargo, un prestigioso diseñador, Jacobim Mugatu (Will Ferrer), le pide que desfile para él, con las oscuras intenciones de matar al Primer Ministro de Malasia (Woodrow W. Asai), ya que los diseñadores de moda, consiguen mano de obra barata, para producir sus telas con mano de obra esclava, y tratan de matar al Premier, para mantener los precios bajos de sus diseños.
Ahora, Derek, junto a Matilda Jeffries (Christine Taylor) una reportera del Times, deberán evitar que el asesinato se realice.
A lo largo del viaje personal, físico, y mental de Derek, hacia lo que supone y significa ser “el personaje que es”, encontraremos conspiraciones políticas, suspense, misterios, dramas familiares, intentos de homicidio… situaciones siempre aderezadas con tremendas dosis de ironía y carcajada.
Zoolander es una farsa sobre el mundo de la moda, y los modelos, sobre todo los masculinos, tan poco conocidos en la trastienda, con una sátira de personajes esquemáticos, voluntariosamente estereotipados, y configurados según la percepción general, y en muchos casos injusto, que de ellos se tiene.
Los gags, inciden en el desarrollo paródico de ese comentario social, sin olvidar los obligatorios momentos para la comedia física; en un film cargado de ironía y una crítica mordaz y despiadada del mundo de la moda masculina.
De hecho, los modelos quedan en muy mal lugar, dejándolos como personas con muy pocas luces, que solo sirven para hacer morritos y miraditas ante las cámaras.
Aquí habría mucho a discutir...
“It's that damn Hansel!
He's so hot right now!”
Zoolander, es una de las películas que, con mayor naturalidad, de forma más llevadera y mejor han sabido trabajar la labor crítica a través del humor, porque no hace falta hacer un drama intimista, ni un documental político, para hacerlo posible.
Según la trama, Malasia está feliz, porque acaban de elegir a un Primer Ministro, que promete eliminar políticas tales como salarios bajos, o trabajo infantil.
Un sindicato de “peces gordos”, vinculados al negocio de la moda, está que chirría los dientes, ya que para ellos, dichas “políticas humanitarias” son la quiebra inminente para la industria que representan.
Por tanto, arman un plan para que El Primer Ministro sea asesinado en su viaje a los Estados Unidos.
El elegido para la empresa, es un retirado y derrotado Derek Zoolander, un supermodelo, cuyo cerebro en algún minuto de su vida, se fue a comprar cigarrillos a la esquina, y nunca más volvió.
Zoolander, está en horas bajas, porque se hace viejo; y otro supermodelo más joven, está por reemplazarlo, ganando el premio que Zuie, quería para sí.
Para colmo, aparece una entrevista en la revista Time, que lo ridiculiza abiertamente, y para peor, sus amigos sufren el percance más idiota del mundo, y mueren.
Y decide, por ende, retirarse del mundo de la moda, y vuelve a la mina de carbón en donde trabaja su padre Larry (Jon Voight), quien no acepta que su hijo ande mostrando el paquete, en avisos de ropa interior, vestido de “sireno”
En medio de todo eso, recibe una oferta que no puede rehusar:
Trabajar para un exquisito diseñador de moda, que nunca lo había contratado.
Al mismo tiempo, la periodista del Time, comienza a investigar a este diseñador, y descubre cosas muy raras…
Como, por ejemplo, que sus modelos suelen morir jóvenes, y Katinka Ingabogovinanana (Milla Jovovich), la chica del diseñador, anda siempre metida en las cercanías.
¿Caerá acaso el buen Zoolander en la trampa que le están tendiendo los malignos conspiradores del “Fashion” Mundial?
En el fondo, que es lo más me interesa, en Zoolander, es una irónica crítica en clave de humor, aparentemente estúpido o facilón, hacia el mundo de la moda, y yo iría más allá, al mundo hollywoodense, y del “famoseo” barato en general, a las actitudes ridículas de endiosamiento, y la alabanza gratuita.
Es una sátira descarnada, y sin misericordia sobre el mundo de la moda masculina.
Derek Zoolander, es descrito como el cerebro hueco más superficial de toda La Tierra, que vive de la perfecta inconsciencia.
Su mejor enemigo, el modelo Hansel, busca la profundidad espiritual, pero lo hace en rituales tántricos “New Age”, de los cuales, la parte más interesante es, por supuesto, el sexo…
¿Cabía otra cosa?
Las situaciones tópicas descritas, son increíblemente ajustadas a lo que de verdad ocurre por allí, incluyendo el hecho de que un modelo no puede, por mucho que quiera, volver a sus raíces, porque su propia “huequedad” viaja consigo, y de ahí que después de sus retiros espirituales, vuelven tan imbéciles como salieron o peor.
Bajo su envoltorio descerebrado, Stiller se ríe, y denuncia a aquellos que permiten que haya semejantes atrocidades, como la esclavitud en la industria textil, a día de hoy.
Lo más divertido, es que hay una gran ironía en todo esto:
La crítica negativa de Zoolander, se queda en lo que precisamente critica, es decir, la superficialidad.
Y es que por primera vez, se enfoca una película sobre el mundo de los modelos, de forma absolutamente mordaz.
Y qué mejor manera de hacerlo, que poniéndolos en el más absoluto de los ridículos.
Así, Zoolander se ríe de todos los estereotipos de los modelos, aquí masculinos, pero que se pueden extrapolar a la mayoría de las top femeninas también:
Su vanidad, rivalidad, egocentrismo, armas de seducción innata, con un cerebro ínfimo; incultura, maniqueísmo, vulgaridad con tapadera de glamour...
Y Ben Stiller lleva toda esa ignorancia al extremo.
Para Derek, su única meta en la vida, es convertirse en una persona “top más guapa”, dejando de lado todo lo demás, aunque una idea aparece de su pequeño cerebro, y es que “quizás haya algo más que ser condenada y rematadamente guapo”
Cierto es que los recursos de que se sirve Zoolander son exagerados y magnificados, casi grotescos, esperpénticos, en los que sus personajes hacen gala del ridículo, para caricaturizarse en ocasiones, incluso a ellos mismos, pues poden ver una retahíla de cameos de famosos, casi en cada secuencia.
Lo curioso es, cómo el director, Ben Stiller, en forma de cameos, ha conseguido que entren en este juego de parodiar el mundo de la moda, personajes que antes, y ahora viven, o se rodean de ella, como:
Victoria Beckham, Tom Ford, Paris Hilton, Milla Jovovich, Claudia Schiffer, y Heidi Klum, que apoyan su esperpéntica visión de las pasarelas, o cantantes que se apegan a la moda, como Lenny Kravitz o David Bowie, entre otros.
Son secuencias desopilantes:
El “entrenamiento” en el spa; la revelación de la conjura de los modistos, con:
¿Sabes por qué mataron a Lincoln y Kennedy?
Las secuencias estilo “Garganta Profunda”; la orgía por compasión; la secuencia íntegra, del regreso de Zoolander a la mina…
Las “negociaciones” entre el villano villanísimo y Zoolander.
El duelo entre Zoolander y Hansel, con aparición estelar de David Bowie.
La secuencia en los Premios MTV del inicio; el “accidente” de los amigos de Zoolander; la escena donde Derek y Hansel se encuentran en un bar, una escena que hace referencia a la marca “Benetton”, pues se puede observar diferentes tipos de razas, a los lados de Hansel…
Como datos curiosos de la producción:
Ben Stiller y Christine Taylor están casados en la vida real, de hecho, en un momento de Zoolander, Stiller hace un guiño a su situación, al decir que “podría pasar con ella el resto de su vida”
Además, aparece la madre de Ben Stiller, como la mujer que protesta contra Mugatu en la alfombra roja de los premios de la moda, al inicio; y el padre de Stiller es el manager de Zoolander.
Zoolander es la 5ª de 8 películas en las que Stiller y Owen Wilson actúan juntos.
La marca “Derelicte”, es el nombre dado a la línea de moda diseñada por Mugatu, y es una parodia de una línea de moda real, creada por John Galliano en 2000; la cual es descrita por Mugatu en Zoolander, como “una moda, una forma de vida inspirada en los muy desamparados, los vagabundos, los putas de crack que hacen de esta maravillosa ciudad tan singular”
La línea de moda en Zoolander, consiste en ropa hecha de objetos cotidianos, que se pueden encontrar en las calles de New York; cosa que Galliano tomó de la ropa usada por los indigentes, como inspiración para una línea de moda de la vida real, en el año 2000.
Ya que Zoolander se estrenó el 28 de septiembre de 2001, alrededor de 2 semanas después de los ataques del 9/11 al World Trade Center, Stiller tomó la decisión ejecutiva, de eliminar digitalmente los fondos que originalmente contenían Las Torres Gemelas en el horizonte; y defendió su decisión diciendo que “él hizo lo que creía que era apropiado en el momento”
La controversia llegó al punto de que Zoolander está prohibida en Malasia, por las continuas referencias negativas a este país; ya que se representa como pobre y dependiente de los talleres clandestinos.
La Junta de Censura de Malasia consideró que “Zoolander es definitivamente no apta”; y también fue prohibida en la vecina Singapur, debido a “sensibilidades bilaterales, y el uso de drogas excesivo”
Pero fue posteriormente puesta a disposición en Singapur en 2006, con la clasificación “R”
De hecho, en los EEUU, Zoolander fue originalmente clasificada “R”, pero fue posteriormente re-clasificada “PG-13” en apelación por el contenido sexual, lenguaje profano, y referencias a drogas.
Mientras que en un comunicado desde Asia, todas las referencias al país de Malasia, se cambiaron a “Micronesia”, la subregión que Hansel confundió con Malasia, en un punto en la versión occidental.
Como dato, aún más curioso, al final, Derek Zoolander habla en correcto malayo…
En definitiva Zoolander no engaña a nadie, no va de proyecto interesante, pues se parodia a sí misma.
Y en el fondo, no se aleja mucho de nuestra cotidiana realidad.
Como esas indigestas galas, que nos propina la televisión pública, y las portadas de revista.
“I'm sorry that good-looking people like us made you throw up and feel bad about yourself”
¿Quién paga el precio por nuestra ropa?
¿Cuánto cuesta realmente, en términos humanos, sociales, laborales, de salud, y de ambiente, la ropa que se viste?
¿Hay realmente conciencia sobre la ética, en el ámbito de la moda?
Con incendios en las fábricas de Bangladesh, disturbios en Camboya, y las condiciones de los talleres clandestinos en los tugurios de China; que están más interesadas en el ahorro de costes, que en la seguridad, hablan por sí mismo.
El 24 de abril de 2013, ocurrió la tragedia del edificio Rana Plaza en Bangladesh, que resultó una divisoria de aguas, tras la cual, nadie puede seguir fingiendo que ignora lo que hay detrás de un vestido, sea de poco precio, o de la alta moda.
Esta fábrica, no contaba con equipos contra incendios, las salidas de emergencia estaban cerradas, y los empleados recibieron la orden de permanecer en su puesto, a pesar del humo.
En total, 1.129 personas murieron en el derrumbe del complejo de Dacca que albergaba 5 fábricas textiles, con miles de obreros al servicio de ropas occidentales de marcas varias.
Y es que los consumidores, ya se acostumbraron a la constante aparición de prendas coloridas que producen masivamente las llamadas cadenas de “moda rápida”
En lugar de lanzar líneas, sólo en el comienzo de cada temporada, firmas como Zara, de Inditex; o H&M, de Hennes & Mauritz, introducen nuevos estilos tan seguido, como cada 2 semanas.
El constante reabastecimiento, hace que los clientes curiosos por “la nueva moda” regresen por los productos, generalmente a un bajo precio.
Pero los defensores de los derechos de los trabajadores señalaron, que la moda rápida, tiene otro costo oscuro:
La demanda constante por el recambio de productos, podría poner en riesgo la vida de los trabajadores en países en desarrollo como Bangladesh, que sufrió 2 incendios fatales en fábricas de indumentaria en los últimos meses.
Así, todo lo bello que tiene la creatividad de la moda, se ve opacado por la ambición de algunos actores de la industria, que sólo buscan el beneficio económico, y alguien está pagando el precio por esto.
El problema en juego, es la dependencia del crecimiento de la industria, en un modelo de negocios que impulsa a algunas cadenas de moda, a presionar por los costos más bajos de fábricas subcontratadas, en países que ya tienen los costos de producción más bajos del mundo.
Para mantener sus contratos, las compañías podrían estar poniendo sus preocupaciones operativas, por sobre las de seguridad.
“Si no tienen las prendas a tiempo para los consumidores, con la calidad, y las especificaciones que ellos quieren, la gente cambiará por otro competidor”, afirma Richard Locke, profesor de la Sloan School of Management en el Massachusetts Institute of Technology, a quien la investigación de las cadenas de suministros, lo llevó por fábricas de todo el globo.
En el reporte de responsabilidad corporativa de Nike, de 2010, la compañía señaló que “solicitarles a las compañías fabricar muchos estilos, es una de las mejores formas de contribuir a las horas extra”
Y Locke asegura que, cuando no se toman los descansos necesarios, ocurren accidentes.
Cambiar rápidamente de pedidos, agrega más presión.
Crecientes salarios y la inflación en China, llevaron a “retailers” globales, a mudar su producción a Bangladesh.
Así emergió una industria de $18.000 millones, marcada por fábricas instaladas en edificios con malos cableados eléctricos, un insuficiente número de salidas, y escaso equipamiento anti-incendios.
Más de 700 trabajadores murieron desde 2005 en el país, según el International Labor Rights Forum, un grupo defensor basado en Washington.
Los activistas, están presionando a los comerciantes globales, a que los ayuden a pagar mejoras en la seguridad, en cerca de 4.500 fábricas en Bangladesh.
De lograrlo, implicaría una suma de $0,10 por cada prenda, o $ 3000 millones en el curso de 5 años, de acuerdo a un análisis del Worker Rights Consortium, un grupo de monitoreo, también de la ciudad de Washington.
Los “retailers”, se casaron con el poder de ventas de la moda rápida, creada en fábricas de bajo costo en Asia, como una forma de captar clientes occidentales, que luchan con la falta de trabajo e impuestos cada vez más altos.
“El consumidor estadounidense, quiere la mayor variedad posible, y la quiere ahora”, dice Nate Herman, vicepresidente de Comercio Internacional de American Apparel & Footwear Association.
“Ellos no quieren esperar”, sentencia.
Es como una reacción en cadena.
“Los clientes siempre quieren un diseño nuevo, siempre quieren estar a la moda.
Las compañías siguen esa tendencia, y nosotros tenemos que pagar el precio”, asegura en el comunicado.
Pero hay una respuesta a esta realidad, y es que nuestro poder como consumidores, el que puede catalizar un cambio que ya ha comenzado, hacia una industria más ética.
La idea de que los clientes estén sumergidos en la tendencia de la moda rápida... son expectativas creadas por los propios “retailers”
Los consumidores, no demandaban eso hace 20 años.
Ellos tienen que salir de esa estrategia estúpida de cambiar estilos cada 15 minutos, para que las fábricas puedan ser mínimamente seguras.

“I think they're vain, stupid, and incredibly self-centered”



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