Coldwater

“We Will Re-Adjust You”

Un reformatorio, es un establecimiento correccional, donde se intenta rehabilitar y educar a menores de edad, que han cometido algún delito, y donde ahí habitan por el tiempo que se haya dictado.
Básicamente, trata del encarcelamiento con fines de transformación de la conducta.
Originalmente llamados “boot camps” fueron creados en los años 80, en EEUU, como alternativa a las penas de privación de libertad de entre 2 y 3 años.
Las personas que se exponían durante 120 días de extremo entrenamiento militar, de uno de estos campamentos, podían acceder posteriormente a la libertad.
La filosofía de los campamentos, está inspirada en los marines de EEUU; y se pretende quebrar la voluntad, frecuentemente mediante humillaciones, maltratos espirituales y corporales, para volver a formarla.
En tanto hay en Estados Unidos, varios centenares de estas instalaciones públicas y privadas, en las cuales, también ingresan niños y jóvenes traumatizados, o de difícil educación.
La estadía, puede llegar a costar hasta $5.000 mensuales; y para algunos, la estadía fue extendida por años.
Según informaciones oficiales, actualmente, 4.500 jóvenes delincuentes, se encuentran internos en un “boot camp”
En total, son enviados anualmente, más de 10.000 jóvenes a campamentos para la reeducación o “terapia”
En los campamentos poco controlados, rigen el maltrato y la arbitrariedad.
En la mayoría de los casos, los padres que entregan a sus hijos, firman una declaración, según la cual, están de acuerdo con todas las medidas del campamento.
En el New York Times, varios jóvenes cuentan sobre la violencia diaria, intrusiones violentas, abuso sexual, y métodos denigrantes de disciplina.
Agrega que, desde 1980, sólo en 11 estados, murieron al menos 30 jóvenes en dichas correccionales, y que también hay muchos suicidios.
Según un informe presentado recientemente al Congreso de EEUU, desde 1990, han muerto 10 jóvenes en “boot camps”
Sólo en 2005, hubo en estos campamentos, más de 1.600 casos de abuso.
“Los niños son obligados a comer sus vómitos, y vivir entre orina y excrementos.
Los patean, golpean, y lanzan al suelo”, señaló Gregory Kutz, un investigador al Congreso.
¿Son estos “correccionales” una solución al mal comportamiento de los hijos, para que aprenden una lección, y se “reformen”?
“Please don't fucking do this.
Mom!”
Coldwater es un drama del año 2013, dirigido por Vincent Grashaw.
Protagonizado por P.J. Boudousqué, James C. Burns, Chris Petrovski, Octavius J. Johnson, Nicholas Bateman, Stephanie Simbari, Mackenzie Sidwell Graff, Clayton LaDue, Tommy Nash, entre otros.
El guión es de Vincent Grashaw y Mark Penney.
Coldwater es una película de serie b, y para muchos otros, una película independiente, que trata sobre un grupo de jóvenes inadaptados socialmente, que sus padres llevan a un correccional.
Grashaw, escribió el primer borrador del guión, en 1999, poco después de graduarse de la escuela secundaria.
Él tuvo la idea de Coldwater, después de que un amigo suyo, fuera enviado a un centro de reforma.
Durante la producción y debido al tema tan peliagudo, fue un impedimento para la financiación durante varios años.
Mientras tanto, Grashaw produjo la película independiente “Bellflower” (2011), con el que obtuvo el financiamiento para Coldwater, además de un inversor privado, y contar con un elenco de actores desconocidos.
La producción, se llevó a cabo principalmente, en un campamento en Malibú, California, donde el reparto y el equipo, vivieron juntos en dormitorios, durante 3 semanas, sin móvil o servicio de Internet.
Así las cosas, en medio de la noche, un grupo de hombres, entran en la habitación de Brad Lunders (P.J. Boudousqué) y se lo llevan en contra de su voluntad.
No se trata de un secuestro, pues la madre del chico, ha dado su autorización, para que sea ingresado en un reformatorio.
Los peores temores de Brad, son confirmados, cuando comprende que le espera un largo periplo de sufrimiento y humillación, encerrado en un centro de ayuda para jóvenes con problemas de conducta, no regulado gubernamentalmente.
Así empieza la pesadilla del adolescente, aislado del mundo, y sometido a una disciplina cruel y autoritaria.
La historia, se mueve fuera de la cultura abusiva que existe en la sociedad común, y explora una cierta capa de abuso sistemático, que existe en un ambiente más controlado, que se rige por las autoridades, “en nombre de la rehabilitación”
Coldwater en sí, es un relato de ficción, que muestra y analiza las tragedias de la vida real, del maltrato institucional, y la delincuencia juvenil.
La historia, es contada y experimentada, casi en su totalidad, desde la perspectiva de los personajes adolescentes involucrados.
“You're here because you fucked up.
We're here to fix that.
So, you show me that you have a willingness and desire to change.
Simple as that”
Coldwater, es el debut del polifacético guionista, director, y escritor, Vincent Grashaw, en el ámbito del largometraje, y no es una simple historia de traumas juveniles, ambientada en un reformatorio, sino una denuncia en toda regla, contra el abuso y el maltrato de menores, en este tipo de correccionales ilegales, para adolescentes, pues la historia relatada con todo lujo de detalles, podría tratarse de un hecho real, más que de un guión ficticio, escrito por el propio Grashaw.
Así vemos a Brad Lunders, cuando lo levantaron de su cama, en el medio de la noche, siendo esposado, y tirado en una furgoneta, junto a otras víctimas, mientras que su madre lo mira con culpabilidad.
Y antes de que él lo sepa, llega al campamento “Coldwater”, liderado por el ex Coronel de La Marina, Frank Reichert (James C. Burns), que cree en ciertos valores como la disciplina y las sanciones disciplinarias por indisciplina.
Reichert, es asistido por los fideicomisarios:
Jóvenes que también terminaron allí, alguna vez, y de forma voluntaria, o tal vez por la fuerza, que decidieron participar en la reeducación de menores infractores.
Este lugar, en medio de la nada, es como el infierno en La Tierra para estos internados, y se puede comparar con un Campo de Prisioneros de La Segunda Guerra Mundial.
Tal vez, las torturas aplicadas, no son tan horribles como los de ese período, pero el impacto de la misma, en estos jóvenes, es indiscutible.
Del mismo modo, Brad se da cuenta, de que sólo puede sobrevivir mediante la aceptación de este sistema podrido, y se da cuenta de que es mejor adaptarse a la camisa de fuerza prescrita por el líder del campamento sádico.
En Coldwater, hay un sentido de compasión, y que simpatiza con los jóvenes que tratan de sobrevivir en estas condiciones inhumanas.
Estos lugares, son más bien campos de prisioneros, donde la humillación es un estándar, en lugar de re-educación.
El objetivo, es más como una tortura psicológica de los jóvenes que terminan allí, con el único propósito de llevarlos de vuelta al camino correcto, antes de que se arriesguen a una pena de prisión efectiva.
Los jóvenes, son enviados allí, a la insistencia de los padres, para guiarlos hacia una vida mejor, y totalmente controlada, alejados del crimen.
Pero me temo que algunos jóvenes terminan ahí, porque los padres están hartos de ellos, o están en el proceso de recoger sus propias vidas miserables, sin un niño renuente y rebelde.
Convendría, igualmente, hacer hincapié en el excelente trabajo interpretativo de cada uno de los actores que dan vida a los diferentes personajes que componen el film, guardando una especial mención, como no, para el joven P.J. Boudousqué como Brad Lunders:
Un adolescente con un pasado vinculado al tráfico de drogas, y demás punibles actividades, que es el verdadero protagonista de esta amarga historia, y uno de los principales alicientes que anima al visionado de corte dramático, y densa temática.
El actor, que parece el hermano bastardo de Ryan Gosling, pues pensé que estaba relacionado con él, pero no lo es…
No sólo en su aspecto físico es parecido, sino también su estilo de actuación, es el mismo que el de Gosling:
Esa calma estoica que emana, esa expresión facial serena, mostrando cómo se evalúa cada situación, y la determinación con la que se concentra en el objetivo previsto.
Pero a pesar de su aspecto angelical, no es incondicionalmente inocente.
De todos modos, fue un debut perfecto, y él tuvo la oportunidad de aparecer en un papel con pleno dominio, por primera vez, frente a la cámara.
El actor irradia una fuerte presencia en la pantalla, y su manera reserva, estática, casi glacial, de interpretar su personaje, reserva excelentes momentos al espectador, en una película que juega con todos los códigos de los géneros de cine negro, y carcelario.  
Su actuación es intensa y significativa, diciendo tanto con una mirada, como pueden ser 100 líneas de diálogo.
Curiosamente, sin créditos actorales anteriores, P.J. Boudousqué, fue contratado para el papel principal, tan solo después de leer 2 escenas.
En un segundo plano, aunque no menos importantes para la efectividad de la obra en cuestión, también cabría destacar a Chris Petrovski como Gabriel Núñez:
Una mezcla de amigo y, más tarde, enemigo íntimo del protagonista, que sufrirá las terribles consecuencias de su enfrentamiento con éste último y cómo no; la aportación de James C. Burns, en el papel del villano de la historia, El ex Coronel de La Marina Frank Reichert, quien dirige la institución con suma rectitud, y puño de hierro.
Como dato, todos los actores, y cuerpo técnico, estuvieron recluidos durante los largos días de rodaje.
La camaradería en el set, estuvo marcada con el contraste y  la dureza capturada en la pantalla.
Con Coldwater, Vincent Grashaw pretende hacer llegar a su público, un mensaje contundente, y cargado de matices, pura y duramente morales:
“La violencia engendra más violencia” o, en las propias palabras de un menor anónimo, víctima de abusos en un centro de éstas características:
“Cuanto más violentamente me tratan, más violento me vuelvo; y cuanto mejor me tratan, y más querido me siento, más hago por portarme bien…”
De hecho, al término de los títulos de cierre, pueden leerse los nombres de algunas de las víctimas de éste tipo de abusos, víctimas no retribuidas de un sinnúmero injusticias que tuvieron mayor proliferación durante la década de los años 80.
Por otra parte, el director explicó, que evitó secuencias de violación, sobre todo al principio, pero no evitar escenas de tortura, y algo de gore...
Poco más se puede añadir, a la hora de calificar esta particular y trágica visión del abuso de poder, y el uso indiscriminado del castigo físico, y la humillación que, de forma tan contundente, ofrece el cineasta Vincent Grashaw, en su primer y exitoso largometraje.
Un sentido homenaje, a las víctimas injustificadas de esta vorágine de dolor y sinsentido que, aún a día de hoy, no ha tenido, ni tendrá fin, mientras existan este tipo de instituciones no reguladas.
Una auténtica declaración de principios, con un final algo trillado y amargo, y ciertamente manido, pero que sin embargo, deja entrever sus buenas intenciones.
También hay elementos de connotación política, desde el principio, con la proyección del Comandante del Campo como un veterano de “La Operación Tormenta del Desierto”
Y es que Coldwater, fue producida por los liberales de Hollywood, en un intento de desacreditar aún más, al ejército de Estados Unidos, de la misma manera que con los regímenes actuales, intentan diezmar a Las Fuerzas Armadas.
Porque Hollywood, no es más que un portavoz de la administración tiránica que ocupa las casas de los pueblos, la invasión; con la figura de esos padres, que envían a sus hijos allí, más bien, deben cuestionarse a sí mismos por su mala crianza y educación dada a sus hijos, en lugar de culparlos.
Y como no, el comportamiento de los llamados “reformistas” es en realidad, a los que deben ser puestos en prisión.
“Some guys were just fucking crazy”
Cuando surgieron los primeros “boot camps”, como se les llama a “Los Correccionales Transitorios para Jóvenes Delincuentes” en Estados Unidos, El Departamento de Justicia, habló con elogios de “una de las formas más innovadoras y emocionantes” de la ejecución de la pena juvenil.
Casi 20 años después, se ha impuesto la desilusión.
Aunque muchos estadounidenses, siguen creyendo que no es posible tener justicia y libertad, sin brutalidad, según lo prueba el actual debate sobre la tortura, el balance de los “boot camps” paramilitares, confirma escasamente las esperanzas, sobre todo de los conservadores, de que con “mano dura y disciplina de hierro” se puede moldear positivamente, los caracteres de jóvenes violentos, o adictos a la droga.
Y es que muchas veces, los jóvenes no sobreviven la estadía en un campamento, por ejemplo:
Aaron Bacon, habría muerto de hambre, en un campo del estado de Utah, luego que dejara de recibir comida como castigo, aunque debió seguir caminando diariamente, hasta 16 kilómetros.
En otro campo en Utah, murió una joven de 15 años, durante un obligado trote de larga distancia, quien debía sobreponerse espiritualmente, a una violación sufrida.
Según lo demuestran imágenes de video, el adolescente negro de 14 años, Martin Anderson, fue torturado hasta la muerte por sus supervisores, en un campamento en Florida.
Durante un trote, los guardias percibieron como una provocación, la petición del joven por una pausa, y lo maltrataron gravemente; 7 hombres lo patearon y golpearon, y finalmente, lo obligaron a beber amoniaco.
Durante el juicio, fueron absueltos de la acusación de homicidio, aunque la familia recibió una indemnización de $5 millones.
Y es que han sido ya, varias las instituciones que a nivel internacional, se han enfrentado a denuncias por la aplicación de este tipo de “tratamientos de choque”, condenas a trabajos forzosos, y aplicación de castigo físico que, en más de una ocasión, se han cobrado la vida de algunos de estos jóvenes problemáticos.
Tal ha sido, por ejemplo, el caso de varios centros de rehabilitación psiquiátrica para jóvenes en Perú, de los cuales, se ha desentendido El Ministerio de Salud, a tenor de las denuncias de abusos, trabajos forzados, e incluso muertes causadas a base de palizas que, de forma constante, eran recibidas de parte de algunos de los internos.
El caso de Perú, con ya cerca de 40 años a sus espaldas, ha sido, precisamente, uno de los más conocidos y comentados, debido al impacto provocado en la sociedad actual.
En palabras de María Edith Baca, consultora de La Organización Panamericana de La Salud (OPS):
“La falta de desarrollo neurológico, implica que los adolescentes no sean aún capaces de planificar su vida, ejercer un pleno razonamiento, ni tampoco funciones ejecutivas.
Por eso, el juicio de un adolescente, es menos maduro que el de un adulto”, es por ello que la consultora afirma, que se requiere reconocer el factor neurobiológico que caracteriza este etapa del desarrollo humano, y que la práctica de actividades deportivas, recreativas, o artísticas, son vínculos para que los adolescentes logren desarrollar comportamientos positivos.
Igualmente, destaca que la táctica de “mano dura”, no ayuda a estos adolescentes problemáticos, sino que por el contrario, promueve entre ellos, el uso descarnado de un comportamiento denodadamente violento, y mezquino.

“Behave yourself”



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