The Walk

“People ask me:
“Why do you risk death?”
For me, this is life”

Mezclar un verdadero espectáculo cinematográfico, con una historia original, sobre una persona de la vida real, no es la receta usual por estos días en Hollywood, que está más enfocada en relanzamientos, y adaptaciones de comics...
“Funambulismo” es el arte de caminar a lo largo de un delgado alambre, cuerda, o similar, mínima superficie de apoyo, practicado desde la antigüedad clásica por los funámbulos; y puede usarse el término, como sinónimo de trapecista, acróbata, equilibrista, saltimbanqui, volatinero, y artista circense.
Philippe Petit, es un funámbulo francés, equilibrista, mimo, monociclista, y mago, uno de los primeros juglares callejeros modernos de París, comenzando su carrera en 1968; siendo famoso por su paseo en una cuerda floja, entre Las Torres Gemelas de New York, el 7 de agosto de 1974.
Para lograr esta hazaña, Petit utilizó un cable de unos 200 kilogramos de peso, y un contrapeso personalizado de 8 metros de largo, y 25 kilogramos de peso.
El llamado “crimen artístico del siglo”, llevó 6 años de planificación, durante los cuales, Petit aprendió todo lo que pudo sobre los edificios, teniendo en cuenta problemas tales como, el balanceo de las torres a causa del viento, y como llevar el cable de acero, a través de la brecha de 60 metros entre ellas, a una altura de 417 metros.
Cabe resaltar, que el recorrido real de Philippe Petit, nunca se filmó… y solo hay un puñado de fotografías sobre el acontecimiento.
Petit, tuvo la idea de realizar su paseo, mientras se encontraba en la consulta de su dentista, en París, en 1968.
Allí, en la sala de espera, tomo una revista, y encontró un artículo sobre el World Trade Center, por aquel entonces no construido, junto con una ilustración de su modelo.
A partir de entonces, se obsesionó con las torres, coleccionando artículos de prensa sobre ellas, cuando le era posible; y también viajó a New York varias veces, para hacer observaciones de primera mano.
Dado que las torres aún estaban en construcción, Philippe y un fotógrafo neoyorquino, utilizaron un helicóptero para realizar fotografías aéreas del World Trade Center.
Usando sus propias observaciones, y fotografías, Petit fue capaz de fabricar un modelo a escala de las torres, que le ayudó a hacerse una idea de los aparejos necesarios para preparar la caminata.
Para poder acceder a las torres, falsificó tarjetas de identificación, tanto para él como para sus colaboradores, afirmando que “eran contratistas que estaban instalando una valla electrificada en la azotea”
Antes, Petit ya se había colado varias veces en la construcción de las torres, ocultándose en la azotea, y otras áreas, para ver, qué tipo de medidas de seguridad tenían en el lugar.
Para facilitar el acceso a los edificios, Petit observó cuidadosamente las ropas de los trabajadores, y las herramientas que llevaban, así como los trajes de los hombres de negocios, para poder mezclarse con ellos, al intentar entrar.
Tomó también nota de los horarios de los obreros, para determinar, cuándo podría tener acceso a la azotea.
Llegó incluso a afirmar, que estuvo con una revista de arquitectura francesa, solicitando entrevistar a los obreros en la azotea.
La autoridad portuaria, permitió a Petit llevar a cabo las entrevistas, pero la verdadera razón por la que quería subir, era para poder realizar más observaciones.
En una de las ocasiones, fue detenido por un policía, haciéndole perder esperanzas, en poder realizar el número de funambulismo, pero con el tiempo, recuperó la confianza para seguir adelante.
Petit y su grupo, pudieron subir en un montacargas, hasta el piso 104, llevando con ellos el equipo necesario, el día antes del paseo, y fueron capaces de almacenarlo a tan solo 19 escalones de la azotea.
Para poder pasar el cable a través del vacío, decidieron usar un arco y una flecha; primero, dispararon un sedal, para posteriormente jalar cuerdas, cada vez más gruesas, cruzando el espacio entre las torres, hasta que fueron capaces de pasar el cable de acero de 200 kilogramos.
Usaron vientos, para estabilizar el cable, y reducir al máximo su balanceo.
Así, por primera vez en la historia de Las Torres Gemelas, estas fueron unidas.
El 7 de agosto de 1974, poco después de las 07:15, Petit partió de La Torre Sur, sobre su cable de acero.
Con 24 años de edad, cruzó 8 veces entre las torres casi terminadas, a más de 400 metros sobre las aceras de Manhattan, en un evento que duró unos 45 minutos.
Durante ese tiempo, además de caminar, se sentó sobre el cable, hizo una reverencia y, mientras se encontraba en el cable, habló a una gaviota que volaba sobre su cabeza.
Por su parte, El Sargento Charles Daniels, del departamento de policía de la autoridad portuaria, y que fue enviado para hacer descender a Petit, contó posteriormente su experiencia:
“Observé al “bailarín”, porque no podías llamarlo “paseante”, aproximadamente a medio camino entre las 2 torres.
Y cuando nos vio, sonrió, y comenzó a reír, iniciando “una danza sobre el cable...” y cuando llegó al edificio, le pedimos que bajara de la cuerda, pero en lugar de eso, se dio la vuelta, y corrió de nuevo a la mitad...
Se balanceaba arriba y abajo.
Sus pies, realmente perdían contacto con el cable, y volvían a colocarse de nuevo sobre éste...
Realmente increíble...
Todos estábamos hechizados viéndolo”
No obstante, Petit fue advertido por su amigo en La Torre Sur, que un helicóptero de la policía, vendría a sacarlo del cable.
Había comenzado a llover, y Petit pensó que ya había corrido suficientes riesgos, por lo que decidió entregarse a la policía que lo esperaba en La Torre Sur.
Posteriormente fue arrestado, justo al bajar del cable.
La policía, provocada por sus mofas mientras se encontraba sobre el cable, lo esposó, y tiró por unas escaleras; algo que posteriormente describiría como “la parte más arriesgada de la acrobacia”
Su audaz actuación, provocó titulares en todo el mundo.
Al ser preguntado por el motivo de la acrobacia, Petit diría:
“Cuando veo 3 naranjas, hago malabares; cuando veo 2 torres, las cruzo”
La inmensa repercusión mediática, y admiración pública del número, tuvo como resultado, la retirada de todos los cargos que se le habían imputado.
La Corte, sin embargo, “sentenció” a Petit, a realizar un espectáculo para los niños de New York, que transformó en un nuevo ejercicio de funambulismo, esta vez en Central Park, sobre el lago Belvedere, actualmente Turtle Pond.
Petit, fue también obsequiado con un pase vitalicio, a la plataforma de observación de Las Torres Gemelas, otorgado por la autoridad portuaria de New York, y New Jersey.
Su firma, se encontraba en una viga de acero, próxima al punto donde comenzó su paseo; y como él dice:
“La fecha de caducidad, fue tachada y cambiada a:
“Para Siempre”
Otras estructuras famosas, que Philippe Petit usó para realizar equilibrismo, son:
La Catedral de Notre Dame de París; el puente del puerto de Sídney, el Louisiana Superdome, el Hennepin County Government Center, y el espacio que va desde El Palais de Chaillot y La Torre Eiffel.
Pero la asombrosa proeza de Philippe Petit, en la ciudad de New York, ha sido tan famosa, que con los años ha alcanzado un estatus de leyenda; tanto así que se realizó una película documental llamada “Man On Wire” (2008), dirigida por el inglés James Marsh, acerca de la actuación de Petit en el World Trade Center, y ganó El Premio Oscar al Mejor Documental; el cual está basado en el libro de Petit, “To Reach The Clouds”, recientemente reeditado con el nombre de “Man On Wire”
El documental, presenta momentos de la preparación del evento, y muestra fotografías del paseo, así como la reconstrucción de los hechos, con el actor Paul McGill en el papel de Petit, y entrevistas actuales a los participantes.
Puestos en claro, y sin contar el ataque terrorista que destruyó Las Torres Gemelas el año 2001, la hazaña de Petit, puede ser considerada como “el hecho más célebre que involucró a estos edificios”, acaparando gran atención de los medios de comunicación.
Su lema, siempre fue desde entonces:
“Todo sueño comienza con un simple paso”
“No matter where I was going or what I was doing.
I was always searching, looking for the perfect place to hang my wire”
The Walk es una película de aventuras, del año 2015, dirigida por Robert Zemeckis.
Protagonizada por Joseph Gordon-Levitt, Ben Kingsley, Charlotte Le Bon, James Badge Dale, Clément Sibomy, Cesar Domboy, Benedict Samuel, Ben Schwartz, Steve Valentine, Mark Camacho, entre otros.
El guión es de Christopher Browne y Robert Zemeckis, basados en las memorias escritas por Philippe Petit, un funambulista francés, que en 1974, caminó sobre un cable, el espacio que separaba Las Torres Gemelas de New York.
“Coincido tanto con la cita de François Truffaut, de que una película, artísticamente exitosa, es una película que mezcla perfectamente, verdad y espectáculo”, dijo Zemeckis.
“Creo que eso es lo que vamos al cine a ver”
Y es que desde que Zemeckis comenzó a desarrollar The Walk, la acrobacia de Petit, fue narrada en el documental ganador del Oscar, “Man On Wire”, de James Marsh; pero aunque Zemeckis reconoce, que es un muy buen documental, apunta que carece de un elemento primordial:
“La caminata misma de Petit”
Eso se debe, a que cuando Petit hizo su caminata mañanera, con un puñado de colaboradores, su recorrido fue fotografiado, pero no filmado.
“Philippe estuvo 45 minutos en la cuerda floja, y en todo Manhattan, nadie pudo conseguir una cámara de cine, en 45 minutos”, dice Zemeckis.
“Cómo han cambiado los tiempos”, agrega.
“Petit siempre hablaba de Las Torres, como si fueran sus cómplices vivientes”, dijo Zemeckis, sobre el acróbata francés.
“La idea de que él hizo esta especie de cosa espiritual en la que las unió, y les dio un rostro humano, me pareció una manera muy linda y emotiva”
Así, lo que diferencia a The Walk, de esas obras, es que no está sujeta a sus mismas limitaciones, ya que, en vez de ocupar palabras, o imágenes estáticas para representar el hecho, tiene a su disposición, los avances tecnológicos necesarios, para recrear la caminata del equilibrista, de la manera más cercana a la realidad.
Es decir, no estamos ante métodos mejores para contar una historia, sino que distintos.
Mientras en los primeros casos, la imaginación tiene un rol central, en The Walk son los sentidos; y es en cierta forma, un homenaje a estas enormes estructuras que, 25 años después, se convirtieron en el blanco del odio más radical del ser humano, catalizado en la necesidad de “destruir”
El rodaje de The Walk, tuvo lugar en Montreal, Canadá; siendo dedicada a las víctimas de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
The Walk, fue estrenada durante la inauguración de La 53ª Edición del Festival de Cine de New York, en la que la ciudad podrá volver a ver Las Torres Gemelas, como nunca antes.
The Walk narra, obviamente, los hechos ocurridos en 1974, pero además, se extiende a otros aspectos relativos a la vida del protagonista.
Se transporta, por ejemplo, algunos años hacia el pasado, para mostrarnos, cómo Philippe Petit (Joseph Gordon-Levitt), se interesó por el equilibrismo, y la manera en que pasó de convertirse en un simple artista callejero, a realizar actos más grandes y arriesgados, como la ocasión en que cruzó un cable que unía las 2 torres de La Catedral de Notre Dame, en París.
Tras decidir que su próximo desafío sería caminar entre Las Torres Gemelas de New York, Petit recibió las enseñanzas de Papa Rudy (Ben Kingsley), un equilibrista circense, que le explicó los aspectos más importantes de la actividad.
Además, debió formar un equipo de personas, que lo ayudaran con su tarea:
La cantante Annie (Charlotte Le Bon), el fotógrafo Jean-Louis (Clément Sibomy), el profesor de matemáticas, Jeff (César Domboy), y los neoyorquinos:
Barry Greenhouse (Steve Valentine), J.P. (James Badge Dale), Albert (Ben Schwartz), y David (Benedict Samuel)
Si bien, Petit se hizo conocido como equilibrista, The Walk destaca otras de sus facetas:
El francés era además mimo, comediante, y malabarista, actos que combinaba en sus presentaciones callejeras.
Acorde con su personalidad, ligada al arte y al entretenimiento, es el propio protagonista, quien nos va narrando su historia, y lo hace de frente a la cámara, reconociendo la presencia de los espectadores.
Con ello, Zemeckis consigue que una historia muy conocida, incluyendo su desenlace, se torne atractiva, y por demás entretenida, con una belleza y poderío visual aplastante e intimidante, y con ese otro protagonista mudo, los grandes edificios, hoy inexistentes, del que muchos pueden reconocer y recorrer sus espacios, hoy derrumbados, una vez más, pero en un sentido y discreto homenaje.
“The carrots are cooked!”
Después de varios tropezones cinematográficos, en los cuales Robert Zemeckis lo apostaba todo por las innovaciones técnicas, y la tercera dimensión, por fin regresa triunfante, con una película que le permite tener un perfecto equilibrio entre el atractivo audiovisual, y una historia interesante, con mucho corazón.
Imprescindible ver The Walk en versión original subtitulada, no doblada al español, debido al intercambio de diálogos, en inglés y francés, que la hace imprescindible, para que la narración avance, y cobre sentido.
Es un hecho que el estilo de Zemeckis, siempre se ha caracterizado por su tono “rosa” u optimista, plagado de sentimentalismo, y The Walk no es la excepción.
Todo inicia, contando anécdotas claves para la evolución del protagonista, siempre cuidando el humor, el drama, y el papel que jugarán los personajes secundarios.
El uso argumentativo de los colores, que rompen con la porción en blanco y negro, que narra la juventud de Petit, desarrolla al personaje, en cuanto a qué es lo que en verdad le importa a este avasallador joven, que terminaría llevando su oficio, al nivel más extremo, meses antes de la apertura total de los rascacielos, en 1974.
Con el uso de la voz “en off”, y a manera de “cuento”, el director desarrolla la historia de vida de Philippe Petit:
Un hombre que desde niño, ha sentido una fascinación por el equilibrismo en la cuerda, y que ya en la edad adulta, tras conocer las todavía, no terminadas Torres Gemelas en New York, decide que su sueño es cruzarlas, a través de un cable, y a una altura de más 110 pisos…
Así, Zemeckis nos muestra Las Torres, desde la más absoluta majestuosidad.
Y es que Philippe Petit sabía desde muy pequeño lo que le apasionaba.
Y este es un dinámico relato de la historia, que lo lleva a abandonar su casa en su adolescencia, con la sentencia:
“La suerte está echada”
Sus primeras proezas en Paris, la más significativa, cruzar “tender”, una línea entre las 2 torres de La Catedral de Notre Dame en Paris.
Su compañera, una guitarrista callejera que lo acompaña en sus primeros tiempos, y un grupo de personas que debe reunir, serán “cómplices para el golpe” que estaba preparando, hacen de The Walk, muy amena.
Llegado el día, al amanecer, Petit se larga en su proeza, y uno piensa que cruza una vez, y terminaron los problemas, hazaña realizada, y todos contentos, pero no será así…
Joseph Gordon Levitt, nos regala en su actuación sobre la cuerda, toda una batería de señales, sobre cómo enfrentar la adversidad, en actitudes y convicciones, cuánto depende de nosotros, y cuánto del entorno, por cierto, lo más hermoso es ir preso en los Estados Unidos, pero siendo aplaudido y aclamado por todo el mundo...
Durante el segundo acto de The Walk, con gran pulso narrativo y suspenso, la audiencia se involucra en la narración, mientras el plan para entrar a Las Torres, va cobrando forma.
Y The Walk se convierte en una historia tipo “Ocean’s Eleven”, donde se muestra la creación y ejecución de un intrincado plan, donde las piezas deben encajar de manera perfecta, todo lo cual, debe hacerse en una carrera contra el reloj.
Es indiscutible, que el peligro tras su misión, altera su modo de enfrentar sus relaciones personales, que son pocas, y basadas esencialmente en la confianza, pues su equipo es imprescindible para completar su misión.
Sabríamos que dichas relaciones, también estarían en juego, cuando Petit diera el primer paso entre ambas torres.
Es en estas secuencias, donde la historia agarra el impulso necesario, entregando un ritmo ágil, y una creciente tensión que nos va preparando para su último tercio.
Sin embargo, es durante el fascinante tercer acto, la culminación del viaje, la realización del sueño de Philippe, cuando The Walk alcanza grandes alturas, literal y figurativamente.
La secuencia de 17 minutos del paseo sobre el cable, es la simulación más majestuosa, creíble, vertiginosa que se ha visto en años…
La experiencia es además diferente, ya que el equilibrismo ha sido apreciado históricamente, desde una sola ubicación, por la gran mayoría de las personas.
Tanto en el circo, como en los actos realizados por Petit, la audiencia se encuentra a ras del suelo, viendo todo desde abajo.
Incluso, en las fotografías que se tomaron desde Las Torres Gemelas, en su momento, el punto de vista es ajeno al de la persona que está caminando sobre el cable, ya que no formamos parte de la acción.
Esto es lo que Zemeckis busca cambiar en The Walk, filmando al protagonista desde diversos ángulos, incluidos algunos, donde compartimos su propia perspectiva.
El resultado, es espectacular, lo que sumado a los riesgos que debe enfrentar el personaje, crean una experiencia vertiginosa.
Incluso, conociendo la historia de Petit, y pese a haber visto el documental de Marsh, no se puede evitar sentir nervios durante todos estos minutos.
La cuidada fotografía, que durante todo el metraje se encarga de concebir planos audaces, que funcionan de forma hermosa en tercera dimensión, llega a un verdadero clímax cinematográfico, como nunca antes se había visto.
La cosa es que Zemeckis, quien también es un experimentador de los efectos visuales/CGI en sus películas, y transforma el espectáculo de cada una las escenas, con secuencias en 3D, que abren los ojos, y detienen el corazón, cuando sentimos el vértigo de cruzar sobre Manhattan, sobre un cable, a más de 1.300 pies de altura, mientras las ráfagas de viento están locas por lanzarnos al suelo.
Es decir, la proeza central de The Walk, es su recreación digital de Las Torres Gemelas, junto con la sensación de vértigo que produce el 3D, al hacer sentir que uno está a 110 pisos en el aire.
El efecto logrado con un presupuesto de apenas $35 millones, lo vale.
“Mi camarógrafo, mi supervisor de efectos visuales, y yo, estudiamos cuál sería la mejor manera de evocar esa sensación de vértigo”, dijo Zemeckis.
“Realmente prestamos atención, a dónde colocar la cámara, qué lentes usar, cómo mover la cámara, qué nos daba la mejor sensación dramática de altura”, agregó.
Por su parte, Joseph Gordon-Levitt, pasó varios días en la casa de Petit en los Catskills, entrenándose con el aún apasionado caminante de 66 años.
Armado con un extenso y detallado plan, Petit juró que Gordon-Levitt estaría caminando, sin ayuda, sobre la cuerda floja en una semana, y cumplió.
Y es que Gordon-Levitt, tiene que cruzar otra delgada línea, y es entre la caracterización y la caricatura, y consigue triunfar.
Para saber más sobre lo que era ese arte, Gordon- Levitt también caminó la distancia entre las 2 piscinas del memorial del World Trade Center, que se encuentran en Las Torres Gemelas, se puso delante de los ataques del 11 de septiembre; y en su momento, visitó el observatorio original, una vez, antes del 2001, durante su primer verano en la ciudad de New York.
“Fue turístico, pero yo quería ir a hacerlo.
Lo recuerdo claramente.
Se sentía más como estar en el cielo, que estar en un edificio alto”, dijo el actor.
Además de caminar sobre el alambre, Gordon-Levitt también aprendió a hablar francés con fluidez, a perfeccionar un acento parisino, siendo ayudado por su compañera de reparto, Charlotte Le Bon, y otros actores franceses en el set.
Su acento francés no distrae, su carisma habitual, ayuda a tener simpatía por un personaje, que a veces es tan violento en sus métodos, que no siempre es el héroe que esperaríamos.
Y es que en vez de optar por una visión introspectiva del protagonista, adentrándonos en su mente, para descubrir sus motivaciones, The Walk prefiere centrar su atención, en lo que ocurre después de que toma una decisión, en los preparativos que realiza, para intentar algo que se propuso.
Se trata de algo bastante tangible, procedimental, pragmático.
De manera similar, los personajes secundarios, tampoco tienen un desarrollo que se extienda a cuestiones distintas al plan del protagonista, y los sentimientos que llegan a demostrar, como preocupación, angustia, esperanza, felicidad… giran en torno al resultado de la hazaña de Petit.
Como ejemplo, vemos un desaprovechado Ben Kingsley, que aporta poco, y cobró posiblemente mucho, pero que le da “nombre” y caché a The Walk.
Tomemos en cuenta que, al ser una película narrada desde el punto de vista del protagonista, su poco desarrollo es importante, porque es a él, al que no le interesa la vida ni motivaciones de sus ayudantes, y de hecho, al final, vemos las consecuencias de eso.
Como rutina del director, The Walk replica algunos de los problemas de “Forrest Gump” (1994), donde los esfuerzos por mostrar el mundo, a través de una mirada inocente, termina cayendo en la ingenuidad, la exaltación de la dulzura, da lugar a lo empalagoso, y la búsqueda de lo asombroso, resulta simplemente cursi.
La manera en que es retratado el entorno del protagonista, durante el primer tercio, es difícil de soportar, dado que simplifica no solo los elementos culturales presentes en las escenas, sino también los rasgos personales de quienes aparecen en ellas, llegando al límite de lo infantil, o poco creíble.
Es imposible tomar en serio, momentos como el de Petit, yéndose enfadado de la casa de sus padres, arriba de un monociclo…
Afortunadamente, se opta por dejar el relato biográfico de Petit, para centrarse en el proceso que llevó a cabo al subir y caminar entre Las Torres Gemelas.
Pero The Walk, también proporciona un argumento, para que la magia del cine ascienda a alturas más elevadas que una fábrica de libros de historietas.
No es difícil ver The Walk, como una metáfora para las cintas de Zemeckis:
La historia de un individuo soñador, que busca llegar hasta las nubes.
Porque en realidad así fue:
“Las manos me sudaron mientras veía “The Walk” en IMAX”, explicó Petit.
“Porque fui transportado al momento más importante de mi vida”
Es un hecho también, que The Walk está llena de metáforas y simbolismos:
El amor a la libertad, querer cumplir un sueño, sin interponerse en el camino de otro, generándole un daño; y lo más importante, es el mensaje esperanzador de la lucha contra la adversidad.
Además de otros temas:
El riesgo, el peligro, la grandeza del hombre versus sus convicciones, algo religioso por ahí como la inclinación ante la maravilla de la voluntad, y el ave que no es una paloma, pero simboliza lo místico y la convivencia con la naturaleza.
Porque Petit, por lograr la hazaña, y todos los detalles a los que recurrió él y su equipo, para poder escabullirse dentro de Las Torres Gemelas y estudiarlas minuciosamente.
¿Hace falta que recuerde, que hacer esto también es ilegal?
El gran problema de la seguridad, se hace evidente en The Walk, y demuestra el peligro de todos los edificios, monumentos y demás, que corren peligro, no solo por ser atacados, sino porque fácilmente pueden violarse las medidas de seguridad, pues Petit estuvo desde el sótano a la azotea, sin ninguna restricción, una y otra vez.
El hecho mismo de arriesgar su integridad física, caminando sobre un cable, a miles de metros sobre el suelo, puede ser visto como un reflejo de la vida misma, de su fragilidad, y de la incertidumbre a la que está expuesta.
Hay además, un carácter efímero en lo que hace el equilibrista, ya que si bien, su acto puede ser registrado a través de fotografías, o videos, la experiencia solo dura los minutos que esté allá arriba.
Esta idea, puede ser unida con la figura de las propias Torres Gemelas, cuya existencia finita, las ha transformado en un recuerdo.
Es imposible ver The Walk, sin pensar en la destrucción de los edificios, y es algo que el director tiene en consideración, pero en vez de aludir al hecho, de forma directa, opta por una solución más sutil y respetuosa, aunque exagera el rol que tuvo la acción de Petit, en la apreciación que los neoyorquinos tuvieron de Las Torres.
“This is extremely illegal, not to mention dangerous.”
La búsqueda por la trascendencia de Philippe Petit, está enfocada en algo personal:
En vivir algo inigualable, en explotar su talento al máximo, siempre en un disfrute particular.
Petit consideraba su hazaña, “una carta de amor al Centro Mundial de Comercio”, cuya construcción entonces, acababa de completarse.
Y aunque The Walk nunca se refiere directamente al 11 de septiembre de 2001, produce un sobrecogimiento importante, por la imponente presencia de las coprotagonistas monolíticas derrumbadas y vueltas a armar para esta realización en tercera dimensión.
“No debemos olvidarlas nunca.
Y cuando las recordamos, es muy importante que recordemos la tragedia.
Pero también creo que es importante que recordemos las cosas bellas que ocurrieron durante su existencia”, dijo Zemeckis.
La gran pregunta que surge, ante una hazaña como esta, es:
“¿Por qué?”
Y The Walk decide dejarla sin respuesta.
El mismo protagonista, reconoce que no tiene una solución para esa interrogante, y que “fue guiado por algo inexplicable”
Este tipo de razonamiento, puede ser extrapolado a otras manifestaciones artísticas, donde la visión del autor, se encuentra expresada en sus obras, pero el origen de esta, queda fuera de su comprensión.
¿Por qué un cineasta prefiere hacer un tipo de películas, y otras no?
¿Qué lleva a un pintor, a hacer un cuadro de una determinada manera, mientras que otro opta por un estilo distinto?
Todos estos ejemplos, son cuestiones que no pueden ser explicadas en palabras, perteneciendo a un área más etérea del ser humano.
Así, el genio de los efectos especiales, Robert Zemeckis, homenajea con cariño, la pérdida de Las Torres Gemelas, llevándonos al preciso momento en que nacieron, durante una caminata de 360°, una hazaña lograda, y jamás repetida.

“Forever”



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