Le Petit Prince

“On ne voit bien qu'avec le cœur.
L'essentiel est invisible pour les yeux”
(Se ve claramente sólo con el corazón.
Lo esencial es invisible para los ojos)

“Le Petit Prince”, es una novela corta, y la obra más famosa del escritor y aviador francés, Antoine Marie Jean-Baptiste Roger Conde de Saint-Exupéry, publicada en abril de 1943; siendo incluido entre los mejores libros del siglo XX, en Francia, y el libro en francés, más leído y más traducido; uno de los libros más vendidos de todos los tiempos, puesto que ha logrado vender más de 140 millones de copias en todo el mundo, con más de un millón de ventas por año.
Saint-Exupéry, ganador de varios de los principales premios literarios de Francia, y piloto militar al comienzo de La Segunda Guerra Mundial, escribió e ilustró el manuscrito, mientras se encontraba exiliado en los Estados Unidos, luego de La Batalla de Francia.
Ahí tenía la misión personal, de persuadir al gobierno de dicho país, para que le declarara la guerra a la Alemania nazi.
En medio de una crisis personal, y con la salud cada vez más deteriorada, produjo en su exilio, casi la mitad de los escritos por los que sería recordado; entre ellos:
“Le Petit Prince”, un relato considerado como un libro infantil, por la forma en la que está escrito, pero en el que en realidad, se tratan temas profundos como:
El sentido de la vida, la soledad, la amistad, el amor, y la pérdida.
Dado que Saint-Exupéry murió antes de que pudiera ver el fruto de su obra, no pudo dar a conocer, en qué se inspiró para crear “Le Petit Prince”; no obstante, algunos investigadores y críticos sugieren, que está basado en “episodios de su autobiografía”, así como señalan otras de sus posibles fuentes de inspiración.
“Le Petit Prince”, es un cuento poético, que viene acompañado de ilustraciones hechas con acuarelas por el mismo Saint-Exupéry.
En él, un piloto se encuentra perdido en el desierto del Sahara, luego de que su avión sufriera una avería, pero para su sorpresa, es allí donde conoce a un pequeño Príncipe, proveniente de otro planeta.
La historia tiene una temática filosófica, donde se incluyen críticas sociales dirigidas a la “extrañeza” con la que los adultos ven las cosas.
Estas críticas a las cosas “importantes”, y al mundo de los adultos, van apareciendo en el libro a lo largo de la narración.
A pesar de que es considerado un libro infantil, por la forma en la que se encuentra escrito, también posee observaciones profundas sobre la vida y la naturaleza humana.
Esto se puede ejemplificar, con el encuentro entre El Principito y el zorro, quien le enseña el verdadero sentido de la amistad, y la esencia de las relaciones humanas; de hecho, la esencia misma del libro, se encuentra reflejada en el secreto que le obsequia el zorro al Principito:
“Solo se ve bien con el corazón.
Lo esencial es invisible a los ojos”
Asimismo, otras temáticas principales, son expresadas a través de frases del zorro, tales como:
“Te haces responsable para siempre de lo que has domesticado” y “El tiempo que perdiste con tu rosa, hace que tu rosa sea tan importante”
Los personajes principales de la obra son:
El Principito:
Es personaje principal del libro, y toda la historia está basada en él.
Es un niño que viaja de planeta en planeta, haciendo preguntas que se dan por hechas, y que no interesan a nadie.
Vive en un pequeño planeta, que podríamos identificar no como un planeta, sino como su propia vida, así, el resto de planetas que visita, son en realidad las vidas de otras personas que conoce.
El hecho de que su planeta sea tan pequeño, viene a decirnos que tiene mucho por vivir y aprender.
El aviador:
Es el coprotagonista, un adulto que intenta razonar y actuar como un niño, pero sabe que en realidad no lo es, que ha perdido su condición, pero intenta recuperarla.
Es nuestra propia imagen, nuestro reflejo en la historia, el personaje que nos identifica dentro de la novela, y que nos hace ver, cómo deberíamos ver las cosas, y cómo en realidad las vemos, cuando nos critica con frases como:
“Si les decimos a las personas mayores:
“He visto una casa preciosa de ladrillo rosa, con geranios en las ventanas, y palomas en el tejado”, jamás llegarán a imaginarse cómo es esa casa.
Es preciso decirles:
“He visto una casa que vale cien mil francos”
Entonces exclaman entusiasmados:
“¡Oh, qué preciosa es!
Por sus características, podemos identificar al narrador, con el propio autor, que nos va guiando a lo largo de la historia.
El cordero:
Es el personaje aparentemente irrelevante, pero de gran significado.
Es un amigo que lo ayudará a librarse de los problemas que pueda tener o surgirle, pero como todos los amigos sin querer, algún día, pueden volverse en tu contra, y hacernos daño.
La caja:
En un achaque de ira, por no saber dibujar el cordero, el autor dibuja una caja, y dice:
“Esta es la caja.
El cordero que quieres, está dentro”
Imaginación es lo que se necesita para ver lo que hay dentro, la caja es una alusión a la imaginación que los adultos ya no suelen usar.
La Rosa:
Es el personaje que nos pone de manifiesto el amor del Principito.
La Rosa no es una flor cualquiera, es su amor.
Es espléndida, es magnífica entre otras muchas, y es única en su “planeta”
Ha habido otras, pero ésta es la que ha “florecido” y perdura, es la metáfora de la persona que ama, que se ha quedado para siempre en su corazón:
Bonita, huele bien, perfecta y, al mismo tiempo, llena de imperfecciones.
Es frágil, hay que cuidarla, mimarla, estar siempre atento; además es orgullosa, vanidosa, egoísta, y mentirosa...
Aun así, es su flor, única entre otras; y pone de manifiesto la inocencia del Principito, su inexperiencia; y es la responsable de la huida del Principito, por crearle una gran confusión con su forma de hacer, o decir las cosas.
Los baobabs:
Son los problemas, hay que solucionarlos antes que sean demasiado complicados, es la moraleja que nos deja el autor, cuando nos alerta:
“¡Niños, atención a los baobabs!”
Los niños somos nosotros...
Hay que tener disciplina, cuidado, estar atento siempre para diferenciar lo bueno de lo malo, y actuar en consecuencia.
También es una metáfora al crecimiento ganado por la experiencia.
Los volcanes:
Tareas comunes del día a día, no son un problema como los baobabs, son simplemente cosas que hay que hacer, para que todo vaya bien, y hay que hacerlo aunque no nos guste, aquí se vuelve a hacer hincapié en la disciplina.
Es la responsabilidad/irresponsabilidad misma que hay que cuidar.
El zorro:
Es el personaje medular de la historia, quien hace ver al Principito, la esencia, pero también las dificultades, y los costos de la amistad.
Así pues, en relatos autobiográficos previos, se relatan las experiencias del autor como aviador en el desierto del Sahara, y se cree que esas mismas experiencias, le sirvieron como elementos para el argumento de “Le Petit Prince”
Desde su primera publicación, la novela ha dado lugar a diversas adaptaciones a lo largo del tiempo, entre las que se incluyen:
Grabaciones de audio, obras de teatro, ballets, ópera… y varios han sido los intentos por llevar a este clásico de la literatura infantil francesa, a la pantalla grande:
Una serie de televisión y la película que dirigió Stanley Donen en 1974, que estuvo nominada a 2 Premios Oscar a la mejor canción y mejor banda sonora adaptada, son sin duda los principales trabajos en la pantalla grande…
Hasta ahora.
“S'il vous plaît... dessine-moi un mouton”
(Por favor... me dibuja una oveja)
Le Petit Prince es un filme francés de animación, dirigido por Mark Osborne, en el año 2015.
Protagonizada por Clara Poincaré, André Dussollier, Florence Foresti, Andrea Santamaria, Marion Cotillard, Vincent Cassel, Guillaume Gallienne, Vincent Lindon, entre otros.
El guión es de Irena Brignull, y es una adaptación libre de la novela de 1943 del mismo nombre, escrita por Antoine Marie Jean-Baptiste Roger Conde de Saint-Exupéry; que más bien toma elementos del cuento, para crear una historia original, de una niña que tiene que lidiar con una madre obsesiva, que quiere que su hija crezca muy rápido, y con muchas responsabilidades; siendo la primera versión animada de la novela.
El largometraje, usa animación cuadro por cuadro para el cuento, y animación por computadora, para la narración adicional; haciendo diferencias importantes en el color y las texturas.
Con una animación exquisita y súper cuidada, Le Petit Prince busca apegarse a la historia original; sin dejar de lado la emotividad y nostalgia que el personaje provoca por sí sólo.
Para que todo salga bien en la prestigiosa Academia Werth, la pequeña (Clara Poincaré) y su madre (Florence Foresti), se mudan a una casa nueva.
La pequeña es muy seria y madura para su edad, y planea estudiar durante las vacaciones, siguiendo un estricto programa organizado por su madre; pero sus planes son perturbados por un vecino (André Dussollier), excéntrico y generoso.
Él le enseña a la niña, un mundo extraordinario, en donde todo es posible.
Un mundo en el que El Aviador se topó alguna vez con el misterioso Principito (Andrea Santamaria)
Entonces comienza la aventura de la pequeña, en el universo del Principito.
Y así descubre nuevamente su infancia, y comprenderá que sólo se ve bien con el corazón, porque:
“Lo esencial es invisible a los ojos”
El uso clásico de la iconografía de “Le Petit Prince”, es decir, los dibujos de Antoine de Saint-Exupéry, están presentes, y eso sin lugar a dudas, ayudará a que los niños puedan hacer un salto de la película, a leer el libro.
Además, la temática habla sobre la perdida, la dificultad y consecuencias de crear lazos con las demás personas, temas que sin lugar a dudas, pueden ser muy positivos para la audiencia infantil.
“Tu deviens responsable pour toujours de ce que tu as apprivoisé”
(Eres responsable para siempre de lo que has domesticado)
A través de los años, tanto el público juvenil como el adulto, hicieron de este relato, una de sus lecturas preferidas.
Ahora el director estadounidense, Mark Osborne, llevó a la pantalla, toda la calidez, la poesía, y la ternura que planean a lo largo del libro “Le Petit Prince”, y lo hizo sobre la base de una animación, en la que tanto los personajes como su entorno, mantienen todo el encanto de esas páginas, ya imborrables para sus muchos lectores.
El director, ha logrado la cuadratura del círculo, ser fiel a la obra, integrarla dentro de un relato que amplía su reducido campo de batalla, a partir de un bello y minucioso artefacto animado; y el mérito sin duda, es reinventar de la forma más creativa posible, un clásico que es muy saludable emocionalmente.
Así, Le Petit Prince, es una versión respetuosa y adorablemente reinventada del clásico de Saint-Exupéry, el cual permanece fiel a su atemporal representación del sobrecogimiento de la infancia, frente a la desilusión adulta.
En el fondo, Le Petit Prince no es una adaptación directa del libro.
Funciona más como una secuela…
La historia original, es recapitulada durante la primera mitad, siendo narrada por el viejo aviador, a una niña.
La segunda mitad, sigue la aventura de la niña, quien roba su aeroplano, y “viaja hacia el espacio” para encontrar al Principito, y conseguir las respuestas que el cuento no le dio...
En definitiva, lo que hace Le Petit Prince, es tomar una historia inmortalizada por su ambigüedad alegórica, y anclar el sentido en una sola lectura, la más obvia e inmediata.
Por ello, Le Petit Prince está narrada desde la perspectiva de una pequeña niña, que un día, ve dar un vuelco a su organizada vida, cuando conoce a su vecino, un aviador que le comienza a relatar las aventuras de un pequeño Príncipe de otro planeta.
De esta manera, el personaje de la niña, que cabe destacar que ninguno de los personajes tienen nombre propio, que los universaliza, es decir, que pueden ser cualquiera, actúa como el nexo entre ambos mundos, el infantil y el adulto, pasado y presente, y porque no, futuro; a través de su desdoblamiento:
Por un lado, se la posiciona como el reflejo de la enajenación de los adultos; y por otro, como el emblema de recuperación de la infancia.
La historia en sí, trata sobre una niña, que está inmersa en un mundo adulto, donde tiene que entrar a “la academia perfecta”, pero tiene que conseguir un buen trabajo, y cada aspecto de su vida, está estrictamente determinado por su madre.
Pero al fallar el ingreso a la prestigiosa academia, deben moverse al “Plan B”, mudándose a un nuevo vecindario, donde tienen como vecino a un exuberante anciano, que termina siendo, no otro que El Aviador del relato original del autor.
Es él, quien se encargará de ayudar a esta niña, a escapar de las grises garras del mundo adulto, contándole su historia, de cuando conoció al Principito.
Es así como Le Petit Prince empieza a balancear estos 2 mundos:
Por un lado, la realidad gris, y por el otro, la historia colorida del Principito, ambos claramente separados, gracias a los diferentes estilos de animación de cada uno.
En lo formal, cabe destacar la belleza de las imágenes; si bien los momentos en el mundo real no tienen la calidad de animación, que otros estudios grandes pueden tener, como Pixar, las paletas de colores, claramente diferenciadas, y algunos elementos casi artesanales, se encargan de darle una vida propia a cada escenario.
Además, los momentos en que nos adentramos en la clásica historia de “Le Petit Prince”, nos encontramos con un mundo tan tangible, que casi lo podemos tocar.
En las primeras imágenes, sólo se distingue a la niña de la madre, por el tamaño del cuerpo, ya que las 2 realizan ciertas actividades, como lavarse los dientes o levantarse de la cama, de la misma manera, casi al calco y de manera robotizada/deshumanizada.
Ambas componen una duplicación automatizada, y en detalle del mundo adulto regido por una serie de estructuras, que impiden una comprensión o conocimiento de lo más cotidiano:
Las fantasías, lo imaginario, lo lúdico, lo ingenuo; pues ya no hay tiempo para detenerse en mirar a una flor, o reírse de uno mismo.
El mundo, por el contrario, se limita a compartimientos estancos y reglados, que se saturan en el cumplimiento de las obligaciones, en los grises y solitarios “zoom in” que muestran las oficinas, los barrios, o las mismas calles, el entorno de la madre.
Pero la niña produce un quiebre, gracias a la compañía del Aviador, y a la historia del Principito:
Descubre la riqueza del mundo, de lo simple, y de sí misma, hasta el punto de volverse vulnerable a los sentimientos, y a las personas.
La revelación de la obra, transforma la duplicación anterior del mundo adulto, en su propio desdoblamiento en tanto niño/ adulto, como lo fue en el pasado el mismo Aviador perdido en el desierto del Sahara, tras la aparición del Principito.
Desde lo técnico, la historia de la niña, el mundo “real”, es presentada con la técnica de animación 3D; mientras que, todo lo que refiere al universo del Principito, fue realizado a través de “stop motion”, técnica que consiste en aparentar el movimiento de objetos estáticos, por medio de una serie de imágenes fijas sucesivas, logrando a través de este recurso, contar una historia dentro de otra; en donde los ambientes y personajes, parecieran adquirir la textura del papel crepe, o de la seda, con sus pliegues, y transparencias que le devuelven la sensación de ensueño, o de un plano más onírico.
Son las más bellas, no sólo por la fidelidad a las ilustraciones originales de Saint-Exupéry, sino porque confieren la misma sensación de artesanía y delicadeza.
Cuando Le Petit Prince hace foco, es en la historia personal del Principito, un joven curioso e inquieto, fácilmente identificable con un chico que promedia los 25 años, que ha sucumbido en la rutina de su trabajo, y se ha olvidado de soñar.
Es la niña, quien tratará de despertar al soñador que alguna vez habitó en él, y eso dará lugar a una serie de aventuras que tendrán que superar juntos.
Todo esto, acompañado de la música de Hans Zimmer y Richard Harvey, hacen de Le Petit Prince, un deleite para la vista y oídos por igual.
Lamentablemente, cuando vamos llegando hacia la mitad del relato, y los 2 mundos que antes estaban separados, se unen, y todo cambia el código, y se termina convirtiendo un clásico relato con un villano, que se ve algo forzado, y una distopía que desentona completamente con lo que venía proponiéndose.
Particularmente, me hubiera gustado un mayor desarrollo del personaje de la madre, ya que había indicios de que había una historia interesante para contar, tal vez sobre sus motivaciones y una posible redención; pero la tratan bastante unidimensional, y no se llega a entender el por qué es tan exigente con su pequeña hija.
Y es que Le Petit Prince trata más sobre la niña en cuestión, que sobre El Principito.
No obstante, Osborne ofrece una propuesta visualmente atractiva, fresca y llevadera, construida con ingenuidad y sencillez, como la versión en la que está basada.
El inocente personaje que habla con zorros, boas, y suele hacernos reflexionar con sutil sabiduría, a través de sus atinadas preguntas, en esta oportunidad, así como en el libro, también medita sobre las relaciones humanas, el amor, la amistad, la transición de la infancia a la adultez, al mismo tiempo que, deja entrever una suerte de crítica, a algunos vicios de la civilización moderna, como la ambición, la búsqueda de productividad constante, y la acumulación capitalista.
Todo es allí.
“Toutes les personnes âgées sont les enfants d'abord”
(Todas las personas mayores han sido primero niños)
¿En qué momento de nuestras vidas, perdimos nuestra niñez, para convertirnos en esos adultos que todo lo llevan a los números?
¿Se habrá comido el cordero, la flor?
¿Nos han domesticado?
¿Hemos domesticado a alguien?
¿Somos pasajeros sin rumbos?
Le Petit Prince, tanto el libro como la película, desde su dedicatoria, plantea como temática principal, la pugna entre la niñez y la adultez.
Cuando se es mayor, y se lee este libro, es imposible no añorar esa época lejana donde éramos felices con pequeñas cosas, e inocentes ante la vida.
Y nos damos cuenta que, a medida que crecemos inexorablemente nos volvemos incapaces de ver más allá de lo limitada que se vuelve nuestra visión de las cosas, y así, lo que realmente es una “boa digiriendo una serpiente”, para los adultos solo puede ser “un sombrero”
Y el libro nos habla incluso, de cómo se abandonan los sueños, en la medida que se crece, y lo único que se vuelve importante, son la ciencia y los números, ya no vale la pena dibujar ni imaginar, sino que debemos esforzarnos por ser los mejores en otros campos más “mecánicos” como la aritmética, la gramática, o la geografía, como si de eso dependiera la vida, como si eso fuera “vivir de verdad”, dejando lo más importante, lo intangible, como los sentimientos.
Los niños, tienen una visión diferente del mundo que nos rodea, en la que la inocencia y la imaginación, son los ojos con los que observar y entender la realidad.
Esa filosofía de la infancia, que el paso del tiempo nos hace olvidar en mayor o menor medida, choca con la frialdad y eclecticismo de la adultez, en lo que lo más importante del mundo son los números, el orden, el no perder el tiempo, y dedicarse exclusivamente a las llamadas “cosas serias”
O lo que es lo mismo, la libertad de la niñez, se va convirtiendo poco a poco, en una pseudo-esclavitud del poder de los números, sin que prestemos atención a lo que verdaderamente importa en la vida.
Otro cuento similar, como lo es “Peter Pan”, también nos habían avisado de este gran problema.
Así las cosas, Le Petit Prince es acerca de que se debe apreciar y disfrutar de las cosas sencillas de la vida, de las cosas que se presentan en el cotidiano, de que no hace falta tener una mirada complicada sobre las cosas, sino que la apreciación más sencilla, es la más acertada; que no importa que tan elaborado pueda ser tu pensamiento, porque seguramente, como la mirada de un niño, el pensamiento más simple, es el que más se acerca a la realidad; y habla de que las banalidades que pueblan el mundo de los adultos, y que no contribuyen en nada, sólo complican, y hacen monótonas sus vidas; de cómo dejamos que el tiempo pase en nuestras vidas, y no logramos disfrutar de lo que tenemos, y de las actividades que hacemos, porque las llevamos a cabo de manera automática, sólo como una tarea más.
De que no siempre el amor es “un ida y vuelta”, sino que a veces, sólo te toca dar amor; también es a cerca de la amistad, y lo profundo de ese lazo, de los momentos enriquecedores que éste provee, y de cuánto bien te puede hacer sentir esa amistad, porque en definitiva, como dice el libro:
“Lo esencial es invisible a los ojos”
Porque lo material, te va a hacer sentir bien sólo un rato, o un tiempo; en cambio, los sentimientos hacia alguien, o las sensaciones que algo te produjo, te llenaron de vida, son invisibles, y perduran.
Esa es la primera y, quizás, la más importante de las enseñanzas.
Lo valioso no se puede medir, tocar ni pagar con dinero.
Está fuera del mundo de lo mercantil.
Es nuestra voz interior, y nuestros sentimientos, los que tendrían que regir el mundo.
Lo material no da la felicidad, sino que reside en las cosas pequeñas, en los momentos de la vida, y en la relación con las personas de nuestro alrededor.
Otra frase nos dice:
“No se debe valorar a la gente por lo que tiene, sino por lo que es”
Nuestra sociedad consumista, clasifica a las personas por la cantidad de objetos materiales que se poseen.
No tienes una vida plena, si no tienes una casa, un coche, un televisor de 40 pulgadas, el teléfono de moda, y un largo etcétera.
Cada día, sale al mercado un nuevo producto, que se convierte en una necesidad vital para nuestra existencia, y para nuestro éxito en la vida.
Pero este comportamiento, está totalmente alejado de la realidad, y sobre todo de la libertad, ya que aliena nuestras mentes, e impide expresar nuestros sentimientos.
Las personas, no deben ser valoradas por lo material, sino por su forma de ver el mundo, por sus actos, y su mente.
“Se le debe pedir a cada uno lo que está a su alcance realizar”
Esta enseñanza, tiene que ver con la autocrítica, ya que es importante conocer las propias limitaciones, para avanzar en el camino de la vida, y no exigirnos más de lo que podemos hacer, evitando así, fracasos que no tendrían que producirse.
Otra frase, tal vez la más realista:
“Todas nuestras acciones, tienen consecuencias”
En el universo, todo ocurre por una u otra razón, no hay lugar para el azar.
Por tanto, tenemos que ser consecuentes con nuestras acciones, y responsables de nuestros hechos, solucionando los problemas, antes de que sea demasiado complicado para poder realizarlo con éxito.
“Recogemos lo que sembramos”
Como la rosa del relato, esta lección está relacionada con el karma oriental, en el que cada acción que realizamos, vuelve hacia nosotros, como un “efecto boomerang”
Si realizamos malas acciones, nuestro futuro estará lleno de problemas...
“Uno es responsable de lo que domestica”
El mundo está lleno de personas, que permanecen ajenas a nuestra vida, hasta que empezamos a “domesticarlas”, es decir, hasta que se crea un vínculo entre las 2 partes.
La amistad o el amor, son varios frutos de estos vínculos; pero tenemos que tener cuidado, ya que hay que valorar ese vínculo, y nuestro compromiso hacia esa persona, ya que de lo contrario, se hará un daño irreparable.
Pero además, hay que ser conscientes de otras 2 grandes lecciones relacionadas con esta enseñanza:
La primera de ellas, tiene que ver con la experiencia.
El Principito se da cuenta, de que era demasiado joven para amar a la rosa que habitaba su planeta, ya que no entendía sus sentimientos, ni sus contradicciones.
Por tanto, cada cosa tiene que ser vivida a su tiempo, vuelve la enseñanza de que “se le debe pedir a cada uno lo que está a su alcance realizar”
Como también, nadie nace aprendido a ser padre; por tanto, ver a los niños como lo que son.
Y no debemos considerarlo un fracaso, sino más bien una carencia de experiencia.
La otra lección tiene que ver con el amor:
“Amor no es mirarse el uno al otro, sino mirar los 2 en la misma dirección”
Las personas con las que mantenemos un vínculo especial, son nuestros compañeros de viaje, una parte vital de nosotros mismos, por lo que la comunicación y el entendimiento, son los pilares básicos del éxito.
Esas son grandes lecciones, algunas de las más importantes que se encuentran en el relato; pero para poder comprender su sabiduría, cada uno tendrá que abrir el su corazón, e inmiscuirse de lleno en él, ya que las personas mayores, nunca son capaces de comprender las cosas por sí misma; y los niños, la luz de la inocencia y la filosofía arcana de la vida, tienen que darles, una y otra vez explicaciones.
Y la única forma de no olvidar nunca al niño que tenemos dentro, es dejarnos llevar por nuestros sentimientos, y la imaginación.
Además, resulta imposible no sentir un extraño cariño por el personaje de la niña, “La Princesita”, que mezcla pureza, inocencia, lealtad, amistad, idealismo, y no lamentarnos porque no existen personas así, ya que si existieran más de ellos, este mundo sería distinto.
“Ya no sé si quiero ser mayor”, le confiesa la niña al Aviador, y éste le responde sabiamente:
“El problema no es crecer, sino olvidar”
El mundo onírico y la realidad gris, se engullen entre sí, en principio, por la búsqueda de un dominio, pero luego, como resultado de una simbiosis y reciprocidad porque, a final de cuentas, la lucha reside en el propio ser, y la victoria sólo depende de cómo se mire desde el interior.

“Tâche d'être heureux...”
(Trate de ser feliz...)



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