Cuatro Lunas

“Amor es Amor”

El sentimiento generado, cuando esa persona que te interesa, te toma de la mano, es un sentimiento universal.
Esa cascada de emociones positivas que barren tu ser en un escaneo progresivo de alta definición, ha sido experimentada por una innumerable cantidad de personas alrededor del mundo y, a pesar de eso, cada uno de estos momentos, es único e irrepetible.
¿Qué es el amor, y hasta dónde nos puede llevar la pasión?
El deseo es tiránico.
Con un solo súbdito por esclavo, no atienda a razones, gobierna sin medidas de control y, apagar su sed de pasión, es el único artículo de su Constitución.
El deseo es imprevisible.
Se ríe de la edad, y se instala en el ser que ha invadido.
Establece su reino en cada célula, y le es indiferente, si se trata de un niño, un joven, o un cuerpo maduro.
El deseo es intemporal, pero con fecha de caducidad.
Unos minutos, horas, algunas semanas, una vida…
Llega sin avisar, nos colma de energía, y nos incita al riesgo; a sobrepasar los límites, y a ampliar las fronteras de nuestras concepciones.
Pero también desaparece sin prevenir a nadie.
Ni a su súbdito, ni al objeto de deseo.
Cuando su reino se difumina, el humo y sus cenizas nos ahogan hasta que un nuevo tirano, elige un huésped diferente, y otro territorio...    
Si el amor es ciego, el deseo es sordo, pero no mudo.
Si es capaz de clamar en el desierto su pasión, ignorará los consejos más sabios, prudentes, y honestos de todo su alrededor.
El deseo es suficientemente astuto, para confundirse con el amor, y hacer creernos que son una misma entidad.
En resumidas cuentas:
¿El amor no es una historia de deseo que acaba mal, o el deseo es una aventura amorosa que finaliza bien?
Seamos sinceros, quien no haya deseado en alguna ocasión La Luna y las estrellas, que tire el primer beso.
“Estoy orgulloso de estar contigo”
Cuatro Lunas es un drama del año 2013, escrito y dirigido por Sergio Tovar Velarde.
Protagonizado por Antonio Velázquez, Alejandro de la Madrid, César Ramos, Gustavo Egelhaaf, Alonso Echánove, Alejandro Belmonte, Marta Aura, Juan Manuel Bernal, Karina Gidi, Sebastián Rivera, Gabriel Santoyo, Mónica Dionne, Alejandra Ley, Marisol Centeno, Laura de Ita, Astrid Hadad, Luis Arrieta, Hector Arredondo, José Ángel Bichir, Jorge Luis Moreno, Ricardo Polanco, entre otros.
Para el director:
“Desde el principio imaginé “Cuatro Lunas”, como un drama sobre personajes gays y, a la vez, como una especie de comedia romántica, narrada a 4 voces.
El título hace alusión a “las cuatro fases básicas de La Luna”
Cada una de ellas, representa a un personaje gay, en una diferente etapa de su vida, cada uno viviendo una situación muy distinta, respecto al proceso de aceptación de su preferencia sexual:
El que va a aceptarlo; el que lo está aceptando; el que ya lo ha aceptado; y el que nunca lo aceptará”
Cuatro Lunas, fue realizada gracias a inversiones estadounidenses y canadienses, y ha superado las expectativas, confirmado a su cineasta, como uno de los más sobresalientes analistas del alma humana de su generación, en sublime compendio de las nuevas leyes del deseo del siglo XXI.
Una propuesta sensible, y bien encaminada hacia un cine que pueda tratar el tema de la homosexualidad, con empatía y humor; tanto así que el lenguaje es de lo más fresco que se ha visto en las pantallas mexicanas en los últimos años.
El guión original, está plagado de frases y palabras reconocibles, no sólo en el argot gay citadino; y gracias a lo mismo, el público ríe a carcajadas durante varios momentos de la historia, se reconocen a sí mismos, y convierten la experiencia, en un ejercicio de retroalimentación social fundamental, para lograr una convivencia sana.
Cuatro Lunas fue una de las 14 películas preseleccionadas por México, para ser su presentación en El Premio Oscar de La Academia como Mejor Película Extranjera, pero perdió frente a “600 Millas” de Gabriel Ripstein.
Cuatro Lunas, sigue 4 historias:
Mauricio (Gabriel Santoyo) es un niño de 11 años, “La Luna Nueva” que representa el despertar del interés sexual; que se da cuenta, de que se siente atraído por su primo Oliver (Sebastián Rivera); todo esto sucede, mientras se desenvuelve en el escenario familiar, bajo el cobijo del cariño de su madre, Laura (Karina Gidi), y el miedo y rechazo de su padre, Héctor (Juan Manuel Bernal)
Fito (César Ramos) y Leo (Gustavo Egelhaaf), son 2 universitarios, “La Luna Creciente” desbordada por un amor imprevisible…
¿Existe algún amor previsible?
Ambos inician una relación que se complica, cuando uno de ellos se niega a aceptar su homosexualidad.
Uno de ellos, tiene miedo a vivir con naturalidad su relación por el “qué dirán”; mientras que el otro, se muestra mucho más libre.
Juntos, librarán una batalla de aceptación personal, en conjunto con la difícil búsqueda de la aceptación en sus respectivas familias.
Hugo (Antonio Velázquez) y Andrés (Alejandro de la Madrid), tienen una relación de muchos años, “La Luna Menguante”, tan menguante como la pérdida del deseo; que se ve seriamente amenazada, cuando uno de ellos encuentra atractivo a un tercer hombre, Sebastián (Hugo Catalán)
La pareja tendrá que lidiar con la apatía, la clara erosión del amor, y la subsecuente incertidumbre, producto de una infidelidad.
Joaquín (Alonso Echánove) es un anciano, “La Luna Llena” y satisfecha de la pasión vivida; que intenta reunir el dinero para poder pagar un encuentro con Gilberto (Alejandro Belmonte), un joven prostituto, con el que se ha obsesionado.
Así pues, son 4 historias que exploran el amor y la aceptación de uno mismo.
Una película que ofrece un coctel de sentimientos variados, hablándonos de la intolerancia, y aceptación de la homosexualidad por parte de la familia, o incluso por uno mismo, de las pasiones que anulan la voluntad y la propia razón, del deseo, del amor desgastado, de la diferencia de clases sociales, de cómo se siente el amor en la niñez, en la juventud, en la madurez, y en la vejez.
Queda claro, que se trata de una sublime película sobre la complejidad de las relaciones humanas, con indiferencia de la condición sexual de sus protagonistas, en un solo gran paquete de pequeños ejemplos, que nos otorga el descubrimiento, la aceptación, el amor, el desamor, el sufrimiento, el arrepentimiento, y la esperanza.
Elementos que trazan la vida de toda persona, nuevamente, independientemente de sus preferencias sexuales.
Sin caer en el morbo, y evitando cimentarse en la sexualidad, Cuatro Lunas nos muestra relatos de humanidad, en personajes comunes y corrientes, que todo miembro de nuestra sociedad debería tomarse el tiempo de conocer.
Es la simplicidad de estos personajes, y sus eventos, la que trasciende ante los ojos de la audiencia, y permite transmitir el importante mensaje, de que todos somos humanos, que reímos, que lloramos, que amamos y sentimos, y que es precisamente este amor, el común denominador en nuestro mundo.
Cuatro Lunas, no es una película dirigida al público gay exclusivamente.
Los personajes llegan a ser tan universales, en cuanto a sus anhelos y motivaciones, que es difícil no encontrar puntos de identificación.
“Si me la sacas te madreo”
Cuatro Lunas logra lo que muy pocas, hacer que con el paso de los minutos, los personajes dejen de ser vistos, o etiquetados como gays, para ver seres humanos que tienen conflictos, miedos, deseos, dolores, y amores.
El director, entreteje los hilos de las 4 historias, para que el espectador reconfigure en su mente, algunas etapas y vivencias del desarrollo humano.
Se representan en pantalla:
El primer despertar sexual (Luna Nueva), el proceso de enamoramiento (Cuarto Creciente), las dificultades del amor de pareja (Cuarto Menguante), y el cumplimiento de un deseo reprimido (Luna Llena)
Aunque las historias son independientes, una de la otra, los relatos transitan de manera fluida, en un ir y venir constante.
Cuatro Lunas, es protagonizado por homosexuales complejos, no caricaturas, se separa por completo del tipo de caracterización risible y desdeñosa, que tradicionalmente en el cine y la televisión se ha hecho de ellos.
Trasciende la etiqueta de “cine gay”, para ser un filme sobre la complejidad de las relaciones humanas.
En el mundo del director, los hombres batallan entre el dolor, la vergüenza, y la humillación, que surgen cuando el individuo rechaza su verdadero ser, ya sea por miedo o por vergüenza de afrontar un entorno hostil; y recurre al manejo de espacios específicos:
La comodidad de una habitación, la convivencia en un billar, los jardines de una universidad, la intimidad de un sauna; que posibilitan las interacciones masculinas, no necesariamente homosexuales, para generar los contactos oportunos entre hombres y, a partir de ahí, desprender una relación de atracción-repulsión, cuyo trayecto está lleno de anhelos, deseos, satisfacciones, y placeres, pero también hay angustias, tormentos, y llantos, que pueden llegar a desembocar en el rechazo y la burla.
El concepto que Velarde propone, es novedoso, arriesgado, y vanguardista; sexualmente discreto, y emocionalmente explícito, según se requiera.
Para el director:
“La vida gay es una fuente inagotable de historias, texturas, y anécdotas.
Hay tantos tipos de gays, como gays hay en el mundo, y cada uno es un universo con su propia historia que contar.
Hay, sin embargo, un elemento, acaso el único, unificador:
La dura confrontación de un gay con su verdad; ese instante, en algún punto de su vida, en el que se reconoce y asume su verdadero yo.
En algunos casos, es un paso relativamente sencillo; en otros, implica casi un salto al vacío.
Ésta es una película que, precisamente, a través de 4 retratos, explora y refleja aspectos de lo que significa, asumirse como gay en nuestra realidad, en nuestro tiempo, y en nuestro contexto latinoamericano”
La Primera Fase, “La Luna Nueva”, muestra la atracción secreta de Mauricio, hacia su primo, Oliver.
Ambos comparten la intimidad de una habitación, no hay sospecha por parte de los padres, porque ellos asumen que los niños, uno de 11; el otro, un poco más grande; sólo están divirtiéndose con los videojuegos.
La arriesgada propuesta de Mauricio, y la curiosidad de Oliver, termina por confirmar la homofobia de éste, provocando el rechazo.
Pero peor aún, el secreto de Mauricio es exhibido de manera pública.
La periferia deposita su mirada en el niño; el momento íntimo y privado, que había sido valorado y callado con sumo cuidado por parte de Mauricio, se convierte en un aterrador evento público, donde su preferencia sexual es exhibida, sólo para que él se sienta humillado y avergonzado ante sus seres más cercanos:
Su comprensiva y tierna madre, y el intolerante y rudo padre.
En más de una ocasión, Oliver tacha de “maricón” a Mauricio, confirmando así, la forma de tipificación gay, comúnmente empleada en la sociedad latinoamericana.
A alguien se le llama “maricón” para “patologizar” o “demonizar” su orientación sexual, y para advertir sobre los peligros de ir en contra de la “hetero/normatividad”
La figura del “maricón”, es vista por el mundo de lo masculino, como un ser de “naturaleza femenina”:
Débil, pasivo, e histérico; “anti-hombre”
Esos atributos, también reflejan un problema aún más grande:
La construcción social de un estereotipo femenino.
La mujer y “el maricón”, son reducidos a sujetos inferiores ante el “verdadero” hombre; eso explicaría la mirada de enojo del padre de Mauricio, cuando ve que su hijo disfruta cocinar y decorar los platillos, al lado de su madre en la cocina, un espacio asociado a lo femenino.
El segundo paso del ciclo lunar, “Cuarto Creciente”, se centra en Fito y Leo.
Los jóvenes universitarios, son antiguos amigos de la infancia que se reencuentran, y de inmediato, reanudan su amistad, pasando mucho tiempo juntos en el billar, o en los jardines de la universidad.
El director, recurre constantemente al “close up”, para mostrar el juego de ilusionantes miradas entre los jóvenes, así como los insinuantes contactos entre sus manos.
La camaradería, se torna en enamoramiento, y de manera natural, recurren a la entrega del cuerpo, para reafirmar sus emociones.
Su torpe primer encuentro sexual, muy divertido, es tratado con naturalidad y espontaneidad por parte de Tovar Velarde, quien no pretende ejercer un exhibicionismo forzado y gratuito, pero tampoco se muestra pudoroso, cuando los 2 cuerpos masculinos desnudos chocan.
El acto sexual de un hombre con otro, no implica necesariamente la auto identificación inmediata como “homosexual”, y ese es el sentir de Leo.
El joven, en su proceso de aceptación, sabe que deberá pasar por momentos de rechazo, caracterizados por el insulto y los términos despectivos, las etiquetas, y “el desprecio social”, pero él no está dispuesto a recorrer ese camino.
El idilio juvenil se torna oscuro, cuando surge el miedo de Leo, a ser descubierto por sus familiares, y amigos.
Su inseguridad es tan grande, que prefiere sacrificar el amor que siente por Fito, y seguir guardando las apariencias.
A diferencia de Mauricio, Fito se esfuerza por contarle a su madre viuda, acerca de sus preferencias, y del creciente romance que tiene con Leo, pero las palabras de consolación de la madre, no llegan en el momento oportuno, cuando el joven requiere de consejos, y sólo se manifiestan más tarde, cuando la decepción amorosa ya ha ocurrido.
Este relato, ofrece una mirada convincente, sobre un joven en el dilema de aceptar su condición, o rechazarse a sí mismo.
El tratamiento de esta problemática, es examinado desde la postura de Leo.
Los factores familiares, aquellos que le impiden asumirse como homosexual, no aparecen en pantalla, constantemente son aludidos, pero el director prefiere no mostrar la dinámica al interior del círculo familiar del joven, y enfocarlo a él.
El tercero de los relatos, “Cuarto Menguante”, se centra en una consolidada pareja.
Hugo y Andrés, llevan 10 años juntos, pero las actitudes de uno, le molestan al otro.
Han establecido una rutina, que incluye elaboradas cenas con amigos, pero estos detalles, comienzan a ser asfixiantes y abrumadores para Hugo, quien en secreto, mantiene un amorío con otro hombre.
Las consecuencias de este descubrimiento, y el deterioro de la relación, no tienen el suficiente tiempo en pantalla, como para ser desarrolladas con precisión y cautela.
Por una parte, vemos a un frágil Andrés, poseedor de una convicción singular para aferrarse a su hombre; pero por el otro lado, no se muestran las luchas internas, dudas, y confusiones de Hugo, y todo se simplifica al deseo sexual de estar con un macho, con un hombre rudo y fuerte como Sebastián; y no con un chico delicado, sensible, y a veces amanerado, como Andrés.
Velarde, opta por compartir en mayor medida, el punto de vista de Andrés, para colocarlo como una víctima, y transmitir la sensación de que hay un “villano”
Los diálogos, nos dan la información sobre los 10 años que llevan juntos; a partir de ahí, se nos muestra cómo se desmorona su relación, y aunque los actos de Andrés, podrían asociarse al amor y al perdón, también se inclinan a la obsesión y el miedo de permanecer solo.
En esta historia, se percibe lo que en las 2 anteriores no había sido un conflicto:
El tiempo.
El intento por arropar 4 historias, en el formato de un largometraje de poco menos de 2 horas, le resta importancia al tema del amor, y éste se ve socavado por la obsesión, el miedo, por parte de Andrés; y el hartazgo por parte de Hugo.
La última historia, “Luna Llena”, tiene como protagonista a Joaquín, un poeta y profesor universitario retirado, casado con una amable esposa, con 2 hijas que lo admiran, y con nietos.
El hombre, acude a un sauna gay, donde admira el cuerpo de un sexoservidor; el anciano desea un encuentro sexual con el joven, pero no tiene el dinero suficiente para cubrir el pago del servicio.
Aunque Echánove brinda una actuación conmovedora, de un hombre viejo, que busca desahogarse intentando cumplir un deseo, quizá reprimido durante varias décadas, la segunda mitad de este relato, se percibe ingenua y forzada, exhibiendo una especie de admiración poco verosímil, que el joven “escort” siente hacia el viejo, cuando durante gran parte del relato, sólo se dedicó a rechazarlo.
Este segmento, marcha en dirección contraria a como lo habían hecho los 3 anteriores.
Aquí no vemos una búsqueda de identidad, ni una fase de descubrimiento, y aceptación, ni mucho menos una lucha por el amor, sino sólo una firme intención de satisfacer un deseo sexual reprimido.
Así las cosas, Cuatro Lunas, rompe con este esquema de representación incompleta, y plagada de estereotipos respecto al homosexual; y se muestra en contra de la fórmula del “gay afeminado”; salvo Andrés que actúa así, sólo en la reunión con sus amigos, y lo hace más por ser el centro de atención.
A lo largo de los relatos, se evita utilizar  la palabra “gay”, pero los dilemas de los personajes, entre la necesidad de callarse o, al contrario, salir a la luz, giran en torno a esta redefinición de una identidad orgullosa.
La identidad gay, es una construcción y una lucha permanente, que dan un eco público a los dramas interiores de cada individuo, buscando una plena exhibición de la diversidad.
La representación de una homosexualidad liberada de los estereotipos del homosexual afeminado, tiene un potencial reflejado en 2 de los personajes:
Leo y Joaquín.
La homosexualidad, puede estar escondida dentro de cualquiera, sin posibilidad de ser reconocida a primera vista.
Esta ambigüedad, es sostenida por los intentos de ellos 2, de esconder su homosexualidad detrás de una fachada oficial “heterosexual”, cumpliendo con sus respectivos deberes.
Además, Cuatro Lunas adopta un modo de representación visual, de una homosexualidad moderna sin roles sexuales atribuidos de manera definitiva, de acuerdo a la relación “activo/pasivo”
Se evita una representación explícita de los roles sexuales desempeñados, y sólo se sugiere que esos roles son intercambiables, e incluso, esta discusión resulta irrelevante, porque al filme le interesa retratar 4 historias de amor entre seres humanos.
El “amor”, o cualquiera que sea el sentimiento que trasciende el acto físico, les da fuerza a los personajes, para aventurarse a pesar del entorno social adverso, y para combatir la hipocresía.
También, Cuatro Lunas se encarga de criticar esa misma homofobia que hay entre homosexuales.
Hugo le dice a Andrés, por ejemplo, que “no le gustan los jotitos afeminados” y que al final, resulta ser más pasivo que nada…
O qué tal esos amigos heterosexuales que, mientras uno se esconde en el clóset, ellos aceptan de una forma tan natural, las preferencias de los demás.
Para Sergio Tovar, Cuatro Lunas significa un proyecto de vida, por la cercanía que tiene con la temática de la obra:
“Nunca me había sentido tan cercano a un tema, volcándome sin censura ni pudor alguno”, dijo.
De hecho, el sexo homosexual, es presentado con naturalidad.
Igual que un gay ante una escena erótica heterosexual, los heterosexuales verán las escenas candentes de Cuatro Lunas, y obvio se prenderán, pero no corren peligro de impactarse, más allá de la penetración anal que se presenta el acto sexual, como un común denominador a todo tipo de parejas.
Así las cosas, través de una bella metáfora, Sergio Tovar Velarde, “las cuatro fases de la luna”, revisa el amor, el deseo, y la pasión, con una fuerza arrolladora, y un sentido del ritmo impecable.
Cuatro Lunas es, en muchos casos, un juego de contrastes:
Por momentos, resulta colorido, relajado, y entrañable, como una inspirada canción de amor.
En otros momentos, en cambio, se muestran aspectos estremecedores y dolorosos de la vida gay, con situaciones, lugares, y personajes…
Para algunos, la historia del niño será la de “La Luna Creciente”; y para otros, la del anciano, la más pura y cegadora, “Noche de Plenilunio”; todo es cuestión de perspectivas, y claro está, de la experiencia.
El director comenta:
“Cuatro Lunas, el título, también se refiere al concepto de 4 noches, 4 oscuridades.
Tengo la impresión, de que los homosexuales, durante siglos, han debido vivir en las sombras, resguardados bajo el manto de la noche.
Ocultos y temerosos de salir a plena luz del día, y quedar expuestos; vulnerables ante una sociedad, históricamente dispuesta a atacar todo aquello que perciba “raro” y diferente.
Y es justamente por ello, que la secuencia final, “Amanecer”, representa el despertar hacia una “nueva era de empatía y aceptación”; la renovada realidad en la que cada quien pueda vivir su vida con libertad, ya sin miedo, ya sin oscuridad:
Ya, a pleno sol”
Y es que Cuatro Lunas produce múltiples efectos, tan deseables como inhabituales:
Una inmediata identificación con uno, o varios personajes, desde los primeros minutos, un ansia irreprimible de conocer el desarrollo y desenlace de cada historia, en su mitad, y una euforia en su final, que incitará a muchos, a volver a verla, con más análisis y reflexión.
Del reparto, Sergio Tovar Velarde, ha aportado una magistral dirección de actores.
En raras ocasiones, se ve una empatía, y química tan generalizada, entre los actores y sus personajes.
Aunque están todos impecables en su papel, César Ramos, Juan Manuel Bernal, Alonso Echánove, Gustavo Egelhaaf, Alejando Belmonte, hasta, Astrid Hadad, no puedo dejar de resaltar algunos en especial.
Antonio Velázquez, que confirma lo que ya muchos sabíamos, su potente presencia de buen actor.
Alex de la Madrid, que conseguiría arrancar una lágrima a una estatua de piedra, sin caer en la sobreactuación.
La infinita sorpresa de Gabriel Santoyo, niño de 11 años, que promete un futuro arrollador.
Y las 2 inspiradísimas actrices, que interpretan 2 madres:
Karina Gidi, impresionante como siempre; y Mónica Dionne, que borda con filigrana su papel, sin dejar de mirar la telenovela de turno, un sólo instante.
Es ella quien se muestra en etapa de negación, ante las preferencias sexuales de su hijo, y quien nos regala una de las escenas más memorables.
¿Cómo aceptarnos, y aceptar a los demás?
Una de las “Cuatro Lunas”, es la de Mauricio, el niño gay interpretado por Gabriel Santoyo.
Luego de que Sergio explicara, cómo logró filmar escenas infantiles, con aspectos gays, sorprendió lo mucho que se acercaron al meollo del asunto:
La inocencia sin morbo.
“Me parece muy valiente, que se toquen esos temas sin tapujos, que se digan las cosas como tienen que ser”, aseveró el actor, Gustavo Egelhaaf, al referirse a la historia del niño que va descubriendo su sexualidad, pues esa etapa no se muestra con frecuencia en el cine mexicano; incluso al latinoamericano.
Pero a Cuatro Lunas se le podría achacar, que se siente como un telefilme, debido al bajo presupuesto; y da por momentos la impresión, de que Velarde, en colaboración con el fotógrafo Yannick Nolin, analizara sus composiciones visuales, para encontrar casi siempre la toma más ordinaria posible, por momentos, algunas relaciones parecen distantes, y frías; en otras, parecen demasiado edulcoradas.
Sin embargo, Tovar Velarde es sumamente condescendiente con sus personajes, al polarizar las situaciones en extremo, donde el frágil e inocente, está en una pugna constante contra el rudo e indiferente; y también es complaciente con el público, al entregar, como resultado global, una obra esperanzadora, que celebra el amor y las relaciones humanas, que pretende examinar, cómo el hombre construye su identidad, pero que es sumamente repetitiva en las acciones representadas, y en el discurso sobre respeto y tolerancia que busca edificar; cayendo por así decirlo, en tópicos habituales en el género.
No obstante, es una hermosa película que hay que ver, para analizar y para reflexionar.
“Me da mucho miedo lo que te tengo que decir”
En el siglo de “la corrección política”, la búsqueda por alcanzar el utópico equilibrio de razas, clases y sexos, ha engendrado monstruos.
Estoy de acuerdo, el estereotipo del hombre blanco, heterosexual, y adinerado, como “bestia suprema”, ha comenzado a venirse abajo, gracias a la incansable lucha de activistas, pensadores, y líderes que, con determinación y coraje, han atacado los prejuicios racistas, clasistas, y sexistas a los que seguimos, y seguiremos un buen rato, supeditados; para al menos, fomentar una ilusión de mayor equidad.
Los avances han sucedido, y aunque falta todavía mucho camino por andar, al analizarse los últimos 100 años, los cambios resultan dramáticamente palpables.
Por desgracia, la cruenta lucha en favor de los derechos sociales, que se ha gestado desde la impotencia y la furia de aquellos que, durante siglos… milenios… se han sentido ultrajados, ha generado en su incansable andar, una corrección política, cuya estupidez se contrapone a los nobles esfuerzos de su batalla ideológica.
Fue precisamente esa corrección política, el eje de la campaña promocional de Cuatro Lunas, segundo largometraje del mexicano, Sergio Tovar Velarde, quien buscó al momento del estreno, jugar la carta de la censura y la homofobia, al no conseguir en un principio, suficientes puntos de exhibición en el D.F.
Pero que importa…
Aunque está claro, que la construcción social de la homosexualidad en América Latina, no puede ser considerada como una experiencia homogénea, es evidente que las imágenes de la persona gay, que circulan en el imaginario social, alimentado por expresiones culturales como la televisión, la literatura, y el cine, todavía favorecen la idea del hombre gay afeminado, como la encapsulación de la homosexualidad latina.
Por ello, el mensaje de Cuatro Lunas, viniendo del país que viene, es positivo, sin dudas, un signo de madurez, que ayudara a mitigar el sufrimiento injusto de muchas personas.
¡Enhorabuena!

“Luna Llena”



Comentarios

  1. "Muchas gracias por tu texto. Un honor que hayas hecho un análisis tan meticuloso. Disfruté leyéndolo todo. Abrazo fuerte!"
    Sergio Tovar Velarde desde twitter.
    https://twitter.com/ElBuenPanda/status/650447676048211968

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas populares