He Named Me Malala

“My dream is every child in the world go to school because it is their basic right”

Malalai de Maiwand, también conocida bajo el nombre de “Malala” o solamente “Malalai” que significa “abuela”, es una heroína popular nacional del Afganistán, que logró exaltar al ejército pastún contra las tropas británicas en 1880, durante La Batalla de Maiwand.
Se trata de una joven que luchó junto al pastún Ayub Khan, y que es responsable de la victoria afgana en esa Batalla del 27 de julio 1880, durante La Segunda Guerra Anglo-afgana.
Malalai, nació en 1861, en el pequeño pueblo “Khig” al suroeste de Maiwand en el sur de la provincia de Kandahar, en Afganistán; y a finales de la década de 1880, por 2ª vez, Afganistán fue ocupado por El Raj británico que intenta colonizarla, y anexar el país en lo que fue La India Británica.
La principal guarnición británica, se instaló en Kandahar…
El ejército afgano, fue comandado por Ayub Khan, hijo del emir afgano Shir Ali Khan.
El padre de Malalai, que era un pastor, y su novio se unieron al ejército de Ayub Khan, durante la gran ofensiva contra las fuerzas anglo-indio, en julio de 1880.
Al igual que muchas mujeres afganas, Malalai, de 18 años, estuvo presente, para sanar y suministrar agua y armas; y según fuentes locales, ese día era también el día de su boda.
Mientras que el ejército afgano perdía la moral, a pesar de tener fuerzas numéricamente superiores, Malalai levantó la bandera afgana, y gritó:
“¡Queridos jóvenes!
¡Si ustedes caen en La Batalla de Maiwand, por Dios, alguien los están convirtiendo en símbolos de vergüenza!”
Esto inspiró a los combatientes afganos para que redoblaran sus esfuerzos.
Y fue cuando el portador de la bandera fue asesinado en la primera línea, Malalai fue a reemplazarlo, llevando la bandera, y cantando una “Landai”:
“Con una gota de sangre de mi amado, derramada en defensa de La Patria, voy a poner un lunar en la frente, tal como se pondría en vergüenza, la rosa en el jardín!”
Debido a ello, Malalai fue embestida y asesinada por las tropas británicas en esa batalla; sin embargo, sus palabras condujeron a sus compatriotas a la victoria.
Después de la batalla, Malalai fue honrada por sus acciones, y enterrada en su pueblo natal de “Khig”, donde su tumba aún está presente, con el siguiente mensaje:
“Mi Malalai sigue viva, y alaba la belleza de los demás; aunque tienen ojos, son ciegos”
A ella, también se la conoce como “La Juana de Arco Afgana”; además, muchas escuelas, hospitales, y otras instituciones fueron nombradas en su honor, en Afganistán; tanto que su historia se menciona en todos los libros de texto afganos.
Así llegó hasta nuestros días, la inspiración de un padre, en nombrar a su hija, Malalai.
Malālah Yūsafzay, en pastún ملاله یوسفزۍ, nacida en Mingora, Jaiber Pastunjuá, Pakistán, el 12 de julio de 1997, es una estudiante, activista y bloguera; es hija de Toorpekai y Ziauddin Yousafzai; tiene 2 hermanos; habla pastún e inglés, y es conocida por su activismo a favor de los derechos civiles, especialmente de los derechos de las mujeres en el valle del río Swat, donde el régimen talibán, ha prohibido la asistencia a la escuela de las niñas.
Bautizada simbólicamente, con el nombre de la mítica guerrera afgana del siglo XIX, Malalai de Maiwand; a los 11 años, Malala empezó a publicar bajo el seudónimo de “Gul Makai”, un reporte diario sobre la vida bajo la amenaza talibán en El Valle de Swat, en un blog de La BBC.
Destruir escuelas y desmantelarlas con explosivos, se había vuelto una práctica asidua entre los exegetas delirantes del Corán.
De ahí en adelante, Malala devino en una figura inspiradora para todas las mujeres de la región.
Y ella alcanzó notoriedad, en su blog, explicando su vida bajo el régimen del Tehrik e Taliban Pakistan (TTP), y sus intentos de recuperar el control del valle, luego de que la ocupación militar, les obligara a salir a las zonas rurales; y obligaron el cierre de las escuelas privadas, y se prohibió la educación de las niñas, entre 2003 y 2009.
La educación de las mujeres es difícil o imposible en esas áreas.
Malala en su blog, contaba cómo era para ella, vivir bajo las reglas del Talibán, así como sus pensamientos acerca de la educación de las mujeres; y escribía notas a mano, y se las pasaba a un reportero de La BBC en secreto.
Él las escaneaba, y mandaba por correo electrónico, para mantener a la pequeña tan “protegida” durante el proyecto, como fuera posible.
El año siguiente, el New York Times grabó un documental de su vida, una vez que el ejército Pakistaní intervino en la región.
Por lo que Yousafzai continuó promoviendo sus ideas, dando entrevistas, y hablando acerca de ese derecho que se le había negado, que trajo como consecuencia, que Malala recibiera amenazas de muerte en su casa, e incluso por la radio; y en el verano de 2012, los líderes del Talibán decidieron de forma unánime, que tenían que asesinarla.
Y el 9 de octubre de 2012, en Mingora, Malala fue víctima de un atentado por un miliciano del TTP, grupo terrorista vinculado a los Talibanes, el cual, después de abordar el vehículo que servía como autobús escolar, le disparó en repetidas ocasiones, impactándole en la parte izquierda de la frente y cuello, por lo cual debió ser intervenida quirúrgicamente.
La crónica de aquel 9 de octubre, inicia por la tarde, cuando Malala salió de la escuela como cualquier otro día, y se subió al autobús que la esperaba a la salida.
El viaje era corto, un camino que se podía hacer fácilmente a pie:
Había que pasar un descampado, donde los niños suelen jugar al criquet, y luego bordear la ribera del río, hasta llegar a la casa.
“Mi madre me dijo:
“Ahora que estás creciendo, y la gente te conoce, no debes ir caminando, debes ir en carro, o en autobús para estar más segura”, recuerda Malala.
Iba sentada, charlando con su amiga Moniba, pensando en los exámenes que había rendido, y en los que tenía aún por delante, cuando notó algo inusual…
La carretera parecía desierta…
Momentos más tarde, a unos 90 metros de la escuela, 2 hombres pararon al autobús, y preguntaron quién era Malala...
Ella no se acuerda de cómo eran, pero su amiga Moniba sí.
“Parecían 2 estudiantes universitarios”, dice.
Moniba pensó que eran 2 periodistas, que querían entrevistar a su amiga famosa…
Aunque Malala escribía un blog anónimo para el Servicio Urdu de La BBC, donde hablaba de sus miedos y esperanzas de poder seguir yendo a la escuela, no dudaba en expresar públicamente sus opiniones sobre el derecho de las mujeres a la educación, y había participado en un programa de televisión nacional, en el que habló con valentía sobre el tema…
Pero rápidamente, Moniba se dio cuenta de que se trataba de otra cosa:
La mirada de Malala, traslucía temor.
Los hombres comenzaron a disparar.
Las dos niñas que estaban sentadas al otro lado de Malala, Shazia Ramzan y Kainat Riaz, también resultaron heridas.
“Escuché los disparos, y luego vi mucha sangre en la cabeza de Malala”, rememora Kainat.
“Cuando vi toda esa sangre sobre Malala, me desmayé”
Pasaron 10 minutos, hasta que alguien se acercó a ayudar las niñas aterrorizadas.
Y milagrosamente sobrevivieron, 2 estudiantes, también fueron heridas junto a Malala, pero ella fue trasladada en helicóptero a un hospital militar.
En los alrededores del colegio, donde estudiaban las jóvenes atacadas, cientos de personas salieron a la calle a protestar por el hecho.
Los medios pakistaníes, y a nivel mundial, le dieron amplia cobertura.
En ese momento, nadie se hubiese imaginado, que El Talibán podría atacar a una niña.
Es cierto que hubo varios incidentes en los que El Talibán quiso darles una lección a las mujeres; como a principios de 2009, cuando una bailarina acusada de inmoralidad, fue ejecutada.
A pesar de todo eso, el papá de Malala, cuando le preguntaron acerca de la seguridad de su familia, respondió:
“No dejaríamos nuestro país, si mi hija sobrevive o no.
Nosotros tenemos una ideología que aboga por la paz.
El Talibán no puede detener todas las voces independientes por la fuerza de las balas”
Desde entonces, Malala vive en la zona de West Midlands de Birmingham, en Inglaterra, donde su padre ocupa el puesto de agregado de educación del Consulado de Pakistán.
Para el 10 de noviembre de 2012, El Ministro del Interior de Pakistán, Rehman Malik, dijo que el pistolero que le disparó a Yousafzai, había sido identificado.
El atentado, suscitó inmediatamente la condena internacional, y Malala Yusafzai recibió el apoyo de Asif Ali Zardari Raja Pervaiz Ashraf, Susan Rice, Desmond Tutu, Ban Ki-moon, Barack Obama, Hillary Rodham Clinton, Laura Welch Bush, Madonna, Selena Gomez, entre otros.
Días después del atentado, el 15 de octubre de 2012, había sido trasladada al Hospital Reina Isabel de Birmingham, en Reino Unido, para seguir con su recuperación.
Después de despertar, se empezaron a agolpar las preguntas en su cabeza:
“¿Dónde estoy?
¿Quién me ha traído?
¿Dónde están mis padres?
¿Sigue vivo mi padre?
Estaba aterrada”, cuenta la joven.
“Lo único que sabía, es que Alá me había bendecido, dándome una nueva vida”, añade.
Un médico le pasó un alfabeto, en que ella deletreó las palabras “país” y “padre”, que era el director de su escuela pakistaní, en Swat.
“La enfermera que dijo, que estaba en Birmingham, pero no tenía ni idea de dónde me encontraba...
Las enfermeras no me decían nada, ni siquiera mi nombre.
¿Seguía siendo Malala?”, explica la muchacha, que recuerda haber sufrido mucho en el hospital, a pesar de los analgésicos que le administraban.
Sus padres, pudieron reunirse con su hija, 16 días después del atentado, y Malala pudo por fin, dar rienda suelta al llanto.
“Durante todo el tiempo que pasé en el hospital, no lloré, ni siquiera cuando tenía todas esas agujas en el cuello, o cuando me retiraron las grapas de la cabeza”, cuenta.
Y contra todo pronóstico, su recuperación fue asombrosa, un tributo no sólo a la calidad del cuidado que recibió, sino según dicen los médicos, a su propia resistencia y determinación.
Aunque tuvo que continuar con la rehabilitación, y fue sometida a una cirugía reconstructiva, fue dada de alta del hospital, el 4 de enero de 2013; después de implantarle una placa de titanio, y un dispositivo auditivo; Malala regresó a las clases en una escuela secundaria en Inglaterra:
“Volver al colegio, me hace muy feliz.
Mi sueño es que todos los niños en el mundo, puedan ir a la escuela, porque es su derecho básico”
Malala, sin embargo, no dejó arrebatarse por el miedo.
Con una personalidad caracterizada por la modestia, timidez, sentido del humor, elocuencia, y valentía, continuó luchando contra las injusticias, por medio de un poderoso discurso social.
Y es que Malala, lo único que ha querido, es poder ser educada, asistir al colegio como lo puede hacer cualquier hombre, y que éste no sea un impedimento para ninguna mujer en el mundo.
Después del ataque contra Yousafzai, Angelina Jolie, escribió un artículo acerca de, cómo le explicó el atentado a sus hijos, y donó $200 mil al Fondo de Malala para La Educación de Las Mujeres.
Por su parte, Laura Bush, esposa del ex Presidente de Estados Unidos, incluso comparó en una carta, a Malala con Ana Frank.
El enviado especial de Las Naciones Unidas para La Educación Mundial, Gordon Brown, lanzó una petición a nombre de Yousafzai, con el slogan:
“Yo soy Malala”, pidiendo que todos los niños del mundo, tengan acceso a la educación para el 2015.
Esta petición, ayudó a la ratificación de la primera ley de “Derecho a La Educación” de Pakistán.
Además de su nominación al Premio Nobel de La Paz, la revista Time, nombró a Malala, una de las 100 personas con más influencia en el mundo, ese año.
Y la joven dio una plática en Las Naciones Unidas, acerca del acceso mundial a la educación, el evento fue llamado “Día de Malala”, y fue el primer discurso de la adolescente, después del atentado.
Durante su plática, anunció:
“El Día de Malala no es mi día.
Hoy es el día de cada mujer, cada niño y cada niña, que han levantado sus voces por sus derechos”
También, Malala se ha reunido con El Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a quien entonces, le trasladó sus reticencias sobre los ataques con drones en Pakistán, por “insuflar el terrorismo”
Posteriormente publicó:
“I am Malala: the girl who stood up for education and was shot by the taliban” o “Soy Malala: la niña que se alzó por la educación y fue baleada por los talibanes”, en el año 2013, una autobiografía, escrita con la periodista británica, Christina Lamb, en la que describe su vida antes y después del ataque sufrido.
En el libro, la joven paquistaní, reconoce sus aspiraciones políticas, el pasado fundamentalista de su padre, y se confiesa seguidora del cantante canadiense Justin Bieber, de la actriz Angelina Jolie, de la serie cinematográfica “Twilight” y de la televisiva “Ugly Betty”
Ese mismo año, en 2013, recibió una nominación al Premio Nobel de La Paz, y la convirtió en la persona más joven en ser nominada.
Incluso, Bakhtawar Bhutto Zardari, hija de la ex Primer Ministro Benazir Bhutto, y el ex Presidente Asif Ali Zardari, declaró que no importa que Malala no recibiera este honor, pues ella la quiere como Primer Ministro de su país.
Y en mayo de 2014, participa de la campaña para la liberación de las jóvenes nigerianas, secuestradas cuando estudiaban, por un grupo islámico, que rechaza la educación de la mujer; que la hizo defensora del derecho universal de las niñas a la educación.
Para el 10 de diciembre de 2014, fue condecorada finamente, con El Premio Nobel de La Paz, a sus 17 años, siendo la persona más joven, ganadora con ese premio en cualquier categoría; en una condecoración simultánea con el activista por los derechos de los niños, el indio Kailash Satyarthi; siendo ambos, grandes personajes que con gran dedicación y compromiso, han centrado su esfuerzo en combatir la represión hacia los niños y jóvenes; coincidiendo en la importancia de resguardar el derecho de todas las niñas, niños y jóvenes, a recibir una educación de calidad.
Minutos después de que ella lo recibiera, un mexicano perturbó la ceremonia en Oslo, pero fue detenido por agentes de seguridad…
El hombre, que más tarde fue identificado como un estudiante que solicitó asilo, luego de entrar a Noruega a fines de noviembre, pidió a Malala Yousafzai, y al indio Kailash Satyarthi, que hablasen de México, agitando una bandera de su país, simbólicamente manchada de rojo.
Tras lo ocurrido, el hombre de 21 años, aceptó pagar una multa de casi 1,700 euros, y fue liberado por las autoridades.
Los 2 Premios Nobel de La Paz, no parecieron molestos por el incidente:
“No tuvo nada de atemorizador”, declaró Malala.
“Hay problemas en México, también hay problemas en Estados Unidos y Noruega…
Es verdaderamente importante, que los niños hagan escuchar su voz”, dijo.
Y es que la opinión pública mexicana, está conmovida e indignada por la desaparición en septiembre, de 43 estudiantes de una escuela para maestros rurales, a manos de policías y miembros de un cártel del narcotráfico en Iguala, Guerrero, que desató multitudinarias protestas contra las autoridades en el país.
Cabe señalar, que El Premio Nobel que la distinguió, pone en primerísimo plano, un tema central para todos:
Con la decisión de otorgárselo a ella, se revaloriza la escolarización, como motor del desarrollo pacífico.
Tremenda posición en un mundo, en el que todavía hay 60 millones de niños fuera de las aulas.
Eso fue lo que rápidamente la puso en la mira de los talibanes…
Se entiende que en ese tipo de régimen, se pretende destruir los símbolos…
Pero las autoridades ignoran, que las ideas crecen con más fuerza, cuando se busca hacer desaparecer el símbolo.
Sucedió, entre otros, con Martin Luther King, cuyo mensaje se multiplicó tras su asesinato en Memphis, en 1968.
Y lo que es todavía más importante; este premio consolida una idea, y premia, valga la redundancia, una lucha continuada en un territorio que difícilmente podría ser más hostil.
Por su parte, el portavoz del TTP, Ehsanullah Ehsan, afirmó que intentarán matar a Malala de nuevo, y declaraba que la joven “es el símbolo de los infieles y de la obscenidad”; y reivindicó el atentado en un comunicado, en el que reiteraban que la “sharía”, que está en contra del modelo educativo secular, les obligaba a ello.
¿Qué mueve realmente a Malala, por qué no tiene miedo?
Ella está convencida:
“Me salvé por una razón, para usar mi vida, ayudando a la gente”
El poder de las palabras de Malala, se resume en la entrevista que le hizo John Stewart, en la que el comediante se lleva las manos a la boca, después de que le preguntara:
¿Cómo reaccionó cuando se enteró de que El Talibán la quería matar?
“Empecé a pensar acerca de eso, y solía pensar que El Talibán iba a llegar, y sólo me iba a matar.
Pero entonces dije:
“Si él viene:
¿Qué vas a hacer Malala?”
Y me decía a mí misma:
“Malala, sólo toma tu zapato, y golpéalo”
Pero entonces dije:
“Si le pegas a un Talibán con tu zapato, entonces no habría diferencia entre el Talibán y tú”
No debes tratar a otros con crueldad y dureza, debes luchar contra los otros, pero a través de la paz, el diálogo, y la educación”
Entonces dije:
“Le diré qué tan importante es la educación, y que incluso quiero educación para sus hijos también.
Y le diré:
“Eso es lo que quería decirte.
Ahora haz lo que quieras”
“The terrorists thought they could change my aims and stop my ambitions but nothing changed in my life except this:
Weakness, fear and hopelessness died.
Strength, power and courage has born”
He Named Me Malala es un documental de Emiratos Árabes, del año 2015, escrito y dirigido por Davis Guggenheim.
Protagonizado por Malala Yousafzai, Ziauddin Yousafzai, Toor Pekai Yousafzai, Khushal Yousafzai, Atal Yousafzai, entre otros.
El director Davis Guggenheim, ha hecho películas sobre líderes mundiales:
Barack Obama, Al Gore; y estrellas de rock como U2, Jimmy Page, y Jack White; pero la obra que más lo ha afectado, es su nueva película sobre una niña y su padre.
Claro, Malala Yousafzai no es cualquier chica.
Guggenheim, pasó un año y medio con la ganadora del Premio Nobel de La Paz y su familia, para realizar el documental He Named Me Malala.
Más que por el activismo de Malala, Guggenheim se sintió inspirado por la dinámica familiar de los Yousafzai, cómo valoran la tradición, la educación, y la diversión; siendo filmado durante 18 meses, en los que Guggenheim compartió con la familia Yousafzai en Gran Bretaña, y los viajes por Nigeria, Kenia, Abu Dabi, y Jordania.
He Named Me Malala, se centra en la cercana relación de Malala con su padre, Ziauddin Yousafzai, un profesor y orador público, que sabía que el género de su hija, no limitaba su potencial.
“Tengo 2 hijas, y mis hijas son un misterio para mí”, dijo Guggenheim.
“Quiero saber lo que él hizo, lo que ella hizo en esa relación.
Quiero desembalar la relación de algún modo”
Y aprendió sobre el historial de oradores públicos en la familia de Malala:
Su abuelo fue un clérigo, y su papá ha defendido por años, la educación y la libertad, frente al extremismo religioso.
El realizador aprendió sobre la heroína de Pashtun, por la que le dieron su nombre:
Malalai de Maiwand, una valiente joven, que congregó tropas afganas contra El Ejército Británico en 1880, y fue asesinada por ser tan franca.
Y no hace ningún tipo de concesiones, presentando de forma descarnada, las amenazas y las presiones de la que Malala fue objeto, centrándose en la visión y experiencias personales, tanto de ella como de su familia, dejando toda la reacción mundial, en un segundo plano.
Es un retrato íntimo de la activista paquistaní, ganadora del Premio Nobel de La Paz, la persona más joven que ha recibido tan prestigioso galardón, que fue señalada como objetivo por los talibanes, y sufrió graves heridas por arma de fuego, cuando regresaba a su casa, en el Valle de Swat, en Pakistán, en el autobús escolar.
Este ataque, provocó la protesta de quienes la apoyaban en todo el mundo; y sobrevivió milagrosamente.
Ahora, como cofundadora del Fondo Malala, es una destacada defensora de la educación de las niñas en todo el mundo.
Pero incluso después de las cientos de entrevistas, y las incontables horas que pasó con los Yousafzai, Guggenheim dice que Malala, sigue siendo “un total misterio” para él…
“Claramente, ella es una combinación de todas estas cosas maravillosas:
El sueño de su padre para ella, la intensa espiritualidad de su madre; pero también es simplemente quien es”
Un ícono mundial, y una adolescente común y corriente.
Así, He Named Me Malala muestra un seguimiento de su potente compromiso social, así como de episodios domésticos que revelan su personalidad; una película interesante, por mostrarle al mundo la brutal realidad que se vive a diario en Pakistán, y por difundir el mensaje, y la admirable labor de Malala, tanto en su faceta de hija, hermana, amiga, y líder mundial de la paz.
Su mensaje es fuerte:
“Reivindicar hoy el poder de la palabra, para luchar contra el terrorismo; defender el derecho a la educación, para aprender no sólo conocimientos de materias, sino igualdad; así como respetar la cultura y la religión de otros”
“I do not cover my face because I want to show my identity”
De un tiempo a la fecha, los documentalistas dejaron de ser un simple elemento de información, para tomar posturas mucho más activas, denunciando, y buscando crear conciencia entre los espectadores.
Por ello, no debe de extrañarnos, que el director Davis Guggenheim, se volcara a presentar el caso de Malala Yousafzai, la joven pakistaní, que se atrevió a cuestionar la estructura social de los talibanes, lo que la convirtió en una celebridad a nivel mundial.
El poder del nombre, el poder de la palabra, son 2 de las fuerzas a las que el documental He Named Me Malala recurre con insistencia, para esbozar la identidad de Malala Yousafzai.
El largometraje habla sobre la importancia de la educación, el respeto por los derechos humanos, y la igualdad de género.
Centrado en Malala, una niña que se crio en un entorno donde nada se calla, gracias a una potente figura paterna que siempre luchó por las injusticias.
Además, su nombre tiene un gran significado, una carga que a su padre le pesa, debido al atentado contra la vida de su hija.
La mirada de Guggenheim, nos enseña la cruzada de una Malala tímida, pero poderosa en su discurso, una joven como cualquier otra, que no permite que sus derechos sean sobrepasados.
Quizás, la mayor virtud de He Named Me Malala, es fijar la atención en el padre, Ziauddin Yousafzai, un dedicado profesor, que no puede evitar culparse por la bala que casi mata a su hija mayor.
Malala y Ziauddin, son los narradores principales, de una película que retrata una vida dividida en 2 por el atentado.
Antes, un nombre con peso histórico, una vida apacible en el valle de Swat, y una herencia familiar de oratoria y docencia, que explica el porqué de la vocación de Malala, por luchar por la educación femenina, prohibida por el régimen talibán.
Luego, el intento de asesinato en sí, y la rehabilitación a la que debió someterse para sobrevivir.
Después, el presente, su adaptación como inmigrante, su inserción en el sistema educativo inglés, y sus actividades como militante, que incluyen viajes y conferencias.
Y su intimidad, su vida doméstica en relación con sus hermanos y su madre.
Unas bellas animaciones, que ilustran la historia cuando no hay imágenes de archivo, le dan cierto vuelo a un documental que, de otra manera, sería demasiado plano; porque más allá de su valor como símbolo de la lucha por la libertad, no queda clara la estatura intelectual de Malala…
Tampoco hay datos contextuales para un público no familiarizado con la geopolítica paquistaní...
Y sí, en cambio, hay una explícita bajada de línea que, por más noble que sea la causa, le da al documental, un molesto tono propagandístico hasta evangelizador.
Así, el relato avanza con fluidez, a través de la vida de esta joven que todavía es niña, pero que, al mismo tiempo, es un mujerón de armas tomar.
Davis hace de su documental, una celebración al pensamiento, al conocimiento, a la integridad, y a quien lucha por la paz, que tanta falta le hace al mundo.
“Hay un momento, en el que tienes que decidir:
Callarte, o levantarte”
Así comienza He Named Me Malala, y Guggenheim arranca explicando la leyenda de Malalai, a través de un episodio animado, en el que se muestra cómo, en 1880, una mujer arengó al ejército afgano, a no rendirse hasta vencer al invasor ejército británico, hecho que motivó a Ziauddin Yousafzai, para nombrar a su hija con el nombre de Malala, en un acto que se pretende profético.
Después, la mirada de Guggenheim se posará sobre la familia de Malala, mostrando situaciones cotidianas de ella junto a sus padres y hermanos, en su nueva vida, ahora lejos del lugar que los vio nacer; en Londres, con reflexiones sobre el significado de su cambio de vida, en un país ajeno.
El primer poder, el del nombre, que se evoca desde el título, alude a la relación del padre con la hija:
“Como una sola alma en 2 cuerpos”, dice él.
Antes de que ella saliera del vientre, él ya le tenía un deseo:
Sería valiente, sería diferente, sería rebelde, viviría como león, no como ratón, y entonces la bautizó Malala.
En un momento conmovedor, el padre, Ziauddin Yousafzai, cuenta que en su árbol genealógico que iba cientos de años atrás, no había un solo nombre de mujer, y él escribió “Malala”
El segundo poder, muy ligado al primero, el de la palabra, es el poder de la libertad, que te da la ausencia del miedo, frente a un enemigo desalmado y armado; la ausencia de enojo, frente al que ha puesto tu vida en peligro, y ha mermado tu cuerpo.
Este es el poder que ha propulsado la vida de Malala; la dirección se la ha dado el amor y la fe en la educación, específicamente en la educación de la mujer.
Quizás, lo más bello de He Named Me Malala, es cómo no sólo se habla del derecho a las niñas, a una educación igualitaria en el colegio, sino que también nos muestra la importancia de la educación recibida en casa.
Malala no sería quien es, sin el ejemplo de su padre, un hombre con el que tiene un gran vínculo, y junto al cual, ha levantado la voz contra el duro régimen talibán.
Emotivo es el momento, donde Ziauddin Yousafzai se cuestiona su rol, en el intento de asesinato de Malala, recriminándose por no haberla detenido, y exponerla siendo sólo una niña.
Además, el director ocupa todos los recursos a mano, para contar hechos del pasado, recurriendo a una hermosa animación, cuya técnica se acerca a una pintura que calma y horroriza al mismo tiempo.
De ahí, se desprenden 2 líneas más:
Las evocaciones al pasado, que explican la cadena de sucesos que ha sido su vida, y que visualmente se combina con sencillas, pero encantadoras animaciones, y con escenas de la región del Swat, de donde Malala y su familia son originarios; y el presente, la vida familiar, aparentemente común y corriente de esta heroína moderna.
Vemos su casa, la relación con sus hermanos, cómo se sonroja cuando muestra en su computadora a los hombres famosos que le gustan...
Podría parecer una joven normal, con inseguridades normales.
Lo es y no lo es…
Vemos su fe en el Islam, en citas como “esta vida es sagrada”; parte de su trabajo en África, con los refugiados sirios, siempre enfocándose en la educación.
Y es que Malala, es una de las personas más valientes del mundo, y Davis no se molesta en cuestionarlo.
Al contrario, colabora para abonar a favor de un mito viviente; y hay momentos en que la incomoda:
“He descubierto que no te gusta hablar de tu dolor”, y ella enmudece… y también cuestiona la relación del padre con su hija:
“¿Qué tanto está ella viviendo la lucha de él?”, pero no se ensaña.
Por su parte, Malala Yousafzai sostiene, que el trabajo audiovisual, es una combinación de pasiones:
“Mi pasión, la pasión de mi familia, y la pasión de Davis Guggenheim.
Todos queremos que se escuchen las voces de las niñas.
El documental He Named Me Malala, fue una gran oportunidad para contar nuestra historia, pero también para decir que la educación es un derecho humano básico”
¿Podemos cuestionar, si podría Malala volver a ser tan solo una niña?
Para el director:
“Malala vive una vida muy seria, a una temprana edad.
Pero tiene una familia muy unida.
Toor Pekai y Ziauddin, han construido un hermoso hogar con Malala, Atal y Jushal, los hermanos, y se evidencia en la película.
Son muy amorosos entre sí, y tienen un vínculo muy estrecho.
Hay un montón de risas, mucha alegría, y un fuerte sentido de que están juntos en esto, y eso me da esperanza”
Sin embargo, se le podría achacar a He Named Me Malala, que quizás faltó adentrarse más en lo íntimo de Malala, y los cambios que experimenta como adolescente, además del peso que significa, convertirse en una líder de opinión a tan corta edad.
Malala, no odia a sus atacantes, pero secuelas, no sólo físicas, deben haber quedado en ella.
Si el documental nos narra muy bien, el contexto de la lucha y la visión de una Malala sobreviviente, le faltó indagar más en los miedos de una muchacha que jamás podrá volver a su amada tierra natal.
Lo que defiende y promueve He Named Me Malala es incuestionable:
¿Quién podría dudar de la legitimidad y el heroísmo de una joven todavía adolescente, dedicada enteramente a luchar por el libre acceso de las mujeres al conocimiento?
Unos podrían pensar en la impericia para preguntar, y otras operaciones estéticas, que dan como resultado, un evangelio liberal de poco calibre:
Un individuo puede hacer la diferencia, los buenos prevalecerán siempre.
Es también por eso, que el talibán es concebido como un hongo venenoso, surgido de la imperfección de la naturaleza humana.
Cualquier gesto de contextualización y lectura política, brilla por su ausencia.
Lo más triste, es que Malala quede como una vocera de máximas irrefutables, aunque imprecisas, de un sentido común bastante inofensivo, retratada casi como si fuera una celebridad de la solidaridad del siglo XXI.
Su precoz impaciencia frente a la injusticia, ameritaba una película más rigurosa.
Pero no olvidemos, que Malala apenas es una adolescente, y su misión apenas comienza…
Lo cierto es que Malala es una joven singular, con una sabiduría poco frecuente en niñas de su edad, sensible, y centrada; que en sus pocos años, ha experimentado lo peor y lo mejor que pueden ofrecer los seres humanos, tanto de parte de los médicos que se ocuparon de ella, como de las miles y miles de personas que le brindaron su apoyo.
La voz de la niña que El Talibán trató de silenciar, se amplificó hasta llegar a lugares inimaginables.
Cuando La BBC le preguntó:
¿Qué creía que El Talibán había logrado ese día?
Malala respondió con una sonrisa.
“Creo que estarán arrepentidos de haberle disparado a Malala.
“Ahora a ella”, dice refiriéndose a sí misma en tercera persona, “la escuchan en cada rincón del mundo”
“We must believe in the power and strength of our words. Our words can change the world”
La historia de Malala, debe ser un detonante para voltear la mirada hacia millones de niños y niñas que aún permanecen en el desamparo, incluso de sus propias autoridades, que les niegan un derecho fundamental, como lo es, recibir una educación de calidad.
La historia de Malala, realmente puede inspirar.
He Named Me Malala, nos habla sobre la importancia de la educación, el poder de la palabra, y la necesidad de la comunicación en los procesos de paz.
Una película que nos enseña, que debemos pensar en el futuro, pues los niños quieren educación, y no más guerra.
La educación, es un derecho humano fundamental, esencial para poder ejercitar todos los demás derechos; promueve la libertad y la autonomía personal, y genera importantes beneficios para el desarrollo.
Sin embargo, millones de niños y adultos, siguen privados de oportunidades educativas, en muchos casos, a causa de la pobreza.
El derecho a la educación, es un derecho humano reconocido, y se entiende como el derecho a una educación primaria gratuita obligatoria para todo niño, una obligación a desarrollar una educación secundaria accesible para todos los jóvenes, sin distinción racial, como también un acceso equitativo a la educación superior, y una responsabilidad de proveer educación básica, a los individuos que no han completado la educación primaria.
Adicionalmente a estas previsiones sobre acceso a la educación, abarca también la obligación de eliminar la discriminación en todos los niveles del sistema educativo, y fijar estándares mínimos, como mejorar la calidad.
Y es que el derecho a la educación, es vital para el desarrollo económico, social y cultural de todas las sociedades; pero continúa siendo inaccesible para miles de niños del mundo.
Porque la educación es un instrumento poderoso, que permite a los niños y adultos que se encuentran social y económicamente marginados, salir de la pobreza por su propio esfuerzo, y participar plenamente en la vida de la comunidad, y ese es un objetivo que El Talibán se propone en obstruir.
De acuerdo con La UNICEF:
“La educación es un derecho humano fundamental, y una herramienta decisiva para el desarrollo de las personas y las sociedades”
Lamentablemente, en Pakistán, como en muchos otros lugares del mundo, no ocurrió así, ya que la prohibición por parte de los talibanes de escolarizar a las niñas, entre los años 2003 y 2009, provocó el cierre de 900 escuelas públicas y privadas, dejando fuera de la escuela, a 120,000 niñas, vulnerando su derecho a la educación.
Más de 5,1 millones de niños en edad escolar primaria, van a la escuela en Pakistán, el tercer mayor número de niños que no asisten a la escuela en el mundo, y el 63% de ellos, son niñas.
Mientras que el gobierno de Pakistán ha legislado para la educación para todos, la educación sigue siendo totalmente insuficiente, financiado en el 2,4% del PIB, una disminución del 2,7% en el año anterior, a pesar del compromiso del gobierno del 4%
En este porcentaje de financiación y el progreso, no hay manera que Pakistán logrará su compromiso con la educación para todos.
La Campaña Mundial por La Educación (CME), está trabajando con La Coalición de Pakistán para La Educación, el enviado especial de Naciones Unidas para la Educación Global, Gordon Brown, y muchos de los miembros de la CME, para exigir medidas educativas para los niños en Pakistán, y para acciones concretas que se apliquen a las niñas.
Malala, quien soñaba con ser doctora, ahora se encuentra estudiando fuera de su país, y espera ser algún día, La Primera Ministra de Pakistán.
El nombre de Malala, no sólo fue reconocido a partir de un hecho trágico…
Su historia debe ser un detonante para voltear la mirada hacia millones de niños y niñas, que aún permanecen en el desamparo, incluso de sus propias autoridades que les niegan un derecho fundamental, como lo es, recibir una educación de calidad.
Malala representa a millones de niñas, que aún esperan ser escuchadas.
El mundo entero, necesita a más personas como esta joven pakistaní, a quien el atentado en su contra, no logró minar su entereza.
Nosotros como sociedad, deberíamos replicar con el ejemplo de Malala, las niñas y los niños, tienen derecho a ser escuchados, y recibir una educación de calidad.
En palabras de la propia Malala:
“Voy a seguir con esta lucha, hasta que vea que todos los niños pueden ir a la escuela”

“One Child, One Teacher, One Book and One Pen Can Change the World”



Comentarios

  1. Me encanta la histoe iam de Malala porque inspira a Muchas mujeres a hacer libres que nadie las tenga que mandar y hacer valiente Cómo es Está heroinauguración Mala muy buena la historia😁

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  2. Me encanta la historia de Malala ella inspira muchase mujeres a hacer valientes y libre muy buena la historia😍

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