The Nun’s Story

“Her Faith Remained Strong and True in the Face of Africa's Terrors!”

Una monja, es una mujer que ha sido consagrada dentro de una orden religiosa, que sigue habitualmente una vida monástica, y se acoge a una serie de reglas, entre las cuales, suelen estar:
El celibato, la obediencia, la pobreza, la castidad y, en algunos casos, aislamiento total de la vida civil, conocida como clausura.
En general, los términos “monja” y “hermana” se pueden intercambiar, pero en algunos casos, se hace la siguiente diferenciación:
Una monja, se refiere a una mujer religiosa quien posee una vida contemplativa de oración; mientras que una hermana, en sentido cristiano, es una mujer que vive una vocación de oración y servicio, generalmente hacia los necesitados, enfermos y pobres.
Hay monjas que participan en la sociedad, desde esfuerzos altruistas, hasta la dirección de organizaciones sociales y caritativas, o administración de universidades, aunque para este tipo de monjas de vida activa, es más correcto utilizar la palabra “religiosa”, ya que la palabra “monja”, es más propia de las hermanas contemplativas.
Dependiendo de la orden, estructura y hasta rangos, se han conocido algunos términos que se relacionan, como lo son:
Madre Superiora, Madre, Sor, Hermana, o Hermana religiosa, y Novicia.
Las monjas, se dividen según el estilo de vida, en:
Monástico que son las Benedictinas, Cistercenses, Cartujas.
Mendicantes que son las Clarisas o Franciscanas; Catalinas o Dominicas, Carmelitas, Agustinas, Capuchinas, Carmelitas Descalzas, o Teresinas.
Agustinas Recolectoras.
Hospitalarias y Militares, como las Mercedarias, Sagrado Corazón, etc.
Congregaciones como las Visitadores, Caridad, Trinitarias, etc.
Algo importante, es diferenciar a las Monjas que viven la vida de clausura, y a las Religiosas de vida apostólica, que buscan tener un equilibrio entre la vida activa y la vida contemplativa.
En particular, La Congregación de Las Hermanas de La Caridad de Jesús y María, fueron fundadas en Bélgica, por Pedro José Triest y Maria-Theresia van der Gauwen, en 1803.
Pedro José Triest, llamado por muchos, el Vicente de Paúl belga, marcó un camino de Caritas, y tejió una red de instituciones para el cuidado de los pobres.
Ya en 1800, Triest inaugura en Ronse, un taller para huérfanos; y 3 años después, siendo Párroco de Lovendegem, funda con un grupo de mujeres, una congregación para el cuidado de los pobres, de los enfermos, y para la educación de los niños.
Es su intención de incorporar esta iniciativa local con Las Hijas de La Caridad de San Vicente de Paúl, sin embargo, esto no es aceptado por Las Hijas de La Caridad; por tanto, El Obispo, Monseñor Fallot de Beaumont, decide reconocer esta congregación, bajo el nombre de Las Hermanas de La Caridad de Jesús y María.
“Dear Lord, forgive me, I cannot obey anymore.
What I do from now on is between You and me alone”
The Nun’s Story es un drama con tintes bélicos del año 1959, dirigido por Fred Zinnemann.
Protagonizado por Audrey Hepburn, Peter Finch, Edith Evans, Peggy Ashcroft, Dean Jagger, Mildred Dunnock, Beatrice Straight, Patricia Collinge, Rosalie Crutchley, Ruth White, Barbara O'Neil, Margaret Phillips, Patricia Bosworth, Colleen Dewhurst, Stephen Murray, Lionel Jeffries, Niall MacGinnis, entre otros.
El guión es de Robert Anderson, basado en la novela “The Nun's Story” (1956), de la escritora estadounidense, Kathryn Hulme; y a su vez, basado en la vida de Marie-Louise Habets, una enfermera belga, quien también fue durante un tiempo monja; a la que la misma Audrey Hepburn tuvo la oportunidad de conocer, y con la que mantuvo una larga amistad.
Como documento, The Nun’s Story es también bastante interesante, por la recreación que hace del cerrado mundo monacal, para la cual se contó con el asesoramiento de la jerarquía eclesiástica, que quedó satisfecha con los resultados obtenidos.
La película sigue de cerca al libro, aunque algunos críticos han sostenido, que la película muestra una tensión sexual entre El Dr. Fortunati, y La Hermana Luke, que no existe en la novela.
No obstante, esa historia de amor, tan sutilmente sugerida, es considerada por algunos críticos, como uno de los grandes momentos del romanticismo cinematográfico.
Por su parte, el director Fred Zinnemann, ya había rodado sus grandes películas, y regresó a Europa para rodar en escenarios naturales, y viajó también a África, donde transcurre gran parte de la historia; de manera contenida, austera e intensa, sobrepasando cualquier reticencia que pudiera ponerse al tema.
The Nun’s Story fue un éxito de taquilla en su día; producida con un presupuesto de $3,5 millones, recaudó $12.8 millones en la taquilla doméstica, y ganó $6,3 millones en alquileres en los Estados Unidos; por tanto, se le consideró, por un tiempo, el mayor éxito financiero de Hepburn, tanto que la actriz a menudo la ha citado como su película favorita.
Durante el rodaje, Hepburn conoció a Marie-Louise Habets, mientras se prepara para el papel, y más tarde, de hecho, la ex monja y enfermera, se encargó de cuidar a la actriz, cuando ésta sufrió el grave accidente hípico, durante el rodaje del legendario western de 1960, “The Unforgiven”
Como dato, y en homenaje a La Habets, en The Nun’s Story, las hermanas Van Der Mal, se llaman Marie y Louise.
The Nun’s Story recibió 8 nominaciones al Premio Oscar:
Mejor película, director, actriz (Audrey Hepburn), guión adaptado, fotografía, montaje, banda sonora, y sonido; y no consiguió alguno; pues aquel año, existía un poderoso contrincante llamado “Ben-Hur” de William Wyler, que prácticamente se llevó todos los Oscar, 11 en total.
La acción dramática de The Nun’s Story, tiene lugar entre 1927 y 1944, en Bélgica y, sobre todo, en La República del Congo.
Gabrielle “Gaby” Van Der Mal (Audrey Hepburn), es la hija del destacado cirujano, Dr. Pascin Van Der Mal (Dean Jagger), que decide dejar su vida de familia acomodada, para ingresar a un convento, esperando poder llegar a trabajar en un hospital en El Congo Belga.
Su vida en el convento, la hace encarar la realidad de los votos de pobreza, castidad, y obediencia, tan contrarios a su fuerte carácter; y después de un largo período, luchando contra sus propias convicciones, finalmente toma sus votos monásticos, y pasa a ser La Hermana Luke.
Terminados sus estudios médicos con distinción, espera realizar sus sueños de ir a servir en El Congo, pero La Reverenda Madre Emmanuel (Edith Evans), su Superiora, que la envía a servir en una institución psiquiátrica en Bruselas, para probar su humildad.
Tras un largo período, finalmente La Hermana Luke es enviada al Congo.
Allí es asignada a trabajar en un hospital, junto al doctor Fortunati (Peter Finch), un médico brillante, ateo, y cínico; y la hermana prueba ser una eficiente enfermera y asistente, pero el intenso trabajo, la enferma de tuberculosis; pero El Dr. Fortunati, que la aprecia mucho, logra su recuperación; y una pequeña llama de atracción surge entre ambos, pero La Hermana Luke logra apagarla.
A medida que va acumulando experiencia, la lucha interna que tiene el personaje, se hace más ardua cuando sus recuerdos dejan huella; al mismo tiempo comienza a dudar de una fe, que rígida en doctrina, ve imposible cumplir cabalmente, además de sus ya conocidas contradicciones.
Años después, La Hermana es enviada de regreso a su convento en Bélgica; La Segunda Guerra Mundial estalla, y su país es invadido por La Alemania nazi; hasta que se entera de la muerte de su padre, que ha sido ajusticiado, por haber ayudado a miembros heridos de La Resistencia belga.
Una instrucción interna de su Orden, ha prohibido a sus miembros, a tomar partido entre los contendientes; por lo que La Hermana Luke decide dejar los hábitos, impedida por su conciencia, de permanecer neutral.
De la mano de Hepburn, somos testigos del proceso que le lleva a tomar los hábitos y, tras una exhaustiva preparación, en la que se le va inculcando disciplina y humildad; al desplazarse al Congo, donde realizará una encomiable labor humanitaria, surgiendo en su interior, numerosas inquietudes referidas al conflicto entre la sumisión religiosa a la que se ve obligada, y la rebeldía a la que le lleva el optar por su propio criterio, conflicto que se va agudizando progresivamente durante el metraje; The Nun’s Story es un film de gran calidad, como cabía esperar de este director; tremendamente interesante en el dilema que se plantea acerca del perdón, y los sacrificios que requieren el tener vida religiosa.
No hay humor aquí, ni tampoco grandes momentos estelares, o frases de las que pasan a la posteridad; pero sí hay una buena historia, narrada de forma sobria y contundente, tan bien interpretada, que se hace totalmente creíble desde el primer momento hasta el último.
Y con un gran final, que supone una auténtica liberación para La Hermana Luke y, por tanto, para nosotros, los espectadores.
“Mother, why must God's helpers be struck dumb by five bells in the very hours when men in trouble want to talk about their souls?”
The Nun’s Story desarrolla un drama psicológico; compone el retrato profundo, detallado y consistente de un personaje singular y apasionante, de extraordinaria penetración y riqueza de detalles.
Ocupa el centro del relato, y se presenta construido con habilidad y esmero.
La aportación más importante, viene dada por la profundidad psicológica de su análisis, y la sutileza de los medios empleados en la tarea.
La evolución del personaje a lo largo de 17 años intensos de vida, con cambios de destino y trabajos, se basa en un brillante conocimiento y manejo de los recursos psicológicos, y de la fuerza de afirmación de una personalidad humana que se sitúa fuera de lo común.
La Hermana Luke es batalladora, generosa, entregada, y dispuesta incondicionalmente al servicio de los demás.
Dejarlo todo, negándose a sí misma para seguir a Jesucristo, no es un camino sencillo; y a lo largo del metraje, La Hermana Luke es preparada por sus superioras para una vida de compromiso, renuncia, y sacrificio.
Aquellos que encuentran en esta forma de vida, su camino para servir a Dios, reciben a cambio una gratificante recompensa espiritual, un aspecto que, sin embargo, resulta ambiguo aquí.
La obediencia, es parte fundamental de la vida de una comunidad, porque refuerza la voluntad de las religiosas, y evita que la congregación funcione de un modo anárquico:
Obediencia, pobreza y castidad, son 3 votos para liberarse de todo, y seguir a Cristo; que de los 3, la obediencia a los superiores, y a la voluntad de Dios, es posiblemente el voto más complicado.
Esto le sucede a La Hermana Luke, que entiende que no puede ser coherente con la vida religiosa que ha aceptado vivir, si no cumple con un voto, en ocasiones, difícil para ella.
La primera parte de The Nun’s Story, la constituye la instrucción de la ahora Hermana Luke en sus 6 meses como postulante, y luego 1 año más como novicia.
La 1ª regla que ha de aprender, es el silencio.
Durante esos primeros minutos, se nos muestra cómo es la austera vida en el convento, y la dura aclimatación a tan drástico cambio de vida que deben sufrir las jóvenes que acaban de ingresar a la orden.
Y quizá sea esta primera parte, la que a algunos pueda parecerle un poco lenta y más aburrida, pero me parece que es totalmente imprescindible, para conocer cómo es La Hermana Luke, cómo es su carácter, cuáles son sus aspiraciones y sus virtudes, y cómo ha de luchar contra sus defectos y sus dudas.
El principal objetivo, es desterrar el orgullo y el amor propio, algo que nuestra protagonista posee a raudales; y eso propicia actitudes de chivatazos y humillaciones, disfrazadas de “caridad cristiana”
Esta parte, resulta absolutamente denigrante y terrorífica; pues bien parece que hay que seguir y comprender reglas tan estrictas; así como destruir la individualidad y carácter de una persona, para que ésta pueda servir y ayudar al prójimo…
La segunda parte, se centra en La Hermana Luke, ya como novicia, cuando asiste a La Escuela de Medicina Tropical, que la orden tiene en Amberes, y donde destaca sin el menor esfuerzo por sus conocimientos médicos, lo que despierta la envidia de otra monja, La Hermana Pauline (Margaret Phillips), que se supone es más experta, pero lo cierto es que es más torpe.
Es aquí cuando se le pide que haga un sacrificio terrible para ella, que intenta realizar, pero que finalmente no lo consigue, y por lo que es duramente castigada.
La descripción de las incidencias que marcan su experiencia misionera y monástica, atesora entre líneas, la exploración de su lucha interior, la nobleza de sus sentimientos y, sobre todo, la eclosión que se produce en la sociedad occidental, de una matriz nueva de valores superiores a los tradicionales, que se han demostrado insuficientes para inspirar y motivar la vida colectiva de una sociedad con nuevos problemas, nuevas metas, y nuevas necesidades, muchas a raíz de La Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias.
La Hermana Luke, sufre en su intimidad, los embates de la confrontación que se produce en el mundo, entre valores emergentes y caducos, valores nuevos y viejos, valores de presente y los del pasado.
La solidaridad, la iniciativa, el espíritu crítico, la rebeldía, la innovación, la capacidad de adaptación al cambio, y otras virtudes similares, desplazan de sus antiguas posiciones a la obediencia, el sometimiento, la prudencia, el sacrificio, la acomodación, el silencio, la oración, y la negación de la iniciativa personal, etc.
La última parte, es el regreso de La Hermana Luke a Europa, justo cuando en ésta ha estallado La Segunda Guerra Mundial.
En la parte final, regresamos a los tonos más grises y oscuros de la Bélgica ocupada por los alemanes, para mostrarnos a una Hepburn más atormentada que nunca, más confundida y angustiada que en todo el metraje.
Y resulta particularmente brillante, la secuencia en la que, entre líneas, y de modo contenido, se desarrolla la lucha entre la potente concupiscencia de La Hermana Luke, y las tentaciones que le inspiran diversos elementos de su entorno:
La batalla entre la castidad y el amor físico, crea unos momentos culminantes, resueltos con sutilezas, sin palabras, sin gestos aparentes, y con emoción reprimida.
Es inolvidable, la encarnación de las contradicciones que se plantean en la conciencia de la protagonista, entre la obediencia y la eficacia de la acción al servicio de los más necesitados; que con la llegada al Congo, cambia el ritmo de la narrativa, la música, y el color de la fotografía, es mucho más alegre, vivaz y colorista, y parece que estamos viendo otra película.
Además, aquí entra en escena, un estupendo Peter Finch, que da muchísimo juego a la narración, aportando nuevos elementos que dan más viveza y nuevos intereses, y un pulso humano y actoral con Hepburn, que le viene muy bien.
Y es sobrecogedora, la justificación que se desvela disimuladamente de la contemporización que adopta La Iglesia Católica ante la ocupación nazi de Bélgica, al amparo de principios de prudencia, y legítima autodefensa.
The Nun’s Story no es una cinta antirreligiosa, que por ratos no nos resulte crítica sobre la colonización africana; sin embargo, hay un idealismo palpable, por parte del personaje de Hepburn, que me da una imagen positiva.
La fotografía de Franz Planer, aporta una narración académica, clara, bien construida, y de tonos austeros.
Añade unos pocos juegos de cámara, y planos generales de exaltación religiosa y monástica, como las perspectivas generales de La Capilla, con motivo de ceremonias religiosas, u oraciones conventuales.
Contiene valores documentales de naturaleza religiosa y social, referidos a la época en la que se producen en el mundo grandes cambios en la definición y jerarquía de los valores y principios de la convivencia y cohesión social.
Por su parte, el director Fred Zinnemann, ya era famoso por su meticulosidad, y por su atención al detalle, y con The Nun’s Story fue fiel a esa reputación.
Aunque los tiempos cambian, y ahora es poco frecuente en el seno de La Iglesia, es cierto que en el pasado, algunas órdenes llevaban ese tipo de vida.
De hecho, se contrataron a clérigos como asesores, para que ningún católico se sintiera ofendido.
Buscaban la colaboración y aprobación de monjas y sacerdotes, para representar una imagen fiel de los rituales religiosos, y, sobre todo, porque querían evitar cualquier crítica o censura.
Por ejemplo, en el plató, había constantemente un sacerdote asesor que enseñaba a las falsas monjas a caminar…
Y no sólo Audrey Hepburn hizo un completo cursillo conventual, el director se preocupó, además, de que hasta la última figurante, recibiera la instrucción adecuada; y para seleccionar a las religiosas de la comunidad en la que vive la protagonista, entrevistó a más de 700 mujeres, y contrató también, a 20 bailarinas del ballet de La Opera di Roma, porque apreciaba su dignidad de movimientos.
En su autobiografía, Zinnemann daba curiosos detalles acerca de aquel proceso de selección:
“Para los primeros planos de las monjas, se necesitaban rostros con carácter y personalidad.
Los hallamos entre la aristocracia romana:
Un montón de “contesse y principesse”, se presentaron a las 5am con sus Rolls Royce y Mercedes Benz; vestidas como monjas, ofrecían un aspecto formidable”
Las monjas dominicas reales, fueron las encargadas de instruir a las monjas de ficción, y quedaron tan satisfechas con la actitud y aprovechamiento de las alumnas, que cuando regresaron a sus conventos, se volvieron bastante impacientes ante la torpeza de las verdaderas novicias:
“¡Deberíais hacerlo mejor que esto!”, les decían.
“¡Las monjas del señor Zinnemann, son perfectas!”
Así las cosas, The Nun’s Story, supervisado por un grupo de frailes dominicos, nombrado al efecto, evita todos los elementos polémicos y críticos, y realza con detallismo minucioso, muy propio del realizador, algunas de las virtudes y rigores propios de los conventos católicos antes del Concilio Vaticano II entre 1962 y 1965; como se deja ver en la primera parte de la obra.
Las sugerencias críticas, se contienen sólo en el subtexto, y en elementos subliminales del texto.
The Nun’s Story, además de uno de los desafíos dramáticos más grandes para Audrey, supuso también una pequeña bisagra dentro de su trayectoria cinematográfica.
Viniendo de un encasillamiento en papeles “buena honda/princesita/cenicienta”; Hepburn tuvo una gran oportunidad de mostrarse como actriz netamente dramática, y el resultado fue todo un éxito.
Como protagonista, los productores pensaron en un principio en Ingrid Bergman, pero la actriz sueca, estimó que su edad de 44 años, podría suponer un “hándicap” a la hora de interpretar a La Hermana Luke; y ella misma sugirió entonces, la contratación de Audrey Hepburn, 14 años más joven.
Esto de privarse del glamour, fue toda una novedad para “la reina de la moda”, que ahora ataviada con el hábito, y sin siquiera vérsele el cabello, debió recurrir como único instrumento a su expresividad facial, y sobre todo, a esa mirada gigante que lo abarcaba todo, que sólo tenía Hepburn, para darle vida a La Hermana Luke.
Posiblemente, The Nun’s Story sea una cinta que no logre calar en el público actual, especialmente entre el más joven, que quizá le cueste entender, cómo una bella y acomodada muchacha, pueda desear fervientemente convertirse en religiosa, y abandonarlo todo para servir a Dios, tan alejadas están hoy en día Iglesia y sociedad; pero en los 60, The Nun’s Story obtuvo un gran éxito, contribuyendo a cimentar el imperecedero mito de la encantadora Audrey Hepburn.
Su interpretación, de 28 años, y el hecho que no profesaba ninguna religión, es magnífica y emocionante.
A través de su rostro, expresiones contenidas, gestos tenues, y con frecuencia, con la propia inmovilidad cubierta por los hábitos, entrega un gran trabajo, que se gana la simpatía del público, y el favor de la crítica.
Tal era la implicación de Audrey con el personaje, que mantuvo contacto con la auténtica monja, e incluso, se permitió sugerirle a Fred Zinnemann algunos cambios muy acertados:
“Me gustaría que pudiera expresar que ha fracasado como monja, pero que sus esperanzas y su fe, han resurgido ante la idea de poder vivir como un ser humano libre y, en consecuencia, con mayor devoción que antes”
Según cuenta Donald Spoto, en la biografía que escribió sobre la actriz, este trabajo le marcó profundamente para toda su vida, de tal manera que en sus últimos años, estuvo trabajando activamente para La UNICEF, ayudando a mejorar las condiciones de los niños más desfavorecidos.
Del resto del reparto, son muy meritorios los papeles de La Superiora Reverenda Madre Emmanuel (Edith Evans), y del cirujano interpretado por Peter Finch; y una Colleen Dewhurst que debutaba aquí.
Resulta totalmente imposible, no parar The Nun’s Story de vez en cuando, para poder debatir sobre los curas, las monjas, y la misma Iglesia Católica.
Además, los sentimientos que se nos van a poner en bandeja, en primera línea de ataque, como orgullo, humildad, caridad, decepción, soberbia, disciplina, obediencia, vanidad... todos ellos son comunes en la inmensa mayoría de nosotros, por eso la forma en que hay que potenciarlos o desterrarlos, no siempre puede ir acorde con la forma de pensar de alguien ajeno al mundo religioso.
Al menos, no conmigo, que ya aviso que no soy practicante, y sí bastante crítico con nuestros “padres religiosos”
No sé si Zinnemann era creyente o no; o si pretendía realizar una crítica contra una institución tan arraigada en la historia de la humanidad.
Lo que sí consiguió, fue reflejar a la perfección, los conflictos internos que una joven tiene que afrontar, después de decidir servir a Dios; y las duras pruebas y sacrificios por los que hay que pasar, para ser una monja.
Junto a todo esto, el director consigue también sacar cierto paralelismo, como si de un ejército se tratara, al captar esa sensación de sometimiento militar en esos grandes planos de instrucción, desfiles, uniformes, duras, frías, vacías, absurdas y duras normas, etc.
Y más aún, cuando después nos muestra, cómo esta institución, intenta someter a los demás, para que compartan sus creencias.
Colonización en toda regla; y nos muestra la frialdad, el vacío sentimental y el cruce de manos que existe alrededor de un convento, siempre desconectado y ajeno a lo que suceda en el exterior.
Como mejor escena queda cómo exhibir sensualidad, mostrando sólo un brazo.
La fugaz y escueta despedida entre La Hermana Luke, y el médico del sanatorio en el que ha prestado servicio, un momento sutilmente emotivo y revelador.
Y el final, memorable, es todo un acierto, y pone el broche de oro:
La cámara se queda dentro, ella sale al mundo exterior.
Tras llegar al alto de la escalera, hace un gesto para levantarse la falda del hábito, pero se da cuenta de que ya no lo lleva, por primera vez en 17 años.
Zinnemann deja la cámara fija, y somos testigos de una liberación, escuchando sonar el timbre, y viendo esa puerta abrirse, como si se tratara de una prisión liberando a una ex convicta.
Así, The Nun’s Story concluye, al igual que empieza, con un tañido de campana.
Por último, la banda sonora de Franz Waxman, compone una partitura de tonos épicos, rasgos grandilocuentes, y sugerencias laudatorias, grata a los oídos del espectador; y añade cortes de melodías conventuales, y de algunos cánticos religiosos, como “Adeste fideles”
“You can cheat your sisters, but you cannot cheat yourself or God”
The Nun’s Story serviría como documento que muestra detalladamente, cómo se instruye a una novicia; y en la primera parte, se relata básicamente eso:
El lado más absurdo de La Iglesia Católica para con las mujeres entregadas a Dios.
Nadie, nunca antes ni después, ha sabido reflejar tan cruda y fielmente lo que es una religión, y cómo funciona por dentro; con lo que ser monja se acerca más a una secta maligna, que a una religión; como en un momento se dice, es una “lucha interminable por alcanzar la perfección”
A grandes rasgos, The Nun’s Story es interesante por toda la rigurosísima instrucción que recibe La Hermana Luke, y el acatamiento de las reglas de La Iglesia, y el debate interior que éste genera.
Ciertamente, quien quiera ser monja, es muy respetable, pero todo el sistema represivo que se monta alrededor de ella, en el convento, lo cierto es que debería causar un fuerte rechazo, y porque no, hasta vergüenza.
Por ello, Fred Zinnemann nos muestra lo que es un convento en toda su monstruosidad; y no nos ahorra ni un detalle, al dejarnos ver toda la anulación que conlleva el seguimiento de sus normas, por hacernos sentir el horror en nuestras propias carnes, así como el calor, la angustia, el sofoco, y la agonía de esas pobres mujeres, que creen que negándose a sí mismas, están entregando su vida a Dios.
Y hay momentos verdaderamente pavorosos:
Cuando las novicias en fila india, van haciendo acto de contrición “Yo me acuso”, torturándose por las cosas más peregrinas:
“Se me derramó un vaso de agua, tuve un momento de vanidad porque me sentí orgullosa de algo”
Los mantras, las letanías, el tirarse al suelo boca abajo para penitenciar...
Lo más tremendo es, cómo se trabaja la negación de la persona, cómo se crean cuerpos sin alma, sin sentimientos, sin recuerdos, sin familia, sin afectos, sin empatías, como robots.
Prohibido sentir, prohibido pensar, prohibido relacionarse, prohibido hablar, el gran silencio es sagrado; prohibido mirar, prohibido leer, prohibido todo...
Por lo demás, la sola visión de las monjas en El Congo, con sus torturantes vestimentas, les produce calor, picor, piojos, peste bubónica, y auténticos espasmos al espectador, más o menos normal.
Sólo imaginar las bochornosas temperaturas a las que esas criaturas tenían que hacer frente con semejantes hábitos, sin poder enseñar ni media pierna, sin transpirar por la cabeza, ni por el cuello, con esa especie de venda mortuoria pegada al cuerpo todo el día...
Y decimos del velo islámico...
El velo islámico, es un suave trapito de seda, al lado de esa mortaja.
Y junto con el bochorno y la angustia, se siente una tremenda indignación y pena por las personas que creen hacer un bien, renunciando a su cuerpo, a su pensamiento, a su capacidad de decidir, a su propia entidad, para entregarse a una obediencia ciega, que puede mandar cualquier cosa, y castigar de cualquier manera, en nombre de vete tú a saber qué oscuros deseos divinos, es preocupante.
Es un sometimiento tan aberrante, que sólo se puede sentir verdadera alegría de que esa absurda religión, que ha convertido a tantas personas en meras máquinas de obedecer esté en proceso de extinción.
Bueno, ésa y todas las demás, porque demostrado está:
Las religiones, todas, son unos de los males mayores de la humanidad, y junto con el dinero, están detrás de prácticamente todas las guerras, y todos los conflictos del mundo.
Así las cosas, no sirve de nada engañar a los demás, y tratar de engañarnos a nosotros mismos, pretendiendo ser alguien que no podemos ser.
Muchas de las decisiones que tomamos, implican compromisos, renuncias, bendiciones, sacrificios, alegrías, y sufrimientos, en distintas proporciones.
Una mujer que se consagra a ser monja, debe aceptar y hacer suyos el compromiso, la renuncia, el sacrificio, y el sufrimiento, recibiendo a cambio las bendiciones y las alegrías que conlleva la recompensa espiritual y divina.
Librará una lucha constante, para despojarse de su orgullo, de su vanidad, de su amor propio, de sus deseos carnales, y de su rebeldía.
Tendrá que esforzarse cada día por ese camino de perfección, lleno de humanas imperfecciones; tendrá que tropezar mil veces para levantarse mil veces, y seguir.
Porque el orgullo, la vanidad, el amor propio, los deseos carnales, y la rebeldía, son como los pulmones, como el corazón, como todos los órganos vitales.
Están tan presentes y tan arraigados en nuestro espíritu, como los órganos lo están en nuestro cuerpo, y por ello, el camino de una “esposa de Cristo”, no es como caminar por la ininterrumpida paz de un túnel de luz cegadora.
Puede llegar a ser un camino lleno de zarzales espinosos, que rara vez ofrece paz interior.
Porque la verdadera virtud de quien se consagra a Dios, no es la imposible posesión de la perfección del alma, sino su búsqueda incansable.
Sabiendo que la lucha será perpetua, y aceptándola como la parte más difícil del sacrificio; y tratar sin tregua, de vencer los mundanos impulsos y sentimientos.
Sin lograrlo completamente, pero domándolos y controlándolos cada vez con mayor eficacia, gracias a la ayuda de la experiencia, de la fuerza interior y, sobre todo, de la verdadera vocación.
Puede que esto último sea lo más esencial para lograrlo.
Y Zinnemann, por medio de la batalla interna de La Hermana Luke, nos muestra una de las cosas más complicadas en esta vida:
Encontrarte a ti mismo; y el director deja cuidadosamente en claro, que es la acción directa lo que agrada a Dios, y no la oración del encierro y el aislamiento, pues Él no habita en religiones, conventos ni en monasterios, sino en el corazón de todos nosotros.

“Go through here to room 12.
Everything is ready.
Press the button when you are finished and I will open”



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