Krampus

“...Is Coming To Town”

Es verdad, la navidad es una época de inevitables connotaciones comerciales, que hoy en día empiezan a invadir las tiendas departamentales desde septiembre…
Para beneplácito de los fanáticos de la temporada, y molestia de uno que otro Grinch, me incluyo, todo se viste de colores navideños, y las pantallas de cine no son la excepción.
Krampus, es una criatura del folclor de países alpinos; que según la leyenda, esta criatura demoníaca en apariencia, castiga a los niños malos durante la temporada de Navidad, en contraste con San Nicolás, quien premia a los niños buenos con regalos.
Se dice que Krampus, captura a los niños particularmente traviesos en su saco, y se los lleva con él…
La palabra “Krampus” proviene del antiguo alemán “krampen”, que significa garra.
En el continente europeo, es conocido con muchos nombres, como:
Knecht Ruprecht, Klaubauf, Pelzebock, Schmutzli, y el común Krampus.
Según la leyenda, este demonio aparece en la noche del 5 y 6 de diciembre, merodeando las calles durante 2 semanas, en lo que se conoce como “Krampusnacht”, una tradición precristiana, ya sea solo, o junto a San Nicolás, haciendo sonar campanas y cadenas oxidadas para asustar con su presencia.
Su apariencia, es representada por una criatura parecida al incubo.
Su rostro diabólico, está adornado con cuernos en la frente, una larga lengua roja, y una cabellera negra.
Tiene el cuerpo cubierto por un tupido pelaje oscuro, y sus patas son similares a las de un fauno.
En muchas imágenes, es ilustrado con una canasta en su espalda, en donde coloca a los niños malos, para llevarlos al infierno, y comérselos.
La existencia de esta criatura, era una creencia común en aldeas de Los Alpes, en especial por las tierras de Austria y Hungría.
Su antigüedad, puede rastrearse hasta 10 mil años atrás, mucho antes del nacimiento de Jesucristo.
En el folclore croata, el Krampus es la representación de los malos espíritus, y el campeón de las tinieblas; y la relación entre San Nicolás y Krampus, es una analogía de la eterna lucha entre el bien y el mal.
La influencia alemana del siglo XIX, esparció el mito del Krampus en Croacia, la República Checa, Eslovaquia, e incluso llegó hasta el norte de Italia.
Las raíces nórdicas de Europa, fomentaron la tradición del Krampus; y en La Edad Media de Europa, las fiestas navideñas, se asemejaban más al día de brujas, o “Halloween”, porque los campesinos se disfrazaban del demonio navideño, para salir a pedir bebidas y comida.
Y es que en la época previa al cristianismo, Europa tuvo una gran variedad de leyendas asociadas al pago de tributos a las deidades, para la obtención de una buena cosecha, la cual sucedía en el solsticio de invierno.
Estas tradiciones, sobrevivieron en cierta forma, mezclándose con festividades cristianas, y en algunos lugares, durante la época de cosecha, es decir, con el solsticio de invierno, que a la vez coincidía con la víspera de Navidad, la gente se disfrazaba de demonios, y así pedían comida y bebida en las calles.
El crecimiento de interés por este personaje, se debe en gran parte a la popularidad que San Nicolás adquirió en el siglo XIX.
Por ello, se crearon postales e imágenes de Krampus, esta publicidad, también comenzó en 1800s, y su fama llegó al máximo en 1914, al principio de La Primera Guerra Mundial.
Asimismo, este folclore también estuvo prohibido durante La Alemania Nazi del Tercer Reich, por considerarse una festividad impulsada por los socialdemócratas…
De hecho, por esa época, se podían ver tarjetas del Krampus, representando el lado “travieso de la temporada”, con connotaciones sexuales por medio de figuras descaradas… inclusive, ciertas imágenes tenían aspectos perversos y atemorizantes.
Por su parte, la religión católica, condenó y exilió esta leyenda, por ser un demonio pagano, sin embargo, a finales del siglo XX, las fiestas de disfraces y eventos sociales, revivieron la esencia del Krampus, por medio de espectáculos donde las personas se divierten personificándolo y asustando a la gente en divertidas cabalgatas.
Así las cosas, nos llegó la navidad; esa época que ha ido perdiendo la magia que tanto la caracterizaba desde hace años.
Esas reuniones familiares, que cada día van orientadas más hacia el compromiso obligado, y menos hacia el propósito original.
A más de uno le ha pasado, que añora los años pasados en los que en Nochebuena, todo era hermoso, nadie peleaba, y esperábamos los regalos.
Hoy en día, hay una ruta terrible que apunta hacia el odio y disgusto por las festividades.
Hay gente que ese día, simplemente se borra del mundo, y decide condenar la navidad.
¿Se han imaginado, que pasaría si esas “malas vibras” tuvieran resultado?
¿Y qué pasa, cuando todos pierden la esperanza en la navidad, su espíritu, su tradición, y su emblemático personaje?
“Saint Nicholas is not coming this year.
Instead, a much darker, ancient spirit.
His name is Krampus.
He and his helpers did not come to give, but to take.
He is the shadow of Saint Nicholas”
Krampus es una película de terror fantástico, con toques cómicos, del año 2015, dirigida por Michael Dougherty.
Protagonizada por Adam Scott, Toni Collette, Luke Hawker, David Koechner, Allison Tolman, Conchata Ferrell, Emjay Anthony, Stefania LaVie Owen, Krista Stadler, entre otros.
El guión es de Todd Casey, Michael Dougherty, y Zach Shields, basados en la antigua leyenda sobre Krampus, un monstruo pagano europeo, con forma de cabra, que secuestra y castiga a los niños malos, y que encuentra su lugar en los orígenes más oscuros de las fiestas que conocemos como Navidad.
Se cuenta en la producción, que por aquel entonces, Kevin Smith tenía en marcha otro proyecto sobre Krampus, titulado “The Anti-Claus”, con Justin Long y Haley Joel Osment, al que le tomó la delantera esta película de Legendary Pictures; y se empezó a rodar en marzo de 2015, en los Stone St. Estudios de Wellington, Nueva Zelanda, cuyos efectos especiales, correrían por Weta Workshop.
Puestos en claro, el espíritu de la navidad, simboliza la unión familiar, y en la generosidad, pero cuando Max Engel (Emjay Anthony)  ve que su familia se resquebraja, pierde la fe en estos valores.
Esto despertará la ira del Krampus (Luke Hawker), un ser mitológico que acecha al niño y a sus parientes, para atormentarles las fiestas, y hacerles vivir un infierno.
Para enfrentarse al Krampus, y salvar la vida, Max y los suyos, tendrán que dejar a un lado sus diferencias, y unir sus fuerzas contra el monstruo.
En el fondo, es de eso de lo que trata Krampus:
La pérdida de fe, de un niño en la navidad, que invoca a un terrible demonio que viene a castigar a aquellos que han destruido la esencia de las fiestas.
Ya desde los créditos iniciales, se nos deja muy claro, que el principal tema es la degradación de la navidad, y el ajusticiamiento de sus profanadores, a través de unos monstruos que hablan mucho de los orígenes paganos de esta celebración.
“It's Christmas.
Nothing bad is going to happen on Christmas!”
Estamos en una generación, en donde la audiencia perdió el norte, y está en una bancarrota del buen gusto cinéfilo, y ya no sabe ni lo quiere en una película de terror.
La adaptación de la mítica leyenda del “Demonio Navideño”, vuelve al cine para sembrar paz, armonía, y maldad.
Max Engel, es un preadolescente con creciente dificultad por mantener vivo el espíritu navideño en él.
Y no es difícil culparlo, cuando Krampus nos introduce a la navidad, al ritmo de Bing Crosby, y con las implacables imágenes de hordas de compradores luchando por regalos en descuento; que la convierte en la imagen navideña más decadente por excelencia.
Así, en La Nochebuena, la familia de Max demuestra de todo, menos espíritu navideño:
Peleas, llegadas indeseadas de familiares, cenas incómodas, hacen que el pequeño Max destruya la carta que le escribió a San Nicolás y la lance por la ventana.
Instantáneamente, llega una tormenta de nieve, y la casa parece quedar en el medio de la misma; pronto se dan cuenta, de que esa noche, no llegará San Nicolás…
Lo que él no sabe, es que esta falta de espíritu navideño, ha desatado la ira de Krampus, una fuerza demoniaca del maligno antiguo, que castiga a los incrédulos.
El ente que funge como némesis de San Nicolás, azuzará a todos los integrantes de la familia, a diestra y siniestra, con la ayuda de algunos personajes más… desatándose el infierno, cuando apreciados iconos de la navidad, monstruosamente cobran vida, asediando el hogar de la familia fracturada, y forzándolos a luchar juntos, si esperan sobrevivir.
Allí vemos a sus padres Tom (Adam Scott) y Sarah (Toni Collette), pero será Max quien deberá enfrentar lo inimaginable, cuando una antigua leyenda cobre vida en el improbable cuerpo de una criatura de nombre Krampus y sus secuaces, unos tétricos muñecos de porcelana y de jengibre, entre otras curiosidades; y como si no fuera suficiente con la visita de sus molestos tíos, de entre los que destaca Howard (David Koechner) y su esposa Beth (Stefania LaVie Owen) hermana de Sarah; como unos hilarantes “hillbillies” aficionados a las armas; así como sus insoportables primos:
Stevie (Lolo Owen), Jordan (Queenie Samuel), Howie Jr. (Maverick Flack); su hermana Beth (Stefania LaVie Owen); y su molesta tía Dorothy (Conchata Ferrell), la aparición de tan temible ser, y un apagón, se suman a sus problemas, obligándolo a permanecer encerrado con todos estos personajes, ante el inminente ataque.
Lo que sí es para destacar de Krampus, es la ambientación de una tormenta de nieve muy bien recreada, y ciertos efectos especiales.
El Krampus, bien podría haber estado mejor, pero en general, técnicamente, la fotografía, el tratamiento de imagen, y la dirección, se ve muy bien, y no puede haber reproches en este aspecto; que como dato, el diseño final del Krampus, se sacó de varias ilustraciones y viñetas dibujadas sobre la criatura, a lo largo de los años.
Aunque sin duda, lo mejor llega una vez que da inicio la nevada, y con ello la verdadera esencia, ya que no solo esto ayuda a que todo el aspecto visual empiece a jugar un papel fundamental, sino que además, proporciona el entorno ideal para generar buenas escenas de suspenso, y establecer un escenario completamente adverso para la familia, al ponerlos en una situación en donde corren peligro, tanto afuera, como dentro de la casa.
Mientras que las secuencias violentas están bien hechas, el resultado como conjunto, es un híbrido extraño, que no acaba de funcionar.
Y es que Krampus nunca llega a encontrar su público objetivo; es demasiado infantil, le falta sangre y mucha violencia.
La verdad, Dougherty nos trae de nueva cuenta, una gran combinación de terror/fantasía/comedia, que claramente tiene mucha inspiración de su trabajo previo, aunque con la clara diferencia de que ahora sí puede desarrollar una historia oscura, que a la misma vez sea amigable para un público mucho más extenso, por medio de un mensaje que les llegará a todos por igual, ya sea que les guste o no la festividad.
Esto, al presentar a una familia altamente disfuncional, que durante el primer acto se encarga de ofrecer momentos cómicos, un tanto crueles, que sirven como el detonante perfecto para el futuro infierno que les espera; generando así, una simpatía por unos cuantos, pero antipatía por otros, que a la postre será fundamental para disfrutar al máximo el inevitable destino que ellos mismos se buscaron con sus propias acciones.
El gran problema de Krampus, es que no se decide si va a ser un film de terror tradicional, o una aventura al estilo Disney, que nos habla sobre los verdaderos valores de la navidad, siempre con la figura de San Nicolás, pues pareciera que Jesús nunca hubiese existido… y que no tiene nada que ver con esta fecha.
Lo que más sorprende fue que haya que clasificarla “PG – 13”, a pesar que los padres en sano juicio subestimen el contenido; nunca puede lograr lo que quiere ser, dado que habría funcionado mucho mejor clasificándola “R”, mostrando todo lo que ello implica, y aún mejor hubiera funcionado, si la primera parte no se hubiera demorado tanto en ponerse en marcha.
Más allá de cualquier otro elemento, como el guión, o los valores de producción, Krampus no da miedo, y la historia es demasiado infantil y básica, como para que logre enganchar por otro lado.
Esta mezcla de terror y aventuras en épocas festivas, ya lo intentaron hacer antes, y casi nunca resultan, por lo menos en los últimos años; aunque logren mucho en taquilla, pues la gente paga para ver resultados, no hay conexión.
Del reparto, salvo Toni Collette  y Adam Scott; aun cuando Scott perfectamente podría pasar físicamente por su hijo mayor; el resto del elenco es un 0, y los personajes demasiado caricaturizados.
La comedia, la pone y la salva/tira por el lavado, los personajes de la familia invitada, en especial, el pasado David Koechner, y una irónica y brillante Conchata Ferrell.
Pero todos en conjunto, por la forma de actuar ante una situación que les supera, son tontos y aborrecibles, y así todos los niños, en donde el estilo “Disney”, de nuevo vuelve a hacer de las suyas, con personajes con los que es imposible empatizar en positivo; o se les odia, o causan la mayor de las indiferencias; por tanto, no importa que muera hasta el apuntador.
Situaciones descabelladas como:
¿En serio, galletas de jengibre asesinas?
Más que miedo, será una comedia esta película...
Sigue la narrativa típica y cliché de las películas noventeras, que no aportan novedad; lo único rescatable, es la cinemática de la infancia de la abuela Omi (Krista Stadler), que para mí es un desperdicio en una película tan mala...
Y sobre su personaje, la muy perra abuela solo hable alemán, y que de pronto hable inglés perfecto… es para apagar y largarse.
Al final, todo lo que ha pasado en la película, es el resultado de punto de no retorno, maquillado en un sueño macabro del protagonista... del que no hay escapatoria.
Uno espera que todo se salven, y vuelva todo a la normalidad; pero no es así.
Ese final, me pareció bueno, algo desolador para todos.
Sin embargo, la falta de terror, podría ser perdonable, si hubiese abarcado más sus inclinaciones humorísticas, pero el vulgar guión, con conflictos de liberales contra conservadores, o patanes contra yupis, raramente es tan divertido como para reír a carcajadas… ni hablar de una feroz parodia a cámara lenta del consumismo en época navideña, que ofrece un retrato caricaturesco de la familia “Made in USA”
Es por eso que Krampus me hace pensar, de una forma u otra, en que, una vez deseas algo, una vez se te presenta el genio de la lámpara, ya no hay vuelta atrás:
Cuidado con lo que deseas...
“Like he had for thousands of years, Krampus came not to reward, but to punish.
Not to give, but to take”
En esas fechas navideñas, debemos entender lo más importante:
Gastar todo el dinero que podamos en adquirir trastos que, probablemente, no necesitemos.
Y todo eso de “quererse los unos a los otros” queda muy bien como eslogan, y un aplauso para los 4 gatos que todavía se lo toman en serio; pero admitámoslo, esta festividad, como tantas otras, ya ha perdido el poco sentido que tenía, ya solo se trata de revitalizar la economía entre unas vacaciones y otras, con gente golpeándose para conseguir el último vete-a-saber-qué, rodeados de decoración navideña.
Y con Krampus, ya me estaba frotando las manos, para ver una crítica a la sociedad del consumo, aderezada con monstruo, pero no, la idea durante la película no ahonda, y se queda solo en la superficie.
Veamos la lista de deseos de navidad de Max, son puros deseos emocionales, y por tanto, fueron destruidos por el capitalismo más terrorista, que despertó a la criatura más consumista de todas, y no es Santa… y que vino para castigarlos, porque lo material, es lo que importa.
La esencia de la Navidad, está en el compartir con la familia y en la celebración del nacimiento de Jesucristo, pero el paso de los años, y los avances tecnológicos, han hecho de esta fecha, un momento para el derroche.
Al menos, 174 países de los 201 existentes, celebran la navidad, una época de tradición familiar, de encuentro, reconciliación, peticiones de paz, amor y prosperidad, que surgió para conmemorar el nacimiento de Jesucristo, con la llegada del niño Dios.
Sin embargo, la esencia de esta festividad, se ha ido perdiendo con el tiempo.
Y es que el modelo capitalista imperante en el mundo, ha transformado lo religioso y espiritual, en una ocasión para que la vanidad salga a relucir.
La relación que se le ha dado a esta época del año, con los regalos, la ropa nueva, los decorados de las casas, y las grandes cenas y fiestas, ha traspasado la frontera de lo religioso, y se ha convertido en una época de consumismo.
El gasto de las familias alrededor del mundo, se dispara con la llegada de esta fecha, debido a que se ha conseguido instaurar en las cabezas de los consumidores, la idea de que para celebrar la navidad, es ineludible ir de compras.
La fiebre de la navidad, puede incluso arrastrar a muchos al endeudamiento, o a la solicitud de adelantos de utilidades en sus trabajos.
Una gran cantidad de personas, suele recurrir a las tarjetas de crédito para acarrear estos gastos, sobre los cuales es válido cuestionar:
¿Son necesarios?
Aunque lo más dramático de esta circunstancia, es la resignación con que nos lo tomamos año tras año.
Tal vez, sea ésta la penitencia del pecado de tanto consumir, que nos acaba pervirtiendo de tal manera que, narcotizados por tanto valor prosaico, confundimos nuestro verdadero fin vital, con lo que de material acaparamos.
Esta es la mentira que entre polvorones y panderetas, nos tragamos cada vez que materializamos este engaño.
Las razones para no ser feliz en navidad son, por supuesto, las mismas para no ser felices cualquier otro día.
La única diferencia es que en navidad, nos juntamos no tanto por gusto, sino porque la tradición así lo indica.
Y la tradición nos dice también, que se supone que debemos ser felices en la navidad; y esto genera mucha presión…
Por lo general, lo que impera en la decisión de gastar tanto dinero en esta época, es el no querer dejar sin regalos a sus familiares y amigos.
Gastar una alta suma de dinero en las fiestas navideñas, pareciera ser la certificación de amor hacia los hijos, parejas, madres, padres, entre otros.
Y es que “se supone”, que en navidad se trata de celebrar la humildad, la paz, y la fraternidad, pero ni nos acordamos de los humildes, ni pensamos en todos los lugares donde hay guerra, ni nos sentimos de aquellos que jamás recibirán una cesta llena de botellas y turrones; y no hacemos un sacrificio, ni compartimos nuestros beneficios.
De repente, todos somos más ricos de lo que éramos, y empieza la gran fiesta del consumo.
No nos importa derrochar, ya no pensamos en los envases ni en el ahorro energético, y no nos acordamos de aquel vertedero que no queremos, pero que llenamos de residuos, entre otras cosas, con el árbol, que después se quema o va a parar a la calle, el muérdago con besos forzados, y el acebo que tan tranquilos estaban en sus bosques, hasta que a nosotros nos ha dado por llenarnos de símbolos de paz, en vez de crear paz de verdad.
La imagen ideal de niños y mayores sonrientes, comidas deliciosas; paz y amor en abundancia, contrasta con una realidad en la que, en lugar de la paz, reinan las discusiones familiares, la soledad, el consumismo, los balances insatisfactorios, y la ingestión excesiva de comida y bebida.
Todos ellos, males asociados a la navidad; se incrementan con las urgencias de los hospitales que se llenan de heridos por accidentes, peleas, infartos, y hasta intentos de suicidio…
Es importante, que los chicos en casa sepan que la navidad no sólo se trata de recibir regalos.
Que podemos celebrar juntos, y de forma no consumista, empapándonos del verdadero objetivo de esta fiesta:
La esperanza y el amor; y que en navidad, el consumismo no nos consuma, para que en realidad, no nos llegue ese monstruo disfrazado de infortunios.

“She said we're fucked!”


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