Secuestrados

“¿Por qué nosotros?”

Existe un tipo de películas, cada vez más habitual en la cartelera, cuya carga explícita de violencia, actúa como motor omnipotente de recaudación taquillera.
Nuestro contexto histórico, de nada sirve negarlo, atraviesa un oscuro túnel existencial, infestado de fanatismo, inmoralidad, y destrucción masiva; y son historias típicas, mundanas, y cuyo mayor atractivo es la originalidad de reducir los elementos al máximo, y únicamente contar la historia desde una estética cinematográfica concreta, y con un único propósito:
Hacérselo pasar mal espectador.
Pese a que atentan en mayor o menor medida contra la psique del espectador, sensibilizándole a través diversos mecanismos de representación del horror, la cuestión se torna mucho más seria, cuando la cinta se sustenta en la seducción que genera un acontecimiento casual y nefasto, susceptible de ocurrirle a cualquier persona, entiéndase lejos de las “fantasías”
Y así nos llega la figura del secuestro, también conocido como plagio, es un delito que consiste en privar de la libertad de forma ilícita a una persona o grupo de personas, normalmente durante un tiempo determinado, con el objeto de obtener un rescate, o el cumplimiento de otras exigencias en perjuicio del o los secuestrados, o de terceros.
Los secuestradores, generalmente, y previo al secuestro de su víctima, siguen sus movimientos cotidianos durante días anteriores al evento, con la finalidad de conocer sus rutas de tránsito, y horarios habituales, para así lograr con mayor éxito su empresa delictiva.
Cabría preguntarse:
¿Por qué se hacen, o por qué se ven estas películas que recrean situaciones que nadie en su sano juicio querría experimentar?
El morbo de pasar un mal rato, desde la segura y privilegiada comodidad del asiento, son respuestas insuficientes para salvar un precepto casi seguro:
Su revisión, será casi imposible, por inapetente.
¿Qué necesidad tenemos de sufrir el sinsentido; acaso tiene sentido todo lo que pasa en la vida real?
De una cosa sí estamos seguros:
El dinero mueve el mundo a cualquier nivel.
“Hogar Dulce Hogar”
Secuestrados es una película española de terror, del año 2010, dirigida por Miguel Ángel Vivas.
Protagonizada por Fernando Cayo, Manuela Vellés, Ana Wagener, Guillermo Barrientos, Dritan Biba, Martijn Kuiper, Xoel Yáñez, Candela Fernández, entre otros.
El guión es de Miguel Ángel Vivas, junto a Javier García; y es conocida particularmente, por estar rodada en 12 planos secuencia.
En palabras del director:
“Más que una historia, lo que propongo es una experiencia.
Quiero que el espectador sufra, que sienta el miedo en todos sus niveles, desde la descarga de adrenalina, hasta el hundimiento”
Y vaya si lo logra, pues Secuestrados es una “home invasion movie”, resuelta en un “thriller” de admirable nervio, de una intensidad y violencia, que por momentos sobrepasan lo común en este tipo de proyectos, uno modestísimo, por cierto.
Indefectiblemente polémica, encuentra la propuesta la justificación de su existencia en su propia coherencia interna y externa, en su fidelidad estructural, y en lo consecuente de los actos y acciones de los participantes en esta tragedia superlativa, retorcidamente explícita, asfixiante, y horriblemente agónica; en donde una familia rica, se muda a una urbanización muy costosa, a las afueras de la ciudad donde residían:
Jaime (Fernando Cayo), Marta (Ana Wagener), y su hija Isa (Manuela Vellés), acaban de mudarse a su nueva casa, en una acomodada urbanización de las afueras.
Mientras se preparan para celebrar su primera noche en el nuevo hogar, una banda de 3 encapuchados (Dritan Biba, Martijn Kuiper, y Guillermo Barrientos), irrumpe violentamente, con el objetivo de conseguir la mayor cantidad de dinero posible, y sin importarles el horror que siembren a su paso... hasta que a uno de ellos, se le va la mano y todo se tuerce... sin ningún tipo de escrúpulos, que saben que tienen todo el tiempo del mundo para hacer lo que quieran, y que por muchos gritos, nadie te va a oír.
Una vez adentro, los asaltantes van dispuestos a todo, y estás desamparado, tú y tu familia, porque juegan con tu fragilidad, te amenazan con lo que más quieres; y aun así, tienes claro que aunque les des todo lo que te piden, no sabes cómo va a terminar la cosa, o si lo sabes, pero no quieres pensarlo…
Muy cercanamente; la historia nos narra un robo en toda regla, real como la vida misma, y con un alto grado de credibilidad; con secuencias muy duras, muy desagradables, muy fuertes, pero nada lejos de la realidad; y vives el secuestro de esta familia, como si fuera la tuya propia.
Secuestrados es una bomba directa al corazón, a la tensión, a los nervios, a la desesperación; un film que no deja respirar, que lleva a límites increíblemente trazados, el concepto de inmersión por parte del espectador.
Una pieza inestable, que no tiene dudas en qué debe hacer para atacar al sufridor del patio de butacas; mientras el cineasta se limita a presentar unos hechos tal y como son, para bien o para mal, y si no son del agrado del espectador, ahí está la puerta.
No dibuja héroes, sino vende una realidad, que aunque duele, no se puede obviar.
“Si te portas bien, estoy muy seguro de que a tu mujer y a tu hija no les pasará nada”
Secuestrados no nos ofrece una historia que ya no hayamos visto antes, o en la vida real misma, porque el secuestro, sea el país que sea, se está convirtiendo en una práctica bastante popular.
Total, Secuestrados no se destaca por su historia, sino por la manera en la que esta última es contada.
¿Qué es lo que la hace diferente?
Varias cosas, primero, su atrevimiento, y luego la manera en la que está rodada.
El guión, es una pieza de golpes de efecto, que arrastra a los protagonistas por una cuesta abajo sin frenos, increíblemente interpretado por un reparto ajustado a la horma del zapato.
El nivel físico de la propuesta, requiere de un trabajo aún más completo de los actores y, en este caso, no defrauda en absoluto.
Atención a los villanos, unos hijoputas de cuidado, una respuesta visceral a los fríos asaltantes de otras películas, que intentan expresar muchas veces sin conseguir lo mismo.
Magnífico retrato del horror sufrido ante la incertidumbres y los miedos que se presentan durante un secuestro, que ya de por sí, causa innumerables secuelas psicológicas, y puede machacar a una persona al ver allanada su casa, su espacio seguro, junto con la agonía del no saber de qué manera va a estallar la situación, por donde va a explotar un acto de violencia intrínseca, que sólo hace prever lo peor de las personas que son capaces de llevarlo a cabo.
Es un retrato de unos monstruos con capucha, que dan más miedo aún desposeídos de máscaras, cuando revelan su verdadera, y aún más desagradable naturaleza, la maldad, y el más puro desprecio hacia cualquier tipo de vida que no sea la propia, que coincide con el momento en el que vemos a los humanos tras la tela.
Sin concesiones al espectador, sin moralinas, sólo la violencia dejando ver su forma, brotando poco a poco hasta que acaba presentándose en su forma más primigenia, inesperada, visceral, la que traspasa incluso el muro de la ficción, y nos llega a nosotros, los espectadores, que nos vemos desposeídos de la barrera de seguridad de plasma, para también llevarla grabada a fuego durante un par de días en la cabeza, para marcarnos como marca las vidas de los protagonistas.
Porque la primera justificación de Secuestrados es esa, la de construir un “thriller” de suspense al límite, que no deje aire al espectador, y de paso lo deje hecho polvo, mordiendo suelo, y con las esperanzas en la raza humana arrastradas y pisoteadas.
Y cumple; como el tipo juega con eso de “podría ocurrirle a usted”, porque a los actos violentos sin sentido, no se los puede racionalizar, y son impredecibles, la sensación de desazón es mayor.
Así, el director se abre paso a dentellada limpia por las comodidades de la vida en chalets periféricos, destruyendo a su paso la tranquilidad de conciencia de la familia normal y corriente; que no se corta absolutamente nada en mostrarnos en pantalla, lo dramático y terrorífico que puede llegar a ser un secuestro, y logra introducirnos en el de una manera totalmente elogiable, con un gran trabajo tras las cámaras; que para quien desconozca lo que es un plano secuencia:
Es una secuencia de 1, 2, 3, o varios minutos, que está rodada ininterrumpidamente; es decir, que no vemos en una misma escena, diferentes tomas cada vez que habla un personaje, con sus correspondientes cortes entre cámara y cámara, por ejemplo, sino que una sola cámara rueda toda la secuencia de manera ininterrumpida, y va siguiendo a los actores según el lugar donde se desarrolle la acción en ese momento.
Técnicamente, tenemos una sucesión de planos secuencia, con muy poco montaje externo, y en los 2 momentos clave, con la estrategia de la pantalla dividida al estilo de la serie “24”, es una manera de responsabilizar al espectador en cierto modo de lo que está pasando, puesto que él decide qué ocurre, y cómo ocurre.
Es suya la decisión, y suyo el desespero que producen los momentos climáticos en paralelo; y es que se ha optado por contar el secuestro en tiempo real, y hay veces que la acción se desenvuelve en 2 áreas diferentes, y nos pone cada una a un lado de la pantalla.
Este estilo de rodar la película, además de lograr introducirnos más en la situación que vive la familia protagonista, es muchísimo más difícil de rodar que de la manera convencional, ya que en esta ocasión, con secuencias que son verdaderamente largas, y donde participan varias personas, la coordinación debe ser tremenda, como si de una obra de teatro se tratara, pero con una coordinación que va más allá, y que debe estar cuidada hasta el más mínimo detalle para que todo quede a la perfección, teniendo que repetir la escena desde el principio, cada vez que se comete un error, con todo lo que ello conlleva…
Los efectos especiales son sorprendentemente buenos, y se necesitó mucho cuidado el llevarlos a cabo, más si tenemos en cuenta que no se realizó ningún corte, para dejar respirar al actor, aplicarle la capa de maquillaje, y volver a grabar.
Secuestrados, presenta un incidente desencadenante mucho más racional, un robo, componente que permite pasar directamente, y sin pudor, al desquiciado frenesí de violencia, olvidando por completo, durante determinados momentos, su pretendida etiqueta de “thriller” psicológico; así como introducir algún que otro prejuicio tópico, como los asaltantes albanos, que no tiene nada de xenofóbico, sino que es una realidad en España, y se ha optado por el socorrido sobresalto de andar por casa, nunca mejor dicho.
No es de extrañar, bajo esta premisa, que sus también enmascarados agresores, decidan prescindir pronto de sus pasamontañas, descubriendo una identidad, cuyo secreto residía, más que en averiguar de quiénes se trataba por consabido, en conocer el aspecto de semejante gentuza.
Nuevamente, nada alejado de la realidad, pues casi todos los casos reales que se conocen en España de robos, es producido por bandas del Este, y no es nada nuevo.
Aun sabiendo que esta clase de filmes no suele caracterizarse por un final feliz, los últimos minutos, conseguirán vapulear la sala con una áspera y desencantadora previsibilidad; y realmente consigue sus intenciones:
Sabe meterte en la historia, encerrarte en ella, y mantenerte en la pantalla atento a lo que están padeciendo los personajes.
No estoy del todo convencido que logre que te identifiques con ellos, por más que esa sea la incesante preocupación del director, pero aun así, sientes en silencio cada golpe, y segundo de tortura.
No será original, pero sí es un ejercicio de género y estilo, confeccionado con elegancia, atmósfera, y fluidez narrativa.
No busquen diálogos cargados de significado; que no los hay; y así debe de ser, pues en momentos así, que vas a hacer:
¿Hablar de tus cosas con los secuestradores?
Lo dudo mucho.
La secuencia en la que entra el guardia de seguridad en la casa, ha estado repleta de una atmósfera casi irrespirable.
Y respecto a la violencia, sí, Secuestrados es muy violenta.
No tendrá toda la sangre de la saga “Saw” pero cada momento de brutalidad, impacta muchísimo más que en cualquier película de terror reciente.
No es algo insoportable, pero algunos momentos como el de la escultura huevo, o el del brazo de la madre, hacen que tengas que apartar la mirada de la pantalla, porque resulta hasta ofensivo.
Toda la trama es sobre un secuestro y ya está, no hay guión ni forma de comportarse prestablecida, los “gritos insufribles” de la niña, están más que justificados, y el que diga o piense lo contrario, será que no ha imaginado situación igual.
De las interpretaciones:
Fernando Cayo y Ana Wagener, saben actuar con naturalidad, pero es Manuela Vellés, la que se lleva los aplausos con un arriesgadísimo papel, casi a primerísimos planos, llevando el peso en su mirada y sus sollozos, en una gran cantidad de planos complicadísimos, tanto por su duración, como por los requerimientos físicos y gestuales.
De los malos malísimos, que son los siguientes:
El líder (Dritan Biba) de nacionalidad albana, emana seguridad en todas sus acciones, demuestra tener un control absoluto, tanto en todo lo que sucede, como en sus 2 compinches.
El malo (Martijn Kuiper) como no podía ser de otra manera, es de nacionalidad albanesa, y con perfil militar, alto y muy fuerte.
Disfruta con el sufrimiento de los demás, por lo que no dudara en golpear, matar, o violar a todo ser que se cruce en su camino, y si en la casa hubiera niños pequeños, fijo que hasta se los comería…
Y el “bueno” (Guillermo Barrientos) es el personaje ambiguo.
Que alguien me explique, cómo es posible, que la persona que ha estado espiando a la familia, que se ha unido a un par de peligrosos delincuentes albanos, y que ha irrumpido de forma violenta y encapuchado en una casa, con la intención de desvalijar a sus propietarios, se muestre desde el primer minuto, como un chico con sentimientos, inseguro ante el actuar de los otros criminales, que no aprueba lo que hacen sus compañeros, y que intenta ayudar a los secuestrados… a claro, porque es español, y no es un malvado albanes…
En todas las películas, siempre está el malo que, en un determinado momento deja de serlo, pero en este caso, es que desde el principio tienes ganas de abrazarle… y la chica, de llevarlo a la cama…
Como elementos casi protagónicos, la casa y el coche, son los espacios básicos en los que se apoya Secuestrados:
La casa tiene vida propia, y va cambiando a la vez que los personajes y sus situaciones, de un hogar claro y luminoso, a uno oscuro y angustioso.
Para los amantes del género, Secuestrados no decepcionara, ya que tiene bastante contenido violento y sangriento, con escenas fuertes y crudas, como una en especial, la impactante violación de Isa; y cabe destacar los últimos 15 minutos, que realmente son los intensos, pues el director nos muestra, y a la vez nos trata de entregar ese tremendo mensaje subliminal, de la manera más cruel, y con mucha adrenalina.
Para que hablar del final… si bien estamos acostumbrados a “los finales felices”, donde los chicos buenos matan a hombre malo, y quedan felices para siempre… algo que me molesta mucho, aquí es totalmente diferente.
Miguel Ángel Vivas se arriesga, y hace lo que hace mucho tiempo estaba esperando, y quería ver:
Nos entrega un final tan impactante, como desolador, soberbio, simple, y a la vez el más brutal que he visto en una película de terror, que te deja pegado a la pantalla por más minutos, intentando reaccionar y reflexionar después de lo que has visto:
Al quedarse sin balas, se mata con cuchillo.
¿Errores?
Cuando el marido llega a casa por la tarde, y todavía los operarios están metiendo las cajas de la mudanza, en esa grandiosa casa; por la noche, resulta que ya está todo colocado en su sitio, incluso en cualquier cajón del baño, sin resto de las cajas de cartón, y hasta a la madre le ha dado tiempo a hacer la cena para 3; lo que es inaudito.
Además:
¿Puede existir algún guarda que reciba quejas de unos vecinos, acuda a la casa donde se producen los ruidos, y cuando se le dicen que todo está bien, diga que si puede entrar?
Y aun diciéndole la dueña de la casa que no entre... éste insiste, y pide que si puede entrar… ¿?
Como dato, el hombre secuestrado del principio, no es el mismo que el del final, es otro secuestro diferente; y fue metido para crear trampa; pero también para que te des cuenta que los secuestradores no son de fiar, y que espera un final nada hollywoodense con la victoria del héroe frente al malvado ladrón extranjero…
A mi parecer, el título puede inducir a un secuestro, pero se trata más bien de un atraco llevado al límite, no insospechado en este caso, puesto que su baza es el realismo, el hacer veraz la propuesta, y hacer partícipe al espectador de los macabros sucesos; que como el porno, sin tapujos, todo lo vemos de cerca.
Y es que el porno vende algo concreto:
La persona que lo consume, sabe qué es lo que va a ver, y no le importa, ya que es lo que busca.
No importa el argumento, no importan los personajes; es sexo y ya está.
Lo mismo con este tipo de cine, que se lleva haciendo de un tiempo a esta parte.
¿Qué es lo que vende?
Sufrimiento; así de claro.
La persona que busca recrearse en el sufrimiento ajeno a través de una pantalla, considerará Secuestrados una película “buena”, que da lo que promete; una película fuerte, que no deja indiferente, y que hasta cierto punto, puede resultar perturbadora, sobre todo para los más sensibles, y no porque sea una película sangrienta o demasiado morbosa, bueno, está claro que presenta a flor de piel la naturaleza destructiva y animal del ser humano, sino porque juega con las sensaciones y sentimientos del público, somete a los consumidores a la atmósfera que brinda, y verdaderamente hace que se reflexione sobre:
¿Qué harías, o cómo reaccionarías frente a esta situación tan escabrosa?
Desde luego, se quedan con todos con ese apuñalamiento tan “gore”, seguido de los créditos con la música “Oh Isabella...”
Parece un chiste, pero he ahí la genialidad creativa del director.
Él sabrá lo que pretendía, y ha cumplido con aplauso de pie.
“Cariño, no dejes entrar a nadie hasta que llegue la policía”
Desde hace unos años, se ha instalado una nueva fobia en la sociedad española, sobre todo en la más adinerada, y es el ser asaltado en tu propia casa por una banda de albano-kosovares.
La televisión, radio, y demás medios de comunicación, han ayudado a extender el pánico, al dar todo tipo de detalles escabrosos de las actuaciones de estas mafias formadas por antiguos exmilitares de La Europa del Este, que no dudaran en coser tu cuerpo a golpes si te cruzas en su camino.
Y es que la mafia albanesa, es conocida por su ferocidad, violencia, y crueldad, por sus implacables venganzas, que llegan a inspirar respeto entre las familias mafiosas sicilianas; y tan solo hace unos meses, en este 2016, cayó una banda de albaneses que asaltó 50 chalés de lujo, en tan solo 1 mes.
Los 5 integrantes, venían a España como turistas para delinquir, y luego se iban, vendían lo robado a peristas, o se llevaban el botín a su país.
Todos ellos, de edades comprendidas entre los 24 y los 39 años, han ingresado en prisión; 2 de los arrestados, tenían antecedentes por hechos similares perpetrados en Barcelona; y por ello, los agentes consideran que su intención era actuar ahí, pero ante lo sucedido, decidieron trasladarse a Madrid.
Según parece, se desplazaban a España para delinquir, aprovechando los 3 meses de estancia legal como turistas, y luego se marchaban sin dejar rastro; y en apenas 1 mes, asaltaron 50 chalés de lujo, situados en urbanizaciones situadas entre el eje de la autovía de Burgos (A1), y la de La Coruña (A-6), en donde sabían que podían apoderarse de objetos de gran valor.
Los robos los cometían siempre 4 miembros de la red, que desvalijaban la vivienda en apenas 5 minutos.
Elegían las viviendas a las que accedían por el método del escalo, sorteando las alarmas, y se introducían en la primera y segunda planta en horario de tarde-noche, aprovechando el mayor trasiego de vehículos, incluso con sus moradores dentro.
Provistos de guantes para no dejar huellas, no iban armados, y evitaban el contacto con los inquilinos, si bien, los investigadores no descartan que, de haberlo habido, hubieran empleado la violencia.
En caso de ser descubiertos, huían a gran velocidad en vehículos de alta cilindrada, poniendo en peligro el tráfico, y a los viandantes.
Joyas, bolsos, carteras, y relojes de marca, móviles, portátiles, gafas de sol, perfumes, y cosméticos de los más caros del mercado, y dinero en efectivo, formaban parte del botín que vendían a peristas, o se llevaban a Albania para regalar a sus novias.
De una sola tacada, solían robar en 2 o 3 fincas.
En esas zonas, residen personalidades relevantes, que no fueron víctimas de estos delincuentes, cuya identidad no ha sido facilitada…
Por regla general, la legislación de todos los países, dicta penas muy elevadas para este tipo de delitos, llegando en algunas ocasiones, a la pena de muerte. En Estados Unidos, por ejemplo, han sido ejecutados a varios secuestradores a lo largo de su historia; y en multitud de ocasiones, las penas por secuestros, están asociadas al hecho de que hayan terminado en el asesinato de las víctimas.
En cualquier caso, un secuestro siempre acarrea graves secuelas psicológicas a las víctimas, lo que es causa de que sea considerado un delito de gravedad.

“Lo importante es fácil o difícil.
A mí me gustan las cosas fáciles...
¿Y a ti?”



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