Jeepers Creepers

“That's not my scarecrow”

La efectividad de una puesta en escena, vigilante por construir atmósferas de total incertidumbre; la querencia por una explícita violencia gráfica, y un desmedido afán por la tortura psicológica; la subversión de los arquetipos afianzados por el último cine de horror para adolescentes; y en síntesis, el interés por restituir la fuerza de los miedos primarios en los motivos argumentales, es lo que está en cartelera porque rinde en taquilla.
En una época en la que el tradicional “Bogeyman” ha sido progresivamente desplazado en el imaginario colectivo por amenazas invisibles, en forma de guerras bacteriológicas, o armas nucleares, la tarea de construir un nuevo mito que contribuya a reformular los parámetros de los monstruos clásicos, se antoja compleja.
La historia del personaje llamado “The Creeper”, se explica a través de una leyenda, en la mejor tradición de las leyendas urbanas contadas alrededor de una fogata, que se desliza a través de las sombras, y sus ataques aparecen precedidos por una añeja melodía jazz, cuya letra, extraída de su inicial contexto cómico, prefigura los escalofriantes placeres prohibidos de esta abyecta entidad.
“The Creeper” es entonces un mito que llego a América con los inmigrantes de Europa, holandeses y alemanes que poblaron el medio este de EEUU en los años 20s, con la caída de la moneda en ese país, y se hizo popular, debido a que la perdida de niños, se solía decir que “The Creeper” se los llevó, para lo cual, los podres rescataron al “Bogeyman” y  decían, si no vuelves antes de la 6pm, “el hombre del saco” te llevará, quien por origen es alemán, originado el siglo IX por el rapto de niños para convertirlos en soldados o campesinos… en fin; también se dice que fue parte de un culto satánico en aquellos tiempos donde se solía comer miembros humanos, y la necromagia…
“He's watching...
He's waiting...
He's hungry...”
Jeepers Creepers es una película de terror fantástico, del año 2001, escrita y dirigida por Victor Salva.
Protagonizada por Gina Philips, Justin Long, Jonathan Breck, Patricia Belcher, Eileen Brennan, Brandon Smith, Peggy Sheffield, Jeffrey William Evans, Patrick Cherry, Jon Beshara, Avis-Marie Barnes, Steve Raulerson, Tom Tarantini, William Haze, entre otros.
Victor Salva escribió el guión, basándose en un hecho real, la historia de una pareja que estando de viaje, investigaron algo misterioso que vieron al pasar con el coche, y que resultó ser espantoso.
También, en el caso de Dennis DePue; que era un granjero de Michigan, asesor de la propiedad, que fue visto por varios testigos, arrojando el cuerpo de su mujer muerta cerca de una escuela, armado, y envuelto en sangre.
Varios testigos, también afirmaron que habían visto a DePue horas antes, excediendo el límite de velocidad con su furgoneta, y amenazando a los testigos con golpes en el parachoques de su vehículo.
El caso fue retratado en un capítulo de la serie “Misterios Sin Resolver”
Añadiendo el director, elementos sobrenaturales, y cambiando la edad de los protagonistas.
Desde el punto cinematográfico, se inspiró especialmente en “The Hitcher” (1986) y “The Texas Chain Saw Massacre” (1974); y tomó el nombre de la canción “Jeepers Creepers”, escrita por Harry Warren y Johnny Mercer, para la comedia musical “Going Places” (1938), que incluso tuvo una nominación al Premio Oscar a la mejor canción; y la versión que suena aquí, es interpretada por Paul Whiteman y sus Swing Wings, en las voces de The Four Modernaires.
La acción sigue a Patricia “Trish” Jenner (Gina Philips), y su hermano menor, Darius “Darry” (Justin Long), que son 2 descerebrados que cruzan los Estados Unidos en coche, en un viaje largo y aburrido, cuya monotonía sólo se rompe por sus continuas discusiones.
Luego de un horrible encuentro con un agresivo conductor, los jóvenes ven a alguien arrojando bultos en una enorme cañería de desagüe.
Como siempre ocurre en este tipo de películas, deciden investigar, y de ahí en adelante, las cosas sólo empeoran.
Su investigación no cae muy bien a una extraña creatura que comienza a perseguirlos, y que parece implacable en su deseo por eliminar a los hermanos.
A partir de ese momento, comienzan una huida aterradora, perseguidos por una de las criaturas más letales que se pueda imaginar.
La abominable criatura conocida como “The Creeper” (Jonathan Breck), la cual se alimenta de los órganos arrancados vivos de sus víctimas; un monstruo caníbal, procedente de tiempos remotos, al que le queda todavía un día más para hartarse de carne humana y desaparecer de nuevo, y aguardar en hibernación, hasta su próxima temporada de caza dentro de 23 años.
“The Creeper”, es una criatura mitológica, de la que desconocemos absolutamente todo:
Orígenes, intenciones, o naturaleza; tan sólo sabemos que posee una voluntad indoblegable, y que una vez que quiere algo, lo obtiene a como dé lugar.
Con el tiempo y su secuela llamada “Jeepers Creepers II” (2003); la obra ganó cierto culto, ni que decir en taquilla, con un presupuesto de $10 millones, finalmente recaudó casi $60 millones.
“Jeepers Creepers, where'd ya get those peepers?
Jeepers Creepers, where'd ya get those eyes?”
Jeepers Creepers, es una típica película de terror, actuada por adolescentes, y dirigida especialmente a este tipo de público.
Y es en ese punto, en donde este tipo de cintas, no pasan la prueba ante los críticos, ya que están hechas para digerirse en forma fácil, sin problemas, buscando más ser efectivas en su planteamiento inicial, que grandes obras de suspenso, o terror psicológico.
Una de tantas e insignificantes películas de terror adolescente, que recuperan la figura ochentera del “slasher”, un generalmente pesado tipo sediento de sangre, que amenaza a las pobres criaturas “acnéicas”, que bullen por los caminos de las localidades estadounidenses.
Lo bueno de Jeepers Creepers es sin duda, ese aire tan marcado que tiene a leyenda rural, a cuento de carretera, esa sensación de perversidad ingenua, típica de un cuento de hadas.
Lo malo sería, en todo caso, su poca ambición a la hora de desarrollar la historia en una forma tan interesante, como el planteamiento.
Eso sí, su moderado éxito hasta la fecha, y lo que podría ser definido como una virtud, es que ha logrado instaurar una nueva criatura en el bestiario del cine de horror moderno.
El origen y las motivaciones del monstruo, nunca son aclarados más allá de lo que parece parte de una leyenda de atávicos orígenes.
Cada 23 primaveras, el monstruo reaparece para alimentarse, durante 23 días, con ciertas partes del cuerpo de sus víctimas.
Estas, son seleccionadas tras pasar una prueba.
La criatura siembra el terror, allí por donde pasa, y a partir de ahí, “huele el miedo”, que irradian los candidatos que le servirán de menú.
Es esa percepción, la que le lleva a decidir, quién será su próximo objetivo.
Esa escueta e irracional motivación, se une al siempre sugerente contexto rural, la tan manida pero incansable “América Profunda”, a la caracterización del terrible y cochambroso camión en el que viaja la criatura, como un personaje en sí mismo, dotado de una potencia mecánica, como venida de otro mundo, además, y a una banda sonora eficacísima, que tiene la particularidad de “sobreactuar” sin molestar, de sentirse como algo que queda por encima de las imágenes que trata de, y consigue ilustrar; y no me refiero a las diversas canciones que suenan en la película, sino al score compuesto para la ocasión.
Esas viejas canciones de los años 20 o 30 como “Jeepers Creepers”, y “Hush Hush Here Comes the Bogeyman”, entre otras; parecen relacionar la existencia de la criatura, con primigenios antecedentes dentro de un contexto genuinamente estadounidense, acariciando el mismo hálito siniestro que la literatura “lovecraftiana” supo inspirar respecto al Nuevo Continente, poseedor de sus propias leyendas ancestrales.
El miedo que Jeepers Creepers consigue meternos en el cuerpo, procede más de aquello que no se ve, que de lo poco que muestra.
Existe una obcecada determinación por mantener en “off” los pasajes más cruentos; véase la escaramuza en el interior de la comisaría, donde fugazmente aparece el actor que da vida al monstruo, Jonathan Breck, haciendo el papel de uno de los policías; cuyos detalles tan sólo imaginamos; o los diversos ataques o consecuencias de los mismos, que nunca son mostrados de una manera frontal, eludiéndose los pormenores escabrosos, sin que ello nos ahorre intuirlos como horripilantes.
Victor Salva, también juega al despiste, para el caso como si se tratara de un macguffin, introduciendo personajes secundarios, cuya sola visión despierta la sospecha sin más motivación que la de su físico inquietante; ahí están la anciana de los gatos, y el policía que termina perdiendo la cabeza, literalmente.
Más que estimulante, es el diseño de la criatura que, a medida que avanza la trama, y vamos descubriendo su verdadera morfología, hace que las sensaciones del espectador ante su visión, transcurran por diferentes registros, reconociendo en su aspecto, diversas categorías de monstruos, desde el “vulgar” asesino en serie, pasando por un ser alado que pudiera haber salido de la pluma de Lovecraft, y terminando en la posibilidad de entenderlo como un ser venido de otro planeta; variedad muy en la línea con el estupor generalizado y desarmante que provoca el visionado.
Al menos, el diseño del “monstruo” es interesante, precisamente porque le otorga a la trama, ese sabor a espantos de caminos, a relato de la campiña, a pura mitología.
Fisiológicamente, “The Creeper” es sólo parcialmente humanoide.
Su piel es de color verde y escamosa, y que ha de afeitar largas garras y dientes.
Oculta bajo su abrigo negro plumero, un par de enormes alas de murciélago, lo suficientemente fuerte como para levantar a sí mismo, y al menos, a un adulto humano.
La velocidad a la que se puede volar es indeterminada; no habla, pero se le escucha silbar.
Disfruta de la música, y se ve que posee un viejo fonógrafo.
También parece disfrutar del arte, y crea collages de las partes no utilizadas de sus víctimas; que entre las 2 películas son como 15, pero según los cuerpos, son mucho más.
Se le ve a conducir un camión hasta trucado que mantiene, por lo que al parecer, también tiene algunos conocimientos de mecánica automotriz…
La forma en la cual actúa, es bastante variada, pero de todos los modos en los cuales se acerca a sus víctimas, prácticamente no da opción a que las mismas puedan salvar sus vidas, por lo que estamos sin duda, ante un asesino implacable, y absolutamente letal, quizás uno de los más perfectos de la historia del cine, a pesar de que no sea un personaje demasiado popular.
Como dato, el director se empeñó en que Breck no se relacionase con los otros actores, para que sus encuentros tuvieran un verdadero aire de terror; ninguno de los 2 protagonistas principales, sabía cómo era el aspecto del asesino, ni del camión que éste manejaba, y esto fue realizado adrede, para que la sorpresa se tradujese en un susto más real.
Para interpretar a “The Creeper”, Jonathan Breck tenía que someterse cada día, a sesiones de maquillaje de 6 horas, vestirse con un pesado traje, y aguantar el calor del verano de Florida, con temperaturas de 35°C.
Como curiosidad, cuando “The Creeper” se come la lengua de la cabeza decapitada del policía; detrás de él, hay un cartel grande que dice:
“Tastes so darn good!”
Del reparto, el protagonista del título, “The Creeper”, Jonathan Breck, hace una aparición como el policía que le es arrancado el corazón en La Comisaría.
Los adolescente, compiten en quien es más burro, tonto, e imbécil, pero no se entiende la actitud borde, y de poca empatía de la chica con su hermano al principio, ya que cuando el hermano cae al pozo de la iglesia, y pide su ayuda; la muy pirada no mueve un dedo por él, y no entra a la iglesia a ayudarle, pudiendo entrar forzando la puerta, simplemente porque no quiere… o qué diablos, y encima, cuando sale él de allí por su cuenta, traumatizado, y sin poder articular palabra por lo que ha visto en el sótano de la iglesia, ella le dice que se lave, porque huele horrible, pero luego, al final, no se entiende que se ofrezca a salvar a su hermano, a costa de ofrecerse ella por él, al Creeper...
¿Alguien dijo Síndrome de Estocolmo, con un bicho asesino?
Los diálogos van de burros a penosos… desechables completamente, como lo es el papel de la vidente…
¿Y qué pasó con la predicción de ella?
¿Por qué a ella, no la mató el bicho?
Nos consta desde el principio, que todos los protagonistas, principales y secundarios, menos el bicho, son retrasados por la profundidad de sus conversaciones.
Es que no usan el sentido común:
¿Alguien volvería al lugar donde ha visto como tiran 2 cuerpos, después de que una camioneta tan vieja como rápida que sale de allí, te persiguió como que no hubiera mañana?
La escena del ensañamiento con el bicho, hacia atrás y hacia adelante… desconozco la razón por qué va y viene, en vez de huir…
¡Y esa pelea entre hermanos, tan oportuna como inteligente en La Comisaría, con un bicho que mata a diestra y siniestra!
Quedan los efectos especiales, que pasan el aprobado, a pesar de no ser brillantes, pero consiguen su cometido, por norma general; e maquillaje y los efectos son de notable calidad, pero Jeepers Creepers necesita más base para sustentarse, que la meramente técnica.
Y hay algunas novedades, con respecto a películas anteriores de este subgénero casi infame:
La primera, el director tiene la decencia de dotar de significado a casi todos sus planos, e incluso, anticipa datos que se van conociendo con posterioridad, simplemente con un movimiento de cámara, o con su emplazamiento.
La segunda, el guión; esa pareja a la que aludía, no son 2 novios obsesionados con el sexo, como ocurre otras veces; son 2 hermanos que se llevan como el perro y el gato; y así lo decidió el director, que la pareja protagonista, fueran hermanos, para evitar cualquier tensión sexual entre ellos, y que el film se mantuviera enfocado en escapar del Creeper.
Se elimina el clásico personaje gracioso, la clásica putilla/zorrón, los clásicos subidones de volumen... y en su lugar, solo hay una agradable tonada del siglo pasado, como premonición de que algo desconocido se acerca, casi como una burla a la forma actual de representar el terror, dejando claro que puede venir de algo tan sencillo, como una estrofa pronunciada alegremente.
La intención de inclinar esa situación tópica de partida, hacia postulados de un “fantastique” más estimulante, se prodigan desde el guiño inicial a “Duel” (1971), hasta escenas memorables como la de la mujer con la casa llena de gatos; y cómo no, el guión no es tan original, pues existen referencias a otros filmes, algunos ejemplos son:
Cuando la furgoneta se sitúa detrás del coche a “Urban Legend” (1998); cuando hay muchos cuervos a “The Birds” (1963), y muchas referencias a Hitchcock; cuando se juntan muchos gatos a “Sleepwalkers” (1992); cuando “The Creeper” huele al estilo “The Silence Of The Lambs” (1991), y sagas como “Terminator” y “Alien”, etc.
El conjunto de todas estas referencias, lejos de convertirse en homenajes, mucho menos en plagios, se mantiene invisible y escondido, no haciéndose evidente hasta el momento de un análisis más profundo.
Y es que el director, pareciera no entender, que el público ya está habituado a los ritmos y tiempos del cine de terror, y termina repitiéndose una y otra vez, convirtiendo a su cinta, en un enorme cliché del género.
Además, resultan notorias sus carencias creativas para llenar los espacios en que la tensión afloja, vitales para relajar y hacer olvidar al espectador, y poder después sacudirlo con un susto imprevisto, y también ayuda a empeorar la cosa, la pobre composición de los personajes, todos, principales y secundarios, resultan antipáticos y estereotipados, y uno simplemente les desea la muerte de la forma más horrible por su estúpido comportamiento.
Y si bien puede entenderse, que generalmente en este tipo de películas, las decisiones que toman los protagonistas, sólo los conducen a nuevos problemas y situaciones más peligrosas, en Jeepers Creepers se lleva al límite de lo admisible.
Por ejemplo, para el momento del clímax, en el que “The Creeper” es confrontado en medio del que debería ser el lugar más seguro del mundo, una estación de policía, ya esto no es más que un “creature–feature” de molde.
Así las cosas, luego de un impactante y perturbador comienzo, la trama empieza a deshilacharse, con los protagonistas tomando decisiones absurdas, y con la inesperada aparición de nuevos personajes, cuyo único propósito es, dar explicaciones algo arbitrarias, y totalmente innecesarias, desinflando así el suspenso conseguido hasta ese momento.
Al menos, Jeepers Creepers logra medianamente redimirse con un final feroz y depresivo, muy distinto al esperado.
A quedarse hasta el final de los créditos, con “The Creeper” manejando su camión, dirigiéndose a un lugar desconocido, siendo la última vez que se ve en él, debido que en la segunda parte, solo se le ve volando…
Un dato final, las matrículas de los vehículos, tienen gran importancia:
La camioneta del Creeper pone “BEATINGU”; y los protagonistas lo interpretan como “Beating-U” o “Golpeándote”, pero también se puede interpretar como “Be-Eating-U” o “Comiéndote”
Por otra parte, la matrícula de los chicos pone “SVM”, que se puede interpretar como “SaVe-Me” o “Sálvame”; o como es el caso del director, “SalvaVictorMovie”
“The first time I heard that story, I used to think this would be the road I'd die on”
La curiosidad, es el deseo de ver, averiguar, o saber alguna cosa, por parte del ser humano y otros seres vivos; que engendra la exploración, la investigación, y el aprendizaje; y esencialmente describe un número desconocido de mecanismos del comportamiento psicológico, que tienen el efecto de impulsar a los individuos, humanos y no humanos, a buscar la información y la interacción con su ambiente natural, y con otros seres a su alrededor.
En particular, una “curiosidad mórbida” es una obligación, fijada con el entusiasmo y el miedo, para saber sobre asuntos macabros, tales como la muerte y la violencia horrible, véase los vídeos “snuff”
En una forma más suave, sin embargo, esto se puede entender una forma catártica de comportamiento, o como algo instintivo dentro de los seres humanos.
Según Aristóteles, en su “Poética” incluso “gozamos el contemplar de las imágenes más exactas de las cosas que vistas, nos es dolorosa”
Este aspecto de nuestra naturaleza, se refiere a menudo, como “El Síndrome del Accidente de Tráfico” o “Síndrome de Trainwreck”, derivado de la inhabilidad notoria de los transeúntes, de no hacer caso de tales accidentes.
De ahí deviene el dicho:
“La curiosidad, mató al gato”

“You know the part in scary movies when somebody does something really stupid, and everybody hates them for it?
This is it”



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