The Bells Of St. Mary's

“Your heart will be wearing a smile!”

Es una moda, realmente lo es, decir que el cine actual se rige por secuelas que devoran las taquillas de cine.
El hecho que tenga éxito, no significa que el mundo lo pida.
Simplemente, se han convertido en la opción más segura, para que un productor de cine recaude dinero; y si bien, esa es la principal razón de existir de una secuela, el negocio, de todas formas, su calidad se alinea a los elementos cinematográficos frescos que pueda proponer.
No todas las secuelas son malas, pero existe cierto prejuicio de lo contrario, pues de alguna forma, las secuelas dan una continuación al ambiente establecido previamente, restándole innovación, y por tanto, se convierte en una propuesta artística sin mucho alcance.
Los aficionados que se preocupan por el “contenido” de las películas, o aquellos que sienten por las monjas, o por los símbolos nacionales de Estados Unidos, un odio más intenso que su amor por el cine, tenderán a despachar con una sonrisa de superioridad a The Bells Of St. Mary's, tan alejada de la crueldad y el cinismo del cine de “qualité” de nuestra época.
“The Six Senses:
To see, to hear, to taste, to smell, to feel... to be”
The Bells Of St. Mary's es una comedia musical del año 1945, dirigida por Leo McCarey.
Protagonizada por Bing Crosby, Ingrid Bergman, Henry Travers, William Gargan, Ruth Donnelly, Joan Carroll, Martha Sleeper, Rhys Williams, Richard Tyler, Una O'Connor, entre otros.
El guión es de Dudley Nichols, que cuenta la historia de un sacerdote y una monja, encargados de que no se clausure el colegio en que trabajan.
Una película humilde, de una sensibilidad asombrosa, y una emoción contenida, que trata del respeto y la tolerancia, la obediencia y el sacrificio, la pasión por educar y difundir el conocimiento desde la modestia y la pobreza de forma altruista.
Por la escena de la obra teatral de “pastorela”, The Bells Of St. Mary's es considerada una película navideña; que tras el éxito de “Going My Way” (1944), también de Leo McCarey, y ganadora de 7 Premios Oscar, El Padre O'Malley vuelve a ser el protagonista de otra historia, que alaba las bondades de La Iglesia Católica.
Y volvió a ser otro gran éxito de taquilla, consiguiendo otras 8 nominaciones al Oscar, entre ellas:
Mejor película, director, actor (Bing Crosby), actriz (Ingrid Bergman), montaje, banda sonora, y canción “Aren't you glad you're you”; pero llevándose esta vez, sólo 1 Premio:
Mejor Sonido.
Como dato, ajustada por temas de inflación, The Bells Of St. Mary's está considerada en la posición #50, de las películas que han recaudado más dinero de toda la historia; tanto éxito tuvo, que en 1959, se realizó una adaptación para la televisión; protagonizada por Claudette Colbert, Marc Connelly, Glenda Farrell, Nancy Marchand, Barbara Myers, Robert Preston, y Charles Ruggles; siendo dirigida por Tom Donovan.
La acción de The Bells Of St. Mary's, tiene lugar en New York, a lo largo del curso escolar entre 1944 y 1945.
El Padre Charles “Chuck” O'Malley (Bing Crosby), acaba de llegar a su nuevo destino como sacerdote del colegio de monjas, y la parroquia de Santa María, en un barrio humilde de New York.
El Padre O'Malley piensa, que el colegio deberías ser clausurado, y los niños enviados a un colegio con mejor infraestructura, pero las hermanas que trabajan en el colegio, piensan que Dios proveerá…
Y ponen sus esperanzas en Horace P. Bogardus (Henry Travers), un empresario que ha construido un moderno edificio al lado del colegio, esperando que se los done.
Pronto, El Padre se verá enredado en los problemas del barrio y de los alumnos, lo que le lleva a formar un coro para sacar a los chicos de la calle.
La vida del colegio, le lleva a estrechar la relación con La Hermana Mary Benedict (Ingrid Bergman), Superiora del convento, y directora del colegio, y a participar de las ilusiones de la congregación:
Que un millonario done un moderno edificio cercano como nueva sede del vetusto colegio.
Así, El Padre O'Malley y la dedicada y testaruda Hermana Mary Benedict, deberán trabajar juntos para salvar el colegio, pero sus diferentes puntos de vista y métodos, los llevan a sanas discusiones:
La Superiora es estricta, severa, inflexible, cree en la eficacia de la disciplina, y confía la solución de los problemas difíciles, a la oración y a los milagros.
El Padre O'Malley es comprensivo, tolerante, flexible, cree en el poder de la música, y confía la solución de los problemas difíciles, a una adecuada gestión de los recursos.
La Superiora es anticuada, idealista y mística; mientras el rector es moderno, realista, y práctico.
La tensión entre ambos, sostiene una acción dramática de tintes amables, que sirve de base a un relato confesional de propaganda religiosa.
Se subrayan las virtudes, la generosidad, y la bondad de las personas consagradas al servicio de La Religión Católica.
¿Lograrán el padre y la superiora, salvar el colegio?
Este endeble planteamiento, no fue óbice para que se consiguiera un admirable encadenamiento de situaciones, con una prodigiosa coherencia narrativa.
La inteligente utilización de un sentimentalismo ingenuo pero eficaz, y una religiosidad tan aparente como superficial, la convierten en una obra poco convencional, pese a estar basada en puras convenciones; y se enmarca en la corriente de “cine católico” que prosperó en Hollywood en La Posguerra, durante un cierto tiempo; que de hecho, Leo McCarey y Bing Crosby eran activistas católicos.
No obstante, The Bells Of St. Mary's incluye lances cómicos, relacionados sobre todo con animales pequeños, como el gato y un perro; un atisbo de inversión de roles, cuando la monja enseña a Eddie a dar golpes de boxeo, y el rector se compadece de la falta de afecto de Patsy (Joan Carroll), una niña abandonada por sus padres; y figuras atípicas, como la del solitario regidor municipal, Horace P. Bogardus.
A pesar de lo que dice el refrán de “nunca segundas partes fueron buenas”, en esta ocasión no se cumple, haciendo que el espectador se entretenga con un buen reparto que sabe estar a la altura.
Así las cosas, The Bells Of St. Mary's es un filme renovador, lleno de entusiasmo por la vida, y con un respeto profundo por los seres humanos, aún con aquellos que no dan pasos ciertos.
“You don't become a nun to run away from life, Patsy.
It's not because you've lost something.
It's because you've found something”
Leo McCarey, en paralelo a otros directores del Hollywood clásico, como Frank Capra, o desde luego John Ford, parecía tener un don para alumbrar la emoción, sin necesidad de recurrir a la manipulación sentimental, ni a argumentos sublimes.
The Bells Of St. Mary's, es una comedia sentimental, donde el humor sencillo y los sentimientos nobles, se manifiestan de forma poética, donde se conjugan de forma palmaria, elementos de distintos géneros:
El melodrama romántico, el cine musical, y el cine religioso, que en realidad es el más aparente, dado la filiación del dúo estelar.
Erróneamente considerada una secuela de “Going My Way” (1944), The Bells Of St. Mary's estaba proyectada con anterioridad a este otro film de McCarey y El Padre O’Malley, desde 1942; ocurrió que Paramount, a cambio de ceder a su estrella cantante Bing Crosby para The Bells Of St. Mary's, exigió al director, que también era productor, previamente le suministrase una película, y fue así cómo tuvo que improvisarse “Going My Way”, paradójicamente, ganando un puñado de Premios Oscar, incluyendo al Mejor Película de 1944.
Tanto “Going My Way”, como The Bells of St. Mary's, son 2 películas absolutamente extraordinarias, excepcionales, perfectas en su género, o en cualquier otro; y totalmente distintas de lo que cabía esperar.
Ni siquiera el hecho de que la 2ª sea claramente otro episodio de las andanzas del Padre O'Malley, la hace mínimamente previsible; de hecho, es todavía más insólita y sorprendente que “Going My Way”, y supone un progreso en la misma dirección, no precisamente ortodoxa ni convencional.
Lo que sorprende, es que la misión del Padre, no sale de La Iglesia:
Siempre llega para resolver algún problema dentro de su propia “empresa”
Esta vez, se trata de un colegio en ruinas, regentado por una monja cabezota.
Así, The Bells Of St. Mary's se inicia con una toma que, desde la parte superior de la torre de una iglesia, desciende hasta el suelo:
Pero la película no parece transcurrir en esta tierra, sino en un mundo en el que todos los seres son bondadosos, y esencialmente honestos, en el que los conflictos y tentaciones, siempre se resuelven de la manera más pura; en las antípodas del drama naturalista, se trata de un cuento en el que, en palabras del protagonista, “todos los días es Navidad”, en el que el papel de Mr. Scrooge, es interpretado por Henry Travers, que encarnaría el año siguiente, el del ángel en la película más famosa de Frank Capra:
“It’s a Wonderful Life” (1946)
A pesar de todo, el conflicto principal de The Bells Of St. Mary's, relacionado con la decisión de aprobar o no a una niña, Patsy, que no ha alcanzado el nivel exigido en los exámenes, debido a sus circunstancias familiares, sigue siendo actual, como se desprende de los debates siempre vivos sobre el nivel de exigencia de la educación, y su influencia en los resultados, etc.
En paralelo a este conflicto, en el que los personajes encarnados por Bergman y Bing Crosby, actúan como jueces de criterios dispares, surge otro en el que la propia hermana Benedict, asume la posición de Patsy, mientras que El Padre O'Malley, se debate entre seguir su propia intuición, o el criterio del médico, como juez acaso más autorizado…
Puestos en claro, The Bells Of St. Mary's plantea un enfrentamiento, dentro de la corrección y los buenos modales, entre el sacerdote y la monja, 2 formas distintas de concebir la docencia:
Él, flexible y comprensivo; mientras ella, propugna la disciplina y el esfuerzo.
Uno es amante de la música, como no podía ser de otra forma, siendo Crosby cantante; y la hermana Benedict, es amante del deporte, más concretamente el béisbol en su infancia.
La pregunta que plantea The Bells Of St. Mary's, es si la represión y la crueldad resultan de verdad necesarias, y en qué medida, para alcanzar un presunto beneficio futuro.
Pero su belleza no reside en sus aspectos temáticos, sino en algo de lo que es mucho más difícil hablar con precisión.
Se trata de la emoción, en una bonita historia con moralina de las bondades de La Iglesia Católica, en la que se nos presenta la doble interpretación de la enseñanza, y de cómo afrontar los problemas en el seno de esta institución:
Por un lado, la creencia de la intervención divina única y hacedora de todo bien; y por el otro, que además el hombre tiene que poner su granito de arena.
El director, Leo McCarey, se embarca en esta aventura, y la lleva a buen puerto, dando a los anales del cinema, una atractiva cinta de humor magníficamente dirigida e interpretada.
El juntar en un film, a 2 actores como Ingrid Bergman y Bing Crosby, fue genial sin lugar a dudas.
Con Bergman, venimos a revalorar el plantel de mujeres-mitos del viejo Hollywood, que sin embargo, sabían actuar, y no eran solamente dientes blancos y carita de ángel.
La Bergman tiene valía delante de una cámara a capazos, su personalidad, dulzona y romántica en la mayoría de sus films, tiene la capacidad como para saber qué papel está llevando a cabo; y con su preciosa cara y cuerpo, poseía algo que muchas actrices desearían para sí:
El saber dar el punto adecuado a cada palabra, a cada sílaba, y a cada letra.
La actriz, estaba obsesionada con interpretar a Juana de Arco, pero bien se podría decir que su interpretación en el tramo final de esta fábula inocente, es tan emocionante como la de Falconetti, en la mucho más seria película de Dreyer sobre la mártir francesa.
El otro acierto lo puso Bing Crosby, que lleva a cabo una excelente representación de un cura cínico y bromista, muy poco corriente entre la gente clerical.
Entre otras cuestiones, El Padre “Crosby”, tendrá que ayudar a que un multimillonario acceda a donar un edificio nuevo; intentará unir una familia separada; y solucionará los conflictos entre 2 muchachos de la escuela; y logrará salir adelante con el equipaje habitual:
Las canciones y los consejos disfrazados de parábolas.
Con The Bells Of St. Mary's, se juega con 2 estrellas del momento, para atraer a un público específico, y es esa la razón por la que The Bells Of St. Mary's no profundice en temas morales y religiosos.
Este trío de talentos:
Bergman-McCarey-Crosby, ha cosechado un fruto, un producto, muy poco corriente en la comedia de Hollywood, y pese a sus excesos de sentimentalismo, merece estar catalogada como una hábil e ingeniosa obra maestra.
Pero en el fondo, el menos definitorio, aunque con respecto a los ingredientes sentimentales devenga decisivo; esta última circunstancia se manifiesta en que la progresión afectiva entre El Padre O’Malley y La Hermana Benedict tienen que diluirse por las aspiraciones espirituales de ambos personajes, quedando sublimada en renuncias implícitas por parte de los mismos.
Es obvio que la narración, gracias a un excelente guión de Dudley Nichols, trasciende la condición religiosa de la pareja, y eleva los significados a esferas de mayor amplitud; sin embargo, las convicciones católicas del director Leo McCarey, alimentaron precisamente la poética profundización en la intimidad psicológica de los protagonistas.
A lo que hay que añadir, el personaje capitalista de Horace P. Bogardus, en el inefable Henry Travers, un mecenas bonachón, al que las monjas rezan para que les conceda el inmueble contiguo.
Alguien me podrá decir que The Bells Of St. Mary's no es realista, que es demasiado complaciente, en el que todo el mundo es positivo, efectivamente, y es por eso que me subyuga, por su barniz de fábula de unos seres abnegados por ayudar al prójimo, pero:
¿Qué es el cine?
Sino ilusión y ficción que llega al alma, además de disfrutar de la calidad del cine de un maestro como McCarey; y sin lugar a dudas, este es otro tipo de cine.
Una película muy evidente, con Bing Crosby como el “cura gracioso y sabio”, una actuación para mí, un tanto tonta, y para los días de hoy, no convencería para nada, pero en aquellos años, era toda una estrella de la canción, y es por eso por lo que de repente se pone a cantar unas canciones, perdiendo toda convicción.
De los números musicales, no perderse el villancico que da título a la película; de las secuencias cómicas, las lecciones de boxeo a cargo de Ingrid Bergman; y del conjunto de la cinta, el emocionante final.
La música, incluye 2 canciones originales, la que da título a la obra, “Bells Of St. Mary's”, y la nominada a un Oscar:
“Aren't You Glad You're You?”
Se añaden además, canciones religiosas tradicionales como “Adeste Fideles” entre otras.
Como sugería Max Ophüls, quizá el cine tenga más que ver con la música que con la literatura:
Quizás todo consiste en una mera cuestión de correspondencias internas, de ritmo, de respiración, de renunciar a la música de violines, y dejar oír el silencio o el griterío lejano de unos niños en el patio, del tono de voz de los actores, de repetir un plano, y un contraplano, sin que los personajes intercambien ningún diálogo, de mantener otro plano, unos segundos más de lo que otros cineastas harían, sin temor de aburrir, o de caer en el ridículo, en esos momentos en que la saliva forma un nudo en la garganta:
Los encuentros con el benefactor imposible, con el amante perdido, con el padre ausente, con el juez que, en beneficio de la duda, renuncian a la crueldad “necesaria”
“I can see you don't know what it means to be up to your neck in nuns”
Pregúntele a cualquier persona:
¿Cómo sería un abogado ideal?
Y todo el mundo sabrá darle una respuesta más o menos justa.
Igual ocurre, si pregunta usted por el médico, el político, el policía… o el sacerdote que todos quisiéramos.
Todo el mundo lo sabe… excepto ellos mismos.
Quizás lo presientan, pero no lo saben con certeza porque, de lo contrario, no creo que serían tan ajenos a lo que todo el mundo espera de ellos.
En The Bells Of St. Mary's, La Madre Superiora del colegio Santa María, todavía cree que basta rezar para que las cosas cambien, todavía piensa que tenemos sólo 5 sentidos para interpretar el mundo, y está segura que son las buenas calificaciones, las que determinan quien es brillante, y quien no lo es.
Sobre todo esto, y algunas otras cosas, El Padre O’Malley ya tiene otros puntos de vista que abren caminos, y expanden conciencias.
Y creo que vale terminar con una frase de la misma Madre Benedict, que todos aquellos que aspiran a tomar vocaciones religiosas, deberían tener en cuenta:
“No se toman los hábitos para huir de la vida, ni tampoco por haber perdido algo, sino más bien por haberlo encontrado”

“If we don't fail sometimes, our successes won't mean anything.
You must have courage.
Don't give up”



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