Летят Журавли (The Cranes Are Flying)

“Так много любви.
Так мало времени”
(Mucho que amar.
Tan poco tiempo)

En el mundo actual hasta las crisis de los sistemas políticos y de una ética ciudadana están globalizadas, lo cual hace ver particularmente sombrías las perspectivas de futuro, pero al mismo tiempo permite que se pueda adquirir una nueva perspectiva de las realidades nacionales, por la posibilidad de comparar y de aprender de otras experiencias, tanto sobre sus causas como sobre sus posibles soluciones, es que nos encontramos con el refrán:
“La esperanza es lo último que se pierde”
Para explicar esta expresión que tantas veces hemos escuchado y usamos, tenemos que remontarnos a un mito de La Grecia Clásica:
La Caja de Pandora.
Según el mismo, La Tierra estaba poblada por Los Titanes, seres mitológicos, semidioses.
Molesto con Prometeo, que había dado a los hombres el secreto del fuego, a Zeus le dio por crear una criatura nueva, la primera mujer:
Pandora, dotada de características irresistibles para cualquier humano; pero la creación de esta mujer, destinada a castigar a Prometeo, tenía un único destino:
Enamorar a Epimeteo, su hermano.
Antes de bajar del Olimpo, Hefesto dio a Pandora un recipiente, aunque se le llame “caja”, podría tratarse también de un ánfora o cofre; encargándole que no lo abriera bajo ninguna circunstancia... y a sabiendas de que la curiosidad femenina, uno de los dones con los que había sido creada, haría de las suyas...
El caso es que, efectivamente, Pandora abrió la caja, y con ello esparció por el mundo una serie de males que en ella estaban encerrados.
Cuando quiso cerrar la caja, arrepentida, solo quedó la esperanza, que fue la que al final ayudó a los seres humanos a reponerse del daño.
El refrán es una mezcla de consejo y de consuelo, que apunta, en sus usos más comunes, a 2 situaciones básicas:
Puede utilizarse para dar ánimo a aquellas personas que deben afrontar una situación complicada, en que las oportunidades de alcanzar el objetivo, aparecen como escasas.
Y por otra parte, también se dice cuando los acontecimientos ya se han desarrollado lo suficiente, como para notar que las posibilidades son remotas, es decir, cuando el margen para un final feliz o victorioso, es mínimo. La esperanza, está asociada a la religión, tanto que el catolicismo la propone como una de las virtudes teologales, junto a la fe y a la caridad.
También, la mitología la ha tenido en cuenta, como en el caso de Pandora, pues es lo último que quedaba en la caja que abrió por curiosidad, desatando males por La Tierra.
La cuestión es que siempre hay que confiar en la esperanza, aunque el panorama no sea alentador.
También hay que destacar el trato de la esperanza con un mal, y si se piensa bien, si se tiene esperanza, es porque no se tiene lo que se desea y, por tanto, se puede clasificar como algo negativo.
“Страсть, преданность и предательство”
(Pasión, devoción y traición)
Летят Журавли (The Cranes Are Flying) es un drama bélico soviético, del año 1957, dirigido por Mikhail Kalatozov.
Protagonizado por Tatyana Samoilova, Aleksey Batalov, Vasili Merkuryev, Aleksandr Shvorin, Svetlana Kharitonova, Konstantin Nikitin, Valentin Zubkov, Antonina Bogdanova, Boris Kokovkin, entre otros.
El guión es de Viktor Rozov, a partir de su obra “Eternamente Vivos” (1954)
El título del filme en español, habla de “cigüeñas”, cuando debería hablar de grullas, es decir:
“Las grullas están volando”, pues éstas cruzan el cielo de Moscú en abril/mayo de cada año, para volver a emigrar a la llegada del otoño, en octubre/noviembre.
El guionista, Viktor Rostov, escribe su obra de teatro durante La Segunda Guerra Mundial, pero no la puede estrenar hasta 1954, después de la muerte de Stalin en 1953, por problemas de censura; pues refleja la crueldad de la guerra y el sufrimiento que causó al pueblo soviético.
En su tiempo, Stalin ahogaba a los cineastas que se salían de los renglones marcados de propaganda Estalinista, y a su muerte, hubo una ola de cierto aperturismo en el cine, prueba de ello es Летят Журавли (The Cranes Are Flying), que nos habla de temas espinosos para los soviéticos, donde todos los rusos no son patriotas radicales, donde hay corrupción, cobardía, traiciones, lo que se llama la condición humana, una cinta que en plena ebullición de La Guerra Fría, se atrevió y consiguió distribución, y éxito de público y crítica, tanto en EEUU como en Europa.
Cuando Летят Журавли (The Cranes Are Flying) fue estrenada en La Unión Soviética, causó sensación entre el público, destetados en la tarifa de propaganda, y por primera vez, fueron capaces de llorar por el dolor de perder millones de su población en la guerra.
También, fue la primera vez en que somete a escrutinio público, los males como la evasión, la especulación de la guerra y el mercado negro.
Así pues, con la muerte de Stalin en 1953, “el culto a la personalidad” que había infundido muchas películas soviéticas durante su gobierno, comenzó a relajarse.
Летят Журавли (The Cranes Are Flying) fue galardonada con La Palme d’Or en El Festival Internacional de Cine de Cannes, convirtiéndose en el 2º filme soviético en obtener este prestigioso premio cinematográfico; cuyo distribuido fue Warner Bros., a petición del Departamento de Estado de los Estados Unidos, en relación con El Acuerdo de Intercambio Cultural con La Unión Soviética.
Sin embargo, Nikita Krushchev, luego de ver la película dijo airadamente, que la protagonista era una puta… y en las antípodas, esta película es uno de los favoritos tanto de Francis Ford Coppola y Martin Scorsese.
Летят Журавли (The Cranes Are Flying) se rueda en escenarios reales de Moscú y en estudio; y la acción dramática tiene lugar en Moscú, y en El Frente Occidental, entre la primavera de 1941 y la de 1945, cuando el ejército nazi invade La URSS en junio de 1941, y la guerra en Europa concluye en mayo de 1945.
La historia sigue a Veronika (Tatyana Samoilova), de unos 20 años, es alegre, vitalista, impulsiva y apasionada; y a Boris (Aleksey Batalov), que tiene 25 años, trabaja en una fábrica, es optimista y confía en sí mismo; ambos están enamorados, y se ven obligados a separarse cuando estalla La Segunda Guerra Mundial.
Boris, cargado de orgullo patriótico, se va voluntario al frente, mientras Veronika pierde a sus padres en un bombardeo, y termina viviendo con la familia de Boris en Siberia, quienes la admiten como una hija; tanto que termina contrayendo matrimonio con el cobarde y turbio primo de Boris:
Mark (Aleksandr Shvorin), que estudia y toca el piano, y se libra del alistamiento militar por razones oscuras, quien usa su escasa habilidad con el piano, para huir del frente, y ultrajar a Veronika durante el trágico bombardeo.
Pero Boris es herido en batalla, y desconocemos si ha muerto…
Veronika se casa con el primo de Boris, y va descubriendo lo desgraciada que es, mientras sigue aferrada a la esperanza de que Boris siga vivo, y vuelva algún día a casa.
Летят Журавли (The Cranes Are Flying) suma drama, romance y guerra.
Desarrolla una azarosa historia de amor de una pareja joven, que se ve separada por la guerra; y muestra los efectos de la separación desde el punto de vista de Boris y, más extensamente, desde el de Veronika, cuya soledad se ve agravada por la muerte inesperada de sus padres, el acoso de Mark, el avance de los nazis sobre Moscú, el traslado a Siberia, su nuevo trabajo como enfermera y, de modo especial, por la falta de noticias y cartas de Boris; todo ello al servicio de la descripción del drama interior de Veronika.
La tensión central del argumento, es precisamente ese conflicto interno que se manifiesta en todas las acciones de Veronika, esperando noticias de quien ama, pero a quien ha traicionado; e impresiona sobremanera, eliminando cualquier luminosidad de alegría.
El impacto de Летят Журавли (The Cranes Are Flying) fue tremendo, y es una de esas películas que te dejan un poso amargo pero necesario.
Las distintas percepciones de los personajes, impactan y sobrecogen, y la transmisión de la potencia melodramática, va más allá de las aptitudes del director, centrándose en la pura interpretación de Tatyana Samoilova, inolvidable.
El dibujo de la historia, va cobrando fuerza en toda su intensidad, hasta la ironía encastrada en los recovecos de la naturaleza humana.
También, Летят Журавли (The Cranes Are Flying) se refiere históricamente a la derrota rusa en el frente occidental, la crueldad y brutalidad de la guerra, la violación de la mujer, la existencia de un mercado negro en Moscú, la corrupción política, la acción de desaprensivos que se benefician de la guerra, el abandono de niños, la llegada de la primavera, y con ella, de nuevas esperanzas.
Lo destacado del filme, es sin lugar a dudas, técnico:
La cámara, el uso del encuadre, las grúas, y los “travellings” o seguimientos que se hacen especialmente a la protagonista, que con solo eso es digno de estudio.
Toda la parte técnica, es elegante y muy bien estudiada, siendo filmada en un bello blanco y negro, la obra tiene uno de los finales más inesperados, tristes y hermosos del cine.
No sé si toda esta temática del dolor que puede causar una guerra, ha sido vista en obras anteriores a ésta, pero es que lo tratan de una manera tan delicada y tan realista, que es imposible no alabarla.
“Она без ума от него.
И он для нее.
То есть любовь, дорогая:
Безболезненное психическое заболевание”
(Ella está loca por él.
Y él por ella.
Eso es el amor, querida:
Una enfermedad mental indolora)
El cineasta ruso, Mikhail Kalatozov, empieza a trabajar  el mundo del cine en los años 20, en diversas funciones como actor, etc.; y pasó varios años en Los Angeles, en una asignación diplomática donde adquirió una admiración por la obra de Frank Borzage, King Vidor y Vincente Minnelli.
Kalatozov, comenzó a dirigir en la década de los años 30, más de 10 años antes de que Orson Welles asombrara al mundo con su estilo narrativo y ruptura con todo lo convencional tras el estreno de “Citizen Kane”, pero su trabajo llega a cotas de experimentación, montaje, desarrollo y estructura secuencial de un nivel exquisito y rompedor.
El amor juvenil destruido por la guerra, es un lugar común en el cine desde los tiempos de King Vidor, y Летят Журавли (The Cranes Are Flying) renueva el tópico y, aprovechando el fugaz deshielo que inauguró La Era de Krushchev, se permite una visión crítica de la corrupción dentro del Ejército Rojo y la sociedad de La URSS estalinista.
Aun manteniendo la corrección política, el cine empezaba a mostrar, que los villanos no sólo eran los enemigos del sistema, sino que también se ocultaban en los repliegues de este.
En el contexto de La URSS, para el año de su realización, es lo de menos, no importa si es época de desestalinización, y sobre todo da igual si es mirarse al ombligo.
Así pues, al triunfar La Revolución Soviética, Lenin señaló al cine como el arte futuro; y décadas después, cualquier rastro de iniciativa creadora, estaba apisonado por Stalin, tras cuya muerte comenzaron síntomas de descongelación.
La película-insignia del rebrote, fue Летят Журавли (The Cranes Are Flying), que en plena Guerra Fría, alcanzó distribución en EEUU.
Pero lo que destaca aquí, es la riqueza y modernidad del lenguaje visual, el dinamismo de la cámara animada sin cesar, por un espíritu danzante, y coreográfico.
Como si fuera la última oportunidad de plasmar la destreza técnica, los conocimientos y recursos acumulados, hay aquí un aprovechamiento total de la grúa y el “travelling”, la profundidad de las panorámicas, la viveza incansable de la cámara en mano, en lo que se ha encontrado en tiempos que anticipan a la “Nouvelle Vague”
Pues bien, por las calles de Moscú, pasean 2 jóvenes enamorados:
Boris y Veronika, que están decididos a casarse.
Mientras Boris acompaña a Veronika a su casa, vuela sobre ellos una bandada de grullas, en forma de cuña, tal vez un presagio de la próxima partida del joven...
Veronika vive con sus padres, mientras Boris vive con su padre, Fyodor Ivanovich (Vasili Merkuryev), su abuela (Antonina Bogdanova), su hermana Irina (Svetlana Kharitonova), y su primo Mark.
Al día siguiente estalla la guerra, y mientras los 2 jóvenes están en casa, llega un amigo, Stepan (Valentin Zubkov), quien le comunica a Boris, que han sido aceptados como voluntarios.
Boris explica a Veronika, que no le había informado que se presentaba voluntario, para no estropear su cumpleaños que se celebraba al día siguiente.
Boris, ha de partir al frente, y le deja a su abuela un regalo de cumpleaños para Veronika:
Una ardilla, apodo con el que llama a la joven, de juguete con una cesta en la que esconde un mensaje secreto para ella, por si no la ve antes de marcharse...
Veronika llega a la casa de Boris, cuando esté ya se ha marchado, y pese a que lo persigue durante el desfile de los voluntarios por las calles de Moscú, no logra darle caza, y no se pueden despedir.
Cuando se produce un bombardeo en la ciudad, Veronika acude a resguardarse en el metro, pero cuando regresa a casa, ve medio en ruinas el edificio donde vive con sus padres, y observa aterrorizada, como su piso ha desaparecido.
Fyodor Ivanovich, el padre de Boris, pide entonces a Veronika, que se quede a vivir con ellos.
Veronika intenta hacer frente al continuo cortejo por parte de Mark, el primo de Boris, pero finalmente “cede”, y acepta casarse con él...
Desde entonces, contará con la enemistad de Irina, frente a la comprensión del resto de la familia.
La compañía en la que sirven Boris y su amigo Stepan, sufre un ataque, y el joven es herido fatalmente mientras auxiliaba a un compañero.
Mientras Boris cae abatido, sueña con la boda que presumiblemente hubiera celebrado con Veronika.
La familia de Boris, es evacuada a los Urales, donde Fyodor Ivanovich e Irina trabajan como doctores, y Veronika asiste como enfermera.
Allí, Veronika, infeliz, se da cuenta de que ha traicionado a Boris, aún sin saber que éste ha fallecido.
Mientras vuelve a casa después del trabajo, rescata de una muerte por accidente a un pequeño niño de 3 años, curiosamente también llamado Boris, y lo lleva a casa donde empieza a cuidarlo.
Una noche, Mark, que es pianista, se va de casa a tocar en una fiesta y lleva, como regalo a la anfitriona, la ardilla que Boris regaló a Veronika.
Al enterarse de todo esto, Veronika corre al piso donde se celebra la fiesta, y recupera la ardilla, al tiempo que descubre la carta de amor que Boris había escondido en la cesta.
Veronika entiende entonces, que ha de abandonar a su esposo, y dejar la casa donde vive, pero Fyodor Ivanovich le ruega que se quede, y el que se va de casa es Mark.
Días después, llega a la casa el soldado Zajarov, para traer la noticia de la desgraciada muerte de Boris.
Veronika se resiste a creer que Boris está muerto, puesto que Zajarov afirma que él no lo vio morir…
Veronika no puede volver por segunda vez a dejar de esperar a su amado; y pasa el tiempo hasta que la guerra acaba, y a Moscú llegan las tropas de vuelta.
Veronika, sale ilusionada con un ramo de flores a ver si regresa Boris.
La joven corre entre la multitud, pero sólo se encuentra con Stepan, su amigo, que le confirma que Boris ha caído en el campo de batalla.
Veronika, desconsolada, reparte sus flores entre los soldados, mientras sobre la ciudad sobrevuelan de nuevo las grullas.
Podemos contemplar aquí, varias cuestiones de interés desde el punto de vista histórico-social:
En primer lugar, cómo la guerra trastoca la vida cotidiana de las personas.
Esto se observa en la transformación que experimentan los escenarios urbanos de la luminosidad del principio, a los tonos tenues que suceden al estallido de la guerra, con calles inundadas de erizos, sacos de arena, etc.
Sin embargo, Boris entiende que esa luminosidad, propiciada cómo no por la paz y por el régimen soviético, debe ser defendida para poder ser conservada, por eso le dirá a Veronika en su nota, que “nada me puede alejar de ti, pero ¿qué puedo hacer?
Estamos en guerra.
Esto es necesario.
Uno no puede vivir como antes, y divertirse cuando la muerte avanza por nuestra tierra.
Ya tendremos tiempo de ser felices”
Boris, es el prototipo de héroe que se inmola como voluntario en pos de un futuro mejor, de un proyecto colectivo que coincide con sus necesidades y esperanzas, de aquel que hace la guerra para alcanzar la paz.
Por el contrario, su primo Mark y Veronika, representarían la traición a la patria y el egoísmo más absoluto, es decir, el modelo a evitar.
Veronika sólo puede pensar en su felicidad individual, no es capaz de ver más allá de sus propias necesidades, de comprender su pertenencia a un colectivo mayor.
Sin embargo, trata de olvidarse de la amarga realidad de la guerra, y de sus errores, trabajando como voluntaria en un hospital para heridos de guerra, donde se da de bruces con su pecado, porque el pasado siempre nos alcanza, y más cuando se trata de un asunto de “traición”
De este modo, es especialmente conmovedor, la desesperación de un soldado al enterarse de que su novia ha hecho con él, lo mismo que Veronika con Boris.
El doctor del hospital, le dirá al soldado:
“Si cambió a una rata de la retaguardia por un héroe de guerra, es que no vale un kopeck”
En Boris, vemos la guerra convertida en el lugar de realización del arquetipo masculino relacionado con la fuerza, el coraje, la virilidad, la energía, la voluntad de acción, la solidez de nervios, pero al mismo tiempo, la rectitud moral, la generosidad, el idealismo.
Mientras tanto, Mark sería la antítesis de dicho arquetipo, un hombre que ha llevado a cabo un soborno para eludir su deber con la patria, así aparece relacionado con la cobardía, la debilidad y la inmoralidad, pues le arrebata la novia a su hermano por una violación.
Un exceso de nerviosismo y de intelectualismo, Mark es un apasionado del piano, que sólo se lamenta de que la guerra ha frenado su carrera en seco, a expensas de la actividad física y el sacrificio.
Estos son los elementos que debilitan el cuerpo de la nación, y lo condenan al declive.
Летят Журавли (The Cranes Are Flying) está mostrando la disolución de las barreras entre el frente y la retaguardia, la necesidad de llevar a cabo una movilización total en todos los ámbitos de la vida, de orientar todos los esfuerzos a la consecución de la victoria.
Sin embargo, al final, Veronika entiende que su novio entregó la vida por una causa mayor que estaba por encima de su amor, y entiende que gracias a su sacrificio, será posible la felicidad de millones de personas, y entiende que pertenece a algo mucho más grande.
“No hemos vencido ni dado la vida en nombre de la destrucción, sino de la creación de la nueva vida”
Lucharon, porque tal barbarie no fuera posible otra vez.
Con simbolismos visuales de gran riqueza, como las grullas volando en formación de V, al comienzo y al final, ya con la Victoria, Летят Журавли (The Cranes Are Flying) es una radiografía en la que cada personaje enarbola una característica determinada frente a la guerra, nuevamente, Boris es el adalid de la solidaridad patriótica, el hombre idealista que a pesar de ser un joven enamorado, se pone al servicio de su país para defenderlo, se sacrifica por el bien de la comunidad de su nación.
Veronika es el símbolo de la mujer que espera en la retaguardia, la que duda, la que sufre pérdidas familiares, y de hogar.
Mark, es el reflejo de todo lo malo interior, una figura popular en La URSS, la del artista egoísta, la del bohemio cobarde, traidor e inmoral, que con arteras maniobras, se ha librado de ir al frente, y luchar por su país, además, acosa a la novia de su primo.
Fyodor, es la voz de la veteranía, la sabiduría, la rectitud, El Doctor que atiende a los lisiados en batalla, es la comprensión.
Летят Журавли (The Cranes Are Flying) tiene cierto tono propagandístico, pero que aún en este tema, da un paso más allá, respecto al cine de la época, al humanizar al ejército soviético, y optar por un mensaje triunfalista comedido, que sólo en el discurso final, necesario para un “happy end”, alivia el intenso drama mostrado, que parece tener cabida.
Sin lugar a dudas, es una película muy cruel con su protagonista, y que cuenta con un montón de recursos.
Del reparto, Tatyana Samoilova realiza una actuación soberbia, cargada de emoción, de nostalgia, de melancolía, de frustración anímica, de pesar, de remordimientos, con un lenguaje gestual y físico sublime, con momentos de una enorme visceralidad, un maná de emitir sentimientos.
Aleksandr Shvorin como Mark, borda su ambiguo rol, un vividor enamorado de Veronika.
Aleksey Batalov, da muy bien con el carácter idealista de Boris; y Vasili Merkuryev hace un carismático y regio papel de hombre curtido.
Cuenta Aleksey Batalov, 40 años después, que una de las grandes virtudes de Летят Журавли (The Cranes Are Flying), fue la novedad en cómo mostrar una realidad familiar multiplicada por miles en aquel entonces en Moscú.
No había ninguna familia que no tuviera un pariente en la guerra, sumado a que todos los que vivieron esa época recuerdan con tristeza el momento de migración masiva a Siberia.
Pero, si no fuera por los acontecimientos históricos en los que se inserta la trama, y el sospechoso blanco y negro con el que está rodada, ningún espectador de hoy en día, ubicaría esta película a finales de los años 50.
Formal y estilísticamente, resulta extremadamente audaz, con imposibles movimientos de cámara, que se eleva en zigzag por las escaleras de un edificio, que persigue a la enamorada al hombro entre la multitud, que se desliza en diversos “travellings”, unos pausados y otros frenéticos, que roba planos detalle del rostro de la protagonista, que ensambla diversos planos superpuestos, que se eleva sobre un paisaje metálico…
Temáticamente, es un melodrama profundo e intenso, bien llevado, conmovedor y serio.
Ha sido una suerte haberla visto, solo porque en algunos momentos, la emoción desborda el aguante.
Históricamente, sorprende su desenfado, su desafiante descaro cuando trata temas militares y patrióticos, en una coyuntura política tan adversa.
Y sí, como se señala en la historia, se nota cierta apertura que es explotada con ingenio por Kalatozov.
Además, es una gran producción, hecha con grandes medios materiales, lo que demuestra la llegada de esos nuevos tiempos al cine soviético en la mitad de los años 50.
Técnicamente es un portento, de una modernidad que asombra.
Una de las características más notables de la película, es el director de fotografía, Sergey Urusevskiy, entonces un innovador en el uso de cámaras de mano; pues fue un cámara del ejército durante la guerra.
Y Mikhail Kalatozov, hace un trabajo impecable, orquestando la cámara y los personajes, en una compleja coreografía, que puede apreciarse bien en las escenas corales, tanto la de la despedida del amado que es enviado a la guerra, como en la del regreso de los soldados en la estación de tren.
Todo está medido al detalle, para pasar de unas parejas a otras, que lloran, se besan, sonríen o se buscan, y todo ello imprimiendo tensión al drama, pues Veronika no consigue encontrar a su querido Boris entre los que van a partir a la guerra para darle su último adiós.
Летят Журавли (The Cranes Are Flying) está repleta de secuencias remarcables:
La de Boris subiendo las escaleras a toda prisa, una escena en particular, muestra a Veronika en autobús, camino de la casa de su novio para despedirse de él, que se va a la guerra.
El plano es corto, desde dentro del vehículo.
Ella desciende, y se mezcla con la multitud, pero la cámara no para de seguirla lateralmente, en lo que parece cámara al hombro de lo más corriente, aunque difícil de ejecutar por la velocidad.
Pero es ahora cuando viene lo increíble:
La gente se agolpa en las aceras de una avenida por la que circula una columna de tanques, y ella entra en la avenida, se mete por entre los tanques humeantes, mientras la cámara se eleva para captar un plano general de la escena.
Y todo ello sin saltos, sin movimientos extraños que indiquen que la cámara se ha subido a una grúa.
Es el mismo plano, tanto en las estrecheces de dentro del autobús como en la amplitud de una gran panorámica de toda una calle, a vista de pájaro.
Es alucinante, no podía creer tal belleza, tal hallazgo narrativo, y tal alarde técnico, tan imaginativo de la cámara.
Es un perfecto ejemplo de la técnica y el lenguaje, al servicio de la expresión dramática.
Otra es la escena de la muerte de Boris al salvar un compañero de batallón:
Es herido por una bala, y antes de caer abatido, experimenta una proyección fantasmal en su mente, de la perdida de Veronika, quien se casa con su primo…
La cámara está cargada de personalidad, acompaña intensamente a los personajes, y realiza movimientos de ejes extraordinarios y vistosos para magnificar las emociones de sus protagonistas.
En este caso, la muerte de Boris, la cámara toma puntos de vista subjetivo, el “zoom out” al sol, se inclina el eje proyectando el daño psicológico y físico de Boris, comienza a girar sobre los árboles, y el “slow motion” en la fantasía del casamiento del primo y Veronika, cierran un estado febril de protagonista.
La cámara colapsa al acompañar la potenciación de los protagonistas, dado que se sufren 2 colapsos totales:
Físico en la realidad, emocional en la mente.
Corte final a una caída aparatosa con un final abierto.
Podría nombrar o mejor capturar al menos 10 fotogramas en los que el uso de planos picados jugando con la altura, engrandece cada escena.
Hay muchos planos secuencia, con una gran movilidad y dinamismo, juegos de luces para determinar el miedo y el horror de la guerra con los personajes gestualizando al contraluz, realmente maravillosos, una utilización del sonido que hace que el deambular de un péndulo sea capaz de helar la sangre, picados en calles desiertas, para reflejar la angustiosa soledad del ser humano, etc.
Y el genial momento final, donde Veronika se rinde ante el ambiente de alegría, y todo el mundo eufórico, pues la guerra ha terminado, pero ella llora, a ella se le está partiendo el corazón.
Hasta que se calma con el discurso, al comprender que su sufrimiento ha sido también el de mucha gente, y que esas flores pueden ser para todos los que afortunadamente han podido regresar.
Así ella empieza a repartir flores, y es entonces cuando justo las grullas vuelven a pasar, para simbolizar que la vida de Veronika, “volverá a la tranquilidad”, porque eso es lo que simbolizan, cuando emigran, la vida de Veronika se llena de un sinfín de dolor, y cuando vuelven, pues vuelve a la tranquilidad.
El comienzo y el final con la misma escena en el cielo, donde las grullas las atraviesan, todos sentimos que en esta vida, todo es efímero, aunque nuestras miradas estén dirigidas hacia donde siempre hemos querido.
Se le puede achacar a Летят Журавли (The Cranes Are Flying) que es un dramón en toda regla; y es cierto que no tienen un guión especialmente original, sólo habla del amor, la vida y la muerte.
En cierto modo, también del valor, del deseo y de la culpa; pero:
¿Acaso hay muchos más temas en el cine?
En Летят Журавли (The Cranes Are Flying) nos muestran de qué manera se sufre en la otra vereda, es decir, cómo la pasan las mujeres dejadas por sus hombres, o cómo las madres sufren por sus hijos que están en la guerra.
De cómo siempre hay gente que abusa de estas situaciones, aprovechándose de la debilidad de no tener a nadie en el mundo, o del drama psicológico que representa, no saber si tu ser querido regresará.
Y cómo no, la profunda angustia que sienten los soldados de saber si su pareja los dejó por otra persona…
Otra cosa, es el aspecto guionístico, hábilmente manipulado como material propagandístico por el régimen soviético.
Aun así, y sabiendo de antemano los aspectos políticos que esconde, tiene algunos elementos interesantes, y algunas reflexiones sobre el honor y el sufrimiento que una guerra puede insuflar en los aspectos individuales de la vida de las personas.
Por último, la banda sonora es del gran compositor, Moisey Vaynberg, que ofrece una música que genera sentimientos de intensa emotividad, sensaciones sobrecogedoras, y ecos dramáticos; y combina solos de piano con composiciones orquestales.
“Если остановить полет аистов это важно, потому что что-то ужасное происходит”
(Si las cigüeñas dejan de volar es porque algo terrible e importante está pasando)
Estas cosas pasan cuando se ve el realismo socialista…
No todo el mundo puede ser Tarkovsky, y es evidente que Kalatozov no lo fue.
Pero todos somos en gran medida, hijos de nuestro tiempo, y víctimas de nuestras propias debilidades y virtudes.
En este caso, al igual que en muchos otros, no podría venir mejor la traída frase de Ortega y Gasset:
“Yo soy yo y mis circunstancias”
Este director georgiano, tuvo algún disgusto en los turbulentos años 30 con la censura Estalinista, y este fue un buen motivo para dejar de tontear con el idealismo.
En cualquier caso, Kalatozov fue un gran director en tiempos muy complicados.
Lo único que lamento, es la sospecha de que por el hecho de ser una producción rusa en blanco y negro, filmada en la época comunista, un gran sector del público ya la discrimine.
Y más lamentable aun, es que su mensaje pacifista y humanista de dimensiones universales, sea ninguneada por ser considerado una apología del sistema socialista.
Me gustaría saber, dónde, los más suspicaces, ven la ideología marxista encubierta traspasando al celuloide.
Supongo que escondida en sus propios prejuicios, listos siempre para encontrar enemigos detrás de los cuales escudarse.

“Дорогие мама, отец, сестры и братья!
Счастье нашего воссоединения неизмеримо.
Сердце каждого советского гражданина наполнено радостью.
Радость поет в наших сердцах. Именно победа принесла нам эту радость.
Мы все ждали этого момента.
Но мы не забудем тех, кто остался на поле битвы.
Время пройдет.
Города и деревни будут перестроены.
Наши раны заживут.
Но наша ожесточенная ненависть к войне никогда не уменьшится.
Мы разделяем горе тех, кто сегодня не может встретиться со своими близкими, и мы сделаем все, чтобы гарантировать, что возлюбленные больше никогда не расстанутся с войной, что матери больше не нужно больше бояться за их детей, что отцы никогда больше не должны задыхаться от скрытых слез.
Мы победили, и мы будем жить, чтобы не разрушать, а строить новую жизнь!”
(¡Querida madre, padre, hermanas y hermanos!
La felicidad de nuestra reunión es inconmensurable.
El corazón de cada ciudadano soviético está lleno de alegría.
La alegría canta en nuestros corazones.
Es la victoria la que nos ha traído esta alegría.
Todos hemos esperado este momento.
Pero no olvidaremos a los que quedan en el campo de batalla.
El tiempo pasará.
Ciudades y pueblos serán reconstruidos.
Nuestras heridas sanarán.
Pero nuestro furioso odio a la guerra no disminuirá nunca.
Compartimos el dolor de aquellos que no pueden conocer a sus seres queridos hoy, y haremos todo lo posible para asegurar que los amores nunca se separen de la guerra, que las madres no tengan que temer por la vida de sus hijos, que los padres nunca más volverán a ahogar lágrimas ocultas.
¡Hemos ganado, y no viviremos para destruir, sino para construir una nueva vida!)



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