María Candelaria

“Una tragedia de amor arrancada de un rincón indígena de México, Xochimilco en el año 1909”

El descubrimiento europeo, en las postrimerías del siglo XV, de un ignoto continente del otro lado del océano, y la relativamente rápida conquista de sus territorios, marcaron una transformación en la cultura occidental, aunque no tan tremenda como la experimentada por los habitantes originarios de esa América recién bautizada.
Los “indios” americanos, fueron sujetos de la explotación colonial, y de una invención arquetípica que los construyó como “seres adánicos”, primitivos, habitantes de un “territorio tenebroso”, en el mejor de los casos.
En las visiones extremas, fueron presentados como “bestias”, “salvajes, antropófagos, gentiles e idólatras”
Las Leyes de Indias, dictadas a lo largo de los siglos XVI y XVII, asumieron una visión protectora, misericordiosa, frente a los pueblos vencidos y sometidos al terror y la esclavitud.
En esa primera legislación indigenista, “La Corona” alentó una división social estratificada y segregacionista, en la que los indios, reconocidos como seres humanos y súbditos, pero carentes de derechos básicos, fueron aislados en comunidades autónomas en su gobierno, y tributarias de las autoridades civiles y eclesiásticas coloniales.
A partir de Las Leyes de Indias, se fue consolidando pues, la imagen de los indígenas frente al español y, posteriormente, frente al criollo y el mestizo.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, a partir de la consolidación del Estado liberal, el régimen se opuso con energía a la vida indígena tradicional, tanto por su necesidad de crear riqueza a partir de la modernización de la tenencia y la explotación de la tierra, como por su convencimiento de que el progreso social estaba en la igualdad derivada del común mestizaje.
En lo jurídico, el triunfo liberal, significó para El Estado, un nuevo cuerpo legal que predica la igualdad, y decreta la desaparición de las castas y sus privilegios.
En la práctica, fue el fin del trato diferenciado, apenas justo para los grupos indígenas que nunca compartieron ni fueron incluidos, más allá que como arquetipos, en la formación ideológica del nuevo régimen.
El fin de los privilegios, de los pueblos exclusivos y del autogobierno, ratificó a ojos del ciudadano liberal, el carácter antieconómico de las comunidades indígenas.
Frente a este problema, la solución fue el despojo legal y extralegal de tierras, acelerando la migración, el desarraigo y la “desindianización”, procesos ya en marcha desde finales de La Colonia.
Las medidas económicas, se acompañaron de un discurso exaltatorio, tanto del mestizaje presentado como clave para superar las “taras ancestrales”, como de la “evolución histórica de La Nación”, cuya cima, se aseguraba, estaba cerca.
La imposición del proyecto liberal para los indígenas y sus tierras, no fue sencillo.
Los levantamientos se sucedieron por aquí y por allá, apoyando a la facción conservadora, o generando revueltas locales que mantuvieron ocupado al ejército federal hasta los albores del siguiente siglo.
La movilización revolucionaria de las primeras décadas del siglo XX, incluyó importantes reclamos de las comunidades indígenas despojadas.
Las viejas formas de organización social, fueron reivindicadas por caudillos locales que aprovecharon la agitación política para intentar recuperar la tierra arrebatada por los terratenientes.
Pero si la tradición fue alzada como bandera revolucionaria, la sacudida social, los desplazamientos forzados, la violencia y la irrupción de revolucionarios venidos de otras partes del país, empujaron también la integración de los indígenas al proyecto nacional.
Si el ferrocarril porfiriano rompió el aislamiento geográfico de muchas zonas del país, y el despojo de las tierras de las comunidades fomentó las migraciones, la explosión revolucionaria modificó para siempre la demografía.
En 1895, 99.6% de la población del país, vivía en su lugar de nacimiento; para 1930, el porcentaje descendió a 88.9
Casi 2 millones de personas migraron, y quebraron las raíces.
Las demandas indígenas y campesinas, fortalecieron a la facción derrotada finalmente en La Guerra Civil, para luego ser absorbidas y legitimadas por el grupo triunfante.
Para los años de 1920, iniciado el proceso de reconstrucción nacional, la política agraria se reforzó con el aliento de un nacionalismo en que se buscó legitimidad para El Nuevo Estado.
La búsqueda de los elementos constitutivos de “la mexicanidad” pasó, necesariamente por la figura del indio, exaltado de nuevo como pasado heroico, pero también reivindicado como grupo social.
Lo popular coincidió, en principio venturosamente, con la cultura de la élite.
Los murales de Diego Rivera, por ejemplo, lo mostraron altivo y ligado a la tierra.
José Vasconcelos, lo incluyó como uno de los principales objetivos de las campañas educativas de La Secretaría de Educación; se impulsó el “renacimiento del arte autóctono”, con la participación de pintores reconocidos, decorando vasijas, jícaras y demás artesanías.
Durante los años 30, la atención al “problema indígena” fue por primera vez una prioridad nacional.
El gobierno de Lázaro Cárdenas, optó por apoyar una política de integración que no pretendió incorporar al indígena “amestizado” al proyecto nacional, sino que quiso reivindicar su identidad originaria, como una de las partes constitutivas de La Nación.
Al mismo tiempo, la política agraria restituyó tierras a muchas de las comunidades.
No obstante, su inclusión en las políticas oficiales, y la genuina preocupación de los sectores ilustrados por su incorporación al proyecto nacional, en el indigenismo de la época, siguieron pesando los valores liberales:
Se les siguió considerando “seres extraños y ajenos que merecen compasión y educación para su plena integración al progreso”
Las representaciones de los indígenas en las industrias culturales, solían destacar sus virtudes esenciales:
“Su admirable resistencia, su valor indomable, su tenacidad firmísima, su energía singular, su profundo espíritu religioso, su ánimo combativo, heroico, denodado”, como contraste a su atraso y a su supuesta condición primitiva, sólo remediable por la educación y la adopción de los valores occidentales.
Muy en particular, la región de Xochimilco, al sur de La Ciudad de México, ha sido desde tiempos prehispánicos, un sistema de pueblos y barrios establecidos en el lecho de un lago transformado en un conjunto de canales navegables.
El agua, ha sido desde sus orígenes, uno de los principales elementos económicos, comerciales e identitarios de los habitantes de la región.
“¿Qué hemos hecho pa’que nos castigues como dos criminales?
Tus ojos nunca bajan a mirarnos”
María Candelaria es un drama mexicano, del año 1943, dirigido por Emilio Indio Fernández.
Protagonizada por Dolores del Río, Pedro Armendáriz, Alberto Galán, Margarita Cortés, Miguel Inclán, Beatriz Ramos, Rafael Icardo, Julio Ahuet, entre otros.
El guión es de Mauricio Magdaleno y Emilio Fernández, sobre un argumento original de Emilio Fernández.
Conocida también como “Xochimilco” palabra que viene del idioma náhuatl que significa “tierra de labranza”, y comúnmente traducido como “la cementera de flores”; los orígenes de Xochimilco se remontan a la época prehispánica.
Durante La Colonia, y los primeros años de la vida independiente de México, el territorio de Xochimilco se convirtió en proveedor de alimentos para La Ciudad de México; y tiene particular importancia por la existencia de las chinampas, un método mesoamericano antiguo de agricultura y expansión territorial que, a través de una especie de balsas cubiertas con tierra, sirvieron para cultivar flores y verduras, así como para ampliar el territorio en la superficie de lagos y lagunas del Valle de México; haciendo a México-Tenochtitlan, una ciudad flotante.
Tanto que las utilizaban para la agricultura, y adueñarse de los otros terrenos.
Se trata pues de una balsa, de armazón hecha con troncos y varas, en ocasiones de considerables dimensiones, sobre la que se deposita tierra vegetal debidamente seleccionada con materias biodegradables como pasto, hojarasca, cáscaras de diferentes frutas y vegetales, etc.
Como dato, el ritual de llevar animales a las iglesias para bendecirlos cada 17 de enero se remonta a 1628, en Xochimilco.
En el cine, los años más característicos de la llamada Época de Oro del cine mexicano, son a la vez los 3 últimos años, de 1943 a 1945, de una guerra mundial que permite al cine del país, afirmar su gran éxito en todo el mercado Americano, al grado de sobrepasar con gran ventaja a sus competidores de lengua castellana, y aún disminuir la hegemonía hollywoodense.
Son también los años en que un equipo de lujo dará al cine mexicano sus primeros grandes éxitos internacionales, y lo componen sobre todo, el director Emilio Fernández, el fotógrafo Gabriel Figueroa, y los intérpretes:
Dolores del Río, mexicana importada de Hollywood, y Pedro Armendáriz.
El empuje definitivo al arquetipo de lo indígena cinematográfico, fue el aportado por las películas dirigidas por Emilio Fernández, apodado “El Indio”, mote no carente de ironía producto del racismo, desde su juventud, por su físico, que le valió ser visto como imagen idealizada del indígena mexicano en su participación como actor en “Janitzio” (1934)
El cine del Indio Fernández, no sólo recreó, a la manera de Eisenstein, los rostros altivos y solemnes de los indígenas, sino que les dio voz, destino trágico, y presencia fílmica sancionada por la élite cultural.
María Candelaria, su primera obra indigenista, fue un acontecimiento cultural por el éxito que ganó entre la crítica europea, y por las repercusiones que tuvo para las miradas posteriores sobre lo indígena:
Si antes solía despreciarse la facilidad del cine nacional para prodigar películas de charros para el entretenimiento del vulgo, la manufactura de dramas bien filmados, con fotografía exquisita, y temas “mexicanos”, provocó el vuelco en la percepción de la crítica.
Se cuenta que María Candelaria fue un regalo de Emilio Fernández a Dolores del Río, por el día de su cumpleaños, y para congraciarse por los malos tratos que tuvo hacia ella, durante la filmación de “Flor silvestre” (1943); siendo escrita en una sola noche, en un centro nocturno, y en servilletas de papel... y además de necesitarla como artista, El Indio comenzaba a quererla como mujer.
En su recuento biográfico sobre la actriz, el escritor David Ramón relata:
“Al llegar el turno de Emilio Fernández de darle su obsequio a Dolores, se acercó a la actriz, sacó un montón de servilletas escritas por los 2 lados, prácticamente se las arrojó, y le dijo:
“Es su regalo de día de santo, una historia de cine.
Pos a ver si le gusta, es su próxima película, se llama Xochimilco.
Es de usted, es de su propiedad, si alguien quiere comprarla, que se la compren a usted”
Con todo y el generoso obsequio, Dolores tenía sus dudas:
“Primero una mujer de rancho...
Y ahora, ¿quiere que haga una indita?
Yo... ¿descalcita?”
Con todo, María Candelaria se filmó completamente en Xochimilco, en unos sets magníficamente construidos por Manolo Fontanals, y en escenarios naturales, como los canales de Apatlaco, Texhuilo y Apampilco; y también fueron retratadas La Iglesia del barrio La Santísima, y una casa en el vecindario de Caltongo, que se acondicionó como una tienda; y aun así, estuvo llena de imprevistos, principalmente por el constante choque de temperamentos entre Fernández y Del Río.
Al final, su trabajo fue elogiado por la crítica internacional, y se considera a María Candelaria, la obra más importante de su estrecha colaboración; gracias al Señor Konstantin Aleksandrovich Umansky, embajador de La Unión Soviética en México, y a su gran personalidad, que María Candelaria fue mandada, no sé por qué circunstancias, al Festival de Cannes.
De allá se trajeron 2 premios, y una frase de Georges Sadoul, quien dijo que había podido “percibir la oscuridad y la luz de México a través de María Candelaria”
Con la intervención del diplomático soviético, se inicia pues la sorprendente carrera internacional de este film; rechazado por los nacionales, a quienes molesta la falsedad folklórica, va a convertirse en la imagen más sólida que durante años tuvo México en Europa.
Ganadora de La Palme d’Or del Festival Internacional de Cine de Cannes; María Candelaria también recibió un reconocimiento a La Mejor Cinematografía para Gabriel Figueroa en el mismo Festival.
Aquí, Fernández erige al arte burgués, como el único capaz de revelar al mundo la esencia de “lo indígena”
Estamos en 1909, cuando una reportera (Beatriz Ramos) le pregunta a un viejo artista (Alberto Galán) sobre el retrato de una hermosa india desnuda del que nunca ha querido hablar...
El artista le narra la historia de María Candelaria (Dolores del Río), una joven indígena de Xochimilco, que vivió a principios del siglo XX.
La joven, es rechazada por su propia gente, debido a que es hija de una prostituta...
Y el único que se atreve a estar con ella, es Lorenzo Rafael (Pedro Armendáriz), un joven indígena que le profesa una profunda devoción, pero el amor de los 2 está a merced de los caprichosos juegos del destino; y la pareja debe enfrentar la avaricia del tendero Don Damián (Miguel Inclán), quien en secreto desea a la joven.
Cuando María Candelaria enferma de paludismo, Lorenzo Rafael roba quinina y un vestido en la tienda de Don Damián; donde el robo desencadenará la tragedia para la joven pareja de enamorados.
La narración sigue las circunstancias propias de una pareja de pobres campesinos indios, que ven muy difícil lograr la felicidad por diferentes causas:
La pobreza y la miseria económica en que están sumidos, los crueles prejuicios discriminatorios a que se ven sometidos, y que son perpetrados por gente que por envidia y celos, los sumergen en situaciones tremendamente humillantes.
La belleza de una mujer y su condición de ser hija de una prostituta, son motivos suficientes para que un pueblo entero la humille, hasta el extremo de no tratarla como un ser humano semejante, ya que sus fundamentos se basan en supercherías y en odios encarnados.
Así, de esta manera, estamos en presencia de un trágico melodrama amoroso, con ribetes sociales muy dinámico en variantes, que llega muy profundo en los sentimientos, y que logra en todo momento la empatía del espectador, quien inexorablemente se identifica con esa causa donde el amor lucha contra corriente con todas las de perder.
El “beatus ille”, es el gran tema de la película, pero ese “beatus ille”, esa vida retirada en comunión con una naturaleza cada vez más corrompida por el hombre, se verá violada y masacrada por el dedo de un dios contra reformista, impío y cruel.
O así al menos es como lo han utilizado e interpretado los hombres en sus luchas de poder y erotismo.
Sin duda, una de las mejores películas que marcaron La Época de Oro del Cine Mexicano.
“Tengo ganas de gritar hasta que se me seque la garganta...
No aguanto mi cruz...”
María Candelaria es una película clásica del “México Profundo”, imprescindible del cine mexicano, y una gran producción para la época.
Mientras el mundo vivía el final de La Segunda Guerra Mundial, la industria del cine mexicano, florecía; y aquí, en una fábula fatalista de grandes virtudes técnicas, que goza de la reputación de ser una de las cumbres del cine mexicano; tiene una apariencia maravillosa y singular.
Sobresale el uso del paisaje y los canales del lugar llamado Xochimilco, para crear un mundo apartado, casi de fantasía, apoyado en el gran empleo de la fotografía.
Toda la historia, tiene el carácter del despliegue de un destino establecido por medio del fatalismo que persigue a sus personajes, el destino trágico de ellos, surge del artificio del director.
María Candelaria, es una obra maestra fotografiada con el sello de Gabriel Figueroa, colaborador de Luis Buñuel, en su etapa de mayor esplendor artístico.
Retrata muy bien un claro problema de México, y no solo del México de aquella época, también de ahora, el problema de las diferencia de las clases sociales, en vez de estar repartida lo más equitativamente; donde en México, los ricos son extremadamente ricos, y los pobres extremadamente pobres.
Así, para entender María Candelaria, hay que partir de la asunción de que México es un país donde el autoritarismo procede no sólo de sus antecedentes prehispánicos, sino también de la educación por una España contra reformista, que se creía “el brazo derecho de Dios”
Y después de Dios, estaban El Rey, El Virrey y su Corte de designados, Nobles y acoplados…
De ahí para abajo, el dedo de un Dios autoritario y represor, estableció una cruel “verticalidad” en las relaciones de poder que hoy se manifiesta todavía en todos los ámbitos de la vida pública y social:
Autoritarismo de una casta dirigente, e insensibilidad hacia la pobreza, ya se sabe que el pobre es pobre, porque Dios así lo quiso, y ya ni modo… y con eso basta porque lo dice la ley…
María Candelaria comienza en la oficina de un maestro, que tiene una pintura de una mujer se llama “María Candelaria”
Una periodista le pregunta de ella, y el maestro empieza a contarnos de su historia.
La narrativa es seria y solemne.
Vemos una serie de ocurrencias desafortunadas para María y su amante, Lorenzo, de manera cronológica, lo cual significa que las escenas ocurren con respecto a cuando realmente suceden los eventos en la historia.
A través de estos eventos desafortunados, nos damos cuenta de que María y Lorenzo, tienen muy mala suerte a pesar de todas las cosas que hacen para remediar sus situaciones.
No importa lo que hacen.
Cada cosa que les pasa, afecta las decisiones que hacen más tarde, y cada vez que encuentran remedio, otra cosa ocurre que les trae desgracia.
Nunca salen triunfantes.
Aunque la película empieza por la perspectiva del maestro, sigue las perspectivas de varios personajes por el resto de la película.
Principalmente, sigue María y Lorenzo.
Sin embargo, a veces hay un cambio del punto de vista, y vemos acciones y reacciones por las perspectivas de otros personajes, como el pintor, o el dueño de la tienda, Don Damián.
Desde que observamos la mayoría de la trama por las perspectivas de María y Lorenzo, entendemos que son buenas personas, lo cual nos causa a simpatizar con ellos.
Cuando la narrativa cambia el punto de vista, es para mostrarnos algo mal que hace un personaje diferente; por ejemplo, la escena en que Don Damián mata la marranita, o cuando el pintor decide completar la pintura de María sin su permiso, y con el cuerpo de una mujer diferente.
A través de la película, es obvio que María y Lorenzo son los protagonistas, y la narrativa intenta convencernos de esto, por crear una historia desgraciada y desafortunada para 2 personajes honrosos y trabajadores.
Los eventos siguen de mal en peor, pues María está enferma de fiebre, y necesita medicina para sanar, pero como no tienen dinero, por lo que Lorenzo roba la medicina.
Entonces llega un doctor (Arturo Soto Rangel), quien fue mandado por el pintor para sanarla, y junto con una señora huesera, curan a María.
Cuando María y Lorenzo se van a casar, llega Don Damián, y se lleva a Lorenzo por que robó medicina y el vestido de María.
Entonces María le pide ayuda al pintor, pero el pintor pinta a María, y le pide que pose desnuda...
Sin embargo, ella no quiere, y entonces pinta su cara con el cuerpo de otra mujer…
Todo el pueblo se indigna al ver la pintura, y la matan a pedradas.
La película concluye con Lorenzo, llevando a María en El Canal de Los Muertos...
La narrativa, desde un principio es trágica, pues terceras personas influyen en la desdicha de Lorenzo y María, hasta llevarla a la muerte.
Y al igual que otros filmes del Indio Fernández, es un estudio sociológico del México que le tocó vivir y que, a veces, pareciera que es casi el mismo.
El director trata de reivindicar la etnia indígena, y erige con gran vigor y excelente diégesis, un discurso denunciando las injusticias que se cometían en contra de los indígenas, etnia a la que él mismo pertenecía.
No solo a los indígenas intentó reivindicar este cineasta, también a los pobres, si bien todos los primeros pertenecen al segundo grupo, aunque no todos los del segundo, pertenecen al primero.
Y es que el cine de Emilio Fernández, fue el único de esa época que mantuvo una relación abierta con el tema revolucionario.
Curiosamente, el cine mexicano de La Época de Oro, ha quedado “marcado” por la estética de la revolución, aunque en realidad fueron pocas las películas que se realizaron abordando esa temática durante la guerra; la mayoría de ellas fueron filmadas por Fernández, pionero de la gloriosa y culta tradición cinematográfica mexicana.
María Candelaria presenta pues, por primera vez en la filmografía de Emilio Fernández, el tema de la inocencia y la pureza indígenas.
El indígena puro, víctima de la opresión y de las injusticias de mestizos y blancos, protagonizará otras películas del Indio Fernández, particularmente “La Perla” (1945) y “Maclovia” (1948), donde se reiteraría dicha temática; pero esta última sería, a pesar de que su director lo negara, una nueva versión de María Candelaria.
Gabriel Figueroa, resolvió todo de una manera magistral, alejándose definitivamente de todas Las Rosas de Xochimilco habidas y por haber.
Una chinampa, los canales, algunas calles, un templo, una tienda, tales son los elementos.
Sobre todo esto, como sobre las figuras humanas, un eterno cielo trágico, desgarradoramente trágico.
María Candelaria es la culminación de la tragedia indígena mexicana, expuesta a través de su fanatismo, de sus supersticiones, de su miseria física, de su docilidad, de su rebeldía.
Todo el film, es el gran responso a 2 figuras indígenas que se mueren junto a todo lo que su raza significó, o se quiso que significara.
Estamos ante el relato post mortem de la pasión de unos Adán y Eva indígenas; y el film, lo reverencia durante una secuencia esencial:
El paseo en barca de la pareja a la luz de La Luna, como un viaje hacia una Isla de Los Muertos…
Los indios de este film, asombrarían no solo a los europeos, sino también a los propios mexicanos; excepcional invento de una fuerza plástica singular, atraviesa una larga y bella falsedad en la pantalla, donde también tenemos otros temas:
Al principio, el tema de la vergüenza es muy significativo, especialmente con el personaje de María Candelaria.
María es la hija de una prostituta y una indígena.
Por eso, la comunidad mexicana y española, no le gustan que María sea indígena, y los otros indígenas no le gustan que ella sea la hija de una prostituta que trae vergüenza a la comunidad indígena.
El tema de la vergüenza, llama a la atención a la responsabilidad de los niños por las culpas de sus padres, la vergüenza de la comunidad, y el cuerpo y virginidad de una mujer.
La vergüenza, es fundamental en la comunidad de los indígenas, porque en la comunidad mexicana, los indígenas son la vergüenza, entonces, si hay una persona con vergüenza adentro de los indígenas, es la responsabilidad de los otros a matar o avergonzar al culpable para sobrevivir en la gran sociedad.
Otro tema importante, es Dios y la religión.
Dios y la iglesia, son símbolos de la esperanza por Lorenzo y María.
Al mismo tiempo, Dios es una oportunidad para vergüenza.
La virgen, siempre está presente, y por eso ella va a ver todos los actos buenos y malos.
El tercer tema muy importante, es el tema del odio.
El odio siempre está presente, y está conectado a Dios y a la vergüenza.
El odio de María, el odio de los indígenas, el odio de la injusticia, y el odio de la vergüenza…
Más de esos 3 temas, hay los temas del abuso de poder, la mujer, la pobreza, la salud, la música indígena, y la importancia de una comunidad y la tradición.
En el personaje de María Candelaria, se evidencia el abuso de los demás sobre el más débil, y también ella representa los valores morales indígenas más puros, nobles y castos.
En este caso, se evidencia no sólo el abuso de los mestizos sobre los indígenas, sino que también el abuso de las personas de su misma raza, debido a prejuicios morales.
El abuso de los mestizos sobre los indígenas, es representado por Don Damián, el tendero.
Él tiene un amor enfermizo por María Candelaria, y hace todo lo que puede para evitar que Lorenzo y María se casen.
Don Damián, mata a la marranita, y huye del pueblo por unos días, no por miedo a las autoridades, sino por miedo de que Lorenzo haga justicia por su propia mano, el muy cobarde.
También, se pone de manifiesto el prejuicio moral de los demás indígenas sobre María Candelaria.
Es cierto que su mamá había sido una prostituta, porque María nunca lo niega o aclara, pero también es cierto que María Candelaria es completamente diferente a su mamá.
Su personaje, representa los valores morales indígenas, y ella es una mujer de grandes valores morales.
Una prueba de esto, está en el hecho de que no aceptó a posar desnuda para el pintor.
Su conciencia moral, no se lo permitió.
El argumento, además de ensalzar el valor de pureza de los pueblos indígenas, también tiene mucho de alegato feminista.
María Candelaria, es un ser puro, que es corrompido por los demás, y ella aparece representada como un ser que no desea mal a nadie, en contraposición al resto del poblado.
Por su parte, Lorenzo Rafael representa el lado optimista de los indígenas, y el gran amor que tiene por un ser amado de su misma raza.
Y es optimista, porque a pesar de saber que tendrá que vencer muchos obstáculos para casarse con su amada, el persiste en su objetivo.
Uno de los grandes obstáculos que él enfrenta, es la extrema pobreza.
Él es tan pobre, que depende de un animal para casarse, que ni siquiera es suyo...
La marranita, pertenece a su amada; por lo que él tiene que esperar, no solamente a que la marranita crezca, sino que también a que la marranita tenga sus cerditos... pues con la venta de los cerditos, van a comprar el vestido de novia.
Esta situación sería para cualquier persona muy desalentadora, pero no para él.
El gran amor que él tiene por ella, le da los ánimos necesarios para seguir luchando por ella.
Como se pudo observar, el abuso del hombre hecha por el mismo hombre, no solamente existe entre los mestizos y los indígenas, sino que también entre los seres humanos de una misma raza.
A través de los ojos del dueño de la tienda, se muestra una vista muy diferente:
Él explota a los indígenas, y se aprovecha de que María está en deuda con él.
Primero decide que quiere dinero en lugar de las flores que María ha estado trayendo.
Luego, arruina la ceremonia de la bendición de los animales, y mata a su cochinillo, de modo que ellos no lo pueden vender.
Él niega la medicina a María, que lleva al extremo a Lorenzo.
El carácter del dueño de la tienda, muestra la vista porfiriana de los indígenas.
Él les explota, dejando que se mueren de malaria, mientras se acumula una pequeña fortuna.
Él valora el dinero y el poder, y les trata como gente inferior.
El narrador y el reportero, son otros personajes interesantes:
El reportero, tiene una idea de una mujer indígena desnuda, una idea de todo un pueblo resumió en una sola imagen de esta niña indígena sin vergüenza, ignorante y pura.
Esta es la misma mentalidad que el pintor tenía cuando pintó a María.
Él está tratando de pintar su ideal, esa imagen del “indio puro”
Cuando María se niega a posar desnuda, el pintor utilizó otra modelo para terminar el cuerpo para que él pudiera tener su retrato ideal.
Cuando él ve la vergüenza y la muerte que su retrato trajo a María, sus ojos se abren, y él se da cuenta de su ignorancia.
Él es un narrador apropiado porque, al igual que la reportera, antes sólo tenía una sola imagen de lo que el “indio inocente” debe ser similar.
Pero a través de su circunstancia, se ha dado cuenta de su culpa, y narra la historia a la reportera, posiblemente para enseñarle también ésta lección, a modo de catarsis, y desde el punto de vista muy burgués e ignorante.
En general, toda la película toma lugar en la memoria del artista.
Este punto de vista es muy interesante, porque se puede ver el efecto de la historia del artista, antes de ver lo que pasó antes.
El cuento no fue lineal necesariamente, así como la literatura surrealista de la época, con Borges, etc.
El artista, también podía tener 2 representaciones diferentes:
Antes de entrar a su memoria, el artista era serio y conciso.
Por otro lado, durante la narración del cuento de María Candelaria, el artista se vuelve más atrevido y extrovertido.
Otro dato interesante, es que nunca veremos la pintura, ni el esbozo, ni la pintura acabada, y ese es un gran detalle del director.
Por la mayor parte, la puesta en escena, que tiene lugar en los campos y en los ríos.
En estas escenas, podemos ver la conexión que las indígenas tienen con la naturaleza, y con la tierra.
Esa conexión, también es evidente en las casas en que vivan, que son construidas de cosas naturales, y cuando podemos ver que obtienen dinero vendiendo cosas como flores y verduras.
No pueden sobrevivir sin la naturaleza.
Otro lugar importante, es la iglesia, el único lugar que es seguro para todos, y sin violencia.
Es como un refugio para María Candelaria y Lorenzo Rafael, y es el lugar donde van, cuando necesitan comodidad, y no pueden confiar uno en el otro.
El objeto principal que impulsa el curso de la trama varias veces en la película, es la marrana que le había regalado Lorenzo Rafael a María Candelaria.
La marrana, simboliza la esperanza para Lorenzo Rafael y María Candelaria, porque con ella pueden casarse, y empezar una nueva vida.
Cuando Don Damián la mata con la carabina, sabemos que ya viene el final trágico...
Otros objetos que también impulsan la trama, son las flores que venden las indias, las verduras de Lorenzo Rafael, la quinina medicinal que roba éste para curar a María Candelaria, y la imagen de La Virgen de Guadalupe en la choza de María Candelaria.
La imagen de la virgen indígena, otro gran detalle, da a entender la devoción de María Candelaria y Lorenzo Rafael.
Hay varios lugares en que se desarrolla la acción de la trama como la choza de María Candelaria al lado del río, y la cárcel.
Pero es interesante también como usa el espacio Don Damián.
En su almacén, se ampara tras el mostrador cuando entra Lorenzo Rafael... y también se ampara tras el cerco del tribunal donde lo sentencian.
Finalmente, el muro de la cárcel, impide entrar a María Candelaria.
Los obstáculos sociales de la clase baja, se manifiestan también en la arquitectura.
De entre las escenas, no considero que exagero, si afirmo que las escenas de María Candelaria en la canoa, navegando por un hermoso río flanqueado por esbeltos árboles, al inicio del filme, son sin duda, algunas de las escenas más hermosas del cine mexicano, y unas de las más eróticas, con esa mirada embellecida de María y la mirada de Lorenzo que la ve desde arriba, es tremendamente erótica.
En especial, gracias a la gran fotografía que se consiguió utilizando filtros infrarrojos, para lograr así darle a la imagen un efecto tridimensional, y aumentar la intensidad del contraste entre las sombras y la luz de los planos.
Fue con este filme, que los encuadres de Figueroa en el exterior, se convirtieron en un verdadero hito, y se comenzó a hablar de la majestuosidad de sus cielos o de la belleza de sus nubes.
Al fotógrafo, le encantaba enmarcar a los personajes de la manera más natural posible, con el cielo.
No es casual que los cielos de María Candelaria, se llevaran el premio a La Mejor Fotografía en Cannes; y que a Figueroa lo apodaran “el mago de la luz” por sus claroscuros.
Un pintor obsesionado con las sombras que se forman bajo el cielo mexicano.
Con la sutilidad del blanco y negro, Figueroa captó, bajo las nubes, los más bellos paisajes y rostros; acatada a la realidad del pueblo, lleno de potencia y convirtió la imagen de La Época de Oro del cine mexicano, en un emblema que se quedaría para siempre en el imaginario de México ante el mundo.
No debemos olvidar, que parte crucial de esta película, son los sonidos naturales que la adornan:
Los sonidos del agua, las campanas o de los pájaros al cantar.
Para esta película, el director no solo confió en un grupo de músicos de primer nivel, para que le construyan atmósferas sonoras que aumenten la intensidad de cada toma, sino que aprovechó de manera genial a la naturaleza, para darle un realismo único a toda la película.
El sonido del agua, es una pieza fundamental en todo el andamiaje sonoro, por cuanto marca con su suave sonido, la inocente y bondadosa personalidad de María Candelaria.
Si hay una escena que se sostiene exclusivamente en la música, y que permite que la narrativa de los sucesos no deje de ser intensa, es la persecución final de María Candelaria.
Con una fortaleza sonora inusitada, respaldada por una intensidad persuasiva, y un sonido muy bien logrado de metales, vientos y cuerdas, con mucha influencia del compositor alemán Richard Wagner, la música estremece, y nos adelanta el trágico final que le deparará a María Candelaria.
Del reparto, María Candelaria fue el papel consagratorio que condujo la carrera de Dolores del Río, quien sostuvo otras intervenciones con Emilio Fernández.
Este papel, elevó a Dolores del Río a la categoría de diva del cine mexicano, a la altura de la gran María Félix.
Posteriormente, del Río actuaría junto a Elvis Presley a las órdenes de Don Siegel en “Flaming Star” (1960), pero tuvo mayor repercusión el filme junto a Joseph Cotten y Orson Welles, “Estambul” (1943)
Dolores del Río, logra aquí su máxima altura, su consagración como actriz fundamental y poderosamente dramática.
Incluso en los escorzos más rebuscados, no pierde el tinte sombrío de mujer perseguida.
Para Pedro Armendáriz, su contrafigura, María Candelaria fue su consolidación como estrella estandarte del pequeño “star system” que formó el cine de oro mexicano.
Armendáriz es dueño total de su papel, del indio manso, el indio sumiso al que sólo un choque brutal puede despertar a una realidad.
Alberto Galán, cuya obra es el detonante de las tragedias; y como antagonista, Miguel Inclán, como el charro macho y desalmado de los tiempos de Porfirio; dichas actuaciones, son memorables en el cine mexicano, aunque también estereotipadas; como algunas de las actrices que interpretaban a indígenas, se les nota un poco de sobreactuación, y en su forma exagerada de hablar, pierden credibilidad, siendo este, uno de los defectos que encuentro en la película.
No obstante, María Candelaria también generó controversia en su momento y posteriormente:
En María Candelaria se muestran las sociedades indígenas como “cerradas y endogámicas.
El cine mexicano, retrata desde hace décadas al indígena de forma caricaturesca, como un ser infantil, irracional o violento”, dijo el investigador Francisco de la Peña, profesor de La Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH)
“Lo que ha prevalecido, es una imagen más bien caricaturesca y bastante distorsionada que tiene al indígena como un ser ahistórico e infantilizado, que es retratado como una especie de menor de edad.
En este género cinematográfico, colmado de melodramas, predominó el actor y director Emilio Indio Fernández, todo un emblema del cine nacional, que explotó supuestos antepasados indígenas, que nunca quedaron establecidos”, subrayó el etnólogo.
Fernández, buscó idealizar y mitificar la imagen de los indígenas, y ganó varios premios en festivales internacionales con cintas como María Candelaria.
Los indígenas aparecen en centenares de películas mexicanas, como personas “irracionales, supersticiosas, violentas, ingenuas o pasivas”, continuó el investigador.
Según él, esto “deriva de que quienes hacen este cine” no son indígenas, y aunque lo hagan con “buenas intenciones”, no pueden evitar que “se les cuelen clichés” entre fotogramas.
Estereotipos que identifican distintas clases de indígenas; como personas que viven en medio de una naturaleza paradisíaca, una imagen del “buen salvaje” propia del filósofo francés Jean-Jacques Rousseau, explicó el investigador.
También, la imagen del aborigen como “víctima inerme del abuso desmedido” de caciques y gobernantes, por ejemplo, en haciendas…
Emilio García Riera, historiador de cine mexicano, dice esto acerca de la visión del director, acerca de este aspecto:
“Al idealizar a los indios, el director no los ve como parte de la población mexicana, sino como una especie de secta marcada por un sino fatal que bien merece la sublimación compensatoria al modo de los “nativos” de Hollywood.
De ahí la perfección y pureza de esa María Candelaria, que parece amar por igual a la Virgen, a Lorenzo Rafael, a una marranita y a la tierra…”
Precisamente, esta visión hizo que la película incluso fuera recibida con silbidos y abucheos por parte de muchos mexicanos el día de su estreno.
También se le reprochó a la película, su alto contenido folclórico, en secuencias como la bendición de los animales, que nos da una visión muy naturalista y poco idealizada de la sociedad Mexicana de principios de siglo.
La película, se salvó de la injusta quema, gracias al reconocimiento internacional, y gente como el crítico francés, Georges Sadoul que habló a favor de la película.
Como las películas neorrealistas, sólo después del triunfo fuera del país, pudo triunfar en el ámbito que la había visto nacer.
Pero también se le puede achacar que María Candelaria tiene un guión excesivamente melodramático, casi de telenovela, exagerado, y deliberadamente partidista, en una historia de gran emotividad a ratos, pero poco creíble, y desde luego, los fallos de raccord, ya sea por falta de presupuesto o de cultura cinéfila que irradian de la cinta, no ayudan a convencer:
Vemos demasiadas heridas sin una gota de sangre, demasiadas casualidades perversas, y poco realismo para hacer conectar el filme con el espectador, supongo que en el México de los años 40, esto se pasaría muy por alto.
Pero también se salva al ser una película que denuncia el odio injustificado, la ignorancia de un pueblo a la hora de juzgar a sus convecinos, y el poder de heredar una tragedia, para ser mal visto y odiado por sus congéneres.
Eso desde luego, es de agradecer, al igual de un ritmo bastante solvente que hace que al menos la película ni sea aburrida, ni se enfangue demasiado en determinadas escenas, por lo que la historia avanza al gusto del espectador y por último, y tal vez lo más importante, por una hermosísima fotografía:
Nuevamente, lagunas florecidas, nenúfares, ríos de agua corriendo, cabañas que salpican las plantaciones de flores, mercados repletos de vendedores vociferando, álamos coronados por un cielo despejado, una ambientación concreta y perfecta de una gran belleza general, que el director mezcla en ocasiones con imágenes poderosísimas, y de gran expresividad, como las conversaciones a través de unos barrotes, algarabía de animales, una mujer tocando las campanas para llamar a la muerte…
Lo que resulta paradójico, es que a pesar del descubrimiento del Emilio Indio Fernández con María Candelaria, el director quedaría posteriormente relegado a un ámbito local, y con escasas excepciones, su cine no volvería a triunfar más allá de los mares.
Por último, la banda sonora es de Francisco Domínguez y Rodolfo Halffter, que sostiene la increíble narración de los hechos, poniendo el acento en cada situación que ocurrirá a través de toda la película.
Desde el inicio, existe un motivo musical que aparecerá en todo el metraje con diferente intensidad, desde un sonido suave con que nos ilustra los campos y la alegría de los personajes, hasta los momentos más tristes y crueles.
La música es triste, amenazante, alegre y esperanzadora, muy bien respaldada en una instrumentación sinfónica, donde el compositor nos hace viajar a través de toda la naturaleza, y a través de los sucesos más tristes del ser humano, con un hermoso y diáfano sonido.
“Hay en esta historia algo tan terrible y tierno a la vez, que aún no he podido borrarla de mi pensamiento”
María Candelaria marcó la cúspide del indigenismo cultural del México posrevolucionario.
Se trata de un producto colectivo, que se nutrió de los hallazgos de La Escuela Mexicana de Pintura y de la visión liberal sobre los indígenas, “seres ajenos pero significativos, por ser pruebas vivientes de la existencia de una patria esencial”, según esta corriente de pensamiento.
Uno de los aspectos más relevantes de esta producción, lo constituye la intolerancia, a nivel de cine, ya Griffith nos lo había advertido en “Intolerance” (1916); es la misma que hace miles de años.
No hemos avanzado un ápice.
La incomprensión, intolerancia, envidia, el resentimiento y el odio que anidaba en las ánimas de los que quisieron matar a María Magdalena a pedradas, son los mismos sentimientos que mueven a los habitantes de Xochimilco, para eclosionar en una iracunda reacción en contra de María Candelaria, a quien los hechos, torcidamente, culparían; y no se sabe de qué, más que de existir, y de ser hija de una prostituta, cosa de la que ella no tiene la culpa.
Podemos pensar que esto es solo una película… pero en la vida real, es lo mismo, y en pleno siglo XXI.
Lo evidenciamos a diario:
Miles de años de evolución, pero solo la corteza cerebral ha evolucionado.
Pero el cerebro reptiliano no ha seguido la supuesta teoría de la evolución darwiniana.
Con razón es una teoría; aún no llega a ser Ley y, por lo visto, le va costar mucho llegar a serlo, si llega.
Ya lo dice el refrán:
“De tal palo tal astilla”
Pero esta tragedia de amor arrancada de un rincón indígena de México, en Xochimilco, en el año de 1909, viene a confirmar el triunfo de las malas lenguas:
Los viejos tiempos de las amistades peligrosas, nunca mueren, y sobre las mentes simples, siguen estando a la orden del día.
No sé el por qué se figuran los periodistas del corazón, que tienen el derecho de escarbar en las vidas ajenas, pero es normal teniendo en cuenta que todo el mundo cobra:
Desde el pobre que está a pie de calle día y noche esperando el momento sagrado, al famoso de turno sale/entra de su casa; como del que pone la mano por vender sus intimidades o miserias.
Obviamente, el filme de Emilio Fernández, no retrata nada de eso, pero sí lo que lo origina:
Al populacho, siempre le ha dado morbo eso de conocer las miserias del vecino.
Y María Candelaria nos sirve para ver la diferencia entre “posado y robado”, y que las piedras en mentes débiles son tan peligrosas como lenguas afiladas y palabras persuasoras y difamatorias que encienden como antorchas el odio de todo un pueblo.
El bulo, es siempre el bulo.
Los tiempos nunca cambian, y ya no hay ningún Jesucristo que recuerde aquello de “quien esté libre de pecado, tire la primera piedra”
Pintar y retratar la belleza, aquí tiene malas consecuencias.
El peso de María Candelaria, fue definitivo.
Para finales de la década de los años 40, el estereotipo cinematográfico del indio, entonces, se ha establecido con todas sus características y estigmas.

“¿Y nuestras chinampas?
¿Y nuestras flores?
Aquí nacimos los 2, y aquí hemos de vivir siempre.
Esta es nuestra tierra, mira qué negra y qué suave”



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