Μια αιωνιότητα και μια μέρα (Eternity and a Day)

“Ξέρω ότι θα φύγετε.
Ο άνεμος σπρώχνει τα μάτια σας μακριά, αλλά σήμερα μου δίνετε αυτή τη μέρα σαν να ήταν η τελευταία”
(Sé que uno se va.
El viento empuja tus ojos lejos pero hoy me da este día como si fuera el último)

Estar llegando al final del camino, no consiste en vaciar la casa, cerrar la puerta y listo, sino todo lo contrario.
Uno debe atar todavía muchos cabos sueltos antes de partir, uno se deja muchas tareas por terminar, muchos recuerdos que merecen ser analizados aún, uno debe todavía ayudar a que el mundo sea un lugar un poco mejor, y sobre todo, uno se deja muchas ganas de vivir.
¿Cuánto tiempo nos queda como para intentar acabar con los cabos sueltos?
¿Cómo terminar nuestra vida, cuando solo nos queda unos días, antes del final?
El viaje hacia el mañana, no es más que la eternidad que viviremos, y el mañana es el recuerdo de un ayer; es solo un día...
“Χαμογελάτε, αλλά ξέρω ότι είστε λυπημένοι”
(Estás sonriendo, pero sé que estás triste)
Μια αιωνιότητα και μια μέρα (Eternity and a Day) es un drama griego, del año 1998, dirigido por Theo Angelopoulos.
Protagonizado por Bruno Ganz, Isabelle Renauld, Fabrizio Bentivoglio, Achilleas Skevis, Alexandra Ladikou, Despina Bebedeli, Eleni Gerasimdou, Iris Atziantoniou, Nikos Kouros, Alekos Udinotis, Nikos Kolovos, Mihalis Yanatos, entre otros.
El guión es de Theo Angelopoulos, Tonino Guerra, Petros Markaris y Giorgio Silvagni.
“Ahora más que nunca, el mundo necesita cine.
Puede que sea la última forma de resistencia ante el deteriorado mundo en el que vivimos.
Al tratar de fronteras, límites, la mezcla de idiomas y culturas de hoy, intento buscar un nuevo humanismo, una nueva vía”, declaró en una oportunidad el director.
Su cine, se caracteriza por el ritmo poético, fuertemente influenciado por la mitología griega, la tragedia y la épica clásicas, la iconografía y el ceremonial bizantino, así como, desde luego, la historia de Grecia y de Los Balcanes, la moderna cultura pop griega, el teatro de marionetas y de variedades griego, como muestra de arte popular.
La belleza de sus películas, y su estilo, se caracteriza por narraciones pausadas, ambiguas y tomas largas; utilización de tiempos muertos, de planos secuencia y alteración del eje cronológico, con dilataciones del ritmo espacio-temporal.
Entre sus temas destacan la inmigración y el regreso al país de origen.
Además de todas las alusiones literarias, históricas, crítica social, el tema de la identidad, las relaciones familiares, etc., Μια αιωνιότητα και μια μέρα (Eternity and a Day) mantiene bastante conexiones con su filmografía, definiéndose así, un estilo propio de un director único.
Μια αιωνιότητα και μια μέρα (Eternity and a Day) es la III parte de una llamada “Trilogía de Fronteras” que comprende:
“Το Mετέωρο Bήμα Tου Πελαργού” (The Suspended Step of the Stork – 1991), “Το βλέμμα του Οδυσσέα” (Ulysses' Gaze – 1995), y Μια αιωνιότητα και μια μέρα (Eternity and a Day)
Las 3 películas evocan cada una a su manera, “el concepto de límite o frontera en la comunicación entre las personas, el amor, y el paso de la vida a la muerte”, según ha explicado Theo Angelopoulos.
Μια αιωνιότητα και μια μέρα (Eternity and a Day) es una coproducción fílmica de Grecia, Francia, Alemania e Italia; cuyo título “La eternidad y un día”, hace referencia a que la película narra el último día de vida del personaje central.
La idea del film, se remonta a la muerte de 2 personas importantes en la vida de Theo Angelopoulos, de acuerdo con la propia confesión del director:
La muerte de Mikes Karapiperis, jefe de diseño de las primeras películas del realizador; y la muerte del actor italiano, Gian Maria Volontè , que murió en 1994, mientras realizaba una de sus producciones.
De estas 2 desapariciones, nació el deseo de conocer lo que las personas han hecho como si tuvieran un día más para vivir.
Μια αιωνιότητα και μια μέρα (Eternity and a Day) fue seleccionada como la entrada griega en la categoría de mejor película extranjera en los premios de La Academia, pero no fue aceptada como candidata; sin embargo, ganó La Palme d’Or en El Festival Internacional de Cine de Cannes.
A manera de “cuento”, se teje sutilmente los tiempos pasados, presentes y futuros de un hombre agonizante, Alexandros (Bruno Ganz), un poeta griego, que reflexiona sobre la vida, un día antes de entrar en un hospital para una “prueba” no especificada...
Frente a su eventual muerte, piensa y recorre su existencia, con la certeza de que es y ha sido un extraño a sí mismo, y a su propia vida.
Por intermedio de las cartas de Anna (Isabelle Renauld), su esposa, Alexandros descubre cuánto ella lo amó, mientras él estaba ocupado en su oficio literario, y sus exilios interiores.
Sin embargo, nunca descubrimos por qué se separaron, él y su esposa, aunque hay indicios de que el arte del hombre y la fama como escritor, estaban detrás de ello.
Nunca aprendemos, si todavía está viva o muerta, aunque muerta es más probable...
A pocas horas de su “muerte”, Alexandros se encuentra con un niño albanés (Achilleas Skevis), que ha cruzado la frontera para sobrevivir en Grecia entre el acoso de la policía, y de las mafias.
El pequeño, ofrece a Alexandros, la oportunidad de, por primera vez en su vida, comprometerse con alguien, y expresarle su afecto.
Tampoco aprendemos la verdad sobre el niño al que se hace amigo…
A veces, el chico parece genuino, y otras veces es un sinvergüenza típico de una novela de Dickens.
Pero al igual que con los otros niños, el camino a Albania no es exactamente fácil, porque en la frontera nevada de montaña, vemos una escena muy misteriosa de una cerca de alambre de púas, con lo que parecen ser cuerpos ¿vivos o muertos?, pegados a ella…
Como fuera, el viejo poeta y el niño, están conectados por el miedo.
El primero, sobre lo que está por venir, y si su vida ha tenido “un impacto”; y el segundo, sobre lo que le espera en su especialmente peligroso “viaje de regreso a Albania” donde, como explica a Alexandros, “el camino por las montañas está llena de minas terrestres”, pues muchos hombres los secuestran para venderlos a adoptantes del mercado negro, así como posiblemente, al comercio del sexo.
La relación entre ambos está marcada por la angustia de 2 posiciones existenciales bien definidas:
Por un lado, el niño, que termina por no regresar a su país, tendrá que enfrentarse a su futuro, recién comienza a vivir, y buscará su destino en un barco rumbo a Italia.
Por el otro, el poeta, que enfrentando el final de su ser, repasa con nostalgia y amor, lo que han sido sus días en este mundo.
Μια αιωνιότητα και μια μέρα (Eternity and a Day) es un viaje de despedida.
El último día de un escritor que va recordando los momentos más felices de su vida.
La consciencia de la propia muerte y su aceptación, no llega a ser trágica.
Es simplemente un adiós muy poético, a todos los recuerdos felices; es una expresión de la vacuidad humana, de la fallida búsqueda de la felicidad, de cómo muchas veces, no nos damos cuenta de que lo que en verdad queríamos, lo teníamos al lado.
La obra toca también el tema de la inmigración, de la necesidad de las personas de pertenecer a algún lugar, pues ninguno de los protagonistas ha encontrado el lugar al que pertenece, son ciudadanos de ningún lado, apátridas de corazón, habitan un lugar, pero no viven en él.
Una magnífica obra, llena de poesía, con un ambiente intrínseco, rodeado de silencios, y al mismo tiempo de palabras que golpean el corazón.
La poética de la premisa es poderosa, invita a la reflexión y a la introspectiva, y nos lleva a pensar qué estamos haciendo de nuestra vida, porque la vida, se va.
“Γιατί, μητέρα, τίποτα δεν συμβαίνει όπως θέλουμε; Γιατί?
Γιατί πρέπει κανείς να σβήνει σιωπηλά σχισμένος ανάμεσα στον πόνο και την επιθυμία; Γιατί έζησα τη ζωή μου στην εξορία.
Πες μου τη μητέρα, γιατί δεν μπορείς να μάθεις να αγαπάς;”
(¿Por qué, madre, nada pasa como deseamos?
¿Por qué?
¿Por qué uno tiene que pudrirse en silencio dividido entre el dolor y el deseo?
¿Por qué viví mi vida en el exilio?
Dime madre, ¿Por qué no se aprende a amar?)
Conocido por sus secuencias oníricas y su lento estilo narrativo, Theo Angelopoulos trabajó una carrera que abarcó más de 4 décadas en el cine.
Sus películas, aclamadas por la crítica, se enfocaron en temas como la guerra, la inmigración, la política, y los problemas económicos que enfrentan muchos griegos bajo la presión de la crisis financiera.
En Μια αιωνιότητα και μια μέρα (Eternity and a Day) la situación de cercanía a la muerte, provoca en Alexandros una mirada recuperadora de su pasado, y abierta respecto del porvenir.
Los “flashbacks” recuerdan especialmente la infancia y el amor; y con 2 figuras femeninas, la madre y la esposa.
El tiempo está en el centro de la reflexión.
El tiempo de la infancia como definidor de la identidad, en la medida en que la persona se identifica con un nombre por el que es llamado.
Sin embargo, el paso del tiempo deteriora al ser humano, provocando el olvido, significativamente en demencia senil de la madre, de la identidad.
El tiempo del amor, también es mirado con la nostalgia del tiempo perdido y distraído.
Anna, no fue amada lo suficiente porque Alexandros, que andaba buscando el sentido en las palabras.
Mientras ella, simplemente le esperaba para amar.
Ante la muerte, la recuperación de la vida emerge como conciencia de lo efímero del tiempo, y de la insaciable búsqueda del hombre de una felicidad apenas entrevista.
“¿Por qué nada salió cómo esperábamos?”
Este viaje a la limitación de una vida, contrastará con la densidad de un día, casi el último día.
Este día, plenamente vivido, ensancha el tiempo trascendiéndolo en dimensiones de eternidad…
Desde el mismo comienzo, el director lleva a cabo un despliegue de lirismo apabullante, con una banda sonora hermosa y delicada, que se une a un esmerado tratamiento de la fotografía y los planos largos; un montaje que pronto se descubre como una verdadera maravilla.
Esto ya es con todo derecho un clásico, porque llega con facilidad a lo más profundo del alma, y combina un genial guión, con un trabajo técnico increíble; hay que ver las simetrías como están trabajadas.
El lugar donde transcurren las imágenes del pasado, la casa de playa, simboliza la memoria individual, y la pérdida de ésta en la infinidad de pequeños universos microscópicos, realidades individuales, que componen el universo macroscópico.
La destrucción de la casa de playa, encargada por su hija y el marido de ésta, no significa más que el choque generacional, la rotura del legado oral-familiar, y el fin de la propia vida de Alexandros, y de sus oportunidades para hacer algo diferente con su vida.
Trata de darnos una idea de la fugacidad de las vidas, y de lo que éstas traen consigo.
También podemos ver paralelamente, una crítica a las mafias que se sirven de los seres humanos como mercancía para la explotación, en este caso, niños.
En cierto modo, representa una cierta crítica a la sociedad occidental que da la espalda a estas realidades, el comportamiento de Alexandros, es un reflejo de la hipocresía de ésta, porque en cierta manera, está tratando de ayudar al niño para redimirse a sí mismo, dado su sentimiento de culpabilidad.
El director, como siempre, no perdona referencias a la historia y la memoria de Grecia.
Nos presenta al poeta comprador de palabras, allá por el siglo XIX, mientras los griegos trataban de liberarse del yugo otomano, como un símbolo claro, de que uno no es de donde nace, sino donde sus raíces lo llevan; la identidad, misma esencia de la vida, no es algo que pueda ser comprado.
Uno tiene que estar dentro del mundo en que vive, para no ser un extranjero, lo cual significa, interactuar de un modo directo con los elementos que lo componen y le rodean.
El pequeño inmigrante albanés, le propone la misma idea, venderle palabras.
Sin embargo, éstas proceden de su propia realidad, de su propia existencia cotidiana, como ser que sí interactúa con su entorno, por eso le faltaron las palabras a Alexandros, para acabar su poema, porque no las sentía, no las vivía, y el lenguaje, es algo vivo que cobra sentido al ser utilizado entre seres humanos; y curiosamente, encajan en estos últimos momentos de lucidez del escritor condenado.
A través del pequeño albanés, cobra conciencia de su realidad, de su vida, y viaja al pasado, en busca de sí mismo, encontrando exactamente lo que fue.
Es un viaje de catarsis, el que realiza a lo largo del metraje.
La escritura, había hecho que nunca fuera capaz de vivir su propia vida, condenándose a vivir a través de su pluma y de las palabras de sus libros.
Él fue un verdadero extranjero en su propia vida.
El título del filme es de este modo propicio, porque la vida y el mañana que parecían una eternidad, se han convertido en un día.
La eterna oportunidad de Alexandros, por hacer algo de sí mismo para con los suyos, ha pasado, “es demasiado tarde”
En un sólo día, tiene que reencontrarse con el yo, que pudo ser y no fue.
De ahí que el encuentro con su madre sea especialmente duro, ya que ella vivió única y exclusivamente por, y para su marido, de modo que se negó a sí misma disfrutar de las alegrías del presente; es entonces cuando Alexandros se pregunta:
“¿Por qué nada salió como habíamos planeado?
¿Por qué hace falta que uno se pudra entre el dolor y el deseo?
¿Por qué viví mi vida en el exilio?”
Sin embargo, observamos que una débil flor surge como esperanza ante la adversidad y la desesperación de esos últimos momentos, y es el niño albanés, quien ofrece a Alexandros, la posibilidad de tratar de enmendar sus errores en éste.
El niño, es el símbolo de la continuidad de la vida, ya que éste es un ser con todas las puertas abiertas; pero ambos tienen miedo:
Uno porque está empezando a vivir, y el otro porque va a dejar de hacerlo, sumido en una guerra interior y sin esperanza.
Un sólo instante en el autobús, muestra la potente pulsión de la vida como un movimiento inquebrantable e imparable que no cesará a la muerte de Alexandros.
Todo seguirá:
La pasión, el amor, las luchas, las protestas...
Una sola vida, es algo insignificante en la inmensidad del universo, pero para su poseedor, es lo único verdaderamente importante, porque es a partir de ésta, como puede tener la capacidad de influenciar de alguna manera sobre el conjunto global.
La vida individual, es el vínculo con el cosmos en constante movimiento.
Por ello queda la imagen del coche parado en el semáforo, durante horas, mientras el resto de vehículos pasan a su alrededor.
El viaje de Alexandros ha terminado ahí, tras haber dejado al niño partiendo en un barco hacia algún puerto del Mediterráneo.
Todos prosiguen su camino, porque la vida no es más que eso:
El eterno discurrir de diferentes caminos, que vienen y van, que se cruzan y se separan…
Theo Angelopoulos, se plantea la misma pregunta que se hizo Samuel Beckett en su día:
“¿Cómo terminar?”
Pero añade una nueva cuestión que tendrá un impacto sobre la respuesta final:
¿Cómo terminar nuestra vida, cuando solo nos queda unos días antes del final?
Paradójicamente, cuando el tiempo del que disponemos es limitado, sacamos el máximo provecho, y es lo que aprendemos gracias a Alexandros y su viaje entre el pasado, el presente y el futuro, en el último día que le queda de vida.
Si bien, el escritor aprovecha para dar un paseo poético entre sus recuerdos, su deseo de llevar al niño hasta la frontera, le ofrece la posibilidad de realizar una buena acción, que tendrá un impacto en su futuro.
La iluminación, que alterna los colores fríos para representar el presente y los cálidos para los “flashback”, nos deslumbra por su sobriedad.
Además, las palabras extraídas de las cartas de la mujer de Alexandros, dan un ritmo especial a esta odisea poética, y están llenas de una sabiduría que nos conmueve.
Y cuando por fin obtenemos la respuesta a la pregunta:
“¿Cuánto dura mañana?”, entendemos que Alexandros está preparado, y que no teme lo que encontrará después de la muerte.
Μια αιωνιότητα και μια μέρα (Eternity and a Day) es un magnífico testamento de este director que, aunque nos dejó demasiado pronto, nos legó varias obras maestras y distinciones.
La cinematografía de Giorgos Arvanitis y Andreas Sinanos, es brillante, incluso si la mayor parte de la película es rodada en días nublados o de niebla.
Sólo el pasado parece brillante y soleado.
Las tomas pasan rutinariamente 2 o 3 minutos de duración, y las conversaciones nunca se dividen en los primeros planos hollywoodenses, que le dicen al espectador, lo que es aparente:
Quién está hablando.
Sin embargo, la cámara está a menudo en movimiento sobre la acción, moviéndose alrededor de los personajes, cambiando ángulos, perspectivas y, a veces, pasando por ellos.
A veces esto es conectarlos al pasado, mientras que otras veces es demostrar que hay existencia más allá de sus problemas en última instancia, pequeños.
Un buen ejemplo de esto, viene en una escena de la noche, donde Alexandros está conduciendo hasta un semáforo que está rojo.
Allí, acaba de detener su coche, y otros coches pasan a su alrededor cuando la luz se vuelve verde.
La cámara se aproxima lentamente al parabrisas delantero, donde vemos al poeta tratar con sus angustias.
Entonces, la perspectiva de la cámara cambia, y estamos mirando detrás del coche, hacia arriba, la luz ahora de color rojo de nuevo.
Solamente es el amanecer, y Alexandros ha pasado horas, tal vez, en esta luz, ahora en una calle desierta.
Luego, sin advertencia, se enciende la luz roja.
La necesidad de reflexión, a toda costa, difícilmente podría haber sido mejor.
Una de las mejores escenas de la película, se produce cuando los 2 toman un viaje en autobús, y encuentran todo tipo de personas, desde un manifestante político cansado, a una pareja que discute, a un trío de música clásica…
También miran por la ventana, y ven un trío de gente en bicicletas, extrañamente vestidos con impermeables amarillos.
También se muestran figuras difusas en el parabrisas trasero del autobús…
El simbolismo, puede significar cualquiera de varias cosas, pero el momento salta al espectador:
El ómnibus como vehículo del tiempo, comunión de los abordajes; final del viaje en que convergen lo efímero y lo eterno; la inocencia de la infancia; los ideales de la juventud y la reivindicación callejera; la nostalgia cansada de Alexandros; la inmanente belleza de la música; las palabras, ecos de silencios prolongados que asedian a los indagadores del lenguaje; el poema que nunca finalizó…
Pero el niño también tiene una escena clave, una que es inexplicable, pero profundamente poética y conmovedora.
Lo vemos en las ruinas de un hospital, llorando a otro muchacho, Selim, a través de una vigilia a la luz de las velas, con docenas de otros jóvenes…
Lo que hace que esta escena funcione, es que vemos a un niño posiblemente moribundo, no mucho antes, y se parece a uno de los niños de la calle con los que el chico de Alexandros se había relacionado cuando lo salvó de la redada policial.
La repetición del nombre de Selim, la luz de las velas, y la extraña disposición de los otros niños en el marco de la película, hacen que un momento se agite, aunque la razón no sea aparente, porque no tenemos motivos para preocuparnos por este personaje, de su destino, y, de hecho, toda la escena puede ser un sueño del muchacho, llorando por su amigo, y deseando que él también pueda ser liberado de la vida, por medio de la muerte.
Que todo esto viene de un niño, añade al “pathos”, profundidad.
El chico se va en medio de la noche, dentro de un contenedor a bordo de un buque enorme, y brillantemente iluminado, cuyo destino es desconocido…
Que el hombre permita que esto suceda, habla mucho de su propio estado de ánimo, y de su entendimiento implícito de que el niño lo necesita mucho menos de lo que siente que necesita al niño.
Es algo que el niño necesita superar.
La lenta disolución de los contornos de la nave en el negro profundo, deja sonar la belleza de la imagen en la mente del espectador, y es esta belleza, la que sugiere un futuro más feliz para el niño, donde quiera que termine...
Porque el niño, es el futuro; nacido en una historia terrible, de muerte.
De un pueblo devastado, huyendo de la destrucción, que fue comprado como esclavo.
Su grito es la tristeza y el miedo, por eso el “¡Eh Selim!” representa la historia rota de una herencia maldita.
Recordemos La Guerra de Los Balcanes, y la destrucción del hombre por el hombre significada en el paisaje de alambradas pobladas de muertos vivientes entre la niebla.
Pero también el niño es la imagen del superviviente.
Del hijo que verdaderamente puede acompañar a morir, como solamente los que han pasado por la muerte inevitable, pero que han escapado de ella.
Solamente, 2 desesperados pueden darse las manos, sonreír y llorar.
Una esperanza tenue, débil pero profundamente humana.
Además, amenazada porque “es muy tarde por la noche”
Estamos ante una historia incierta y frágil, como el barco donde huye el pequeño:
“¿Qué nos espera dónde vamos?”
El alejamiento final de Alexandros, no es tan alegre, y llega al entrar en su antigua casa, la que su hija ha vendido para la demolición.
Él mira a su alrededor, sale por la puerta trasera, y en el soleado pasado donde Anna y otros amigos están cantando…
Se detienen, le piden que se unan a ellos, entonces todos bailan, y pronto, sólo está el poeta y su esposa en movimiento.
Entonces, ella lentamente se aleja, y él dice que su oído se ha ido…
Al parecer, tampoco puede verla.
Él la llama y le pregunta:
“¿Cuánto tiempo será mañana?”, después de que le haya dicho que se niega a ir al hospital, como estaba planeado.
Ella le dice que “mañana durará la eternidad y un día”
La película termina con Alexandros, de nuevo a nosotros, murmurando en griego sin traducir, ¿realmente necesitamos saber lo que está diciendo en este punto, de todos modos?
Viendo las olas en el océano hacer lo que hacen, durante mucho tiempo...
Theo Angelopoulos, ha señalado insistentemente el carácter decisivo de la última escena en 2 planos secuencia.
De vuelta en la casa vacía, a la orilla del mar.
Al lugar original, vuelve Alexandros para el reencuentro con Anna.
El mar es el fondo/destino en su horizonte infinito.
Hay una fiesta en la que se danza entre la vida y la muerte.
Ambos bailan, el amor ofrece la respuesta:
“La eternidad y un día”
Es el momento de pasar a la otra orilla…
A la otra vida.
Sumergirse de nuevo en el mar de la eternidad, con las palabras primordiales.
Para que permanezca el nombre y la identidad, pero más allá de la muerte.
Una lección de la dimensión trascendente del hombre, antesala elocuente de la fe.
Del reparto, el personaje principal estaba escrito para Gian Maria Volontè, que falleció mientras Angelopoulos dirigía el segundo capítulo de la trilogía.
Después se pensó en Marcelo Mastroinianni, que también falleció y, finalmente, se optó por Bruno Ganz.
La actuación de Ganz es maravillosa, y es una exposición de libros de texto de actuación de cuerpo completo.
En las escenas modernas, se mueve lentamente, y con una caída en su porte; mientras que cuando entra en el pasado, tiene agilidad y gracia.
Como dato, se dice que las líneas de Ganz fueron dobladas en griego, pero esto presenta poco problema, ya que no hay mucho diálogo, y el vello facial de Alexandros, cubre parcialmente sus labios, y muchas de las escenas son a distancia, o desde la parte de atrás.
Una vez más, el transporte de sus estados emocionales y psicológicos, es predominantemente por la acción corporal.
Lo mismo, no es cierto para el chico, y Achilleas Skevis que da otra actuación excelente, para un actor infantil europeo.
Su rostro es más sutil y expresivo, y cuando bromea con Alexandros de “comprar palabras en los muelles, puede ser costoso”, hay una impresión brillante de sus ojos, que pocos actores podrían capturar.
Queda para siempre, la poesía de la obra que nos hace reflexionar sobre la existencia en general, y la vida después de la muerte; las digresiones imaginarias que nos asombran por su belleza; y el equilibrio entre el pasado, el presente, y la simbología del futuro.
No obstante, a la película le cuesta arrancar, camina sus primeros metros bajo una pesadumbre ambiental, con pies de plomo, sin nada que contar, sin cebo para el espectador.
Durante los primeros 25 minutos, es un ataúd camino de la fosa, pero es ahí cuando comienza a remontar, cuando el personaje principal deja de ser un islote rocoso, para hacerse profundamente humano, para desgranarse y exhibirse en carne viva, cuando los diálogos atizan el lirismo en las frases, cuando la música afila los recuerdos y las añoranzas, cuando la vida se hace más sensible y palpitante ante la muerte.
Muerte que el director encontró el 24 de enero de 2012, cuando la motocicleta de un policía lo atropelló mientras filmaba su nueva película, en el barrio de Drapetsona, en Atenas.
El director de 76 años, fue ingresado con graves heridas en un centro médico, donde falleció a consecuencia de heridas internas, y derrame cerebral poco después de ser trasladado.
Para los ansiosos, habrá que advertir que Μια αιωνιότητα και μια μέρα (Eternity and a Day) fluye muy lentamente, el propio mecanismo de la película requiere de cierta parsimonia, y los que no conecten, se desesperarán.
De hecho, pese a sus virtudes técnicas, uno de sus defectos recae en la repetición de los recursos fílmicos que utiliza para emocionar o conectar.
Otro de los grandes fallos, es la falta de proximidad con el protagonista, y la falta de calor, o de empatía, tal vez debido a ese alejamiento con la cámara.
Por último, la banda sonora, perfectamente acorde con la película, con su ritmo, puesta en los momentos adecuados, y maravillosamente perfecta, consigue que las emociones se desarrollen, que las personas sientan lo que sucede, ese desasosiego triste, pero lleno de vida, no sólo con sus ojos, sino con sus oídos.
“Η μόνη μου λύπη, Άννα - αλλά είναι μόνο μία; - δεν έχει τελειώσει τίποτα.
Έχω αφήσει όλα ως ένα σχέδιο, σπάσει τα λόγια εδώ και εκεί”
(Mi único remordimiento, Anna, es sólo uno, es no haber terminado nada.
Dejé todo como borrador, palabras destrozadas, aquí y allá)
“Grecia enfrenta una “crisis humanitaria” por el maltrato de buscadores de asilo e inmigrantes en el país”, destaca un informe Amnistía Internacional.
La organización en defensa de los derechos humanos, acusa al gobierno heleno de detener a miles de refugiados, incluyendo a menores de edad, en condiciones vergonzosas y espantosas; porque Grecia, es la mayor puerta de entrada de migrantes desde Asia y África hacia La Unión Europea.
En el país, también se ha reportado un aumento en ataques a extranjeros en un contexto de una profunda crisis de deudas, políticas de austeridad, y elevados índices de desempleo.
La crisis de refugiados que llegan a Europa, ha convertido a las islas griegas de Kos, Chios y Lesbos, en un caos total, donde los inmigrantes no tienen acceso a alojamiento apropiado, agua, ni servicios sanitarios, según denuncia La Agencia de Naciones Unidas para Los Refugiados, (ACNUR)
Después de un par de días ahí, son transferidos a Atenas, donde no les espera nada.
Por su parte, El Primer Ministro griego, Alexis Tsipras, aseguró que la situación sobrepasa las posibilidades griegas, y que los problemas económicos de su país, hacen que vivan una crisis humanitaria dentro de otra crisis, la económica.
La organización no gubernamental, Save The Children, puso el foco en la situación de los niños inmigrantes que están en riesgo de explotación, y de contraer enfermedades en Grecia, por la falta de lugares adecuados para vivir.
“El riesgo de un niño que se ve obligado a dormir en la calle, de ser abusado o de morir de insolación, es muy real”, dijo una de las portavoces de la organización.
Muchas de las grandes ONG, continúan criticando la gestión de esta crisis de inmigrantes en Grecia, y consideran que, dado que se trata de una cantidad menor de 70.000 personas, El Estado debería asegurar mejores condiciones para todos ellos.
Médicos Sin Fronteras (MSF), denunció que miles de inmigrantes indocumentados y refugiados, se hallaban atrapados en la ola de frío y nieve que azota Europa en 2017, y sufren en campamentos mal adaptados al invierno en Grecia y Los Balcanes.
La situación es particularmente inquietante, morir antes de tiempo para muchos.

“Όλα πέρασαν τόσο γρήγορα.
Αυτός ο ύποπτος πόνος... πεισματάρης μου να θέλω να μάθω, να θέλω να ξέρω... τότε το σκοτάδι... η σιωπή γύρω μου... η σιωπή.
Όλοι με έκαναν να πιστεύω ότι πριν από το τέλος του χειμώνα με τις αιθέριες σιλουέτες των σκαφών και τις ξαφνικές ανακαλύψεις τους στον ουρανό, με τους εραστές κατά μήκος του παραλιακού δρόμου, στον φθινόπωρο και την υποκριτική υπόσχεση της άνοιξης, όλα με έκαναν να πιστεύω Ότι πριν από το τέλος του χειμώνα...”
(Todos murieron tan rápidamente.
Este dolor sospechoso... mi terquedad de querer aprender, querer saber... luego la oscuridad... el silencio a mi alrededor... el silencio.
Todo me hizo creer, que antes del final del invierno, con las siluetas etéreas de los barcos, y sus repentinos avances en el cielo, con los amantes a lo largo del paseo, en el sol en declive, y la promesa hipócrita de la primavera, todo me hizo creer, que moriré antes del invierno...)



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