Hannah Arendt

“Ich habe meinen Befehlen gehorcht, ohne nachzudenken, ich habe es getan, wie mir gesagt wurde”
(Obedecí mis órdenes sin pensar, solo hice lo que me dijeron)

¿Son el pensamiento y la reflexión, cualidades inherentes al ser humano?
Es lo que nos diferencia de otros animales superiores, sin embargo, el poder de razonamiento y raciocinio pueden ser rehusados de manera más o menos consciente, lo que nos conduciría a un proceso de despersonalización.
En definitiva, nos convertiríamos en seres sin criterio, juicio ni libertad.
Esto, en relación con la responsabilidad o complicidad de alguien que ha participado en hechos de pura maldad, como los referidos a los que se dieron en El Holocausto, pero que no profesa convicciones ni intenciones malévolas, sino que sus acciones se justifican bajo el sometimiento a órdenes de una persona superior.
Ese es uno de los puntos de partida de la teórica político alemana-estadounidense, de origen judío, Hannah Arendt, que negó su pertenencia al gremio de los filósofos, siendo una de las pensadoras más influyentes del siglo XX.
Por lo que no existe ninguna escuela filosófica o política que se remonte a Hannah Arendt; su extensa y variada obra, ofrece la posibilidad de escoger párrafos y citas para justificar el punto de vista propio.
Según sus propias palabras, al contrario que otros muchos intelectuales importantes contemporáneos, no fue nunca socialista o comunista, pero tampoco completamente sionista, ni se la podía incluir en ningún otro esquema.
Esto ha cambiado radicalmente en los últimos años...
En la época de los postmodernos, su “pensamiento sin barandillas” individual es más bien apreciado, entre otras razones porque, como se señala a menudo, su camino vital e intelectual, muestran una gran coincidencia, siendo señalada como entre los pocos pensadores humanistas independientes y libres del siglo anterior.
Arendt se hizo famosa con su libro “Los Orígenes del Totalitarismo”, que en la actualidad pertenece al canon de la formación política; le trajo muchos apoyos e innumerables invitaciones para conferencias; siendo la primera teórica que entendió el totalitarismo como una nueva forma de poder político en la historia de la humanidad; y que sirvió en parte, como base para un concepto ampliado del totalitarismo y como argumento contra La Unión Soviética post estalinista durante La Guerra Fría.
Y es que ningún libro había investigado de esa forma, los pasos hacia las tiranías del siglo XX de Hitler y Stalin; y demostró que el racismo estaba enquistado en las sociedades de Europa Central y Occidental a finales del siglo XIX, y cómo El Imperialismo experimenta con las posibilidades de indescriptible crueldad y asesinato en masa.
Este estudio le trajo la admiración se sus colegas y de amplios sectores de la educación, y a él le siguieron otros textos fundamentales para el pensamiento contemporáneo; sobre todo en la década de 1960, su reportaje sobre El Caso Eichmann en Jerusalén, produjo una gran controversia.
Las memorias de Eichmann, que muestran su fuerte y sustantivo antisemitismo, todavía no estaban disponibles para Arendt cuando escribió tanto los reportajes como el libro.
En lo personal, la privación de derechos y persecución en Alemania de judíos a partir de 1933, así como su breve encarcelamiento ese mismo año, contribuyeron a que Hannah Arendt decidiera emigrar.
El régimen nacional socialista, le retiró la nacionalidad en 1937, por lo que fue apátrida, hasta que consiguió la nacionalidad estadounidense en 1951.
Trabajó entre otras cosas, como periodista y maestra de escuela superior, y publicó obras importantes sobre filosofía política; sin embargo, rechazaba ser clasificada como filósofa, y prefería que sus publicaciones fueran clasificadas dentro de la teoría política.
Arendt defendía un concepto de pluralismo en el ámbito político; y gracias a ello, se generaría el potencial de una libertad e igualdad políticas entre las personas.
“Importante es la perspectiva de la inclusión del otro” y “en acuerdos políticos, convenios y leyes, deben trabajar a niveles prácticos personas adecuadas y dispuestas”
Como fruto de estos pensamientos, Arendt se situaba de forma crítica frente a la democracia representativa, y prefería un sistema de consejos o formas de democracia directa.
A menudo, continúa siendo estudiada como filósofa, en gran parte debido a sus discusiones críticas de filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, Immanuel Kant, Martin Heidegger y Karl Jaspers, además de representantes importantes de la filosofía política moderna, como Maquiavelo y Montesquieu.
Precisamente, gracias a su pensamiento independiente, la teoría del totalitarismo o “Theorie der Totalen Herrschaft”, sus trabajos sobre filosofía existencial, y su reivindicación de la discusión política libre, tiene Arendt un papel central en los debates contemporáneos.
Como fuentes de sus disquisiciones, además de documentos filosóficos, políticos e históricos, Arendt emplea biografías y obras literarias.
Estos textos son interpretados de forma literal, y confrontados con el pensamiento de Arendt.
Su sistema de análisis, parcialmente influido por Heidegger, la convierte en una pensadora original, situada entre diferentes campos de conocimiento y especialidades universitarias.
Inmediatamente después de La Segunda Guerra Mundial, Arendt comenzó a trabajar en un extenso estudio sobre el nacionalsocialismo; en 1948 y 1949 ampliado al estalinismo.
El libro está formado por 3 partes:
“Antisemitismus” o “Antisemitismo”; “Imperialismus” o “Imperialismo”; y “Totale Herrschaft” o “Dominio Total” o “Totalitarismo”
En la primera parte de su obra principal, “Elemente und Ursprünge Totaler Herrschaft”, analiza los orígenes del totalitarismo, de casi mil páginas, donde Arendt reconstruye el desarrollo del antisemitismo en los siglos XVIII y XIX.
En la segunda parte, cuenta el desarrollo y el funcionamiento del racismo y El Imperialismo en el siglo XIX y principios del XX.
Y en la tercera, describe las 2 formas de totalitarismo, que ella llama “dominación total”; y es el nacionalsocialismo y el estalinismo, sobre el trasfondo de su tesis de la creciente destrucción del espacio político por la alienación del individuo en la sociedad de masas.
El trabajo no es pura historiografía; más bien critica el pensamiento causal de la mayoría de los historiadores, y observa que todos los intentos de los historiadores por explicar el antisemitismo, han sido insuficientes.
Planteó una nueva y muy discutida tesis, que dice que los movimientos totalitarios se apoderan de todas las cosmovisiones e ideologías, y las pueden convertir, a través del terror, en nuevas formas de estado.
Según Arendt, históricamente, hasta 1966, esto sólo han podido realizarlo de forma completa, únicamente, el nazismo y el estalinismo.
Y destaca la nueva cualidad del totalitarismo frente a las dictaduras habituales.
El libro se extiende a todas las áreas de la vida humana, no sólo al nivel político.
En el centro está un movimiento de masas.
En el nazismo, se produjo una inversión completa del sistema jurídico:
Crímenes y asesinatos en masa, eran la regla.
Además del terror, considera que la aspiración al dominio mundial es una característica importante del totalitarismo.
Arendt pone de relieve cómo, sobre el trasfondo de la sociedad de masas y de la caída de los estados nacionales, a causa del imperialismo, las formas políticas tradicionales, especialmente los partidos, fueron más débiles que los movimientos totalitarios, con sus nuevas técnicas de propaganda de masas.
Las descripciones del totalitarismo, sirvieron sobre todo a los politólogos para desarrollar teorías del totalitarismo, que en parte van mucho más allá de la estricta definición de Arendt.
A la edad de 47 años, Hannah Arendt consiguió en 1953, una cátedra temporal en el Brooklyn College de New York, en parte gracias al éxito conseguido en EEUU con su libro sobre el totalitarismo:
“Ninguna forma de gobierno sobrevive sin una base de poder.
Incluso el totalitarismo, que reposa en gran medida en la violencia, necesita el apoyo de muchos”
De abril a junio de 1961, Arendt asistió como reportera de la revista The New Yorker, al proceso contra Adolf Eichmann en Jerusalén.
Como intelectual judía, que a punto estuvo de ser capturada por los nazis, la filósofa de origen alemán, dedicó casi todos sus esfuerzos a explicar, cómo habían sido posibles estas nuevas formas de maldad, planificadas e industrializadas, que habían surgido con los totalitarismos.
Tener frente a sí a un espécimen como Eichmann, era una oportunidad única de estudiar las motivaciones de uno de los verdugos.
Pero lo que contempló, la dejó desconcertada...
De ahí surgieron inicialmente algunos artículos, y después su libro más conocido y más discutido hasta el presente:
“Eichmann in Jerusalem. A Report on The Banality of Evil”, que se publicó primero en 1963 en EEUU, y poco después en Alemania Occidental.
Adolf Eichmann, había sido detenido, clandestina e ilegalmente, por el servicio secreto israelí, El Mossad, en Argentina en 1960, y trasladado a Jerusalén.
La muy discutida expresión que Arendt empleó para referirse a Eichmann, fue “la banalidad del mal”, que acabó convirtiéndose en una frase hecha:
“Fue como si en aquellos últimos minutos, Eichmann resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se sienten impotentes”
“Banalidad del mal” significa que el mal no tiene un valor absoluto.
Que podemos encontrarlo en cualquier parte; que se puede convertir en una rutina.
El Mal no puede ser radical y absoluto, de lo contrario, el mal reinaría.
Sólo El Bien puede ser consciente y radical; por eso, el mal no triunfa.
Esas son 2 de las lecciones del Holocausto:
Cuando la racionalidad y la ética van en direcciones opuestas, sale perdiendo la humanidad; y el mal no triunfa, no es todopoderoso.
Alrededor de esa obra, hubo intensas controversias, y tuvo que ver cómo grandes amigos le volvían la espalda, incapaces de comprender su postura.
Sobre todo, la expresión “banalidad”, en relación a un asesino en masa, fue atacada desde diferentes frentes, entre otros también por Hans Jonas.
Raul Hilberg, también criticó la idea de “la banalidad del mal”
El tipo de crimen, según Arendt, no era fácilmente clasificable.
Lo que ocurrió en el campo de concentración de Auschwitz, no ha tenido ejemplos anteriores.
La expresión, proveniente del imperialismo inglés, “asesinato en masa administrativo”, se le ajusta mejor que “genocidio”
Además de lo dicho, también se le reprochó a Arendt, el haber visto el papel de Los Consejos Judíos de forma demasiado crítica.
Eichmann había exigido “la cooperación” de los judíos, y la había obtenido en “una medida realmente sorprendente”
De camino a la muerte, los judíos habrían visto a pocos alemanes…
Los miembros de Los Consejos Judíos, habrían obtenido de los nazis, un “enorme poder sobre la vida y la muerte”, “hasta que fueron deportados ellos mismos”
Así, por ejemplo, las listas de transporte en el campo de concentración de Theresienstadt, fueron realizadas por El Consejo Judío.
El antiguo rabino de Berlín, Leo Baeck, uno de los representantes judíos más importantes de Alemania, había comentado que “era mejor para los judíos, no saber su destino, ya que la espera de la muerte sólo habría sido más dura”
Este corto pasaje, fue criticado de forma especialmente dura por muchas organizaciones judías.
En Alemania, Arendt recalcaba de nuevo, que su publicación sobre el proceso de Eichmann, era exclusivamente un “informe de los hechos”
Sus críticos y apologetas, por el contrario, habrían discutido problemas de filosofía moral.
Ella había oído con espanto afirmar, entre otras cosas, que “ahora sabemos que hay un Eichmann en cada uno de nosotros”
Pero, según Arendt, el ser humano es un ser que actúa libremente, y es responsable de sus actos.
Por tanto, la culpa recaería sobre unas determinadas personas, y rechaza decididamente la idea de una culpa colectiva.
Arendt consideraba que el proceso contra Eichmann se había realizado correctamente.
Designó como jurídicamente irrelevante la defensa de Eichmann, afirmando que él había sido sólo una ruedecilla en el enorme engranaje del aparato burocrático.
Fue ejecutado en justicia.
Durante el nacionalsocialismo, todos los niveles de la sociedad oficial estuvieron implicados en los crímenes.
Como ejemplo, nombra la serie de medidas antisemitas que antecedieron a los crímenes en masa, y que fueron consentidas en todos y cada uno de los casos “hasta que se llegó a un punto en el que ya no podía pasar nada peor”
Los hechos no fueron realizados por “gánsteres, monstruos o sádicos furibundos, sino por los miembros más respetables de la honorable sociedad”
Así, a los que colaboraron y siguieron órdenes, no debe preguntárseles:
¿Por qué obedeciste?, sino ¿Por qué colaboraste?
La misma Hannah Arendt señaló, que ella misma quizás no habría estado a la altura de esas exigencias:
“¿Quién dice que yo, que condeno una injusticia, afirmo ser incapaz de realizarla yo misma?”
Por otro lado, “intentar comprender no es perdonar”… no es justificar un hecho o una acción; es intentar ir al meollo de un comportamiento humano, o indagar en el porqué de las cosas, para entender por qué se produjeron.
A veces ese intentar comprender, y argumentar, hace daño o provoca rechazo visceral, o se quiebra la posibilidad de diálogo.
Porque en ese intentar comprender, pueden surgir verdades que enfrenten al ser humano con su parte más oscura.
“Aber ist es nicht interessant, dass ein Mann, der alles getan hat, was ein mörderisches System von ihm verlangte, der sogar irgendwelche Details über seine Arbeit preisgibt, dass dieser Mann darauf besteht, dass er nichts gegen Juden hat?”
(¿Pero no es interesante que un hombre que ha hecho todo lo que un sistema asesino le exigiera, que incluso se apresura a revelar cualquier detalle sobre su trabajo, que este hombre insiste en el hecho de que no tiene nada en contra de los judíos?)
Hannah Arendt es un drama alemán, del año 2012, dirigido por Margarethe von Trotta.
Protagonizado Barbara Sukowa, Axel Milberg, Janet McTeer, Julia Jentsch, Ulrich Noethen, Michael Degen, Nicholas Woodeson, Victoria Trauttmansdorff, Klaus Pohl, entre otros.
El guión es de Pam Katz y Margarethe von Trotta, basadas en la filósofa judía-alemana y teórica política, Hannah Arendt.
Margarethe von Trotta, directora representante feminista de la nueva ola del cine alemán de los años 70, recrea en su nuevo film, los 4 años que suscitaron más repercusión en la biografía de Hannah Arendt, y supusieron un punto de inflexión definitivo en su carrera; y se centra en la respuesta de Arendt sobre el juicio del exnazi Adolf Eichmann, que cubrió para The New Yorker en 1961.
Sus escritos sobre el juicio, se convirtieron en polémica por la descripción de Eichmann y Los Consejos Judíos, y por la introducción del ahora famoso concepto de “la banalidad del mal” de Arendt.
¿Se trata de un juicio a una persona concreta, o a la historia?
Los de Las SS ni eran monstruos ni estaban locos; entonces:
¿Por qué lo hicieron?
De ahí la reflexión filosófica que realiza sobre la banalización del mal, y es el meollo de toda esta obra.
Hannah Arendt, hace uso de material original, del juicio a Eichmann de 1961, un testimonio en blanco y negro; así como el real y desgarrador testimonio de los sobrevivientes, y del fiscal Gideon Hausner.
Hacer una película sobre un pensador, es un reto; hacerlo de una manera accesible y apasionante, es un triunfo.
Hannah Arendt se habría sorprendido al saber que después de 50 años de controversia, es una película que promete provocar el debate público serio, que buscaba en la publicación de su libro.
El drama se concede debido a los conflictos sentimentales de los personajes, y cómo ellos los sobrellevan a través de la trama.
Además, Hannah Arendt es una lección de filosofía que dura 109 minutos.
No acuda el espectador a ver una película más, sino a valorar unos acontecimientos desde una perspectiva diferente.
Estos acontecimientos, se resumen en una reflexión sobre el mal; y el film se enfrenta al ser pensante, con el no pensante, analizando el postulado sobre El Bien y El Mal de la filósofa judío-alemana, Hannah Arendt (Barbara Sukowa), discípula de Martin Heidegger (Klaus Pohl), que trabajó como periodista en 1961, en el juicio a Adolf Eichmann, el nazi que organizó el genocidio del pueblo judío durante La Segunda Guerra Mundial, conocida por “La Solución Final”
Mientras observa el proceso legal, el sobreviviente del Holocausto concluye que Eichmann no era un simple monstruo, sino un hombre ordinario que había enterrado irreflexivamente su conciencia a través de su obediencia al régimen Nazi y su ideología; que concluyó en su famoso libro sobre “La Banalidad del Mal”
Esta fue la primera de toda una serie de textos que fueron apareciendo en The New Yorker, antes de que tomaran forma, y se unieran en un libro.
Y es que ella había esperado a alguien aterrador, un monstruo, y Eichmann no parece ser eso.
En una conversación de cafetería, en la que se plantea la historia del Fausto, se menciona que Eichmann no es de ninguna manera un Mefisto/el diablo.
Al regresar a New York, Arendt tiene montones de transcripciones para pasar.
Su esposo tiene un aneurisma cerebral, casi muriendo, y le causa más retraso.
Ella sigue luchando con la forma en que Eichmann racionalizó su comportamiento a través de tópicos sobre la lealtad burocrática, y que él solo estaba haciendo su trabajo.
Cuando finalmente se publica su material, inmediatamente crea una enorme controversia, lo que resulta en llamadas telefónicas de gente enojada, y una pelea con su viejo amigo, Hans Jonas.
Este informe, inmediatamente provocó un escándalo internacional, pues ella crearía el concepto de “la banalidad del mal” que ella pensó, incluso absorbió a algunos líderes judíos de la época, para que involuntariamente participaran en El Holocausto.
El resultado es una amarga controversia pública, en la que se acusa a Arendt de culpar a las víctimas del Holocausto.
Ahora, esta intelectual, con una gran voluntad, se ve obligada a defender sus atrevidas ideas innovadoras sobre la complejidad moral en una lucha que exigirá un alto costo personal.
En una noche en la ciudad con su amiga, la novelista Mary McCarthy (Janet McTeer), insiste en que la están malinterpretando, y sus críticos que la acusan de “defender” a Eichmann, no han leído su trabajo.
La historia es poderosa, impresionantemente atractiva, académica y reflexiva sobre la memoria histórica, sobre cómo se debe analizar un conflicto en que la maquinaria de responsabilidades tiene un precio por pagar:
La conciencia.
Durante esta época, ella luchó contra las críticas a su escrito y contra demonios internos, provenientes de su “época oscura”; y la película captura a Arendt en uno de los momentos más importantes de su vida y su carrera; también cuenta con representaciones de otros destacados intelectuales, entre ellos, el filósofo Martin Heidegger, la novelista Mary McCarthy, y el editor neoyorquino, William Shawn (Nicholas Woodeson)
Y es que en La Segunda Guerra Mundial, se llevó a cabo una aniquilación exitosa de más de 6 millones de personas, muchos de los responsables solo fueron burócratas, mientras los verdugos reales fueron los mismos amigos, familiares y vecinos que actuaron por dinero, miedo o intimidación.
Enfrentarse a un espectro oscuro de una historia “conocida”, analizado en la figura de Adolf Eichmann, solo pone el dedo en la llaga, y promueve ver más de cerca, quienes son los verdaderos culpables de la historia.
Por otro lado, McCarthy, aborda el tema de la relación de amor de Arendt hace muchos años con el filósofo Martin Heidegger, que había colaborado con los nazis.
Arendt se encuentra rechazada por muchos colegas y antiguos amigos por ello.
La película se cierra con un discurso final, que da ante un grupo de estudiantes, en el que ella dice que este juicio fue sobre un nuevo tipo de crimen que no existía previamente.
Un tribunal, tuvo que definir a Eichmann como un hombre en juicio por sus actos.
No era un sistema o una ideología lo que estaba en prueba, solo un hombre.
Pero Eichmann fue un hombre que renunció a todas las cualidades de la personalidad, demostrando así, que el gran mal lo cometen “lo donnadies” sin motivos ni intenciones.
Esto es lo que ella llama “la banalidad del mal”
Hannah Arendt una joya imprescindible, que llama al debate, con una de las más grandes pensadoras que ha tenido la humanidad.
Técnicamente, la película está bien narrada, con una fluidez que no decae, con una trama adyacente, a modo de “flashback” que puede llegar a perderse… pero necesaria, con actores que cumplen muy bien sus papeles, estereotipados pero muy bien defendidos, y que hacen pensar al espectador; y nos recuerda que los crímenes más atroces, pueden ser cometidos por gente normal, que se limita a hacer lo que le dicen, y eso es un argumento clave para entender nuestra era.
La realizadora, demuestra tener un gran respeto por el espectador, al que invita a sacar sus propias conclusiones, después de proporcionarle un retrato lo suficientemente amplio de Arendt.
“Ich schrieb keine Verteidigung Eichmanns, aber ich versuchte die schockierende Mittelmäßigkeit des Mannes mit seinen schwankenden Taten zu versöhnen.
Der Versuch, ihn zu verstehen, ist nicht dasselbe wie Vergebung.
Und außerdem sehe ich es als meine Verantwortung zu verstehen.
Es liegt in der Verantwortung von jedem, der es wagt, über dieses Thema Papier zu schreiben”
(No escribí ninguna defensa de Eichmann, pero traté de reconciliar la impactante mediocridad del hombre con sus asombrosas hazañas.
Tratar de entenderlo, no es lo mismo que el perdón.
Y además, veo que es mi responsabilidad comprender.
Es la responsabilidad de cualquier persona que se atreva a poner papel y lápiz sobre este tema)
La directora Margarethe Von Trotta, nos propone posiblemente, una de las miradas más importantes para entender la Alemania de entreguerras, y La Segunda Guerra Mundial.
Hija de la generación cuyos padres siguieron a Hitler, su mirada se dirige generalmente a 2 temas:
El terrorismo de extrema izquierda, que desgraciadamente sacudió su país en los años 70; y la reflexión sobre la historia alemana en determinados personajes históricos no tan conocidos por el público, como Rosa Luxemburg.
Y al igual que Hannah Arendt, se ha especializado en intentar comprender y explicar la historia alemana, sin justificar sus males.
Con esta película, Margarethe von Trotta acaba su trilogía de las mujeres:
Rosa Luxemburg, Rosenstrasse, y Hannah Arendt, que influyeron de alguna manera en una forma de entender el mundo, Alemania y la humanidad.
Siempre desde el humanismo y la reflexión, tratando de explicar y entender los acontecimientos más relevantes de la historia.
Sin extremismos, sin gritar, con miradas agudas y acertadas sobre temas que generalmente no suelen ser tratados así.
¿Cómo se filma el pensamiento?
Ese escollo es el mayor desafío de la película, y del cual sale airosa, no sólo por una puesta en escena que gradualmente va involucrando la capacidad del espectador para ejercer su propio discernimiento, sino también por el estupendo trabajo del protagonista, Barbara Sukowa, que logra mimetizarse con su personaje.
Menos es más, parece su consigna, mientras su Arendt se echa en un sofá a fumar, a pensar…
A pensar, por ejemplo, cómo “resolver el dilema entre el execrable horror de los hechos alrededor de alguien Eichmann, y la innegable insignificancia del hombre que los había perpetrado”
La realización del guión de este film, es en sí una obra de arte:
Llevar las ideas, los pensamientos políticos y humanos de Hannah Arendt a un guión fílmico, resulta ser la mayor proeza de la realizadora.
Hay que tener en cuenta, que es una historia real, lo que ha hecho la experta directora alemana, es coger un suceso, y a partir de ahí, diseñar una gran película.
Una filmación clásica, intimista, pausada, con diálogos prolijos que economiza minutos, y devuelve al ruedo sin dejar de lado la cercanía de la cámara al rostro de los actores o los ángulos tensos.
Evita, sobre todo, los diálogos prolijos que no repercuten en los intereses ideológicos que ya se conocen de la filósofa.
Ilumina los gestos parcos o extremadamente expresivos de los comparsas exiliados o neoyorquinos de hueso colorado, con planos abiertos y en movimiento que capturan el ambiente romántico intelectual de La Gran Manzana cuando gozaba de prestigio entre los eruditos de la postguerra.
La narrativa de la película, fluye de manera lineal; aunque hace uso de “flashbacks” para brindar contexto a la trama.
Por lapsos, ofrece una narrativa fragmentada entre el pasado y el presente del personaje principal, lo cual marca el final que tendrá este mismo.
El principio de la película tiene como fin el contextualizar la trama; al mismo tiempo, presentar a Hannah Arendt; quien al inicio se muestra como alguien atormentado, previsualizando el argumento, y cómo éste se desarrollará.
Pero más que el seguimiento periodístico que Arendt realizó para la publicación estadounidense, la directora se centra en las reacciones negativas de los encargados de la acción penal, de las instituciones a favor de la libertad de expresión, organizaciones sociales y medios que la condenaron en su momento por nadar contracorriente de la opinión universal avalada principalmente, por los judíos.
El filme revive el drama filosófico que Platón planteaba desde los diálogos de Fedro y La República:
La confrontación perpetua, entre la razón y las pasiones.
Arendt se sitúa en la posición del hombre que sale de la caverna, mientras la directora del filme, tensa las riendas de los caballos que agitan el alma de la película, destacando el poder del razonamiento frente a las pasiones y viceversa.
El hecho histórico, es el episodio dedicado a este drama, donde el filósofo, a pesar del sufrimiento, es fiel a sus ideas, incluso cuando éstas juegan en contra de su propia felicidad.
La película abre con la captura de Eichmann en América del Sur.
Se revela que él se escapó a través de “la línea de ratas”, y con documentación falsa.
Arendt, ahora profesora en New York, se ofrece voluntariamente para escribir sobre el juicio para The New Yorker.
Al observar el juicio, queda impresionada por lo ordinario y mediocre que parece Eichmann; pues ella esperaba a alguien aterrador, un monstruo.
Cuando finalmente su material es publicado, se crea inmediatamente una enorme controversia.
El juicio era controversial desde un principio; se había capturado al acusado en Argentina, y el proceso sería llevado a cabo en Jerusalén, originando un caso ilegal, puesto que representaba espionaje del gobierno en territorio ajeno.
A pesar de la ilegalidad del juicio, es ejecutado porque la sociedad mundial aún se encontraba resentida por El Holocausto.
Estos acontecimientos, marcaron para siempre su existencia, siendo los temas más importantes para ella hasta el día de su muerte.
Por su parte, von Trotta siente fascinación por Hannah Arendt, y no lo disimula. Aunque sus ideales políticos no vayan exactamente en la misma dirección, la realizadora nunca ha ocultado sus ideales izquierdistas; su esfuerzo está centrado en mostrar  el perfil al completo de Arendt.
Una mujer de carácter ambivalente, que en el plano social más superficial pudo ser considerada como una intelectual terca, con tendencia a la prepotencia, debido a su perfil fuerte e independiente, y sus férreas convicciones.
Hannah Arendt es fiel a su pensamiento, y se enfrenta a las consecuencias que provocan sus palabras, pero quiere que sus detractores argumenten también sus planteamientos, que no se dejen llevar sólo por el dolor, las vísceras y el apasionamiento.
La pensadora, a veces es vista por los demás como mujer fría y prepotente; pero también como una persona comprensiva, cálida y muy fiel a su círculo más cercano.
Una mujer con un mundo íntimo e interior rico, que ha construido junto a su segundo esposo, Heinrich Blücher.
Es una mujer sensible, vulnerable, dulce y amigable, que ve cómo su forma de pensar, le hace perder amistades cimentadas durante años, y afianzar otras relaciones.
Por ello, Margarethe von Trotta ha querido diferenciar a la pensadora, Arendt, contundente, decidida, fría, trabajadora; y a Hannah, la mujer cálida, amiga de sus amigos, cómplice y muy enamorada de su marido, y que hace del acto introspectivo del pensamiento, de la reflexión su modo de respuesta y de refugio ante todas las acusaciones y advertencias que recibe.
Lo mejor viene luego, cuando el filme se orienta hacia una estructura de “yo contra el mundo”, una mujer enfrentada a lo políticamente correcto del sionismo universitario.
Porque ella comete el pecado de no ver a la bestia nazi, sino al hombre.
Un hombre que jamás hubiera matado a nadie con sus propias manos, que si hubiera nacido en otro lugar, o en otra época, no hubiera sido más que un anodino funcionario de los que no llaman la atención, que ficharía todas las mañanas y cumpliría sus trienios imbuido en una cotidianidad intachable.
Un hombre que, por su estupidez natural, por su instinto de obediencia, que anulaba cualquier sentido crítico o moral, se dedicó a organizar los transportes de seres humanos hacia la muerte, igual que hubiera podido organizar los vuelos y las reservas de hoteles de una multinacional del turismo.
Ello no quiere decir, como estimaron muchos, que exonerara de sus culpas a Eichmann, sino que trató su caso objetivamente, procurando que no le cegaran las pasiones:
El concepto de banalidad del mal, acabó convirtiéndose en uno de los más citados del pensamiento del siglo XX.
El film nos muestra los 2 juicios que tuvieron lugar en esos años.
El de Eichmann en 1961, y de forma posterior y como consecuencia de este, un segundo juicio moral al que Hannah Arendt fue sometida.
Supo enfrentarse al rechazo y a la incomprensión generalizada, e incluso se mantuvo firme a pesar de las amenazas de las que fue víctima.
De modo que lo que esencialmente provocó las críticas fue la insumisión:
En vez de defender como buena judía la causa de su pueblo de manera incondicional, Arendt se puso a reflexionar, investigar y debatir.
Sus lectores habían esperado de ella un apoyo surgido del sentimiento de la identidad nacional judía y de la adhesión a una causa común, y lo que recibieron fue una respuesta racional de alguien que no da nada por sentado.
En palabras de Aristóteles, en vez de limitarse a ser una “historiadora”, Arendt se convirtió en “poeta”
La escena final en la universidad, con Hannah luchando contra todo el mundo, es una demostración de la gran interpretación de Barbara Sukowa.
El reto de la narración, en línea con el debate filosófico e intelectual, es la defensa de la libertad de opinión y la lealtad de sus convicciones.
De ahí que en sintonía con su tono pedagógico, se imponga una realización aplicada, efectiva, sin brillo especial, convencional, si se quiere, donde encajar sin chirriar las imágenes de archivo.
Se emplea material original del juicio, un elemento que brinda credibilidad en la trama, y enriquece visualmente la película.
Herramienta utilizada con un manejo puntual, usada únicamente cuando Eichmann habla en el juicio, y cuando hablan en contra de él, los sobrevivientes del Holocausto; además, se aplica como si fuera visto a través de una televisión, manejo que brinda veracidad al elemento.
Los tonos y colores empleados en la película, son oscuros, lo cual denota seriedad y frialdad; lo mismo para los espacios, salones de clase, tribunales y el departamento de Arendt.
El personaje principal, es fácilmente identificable, debido a las tonalidades de sus atuendos, verdes oscuros y colores cafés en general, siendo casi siempre su vestimenta una falda, blusa de cuello y un suéter delgado.
Asimismo, es identificable por su adicción al cigarro, donde no hay momento en el que no esté con uno en la mano.
Sobre todo, Hannah Arendt basa su fuerza en los intercambios conversacionales de la protagonista con los demás personajes, diálogos para el acercamiento, o para la ruptura de las relaciones intersubjetivas.
La actriz Barbara Sukowa, hace una gran actuación, en un personaje complicado que tiene que luchar contra todo el mundo para mantener sus ideales.
Y construye una Arendt madura, de voz firme y rígida que infunde respeto a quienes la escuchan.
No soberbia, sí imperturbable en sus razonamientos.
Como si su lenguaje se afincara no en creencias, sino en una lógica de piedra.
Vital y entusiasta al defender sus ideas en el aula, y en las fiestas con sus amigos y colegas, pero intransigente con los excesos de las pasiones fanáticas.
Amorosa y cálida con su esposo, lejos de los complejos de las féminas de su época.
Vemos a una mujer que convive con las secuelas de la guerra de su pasado, y su relación ideológica y personal con Martin Heidegger, y ahora con el desprecio y rechazo de sus amigos.
Sukowa se mimetiza en Arendt en sus modales y pensamientos.
Su interpretación convence por la seguridad y pasión que emana, atemperadas por sus fundamentos racionales.
Los planos medios la capturan tumbada en el sofá con su habitual cigarro encendido entre los dedos.
Sin certezas, solo preguntas, dudas y términos para formularlas y abatir las convicciones erróneas.
Como la buena y amorosa estudiante que se carteaba con Martin Heidegger, cuando descubrió que el pensamiento, ese lugar intenso, íntimo y universal, que sirve como verdadero lugar de encuentro para los espíritus que aún buscan la nobleza en el mundo.
A su lado, Axel Milberg, compone a Heinrich Blücher, el compañero de vida de Hannah Arendt, con magnífico acierto y simpatía personal.
Y Janet McTeer, la excelente actriz inglesa, aporta su naturalidad para el personaje de Mary McCarthy, compañera en la universidad donde enseña Hannah Arendt.
Es imposible despegarse de la pantalla durante toda la duración del film.
Los diálogos y las escenas son tan imponentes y atractivos, que se disfrutan con total interés.
Creo que la película, más que un argumento definido, planteamiento-nudo-desenlace; es un asomarse a la intimidad de la vida de una pensadora, una intelectual, y empaparse del mundo de ideas, lecturas, cuestionamiento, tertulias, clases, viajes, introspección que formaba su día a día.
Más que el viaje a Jerusalén, acaban destacando sobre todo las escenas domésticas, donde las ideas se plasman en argumentos sólidos.
Esto puede parecer un poco aburrido o lento pero, en la medida en que una propuesta así no es habitual en el cine, resulta interesante y valiosa.
En relación con el mensaje como tal, “la banalidad del mal”, creo que tiene fuerza en el análisis de Eichmann y, tal vez, de una parte del pueblo alemán.
“Hacer lo que se te ordena y destacar por la eficiencia”, puede ser una excusa, una actitud o un posicionamiento del cual todos participamos en mayor o menor medida, sobre todo en las sociedades modernas en que no hay tiempo, ni ganas de cuestionar buena parte de lo que sucede o hacemos, como eslabones de cadenas de decisión, y generación de servicios.
Esta “banalidad del mal” puede tener una lectura muy actual, en el contexto de la crisis.
Muchas de las acciones que nos han llevado a esta situación, también pueden ser explicadas, tal vez en el contexto de este “hacer lo que te piden” o “lo que se espera de ti” dentro de las grandes corporaciones o de las sociedades despersonalizadas en las que sólo el éxito económico nos diferencia para pensarlo.
Frente a esta “banalidad del mal” y este “no ser capaz de pensar”, estaría el pensamiento individual argumentado y, en ese sentido, lo más opuesto a Eichmann sería Hannah Arendt, quien, ante el rechazo de sus convicciones, difícil afectivamente, responde con la argumentación, frente a la relación abstracta entre pueblos, alemán vs. Judío; la vinculación específica entre individuos, “tú y yo”
En el diseño sonoro, la película destaca en el uso de silencio a lo largo de ella, que crea un ambiente de seriedad y suspenso en momentos críticos; y para suavizar el oído, las tenues melodías de André Mergenthaler, aparecen en los momentos más álgidos:
Durante el juicio, durante su disertación ante sus alumnos, colegas y amigos después de la publicación de los artículos.
“Die westliche Tradition nimmt fälschlicherweise an, dass die größten Übel der Menschheit aus Selbstsucht entstehen.
Aber in unserem Jahrhundert hat sich das Böse als radikaler erwiesen als bisher angenommen.
Und wir wissen jetzt, dass das wahrste Übel, das radikale Böse, nichts mit Selbstsucht oder irgendwelchen verständlichen, sündigen Motiven zu tun hat.
Stattdessen basiert es auf dem folgenden Phänomen:
Menschen als Menschen überflüssig zu machen.
Das gesamte Konzentrationslagersystem sollte die Gefangenen davon überzeugen, dass sie vor ihrer Ermordung überflüssig wurden.
In den Konzentrationslagern wurde den Männern beigebracht, dass die Strafe nicht mit einem Verbrechen verbunden sei, dass die Ausbeutung niemanden nützen würde und dass diese Arbeit keine Ergebnisse erbringe.
Das Lager ist ein Ort, an dem jede Aktivität und jeder menschliche Impuls sinnlos ist.
Mit anderen Worten, die Sinnlosigkeit wird täglich neu erzeugt.
Um es zusammenzufassen:
Wenn es wahr ist, dass in der letzten Stufe des Totalitarismus ein absolutes Übel entsteht, absolut, weil es sich nicht mehr auf menschliche Motive bezieht, dann ist es genauso wahr, dass wir ohne den Totalitarismus niemals wirklich radikale Natur des Bösen”
(La tradición occidental, erróneamente asume que los males más grandes de la humanidad, surgen del egoísmo.
Pero en nuestro siglo, el mal ha demostrado ser más radical de lo que se pensaba anteriormente.
Y ahora sabemos que el mal más verdadero, el mal radical, no tiene nada que ver con el egoísmo ni con ningún motivo tan comprensible y pecaminoso.
En cambio, se basa en el siguiente fenómeno:
Hacer que los seres humanos sean superfluos como seres humanos.
Todo el sistema de campos de concentración fue diseñado para convencer a los prisioneros de que eran innecesarios antes de ser asesinados.
En los campos de concentración, se les enseñó a los hombres que el castigo no estaba relacionado con un crimen, que la explotación no beneficiaría a nadie, y que el trabajo no produjo ningún resultado.
El campamento es un lugar donde cada actividad e impulso humano no tiene sentido.
Donde, en otras palabras, la insensatez se produce diariamente de nuevo.
Entonces, para resumir:
Si es verdad que en la etapa final del totalitarismo emerge un mal absoluto, ya que no se relaciona con los motivos humanos, es igualmente cierto que sin él, sin el totalitarismo, nunca habríamos conocido la verdadera naturaleza radical del mal)
En los tiempos que corren; entre televisión basura, pensamiento de baratillo e inútil, cine descaradamente comercial o literatura escrita por cualquier presentador de programas dedicados a los cotilleos más absurdos e infames; es extraño comprobar que alguien arriesgue su dinero y sus esfuerzos en realizar o producir una película que trata de trazar un mapa del pensamiento de alguien como Hannah Arendt; una autora de la que se habla mucho, pero a quien leen pocos.
Sus ideas siguen molestando hoy, como lo hicieron hace 50 años.
Nada en la historia es blanco y negro, y los análisis de Arendt despiertan la animadversión de los que prefieren explicárselo todo con esquemas simples, que no permitan la duda, ni obliguen a reflexionar sin fin.
Por ello, es más preciso que nunca, ir a la fuente y leer a Hannah Arendt, porque ella puso de manifiesto que el mal puede ser obra de la gente común, de aquellas personas que renuncian a pensar, para abandonarse a la corriente de su tiempo.
Y eso es válido también para los tiempos que vivimos...
La filósofa Hannah Arendt, defiende que lo preocupante de la existencia del mal entre nosotros, es que cualquiera, en determinadas circunstancias, puede reaccionar como Eichmann, y realizar actos tremendamente malvados e inhumanos, porque cree que es “su obligación” o “su trabajo”
Señaló además, que las acciones de Eichmann bien pudieron haber sido fruto de la sujeción de la cual es víctima un individuo dentro de un régimen totalitario.
Arendt, toma la declaración judicial y la evidencia histórica disponible, y hace varias observaciones acerca de Eichmann:
Arendt también sugiere que Eichmann pudo haber preferido ser ejecutado como un criminal de guerra, que vivir como un don nadie.
Durante su encarcelamiento antes del juicio, El Gobierno de Israel envió no menos de 6 psicólogos para examinar a Eichmann.
No sólo los médicos no encontraron ningún rastro de enfermedad mental, sino que tampoco encontraron pruebas de personalidad anormal.
Arendt sugiere, que lo más llamativo de su análisis, desacredita la idea de que los criminales eran manifiestamente psicópatas y diferentes de la gente normal.
A partir de este documento, muchos concluyeron que situaciones como El Holocausto pueda hacer que incluso el más común de los humanos cometa crímenes horrendos con los incentivos adecuados, pero Arendt se muestra rotundamente en desacuerdo con esta interpretación, ya que Eichmann era libre en su voluntad después de la Führerprinzip.
Arendt insiste en que la elección moral sigue siendo libre, incluso en el totalitarismo, y que esta elección tiene consecuencias políticas, incluso cuando el selector es políticamente impotente:
“Las condiciones del terror llevan a que la mayoría de la gente cumpla con lo esperado, pero algunas personas no, y así se presenta la lección recibida de algunos países a los que se propuso La Solución Final, que podría ocurrir en la mayoría de los lugares, pero no sucedió en todas partes.
Humanamente hablando, no se requiere más, y nada más se puede pedir razonablemente, para que este planeta siga siendo un lugar apto para la habitabilidad humana”
Más allá de su discusión sobre el propio Eichmann, Arendt analiza varios aspectos adicionales de la prueba, su contexto, y El Holocausto.
Señala que Eichmann fue secuestrado por agentes israelíes en Argentina y transportado a Israel, un acto ilegal, y que fue juzgado en Israel a pesar de que no fue acusado de cometer ningún tipo de delito allí.
La pensadora alemana-estadounidense, lo describe como un juicio arreglado y dirigido por El Primer Ministro Israelí, David Ben Gurion, y afirma que éste quería, por varias razones políticas, no hacer hincapié en todo lo que Eichmann había hecho, sino que quedara claro lo que los judíos habían sufrido durante El Holocausto.
Señala que los criminales de guerra fueron juzgados en Núremberg, acusados de crímenes contra los miembros de las diversas naciones, sin referencia especial al genocidio nazi contra los judíos.
Si no hubiera sido declarado culpable antes de que apareciera en Jerusalén, su culpabilidad más allá de cualquier duda razonable, los israelíes nunca se hubieran atrevido o querido que lo secuestraran en una violación formal de la ley argentina.
Arendt, también señala la complicidad de ciertos judíos.
Líderes de Consejos Judíos, colaboraron plenamente a la hora de enviar, correligionarios a los campos de exterminio.
En definitiva, estas son las grandes lagunas que arrastra la sentencia:
“El problema de la parcialidad propia de un tribunal formado por los vencedores; el de una justa definición de “delito contra la humanidad”
Arendt argumenta, que los delitos contemplados en el proceso, al ser desconocidos hasta entonces, no constan como tales en ningún código penal de la época y, por tanto, y hasta una revisión de estos, se carece de procedimientos legales para abordarlos legítimamente.
Y el de establecer claramente el perfil del nuevo tipo de delincuente que comete este tipo de delito, pues la premisa común a todos los ordenamientos jurídicos es que, para la comisión de un delito, es imprescindible que concurra el ánimo de causar daño.
Cuando, por las razones que sean, el sujeto activo no puede distinguir claramente entre el bien y el mal, consideramos que no puede haber delito, así como el que da por supuesto que, cuando todos o casi todos son culpables, nadie lo es.
Criterios que pierden validez en circunstancias como aquellas, en las que habría que presumirse, al contrario de lo sostenido hasta entonces, que “el grado de responsabilidad aumenta a medida que nos alejamos del hombre que sostiene en sus manos el instrumento fatal”
Esta visión racional del juicio, cuando numerosas personas esperaban una adhesión incondicional a las tesis de la fiscalía, le valieron gran número de críticas.
Hannah Arendt fue esa persona excepcionalmente normal, para reaccionar en nombre de la integridad intelectual y la búsqueda de la verdad más allá de la fidelidad a su colectividad.
A esa defensa de la integridad, que es defensa del ser, la prefirió, a pesar de las pérdidas y críticas que le ocasionó, al no-ser, que podía haberse refugiado en la colectividad.
No obstante, Eichmann no era una persona que carecía de inteligencia.
Este Coronel, era incapaz de imaginar:
“Únicamente la pura y simple irreflexión, que de ningún modo podemos equiparar con la estupidez, fue lo que lo predispuso a convertirse en el mayor criminal de su tiempo”
Para Arendt, esa situación merece llamarse “banalidad”
De tal forma, el alejamiento de la realidad y la irreflexión, pueden causar más daño que todos los malos instintos inherentes de la naturaleza humana.
De lo anterior se desprende que existe una fuerte relación entre la irreflexión y la maldad.
Por esto, el mayor delito cometido por Eichmann, el genocidio, es considerado sin precedentes.
Visto así, el problema del mal reside en la incapacidad de pensar.
Entonces:
¿En qué consiste esta inhabilidad?
La respuesta tiene que ver con la reflexión filosófica de Arendt.
En dicha reflexión, el abordaje del problema del mal, está relacionado con la indagación de las estructuras perceptivas, emocionales y conceptuales que se ponen en juego cuando afrontamos las experiencias que comprendemos bajo la categoría de mal, o la experiencia del daño.
En este caso, la filosofía tiene un papel de escucha de las voces de los testigos:
De este proceso histórico de atención, como superación de los silencios.
Así, las perplejidades más profundas tienen su raíz en nuestra experiencia cotidiana, de manera que la indagación filosófica debe ayudar a iluminar dicha experiencia.
Tal como lo hace Arendt, la reflexión filosófica sobre el mal, se presenta ante los ejemplos de la injusticia y el daño.
Dichos ejemplos ayudan a plantear el análisis filosófico del mal.
De acuerdo con la autora, el pensamiento sobre el mal se suscita cuando hemos experimentado, presenciado o sentido el daño o el mal; también cuando vemos actos justos o injustos.
Luego, con la ayuda de la imaginación podemos reflexionar sobre el mal.
Según Arendt, primero conocemos la experiencia del daño, y después creamos el concepto sobre tal daño:
Por ejemplo, primero tenemos la experiencia de genocidio, luego creamos el concepto de genocidio.
Por otra parte, para Arendt, la capacidad que tenemos para pensar, nos permite distinguir entre el bien y el mal.
Sin embargo, esta capacidad de pensar, no es la causa del mal; el mal radica en la incapacidad para pensar en los otros:
No podemos reflexionar en las otras personas como seres humanos, no podemos ver el daño que les causamos; tampoco podemos ponernos en el lugar de la otra persona.
Esta incapacidad, no significa falta de inteligencia, pues los violadores de los derechos humanos pueden ser personas inteligentes, pero su in/capacidad de pensar en el otro, causan el daño o el mal.
No obstante, Arendt no habla del mal en general, sino de un tipo especial de daño, cuya característica principal radica en que puede ser evitado.
Este cambio en la noción de mal, implica que estas acciones pueden ser impedidas, ya que se mueven en el ámbito de lo político.
En este espacio, dichas acciones no pueden justificarse; por tanto, es un mal que, si bien no se puede prevenir de forma absoluta, sí debería ser obstaculizado.
Se trata de una necesidad práctica; es decir, la necesidad de asumir la responsabilidad de la acción.
Es importante aclarar, que la autora tampoco se refiere al mal cotidiano, el cual consiste en las formas comunes de daño o del comportamiento inmoral; es decir, aquel que se encuentra en el ámbito de lo humano y lo pasional.
Por el contrario, el mal al que se refiere Arendt, es particular; es el mal radical, que se ubica fuera de la humanidad e intenta deshumanizar al otro.
Es el mal extremo.
Para Arendt, en los nuevos tipos de males no hay mal en sí mismo, en tanto predestinado e inevitable, algo que viene dado como natural.
El mal de que ella habla, el mal radical, no es una maldad que se da por razones puramente naturales, sino que aparece por razones banales de la acción humana; por ejemplo:
Eichmann quería ser un buen funcionario cumpliendo las órdenes de sus jerarcas; deseaba hacer su trabajo de la mejor manera; debía mostrar lo eficiente que era en la ejecución de las órdenes.
El mal radical consiste en que los seres humanos, en tanto tales, se vuelven superfluos, ya que ni siquiera son tratados como medios, este es el ámbito de lo humano; sino que se procede a la eliminación de la responsabilidad y la espontaneidad humanas; es decir, de la libertad.
La intención de un régimen totalitario, como el nazi, es eliminar la pluralidad y la diversidad, por lo que intenta imponer la omnipotencia y la opinión de un solo individuo o de un sistema político.
Así, el perpetrador del mal radical, no es un monstruo ni un estúpido; por el contrario, es aquel que pierde la capacidad de pensar en el otro, o desde el otro.
En Eichmann, su capacidad de matar se debía a un deber moral; ya lo hacía por el bien de la raza, por ascender en su carrera profesional, por demostrar que podría hacer el trabajo en forma correcta y eficiente, por la obediencia debida.
Todos estos son motivos banales.
Sin embargo, la falta de pensamiento o de reflexión, impide la responsabilidad, y como resultado, Arendt afirma que “no hay derecho a obedecer”
Sin embargo, aunque algunos vieron en sus palabras una justificación de las acciones de Eichmann, Arendt no defiende la inocencia del acusado, ni cuestiona la condena a muerte final; más bien cree que el planteamiento por el cual Eichmann fue presentado por La Fiscalía como un supervillano, no obedecía a la verdad, sino más bien a intereses personales de los acusadores, crear un “caso estrella”; políticos, al mostrar al mundo que El Estado de Israel, excluido de Los Juicios de Núremberg, podía también juzgar a sus verdugos; y sobre todo sociales, un Israel que había ganado en el campo de batalla cierta seguridad militar, estaba pasando por una cierta crisis existencial, y necesitaba un punto en torno al cual las nuevas generaciones pos-Holocausto pudieran unirse.
Hannah Arendt cree, sin embargo, que Eichmann merecía la condena a muerte, pero no por haber organizado ningún plan maestro, o por haber participado personalmente, por ejemplo, pistola en mano, en la muerte de judíos, sino por no haberse opuesto a los crímenes, por haber colaborado eficientemente en el exterminio, incluso sobrepasando las órdenes de sus superiores directos.
“Si los jueces hubieran absuelto libremente a Eichmann de estas acusaciones, estrechamente relacionadas con los espeluznantes relatos de los innumerables testigos que ante ellos comparecieron, no por ello hubieran llegado a un fallo distinto con respecto a la culpabilidad del acusado, quien, en modo alguno, hubiera escapado a la pena capital”
Las declaraciones de la filósofa, pese a todo, resultaron polémicas, y más dada la circunstancia agravante de su propia condición de judía.
Arendt postula que el ser humano no es ni bueno ni es malo por naturaleza.
Según la concepción de Arendt, sólo el individuo lleva la responsabilidad de sus propios actos.
Por ello deben sancionarse los crímenes, pero también las mentiras políticas.
En Estados con una constitución que regula la vida política, es más fácil para el individuo comportarse según un patrón moral, que en tiempos tenebrosos.
Precisamente, tanto más difícil es pensar, juzgar y actuar bajo formas de gobierno no democráticas.
Las personas que interactúan políticamente sobre una base de veracidad personal, no actúan necesariamente de forma moral en el ámbito privado.
Arendt rechaza el recurso a la trascendencia o la conciencia moral, “Gewissen”, como base de la moral, ya que está convencida de que los valores generados por estas vías, son manipulables.
Para ella, el totalitarismo es un sistema en el que el código moral hasta entonces imperante es reinterpretado.
“Así como La Solución Final de Hitler, realmente significaba que la élite del partido nazi estaba obligada a cumplir el mandamiento “matarás”, de igual forma un comunicado de Stalin explicaba el “darás falso testimonio” como regla de comportamiento para todos los miembros del partido bolchevique”
Aquellos que no colaboraron con el nacionalsocialismo se preguntaban, hasta qué punto podrían vivir en paz consigo mismos, si hubiesen cometido determinadas acciones.
La línea de separación transcurría de forma ortogonal a todas las diferencias sociales, culturales y de educación.
Se constataba el colapso total de la sociedad honorable.
La cuestión de, por qué los judíos fueron elegidos como víctimas, ocupó a la pensadora política a menudo…
Ya en la introducción critica a los historiadores que no van más allá de la imagen del judío errante, “Ewiger Jude”, del antisemitismo natural y eterno, o que difunden la teoría del “cabeza de turco”, o bien la teoría de la válvula para explicar la aniquilación de los judíos por parte de los nazis.
“Si es cierto que la humanidad siempre ha insistido en asesinar a los judíos, entonces el asesinato de judíos es una actividad normal y humana, y el odio a los judíos una reacción que ni siquiera hace falta justificar”
Sin embargo, de hecho no hay nada tan terriblemente fácil de recordar, como la inocencia de todos aquellos que se vieron atrapados por la máquina del terror.
Al contrario de otros pensadores, Arendt ve, incluso después de la época del totalitarismo, una esperanza para el mundo, gracias a cada ser humano que nace y que puede comenzar de nuevo.
La maldad, el mal, Arendt lo considera como un fenómeno de falta de juicio.
El ser humano siempre está relacionado con otros, también en el crimen, desarrolla una voluntad que está enfrentada a la voluntad de otros y debe reflexionar sobre sus acciones; si no, se convierte en alguien dirigido, “getriebene”
Al contrario que otros estudiosos, Hannah Arendt no realizó una obra tardía, o de vejez.
Más bien lo que hizo fue seguir desarrollando continuamente su pensamiento político, y mostró a menudo su valor cívico.
No hubo rupturas profundas.
A pesar de las sacudidas exteriores, sobre todo la aparición del totalitarismo, el conjunto de su obra está cerrado en sí mismo, y no hubo muchas correcciones de fondo.
Así, basándose en el concepto kantiano del “mal radical” que adoptó, formuló en 1961, la tesis de “la banalidad del mal”, y luego la defendió a pesar de la hostilidad que suscitó durante años.
En sus cartas, habla de su deseo de mantenerse productiva hasta la muerte.
Tras un primer infarto de miocardio en 1974, retomó sus escritos y la enseñanza; y en 1975 tuvo un segundo infarto mortal en su despacho, en presencia de amigos, a la edad de 69 años.
Las oraciones fúnebres, las pronunciaron, entre otros, su viejo amigo Hans Jonas y representantes de sus alumnos.
Nos queda la perla:
“El mal, no es obra de Satanás y sus seguidores, sino de la gente común, que accede porque no tiene tiempo para pensar, o a quienes el sistema ha extirpado la facultad de pensar”
También deja caer el peligro de una sociedad que aboca a sus ciudadanos a no pensar, y por tanto inquieta.
Curioso es que de los sistemas educativos y universitarios, la eterna asignatura que siempre está en peligro de extinción, es la filosofía, el arte de pensar.
Hay muchas grandes ideas que se aplican a nuestra realidad actual dichas en esta película y en la vida de Hannah Arendt.
La banalidad del mal diseñada por las mentes nazis para ser exportada a todos los países europeos, se cierne hoy como una realidad impuesta por las grandes corporaciones.
Eso que hoy se vive en las grandes empresas como herramienta para torcer voluntades, y destruir a los espíritus libres; véase los medios de comunicación y las tendencias…
La desvalorización del ser humano, es que lo lleva inexorablemente a la abolición de su pensamiento individual.

“Die ganze Welt versucht zu beweisen, dass ich falsch liege.
Und niemand sieht meinen wahren Fehler.
Das Böse kann nicht sowohl gewöhnlich als auch radikal sein.
Das Böse ist immer extrem.
Nie radikal.
Gut ist immer tief und radikal”
(El mundo entero está tratando de demostrar que estoy equivocada.
Y nadie ve mi verdadero error.
El mal no puede ser tanto ordinario como radical.
El mal es siempre extremo.
Nunca radical.
El bien siempre es profundo y radical)



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