The Railway Man

“Revenge is never a straight line”

Los horrores bélicos, no acaban con el armisticio y alto al fuego, sino que perviven en la mente de quienes han combatido por toda una vida.
Las guerras más crueles, no terminan en el campo de batalla, sino que perduran en la memoria, y se libran en el terreno más interno y personal.
Las heridas más profundas, no son las ocasionadas por armas de fuego, sino las que el tiempo y los recuerdos tratan de hacer curar.
Como si de una larga travesía se tratara, el cine ha pasado por el género bélico con la crueldad que sólo el realismo puede reflejar, y la sensibilidad que toda pérdida y batalla llegan a evocar.
Como si este largo viaje no tuviera principio, razón o final.
¿Se puede perdonar actos tan terribles?
¿Es posible superar traumas tan profundos?
La Batalla de Singapur, tuvo lugar en el teatro del Sudeste Asiático de La Segunda Guerra Mundial, cuando El Imperio de Japón invadió la fortaleza británica de Singapur.
Los enfrentamientos duraron del 7 al 15 de febrero de 1942; y Churchill la calificó como “el mayor desastre jamás acaecido al Imperio Británico”
Superadas en efectivos y armas, con poco apoyo por aire, y prácticamente ningún conocimiento de la lucha en la selva, las fuerzas aliadas tenían muy pocas posibilidades frente a un enemigo organizado, que jugaba al despiste, avanzando por la selva malaya, en vez de atacar por mar; siendo la rendición más grande de los militares británicos de la historia:
Aproximadamente 80.000 soldados australianos, británicos y del Imperio Indio fueron hechos prisioneros; uniéndose a 50.000 soldados más, tomados por los japoneses en La Campaña de Malasia.
La derrota de la armada japonesa en La Batalla de Midway, en junio de 1942, cerró la ruta por mar hacia El Océano Índico, y desencadenó la decisión de construir una vía férrea entre China e India, para abastecer a las fuerzas japonesas en Birmania.
La pieza que faltaba, era una sección de 415 kilómetros entre Tailandia y Birmania, una ruta que pronto sería conocida con el nombre de “El Ferrocarril de La Muerte”
Los británicos se habían planteado la posibilidad de construir esa misma línea 40 años antes, pero habían desistido debido a la dificultad del terreno, había que abrirse paso a través de las montañas de roca y de la selva; el clima, los peligros para la salud, y la tremenda dificultad logística.
El gobierno japonés, no había firmado La Convención de Ginebra, y consideraba que cualquier persona hecha prisionera, perdía automáticamente sus derechos, y que había cambiado de bando.
Por tanto, decidió poner a los prisioneros aliados a trabajar en la construcción de la línea férrea.
Aproximadamente 6.000 de ellos sobrevivieron hasta que fueron liberados por fuerzas australianas o estadounidenses entre 1943 y 1945.
Eric Sutherland Lomax, fue un oficial del ejército británico, que fue enviado a un campo de prisioneros de guerra japoneses en 1942.
En 1939, con 19 años, Lomax se unió al Royal Corps of Signals antes de que estallara La Segunda Guerra Mundial.
Después de un tiempo en La 152ª Unidad Oficial de Entrenamiento de Cadetes, fue comisionado como 2º Teniente, el 28 de diciembre de 1940.
Le dieron el número de servicio, 165340; y fue un Oficial del Royal Signals adscrito al 5° Regimiento de Campo, Royal Artillery.
Como Teniente, Lomax fue capturado por los japoneses después de la rendición de Singapur en febrero de 1942.
Él, junto con los otros prisioneros de guerra del Lejano Oriente (FEPOW), emprendió una marcha forzada a la prisión de Changi, en la parte oriental de Singapur.
Alrededor de 850 prisioneros de guerra murieron durante su internamiento en Changi, durante la ocupación japonesa de Singapur, sin embargo, muchos más presos murieron después de ser trasladados desde Changi a varios campos de trabajo fuera de Singapur, incluido el ferrocarril de Birmania, y el aeródromo de Sandakan.
Luego, Lomax fue llevado a Kanchanaburi, Tailandia; y obligado a construir el ferrocarril de Birmania.
Este Ferrocarril, también conocido como “El Ferrocarril de La Muerte”, “Ferrocarril Birmania-Siam”, “Ferrocarril Tailandia-Burma” y nombres similares, era un ferrocarril de 415 kilómetros entre Ban Pong, Tailandia; y Thanbyuzayat, Birmania; construido por El Imperio de Japón en 1943; y completó el enlace ferroviario entre Bangkok, Tailandia; y Rangún, Birmania, ahora Rangún.
La línea se cerró en 1947, pero la sección entre Nong Pla Duk y Nam Tok se volvió a abrir 10 años más tarde, en 1957.
El trabajo forzado allí, fue utilizado en su construcción.
Más de 180.000, posiblemente muchos más trabajadores civiles del sudeste asiático, “Rōmusha”, y 60.000 prisioneros de guerra aliados trabajaron en el ferrocarril:
Javanes, tamiles malayos de origen indio, birmanos, chinos, tailandeses y otros asiáticos del sudeste, que “se unieron” a la fuerza por El Ejército Imperial Japonés para trabajar en el ferrocarril, murieron en su construcción.
Los prisioneros de guerra muertos, incluyeron:
6.904 miembros del personal británico, 2.802 australianos, 2.782 holandeses y 133 estadounidenses.
En 1943, Lomax y otros 5 prisioneros fueron torturados por los kempeitai, que era la policía militar japonesa; y lo hacían con quienes sospecharon que eran espías, y a condenados por “actividades antijaponesas”; especialmente contra Lomax, después de que se encontró una radio clandestina en el campamento; siendo transferido a la prisión de Outram Road en Singapur por el resto de la guerra.
Después de la finalización del ferrocarril, la mayoría de los prisioneros de guerra fueron transportados a Japón.
Los que quedaron para mantener la línea, aún sufrían de condiciones de vida espantosas, así como el aumento de los ataques aéreos aliados.
El 12 de septiembre de 1946, se publicó que Lomax había sido “mencionado en despachos” es decir, su nombre apareció en un informe oficial escrito por un superior, y enviado al alto mando, en el que se describe su acción meritoria de cara al enemigo, “en reconocimiento de servicios galardonados y distinguidos mientras fue prisionero de guerra”; fue galardonado con La Medalla de Eficiencia en la milicia en 1949; y obtuvo el rango honorífico de Capitán.
Se retiró del ejército en 1949; pero incapaz de adaptarse a la vida civil, Lomax se unió al Servicio Colonial, y se envió a Gold Coast, ahora Ghana, hasta 1955.
Después de estudiar administración, trabajó para la Scottish Gas Board y la Strathclyde University; y se retiró en 1982.
Eric Lomax, fue el primer paciente de La Fundación Médica para El Cuidado de Víctimas de Tortura.
Su vida posterior, incluyó la reconciliación con uno de sus antiguos torturadores, el intérprete, Takashi Nagase de Kurashiki, Japón.
Nagase había aprendido inglés de un metodista estadounidense en una universidad en Tokio; y fue uno de los oficiales a cargo de la construcción del “Ferrocarril de La Muerte” que corría entre Tailandia y Birmania, e incluía el famoso “Puente sobre El Río Kwai”, y es conocido por el uso del trabajo forzado de los prisioneros de guerra aliados, aunque la mayoría de la mano de obra y las muertes resultantes, fueron incurridos por civiles locales, forzados a trabajar.
Takashi, había escrito un libro sobre sus propias experiencias, durante y después de la guerra, titulado “Cruces y Tigres”, y financió un templo budista para expiar sus acciones durante la guerra.
El encuentro entre estos 2 hombres, fue filmado como el documental “Enemy, My Friend?” (1995), dirigido por Mike Finlason; mientras la autobiografía de Lomax, “The Railway Man”, ese mismo año.
John McCarthy, un periodista, rehén durante 5 años en Líbano, describió el libro de Lomax como “una historia extraordinaria de tortura y reconciliación”
La construcción del ferrocarril, ha sido el tema de una novela y una película galardonada en los Oscar, “The Bridge on The River Kwai” (1957), en sí es una adaptación de la novela en francés, “Le Pont de La Rivière Kwai” (1952) de Pierre Boulle.
El comentario de Eric Lomax al respecto de la película de David Lean, fue que “nunca había visto unos prisioneros de guerra tan bien alimentados”
De hecho, no había ningún “Puente sobre El Río Kwai”, porque nunca existió tal río.
La propia película se rodó en Ceilán, ahora Sri Lanka; y mucho más tarde, para satisfacer el creciente interés turístico por el puente, las autoridades tailandesas cambiaron el nombre del único río del país, con un puente construido por prisioneros de guerra, en Kanchanaburi.
También, los hechos se relatan en una novela, “The Narrow Road to The Deep North” (2013) de Richard Flanagan, así como una gran cantidad de relatos personales de experiencias de prisioneros de guerra.
La historia de Lomax, se convirtió en el drama de televisión de la BBC, “Prisoners in Time” en 1995.
Más recientemente, la película The Railway Man, basada en el libro del mismo nombre, también da una idea de las condiciones bárbaras y el sufrimiento que se infligieron a los trabajadores que construyeron el ferrocarril.
“I was scared that the same might happen to you”
The Railway Man es un drama bélico australiano, del año 2013, dirigido por Jonathan Teplitzky.
Protagonizado por Colin Firth, Nicole Kidman, Jeremy Irvine, Stellan Skarsgård, Hiroyuki Sanada, Sam Reid, Marta Dusseldorp, Michael MacKenzie, Tanroh Ishida, entre otros.
El guión es de Frank Cottrell Boyce y Andy Paterson, basados en el libro “The Railway Man” (1995) de Eric Sutherland Lomax, acerca de sus experiencias como prisionero de guerra durante La Segunda Guerra Mundial, cuando se vio obligado a ayudar a construir el ferrocarril tailandés-birmano para el ejército japonés.
Esta es una historia de supervivencia y perdón, y nos habla del largo y tormentoso recorrido personal de un hombre horriblemente dañado por su pasado, y cuyas heridas siguen muy abiertas; al tiempo que es una hermosa historia de amor incondicional, y una sutil exposición sobre los límites morales de aquel conflicto terrible.
Y sin caer en lo tópico o doctrinario, es una película capaz de devolver cierta ráfaga de fe en el ser humano, aun cuando este es capaz de destrozar el frágil y hermoso tesoro del que disponemos:
Nuestra dignidad.
El director australiano, Jonathan Teplitzky, no teme tampoco abarcar demasiado, y levanta una película que reflexiona, e invita a ello, sobre la memoria histórica, las secuelas del conflicto, la imposibilidad de olvido, la culpa, el perdón, la compasión, el sacrificio…
Cuenta que “mientras trabajaba en el guión, el coguionista Frank Cottrell Boyce viajó a Berwick-upon-Tweed en Northumberland con el actor Colin Firth para encontrarse con Lomax, de 91 años”
Firth dijo sobre la película:
“Creo que lo que no se aborda a menudo, es el efecto a lo largo del tiempo.
A veces vemos historias sobre, cómo es volver a casa después de la guerra, muy raramente vemos historias sobre cómo es décadas después.
Esto no es solo un retrato del sufrimiento.
Se trata de relaciones... de cómo el daño interactúa con las relaciones íntimas, con amor”
En 2012, poco antes de finalizar el montaje de la película, fallecía Eric Lomax.
Frank Cottrell Boyce dijo de él:
“Su mayor victoria fue librarse de las oscuras sombras que lo habían perseguido, y morir con el corazón lleno de amistad, dulzura, amor y trenes de vapor.
Nos quedamos destrozados por su pérdida.
Y más aún, porque sólo faltaban unas pocas semanas para tener la película a punto para que la pudiera ver”
Por su parte, su esposa, Patti Lomax, asistió al estreno mundial de la película en El Festival de Cine de Toronto en 2013, donde recibió una gran ovación en la proyección; al igual que lo hizo en El Festival de Cine de Sarajevo en Bosnia.
El rodaje comenzó en abril de 2012, en Edimburgo y North Berwick en East Lothian y St. Monans en Fife; y más tarde en Tailandia; e Ipswich, Queensland, Australia.
La acción sigue a Eric Sutherland Lomax (Jeremy Irvine/Colin Firth), un Oficial del Ejército Británico, fascinado desde su infancia por los ferrocarriles.
Durante La Segunda Guerra Mundial, fue capturado por los japoneses en La Campaña de Singapur de 1942, y enviado a un campo de trabajo en la línea férrea entre Birmania y Tailandia.
Allí, consiguió sobrevivir, a pesar de las terribles condiciones de vida y de las torturas que sufrió.
Lomax, nunca lo ha olvidado...
Una de las primeras cosas que sabemos de él, es que se reúne mensualmente con unos veteranos de guerra, los integrantes de su escuadrón sobreviviente, y que muestra una extraña obsesión con los horarios de los trenes.
Ha encontrado el amor, en un tren, Patti (Nicole Kidman) pero los recuerdos vuelven insistentemente.
Ella no sabe nada...
Nosotros lo averiguamos poco a poco.
Cada “flashback” nos abre un poco más los ojos:
Vemos al joven Lomax, vivir un infierno:
Palizas, torturas, eternos interrogatorios sin compasión.
Y vemos al Lomax maduro revivir aquello, y quemarse en sus llamas.
Cuanto más vemos, más de cerca sentimos el dolor.
Muchos años después, instalado en el norte de Inglaterra con su esposa, sigue dedicándose a su pasión por los trenes; pero Patti estaba decidida a liberar a Eric de sus demonios; al descubrir que el joven oficial japonés que perseguía a su esposo, todavía estaba vivo, y se enfrentó a una terrible decisión…
Aquel japonés torturador, es ahora guía del campo de trabajo que, convertido en museo, es un lugar mucho más inquietante aún.
¿Habrá venganza, redención, o perdón?
¿Debería Eric tener la oportunidad de enfrentar a su torturador?
¿Ella estaría a su lado, hiciera lo que hiciera?
Bajo un velo acusadamente academicista, The Railway Man empatiza con el espectador, gracias a su valor como película testimonio, y gracias al acto sobrecogedor de reconciliación entre víctima y verdugo, demostrando, cómo el perdón es un arma mucho más poderosa que el odio. 
Un perdón increíble y necesario, es la única salvación utópica para que el mundo pueda redimirse y seguir adelante; y la historia resulta conmovedora, no tanto por sus imágenes, sino por la humanidad que destila la historia de Lomax, que es lo suficientemente poderosa como para afectarnos.
“You were an intelligent, educated man, and you did nothing”
Toda película, como señala el título del último film de Teplitzky, es “un largo viaje” en el que se nos invita a recorrer, vidas, recuerdos, y sensaciones.
De cómo la memoria jugaba ese doble papel de rehabilitar, por una parte, injusticias del pasado; y por otra, mantener vivo el recuerdo de lo pasado para las generaciones presentes.
The Railway Man propicia un intervalo a la memoria, la memoria como elemento necesario para la reconciliación y cicatrización de heridas.
Y esto a partir de un hecho irrefutable y constante:
Las vivencias de una guerra, no acaban con el armisticio o el alto el fuego, sino que perviven en la mente de quienes han combatido para toda la vida.
La verdadera guerra, no es tanto la que se vive en el campo de batalla como las secuelas que perduran durante toda la vida, y la batalla interior que sufren quienes la vivieron.
“Fue difícil escribir el guión, encontrar un equilibrio entre la oscuridad del tema que aborda, y la luz de su desenlace, encontrar un final feliz que no resultara facilón, una forma de hacer justicia al horror sin eclipsar todo lo demás”, dijo el director.
El título de la película, pueda aludir tanto al viaje físico en tiempo y escenarios, como a ese largo trecho de viaje interior que va del odio y la venganza; al perdón y la paz interior, cómo el mismo Lomax señala:
“Después del encuentro con Nagase, me sumí en un estado de paz y determinación.
El perdón es posible cuando alguien está preparado para aceptar la disculpa”
Un presente oscuro y doloroso, se combina con un pasado iluminador acerca del dolor interior que se nos muestra en la pantalla.
La película usa tiempo comprimido para acelerar la historia:
Eric Lomax y Patti Wallace, se conocieron en 1980, pero en realidad no se casaron hasta 1983.
Eric no supo que Takashi Nagase estaba vivo hasta 1993, y finalmente se conocieron en 1995.
La trama se desarrolla en 2 líneas de tiempo distintas:
Por un lado los años 80, y por otro, distintos “flashbacks” que nos trasladan a 1942, durante la captura de Singapur por parte de los japoneses en La Segunda Guerra Mundial, que se convertiría en la mayor rendición de militares británicos de la historia.
Entre esos militares, estaba Eric Lomax y su amigo Finlay (Stellan Skarsgård) que son enviados como prisioneros de guerra a un campamento tailandés, donde son obligados a trabajar en la construcción del ferrocarril que uniría Tailandia con Birmania, al norte de la península de Malaca.
La historia empieza en el presente, 30 años después de la contienda, donde Eric es un veterano solitario, fanáticos de los trenes; y precisamente en un viaje en tren, conoce a una desconocida quien eventualmente sería su esposa:
Patti Wallace.
Pero la buena relación entre ambos, se ve interrumpida por el tormento de Eric, causado por sus vivencias como prisionero de guerra, que lleva a Patti a contactarse con Finlay, para que le cuente, qué ocurrió en Burma, y así entender a su marido…
Es esta conjugación, del presente y el pasado, el que nos permite desentrañar y entender a Eric Lomax, forzado a trabajar en condiciones brutales en la línea del tren, y además sufrió tratos abusivos.
Tomó 5 años de producción, The Railway Man, y una muy cuidada fotografía que busca marcar las distancias temporales y espaciales, entre la calidez de Singapur frente a la frialdad y oscuridad de Inglaterra; definen el estilo de Teplitzky, caracterizado por la sobriedad y el clasicismo.
Constantes “zooms”, primeros planos y contraplanos, consiguen aislar a los personajes en sus debates interiores, sus dudas y decisiones, sin embargo, Jonathan Teplitzky no consigue crear el clímax que nos emocione más allá de la repulsa que genera cualquier escena de tortura, dando la sensación de un hermoso envoltorio, pero carente de verdadera alma; por lo que se basa 100% en sus personajes, ya que como se mencionó, toma una actitud muy delicada y seria hacia los sensibles temas que maneja.
En vez de usar la violencia, escenas gráficas o torturas visualmente traumáticas, Teplitzky inteligentemente elige enfocarse en el aspecto psicológico y emocional.
En ningún momento, la película busca trauma mediante el “shock” gráfico, sino que, en vez, busca que los tormentos de Lomax se transfieran a la audiencia de la manera más fidedigna posible, llevándonos en un viaje emocional que lentamente, y por momentos exagera la lentitud, termina con una catarsis emocional que aparece de manera sorprendente, pero orgánica, cerrando de manera muy satisfactoria el tormento de Eric Lomax.
Para algunos, tal vez sea demasiado “limpio” el final, y sientan que tal vez el momento catártico pierde fuerza debido a la silenciosa manera en que emerge.
Esa escena donde se produce esa reconciliación y ese perdón, no tiene la fuerza que debería, quizás porque nunca pensamos que el bueno de Colin Firth pueda matar a nadie a sangre fría, por mucho daño que le haya hecho en el pasado.
Además, muchas veces sentimos que se trata de 2 películas distintas:
Un drama romántico con Firth y Kidman, por un lado; y una película bélica por otro.
El tratamiento de un tema tan violento y denigrante, como los prisioneros de guerra, es tratado de una manera increíblemente delicada, pero seria.
Esto va de la mano con las interpretaciones de Lomax, que permiten en el espectador, generar una empatía por este personaje.
La presentación de Eric, como un joven valiente y gentil, que se convierte en un hombre retraído y perturbado, logra conjugarse con la exposición de su historia para crear una catarsis final poderosa, cuando finalmente las heridas de lo que sufrió, logran cerrar.
“La sanación no es algo que ocurre de la noche a la mañana, es un proceso y redescubrir la propia humanidad, es parte de ese proceso”, explicó Teplitzky.
“Demasiado a menudo, la gente vuelve de la guerra habiendo visto y sufrido cosas terribles, y el daño es interno”, agregó.
“No se muestran en la película muchas de las cosas que le hicieron a mi marido, porque me dijeron que si no, nadie vendría a verla”, aseguró Patti Lomax, sobre este filme que quiere ser un manifiesto contra la tortura en el pasado, y en la actualidad.
Eric Lomax, se encara a Nagase, decidido a matarlo, pero descubre a un hombre arrepentido, y tan desgarrado como él.
“Se da cuenta entonces, de que son los gobiernos quienes hacen las guerras, y que todos somos víctimas de ellas”, dice Bill Curbishley, productor de la película.
Una clave para el funcionamiento de la trama, es la gran relación entre Kidman y Firth, cuya interpretación del primer encuentro entre Lomax y Patti, logra crear una empatía entre el espectador y Eric.
Es está gran química la que hace que nos importe saber, qué atormenta a Lomax.
Lo mejor, son las secuencias de la vida en el campo, tras la caída de Singapur, es lo que verdaderamente interesa, con una excelente fotografía en general, la película en sí toca varios temas, como la redención, la venganza, las mentiras, el perdón... y consigue marcar una línea fina entre los vencidos y vencedores.
Del reparto, la interpretación y el peso del filme recae en Colin Firth,  que permite dar cuenta de un individuo gentil y valiente, que está atormentado por heridas demasiado profundas.
Firth da vida con suma delicadeza, y sin miedo alguno a ser turbio y despiadado, a este ex soldado aficionado a los trenes, cuyo aspecto erudito y apacible, oculta el hecho de que fue uno de los soldados más valientes de la guerra.
Su obsesión por el mundo del tren, que se extiende hasta conocer perfectamente todos los itinerarios posibles del territorio británico, no es sino una manifestación del lacerante trauma que lo mantiene conectado, a través de los miles de kilómetros de líneas ferroviarias, con la pesadilla que solo él conoce.
Y Firth transmite brillantemente, como de costumbre, pues nunca defrauda, el insoportable dolor que esto significa.
Esto se potencia aún más, por la buena actuación Jeremy Irvine, quien interpreta al joven y captivo Eric.
Irvine, fue elegido como la versión más joven del personaje de Colin Firth, después de que el mismo Firth lo sugiriera para el papel.
Sus escenas, digno del Lomax veinteañero, conmueve en su calvario, y parece haber sido interiorizado en cada gesto de su veterano compañero de rodaje para convertirse en su yo del pasado.
Ambos logran mostrarnos un personaje cuya fuerza y valentía es superada por el dolor de vivir algo tan traumático como el cautiverio, el trabajo forzado, y la tortura.
Las actuaciones de ambos, Firth e Irvine, son clave para el mensaje que busca la película.
Jeremy es quien se merece, en este caso, todos los laureles por dar vida a la versión joven de Colin Firth, y no solo por su excelente trabajo de contención dramática, y complejidad emocional, sino también por hacernos creer en todo momento, que estamos viendo realmente a la encarnación pasada del actor británico.
Irvine sobresale de un elenco en el que también despunta el joven actor que da vida al verdugo de Lomax, Tanroh Ishida.
Ambos aguantan estoicamente la mayor carga dramática de la película, y allanan el camino para que sus 2 versiones adultas, también estupendo Hiroyuki Sanada, concluyan el film con un satisfactorio cara a cara.
Sanada se quedó impresionado al leer el guión:
“Había oído hablar del “Ferrocarril de La Muerte”, pero no conocía los detalles.
El sistema educativo japonés, no enseña nada sobre ese tema.
Cuando empecé a investigar, me quedé impactado y sorprendido, y sentí que era una especie de misión que yo, como actor nacido en Japón, contara esta historia al mundo, y a las generaciones jóvenes, para que se reexamine la historia.
Creo que aprender un idioma implica aprender su cultura, y Nagase era traductor, por lo que tuvo la oportunidad de conocer lo que el resto del mundo pensaba sobre el militarismo japonés.
Por eso empezó a rezar por los prisioneros de guerra y por los trabajadores asiáticos, y yo sentí que tenía la misma misión.
Si no sabemos lo que ha sucedido en el pasado:
¿Cómo vamos aprender de él?
Por eso quería participar en esta película, como actor y como japonés”
Tanroh Ishida, que interpreta a Nagase de joven, piensa que “a la gente de mi generación, le sorprenderá mucho porque no conocen la historia.
No nos la han enseñado, sólo la descubres si decides indagar”
Pero a Ishida le interesaba conocer a qué tipo de presiones había estado sometido su personaje:
“Es algo que nos cuesta mucho imaginar, porque es algo desconocido para mi generación.
Entonces se creía que El Emperador era Dios, y que tenías que entregarle la vida.
Como persona, no existías, eras parte de un grupo, o de una nación.
Es algo que cuesta mucho de imaginar, sobre todo para la sociedad occidental, pero así es como funcionaban las cosas entonces”
El personaje de Nicole Kidman, será el que le sirva de catalizador para enfrentarse a los demonios del pasado de Lomax, y resultan una pareja sutilmente cautivadora.
Pero interpretativamente, La Kidman vuelve a resultar demasiado hierática y sin alma, aparte de su demasiado retoque físico; pero ella se sintió intrigada por protagonizar la película, debido a su tema de perdón.
Lamentablemente, Patti, quien Kidman empieza interpretando de gran manera como una soltera independiente y con personalidad definida, involuciona a medida que nos adentramos en los problemas de Eric; y pasa a convertirse en poco más que una esposa, lamentándose y lamiéndose las heridas...
El productor, Bill Curbishley, cree que “la historia ha sido calificada muy acertadamente, como un clásico del género autobiográfico.
Pero a Patti apenas se la menciona…
Sospechábamos que eso debía de dolerle, pero nunca lo dijo.
Es una mujer maravillosa, leal, sensata, poco dada a la autocompasión.
Durante mucho tiempo se negó a reconocer siquiera que su historia tuviera alguna importancia.
¿Cómo iba a compararse su sufrimiento con el que aquellos hombres habían experimentado?
Y lo cierto es que, como bien dijo Colin Firth mucho después, no habría historia sin Patti.
Ella fue el milagro en la vida de Eric”
Por su parte, Stellan Skarsgård, quien como en el caso anterior se ve notablemente perjudicado por la excesiva levedad de su personaje, un Finley que ni en la versión interpretada por el sueco, ni en su versión joven de la guerra, tiene tiempo suficiente como para que nos pueda llegar a preocupar.
Por otra parte, Philip Towle de la Universidad de Cambridge, que se especializa en el tratamiento de prisioneros de guerra, otorgó a la película 3 estrellas de 5 por su precisión histórica.
Towle también señala que la reunión entre Lomax y su torturador, no fue inesperada, sino que había habido correspondencia previa.
Él escribe que la película puede no haber sido clara:
El ferrocarril estaba básicamente terminado, y para el momento de su rescate... los principales peligros para los prisioneros de guerra, provenían de la inanición y la enfermedad, los bombardeos aliados, y la amenaza inminente de que todos serian asesinados por los japoneses al final”
Como dato, el puente donde el viejo Eric está parado al final de la película, es el famoso “Puente sobre El Río Kwai” en Tailandia.
No obstante, el director comete un error “mortal” con la naturaleza del relato, al hilar una obra depurada, correcta, académica; cuando lo que imploraba el libreto que tenía entre manos, era perversión, brutalidad y decadencia.
Por lo que se le podría achacar que es una película demasiado correcta, austera y convencional, incluso “anticuada”, pues, por desgracia, estamos demasiado acostumbrados a la explotación de efectos especiales, bandas sonoras, emociones al límite, adrenalina... lo que nos acaba volviendo insensibles.
Y este es un film que trata con mucho respeto, y quizás con demasiado tiento, el síndrome post-traumático de la guerra, resultando en un trabajo carente del impacto, y la emoción que suelen conllevar estos relatos bélicos, tan profundamente humanos por definición.
Si The Railway Man nos conmueve, no es por cómo está hecha, sino porque la historia de Lomax es por sí sola, lo suficientemente poderosa como para afectarnos, sobre todo con su tremenda conclusión:
“En algún momento hay que dejar de odiar”
Es una historia que resulta increíble, si no es por las fotos y los títulos finales, que nos muestran a los verdaderos protagonistas, reconciliados y amigos hasta el día que murieron.
Una gran lección de vida la que nos enseña Eric Lomax, cuando su impulso y el de cualquiera, es el deseo de venganza; consigue el perdón y el olvido a través de la reconciliación.
“You are a soldier, Lomax.
You never surrendered”
Toda guerra es un relato amargo y de dolor, pero quizás uno de los más difíciles, es “la imposible” reinserción de soldados que han sufrido en sus propias carnes la experiencia atroz de la tortura, a manos de sus enemigos.
La construcción del Ferrocarril de Birmania, se cuenta como un crimen de guerra cometido por Japón en Asia.
Hiroshi Abe, el primer Teniente que supervisó la construcción del ferrocarril en Sonkrai, donde murieron más de 3.000 prisioneros de guerra, fue condenado a muerte, luego conmutado a 15 años de prisión, como criminal de guerra clase B/C; y como han señalado algunos historiadores, estos datos convierten la construcción del ferrocarril de Birmania, en el campo de concentración más grande de La Segunda Guerra mundial, y el segundo con más víctimas, después de Auschwitz.
Al final de la guerra, 111 oficiales militares japoneses fueron juzgados por crímenes de guerra, debido a su brutalización de prisioneros de guerra durante la construcción del ferrocarril, con 32 de ellos sentenciados a muerte; pero no se han otorgado compensaciones o reparaciones a las víctimas del sudeste asiático.
La mayoría de los supervivientes del famoso “Ferrocarril de La muerte” entre Tailandia y Birmania, guardaban silencio sobre lo que vivieron durante la guerra.
O al menos durante el día...
Sus noches estaban plagadas de rabia y pesadillas.
Décadas más tarde, Eric Lomax rompió su silencio.
Como buen soldado, decidió plantarse y enfrentarse a sus demonios, tanto reales como imaginarios.
Con la ayuda de una mujer extraordinaria, Eric localizó a Takashi Nagase, el oficial que había dirigido su interrogatorio y tortura, y se encontró con él.
Terminada la guerra, Nagase se convirtió en un devoto sacerdote budista, y trató de expiar el trato del ejército japonés a los prisioneros de guerra; realizando más de 100 misiones de expiación en El Río Kwai en Tailandia.
Tras romper su silencio, Eric compartía con vehemencia todo lo que había aprendido:
Que somos mejores y más fuertes de lo que creemos, que ser vulnerable forma parte de ser fuerte, y que el amor te puede sacar hasta del rincón más oscuro.
Eric Lomax, fue un superviviente, un luchador, a pesar de su naturaleza marcadamente pacifista.
Desgraciadamente, tuvo la mala suerte de verse en medio de uno de los conflictos más terribles vistos jamás.
Se vio obligado a mirar a los ojos del mismísimo terror, incluso a convivir con él... pero no permitió que esto le hundieran en las tinieblas.
Porque Eric Lomax fue un luchador, pero ante todo fue una buena persona.
Alguien que no lo conociera, simplemente diría que era un tipo sencillo... y no andaría demasiado desencaminado.
Pero detrás de ese apasionado de los trenes que era capaz de hablar de raíles y locomotoras durante horas, había un hombre lleno de bondad, capaz de hacer lo más complicado:
Perdonar.
La muerte de Lomax, a la edad de 93 años, en Berwick-upon-Tweed, Northumberland, fue anunciada por La BBC, el 8 de octubre de 2012.
Ahora existen Comités de La Verdad y La Reconciliación como parte del proceso de construir naciones.
Desde 2000, después de una campaña liderada por la Royal British Legion, los ex prisioneros de guerra del Lejano Oriente (FEPOW), son elegibles para la compensación del Gobierno del Reino Unido, por su sufrimiento como prisioneros de guerra y campos de internamiento operados por los japoneses durante la guerra.
La compensación puede ser pagadera a cualquier miembro de todos los grupos británicos encarcelados por los japoneses en La Segunda Guerra Mundial.
Por tanto, está disponible para civiles británicos y marineros mercantes, así como para miembros de las fuerzas británicas y del Commonwealth.
Una enmienda del esquema, en 2002, extendió la compensación a los antiguos soldados de Gurkha.
La Federación Nacional de Asociaciones y Clubes de Prisioneros de Guerra del Lejano Oriente (NFFCA) actúa como una organización coordinadora para más de 60 asociaciones y clubes FEPOW autónomos en el Reino Unido.
La comunidad FEPOW, se creó para investigar a seres queridos que sufrieron bajo cautiverio japonés durante La Segunda Guerra Mundial; e incorpora un grupo libre, con sus miembros ayudándose unos a otros en la investigación.
Los Niños y Las Familias de Los Prisioneros de Guerra del Lejano Oriente (COFEPOW), fue fundada en 1997 por Carol Cooper, en Norfolk, después de una lectura casual de un artículo periodístico sobre el descubrimiento de un diario de un soldado que había muerto trabajando en El Ferrocarril de Birmania.
Resultó que el soldado, era su padre...
En 1999, se convirtió en una organización benéfica registrada; y hoy comprende una membresía de niños y hermanos de aquellos que murieron como prisioneros de guerra y campañas.
Para crear conciencia, recauda fondos para la creación de monumentos conmemorativos tanto en El Reino Unido como en El Lejano Oriente, y ofrece recursos para la investigación.
En 2005, estableció el Far East Prisoners of War Memorial Building, en el National Memorial Arboretum, en Staffordshire, Inglaterra.
Dentro del edificio, una exposición cuenta la historia de los capturados por los japoneses durante La Segunda Guerra Mundial.
En la misma área del Arboretum, hay monumentos conmemorativos para los prisioneros de guerra que sufrieron y murieron construyendo El Ferrocarril de Birmania y Sumatra.
En definitiva, el perdón es un milagro que nos permite seguir viviendo.

“Dear Mr. Nagase, the war has been over for many years.
I have suffered much, but I know you have suffered, too.
And you have been most courageous, and brave in working for reconciliation.
While I cannot forget what happened in Kanchanaburi, I assure you of my total forgiveness.
Sometime the hating has to stop”



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