W;t

“It appears to be a matter of life and death”

La palabra inglesa “wit”, se traduce como “ingenio” o “agudeza”, y es una palabra que se utiliza para definir un sentido del humor inteligente, propio de aquellos especialmente hábiles a la hora de relatar acontecimientos de una manera amena y divertida.
Como estilo literario, fue típico de la poesía metafísica, de moda en los tiempos de Shakespeare; y su figura capital fue John Donne; un perspicaz constructor de sermones, sonetos, irónicos epigramas, dislocaciones y paradojas.
En especial, el “Soneto Sacro X” de Donne, representa un canto de rebelión contra la muerte, un alegato de inmortalidad; pero una cosa es trabajar sobre estos profundos conceptos desde la aséptica mirada de los estudios literarios, y otra bien distinta es afrontar la angustia de la muerte en el ámbito personal.
¿Qué diferencia existe entre esta visita médica, y una de las clásicas estampas inmortalizadas en las salas de disección?
La respuesta es clara:
El paciente todavía está vivo, padece dolor, y tiene sentimientos.
La formación del médico, se centra en aprender habilidades y conocimientos para desarrollar actitudes dirigidas a curar enfermedades y salvar vidas.
Sin embargo, la realidad exige dar otro tipo de soluciones cuando no pueden curar, soluciones que cada día son más demandadas por el paciente, la familia y la sociedad en general.
El cine ha sido utilizado desde hace tiempo en la educación, y ahora es habitual, junto con la literatura, en la preparación más humanística del médico.
La visión de la sociedad a través de estos medios de opinión y comunicación, enriquece cualquier reflexión sobre valores profesionales y la ética.
Aunque la opinión de los pacientes aparece también en estas artes, literarias y filmográficas, la investigación, especialmente la de los estudios de investigación cualitativa, han acercado a las opiniones y sentimientos de los enfermos y los familiares, como los verdaderos protagonistas del proceso.
“After all, brevity is the soul of wit”
W;t es un drama del año 2001, dirigido por Mike Nichols.
Protagonizado por Emma Thompson, Christopher Lloyd, Eileen Atkins, Audra McDonald, Jonathan M. Woodward, Harold Pinter, Rebecca Laurie, entre otros.
El guión es de Mike Nichols y Emma Thompson, basados en la obra homónima de I acto, ganadora del Premio Pulitzer de 1999, de Margaret “Maggie” Edson, siendo la primera y la única obra que escribió.
Edson usó su experiencia laboral en un hospital, como parte de la inspiración para su obra de teatro; y mediante un lenguaje de gran belleza literaria, en la creación de personajes psicológicamente complejos.
Edson celebra la vida, y provoca que la gente se pregunte sobre la importancia de valorar lo verdaderamente esencial, y vivir plenamente.
W;t tiene un estilo narrativo ágil, lleno de inteligencia, astucia, ironía, y de un sutil sentido del humor; y como película realizada para la televisión, fue producida y distribuida por HBO; pero antes proyectada en varios festivales.
Y trata sobre la enfermedad y el trato de los pacientes, en este caso terminales, siendo ese el tema principal:
“La muerte que no se desea”
Y se refleja la realidad cotidiana de los pacientes terminales, los intereses personales de los profesionales que la atienden, que priorizan la investigación, incluso por encima de las decisiones tomadas por la paciente respecto a sus decisiones.
El guión rebosa valentía y arrolladores planteamientos, en un tema delicado y puntiagudo como el cáncer, y la dolorosa procesión patética hacia la muerte, se estrella en nuestras narices como un sutil poema de verdades y vejaciones, el martirio inhumano de una mujer que se aferra salvajemente a su poderoso intelecto, para hacer frente a su propia tragedia.
A diferencia de gran parte del melodrama hollywoodense, W;t no decae en el victimismo de su protagonista, ni en dosis ridículas de dolor, llantos, ni de gratuitas escenas exageradamente musicalizadas.
W;t es una historia demasiado sincera e importante como para humillarse y venderse con semejantes tonterías.
El enorme respeto, tanto intelectual como emocional, con el que se ahonda en el martirio de esta lúcida e implacable profesora doctorada de universidad, resulta un cáliz de agua fresca y pura, en una industria que ya ha perdido hace tiempo su auto respeto. 
Y se ve su gran maestría, en que no pretende hacerse notar, sino que se pone al servicio de una historia que requiere solamente de tomas largas, y cámara fija.
Los riesgos de filmar una experiencia teatral de este tipo, son enormes, pero el material original ha sido revisado cuidadosa e inteligentemente para la pantalla, por Thompson y Nichols, donde abundan cambios sutiles pero cruciales de las convenciones teatrales a cinematográficas, reafirmando la habilidad de Thompson como escritor y actriz; así como también, la probada trayectoria del oscarizado Mike Nichols, con las propiedades teatrales.
Y como resultado, W;t a menudo se muestra en las facultades de medicina, como un ejemplo de, cómo los médicos y los investigadores, no deberían comportarse.
O si se prefiere, enseñarles, cómo en bioética deben respetar una popular máxima por todo el mundo conocida:
“Primum non nocere”, que se traduce como “lo primero es no hacer daño”, y se trata de una máxima aplicada en el campo de la medicina, fisioterapia y ciencias en salud, frecuentemente atribuida al médico griego, Hipócrates.
La película fue filmada enteramente en los Pinewood Studios de Londres, Inglaterra, y un epígrafe es el principio de la historia:
“No esperes a estar frente a la muerte para decidir cómo quieres vivir”
La acción tiene lugar durante las últimas horas de La Dra. Vivian Bearing (Emma Thompson), una prestigiosa profesora universitaria de 48 años, que imparte un curso de poesía anglosajona, siendo especialista en Poesía Inglesa del Siglo XVII, en especial en John Donne, poeta, prosista y clérigo inglés, autor de múltiples obras en verso, y aclamado poeta metafísico que se plantea en múltiples ocasiones el sentido de la vida.
Vivian se encuentra en el esplendor de su carrera, y dedicada con entusiasmo a la universidad, cuando su vida sufre un giro, al serle diagnosticado un cáncer de ovarios terminal.
El carcinoma epitelial, el más frecuente en el 80 o 90% de los casos.
Por su diseminación, se encuentra en estadio IV:
En el momento de su diagnóstico, ya presenta metástasis a distancia.
Su crecimiento es rápido e insidioso, obligando a tomar drásticas decisiones.
No hay remedio, y sólo cabe experimentar.
En cuanto al tratamiento, a Vivian sólo le queda una opción:
La quimioterapia experimental y agresiva, con numerosos e indeseables efectos secundarios.
En un principio, tal vez pudiera alargar su existencia, pero con una más que dudosa calidad de vida.
Así se lo advierte el médico, Harvey Kelekian (Christopher Lloyd), antes de inducirla a firma el consentimiento informado.
Serán 8 ciclos de 4 semanas, con sus correspondientes períodos de descanso y recuperación.
Serán también los últimos 8 meses de su existencia...
Mientras El Dr. Jason Posner (Jonathan M. Woodward), antiguo alumno, prueba nuevos y dolorosos tratamientos para buscar su curación.
Y es que Vivian ha centrado su vida exclusivamente en su trabajo, sin apenas otras relaciones personales, fuera de lo profesional, tiene que enfrentarse a los últimos días de su vida, sola con sus recuerdos.
Así que la profesora aprende a convivir con su enfermedad, y descubre el contraste entre unos médicos muy cerebrales, y una enfermera que la trata como lo que es:
Una persona que sufre.
A partir de ese momento, el amor y la compasión adquieren para ella un nuevo y dramático sentido.
Ella recuerda el diagnóstico inicial de cáncer de ovario metastásico en etapa IV de su oncólogo, un médico de 50 años aproximadamente, jefe de oncología médica en El Hospital Universitario.
Kelekian le propone a Vivian, varios ciclos de quimioterapia a dosis plenas de Hexamethophosphacil y Vinplatin; y a medida que avanza la película, la paciente se irá dando cuenta de la dura realidad:
Lo que está acabando con su existencia, no es el cáncer, sino los terribles efectos secundarios del tratamiento:
Alopecia, fiebre, neutropenia, que obligan al aislamiento de la enferma; daños irreparables en la mucosa digestiva, desde la boca hasta el ano; náuseas, vómitos y una insuficiencia renal progresiva e irreversible.
Las escenas sobre el control del balance de fluidos, resultan memorables...
En el transcurso de los acontecimientos, Vivian reflexiona sobre su vida a través de las complejidades del idioma inglés, especialmente el uso del ingenio en la poesía metafísica de John Donne; por lo que durante el metraje, ella recita a Donne, mientras reflexiona sobre su estado.
Como profesora, ella tiene fama de tener métodos de enseñanza rigurosos.
Ha vivido su vida sola, no está casada, y no tiene hijos; sus padres han fallecido, y no tiene contacto de emergencia.
Al tiempo, recuerda que se sometió a pruebas por parte de varios técnicos médicos, y fue objeto de grandes rondas.
Ella recuerda haber compartido el amor por el lenguaje y los libros con su padre (Harold Pinter), y regresa a sus experiencias como estudiante de La Dra. Evelyn E.M. Ashford (Eileen Atkins), de 80 años, emérita de literatura inglesa; y experta en John Donne.
Bearing, luego descubre que se encuentra bajo el cuidado de un joven doctor, investigador de oncología de 28 años, que una vez tomó su clase sobre John Donne, al tiempo que en el hospital, reconoce que los médicos están interesados en ella por su valor de investigación y, como ella, tienden a ignorar a la humanidad en favor del conocimiento; pero gradualmente se dará cuenta de que preferiría la bondad, al intelectualismo.
Vivian llega a la etapa final con un dolor extremo, cuando Susie Monahan (Audra McDonald), una enfermera del centro médico, de 28 años, le ofrece a Vivian compasión, y discute con ella la opción de ejercer su última opción, “no resucitar” (DNR), y lo decide en caso de una disminución severa en su condición.
En una ocasión, por pura coincidencia, es visitada por La Dra. Ashford, que está en la ciudad para el cumpleaños de su bisnieto, y visita el hospital después de enterarse del cáncer de Vivian.
Ella la consuela, y le ofrece leer un soneto de Donne, pero Vivian, apenas consciente, declina.
En cambio, Ashford lee “The Runaway Bunny” de Margaret Wise Brown, que había comprado para su bisnieto, y que solía ser el cuento que leí para su padre.
Cuando Vivian muere, Jason trata de resucitarla, y llama a un equipo médico para que le administre RCP.
Pero Susie intenta detenerlo, señalando la instrucción DNR.
Jason, eventualmente se da cuenta de su error, y pide que el equipo de CPR se detenga.
En la obra de teatro, la historia termina cuando Vivian, desvestida después de su muerte, camina desde su cama de hospital “hacia una pequeña luz”
Pocas veces hemos visto en la pantalla, el lentísimo paso del tiempo para una paciente terminal enclaustrada en su habitación, sin familiares que la visiten, con médicos que sólo ven en su caso, la esperanza de hacer un trabajo que les de un puesto más alto.
Tenemos aquí a la protagonista enfrentada con el fin de su vida, uno que llegará tarde o temprano, y tiene el tiempo que dura la película para recibirlo lo mejor posible.
Más allá de sus ingeniosos planteamientos sobre la muerte y la vida, W;t narra esa verdad que se esconde detrás de la muerte, del patético marchitamiento de nuestro cuerpo caduco, de esa metáfora preciosa de John Donne, y su coma final:
La simplicidad del cambio, la ligereza del último suspiro, y el retorno a lo que en realidad somos, una chispa que se gesta con sencillez, que se corrompe con los años, y que termina de eclosionar para redimirse y volver a esa simplicidad inicial, quizás, para iluminar otra vez.
W;t está llena de realidad y de esfuerzo por amar algo tan preciado como la vida humana, al tiempo de llama la atención a quienes sirven al Juramento Hipocrático.
“You take this too lightly.
This is metaphysical poetry, not the modern novel.
The standards of scholarship and critical reading which one would apply to any other text are simply insufficient.
The effort must be total for the results to be meaningful”
En W;t, lo primero que se nos dice, tras los rasgantes violines de la banda sonora, es que la protagonista tiene cáncer.
Sin preámbulos, sin aspavientos entramos de lleno en su vía crucis.
Y a partir de ahí, se construye una historia que salta del presente al pasado continuamente; una producción hecha al estilo monologuista, recordando a la obra teatral de la que procede; es realmente sobrecogedora, profunda, reflexiva, emotiva y con un tempo “piano-piano” que le confiere un extraordinario valor.
Obsérvese por otro lado la puesta en escena sobria y teatral, con Vivian, que se dirige a nosotros, nos increpa, nos exige reflexionar con ella; pese a los recurrentes “flashbacks” que facilitan la agilidad de la trama, con un ritmo que no decae en los 90 minutos de duración.
La trama revela, que este acceso a su personalidad es inaudito y probablemente ninguna persona cercana en su vida la conozca mucho en realidad.
Por lo que se nos revela su identidad a través de su relación con la poesía de Donne, y los momentos de su vida que más la marcaron.
Un diálogo que tuvo a los 22 años con su mentora sobre la elección de un signo de puntuación, define su vocación, y apunta al impacto profundo de la literatura y de un poema en particular.
El uso emocional de la música, es un elemento también significativo, sobre todo por la obra de Gorecki y su “Sinfonía de Las Canciones Dolientes”
La obra de Edson, establece varias analogías y paralelismos; quizás el más evidente, es la relación entre la medicina y los estudios literarios.
En manos de los médicos, Vivian se convierte en un texto al cual someter a un escrutinio esmerado.
Las visitas en grupo, no son tan distintas a una sesión de seminario.
Entre sus médicos, hay un investigador joven que tomó la clase de Vivian en la universidad, porque era de las que tenía fama de ser imposible.
La afinidad de las disciplinas y la cara conocida, no le quitan lo solitario a lo que está viviendo.
La ironía de que su ex alumno sea quien realiza el examen pélvico, indigna mucho la primera vez; y poco a poco, al observar la pasión absoluta que tiene este muchacho por estudiar las células cancerígenas desinhibidas, Vivian se da cuenta del paralelismo que hay entre ambos.
El desdén que tiene el doctor por el tiempo perdido al preocuparse por los sentimientos del paciente, le revela sus propias actitudes hacia sus alumnos y pares, la intolerancia que fue forjando soledad.
Así, la escasa comprensión demostrada por la erudita profesora ante sus discípulos, es comparable a la indiferencia del equipo médico ante su padecimiento.
A lo largo del metraje, Vivian se permite tener más empatía con ella misma, y aprende a permitirse formas más vulnerables de ser.
Los monólogos de la protagonista, invitan a una profunda reflexión sobre el impacto del diagnóstico, la comunicación médico-paciente, a veces convertida en incomunicación; el aprendizaje del sufrimiento, la soledad, las paradojas de los tratamientos, la deshumanización de la medicina actual, el exceso de pruebas diagnósticas, la falta de intimidad, el ensañamiento terapéutico, la necesidad de cariño y bondad de los profesionales que le atienden.
No cabe duda que W;t es una dura crítica al sistema sanitario y a sus profesionales, donde el personal de enfermería queda algo mejor parado por su papel fundamental como cuidadores.
Ella misma, también hace autocrítica de su vida, pues pensaba que cultivando exclusivamente la racionalidad, podría salir adelante, y se da cuenta que no es así, y concluye que lo importante que es la “inteligencia emocional”
Descubre que el cultivar las emociones, lejos de parecer “cursi”, se hace imprescindible.
En esos momentos se precisa esencia, sencillez, y simplicidad.
Eso es lo que realmente nos hace felices y completos.
Y como fondo, es necesario tener presente el pensamiento de John Donne.
El poeta inglés, escribió además del famoso poema sobre la muerte, un poema que daría título a la famosa obra de Hemingway:
“Por quién doblan las campanas”, pero como autor de múltiples obras en verso y reconocido poeta metafísico que se plantea en múltiples ocasiones el sentido de la vida; es también el autor de la famosa frase:
“Ninguna persona es una isla”
Donde un poema suyo, será el eje de comprensión del film, la lectura del poema sobre la muerte, va deconstruyéndose, y adquiriendo connotaciones antes inimaginables para Vivian, una experta en literatura inglesa del siglo XVII, pero que aprenderá a vivir esa lectura en sus propias carnes:
“Muerte no te enorgullezcas, aunque algunos te llamen poderosa y terrible, puesto que nada de eso eres; porque todos aquellos a quienes creíste abatir no murieron, triste muerte, ni a mi vas a poder matarme, esclava del hado, la fortuna, los reyes y los desesperados, si con veneno, guerra y enfermedad y amapola o encantamiento se nos hace dormir tan bien y mejor que con tu golpe, de qué te jactas, tras un breve sueño despertamos a la eternidad y la muerte dejará de existir, muerte morirás”
Y es que Vivian se ha dedicado a las palabras, y particularmente al poeta John Donne; ella está acostumbrada a aplicar argumentos racionales a la vida cotidiana; pero el mundo de las letras clásicas en el que ha vivido sumergida, queda colapsado cuando las pruebas médicas, con tecnología ultramoderna, a las que debe ser sometida tras diagnosticarle un cáncer ovárico, cambiará el rumbo de su existencia.
La burbuja protectora por la que se ha visto protegida todo este tiempo, se rompe repentinamente obligándole a experimentar un traumático despertar emocional, más humano y profundo.
Si el poeta Ramón Lull afirmaba que:
“El amor nace del recuerdo; vive de la inteligencia y muere por olvido”, en el caso de Vivian parece que queda trastocada la cita:
“El amor nace del recuerdo, le impide olvidar y pone a la inteligencia muy cerca del corazón”
Si miramos W;t desde la perspectiva de Vivian, podemos observar el proceso que sigue el personaje desde que le comunican su enfermedad hasta el desenlace final.
Dicho proceso se ajusta a las fases psicológicas por las que pasan pacientes con enfermedades terminales; y nos presenta a una paciente inteligente y lúcida, con cáncer ovárico en estadio IV, e indaga en su relación con la enfermedad, y con el personal sanitario que la atiende.
El pronóstico de la patología de Vivian, es francamente malo.
Aunque la supervivencia media a los 5 años para todos los cánceres de ovario, ronda el 45%, éste porcentaje desciende dramáticamente hasta el 18% en los estadios IV de la enfermedad.
Recordemos que estamos hablando de un carcinoma epitelial invasivo.
Considerando la edad de las pacientes, el pronóstico es ligeramente superior para las menores de 65 años.
Vivian es una profesora universitaria, acostumbrada a la reflexión y el análisis, y esas herramientas, junto a grandes dosis de ironía, son las que emplea ahora para afrontar su nueva condición de enferma.
El personaje pone voz a su monólogo interior, y este recurso teatral, antes que película, W;t fue una obra de teatro en Broadway; convierte al espectador, en una especie de interlocutor silente, al que la propia paciente va informando del progreso de su enfermedad, de su sufrimiento y de su nuevo punto de vista sobre la vida y la muerte.
Todo de un gran valor docente para futuros profesionales de la salud, pacientes y familiares.
En W;t, que tiene el tono de un informe frío y veraz, la primera escena avala esta opinión, y se plantean muchos temas sobre los que debatir:
La información al paciente con cáncer; el cáncer como paradigma de enfermedad; cómo atender a los pacientes neoplásicos, y aquí aparecen distintos modelos, entre médicos y enfermeras que convendría identificar; médicos e investigadores a la cabecera de los pacientes; identificar los intereses de unos y otros:
¿Qué esperan los pacientes de sus médicos?
Al tiempo que analiza la visita del equipo médico a la paciente ingresada; su soledad y el lento pasar del tiempo en los hospitales.
Y a lo interno:
¿Sirven la inteligencia y/o el conocimiento para afrontar la enfermedad y la muerte?
Las disposiciones o últimas voluntades sobre la propia muerte que otros deben atender, etc.
Obsérvese la actitud y el perfil profesional del médico frente al personaje de la enfermera.
Ambos representan modelos de comunicación diferentes, incluso contrapuestos, así como conceptos del dolor y la enfermedad dispares.
Ante la situación límite de la enfermedad y de la muerte, se presentan por contraste 3 posturas ante la vida:
La primera, está representada especialmente en el joven Dr. Jason Posner.
Cuando asistió a las clases de la profesora, Vivian llegó a la conclusión que “no puedes ir pensando en ese rollo del sentido de la vida, porque te volverías loco… es mejor la bioquímica”
En esta perspectiva, no se tienen ojos para ver el sufrimiento del otro.
No hay fondo humano.
Cuando se camina en esta dirección, la medicina corre el riesgo de convertirse en una técnica despiadada.
La renuncia a las dimensiones espirituales y su reducción a la materia, termina por deshumanizar.
La segunda postura, la define la protagonista:
La vida de Vivian ha consistido en refugiarse en la abstracción metafísica, y en el ejerció profesional.
Esta forma de vida, quedará puesta en crisis por la enfermedad, como llego a avisarle su propia profesora:
“La teoría no sirve de nada.
Use la inteligencia para vivir”
La tercera postura, queda representada por la profesora Evelyn E.M. Ashford, que viene en ayuda de Vivian en la hora de la muerte:
Más allá de las complicadas abstracciones, le cuenta un cuento infantil que no es más que una pequeña alegoría del alma:
“Donde quiera que se esconda, Dios la encontrará”
Este es el sentido, la vida es W;t, es gracia de Dios.
La profesora Vivian, descubrirá el sentido de los sonetos metafísicos de John Donne, en la dura escuela del dolor.
La persona segura de sí misma, ve asomar la duda y el miedo:
“Dios mío, tengo miedo”
Aquí descubrirá un nuevo aprendizaje:
“Estoy aprendiendo a sufrir”
El dolor le enseñará a ser menos poética, pero más real.
Así, el icono del martirio de San Sebastián que tiene en su despacho la vieja profesora, será el que le acompañe al hospital.
El proceso de la enfermedad, le enfrenta a la verdad de la vida y la muerte.
Y allí encontrará un nuevo sentido al “sexto soneto sagrado”
La aceptación supone la rebelión y la búsqueda.
Allí se concentran los sentidos en cada acto, y en cada momento.
“Esta es la última escena de mi drama…”
Afirmación fuerte del final del tiempo, del final del cuerpo exhausto y caduco.
Es la rotundidad de la muerte; pero que a su vez es interpretada como pascua/paso.
Así tenemos que situar la discusión erudita sobre el esquema original del soneto de 1610.
El texto primero dirá:
“La muerte dejará de existir, muerte morirás”
El asunto de la polémica es nimio, un punto o una coma.
Ella defiende la coma.
Tras la muerte, “una coma, una pausa”, tras un paso el salto entre esta vida y la eternidad.
Y hay un soneto que la profesora Vivian muestra a sus alumnos:
“Vistió de muerte nuestra inmortalidad.
Si el lascivo macho cabrío y la serpiente envidiosa no son condenados:
¿Por qué habría de serlo yo?
¿Por qué la intención o la razón nacidas de mí, harían mis pecados iguales a los otros?
Y si la misericordia es para Dios fácil y gloriosa:
¿Por qué, amenaza con su implacable cólera?
¿Pero quién soy yo para atreverme a discutir contigo?
¡Oh Dios!,
¡Oh!
De tu única noble sangre y de mis lágrimas, haz un celestial Leteo, y ahoga en él la negra memoria de mis pecados, para que tú los recuerdes, y reclames alguno como deuda.
Tomaré por clemencia, si quieres olvidarlos”
Aunque en este soneto aparece la amenaza de la cólera de Dios, en última instancia triunfa el Dios de la misericordia, que ahoga nuestros pecados en su clemencia.
La intachable Vivian, siente una necesidad profunda de pedir perdón a Dios al final de su vida tras el recorrido de la memoria.
No todo ha ido bien, y quiere arrepentirse de lo no amado, de lo no vivido.
En este sentido, en la escena final con la profesora Ashford, es una referencia a la maternidad/paternidad divina en la que nos podemos morir/dormir en paz.
La escena última, nos habla que “entre la vida y la muerte, el alma y Dios no hay barreras infranqueables”
Hay una unidad profunda que muestra la esperanza del clérigo poeta que sabe que la muerte ha sido vencida en la resurrección de Cristo.
La simbología de la resurrección, se significa con el rostro muerto de Vivian que progresivamente se confunde en un fundido en blanco, signo de la luz divina en la que se transforma de nuevo en su estado saludable, y el encadenado de la fotografía sonriente de la profesora.
Hay una transformación hacia la plenitud, que Vivian ha recorrido tras su muerte, una vida nueva.
W;t es una película clara, en parte sobrecogedora y atrevida, que realiza una crítica explícita de la visión utilitarista y cientifista de la medicina en tantos lugares donde haya un centro de salud.
Sorprende que la satisfacción de los médicos, sea consecuencia de los resultados positivos obtenidos en su investigación, al margen del estado de la paciente.
El trato no es humanitario ni asistencial.
El consentimiento informado, aparece como requisito establecido y rutinario.
No hay respeto a la integridad física y psicológica del paciente, ni mucho menos se protege su intimidad y su sensibilidad en el tratamiento clínico.
En ese sentido, W;t es un largo y magistral monólogo de una enferma moribunda, solitaria, en la habitación de la clínica, en donde hasta la televisión siempre aparece apagada.
Vivian es una mujer externamente valiente, que parece inmutable, y que para superar anímicamente su situación, utiliza sus recursos, la cultura y la ironía, muchas veces, a modo de sentencias:
“Es halagadora la atención que recibo... durante los primeros cinco minutos”
“Me leen como un libro.
Antes enseñaba yo; ahora me enseñan a mí”
“Me siento aislada, no por el cáncer, sino por el tratamiento del cáncer”
“El dolor es lo que hace que aún me sienta con vida”
También se hace, y hace preguntas que deja sin contestación, como cuando le insinúa a su alumno, que ahora es su joven y pretencioso médico investigador:
“Sentirá pena cuando...?”
La revisión médica hacia ella, por parte del equipo médico, se realiza de modo inesperado, sin preparación, utilizando el más genuino argot profesional, totalmente ajeno a una persona muy enferma y sufriente.
Sólo destaca una enfermera que es a la que la profesora comunicará su voluntad de no ser reanimada, en caso de un paro cardíaco.
Conforme va sintiendo que ella es tratada y observada como un objeto de investigación, y no como una persona, va sintiéndose insegura.
Cuando ya la enfermedad está avanzada, dirá en su constante y estremecedor monólogo:
“¿Qué me queda por vomitar?
Mi vocabulario es cada vez menos poético...
Si vomitara mi cerebro... mis colegas se pelearían por mi puesto de trabajo”
“Siempre me preguntan mi nombre... llevo 8 meses ingresada”
Su ironía es su coraza, sobre todo al ver que viene a ser “un animal de laboratorio”
Llega a decir:
“Soy un papel en blanco con muchas manchas negras” o “pensaba que en esta vida, con ser inteligente, todo estaba hecho, y me he dado cuenta de que no ha servido para nada”
En su evolución, Vivian pasa de ser esa persona fuerte, intimidadora, segura, llena de autoconfianza; a ser tan débil y frágil como un bebé; la escena con su antigua profesora es elocuente.
Siente la soledad, el desamparo, y el dolor.
Nunca ha buscado el trato social, y ahora no lo tiene, aunque lo añora, es la hora de la sencillez, y de la verdad, del trato humano y la compañía.
Su enfermedad, que la conduce a pasos agigantados a una muerte segura e inminente, ya no es amortiguado por ningún poema.
Necesita el cariño, y sólo lo encontrará en una de las enfermeras, y en la única visita que recibe, la de una anciana, antigua profesora suya, que se abraza a ella, en parte como acunándola, y le susurra:
“Es la hora de irse”
Entonces, Vivian se duerme.
Su antigua profesora, la acoge como la niña que fue, y le vuelve a contar el cuento de cuando era pequeña:
“Bandadas de ángeles te acompañarán en tu descanso...”
El telón de fondo, es el cumplimiento de aquel verso pronunciado por Vivian, que sirve para los momentos fuertes y para los débiles, quizás porque es un verso para la persona:
“…muerte, morirás”
Pero para el espectador, quedan muchas reflexiones:
¿Son los modelos de atención a este tipo de pacientes “compatibles” cuando son proyectados desde diferentes estamentos sanitarios?
En W;t, el modelo de atención del médico nada tiene que ver con el de la enfermera que lo atiende:
La forma de comunicación del médico, es en ocasiones dispar frente a la que practica la enfermera.
Es importante recordar, que los pacientes tienen nombre, no son el 12A o el 12B, ni un número de historia clínica, que sirve para clasificar y ordenar la información, ni siquiera el paciente de la puerta o de la ventana, dependiendo de donde está situada la misma en la habitación.
Es más, no es ni siquiera paciente:
Vivian es Vivian.
¡No lo olvidemos!
Esto distingue a la profesión de la enfermería frente a otros profesionales:
Los enfermeros están cerca de las personas que cuidan, y deben permanecer así siempre.
Ellos los necesitan; y la enfermera sabe estar con Vivian.
La comprende, la entiende, y le ofrece y le da lo que necesita.
Vivian “desea ser abrazada” además de tomar las pastillas de su tratamiento… mientras insisten en preguntarle a Vivian si tiene dolor, sin embargo, la enfermera ya sabe que tiene dolor sin preguntárselo.
Sin duda, la enfermera es la única, bajo mi punto de vista, que tiene todo el derecho a tener otros puntos de vista, que ejerce su profesión de una manera fiel y en primera persona:
Vivian se siente acompañada cuando está la enfermera, no así con otros personajes de la salud.
Sólo la enfermera se atreve a mirar directamente a los ojos.
Recuerdo cuando Vivian ironiza que realizarán un artículo sobre ella, y dice algo así, “realizarán un artículo, no sobre mí, sino sobre mi suelo pélvico”
Otros temas que aparecen en la película, son el paso del tiempo en los hospitales, aquí el tiempo se relativiza, es muy lento; la soledad hace huella, y las fases por las que pasa Vivian, conforme evoluciona la enfermedad se le hacen eternos, más si está sola completamente.
La enfermera de Vivian, Susie, sabe que ella es una mujer con un carácter difícil.
Admira mucho la decisión que tomó, de no ser resucitada, pero se preocupa por el deterioro que observa, y por la agonía que palpa.
Vivian, en numerosas ocasiones comenta, que detesta los sentimentalismos, y es una paciente que no se deja apapachar.
Sin embargo, cuando el dolor es reacio, el miedo es profundo, y sobre todo, la soledad se muestra clara, todo se vuelve insoportable:
Vivian, una noche le toca el timbre; a lo que Susie percibe que necesita compañía, y le trae una paleta helada.
Vivian le ofrece una de las paletas, y simbólicamente da permiso a que la voz de Susie exprese empatía.
Intercambian recuerdos de la niñez, comparten sonrisas, y evocan cariños.
La intimidad y la disposición de Vivian, a no ser intolerante con la ignorancia de Susie, permiten que tengan una conversación esencial.
Susie le pregunta con mucho respeto y preocupación genuina, sobre lo que quiere hacer cuando su corazón se detenga.
La enfermera sabe que a los doctores les interesa mucho observar los efectos de la quimio, sin importar si es en terapia intensiva, si está consciente o si es lo que quiere.
Cuando el corazón de Vivian pare, Susie estará pendiente.
Del reparto, todos están enormes, en especial Emma Thompson que en preparación para el papel de Vivian Bearing, se afeitó la cabeza, siguiendo los pasos de actrices como Kathleen Chalfant y Judith Light, que habían interpretado el papel en el escenario.
Ella, es prácticamente el 100% de W;t, un brutal enfrentamiento, cara a cara, con uno de los temas más tratados por el cine, pero pocas veces tan rotundamente expresado:
La muerte.
El cuadro de la mujer atada de manos, y martirizada con flechas por todo el cuerpo que podemos ver en la habitación de Vivian, es un símbolo brutal de esta tortura física y mental.
Con cada vómito, con cada decepción, dolor y desgarro, Vivian Bearing, para su grandísima sorpresa, es cada vez más inteligente.
Y es que es verdad, para crecer y alcanzar mayor conciencia de las cosas, hay que sufrir, y cuanto más te acercas a la muerte, más sabiduría posees.
Y si, al final, acabas besándote con ella, tu conciencia ya es desmesurada, pero es una pena, porque no la disfrutarás más que unos instantes…
La Thompson da aquí, una de sus actuaciones más brillantes; y junto con Mike Nichols, han hecho cambios mínimos a la obra, pero han preservado el lenguaje de Edson, y su intenso enfoque en la habitación de Vivian, mientras aguanta 8 meses de brutal quimioterapia experimental contra el cáncer de ovario, pero las elecciones visuales de Nichols, lo convierten en una película televisiva fluida y apasionante.
El personal del hospital a su alrededor, es interpretado brillantemente por actores que escapan a los peligros de los clichés:
Como Jason, un joven médico orgulloso del “A minus” que una vez recibió en el curso de poesía de Vivian.
Jonathan M. Woodward, hace que la insensibilidad y la insensibilidad de su personaje, sean creíbles.
Al tiempo que se presenta un acreditado oncólogo, El Dr. Kelekian que comparte el estatus de docente universitario con la paciente, que aparentemente no tiene noticias del día a día de los sufrimientos de ésta.
Sus apariciones son esporádicas, en el momento del diagnóstico, en “la gran ronda”, está rodeado de sus discípulos, en una visita más dirigida a los alumnos que a la enferma, y en una situación de crisis.
La enfermera, cuya total compasión la hace opuesta a Jason, Audra McDonald es especialmente impresionante, porque el personaje podría haber sido tratado tan fácilmente con condescendencia; y se toca a E.M. Ashford con delicadeza infalible por parte de Eileen Atkins, en un espectáculo que combina con la brillantez de Emma Thompson.
W;t no pretende que el ingenio sea divertido, o necesariamente calmante; francamente, toda la historia es tan deprimente como humana y real.
Por último decir que la banda sonora incluye varias piezas clásicas, incluyendo:
“Serenade Adagio del Cuarteto de cuerdas No. 15” de Dmitri Shostakovich; “Spiegel im Spiegel” de Arvo Pärt; el segundo movimiento de La Sinfonía Nº 3 de Henryk Mikolaj Gorecki, llamada “Symphony of Sorrowful Songs”; y “The Unanswered Question” de Charles Ives.
“And flights of angels sing thee to thy rest”
El acto de morir como tal, contiene una privacidad imperturbable e indecible.
La empatía con el moribundo, se vuelve un reto mayor.
Sin embargo, la muerte también es un tema tan real, constante y atroz, que crea amor, y cimienta la empatía.
Una de las cosas más aterradoras de la muerte clínica y moderna, es el aislamiento de la terapia intensiva.
El ser querido es tan frágil, y está custodiado por tantos tubos, cables y aparatos, que abrazarlo, meterse a la cama para tomar su cuerpo en brazos, resulta imposible.
En especial cuando la terapia es más un mantener que un mejorar, la soledad de la muerte parece infranqueable; y todo estorba.
Hermann Hesse formuló estas fuertes palabras:
“Vivir significa estar sólo; nadie conoce al otro, todos estamos huérfanos”
Y en la misma experiencia, fue detectada por Albert Camus:
“Nos miramos y no nos vemos; estamos cerca los unos de los otros, y no podemos aproximarnos”
No siempre es posible aplicar el principio “primum non nocere” a la mayoría de las veces cuando se prescriben medicamentos, o se aplican medidas terapéuticas, pues existe la posibilidad de que surjan efectos secundarios, o daños al paciente.
Sin embargo, ello no constituye la excusa cómoda que justifique el actuar sanitario, y más bien se constituye en la medida de la calidad del actuar profesional.
Esta locución, es uno de los principales preceptos que a todo estudiante de medicina se le enseña; y en la práctica, esto debería recordar al médico que debe considerar los posibles daños que sus acciones puedan provocar a sus pacientes.
En la filosofía, que todos tenemos en nuestra juventud, o mientras no tenemos a la vista el final del camino, es muy idealista.
Pero llega un momento en el que nos tenemos que dejar de historias, y demostrar con la práctica, la fortaleza de la que presumimos, mayoritariamente no la tenemos.
Toda una vida teniendo una imagen determinada de nosotros mismos, para llegar al momento de nuestra muerte, y ver tambalearse todos nuestros principios...
Hay que tener humildad.

“It reads:
“And death shall be no more” comma “death, thou shalt die”
Nothing but a breath, a comma separates life from life everlasting.
Very simple, really.
With the original punctuation restored Death is no longer something to act out on a stage with exclamation marks.
It is a comma.
A pause.
In this way, the uncompromising way one learns something from the poem, wouldn't you say?
Life, death, soul, God, past present.
Not insuperable barriers.
Not semi-colons.
Just a comma”



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