Cronos

“Suo tempore”

El vampirismo ha sido una temática capital para el cine ya desde los tiempos silentes; ahí está “Nosferatu, Eine Symphonie des Grauens” (1922) de Friedrich Wilhelm Murnau, que daba comienzo a toda una historia de adaptaciones, revisiones, reinterpretaciones y ciclos que tienen su origen en la famosa novela de Bram Stoker “Dracula”, publicada por primera vez en 1897, y en otras obras literarias menos conocidas por el gran público, como “El Vampiro” (1819) de John William Polidori, o “Carmilla” (1872) de Joseph Sheridan LeFanu, que incluso pudieron servir de inspiración directa para el autor irlandés.
Desde entonces, el cine de vampiros creó 2 grandes iconos, cuyos nacimientos corresponden a los 2 momentos más trascendentales de la vida del personaje en el cine; y hablamos de la versión del Conde a la que insufló vida Bela Lugosi en el “Dracula” (1931) de Tod Browning, producida por Universal, y de su posterior reinterpretación y renacimiento a cargo de Christopher Lee, en la adaptación de la novela que produjo Hammer Films, y dirigió Terence Fisher, “Dracula” (1958) que, a raíz de sus más que evidentes connotaciones sexuales, ha quedado como la más canónica versión del mito, a la que siguió todo un ciclo dedicado al personaje dentro de la productora británica.
Esos 2 hitos, con sus variaciones, marcaron lo que sería la caracterización general del vampiro como personaje cinematográfico durante toda la historia del cine.
No obstante, algunos autores se han esforzado en modernizar o actualizar la esencia del personaje, ya no desde un punto de vista icónico, por tanto eminentemente visual, sino atacando el concepto en sí mismo, y aligerándolo de elementos fantásticos, de manera que, aun manteniéndolos en cierta forma, lo hicieron desde una perspectiva más realista, más asumible en un contexto urbano, moderno y cosmopolita.
En el año 2005, Drácula se convirtió en el personaje de ficción con más adaptaciones y apariciones en el cine, seguido por Sherlock Holmes; y de la misma forma que en la literatura, algunas películas de vampiros han preferido cambiar el vampirismo como un horror sobrenatural, a un horror de ciencia ficción, inclusive la fantasía.
Guillermo del Toro, es un cineasta que ha dirigido una amplia variedad de películas, desde adaptaciones de comics hasta películas de terror y fantasía histórica, y se caracteriza por imprimir una estética y ambientación espectaculares a sus películas, creando ambientes tétricos y agobiantes, o situaciones mágicas y fantásticas.
Su estilo está marcado por su gusto por la biología y por la escuela de arte simbolista, su fascinación por el mundo fantástico desde el punto de vista de los cuentos de hadas, y su gusto por los temas oscuros.
Sus trabajos incluyen frecuentemente, monstruos o seres fantásticos; por lo que del Toro siempre ha afirmado estar enamorado de los monstruos:
“Mi fascinación hacia ellos es casi antropológica... los estudio, los disecciono en algunas de mis películas:
Quiero saber cómo funcionan, qué aspecto tienen por dentro, y cómo se comportan”
También tiene una lista de otras cosas que le fascinan, y que se han convertido en piezas habituales de sus películas:
“Tengo una especie de fetichismo por los insectos, la relojería, la maquinaria y los engranajes, monstruos, lugares oscuros, cosas sin nacer...”; y en Cronos (1993), el director Guillermo del Toro da un sofisticado giro al vampirismo, en el que la vida eterna aparece asociada a la magia póstuma.
Incluso recupera a otro monstruo como es el de Frankenstein en las escenas finales, donde el protagonista nos causa miedo y lástima a parte iguales; además de añadir Guillermo del Toro un componente esotérico como es la alquimia, lo cual guarda cierto paralelismo con una historia corta de H.P. Lovecraft llamada, precisamente, “El Alquimista”
Recordemos que Lovecraft es una constante en el cine del director mexicano, y en este film se hace patente desde los primeros minutos en los que somos testigos de los actos del alquimista en pos de la vida eterna, hasta su muerte empalado por una viga, cuando ya es un ser grotesco que ha abandonado su humanidad hace ya mucho, debido a sus terribles actos, tema recurrente en la obra del de Providence.
“He thinks it will help him live longer”
Cronos es una película mexicana de terror y fantasía, del año 1993, escrita y dirigida por Guillermo del Toro.
Protagonizada por Federico Luppi, Ron Perlman, Claudio Brook, Margarita Isabel, Tamara Shanath, Daniel Giménez Cacho, Juan Carlos Colombo, Mario Iván Martínez, Farnersio de Bernal, Jorge Martínez de Hoyos, Luis Rodríguez, Javier Álvarez, Gerardo Moscoso, Eugenio Lobo, Adriana Olivera, Clementina Rojas, Tzinia Salgado, Luis de Icaza, Jorge Bolada, Ignacio Raiz Oviedo, entre otros.
Cronos también es conocido como “La Invención de Cronos” o “Cronos, La Invención del Tiempo”; y es la ópera prima del reconocido y prolífico director, y la primera en la que trabaja junto a 2 de sus actores preferidos y frecuentes colaboradores:
El argentino Federico Luppi, y el estadounidense Ron Perlman.
Guillermo del Toro comenzó a escribir sobre el guión, ya en 1984, donde se tituló “Vampiro del Alba Gris”; y la película superó el presupuesto de los $1,5 millones originales, a $2 millones, siendo el presupuesto más alto para una película mexicana en ese momento.
El propio Guillermo del Toro obtuvo el medio millón a través de préstamos y deudas bancarias; y para completar la película, hubo que hacer cambios, entre los que se encontraban Ron Perlman, que aceptó un fuerte recorte salarial.
Sin embargo, Perlman y del Toro han sido buenos amigos desde entonces, trabajando juntos con frecuencia.
La película fue seleccionada como la entrada mexicana para la categoría de Mejor Película de Lengua Extranjera en Los 66º Premios de La Academia, pero no fue aceptada como nominada; sin embargo, la película no despertó muchas pasiones entre los críticos y la administración mexicana, que podía haberla apoyado; pero todo cambió cuando durante su periplo por los festivales de medio mundo, especialmente en su paso por Europa, Cronos comenzó a reconocérsele la estima que sin duda merecía; y tal éxito crítico no produjo, no obstante, un positivo reflejo en la taquilla, pero significó para del Toro, una magnífica carta de presentación, y la llave de la puerta de entrada a un Hollywood al que desde entonces se encuentra ligado de forma exitosa.
Cronos está considerada, una de las joyas del Nuevo Cine Mexicano, así como una de las piezas que conformaron La Época de Oro de las óperas primas entre los años 1988 y 1994 en México; siendo una historia acerca del amor familiar, al mismo tiempo que es una historia de monstruos; un cuento oscuro y macabro, que poco a poco nos va conduciendo a lugares cada vez más turbios del subconsciente, pues contiene elementos de las películas de terror clásicas, y los combina con un colorido toque de realismo mágico, cuya tensión entre historia, ciencia y religión, se vuelve palpable.
La película se realizó casi de forma artesanal por el director, que creó él mismo cada uno de los artilugios que aparecen en el film, que la convierte en una auténtica pieza de culto, llena de inventiva visual que nos descubrió a un talento en estado puro, capaz de reinventar las convenciones genéricas para ofrecer algo totalmente distinto.
La historia de fondo es una particular adaptación y análisis del mito del vampiro, aunque nunca se menciona esta palabra en todo el film, ni se hace mención a los principales elementos asociados al vampirismo; lo cual es deliberado; y muestra cierta ductilidad al asociarla con géneros, personajes tipos, contextos o discursos, entre otros, los vampiros, los insectos, los monstruos, los ciborgs, e incluso la necrofilia y el incesto.
Cronos, es un artefacto creado por un alquimista medieval, en cuyo interior se encuentra instalado un insecto, que se alimenta de sangre, y tiene el poder de ofrecer la eterna juventud; que al absorber la sangre de su poseedor, realiza una especie de diálisis de la misma, provocando en él, además de una adicción, una suerte de vampirismo.
El artilugio es buscado con ansia 400 años más tarde por un magnate llamado Dieter de la Guardia (Claudio Brook) y por su sobrino Ángel (Ron Perlman), debido a que con su pertenencia, es probable la consecución de la vida eterna; y lo encontrarán en una tienda de antigüedades regentada por un añoso hombre llamado Jesús Gris (Federico Luppi), un anticuario que descubre un extraño artefacto dentro de una estatua de madera.
Aparentemente, el aparato, invención de un famoso alquimista del siglo XIV, es capaz de proporcionar la vida eterna a cambio de que su usuario consiga sangre humana para su supervivencia.
La trama se complica, cuando el empresario, Dieter de la Guardia, encarga a su sobrino Ángel para que le consiga el aparato y lograr la inmortalidad.
El desenlace es muy original, consecuente con la resignación que recorre toda la película; que se constituye como la visión mexicana del mito del vampiro, en una continua atmósfera de misterio y horror, mezclando las leyendas con un toque ficticio que adornará esta búsqueda incesante y frenética por descubrir los secretos de la inmortalidad.
Cronos, trata sobre el tiempo, la vida y la muerte, pero también sobre algo más importante:
Cuánto viviremos y cómo viviremos y moriremos, preguntas que se vuelven más importantes y a las que Guillermo del Toro responde con el amor y la misericordia.
Así, aquellos capaces de ejercer dichos sentimientos, obtendrán un último regalo; quienes no, morirán bajo las garras del tiempo.
“Yo soy Jesus... Gris... Jesus Gris... Jesus Gris”
Cronos supuso el debut como director y guionista del mexicano Guillermo del Toro, quien crea un inédito relato sobre el mito vampírico con una exposición pausada pero penetrante.
Su atmósfera es absorbente, con sugestivos personajes interactuando en situaciones de rica imaginería visual, con destacado trabajo fotográfico de Guillermo Navarro.
Al margen de su riqueza estética, Cronos narra una interesante historia con su protagonista, Juan Gris, ante una silente observadora, la de su adorada nieta, y atraído por el festín de la sangre, la inmortalidad y la juventud, espectrales tentaciones que le arrastrarán por la senda oscura de la muerte en vida.
La historia tiene lugar en 1536, 1937, diciembre de 1996, y enero de 1997.
Por tanto, la mayor parte tiene lugar “en el futuro”, tal como se hizo en 1993.
En 1535, un alquimista español, construye un extraordinario mecanismo encapsulado en un pequeño artefacto dorado en forma de escarabajo.
El artefacto, diseñado para brindar vida eterna a su poseedor, sobrevive hasta 1997, cuando es descubierto por un anticuario llamado Jesús Gris.
Mientras éste revisa el artefacto, de repente el mismo exuda unas pequeñas “piernas de araña”, que le agarran fuertemente mientras una aguja le inyecta una solución no identificada en su piel, la cual es producida por un extraño insecto.
El anticuario descubre que el artefacto extrae su sangre, pero a cambio de esto, su salud y vigor regresan en abundancia, como en su juventud.
Al mismo tiempo, Gris desarrolla una sed de sangre.
Esto al principio le repugna, pero finalmente sucumbe a la tentación de probarla.
Al tiempo, un empresario rico y agonizante, Dieter de la Guardia, sabe de la existencia del dispositivo, y ha dedicado su vida a acumular información sobre el mismo.
Cuando descubre que el artefacto se encontraba oculto en una estatua que le había llegado a Gris, Dieter envía a su sobrino proveniente de Estados Unidos, Ángel, a buscarlo.
La idea de vida eterna para Dieter, aflige a Ángel, ya que este odia a su tío, y espera su muerte para poder apoderarse de la herencia.
Al mismo tiempo, Gris no está dispuesto a entregar el artefacto, ya que ha desarrollado una necesidad de usarlo, y además detecta que un hombre como de la Guardia lo utilizaría para el mal.
Al poco tiempo, Gris pone en peligro a su joven nieta Aurora (Tamara Shanath), quien lo ayuda en su lucha para mantener consigo la invención de Cronos a toda costa.
El título “Cronos”, no es casual y sí muy sugerente.
En la película existe una constante y repetitiva atmósfera evocadora de elementos que mucho tienen que ver con el paso del tiempo; tanto desde un punto de vista pesimista o melancólico, como desde su percepción de tranquilizadora placidez.
Esa relación está presente en el mismo mecanismo del aparato, un ingenio vampirizador, de ínfulas casi divinas, que procede de siglos atrás, y que se pone en funcionamiento como un juguete de cuerda.
Su efecto en las personas que lo han utilizado, como es el caso del alquimista creador, es el de alargar artificialmente la vida, casi haciendo mutar el cuerpo en otra cosa, como si finalmente se tratara del envoltorio de una crisálida.
El mismo oficio de Jesús Gris, es anticuario, lo configura como una especie de conservador, de protector de aquellos objetos a los que el paso de los años no ha conseguido malograr en sus atributos; por tanto, digno guardián de un legado de dudosa bondad.
Esta variación del mito vampírico que propone del Toro, también mantiene esa connotación, pero desde un punto de vista bien diferente.
Aquí, el vampiro no trata de seducir y poseer al prójimo, sino que opta por el onanismo; se trata más de la delectación propia, que de una perversión ajena.
Sugerente es ver cómo Jesús se encierra en el baño para disfrutar del placer que le proporciona el artilugio, poniendo excusas a las apremiantes llamadas a la puerta de su mujer, que le presiona para salir y acudir con ella a una cita; como si de un adolescente que se masturba a escondidas de su madre se tratara.
Como cualquier yonqui, Jesús, al igual que de la Guardia, conocedor teórico de la experiencia, aun sin haberla practicado, ansía entregarse a esa relación con un objeto tan peculiar y que tanto le subyuga.
Únicamente, hacia el final de la trama, cuando Jesús se siente ceder ante la llamada de la sangre, y se descubre a punto de atacar, de alguna manera, a su nieta Aurora, toma conciencia de su verdadera nueva condición.
Así, Jesús se arranca del pecho el artefacto, y lo destruye a golpes de piedra; siendo ese el principio de su verdadero y purificador final.
Guillermo del Toro entiende a los monstruos, y no quiero decir “que entiende de”, sino que los comprende y empatiza con ellos.
Es el hombre que no quiere ver a la bestia comerse a los niños, sino saber las motivaciones que obligan a dicha bestia a devorar a los infantes; por lo que Cronos explora la transformación de un hombre bueno, en un ser anormal, mientras intenta aferrarse a quien solía ser en medio de una situación en la que todo va de mal en peor.
Al tiempo que del Toro refleja sutilmente el viaje de una persona a través de una adicción, ya que la inmortalidad viene con un precio, una incontrolable sed de sangre.
El Cronos, le roba la humanidad a uno, mientras es una promesa del retorno de la suya para el otro.
El director mata el romance tras la idea del vampiro, tratando la transformación gradual de Jesús, como una caída en las drogas; en un hombre común que se va obsesionando más y más con la próxima pegada, hasta que no puede dejarlo y se involucra con las personas equivocadas, acabando en la calle, y alejado de su familia.
Jesús, batalla por no perder los elementos que lo hace quien es, pero cada paso que da es un paso más a lo extraño, alienándolo de las percepciones normales de un hombre; y en sus momentos más bajos, como cuando chupa sangre del suelo de un baño, y escapa de una morgue, Jesús mantiene aún algunos esbozos de su personalidad.
Tal vez por eso su nieta no le teme, porque debajo de toda esa piel muerta, aun esta su abuelito.
Al otro lado del espectro tenemos a de La Guardia, un hombre con un pie en la tumba, que ya ha dejado su humanidad atrás sin siquiera haber tocado todavía el objeto maldito; y que esta tan obsesionado con la mortalidad, que se olvida de vivir, aislado del mundo en una fábrica estéril, y maltratando a su sobrino brutalmente cada vez que puede.
Él, un simple viejo en una cama, es el verdadero monstruo de la historia; incluso el personaje de Perlman está salpicado de referencias a las criaturas de antaño, un hombre que ha sido torturado física y sicológicamente al punto de sumisión, y que vive infeliz de su apariencia, que resuena a algún villano trágico de las películas de la Universal, que podría ser el mismo Igor de Dracula.
Y es importante, no obstante, recalcar que en Cronos, la luz solar directa es nociva, pero no llegar a resultar mortal, de modo que el daño que El Sol produce, debe ser entendido más como una reacción de tipo alérgica como un castigo de corte o que moral.
En primer lugar, los vampiros en Cronos no alcanzan la inmortalidad a través de unpacto alguno con el diablo, sino a través de la combinación de ciencia y técnica.
Para perpetuar su existencia, el vampiro de del Toro requiere de un artefacto mecánico de sofisticada y compleja ingeniería, que alberga en su interior a un insecto, el artefacto de Cronos que da título al film.
Así, el vampiro de la película tiene más que ver con un ser humano dotado de una gran inteligencia y capacidad de creación, que con un brujo, y por tanto, el símil que mejor le describe, es el de un enfermo hepático, aferrado a una siniestra máquina de diálisis, y no el de un satánico adorador de un ser demoníaco que le conceda la inmortalidad a cambio de su alma.
En otras palabras, la concepción vampírica en Cronos, es de un marcado carácter antropocéntrico, ya que ni Dios ni el demonio tienen demasiado que ver con la consecución de la inmortalidad por parte de los vampiros que nos encontramos en esta obra.
De la decisión de Guillermo del Toro, de ceder el rol vampírico a personajes entrados en años, emanan unas consecuencias tan inmediatas como innegables:
Por una parte, la vertiente hollywoodiense de un vampiro joven y hermoso.
De esta manera, del Toro renuncia a la tan sugerente sensualidad y erotismo del mito, pero como contrapartida, gana en credibilidad narrativa y coherencia interna.
Se hace difícil concebir la muerte cuando se es un veinteañero, poco más que un adolescente, en verdad que goza de la belleza y vitalidad  propias  de una estrella del celuloide; por el contrario, la muerte se torna en realidad cercana y amenazadora a medida que uno se acerca al otoño de sus días, o que el cáncer le recuerda a uno, punzada de dolor a punzada de dolor, lo frágil y efímero de la existencia humana.
Como vemos, el vampiro tradicional no ve en los tópicos del “suo tempore”, “memento mori” o “carpe diem”, más que abstracciones filosóficas, mientras que el vampiro de Cronos sufre en sus propias carnes esta tiranía del tiempo de manera extremadamente concreta y constante.
Este cambio de perspectiva generacional, que acerca a la muerte a la esfera de la realidad cotidiana, le otorga a la película una profundidad y complejidad moral muy superior a la del vampiro cuasi adolescente tradicional.
El vampiro joven, disfruta de su esencia inmortal al ser eternamente joven y hermoso, mientras que los vampiros de Cronos están atormentados por la muerte que se les avecina o los devora en vida y, consecuentemente, se aferran con toda su alma a la única escapatoria que ven factible, por horrible que ésta pueda llegar a ser.
De esta manera, los maniqueos opuestos binarios:
Bueno/malo, héroe/villano, víctima/verdugo, etc., quedan terriblemente desdibujados, cuando abiertamente desconstruidos.
Y es que:
¿Quién puede juzgar al malo de la película como tal, cuando se nos muestra no como un personaje poderoso y amenazante, sino como un ser moribundo y demacrado, al que le han sido extirpados varios órganos debido a un horrible cáncer?
¿Quién puede ver en el anhelo de escapar de la muerte de Jesús Gris, vanidad, cuando es un anciano en decadencia, que ve acercarse su hora final, y que además, tiene una nieta de muy corta edad, a la que no le quedará nadie, una vez sus ancianos abuelos hayan fallecido?
Como venimos observando, al alejarse del mito tradicional del vampiro, el cineasta mexicano se distancia a la vez de los elementos más banales, superficiales y maniqueos que han venido  acompañando la leyenda del no muerto.
Así, el vampiro de Cronos se asemeja más a una víctima “kafkiana”, o a un drogadicto en fase terminal, si preferimos decantarnos por un símil mucho más cotidiano, que a los glamurosos vampiros de filmes precedentes. Al mismo tiempo el terror que nos produce el vampiro de Cronos no es un terror visceral producido por las atrocidades cometidas, ni si quiera la aversión o la repugnancia moral derivada del monstruoso Nosferatu que proviene de los mismos confines del averno, sino que es un terror mucho más sutil, a la par que efectivo.
El desasosiego que emana de cada plano de la película, viene derivado del complejo dilema moral planteado y con el que el espectador no tarda en sentirse identificado:
¿Qué haría uno mismo en caso de verse en la situación de Jesús Gris?
¿Podría más nuestra parte política, social o moral o los instintos de supervivencia más primarios y animales?
¿Tendríamos el suficiente coraje como para renunciar a la propia vida, en pos de la de los demás, o nos dejaríamos llevar por la sed de sangre y ansia de supervivencia, convirtiéndonos en predadores?
Como Friedrich Nietzsche tan acertadamente explicaba en “Más allá del bien y del mal”:
“Cuando diriges tu mirada al abismo, éste te devuelve la mirada”
Del Toro lleva al espectador al borde mismo del abismo moral para que contemple la delgada línea que separa al ciudadano ejemplar del asesino en potencia.
El paisaje no es precisamente agradable, y la sensación que produce Cronos, es la de una angustia y dilema moral de resonancias kafkaianas, antes que la del de terror físico o visceral, ya que lo que Guillermo del Toro nos hace preguntarnos con horror, es si tal vez no hubiéramos participado activamente en El Holocausto de haber vivido en La Era Nazi.
En definitiva, el vampiro de Cronos no puede salvar su cuerpo sin matar a otros, ni puede siquiera salvar su alma, ya que para no cobrarse otras vidas, debe necesariamente cometer el pecado capital del suicido. 
En Cronos, técnica y narrativamente ya son visibles algunas de las constantes del cine del director mexicano, como la inclusión de niños entre los actores principales, el tratamiento romántico de alguno de los personajes protagonistas, no sin la presencia de una cierta ambigüedad, nada maniquea, en la composición de los mismos, y la irremediable presencia de un villano, en su caso sí más de una pieza.
Dice Guillermo del Toro, que si existe un pasaje que define perfectamente lo que significa para él el cine fantástico, éste se materializa en la secuencia de “Frankenstein” (1931) de James Whale, en la que el monstruo arroja a la pequeña María al lago, una vez ambos han terminado con la reserva de margaritas que lanzaban al agua para verlas flotar.
Un lago, por cierto, como anécdota, viene bien saberlo, que se encuentra a tan solo 5 minutos de donde del Toro tiene su hogar californiano:
El Lago Malibu.
La inocencia del monstruo de Frankenstein, entendida como una pureza sin adulterar, de cuya ambigüedad emana cierta perversidad inconsciente y no reprimida, lugar donde se enfrenta la ternura a una villanía involuntaria, está muy presente en este primer largo, cargado de referencias obvias, pero tan sutilmente equilibradas que trascienden la mera literalidad.
En Cronos, se maneja una noción interesante en torno a la eternidad y al tiempo, si a eso vamos.
No es casual que los relojes se paseen insistentemente por las imágenes del filme, y que la maquinaria interna del artefacto se asemeje al funcionamiento interno de los engranajes de un reloj.
Hay una estrecha relación del pasado y el presente, en artefactos históricos, búsquedas interminables; añoranza a los muertos y a los objetos del pasado.
Lo interesante entra en juego con las cualidades vampirescas que se generan en los usuarios del dispositivo.
No se convierten en seres sexualizados, eternamente jóvenes, con fuerza sobrenatural e inmunidad al daño físico; sino que frente a la eternidad, la modernidad no se convierte en una entelequia progresista, sino en un deterioro acelerado.
En Cronos, puede observarse el proceso de digestión de lo sobrenatural por la modernidad, y la manera en que este contraataca.
La primera gran ironía del filme, es que un sujeto llamado Jesús Gris venda, entre otras piezas, figuras cristianas.
Los ángeles del “Gran Bazar de Antigüedades” del protagonista, han perdido su valor religioso para adquirir un valor comercial.
Que el “invento” de la eternidad se encuentre dentro de uno de ellos, es un angustioso “déjà vu” de la búsqueda de la vida eterna de los creyentes católicos al rezar frente al ícono.
La Navidad, convertida en un festejo seglar, contrasta con la recreación del calvario, la muerte y la resurrección de Jesús Cristo en el cuerpo de este Jesús Gris.
Los nombres utilizados en Cronos, como Jesús Gris y Ángel de la Guardia, no son casuales.
Ángel cuida a su tío, y Jesús tiene el pelo gris y, finalmente, la piel gris... 
Las referencias religiosas en los nombres de los protagonistas, obvio es, no son accidentales; no olvidemos que según Las Sagradas Escrituras, Jesucristo resucitó, alcanzando así la vida eterna.
A esa constante presencia del tiempo, entendido como un concepto amplio, se une la idea de la decadencia física y moral a la que suele abocar el transcurrir de los años.
De la Guardia, un anciano enfermo y obsesionado con la idea de encontrar el ingenio que le proporcionará la vida eterna, recibe a Jesús Gris en una estancia protegida de la posible entrada de bacterias, y decorada con las esculturas de los arcángeles que ha ido adquiriendo, con la esperanza siempre frustrada de encontrar dentro de alguno de ellos el ansiado instrumento, colgadas de cadenas que penden del techo, y envueltas en plásticos, como si de un ceremonial matadero de ganado se tratara.
En el interior de unas vitrinas, reposan los frascos que contienen todos los órganos que ya no forman parte del cuerpo de de la Guardia, momificados en formol en un intento de fantasear que aún siguen al pie del cañón; unos restos que funcionan como un recordatorio, un aviso, una advertencia de la inevitable muerte que sufrirán el resto de las partes de su cuerpo que aún permanecen con vida; algo que con todos sus esfuerzos quiere evitar, aferrándose a una vida moralmente miserable.
Ese entorno vital de de la Guardia, se encuentra sumergido en un contexto físico de apariencia abandonada, ruinosa, una industria tomada por la herrumbre que pudiera simular la tópica guarida de cualquier “psychokiller” ochentero.
Los 2 personajes de apellido, de la Guardia, estaban deliberadamente destinados a ser algo irreales, como personajes de comic; y Guillermo del Toro explicó que lo hizo como una especie de venganza contra las películas de Hollywood, por tener personajes mexicanos bastante estereotipados.
Mientras Ron Perlman dijo que Ángel debía hablar español con fluidez; lo intentó, pero Guillermo del Toro encontró que su lectura era completamente inutilizable.
Entonces, el personaje fue cambiado a un estadounidense expatriado que tanto odia estar en México, que el poco español que habla, lo habla deliberadamente mal.
El papel de Jesús Gris, fue escrito originalmente para Max von Sydow, y en su lugar, el actor argentino Federico Luppi, ofrece una magistral interpretación como protagonista principal, flanqueado por un reparto importante, en donde destacan el buñueliano Claudio Brook, y el intérprete estadounidense Ron Perlman, habitual del director.
La pequeña niña Aurora, interpretada por Tamara Shanath, dice una sola palabra en toda la película; “Abuelo”; y mantiene una relación muy estrecha con Jesús Gris, tanto que más parece una relación padre-hija, que abuelo-nieta.
Su interpretación, con excepción del final, es completamente muda, y por ello extraña.
Casi parece un fantasma, y mucho sugiere un sustituto de su padre ausente, sino un nexo entre Jesús y su hijo, el padre de la niña.
Aurora, a su vez, parece actuar de “ángel de la guardia” de Jesús, protegiéndole de la aparentemente nociva dependencia que éste ha desarrollado respecto al artilugio vampirizador.
Aunque la relación de Jesús con su mujer, Mercedes, parece satisfactoria, en cambio a ésta no se le asigna en el guión un papel tan fundamental en la trama como sí lo tiene Aurora, a quien le pertenece un mayor protagonismo.
Sólo en el momento final, cuando la vampirización progresiva de Jesús parece estar a punto de convertirse en algo peligroso para Aurora, ésta habla.
Tan solo dice una palabra, “abuelo”; y eso basta para que Jesús recapacite en décimas de segundo, y decida no continuar por el camino al que parecía condenado.
Como sucede en la mitología, generalmente aceptada a la hora de hablar de otro clásico personaje, el hombre lobo, solo el amor sirve para hacer frente a la maldición, para purgar los pecados, y apaciguar el alma.
El director hace un cameo, en el comienzo de la película, al pasear a un perro frente a la casa de Jesús Gris, con su esposa de la vida real.
Como marca reconocibles del director Guillermo del Toro, están los insectos, como las cucarachas en la estatua y el dispositivo Cronos; así como el mecanismo de relojería, donde se ven en varios disparos, el interior del dispositivo Cronos.
Como dato, los objetos mecánicos y efectos especiales, fueron llevados a cabo por el propio Guillermo del Toro y la compañía de maquillaje Necropia, que ya no existe, pero funcionó durante 15 años; y todos los dispositivos Cronos originales creados para esta película, fueron robados cuando se completó la producción.
Nunca fueron recuperados, por lo que los dispositivos Cronos que posee Guillermo del Toro, son réplicas.
Como curiosidad, en la fiesta de fin de año, se ve a una persona con un traje de reloj, sin embargo, el reloj se detiene al mismo tiempo, aunque es funcional, lo que es una metáfora para la película; y finalmente, el alquimista al comienzo de la película se llama Fulcanelli, que era el seudónimo de un famoso alquimista francés de finales del siglo XIX, y principios del siglo XX, que misteriosamente desapareció en la década de 1940, y cuyo verdadero nombre e identidad nunca se conoció.
“I want to know what happened!”
El nombre Fulcanelli, oculta a una de las personalidades más relevantes de Francia en el siglo XVI, que incluso figura en la lista de los 100 personajes más importantes del segundo milenio.
La mayoría de versiones, nos hablan de un hombre nacido en Francia en 1877, de una vida consagrada a la alquimia, y de un fallecimiento en la pobreza en 1932, apenas 12 años después de comenzar su leyenda, la leyenda de un hombre al que nadie pudo ver jamás...
Fulcanelli, es el seudónimo de un alquimista y autor esotérico; de identidad desconocida, autor de libros de alquimia del siglo XX.
En la historia de la ciencia, la alquimia es una antigua práctica protocientífica, y una disciplina filosófica que combina elementos de la química, la metalurgia, la física, la medicina, la astrología, la semiótica, el misticismo, el espiritualismo y el arte.
La alquimia fue practicada en Mesopotamia, El Antiguo Egipto, Persia, la India y China, en La Antigua Grecia y El Imperio Romano, en El Imperio Islámico y después en Europa hasta el siglo XVIII, en una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que abarca al menos 2,500 años.
La alquimia occidental, ha estado siempre estrechamente relacionada con el hermetismo, un sistema filosófico y espiritual que tiene sus raíces en Hermes Trimegisto, una deidad sincrética greco egipcia, y legendario alquimista.
Estas 2 disciplinas influyeron en el nacimiento del rosacrucismo, un importante movimiento esotérico del siglo XVII; y en el transcurso de los comienzos de la época moderna, la alquimia dominante evolucionó en la actual química.
Otra forma que adopta la alquimia, es la de la búsqueda de “la piedra filosofal”, con la que se era capaz de lograr la habilidad para transmutar oro, o la vida eterna.
En el plano espiritual de la alquimia, los alquimistas debían transmutar su propia alma antes de transmutar los metales.
Esto quiere decir, que debían purificarse, prepararse mediante la oración y el ayuno.
Así pues, se han lanzado diversas especulaciones sobre la personalidad de Fulcanelli, o grupo que se oculta bajo el seudónimo.
Por lo que Fulcanelli fue el nombre utilizado cuya identidad aún se debate.
El nombre “Fulcanelli” parece ser un juego de palabras:
Vulcano, el antiguo dios romano del fuego, más El, un nombre canaanita para Dios y, por tanto, El Fuego Sagrado.
El atractivo de Fulcanelli como fenómeno cultural, se debe en parte al misterio de la mayoría de los aspectos de su vida y sus obras; una de las anécdotas relacionadas con su vida, vuelve a contar, en particular, cómo su alumno más devoto, Eugène Canseliet, realizó una transmutación exitosa de 100 gramos de plomo en oro, en un laboratorio de las obras de gas de Sarcelles en la empresa Georgi, con el uso de una pequeña cantidad de “polvo de proyección” que le dio su maestro, en presencia de Julien Champagne y Gaston Sauvage.
Es mucho lo que se ha escrito sobre la vida de este personaje, pero la mayor parte de sus biografías, están basadas en testimonios inciertos, pues al parecer, ocultaba expresamente toda información sobre su persona, propiciando la circulación de infinidad de rumores.
Para algunos, era un personaje de vasta erudición con importantes contactos y relaciones con círculos selectos e influyentes, como Eugène Emmanuel Viollet-le-Duc, arquitecto y restaurador de catedrales góticas francesas, con quien compartió su admiración y estudio por el arte gótico, lo que le permitió interpretar con éxito el papel que la alquimia juega en las esculturas que adornan estas construcciones, muy especialmente las impresionantes representaciones en las gigantescas catedrales góticas, relieves, portadas, escultura, suelo, vidrieras, etc.
Por ello, Fulcanelli fue autor de 2 obras cumbres de la alquimia:
“Le Mystère des Cathédrales” sobre el misterio de las catedrales y la interpretación esotérica de los símbolos herméticos, escrito en 1922, y publicado en París, en 1929; y “Les Demeures Philosophales” sobre las moradas filosofales y el simbolismo hermético en sus relaciones con el arte sagrado y el esoterismo de la gran obra, publicado en París en 1930.
El verdadero secreto del interés que aún hoy despierta Fulcanelli es el misterio que rodeó a su autor en todos los sentidos, desde su desconocida e intrigante personalidad, hasta su desaparición; pues la identidad de Fulcanelli nunca se ha aclarado.

“Senor Gris.
You may continue the game.
After all, you have the toy.
But I'm keeping the instructions, and I'm open all night”



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