The Incredible Shrinking Man

“Victim of weird mist!
Day by day he shrinks!
Science is baffled!
Cat becomes monster!
Terror at every turn!
Deadly spider attacks!
Lost in a flood's fury!”

Dentro de esa máquina de ensoñaciones que denominamos Séptimo Arte, hay sentimientos que han sido plasmados con mayor o menor emotividad o sensibilidad…
Sensaciones que han permitido que en esa mágica pantalla, todos nos hayamos sentido aliviados, aterrorizados, emocionados o, simplemente, estupefactos.
De toda esta gama, siempre he considerado la más difícil, aquella destinada a plasmar lo intangible; aquello que nos resulta inexplicable, y que no solo sobrepasa nuestro entendimiento, sino que incluso en ocasiones llega a bloquear las posibilidades de nuestros sentimientos; y es esa búsqueda en la imagen de lo absoluto.
Es esa batalla muy pocas veces lograda con contundencia en el fotograma de intentar atisbar ese infinito que nos rodea, esos destellos de luz sobre los cuales cada uno puede forjarse su propia concepción de la trascendencia, bien esta se adscriba a un sentido teísta, panteísta o incluso se diluya en la nada.
El lenguaje del cine fantástico, es el código más adecuado para intentar llevar a cabo tan compleja plasmación; sin embargo, creo que en muy pocas ocasiones se ha logrado expresar de una forma concluyente esa manifestación fílmica de la trascendencia y lo absoluto.
En literatura fantástica, Richard Burton Matheson, fue un escritor y guionista estadounidense de fantasía, ciencia ficción y terror; y produjo una novela particular:
“The Shrinking Man” (1956), que fue retitulada “The Incredible Shrinking Man” en algunas ediciones posteriores; y dijo que inicialmente se inspiró para escribir la historia, de una escena en la película de comedia, “Let's Do It Again”:
“Había tenido la idea varios años antes mientras asistía a una película en un teatro de Redondo Beach.
En esta escena en particular, Ray Milland, dejando el apartamento de Jane Wyman enfadado, accidentalmente se puso el sombrero de Aldo Ray, que se le hundió alrededor de las orejas; y me pregunté:
¿Qué pasaría si un hombre se pusiera un sombrero que él sabía que era suyo, y sucede lo mismo?
Así llegó la noción”
La historia se narra en un estilo de línea de tiempo fracturado, comenzando con la exposición del protagonista afectado a la radiación, y luego cambiando su forma minúscula atrapada en el sótano de su casa, y buscando comida mientras lucha contra la araña; y el tiempo y los eventos que llevaron a que él se encontrara allí.
La novela está organizada en 17 capítulos, con segmentos ocasionales que documentan el encogimiento del hombre, utilizando subtítulos que describen la altura:
68", 64", etc., que finalmente conducen a 7" en el Capítulo 15, donde finalmente se describe el atrapamiento en la bodega.
La acción sucede mientras de vacaciones, Scott Carey sufre una exposición a una nube de aerosol radiactivo, poco después de que accidentalmente ingiere insecticida.
La radiactividad, actúa como un catalizador para el insecticida, causando que su cuerpo se encoja a una velocidad de aproximadamente 1/7 de pulgada por día.
Unas semanas más tarde, Carey ya no puede negar la verdad:
No solo está perdiendo peso, sino que también es más bajo; y deduce, para su consternación, que su cuerpo seguirá encogiéndose.
La disminución anormal de tamaño de su cuerpo, inicialmente provoca burlas de los jóvenes locales, y luego provoca fricciones en su matrimonio y en su vida familiar, porque pierde el respeto que su familia tiene por él, debido a su decreciente estatura física.
En última instancia, a medida que la contracción continúa, comienza a amenazar la vida de Carey también; con 7” de altura, es conducido al aire libre, donde es atacado por un gorrión en su jardín; y el conflicto lo lleva por una ventana al sótano de su casa.
Él tiene que sobrevivir con pequeños trozos de comida y pedacitos de agua.
En un momento dado, tiene que intentar saltar para llegar a un palo colgante de madera a media pulgada de distancia, un salto cuya distancia parece estar a más de un metro de él.
Un gato lo persigue cuando mide cerca de 4/7 de pulgada; y se ve obligado a participar en una batalla victoriosa con una araña viuda negra que se yergue sobre él.
A medida que Carey continúa encogiéndose, se da cuenta de que su temor original de que se encogería en la inexistencia, es incorrecto; que continuará encogiéndose, pero que no desaparecerá como originalmente temía, siendo su pensamiento epifánico:
“Si la naturaleza existiera en niveles infinitos, también lo haría la inteligencia”
La novela plantea interrogantes sobre lo que significa ser un hombre en la década de 1950, de la clase media blanca, en los suburbios de los Estados Unidos, y los temores asociados con no actuar “como un hombre”, como se imaginaba a través de la idea fantástica de encogerse lentamente en altura.
A medida que Scott Carey se encoge, experimenta extrañamiento con su propio cuerpo y con sus relaciones con las personas que lo rodean.
A medida que se encoge de tamaño, pierde la confianza en su masculinidad, y se intimida con su esposa, su hijo y hasta su mascota.
Su lugar como jefe de la casa, se reduce hasta que es desterrado al sótano, incapaz de ir a trabajar.
Los objetos normales, parecen extraños y amenazantes, como el quemador de aceite que le causa dolor por el sonido, o la araña que lo persigue.
Así, sus temores se presentan como el resultado de su fracaso para reconocer y prescindir de sus conceptos de “normalidad”, particularmente aquellos conceptos de normalidad que están asociados con el papel de la masculinidad de la clase media “normal” en la década de 1950.
La noción de masculinidad de Carey, se basa en su noción de la superioridad del hombre sobre las mujeres, y teme perder sus privilegios junto con su estatura.
Se ve a sí mismo, convirtiéndose en algo diferente, un niño o un ser femenino, como en la escena con el abusador de niños en el automóvil, o golpeado por los rudos locales.
Compensa deseando a la niñera adolescente, pero esto falla cuando es atrapado y avergonzado, lo que le da un golpe más profundo a su ego.
Teme convertirse en un objeto de deseo de los demás, como en sus temores de convertirse en un espectáculo mediático; en otras palabras, teme perder su superioridad e importancia como hombre, y volverse subordinado al poder y la autoridad de otros.
La novela enciende su capacidad para superar estos miedos, que se caracteriza por intentar encontrar comida, matar a la araña, y escapar del sótano, y en el proceso logra una nueva normalidad más allá de su antiguo rol de suburbano de clase media blanca como hombre de familia.
Lo que empieza siendo una estupenda historia de aventuras, que cuenta los intentos de Scott por sobrevivir en un entorno hostil, acaba convirtiéndose en una lúcida reflexión sobre el ser humano, y su papel en el universo.
“Almost beyond the imagination…
A strange adventure into the unknown!”
The Incredible Shrinking Man es una película de fantasía, del año 1957, dirigida por Jack Arnold.
Protagonizada por Grant Williams, Randy Stuart, April Kent, Paul Langton, Raymond Bailey, William Schallert, Billy Curtis, entre otros.
El guión es de Richard Matheson, basado en su propia novela “The Shrinking Man” (1956), un guión sumamente brillante, plagado de reflexiones existenciales.
Cuando Richard Matheson publicó su magistral novela, de inmediato se optó por su traslación a la pantalla.
Albert Zugsmith, inteligente productor de Universal, y responsable de la producción de joyas del cine entró en el proyecto, y para la realización, optó por el artesanal Jack Arnold, hombre de la casa, que ya había abordado otras producciones fanta-científicas, como “It Came from Outer Space” (1953), “Creature from The Black Lagoon” (1954) o “Tarantula” (1955), por citar algunas.
Pero el guión fue enfocado de forma radicalmente diferente:
La novela ofrece una estructura desincrónica, alternando diferentes tiempos; mientras la película se extendería en una narración lineal, cronológica.
Ciertos elementos, como el del pederasta o el idilio con la enana, fueron eliminados, así como los problemas de relación matrimonial.
Por lo demás, el film aparece como de una apreciable fidelidad, en fondo y forma, con el original literario; de ese modo, la concepción original de Matheson se mantiene:
Lo anormal no está fuera, sino dentro de nosotros mismos; todo depende de la perspectiva.
Como el propio Matheson refiere en “I Legend”:
“La normalidad es un concepto de mayoría, no de uno solo”
Así, la constante temática del excelente escritor queda reflejada:
“La intrusión de lo anormal en la cotidianidad.
Una araña casera, no es un monstruo; sin embargo, si la observamos desde una perspectiva inferior, se convierte en un ser gigantesco”
La parábola “nietzscheana” de nuestro personaje, se desata en tono de cine de aventuras, donde se interna a explorar un mundo nuevo, una jungla atómica plagada de misterios.
Acaso en manos de un director más cerebral, la idea se hubiera perdido en divagaciones metafísicas...
El resultado, como es habitual en Matheson, es de una elaborada sencillez.
Por otro lado, la trama era algo nueva para Universal Pictures, que tuvo que aprobar una historia que no tenía un final claramente resuelto.
La novela de Matheson termina con el personaje encogiéndose hasta un tamaño infinitesimal.
No hay rescate de último minuto; el hombre sigue encogiéndose...
A pesar de estos problemas, Zugsmith logró asegurar un presupuesto de $750,000; y al finalizar la producción, los ejecutivos de los estudios querían cambiar el final, por uno feliz, con médicos descubriendo un suero para revertir el proceso de reducción; pero el director se negó; y con la exitosa “Creature from The Black Lagoon” (1954) y sus secuelas en su haber, logró convencer al estudio de que aceptara una vista previa.
La audiencia de prueba se sorprendió en la película, pero les gustó; y el final no fue cambiado; tanto que recibió muy buenas críticas, convirtiéndose en un éxito multimillonario; y en un clásico del cine de serie B, y una joya del cine fantástico.
El filme contiene innumerables lecturas, y que aparecen en la obra de Matheson, por ejemplo:
La soledad del hombre frente a un entorno hostil y la relatividad de las concepciones humanas, nos habla de un mundo vertiginoso impulsado por la destrucción y la sinrazón, por el miedo sobrenatural, carente de un terreno sólido donde apoyar los pies, donde el hombre sólo puede sobrevivir con la única ayuda de una moral individual, constantemente suspendida al borde del abismo.
Este frágil heroísmo excavado en el espíritu, en la precariedad del existir, es la respuesta del escritor, ante un universo inhóspito, nuestro universo, que bordea constantemente la catástrofe cósmica.
La acción principal tiene lugar en Los Ángeles, entre 1956 y 1957.
Robert Scott Carey (Grant Williams) es un empleado de una empresa de publicidad, de 1,85m de altura y de 87Kg de peso, está felizmente casado desde hace 6 años con Louise (Randy Stuart)
Charlie Carey (Paul Langton), su hermano, próspero ejecutivo de ventas de publicidad, les deja su lancha motora para pasar una semana de vacaciones en la costa; y mientras ella va a buscar una cerveza, Scott se ve envuelto en una extraña nube...
Unos meses después, empieza a notar extraños cambios en su cuerpo:
Poco a poco va perdiendo peso y altura, hasta hacerse casi invisible.
A partir de entonces, su vida será una pesadilla.
La película explora la psicología del protagonista enfrentado a situaciones diversas a lo largo del relato:
Las incertidumbres iniciales, la falta de remedios y la pérdida del empleo, le llevan a un estado emocional de exasperación, frustración y agresividad, que descarga sobre Louise.
Mientras avanza el proceso, le invaden sentimientos de impotencia y fragilidad, que dan paso a actitudes tiránicas, despóticas y de sometimiento, que Louise sobrelleva con estoicismo.
Cuando mide 1,24m y pesa 26kg conoce a una enana de nacimiento, Clarice Brown (April Kent), con la que entabla un romance, que le permite compartir afecto y sexo, lo que le devuelve parte del equilibrio perdido.
Más adelante, constata con indignación y desolación que se ha convertido en víctima de discriminación y marginación social.
La pérdida adicional de altura, le convierte en juguete y presa de Butch, el gato; y, posteriormente, de una araña, hechos que despiertan en él, los instintos primarios de lucha por la supervivencia.
Dado por muerto, se enfrenta a la sed, el hambre, los depredadores, las trampas y la desproporción del entorno formado por elementos caseros, convertidos en fuentes de peligros insospechados.
Así será una lucha constante por la supervivencia, en la que lo cotidiano:
Un gato o una araña, representa para él una amenaza mortal, que sólo su ingenio puede conjurar.
Pero también la obra denuncia los males de la contaminación radioactiva y química.
Se refiere a las relaciones entre vida sexual activa, rica afectivamente, y el equilibrio psicológico personal.
Muestra la pequeñez de la humanidad, aferrada a prejuicios sobre la capacidad ilimitada de manipular la naturaleza.
La sensación de peligro, entonces se vuelve más oscura:
Scott se asoma a los abismos de lo muy pequeño, pero sigue discurriendo como un hombre, y eso es lo que nos resulta sobrecogedor.
La obra culmina con un hermoso epílogo que, por su mensaje y pretensiones cósmicas; y crea una obra maestra que no sólo es una sucesión de secuencias con trucajes asombrosos que no ha envejecido un ápice, sino que es una intensa y original reflexión acerca del sentido de la existencia.
“I felt puny and absurd, a ludicrous midget.
Easy enough to talk of soul and spirit and existential worth, but not when you're three feet tall.
I loathed myself, our home, the caricature my life with Lou had become.
I had to get out.
I had to get away”
The Incredible Shrinking Man es la obra cumbre del cine fantástico de todos los tiempos, pues su capacidad de fascinación, de precisión en sus imágenes, y de perfecta ejecución de su desarrollo, como si se tratara de una tragedia griega, que finalmente deviene en la que quizás considere la más impresionante conclusión que he tenido oportunidad de disfrutar como espectador.
Lo mejor de todo, es que esa obra cumbre se levanta sobre el rasgo más noble del que podría surgir:
La sencillez.
Una película que bien podríamos calificar de “kafkiana”, en cuanto a su metáfora del individuo contra el sistema; pues las novelas de Franz Kafka se enfocan con especial insistencia en el sentimiento de impotencia del hombre común contra el sistema que lo rodea; y The Incredible Shrinking Man encubre este mismo discurso sobre el individuo, y la impotencia ante el sistema con el betún de una aventura fantástica; que contó con un coste de $700.000, y recaudó en apenas 2 meses, unos $4 millones; emergida en un estudio como Universal, bajo la égida de ese curioso productor llamado Albert Zugsmith.
Así estamos en 1957, un año y una época en la que el influjo de la televisión se hace notar en todas las productoras, y en dicha Major, esa referencia no es menos importante; y es por ello que en ese periodo concreto, el conjunto de su producción se encuentra dividido por, entre otros, la serie de melodramas rodados inicialmente en blanco y negro, pero muy pronto acogerán el inolvidable color; y constituirán un éxito de público, legando entre ellos, algunos verdaderos clásicos.
Junto a ellos, convivirá la serie B de dicho estudio.
El director Jack Arnold, que en un momento de extraordinaria inspiración legó todo un tratado de metafísica, y una excepcional lección a la hora de mostrar cómo lo fantástico está dentro de nosotros mismos, en el que mucho tuvo que ver la novela que sirvió de base a la misma película The Incredible Shrinking Man, que contiene la esencia de la visión del “fantastique” latente en la obra del novelista Richard Matheson; porque los años 50 fueron prolíficos en cuanto a la “sci-fi”, con títulos tan sólidos como:
“The Thing From Another World”, “The Day The Earth Stood Still”, y por supuesto, “War Of The Worlds”; pronto dispararía toda una serie de clones y versiones de calidad mediocre o baja, que terminarían por saturar al género, y darle mala fama.
En general el “sci fi” de esos años, se reducía a “La Tierra versus Los Marcianos”, sea en forma de invasiones masivas, o bien por la silenciosa sustitución / clonación de cuerpos humanos; y en general, los artesanos que han bebido en las aguas del género rondan lo mediocre, con excepción de Arnold, Howard Hawks o Robert Wise.
El mérito de Jack Arnold, es que pudo contar historias diferentes, y tuvo el privilegio de poder filmar numerosas historias de ciencia ficción en una época en que el género comenzaba a cobrar mala fama, debido a los filmes baratos.
Arnold, es un enemigo de los clichés, y un gran narrador de historias, pero su carrera profesional coincide con las etapas que ha sufrido el “sci fi” como género fílmico, y económicamente rentable; de formidable artesano de clásicos como éste, a terminar la década filmando series de TV, algo que no podría escapar hasta el fin de sus días; pero en la época en que los estudios aún apostaban a al “sci fi”, The Incredible Shrinking Man es uno de los mejores filmes.
No es más que una reelaboración de “La Metamorfosis” de Kafka, pero en vez de que el protagonista se transforme en un insecto, aquí simplemente se empequeñece.
Es una película muy prolija y lineal, donde no hay argumentos secundarios, es el simple detalle de las fases por las cuales pasa Scott Carey, que semeja más a un descriptivo documental científico, que a un film.
La historia, también tuvo retoques del propio director, que imprimió algo de sus convicciones religiosas y filosóficas en el desenlace.
Así veremos a Scott Carey, que está con su esposa pasando un agradable día en un barco prestado.
De repente se acerca una especie de niebla radiactiva, y es cubierto por ella.
Sin saberlo, esta le provoca problemas de estatura y peso.
Pasan los meses y descubre que todo su cuerpo está empequeñeciendo, por lo que es sometido a multitud de pruebas, con las que llega a la conclusión, de que la niebla es la causante de su cambio de tamaño.
Después de poco tiempo, su cuerpo se ve reducido a pocos centímetros, lo cual cambia su carácter y su vida.
Durante el metraje, Scott Carey trata de superar los problemas que acarrea su pequeño tamaño, antes desconocidos para él; y pone en el centro de su metáfora, la inevitable pregunta que se hace el hombre frente a la adversidad:
¿Quién soy?
La solución del protagonista, es adaptarse a su nueva realidad, sobrevivir a pesar de todo; y comprende la necesidad de trascender sus creencias, obligado a adaptar su mapa mental, y enfrentarse a los peligros desde una nueva dimensión.
En la primera parte, nuestro personaje se percatará de lo que le ocurre a partir de detalles aparentemente sin importancia, como el hecho de que las camisas y los pantalones comiencen a quedarle grandes.
¿Acaso un alegoría al poder sexual masculino?
Una visita al médico, confirmará su rara dolencia, desencadenándose desde ese momento, un desesperante drama que termina afectando a la relación que mantiene con su mujer.
Los días pasan, y su tamaño es cada vez menor, hasta quedar tristemente recluido en una casa de muñecas...
Curiosamente, una casa donde la mujer llegará a dominar al hombre menguante.
A lo sumo, lo que Arnold y Matheson exploran en la hora inicial, son las paradojas:
Carey más pequeño, pero más tiránico con su esposa; el desprecio hacia los enanos que es con quienes temporalmente Carey encuentra a sus pares.
¿Acaso no hay racismo entre blancos, negros… u homofobia entre miembros de la comunidad LGBTI?
La segunda parte de la película transcurre en el sótano de la vivienda, lugar al que un diminuto Scott acaba yendo a parar, después de ser atacado por su gato.
Curiosamente, gato en inglés, es también llamado “pussy” para determinar el órgano femenino, vagina, por lo que el uso del gato, no es casual.
Es entonces cuando el filme se convierte en un auténtico relato de supervivencia, no exento de lirismo.
La voz “en off” del protagonista, presente a lo largo de todo el metraje, nos ilustrará acerca de las ingeniosas acciones que tiene que llevar a cabo para resguardarse, conseguir alimento, y hacer frente a una espeluznante y “gigantesca” araña que cohabita en su reducido universo.
Otra metáfora del sexo femenino…
Y es probable que al contemplar The Incredible Shrinking Man por vez primera, no podamos percibir el magma de sus inagotables sugerencias.
Su discurrir se inicia con un hermoso solo de trompeta de tono elegíaco que remite a los modos del cine negro, y la advertencia de un cierto tono de tragedia.
De inmediato, la voz “en off” del propio protagonista, desarrollando un excelente trabajo en el que se combina la potenciación de su aparente opacidad expresiva, incluido cierto machismo; para ir incidiendo en la fuerza de su expresión física; nos induce a ello, aunque poco a poco nos demos cuenta que su propia existencia no deja de inducir a ese final tan esperanzador como sobrecogedor que nos propone Arnold.
Sus minutos iniciales, remiten de forma clara al modo de producción de Universal; y por momentos parece que nos encontremos ante el inicio de un melodrama de Douglas Sirk.
Después de la primera inquietante secuencia en el barco, precedida de un diálogo banal que nos demuestra un matrimonio estadounidense medio, en apariencia ideal, pero en el fondo carente de pasión; ante nuestros ojos se desarrolla durante pocos minutos, la clásica iconografía del “American Way of Life” mostrado por el cine en aquellos años; especialmente por el propio estudio en sus melodramas:
Vida cómoda, guapos esposos, reparto impecable, y se anuncia la posterior amenaza de ese gato en apariencia encantador...
En definitiva, ya tenemos el marco; y de forma insólita, en muy pocos planos y de forma concisa, Arnold consigue plasmar una demoledora radiografía.
Retengamos eso, como el primer elemento transgresor de la película.
Por otro lado, Scott pierde su rol protagonista de “hombre” del hogar:
Estamos hablando de los años 50 del siglo XX, época en la que los papeles masculinos y femeninos estaban trazados rigurosamente con la función que se esperaba de cada uno de ellos.
Este hecho le afecta mucho a Scott.
Además de sentirse “menos”, está impotente, porque ya no puede dar el dinero con el cual “se construye un hogar”
Podemos percibir en esta primera fase del filme, una clara parábola de la clase media, ante un ambiente político y económico que lo sobrepasa.
Tenemos nuestras necesidades básicas cubiertas, pero el consumo y el desarrollo de la tecnología nos van transformando en un grupo más dependiente de su entorno social y económico.
Todo se vende y se compra, todo tiene dueño y es propiedad de… nuestra sobrevivencia en el medio, depende de nuestras capacidades, no tanto para generar productos de consumo, sino dinero; y la sociedad capitalista se enfoca más a este fin, que a una distribución justa de las oportunidades y el progreso.
Quien se queda sin trabajo, vive el drama de Scott Carey.
El mundo se hace más grande, más difícil, más problemático:
Es una bola de nieve que mientras rueda, no deja de crecer.
La promesa del progreso y la tranquilidad social, no está hecha para quien carece de dinero; y Scott va perdiendo el control de su vida, y al mismo tiempo, sintiéndose una carga para su esposa.
El mundo que antes controlaba perfectamente bien:
Un buen trabajo, una casa ideal y un estilo de vida holgado y tranquilo; comienza a escaparse de sus manos.
No pasará mucho tiempo para que acabe dependiendo de ella, en todos los sentidos; y Scott sabe que en cierta manera, y aunque su esposa no lo acepte, es para ella una carga.
Incluso la tranquilidad de su hogar ha sido robada con el montón de cadenas televisoras y periodistas que esperan pendientes tras su puerta, para obtener la foto o la nota del sorprendente “hombre-niño”
Ahora, Scott también es una figura pública, digna del más vergonzante espectáculo.
Su dignidad, lo único que le quedaba, también está a punto de irse por el caño.
En la novela, incluso su virilidad le es en cierta forma arrebatada, cuando intenta tener sexo con su mujer, y esta lo rechaza porque no soporta la imagen de ella sosteniendo relaciones con un niño…
Ahora, irónicamente vive del tamaño de una muñeca, y efectivamente, en una casa elaborada para estas.
Y es entonces, cuando una tarde, se desata la tragedia:
El gato lograr entrar a la casa, y ataca a Scott; el cual, en su huida, cae directamente al sótano.
Cuando llega su esposa, esta cree encontrarse frente un horrible hecho:
El gato se ha comido a su marido.
El segundo, adquirirá mayor protagonismo conforme vaya avanzando su metraje en su estructura de “thriller”, que de forma paulatina irá adquiriendo un carácter angustioso.
El mundo humano, ya ha desaparecido para Scott.
Ahora, todo aquello que lo conformaba, se desdibuja gracias a sus enormes dimensiones, y aunque todavía resulta reconocible, para él se acabado la época de intentar ajustarse a este.
Ahora, debe luchar por sobrevivir y alimentarse en un lugar donde las cajas de madera son tan grandes como una colina, donde una ratonera es mortal, y donde una pequeña araña se ha convertido en un gigante terrorífico.
Cual caballero andante, un alfiler es ahora su espada, y al estilo de San Francisco de Asís, un pedazo es tela, es su única vestimenta; ha regresado a una prehistoria insólita; pero todavía guarda esperanzas de poder ser encontrado, de volver a la normalidad, y lucha y sobrevive para ello.
En cierta forma, esa esperanza es lo que lo ata y convierte en prisionero de un mundo que ya no es para él.
Esta segunda parte, es básicamente la expiación de Scott:
Está aprendiendo a dejar atrás todas sus ataduras, a despedirse de un mundo que lo mantenía dominado, y en cierta forma despersonalizada sin que él se enterara.
Está aprendiendo a ser libre, a vivir bajo sus propios medios; y en cierta manera, está replicando la imagen, muy estadounidense del “self-made-man”, el hombre que se hace así mismo; y que constituye uno de los valores más representativos del “American Way Of Life”
Y en el fondo, Scott está realmente en medio de un viaje iniciático:
Su miniaturización representa no una falta de poder, sino un arduo camino interior hacia sí mismo, hacia una nueva comprensión del universo.
Como si fuera un buda, o Jesucristo, la iluminación llega a Scott en su momento más aciago, en el instante en que deberá jugarse el todo por el todo contra la araña del sótano para poder vivir; y ha entendido algo muy importante:
Toda vida tiene un valor.
No somos seres sin sentido, existimos, y por tanto valemos.
Todos luchamos por ser felices, por vivir.
La sociedad, la economía, la política, la derecha y la izquierda, nos han transformado en peones de un sistema, en partes de un reloj, en autómatas de un sinsentido que usa excusas para convencernos de que si tiene una dirección.
Pero ahora Scott lo ha podido ver.
Esa araña no es solo parte de un sistema más grande que le ordena comer sin ningún sentido.
Al igual que Scott, ella quiere vivir.
Su miedo por morir es tan grande o igual al de nosotros.
Por tanto, Scott por fin se ha liberado:
Ahora acepta su condición, no con resignación patética, sino como la apertura de un nuevo camino hacia nuevos mundos; pero ya no será controlado por ellos.
Él se controla a sí mismo; y lleva su mundo consigo:
“Mi prisión era tan grande como la distancia que mis ojos podían abarcar, una gris y hostil extensión de espacio y tiempo.
Así que decidí que, si el hombre había podido dominar el mundo exterior, entonces yo podría dominar el mío”
En su mortal enfrentamiento, Scott mata a la araña, y ese sacrificio que no nace del odio, sino de la comprensión de los hechos de la vida, le otorga nueva savia y confianza.
Ahora camina una vez más, hacia esa ventana que da al exterior, para descubrir que la tela de malla es mucho más grande, y puede pasar por ella sin dificultad.
Ya no es un prisionero de nuestro mundo; y ha seguido el camino del héroe; por lo que la película nos ha llevado de la mano con él; y durante varios minutos, hemos visto cómo nuestro mundo se ha tornado gigante, y la metáfora de este gigantismo, ha sido excelentemente bien planteada y entendida.
En Scott, la miniaturización fue el medio para liberarse de sus trabas; sin embargo, no fue la miniaturización por sí misma la que desencadeno esta nueva forma de ver la existencia en Scott; fue parte importante del fenómeno, sí, pero la decisión fue de él.
En todo momento, The Incredible Shrinking Man transmite una extraña sensación de incomodidad, quizá debida al resultarnos tan cercanos los personajes, no tanto por los estereotipos que encarnan, sino por sernos tan familiares en tantas y tantas realizaciones hollywoodienses.
Y es que un elemento importante que propone esta obra, es una diáfana reflexión sobre la relatividad de las cosas.
Este planteamiento, va unido al nudo argumental central, pero al mismo se unen diversos detalles no menos interesantes, y algunos de ellos, incluso disolventes, como el débil carácter inicial del marido.
¿Sutil crítica al matriarcado de EEUU?, que irá fortaleciéndose en la contundencia de su personalidad según va menguando; la amenaza que muy pronto proporcionará ese gato, emblema de convivencia doméstica.
En definitiva, nada en sus fotogramas deviene gratuito.
Cualquier elemento o sugerencia que nos pueda parecer leve, tiene su concatenación causa/efecto a lo largo del metraje.
En su ajustada duración de apenas 80 minutos, The Incredible Shrinking Man se dispone en una estructura de 40 escenas, realizadas y montadas de forma admirable, puesto que en todo momento sigue una concatenación de secuencia de tensión seguida de otra, en la que el protagonista, y con él, el espectador, tiene un leve descanso, o incluso elemento de esperanza en esa extraña mutación que poco a poco lo va convirtiendo en un ser diminuto.
Ocioso es recordar los episodios que, cada vez con menor duración, van angustiando y variando las perspectivas que hasta entonces se convertían familiares en la vida diaria de nuestro protagonista.
Será sin embargo, hasta su caída al sótano, subrayada con un amenazador picado, cuando realmente la odisea de Scott Carey adquiera unos matices ya irresolubles.
Con enorme sentido dramático, Jack Arnold efectuó el “storyboard” de cada una de las secuencias del film, ordenando la realización de una serie de decorados en perspectiva, que se erigieron en la piedra angular de la credibilidad, que a nivel puramente artesanal, sigue manteniendo la película.
No será sin embargo ese su mayor atractivo; por el contrario, a partir de esa caída de Carey, el ritmo que hasta entonces se había realizado con un montaje más cotidiano, se irá relajando, como si las desventuras del protagonista por lograr sobrevivir de una situación que ya, a partir de ese momento, suponen la entrada de otro mundo, permitan a Arnold utilizar un minimalismo de prodigioso impacto.
Será prácticamente un tercio del metraje, en que observaremos por un lado, el reto de suponer una apuesta por las propiedades de la imagen, no existen diálogos, y solo en ocasiones escucharemos las reflexiones “en off” del protagonista; serán minutos en los que la cámara del realizador logra extraer todo su potencial de angustia.
En definitiva, supondrán los últimos y más elevados peldaños de esa arriesgada estructura dramática propuesta, un elemento en el que creo que nadie se ha detenido hasta el momento; que contrasta y complementa narrativamente la insólita vivencia de Carey.
Es decir, cuanto más reducido se encuentra su tamaño, mayor es la intensidad y duración con la que sus imágenes muestran su odisea, que tendrá su culmen físico, en la lucha contra la araña que marcará esa demostración de la superioridad del ser humano sobre el resto de animales, haciéndonos entrar en esos minutos finales, en donde el ser humano más pequeño, mutará en una nueva visión de su propia existencia, e incluso podemos intuir en ese despertar como una auténtica “resurrección” con ecos místicos cercanos a la figura de Cristo.
Y es en ese fragmento, donde el film de Arnold adquiere el calificativo de sublime.
Es la apuesta directa de su director por el encuentro de Carey con la trascendencia, contradiciendo en principio lo dispuesto en la novela original de Richard Matheson, aunque no dudo que años después, este aceptara la misma dentro de la implicación mística expuesta con posterioridad en su obra literaria.
Desde la aparición del protagonista de la reja, accediendo al exterior de una naturaleza que para él supone otro universo, sus diálogos, la belleza del tema musical elegido, y una simple concatenación final de 5 planos que finalizan con el del cosmos, ejerce una sensación de emoción, de extraña, sobrecogedora y al mismo tiempo esperanzadora conclusión, que culminará con ese diálogo final, casi desgarrador de su protagonista, convertido en un simple átomo, pero provisto de su conciencia intacta; aunque despojada de cualquier ligazón o recuerdo a su existencia terrena:
“Para Dios, el cero no existe.
Y sin embrago yo sigo existiendo”
Se puede hablar de los conflictos que el guionista Matheson mantuvo con el realizador sobre los cambios de este final, en el que el director aportada por una opción teísta, pero no puedo dejar de señalar que se erige como el más sobrecogedor que jamás se ha contemplado en la pantalla, y cuyo reiterado visionado, no hace más que confirmar en, cómo con tal sencillez de elementos, concluye en unos de los instantes más estremecedores jamás generados por el cine.
Y lo que ha parecido más interesante, sin embargo, no ha sido tanto, vista ahora, la parte fantástica del brillante guión de Richard Matheson, que no deja de ser una mera convención del género al cual pertenece, sino el alto grado de amargo realismo de sus consecuencias, el drama doméstico que desencadena la enfermedad de Carey, los cambios de humor y la irascibilidad del protagonista, su inmensa soledad, solo aplacada por el breve oasis que supone su amistad con una enana de circo, las trifulcas conyugales con una esposa tan estoica y sacrificada, que el espectador siente que la supuesta muerte de su marido, es para ella más una liberación, que una tragedia.
Este realismo adquiere, además, tintes de cruda sátira social, si pensamos en el perfil del personaje principal, el típico estadounidense nacido y educado para triunfar en la vida, un exitoso y acomodado publicista, con una hermosa esposa, una bonita casa con jardín, y un adorable gato, muy en la línea del emplazamiento; ve cómo su vida pasa de ser un plácido crucero en yate, a un espantoso e interminable naufragio en el sótano de su casa, donde se ve obligado a despertar su ingenio, adormecido por la clase de vida que la sociedad le había impuesto hasta entonces, para no correr el riesgo de ser aniquilado y reducido a la nada por un universo hostil, que conspira constantemente contra su existencia.
Del reparto, las actuaciones fueron muy convincentes:
Grant Williams como Scott, logró cautivar al espectador, y hacernos acompañarlo a lo desconocido, a compartir sus sufrimientos y dudas; por otro lado, Randy Stuart como Louise Carey, también gustó en su papel de fiel esposa, son pocas las personas que podrían soportar una situación así, sin patear el tablero.
Aunque April Kent, como la enana Clarice, apareció solo algunos minutos en la película, fue la sensación gracias a su belleza y su inocencia, que pensé que Scott se iba a quedar con ella, aunque fuera injusto, ya que Louise, a pesar de todo, nunca lo abandonó…
Desde lo técnico, The Incredible Shrinking Man posee unos sorprendentes y logrados efectos visuales para la época, conseguidos a partir del uso de sobreimpresiones, perspectivas forzadas, decorados, y objetos de gran tamaño.
El equipo de trucaje, estuvo trabajando durante 8 meses antes de empezar la película; por lo que los efectos especiales podemos dividirlos en 2 tipos:
Los muebles y todos los objetos utilizados para mostrar el tamaño de Scott, son muy bien hechos, con todos los tipos de detalles, lo que significa que se hizo un esfuerzo grande para tener calidad de producción; sin embargo, los efectos especiales cuando se montan algunas imágenes de Scott pequeño, principalmente cuando camina por las calles de la ciudad, son defectuosos, y se percibe el montaje.
Esto lo visualizamos gracias a la remasterización de la película en DVD; no sabemos si estas fallas eran tan obvias en la gran pantalla de los cines de los años 50 cuando la tecnología era otra.
La mayoría de los efectos especiales virtuosos de la película, fueron supervisados por Clifford Stine, jefe del departamento de efectos especiales del estudio.
Y como curiosidad, Jack Arnold resolvió el problema de simular gotas gigantes de agua cayendo, mediante el uso de una cinta de correr que arrojaba cientos de condones llenos de agua; así como varios de los accesorios gigantes:
Las tijeras, las uñas y la ratonera, por ejemplo, formaron parte de la gira a Universal Studio durante varios años.
Contrario  a lo mostrado, el libro de Richard Matheson, fue escrito como una serie de “flashbacks”, para que te metieras en la bodega con Scott rápidamente.
Pero Universal insistió en una historia lineal.
También vetaron secuencias clave, como Scott pasando la noche con la enana, un homosexual borracho que abusa de Scott, una pandilla de adolescentes que lo aterrorizan, y Scott convirtiéndose en un “Peeping Tom” o mirón, que secretamente espiaba a una niñera adolescente.
¡Estos fueron obviamente rechazados por ser demasiado atrevidos para 1957!
Como fallos, si bien la araña en la película es claramente una tarántula, una tarántula de tierra, las cuales viven en agujeros en el suelo; en el libro de Richard Matheson, en el que se basa esta película, la araña que batalla con Scott Carey, es una viuda negra.
También se nota que el hombre menguante, en varias tomas carece de sombra; y hay algún error que otro con las proporciones del tamaño, pero eso no le quita merito a la película; pero si se debió cuidar más cuando se encontró con la mujer “enana” que no presenta las características del enanismo.
Por otra parte, Matheson lamentó que su personaje se redujera un séptimo de pulgada por día en la novela, y según una entrevista con Stephen King en el libro de King, “Danse Macabre”; en la película se dice que pesa 52 libras y mide alrededor de 3 pies, pero eso es poco probable dada la ley de cubo cuadrado.
Alguien encogido a la mitad de su altura anterior, pesaría 1/8 de su peso anterior; 22 libras sería más probable.
Si bien es posible que algunas personas disminuyan en altura con la edad, y se dice que las personas son un poco más pequeñas a medida que avanza el día, la reducción radical no es posible.
Al tiempo que Scott Carey se hace cada vez más pequeño, el tono de su voz nunca cambia.
El tono de la voz de una persona, está dictado principalmente por el tamaño de las cuerdas vocales; a medida que disminuye de tamaño, su voz debería haber aumentado en tono, llegando a ser inaudible para los oídos humanos; y en un cierto punto, Scott debería ser incapaz de respirar, ya que las moléculas de aire se habrían hecho demasiado grandes para que sus pulmones las procesen; y mientras Scott se encogía, debería haberse sentido más frío, a medida que su cuerpo se volvía demasiado pequeño para retener el calor; pues la mayoría de los mamíferos pequeños compensan esto teniendo pelaje y exceso de grasa corporal.
Y se han pasado un poco en el uso de la fuerza en la escena en la que se ve al hombre empujando una puerta entreabierta y moviéndola…
Si además añadimos que de pronto el gato aparece al otro lado, contra empujando con las patas y el cuerpo, ahí lo que tenemos es un pequeño alarde de grandeza y resistencia puntual poco coherente, y es un fallo claro, que sí se aprecia bien.
Desde lo psicológico, en ningún momento se ve a Scott llorar desconsolado, por ejemplo; faltan quizás reacciones sentimentalmente lógicas y muy humanas ante según qué escenas; o casi al final, cuando definitivamente ve lo que será su vida.
No existe la escena en la que se hunda desesperadamente de verdad ante su fatal destino; y sobra estoicismo y falta verdadero derrumbamiento moral y profundidad en ciertos aspectos.
La reacción de la esposa al llegar a casa, y ver que su marido falta, se coge con pinzas, casi; y creo que cualquier mujer en su situación, reaccionaría buscándolo desesperadamente, peinando todos y cada uno de los rincones de la casa, antes de darse por vencida del todo ante la idea de que el gato se lo tuvo que comer sin más, porque eso es lo que parece que ha ocurrido...
Ahí faltan reacciones lógicas, y esa idea, sólo se raspa de una forma muy sencilla en una breve conversación entre la esposa y el cuñado, en la cual, sentados en un sofá, ella le dice:
“... ¿y si está perdido?”, a lo que él responde algo así como:
“...he mirado por toda la casa, y nada.
¡¡Está muerto...!!”
Y con esa simple frase, queda solucionado todo, y ella queda convencida definitivamente, y ya está.
Por último decir que Matheson escribió un tratamiento cinematográfico para una secuela titulada “Fantastic Little Girl”, alternativamente titulada “The Fantastic Shrinking Girl”, pero la película nunca se produjo.
La historia, en la que Louise Carey sigue a su marido a un mundo microscópico, y después de encontrarlo, comienza a crecer en tamaño junto con él, y luego regresa al sótano de su hogar original, para luchar contra una rata en el final.
Era una secuela donde la esposa menguaba también, y se internaba en el mundo atómico con su marido; y según Matheson:
“Afortunadamente, no se hizo; era el guión más estúpido que jamás había leído”
Más tarde se publicó en 2006, por Gauntlet Press, en una colección titulada “Unrealized Dreams”
En definitiva, en lo que termina por transformarse el protagonista, es en un explorador de mundos; y es un problema de los tiempos, por lo que el discurso final es impecable, observando la inconmensurabilidad de la noche astrífera, que si él sigue con vida, debe querer decir que La Creación no tiene límites humanos.
Es un momento de auténtica ciencia ficción:
Un ser humano que observa el auténtico micromundo, y abandona el antropocentrismo natural de la humanidad, tal vez para incorporar un nuevo antropocentrismo del ser humano encogido.
Scott, que ha desaparecido en lo infinitesimal, pero logra seguir vivo y razonando sobre su propio estado, sabe que seguirá su camino hacia un eventual mundo molecular.
Entonces, sus miedos finalmente se desvanecen, y llega la aceptación:
“Levanté la mirada como si fuera a alcanzar el cielo.
El universo.
Infinidad de mundos”
Respecto al final que la palabra “Dios” figure en ese parlamento, es una imposición de la productora; pues ni Arnold ni Matheson querían dar tal pretenciosidad a la historia; pero esta inclusión no logra tumbar la que quizás sea la mejor película que ha tratado el tema de las mutaciones, y que tiene más chicha de la que aparenta.
En cuanto a la reflexión final, acerca de la extremada debilidad del ser humano, de lo pequeños que somos ante el universo, de la fragilidad que nos acompaña, se puede estar más o menos de acuerdo, sobre todo con el enfoque religioso, pero sí que es cierto que cuando nos creemos muy grandes, la naturaleza, la vida misma nos pone en su lugar...
Al fin de cuentas, hay algo muy común:
La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma, y The Incredible Shrinking Man muestra el andar de este individuo en su desesperación ante la situación en la que está:
¿Pero luego qué?
Luego de la aceptación, no queda más que mostrar, ha entendido en que se ha transformado, y su existencia tiene ahora un sentido diferente.
El único misterio de The Incredible Shrinking Man es que no queda muy claro, pero se supone que esa extraña nube procede de algún experimento radioactivo, o de alguna prueba atómica.
Sobre la banda sonora, el tema de la música de los créditos de apertura, sin acreditar, es de Irving Gertz, con un solo de trompeta interpretado por Ray Anthony, que acompaña la acción con bonitas melodías jazzísticas, que animan y explican los sentimientos encontrados de Scott.
“Maybe the best way to begin is to start thinking about the future”
El ser humano, por lo general, busca su sentido de estabilidad a despecho de la segunda ley de la termodinámica.
Es decir, en el tamaño; y en The Incredible Shrinking Man, es el propio individuo quien, con su mutación interminable, convierte un mismo elemento, sea un gato doméstico, una araña, unas tijeras… en algo muy distinto.
Existe un único camino, el de la adaptación perpetua e inmediata; un camino tan incierto como agotador; y más de 60 años después de su estreno, The Incredible Shrinking Man sigue siendo una de las películas de ciencia ficción más impactantes de la historia del cine; pues la clave no radica en sus efectos visuales, que sorprendentemente aguantan el paso del tiempo, sino en la historia que relata, en sus lecturas; y a pesar de la inverosímil situación que plantea, el espectador no puede evitar ponerse en la piel de un tipo que mengua día tras día, sin poder evitarlo.
Desde esta renovada perspectiva, lo que nos dice Arnold y Matheson, es que el terror surge de la mirada, de cómo interpretamos eso que estamos viendo, es decir, no propone un mundo, sino una forma de mirar ese mundo.
Pero hasta en eso hay escalas; y The Incredible Shrinking Man intenta dar una respuesta al “enigma de lo infinito”
¿Qué es lo que somos?
Cuando el protagonista parece perder toda esperanza, se pregunta en qué se está volviendo, si aún es un ser humano, o un hombre del futuro…
¿De qué futuro?
Muchas de las angustias sociales, devienen del miedo a perder posiciones y privilegios en el medio, en especial ocurre con las clases medias que con cada crisis económica ven mermado su acceso a lo que consideran un estilo de vida mejor.
Despertarte y saber que sus hijos ya no podrán asistir a su escuela, que ahora se le ha privado de ciertas ventajas y oportunidades a la familia, y que nuestros logros están ligados a todo lo que ordena el sistema, y que no tenemos seguridad en nada, causa verdadera zozobra en nosotros.
El hombre se siente impotente ante esa maquinaria gigante que es el gobierno, la sociedad y la economía, porque su lucha no es para enfrentarse a ella y a su control, sino al contrario, por seguir permaneciendo en su interior, sobreviviendo a todo ello.
El sistema nos ha engañado; pues no vivimos para nosotros, vivimos para él y no nos hemos liberado.
Entonces lo que nos queda es el regreso a lo básico.
Por otra parte, nadie es insignificante en el mundo, sino que tiene un tiempo finito, y hasta para el más diminuto, su existencia sigue teniendo sentido.
Sólo se es pequeño, si uno se rinde y no saca fuerzas de sí mismo para salir adelante, pese a las dificultades.

“I was continuing to shrink, to become... what? 
The infinitesimal?
What was I?
Still a human being?
Or was I the man of the future?
If there were other bursts of radiation, other clouds drifting across seas and continents, would other beings follow me into this vast new world?
So close, the infinitesimal and the infinite.
But suddenly, I knew they were really the two ends of the same concept.
The unbelievably small and the unbelievably vast eventually meet, like the closing of a gigantic circle.
I looked up, as if somehow I would grasp the heavens.
The universe, worlds beyond number, God's silver tapestry spread across the night.
And in that moment, I knew the answer to the riddle of the infinite.
I had thought in terms of man's own limited dimension.
I had presumed upon nature.
That existence begins and ends in man's conception, not nature's.
And I felt my body dwindling, melting, becoming nothing.
My fears melted away.
And in their place came acceptance.
All this vast majesty of creation, it had to mean something.
And then I meant something, too.
Yes, smaller than the smallest, I meant something, too.
To God, there is no zero.
I still exist!”



Comentarios

Entradas populares