A Nagy Füzet

“Magyarországon a második világháború alatt a túlélésre mindent”
(En Hungría, durante La Segunda Guerra Mundial, sobrevivir lo es todo)

La Segunda Guerra Mundial, llegó a Hungría, entre 1941 y 1944; tras cierta presión, Miklós Horthy, el regente húngaro, estableció una alianza con la Alemania nazi, y los otros miembros de Las Potencias del Eje, Italia y Japón, en los años 1930, donde le ofrecían revisar El Tratado de Trianon.
Y Hungría fue recompensada por Alemania, con territorios pertenecientes a Checoslovaquia, Yugoslavia, y Rumanía; y tomó parte activa en La Segunda Guerra Mundial, pudiendo así recuperar temporalmente, unos territorios donde había húngaros, como el sur de Eslovaquia, Rutenia subcarpática, Transilvania septentrional, y el norte de la Voivodina; y donde las autoridades húngaras pretendieron que los húngaros eran la mayoría, aunque los censos hechos por las autoridades rumanas, eslovacas, o serbias, pretendían lo contrario.
En octubre de 1944, Adolf Hitler forzó la abdicación del no demasiado dócil Horthy, por un mayor colaboracionista pro nazi húngaro, Ferenc Szálasi, con el fin de evitar así, la defección de Hungría.
Así, La Segunda Guerra Mundial, afectó decisivamente a Hungría, en el sitio de Budapest, donde perecieron unos 40.000 civiles, además de 50.000 defensores, y 70.000 atacantes del Ejército Rojo.
Tras la caída de Hitler, Hungría fue ocupada por tropas rusas y, pese a que hubo un pequeño periodo liberal, en 1947, se instauró un gobierno comunista, liderado por El Partido de Los Trabajadores Húngaros, estando a la cabeza de este, Mátyás Rákosi.
Por tanto, el país pasaba a ser una parte importante del Bloque del Este.
La experiencia en Europa Central y su cine, plasmando épocas decisivas desde El Imperio Austro-Húngaro hasta El Pacto de Varsovia, es clave en el contenido de sus películas, y en su estructura simbólica.
Incluso, se pude ver una metáfora implícita en títulos concretos, entre la compleja atmósfera social, y los hechos políticos de la vieja Dinastía Imperial y la moderna República Popular.
En los films húngaros de los directores más reputados; las esperanzas ilusionadas, y las realidades desdichadas del pasado, están siempre presentes en términos de inmediatez humana, ya sea la fantasiosa imaginación de un padre muerto por parte de un hijo, la memoria de las deportaciones de los Nazis, la fallida revolución de 1956, o el recuerdo de traiciones de diversa índole.
El infierno en vida…
¿Cómo sobrevivirlo?
¿Cómo adaptarse?
La guerra cruel, como todas, convierte a las personas en animales.
“A test, a haj, a ruha tiszt, ágynemű, szőnyeg, kezünket, a karunkat, minden piros”
(El cuerpo, los cabellos, la ropa del oficial, las sábanas, la alfombra, nuestras manos, nuestros brazos, todo está rojo)
A Nagy Füzet es un drama bélico húngaro, del año 2013, dirigido por János Szász.
Protagonizado por András Gyémánt, László Gyémánt, Piroska Molnár, Gyöngyvér Bognár, Ulrich Matthes, Ulrich Thomsen, Diána Kiss, János Derzsi, András Réthelyi, Orsolya Tóth, Péter Andorai, Krisztián Kovács, entre otros.
El guión es de János Szász y András Szekér, basados en la novela homónima de Agota Kristof, llamada al español “El Gran Cuaderno”
La escritora, es de nacionalidad húngara, que residió en Suiza, y escribió su obra en francés, fallecida en 2011.
En 1986, aparece su primera novela:
“Le Grand Cahier” (1986), y le siguió la secuela titulada “La Preuve” (1988), y la 3ª parte bajo el título “Le Troisième Mensonge” (1992)
La trilogía novelística, ha sido publicada bajo el título “Claus y Lucas”; y utiliza las palabras exactas para hablar de crueldad, identidad, guerra, soledad, y supervivencia.
Traducida a más de 30 idiomas, la primera novela fue galardonada con El Premio Europeo de Literatura Francesa, en 1986.
Asimismo, ganó El Premio Gottfried Keller en 2001, en Suiza; y El Premio de Literatura Europea del Estado de Austria, en 2008.
Es un libro extraño, audaz, experimental, devastador, nihilista, sin ningún lugar para la esperanza.
Asombra por la dureza, intensidad, y crueldad de alguna de sus páginas.
En esta primera parte, no existen ni los nombres, ni de los personajes, ni del pueblo, ni del país; todo aséptico y frío; pero sí hay apodos descalificativos como “labio partido”, “bruja”, “hijos de perra”, en clara ausencia de nominalización, para darle un carácter global al horror.
Esto puede ocurrir en cualquier lugar, y en cualquier época.
La deshumanización llevada hasta sus más altas consecuencias.
Y es una muestra efectiva y poderosa, de los horrores de la guerra, y de lo fácil que puede desaparecer la inocencia en los niños, pues describe con gran intensidad, la miseria de las poblaciones de Europa del Este.
El libro está dividido en brevísimos capítulos, compuestos de frases muy sencillas y cortas, las situaciones y los personajes, sólo necesitan de unas líneas para cobrar vida.
A lo largo de la lectura, nos damos cuenta de que estos capítulos están siendo escritos por los gemelos, en un cuaderno, como si de un diario se tratase, donde los niños plasman sus vivencias.
La adaptación de la novela, es una de las primeras películas producidas por el nuevo Hungarian National Film Fund; y obtuvo una preselección a Mejor Película de Habla No Inglesa en Los Premios Oscar para Hungría, que jamás ha obtenido este galardón.
La historia se ubica en una Hungría traumatizada y arrasada durante los últimos años de La Segunda Guerra Mundial.
Ante el desconcertante miedo a ser bombardeados en la gran ciudad, los padres (Gyöngyvér Bognár y Ulrich Matthes) de los gemelos (András y László Gyémánt), deciden trasladarlos a una región deshabitada.
Su abuela (Piroska Molnár), pariente de la que nunca habían oído a hablar, va a ser la encargada de cuidarlos.
Desde el primer día, la octogenaria conocida en el pueblo vecino con el apelativo de “La Bruja”, tortura a sus nietos, privándoles de alimento y cobijo; y los hará trabajar para ganarse el alimento, además, vivirán rodeados de muerte, violencia, y destrucción.
Pronto, la humillación psicológica deriva al maltrato físico, convirtiéndose en un auténtico calvario para los pequeños.
Los sumisos mártires, escriben todo lo que les sucede, en un cuaderno que sus padres les regalaron tras la despedida… y escriben cada noche sus vivencias, y deciden endurecer su carácter, para enfrentarse a la realidad del mundo de los adultos.
Sin embargo, a medida que transcurren los dolorosos meses, alejados de sus progenitores, el tono de dicho manuscrito advertido por los espectadores, a través de una voz “en off” que lee todo aquello descrito por los gemelos, abandona progresivamente la dulce despreocupación de las primeras páginas…
Los golpes, el hambre, y el frío, alteran la percepción del mundo de 2 niños, que se ven obligados a sobrevivir a cualquier precio, pasando de su condición de víctimas, a despiadados verdugos.
Así van perdiendo la inocencia, y el sentido moral, de modo que ya no volverán a ser los mismos, nunca más.
Es entonces, cuando se produce un cambio en la actitud de los pequeños:
Para poder aguantar el dolor físico, y la pena por no estar juntos a sus padres, los gemelos deciden “entrenarse”, endurecer el cuerpo y el espíritu, hasta lograr ser inmunes a los golpes, indiferentes a la tristeza, y tan crueles como las personas que los rodean.
Aunque sus padres parecen haberse olvidado de ellos, los hermanos seguirán cumpliendo sus consejos:
Estudiar y escribir en un cuaderno, de forma minuciosa, todo lo que ven.
Al escribir, siguen un código estricto:
La prosa debe carecer de emoción, las anotaciones deben ser precisas, y objetivas.
Con el tiempo, se inician en la corrupción, y el horror de un mundo desgarrado por la guerra.
Escuchan a un pastor lujurioso, hablarles de la fe; ven a los soldados llevando a filas de personas a la muerte, y son testigos de la crueldad de los vecinos del pueblo.
La guerra termina, y la “liberación” trae algo aún peor:
Violaciones y saqueos.
Lo vivido, es un ejemplo de un acogimiento que nunca debió ser, pero al que los padres recurren por las circunstancias de la guerra, y parece verse al final, que por su propio egoísmo y supervivencia.
Podemos ver la deriva destructiva de unos niños, que sin guía amorosa adulta, se pierden, al verse rodeados sólo de egoísmo y violencia.
Estos “niños mimados de ciudad”, se van transformando en pequeños monstruos, y su visión de lo que les rodea, es cada vez más oscura, retorcida, y siniestra.
Con A Nagy Füzet, el director János Szász, elabora una radiografía del pasado, donde no sólo recupera la memoria histórica, centrada en los hechos pretéritos; y realiza un interesante análisis sobre la perversidad de la condición humana.
A Nagy Füzet nos hará pensar más profundamente sobre la guerra, el efecto que puede tener en la persona física, psicológica, y emocionalmente.
“Ha azt írjuk:
“A parancsnok jó”, ez nem igaz, mert a parancsnok lehet, hogy rosszat tenni, hogy figyelmen kívül hagyjuk”
(Si escribimos:
“El Comandante es bueno”, no es verdad, porque El Comandante puede ser capaz de cometer maldades que nosotros ignoramos)
A Nagy Füzet se enmarca en cierta corriente de películas bélicas, o más ampliamente, de contexto violento, visto a través de los ojos de unos niños.
En otras palabras, un niño normalmente no es capaz de asimilar lo que ocurre a su alrededor en tales circunstancias, y por ello, para poder soportarlo, suele transformar ese ambiente, según sus propios parámetros.
Szász combina el realismo más áspero, con el género fantástico, a través de dibujos y animaciones, que muestran las anotaciones en el diario de los niños, para presentar el choque perturbador, violento, y hasta descorazonador, entre la infancia y la edad adulta.
De hecho, indica que los ritos hacia la madurez, son a menudo tan peligrosos y pervertidos como la guerra; y recrea la crueldad, las incomodidades, el disgusto, la falta de compasión, la aspereza, y la ferocidad de una época indeleble, que proyecta su insidiosa sombra hasta nuestros días:
Ucrania no es sino un último estallido lacerante, como antes lo fue Yugoslavia, de las yagas cerradas en falso, que provocaron la azarosa contienda de La Segunda Guerra Mundial, y su interminable posguerra belicosa.
Suele ser elemento común en este tipo de largometrajes que vienen de Europa del Este:
La insistencia en la mayoría de los directores, en el hecho de que si mal fue la ocupación nazi, no fue mejor la posterior “liberación” a cargo de La Unión Soviética; cuando para el resto de Europa, la derrota de los alemanes significó el fin de la pesadilla, para los países ocupados por El Ejército Rojo, aún quedaba lo peor por llegar.
Para llevar a cabo A Nagy Füzet, Szász utiliza bien, el hecho de disponer de 2 actores iguales, para la  simetría de la puesta en escena, y emplea con acierto la voz “en off”, que relata lo que se escribe en ese cuaderno, y que sirve de elemento narrador, tan neutro, como indiferente es el estado espiritual que quieren alcanzar los 2 hermanos.
A Nagy Füzet es una película bélica sin guerra, la historia acerca de 2 niños inocentes y crueles, que se alejan de cualquier moral; de 2 chicos con instintos asesinos:
Son 2 cuerpos, un espíritu; 2 cuerpos, una voluntad.
Hablan igual, acaban las frases del otro, siempre están en la misma onda.
Uno de ellos tiene una idea, el otro la pone en práctica.
Así pues, A Nagy Füzet nos sitúa en plena Segunda Guerra Mundial, en el árido interior húngaro, desde que 2 hermanos son abandonados, “temporalmente” por su madre, en la aislada granja de su abuela.
Ésta es una mujer obesa y bestial, con fama de bruja entre la población, y con ademanes rústicos e insensibles, insultando y golpeando a sus nietos, para incitarles a la disciplina y al trabajo; aunque entre los 3, surgirá progresivamente, un cariño tan primitivo, como irracional.
Entre tanto, éstos van recogiendo sus vivencias en el cuaderno que da título a la obra, y que les ha dejado su padre, incluyendo su encuentro con un soldado desertor y congelado en la nieve; su decisión de acabar con la vida de una bella, pero odiosa antisemita; o su amistad con una ladrona harapienta, que debe cuidar de su madre...
Con todo, ni esto último da pie a escenas más tiernas, ni lo anterior conduce exactamente al horror más indignante, pues en todo momento, los citados gemelos mantienen una actitud estoica, y una mente retorcida, a la vez que permanecen al margen de episodios más sangrientos.
En efecto, imaginamos fuera de campo, los sucesos más graves, pero sin descontar algunos brotes de violencia física o verbal, en realidad, la dureza hace más bien referencia a lo inhóspito de la choza en la que deben vivir estos protagonistas, y a la naturaleza antipática de todos los personajes, incluidos ellos.
En consecuencia, es difícil tanto captar y entender el alcance de lo que les está aconteciendo, como simpatizar con su auto infligido sufrimiento, el cual, en definitiva, no les sirve para afrontar experiencias a priori insoportables, porque las mismas, solo llegan en un último acto, cuando tanto su estoicidad, como nuestra indiferencia, han mermado todo sentimiento:
Ni ellos ni nosotros nos sentimos apenados por lo que entonces sucede, aunque tal carencia sea precisamente intencionada.
Esta última afirmación, deja entrever la ambigüedad de que no sabe muy bien en qué tono situarse, algo a lo que contribuyen su irregular estructura episódica, por mucho que la misma avance con soltura, o sus cambios de climas y estaciones, coincidentes en parte, con cambios de motivaciones.
En este sentido, nos faltan datos para comprender y compartir su supuesta evolución hacia la deshumanización, y por ello, el desenlace de la historia parece un capricho, o un golpe de efecto necesario, para concluir el drama, antes que el resultado de una transformación en su naturaleza, y en la relación, más simbiótica que fraternal que los une.
A Nagy Füzet no es una película fácil de ver.
No es afable, ni con final feliz.
Es sobre el mal en estado puro, donde casi desaparecen los resquicios para la esperanza.
Esta fábula macabra, aúna en su ser, violencia y pesimismo a kilos, y eso que los más fieles a la obra de Agota Kristof, señalan que la recreación, evita los pasajes más duros del libro.
Aun así, los elementos que se conjugan, y que los hermanos sufren en sus carnes, literalmente, y su corazón, los conducen a practicar una autoeducación, para la supervivencia dura, fría, y doliente, a ojos de los espectadores.
Habrá espectadores que la relacionen, con la estremecedora y sublime “Das Weiße Band - Eine Deutsche Kindergeschichte” (2009) de Michael Haneke.
Y es verdad que existen temas, y un director de fotografía en común, Christian Berger, con un notable trabajo, por cierto, pero también hay diferencias entre ambas obras.
A Nagy Füzet pide momentos y escenas más sutiles, menos evidentes, y otros modos narrativos, para no prescindir de ninguna escena escabrosa.
Incluso, por momentos, y esto es más un sentimiento personal que un análisis, el que escribe experimentó una sobresaturación de monstruosidades.
Las fábulas, incluso las desagradables, las que cuesta ver, tienen con la necesaria distancia analítica, no solo su razón de ser, si no que necesitan ser vistas.
En ellas habitan ejemplos imaginados, o no tanto, de acciones y maneras de la realidad.
Muchas veces, el efecto espejo entre la pantalla y el espectador, es evidente.
De ahí su incomodidad.
Por otra parte, fue Sigmund Freud quien dijo, que los niños eran “perversos polimorfos”
Pues no hay más que imaginar a esos “perversos polimorfos” en tiempo de guerra, con todas las carencias materiales y afectivas posibles.
Todos los personajes, viven en un desamparo total, el paradigma está en los personajes de “Labio Partido” y su madre, y su terrible final; y desarrollan sus instintos más primarios:
La abuela avara y egoísta, a la que solo le importa el dinero, inhumana, sucia hasta la saciedad…
¿Nos ha impactado la suciedad en la que vive?
Siendo la autora de la muerte de su marido; el oficial masoquista…
A Nagy Füzet deja en claro, que la transformación de los niños se debe a la terrible experiencia bárbara e irracional que se ven obligados a soportar de otras personas, y de la propia guerra.
Han tenido que sobrevivir a la caída de Hungría.
El ejército alemán se retiró, como el representado por las Waffen SS, el oficial alemán que se aparta bruscamente, y que ha mostrado un interés homosexual en ellos.
El ejército húngaro ha caído también, representado por el soldado húngaro, que los muchachos tropiezan, congelado y muerto de hambre.
Y el ejército soviético, está tomando Hungría, para iniciar su régimen de violaciones.
Acerca de los soviéticos, hay una leyenda que dice:
“Bienvenido los libertadores.
Han venido a tomar todo lo que poseemos”
Y cuando el sacerdote se sorprende, de que los gemelos saben Los 10 Mandamientos, les dice:
“El 5º Mandamiento dice no matarás”
A lo que ellos responden:
“Pero todo el mundo mata”
Son situaciones que obligan a los niños, a actuar conforme al entorno, debido a la carencia afectiva que tienen.
Se le puede achacar que A Nagy Füzet, podría haber utilizado un breve prólogo introductorio, para familiarizar al espectador, con mayor profundidad, sobre el contexto político.
Quizás, Szász lo da por supuesto, que ya sabemos lo suficiente sobre La Segunda Guerra Mundial, y sus nefastas consecuencias, y por ello, deja muchos de estos elementos en el tintero del subconsciente, antes que mostrarlos directamente, o hacer referencia a ellos, aunque con tal estrategia, elimina parte del dramatismo que por otro lado persigue al adoptar el punto de vista de unos niños trastornados.
Además, estas contradicciones se revelan en unas situaciones que rara vez transmiten plena verosimilitud, sino que se mueven más bien, entre la estilización y la exageración.
Es cierto que la forma de denuncia elegida por Szász, es poco creíble, ya que imaginar a esos niños, dándose latigazos entre ellos para endurecerse, es algo extraño, pero desde luego, es efectiva en tanto que ninguno de los personajes, salvo el zapatero judío, se salva de la crítica.
Ni siquiera los pequeños, que evolucionan desde su desesperación, hasta convertirse en unos niños deshumanizados que roban, chantajean, o matan para conseguir sus propósitos…
Y es que el vivir al lado de un Campo de Exterminio, no es de gran ayuda para que los gemelos, que observan todo lo que sucede a su alrededor, abuela incluida como un ser aborrecible, su vecina ladrona, el sacerdote y el oficial nazi unos pervertidos, y la única que parece tratarlos bien, resulta ser una ninfómana radical antisemita; extraigan las conclusiones correctas, acerca del comportamiento a seguir.
La falta de educación, de alguien que les guíe en esos momentos difíciles, es el culpable de una situación que se prevé trágica, que no pinta nada bien, incluso si algún día regresan los padres de los pequeños.
De hecho, el hecho que sean bien educados, no los exime de su monstruosidad.
Entre los aspectos que no me convencen, es el decorado.
La recreación del pueblo en donde sucede la acción, es muy artificial, y no me gusta que se vean unos edificios que parecen hechos de cartón piedra.
Otro aspecto curioso, que nos indica la austeridad de la producción, es que desconocemos los nombres de los personajes; y que “El Cuaderno” como tal, tiene poca importancia, aunque en él anoten muchas de sus vivencias.
Y vienen los cuestionamientos:
¿Cuánto tiempo pasa desde que son dejados con la abuela, hasta que se separan?
No es tiempo suficiente para que se deshumanicen de sus padres…
¿Por qué hace 20 años, que la madre de los niños no ve a su madre?
¿Porque es una bruja?
Si es así, entonces:
¿Por qué decide que sus hijos vivan con ella?
¿Para evitar un mal mayor?
No sé, no me convence.
La escena en que se llevan prisioneros a los judíos del pueblo, y la mujer que ha abusado de los niños, grita por la ventana que se lleven al zapatero, está traída por los pelos, sólo para justificar que después, los niños intenten matarla como venganza:
El zapatero se había portado muy bien con ellos, y demostrar así, cómo se han endurecido.
Inexplicable, el momento en que la madre viene a buscar a los hijos, y estos se niegan a ir con ella...
Igual de inexplicable, que la abuela, que nunca ha mostrado por ellos ningún afecto, los esté abrazando como si fueran suyos, y los quisiera mucho…
No entiendo la actitud de la madre, al dirigirse a los niños, ni la de los niños hacia su madre… y menos cuando aparece el padre.
¿Por qué los hijos tienen esa actitud?
¿Quizás porque hace mucho que no saben de la madre, cuánto tiempo pasó?
¿Quizás porque se han endurecido tanto, que ya no quieren otro tipo de vida, y les ha gustado?
No sé, no da una explicación, ni la evolución de los niños a lo largo del metraje permite pensar en ello, satisfactoriamente.
Igual de inexplicable, la actitud del padre y de los niños tras el reencuentro, después de que la guerra haya finalizado…
Todo es muy raro, inclusive, los entierros...
¿Por qué deciden cargarse al padre?
¿Por qué deciden separarse los hermanos?
¿Cómo último paso para conseguir el endurecimiento total?
Me parece absurdo, y cogido con alfileres.
Es un hecho que A Nagy Füzet, es parte de un trilogía, pero también es necesario no dejar cabos sueltos, y menos dejar lagunas, en ese caso, la inventiva del guionista, es necesaria, si el autor no lo muestra; y según parece, había mucho horror en la novela; y en la película, se han eliminado escenas peliagudas de homosexualismo, abuso sexual, zoofilia, pedofilia... pero estaba sublimado, transformado, idealizado, por el extremo ascetismo, y precisión de la forma.
Por último, el director consigue unas interpretaciones asombrosas de los actores aficionados, los gemelos László y András Gyémánt, que curiosamente tienen facciones amerindias; secundados por una Piroska Molnár igualmente formidable en su papel de abuela, que llega a rozar la comedia por su desparpajo.
“Blood lesz számunkra még a szemekben, keverve a verejték, és tovább verték, amíg az ember dob egy végső, embertelen kiáltás és zuhanunk kimerült lábánál ágya”
(La sangre se nos mete incluso en los ojos, se mezcla con nuestro sudor y continuamos golpeando hasta que el hombre lanza un grito final, inhumano, y nosotros caemos, agotados, al pie de su cama)
Muchas veces olvidamos, que educar es una ardua tarea que se desarrolla en todos los ámbitos, y que guste o no, implica a todos, y cada uno de los seres humanos, con hijos o sin ellos.
Es verdad que lo padres son la piedra angular, pero para que “el edificio sea bonito y perdure en el tiempo, los demás elementos y personas, deben aportar su esfuerzo y su ejemplo, para tener buenas y sólidas bases”
Profesores, familiares, conocidos, o desconocidos, son también miembros sociales que interactúan directa, o indirectamente con los adultos del mañana.
Y queramos o no, nuestro poso se imprime en los niños.
“Se necesita toda una tribu para educar un niño”, reza el proverbio africano, y tal vez por esto, porque ese continente todavía nos parece lejano y desconocido, es por lo que no nos hemos acabado de creer nuestra labor educativa...
Cuando los elementos, sociedad, familia, contexto… no son propicios, o incluso se revelan altamente perjudiciales para tal fin, la posibilidad de crear monstruos, aumenta de una manera exponencial.
Y luego nos permitiremos el lujo de quejarnos.
De todo se aprende, incluso de lo feo, y nos convierte en letrados engendros.

“A szavak, amelyek meghatározzák az érzések nagyon homályos; a legjobb, hogy ne használja őket, és tartsa be a leírása tárgyak, emberek és önmagunk, azaz a pontos tények leírása”
(Las palabras que definen los sentimientos son muy vagas; es mejor evitar usarlas y atenerse a la descripción de los objetos, de los seres humanos, y de uno mismo, es decir, a la descripción fiel de los hechos)



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