Les Choristes

“La musique peut changer les gens”
(La música puede cambiar a las personas)

La voz, es el medio de comunicación por excelencia del ser humano.
A través de la voz hablada, y el canto, cada sociedad integra a los suyos, haciéndoles partícipes de una cultura propia, y para el ser humano, ésta voz propia, será el vehículo de expresión y comunicación más exquisito.
La educación o pedagogía musical, se puede definir como la relación entre la música y el ser humano.
La misma trata de la enseñanza y del aprendizaje del código musical/sonidos, en relación con las imágenes/luces; y/o con el movimiento/geometrías.
La pedagogía musical, se relaciona con la pedagogía general, ya que muchos conceptos y perspectivas de la pedagogía general, son utilizados, y forman parte de la pedagogía musical.
De igual modo, otras disciplinas como la psicología, la sociología, la antropología, la medicina, la musicología, la historia, y la pedagogía artística, proporcionan métodos y conocimientos importantes para la pedagogía musical.
En la pedagogía musical, existen además, enfoques terapéuticos, que se agrupan en un campo denominado terapia musical.
Por tanto, la música se aplica de forma pasiva como activa, para lograr efectos terapéuticos, y es así, porque la música puede estimular las emociones, regular las tensiones, así como potenciar la interacción social, y la capacidad de sentir.
Y tiene un gran valor educativo, desarrolla el colectivismo, propicia el conocimiento de la historia del país, del folclor, de las tradiciones, de los valores de la humanidad, etc.
“Je suis en attente pour le samedi.
Mon père est venu me chercher”
(Estoy esperando el sábado.
Mi padre viene a recogerme)
Les Choristes es una comedia musical francesa, del año 2003, dirigida por Christophe Barratier.
Protagonizada por Gérard Jugnot, François Berléand, Jean-Baptiste Maunier, Jacques Perrin, Kad Merad, Marianne Basler, Maurice Chevit, Paul Chariéras, Marie Bunel, Jean-Paul Bonnaire, entre otros.
El guión es de Christophe Barratier y Philippe Lopes-Curval; y es un remake de “La Cage aux Rossignols” de 1944, realizado por Jean Dreville.
“Es una obra de la inmediata posguerra, que agradó porque proponía una explicación tranquilizadora de la actitud de los franceses durante el Gobierno del Mariscal Pétain”, dice el historiador Pierre Billard.
“El coro, era visto como una forma de resistencia clandestina, y el director aparecía como el único culpable, como El Mariscal”
Para el filósofo Gilles Lipovetsky, la magnífica acogida de la versión moderna, se debe “al miedo.
La nostalgia, el volver hacia atrás, tranquiliza.
Es un retorno a un mundo artesanal, protector, en el que no reina una tecnología considerada como organizadora de un mundo frío, virtual, e incierto”
Pero Les Choristes, es parte autobiográfica, y parte ficción.
Dice Barratier:
“Tuve una infancia herida:
Mis padres se divorciaron cuando yo era pequeño.
Además, ambos eran actores, y apenas los veía, así que me crio mi abuela.
Muchas veces me encontraba contándome historias a mí mismo.
En cierta manera, ya escribía películas.
Conservo cierta nostalgia, no del pasado, sino de la infancia.
Cuando hago este tipo de películas, tengo la sensación de convertirme en un niño”
Por tanto, Les Choristes se inspira en la infancia del director, en su interés por contar una historia sobre música, y en su recuerdo de la película de 1945, “La Cage aux Rossignols”
“He mantenido sobre todo 2 cosas:
La emoción que despiertan las voces de los niños, y el personaje del músico fracasado, que a pesar de todo, se esfuerza por cambiar el mundo de los que le rodean”, agregó el realizador.
Y es que el director, estaba buscando algún tema para un largometraje referido a su infancia, entre los 4 y los 8 años, y relacionado con la música, debido a sus conocimientos.
Fue la combinación de estos 2 temas, la que hizo que el director se interesara y, en consecuencia, comprara los derechos de autor.
De este modo, quiso hacer un homenaje.
Según palabras de Barratier:
“El tema de la infancia, es el más universal.
Proyectarse en el pasado, permite escapar de las contingencias de la actualidad, para concentrarse en lo más universal:
El sentimiento de injusticia y de abandono en un niño, cuyos padres están ausentes, o han desaparecido, y la rebelión o la inhibición que genera.
Con independencia del origen social de los niños que he elegido para Les Choristes, desde el momento en que se vistieron con la ropa de la época, ya no fueron nada más que niños, con los mismos miedos, los mismos deseos, y las mismas penas.
Esto es lo que más me gusta del cine, y lo que tienen en común mis películas preferidas:
¿Cómo puede contribuir un individuo a mejorar el mundo?
Sé que el cine no puede cambiar las cosas, pero puede despertar las ganas de intentarlo.
Me gusta salir de ver una película, con ganas de identificarme con el personaje principal”
Les Choristes obtuvo 2 nominaciones al Oscar:
Mejor película de habla no inglesa, y canción original: “Vois sur ton chemin”; y fue rodada en el Château de Ravel, en la capital francesa de Puy-de-Dôme.
Es 1949, y Clément Mathieu (Gérard Jugnot), un profesor de música en paro, empieza a trabajar como “vigilante” en un internado de reeducación de menores.
Especialmente represivo, el sistema de educación del director Rachin (François Berléand) apenas logra mantener la autoridad sobre los alumnos difíciles.
El mismo Mathieu, siente una íntima rebeldía ante los métodos de Rachin, y una mezcla de desconcierto y compasión por los chicos.
En sus esfuerzos por acercarse a ellos, descubre que la música atrae poderosamente el interés de los alumnos, y se entrega a la tarea de familiarizarlos con la magia del canto, al tiempo que va transformando sus vidas para siempre.
Les Choristes nos ofrece el relato del educador, sus objetivos, sus propósitos, sus miedos, y ansiedades.
Pero nada nos dice de la perspectiva de los niños... y alienta con ímpetu, una nueva esperanza, plantea alternativas en los procesos formativos de hondo significado, y renueva la confianza en los niños, mientras deja bien en claro, que somos los adultos los que, con nuestras malas maneras, deterioramos y agravamos su comportamiento, y también, que somos nosotros los que con tolerancia, respeto, y estímulo, logramos hacer de los pequeños, una fuerza positiva para la humanidad.
“Action.
Réaction”
Les Choristes es una película clásica, para todos los públicos, con protagonistas de todas las edades, y con la mezcla exacta de ternura, pasión, búsqueda de la justicia, valoración de la genialidad, y un espíritu medianamente travieso, sin pasarse lo más mínimo de la raya; posee una gran belleza, y dulces intenciones, que ofrece al espectador, una lección de vida humana:
El valor de la caridad y la compasión, frente a la dura disciplina de la ley.
Asimismo, Les Choristes muestra, cómo un acto aparentemente insignificante, puede transformar la vida de tantos, pasando de tratar a los niños, de delincuentes sin remedio alguno, a personas con talento.
Todo comienza con una especie de prólogo, en el que 2 personajes se reencuentran, después de más de 50 años.
Son 2 de aquellos niños díscolos, a los que un buen hombre, un día les dio una oportunidad que cambiaría sus vidas:
Son Pierre Morhange (Jean-Baptiste Maunier/Jacques Perrin), ahora un prestigioso director de música; y Pépinot (Maxence Perrin/ Didier Flamand)
En un largo “flashback”, recordarán aquellos tiempos del internado, con una mirada llena de cariño a su amigo Mathieu, cuyo diario tienen ahora entre las manos.
El espectador respira ya, en estos primeros planos, unos aires llenos de nostalgia y agradecimiento.
Es el año de 1949; y situar Les Choristes en esa fecha, no es casual.
Después de la guerra, se constituyeron los famosos “Centros de Reinserción” llamados comúnmente “Correccionales”
En esa misma época, se creó La Protección Judicial de la Juventud (PJJ), que confirió a los niños, de un estatuto jurídico distinto del de los adultos.
Eran los comienzos de una especie de “psiquiatría infantil oficial”, con todos los errores que eso lleva consigo.
Por ejemplo, se definían perfiles psicológicos con una preocupación, que se pretendía loable, de observación; métodos que evoco en Les Choristes, y que ahora nos parecen lamentables...
El final de los años 40, es una época traumatizada:
Se acababa de salir de la guerra y, como en todos los períodos de crisis, los padres tenían otras prioridades que la educación de los hijos.
“En ningún momento se nos ocurrió adaptar la historia a nuestra época:
En primer lugar, habría que abordar el universo de las ciudades, de la reinserción, de la integración, de la delincuencia, y además hoy, Clément Mathieu sería un educador con otras prioridades:
No tendría nada en común con un profesor de música de los años 50”, dijo el cineasta.
En Les Choristes hay 3 temas:
La infancia, la música, y la enseñanza.
Un internado/correccional, en una Francia llena de conflictos sociales y de pobreza, en que muchos niños eran huérfanos de guerra, y otros de familias de precaria economía.
Se presentan 2 antagónicos modos de ver la realidad, y por tanto, 2 visiones de la enseñanza, que permiten comprobar las ventajas del diálogo educativo, sobre la imposición del castigo.
El educador, Mathieu, es un paradigma del educador, que intenta llegar a las personas, y desde ahí, sacar lo mejor de ellas mismas.
La música se convierte en un medio privilegiado para cambiar a las personas, y transformar el mundo.
Es un internado de educación para niños con problemas, cuyo nombre es de por sí bastante peyorativo:
“Fond de L’Etang” o “El Fondo del Estanque”
Y a Mathieu lo que le sorprende, es la precaria realidad del colegio, y los crudos métodos utilizados por el director, en su intento de imponer disciplina, y a su vez, esto despierta en él mucho desconcierto:
Temor ante lo desconocido, y la sensación ambivalente de miedo y compasión frente a los chicos.
Los niños del reformatorio, también sienten miedo, pero un temor más visceral que el de Mathieu.
Un miedo que se sustancia en la marca de la humillación.
El principio que rige las directivas de Rachin es “la regla de acción y reacción”, que consiste en imponer un castigo a la conducta indeseada.
Algo así, como La Ley del Talión del “ojo por ojo”, pero amparada bajo la figura de la imposición de disciplina.
Es interesante constatar, que el lenguaje crea la realidad a la que alude.
Cuando el director se refiere al “acto de un niño que ataca al anciano portero del lugar”, lo califica como “un acto de venganza”
Sin embargo, dicho acto no es más que el resultado de haber aprendido la regla de “acción y reacción”
La conducta vengativa, es equivalente a esta regla.
Pero se nombra de otro modo, pasando a constituir un acto indisciplinario.
Mientras que la regla de “acción y reacción”, constituye un principio pedagógico; la venganza es un acto vandálico.
El director Rachin, no comprende que cuando los niños hayan aprendido la regla de “acción y reacción” cabalmente, y la apliquen, se desatará una batalla entre los adultos y los niños.
En donde a un acto indisciplinado, le seguirá un castigo, y al castigo, una venganza, y a ésta, la reacción en una escala de violencia sin fin…
Sin embargo, no es innecesario señalar aquí, que el castigo del adulto no es equivalente a la venganza infantil.
Ya que en la primera, el adulto es responsable, y se encuentra en una situación de asimetría y poder, en relación con los niños; mientras que las acciones infantiles de venganza, son efectos de aprendizaje de las conductas agresivas propuestas por los adultos; y lo convierte en una eternidad de castigo…
En la que sólo se aprende el temor, el desvalimiento, la dependencia absoluta al poder ilimitado del adulto.
En la que sólo se aprende la “humillación”; una marca que se lleva de por vida.
Frente a cualquier hecho que rompe las reglas del internado, Rachin llama a “asamblea”
Dicha institución, no tiene un carácter democrático en la toma de decisiones, tal como históricamente se la ha conocido, sino que es el subterfugio del que se sirve el director, para juntar a los alumnos, e instarlos a mencionar al culpable.
El mismo Mathieu se sorprende, de que el director inicie a los niños en la práctica de la delación.
Esta práctica, valorada y fomentada por el director, constituye un indicador presente en los sistemas totalitarios, del que recién acababan de salir tras la guerra.
Todo aquello que se opone a las reglas instituidas, es leído como un acto reaccionario, y la exigencia de delación, asegura la voluntad del delator de acatamiento de las reglas.
El primer encuentro de Mathieu con los niños, nos muestra la modalidad de acercamiento que él propicia con los alumnos.
Les pide que saquen una hoja, y escriban su nombre y sus sueños.
Y les dice:
“Quiero conocerlos”
Estas palabras, unidas a las actitudes que él tiene para con los niños, encaminan al espectador, en el descubrimiento de una nueva concepción antropológica, alentada por el maestro, y opuesta al modelo propiciado por el director.
El director parte de la idea, de que esos niños son causas perdidas, que todos son descartables, que nada bueno puede esperarse de ellos…
Consecuentemente, el ambiente de aprendizaje, está desprovisto de cualquier estímulo.
Se busca corregir al que se equivoca, desde la expectativa de que todos fallarán en algún momento.
Es una concepción que considera, que los seres humanos son malos, o al menos estos niños descartados del sistema, y que hay que encausarlos, enderezarlos...
Pero finalmente, es una cosmovisión fatalista, pues nada cambiará para estos chicos, ellos ya están perdidos, ya están en los márgenes de toda posibilidad.
Esta concepción fatalista, se encuentra lamentablemente instalada en muchos docentes en la actualidad.
La concepción fatalista del director, clausura el futuro, como posibilidad de cambio para el niño, y lo tiñe de la expectativa angustiada, de esperar siempre lo peor.
El supuesto antropológico que alienta a Mathieu, se encuentra en las antípodas del determinismo del director:
Pedirles su nombre, y sus expectativas, ya es una apuesta al futuro de estos niños.
Cuando les pide que vuelquen en un papel su nombre y sus sueños, coloca frente a sus ojos, la afirmación de su propia identidad.
Ellos son un “ser-para-la–vida”
Su mismidad, está aliada a un futuro soñado, anhelado.
Con su pedido, Mathieu interroga la certeza instalada por el director:
“¿Esos niños son causas perdidas?”
Esta pregunta es la base desde la que parte el proyecto del coro.
Solamente, desde una concepción esperanzada, puede partir la idea de darles a esos niños, un espacio en el que escuchar sus propias voces.
Abriendo el horizonte, que parecía clausurado por el particularismo de Rachin, hacia nuevas experiencias educativas, más ligadas a la formación de seres humanos, que a la concepción correccional.
Este acto de donación de un futuro, es el que define al buen educador, como un creador de posibilidades.
La ética del educador se pone en juego, cuando abre las puertas al futuro de sus alumnos, a partir de un acto fundacional de confianza.
Es cierto, que se caricaturiza la figura del director Rachin, y que juega la baza del contraste, para potenciar la diferente manera de educar, y ensalzar la tarea del profesor comprensivo y cariñoso, pero se trata de licencias del director, para dibujar unas imágenes amables y tiernas del niño por formar, y del hombre y sus posibilidades.
Aun así, parece casi imposible, que un maestro recién llegado, pueda cambiar poco a poco la forma de vida de sus estudiantes, inspirándoles, y dándoles la esperanza que les faltaba.
Al principio, como ya sabemos, algunos de los chicos adoptan conductas de rechazo, y son castigados severamente, se ve claramente, que no saben cuál es el verdadero valor del perdón, y de verse perdonados.
Por eso, cuando el nuevo supervisor, Clément Mathieu, se vuelca en el propósito de crear un coro, como símbolo de unión entre todos ellos, los chicos empiezan a sentirse alentados, confiados, y sobre todo, reconocidos.
De ahí que, otro de los temas más importantes, sea el valor del éxito.
¿Cuál es el precio que hay que pagar por él?
Al final, Rachin, el director del internado, le replica a Mathieu diciéndole:
“Eres un músico fracasado”
Lo que el incrédulo director no podrá imaginar, es que este “músico fracasado” será quien en sus esfuerzos por acercarse a los niños, se entregue a la tarea de familiarizarlos con la magia del canto, transformando sus vidas para siempre.
La música para Mathieu, se volvió una herramienta para que los alumnos aprendieran el valor de su propia voz, la importancia de escuchar al otro, el trabajo en equipo, y el reconocimiento que viene del otro, por la propia producción.
Todo esto tuvo como efecto concomitante, el mejoramiento de la disciplina, pero no era la finalidad inicial del educador.
Es interesante la idea de la utilización de la música, como método de mejorar el ambiente y los resultados.
Podríamos ir más allá, la música tal vez actúe con el mismo efecto que lograba “El Flautista de Hamelin”, como una forma de seducción.
¿Hacia qué destino?
Eso habrá que juzgarlo después…
Les Choristes, intenta alternar momentos, en los que evoca en el espectador, cierta tristeza mezclada con alivios cómicos dosificados, con bastante precaución y acierto, pero le falta brío, y un hilo conductor que aferre y aporte sentido a lo que son escenas dispersas.
Habrá quien la califique de sentimental y dulzona.
Como ya se ha dicho, está realizada desde el interior, un interior positivo y esperanzado, nada agrio, pero también es claro que ofrece una visión humanista, y que confía en sus posibilidades, y para muchos, esto es sinónimo de complacencia y superficialidad.
Por eso abunda tanto el cine amargo, nihilista, y escéptico.
El director francés, no engaña a nadie, y realiza una película honesta, con la intención de ayudar al espectador, a mejorar su vida como persona, aunque como “músico” uno pueda haber sido un fracasado.
Y si no, que se lo pregunten a Mathieu, a Pépinot, a Morhange...
Los niños, no son unos inadaptados, no son chicos de barrio, son sólo huérfanos, niños abandonados, o niños con padres ocupados, llenos de vitalidad, energía, y ganas de vivir.
Además, son niños listos, no son para nada estúpidos, y es que si de algo suelen pecar las producciones de Hollywood, es de pintar a los niños como unos completos imbéciles, que no entienden nada, ni saben nada de lo que les rodea, algo que, en el fondo, todos sabemos que no es así.
Quizás, uno de los mayores aciertos de Les Choristes, esté en el “casting”
El rostro de Mathieu, refleja una bondad natural, y una compasión que hacen que su tarea no resulte nada postiza; al pensar en “una cara de ángel”, como le define cínicamente un profesor, enseguida pensaríamos en el niño Morhange, y su voz angelical; y para un pequeño, que todos los sábados espera inútilmente, porque han muerto, a que sus papás vengan a recogerle... quién mejor que Pépinot.
Pese al nombre de Les Choristes, no se trata de una obra coral, lo cual habrá aliviado bastante la carga del director, que es una profesión que teme por encima de todo, el trabajar con niños y animales.
El músico, es el protagonista absoluto; el director, su antagonista, algunos personajes adultos, tienen pequeños papeles; y los niños del coro, no pasan de ser una masa amorfa, sobre la que actúa el protagonista.
Pocos papeles infantiles, tienen verdadera entidad individual, si exceptuamos al niño gamberro de voz prodigiosa, y al niño delincuente.
Pero incluso éstos, tienen una labor de interpretación bastante limitada, y poco más hacen que aparecer por ahí y cantar, si así lo requiere la ocasión.
Escenas para el recuerdo:
Todas las canciones, y la escena de despedida de Mathieu.
Lamentablemente, desconocemos que sucedió con los otros niños…
El director cuenta que:
“La música era muy importante en Les Choristes, y había que mostrar los progresos del coro, y componer una música sencilla y sin pretensiones, jugando más con la emoción, que con la investigación estilística”
Las letras de las canciones son hermosas e imaginativas, e invitan a la reflexión, pero lo mejor de ellas, son sus melodías que muy difícilmente se olvidaran, e incluso, hace que se te acelere el corazón por lo emocionantes, hermosas, y melódicas, que puede que en cualquier momento te haga soltar más de una lágrima, no por ser tristes, si no por ser emocionantes y emotivas.
Emotivo, no significa triste ni angustioso, solo que te hace sentir muchas emociones.
La música, también fue galardonada y reconocida con gran éxito en todo el mundo.
No obstante, los niños que aparecen en Les Choristes, no son los mismos que interpretan las canciones en la realidad, excepto Jean-Baptiste Maunier, el solista; el resto, pertenece al coro “Les Petits Chanteurs de Saint Marc”
Tan sólo los parisienses Théodule Carré Cassaigne, y Thomas Blumenthal, tenían alguna experiencia como actores.
En cuanto a Maxence Perrin, el hijo de Jacques, su papel de Pépinot, es su primera experiencia interpretativa.
Años más tarde, gracias a Les Choristes, se realizó un “casting” para elegir la banda sonora.
En ese “casting”, se reunieron casi todas las corales y escolanías de Francia, resultando ganadora, la promovida y dirigida por Nicolas Porte.
Desde entonces, el éxito les ha conducido a vender más de 50.000 copias del disco de la filmografía, y a tener la agenda cubierta durante los años siguientes, con conciertos por todo el mundo.
“Vous voyez le mal partout”
(Usted ve el mal en todas partes)
El coro de Les Petits Chanteurs de Saint-Marc, es un coro de niños, fundado en septiembre de 1986, por Nicolas Porte, y titular de La Basílica Notre-Dame de Fourvière de Lyon.
Los pequeños del coro, surgieron en 1984, cuando Nicolas Porte, estudiante de arquitectura, canto, y piano, resultó elegido para crear unos coros durante pocos meses… y 2 años después, la coral fue constituida de forma permanente.
Se trata de un coro mixto, constituido por niños con edades comprendidas entre los 10 y los 15 años.
Todos están escolarizados en El Colegio de Saint-Marc, en Lyon.
Todo nació, cuando Nicolas Porte, su director, fue contratado en 1984 por el colegio, para que organizara las corales del centro.
Por entonces, era un estudiante de arquitectura, con conocimientos de piano y canto; y 2 años después, fundaría el coro que ha alcanzado celebridad gracias a su participación en la película “Les Choristes”
El coro, respondió a un anuncio de una productora cinematográfica, se presentó a las pruebas convocadas, y fue elegido tras una selección en la que participaron la mayoría de las corales y escolanías de Francia.
Uno de sus cantores, Jean-Baptiste Maunier, se convirtió en protagonista de la película, interpretando el papel de Pierre.
Maunier, trabaja también actualmente como actor...
El repertorio del coro, incluye música sacra y profana, desde el canto gregoriano, hasta la música contemporánea.
Tras haber interpretado muchas veces la ópera cómica de Mozart, “Bastien et Bastienne”, la han grabado finalmente, y han producido un DVD.
Actualmente, el coro está compuesto por 75 y 80 niños, habiendo estado acompañados en todo momento, por 35 músicos de La Orquesta Lamoureux, una de las orquestas más antiguas de Francia; y vale decir que el coro mismo, incluye mujeres.

“Ne jamais dire jamais.
Quelque chose est toujours la peine d'essayer”
(Nunca digas nunca.
Algo siempre vale la pena intentarlo)



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