Mr. Klein

“Je refuse de payer pour un autre homme!
Cela n'a rien à voir avec moi!”
(¡Me niego a pagar por otro hombre!
¡Esto no tiene nada que ver conmigo!)

La Redada del Velódromo de Invierno, organizada del 16 al 17 de julio de 1942, fue la redada más importante realizada en Francia contra los judíos, durante La Segunda Guerra Mundial.
A esta redada, se la conoce popularmente en francés, como “Rafle du vel d’hiv”, debido al nombre popular abreviado “Vel d'hiv”; que los parisinos le daban al Velódromo de Invierno, o “Vélodrome d'hiver”, y se la llama así, porque muchos de los arrestados, fueron primero retenidos en ese velódromo, situado en el 15° “arrondissement” o distrito de París, antes de ser enviados a otras ciudades francesas, y dirigidos más tarde, a Los Campos de Exterminio que la Alemania nazi tenía en El Este de Europa.
Así pues, en julio de 1942, El Régimen Nazi, con el apoyo del Gobierno francés de Vichy, y su policía, organizó la operación “Viento Primaveral”:
Una gran redada de judíos, llevada a cabo en diversos países europeos.
En Francia, El Régimen de Vichy, movilizó a la policía francesa, para participar en esta operación.
En París, 9.000 policías y gendarmes, tomaron parte en ella.
Los judíos franceses, estaban fichados desde 1940, y las autoridades conocían, por tanto, sus direcciones.
Las instrucciones del director de la policía municipal, M. Hennequin, el 12 de julio de 1942, fueron:
“Los policías e inspectores, después de verificar la identidad de los judíos que tenían que arrestar, debían hacer caso omiso, y no discutir las diferentes observaciones que les pudieran hacer.
No atenderán a su estado de salud.
Todo judío arrestado, deberá ser conducido al Centro primario.
Las detenciones deben ser efectuadas con la máxima rapidez, sin palabras inútiles, y sin ningún comentario”
El 16 de julio de 1942, a las 4am, 12.884 judíos fueron arrestados, de los cuales, 4.051 eran niños; 5.802 eran mujeres; y 3.031 hombres.
Un número indeterminado de personas, prevenidas por La Resistencia Francesa, o beneficiándose de la falta de celo de algunos policías, pudieron escapar de la redada.
Mientras tanto, las condiciones del arresto fueron penosas:
Las personas arrestadas, no podían llevarse más que una manta, un par de zapatos, y 2 camisas.
Después, separaron a las familias, muchas de las cuales, nunca volvieron a reunirse.
Tras el arresto, una parte de los judíos, los que no tenían niños, fueron conducidos en autobús, al Campo de Drancy, al norte de París.
Otros fueron enviados al Velódromo de Invierno, que sirvió como cárcel provisional, que en 1941, de hecho ya había sido utilizado en otra redada.
Cerca de 7.000 personas, tuvieron que subsistir durante 5 días, sin comida, y casi sin agua.
El que intentaba huir, era fusilado en el propio campo; de hecho, una centena de prisioneros se suicidaron.
Los prisioneros, posteriormente fueron trasladados a Los Campos de Drancy, Beaune-la-Rolande, y Pithiviers, antes de ser deportados a Los Campos de Exterminio alemanes.
Esta redada, representa por sí sola, más de ¼ parte de los 42.000 judíos franceses que fueron enviados a Auschwitz, en 1942, de los cuales, sólo 811 regresarían al término de la guerra.
Además del gobierno de Francia, de entonces, y sus fuerzas represivas, fue responsable de esta iniciativa, la unidad alemana, Sección IVB4 de La Gestapo, dirigida por Adolf Eichmann, cuyos delegados, los capitanes de las SS:
Alois Brunner, Theodor Dannecker, y Heinz Rothke, ordenaron a la policía francesa, iniciar la redada, y concentrar a los miembros de la comunidad judía, para enviarlos directamente a Auschwitz.
Los alemanes, habían fijado inicialmente, que la redada sólo incluyera adultos de ambos sexos; sin embargo, la policía francesa decidió incluir niños, de 2 a 12 años solamente, los mayores de 12 años, no fueron arrestados.
Al concentrar a más de 4.000 niños, éstos fueron separados de sus padres, que partieron por separado, hombres y mujeres, a Auschwitz, y fueron trasladados hacia otros campos, donde permanecieron por espacio de 3 días, con agua y pan ocasionalmente.
Luego de los 3 días de consulta, los alemanes decidieron transportar a los niños, directamente a Auschwitz, adonde llegaron sin selección, ni proceso alguno, siendo enviados directamente a la muerte en las cámaras de gas.
Este cargo de responsabilidad, se mantiene aún, sobre El Capitán SS, Alois Brunner, quien se refugió después de la guerra en Damasco, Siria; y donde podría haber muerto a principios de la década del 2000.
El Velódromo de Invierno de París, posterior a la guerra, siguió siendo utilizado, no sólo para practicar carreras ciclísticas, sino para muchas otras actividades, como desfiles de moda, competencias ecuestres, y corridas de toros.
Fue demolido en 1959, y hoy en día, en su lugar, se encuentran las oficinas del Ministerio del Interior.
“Pour moi, il est juste un emploi”
(Para mí, es sólo un trabajo)
Mr. Klein es una película de suspense franco-italiano, del año 1976, dirigida por Joseph Losey.
Protagonizada por Alain Delon, Jeanne Moreau, Francine Bergé, Juliet Berto, Jean Bouise, Suzanne Flon, Massimo Girotti, Michael Lonsdale, Michel Aumont, Roland Bertin, Magali Clément, Gérard Jugnot, entre otros.
El guión es de Franco Solinas, Fernando Morandi, y Constantin Costa-Gavras; y estuvo nominado a La Palme d’Or en El Festival Internacional de Cine de Cannes.
Producido por Alain Delon y Robert Kuperberg, no acreditado, y de la mano del combativo Costa Gavras, un luchador en contra de los totalitarismos, y experto en la denuncia social; cabe señalar de entrada, el hecho del nombre del personaje, el cual no es casual, sino que fue tomado por los guionistas, de un personaje real, entrevistado por Marcel Ophüls, para su excelente y polémico documental:
“Le Chagrin et La Pitié” (1969), acerca de la colaboración de los franceses con los ocupantes alemanes.
Dicho personaje, llamado Marius Klein, era un comerciante alsaciano que, para evitar ser confundido con un judío, a causa de su apellido, publicó anuncios en la prensa, dejando muy claro que era francés de pura cepa.
Aceptando así, sin cuestionársele en absoluto, la aberrante lógica de los ocupantes nazis.
Las circunstancias políticas y sociales, forman parte indisociable del cine de Joseph Losey, cineasta estadounidense, afincado en Europa, a causa de “La Caza de Brujas” en Hollywood.
A pesar de que el guión lo firma un escritor de firme compromiso político, como Franco Solinas, auxiliado además por Morandi, y Costa-Gavras, a buen seguro que esta paranoia persecutoria de los años 50, sufrida por Losey en su propia persona, posee una notable influencia sobre Mr. Klein.
La acción dramática, tiene lugar en Paris y Estrasburgo, entre enero y julio de 1942, en tiempos de la ocupación nazi de Francia, durante La Segunda Guerra Mundial; tratando el tema de la suplantación de identidad, nos introduce en una historia oscura, en una época en la que muchos judíos vendían sus obras de valor a bajo coste, acuciados por la necesidad, y ante el temor de ser deportados a Los Campos de Concentración nazis.
Allí, Monsieur Robert Klein (Alain Delon), es un francés de 40 años, que vive en París, a quien le tiene sin cuidado la guerra, y el dolor de la gente.
La guerra y la ocupación, se presentan como una “belle époque”, a poco que se tenga vista para los negocios, y pocos escrúpulos.
Él es coleccionista de obras de arte, tiene una casa llena de lujos, y una joven amante.
Y cuando lo necesita, como buen prestamista, consigue a mitad de precio, cuadros de los que algún judío necesita deshacerse.
Pero un día, tras la adquisición de un cuadro a un judío, a precio de ganga, Mr. Klein recibe en su puerta, el periódico de la comunidad judía... periódico que sólo se adquiere mediante suscripción.
Molesto por el error, Klein va a la redacción del periódico, y a la comisaría, a enmendarlo, alegando la coincidencia de nombre con otra persona.
Otro “Robert Klein”
Pero una vez ha entrado en la máquina de la burocracia, ya no puede salir, obligado a buscar certificados que den fe de origen, mientras crece la sospecha de que no es víctima de un malentendido, sino de una conspiración.
Así, su seguridad se ve comprometida, cuando descubre que existe otro “Robert Klein”, probablemente judío, que trata de escapar a las persecuciones raciales, atribuyéndole a él, su identidad.
Y Klein se asusta, despertando fuertes sospechas.
Las cosas se complican, cuando Klein, buscando a su homónimo, localiza la pobre casa en donde vive, y lo acoge su amante en un castillo…
El hombre, tiene buenas razones para creer que el desconocido le ha tendido una trampa, tal vez para encubrir su propia actividad de terrorista, y espera escapar, presentando a las autoridades, documentos que señalan que es de raza aria.
Sin embargo, con el paso de los días, el cebo se cierra aún más, pues no es posible ubicar al segundo “Mr. Klein”, y todas las pistas conducen a un callejón sin salida; mientras la policía, se hace cada vez más agresiva.
Un abogado, por su parte, le ofrece la manera de dejar Francia, con un pasaporte falso, pero él no lo utiliza, decidido a descubrir a su enemigo, de quien solo ha escuchado la voz por teléfono…
Su decisión, le llevará a un camino sin retorno.
Mr. Klein es, sin lugar a dudas, un homenaje al pueblo judío, y a la persecución de la que fue objeto.
Con Mr. Klein, Joseph Losey logra hacer una película desconcertante en su desarrollo, y dramática en su final, con un acertado tratamiento sicológico del personaje principal, a lo que ayuda la gran interpretación de Alain Delon, siempre soberbio.
Y significa la última etapa de la obra de Losey, con su turbador tratamiento del doble, del colaboracionismo francés, de la paranoia social, y del frágil vértigo de la identidad, como pieza muy remarcable; y hace un excelente relato de misterio, que es al mismo tiempo, un perturbador retrato de la indiferencia humana ante el dolor y el sufrimiento ajenos.
Una película valiente, al enfrentarse a un tema nada grato para el público francés, que lo premió sin embargo, no sin polémica, con 3 Premios César, entre ellos, el de Mejor Película.
“Qui est Monsieur Klein?”
(¿Quién es Monsieur  Klein?)
La historia de Mr. Klein, es un maravilloso retrato, de lo que aconteció en Francia durante estos oscuros años, años en que hubo gente que se aprovechó de las desgracias de otros, para su enriquecimiento; otros que les resulto indiferente; y otros fueron los que sufrieron.
Siendo un espectacular ejercicio de misterio e intriga, del reputado director estadounidense, Joseph Losey; que bien parece una variación de “Der Prozess” (1925), novela inacabada de Franz Kafka, publicada de manera póstuma en 1925, por Max Brod, basándose en el manuscrito inconcluso de Kafka:
“Alguien debía de haber calumniado a Josef K., porque, sin haber hecho nada malo...” con su “K”, tan característica; el terrorífico despliegue de la burocracia, la disertación sobre insectos, a la manera de Nabokov en sus cursos sobre “Die Verwandlung” (1915) del mismo Kafka, o ese equívoco de identidad, que habría hecho las delicias del negrísimo humor de Kafka.
Mr. Klein, ve confundido su nombre y, con él, su identidad.
Lo que podría dar también para un “thriller”, con la búsqueda por París, de las huellas de ese otro “Mr. Klein”, esquivo y astuto sembrador de pistas falsas.
Pero lo que supone humor y aventuras en Hitchcock, aquí adquiere un carácter moral, por la inclusión de Klein, en el grupo del que se aprovechaba poco antes, e ignoraba sus padecimientos.
Puestos en claro, Mr. Klein suma crimen, drama, misterio, y guerra.
El relato desarrolla una historia, que enfrenta a un personaje pragmático, desprovisto de ideales, que goza de buena posición, y muchas relaciones sociales; con otro, de origen judío, que tiene su mismo nombre, su mismo apellido, una edad similar, una apariencia que muchos confunden con la suya, y una gran capacidad de confundir, y engañar.
Se establece un juego parecido al del “gato y el ratón”, que a medida que avanza, descubre una maraña espesa de misterio e intriga crecientes, que alcanza formas y dimensiones casi fantásticas.
Y se dibuja con acierto y eficacia, la frialdad del protagonista.
Reproduce con vigor la atmósfera de autoritarismo, impunidad, control policial, desconfianza, y temor que vive la población.
Explica sin disimulos, el fenómeno del colaboracionismo francés.
Y muestra la progresión que experimenta la persecución de los judíos, y el comienzo de las deportaciones a Los Campos de Exterminio nazis.
Además, explica los hechos históricos, que rodearon las detenciones masivas de judíos, y su internamiento temporal en El Velódromo de Invierno, durante la noche del 16 al 17 de julio de 1942.
Algunos críticos afirman, con todo mérito, que Mr. Klein, es una pesadilla filmada.
¡Y cuánta razón tienen!
Ambientada en el París de 1942, durante la ocupación nazi, ya en su primera secuencia, nos muestra el sinsentido, y la deshumanización del fanatismo, a través de una revisión médica, donde el tamaño y curvatura de una nariz, la forma de un cráneo y de unos talones, serán suficientes para condenar a una desamparada mujer, a un destino fatal.
Ese es el terrible ambiente que se respira en la ciudad natal de Monsieur Klein.
Interpretado magistralmente por Alain Delon, quien consideró ésta, su mejor película, colaborando incluso en la producción, que se aleja radicalmente de los papeles de galán que le llevaron a la fama.
En esta ocasión, interpreta a un ser mezquino y sin escrúpulos, que amparado en su sangre francesa, se muestra indiferente a lo que está sucediendo en su país, y aprovecha la coyuntura, para hacer negocio, comprando a precio de saldo, piezas de arte a los judíos, cuya única salvación está en escapar.
 Hasta que un día, toda su seguridad se ve en peligro...
La burguesía francesa, era plenamente consciente de lo que estaba ocurriendo, pero seguía con sus rituales de comuniones, bodas, y bautizos, hasta que le tocó el turno de la sospecha.
Acorralado, Robert Klein, sufre también el intento de fraude de su amigo y abogado, que busca quedarse con su tienda de antigüedades, a precio ganga, de modo que sufre en su propia persona, sus prácticas habituales, cuando su vida no corría peligro.
Un buen detalle de Losey, es que coloca al padre de Klein, como un individuo que lo más indignante para él, es que se dude de su pureza racial...
El otro “Mr. Klein”, a quien nunca veremos, desarrolla una turbia mezcla de intriga y denuncia, a partir de la surrealista y obsesiva investigación del Robert Klein.
A partir de ese momento, comienza su búsqueda particular…
Ha de demostrar que existe otro “Mr. Klein”, y es ese otro, quien conducirá sus pasos a partir de ahora.
Un personaje antagónico al protagonista, con muchas similitudes físicas, pero con un espíritu rebelde y carismático, que logrará eclipsar al mismo Delon en gran parte de la película, y sin poder visualizarlo.
Delon guapo, elegante, frío, con una bata de estar por casa, que denota su riqueza, con la amante en la cama esperándole, mientras él se niega a pagar 600 luises, por un cuadro de un gentil hombre holandés, que un judío le vende, Mr. Klein sólo le ofrece 300, ante la desesperación de ese hombre que lo heredó de sus abuelos...
Al final, la venta se hace por ese precio, y el mismo Klein deja escribir el recibo al comprador…
Cuando el judío se va de su casa, Klein encuentra en su puerta, un periódico que no ha pedido, y cree que es de su comprador, cosa que éste le niega, enseñándole otro diario igual que lleva en la mano.
 Es importante describir esta escena, porque resulta ser la clave.
¿Cómo ha llegado hasta Robert Klein ese periódico judío, que él no ha solicitado?
Nos encontramos ante la primera incógnita, y ante la primera confusión de esta historia complicada, y que se complica mucho más posteriormente…
Mr. Klein descubre, que hay “otro Klein”, con otra dirección, y que ha solicitado el periódico; y empezamos con la doble identidad.
Alain Delon, se pasa así todo el metraje, buscando a su otro yo, que es también buscado por la policía gala por sus actividades.
Al principio, la búsqueda es coherente, pausada, y al final, es obsesiva, rayando en la locura.
Las tareas detectivescas de Robert Klein, le llevarán a alquilar el piso que el otro Klein ha dejado, a buscar a una mujer que sale en una fotografía junto al impostor, a visitar un castillo dónde se encontrará con Florence (Jeanne Moreau), que también conoce a Klein; a recibir llamadas telefónicas, bueno, a confundirse con su “alter ego”, y a creerse casi, que él es el otro “Mr. Klein”
Para huir de la inevitabilidad política del país, el abogado de Delon le consigue un pasaporte falso, con otro nombre, para darle una solución, una vía de salvación, pero para ese entonces, Klein ya se confunde con el otro, y se arrastra hasta el punto de terminar en el mismo tren de judíos deportados, para encontrarse con su otro yo...
Es entonces, cuando vuelve a oír el regateo inicial de Mr. Klein.
Así pues, Mr. Klein se “sacrifica hasta la muerte”, con tal de descubrir a su oponente.
Quizás, no hacía falta este desenlace para pagar sus “culpas”:
Su éxito económico a costa de los judíos, pero es como una condena que él mismo se impone, sin ser totalmente consciente.
Un Delon que representa, tanto los valores, como los miedos de la elite burguesa parisina de La Segunda Guerra Mundial.
Lamentablemente, Mr. Klein se dará cuenta, que su pasividad y desinterés por otras cuestiones, tienen un precio alto.
Aun así, su personaje sólo se interesa en que no lo asocien al “otro Klein”, y no logra en ningún momento vislumbrar, que el problema es que cualquiera puede ser el enemigo, en un estado fascista.
El director, plantea un juego de espejos, en el que aparecen rasgos de la disolución/contaminación entre personalidades, socialmente antitéticas.
Asimismo, el desolador contexto histórico, la víspera de las deportaciones de judíos a Los Campos de Concentración nazis, aporta aquí, un matiz de concienciación por medio del arbitrario proceso de criminalización del individuo común, ante el cual, ninguna persona es invulnerable.
Losey, va hilando con gran maestría, cada una de las secuencias, de tal forma que la siguiente, desvirtúa las conclusiones que un espectador avezado haya intuido en la anterior.
Hay momentos, en los que la trama se envuelve en un ambiente onírico, que conduce a pensar en un posible desdoblamiento de personalidad, o en una invención por parte del protagonista; en otros, en una confabulación ideada para cazar a un cazador, que merece ser cazado; y en otros, en una mente fría y calculadora, capaz de urdir un plan tan evidente, que resulta increíble.
En ocasiones, todo se vuelve incomprensible, como un sueño agitado, o una pesadilla.
De este modo, aparte del opresivo suspense psicológico, emerge en paralelo, una áspera censura de la deshumanización de la sociedad del momento, evidente en su indiferencia, acerca de las atrocidades que acontecen a su alrededor:
El desasosegante examen médico que abre la obra; la insensibilidad originaria de Klein, un carroñero capaz de traicionar románticamente a sus amigos; la ciudadanía que atiende al mercado de espaldas a los autobuses de la muerte, y más solapada en puntuales e inconexos destellos del montaje, no obstante, inquietantes y amenazadores, por lo que sugieren y alertan al espectador; el férreo control de la burocracia; los gélidos preparativos estatales…
Mr. Klein, toca un tema muy delicado, y también muy trillado, pero lo hace de un modo muy particular; el de un hombre se ve metido en una situación, y cada paso que da para intentar salir, no hace más que meterle, más y más.
Un gran guión, escrito con inteligencia, muy buen argumento, que gira en torno a un personaje que, como la mosca que trata de librarse de la telaraña, se va enredando cada vez más; y con una gran ambientación.
Mr. Klein, está rodeado de una atmósfera asfixiante, apoyado en la gran fotografía de Gerry Fisher, de tonos apagados, que nos sumerge en la dramática narración.
El cartel mismo, con Delon encerrado en la estrella de David, representa perfectamente el espíritu de la obra, y la insondable pregunta acerca de “la destrucción de los judíos en Europa”
La decoración, en especial la del apartamento de Robert en Paris, es rica, exuberante, y variada, incluye pinturas barrocas, románticas, y de las vanguardias del XX.
Mr. Klein, empieza con una revisión médica, a la que la gente se somete para que se certifique su no adecuación, o sí, al tipo judío.
Los carteles de “Prohibidos los judíos”, son lo justo en los sitios donde va la gente normal.
Y en ellos, no hay nada más gracioso, que un espectáculo ridiculizando al “cerdo judío”, que está hundiendo Francia.
Klein, no se cree antisemita; para él, la política va por un lado, y él busca hacer dinero por el suyo.
Cuanto más atrapado está en la situación del otro Klein, más grita:
“¡Esto no tiene nada que ver conmigo!”
Sólo que sí tiene que ver…
La indiferencia de Klein hacia el dolor ajeno, es complementaria a la que sienten todos hacia él, cuando es el que tiene problemas.
El ambiente histórico y pesadillesco, se orienta poco a poco hacia la fábula moral, con “el otro”, como agente provocador del cambio.
La guerra, el colaboracionismo, y algunos de los peores episodios de la historia francesa del siglo pasado, están certeramente retratados.
Pero sobre todo, destaca el carácter criminal de la indiferencia hacia los demás, de la omisión de la propia responsabilidad:
¡Todo tiene que ver conmigo!
Me han parecido geniales algunas escenas, que aluden indirectamente al horror de la guerra; donde nada sobra, desde un Delon en una de sus mejores interpretaciones, hasta Jeanne Moreau, amante otoñal de siempre, en un viejo castillo irreal, que parece flotar sobre las crueles miserias de la guerra.
Así pues, Mr. Klein es “su mejor película”, según el propio Alain Delon.
La trama, mantiene al espectador pegado a la butaca, hasta el final del mismo.
Es interesante la personalidad que desarrolla Delon, en la obra, y coincido con él, en que es su filme más logrado.
Tanto por la atmósfera que se respira en el París ocupado por los alemanes, como por su desempeño como actor, pues logra meternos en la piel del protagonista, Monsieur Klein.
Un anticuario sin escrúpulos, al cual sólo le interesa salvar su pellejo a costa de que el otro “Mr. Klein”, un judío, caiga en manos de los fascistas.
Pero como suele pasar en las películas de Losey, no hay respuestas fáciles, ni hay identificación clara con los personajes.... el espectador ha de participar de manera activa, interpretando lo que ve.
En varios momentos, se sugiere idea de que en realidad, los 2 Mr. Klein, pudieran ser una misma persona.
El desdoblamiento se expresa visualmente, en las frecuentes escenas, en que Delon contempla su imagen en el espejo, con actitud distante, como si no se reconociera…
Delon, reviste a su personaje de una frialdad que no deja traslucir las conmociones internas que está experimentando.
En cierto modo, su rol es bastante pasivo, ya que lo verdaderamente importante de Mr. Klein, que es la intriga urdida por “el otro”, ocurre siempre fuera de campo.
Klein, únicamente reacciona, siempre con retraso, a las maquinaciones del “otro”, que permanece siempre en la sombra, y del que, como de otros ilustres ausentes cinematográficos, llegamos a preguntarnos si realmente existe…
Mr. Klein es un film que merece otro visionado, y un cuidadoso análisis.
Y en ello reside quizás, el único fallo:
En la pretensión de erigir al protagonista en héroe, a medio camino de su narración, hace perder fuerza a la anécdota desde el momento, en que Delon, con su dinero y pasaporte en regla, renuncia a su libertad, y decide volverse para conocer a su sosias, adoptando, en cierto modo, su acción y pensamiento, hasta la prueba suprema de la muerte.
El proceso de Robert Klein, a lo largo del metraje, no permite justificar tal decisión final.
Si se trata de un homenaje, a un pueblo perseguido como tantos filmes de Losey, tal homenaje iba ya implícito en la historia, pero la conversión del Klein hedonista, en el otro del cual, tan sólo la voz conoce, y conocemos, viene como forzada, como broche escogido para fin de este relato, en donde los 2 directores, aquí también, el artesano y el artista, brillan en ocasiones, a la altura de los clásicos.
Son escenas memorables:
El examen anatómico racial, de una mujer de media edad, a cargo de un médico brusco y desconsiderado.
La negociación de la compraventa de un cuadro original:
“Retrato de un gentilhombre” del artista flamenco, Adriaen Van Ostade (1610-1685)
La secuencia del velódromo, el encuentro nocturno de Robert y Florence, la despedida de Jeanine (Juliet Berto), y los sobrecogedores planos finales.
La banda sonora corre a cargo de Egisto Macchi y Pierre Porte, y ofrecen una partitura de 15 cortes, que describen los sentimientos de indiferencia:
La fiesta con “Les girls”; la soledad con “Solitude de Klein”; la desolación con “La morgue”, y el desgarro del protagonista.
Y añade algunas composiciones ajenas, como:
“La Internacional” al piano ; “Premier rendez-vou”, y “Je ne sais pas si je l’aime”
“Récemment, je l'ai vu de nombreux clients comme vous, besoin de vendre de toute urgence, et je vous assure que ce qui est le plus désagréable pour moi.
Embarrassant.
Très souvent, je préfère ne pas acheter”
(Recientemente, he visto a muchos clientes como usted, que necesitan vender con urgencia, y le aseguro que es muy desagradable para mí.
Vergonzoso.
Muy a menudo prefiero no comprar)
El “Dopplegänger”, la figura del “doble”, es uno de los temas favoritos del cine fantástico, que ha explotado con frecuencia, el desasosiego que nos produce el encuentro con otro, que al mismo tiempo es, y no es uno mismo.
Ese es el tema de Mr. Klein, una magnífica película, rodada en Francia, por el estadounidense Joseph Losey, que recurre también a la idea del doble, pero no para construir un relato fantástico al uso, ni para explorar los vericuetos de la psique humana, sino como metáfora política, para reflexionar acerca de la actitud del pueblo francés, ante la persecución de que fueron objeto los judíos, durante la ocupación alemana, entre 1940 y 1944.
Porque, en este caso, “el otro” es el judío.
Y Joseph Losey, critica con ferocidad en Mr. Klein, la actitud pasiva, e indiferente, con que los franceses aceptaron la persecución de los judíos.
Una persecución que se materializó, no solo en leyes raciales discriminatorias, sino también en deportaciones masivas, como la redada del “Vel d'hiv”, que se saldó con la detención de muchas personas, la mayor parte de las cuales, fueron enviadas a Campos de Concentración.
Lo único que pareciera interesar a Losey, en Mr. Klein, es la compleja dualidad del ser humano, y la impostura que utiliza, para elaborar maquinaciones y timos consigo mismo, y con los demás, en conocimientos de los estragos alrededor.
Una formidable película, de intriga y existencialismo, que lleva a la reflexión.

“Essayez de lui faire comprendre qu'il n'a rien de personnel.
Je ne fais pas cela pour le plaisir.
Il est la loi”
(Trate de hacerle entender que no es personal.
No estoy haciendo esto por diversión.
Es la ley)



Comentarios



  1. Es necesario leer este comentario -que me parece excelente- para entender con profundidad, sobre todo el tramo final de la película. Chapeau Alain Delon.!

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