מי מפחד מהזאב הרע (Big Bad Wolves)

“יש גברים שנוצרים רעים”
(Algunos hombres son creados por el mal)

“El hombre es un lobo para el hombre”, desde luego...
Y para todas las demás criaturas que pueblan La Tierra, también.
La relajación de costumbres de la sociedad occidental en la actualidad, favorece los desagradables encontronazos de la opinión pública, en los límites de la tan subjetiva “corrección política”
En el ámbito cultural, son frecuentes los debates en torno a la licitud de los mecanismos del humor negro, por ejemplo.
Reflexionar sobre la demarcación del chiste, puede resultar una actividad tan estimulante como improductiva, incluso entre individuos de la misma clase social o ideología política afín, puesto que el moldeamiento de la propia personalidad, es un proceso mucho más complejo, que atañe a no pocos agentes socializadores.
De hecho, ya ha sucedido el tratamiento del humor en casos graves como El Holocausto, por ejemplo.
Sin embargo, a menudo los contextos bajo los que surgen las obras, funcionan como directrices dominantes a la hora de catalogar este asunto.
“Las películas de venganza”, se caracterizan por contener personajes que realizan acciones que nadie se atreve a predecir, para no jugar con el supuesto “buen gusto que tenemos por ser humanos”, y por consiguiente, “seres racionales”
Dichas películas, son percibidas por el público de una forma bien curiosa.
Mientras más lejos lleguen los personajes con su ambición vengativa, la película se convierte en algo más atractivo.
Es raro, que la discusión eterna de si el morbo se satisface con el cine violento no se motive con este hecho.
Así, una película de horror, es mal vista por ser violenta, pero si alguien se está vengando, entonces hay aplausos...
La venganza, es uno de los temas más abordados por el cine a lo largo de sus más de 100 años de existencia.
Los motivos cambian, según las necesidades de la historia, pero creo que pocos hay que susciten tanto debate como la pedofilia, y es que es cierto, que El Séptimo Arte también nos ha mostrado el lado menos amable de los menores de edad, pero la indefensión de un niño, sigue siendo algo con lo que cualquiera puede empatizar.
Y eso nos lleva a la frontera del bien y el mal…
¿Cómo delimitamos estos términos, en función de “en nombre de qué causa se aplican”?
¿Por qué las mismas acciones pueden ser visualizadas de forma distinta, en virtud de quién, y porqué se realizan?
La venganza como acción jurídica, establecida por Hammurabi, el fundador de Babilonia, y que con posterioridad aparece en un texto bíblico del Antiguo Testamento, dice:
“Pagará vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, y pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, y golpe por golpe”
¿Qué harías tú?
¿Qué harías tú si tu hija desapareciera, y tuvieses al sospechoso #1 encerrado en tu sótano?
“פסיכופתים שרק חוששים פסיכופתים אחרים”
(Los psicópatas sólo tienen miedo a otros psicópatas)
מי מפחד מהזאב הרע (Big Bad Wolves) es una película de terror israelí con tintes de comedia, del año 2013, escrito y dirigido por Aharon Keshales y Navot Papushado.
Protagonizada por Tzahi Grad, Lior Ashkenazi, Rotem Keinan, Doval'e Glickman, Menashe Noy, Dvir Benedek, Nati Kluger, Kais Nashif, Ami Weinberg, Guy Adler, Arthur Perry, entre otros.
A través de una trama oscura, como lo son los asesinatos de niñas, a cargo de un terrible asesino en serie que se queda con sus cabezas como trofeo; el dúo de directores israelí, formado por Aharon Keshales y Navot Papushado, compone una crítica ácida e inmisericorde, de algunas de los defectos que, en su opinión, sufre la sociedad hebrea, como:
La intolerancia religiosa, el machismo, el victimismo histórico, o el miedo constante de sus ciudadanos, a quedar expuestos a un atentado.
El guión, también cuenta con algunas acertadas bromas, a partir de la rivalidad entre árabes e israelíes, entre generaciones y en situaciones límites.
Así, una serie de brutales asesinatos, ponen en contacto a 3 hombres:
Gidinka (Tzahi Grad), el padre de la última víctima, sediento de venganza.
Micki (Lior Ashkenazi), un justiciero detective de policía, que opera en los límites de la ley.
Y el principal sospechoso de los homicidios, Dror (Rotem Keinan), un profesor de religión, arrestado y luego liberado, debido a una negligencia policial.
El acento de la historia, está puesto en la venganza, y dentro de la venganza, el interrogante está suspendido sobre la naturaleza del mal.
En esta ocasión, proponen un conflicto moral al espectador, que deberá debatirse entre la sed de venganza y el raciocinio, del que cada receptor tendrá una opinión personal y diferente a la del resto; generando conflictos emocionales, ante la información que vamos obteniendo poco a poco.
Y se mantiene la duda hasta el final, y siempre bajo la sombra de la presunta inocencia.
¿Cómo vengarse de un psicópata, si no siente empatía?
¿Qué teme un psicópata?
¿Es posible mirarle a los ojos, y saber la verdad?
“זה אולי נראה כמו שאני נהנה מזה, ואולי אני בדרך... אבל אאמין לי, אני אשמח להפסיק לשבור האצבעות שלך”
(Puede parecer que estoy disfrutando de esto, y tal vez lo estoy de una manera... pero créeme, yo estaría encantado de dejar de romper los dedos)
מי מפחד מהזאב הרע (Big Bad Wolves), es un afortunado “thriller” que sabe jugar con el humor negro, sin que esto vaya en detrimento del impacto dramático del trágico caso que nos está contando:
Es una comedia, es un “thriller” de venganza, un drama parental y, en esencia, una magistral película de terror, y también de realidad, de las peores pesadillas de cualquier padre.
Además de regalarnos a la mejor pandilla de cabrones de todos los tiempos.
מי מפחד מהזאב הרע (Big Bad Wolves) logra que te rías de las cosas que no tienen ni puñetera gracia, pero no mediante un humor convencional o paródico, sino mediante un humor macabro; y se ríe de la tragedia del prójimo, lisa y llanamente, porque detesta a sus propios personajes.
Les ridiculiza, se burla de ellos a cada momento, y no duda en hacernos cómplices de ello; pero nunca, atención al dato, se olvida de que es un “thriller” de terror.
Ése es el ardid de todo el asunto que subyace en מי מפחד מהזאב הרע (Big Bad Wolves):
Pensar que somos libres de las leyes moralistas de la sociedad, cuando en el fondo, somos víctimas de éstas, en cada segundo de nuestras vidas.
La magia perceptible de “la falsa y deseada libertad al sino de la sociedad”, es decir, lo que coloquialmente conocemos como “karma”, o “tócame los huevos y echa a correr”
Y es sorprende, por la turbiedad de argumento, y la ambigüedad moral de su mensaje; y agarra fuertemente al espectador, desde su fabulosa escena de apertura, en la que vemos a cámara lenta, a unos niños jugando al escondite, en los alrededores de un edificio abandonado, para revelarnos a continuación, la desaparición de una pequeña del grupo, la cual aparece asesinada posteriormente en un descampado, con claros síntomas de haber sido víctima de mutilación y abusos por parte de un psicópata pedófilo.
Micki, es el detective de policía, encargado del caso, empleando métodos un tanto alejados de la legalidad, para conseguir desenmascarar al asesino.
Las primeras pesquisas, llevarán a la policía hasta Dror, un introvertido profesor de religión del instituto… y los agentes lo torturan con la intención de sacar, sin éxito una confesión de culpabilidad, teniendo que soltarle finalmente, ante la falta de pruebas.
Por su parte, Gidi, el padre de la niña muerta, no está dispuesto a quedarse sentado, por lo que planea su propia venganza contra el hombre al que cree culpable de su tragedia.
Estas 3 personas, acabarán convergiendo en el interior del sótano de una casa, alejada del mundanal ruido, en el cuál, no tendrán cabida, ni las leyes ni la piedad, y donde las figuras de víctima y verdugo, se confundirán con cada nuevo acontecimiento.
Sin embargo, מי מפחד מהזאב הרע (Big Bad Wolves) no se mueve dentro de la comedia, sino que trata un drama muy particular:
Una historia policial de investigación macabra, a la que poco a poco se unirán personas a “la fiesta”, cuando el supuesto culpable sea atrapado.
De ésta forma, el personaje interpretado por Lior Ashkenazi, que curiosamente comparte un parecido brutal con Clive Owen, se verá involucrado en la trama indirectamente, cuando Gidi lo obligue a elegir, hasta que más tarde se una Yoram (Doval'e Glickman), el propio padre de éste, dejándonos algunas perlas, tanto en diálogos como frases.
Los 3 personajes principales, más un cuarto cargado de sorpresas, y que se adueña de algunas de las mejores escenas, el padre de Gidi, y abuelo de la niña; están muy bien perfilados, y magníficamente interpretados por unos actores en estado de gracia.
Gracias a ello, se logra que el interés, y la tensión se mantenga durante todo el metraje, a pesar que la mayor parte de la acción, se desarrolle en un espacio cerrado.
La actuación de Gidi, es espeluznante, y logra ponerse en el papel de padre desesperado, tanto que nos hace sospechar por momentos, que en realidad es el asesino que sigue buscando víctimas, y no tiene límites para elegir.
Tzahi Grad, me parece imponente, por lo bien que representa en su personaje, una mareante mezcla de calma, rabia, y odio.
Como espectador sabes que él es el único capaz de desatar una violenta tormenta real, y cuando lo haga, lo hará sin despeinarse, hablando de manera calmada, y con un semblante carente de emociones.
Por otro lado, Rotem Keinan, hace una labor estupenda, como el sospechoso apocado que mantiene su inocencia hasta el último suspiro.
Entre su puesta en escena, y como la trama desenvuelve al personaje, es fácil hasta sentir lastima por todo lo que le sucede.
Quizás, el único personaje que no me termina de convencer, es el de Lior Ashkenazi, por falta de motivos, más allá de la investigación…
El padre, que visita a su hijo en la cabaña del bosque, es impagable.
Sobre el fondo, una vez más queda claro, que la psicopatía es hereditaria, solo falta esa “chispa” que la encienda.
Conviene resaltar, que llegado un punto de enajenación, y con un equilibrio brillante, entre el horror y la risa, los directores plantean que los vengadores bordean la enfermedad mental, o el trastorno de la personalidad, tanto como el hipotético pedófilo.
El odio les equipara.
La verdadera forma de vengarse, o de estar por encima del “enfermo” o del “mal” que encarna, sería por tanto, no caer en lo mismo, parar la rueda, hacer que deje de girar...
Todos evolucionan por el propio devenir de su carácter, más que por las propias consecuencias de sus terribles acciones en una trama, que, por otro lado, se advierte claramente sesgada por las interacciones comunicativas.
Aunque se sepa un recurso trillado, el guión se empeña en servirse de los teléfonos, como puntos y aparte.
Las llamadas telefónicas, fragmentan el relato, subrayando picos climáticos.
Y como complemento, la cuestión familiar, que atañe al comportamiento de todos los personajes sin excepción, motivo de decisiones impulsivas, viscerales y, en general, poco coherentes.
Algo que conjuga con el tono grotesco de מי מפחד מהזאב הרע (Big Bad Wolves), y disculpa el poco rigor psicológico que ostenta una buena parte de la misma.
Pero el mérito, no solo radica en el gore mostrado.
Si fuera solo por eso, estaríamos ante una mera película de “torture porn”
Además, logra crear una atmósfera de tensión, que no requiere de huesos quebrados para incomodar a la audiencia.
Un ejemplo de esto, es la escena donde Gidi lee un expediente de la policía, donde se describe lo que el asesino le hacía a sus víctimas...
Lo retorcido de estos hechos, sumado a la muy buena actuación de Tzahi Grad, son suficientes para que nos imaginemos la crudeza del crimen, y para que nos preparemos a lo que deberá sufrir Dror.
Además de lo violentas que son estas escenas, el sufrimiento de Dror es aumentado por las dudas que tenemos acerca de su culpabilidad.
Nuestro conocimiento acerca de la situación, está tan limitado como el de la policía.
Lo único que sabemos, es que este hombre, que trabaja como profesor, fue supuestamente visto cerca de la escena del crimen por un niño, testimonio que por sí solo, no es del todo poderoso.
Y es que מי מפחד מהזאב הרע (Big Bad Wolves) genera un hermoso extrañamiento, entre el terrible problema moral que parece plantear, como el uso de la violencia como método de acceso a la verdad, pero a su vez, la crisis de los mecanismos que garantizan la posibilidad de la convivencia misma, en las sociedades postmodernas; y la levedad emponzoñada con la que salta de una escena a otra.
Mientras Dror recibe todo el dolor que Gidi le produce, es imposible no hacerse la pregunta:
¿Y si realmente es inocente?
No hay absolutamente nada, solo el testimonio de una niña que cree haberlo visto cerca de la zona del hecho.
Por eso, es justamente un agujero de guión, si había algo sólido, la policía lo hubiera prendido, y nos quedábamos sin película...
¿No pudieron encontrar algún elemento que diera alguna mínima certeza, pero la policía no pudiera usarlo?
Por eso, me choca el convencimiento total de todos, de que Dror es culpable:
Que sí es culpable, pero el resto de los personajes no lo saben… que es básicamente, el eje de la trama.
Y quizás, ese es el punto:
Que los protagonistas son unas bestias, esperando una mínima excusa para dedicarse a torturar al prójimo, de hecho, el padre casi empieza a torturar al policía…
Entonces podrías decir que:
El asesino, es el de siempre, el torturado, por eso se ríe a lo último antes de morir…
La niña muerta, de la última escena, es su propia hija, y el policía que está ahí, no la encuentra porque es un inútil como dijo el otro policía al principio…
“Este no encontraría ni un cadáver en una funeraria”
Conclusión, el asesino era el mismo que estaban torturando, y nunca les dijo nada a ambos, tan solo para joderlos y punto.
Que la hija del policía se vaya con él tras su clase de ballet, no se entiende…
Otra lectura nos dice:
La niña del final, no era su propia hija, y no estaba muerta, solo dormida…
El asesino las mataba, cortándoles el cuello, por lo que ella solo estaba dormida o sedada, y posiblemente abusada, pero dormida, “las dormía con pastel”
Era la hija del policía protagonista, por eso le dijeron que habían visto a su hija por última vez en su clase de ballet...
Lo que no me queda claro, es por qué, mágicamente, el detective sabe, que él sí es el asesino, si no le dijeron ni cómo ni cuándo desapareció su hija, pudo haber desaparecido mientras el profesor estaba cautivo, comprobando su inocencia, o antes, como de hecho fue, a él no le dijeron nada, y pareció adivinar... y fue corriendo a la cabaña…
O la casa mostrada con la niña es la casa del vecino, que es el asesino real, y no sale en la película.
Después de todo, se comprueba la necesidad de alguien para que pague, y nada mejor que ponerse en los zapatos del sufriente para poder justificar las más brutales acciones.
La venganza de un padre, que quiere que el presunto culpable, después de todo, el profesor es sospechoso, “inocente hasta que se pruebe lo contrario”, pague por lo que le hizo a su hija.
El padre, no es el único personaje, y con los otros también se tocan temas un poco más alejados de la venganza propiamente tal, también está el sentido de la justicia.
Si bien, la venganza del padre es una retorcida manera de justicia, bajo su mirada en particular, la del policía luce un poco más completa:
El tipo no obedece cada punto de la ley de Israel, pero eso no quita que quiera encontrar a las niñas, o lo que queda de ellas, junto con el asesino, y así parar esa ola criminal.
En cualquier caso, lo que parece ser más importante a nivel moral es, qué tan lejos puede llegar tu comportamiento, y tus acciones, para lograr la justicia deseada.
Ya saben, si para atrapar a un presunto monstruo, es válido y correcto transformarse uno mismo, en otro.
Tampoco es la intención de מי מפחד מהזאב הרע (Big Bad Wolves), desarrollar una reflexión en torno a la justicia y la venganza, ambos conceptos siempre ciegos.
Yo diría más bien, que la intención de los directores es, sin complicación alguna, contar directamente una historia de venganza, y nada más; y además, hay algo de crítica social, o un atisbo de reflexión sobre la condición humana, y su naturaleza violenta.
Y es que, cuando un país vive rodeado de brutalidad desde hace décadas, es un acierto, hacer uso de ese marco insalubre y sádico, para pergeñar una crónica llena de aristas, excesos, y sangre, que atrapa al espectador desde el inicio, y nos propone un descenso a los infiernos deshumanizados y endurecidos del crimen, la pedofilia, los excesos policiales, y las acechantes nuevas tecnologías que todo lo ven, y todo lo propagan como la pólvora.
No existe el anonimato, ni hay forma de ocultarse, cuando todos espían a todos, cuando el teléfono móvil nos acompaña en todo momento, y somos esclavos de su abominable terquedad y prevalencia.
No podemos escapar ni siquiera de la sabrosa sopa preparada por una madre preocupada, o de la llamada dócil de una esposa intranquila, que nos recuerda la medicación que debemos tomar…
Pero vamos, que en esencia, מי מפחד מהזאב הרע (Big Bad Wolves) es una suerte de “rape and revenge”, mucho más light que los vistos en los años 70, en el que el tono no queda demasiado claro por 2 motivos:
Los alivios cómicos, que no hacen otra cosa que confirmar, o ahondar en el cliché, según se mire, de la peculiar relación que mantienen los hebreos con sus madres, y la banda sonora, la cual resta tensión a los momentos álgidos.
En otras palabras, esta no es una película muy seria ni densa, que te deje pensando profundamente luego de verla, como ya he dicho, esa no es la intención.
Durante los últimos minutos, sentí algo de desconfianza, en relación a la manera en que se resolverían los planteamientos morales de la historia, ya que se tratan algunos temas bastante complejos, pero מי מפחד מהזאב הרע (Big Bad Wolves) logra esquivar estas complicaciones, y termina entregando un buen resultado final.
El desenlace, por ejemplo, se resuelve únicamente mediante un sencillísimo, pero potente movimiento de cámara, que nos permite contemplar a la vez, una suerte de metáfora del funcionamiento de la perversión, de las dimensiones épicas del fracaso, y de la inexorabilidad del mismo.
A partir de un cierto momento del metraje, es la cámara la que cierra las posibilidades del decir de מי מפחד מהזאב הרע (Big Bad Wolves), y agota la esperanza del espectador.
Un par de últimas cosas:
¿Sólo a mí me pareció, que el padre e hijo, dueños de la casa, más parecían hermanos, por la poca diferencia de edad?
El jinete árabe, no encaja en el cuento, lo han querido meter con calzador, y con teléfono móvil de alta gama incluido, pero a mí entender, provoca una falla en el guión, ya que el abuelo, cuando quedó inconsciente, también llevaba teléfono móvil, y el policía no lo utilizó.
Y el final, tiene varios errores, desde mi punto de vista, aunque todo es debatible:
Yoram se despierta, pese a haber comido el pastel…
En caso de haber consumido somníferos, es difícil de creer que esté tan despierto, y tan rápido se haya recuperado.
Gidi, corta el cuello de Dror con una sierra, por haberle mentido en la localización de la cabeza de su hija…
Y el profesor se mantiene un rato vivo… e incluso llega a sostener un lápiz…
Por cierto, lo mejor es la introducción inicial, a cámara lenta, mientras los niños juegan, ha encantado, y me parece elegante, de mucha clase.
Entre medias, hay varias torturas a las que se ve sometido el profesor, destacando los golpes en los dedos con un martillo, y el empleo de un soplete para quemarle el pecho, pero es lo más novedoso que he visto.
La banda sonora, es otro de los aciertos, compuesta por Frank Ilfman, que acompaña sin destacar, y está perfectamente mezclada.
“עכשיו אתה מוכן בבקשה להתחיל לדבר”
(Ahora:
¿Podrías empezar a hablar?)
“El Lobo Feroz”, es un término empleado para designar a la figura recurrente del fiero y malvado lobo, en muchos cuentos tradicionales, generalmente de carácter infantil.
Y מי מפחד מהזאב הרע (Big Bad Wolves), tiene título de “cuento macabro”, con moraleja pesimista, donde los lobos se comen a “Caperucita”, y los cazadores no vienen a salvarla, sino a comerse a los lobos, para saciar su propia violencia interna.
Y aquí hay una cruda realidad escondida en lo más profundo de la condición humana.
Un sentido animal latente e incontrolable, que permanece agazapado, acechando al momento de debilidad, que le permita desplegar toda su incontrolable irracionalidad.

“מצטער, אני לא מאמין”
(Lo siento, no soy creyente)



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