Citizen X

“8 years.
52 victims.
1 killer”

El Comunismo Soviético, fue el mayor experimento social y político, por el que ha pasado la humanidad, y estuvo basado en el terror y la opresión más inicua que pueda imaginarse, hasta el punto de acabar con millones de personas.
Pese a la magnitud de aquella catástrofe, todavía sabemos muy poco de lo que pasó en La URSS, durante las 7 décadas de existencia; y más aún, tras la crisis de la guerra de los años de 1930, se produjo una etapa de hambruna en Ucrania, conocida como “Holodomor”, en la que los habitantes desesperados, optaron por el canibalismo.
En ese marco histórico, aparece Andrei Romanovich Chikatilo, considerado el peor asesino en serie de La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, siendo el mayor y más famoso asesino en serie de Rusia, 3º en La Clasificación Mundial, después de Harold Shipman, y Javed Iqbal.
Chikatilo fue conocido como “El Carnicero de Rostov”, “el destripador rojo” y “el destripador de Rostov”, el cual cometió asalto sexual, asesinato, y mutilación de, como mínimo, 52 mujeres y niños, entre 1978 y 1990, en La República Socialista Federativa Soviética de Rusia, La República Soviética Socialista Ucraniana, y La República Socialista Soviética de Uzbekistán.
Nacido en Yablochnoye, Ucrania, en aquel entonces, en La Unión Soviética, el 16 de octubre de 1936, en una pequeña aldea, en tiempos de hambruna del “Holodomor”, donde morían cientos de personas, cuyos cadáveres se amontonaban en las calles y campos.
Mientras su padre, Roman Chikatilo, cayó prisionero de guerra por los nazis, la madre de Andrei, Anna Chikatilo, le contaba a menudo a él y a su hermana menor, que a su hermano mayor, Stepan, lo habían raptado para comérselo.
Chikatilo quedó traumatizado por la historia de su hermano, pero aquello era muy común en esos duros años…
Era tan terrible la situación, que el pequeño Andrei, tuvo que ver cadáveres descuartizados por toda la ciudad, tras ser comidos por otras personas, para poder sobrevivir a las condiciones lamentables en las que estaban, ya no solo por la falta de comida, si no por el intenso frío, el cual conservaba los cadáveres, para ser comidos por los aldeanos.
La verdad es que la infancia de Andrei Chikatilo, fue absolutamente terrible, como la de todos los niños de esa época.
Este hecho, marcaría notablemente al niño.
Sin duda, en su infancia, adolescencia, y juventud, se estaba engendrando un monstruo de tomo y lomo, que quizá ni él mismo era consciente de ello.
Siempre, él era humillado por los otros compañeros, cualquiera podía decirle lo que fuese, a lo que él se limitaba a escuchar y a aguantar.
No era de extrañar que, con el tiempo, su ánimo se llenase con las lágrimas contenidas, y con todas esas injurias.
Como todo soviético, Andrei sirvió en el ejército, y luego se dedicó a los estudios, deseaba licenciarse en Derecho, pero suspendió el examen de acceso a la universidad, y decepcionado, puso todo su empeño en prepararse profesionalmente, obteniendo 3 títulos en Ingeniería, Marxismo-Leninismo, y Lengua y Literatura Rusa; y en 1971, se graduó de maestro.
Sentía una creciente atracción por las menores de 12 años, y se colaba en los dormitorios para verlas en ropa interior, mientras se masturbaba con la mano dentro del bolsillo.
Más tarde, Chikatilo se refugió en el estudio del comunismo, pero su fijación con el dogma político, rayaba en la demencia.
A pesar de su problema, pudo encontrar una esposa, y aunque era incapaz de mantener una erección, sí podía eyacular.
Logró alcanzar, en contadísimas ocasiones, la suficiente erección para dejar embarazada a su esposa, pero no dejaba de pensar, que la naturaleza lo había castigado, castrándolo al nacer.
Era un marido sumiso y asexual.
Hacía todo lo que su mujer le ordenaba, o casi todo.
Ella solía desear los placeres del lecho, con más frecuencia que él, y eso los llevaba a frecuentes discusiones, a que ella le recordase en todo momento, lo taciturno e inerte que era.
Chikatilo, más tarde afirmó, que su vida sexual marital fue mínima, y que después de su esposa entendió que era incapaz de mantener una erección, se acordó que ella concebiría por su eyacular externamente, y empujando su semen dentro de su vagina con sus dedos.
Y en 1965, Feodosia dio a luz a una hija, Lyudmila; y 4 años más tarde, en 1969, un hijo llamado Yuri, nació.
Andrei era un marido de carácter estable, y trabajador, un padre que nunca levantaba la voz ante los hijos, un respetado miembro del Partido Comunista, que leía los periódicos, y se mantenía al corriente de la actualidad.
Pero en la escuela en la que trabajaba, sus alumnos no lo tomaban en serio, se negaban a comportarse bien, e incluso, fumaban delante de él, en la clase.
Más tarde, Chikatilo abusaría sexualmente de sus estudiantes, tanto chicos como chicas, lo que le costaría el trabajo en 1974, pero posteriormente, consiguió uno nuevo, en una fábrica en el que tenía que estar viajando constantemente.
Este constante movimiento, le ayudaría a escoger sus nuevas víctimas...
Se trataba de niños, niñas, y chicas jóvenes.
Entre ellos, había muchos escapados de casa, y retrasados mentales, pues se dejaban convencer más fácilmente, y agradecían su ayuda, en el laberinto del sistema de transportes local, con el que no estaban familiarizados.
Inteligente, amoroso, amable, y entregado, son adjetivos que muestran una visión parcial, de lo que era su verdadera personalidad, oculta bajo aquellas cualidades, que la sociedad considera como “buenas”
Así, Andrei vivía una doble vida:
Por un lado, hombre casado, trabajador, y miembro de la sociedad comunista del momento; y por otro, su lado oscuro, dotado de gran habilidad para ganarse la confianza de los niños, y disfrutar con impunidad, de sus horrendos crímenes.
El 22 de diciembre de 1978, Chikatilo mató por primera vez, cuando tenía 42 años.
Abordó en la calle, a una niña de 9 años de edad, y la convenció para que se fuera con él, a una cabaña que poseía en las afueras de la ciudad…
Él sabía cómo hablar a los niños, él mismo había sido maestro, y tenía a sus 2 hijos.
Una vez allí, la desvistió con violencia; y accidentalmente, le hizo un rasguño del que brotó sangre, hecho que le propició una erección inmediata, estableciendo el vínculo fatal, entre sangre y sexo.
Luego, sacó un cuchillo, y se lo clavó a la niña en el estómago.
Con cada puñalada, notaba que se acercaba más al orgasmo, por lo que no cesó de hacerlo, hasta llegar a la eyaculación.
Chikatilo, había intentado satisfacer su necesidad sexual, movido por la esperanza de llegar a ser igual que los demás…
En 1981, se convirtió en funcionario de abastecimiento de una fábrica, y el trabajo, que lo obligaba a recorrer una buena parte de la región, le proporcionaba la fachada perfecta.
Así, 3 años pasarían, antes de que Chikatilo asesinara por segunda vez.
El 3 de septiembre de 1981, asaltó a su segunda víctima, llamada Larisa Tkachenko, prostituta de 17 años de edad.
La convenció de ir con él al bosque, para tener relaciones sexuales, pero falló en el intento, por lo que ella se rio de él, esto lo enfureció, perdió el control, estranguló a la mujer, y eyaculó sobre el cadáver, mordisqueó su garganta salvajemente, le cortó los senos, y en su frenesí, se comió los pezones.
Luego, comenzó a lanzar aullidos, mientras bailaba “una danza de guerra”, alrededor del cuerpo; y la dejó sin vida, con un palo enterrado.
En esos momentos, Andrei supo que volvería a matar.
Los 2 primeros asesinatos de Chikatilo, tuvieron cierto carácter fortuito…
Es posible que, en ambos casos, sus intenciones fueran solamente, de índole sexual.
Los gritos de terror, lo excitaban, pero era el asesinato en sí, lo que presentaba para él, “el acto sexual supremo”
Su tercera víctima fue, Lyuba Biryuk, la cual fue raptada de un pueblo, y acuchillada 40 veces en el bosque.
Le mutiló los ojos, y esto se volvería algo común en sus asesinatos, la firma mortal de Chikatilo que, debido a una leyenda rusa, dice que los asesinos, no pueden mantener el contacto visual con sus presas, porque ellas mantienen el rostro del asesino en sus retinas.
Chikatilo, asesinó a otras 3 personas ese año, y entre ellas, se encontraba su primera víctima masculina, Oleg Podzhivaev, de 9 años de edad.
El cuerpo, no se encontró, pero Chikatilo afirmó ser el responsable, y que le había arrancado los genitales...
En 1984, el número de víctimas iba en ascenso, llegando a 15 personas.
Chikatilo los elegía entre la multitud, en estaciones ferroviarias, y en paradas de autobús, y con algún pretexto, los convencía para que lo siguieran a alguna zona boscosa.
Una vez allí, les infligía numerosas puñaladas, entre 30 y 40.
Casi todas las víctimas, sufrían la mutilación de los ojos.
A las adolescentes, o chicas jóvenes, les seccionaba los pechos, o los pezones, ya fuera con sus afilados cuchillos, o con los dientes.
El útero, era extirpado con tal precisión, que todos los cirujanos de la provincia de Rostov, pasaron a ser sospechosos en potencia.
Mientras las violaba, se enfurecía tanto por llegar tan rápidamente al orgasmo, que les machacaba la cara a golpes.
Para ocultar su impotencia, a veces, con la ayuda de una ramita, colocaba el semen en la vagina o el ano de la víctima.
En el caso de los niños, los atacaba nada más hallarse a solas con ellos en el bosque:
Un golpe para aturdirlos con las manos atadas, y unos golpes de cuchillo, poco profundos, para establecer su dominio sobre ellos.
Posteriormente, los mutilaba a mordiscos, les cortaba los genitales, o solamente extirpaba los testículos, que guardaba a modo de trofeo.
En algunas ocasiones, realizaba estas amputaciones, cuando la víctima se hallaba aún con vida, aunque no consciente.
En ninguno de los casos, se encontraron las partes del cuerpo seccionadas, en las cercanías de la escena del crimen.
Además, practicaba actos de canibalismo.
En sus declaraciones, confesaría que le gustaba tragarse las partes del cuerpo más blandas.
Por su parte, El Instituto Serbsky de Moscú, diseñó el perfil de un hombre, ostensiblemente normal, probablemente casado, con un trabajo regular.
Por el semen hallado en los cuerpos de sus víctimas, se supo que su sangre era del grupo AB.
Así, el 14 de septiembre de 1984, detuvieron a Chikatilo en el mercado de Rostov, pues en líneas generales, encajaba con la descripción del asesino, pero no pudieron demostrar nada más, y fue liberado por no coincidir en la prueba de semen, y por ser un “respetado miembro del Partido Socialista”
Las trabas ejercidas por el gobierno ruso, incapaz de aceptar que Rusia podía tener un asesino en serie, no ayudaron demasiado.
Posteriormente, Chikatilo fue acusado de haber robado un rollo de linóleo de su oficina; y 7 meses después, con ese caso aún pendiente, fue arrestado por comportamiento impropio, en la estación de autobuses de Rostov, siendo sentenciado a 15 días en prisión.
La policía creía, que él era el asesino, así que compararon la sangre de Chikatilo con el semen encontrado en los cuerpos de las víctimas, e inexplicablemente, no era el mismo tipo de sangre.
Y fue sentenciado a 1 año en cárcel, por el robo del linóleo, pero el juez simpatizó con él, y lo liberó antes.
El 17 de octubre de 1990, Andrei volvió a matar en un bosque cercano a la estación de Donlesjoz.
Este crimen, absorbió a toda la policía local, y a una fuerza antidisturbios de 100 hombres.
Pero 2 semanas después, Chikatilo volvió a actuar, y ésta vez, fueron unos 600 detectives, los encargados de investigar a lo largo de la línea de los bosques, en dónde montaban guardia 3 o 4 oficiales, en los apeaderos más aislados.
El 6 de noviembre de 1990, uno de estos detectives, un sargento llamado Igor Rybakov, vio surgir del bosque, un hombre con traje y corbata.
Mientras observaba, cómo éste se lavaba las manos en la fuente, advirtió que tenía un dedo vendado, y una mejilla manchada de sangre.
Rybakov, le pidió la documentación, no tenía motivos suficientes para arrestar a Chikatilo, sin embargo, dejó constancia del incidente.
Al día siguiente, se encontró el cadáver de una chica en esa misma zona.
El homicida, tenía que haber pasado por la estación, y el culpable no podía ser otro, que el sospechoso del informe de Rybakov.
Y lo arrestaron el 20 de noviembre, sospechoso de haber asesinado a 36 víctimas, todos ellos, mujeres y niños; y su esperma, aunque no su sangre, sí era AB.
Ese mismo día, fue retenido por La KGB, mientras éste, con paso lento y senil decía:
“¿Cómo pueden hacerle esto a una persona de mi edad?”
En los interrogatorios, afirmó que simplemente era un ciudadano normal, que no había cometido ningún tipo de delito, y que era objeto de una persecución absurda, por parte de la policía.
Y es que en esa época, en que el estado controlaba los medios de producción, y los de comunicación, los reportes acerca de violaciones a menores de edad, o asesinatos en serie, eran temas prohibidos.
Se consideraba que, tales muestras de descomposición social, existían únicamente en los países capitalistas de occidente.
Los reportes de estos acontecimientos, eran de conocimiento exclusivo de altos oficiales del partido, y la burocracia soviética.
Informar al público, de la serie de crímenes que se experimentaban, hubiera constituido una propaganda muy negativa contra el régimen social, bajo el que se regían Las Repúblicas Socialistas.
Pero no hacerlo, resultó contraproducente.
Pocos padres, pudieron advertir a sus hijos, del gran peligro que acechaba en los caminos.
Nadie fue advertido, para cuidarse de los extraños.
Es más, nunca fue debidamente difundida, la descripción del sospechoso en los periódicos.
Pero si ocurrieron filtraciones a la prensa, pero a falta de una postura oficial del gobierno, todo quedo en rumores, inclusive fantasiosos, como la existencia de un “hombre lobo” o la pretensión de una invasión, por parte de occidente, que a modo de avanzada, asesinaba niños, etc.
Desde la policía, cuando la cuenta de cuerpos hallados, llegó a 6, la policía de Moscú, decidió tomar cartas en el asunto, y envió al Mayor Mikhail Fetisov, para encargarse de capturar al asesino.
Este ordenó al especialista forense, Victor Burakov, que comenzara la investigación en los alrededores de Shackty.
Lo primero fue, investigar a los enfermos mentales, y pedófilos conocidos.
Pero todos ellos, a pesar de ser inocentes de tales crímenes, por causa de los fuertes interrogatorios, terminaban declarándose culpables.
Una vez tenidos en custodia, y ante la aparición de nuevos cuerpos, o pistas, quedaban en libertad.
Pero no faltó el pobre, que ante la presión, prefirió suicidarse en su celda.
Luego de que el número de niños varones asesinados, comenzó a crecer, se comenzó a investigar a la comunidad gay de la región.
Esta estrategia, únicamente abrió los ojos de los oficiales encargados, acerca del mundo oculto de violencia y sexo de los rusos.
Hay que recordar, que en aquel tiempo, la homosexualidad estaba completamente prohibida, incluso, sigue igual hoy en día.
Sin embargo, ellos no tenían nada que ver con los crímenes, ni Andrei Chikatilo tenía algo que ver con ellos, por lo que a final de cuentas, solo fue una pérdida de tiempo.
Cuando se abandonó esta línea de investigación, se habían interrogado alrededor de 150,000 personas.
Apartándose de la rigidez de los protocolos oficiales, el forense Burakov, decidió compartir parte de la información del caso, con algunos especialistas de Moscú.
Los primeros en ser consultados, no se interesaron por el caso, por la escasez de detalles, sin embargo, hubo un especialista que creyó importante echar un vistazo al asunto.
Alexander Bukhanovsky, aceptó discutir sus reflexiones, acerca del desconocido asesino, que lo mismo tomaba víctimas hombres, que mujeres.
A los pocos días, le entregó un informe de 7 cuartillas a Burakov, que informaba más o menos lo siguiente:
“El asesino, era un sujeto de entre 25 y 50 años, con una estatura alrededor del 1.75 metros, padecía de alguna disfunción sexual.
Mutilaba a sus víctimas, en parte por frustración, y también como excitación erótica.
Se dejaba llevar por la compulsión de asesinar, sin embargo, no era ni retrasado mental, o esquizofrénico, puesto que tenía la capacidad de planear, y efectuar sus ataques.
Era un hombre solitario, y el único involucrado en los crímenes”
Esos datos, no le ayudaban en nada al oficial ruso, él hubiera querido algo diferente, pero sin la participación de los medios de comunicación, era imposible aplicar las técnicas “proactivas” que se practicaban en occidente, para cercar asesinos peligrosos.
La temporada que estuvo Chikatilo en prisión, misteriosamente dejaron de aparecer muertos…
A pesar de las coincidencias, aún se trataba de evidencia circunstancial.
De acuerdo a los procedimientos jurídicos en vigor, la policía contaba con 10 días, para obtener una confesión del sospechoso.
El Procurador Kostoyev, hombre enérgico y determinado, pidió efectuar el interrogatorio.
Su historial, registraba cientos de interrogatorios exitosos, contra unos cuantos fallidos.
Se suponía, que entraría en la mente de Chikatilo, entendiendo su lógica interna, hasta hacerlo caer.
Al fin y al cabo, todos los criminales, terminaban confesando... pero no fue tan sencillo.
De principio, el acusado declaró, que la policía cometía un error hacia su persona, igual que lo habían hecho en 1984.
Negó haber estado en la estación de tren, el 6 de Noviembre, como la autoridad afirmaba.
Luego, tomo lápiz y papel, y escribió una declaración plagada de datos y referencias vagas, acerca de sus “debilidades e indulgencias sexuales...”
Admitía estar fuera de control, sin aclarar porque.
Hablo de los pordioseros de las estaciones, como algunas chicas podían haber sido víctimas de ellos.
También comentó, que había considerado el suicidio.
En resumen, la declaración era una suerte de confesión, sin serlo realmente.
A pesar de que Kostoyev confrontaba a Chikatilo, con el hecho de que sabían que mentía, y de que la evidencia acumulada, lo incriminaba, éste no daba su brazo a torcer.
Pasaban los días, y El Procurador no podía cantar victoria.
Chikatilo, solicitó unos días para meditar, ante lo cual, todos pensaron que finalmente confesaría, pero llegado el plazo, no fue así.
Cada vez que se le presentaba información de sus crímenes, decía que en ese tiempo, lo había pasado en casa con su esposa.
El informante, ubicado en la celda de Chikatilo, comentó que las técnicas de interrogación aplicadas, únicamente lograban poner a la defensiva al sospechoso.
Finalmente, Kostoyev entendió, que no conocía la manera de doblegar la voluntad de Chikatilo.
Y antes de que se cumpliera el plazo de los 10 días, tras los cuales debía acusarse al sospechoso, entre Kostoyev y Burakov, tomaron la sabia decisión, de llamar al doctor Bukhanovsky, para ver que podía hacer él, que ellos no habían podido.
Así, fue cosa de ver, por primera vez al sospechoso, que Bukhanovsky reconoció al asesino que había perfilado en 1987.
Él, lo denominó “Ciudadano X”, y concluyó que “X”, no era un homosexual, y tenía posiblemente una esposa y niños.
Un hombre ordinario, solitario, y apacible.
El doctor, se presentó a Chikatilo con cortesía, y le habló del estudio que sobre él tenía escrito.
Durante poco más de 2 horas, platicaron acerca de los crímenes, y su naturaleza.
Para Chikatilo, era claro que nadie como el doctor Bukhanovsky, entendía su personalidad, y sus problemas tan a fondo.
Por primera vez, alguien lo escuchaba, y le mostraba algo de simpatía.
Gracias a la intervención del psicólogo moscovita, Chikatilo terminó por confesar sus crímenes, y abrió su oscuro mundo interior a la policía.
Recordaba detalles de cada uno de sus ataques, corroborando su culpabilidad.
Hablo sobre cuestiones, tiempos, lugares, y detalles, que solo el verdadero asesino podía conocer.
Y condujo a los detectives, a sitios apartados donde yacían restos, o cadáveres enterrados.
Inclusive, se montaron recreaciones de los eventos, con muñecos y maniquís.
La cuenta final de víctimas, quedó en 53 confirmados:
31 mujeres, y 22 hombres; y llevó a los detectives de la policía de Rostov, al lugar donde yacían 3 cadáveres, que aún no se habían descubierto.
Tanto la detención de Chikatilo, como la macabra búsqueda de los restantes cadáveres, fueron filmadas.
Así las cosas, su figura fue convertida en un “espécimen de estudio científico”
El “modus operandi” se determinó que era muy simple:
En las estaciones de trenes, y en los autobuses, abordaba a los prospectos.
Mediante alguna artimaña, se internaba con ellos en parajes solitarios, inclusive cerca de donde había gente.
A las chicas vagabundas y/o prostitutas, era más fácil conducirlas, con la promesa de pagarles por el servicio.
En algunos casos, estudiaba a la “presa” durante días, aprendiendo sus movimientos, y sus horarios, hasta que lograba por “casualidad”, cruzárseles en el camino, y procedía al ataque.
Otras más, era obra del azar, y ejecutaba el típico golpe de oportunidad, sin desaprovechar ni una ocasión.
Aprendió también, la mejor técnica para noquear a las víctimas, y evitar las salpicaduras de sangre.
Cuando trabajó de carpintero, no tuvo problemas para regresar a casa con golpes, o pequeñas heridas, pretextando que habían sido accidentes del trabajo...
Así las cosas, escribió una declaración, firmada para El Fiscal General, que decía:
“Me detuvieron el 20 de noviembre de 1990, y he permanecido bajo custodia desde entonces.
Quiero exponer mis sentimientos con sinceridad.
Me hallo en un estado de profunda depresión, y reconozco que tengo impulsos sexuales perturbados, por eso, he cometido ciertos actos.
Anteriormente busqué ayuda psiquiátrica, por mis dolores de cabeza, por la pérdida de memoria, el insomnio, y los trastornos sexuales.
Pero los tratamientos que me aplicaron, o que yo puse en práctica, no dieron resultados.
Tengo esposa y 2 hijos, y sufro una debilidad sexual, impotencia.
La gente se reía de mí, porque no podía recordar nada.
No me daba cuenta, que me tocaba los genitales a menudo, y sólo me lo dijeron más tarde.
Me siento humillado.
La gente se burla de mí en el trabajo, y en otras situaciones.
Me he sentido degradado desde la infancia, y siempre he sufrido.
En mi época escolar, estaba hinchado, a causa del hambre, e iba vestido con harapos.
Todo el mundo se metía conmigo.
En la escuela, estudiaba con tanta intensidad, que a veces perdía la consciencia, y me desmayaba.
Soy un graduado universitario.
Quería demostrar mi valía en el trabajo, y me entregué a él por completo.
La gente me valoraba, pero se aprovechaba de mi carácter débil.
Ahora que soy mayor, el aspecto sexual no tiene tanta importancia para mí, mi problema son todos mentales.
En los actos sexuales perversos, experimentaba una especie de furor, una sensación de desenfreno.
No podía controlar mis actos.
Desde la niñez, me he sentido insuficiente como hombre, y como persona.
Lo que hice, no fue por el placer sexual, sino porque me proporcionaba cierta paz de mente, y de alma, durante largos periodos.
Sobre todo, después de contemplar todo tipo de películas sexuales.
Lo que hice, lo hice después de mirar los vídeos de actos sexuales perversos, crueldades, y horrores”
Lo que la policía dedujo de esta declaración, es que el asesino trataba de buscarse una posible salida, alegando una enfermedad mental, una obsesión de tratamiento psiquiátrico.
Po su parte, los psiquiatras del Instituto Serbsky, lo veían como un sádico prudente, que no sufría ningún trastorno que pudiera impedirle ver, que sus actos estaban mal, que eran actos premeditados.
Por esa razón, en octubre de 1991, se dieron a conocer sus conclusiones, diagnosticando que el asesino, estaba “legalmente cuerdo”
El juicio de Andrei Chikatilo, se inició en abril de 1992, y duraría hasta octubre de ese mismo año.
Éste, con la cabeza rasurada, presenció su juicio, desde un cubículo de metal, para mantenerlo a salvo de la multitud enfurecida; cuya sala se llenó con los familiares de las víctimas, quienes en un principio, le gritaban al acusado, una lluvia de improperios.
El primer día, deleitó a los fotógrafos, esgrimiendo una revista porno, pero más tarde, abatido, se quitó la ropa, y meneó su pene, gritando:
“Fíjense que inutilidad.
¿Qué piensan que iba a hacer con esto?”
Los jueces, no dudaron en anunciar el veredicto que habían nominado:
El 15 de octubre de 1992, Andrei Chikatilo fue sentenciado a La Pena de Muerte; y el 14 de febrero de 1994, Chikatilo fue sacado de su celda de los condenados a muerte, a una habitación insonorizada, en la cárcel Novocherkassk, y ejecutado con una sola bala, detrás de la oreja derecha.
Sin duda, Andrei Romanovich Chikatilo, quedará para siempre, en la memoria de toda Ucrania, Rusia, y toda Europa del Este, como el asesino más letal de todos los tiempos.
Un asesino de tomo y lomo, que sesgó muchísimas vidas jóvenes, que apenas habían comenzado a vivir, y todo por un egoísmo que le poseía totalmente enfermizo.
Debía saciar su sed sexual a cualquier precio, aunque para ello, debiera matar a niños, completamente inocentes, que nada tenían que ver con sus problemas de impotencia.
Como dato, la razón de la discrepancia del tipo de la sangre, todavía no se ha descubierto.
Algunos dicen, que era un desorden raro de la sangre, donde la sangre y el semen, tienen diversos tipos, pues su semen era del tipo AB, y su sangre de tipo A.
No obstante, su caso sirvió, para atrapar a otros asesinos, y develar la incompetencia del Sistema Soviético implicado en el caso.
“There is no serial killer in the Soviet state”
Citizen X es una película de terror y suspense, del año 1995, escrita y dirigida por Chris Gerolmo.
Protagonizada por Stephen Rea, Donald Sutherland, Max von Sydow, Jeffrey DeMunn, Joss Ackland, John Wood, Radu Amzulescu, Imelda Staunton, entre otros.
Citizen X  es la historia épica, de un hombre pequeño, que debe luchar poniendo en riesgo su mente y su alma, en la búsqueda de un monstruoso asesino serial, contra un sistema hipócrita, y debatiéndose ante su propia inexperiencia.
Donde sus valores serán su mejor arma.
Producida nada menos que por HBO, Citizen X está basada en el libro de no ficción, de Robert Cullen, llamado:
“The Killer Department: Detective Viktor Burakov's Eight-Year Hunt for The Most Savage Serial Killer in Russian History” (1993); y en una historia real, pues trata acerca de la investigación del asesino en serie de La Unión Soviética, Andrei Romanovich Chikatilo, quien estuvo convicto, hasta 1992, luego de asesinar a 52 mujeres y niños, entre 1978 y 1990, y de los esfuerzos de los detectives por capturarlo; por lo que Citizen X presenta, cómo la propaganda y la burocracia soviéticas, contribuyen al fracaso en la captura del asesino, pues impidieron que sus crímenes, fueran conocidos masivamente.
Es un buen retrato de los métodos de investigación que tenían en Rusia; además de contar una historia real, sobre un asesino en serie, y muy bien contada narrativamente.
Habría que preguntarse, si Citizen X pertenece a la categoría de “thriller”, o es un drama histórico, o es de terror; pues destila tanta terrorífica realidad, que acaba sobrecogiendo en grado sumo, sin causar ningún menoscabo en cuanto a la intriga, el misterio, y el mismo terror.
Como dato, Citizen X se sacó primero directamente a vídeo, pero debido al éxito que tuvo, se estrenó en cines.
Fue enteramente rodada en Hungría; y ambientada en La Unión Soviética de los 80s, que cuenta la historia de Viktor Burakov (Stephen Rea), un joven y brillante especialista en medicina forense, que toma posesión de su cargo, y pronto comienza a trabajar en el caso del asesinato de un niño…
Sin haber tenido tiempo de examinar el cuerpo, a Burakov le llegan 7 cadáveres más.
Y tras un estudio concienzudo, comunica a sus superiores, que en la zona hay un asesino en serie, y pide medios para detenerlo.
Su jefe, El Coronel Mikhail Fetisov (Donald Sutherland), militar de carrera, preocupado más que nada, por su futuro político en El Partido Comunista, rápidamente asigna a Burakov, como detective a cargo del caso, sin experiencia previa.
Burakov, es eficiente, honesto, y confiable, atributos que Fetisov rápidamente detecta, y decide aprovechar.
Al espanto de Burakov, cuando los cadáveres, en su mayoría niños, continúan apilándose, se le suma la frustración de tener que enfrentar la oposición abierta de sus propios superiores.
“No existen los asesinos seriales en el estado Soviético", asegura El Jefe local del partido.
“Es un fenómeno decadente del Occidente”
Sus pedidos, para obtener equipamiento, recursos, publicidad, o incluso la ayuda del FBI, son rechazados.
Sus jefes lo ridiculizan.
Y así, transcurren 8 años, de lento progreso para Burakov, quien trabaja rigurosa y exhaustivamente, con los pocos recursos que consigue.
Nada ayuda, que el partido lo obligue a arrestar doctores, palabra clave para “Judíos” en La Rusia Soviética; y homosexuales con regularidad, solo para satisfacer los deseos del Politburó, o verse obligado a liberar a su principal sospechoso, luego de enterarse que es miembro del Partido, y que su análisis de sangre, resulta negativo, en circunstancias poco claras.
Así pues, Citizen X pasa su buena investigación de los hechos, a sencillamente fantástica, cuando la llegada de La Perestroika, sacude los cimientos del país, y Fetisov, quien guiaba a Burakov, a través de los intrincados caminos de la burocracia Soviética, se ve finalmente posibilitado de ofrecerle recursos reales, para atrapar al asesino.
“Together you make a wonderful person”
Estamos ante una película a reivindicar.
Un retrato atroz, de uno de los asesinos más sanguinarios que ha dejado la historia
Citizen X nos muestra, qué ocurría al otro lado del Telón de Acero, respecto a los asesinos en serie.
Mientras en EEUU, ya habían creado todo un sistema para investigarlos, y darles caza, debido a los casos de Manson, Zodiac, Dahmer, Bundy, Gacy, y demás, en la Unión Soviética, seguían sin creer en su existencia…
Y también, como al terminar La Guerra Fría, las cosas cambiaron radicalmente, también en ese apartado.
Pero bueno, los soviéticos usaron como excusa, los actos de Chikatilo, para poder dar rienda suelta a una “caza de brujas”, empezando por los gays, que tenían fichados previamente.
Aunque, tampoco no necesitaban dar ninguna excusa para actuar así...
Así las cosas, Citizen X es una producción de HBO, para la televisión, pero no lo parece; pues es fácil deducir, que el interpretativo, es uno de los puntos fuertes de una obra que empezó a poner de moda las siglas HBO, como sinónimo de calidad, y ficciones bien construidas; y con Citizen X, crea su propio tono, alejado de la moda de los “Psychokillers” de los 90, que surgió a raíz de “The Silence Of the Lambs” (1991)
Citizen X toma su nombre, porque da referencia al ensayo escrito por un psiquiatra en anonimato, quien sin conocer personalmente a Chikatilo, lo describió en detalle:
Características personales, y sentimientos encontrados, que definían al asesino casi a la perfección, esto quebró el silencio del asesino, quien derrumbándose, posteriormente confesó.
Hay 3 focos sobre los que gira Citizen X, y sobre los que recae todo el peso de la historia:
El retrato de una Rusia comunista, que puso cantidad de trabas, para que la operación de cazar al asesino, fructificara.
No aportaban medios, no querían hacerlo público, para tener al pueblo avisado, y tampoco, aceptaban colaboraciones exteriores.
Es la parte que refleja La Unión Soviética de los 80 y, aunque interesante, no es la mejor baza.
La investigación, por parte de los personajes de Rea y Sutherland, para cazar al asesino.
Sigue la estela de los mejores thrillers de los 90; por lo que Citizen X, sería una especie de “The Silence Of The Lambs” (1991), de ambiente rural y realista.
Y por último, la amistad entre Burakov y El Coronel Fetisov, quienes empezaron con mal pie, pero se acabaron haciendo amigos; por lo que se beneficia de esta emotiva relación, y además, de la gran labor de los 2 intérpretes.
Tampoco, nada mal, el acompañamiento que hacen un Max Von Sydow, haciendo de psiquiatra, muy en plan del Padre Merrin de “The Exorcist” (1973), e igual de resolutivo; un Joss Ackland como Bondarchuk, que se hace odioso, y que tiene el problema de aparecer en una serie de escenas que se hacen reiterativas; y un enfermizo Jeffrey DeMunn como Chikatilo.
Puestos en claro, tras hallar 8 cadáveres en la granja colectiva N°5, el camarada forense Burakov, presenta un informe, en el que afirma, que se enfrentan a un asesino en serie.
Pero eso no puede ser, porque según el camarada Bondarchuk, Secretario de ideología del Partido:
“No hay asesinos en serie en La Unión Soviética.
Eso es un fenómeno de la decadencia de Occidente”
Pero sí que los había…
De los poquísimos que trascendieron, el más destacado es el caso de Andrei Chikatilo, “El Carnicero de Rostov”, que asesinó a 53 personas, entre 1978 y 1990.
En realidad, aunque sólo sea por estadística, debieron haber muchos más casos, pero el oscurantismo de todo lo que pasaba en La URSS, y la tendencia a cerrar los casos de forma precipitada, han hecho que la lista de asesinos en serie, que actuaron en La Unión Soviética, sea realmente corta, por lo poco investigada.
El camarada Burakov, entonces es nombrado jefe del nuevo “Departamento de Asesinos”
La tarea no es sencilla.
No se enfrenta sólo a un asesino en serie, se enfrenta también, a un régimen que no cree en él, ni en sus teorías, y que por tanto, no ha desarrollado un método de trabajo para estos casos.
Ni saben hacer frente a un asesino en serie, ni saben lo que buscan, ni saben cómo hallarlo.
El camarada Burakov, mientras sigue las anticuadas recomendaciones del Comité, que no conducen a nada, irá desarrollando, casi sin darse cuenta, una moderna ciencia criminal, que poco a poco, irá estrechando el cerco alrededor de Chikatilo.
Burakov, encontrará un único apoyo, dentro del Comité, El Coronel Fetisov, Jefe de la milicia y Secretario del Comité.
Tratándose de un “thriller” que busca hallar a un asesino, resulta sorprendente, que uno de los puntos fuertes, sea la amistad que surge entre Burakov y Fetisov.
Especialmente, por la evolución de Fetisov, que comienza con una pequeña burla hacia Burakov, para dejar claro, dónde está cada uno, y que terminará por reconocer, y admirar la determinación, la audacia, y la fortaleza mental de éste.
Pero lo que para mí, más destaca, es cómo consigue mostrar, la tremenda presión a la que está sometido Burakov, ya que cada cadáver que aparece, es otra derrota para él, y otro golpe a su moral, y su confianza.
Y a esto ayuda sobremanera, la interpretación de Stephen Rea, y su cara de eterna pesadumbre.
Otro dato es que, en ningún momento, se especula con la identidad del asesino, que no sólo nos es presentado desde casi el principio, sino que es captado por la cámara, en varios de sus crímenes, a la vez que se nos van ofreciendo pinceladas de su vida no criminal:
Chikatilo estaba casado, trabajaba en una fábrica, y era miembro del Partido Comunista de La URSS, para que nos vayamos familiarizando con su perfil psicológico.
Una de las piezas claves, para la detención de Chikatilo, es el convencimiento de Burakov, de la necesidad de elaborar un perfil psicológico del asesino.
Algo tan común hoy en día, que hasta hay series de televisión, de equipos que se dedican sólo a esto, pero por aquel entonces, en La Rusia Soviética, era algo inaudito.
Tanto que, sólo el doctor Bukhanovsky, accede a realizarlo.
El momento del interrogatorio final, con Bukhanovsky, leyendo a Chikatilo, el perfil que ha trazado de él, con cada frase, dando en el centro de la diana, como si fueran flechas lanzadas directamente a su corazón, es un momento casi mágico.
Lo más increíble del caso, es ver cómo pasan los años, y que no consiguen dar con él, y a la vez, lo tuvieron atrapado, pero por un error incomprensible, lo dejaron ir.
Por todo ello, Citizen X es uno de los mejores filmes que he visto sobre investigación de asesinos en serie, sobretodo, porque refleja la precariedad de La Unión Soviética, frente a este caso, y la negligencia de los que tenían el poder, por no querer dar una mala imagen, cosa que a la larga, fue peor.
Desde lo técnico, los primeros minutos, resultan escalofriantes, marcando el desarrollo del resto del metraje.
Los asesinatos, están rodados de manera diferente al resto, incluyendo planos-grúa, y extensos “travellings”, que revelan una cuidada forma de rodar.
Los asesinatos de las niñas, acaban siendo sistemáticos, en cuanto al rodaje, sin aportar mucha crudeza, lo que se agradece, y dejando en un segundo plano, lo sangriento, excepto en escogidas escenas, donde se muestra en toda su crudeza, para desesperar al espectador.
Quizás, lo más intrigante sea, cómo el asesino capta a sus víctimas, abusando de la pobreza, y la ignorancia de las víctimas.
Las actuaciones, son sobresalientes.
No sólo la frialdad de Rea, o la solvencia de Sutherland, también Jeffrey DeMunn, en el papel de Chikatilo está brillante.
Joss Ackland, como adalid de todo lo malo del Partido, no puede estar mejor, y por supuesto, como sucediera en “The Exorcist” (1973), Max von Sydow, siempre eficiente, aportando un trabajo de mucho calibre.
A destacar, una de las primeras escenas, en la que un cada vez más superado Rea, va recibiendo cadáver tras cadáver, en la sala de autopsias.
Y la forma en la que, sin dramatismos, se nos muestra el horror que siente al estudiar la terrible obra del asesino.
Todas las reuniones de Rea, con los cargos del Partido Comunista, son terroríficas.
Situaciones casi “kafkianas”, en las que debe enfrentarse a una demencial visión marxista leninista del trabajo policial.
La relación que se establece entre el personaje de Rea y el de Sutherland, es maravillosa:
Como los de las “buddy movies” de toda la vida, pero al mismo tiempo, fresca, y con sus momentos de humor.
El interrogatorio, y posterior confesión de Chikatilo; y la última vez que vemos al monstruo humano, en el juicio, protegido por una jaula, para que los familiares de las víctimas no lo linchasen, es escalofriante; y de modo que el final, formulado como una discreta catarsis, sea celebrado por nosotros, con el mismo alivio y la misma alegría, que debieron sentir aquellos que formaron parte real de esta historia.
Lo malo de Citizen X, puede ser, como nota anecdótica, la falta de continuidad, pues los hijos del protagonista, el forense, a lo largo de los años, no crecen…
Cuantos padres querrían que eso pasara con los suyos…
Podría parecer, también, que el personaje de Chikatilo, no está completamente aprovechado, no a nivel de querer hacer un estudio que nos lleve hacia las conductas, y los orígenes del personaje, por lo que Citizen X no es un filme sobre el asesino, sino sobre la investigación que llevó a su captura.
Pero se retoma la gloria en el contexto, que es uno de los protagonistas.
Citizen X, muestra la rigidez de maniobra del Régimen Soviético.
No es casual, que pasaran 12 años, hasta la captura de Chikatilo.
El poder comunista, nunca quiso reconocer, que podían cometerse este tipo de crímenes en su territorio.
Las ayudas al detective principal del caso, fueron prácticamente nulas, hasta el tramo final de investigación, a pesar de la gravedad del asunto.
También, se trata la persecución de homosexuales bajo el régimen, para los que crean que esta práctica era exclusiva de la Alemania nazi.
Hay una crítica paralela a la burocracia, e ineficiencia del Sistema Soviético, que permitió a este asesino operar sin problemas por 12 años, llegando a detenerlo, y dejarlo en libertad, porque supuestamente, su tipo de sangre no concordaba con el del semen encontrado en las escenas del crimen; y fue hasta después de La Caída del Muro de Berlín, que en cuestión de meses, lograron capturarlo.
Con todo, el director Chris Gerolmo, consigue hacer un cine que, en cierto modo, recuerda a tiempos pasados, cuando los diálogos no eran tan importantes como las imágenes.
Quedan para el recuerdo:
Chikatilo arrastrando a la muerte a sus víctimas; a los policías peinando los campos, entrando en las casas; el durísimo momento en el que Burakov, va casa por casa, comunicando a las familias, que sus hijos han sido asesinados, todo en silencio.
Estremecedor.
“I've always been interested in abnormal psychology.
Which is a dangerous thing in the Soviet state”
Citizen X es la crónica de la lucha, que duró más de 8 años, de un hombre, apoyado sólo por un puñado de subordinados, y una persona, con cierto poder, que creyó en él, contra un asesino en serie, y contra todo un sistema burocratizado hasta la esclerosis, que no sólo es incapaz de darle los medios necesarios para su investigación, sino que la entorpece de todos los modos posibles.
Citizen X, es también la crónica de un triunfo, de cómo la persistencia puede vencer a la adversidad, aunque sea después de muchos años, y sin poder evitar el derramamiento de mucha sangre inocente, pese a que Chikatilo no era el típico psicópata de inteligencia superior del estereotipo de las películas de Hollywood, sino un asesino descuidado, de puro compulsivo, que dejaba pistas, y repitió el mismo modus operandi hasta la saciedad, un criminal que se vengaba, a través del cuchillo, de todas las humillaciones sufridas, de su cruel anonimato, de su impotencia.
Lo que pasó después con los familiares de Andrei, se sabe que todos se han cambiado el apellido, adoptando el apellido materno, Odnachev.
Su viuda, Feodosia Odnacheva, nacida en 1939, trabajó como jefe de un jardín de infancia, pero tuvo que dimitir, después de saberse lo que hizo su marido.
Formalmente, se divorciaron en 1989.
Y trabaja en un mercado local de Jarkov.
Su hija, Lyudmila, nacida en 1965, se casó en 2 ocasiones, y dio a luz, está apartada de la vida pública.
Su hijo, Yuri Odnachev, nacido en 1969, combatió en Afganistán, en Kandahar; fue herido, y estuvo 2 meses en la cárcel, por robo de lanzacohetes, por valor de $10 mil, y su venta a vietnamitas.
Le dieron 2 años de libertad condicional.
Posteriormente, trabajó en una fábrica en Novocherkassk.
Después, se mudó de Novocherkassk, al distrito Pervomaisk, en las afueras de Jarkov, para vivir con su madre, a finales de 1990.
Allí, fue condenado, en 1996, a 2 años de prisión, por extorsión de uno de los empresarios locales.
El 1998, 4 meses después de quedar en libertad, cometió un robo, y volvió a ingresar en prisión, por otros 6 años más.
En 2004, decidió comenzar de nuevo, y abrir su propio negocio.
Él no oculta, que es el hijo de Andrei Chikatilo, al contrario, se siente orgulloso, y celoso de su fama.
No cree que su padre matara a 52 personas, cree que le imputaron asesinatos sin resolver.
Yuri, tiene un hijo llamado Andrei Odnachev, en honor a su abuelo.

“You think that a man is what he says”



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