Miss Violence

“Χρόνια σου πολλά...”
(Feliz cumpleaños...)

Ya lo dicen los refranes:
“Las apariencias engañan” o “No todo es lo que parece”
La cuestión de “lo siniestro”, es una de las grandes cuentas pendientes de la filosofía.
Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling, intentó enfrentar el problema de una dilucidación estrictamente filosófica del concepto, pero luego de proponer su famosa definición, desistió, y pasó a otro tema…
Dijo Schelling:
“Lo siniestro o “das unheimliche” nombra todo aquello que debió haber permanecido en secreto, escondido, y sin embargo, ha salido a la luz”
En 1906, Ernst Jentsch, escribió un ensayo sobre la psicología de “lo siniestro”, que sirvió de inspiración a Sigmund Freud, para producir en 1919, su famoso:
“Das Unheimliche”
Freud, en su ensayo sobre lo siniestro, postula que lo siniestro, es aquello cotidiano que se vuelve extraño; en psicoanálisis, a lo siniestro o “unheimlich”, según Sigmund Freud, es lo espantable, angustiante, o espeluznante, debido a la persistencia de ideas primitivas, y complejos infantiles reprimidos.
Es el horror de lo cotidiano, eso que Sigmund Freud tan acertadamente expuso, señalando el deslizamiento que va de lo familiar e íntimo o “Heimlich”, hacia lo siniestro o “unheimlich” con sólo un prefijo.
“Heimlich” entonces puede referirse, a algo que nos resulta familiar, agradable, pero también a algo que está oculto, a algo “unheimlich”
El acto fallido o “lapsus linguae” o “lapsus freudiano”, en la obra de Freud de 1901, llamada “Psychopathologie des Alltagslebens” o “Psicopatología de la vida cotidiana” es en síntesis, una especie de “traición” del inconsciente, que hace que el sujeto diga lo que conscientemente no quería decir, o haga lo que no quería hacer, revelando así, un deseo o intención inconscientes.
El “yo”, siempre puede disculparse, tras un acto fallido, diciendo que no era eso lo que quería, pero siempre, alguna verdad ha quedado revelada allí...
Freud, empieza su investigación, con un profundo estudio del término lingüístico, con la intención de pesquisar el significado que el desarrollo de la lengua ha ido sedimentando en la palabra “ominoso”
En segundo lugar, propone agrupar todo aquello que en personas, cosas, impresiones sensoriales, vivencias, situaciones, etc., despierta en nosotros, el sentimiento de “lo ominoso”, dilucidando lo común en todos los casos, para ver el carácter oculto de lo ominoso.
En este punto, ya nos adelanta que ambos caminos, llevan a ver en lo ominoso, aquella variedad de lo terrorífico, que se remonta a lo consabido de antiguo, a lo familiar desde hace tiempo.
De ahí surge la pregunta, punto de partida del que arranca el texto:
¿Cómo lo familiar, deviene siniestro?
Lo cotidiano sórdido, repugnante, aberrante, degradante, vomitivo, cruel…
Porque nos iremos enterando, lenta, y delicadamente, de que las apariencias son muy distintas de lo que en realidad hacen, y sufren las personas.
Se entiende entonces, que “lo siniestro” genere atracción y repulsión a la vez, miedo y familiaridad, comodidad e incomodidad.
Pero todo esto dice muy poco, es preciso buscar las huellas de lo siniestro en el arte.
“Είπα έρθουν και να παίξουν”
(Dije ven a jugar)
Miss Violence es un drama de terror griego, del año 2013, escrito y dirigido por Alexandros Avranas.
Protagonizado por Themis Panou, Eleni Roussinou, Chloe Bolota, Kostas Antalopoulos, Reni Pittaki, Yiota Festa, Rafika Chawishe, Maria Kallimani, Sissy Toumani, Kalliopi Zontanou, Konstantinos Athanasiades, entre otros.
Grecia, ha venido realizando maravillosas películas, sobre todo en las que la quietud es la más aterradora sensación, rayando la perversión y lo siniestro.
Fuerzas oscuras que cumplen en la superficie, y no hay necesidad de lo sobrenatural, o un montón de salpicaduras, y el gore.
Hay cosas peores que en la vida diaria...
Un olor a podrido, escondido en lo más recóndito de un hogar, nos obligará a mantenernos alerta, atento a cada personaje, a cada gesto, a cada detalle:
Una familia:
Los “abuelos”: El padre (Themis Panou), y la madre (Reni Pittaki); y sus 3 hijas:
Myrto (Sissy Toumani), Alkmini (Kalliopi Zontanou), y Eleni (Eleni Roussinou):
La primera de 11 años, otra de 14, y la última mayor; y los hijos de esta última, es decir, los nietos:
Filippos (Konstantinos Athanasiades) y Angeliki (Chloe Bolota), que se reúne en la casa, para celebrar un cumpleaños, pero Myrto decide suicidarse, saltando al vacío, ese día de su 11° cumpleaños.
Por si no fuese ya un caso suficientemente extraño y doloroso de por sí, la chica tenía una sonrisa en su boca, antes de lanzarse al vacío, y su familia tarda bien poco en hacer lo indecible, para olvidar su mera existencia.
Esto último alarma a Los Servicios Sociales, que deciden hacer una visita a una familia, aparentemente perfecta...
¿Qué secreto se llevó Angeliki a la tumba?
¿Por qué la familia prefiere olvidar lo ocurrido, y seguir adelante, como si nada hubiera sucedido?
¿Por qué?
Por fin vamos a saber, exactamente, por qué lo hizo, pero tenemos que pasar por el infierno primero, un vía crucis existencial, del que solo una tuvo escapatoria.
Aquí olvídese de todos los trucos de miedo baratas, que conoces entre las películas de terror comunes.
La amenaza aquí, es real.
No hay sorpresas, no hay escenas de sobresalto, solo oscuridad constante, con un tirano como su fuente; con desesperanza a ciencia cierta, pero en un ambiente que es bastante común, el familiar; que es una patada en la retina.
La sensación que deja, es perfectamente física:
La boca seca, y un agudo dolor estomacal...
La perfecta radiografía de la miseria.
Miss Violence, como muchas otras producciones, no es para todos; porque el horror empieza en casa.
“Την επόμενη φορά που χαμογελούν περισσότερο.
Διαφορετικά, δεν θα είναι καν βίδα για €30”
(La próxima vez sonríe más.
De lo contrario, perderás los €30)
Miss Violence es el 2º largometraje de Alexandros Avranas, una inmisericorde, realista, y frígida película, que tiene como plato principal, el maltrato infantil, la frialdad del ambiente y la falta de calor familiar, la ausencia de contacto amoroso real, el miedo, el asco, el dolor, la ocultación, la complicidad bastarda, la anulación del individuo, la hipocresía humana, el salvajismo primitivo de una sociedad dispuesta a aprovecharse del débil...
Miss Violence no solamente posee uno de los guiones más alocados, y a su vez, desgarradores de los últimos años, sino que además, invita a concienzudas reflexiones; siendo uno de esos dramas, pensados para zarandear la moralidad del espectador, a base de morbo malsano, y mostrando la bajeza humana en su estadio más primitivo; esto son ya realidades que trascienden lo propiamente terrorífico; y nos sitúa en uno de los arranques argumentales, más potentes y poderosos de los últimos años:
Una niña se arroja al vacío, desde una ventana, el día de su cumpleaños, con una sonrisa dibujada en el rostro, a modo de macabra paradoja, y tras su muerte, la perplejidad y la desidia, comienzan a imponerse en su entorno familiar.
Avranas, sin tocar el contexto de rescate económico, y desesperación política de su país, nos sumerge en el seno de una familia de clase media, fría y disfuncional, repleta de vínculos enfermizos, y tensiones calladas, que a través de pistas inteligentes, y sutilezas dramáticas, que se nos irán revelando a lo largo del avance de su trama, a todas luces sofocante, lenta, y marcadamente angustiosa.
El director, irá dando pistas, nos mostrará comportamientos, nos introducirá en el corazón de esta familia, para luego ir desvelando una a una las dudas planteadas, a partir de una reflexión que relaciona autoridad y violencia, desde la física a la psicológica, adentrándose en lo más oscuro de la perversidad humana, dejándonos un testimonio que evidencia algo que muchas veces nos negamos a creer, o tan solo tratamos de esconderlo, como hace esta familia, ante los asuntos sociales en un plano secuencia de 10 minutos de duración, que recorre, desde varias miradas distintas, todas y cada una de las habitaciones de una cárcel sin intimidad alguna; y esto que nos interpela, y decidimos mirar hacia otro lado, es la perversidad del ser humano, y el daño que su autoridad puede otorgar para con los más débiles.
En pocas palabras, Miss Violence trata sobre los límites de la visión:
Un padre, mantiene a su familia de clase media, bajo un estricto control y abusivo, casi atrapados en su apartamento, a cambio de las comodidades relativas que esta vida les ofrece:
La nevera, está siempre abastecida, pueden tener helados, y una vez que terminen su tarea, el premio es un viaje a la playa, o el parque, a veces pospuesto...
Si observamos la historia que nos cuenta, con cierto detenimiento, y con un punto de objetividad, nos damos cuenta de que, de puertas hacia afuera, jamás hubiésemos descubierto lo que realmente estaba ocurriendo, de puertas hacia adentro.
Y lo que descubrimos, lo que está sucediendo, esa terrible historia que explota ante nuestras narices, resulta escalofriante… y lo peor de todo:
Real.
Una espantosa realidad, calculada y servida de forma milimetrada, aunque por supuesto, toda la maldad que esconde una película tan dolorosa como Miss Violence, no es ni la mitad de desagradable que sucesos reales de maltrato infantil que nos ha ofrecido este mundo y que conocemos a través de los noticieros o el vecindario.
Miss Violence, es una película cuyo factor sorpresa, reside en las falsas percepciones, y en esto tiene mucho que decir el buen hacer de prácticamente todo el reparto.
Lo cierto es que caes en la tramposa trama; pues todo resulta muy creíble, no hay errores, todo está donde debería estar, y todo se representa, como debería representarse.
Globalmente, la trama nos propone 3 puntos álgidos que, todos unidos y conjuntados, me han hecho vomitar:
El primero es su apertura, el mejor “opening” que he visto en mucho tiempo.
Sin histrionismos, completamente natural y sobrecogedor; logra atraparnos desde el minuto uno.
El segundo es, palmariamente, el árbol genealógico...
¿Ver quién es quién dentro del grupo familiar?
Y por último, destacar la escena del baile de la pequeña, uno de los momentos más desagradables que he visto en meses, y que pone la guinda a un pastel de violencia y crudeza malsana, en estado puro.
El espectador, puede mostrarse reacio ante la falsa calma que impera en este piso anómalo, y sus estancias, sorprendido con las dudas e inquietudes que un guión fantástico va destapando, reflexionando de forma astuta y visceral, sobre la frialdad y el automatismo de las instituciones burocráticas, la estrecha relación entre autoridad y violencia, la indolencia y el desamparo, y sobre todo, la culpabilidad y la importancia de visibilizar los conflictos domésticos, haya o no haya sangre por medio.
Ese virginal blanco que visten las niñas, no nos lo creemos…
Su rostro hierático, su tristeza interior reflejada en una mirada vacía, nos hace sospechar que en esa familia tipo de clase media en la Grecia sacrificada a los dioses de los mercados, hay una losa de silencio, que oculta algo tremendo.
El dinero, es el otro corazón negro de esta historia:
La crueldad podría deberse a la crisis económica...
En tal caso, cabría pensar, que la economía griega termina engendrando, bien la reducción al absurdo; bien monstruos como este patriarca, auténtico dueño de la casa, que impone la disciplina de la esclavitud en sus descendientes.
La devaluación y la degradación, están bien presentes en el guión, abundante en intercambios económicos a la baja...
Ambos elementos, aparecen en la frialdad administrativa:
Tener un hijo menos, implica 170 euros menos de ayuda estatal, y conllevan una apatía generalizada:
El horror de vivir, la ley del silencio para sobrevivir…
A priori, nada invita a pensar, que esta familia modesta y educada, está carcomida por el secreto y el yugo de un maníaco del control, cuyos valores son cuando menos discutibles:
Violencia conyugal, incesto, prostitución, sumisión moral, pedofilia… la lista de cargos está repleta, pero Avranas da muestras de sutileza narrativa en la primera hora de metraje, sugiriendo, en la mayoría de los casos, estos elementos, y difuminando las pistas de la genealogía familiar.
El suicidio juvenil en Miss Violence, sólo es la pequeña llama que prende la mecha, y que antecede a una historia de miseria absoluta.
Aun así, esas niñas tan bonitas, tan infelices, con esos vestidos blancos, tan poco adecuados para el luto inminente, envolviendo una inocencia inexistente, consiguieron evocar tristeza y desamparo.
Por un momento, incluso llegué a pensar, en un problema de represión, sea religiosa o no, como causa de la desgracia, pero uno llega a ser consciente muy pronto, de que el problema es mucho más amplio, y de que aquí no es aplicable la definición más estricta de represión.
No es que no exista, es que va más allá, es que llega mucho más lejos…
Cualquiera diría, que el hecho de que una niña se quite la vida, antes de poder abrir sus regalos, supondrá un impacto traumático de proporciones monumentales, pero no es así.
Con horror, comprobamos cómo su familia, hace lo posible por borrar su rastro, y pasar por encima del incidente, como si simplemente se hubiera estropeado la nevera.
Nos preguntamos por qué, nos cuestionamos todo lo que vemos, y las respuestas se nos van ofreciendo a lo largo de 100 impactantes minutos, que casi nos oprimen el pecho.
No voy a andarme con rodeos, el terror aquí, llega de la mano de un problema de patriarcado extremista y enfermizo, de una supresión de los derechos humanos a nivel individual, y especialmente de los derechos de la mujer, aunado a la crisis financiera del país, etc.
Del reparto, Themis Panou interpreta de forma brillante, a un presunto cabeza de familia, que a ojos de sus vecinos, realiza un trabajo admirable, como amantísimo padre y abuelo de sus hijas y sus nietos.
Sin embargo, no es difícil imaginar, que el personaje está corrompido y pervertido hasta los huesos, que esas mujeres que viven con él, son víctimas de horrores y vejaciones intolerables, y que todo tiene que funcionar increíblemente mal, para que casi se sienta una envidia colectiva y silenciosa, por una niña que ya no tiene que sufrir.
La crisis de llevar dinero a la familia, conlleva lo innombrable…
Las 4 paredes de la vivienda, configuran un personaje más de la historia, la sucesión de premios y castigos, de torturas psicológicas, la puerta de la calle permanentemente cerrada con llave, llave que sólo poseen los abuelos, el teléfono controlado, las puertas sin cerrojos...
Un estado policial dentro de una familia, en la que el macho dominante controla con agresividad controlada a la prole a sus expensas, ¿a sus expensas?
Una de las preguntas que se cierne sobre la historia, es cómo sobrevive, y no demasiado mal, esa familia en la que nadie parece trabajar, pero este detalle no se le ha escapado a Avranas, la revelación será brutal y sorprendente, como el final, no por esperado totalmente desesperanzador para los jóvenes, pues viene resumido en el título de la película.
Episódicamente, el santuario familiar, el territorio infranqueable, se ve sobrepasado por obligaciones que no se pueden impedir:
La visita de Los Servicios Sociales; la amiga de la madre de la fallecida, que acude a consolarla, bajo la mirada inquisitiva y amenazante de su madre; las visitas a la policía, que trata de conocer los motivos del suicidio, o si existía alguna causa escolar o familiar que lo haya provocado… como un animal nervioso, que ve su territorio ocupado por una especie más poderosa, el padre intentará que las visitas sean breves, o responder en nombre de todos los demás, controlar, hasta donde pueda, el ataque exterior.
Si algo caracteriza a Miss Violence, es la espera por parte del que mira.
Mientras observamos la pantalla, como voyeur, y se nos desvela una oscuridad que yace dormida en los rincones, esperando a que los vecinos vuelvan a sus casas, nosotros esperamos lo peor…
Y esperamos lo peor.
Y volvemos a esperar lo peor.
Y lo peor llega, o creemos que ha llegado, sólo para verse superado por un horror aún mayor.
Llega un punto, en que yo al menos, llegué a plantearme, y a cuestionar las razones de esa especie de hermandad del silencio, que tienen organizada las mujeres de la casa, conscientes de un constante sufrimiento, no sólo propio, sino ajeno.
Hablo de una madre, que sabe que sus hijas están sufriendo torturas tan bárbaras como las suyas, y aun así calla.
Uno cuestiona, sobre todo, porque no existen razones suficientes para tolerar lo que está viendo en pantalla, y cualquier opción, cualquiera, es mejor que esa.
Y como espectadores, seguimos aun esperando lo peor.
La aparición de la violencia física, es tan puntual y chocante, que paraliza por no esperarse.
Ver a un coche, acudir regularmente a una zona aislada de Atenas, hace pensar en lo que sucede a continuación, pero cuando la imagen nos revela, lo que no se nos ha enseñado antes, quedamos aturdidos, asqueados, y noqueados, tanto como la pobre Myrto.
Cuando el “Papu”, busca alguien dispuesto a hacerse pasar por el padre del hijo que espera Eleni, sentimos las entrañas revolverse, pero tampoco somos capaces de imaginar la 2ª parte, y la 3ª parte de esa búsqueda.
Esto es un acierto indudable de la historia, un acierto del cine griego, que llega a nuestro alcance, y que revela un estado de ánimo inexistente, en el cuerpo social del país.
Una vez que la cáscara del huevo se rompe, el público se ve presa de una cámara, que pierde poco a poco el pudor, hasta que un plano secuencia de una violación colectiva de una adolescente, termina por despejar las dudas sobre el destino de esa tendencia por sugerir.
A partir de entonces, la cámara es cada vez más mirona, y se ahorra los rodeos de la perversidad, para ofrecer una caída en el infierno, más clásica, y con un final esperado.
Si la primera hora era seca y cruda, y éramos nosotros los que intuíamos lo que estaba sucediendo, quizás por una mente enferma, o porqué nos situamos siempre en lo peor, además de que Miss Violence, da señales de que algo semejante a nuestros pensamientos estaba sucediendo; en esta última media hora, se nos confirma todo, y no a escondidas, sino que se muestra todo con pelos y señales, lo más explícito posible, una media hora visceral, en ocasiones insufrible y terriblemente dura y cruel, un rato enfermo, que te hará sentir mal, como si tú fueras el culpable, mientras ves impotente, y sin poder hacer nada, lo que está sucediendo delante de tus narices.
Una media hora final de torturas, y de penosas vidas en el infierno, un infierno con forma de casa, gobernada por un ser despreciable, un infierno que contemplas, mientras que sientes como se te revuelven las entrañas, y solo tienes ganas de coger al desgraciado hijoputa, para reventar su cabeza contra la pared.
Quizás el título de Miss Violence juegue con eso, con la violencia animal que despierta en el espectador, porque Miss Violence es de las que hacen mella en el espectador, lo provocan, lo escandalizan, y lo hacen reaccionar, con dolor y rabia.
La suerte del abuelo-marido-padre-hijoputa, me lo esperaba, aunque ese cierre de puerta final, el ruido del cerrojo, pone un toque de fatalismo demoledor que te deja sin aliento.
Pero como estaba formada esa genealogía:
La abuela, se le llama tal cual, y al abuelo, de la misma manera, pero ambos no tienen nombre:
Será que la mujer es la madre del monstruo… que al ver que no puede “encontrar trabajo”, lo más fácil es prostituir a sus hijas…
No es raro que haya incesto entre ellos…
Aunque Miss Violence lleva todavía más lejos los límites de la decencia, en lo que a familias disfuncionales se refiere, uno podría interpretar su desenlace, como un rayo de esperanza, para salir del letargo ambiental.
Si, en cambio, se trata de un mensaje directo al público de Grecia:
¿Qué cabe pensar de esa puerta que encierra un nuevo secreto?
Recordar que hay que paliar al Servicio Social, y no queda otra…
La puerta cerrada indica:
Suicidio colectivo.
Desaparición del cadáver por parte de toda la familia…
¿Quién es Miss Violence?
La abuela, quien fue la que provocó todo eso, probablemente por un pasado desconocido por nosotros…
Es acaso la continuidad de los hechos, pero ahora a cargo de la matriarca…
Miss Violence se puede traducir también a “Extrañar la violencia”
Lo mejor de Miss Violence son las actuaciones, que pese a que parecen frías y deshumanizadas, es esto precisamente, lo que se buscaba en unas personas que viven dominadas por un ser malvado, que delante de una reacción inadecuada, puede desatar su furia.
Unos actores que cuando se requiere, abandonan esa frialdad característica de un robot, y hacen gala de su rabia, tristeza, enfado, impotencia...
Y que con sus detalles, como pequeños gestos o miradas cargadas de miedo y repulsión, nos hacen saber, durante esa primera hora, en la que parece que estemos en el limbo, durante la que no pasa nada, pero que se intuye que pasa de todo, que algo sucede, que no es tanta la armonía y amor que se vive en la familia de puertas al exterior, y que nos hace sospechar, y sentirnos inquietos, esperando una atrocidad que finalmente llega.
Quedé tan mudo como los créditos finales, en silencio...
Lo que sucede después, es un misterio que lleva a las interpretaciones antes citadas.
Lo peor de Miss Violence está en lo que se nos muestra, la escena de la lavandería y el último baile, son muy difíciles de borrar, es terrible y dan ganas de vomitar.
Todo aquí comienza con sangre, y cierra con sangre.
¿Podría ser de otra manera?
Por último, el tema musical del comienzo, es “Dance Me To The End Of Love” de Leonard Cohen, inspirado en que, durante el exterminio nazi, en los campos de concentración, se obligaba a aquellos prisioneros que eran músicos, a interpretar música clásica.
Toda una alegoría/metáfora de lo visto en Miss Violence.
“Μπορείτε δεν πληρώνουν”
(Usted no paga)
A principios del 2014, se anunció el final de la crisis financiera griega, un déficit económico histórico, propiciado por el gobierno demócrata, que marginó a Grecia por varios años.
Con reportajes de grandes manifestaciones que tenían lugar ante esta situación jamás vista, un país Europeo, realmente entraba en quiebra.
Afortunadamente para Grecia, ser parte de La Unión Europea, le favoreció, al compartir como moneda el euro, fue imposible devaluar éste, y ya que por sí mismo, este país no iba a poder salir avante, y comprometía a los demás, se puso en marcha el European Stability Mechanism, el cual aún, y con toda la presión internacional, ha logrado sacar adelante a Grecia.
No sé hasta qué punto sea a fortalecido, no estoy informado...
El hecho es que en este contexto de decadencia y austeridad, ha surgido está nueva ola de cine griego, un cine perturbador, diferente, malsano, y de mucha realidad y calidad.
Dramas psicológicos, sumamente artísticos, que de una u otra perspectiva, escarban en la psique del espectador, revolviéndolo de adentro hacia afuera, llevándolo a la más profunda reflexión.
Cuando se tiene una audaz intención de denunciar, y visibilizar los problemas que pueden suceder dentro de una familia, aparentemente normal, de las que siempre saludan desde el marco de la puerta o ventana, la sordidez y vileza de la que echa mano este cineasta griego en muchas escenas, está totalmente justificada.
Ése desmoronamiento, no sólo económico, sino directamente social, latigueando el núcleo familiar, con cuadros sumamente viscerales, “extraños”, de una sutileza tan aguda, al esgrimir su bestialidad, la omisión de la identidad, la falta de escrúpulos, el incesto, símil a las tragedias griegas, llenas de parricidios, matricidios, fratricidios... y todo lo que terminé en “cidios”, y la podredumbre mental, engaños y apariencias.
Lo siniestro ha In/Evolucionado a monstruos que viven en la propia casa, que salen en tiempos de crisis… o tal vez siempre estuvieron allí, pero rondando la vil oscuridad, sin salir a la luz.

“Είπα ό, τι της.
Γι 'αυτό πήδηξε.
Πάντα σε 11 χρόνια παλιά.
Εεε, μπαμπά?”
(Le dije todo.
Es por eso que ella saltó.
Siempre a 11 años de edad.
¿Eh, papá?)



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