Buried

“I'm buried in a box!”

Hay grandes historias, e historias pequeñas.
Su tamaño no depende de la inmensidad de sus paisajes, el número de personajes, o sus pretendidos valores de producción.
El tamaño de una historia, no se mide en centímetros cúbicos, depende sólo de… la historia.
Si interesa, si captura la atención, y la mantiene sin baches, si obliga a desear saber, a necesitar saber, qué va a suceder…
Si una historia consigue que uno se sienta de esta manera, es una gran historia.
Si no lo consigue, poco importa que haya una legión de orcos, una flota interestelar, y un ejército completo luchando entre sí por la hegemonía de La Tierra.
¿Cómo conseguirán hacer una gran película, un gran “thriller” con tan pocos elementos?
La tortura máxima que puede sufrir un ser humano, es despertarse en un ataúd, siendo enterrado vivo:
Abrir los ojos, ver que todo está oscuro, y que te resulta imposible levantar la cabeza porque te chocas con la tapa.
Y entonces comprendes…
Comprendes que te han metido allí dentro, porque pensaban que estabas muerto, pero no sólo estabas catatónico.
O, peor aún, te han enterrado así, porque a algún psicópata le apetecía que tuvieras una muerte lenta y angustiosa, y sobre todo, que fueras consciente de ella.
Incluso, te ha abierto un agujero en el ataúd, para evitar que la asfixia venga a socorrerte, antes de que recuperes la serenidad.
“It's over, isn't it?”
Buried es una película española-estadounidense de terror, del año 2010, dirigida por Rodrigo Cortés.
Protagonizada por Ryan Reynolds, José Luis García Pérez, Robert Paterson, Stephen Tobolowsky, Samantha Mathis, Ivana Miño, Warner Loughlin, y Erik Palladino .
El guión es de Chris Sparling, y ha sido reconocido, al ser incluido en el “Blacklist de Hollywood”, una lista muy exclusiva, que elaboran cada año, los más importantes ejecutivos de la industria, con los mejores guiones que han circulado ese año, de películas aún no producidas, o en producción, o en difícil producción.
Siendo Buried, el primer guión de una película española, seleccionado en la prestigiosa “Blacklist”
Más allá de la particularidad de Buried, y de contar una interesante historia, Buried se da el lujo incluso, de reflexionar acerca de diversos temas que no dejan de ser parte importante de su contenido:
Desde la burocracia, y el poco logístico actuar de las unidades de rescate y poder de los EEUU; la efímera existencia del ser, y hasta el comportamiento humano ante situaciones de extrema supervivencia, son tópicos abordados con delicadeza, pero excesiva profundidad.
Filmada en un período de tiempo de 17 días, en Barcelona; el director contó, que una de las inspiraciones para su producción, fueron las películas de Alfred Hitchcock, sobre todo “Lifeboat” (1944), y “Rope” (1948), y los créditos iniciales de “Psycho” (1960), que consiguen hacer que un ataúd de mucho de sí.
Buried tiene a Paul Conroy (Ryan Reynolds), como único protagonista, cuerpo presente en pantalla.
Él es un padre de familia, y contratista civil, que se encuentra trabajando en Irak; y se despierta enterrado vivo, en un viejo ataúd de madera.
Sin saber quién lo ha puesto ahí, y muchísimo menos, por qué, su única oportunidad para escapar de su pesadilla, es un teléfono móvil con poca cobertura, y escasa batería.
La escasez de oxígeno es su peor obstáculo, en una carrera a contrarreloj.
Paul sólo dispone de 90 minutos para conseguir un rescate, y salvar su vida.
Pero:
¿Qué hace allí?
¿Quién lo ha metido?
¿Qué va a pasar?
Y varias preguntas más se te vienen a la cabeza en los primeros instantes.
Pero eso no es lo peor, lo peor es que empieza apoderarse de ti, el agobio, la claustrofobia, la falta de aire, la angustia de salir de allí...
En Buried, ese despertar, es una especie de burla del destino, nos ofrece una visión crítica de la sociedad, la guerra, la burocracia, con un sesgo claramente pesimista, y todas estas capas de tierra que caen sobre el protagonista, con un peso mucho mayor que el de las paredes de madera del ataúd.
Paul Conroy, se verá enfrentado a la muerte, presente en el escaso tiempo.
Y hay que ser muy ingenioso, y tener mucho talento para fabricar un producto tan minimalista, con tan poca luz y, a la vez, tan brillante, como para que hasta los que tenemos esta fobia, el 99% de la humanidad, padezcamos viéndolo.
Y nosotros estamos dentro de la caja, no hay más.
Buried es un “tour de forcé” interpretativo de Ryan Reynolds, que sirve para abordar cuestiones de incomunicación, a pesar de contar con medios tecnológicos, de torpe burocracia, que limita la eficacia operativa de la administración, y de incompetencia gubernamental en estados de necesidad de sus gobernados.
“Your fate is never sealed”
Cortés logra que nos sea imposible apartar la mirada del interior de la caja, notando el miedo, la rabia, y la frustración... su objetivo no es alimentar el intelecto de la audiencia, sino destrozar sus nervios.
Y vaya si lo consigue.
Buried, está filmada con una precisión milimétrica en el aspecto formal, usando todos los recursos técnicos posibles, para ir incrementando la sensación de angustia, sin que ésta resulte forzada.
Asimismo, el guión de Chris Sparling, va planteando y respondiendo a todas las preguntas que se hace el protagonista, y el espectador.
Buried es un “thriller” que juega con uno de los miedos ancestrales del hombre:
“Ser enterrado vivo”, pero que no se queda solo ahí.
Sitúa la acción, en un momento muy determinado de nuestra historia reciente, como lo es La Guerra de Irak, para elaborar una brillante metáfora del aislamiento del hombre en el mundo actual; y podemos leer Buried en esa clave, y aún ganará más puntos.
La línea argumental es muy sencilla, lo cual no quiere decir que la ejecución lo sea.
La historia gira en torno a un transportista, que trabaja para una compañía estadounidense en Irak, cuyo convoy interceptan unos terroristas, o más bien, unos iraquíes que están en guerra contra los EEUU.
Paul Conroy despierta en un ataúd conmocionado, y aunque recuerda lo que sucedió cuando atacaron a su gente, Buried retrata su lucha por combatir su situación.
Al principio, sólo se siente desconcertado, pero poco a poco va apareciendo una pequeña luz al final del túnel, que es el único hilo de esperanza, más allá de sus limitados recursos, cuando el jefe del grupo de seguimiento de rehenes en Irak, le dice que ya están cerca, que le rescatarán…
Es lo único que impide que se rinda a la muerte que le rodea, a su tiempo limitado:
Limitado en la luz de un zippo que Conroy enciende constantemente, consumiendo la mecha; limitado en la batería de su móvil, que tiene que utilizar como única herramienta para cambiar el que parece su único destino; y limitado en el propio oxígeno que queda dentro del ataúd.
La voz de Dan Brenner (Robert Paterson), cumple con tranquilizar a Conroy, y a los espectadores, aunque cerca del final, la situación del protagonista se vuelve tan angustiante que, aun con las noticias que le da, no logra calmar la situación, siendo las 2 últimas llamadas de Conroy, el momento más conmovedor de todo el metraje antes de su brillante final.
Contrarrestando la tarea de Brenner, está la voz de Jabir, el secuestrador, (José Luis García Pérez), quien de una forma fría y desgarradora, arrebata a Conroy sus esperanzas de escapar, haciendo fuertes peticiones o amenazas para alterar al protagonista, aunque algunos de sus comentarios pueden causar la sensación de que su labor está justificada.
De ese modo, Buried transcurre entre la esperanza y la desilusión, con la angustia como constante.
Mirándolo desde otro punto de vista, los protagonistas pasan a ser Brenner y el secuestrador; mientras que Conroy se convierte en un intermediario, en el campo de batalla de 2 bandos que no desean luchar, pero tampoco hablar; dejando como resultado, una desgarradora historia, y una víctima que se encontró en fuego cruzado.
El guión demuestra, que el público debe conectar con la desesperación solitaria de un hombre, obligado a confiar en la abstracción pura, en personas tal vez buenas, o tal vez malas, que quizá sean quienes dicen ser, o tal vez no, cuyas voces no son más que confusos impulsos eléctricos, lanzados al aire desde un satélite frío y anónimo.
La única realidad del protagonista, es la angustiosa reducción de su universo rectangular, su oscuridad amenazadora, y su única conexión con un exterior incierto, que es el último clavo ardiendo al que sujetarse.
Vivimos el aquí y ahora, no hace falta en ningún momento, un “flashback” que nos haga ver a Paul en su vida normal...
¿Para qué?
No tendría sentido, y rompería el clímax.
También, merecen un justo reconocimiento, Eduard Grau y Víctor Reyes.
El primero, es el director de fotografía, junto a Cortés, el principal encargado de preparar el aspecto visual de Buried, en el que la luz es esencial para trasladar al espectador, el drama de estar encerrado en el interior del ataúd, pero en este caso, también para agilizar la narración.
Con respecto a los elementos de luz, que son escasos y contados con los dedos de la mano, es crucial reseñar que las fuentes de luz, son de diferentes temperaturas:
Las del teléfono y el tubo fluorescente, frías; y las del encendedor y la linterna, calientes, y eso simboliza mucho el estado interior de Conroy.
Además, los cambios de temperaturas de la luz, subrayan giros dramáticos en la historia.
El segundo, compuso la banda sonora, no menos relevante que la luz o la interpretación de Reynolds, para trasladarnos a la caja, y no menos importante que el montaje, o la puesta en escena, para imprimir el brutal ritmo de Buried.
Por cierto, se diseñaron 7 cajas diferentes, para diferentes necesidades.
“Atendiendo a las diversas necesidades de filmación, para que cualquier ángulo, encuadre, o movimiento, fueran posibles.
Lo primero que hice fue olvidarme de la localización, dejando a un lado el sentido común, y poniendo en marcha los resortes necesarios para provocar en el espectador, las mismas emociones, que si la aventura estuviese sucediendo en una selva tropical, o un planeta desconocido.
Si hacía falta girar 360°, o incluso 720° alrededor del actor, en un solo plano, algo naturalmente imposible dentro de un ataúd, se diseñaba una caja con un mecanismo hidráulico de rodamiento, cuyas paredes pudieran levantarse y regresar a su lugar, a medida que la cámara se desplazara…” dijo el realizador.
Lo único importante era, introducir violentamente al espectador, en el cerebro confuso y torturado de Paul Conroy, y hacerle sentir la densa humedad de su sudor, la falta de oxígeno, el calor asfixiante, la hiriente arena erosionando su piel, la rugosa madera astillada, los clavos aplastados, con frecuencia oxidados, y peligrosos...
Así, Buried debía constituir un viaje físico y sensorial, un ejercicio activo, una experiencia.
“En ocasiones, se realizaron tomas de 6 minutos sin cortes, favoreciendo que Ryan Reynolds lograra una absoluta organicidad dramática, permitiendo que sus emociones crecieran y fluyeran, se desarrollasen, y derramasen torrencialmente con total impunidad, sin intromisiones artificiales” comentó el director.
Extraordinario el trabajo del actor, una de las estrellas de la industria de Hollywood, comprometido al máximo con el relato, todo un ejemplo de profesionalidad, coraje, y talento.
Y es que no debe ser nada fácil, enfrentarse a un reto interpretativo como éste, consciente de que todo el peso de la película, descansa sobre los hombros de un solo actor, y que durante la mayor parte del metraje, el espectador sólo podrá ver un rostro.
Se necesitaba a alguien capaz de adentrarse plenamente en la pesadilla de Conroy, vivirla, sufrirla, hacerla real, que traspasara la pantalla, y entrara de lleno en cada espectador.
Y Reynolds lo logra, más allá del atractivo de su físico.
La narración, está llena de inflexiones:
Angustia, pánico, desesperación, calma, resignación, violencia, negación, terror, esperanza, tristeza, sufrimiento, humor negro, exasperación, dolor, fatiga, confianza…
Y Ryan busca la verdad en cada plano de acuerdo a lo narrado, y su sentido del “timing” es sencillamente extraterrestre.
¿Cómo es posible, buscar la luz más conveniente, mientras se grita a través del móvil, poniendo la carne de gallina a cada miembro del equipo, consiguiendo ser firme pero empático, modulando la voz en progresión, estropeándola de forma controlada, manteniendo un sentido del tiempo perfecto, y golpeando la linterna con el puño, en cada micro pausa, sin tapar el diálogo, mientras se hace girar el cuerpo hacia un lado, para evitar una sombra, y ayudar a hacer más fluida una corrección de cámara, virando levemente la dirección de la linterna, rebotando su luz contra el techo, para auto iluminarse la mitad correcta del rostro, cuando la arena tapa por un instante una fuente de luz?
Nadie lo sabe.
Pero Ryan Reynolds lo hizo, día tras día, durante 3 agotadoras semanas; tanto que regresó a Los Ángeles destrozado físicamente, tratando de justificar en la aduana, por qué caía arena cada vez que parpadeaba:
Su sentido del compromiso, fue más allá del deber.
Para hacernos una idea de, hasta qué punto está conseguida la asfixiante ambientación de Buried, basta decir que Ryan Reynolds desarrolló un principio de claustrofobia, hacia el final del rodaje, coincidiendo con las escenas de mayor tensión.
Y declaró que jamás había vivido una experiencia parecida, y que nunca querría volver a pasar por ello.
Por cierto, curiosamente, el papel de su esposa, Linda Conroy, que lo interpreta Samantha Mathis, anteriormente había sido enterrada viva en “83 Hours 'Til Dawn” (1990)
Así las cosas, Buried va de un hombre, al que el gobierno de EEUU le deja morir, y ellos se lavan las manos, y lo triste es que, eso es lo más probable que sucediese en la vida real.
Es el sentimiento de que todo lo que puedas hacer para salvarte, no vale de nada, porque estás absolutamente solo en el mundo.
Lo achacable de la producción, sería la consecución de acontecimientos de manera tan ordenada, e incluso pulcra; según van sucediéndose giros en la trama, como por ejemplo, el ataúd es más grande, a veces, o más pequeño, según la necesidad…
A veces, Paul puede girar sobre sí mismo, a veces no hay manera…
Ahora puede coger un objeto con la pierna, ahora extiende el brazo, y nada…
Tiene un kit de supervivencia…
Hasta pastillas para cuidar su salud.
Y cuenta con 3 tipos de iluminación:
El zippo, una barra luminosa, y una linterna.
Una navaja, un teléfono con saldo infinito, lápices, alcohol...
Aparece una serpiente en sus pantalones… y cualquiera haría lo mismo que él:
Provocar un incendio, ni menciono lo del oxígeno, en un espacio híper reducido.
Y la serpiente se marcha por un hueco en la madera…
Hay un agujero, donde puedes intentar aprovecharte de la situación, y centrar tus esfuerzos en intentar hacerlo más grande, y salir, pues lo que cubre al ataúd es arena, ¿no?
Por si la aparición de la serpiente no te lo ha dejado claro, tan lejos de la superficie no debes de estar; como para que también tengas señal celular…
Conversaciones dignas de niños de 4 años, llamas a todo el mundo, y no consigues absolutamente nada:
El inglés, te la está liando; la amiga de tu mujer es una imbécil; te llaman los de la empresa, y les sirves tu despido, y su exención de responsabilidad en bandeja de plata; llamas a tu madre que tiene un Alzheimer, y no sabe ni quién eres...
Apunta bien los números, y son a cada cual más inútiles…
¿Por qué no entra en contacto con los medios de comunicación, para presionar a su gobierno?
¿Por qué no trata de engañar al secuestrador, asegurándole que el dinero está siendo recaudado, para por ejemplo, ganar tiempo?
La política de EEUU es una mierda, pagan justos por pecadores.
La burocracia te impide conseguir ayuda.
A tu empresa no le importas nada, el Jefe de Paul, que lo despide para no tener que pagar indemnización alguna a la viuda, y al huérfano…
Buried critica además, la ocupación aliada de Irak, la visión simplista que nos intentan vender del terrorismo iraquí, la burocracia inútil que sólo intenta escurrir el bulto, la falta de humanidad, y de escrúpulos de las grandes corporaciones estadounidenses, el ultrajante trato al trabajador, los vericuetos legales para que nadie sea responsable de nada, etc.
Es muy crítica con la realidad del negocio de la guerra, del que se nutre la economía de Estados Unidos... bastante cruda.
Los conflictos armados, en zonas de recursos energéticos, en los que participan los países del primer mundo para sacar tajada, están a la orden del día, así como las películas que tratan estos temas, pero no deja de partir de una posición un poco estereotipada, que se puede resumir en que el pobre estadounidense, que no tiene culpa de nada, ha ido a trabajar honradamente a un país en el que hay malvados árabes, que se vengan del infiel que les ha destrozado el país; no digo que no exista una gran parte de realismo en todo esto, ya que ni he estado en un conflicto armado… pero la mentira del propio gobierno de EEUU, al decirle que había encontrado a quien previamente le habían dicho que estaba vivo… y un fundido a negro para terminar de rematar un soberbio ejercicio de tensión sostenida.
¿Qué el secuestrador no es un terrorista?
Eso define los códigos morales de Paul.
¿Si las ganas de venganza pudiesen, que culpa tiene un simple trabajador que va a ayudar?
Eso es de escoria humana.
Si al menos fuese un soldado, se quedaría en persona vengativa...
Me cuesta demasiado creerme, que un hombre dentro de un ataúd, puede aguantar casi 2 horas con tan poco oxígeno.
Especialmente cuando el zippo también lo consume, y se tira un buen rato con él encendido.
Cerca del final, cuando el personaje usa la cámara para cortarse el dedo, se puede notar perfectamente que:
El celular tiene más de la mitad de batería, cuando debería tener apenas poca.
El celular tiene señal Wi-Fi; y la pantalla del móvil no se apaga nunca mientras está hablando... así no le va a durar mucho la batería, pero claro, si quitamos más luz a la película “apaga y vámonos”
Cuando le llama el director de RRHH de su empresa, nadie sabía su número…
De hecho, le dicen que sale como “número privado”
En un momento, en el que está hablando por el teléfono, se lo despega de la oreja, y se ve que tiene el móvil al revés, el auricular/pantalla en la boca, y el micro en la oreja…
Pese a los errores, el mensaje de Buried es claro:
Los móviles no sirven para nada.
Y el guionista se recrea en mostrarnos, todas las maneras en que el pequeño artefacto suele darnos con la puerta en las narices.
Exonerándonos de los modos triviales, como:
Falta de cobertura, déficit de saldo, agotamiento de batería; el metraje recorre toda la irritante panoplia de reveses posibles, ante el teléfono portátil, ese mínimo corazón de nuestra época:
La congelada amabilidad de los contestadores automáticos; el desvío, a veces automatizado de nuestra llamada; el frecuente malentendido, o mal encuentro frecuente por el simple hecho de que no hay, no puede haber, ni una persona no “movilizada”; el uso y abuso burocrático de las líneas que, con fines más personales, nos arriesgamos a ensayar; la perversión comercial o corporativa de ofrecernos como interlocutores a profesionales, con toda su dicción exquisita, o su voz amigable del puro engaño, y dinero por minuto; el contacto forzado, y por tanto, inoportuno, y por tanto, decepcionante, en el minuto, y en el lugar más imposible, o más inconveniente, debido al imperativo de estar ubicua, e incesantemente conectado; el empleo torticero o cobarde del teléfono, como reemplazo del encuentro cara a cara, con tiempo por delante, exclusivo, con la verdad del otro tan abierta y visible como sus ojos; en fin, las mil y una artimañas dilatorias, sinuosas, mendaces de los teleoperadores, esos sumos sacerdotes del dios teléfono.
Cabe destacar, que las referencias religiosas no están presentes en ningún momento, con lo que el guión renuncia a tópicos convencionales, dándole prioridad a la búsqueda de soluciones terrenales, para la desesperación del momento, sumándole veracidad con esto, al desarrollo de los hechos.
También, me ha llamado la atención, la falta de empatía, y de solidaridad de los personajes a los que llama.
En esta sociedad, los problemas te los tienes que resolver solo, no esperes que nadie te ayude en los peores momentos, los amigos huirán, y los demás mirarán a otro lado para que, si les queda algo de conciencia, después no les remuerda mucho, y puedan dormir tranquilos.
Estamos en la sociedad el individualismo egoísta, “valeverguismo” en estado puro.
Pero está bien que el personaje no sea un superhéroe, ni tampoco un hombre que se abandone a las primeras de cambio, sino alguien con quien sentirnos identificados, un mero trabajador de a pie.
Otro de los ejes, es el combate del héroe contra el tiempo.
El tiempo, desde luego, es su más formidable enemigo, pero me parece que es en la literatura moderna, donde ese pasar del tiempo se percibe como el más grave embate contra la actitud heroica.
En la épica antigua, ya se cuenta con él, pero no se le presta mucha atención.
De hecho, los héroes clásicos, suelen morir jóvenes, como aquí.
Y la mejor manera de plasmar esa lucha, no es por medio de explosiones y efectos especiales, sino con la simple desnudez de un cuerpo, y el espacio mínimo en el que este se encuentra.
Lo físico y orgánico de la experiencia, nos hace sentir una empatía inmediata y directa con el personaje.
Sentimos lo que él, desde el sudor que le cae por la frente, hasta su falta de oxígeno.
La vivencia de Paul Conroy y la nuestra, desde nuestra posición de espectadores, se convierte en un pequeño microcosmos, cuyo desenlace, es el desenlace inevitable de la vida de todos nosotros, pero con la diferencia de que en la mayor parte de los casos, desconocemos cuál es la medida del tiempo que nos queda, antes de enfrentar a la muerte.
¿Qué sentido tiene Buried?
Ninguno, más allá del morbo de contemplar la tortura física y psicológica de una persona.
Naturalmente, al final, el protagonista muere, solo y enterrado, desesperadamente separado de aquéllos con quienes tanto ha intentado entrar en relación.
Su pecado, que paga con la vida, ha sido haber confiado, en una situación límite como la que vive, más en la “cajita mágica” que en sus propios recursos:
Su cuchillo o sus uñas, la potencia de su voz, las fuerzas de sus músculos…
Ha sido otra víctima sacrificada a la superstición del teléfono móvil, y a sus falaces dogmas:
“Siempre conectado, siempre disponible, siempre cercano”
Demasiado macabro, es que el agente le anuncia que han encontrado al otro tipo, en vez de a él…
Un último detalle, en este caso no de guión, sino una significativa elección del director, es que Buried, tras tan demoledor desenlace, concluya con una alegre canción de estilo “country”, género que evidentemente evoca grandes espacios al aire libre, compuesto por el propio director, y el músico; pues cuando ésta acaba, se escuchan unas cuantas carcajadas de los músicos, y comentarios jocosos sobre la canción que acaban de interpretar…
Esta elección musical, y el maravilloso/decepcionante final, según se vea, me hicieron albergar ciertas dudas sobre la honestidad de Buried; o tal vez revela mucho el cinismo de la situación.
A pesar de ello, sigo creyendo que se trata de una película muy arriesgada e interesante.
“Then you are soldier”
¿Hay algo peor que estar enterrado vivo?
Respondiendo a la retórica, yo creo que es una de las situaciones más jodidas en las que te puedes ver en tu vida.
¿Tal vez ahogado, aplastado, quemado, o degollado?
Estamos de acuerdo, que ese mismo dolor y/o sufrimiento que te abre las puertas del cielo, o del averno de par en par, no se puede explicar con palabras.
Queda claro por tanto, que ser enterrado vivo, es la peor muerte posible:
Horas de claustrofobia, miedo, pánico, y cantidades industriales de desesperación, se adueñan de nosotros hasta que “por suerte”, nuestros pulmones ya no puedan respirar más oxígeno…
Y la inanición tras media semana ahí metido, sí que definitivamente pasaría a ser la peor muerte que uno se pueda imaginar.

“I'm sorry, Paul.
I'm so sorry”



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