55 Days At Peking

“Let China sleep.
For when she awakens, the world will tremble”

Desde fines del siglo XIX, China había recibido gran número de inversiones extranjeras en su economía, pero la debilidad del gobierno imperial chino, así como su atraso tecnológico y administrativo, en comparación a las potencias de Europa, habían generado que diversos países como Gran Bretaña, Rusia, Francia, Alemania, y Japón, impusieran mediante tratados desiguales, sus zonas de influencia en territorio chino, ganando derechos de extraterritorialidad, y elevadísimos privilegios comerciales, que mermaban la autoridad de La Corte Imperial, además de ser considerados como lesivos y humillantes para China.
En tal situación, la penetración cultural extranjera, en perjuicio de la herencia cultural china, causó nueva indignación entre diversos líderes religiosos e intelectuales, surgiendo así, la denominada “Sociedad del Puño Justo y Armonioso”, que propugnaba la eliminación de toda influencia extranjera en China, tanto en lo cultural, como en lo político y económico, recurriendo a una masiva rebelión armada.
La emperatriz viuda Cixí (慈禧), gobernante absoluta de China en aquella época bajo la Dinastía Qing, rechazaba la idea de expulsar totalmente a los extranjeros, pues de ellos dependía gran parte de la economía china, así como el pago de tributos a La Corte Imperial, pero a la vez, permitía abiertamente las actividades proselitistas de los bóxers, debido a la debilidad del poder central, y al evidente malestar, incluso visible dentro de La Corte, contra la desmesurada influencia de los extranjeros en asuntos internos de China.
En 1840, estalló La Primera Guerra del Opio, entre Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, y China.
Ésta, y La Segunda Guerra del Opio, fueron libradas debido a las disputas sobre el comercio del opio en China, en tanto, La Corte Imperial de Pekín, trataba de prohibir dicho tráfico.
Los comerciantes británicos, no pensaban renunciar al negocio de esta droga, que era cultivada en grandes extensiones en la India, y exportada más tarde a todo el sureste asiático, contando con la complicidad de funcionarios chinos corruptos.
Tras la fácil derrota del mal equipado ejército chino, Gran Bretaña obligó al gobierno imperial, a cederle la isla de Hong Kong a perpetuidad, a la que más tarde se agregaron la península e islas adyacentes, permitir las importaciones de opio, y abrir una serie de puertos al comercio extranjero; todas estas condiciones, eran manifiestamente agraviadoras para China, y para la política de restricciones a los extranjeros que había seguido la Dinastía Qing.
En esa misma época, los franceses, rusos, y japoneses comenzaron a aumentar su influencia sobre China.
Debido a su inferioridad económica y militar, la dinastía Qing fue obligada a firmar numerosos acuerdos, que serían conocidos como:
“Los Tratados Desiguales”
Dentro de éstos, se incluyen:
El Tratado de Nankín (1842), El Tratado de Aigun (1858), El Tratado de Tianjin (1858), La Convención de Pekín (1860), El Tratado de Shimonoseki (1895), y La Segunda Convención de Pekín (1898)
En el año 1895, China fue severamente derrotada en una guerra contra Japón.
El enfrentamiento, particularmente violento, se saldó con la pérdida de las islas Pescadores y Formosa, además del pago de fuertes indemnizaciones y concesiones comerciales a los vencedores.
Todo esto se tradujo en una importante crisis económica en todo el país, así como en una humillación nacional, ante una nación vecina que se había occidentalizado velozmente.
Los tratados firmados con las potencias europeas y con Japón, fueron considerados fuertemente injustos por muchos chinos, creciendo así, su odio hacia los foráneos, así como su desaprobación hacia el gobierno imperial, cuyo prestigio había quedado muy disminuido, con las severas derrotas militares ante Reino Unido, en 1840, y más recientemente, con la guerra de 1895 con el Japón, las cuales, no solamente implicaban el pago de enormes indemnizaciones a los vencedores, sino además la pérdida de territorios.
Tales fracasos, unidos a la pérdida de ingentes cantidades de territorio, sin apenas discusión:
Hong Kong, Formosa, Corea, la región del Amur, la isla de Sajalín, partes de Mongolia exterior, y Asia Central, etc., causaron una fuerte conmoción en el pueblo, hasta entonces, inmerso en la idea ficticia de una superioridad absoluta del Estado chino, frente a unos “bárbaros” extranjeros a los que se despreciaba.
La propia Dinastía Qing, había alimentado durante décadas, la idea de la “superioridad” del Imperio Chino, frente a los foráneos, calificados despectivamente como “bárbaros”, pero las graves derrotas de 1840 y de 1895, junto con la intervención militar de Francia y Reino Unido en1854, que llegó a invadir y saquear la propia Pekín, mostraban a muchos funcionarios, que la ideología de La Corte Imperial, estaba muy alejada de la realidad, y que el atraso tecnológico y económico de China, la convertía en presa fácil de las ambiciones extranjeras.
No obstante, esta situación también generó un silencioso, pero firme rechazo de algunos intelectuales, a toda la cultura foránea, y a la propia presencia de extranjeros en China, acusando a La Corte Imperial, de debilidad ante esta situación; pronto comenzaron a cundir los rumores sobre crímenes realizados impunemente por los extranjeros, ante los que el sumiso Emperador, prefería ignorar.
La masiva llegada de misioneros cristianos occidentales, tras la derrota china, también causó fricciones con la Iglesia Católica, y con El Protestantismo, en tanto los sectores más tradicionalistas, los acusaban de trastornar la cultura china, y de atentar contra el carácter nacional del país, mientras los chinos que aceptaban tales influencias, eran condenados como traidores.
En Guizhou, las autoridades locales, manifestaron su desconcierto ante la visión de un cardenal católico, que era transportado en una litera con la decoración propia de un gobernador regional.
Todas estas desconfianzas, desembocaron en numerosos brotes de desobediencia civil, en gran parte del país, a finales del siglo XIX, registrándose agresiones contra extranjeros, y contra chinos convertidos al cristianismo.
“You can't.
Not here in China, it's too far from home”
El Levantamiento de Los Bóxers (義和團之亂), conocido en China como, “El Levantamiento Yihétuán” (義和團起義) o “Los Puños Enhiestos” o, literalmente:
“Los Puños Rectos y Armoniosos”, fue un movimiento contra la influencia comercial, política, religiosa, y tecnológica foránea, en China, durante los últimos años del siglo XIX, desde noviembre de 1899, hasta el 7 de septiembre de 1901.
Para agosto de 1900, cerca de 230 extranjeros, miles de chinos cristianos, un número desconocido entre 50,000 y 100,000 de rebeldes, sus simpatizantes, y otros chinos, habían muerto en la revuelta y su represión.
El levantamiento popular, fue impulsado por un grupo conocido como los Yihetuan o “Puños Rectos y Armoniosos” llamados “bóxers” o “boxeadores”, por los ingleses, en referencia al ritual de artes marciales que practicaban, porque según ellos, les hacía inmunes a las armas, un grupo que se opuso inicialmente, a La Dinastía Manchú de los Qing, pero más tarde se reconcilió con ella, y se concentró en el norte del país, donde las potencias europeas habían comenzado a exigir concesiones territoriales, ferroviarias, y mineras.
En noviembre de 1897, el Imperio Alemán respondió a la muerte de 2 misioneros en la provincia de Shandong, apoderándose del puerto de Qingdao.
Al mes siguiente, una escuadra rusa, tomó posesión de Lüshun, en el sur de Liaoning.
Reino Unido y Francia les siguieron, tomando posesión de Weihai y Zhanjiang, respectivamente.
Los bóxers empezaron a incrementar su actividad en Shandong, en marzo de 1898.
El detonante de la rebelión, ocurrió en una pequeña aldea de la provincia, donde unos misioneros demandaban la entrega de un templo local, que según ellos, era una antigua iglesia católica, confiscada por El Emperador Kangxi (1661–1722), en fuerte oposición a los lugareños.
Las autoridades locales mediaron en el conflicto, fallando a favor de los misioneros, y entregándoles el control del edificio.
Como respuesta, los campesinos se sublevaron, y atacaron la reconstituida iglesia bajo el mando de los bóxers.
La extensión de la rebelión, coincidió con la llamada Reforma de Los Cien Días, del 11 de junio al 21 de septiembre de 1898, impulsada por El Emperador Guangxu, con el fin de modernizar la administración, cosa a la que se oponía fuertemente su tía, La Emperatriz Cixí, que temía perder su poder omnímodo en La Corte, debido a estas innovaciones.
Tras una primera derrota de los bóxers, a manos del ejército chino en el mes de octubre, los rebeldes proclamaron su obediencia fiel a la autoridad imperial o, con mayor exactitud, su lealtad a La Emperatriz Cixí, quien decidió usarlos como instrumento, para destruir toda influencia extranjera en China, y asegurar su propio poder político, frente a los funcionarios con ideas reformadoras.
Así, el gobierno chino, fuertemente controlado por La Emperatriz, dictó varias leyes en favor de los bóxers, a partir de enero de 1900, mientras que éstos, concentraron sus ataques contra los misioneros y conversos al cristianismo.
Las crecientes protestas de los gobiernos occidentales, fueron desoídas.
En junio de ese año, los bóxers, a los que se habían sumado soldados imperiales, atacaron destacamentos de occidentales en Tianjin y Pekín. Las Embajadas Extranjeras en la capital, a las que habían huido sus ciudadanos residentes en Pekín, se convirtieron pronto, en objetivo de los bóxers, aunque la mayoría de las delegaciones, agrupadas en su propio barrio, Barrio de Las Delegaciones de Pekín, se encontraban bien protegidas por sus propias murallas, y la cercanía a La Ciudad Prohibida, donde, paradójicamente, habían sido construidas por orden del Emperador, con el fin de tenerlas bajo vigilancia permanente.
Las delegaciones de Reino Unido, Francia, los Países Bajos, Estados Unidos, Italia, Imperio Ruso, y el Japón, de hecho, compartían el mismo complejo defensivo, y a sólo unas calles de distancia, se encontraban las de Bélgica y España, desde donde llegaron sus representantes para ponerse a salvo.
El Barrio de Las Delegaciones, era un área de Pekín, donde se concentraba un importante número de legaciones extranjeras, que se ubicaron aquí entre 1861 y 1959.
En chino, la zona es conocida como Dōng jiāomín xiàng (東交民巷), que es el nombre de los hutong, carril o pequeña calle, a través de la zona; y está localizada inmediatamente, al este de la Plaza Tiananmen.
No pudo hacer lo mismo la delegación del Imperio Alemán, de constitución más reciente, y por ello, situada en el otro extremo de la ciudad.
El día 20, fue asaltada finalmente por los bóxers, quienes capturaron, y ejecutaron al Embajador Alemán, Barón Klemens von Ketteler.
A resultas de ello, las potencias extranjeras, declararon la guerra a China, siendo que La Emperatriz Cixí respondió proclamando las hostilidades contra ellas.
Hasta la llegada de las fuerzas militares enviadas en su ayuda, el propio personal diplomático, debió defenderse del asedio de los bóxers, solamente con armas ligeras, y un viejo cañón al que se apodó como “El Cañón Internacional” debido a que su caña, era británica, la cureña italiana, los proyectiles rusos, y los artilleros a cargo de su manejo, estadounidenses.
Dirigieron la defensa, El Ministro Británico para China, Claude Maxwell MacDonald, y El Coronel Japonés Shiba Gorō.
El enfrentamiento, fue ampliamente seguido por la prensa internacional, que describió toda clase de ataques violentos, y atrocidades varias, cometidos contra los extranjeros residentes en China, muchas de ellas, enormemente exageradas.
Esto provocó un amplio sentimiento anti chino en América del Norte, Europa, y el Japón.
No obstante, los principales afectados, fueron los cristianos chinos, de los que la prensa europea, mayormente no se ocupó, que siendo mucho más numerosos, y sin poder huir a ninguna parte, fueron objeto de violaciones, torturas, y asesinatos.
A pesar de sus esfuerzos, los bóxers no lograron superar las defensas del recinto.
En agosto, el asedio de las embajadas, era levantado por las tropas enviadas por la llamada Alianza de Las Ocho Naciones, suscrita por los gobiernos de:
Alemania, Austria-Hungría, Estados Unidos, Francia, Reino de Italia, Japón, Reino Unido, y El Imperio Ruso.
Las tropas de la Alianza, estaban formadas por contingentes de tropas de infantería, caballería, y artillería, con apoyo de infantes de marina, así como de buques de guerra, pertenecientes a 8 naciones diferentes, y sumando un total aproximado de 55,000 hombres, entre soldados de tierra y tropas navales.
El mando unificado, fue confiado al General Británico Alfred Gaselee, y luego al General Alemán Alfred von Waldersee al llegar a Pekín, siendo que las tropas de la Alianza, atacaron Tianjin, y la tomaron en julio de 1900, derrotando a los bóxers, y capturando sus arsenales, y luego, llegaron a Pekín el 14 de agosto del mismo año, aplastando ferozmente, a las tropas rebeldes, dotadas de escaso armamento moderno.
Las tropas enviadas inicialmente, comprendían destacamentos de potencias que poseían guarniciones dentro de territorio chino, como Gran Bretaña en su concesión del puerto de Weihai, Francia en la región sureña de Hunan, limítrofe con la Indochina Francesa, y Alemania en el puerto de Qingdao, o en países que poseían territorio limítrofe con China, como Rusia y Japón, aunque después fueron reforzados con contingentes provenientes de sus países de origen.
Los contingentes de Italia y Austria Hungría, estados que carecían de colonias en Asia, salieron de las pequeñas concesiones que ambos países poseían en China, y estaban formadas exclusivamente, por tropas navales, mientras que las tropas estadounidenses, fueron remitidas desde Filipinas.
Debido a las razones antes citadas, el contingente extranjero, estuvo formado mayormente por soldados japoneses:
Unos 20,840 hombres, junto con 13,150 rusos, 12,020 británicos, 3,520 franceses, 3,420 estadounidenses, 900 alemanes, 80 italianos, y 75 austrohúngaros.
Estas cifras incluyen a las tropas navales de cada país interviniente.
La presencia de buques de guerra, también fue significativa en La Alianza, y a lo largo de las operaciones, participaron:
18 buques japoneses, 10 rusos, 8 británicos, 5 francesas, 5 alemanes, 2 estadounidenses, 2 italianos, y uno de Austria-Hungría.
Tras el estallido de la sangrienta revuelta en las regiones septentrionales de China, fueron asesinados numerosos misioneros religiosos, de origen europeo, así como comerciantes y diplomáticos extranjeros, junto con chinos convertidos al cristianismo.
No obstante, el avance de las tropas extranjeras, tuvo que ralentizarse, debido al mal tiempo, extremadamente húmedo, y con temperaturas de hasta 43°C.
El ejército entró finalmente en Pekín, el 14 de agosto, donde levantó el asedio a las embajadas, y posteriormente procedió a desplegarse por la ciudad, con el fin de ocuparla, registrándose numerosos combates callejeros.
La Familia Imperial y Su Corte, abandonaron entonces La Ciudad Prohibida, y se refugiaron en Xi'an.
Tras la ocupación, las tropas extranjeras, se entregaron al saqueo, la destrucción, los asesinatos sumarios, y las violaciones.
La propia Ciudad Prohibida, y otras dependencias imperiales, fueron saqueadas, llegando a sacrificarse los animales de los Jardines Imperiales para servir de alimento a los soldados, lo que significó entre otras cosas, poner en peligro de extinción al ciervo del Padre David en China.
La población fue fuertemente reprimida, para evitar que se levantase nuevamente contra los extranjeros, a pesar de la destrucción, y robo de sus propiedades.
En octubre, las tropas rusas estacionadas en la región del Amur, cruzaron la frontera, e invadieron Manchuria, donde también actuaron con violencia contra la población civil.
Las hostilidades terminaron finalmente, el 7 de septiembre de 1901, cuando La Dinastía Qing, accedió a firmar el Tratado de Xinchou o “Protocolo Bóxer”, un nuevo tratado desigual, con los gobiernos de:
Alemania, Austria-Hungría, Bélgica, Francia, Estados Unidos, España, Reino Unido, Italia, Japón, Países Bajos, y Rusia.
Por su parte, “La Rebelión de Los Bóxers” ha sido llevada en 2 ocasiones al cine:
La primera fue en 55 Days At Peking (1963), realizada desde el punto de vista occidental, por el director Nicholas Ray, protagonizada por Charlton Heston, David Niven y Ava Gardner, entre otros.
En el segundo film, “Pa Kuo Lien Chun” (1975), del hongkonés Chang Cheh, se toma a los propios bóxers como protagonistas.
El levantamiento sirve así mismo de marco, o referencia, a producciones de diferentes medios, entre los que se incluyen:
Cine, libros, novelas, hasta videojuegos.
“You have to admire Sir Arthur; he always manages to give the impression that God must be an Englishman”
55 Days At Peking es una película dramática estadounidense de 1963, dirigida por Nicholas Ray.
Protagonizada por Charlton Heston, Ava Gardner, David Niven, Robert Helpmann, Flora Robson, Leo Genn, John Ireland, Kurt Kasznar, Paul Lukas, Harry Andrews, Massimo Serato, Philippe Leroy, Elizabeth Sellars, Jacques Sernas, Walter Gotell, Eric Pohlmann, Alfredo Mayo, Jerome Thor, José Nieto, entre otros.
El guión fue escrito por Philip Yordan, Bernard Gordon, Ben Barzman, y Robert Hamer, y no pretenden darle mayor importancia a los hechos históricos, y sí ofrecer un buen entretenimiento.
El contexto histórico de 55 Days At Peking está bien definido, aunque se tomaron algunas licencias que no se ajustan a la Historia.
Obtuvo 2 nominaciones al Oscar:
Mejor banda sonora, y canción: “So Little Time”
55 Days At Peking es la explosión del Tecnicolor, a toda orquesta, y en formato de 70mm, toda la experiencia visual, explotando en los cines de la década de 1960.
Una superproducción en el mejor estilo de Hollywood, debido al famoso productor Samuel Bronston.
Filmada en Las Rozas de Madrid, utilizando más de 500 extras españoles, roceños en su mayoría, y asiáticos, 55 Days At Peking nos cuenta las tensiones vividas a principios del siglo XX, en China, entre las potencias occidentales, y los bóxers que contaron inicialmente como aliada, a la pasividad de Gobierno Chino ante sus ataques, y después ya con el respaldo explícito de éste.
Ambientada durante El Levantamiento de Los Bóxers, en Pekín, narra el sitio al que se vieron sometidas, por los bóxers, las embajadas de las potencias extranjeras en 1900; durante la ocupación de China de esa época, los misioneros cristianos predican su religión, y destruyen las estatuas de Buda, lo que provoca el enfado de las poblaciones nativas, los bóxers, cuyo nombre parece ser, que deriva de la posición que adoptaban con los brazos, cuando practicaban artes marciales, que quieren entonces, que todos los extranjeros, abandonen su país.
Cuando la situación se deteriora, se verán asediados en sus embajadas, casualmente al lado de La Ciudad Prohibida, donde La Emperatriz china, había decidido ubicarlos, para tenerlos más controlados.
Esta misma Emperatriz que tiene que elegir entre las 2 líneas de actuación que le proponen sus 2 lugartenientes, la dura de oposición, o la diplomática de colaboración.
Antes la presunta debilidad de las fuerzas de los países ocupantes, se llevará a cabo la línea belicista, con el asedio militar de las embajadas, lo que provocará la movilización del ejército norteamericano, que tardará esos 55 días, en llegar a salvarlos.
Es Junio de 1900, y China se halla bajo la ocupación de las potencias occidentales, que se reparten su territorio en zonas de influencia.
Los misioneros cristianos predican su religión, y destruyen las estatuas de Buda.
Esto provoca una revolución nacionalista, la de los bóxers, que quiere la expulsión de todos los extranjeros de China.
Una compañía de marines de los Estados Unidos, al mando del Mayor Matt Lewis (Charlton Heston), llega a Pekín, con la misión de evacuar la embajada estadounidense, pero El Embajador Británico, Sir Arthur Robinson (David Niven), decide quedarse, y eso hace que todos los demás embajadores se queden también, al saber que una columna de socorro de 2,000 soldados se halla en camino.
El 20 de junio, es asesinado El Embajador Alemán, y El Mayor Lewis, puesto al mando de las fuerzas militares extranjeras, organiza la defensa del barrio de las legaciones extranjeras, con los 500 hombres de que dispone.
Cuando el ataque se produce, 6,000 bóxer se lanzan al asalto, y sólo la disciplina, la profesionalidad, y la superioridad armamentística, logran rechazar el ataque, comenzando así un cruento asedio.
La Emperatriz Viuda Tzu Hsi (Flora Robson) nombra a un nacionalista, El Príncipe Tuan (Robert Helpmann), Ministro de Asuntos Exteriores, y decide apoyar la rebelión, ordenando al ejército regular chino, que ataque a la columna de socorro, frenando con esto, el avance del almirante británico Seymour.
Mientras, los asediados rechazan un ataque tras otro, ofreciendo una dura resistencia, pero se ven obligados a replegarse cada vez más, presionados por la superioridad numérica de los asaltantes, y porque a las milicias bóxers se les ha unido ahora, el ejército regular chino.
Entretanto, el comandante Lewis, inicia una relación con La Baronesa Rusa, Natalie Ivanoff (Ava Gardner), una bella mujer, viuda de un oficial ruso, repudiada por la sociedad, y acosada por su cuñado, El Barón Sergei Ivanoff (Kurt Kasznar), que ha decidido quedarse para ayudar al doctor Steinfeldt (Paul Lukas) como ayudante.
La situación se torna insostenible, faltan medicinas y alimentos para los heridos.
La Baronesa Natalie, consigue una tregua, y sale a conseguir medicinas, pero es atacada a traición, y herida de bala en un brazo.
El Mayor Lewis, intenta una salida para contactar con la columna de socorro, pero no lo consigue, y regresa también herido.
La situación se vuelve desesperada.
La Baronesa Natalie, se niega a que le amputen el brazo, para evitar la gangrena, y muere.
Los defensores se preparan para ofrecer una última resistencia, pero la columna del Almirante Seymour, logra abrirse paso a través del ejército chino, y el 14 de agosto, alcanza El Barrio de Las Delegaciones Extranjeras, rescatándolas, tras 55 días de duro asedio, y obligando a La Emperatriz a rendirse, y plegarse a las exigencias de las potencias extranjeras.
El Mayor Lewis abandona Pekín con los soldados que le quedan, y se lleva a la hija del Sargento Harry (John Ireland), muerto en la lucha.
La llamada Alianza de Las Ocho Naciones, terminó por aplastar la rebelión.
Con esto, 55 Days At Peking es una más de esas superproducciones, propias del cine estadounidense de los años 60.
Estrellas interpretativas, historias de largo metraje, y suntuosos decorados, son 3 de sus premisas.
55 Days At Peking ofrece una historia atractiva, aderezada con múltiples escenas de acción, y subtramas, como la historia de amor entre los personajes de Gardner y Heston, la hija huérfana del capitán francés… para mantener al espectador atento durante los 140 minutos.
A pesar de ello, al guion le falla algo, en mi opinión; creo que la historia de amor no está bien desarrollada, y que debería haberse centrado más en la supervivencia de los embajadores y sus familias.
Aun así, 55 Days At Peking resulta un agradable entretenimiento, y también sirve para comprobar, cómo era la fastuosidad de un cine, cuya forma de producir, se fue apagando poco a poco.
Muestra la visión enfrentada, inicialmente, entre el Diplomático y el Militar, para abordar el problema, y la colaboración final de ambos, en un mismo propósito.
Plantea abiertamente, las dudas del diplomático, al ver las consecuencias de sus decisiones, en preguntas que, para mí son el fragmento más brillante del guión; la dificultad de entender la misión que están desarrollando los militares por parte de estos.
Resulta interesante, la discusión sobre la permanencia o no en China, entre las potencias, que pretende mostrar la relación en cadena de las decisiones de unos países, y el papel del prestigio, o la imagen en sus decisiones de política exterior.
La importancia de seleccionar objetivos adecuados en el momento decisivo para volver la opinión del decisor, en una determinada dirección.
Por otra parte, en 55 Days At Peking, se va dibujando progresivamente, un cuadro negativo de los chinos, que los deja en mal lugar:
El boato y servilismo en torno a La Emperatriz, el desafío del Príncipe Chino, el día del cumpleaños de La Reina, la utilización interesada de la violencia “no oficial” de los bóxers para debilitar a los occidentales...
Mención aparte, merece la propia historia del levantamiento Bóxer.
Aunque 55 Days At Peking trata de ser equilibrada, cae directamente en lo políticamente incorrecto.
Que los buenos sean los blancos coloniales, y los malos los chinos que luchaban por la libertad, en nuestros tiempos sería inconcebible, imposible de rodar.
Sin embargo, por 1963, los estadounidenses aún trataban de justificar sus intervenciones militares, y fruto de esta visión, se atrevieron a tocar este episodio, tabú en la actualidad, pues la propia existencia del mismo, deja en muy mal lugar a los chinos, a los anticolonialistas, y la progresía en general, debido a la orgia de matanzas que llevaron a cabo los “heroicos Bóxers” y que hoy día, prefieren olvidar.
El tema de “Las Naciones Unidas”, de pertenecer en un país sin saber mucho, cuales son las intenciones que se esconden detrás, el tema de los “extranjeros” invasores, el tema de la diplomacia, del diálogo...
Y luego también, 55 Days At Peking reflexiona sobre las relaciones humanas, sobre la amistad, la envidia, el amor...
Es un verdadero espectáculo, imprescindible.
“He's a good soldier when he knows what he's fighting for”
Mucho debemos al cine, y no solo a nivel cultural, sino económico.
España se puso de moda, a finales de los 50, y se asentó como paraíso de rodaje de localizaciones en la década de los 60.
Las razones:
Lo bajo de los costes que suponía rodar allí, ante la diferencia entre la peseta y el dólar; la buena cualificación de los técnicos españoles, y la gran variedad de paisajes que presenta dicho país.
Lo fue y lo sigue siendo.
Un buen número de producciones de diversos países, van cada año, buscando una localización descrita por el guionista, y ansiada por el director y productor.
Y si a alguien le deben esto en España, es en gran parte, a Samuel Bronston, productor de origen Moldavo, que se asentó en la tierra de Cervantes, tras comprar los estudios Chamartín.
Allí produjo, entre otras, cintas épicas como “King Of Kings” (1961); “El Cid” (1961); o “The Fall Of The Roman Empire” (1964).
Pero es posiblemente, 55 Days At Peking la más conocida, o la que obtuvo más éxito, un ejemplo casi perfecto, de combinar una historia bélica-política, con la parte dramática, cosa que raras veces se consigue.
Mucho se ha escrito sobre el atormentado rodaje de 55 Days At Peking, que supuso el fin de la carrera de Nicholas Ray, que debió abandonar el rodaje, antes de su finalización, al sufrir un colapso por el abuso de alcohol, y estupefacientes.
Charlton Heston, se encargó de rodar alguna de las últimas escenas, de una producción en la que aspiraba a ser, la gran estrella como estaba acostumbrado.
Por lo que 55 Days At Peking fue terminada por los directores Guy Green y Andrew Marton.
Ray no volvió a dirigir una película, hasta la década de 1970, apoyado por su amigo Dennis Hopper.
Pero sin ninguna duda, se nota mucho la marca en 55 Days At Peking, el sello de Nicholas Ray, en los momentos más intimistas, en los más personales.
No hay que olvidar, que fue Ray quien más influyó en “la nouvelle back francesa”, y ese sello, siempre se nota en determinadas escenas.
Según cuenta Charlton Heston en sus memorias, “In The Arena”, tal derrumbamiento, vino precipitado por una agitada velada, en el chalet que Ray ocupaba en Las Matas, en la cual, Ava Gardner reprochó duramente al director Ray, por su actitud profesional.
Charlton Heston, tras la marcha de Guy Green por requerimientos de contrato, se encargó de dirigir las escenas que faltaban, según confirma Heston en su autobiografía.
Por otra parte, nos encontramos con un reparto con algunas equivocaciones, los actores occidentales haciendo de chinos, están algo ridículos, y la actriz protagonista, Ava Gardner, estaba en franco declive, por culpa de sus borracheras continuas.
El en otro tiempo sex symbol del cine, “el animal más bello del mundo”, como se la definió, ya era una mujer madura, que había perdido su encanto, no por el paso del tiempo, sino por su adicción al alcohol, convirtiendo el rodaje, en un calvario para el resto del equipo.
Por esa causa, Ava era incapaz de recordar una sola línea de diálogo, retrasando el rodaje, y aumentando el presupuesto.
Por ese motivo, se tomó una decisión drástica, matar su personaje, y echarla del rodaje.
Eso provocó en la misma, un desequilibrio, porque la historia de amor entre la Condesa Rusa y El Mayor Estadounidense, quedó a medio desarrollar, perjudicando el resultado final que, por desgracia, tuvo escaso éxito comercial, y ya se sabe, que la taquilla no manda:
Impera.
Y es que en el guión original, el personaje de Ava Gardner no moría.
Fue Charlton Heston quien, harto del mal comportamiento de la mítica actriz, que siempre andaba borracha, y apenas recordaba sus diálogos, exigió que la “mataran” a mitad de la historia, para no tener que soportarla durante el resto del rodaje.
Esos 2 seres autodestructivos, Ava Gardner y Nicholas Ray, hicieron mucho daño a 55 Days At Peking, que vista actualmente, puede considerarse políticamente incorrecta, por su apología del colonialismo.
David Niven, el mejor de la obra, da vida al Embajador Británico Sir Arthur Robinson, cuya importancia en la realidad fue tan transcendental, como cuentan en 55 Days At Peking.
Charlton Heston como El Mayor Matt Lewis, en un papel curioso, ya que si bien había una notable presencia de soldados de EEUU, que El Comandante de la defensa de la ciudad, fuera de EEUU, se explica sólo si somos conscientes de la procedencia del presupuesto de 55 Days At Peking.
Nada más.
Y como colofón, una desubicada Ava Gardner como Baronesa Rusa, en posesión de un suntuoso collar en una situación legal algo apurada, y que sirve como excusa para recrear la obligada historia de amor, posiblemente, una de las peor mostradas y cogidas con más hilos de la historia del cine.
Lo de desubicada, no es solo por su personaje, sino por las propias circunstancias de la actriz, ya que no vivía sus mejores momentos por entonces, y se pasaba el día entero ebria.
Además de dirigir, Nicholas Ray, juega el menor papel del Jefe de La Misión Diplomática Estadounidense en China.
55 Days At Peking es también, la primera aparición de la conocida futura estrella de las artes marciales del cine, Yuen Siu Tien.
El director de cine japonés, Juzo Itami, acreditado en la película como “Ichizo Itami”, aparece como El Coronel Goro Shiba.
Como detalle, se ha comentado desde siempre, que la inclusión del Embajador Español en 55 Days At Peking, es un homenaje del propio Bronston, al pueblo español, hacía el que profesaba tanto cariño, debido principalmente, a que primero España no tenía protectorado alguno en China, y segundo, tras el desastre de 1898, no estaba para mantener tropas al otro lado del mundo, al contrario que 300 años atrás.
Sin embargo, el personaje de Bernardo J. Cólogan y Cólogan no solo es real, sino que tuvo una mayor importancia de lo que aparece en 55 Days At Peking.
Por otra parte, tenemos la clásica arrogancia, y paternalismo propio de los países occidentales, de ir por el mundo tratando de exportar su civilización, como si los demás países del globo, carecieran de cultura que no por diferente, es merecedora también de gran respeto.
Los actores españoles:
Alfredo Mayo, Conchita Montes, José Nieto, y Fernando Sancho, aparecen en papeles secundarios.
Otro asunto es que en 55 Days At Peking, se omite la participación de La Embajada Española, cuyo titular no se llamaba Guzmán, como el papel interpretado por Alfredo Mayo, sino Bernardo Cólogan y Cólogan, quien tuvo en esos hechos un papel primordial.
Pero ya se sabe, que los actores españoles entonces, no dominaban el inglés, por lo que en estas producciones se ven relegados al papel de mero comparsas.
El chovinismo anglosajón, centra la acción en El Embajador Británico, que asume el rol que en la vida real asumió en diplomático español, y la parte de acción en el cowboy Heston, que se comporta como si estuvieran en el salvaje Oeste de su país…
En lo las decoraciones, ver la habitación de La Emperatriz, con unos detalles impresionantes en la escenografía, como paneles grabados y lacados que apenas se entrevén tras ella, o el diseño de vestuarios, o los despachos de los embajadores, muestra el grado de detalle y precisión, a la par que elegancia, que infundía a todas las películas que producía Bronston, pues todas estaban cortadas por el mismo patrón:
La perfección en cada una de las escenas.
Y la perfección a base de carpinteros, artesanos de la piedra, historiadores...
Desde el punto de vista histórico, 55 Days At Peking es muy correcta, es verdad que faltan algunos hechos que hubiesen sido interesantes, como el asesinato de los cristianos chinos, y no centrarse tanto en los europeos, o ver como más de 5,000 chinos lucharon en el rescate, al lado de las potencias extranjeras, algo que tampoco nos muestran, pero es normal, es una película angloamericana muy egocéntrica, pero excelente, y por eso hay que agradecer al ruso-americano Samuel Bronston, que la produjera.
También hay que añadir, que la mayor parte de los asesinatos y venganzas que se cometieron por allá, después de los hechos, fueron sobre todo, obra de los alemanes…
De hecho, en 55 Days At Peking, el niño recibe un disparo que, lamentablemente, dado que es un chino quien dispara, no es definitivo.
Además, tenemos a la china huérfana que, por supuesto, no puede acabar mal.
Los sacerdotes son buenos, la rusa no es tan golfa como la pintan, y al final, ganan los occidentales, con un desfile oportuno de las tropas internacionales de rescate, entre las que, por supuesto, no se encontraban las españolas.
La escena del baile en 55 Days At Peking, es de las más memorables de la historia del cine, por la gran calidad de los actores que la interpretan, en la misma, La Baronesa luce el famoso collar, y El Mayor Lewis se enfrenta al grupo de bóxers, lo que provoca el entusiasmo del Embajador Alemán, lo que posteriormente le cuesta la vida.
Una escena que me hizo gracia, cuando Los Embajadores de Inglaterra y Francia, sacan los libros para utilizarlos de barricada, aduciendo que la Historia del otro país no les importa…
O cuando David Niven y Charlton Heston, han de cruzar una masa de cientos de chinos sin protección, manteniendo la compostura, mientras todos les gritan.
La definición de tensión, es emocional.
Hechas las salvedades, emerge como resultado final, un brillante film épico, digno de mejor suerte.
La ambientación es muy brillante, la puesta en escena es distinguida, y elegante.
Por último, Dimitri Tiomkin compondría una banda sonora enérgica, tremendamente dinámica, con poderosas marchas y temas de acción, tanto para los asedios, como para la defensa de la ciudad.
No es una banda sonora seria, en el sentido de que la música no es casi en ningún momento violenta, más bien, se encarga de acompañar la acción de forma grandilocuente y muy musical, cosa que no hacen muchas de las músicas que se componen hoy en día para cintas de acción.
“If China is a cow, Your Majesty, she is indeed a marvelous animal.
She gives meat as well as milk, and yet grows stronger”
Regresando a la historia de 55 Days At Peking, El Tratado de Paz, establecía el compromiso del gobierno chino, de ejecutar a 10 oficiales implicados en la revuelta, pagar $333 millones a los vencedores, en concepto de reparaciones de guerra, a lo largo de 40 años, conceder aún más ventajas comerciales a los extranjeros, y permitir el estacionamiento de tropas por parte de éstos, entre Pekín y el Mar Amarillo, con el fin de garantizar la seguridad de Las Embajadas Extranjeras en la capital.
China no perdió nuevos territorios en esta ocasión, debido en gran parte, a que los vencedores no terminaron de ponerse de acuerdo sobre los límites de sus zonas de influencia y/o anexión en el futuro.
En los años siguientes, la alianza se disolvió, y cada uno de sus antiguos integrantes, intentó imponer su propio plan para China.
Las disputas entre Rusia y Japón, en torno al dominio de Manchuria y Corea, llevaron finalmente a La Guerra Ruso-Japonesa de 1905, en la que se impusieron los nipones.
Con esta victoria, Japón aumentó aún más, el prestigio internacional conseguido en Las Guerras contra China, y afianzó su posición como potencia hegemónica en el área, en detrimento de Rusia.
Con el fin de contrarrestar el ascenso japonés, Estados Unidos y Gran Bretaña, decidieron más tarde, reducir el castigo impuesto a China, invirtiendo gran parte de las indemnizaciones de guerra, en la concesión de becas a ciudadanos chinos, y en la construcción de universidades, como la de Tsinghua.
Los pagos se reducirían, o cancelarían definitivamente, a lo largo de la década de los 30, antes de lo previsto.
Por su parte, La Dinastía Qing, quedó desacreditada una vez más, a ojos de los funcionarios y el pueblo llano, aumentando entre las élites, los apoyos al establecimiento de una República.
Cixí trató de frenar esto, abandonando la política conservadora que había defendido hasta entonces, y realizando múltiples reformas en sus últimos años, llegando a prometer que se realizaría el establecimiento de un nuevo régimen constitucional en 1916.
La muerte de La Emperatriz en 1908, truncó estos planes, y finalmente, China se convertiría en una República tras la revolución de 1911.
Como conmemoración de su participación en esta expedición, los soldados del 9º Cuerpo de Infantería de Estados Unidos, fueron apodados “manchúes” y añadieron la figura de un Dragón Imperial a su uniforme.
Existe cierta controversia en la China actual, acerca de lo que fueron y significaron los disturbios de 1898–1901.
Mientras que algunas fuentes la consideran una “rebelión” o “desorden” (亂), términos que poseen un sentido negativo en la lengua china, otros consideran que fue un movimiento patriótico en contra de las continuas ofensas extranjeras, por lo que prefieren el término “levantamiento” (起義), de carácter más positivo.
El actual gobierno de La República Popular China, se decanta por esta última opción, y considera los sucesos, como producto de un “movimiento patriótico”
En enero de 2006, El Suplemento Semanal “Freezing Point”, perteneciente al periódico “China Youth Daily”, fue clausurado por incluir un ensayo de Yuan Weishi, profesor de Historia de la Universidad de Zhongshan, en el que se criticaba el tratamiento que se daba en las escuelas chinas a la rebelión bóxer, y las relaciones entre China y los poderes extranjeros en general, durante el siglo XIX.

“Congratulations, Sir Arthur!
It seems the British have won another bloodless victory!”



Comentarios

Entradas populares