The Book Thief
“If your eyes could speak, what would they say?”
La Segunda Guerra Mundial, es uno de los contextos más recurridos en el cine.
Ha servido de escenario, a tragedias personales, épicas hazañas, historias de aventuras, thrillers políticos, gamberradas de cineastas, con un estilo muy personal, e incluso, cintas de terror.
Mucho antes de la persecución abierta, los nazis habían comenzado ya a hostigar a los autores, y obras que les resultaban desagradables.
Lo hicieron con la novela antibélica “Sin Novedad En El Frente Occidental” y con su autor, Erich Maria Remarque, a quien sepultaron, mediante una campaña de desprestigio sin precedentes.
En Hamburgo, los estudiantes quemaron en 1929, públicamente El Tratado de Versalles, y La Constitución de Weimar.
En 1931, se llevó adelante, un proceso contra Carl von Ossietzky, editor de la revista política “Die Weltbühne”
Más tarde, el periodista y pacifista, sería encarcelado en un campo de concentración, en condiciones a las que no sobrevivió.
Con la quema de libros, El Régimen Nazi quería ganar las universidades para su ideología de “sangre y suelo”, a la que también, estudiantes y profesores, debían dar muestras de lealtad.
A partir del mes de abril de 1933, el estudiantado alemán, hizo un llamamiento a las universidades, a movilizarse contra el “espíritu de descomposición judío”
Los estudiantes, como “fuerza de asalto espiritual” y las bibliotecas públicas de la ciudad, debieron participar en la “limpieza”:
En todas las universidades, se habían formado “comités de lucha”
Todo el mundo debía revisar la propia biblioteca, en busca de la “literatura de la descomposición”
El llamamiento, encontró oídos dispuestos.
Los jóvenes, que hacia 1930, habían alcanzado la edad adulta, se habían habituado a ver el mundo, en términos de enemigos y aliados.
“El antisemitismo se transformó en uno de los bienes comunes de los alemanes”, escribió el historiador Götz Aly en su libro:
“¿Por qué Los Alemanes? ¿Por qué Los Judíos?”
Poco tiempo después de la toma de poder de los Nacionalsocialistas en 1933, se inició en marzo, una campaña denominada “Aktion wider den undeutschen Geist” liderada por la Nationasozialistischer Deutscher Studentenbund o Unión Estudiantil Nacionalsocialista, en contra de los escritores judíos, marxistas, y pacifistas, cuyas obras se considerasen de espíritu anti-alemán.
Las persecuciones, alcanzaron su clímax, el 10 de mayo del mismo año, con una quema de libros previa y metódicamente organizada por estudiantes de la Unión Estudiantil Nacionalsocialista.
Una multitud de 70 mil personas, se reunió en el Opernplatz de Berlín, delante de la Universidad Humboldt, y fue el evento que activó una reacción en cadena de quema de libros, en 21 universidades alemanas.
En ellas, tanto estudiantes miembros de la Unión Estudiantil Nacionalsocialista, como docentes y representantes de los órganos nazis, arrojaron al fuego, los libros de los autores censurados.
Estudiantes universitarios, habían acarreado hasta allí, más de 20 mil libros en carretillas y camiones.
El propósito de esta noche, quedaría grabado en un discurso lleno de odio, del líder estudiantil nacionalsocialista, Herbert Gutjahr:
“Hemos dirigido nuestro actuar, contra el espíritu no alemán.
Entrego todo lo que lo representa, al fuego”, gritó el joven estudiante de 23 años, para luego, arrojar una pila de libros a la llamas de un hoguera alimentada por miles de libros ardientes.
Escenas como la descrita, se repitieron ese 10 de mayo en toda Alemania. Estudiantes en prácticamente todas las ciudades universitarias, quemaron títulos de autores que no cuadraban con sus marcos ideológicos.
Unas semanas antes, universitarios habían comenzado a retirar los libros, de escritores, poetas, y periodistas considerados indeseados, de los estantes de las bibliotecas públicas, y de las academias.
Para ellos, los libros contenían un ideario que consideraban nocivo para Alemania, o bien, sus autores eran considerados enemigos de los nazis.
Representados por socialistas, comunistas, pacifistas, y autores judíos.
Nadie se les interpuso en su camino.
En la parte política, fue a finales de enero, que habían tomado el poder los nazis, y se acababa La República de Weimar, un mes más tarde, ardía el Reichstag, Hitler obtenía poderes dictatoriales, ahora comenzaba la conquista de las mentes alemanas.
“El Estado ha sido conquistado.
Faltan las Universidades”, fue la proclama de La Unión Alemana de Estudiantes en abril de 1933.
El motor detrás de las acciones, era la Unión de Estudiantes Nacionalsocialista, que había iniciado en abril de ese año, la Acción contra el espíritu no alemán, y que culminaría en la quema de libros.
Una muestra de la iniciativa propia de los estudiantes universitarios en estos actos de barbarie, que no requirió de la planificación de la plana mayor nacionalsocialista.
En Berlín, los estudiantes se trasladaron con antorchas hasta la Universidad, en la Oranienburger Strasse.
Ahí los esperaban camiones cargados con cerca de 25.000 libros.
Desde ahí, la caravana se trasladó a La Plaza de la Opera.
La atmósfera era de carnaval:
Una orquesta tocaba música, miles de espectadores se alineaban en la ruta para ver el fantasmal ritual.
Entre las, aproximadamente 70,000 personas, había profesores vestidos con sus togas, miembros de organizaciones estudiantiles, asociaciones de las SA, las SS, y las Juventudes Hitlerianas.
Como llovía, los nazis tuvieron que usar gasolina para prender el fuego.
Cuando a la mañana siguiente entró en acción el servicio de limpieza, de los 20,000 libros, sólo quedaban cenizas.
Un año más tarde, más de 3,000 títulos, habían pasado a integrar las “Listas Negras”
Se perseguía, en primer lugar, y como era de esperarse, a los judíos vivos, como Benjamin o Alfred Döblin, o muertos, como Heine.
Una de las tesis que defendían los estudiantes nazis, antes de las quemas del 10 de mayo, era que si un escritor judío escribía en alemán, estaba mintiendo, y que los judíos debían escribir en hebreo.
En segundo lugar, se buscaba hacer desaparecer de las bibliotecas, a los autores de libros pacifistas, como era el caso de Erich Maria Remarque o Arnold Zweig. Tanto Zweig como Remarque, aparecieron ya, en las primeras listas, y fueron tan odiados como Heinrich Mann.
Además, eran vistos como enemigos autores, a quienes se considerasen vinculados al socialismo, o al comunismo, como Anna Seghers, Heinrich Mann o Bertolt Brecht.
Los autores extranjeros cuyos libros fueron lanzados a las llamas por los nazis, entre ellos Ernest Hemingway, John Dos Passos, y Maximo Gorki, merecerían un capítulo aparte.
Entre los escritores soviéticos “quemados”, llama la atención, encontrar a muchos que también fueron perseguidos por el estalinismo.
El nombre más conocido, es tal vez el de Isaak Babel, que murió fusilado en la cárcel estalinista de Butyrka, en 1940.
Entre los intelectuales, y artistas alemanes, comenzó en 1933, un éxodo sin precedentes.
La nación, a la que desde el exterior, a menudo se refería con admiración como país de poetas y pensadores, obligó a muchos de sus talentos, a la emigración:
Los hermanos Thomas y Heinrich Mann, los hijos del primero Erika, Klaus y Golo, los escritores Anna Seghers y Lion Feuchtwanger, y tantos otros de su talla.
Muchos, se organizaron para luchar contra los nazis.
El premio Nobel, Thomas Mann, cuyos libros aún se habían salvado ese 10 de mayo, habló a través de las ondas de la emisora británica BBC a los oyentes en Alemania.
“Es una voz de advertencia, advertirles es el único servicio que un alemán como yo puede prestar hoy”, alertó.
A autores que no emigraron, como Erich Kästner, se les prohibió la publicación de sus libros en Alemania.
Ya para 1934, existía una lista, con más de 3 mil publicaciones censuradas.
La mayoría de los alemanes, sin embargo, entre ellos muchos intelectuales, acríticos y profesores universitarios, aceptaron en silencio, la quema de libros, y la censura.
Algunos incluso la aprobaron. Tal vez, tan preocupante como lo anterior, sea el rol determinante que desempeñaron los estudiantes, en destruir y aplanar la diversidad de la creación intelectual alemana.
El comercio de libros, apoyó activamente a los nazis cuando hicieron su selección:
En El Boletín de los libreros alemanes, se publicó la lista de autores prohibidos.
Libros de Heinrich Mann, Erich Kästner, Arthur Schnitzler, Lion Feuchtwanger, Kurt Tucholsky o Sigmund Freud, se catalogaban de “inmorales” y “decadentes”
Como guía de selección de libros a quemar, sirvieron las denominadas “Listas Negras” escritas por el bibliotecario berlinés, el Dr. Wolfgang Herrmann.
Las listas estaban divididas en 6 categorías:
1. Bellas Letras, inicialmente 71, luego 127 autores, y 4 antologías.
2. Historia, 51 autores, y 4 antologías.
3. Artes, 8 obras, y 5 monografías.
4. Política, 121 nombres, y 5 obras sin autor.
5. Historia Literaria, 9 nombres de autores.
6. Religión, Filosofía y Pedagogía.
Con ello, la quema de libros en el Opernplatz de Berlín, fue el acto central que fue transmitido a los hogares alemanes, a través de la radio.
Muchos de los estudiantes, habían aparecido en uniformes de las organizaciones nazis.
Algunos líderes estudiantiles seleccionados arrojaban pilas de libros, alimentando las llamas, con denominadas proclamas de fuego.
“¡Contra la decadencia y la corrupción moral!
Por la disciplina y las costumbres en la familia, y en el Estado.
Le entrego al fuego, los escritos de Heinrich Mann, Ernst Glaeser y Erich Kästner”, fue la segunda de estas proclamas.
El propio Erich Kästner, autor de numerosos libros infantiles, internacionalmente conocidos como “Emilio y los detectives”, se encontraba esa noche del 10 de mayo en la plaza, para ser testigo de la macabra escenificación que describió como “repugnante”
A medianoche, intervino El Ministro de Propaganda del Reich y Doctor de Filología Germánica, Joseph Goebbels, quien declamaba:
“Hombres y mujeres de Alemania, la era del intelectualismo judío está llegando a su fin, y la consagración de La Revolución Alemana, le ha dado paso también, al camino alemán”
Pese a estas palabras incendiarias, por un tiempo al menos, Hitler trató de moderar a sus seguidores, ya que temía que el movimiento se le fuera de las manos.
Además, en el exterior, las reacciones a la quema de libros, fueron de espanto.
La revista norteamericana Newsweek, lo llamó entonces un “Holocaust Of Books” u “Holocausto De Libros”
“Dort, wo man Bücher verbrennt, verbrennt man am Ende auch Menschen” o “Ahí donde se queman libros, se acaban quemando también seres humanos”, había predicho Heinrich Heine.
El poeta, de origen judío, era uno de los tantos autores, que los nazis querían hacer desaparecer de las bibliotecas.
La frase de Heine, muerto en 1856 en su exilio parisino, resultó profética.
Solo algunos años más tarde, comenzaría el genocidio contra todo tipo de minorías, y personas consideradas indeseables, entre ellos 6 millones de judíos, conocido ahora como Holocausto.
Cuenta la leyenda, que Sigmund Freud comentó al enterarse:
“Es un gran progreso, con respecto a La Edad Media.
Ahora queman mis libros, pero entonces, me hubieran quemado a mí”
Tres cuartos de siglo después, los alemanes descubren con rubor, que los nazis lograron al menos en cierta medida, su objetivo.
No acabaron con Freud, Bertolt Brecht, o Heinrich Mann, pero si consiguieron hacer desaparecer la obra de numerosos autores contemporáneos menores.
Estos bárbaros acontecimientos de la década de los 30 del siglo pasado, los recuerda hoy, en la misma plaza berlinesa, que se llama Bebelplatz, una inusual instalación llamada, Versunkene Bibliothek o Biblioteca sumergida.
En el lugar de la quema de libros, está instalada una placa de vidrio, debajo de la que se encuentra una habitación con estanterías vacías, que transmite la idea de la pérdida.
La luz que se extiende desde esta habitación vacía, cuyo autor es el arquitecto israelí Micha Ullmann, atrae a los transeúntes, y no les deja olvidar, el tiempo en el que se intentó perpetrar una decapitación intelectual.
“The only truth that I truly know is that I am haunted by humans”
The Book Thief es una película dramático con trasfondo bélico, del año 2013, escrita y dirigida por Brian Percival.
Protagonizada por Sophie Nélisse, Geoffrey Rush, Emily Watson, Nico Liersch, Ben Schnetzer, Sandra Nedeleff, Hildegard Schroedter, Gotthard Lange, entre otros.
El guión es de Percival y Michael Petroni, basados en la novela homónima escrita por Markus Zusak, que con la muerte, y una niña tomando protagonismo en el contexto nazi, narra la exploración de la adolescencia y sus vivencias con influencias tanto de “El Diario de Ana Frank” como del “Fahrenheit 451” (1953) de Ray Bradbury.
The Book Thief estuvo nominada al Oscar para John Williams como mejor banda sonora.
El escritor Markus Zusak, es un joven autor que vive en Sydney, Australia, y se dio a conocer internacionalmente, con “The Book Thief”, una espléndida novela, inspirada en las experiencias que sus padres vivieron en Alemania y Austria, durante La Segunda Guerra Mundial.
“The Book Thief” es una novela publicada en 2005; y por septiembre de 2009, había estado 105 semanas, en la lista de Mejores Best Sellers Infantiles del New York Times.
La historia, que narra desde los años 30, cuando una niña llega al pueblo, hasta aproximadamente 1945, con el fin de La Segunda Guerra Mundial.
Una animosa y valerosa jovencita, que transforma las vidas de todas las personas de su entorno, cuando la envían a vivir con una familia de acogida.
Para ella, el poder de las palabras y de la imaginación, se convierte en una forma de escapar de los tumultuosos eventos que la rodean, tanto a ella, como a toda la gente que conoce y quiere.
La lectura, toma un papel fundamental en The Book Thief, ya que a través de la misma, la protagonista consigue evadirse de la terrible realidad.
The Book Thief es una historia contada por un narrador poco habitual:
La Muerte, quien nos muestra la historia de ella y su familia de acogida, en un pueblo cercano a Múnich, en la Alemania nazi anterior, y sincrónica a La Segunda Guerra Mundial.
El partido de Hitler es todopoderoso, y sus adeptos, más numerosos cada día.
Descubrimos su destino trágico, por voz de la muerte, quien con su humor negro y su cinismo, sirve de testigo objetivo de la locura humana.
Liesel Meminger (Sophie Nélisse) es una niña rubia y de ojos color castaño, es la protagonista de la historia.
La adopta la familia Hubermann, cuando su padre “abandona” a su familia, y su madre (Heike Makatsch) se ve obligada a darla en adopción.
Su hermano menor, Werner, muere en el camino a la casa Hubermann.
Con el tiempo, Liesel se encariña de Hans Hubermann (Geoffrey Rush), su padre de acogida, y tiene una relación peligrosa, pero cariñosa, con su madre adoptiva, Rosa (Emily Watson)
Se hace amiga de Max Vandenburg (Ben Schnetzer), el judío que los Hubermann esconden; así como de la esposa del Alcalde, Ilsa Hermann (Barbara Auer), que permite a Liesel, leer, pedir prestado, y robar los libros de su biblioteca.
También, se hace amiga de los otros niños de la Himmelstrasse, como Rudy Steiner (Nico Liersch), que se convierte en su mejor amigo.
Los libros, salvaron su vida, pues al ser bombardeado Himmelstrasse, ella estaba en el sótano de su casa escribiendo.
Eligió el sótano como lugar en el que pasar el tiempo, porque allí compartía el amor por las palabras con Max, y fue allí donde aprendió a leer y a escribir.
Hans Hubermann es el padre adoptivo de Liesel, que trabaja como pintor.
Tiene el mal hábito de fumar, y es adicto a los cigarrillos.
Sirvió al ejército alemán durante La Primera Guerra Mundial.
Al final, fue el único superviviente de su campaña, ya que eligió quedarse atrás, mientras los otros soldados eran enviados a una peligrosa y fatal misión.
En La Era del Holocausto, no está de acuerdo con el partido nazi, pero se ve obligado a unirse; y es, al ser aceptado en el partido nazi, enrolado en el ejército alemán, con el fin de proteger su vida, y la de su familia.
El padre de Max Vandenburg, Erik, un amigo del ejército que salvó la vida de Hans, le enseñó a tocar el acordeón, y de vez en cuando, toca en los bares para ganar dinero extra.
Hans tiene un inmenso cariño por Liesel, a quien consolaba después de sufrir pesadillas con su hermano muerto, y le enseña a leer.
Sin embargo, Hans tiene una pelea con su hijo real, Hans Jr., debido al apoyo de este, a los nazis.
Hans Hubermann muere en el bombardeo en la Himmelstrasse.
Rosa Hubermann es la madre de acogida de Liesel.
Para complementar el ingreso familiar, lava y plancha la ropa de los 5 hogares más ricos en Molching; sin embargo, va perdiendo sus trabajos uno por uno, el último en la casa de Hermann.
Tiene un temperamento fuerte, y es conocida por enderezar anteriores hijos adoptivos.
A pesar de que a menudo insulta Liesel, se preocupa mucho por ella.
Liesel, además, admira su cualidad de poder tomar decisiones en los momentos críticos.
Rosa tiene 2 hijos biológicos:
Trudy y Hans Jr.
Rosa muere en el bombardeo de la Himmelstrasse.
Max Vandenburg es un púgil judío, que los Hubermann esconden en su casa.
Hans esconde a Max para salvarle la vida, al igual que el padre de Max, Erik Vanderburg, salvó la de Hans, en la otra Gran Guerra.
Max se hace amigo de Liesel, debido a que ambos se despertaban de las pesadillas en plena madrugada, y por el amor que ambos tienen por las palabras.
La pesadilla de Max, es que Hitler baja por las escaleras del sótano, y se pelea con él, cada noche.
Max escribe 2 libros para Liesel:
El primero se lo regaló en Navidad, titulado “El Vigilante”, y el segundo, se lo dejó antes de irse, “El Árbol de Las Palabras”
Él será llevado por La Gestapo alemana, al campo de concentración Dachau, pero se las arregla para volver a Molching después de la guerra, y se une a Liesel al final.
Es el único ser querido, más cercano a Liesel que sobrevive, aparte de Alex Steiner.
Rudy Steiner es el mejor amigo de Liesel.
Es 8 meses mayor que ella, y se caracteriza por tener piernas huesudas, dientes afilados, ojos azules, y pelo de color limón.
A pesar de ser “el ideal alemán”, pelo rubio y ojos azules, no simpatiza con el nazismo.
Está afiliado a La Juventud Hitleriana, por ser obligatorio en la época.
Como parte de una familia con 6 hijos, Rudy está permanentemente hambriento.
Es conocido en todo el barrio, debido al “incidente Jesse Owens”:
Una noche, se había pintado con carbón, todo el cuerpo, y corría 100 metros en el ámbito deportivo local.
Es académico y dotado atléticamente, lo que atrae al Partido Nazi, a intentar llevárselo a una escuela de entrenamiento físico, pero sus padres rechazan la idea.
Como castigo, llevan a su padre, Alex Steiner, a la guerra.
También, se mete en problemas en Las Juventudes Hitlerianas, por hablar de más, y por su naturaleza rebelde.
Rudy a menudo, acompaña a Liesel en sus aventuras, y está con ella en las buenas y en las malas.
También, le toma el pelo con regularidad, aunque siempre sin éxito, pidiéndole un beso, sobre todo, después de prestarle su ayuda, o hacerle un favor; por ejemplo, cuando uno de los libros de Liesel, y la posesión más preciada, es arrojado al río, Rudy lo rescata.
Muere en el bombardeo de la Himmelstrasse, y Liesel finalmente, le concede un beso, mientras él yace muerto en la calle.
Ilsa Hermann es la esposa del alcalde de Molching.
Tuvieron un hijo, Johann Hermann, quien fue asesinado en Rusia.
Rosa y Liesel, lavaron y plancharon su ropa por un tiempo.
Finalmente, la mala situación económica, obliga a Ilsa a despedirlas, lo que provoca una discusión con Liesel.
A pesar de esto, Ilsa permite Liesel a que lea sus libros, e incluso, a que se los robe.
Deja que Liesel viva con ella, después de enterarse de que esta había sobrevivido al bombardeo de Himmelstrasse.
Sin embargo, el peso de The Book Thief, no descansa sobre el argumento, sino en todo lo que nos hará sentir.
Los personajes también son muy importantes, pues son ellos los que nos transmitirán esos sentimientos.
Los personajes van evolucionando, según va evolucionando la historia, y con ellos, también lo hará el narrador.
La historia abarca un amplio marco temporal, saltándose a veces, varios meses en los que no ocurre nada.
Al estar ambientada en unos acontecimientos históricos reales, podemos saber lo que va a ocurrir en cada momento, pues nos van dando las fechas por las que transcurre la historia.
Lo más curioso de The Book Thief es su narración.
Desde primera hora, se pronuncia como la muerte, y es quien tiene sin duda las mejores frases, lo que nos vislumbra de forma previsible, como va a ir ocurriendo todo hasta su tramo final.
Aunque en The Book Thief se muestra la realidad de la locura Nazi, y el comienzo del Holocausto, se hace de una manera distante, y soportable, centrándose en la vida de esta niña, acogida por una familia que demuestran ser personas extraordinarias por su bondad, su valentía, su humanidad; y que se comprometen para poder salvar a un amigo.
La protagonista, intenta luchar contra la pérdida, pues ya perdió a su hermano, y a sus padres.
Pero la guerra seguirá imponiendo un inexorable destino, en el que tendrá que seguir encontrándose con otras perdidas.
Es una película donde el respeto, la solidaridad, la entrega incondicional, y la lealtad, tienen bases muy sólidas, quedando bien en claro que, es esto y no otra cosa, lo que interesa a los Hubermann, para hallar la felicidad.
Pero ellos, nadie puede sustraerse al entorno, y a la política del Estado… y pronto, los portadores de la esvástica, comenzarán a traer miedo, inseguridad, e inestabilidad a la calle Himmel.
The Book Thief es un título que alude al alto aprecio que comienza a tener, para Liesel, cada libro que encuentra en su camino, pues quiere engullir, entender, y memorizar cada palabra que en ellos encuentra, hasta convertirse pronto, en una chica brillante, que defiende el arte y la vida por encima de todas las cosas.
Lecciones del libro de nuestras vidas:
Aprender el valor y significado de las palabras, las palabras son vida, conoce el amor y el verdadero sentido de la amistad; y si la vida te roba, tienes que saber recuperarlo.
The Book Thief nos enseña la importancia de leer, para sobrepasar tiempos difíciles.
Pero, si el libro tiene su valía en su mensaje de la lectura, como libertad/escapismo en una sociedad totalitaria, y en el enfoque narrativo manifestado con tono sensible, lírico… The Book Thief carece de tales virtudes.
Aunque en realidad, el mundo de los libros es tocado de forma tangencial, y lo que más importa es la relación con sus padres, y con su amigo judío.
Tiene momentos interesantes y crueles, como la escena de La Noche de Los Cristales Rotos, y alguna que otra escena, donde se enfoca bien, como eran los nazis.
De ahí que The Book Thief se transforme en un melodrama plano, interminable.
Su aspecto iniciático, resulta muy simple, las relaciones personales son forzadas, y la historia no significa sus esencias, más allá de fundamentar de forma superflua, la trama con lugares comunes en torno al holocausto, la manipulación emocional, y formas tópicas de un régimen de pensamiento único.
Lo Peor es la combinación lingüística, derivado de su arbitrario uso del inglés y el alemán.
No entiendo, por qué si toda The Book Thief está doblada, los “no y si” los dicen en alemán, y algunas cosas más.
No tiene sentido.
“Mein Kampf” o “Mi Lucha” de Hitler, con las hojas pintadas de blanco... y una dedicatoria en hebreo…
Su superficialidad, y la poca enjundia de un narrador, la muerte, que exigía una mayor determinación.
Y cuando aparece la niña en el coche, y su nueva madre le dice “mugrienta”; sin embargo, la niña ni va manchada, ni lleva el vestido roto, la ropa está limpia...
O cuando la familia no tiene casi ni para comer; mas, durante el metraje, no adelgaza nadie.
Si la familia pasa hambre, y durante más de 2 años solo comen sopa de guisantes 2 veces al día, quiero verles con hambre, delgados, y sufriendo; sin embargo, todos los personajes, muestran una lozanía impropia de familias pobres en época de guerra.
Otro detalle, los niños no envejecen apenas, y pasan más de 6 años.
¿Cómo aprende la niña a leer en inglés?
Tanto los libros que aparecen, como muchas palabras de la pizarra del sótano, están en inglés, recordemos que todo transcurre en Alemania... obvio, que The Book Thief es la muestra del cine más comercial.
A esto, hay que unirle con palillos, la reencarnación de Roberto Benigni en Geoffrey Rush, quien trata de hacerle pasar la vivencia a la niña más tranquila que su nueva madre, e incluso, la llama de forma dulce “su majestad”, donde encontramos cierto símil, en formas y actitud, al personaje de “La Vita è Bella” (1997)
No obstante, Rush es de lo mejor de The Book Thief, y es el único personaje que llega a crearnos cierta ternura por ser tan bueno.
Su esposa en la ficción, interpretada por Emily Watson, es una mujer rancia, que se comporta de forma muy fría con la niña, sin embargo, y apenas sin explicación, sufre un cambio repentino que el espectador no llega a entender.
De igual modo, ésta tiene una escena incomprensible, ocurre cuando va al colegio, y saca a la niña de mala manera, haciendo un papel, para comunicarle a ésta, que Max, quien está refugiado en su sótano, ha vuelto a la vida, después de una larga penuria y enfermedad.
¿Es que esto no se lo pueden decir a la pequeña, cuando salga de la escuela?
La música, del colosal John Williams, tiene algún momento bueno, como la melodía principal de piano es perfecta para meterse en ambiente, pero el resto es bastante simple.
Por lo menos, no es la típica banda sonora musical hipersensible, que suele acompañar a estas películas, subrayando burdamente la trama, lo cual se agradece.
Al fin y al cabo, John Williams es un titán de la música de cine, y tiene suficiente clase para no ser chabacano.
“There once was a girl, who had a friend that lived in the shadows.
She would remind him how the sun felt on his skin and the air felt like to breathe, and that reminded her that she was still alive”
Fue con la aparición de la imprenta, cuando comenzó la quema de libros prohibidos.
“La Inquisición, ya quemaba libros, y desde que existe la imprenta, en el siglo XV, hubo un índice de textos prohibidos; no es algo nuevo, sino que tiene antecedentes muy concretos en la historia de Europa”, afirma el politólogo español, Ignacio Sotelo.
La quema de libros, fue el punto más álgido, al que llegó la planeada “Acción Contra el Espíritu Anti Alemán”, pero ese 10 de mayo de 1933, no fue la primera vez que ocurrió en la historia alemana:
En 1817, estudiantes nacionalistas alemanes, habían conmemorado La Batalla de Las Naciones contra las tropas de Napoleón, echando al fuego, El Código Napoleónico, y obras de autores judíos.
Y es que la quema de libros, sigue siendo una práctica para aniquilar no sólo las obras considerada blasfemas o subversivas, sino también, para destruir la identidad cultural, religiosa, étnica, o política.
En 1992, por órdenes de Radovan Karadzic, fue quemada La Biblioteca Nacional de Sarajevo, que albergaba 3 millones de libros y manuscritos.
En 2005, fue quemada la obra del Premio Nobel de Literatura, Orhan Pamuk, que criticó la política turca, frente a la población kurda.
“Todavía no se ha conseguido la tolerancia religiosa, que es el origen de todas las formas de la tolerancia”, afirma Sotelo.
¿La tolerancia religiosa, conduce a una tolerancia política?
“A una tolerancia política, y a una tolerancia social”, afirma y añade:
“Los europeos tuvimos guerras religiosas en el siglo XVI, La Guerra de Los Treinta Años en el siglo XVII.
La tolerancia religiosa, fue después de La Paz de Westfalia, donde se dijo:
Los católicos gobiernan los países católicos, y los protestantes gobiernan a los protestantes.
El catolicismo no fue capaz con las armas, de acabar con el protestantismo.
Las guerras de religión, han marcado Europa.
La Europa ilustrada, que es la que forma las raíces de nuestra cultura actual, surge con la libertad religiosa”, afirma.
Es por ello, que El Consejo de Cultura alemán, se propuso dedicar el 75 aniversario de tan triste acontecimiento, a la recuperación de la memoria histórica y bibliográfica de esos autores.
El ensayista Volker Weidermann, autor de “El libro de Los Libros Quemados”, ha desenterrado a 131 de estos escritores.
De sus nombres, sólo nos suenan unos pocos:
Lion Feuchtwanger, Emil Ludwig, Heinrich Mann, Theodor Plevier, Erich Maria Remarque, Arnold Zweig….
Y es cierto, que la mayoría no hubiera pasado a la historia por su trabajo.
Pero Weidermann justifica su reivindicación, con una cita de Philip Roth:
“Todos los escritores quemados por El Tercer Reich, fueron dignificados por las llamas”
Los motivos para verse incluidos en La Lista Negra elaborada por el bibliotecario Wolfgang Hermann, fueron diversos.
Algunos como Zweig, fueron condenados por promover el pacifismo, otros por sus tendencias comunistas o socialistas, otros, simplemente, por cultivar un modernismo revolucionario y librepensador, que irritaba a los nazis.
Aunque el billete estrella para la hoguera era, evidentemente, el de ser judío.
Es lo que le sucedió a Arthur Holitscher, un oscuro escritor de principios de siglo que, como señala Weidermann, conoció la inmortalidad de una manera irónica:
Sirviendo de modelo, para el grotesco Detlev Spinell, personaje del “Tristán” (1903) de Thomas Mann.
A ellos, los grandes y pequeños, les une el haberse enfrentado a un drama en común.
Los gigantes prevalecieron, pero los pequeños fueron engullidos por el oscurantismo y la histeria.
Tuvieran talento o no, desearan ser mártires de la razón o no, estos escritores se encontraron siendo la avanzadilla de una batalla, que ya se estaba librando años antes de las trincheras, los bombardeos, y los campos de extermino.
Es cierto lo que dice Roth, los nazis dignificaron su obra, quemándola.
Fue un símbolo de la muerte de la razón, que permitiría las matanzas de después.
Los autores anónimos represaliados, son como los soldados desconocidos, disueltos en los campos de batalla.
La pura casualidad, no les hizo héroes, y es por ello que les debemos aún más la memoria.
“I'm not lost to you, Liesel.
You'll always be able to find me in your words.
That's where I'll live on”
La Segunda Guerra Mundial, es uno de los contextos más recurridos en el cine.
Ha servido de escenario, a tragedias personales, épicas hazañas, historias de aventuras, thrillers políticos, gamberradas de cineastas, con un estilo muy personal, e incluso, cintas de terror.
Mucho antes de la persecución abierta, los nazis habían comenzado ya a hostigar a los autores, y obras que les resultaban desagradables.
Lo hicieron con la novela antibélica “Sin Novedad En El Frente Occidental” y con su autor, Erich Maria Remarque, a quien sepultaron, mediante una campaña de desprestigio sin precedentes.
En Hamburgo, los estudiantes quemaron en 1929, públicamente El Tratado de Versalles, y La Constitución de Weimar.
En 1931, se llevó adelante, un proceso contra Carl von Ossietzky, editor de la revista política “Die Weltbühne”
Más tarde, el periodista y pacifista, sería encarcelado en un campo de concentración, en condiciones a las que no sobrevivió.
Con la quema de libros, El Régimen Nazi quería ganar las universidades para su ideología de “sangre y suelo”, a la que también, estudiantes y profesores, debían dar muestras de lealtad.
A partir del mes de abril de 1933, el estudiantado alemán, hizo un llamamiento a las universidades, a movilizarse contra el “espíritu de descomposición judío”
Los estudiantes, como “fuerza de asalto espiritual” y las bibliotecas públicas de la ciudad, debieron participar en la “limpieza”:
En todas las universidades, se habían formado “comités de lucha”
Todo el mundo debía revisar la propia biblioteca, en busca de la “literatura de la descomposición”
El llamamiento, encontró oídos dispuestos.
Los jóvenes, que hacia 1930, habían alcanzado la edad adulta, se habían habituado a ver el mundo, en términos de enemigos y aliados.
“El antisemitismo se transformó en uno de los bienes comunes de los alemanes”, escribió el historiador Götz Aly en su libro:
“¿Por qué Los Alemanes? ¿Por qué Los Judíos?”
Poco tiempo después de la toma de poder de los Nacionalsocialistas en 1933, se inició en marzo, una campaña denominada “Aktion wider den undeutschen Geist” liderada por la Nationasozialistischer Deutscher Studentenbund o Unión Estudiantil Nacionalsocialista, en contra de los escritores judíos, marxistas, y pacifistas, cuyas obras se considerasen de espíritu anti-alemán.
Las persecuciones, alcanzaron su clímax, el 10 de mayo del mismo año, con una quema de libros previa y metódicamente organizada por estudiantes de la Unión Estudiantil Nacionalsocialista.
Una multitud de 70 mil personas, se reunió en el Opernplatz de Berlín, delante de la Universidad Humboldt, y fue el evento que activó una reacción en cadena de quema de libros, en 21 universidades alemanas.
En ellas, tanto estudiantes miembros de la Unión Estudiantil Nacionalsocialista, como docentes y representantes de los órganos nazis, arrojaron al fuego, los libros de los autores censurados.
Estudiantes universitarios, habían acarreado hasta allí, más de 20 mil libros en carretillas y camiones.
El propósito de esta noche, quedaría grabado en un discurso lleno de odio, del líder estudiantil nacionalsocialista, Herbert Gutjahr:
“Hemos dirigido nuestro actuar, contra el espíritu no alemán.
Entrego todo lo que lo representa, al fuego”, gritó el joven estudiante de 23 años, para luego, arrojar una pila de libros a la llamas de un hoguera alimentada por miles de libros ardientes.
Escenas como la descrita, se repitieron ese 10 de mayo en toda Alemania. Estudiantes en prácticamente todas las ciudades universitarias, quemaron títulos de autores que no cuadraban con sus marcos ideológicos.
Unas semanas antes, universitarios habían comenzado a retirar los libros, de escritores, poetas, y periodistas considerados indeseados, de los estantes de las bibliotecas públicas, y de las academias.
Para ellos, los libros contenían un ideario que consideraban nocivo para Alemania, o bien, sus autores eran considerados enemigos de los nazis.
Representados por socialistas, comunistas, pacifistas, y autores judíos.
Nadie se les interpuso en su camino.
En la parte política, fue a finales de enero, que habían tomado el poder los nazis, y se acababa La República de Weimar, un mes más tarde, ardía el Reichstag, Hitler obtenía poderes dictatoriales, ahora comenzaba la conquista de las mentes alemanas.
“El Estado ha sido conquistado.
Faltan las Universidades”, fue la proclama de La Unión Alemana de Estudiantes en abril de 1933.
El motor detrás de las acciones, era la Unión de Estudiantes Nacionalsocialista, que había iniciado en abril de ese año, la Acción contra el espíritu no alemán, y que culminaría en la quema de libros.
Una muestra de la iniciativa propia de los estudiantes universitarios en estos actos de barbarie, que no requirió de la planificación de la plana mayor nacionalsocialista.
En Berlín, los estudiantes se trasladaron con antorchas hasta la Universidad, en la Oranienburger Strasse.
Ahí los esperaban camiones cargados con cerca de 25.000 libros.
Desde ahí, la caravana se trasladó a La Plaza de la Opera.
La atmósfera era de carnaval:
Una orquesta tocaba música, miles de espectadores se alineaban en la ruta para ver el fantasmal ritual.
Entre las, aproximadamente 70,000 personas, había profesores vestidos con sus togas, miembros de organizaciones estudiantiles, asociaciones de las SA, las SS, y las Juventudes Hitlerianas.
Como llovía, los nazis tuvieron que usar gasolina para prender el fuego.
Cuando a la mañana siguiente entró en acción el servicio de limpieza, de los 20,000 libros, sólo quedaban cenizas.
Un año más tarde, más de 3,000 títulos, habían pasado a integrar las “Listas Negras”
Se perseguía, en primer lugar, y como era de esperarse, a los judíos vivos, como Benjamin o Alfred Döblin, o muertos, como Heine.
Una de las tesis que defendían los estudiantes nazis, antes de las quemas del 10 de mayo, era que si un escritor judío escribía en alemán, estaba mintiendo, y que los judíos debían escribir en hebreo.
En segundo lugar, se buscaba hacer desaparecer de las bibliotecas, a los autores de libros pacifistas, como era el caso de Erich Maria Remarque o Arnold Zweig. Tanto Zweig como Remarque, aparecieron ya, en las primeras listas, y fueron tan odiados como Heinrich Mann.
Además, eran vistos como enemigos autores, a quienes se considerasen vinculados al socialismo, o al comunismo, como Anna Seghers, Heinrich Mann o Bertolt Brecht.
Los autores extranjeros cuyos libros fueron lanzados a las llamas por los nazis, entre ellos Ernest Hemingway, John Dos Passos, y Maximo Gorki, merecerían un capítulo aparte.
Entre los escritores soviéticos “quemados”, llama la atención, encontrar a muchos que también fueron perseguidos por el estalinismo.
El nombre más conocido, es tal vez el de Isaak Babel, que murió fusilado en la cárcel estalinista de Butyrka, en 1940.
Entre los intelectuales, y artistas alemanes, comenzó en 1933, un éxodo sin precedentes.
La nación, a la que desde el exterior, a menudo se refería con admiración como país de poetas y pensadores, obligó a muchos de sus talentos, a la emigración:
Los hermanos Thomas y Heinrich Mann, los hijos del primero Erika, Klaus y Golo, los escritores Anna Seghers y Lion Feuchtwanger, y tantos otros de su talla.
Muchos, se organizaron para luchar contra los nazis.
El premio Nobel, Thomas Mann, cuyos libros aún se habían salvado ese 10 de mayo, habló a través de las ondas de la emisora británica BBC a los oyentes en Alemania.
“Es una voz de advertencia, advertirles es el único servicio que un alemán como yo puede prestar hoy”, alertó.
A autores que no emigraron, como Erich Kästner, se les prohibió la publicación de sus libros en Alemania.
Ya para 1934, existía una lista, con más de 3 mil publicaciones censuradas.
La mayoría de los alemanes, sin embargo, entre ellos muchos intelectuales, acríticos y profesores universitarios, aceptaron en silencio, la quema de libros, y la censura.
Algunos incluso la aprobaron. Tal vez, tan preocupante como lo anterior, sea el rol determinante que desempeñaron los estudiantes, en destruir y aplanar la diversidad de la creación intelectual alemana.
El comercio de libros, apoyó activamente a los nazis cuando hicieron su selección:
En El Boletín de los libreros alemanes, se publicó la lista de autores prohibidos.
Libros de Heinrich Mann, Erich Kästner, Arthur Schnitzler, Lion Feuchtwanger, Kurt Tucholsky o Sigmund Freud, se catalogaban de “inmorales” y “decadentes”
Como guía de selección de libros a quemar, sirvieron las denominadas “Listas Negras” escritas por el bibliotecario berlinés, el Dr. Wolfgang Herrmann.
Las listas estaban divididas en 6 categorías:
1. Bellas Letras, inicialmente 71, luego 127 autores, y 4 antologías.
2. Historia, 51 autores, y 4 antologías.
3. Artes, 8 obras, y 5 monografías.
4. Política, 121 nombres, y 5 obras sin autor.
5. Historia Literaria, 9 nombres de autores.
6. Religión, Filosofía y Pedagogía.
Con ello, la quema de libros en el Opernplatz de Berlín, fue el acto central que fue transmitido a los hogares alemanes, a través de la radio.
Muchos de los estudiantes, habían aparecido en uniformes de las organizaciones nazis.
Algunos líderes estudiantiles seleccionados arrojaban pilas de libros, alimentando las llamas, con denominadas proclamas de fuego.
“¡Contra la decadencia y la corrupción moral!
Por la disciplina y las costumbres en la familia, y en el Estado.
Le entrego al fuego, los escritos de Heinrich Mann, Ernst Glaeser y Erich Kästner”, fue la segunda de estas proclamas.
El propio Erich Kästner, autor de numerosos libros infantiles, internacionalmente conocidos como “Emilio y los detectives”, se encontraba esa noche del 10 de mayo en la plaza, para ser testigo de la macabra escenificación que describió como “repugnante”
A medianoche, intervino El Ministro de Propaganda del Reich y Doctor de Filología Germánica, Joseph Goebbels, quien declamaba:
“Hombres y mujeres de Alemania, la era del intelectualismo judío está llegando a su fin, y la consagración de La Revolución Alemana, le ha dado paso también, al camino alemán”
Pese a estas palabras incendiarias, por un tiempo al menos, Hitler trató de moderar a sus seguidores, ya que temía que el movimiento se le fuera de las manos.
Además, en el exterior, las reacciones a la quema de libros, fueron de espanto.
La revista norteamericana Newsweek, lo llamó entonces un “Holocaust Of Books” u “Holocausto De Libros”
“Dort, wo man Bücher verbrennt, verbrennt man am Ende auch Menschen” o “Ahí donde se queman libros, se acaban quemando también seres humanos”, había predicho Heinrich Heine.
El poeta, de origen judío, era uno de los tantos autores, que los nazis querían hacer desaparecer de las bibliotecas.
La frase de Heine, muerto en 1856 en su exilio parisino, resultó profética.
Solo algunos años más tarde, comenzaría el genocidio contra todo tipo de minorías, y personas consideradas indeseables, entre ellos 6 millones de judíos, conocido ahora como Holocausto.
Cuenta la leyenda, que Sigmund Freud comentó al enterarse:
“Es un gran progreso, con respecto a La Edad Media.
Ahora queman mis libros, pero entonces, me hubieran quemado a mí”
Tres cuartos de siglo después, los alemanes descubren con rubor, que los nazis lograron al menos en cierta medida, su objetivo.
No acabaron con Freud, Bertolt Brecht, o Heinrich Mann, pero si consiguieron hacer desaparecer la obra de numerosos autores contemporáneos menores.
Estos bárbaros acontecimientos de la década de los 30 del siglo pasado, los recuerda hoy, en la misma plaza berlinesa, que se llama Bebelplatz, una inusual instalación llamada, Versunkene Bibliothek o Biblioteca sumergida.
En el lugar de la quema de libros, está instalada una placa de vidrio, debajo de la que se encuentra una habitación con estanterías vacías, que transmite la idea de la pérdida.
La luz que se extiende desde esta habitación vacía, cuyo autor es el arquitecto israelí Micha Ullmann, atrae a los transeúntes, y no les deja olvidar, el tiempo en el que se intentó perpetrar una decapitación intelectual.
“The only truth that I truly know is that I am haunted by humans”
The Book Thief es una película dramático con trasfondo bélico, del año 2013, escrita y dirigida por Brian Percival.
Protagonizada por Sophie Nélisse, Geoffrey Rush, Emily Watson, Nico Liersch, Ben Schnetzer, Sandra Nedeleff, Hildegard Schroedter, Gotthard Lange, entre otros.
El guión es de Percival y Michael Petroni, basados en la novela homónima escrita por Markus Zusak, que con la muerte, y una niña tomando protagonismo en el contexto nazi, narra la exploración de la adolescencia y sus vivencias con influencias tanto de “El Diario de Ana Frank” como del “Fahrenheit 451” (1953) de Ray Bradbury.
The Book Thief estuvo nominada al Oscar para John Williams como mejor banda sonora.
El escritor Markus Zusak, es un joven autor que vive en Sydney, Australia, y se dio a conocer internacionalmente, con “The Book Thief”, una espléndida novela, inspirada en las experiencias que sus padres vivieron en Alemania y Austria, durante La Segunda Guerra Mundial.
“The Book Thief” es una novela publicada en 2005; y por septiembre de 2009, había estado 105 semanas, en la lista de Mejores Best Sellers Infantiles del New York Times.
La historia, que narra desde los años 30, cuando una niña llega al pueblo, hasta aproximadamente 1945, con el fin de La Segunda Guerra Mundial.
Una animosa y valerosa jovencita, que transforma las vidas de todas las personas de su entorno, cuando la envían a vivir con una familia de acogida.
Para ella, el poder de las palabras y de la imaginación, se convierte en una forma de escapar de los tumultuosos eventos que la rodean, tanto a ella, como a toda la gente que conoce y quiere.
La lectura, toma un papel fundamental en The Book Thief, ya que a través de la misma, la protagonista consigue evadirse de la terrible realidad.
The Book Thief es una historia contada por un narrador poco habitual:
La Muerte, quien nos muestra la historia de ella y su familia de acogida, en un pueblo cercano a Múnich, en la Alemania nazi anterior, y sincrónica a La Segunda Guerra Mundial.
El partido de Hitler es todopoderoso, y sus adeptos, más numerosos cada día.
Descubrimos su destino trágico, por voz de la muerte, quien con su humor negro y su cinismo, sirve de testigo objetivo de la locura humana.
Liesel Meminger (Sophie Nélisse) es una niña rubia y de ojos color castaño, es la protagonista de la historia.
La adopta la familia Hubermann, cuando su padre “abandona” a su familia, y su madre (Heike Makatsch) se ve obligada a darla en adopción.
Su hermano menor, Werner, muere en el camino a la casa Hubermann.
Con el tiempo, Liesel se encariña de Hans Hubermann (Geoffrey Rush), su padre de acogida, y tiene una relación peligrosa, pero cariñosa, con su madre adoptiva, Rosa (Emily Watson)
Se hace amiga de Max Vandenburg (Ben Schnetzer), el judío que los Hubermann esconden; así como de la esposa del Alcalde, Ilsa Hermann (Barbara Auer), que permite a Liesel, leer, pedir prestado, y robar los libros de su biblioteca.
También, se hace amiga de los otros niños de la Himmelstrasse, como Rudy Steiner (Nico Liersch), que se convierte en su mejor amigo.
Los libros, salvaron su vida, pues al ser bombardeado Himmelstrasse, ella estaba en el sótano de su casa escribiendo.
Eligió el sótano como lugar en el que pasar el tiempo, porque allí compartía el amor por las palabras con Max, y fue allí donde aprendió a leer y a escribir.
Hans Hubermann es el padre adoptivo de Liesel, que trabaja como pintor.
Tiene el mal hábito de fumar, y es adicto a los cigarrillos.
Sirvió al ejército alemán durante La Primera Guerra Mundial.
Al final, fue el único superviviente de su campaña, ya que eligió quedarse atrás, mientras los otros soldados eran enviados a una peligrosa y fatal misión.
En La Era del Holocausto, no está de acuerdo con el partido nazi, pero se ve obligado a unirse; y es, al ser aceptado en el partido nazi, enrolado en el ejército alemán, con el fin de proteger su vida, y la de su familia.
El padre de Max Vandenburg, Erik, un amigo del ejército que salvó la vida de Hans, le enseñó a tocar el acordeón, y de vez en cuando, toca en los bares para ganar dinero extra.
Hans tiene un inmenso cariño por Liesel, a quien consolaba después de sufrir pesadillas con su hermano muerto, y le enseña a leer.
Sin embargo, Hans tiene una pelea con su hijo real, Hans Jr., debido al apoyo de este, a los nazis.
Hans Hubermann muere en el bombardeo en la Himmelstrasse.
Rosa Hubermann es la madre de acogida de Liesel.
Para complementar el ingreso familiar, lava y plancha la ropa de los 5 hogares más ricos en Molching; sin embargo, va perdiendo sus trabajos uno por uno, el último en la casa de Hermann.
Tiene un temperamento fuerte, y es conocida por enderezar anteriores hijos adoptivos.
A pesar de que a menudo insulta Liesel, se preocupa mucho por ella.
Liesel, además, admira su cualidad de poder tomar decisiones en los momentos críticos.
Rosa tiene 2 hijos biológicos:
Trudy y Hans Jr.
Rosa muere en el bombardeo de la Himmelstrasse.
Max Vandenburg es un púgil judío, que los Hubermann esconden en su casa.
Hans esconde a Max para salvarle la vida, al igual que el padre de Max, Erik Vanderburg, salvó la de Hans, en la otra Gran Guerra.
Max se hace amigo de Liesel, debido a que ambos se despertaban de las pesadillas en plena madrugada, y por el amor que ambos tienen por las palabras.
La pesadilla de Max, es que Hitler baja por las escaleras del sótano, y se pelea con él, cada noche.
Max escribe 2 libros para Liesel:
El primero se lo regaló en Navidad, titulado “El Vigilante”, y el segundo, se lo dejó antes de irse, “El Árbol de Las Palabras”
Él será llevado por La Gestapo alemana, al campo de concentración Dachau, pero se las arregla para volver a Molching después de la guerra, y se une a Liesel al final.
Es el único ser querido, más cercano a Liesel que sobrevive, aparte de Alex Steiner.
Rudy Steiner es el mejor amigo de Liesel.
Es 8 meses mayor que ella, y se caracteriza por tener piernas huesudas, dientes afilados, ojos azules, y pelo de color limón.
A pesar de ser “el ideal alemán”, pelo rubio y ojos azules, no simpatiza con el nazismo.
Está afiliado a La Juventud Hitleriana, por ser obligatorio en la época.
Como parte de una familia con 6 hijos, Rudy está permanentemente hambriento.
Es conocido en todo el barrio, debido al “incidente Jesse Owens”:
Una noche, se había pintado con carbón, todo el cuerpo, y corría 100 metros en el ámbito deportivo local.
Es académico y dotado atléticamente, lo que atrae al Partido Nazi, a intentar llevárselo a una escuela de entrenamiento físico, pero sus padres rechazan la idea.
Como castigo, llevan a su padre, Alex Steiner, a la guerra.
También, se mete en problemas en Las Juventudes Hitlerianas, por hablar de más, y por su naturaleza rebelde.
Rudy a menudo, acompaña a Liesel en sus aventuras, y está con ella en las buenas y en las malas.
También, le toma el pelo con regularidad, aunque siempre sin éxito, pidiéndole un beso, sobre todo, después de prestarle su ayuda, o hacerle un favor; por ejemplo, cuando uno de los libros de Liesel, y la posesión más preciada, es arrojado al río, Rudy lo rescata.
Muere en el bombardeo de la Himmelstrasse, y Liesel finalmente, le concede un beso, mientras él yace muerto en la calle.
Ilsa Hermann es la esposa del alcalde de Molching.
Tuvieron un hijo, Johann Hermann, quien fue asesinado en Rusia.
Rosa y Liesel, lavaron y plancharon su ropa por un tiempo.
Finalmente, la mala situación económica, obliga a Ilsa a despedirlas, lo que provoca una discusión con Liesel.
A pesar de esto, Ilsa permite Liesel a que lea sus libros, e incluso, a que se los robe.
Deja que Liesel viva con ella, después de enterarse de que esta había sobrevivido al bombardeo de Himmelstrasse.
Sin embargo, el peso de The Book Thief, no descansa sobre el argumento, sino en todo lo que nos hará sentir.
Los personajes también son muy importantes, pues son ellos los que nos transmitirán esos sentimientos.
Los personajes van evolucionando, según va evolucionando la historia, y con ellos, también lo hará el narrador.
La historia abarca un amplio marco temporal, saltándose a veces, varios meses en los que no ocurre nada.
Al estar ambientada en unos acontecimientos históricos reales, podemos saber lo que va a ocurrir en cada momento, pues nos van dando las fechas por las que transcurre la historia.
Lo más curioso de The Book Thief es su narración.
Desde primera hora, se pronuncia como la muerte, y es quien tiene sin duda las mejores frases, lo que nos vislumbra de forma previsible, como va a ir ocurriendo todo hasta su tramo final.
Aunque en The Book Thief se muestra la realidad de la locura Nazi, y el comienzo del Holocausto, se hace de una manera distante, y soportable, centrándose en la vida de esta niña, acogida por una familia que demuestran ser personas extraordinarias por su bondad, su valentía, su humanidad; y que se comprometen para poder salvar a un amigo.
La protagonista, intenta luchar contra la pérdida, pues ya perdió a su hermano, y a sus padres.
Pero la guerra seguirá imponiendo un inexorable destino, en el que tendrá que seguir encontrándose con otras perdidas.
Es una película donde el respeto, la solidaridad, la entrega incondicional, y la lealtad, tienen bases muy sólidas, quedando bien en claro que, es esto y no otra cosa, lo que interesa a los Hubermann, para hallar la felicidad.
Pero ellos, nadie puede sustraerse al entorno, y a la política del Estado… y pronto, los portadores de la esvástica, comenzarán a traer miedo, inseguridad, e inestabilidad a la calle Himmel.
The Book Thief es un título que alude al alto aprecio que comienza a tener, para Liesel, cada libro que encuentra en su camino, pues quiere engullir, entender, y memorizar cada palabra que en ellos encuentra, hasta convertirse pronto, en una chica brillante, que defiende el arte y la vida por encima de todas las cosas.
Lecciones del libro de nuestras vidas:
Aprender el valor y significado de las palabras, las palabras son vida, conoce el amor y el verdadero sentido de la amistad; y si la vida te roba, tienes que saber recuperarlo.
The Book Thief nos enseña la importancia de leer, para sobrepasar tiempos difíciles.
Pero, si el libro tiene su valía en su mensaje de la lectura, como libertad/escapismo en una sociedad totalitaria, y en el enfoque narrativo manifestado con tono sensible, lírico… The Book Thief carece de tales virtudes.
Aunque en realidad, el mundo de los libros es tocado de forma tangencial, y lo que más importa es la relación con sus padres, y con su amigo judío.
Tiene momentos interesantes y crueles, como la escena de La Noche de Los Cristales Rotos, y alguna que otra escena, donde se enfoca bien, como eran los nazis.
De ahí que The Book Thief se transforme en un melodrama plano, interminable.
Su aspecto iniciático, resulta muy simple, las relaciones personales son forzadas, y la historia no significa sus esencias, más allá de fundamentar de forma superflua, la trama con lugares comunes en torno al holocausto, la manipulación emocional, y formas tópicas de un régimen de pensamiento único.
Lo Peor es la combinación lingüística, derivado de su arbitrario uso del inglés y el alemán.
No entiendo, por qué si toda The Book Thief está doblada, los “no y si” los dicen en alemán, y algunas cosas más.
No tiene sentido.
“Mein Kampf” o “Mi Lucha” de Hitler, con las hojas pintadas de blanco... y una dedicatoria en hebreo…
Su superficialidad, y la poca enjundia de un narrador, la muerte, que exigía una mayor determinación.
Y cuando aparece la niña en el coche, y su nueva madre le dice “mugrienta”; sin embargo, la niña ni va manchada, ni lleva el vestido roto, la ropa está limpia...
O cuando la familia no tiene casi ni para comer; mas, durante el metraje, no adelgaza nadie.
Si la familia pasa hambre, y durante más de 2 años solo comen sopa de guisantes 2 veces al día, quiero verles con hambre, delgados, y sufriendo; sin embargo, todos los personajes, muestran una lozanía impropia de familias pobres en época de guerra.
Otro detalle, los niños no envejecen apenas, y pasan más de 6 años.
¿Cómo aprende la niña a leer en inglés?
Tanto los libros que aparecen, como muchas palabras de la pizarra del sótano, están en inglés, recordemos que todo transcurre en Alemania... obvio, que The Book Thief es la muestra del cine más comercial.
A esto, hay que unirle con palillos, la reencarnación de Roberto Benigni en Geoffrey Rush, quien trata de hacerle pasar la vivencia a la niña más tranquila que su nueva madre, e incluso, la llama de forma dulce “su majestad”, donde encontramos cierto símil, en formas y actitud, al personaje de “La Vita è Bella” (1997)
No obstante, Rush es de lo mejor de The Book Thief, y es el único personaje que llega a crearnos cierta ternura por ser tan bueno.
Su esposa en la ficción, interpretada por Emily Watson, es una mujer rancia, que se comporta de forma muy fría con la niña, sin embargo, y apenas sin explicación, sufre un cambio repentino que el espectador no llega a entender.
De igual modo, ésta tiene una escena incomprensible, ocurre cuando va al colegio, y saca a la niña de mala manera, haciendo un papel, para comunicarle a ésta, que Max, quien está refugiado en su sótano, ha vuelto a la vida, después de una larga penuria y enfermedad.
¿Es que esto no se lo pueden decir a la pequeña, cuando salga de la escuela?
La música, del colosal John Williams, tiene algún momento bueno, como la melodía principal de piano es perfecta para meterse en ambiente, pero el resto es bastante simple.
Por lo menos, no es la típica banda sonora musical hipersensible, que suele acompañar a estas películas, subrayando burdamente la trama, lo cual se agradece.
Al fin y al cabo, John Williams es un titán de la música de cine, y tiene suficiente clase para no ser chabacano.
“There once was a girl, who had a friend that lived in the shadows.
She would remind him how the sun felt on his skin and the air felt like to breathe, and that reminded her that she was still alive”
Fue con la aparición de la imprenta, cuando comenzó la quema de libros prohibidos.
“La Inquisición, ya quemaba libros, y desde que existe la imprenta, en el siglo XV, hubo un índice de textos prohibidos; no es algo nuevo, sino que tiene antecedentes muy concretos en la historia de Europa”, afirma el politólogo español, Ignacio Sotelo.
La quema de libros, fue el punto más álgido, al que llegó la planeada “Acción Contra el Espíritu Anti Alemán”, pero ese 10 de mayo de 1933, no fue la primera vez que ocurrió en la historia alemana:
En 1817, estudiantes nacionalistas alemanes, habían conmemorado La Batalla de Las Naciones contra las tropas de Napoleón, echando al fuego, El Código Napoleónico, y obras de autores judíos.
Y es que la quema de libros, sigue siendo una práctica para aniquilar no sólo las obras considerada blasfemas o subversivas, sino también, para destruir la identidad cultural, religiosa, étnica, o política.
En 1992, por órdenes de Radovan Karadzic, fue quemada La Biblioteca Nacional de Sarajevo, que albergaba 3 millones de libros y manuscritos.
En 2005, fue quemada la obra del Premio Nobel de Literatura, Orhan Pamuk, que criticó la política turca, frente a la población kurda.
“Todavía no se ha conseguido la tolerancia religiosa, que es el origen de todas las formas de la tolerancia”, afirma Sotelo.
¿La tolerancia religiosa, conduce a una tolerancia política?
“A una tolerancia política, y a una tolerancia social”, afirma y añade:
“Los europeos tuvimos guerras religiosas en el siglo XVI, La Guerra de Los Treinta Años en el siglo XVII.
La tolerancia religiosa, fue después de La Paz de Westfalia, donde se dijo:
Los católicos gobiernan los países católicos, y los protestantes gobiernan a los protestantes.
El catolicismo no fue capaz con las armas, de acabar con el protestantismo.
Las guerras de religión, han marcado Europa.
La Europa ilustrada, que es la que forma las raíces de nuestra cultura actual, surge con la libertad religiosa”, afirma.
Es por ello, que El Consejo de Cultura alemán, se propuso dedicar el 75 aniversario de tan triste acontecimiento, a la recuperación de la memoria histórica y bibliográfica de esos autores.
El ensayista Volker Weidermann, autor de “El libro de Los Libros Quemados”, ha desenterrado a 131 de estos escritores.
De sus nombres, sólo nos suenan unos pocos:
Lion Feuchtwanger, Emil Ludwig, Heinrich Mann, Theodor Plevier, Erich Maria Remarque, Arnold Zweig….
Y es cierto, que la mayoría no hubiera pasado a la historia por su trabajo.
Pero Weidermann justifica su reivindicación, con una cita de Philip Roth:
“Todos los escritores quemados por El Tercer Reich, fueron dignificados por las llamas”
Los motivos para verse incluidos en La Lista Negra elaborada por el bibliotecario Wolfgang Hermann, fueron diversos.
Algunos como Zweig, fueron condenados por promover el pacifismo, otros por sus tendencias comunistas o socialistas, otros, simplemente, por cultivar un modernismo revolucionario y librepensador, que irritaba a los nazis.
Aunque el billete estrella para la hoguera era, evidentemente, el de ser judío.
Es lo que le sucedió a Arthur Holitscher, un oscuro escritor de principios de siglo que, como señala Weidermann, conoció la inmortalidad de una manera irónica:
Sirviendo de modelo, para el grotesco Detlev Spinell, personaje del “Tristán” (1903) de Thomas Mann.
A ellos, los grandes y pequeños, les une el haberse enfrentado a un drama en común.
Los gigantes prevalecieron, pero los pequeños fueron engullidos por el oscurantismo y la histeria.
Tuvieran talento o no, desearan ser mártires de la razón o no, estos escritores se encontraron siendo la avanzadilla de una batalla, que ya se estaba librando años antes de las trincheras, los bombardeos, y los campos de extermino.
Es cierto lo que dice Roth, los nazis dignificaron su obra, quemándola.
Fue un símbolo de la muerte de la razón, que permitiría las matanzas de después.
Los autores anónimos represaliados, son como los soldados desconocidos, disueltos en los campos de batalla.
La pura casualidad, no les hizo héroes, y es por ello que les debemos aún más la memoria.
“I'm not lost to you, Liesel.
You'll always be able to find me in your words.
That's where I'll live on”
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