The Searchers

“He had to find her... he had to find her...”

Los Estados Unidos, es una nación que se forjó por población de muchos países de Europa, que llegaron al Nuevo Mundo para conquistarlo y colonizarlo, y por esclavos negros de África.
Esto hizo que se nutriera de una gran variedad de culturas diferentes, y que la ley del más fuerte, al intentar apoderarse de tierras pertenecientes a los nativos que llevaban siglos viviendo en la zona, se impusiera dejando un odio, cada vez más atroz entre los conquistadores, y las tribus autóctonas del país, que se iban matando entre sí, y dando pie a un descomunal racismo, que el cine adoptaría.
¿Qué es lo que empuja a un hombre a ir errante?
¿Qué es lo que empuja a un hombre a viajar sin dirección?
¿Qué es lo que le hace abandonar lecho y mesa, y renunciar al hogar?
Cabalga sin destino...
“That'll be the day”
The Searchers es una película de western estadounidense, del año 1956, dirigida por John Ford.
Protagonizada por John Wayne, Natalie Wood, Jeffrey Hunter, Ward Bond, Vera Miles, John Qualen, Olive Carey, Henry Brandon, Ken Curtis, Harry Carey Jr., Hank Worden, Walter Coy, entre otros.
El guión es de Frank S. Nugent, basado en la novela de Alan Le May, un escritor nacido en Indianápolis en 1899, el cual participó en La Primera Guerra Mundial, y se licenció en Filosofía, en la Universidad de Chicago.
Su contribución a la literatura western, consta de una quincena de novelas, y una cincuentena larga de relatos, así como guiones de cine.
Casi al final de su carrera, Le May escribió una obra maestra:
“The Searchers” (1954)
En el cine, su western tardío, y después de haberse curtido en el género desde la época muda, John Ford retrata con nostalgia, el espíritu de la frontera, las constantes vicisitudes del hombre blanco frente al indio, por abrirse camino en unas tierras inhóspitas, por vivir, en la mayoría de los casos, ajeno a la ley.
Y The Searchers, viene a ser el western del personaje fronterizo, del hombre que no quiere cruzar el umbral de la civilización, aunque para ello, haya de sacrificar sus mayores esperanzas.
The Searchers recoge muchos temas:
La intransigencia con el extranjero, el conflicto de la ley con el caos, la civilización, y lo salvaje, pero sobre todo, se ciñe a no perder de vista, la progresiva humanización de un hombre, a través de la convivencia.
Se considera que The Searchers, es uno de los grandes westerns de la historia del cine; además de un impecable western realista de aventuras, es una excelente recreación de los años finales de la lucha fronteriza contra comanches y kiowas, narrada con esa precisión, e intensidad en los detalles, que caracterizan las historias de Alan Le May.
Como dato, desde 1996, en los archivos de Warner Bros., se encuentran 20 rollos de material sin montar, rodado por John Ford para The Searchers.
Ese material, junto con entrevistas a John Milius y Patrick Wayne, hijo de John Wayne, nos regala un retrato de John Ford, y de John Wayne, basado en algunos de los momentos más interesantes de su colaboración.
The Searchers ha sido reconocida también, como una de sus películas favoritas por parte de varios destacados realizadores como:
Martin Scorsese, George Lucas, John Milius, y Steven Spielberg, quien la declaró como:
“La Mejor Película de La Historia”
En la última edición, de la prestigiosa encuesta realizada por la revista Sight & Sound, en busca de las mejores películas de todos los tiempos, The Searchers resultó la #12 según los críticos de todo el mundo, y la #25, según los realizadores.
Igualmente, The Searchers fue elegida como la #4 por la revista Village Voice, y figura actualmente, como la #9 de la clasificación llevada a cabo por el sitio web:
They Shoot Pictures, Don't They.
The Searchers, suma western, aventura, y drama.
Como western, es una obra atípica y singular en muchos aspectos.
Desarrolla un relato sombrío, en el que el protagonista se mueve a impulsos de deseos dudosos y oscuros, alejados de la iconografía del héroe, y de la mitología del género
Se rueda en exteriores de Utah, en el Monument Valley; en California, Bronson Canyon; y Colorado, y en los RKO Studios de California; en el sistema en VistaVision, con un precioso tecnicolor y fotografía, resaltan el maravilloso e inigualable paisaje de Monument Valley, que llega a ser un protagonista más de The Searchers; donde las personas, vuelven de la guerra, y parece que traen consigo, una nueva personalidad, estrechamente relacionada a nuevos miedos y traumas.
No todos parecen preparados para volver al remanso de paz en el que vivían, y para volverse a calzar las botas de aquella persona, que en otro tiempo meditaba sobre lo superfluo y lo trivial.
La acción, tiene lugar en Texas, y territorios próximos, a lo largo de 5 años, de 1868 a 1873.
En 1868, 3 años después de La Guerra de Secesión, Ethan Edwards (John Wayne) regresa a su casa, después de haber estado en la guerra, y al poco tiempo, toda su familia es asesinada por los comanches, y su sobrina, Debbie (Natalie Wood) raptada; y jura rescatarla, y matar a todos los indios que hayan intervenido en estos actos criminales.
Así, durante 5 largos años, persigue a los comanches, acompañado de su sobrino Martin Pawley (Jeffrey Hunter)
Ethan, es un tipo rufianesco y racista, alejado del noble arquetipo que aquel actor había ido levantando, es ahora un tipo enfurecido, que no encaja.
Que odia, y que no encaja.
Un tipo que ama.
Que ama a una mujer ya tomada.
Y de pronto, una partida de indios arrasa la cabaña a la que volvió tras La Secesión enloquecida.
La partida de indios asesina a los habitantes de la cabaña, y asesina a la amada ya tomada y a su hermano, y a toda su familia, y raptando a la más inocente.
El hombre, moralmente devastado, encuentra así una vía para “redimirse”
Para “redimirse” o quizás más bien, para canalizar con más eficacia, su odio.
Transmutar, acaso engañosamente, esa soledad y ese odio, en noble ofensa, en humanidad, en dolor.
Junto a Martin, el mestizo de inicio despreciado, luego adorado, como el hijo que nunca ha de tener, Ethan marcha hacia la llanura y el infinito ignorado en ese siglo XIX, y hacia la búsqueda de Debbie.
Hay que reseñar, que la “búsqueda” de Debbie, progresa en un ciclo que acumula al final, un total de 7 años…
Ethan, tiene que enfrentarse nada más y nada menos, que a su inmensa rabia y odio, para rescatar a su sobrina de las fauces de los malvados indios, un tópico del western, los que a su vuelta de la guerra, acabaron con casi toda su familia, y escaparon con lo que para él es un símbolo... y no me vengan con el tema del racismo aquellos que intentan ver al demonio, porque ciertamente, cualquiera en su sano juicio haría lo mismo que hizo Ethan Edwards:
Perseguir al responsable, hasta la extenuación.
Ethan, no asesina a Debbie una vez reencontrada, Debbie, sobrina y blanca, que en esos años había cohabitado con indios aborrecidos.
No la asesina, como su resentimiento inicialmente le aconsejaba, y que dejaba escupir contra su compañero mestizo Martin.
Ethan y El Jefe Cicatriz “Scar” (Henry Brandon) son los únicos personajes de The Searchers, que comparten una misma forma de ver el mundo, pero también, son los únicos que están dispuestos a masacrarse entre sí, y a hacer que su enfrentamiento, se prolongue hasta que solo uno de ellos prevalezca.
El que Edwards se imponga al final, y rescate a su sobrina ya convertida, para gran pesar del tío, en esposa del jefe, cierra el círculo de la tragedia familiar, pero es dudoso que ello sirva para sanar el desastre personal y social, producido por negar sistemáticamente, la existencia y los derechos del prójimo.
Pero Ethan no se engaña, y ni la circularidad de The Searchers puede engañarnos, y al final, la puerta que se cierra, y que se abre, que da entrada a Ethan, y que al final, bellamente lo expulsa:
El héroe, pues de héroe hay que hablar aquí, y trágico, ha encontrado acaso lo que buscaba; sin sentirse cómodo ni dentro ni fuera, hasta que da media vuelta hacia el desierto, y la puerta que al principio se había abierto de par en par, se cierra sin remedio sobre él.
Sí, quizá sí que lo ha encontrado:
La certidumbre de su exclusión.
“Yessir.
But if you're wrong don't ever give me another”
La presentación de la historia, es el ejemplo de manual, de cómo narrar sin mostrar explícitamente, de cómo utilizar las herramientas fílmicas, para introducir a los personajes, y exponer sus conflictos.
John Ford crea con su maravillosa mente, un escenario en el que sucede una historia fácil de entender, difícil de contar, y rodada de manera soberbia.
Se puede captar cada emoción, de tal manera que, como ocurre con las obras maestras, nos trasportamos a la historia, y nos sentimos parte de ella, dejando de ser meros observadores, para acabar siendo testigos, con lo que ello implica.
Las localizaciones en Monument Valley, Utah, son simplemente espectaculares, y sorprenden por su sencillez y gran belleza al mismo tiempo.
La fotografía, responsabilidad de Winston C. Hoch, es impresionante.
El rodaje en VistaVision, le otorga a The Searchers, una calidad excepcional, que aumenta el disfrute visual de la obra.
La inserción del rótulo situacional, “Texas 1868”, es ya un dato fundamental para comprender el contexto en que se desenvuelven los personajes.
La Guerra de Secesión, tuvo lugar entre 1861 y 1865, por tanto, nos encontramos en un momento histórico, 3 años después de su final, en que muchos “jinetes” que no habían entregado sus armas de La Confederación, cabalgaban a las órdenes de Ferdinand Maximilian Joseph Marie von Habsburg-Lorraine, Segundo Emperador de México, y único monarca del denominado Segundo Imperio Mexicano, vivían aislados en las montañas, ejerciendo temporalmente de bandoleros, o se aliaban con la utopía liberadora mexicana, pero no cedían ante La Unión, como dice Ethan Edwards:
“Un hombre sólo, puede prestar juramento una vez, y yo lo hice a La Confederación”
Así pues, un rótulo inicial que no es anecdótico, sino que conlleva un plus de significado directamente ligado al mecanismo enunciativo, y aquí hay que añadir que el argumento se basa en un hecho real, que aconteció en 1860; el cambio de fecha no es, pues, banal; The Searchers, es también, la historia de “La Odisea”, que narraba la vuelta a casa del héroe griego Ulises, tras La Guerra de Troya.
En lo simbólico, Ford coloca a Eurípides en mitad de la vastedad, y en mitad del siglo XIX, y en el entorno bárbaro del continente salvaje; Ford retoma el trabajo de escarbar en las desmesuras que el lenguaje y el ritmo, acaso tampoco la imagen, de calibrar, no terminan.
Todo es desmesurado en The Searchers.
Pues los escenarios a escala sobrehumana, y la determinación, 5 años llevan a Ethan, la culminación de su venganza, de su falso rescate, y la búsqueda alucinada y salvaje del yo, o del lugar que uno ha de ocupar en el mundo.
Y esa desmesura moral, esa desmesura del odio, esa obcecación de una emoción en el tiempo, es lo que convierte a Ethan, en un héroe griego, y lo salva de ser un pequeño revanchista.
The Searchers se convierte en un viaje, iniciático para Martin inclusive.
En un viaje en círculos, para Ethan, pues como ya he dicho, las puertas abren y cierran el círculo, pero ya veremos que hay más.
Obsérvese cómo incluso, los planos son simétricos, alterado el punto de vista únicamente por una modificación que, en última instancia, lo único que hace es cambiar el eje, y es precisamente esto, lo que interpela la ortodoxia del lenguaje clásico, independientemente del cambio fundamental que se ha producido:
El lugar no es el mismo, pues la casa inicial, ha sido destruida; los personajes no son los mismos, salvo Debbie, murieron a lo largo del metraje, tanto física como psicológicamente, pero el regreso al orden institucional, regenera un nuevo grupo familiar, similar al primitivo, en el que los muertos son sustituidos por los vivos, en la confluencia de 2 familias, dejando al margen a Ethan, ya que necesariamente debe quedar excluido, para que el triunfo de la ley familiar se consolide.
Así pues, el único regreso al orden inicial, es el que mantiene a Ethan alejado de la civilización, en el desierto, lugar al que pertenece, convirtiendo a The Searchers, en un paréntesis en el que la tragedia que se ha consumado, parece haber sido convocada por su presencia, en un entorno que no le correspondía.
Por si esto fuera poco, en el inicio y el final, interviene otro factor esencial:
La puerta que se abre desde el interior al comienzo, y se cierra al final, desvelando de una pieza el mecanismo discursivo.
Ford, siempre fue un gran detallista, y salpica The Searchers, con objetos que aparentemente no tendrían nada que decir, pero que no están ahí sólo por estar, sino, como he dicho desde un principio, para transmitir sentimientos y sensaciones.
En medio de una gran dirección artística de James Basevi y Frank Hotaling, nada menos, los decorados de Victor A. Gangelin, y el vestuario de Charles Arrico, destacan muchas cosas:
El capote que lleva John Wayne:
A través de él, John Ford nos cuenta una historia de amor preciosa.
En una escena inicial, podemos ver como Martha Edwards (Dorothy Jordan) dobla y acaricia con el mayor de los amores el capote del hermano de su marido, el capote de Ethan.
Martha, está enamorada de Ethan, el héroe, aunque probablemente no la dejarían casarse con él.
Así que la mujer, se casó con el hermano de su amado, Aaron (Walter Coy)
Ese capote, será a la postre, “El Sudario” de la hija de Martha, Lucy Edwards (Pippa Scott) en una escena desgarradora, donde Ethan lo narra de manera dura y directa.
La espada que Ethan regala a su sobrino.
La muñeca de Debbie, con la que Ethan y Martin intentan reconocer a Natalie Wood.
La mecedora donde el viejo Mose Harper (Hank Worden) se pasa las horas, anhelando sueños, suponemos.
La carta que recibe el personaje de Laurie Jorgensen (Vera Miles), y que resultará básica para estructurar The Searchers.
Los paisajes:
Monument Valley es un personaje más, un icono más.
Es muy fuerte en el cine de Ford, la psicología del paisaje.
Esa sensibilidad para hacer hablar al territorio, para localizar emocionalmente, es una razón más para ver en su Oeste, no un decorado espectacular, sino algo más.
Lo que queda no es el mapa uniforme de la conquista catastral, erigido sobre la destrucción ocultada de los nativos y el medio ambiente, sino que en The Searchers, murmura el conflicto, queda el desasosiego, abre la puerta a futuras miradas sin prejuicios.
Vemos en The Searchers, la mejor pintura paisajista del poniente, oímos literatura sin clichés, la música, y las canciones, zurcen secuencias y sentimientos en un tiempo que fluye, como el leudar de una leyenda, soplando ráfagas de viento más allá de la puerta, más allá de la pantalla.
Y la puerta como tema central:
Toda The Searchers, está adornada con escenas que integran la puerta, como elemento central, simbolizando esa frontera, que Ethan nunca puede atravesar, en la que se representa la marginación de su personaje, incluso, comparándolo con el de Martin, en una escena concreta.
El director, no dice algunas cosas, pero se suponen, como cuando se encontró a la niña mayor muerta, y el protagonista no dice nada hasta unas escenas más tarde, pero uno lo supone antes, por su forma de actuar.
En The Searchers, no lo dice, pero hubo una relación entre el protagonista y su cuñada, por el modo que tienen de actuar.
Las miradas dicen mucho, y parecen batallas, y las batallas son rodadas, como auténticas miradas.
Podríamos pensar, que entre Ethan y Martha había sentimientos más allá de lo considerado correcto entre cuñados, y que este sentimiento incestuoso, fue el motivo de que Ethan no volviese inmediatamente después de terminar la guerra, e incluso, que le hubiese empujado a ir a ella.
Ethan no quiere tener recuerdos de la guerra, su simbología no tiene nada que ver con él, de hecho, regala el sable a su sobrino, y su condecoración a la pequeña Debbie, elemento que más tarde servirá para identificarla, pero no será ella quien la lleve, sino que será El Jefe Scar.
The Searchers muestra actitudes y comportamientos que, en la sociedad actual, están reprimidas, por ejemplo, la patada a la mujer india.
Por si fuera poco, realce los asertos misóginos de los que siempre hizo gala el realizador, como que si mujeres florero, papeles denigrantes, violencia doméstica implícita... explote la vertiente política, que arrastrará por sí sola a la artística, hasta el fondo del pozo.
Curiosamente, si bien se ve en The Searchers, una fuerte discriminación entre niños y niñas, entre hombres y mujeres, entre blancos e indios, no se discrimina la locura a la que se acoge, y se da un lugar en esa sociedad tan dura.
Por un lado, el racismo y el machismo de The Searchers, es francamente insoportable… con una retorcida crueldad, en momentos que no se olvidan, como:
El disparo sobre los ojos de un apache enterrado, para que su espíritu no encuentre refugio; la masacre impune de decenas de búfalos, para disminuir el alimento de los indios; su constante hostigamiento de Martin Pawley, muchacho que resulta tan rebelde como él, y que The Searchers, veladamente sugiere, que podría hasta ser un hijo no reconocido...
Hay incluso, una pobre esposa india, Wild Goose Flying in the Night Sky/Look (Beulah Archuletta) a quien le toca hacerse cargo de la diferencia racial, dentro de la diferencia de los sexos.
Ethan es el típico neurótico, que persigue la identificación con un yo ideal, que remediaría las carencias del mundo, y que no puede desprenderse de esa identificación, por lo que no puede gozar de las cosas simples de la vida.
La pareja de jóvenes, podría estar haciendo de espejo de la pareja imposible entre Ethan y Martha, y mostrándonos en acto, y no con el discurso, lo que supone un magnífico lenguaje cinematográfico, y un guión para adultos, la razón por la que Marta no se casó con Ethan, sino con su hermano.
The Searchers, trata el tema del racismo con mucha inteligencia, al no tomar postura por ningún bando, ya que en todo momento queda claro, que tanto los indios como los blancos, matan por venganzas personales o ancestrales, como se demuestra en la secuencia en que Scar, El Jefe de la tribu explica, que incendian y matan a los invasores por venganza, o en la escena en que La Caballería arrasa con un poblado piel roja.
Así queda claro, que Ford intentó reflejar, cómo era el vivir en aquella época, con un cierto realismo de cómo pudo haber sido, y no optó por mostrar a unos personajes más heroicos, pacifistas, y anti racistas, que hubieran sido menos polémicos para la sociedad de nuestros días, en la que muchos sectores aún la rechazan despiadadamente, de una manera demagógica, y sin entender bien que, The Searchers trata de igual manera, tanto a unos como a otros.
La visión que se atribuye a Ford, es la del retrato de un país en progresiva crisis, una herida moral, y de convivencia, cuyo alimento es el odio racial, y la intolerancia, y para el cual, no parece haber salida.
The Searchers es otra forma de ver el género del western:
No sólo por la revolución técnica, de encuadres, “travellings”, montaje, es decir, de aspectos formales.
No, se trata de una cuestión más importante, más de enfoque, más de forma de entender la historia.
The Searchers tiene una concepción del héroe, del protagonista, y una concepción del enemigo diferentes a lo habitual del género.
Esa belleza de las formas y el contenido, es a la vez, perturbadora.
Y no olvidemos, que The Searchers es del año 1956.
¿A qué se debe la sed de venganza de Ethan?
¿Por qué alienta unas ansias de matar irracionales?
¿Cuáles son las intenciones reales, que le impulsan a buscar a la sobrina?
¿Lo hace porque quiere matarla, cómo sospecha Martin?
¿En qué medida influyen en él, sus frustraciones y derrotas?
¿Cuáles son realmente sus fantasmas interiores?
¿Padece Ethan, algún tipo de trastorno psicológico?
Ethan Edwards, el protagonista, es despiadado, amargado, rudo, solitario, y tiene tanto odio encerrado en sí mismo, que desde luego, no parece un héroe.
El relato nos muestra, que marchó de casa, al no conseguir a la ahora mujer de su hermano, de la cual estaba enamorado, y también, al perder La Guerra de Secesión, ya que era un idealista del Ejército Confederado, así, se convirtió en un auténtico perdedor, e intentó cambiar de vida, huyendo sin rumbo ni destino, y fue adquiriendo un odio cada vez mayor, con los llamados indios de las grandes llanuras.
Son los ambivalentes sentimientos que Edwards posee, ante el destino de su sobrina, en salvarla o matarla, las que convirtieron a The Searchers, en un “pájaro raro” en el panorama de la época, incluso dentro de los westerns sonoros del propio Ford, quien hasta entonces, había invertido sus energías en delinear el perfil del hombre de frontera en “Stagecoach” (1939); la introducción de la civilización, por la violencia, si es necesario “My Darling Clementine” (1946); la forma en que el mito y la vida diaria, se hacen una sola cosa “Fort Apache” (1948), y “Rio Grande” (1950), y la travesía de proporciones e intenciones bíblicas:
“Wagon Master” (1950)
Comparado con ese mundo en formación, Ethan Edwards es un factor de quiebre, una criatura de impulsos primarios, y a caballo entre 2 épocas:
Es un hijo del caos, que ha sido puesto en La Tierra, para defender, obligatoriamente, los valores del orden.
Una contradicción viviente.
Interpretado por el mítico John Wayne, Ethan Edwards, “el fuera de la ley por antonomasia”, tiene todavía mucho que decir en estos tiempos, donde las fronteras, y el hacer humano, aún están por delimitar.
Ethan, es el monstruo del terror, es un ser de muerte, que viene de la muerte como en la guerra, y reparte muerte a indios, asaltantes, sobrina…
No puede incorporarse a la familia; no puede ejercer como padre, aunque tenga esa función en The Searchers, no consigue lo que desea…
El orden y el caos, como el cuento de “Alicia” pero al otro lado del espejo…
Sabemos de Ethan por su porte, su vestuario, el sable, su llegada desde el desierto, los 3 años de ausencia, desde que la guerra ha terminado, la medalla que entrega a Debbie, otro dato de circularidad, ya que al final, aparecerá una vez más; todos estos son elementos narratológicos, que se constatan en la imagen, pero nada se explicita de la relación entre Martha y Ethan.
En este caso, tenemos la separación de espacios.
Ethan viene de un fuera de campo, el desierto, lo natural, lo salvaje, el espacio donde impera el deseo, y la libertad individual, que parece engullirlo todo, pero su llegada, empuja a Martha a recibirle desde la oscuridad de su refugio hogareño, el dominio de la ley y el orden, por su hermano y lo establecido que representa, y esa relación, obliga a que sea Martha, la que preceda a Ethan en su entrada a la casa, sin darle nunca la espalda, tras recibir el beso en la frente, que suple la ausencia durante tanto tiempo.
Tenemos hasta ahí, una sugerencia que se asegura posteriormente en el momento en que Ethan, sentado sobre los escalones del porche, no puede apartar la mirada de un fuera de campo, que nunca se actualiza, el dormitorio de Martha, que es, sin duda, el lugar de su pensamiento y deseo insatisfecho, y que será más tarde, el lugar de la muerte, tampoco mostrado, aunque veamos a través del hueco de la ventana, la llegada de Ethan, y su mirada al interior.
Ethan, es tratado por muchos, como racista, y en consecuencia John Ford, pero no lo es.
Él está en una posición similar a la de los indios, de hecho, Ethan los admira.
Admira su manera de adecuarse a un terreno tan hostil, conoce su lengua y sus costumbres, como ellos, es un nómada al que sus circunstancias le han desplazado de su hogar.
Pero a su vez sabe que son enemigos.
Hay una especie de respeto mutuo entre ellos.
Aunque desde el principio, Ethan parece no preocuparse de lo que le pueda pasar a Martin, es mestizo, y además no tiene su sangre, no es así; Ethan le protege con su actitud, le trata como un niño, le intenta endurecer como si fuera un maestro y aprendiz.
Y The Searchers, cierra con el mismo plano con que empezó, pero a la inversa, dando a entender que Ethan, ya no puede vivir de una forma tan civilizada, porque es un ser que prefiere perderse por la inmensidad de un desierto del que no quiere desprenderse, ya que ahora, pertenece a él.
Martin Scorsese comentó sobre The Searchers:
“Tras años de búsqueda, el protagonista encuentra a Natalie Wood, y no sabemos si piensa matarla, o salvarla.
Al final, decide salvarla.
Pero no hay un final feliz, porque no hay una casa, no hay una familia esperando a Ethan, que ya está condenado, destinado a vagar por el mundo”
The Searchers supone, además, la desmitificación de John Wayne, y la negación de esa visión monocorde del héroe de Ford.
Al contrario, el héroe de sus películas, está en constante lucha contra los elementos, anteponiendo incluso el deber, sobre sus intereses personales.
Jean-Luc Godar comentó sobre The Searchers:
“En The Searchers, cuando John Wayne al reencontrar a Natalie Wood, y cogerla en sus brazos, muestra por primera vez sus sentimientos, como Ulises cuando encuentra a Telémaco”
¿Era Wayne, el vengativo Ethan?
Pues el actor se casó 3 veces, y las 3, con mujeres de origen hispano, y quiso que en su tumba pusieran en español:
“Aquí yace un hombre feo, fuerte, y formal”
Qué gran actor era John Wayne, y lo poco que le valoraba la crítica, como montaba al caballo, como disparaba, como caminaba, o como llevaba el rifle, por eso, Wayne representaba al western estadounidense.
Este complejo personaje, Ethan, fue uno de los papeles favoritos de John Wayne, de hecho, en 1956, nacería un hijo suyo, al que llamaría John Ethan Wayne, en honor al protagonista de The Searchers.
En papeles secundarios, encontramos buenos trabajos de la mano de una encantadora Vera Miles, del doblemente importante, Ward Bond, del simpático Hank Worden, o de Natalie Wood, actriz tristemente desaparecida, cuando todavía era muy joven, y que podría habernos dejado muchos más grandes momentos.
El personaje de Martin Pawley (Jeffrey Hunter) es lastimero de principio a fin.
No deja de comportarse como un torpe, al que Wayne deja siempre en evidencia, y cuando pretende ponerse serio, es imposible creérselo.
Por no hablar del imberbe Teniente Greenhill, (Patrick Wayne, hijo real de Wayne), que estropea parte del clímax.
También, veo falto de profundidad a la Debbie india, interpretada por Natalie Wood.
En apenas unos minutos, pasa de un bando a otro, con una facilidad asombrosa, si bien hay que reconocer la conmoción que provoca su cruce de miradas con Ethan.
En The Searchers, también hay otros momentos de humor, que sirven para aliviar tensiones, protagonizados por los habituales secundarios de Ford, entre los que destaca:
Mose Harper (Hank Worden) y su mecedora.
Y qué decir de la tragicómica historia de Martin, y su prometida Laurie Jorgensen, que bien podría haber sido la que vivió Ethan con Martha, antes de la guerra...
Hay que destacar el mundo paralelo que comparten Ethan y Scar.
Los 2 están buscando y/o vengando a los seres queridos, que han perdido por culpa de los otros.
Blancos e indios, aparecen en el mismo nivel.
Ford con esto, nos muestra su lado más humano, demuestra que no existe ese mundo maniqueísta que nos han metido en la cabeza.
Todos ansiamos lo mismo:
El amor y la felicidad.
The Searchers puede definirse como un canto a la supuesta supremacía del hombre blanco, tanto moral en el sentido de unos supuestos valores superiores, como física en el sentido de mayor capacidad de asesinar, gracias a las armas de fuego.
El hecho de presentar a los indios de forma tan negativa, era muy común en el cine de la época, pero representa la necesidad de buscar un enemigo que el público identifique con facilidad, ya sean indios, alemanes, rusos, o árabes.
Los indios, son retratados con el clásico estándar de las películas de vaqueros antiguas.
Son malos y hasta despreciables, tal es el caso del antagonista Scar, pero siempre habrá alguno, que rompa con los cánones que se tiene.
Con Scar, poco importa la nacionalidad del actor, o si tiene ojos claros, o no.
El porte de Henry Brandon es indiscutible.
Esta figura cargada de mística y valor, se exhibe sin temor sobre la sombra alargada de los que osaron invadir sus tierras, y asesinar a sus familias.
Aquellos que tuvieron el atrevimiento de sobrepasar sus dominios, se enfrentarán al mejor de los guerreros.
Scar, un hombre capaz de usurpar lo que más quiere un hombre.
Lo que más quiere un ser humano.
Alguien de su familia.
La interpretación de Henry Brandon, es fugaz pese a su protagonismo y la historia gira en torno a su figura, pero sus apariciones son breves, tanto como memorables.
Scar, el doble siniestro de Ethan, autor de violaciones, adulterio, e incesto, crímenes… pues los indios, representan la libido y lo reprimido en Ethan, que es un agente del caos, como en el cine de terror.
Cabe señalar que Ford, como el gran cronista de la historia de Estados Unidos, fue un cineasta que está presente desde los días en que se formó el sueño nacional con “Drums Along The Mohawk” (1939), la identidad política y urbana con “Young Mr. Lincoln” (1939), el transito del mito hacia la modernidad  con “The Man Who Shot Liberty Valance” (1962), los valores de la vieja y nueva guardia en “The Sun Shines Bright” (1953) hasta las guerras del siglo XX en “They Were Expendable” (1945)
Pues bien, esta visión historicista de Ford, no se opone con la cuña de odio, grabada a fuego en The Searchers, y prolongada con mayor o menor suerte, en:
“Sergeant Rutledge” (1960), “Two Ride Together” (1961), “Cheyenne Autumn” (1964), y sobre todo, en el mundo en ruinas que rodea el exterior de la villa en que transcurre “7 Women” (1966), el último largometraje del realizador.
Pero Los Maestros, también se inspiran en trabajos precedentes, aunque a muchos no les guste reconocerlo.
El tema del hombre surgiendo del desierto, está en “Hondo” de John Farrow, un western rodado en 3D, para la productora de John Wayne, Batjac, en 1953, 3 años antes de The Searchers, también con los apaches como amenaza del relato.
Ambos inicios, son demostrativos de la capacidad de Ford como narrador, a través de las imágenes sobre unos temas y situaciones visualmente similares.
Hay similitudes, y también diferencias entre los comienzos de ambas películas; y en realidad, de buena parte de la obra final de Ford, radica en su visión del delicado entramado social de EEUU, por la imposibilidad de dar cuenta de un sueño, y del legado de violencia que hay detrás.
De toda la larga serie de westerns filmados por John Ford, a lo largo de su extensa carrera, The Searchers destaca por su excelencia técnica y estilística, de notable influencia posterior dentro del cine de acción, y otros géneros como la ciencia ficción en menor medida.
Las espectaculares secuencias de acción de The Searchers, díganse las rápidas persecuciones a caballo, o los combates contra la tribu comanche del jefe indio Scar, fueron en su tiempo revolucionarias, por su concepto fotográfico, y su edición veloz, fomentando la sensación de ritmo, con el empleo eficaz de la música del gran Max Steiner, y la banda de sonido.
Además, la utilización por parte del director de “la voz en off” en la carta de Martin leída por Laurie, la profundidad de campo, y otros recursos narrativos, contribuye decisivamente a la aceleración del relato, y a su fluidez, que incluso hoy, más de 50 años después, logra seguir atrapando espectadores, y permanece en el agrado de muchos.
En otras ocasiones, el fuera de campo mantiene más allá del alcance de nuestra mirada, aquello que no puede ser representado, como Lucy muerta tras las rocas, la muerte de Brad, el tiroteo con los hombres de Futterman, el corte de la cabellera de Scar, e incluso, su propia muerte previa por disparos de Martin, y que se nos informa por la banda sonora, el diálogo posterior, en el primer caso; sonidos “en off”, en los siguientes; o por la imagen consecutiva de Ethan, que lleva en su mano, la cabellera de Scar.
La importancia de estas aportaciones, no pudo apreciarse con facilidad en el momento del estreno de The Searchers; como resultado, sólo obtuvo un modesto éxito de taquilla y críticas meramente positivas.
Sin embargo, con el paso del tiempo, The Searchers ha sido considerada en una de las películas más importantes, y admiradas de la historia del cine, debido a su variedad y profundidad temática, y a su notable influencia.
Quizás, la sorpresa más grande, en lo que a destino cinematográfico se refiere, fue que las huellas de The Searchers, empezaran colarse a través de otros filmes, estrenados casi 20 años después, cuando la propia carrera del director era un recuerdo.
Y ni siquiera se trataba de westerns.
La idea del rescate de “un inocente que probablemente ya no lo sea”, regresó al cine de Hollywood de la mano de los “movie brats”, la generación de los años 70, quienes habían visto The Searchers en su infancia y juventud, sin ser capaces de sacársela de la cabeza.
En su condición de clásico, The Searchers se convirtió en un tótem cercano y referencial, un monumento a ese mito; pero uno accesible, y al cual se puede retornar.
Aunque se recalque lo penoso de los decorados, que se nota que son cartón-piedra, que esas llanuras ya fueron filmadas antes y mejor.
Entre sus escenas, destaco el momento donde John Wayne dispara a los ojos de un indio muerto, para que éste no pueda entrar en “las praderas de su espíritu” o la secuencia donde Natalie Wood muestra una lanza donde cuelgan numerosas cabelleras.
Y cómo no:
El inicio y el final… y la enorme música del magnífico Max Steiner.
La música de Steiner, aporta una rica y variada partitura de más de 30 temas.
Incorpora canciones de época como “The Yellow Rose Of Texas” (1853) y la balada “The Searchers” de Stan Jones, que se canta al inicio y al final.
La melodía en off de “Lorena” subraya el interés concupiscente de Ethan por su cuñada Martha.
“It just so happens we be Texicans.
Texican is nothin' but a human man way out on a limb, this year and next.
Maybe for a hundred more.
But I don't think it'll be forever.
Someday, this country's gonna be a fine good place to be.
Maybe it needs our bones in the ground before that time can come”
The Searchers es más que una película del oeste, es un canto a los solitarios, una historia que se cuenta esencialmente con imágenes, como hacen los pintores con sus obras, con colores vibrantes, cálidos, fríos, asfixiantes, llena de detalles sutiles, imágenes sugerentes, miradas esclarecedoras, gestos que hablan del pasado.
The Searchers es todo eso y más, es un poema.
Si los versos de Homero son la alegoría de la literatura, las películas de Ford lo deben ser de la cinematografía.
Hay quien habla de las grandezas del movimiento “Dogma” o de los efectos digitales, pero yo tengo otro concepto de las películas.
La idea del mito, del héroe, no sólo es esencial en la filmografía de Ford, sino que lo es también en el género del western.
Si reflexionamos sobre la mitología europea, por ejemplo, podemos apreciar ciertas similitudes entre los caballeros andantes, y el héroe clásico del western.
Sin embargo, al caballero andante, siempre le rodea un aura de misticismo, a diferencia del héroe de western, o del propio Ethan, como héroe oscuro, condenado a vagar por praderas de polvo como Centauro que es.
Su caracterización, dramática y terrible, incorpora hechuras y dimensiones propias de un personaje de Shakespeare.
A través de él, Ford explora algunos de los rincones más oscuros del ser humano, y de la conciencia colectiva de EEUU.
The Searchers recoge, todos los elementos que hicieron grandes a las obras “fordianas”:
El retrato de la condición humana, la poesía en imágenes, la épica, la limpieza, y la honestidad en la narración.
Él mismo negaba ser un autor de Obras Maestras, pero el tiempo ha acabado elevando sus películas, a la categoría de Maravillas.
Nadie mejor que Orson Welles lo expresó, al ser preguntado por sus cineastas favoritos, y sus influencias a la hora de rodar:
“John Ford, John Ford, y John Ford”

“Let's go home, Debbie”



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