Dirty Girl
“Let them talk”
En la década de 1980, las modas y tendencias, giraban en torno a un estilo divertido, “funky” e individualista, especialmente entre los adolescentes y adultos jóvenes.
Los colores brillantes, y formas originales, siguen siendo modernos símbolos icónicos de los años 80.
A mediados de esa década, los tonos que marcaban la tendencia para los adolescentes, eran los del neón.
Colores desde el fucsia hasta el verde eléctrico, podían encontrarse en camisas holgadas, pantalones, ostentosas joyas, y gafas de sol.
A pesar de que otros colores, aumentaron y disminuyeron su tendencia durante esos años, el neón fue el más común y, a veces, se le recuerda con cariño, como la paleta de la década.
Los accesorios de los años 80 eran, sobre todo, de gran tamaño, e impacto.
Mientras que las mujeres mayores, llevaban escultóricas y elegantes piezas metálicas, los adolescentes, comúnmente usaban grandes alhajas de plástico.
Tendencias como llevar múltiples pulseras en un brazo, y usar pendientes distintos, y de gran tamaño, añadían personalidad a la tendencia de las joyas ostentosas.
También, eran populares los diseños geométricos, y con colores neón.
Así fue esculpida, la clásica silueta adolescente de la década de 1980, de forma holgada y de gran tamaño en la parte superior, y ajustada en la parte inferior.
Este aspecto, se lograba usando una sudadera, o playera extra grande, con pantalones elásticos, o estribo.
Las películas para adolescentes, son una obligación en la cual, cada generación tiende a verse reflejada en ciertos estereotipos.
Son, tal vez, la forma en la que se hace homenaje a ciertas vivencias y, al mismo tiempo, se busca entregar esa “enseñanza de vida” a la juventud.
Películas de baile como “Fame” (1980), y “Flashdance” (1983), promovieron la moda de usar la ropa de baile como prendas de vestir.
Por ejemplo “Flashdance” alentó a una generación de adolescentes y adultos jóvenes, a usar calentadores, camisetas con cuellos cortados, y leotardos, con la música para “striptease”
“Sometimes you got to accept what life throws at you to find out what you're made of”
Dirty Girl es una película de comedia con tintes dramáticos, escrita y dirigida por Abe Sylvia, en el año 2010.
Protagonizada por Juno Temple, Jeremy Dozier, Milla Jovovich, William H. Macy, Mary Steenburgen, Nicholas D'Agosto, Tim McGraw, entre otros.
Abe Sylvia, desarrolló la historia en 2004, mientras asistía a la UCLA.
Sylvia lo describe, como un relato ficticio de “crecer en la década de 1980”, que se basa en algunas de sus experiencias como adolescente en Oklahoma, EEUU.
Dirty Girl cuestiona temas áridos como el rechazo y la desintegración de 2 jóvenes, que despuntan del resto de sus compañeros de clase:
Ella es una chica fácil, desbocada, y con desconocimiento sobre qué hacer con su vida; y él, un chico homosexual, y con sobrepeso, cuya identidad ha de ser reprimida, en una época aún de rechazo y humillación.
La amistad que se crea, casi por azar entre ellos, al ser emparejados para un proyecto de clase, hace que se conozcan, y uno se apoye al otro, provocando una mayor seguridad en cada uno, así como un impulso para conseguir sus propósitos.
Dirty Girl mezcla la crudeza de dichos temas, o situaciones, con el humor, el sarcasmo, y la propia parodia sobre sí misma, dando mayor agilidad y dulzura al resultado.
La filmación, comenzó en el sur de California, y se terminó en Los Angeles, del año 2010.
Pero en Dirty Girl estamos en los 80.
Donde los 2 protagonistas son unos marginados, tienen problemas personales y familiares, hasta académicos por su forma de ser y, juntos, se ven obligados a formar “una familia” que va más allá del proyecto escolar que les asignan.
Dirty Girl es una historia muy tierna, donde todo parece encajar sin esfuerzo.
Todo comienza cuando la chica mala, se mezcla con un chico gay solitario, saltan chispas, y los buenos tiempos “comienzan” en el instituto Normal High, en Oklahoma, un sitio aburrido para 2 parias sociales, que no podían ser más diferentes:
Danielle Edmondston (Juno Temple) es la chica desenfrenada y escandalosa, mientras Clarke Walters (Jeremy Dozier), es el gay de closet, constantemente conectado a su walkman, y adora a las divas de pop de los 80s.
Juntos tienen que hacer una tarea escolar sobre la familia, pero surgen obstáculos que deciden abandonar la ciudad, y emprender la meta:
Buscar al verdadero padre de la muchacha, un hombre que jamás ha visto.
Estos 2 seres solitarios y descarriados, encontrarán el uno en el otro, la compañía perfecta, e iniciarán una aventura, en forma de “road movie”, de Oklahoma a California, que les ayudará a madurar, y a encontrarse a sí mismos.
Dirty Girl se aproxima a esta fábula de maduración, de una manera especial.
El comportamiento de sus personajes, y el acercamiento de la realización del director, con muchos toques indies, no se corresponden ni con la comedia adolescente, ni con el culebrón sobre familias desmembradas y disfuncionales.
De manera cercana y personal, con mucho cariño hacia los protagonistas, pero sin complacencia, Dirty Girl nos adentra en sus desubicadas psiques, para que comprendamos por lo que están pasando.
El diario que escribe la supuesta hija de este matrimonio imposible, va apuntando “en off” los sentimientos que rodean a la pareja, sirviendo de contrapunto, casi siempre; de remate, en otros momentos.
“I'm thinking “Joan”, like Joan Jett”
Por mucho que sea aficionado a los musicales, o piense en la gran Joan Crawford en lugar de Joan Jett, cuando se le menciona el nombre de Joan, el personaje de Clarke, no responde únicamente a los tópicos.
En él, tenemos el retrato de un joven que vive en el conflicto, pero no por estar asolado por sus propias dudas, que es lo que se suele presentar en cine en casos como este, sino por su enfrentamiento a lo que le rodea.
Clarke tiene muy claro lo que le gusta, y solo necesita la libertad para dejarse llevar por ello, y expresarlo.
Esta es la faceta de Dirty Girl más autobiográfica para Sylvia, que también fue obesa a esa edad, y creció en Oklahoma.
El conflicto, no obstante, se consigue gracias a elementos de ficción, ya que el padre de la autora, era comprensivo, y no pensó ni por un instante, mandar a su pequeña, a una academia militar.
Por el camino, al igual que el film de Ridley Scott “Thelma & Louise” (1991), los protagonistas conocerán a un vaquero atractivo llamado Joel (Nicholas D’Agosto) que los abrumará, aunque aquí con otras artimañas.
El joven, no obstante, se habrá ganado el dinero, ya que dará la primera satisfacción a cada uno de los personajes.
En Dirty Girl, sin embargo, va en contra de la probabilidad estadística que todas las personas con las que se topen, como el matrimonio que vive ahora en la casa que perteneció al padre, el cowboy stripper, o los parroquianos del bar, sean todos homosexuales, pero esta falta de verosimilitud, se la aceptamos a Sylvia, porque lo que nos interesa es lo que nos quiere contar con ello, y no el realismo de las situaciones.
Sabemos que la absoluta fidelidad a lo real, no está perseguida, ya que los cambios de humor del saco de harina, impagable recurso narrativo, que suponen un guiño simpático, desafían cualquier explicación lógica.
El rencor que pudiese sentir Sylvia hacia el ambiente en el que se crio, no se refleja en Dirty Girl, ya que las tintas no están cargadas en el reflejo de seres prejuiciados, o irracionales.
En el bando de los padres, se sitúan los obstáculos para el desarrollo de estos 2 chicos, pero no se los pinta como antagonistas, pues el guión es capaz de llevarnos a comprenderlos, incluso a ellos.
Por su parte, Milla Jovovich encarna a la madre de Danielle, Sue-Ann Edmondston, que tuvo a su hija demasiado joven, ya que su comportamiento, no se diferencia casi nada del que hoy en día lleva la protagonista.
Si está decidida a casarse con un mormón, llamado Ray, no es por inconsciencia, egoísmo, o estupidez, sino porque piensa que es lo mejor para darle a la adolescente, la estabilidad que nunca ha vivido.
Este hombre, a quien da vida William H. Macy, tampoco encierra maldad, sino que se deja llevar por unos férreos ideales.
El padre del Clarke, Joseph Walters, único personaje negativo, interpretado por el músico Dwight Yoakam, no se retrata como un monstruo, sino como un padre duro.
Y la madre, Peggy Walters (Mary Steenburgen), es el personaje que más evolución presenta, ya que resuelve sus propios problemas, gracias a la situación que se le presenta con su hijo.
La reacción del padre biológico, comprensiva, pero en absoluto como ella esperaría, resulta un dato muy inteligente por parte de Dirty Girl.
De esta forma, el final parece feliz, pero esa consecución jovial a modo de canción, aplausos, y triunfo, a lo que sigue es a un fracaso total de los planes que tenían ambos chicos:
Ni ella consigue irse a vivir con el padre, o evitar el matrimonio con el mormón, ni él se libra de La Academia Militar.
No han resuelto ninguno de sus problemas; pero de alguna forma, a pesar de todo ello, encuentran la forma de lidiar mejor con lo que tienen.
Y es que a una chica buena no le gusta quedar mal.
Le importa más ser querida, que educar a sus hijos, no le dedica tiempo al relax con su marido, por dedicarse a limpiar, y no indica a sus empleados qué hacer, por no molestarlos.
Con lo cual, por querer ser buena, acaba siendo mala madre, mala esposa, y mala jefa.
A la mala, no le suceden estas cosas, porque las malas les indican a los demás, cómo quieren ser tratadas.
Toda la gente precisa que le indiques, cómo quieres ser tratada, y es conveniente que teman una reacción airada de su parte, antes de que te quieran porque eres tan, pero tan dulce… Que si no existieras, casi no habría ninguna diferencia.
Y es que una chica mala, jamás pone excusas para no hacer las cosas.
Una chica mala, hace lo que siente, le guste o no los demás.
Una chica mala es independiente, hábil, la pasa bien consigo misma, no le teme a la soledad, no le teme al qué dirán, y no tiene miedo de demostrar que es fuerte.
Elige a sus compañías, y descarta a quienes se interponen en su camino.
Aprende de la experiencia, y se queda con la mejor parte de todo, porque lo merece.
La chica mala tiene la autoestima en lo alto, por más fuerza por voltearla que hagan otros y por supuesto, se alegra cuando le dicen que es mala, porque a esta altura, eso es todo un piropo.
A las mujeres, les inculcaron que está bien que un hombre sea agresivo, vaya al frente, y se salga con la suya…
Y que no está bien, que una mujer sea agresiva, vaya al frente, y se salga con la suya.
Por lo cual, a una mujer le cuesta el doble de trabajo, que esto de ser decidida y asertiva, se vea bien.
Las chicas malas, hacen que las cosas sucedan.
Saben lo que quieren, y cómo conseguirlo.
Ellas tienen sus propias reglas, lo hacen a su modo, y no piden permiso.
La chica mala no se complace en ser una mujer abnegada, sino en pasarla bien.
No permite que el miedo influya en sus decisiones.
Es cariñosa y cortés, pero no es dependiente.
No tiene culpas en satisfacer sus deseos.
Dirige su propia vida, y no tiene nada que reprocharles a los demás, porque quien decide, es ella.
Y estimula a los demás con su ejemplo.
A una mujer mala, no le importa lo que los demás puedan pensar:
Sólo le importa ser auténtica consigo misma.
No se deja manipular, ni con amenazas ni con alabanzas, dice de frente lo que piensa a cada uno, de manera clara.
No deja que nadie decida, sobre lo que tiene que hacer con su vida, pues no le tiene miedo a los cambios.
Como escenas para el recuerdo, los striptease:
El de Joel, totalmente homoerótico, y el de Clarke en tono de parodia.
“I've heard it said that this here... this here's a man's world.
And some girls, they believe it.
Primpin' and fussin' and holdin' out, hoping a boy will look her way.
They don't know they got the power.
As for me...
I'm not that kind of girl.
I'm on top.
Which begs the question... if the girl's on top, well... who's the one getting screwed?”
La música, ha sido parte fundamental del desarrollo de la persona, ya que con ella se pueden expresar diferentes estados anímicos, o maneras de pensar.
En los últimos años, el comportamiento de los adolescentes, se ve influenciado por la clase de música que escuchan, en cuanto a la manera de vestir, peinarse, accesorios, forma de hablar, y modismos utilizados.
La música, siempre ha desempeñado un papel importante en el aprendizaje y la cultura, pudiendo llegar a influir en costumbres y emociones.
En muchas ocasiones, la música forma parte de la tradición de un país, o de una región, como el reggae, tango, folklore, rap, polka, salsa, samba, etc.
La música, constituye un entramado complejo de sentidos; opera en las prácticas culturales de los jóvenes, como elemento socializador, y al mismo tiempo, diferenciador de estatus o rol.
En los años 50 por ejemplo, el “Rock and Roll” entró a formar parte de la historia, de mano de su intérpretes más aplaudidos como:
Elvis Presley, The Beatles, y The Rolling Stones.
Desde entonces, la música ha vivido cambios espectaculares, y la influencia que ha ejercido en todas las generaciones, de forma especial en los adolescentes, siempre ha supuesto una fuente de preocupación para la sociedad y las familias.
Desde ya, que no se intenta decir que la música solamente ha modificado a la sociedad.
La sociedad, en general, ha visto modificados muchos de sus valores, primando en la actualidad, el éxito y la competencia, la eficacia y el rendimiento, el poder del dinero, el bienestar y el ocio, el estatus social, y la belleza.
La música, puede desempeñar un papel importante en la socialización, y en la formación de la identidad del adolescente, y se ha convertido en un símbolo de su búsqueda de identidad y autonomía.
Los adolescentes utilizan la música, como refuerzo de identificación con su grupo de iguales, como vehículo de su rebeldía contra lo convencional, para ayudarles a establecer una identidad separada de la de sus padres, o simplemente, es usada para relajarse, entretenerse, o evitar el sentimiento de soledad.
El acompañamiento musical de Dirty Girl, ambientada en 1987, así como la recreación del vestuario, y los peinados, suponen otro aliciente a esta historia divertida a veces, descarada por momentos, nostálgica en el fondo, emotiva sin blanduras, realista, y a su vez fantástica… y muy lograda en su conjunto.
“Nobody likes a dirty girl”
En la década de 1980, las modas y tendencias, giraban en torno a un estilo divertido, “funky” e individualista, especialmente entre los adolescentes y adultos jóvenes.
Los colores brillantes, y formas originales, siguen siendo modernos símbolos icónicos de los años 80.
A mediados de esa década, los tonos que marcaban la tendencia para los adolescentes, eran los del neón.
Colores desde el fucsia hasta el verde eléctrico, podían encontrarse en camisas holgadas, pantalones, ostentosas joyas, y gafas de sol.
A pesar de que otros colores, aumentaron y disminuyeron su tendencia durante esos años, el neón fue el más común y, a veces, se le recuerda con cariño, como la paleta de la década.
Los accesorios de los años 80 eran, sobre todo, de gran tamaño, e impacto.
Mientras que las mujeres mayores, llevaban escultóricas y elegantes piezas metálicas, los adolescentes, comúnmente usaban grandes alhajas de plástico.
Tendencias como llevar múltiples pulseras en un brazo, y usar pendientes distintos, y de gran tamaño, añadían personalidad a la tendencia de las joyas ostentosas.
También, eran populares los diseños geométricos, y con colores neón.
Así fue esculpida, la clásica silueta adolescente de la década de 1980, de forma holgada y de gran tamaño en la parte superior, y ajustada en la parte inferior.
Este aspecto, se lograba usando una sudadera, o playera extra grande, con pantalones elásticos, o estribo.
Las películas para adolescentes, son una obligación en la cual, cada generación tiende a verse reflejada en ciertos estereotipos.
Son, tal vez, la forma en la que se hace homenaje a ciertas vivencias y, al mismo tiempo, se busca entregar esa “enseñanza de vida” a la juventud.
Películas de baile como “Fame” (1980), y “Flashdance” (1983), promovieron la moda de usar la ropa de baile como prendas de vestir.
Por ejemplo “Flashdance” alentó a una generación de adolescentes y adultos jóvenes, a usar calentadores, camisetas con cuellos cortados, y leotardos, con la música para “striptease”
“Sometimes you got to accept what life throws at you to find out what you're made of”
Dirty Girl es una película de comedia con tintes dramáticos, escrita y dirigida por Abe Sylvia, en el año 2010.
Protagonizada por Juno Temple, Jeremy Dozier, Milla Jovovich, William H. Macy, Mary Steenburgen, Nicholas D'Agosto, Tim McGraw, entre otros.
Abe Sylvia, desarrolló la historia en 2004, mientras asistía a la UCLA.
Sylvia lo describe, como un relato ficticio de “crecer en la década de 1980”, que se basa en algunas de sus experiencias como adolescente en Oklahoma, EEUU.
Dirty Girl cuestiona temas áridos como el rechazo y la desintegración de 2 jóvenes, que despuntan del resto de sus compañeros de clase:
Ella es una chica fácil, desbocada, y con desconocimiento sobre qué hacer con su vida; y él, un chico homosexual, y con sobrepeso, cuya identidad ha de ser reprimida, en una época aún de rechazo y humillación.
La amistad que se crea, casi por azar entre ellos, al ser emparejados para un proyecto de clase, hace que se conozcan, y uno se apoye al otro, provocando una mayor seguridad en cada uno, así como un impulso para conseguir sus propósitos.
Dirty Girl mezcla la crudeza de dichos temas, o situaciones, con el humor, el sarcasmo, y la propia parodia sobre sí misma, dando mayor agilidad y dulzura al resultado.
La filmación, comenzó en el sur de California, y se terminó en Los Angeles, del año 2010.
Pero en Dirty Girl estamos en los 80.
Donde los 2 protagonistas son unos marginados, tienen problemas personales y familiares, hasta académicos por su forma de ser y, juntos, se ven obligados a formar “una familia” que va más allá del proyecto escolar que les asignan.
Dirty Girl es una historia muy tierna, donde todo parece encajar sin esfuerzo.
Todo comienza cuando la chica mala, se mezcla con un chico gay solitario, saltan chispas, y los buenos tiempos “comienzan” en el instituto Normal High, en Oklahoma, un sitio aburrido para 2 parias sociales, que no podían ser más diferentes:
Danielle Edmondston (Juno Temple) es la chica desenfrenada y escandalosa, mientras Clarke Walters (Jeremy Dozier), es el gay de closet, constantemente conectado a su walkman, y adora a las divas de pop de los 80s.
Juntos tienen que hacer una tarea escolar sobre la familia, pero surgen obstáculos que deciden abandonar la ciudad, y emprender la meta:
Buscar al verdadero padre de la muchacha, un hombre que jamás ha visto.
Estos 2 seres solitarios y descarriados, encontrarán el uno en el otro, la compañía perfecta, e iniciarán una aventura, en forma de “road movie”, de Oklahoma a California, que les ayudará a madurar, y a encontrarse a sí mismos.
Dirty Girl se aproxima a esta fábula de maduración, de una manera especial.
El comportamiento de sus personajes, y el acercamiento de la realización del director, con muchos toques indies, no se corresponden ni con la comedia adolescente, ni con el culebrón sobre familias desmembradas y disfuncionales.
De manera cercana y personal, con mucho cariño hacia los protagonistas, pero sin complacencia, Dirty Girl nos adentra en sus desubicadas psiques, para que comprendamos por lo que están pasando.
El diario que escribe la supuesta hija de este matrimonio imposible, va apuntando “en off” los sentimientos que rodean a la pareja, sirviendo de contrapunto, casi siempre; de remate, en otros momentos.
“I'm thinking “Joan”, like Joan Jett”
Por mucho que sea aficionado a los musicales, o piense en la gran Joan Crawford en lugar de Joan Jett, cuando se le menciona el nombre de Joan, el personaje de Clarke, no responde únicamente a los tópicos.
En él, tenemos el retrato de un joven que vive en el conflicto, pero no por estar asolado por sus propias dudas, que es lo que se suele presentar en cine en casos como este, sino por su enfrentamiento a lo que le rodea.
Clarke tiene muy claro lo que le gusta, y solo necesita la libertad para dejarse llevar por ello, y expresarlo.
Esta es la faceta de Dirty Girl más autobiográfica para Sylvia, que también fue obesa a esa edad, y creció en Oklahoma.
El conflicto, no obstante, se consigue gracias a elementos de ficción, ya que el padre de la autora, era comprensivo, y no pensó ni por un instante, mandar a su pequeña, a una academia militar.
Por el camino, al igual que el film de Ridley Scott “Thelma & Louise” (1991), los protagonistas conocerán a un vaquero atractivo llamado Joel (Nicholas D’Agosto) que los abrumará, aunque aquí con otras artimañas.
El joven, no obstante, se habrá ganado el dinero, ya que dará la primera satisfacción a cada uno de los personajes.
En Dirty Girl, sin embargo, va en contra de la probabilidad estadística que todas las personas con las que se topen, como el matrimonio que vive ahora en la casa que perteneció al padre, el cowboy stripper, o los parroquianos del bar, sean todos homosexuales, pero esta falta de verosimilitud, se la aceptamos a Sylvia, porque lo que nos interesa es lo que nos quiere contar con ello, y no el realismo de las situaciones.
Sabemos que la absoluta fidelidad a lo real, no está perseguida, ya que los cambios de humor del saco de harina, impagable recurso narrativo, que suponen un guiño simpático, desafían cualquier explicación lógica.
El rencor que pudiese sentir Sylvia hacia el ambiente en el que se crio, no se refleja en Dirty Girl, ya que las tintas no están cargadas en el reflejo de seres prejuiciados, o irracionales.
En el bando de los padres, se sitúan los obstáculos para el desarrollo de estos 2 chicos, pero no se los pinta como antagonistas, pues el guión es capaz de llevarnos a comprenderlos, incluso a ellos.
Por su parte, Milla Jovovich encarna a la madre de Danielle, Sue-Ann Edmondston, que tuvo a su hija demasiado joven, ya que su comportamiento, no se diferencia casi nada del que hoy en día lleva la protagonista.
Si está decidida a casarse con un mormón, llamado Ray, no es por inconsciencia, egoísmo, o estupidez, sino porque piensa que es lo mejor para darle a la adolescente, la estabilidad que nunca ha vivido.
Este hombre, a quien da vida William H. Macy, tampoco encierra maldad, sino que se deja llevar por unos férreos ideales.
El padre del Clarke, Joseph Walters, único personaje negativo, interpretado por el músico Dwight Yoakam, no se retrata como un monstruo, sino como un padre duro.
Y la madre, Peggy Walters (Mary Steenburgen), es el personaje que más evolución presenta, ya que resuelve sus propios problemas, gracias a la situación que se le presenta con su hijo.
La reacción del padre biológico, comprensiva, pero en absoluto como ella esperaría, resulta un dato muy inteligente por parte de Dirty Girl.
De esta forma, el final parece feliz, pero esa consecución jovial a modo de canción, aplausos, y triunfo, a lo que sigue es a un fracaso total de los planes que tenían ambos chicos:
Ni ella consigue irse a vivir con el padre, o evitar el matrimonio con el mormón, ni él se libra de La Academia Militar.
No han resuelto ninguno de sus problemas; pero de alguna forma, a pesar de todo ello, encuentran la forma de lidiar mejor con lo que tienen.
Y es que a una chica buena no le gusta quedar mal.
Le importa más ser querida, que educar a sus hijos, no le dedica tiempo al relax con su marido, por dedicarse a limpiar, y no indica a sus empleados qué hacer, por no molestarlos.
Con lo cual, por querer ser buena, acaba siendo mala madre, mala esposa, y mala jefa.
A la mala, no le suceden estas cosas, porque las malas les indican a los demás, cómo quieren ser tratadas.
Toda la gente precisa que le indiques, cómo quieres ser tratada, y es conveniente que teman una reacción airada de su parte, antes de que te quieran porque eres tan, pero tan dulce… Que si no existieras, casi no habría ninguna diferencia.
Y es que una chica mala, jamás pone excusas para no hacer las cosas.
Una chica mala, hace lo que siente, le guste o no los demás.
Una chica mala es independiente, hábil, la pasa bien consigo misma, no le teme a la soledad, no le teme al qué dirán, y no tiene miedo de demostrar que es fuerte.
Elige a sus compañías, y descarta a quienes se interponen en su camino.
Aprende de la experiencia, y se queda con la mejor parte de todo, porque lo merece.
La chica mala tiene la autoestima en lo alto, por más fuerza por voltearla que hagan otros y por supuesto, se alegra cuando le dicen que es mala, porque a esta altura, eso es todo un piropo.
A las mujeres, les inculcaron que está bien que un hombre sea agresivo, vaya al frente, y se salga con la suya…
Y que no está bien, que una mujer sea agresiva, vaya al frente, y se salga con la suya.
Por lo cual, a una mujer le cuesta el doble de trabajo, que esto de ser decidida y asertiva, se vea bien.
Las chicas malas, hacen que las cosas sucedan.
Saben lo que quieren, y cómo conseguirlo.
Ellas tienen sus propias reglas, lo hacen a su modo, y no piden permiso.
La chica mala no se complace en ser una mujer abnegada, sino en pasarla bien.
No permite que el miedo influya en sus decisiones.
Es cariñosa y cortés, pero no es dependiente.
No tiene culpas en satisfacer sus deseos.
Dirige su propia vida, y no tiene nada que reprocharles a los demás, porque quien decide, es ella.
Y estimula a los demás con su ejemplo.
A una mujer mala, no le importa lo que los demás puedan pensar:
Sólo le importa ser auténtica consigo misma.
No se deja manipular, ni con amenazas ni con alabanzas, dice de frente lo que piensa a cada uno, de manera clara.
No deja que nadie decida, sobre lo que tiene que hacer con su vida, pues no le tiene miedo a los cambios.
Como escenas para el recuerdo, los striptease:
El de Joel, totalmente homoerótico, y el de Clarke en tono de parodia.
“I've heard it said that this here... this here's a man's world.
And some girls, they believe it.
Primpin' and fussin' and holdin' out, hoping a boy will look her way.
They don't know they got the power.
As for me...
I'm not that kind of girl.
I'm on top.
Which begs the question... if the girl's on top, well... who's the one getting screwed?”
La música, ha sido parte fundamental del desarrollo de la persona, ya que con ella se pueden expresar diferentes estados anímicos, o maneras de pensar.
En los últimos años, el comportamiento de los adolescentes, se ve influenciado por la clase de música que escuchan, en cuanto a la manera de vestir, peinarse, accesorios, forma de hablar, y modismos utilizados.
La música, siempre ha desempeñado un papel importante en el aprendizaje y la cultura, pudiendo llegar a influir en costumbres y emociones.
En muchas ocasiones, la música forma parte de la tradición de un país, o de una región, como el reggae, tango, folklore, rap, polka, salsa, samba, etc.
La música, constituye un entramado complejo de sentidos; opera en las prácticas culturales de los jóvenes, como elemento socializador, y al mismo tiempo, diferenciador de estatus o rol.
En los años 50 por ejemplo, el “Rock and Roll” entró a formar parte de la historia, de mano de su intérpretes más aplaudidos como:
Elvis Presley, The Beatles, y The Rolling Stones.
Desde entonces, la música ha vivido cambios espectaculares, y la influencia que ha ejercido en todas las generaciones, de forma especial en los adolescentes, siempre ha supuesto una fuente de preocupación para la sociedad y las familias.
Desde ya, que no se intenta decir que la música solamente ha modificado a la sociedad.
La sociedad, en general, ha visto modificados muchos de sus valores, primando en la actualidad, el éxito y la competencia, la eficacia y el rendimiento, el poder del dinero, el bienestar y el ocio, el estatus social, y la belleza.
La música, puede desempeñar un papel importante en la socialización, y en la formación de la identidad del adolescente, y se ha convertido en un símbolo de su búsqueda de identidad y autonomía.
Los adolescentes utilizan la música, como refuerzo de identificación con su grupo de iguales, como vehículo de su rebeldía contra lo convencional, para ayudarles a establecer una identidad separada de la de sus padres, o simplemente, es usada para relajarse, entretenerse, o evitar el sentimiento de soledad.
El acompañamiento musical de Dirty Girl, ambientada en 1987, así como la recreación del vestuario, y los peinados, suponen otro aliciente a esta historia divertida a veces, descarada por momentos, nostálgica en el fondo, emotiva sin blanduras, realista, y a su vez fantástica… y muy lograda en su conjunto.
“Nobody likes a dirty girl”
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