The Illusionist
“From the moment we enter this life, we are in the flow of it”
La clarividencia, es una hipotética capacidad de percepción extrasensorial, que permitiría a algunas personas, recibir información de acontecimientos futuros, sin el auxilio de medios técnicos.
No existe ninguna evidencia científica, de que tal capacidad exista, sólo existen testimonios de personas, que se adjudican a sí mismas esta capacidad.
Los actos de clarividencia declarados, contradicen abiertamente a las leyes físicas para una percepción basada en medios físicos conocidos.
Esta percepción, se caracterizaría por captar fenómenos que quedan fuera del alcance de los sentidos, y de adivinar hechos futuros, u ocurridos en otros lugares.
La telepatía no se incluye en este tipo de percepciones.
A diferencia de esta última, la clarividencia explícitamente implicaría la “visión de imágenes” reales físicas, de la mente o memoria de otro individuo, de entidades mitológicas, o desconocidas por la ciencia actual, y no el hecho de captar conceptos abstractos de otra mente.
Harschel Steinschneider, llamado Erik Jan Hanussen (1889 - 1933) fue un mentalista de origen judío, aclamado en la época de la Alemania nazi, como un Gran Ocultista, que llegó a ser, uno de los astrólogos predilectos de Hitler.
En su juventud, trabajó en circos ambulantes, y recorrió el centro de Europa, hasta que abrió un pequeño consultorio de orientación y videncia en Praga.
A mediados de los años 1920, Hanussen se vio obligado a huir de Praga, y se trasladó a Berlín.
En Berlín se asoció con Hans Einz Ewers, un estrambótico conferenciante, quien una tarde le presentó al joven Adolf Hitler.
Parece ser, que en ese momento, Hanussen le dijo al futuro dictador, que en unos años “la nación germana estaría a su merced”
Desde entonces, Hitler y sus más cercanos colaboradores, se convirtieron en asiduos clientes de Hanussen, frecuentando su recién estrenado Palacio del Ocultismo.
En una sesión especial, Hanussen, valiéndose del auto hipnosis, “predijo” el incendio del Reichstag.
Al cabo de 2 días, el edificio fue presa de las llamas.
El incendio, probablemente fue obra de los propios nazis, y desde luego les beneficiaba políticamente, lo que hacía la supuesta predicción de Hanussen, sumamente incómoda, pues dejaba entrever, que el entorno de Hitler sabía lo que iba a ocurrir, avivando las sospechas de un montaje.
El Palacio del Ocultismo fue clausurado, y se prohibieron las reuniones y conferencias que organizaba Hanussen.
A principios de abril de 1933, su cuerpo fue encontrado acribillado a balazos, en un bosque a las afueras de Berlín.
“We measure it and we mark it, but we cannot defy it.
We cannot even speed it up or slow it down.
Or can we?
Have we not each experienced the sensation… that a beautiful moment seemed to pass too quickly… and wished that we could make it linger?
Or felt time slow on a dull day… and wished that we could speed things up a bit?”
Muchos años antes de los hechos anteriormente descritos, El Archiduque Rudolf Franz Karl Joseph von Habsburg-Lothringen, Príncipe heredero de Austria, Hungría, y Bohemia (1858 - 1889) fue el único hijo varón del Emperador Franz Josef Karl von Habsburg-Lothringen, y de su esposa, La Emperatriz Elisabeth Amalie Eugenie Herzogin in Bayern.
Su muerte, aparentemente por suicidio, junto con la de su amante, La Baronesa Marie Alexandrine Freiin von Vetsera, en su pabellón de caza de Mayerling, en 1889, dio lugar a titulares por todo el mundo, despertando rumores internacionales de conspiración, y al final, pudo haber sellado el destino de la monarquía Habsburgo.
Rudolf recibió una educación, destinada a convertirle, en digno sucesor de su padre, y continuador de su régimen, pero Rudolf tenía el temperamento artístico de su madre, fue un redomado mujeriego y, en política, simpatizaba con las ideas liberales, y los movimientos nacionalistas húngaros.
Su matrimonio de conveniencia, celebrado en 1881, con La Princesa Stéphanie de Lieja, hija del Rey Léopold Louis Philippe Marie Victor de Saxe-Cobourg et Gotha II de Bélgica, fue una farsa desde el principio, pues Rudolf nunca renunció a sus aventuras amorosas, especialmente, desde que en 1888, conoció a Marie Vetsera, una bella aristócrata de origen húngaro, de la que no se separó hasta su muerte.
Marie Alexandrine Freiin von Vetsera, era Hija del Barón Albin von Vetsera, un diplomático húngaro de la corte austríaca, y de su esposa, Hélène Baltazzi, miembro de una de las familias de la banca griega, más importantes en El Imperio Otomano, pero que nació en la ciudad de Viena, en 1871.
En 1888, conoció al Archiduque Rudolf, a través de la prima de éste, Auguste Henriette Mendel Freiin von Wallersee.
Poco tiempo después, comenzaron una relación idílica, al menos por parte de La Baronesa.
Rudolf, según la versión oficial, buscaba no una amante, sino una compañera con quien darse muerte...
El 30 de enero de 1889, fue el desenlace del llamado “Crimen de Mayerling”; Rudolf, heredero del Imperio austrohúngaro, fue hallado muerto en su dormitorio del pabellón de caza de Mayerling.
Junto a él, la pistola que supuestamente había usado para dispararse en la sien, y sobre la cama, el cuerpo también sin vida de su amante, la joven Baronesa Marie Vetsera, con un tiro en la cabeza.
Todo apuntaba a un pacto suicida entre ambos amantes; pero, nadie podía creer que Rudolf, con 30 años, se hubiera quitado la vida voluntariamente.
Además, los torpes intentos del gobierno austríaco, por ocultar los detalles del suceso, y la presencia de algunos extraños en Mayerling, inducían a pensar, que podía tratarse de un complot para asesinar al heredero imperial.
Incluso, hubo rumores de que el cadáver del Archiduque, tenía cortes de sable, y que le faltaba una mano que le habían cortado sus asesinos, y que para ocultarlo, le habían puesto unos guantes rellenos de paja.
Sin embargo, otra versión apunta a un suicidio pactado, al descubrir los amantes Rudolf y Marie, que eran hermanos, por ser Marie fruto de una antigua infidelidad del Emperador Franz Josef Karl von Habsburg-Lothringen a su esposa, La Emperatriz Elisabeth Amalie Eugenie Herzogin in Bayern, con la madre de La Baronesa.
La versión oficial de los hechos, son superficiales, y fueron encubiertos por el gobierno imperial, y empañados con el transcurso de los años.
Por un lado, se dice que El Príncipe la asesinó, y después se suicidó con una escopeta; por otro lado, se dice que ambos conjuntamente, decidieron quitarse la vida, y que se mataron el uno al otro.
También se discute, si ella estaba o no embarazada del Príncipe, al momento de su muerte...
Mientras que los restos mortales de Rudolf recibieron un Funeral Imperial en La Corte de Viena, el cuerpo de La Baronesa de Vetsera, fue enterrado con prisas en el Monasterio cisterciense de Heiligenkreuz, para evitar alimentar el escándalo.
Gerd Holler, en su libro “Mayerling: Die Lösung des Rätsels”, apunta que en la primavera tardía de 1945, la artillería soviética, bombardeó el monasterio en que reposaban los restos mortales de Marie Vetsera.
Un proyectil de largo alcance, desplazó la placa de granito que cubría su tumba.
Holler, que por aquel entonces era un joven físico de Heiligenkreuz, fue llamado para examinar los restos de La Baronesa, y fue testigo de su re-entierro.
El doctor Holler, escudriñó cuidadosamente el cráneo, y otros huesos, en busca de huecos y destrozos causados por proyectiles, pero no había daño alguno en el esqueleto.
Despertada su curiosidad, el doctor Holler, esperó a que se abriese El Archivo Secreto Vaticano.
La Familia Habsburg-Lothringen, de religión católica, tuvo que pedir dispensa al Papa, con el fin de proveer un funeral católico para su hijo, quien se habría suicidado.
Ante la demanda, El Papa envió a su nuncio a Mayerling.
Cuando éste regresó al Vaticano, escribió un detallado reporte, acerca del incidente que había tenido lugar en el refugio de caza.
Basándose en la detallada búsqueda de premisas, el nuncio reportó, que solamente se había ejecutado un disparo.
Todo esto, sumado al hecho de que el cuerpo de Rudolf presentaba diversas contusiones y cortes, algo bastante insólito en un suicidio, sustenta la hipótesis de que la pareja fue atacada, y que La Baronesa murió a causa de una paliza, y no de un disparo mortal.
De aquí nace una nueva hipótesis, en este caso, de complot:
Por un lado, urdido por Los Servicios Secretos Austriacos, dada la ideología liberal de Rudolf, y por otro, por Los Servicios Secretos Franceses, dada la negativa de Rudolf, a dar un golpe mortal a la política de su padre.
Helmut Flatzelsteiner, exhumó de nuevo el cuerpo de Marie Vetsera sin permisos, y fue re-enterrada en su tumba original, en el mes de octubre de 1993.
A pesar de todo, los hechos exactos del llamado “Crimen de Mayerling” continúan siendo un misterio al día de hoy.
“As a boy, I'm told, he had a chance encounter with a travelling magician.
One version of the story was that the man himself vanished... along with the tree.
People began to think he had some sort of special power... or at least that he was a bit different.
And then he met her”
The Illusionist es una película de suspense, del año 2006, escrita y dirigida por Neil Burger.
Protagonizada por Edward Norton, Paul Giamatti, Jessica Biel, Rufus Sewell, Eddie Marsan, Jake Wood, Tom Fisher, Aaron Johnson, Eleanor Tomlinson, entre otros.
El guión es de Neil Burger, basado en la novela “Eisenheim The Illusionist” escrita por Steven Millhauser.
El personaje de Eisenheim, se basa en el mago, y supuesto vidente, Erik Jan Hanussen; famoso a principios del siglo XX en Viena, y que murió en circunstancias que aún no han sido aclaradas.
A pesar de ser una historia ficticia, algunos detalles de The Illusionist están basados en la vida de Rudolf de Habsburgo, único hijo varón de Franz Josef Karl von Habsburg-Lothringen.
La pintura del Emperador que realiza Eisenheim, es un retrato de Franz Josef Karl von Habsburg-Lothringen.
The Illusionist fue nominada al Oscar como mejor fotografía; y a pesar de estar ambientada en la antigua Austria, se rodó en diversas localizaciones de La República Checa.
Quizás ni siquiera sea casual el momento y la época en los que se sitúa la historia.
Viena, 1900:
Un imperio regido aún, al antiguo modo, pero con el encanto de un mundo abocado a la pronta desaparición, y un fascinante cambio de siglo, en el que conviven las viejas creencias, con el inicio de la cascada de maravillas, que traerá una ciencia que aún es vista como “Salvadora del Hombre”
El misterioso Eisenheim “The Illusionist” (Edward Norton) cautiva al público con sus espectáculos de magia e ilusionismo.
Sus poderes sobrenaturales, llegan a oídos del Príncipe heredero, Leopold (Rufus Sewell), un hombre escéptico, que acude al espectáculo, acompañado de su prometida, la bella y sofisticada Duquesa, Sophie von Teschen (Jessica Biel)
Sospechando un fraude por parte de Eisenheim, El Príncipe encarga al perspicaz inspector de policía, Walter Uhl (Paul Giamatti) que lo vigile de cerca.
Mientras que Uhl insiste tenazmente en descubrir los trucos de este hombre, Eisenheim prepara su número más ambicioso.
The Illusionist está llena de los motivos de la literatura romántica del siglo XIX, con su reto a la racionalidad, con sus héroes enfrentados al destino, y, sobretodo, ese halo de trascendencia espiritual, que envuelve a la fantasmagoría, y el imaginario de la época.
Utilizando la magia como metáfora de la relación entre la verdad y la mentira, trata Burger esta misma relación, proponiendo un juego en el que nada es lo que parece ser, y en el que todos los personajes, tienen algo que ocultar.
Amén de la “ficha artística”, The Illusionist plantea una intrigante historia, en la que la ambientación cumple un papel muy importante:
Esa Viena de 1900, aún no especialmente decadente, una época en la que la psicología, la parapsicología, y la verdadera ciencia, estaban más mezcladas que en la actualidad, lo que propiciaba una extraordinaria popularidad de los ilusionistas, siendo el más mítico:
Harry Houdini.
“I thought we might end this evening with a discussion of the soul.
All of the greatest religions speak of the soul’s endurance beyond the end of life”
El mundo como escenario de corruptelas y maquinaciones, o la vida como una oportunidad para sueños e ilusiones.
En esa disyuntiva, coloca Neil Burger a unos personajes, que se debaten entre el poder y el amor, entre lo terrenal y lo espiritual, entre lo aparente y lo real.
La magia del ilusionista, como la del cine con sus luces y sus sombras, le permite moverse entre unas realidades, que se pueden investigar y demostrar, y otras que pertenecen al reino de lo intangible y misterioso.
Ya sea con trucos o poderes sobrenaturales, su protagonista sorprende y entretiene, investiga y castiga, ama y muere, hasta reconducir el destino a su puerto natural.
Es el demiurgo, que juega sus bazas en un clima de ensoñación, entre el racionalismo ilustrado, y el idealismo romántico:
Por un lado, están quienes se esfuerzan por dar una explicación a todo lo humano sin dejar lugar a lo inefable; por otro, quienes viven de las apariencias, y buscan una felicidad de otro mundo sobre ilusiones poco realistas.
No sabemos con qué planteamiento vital se identificará Burger, y el propio espectador, pero sí, con cuál se han conducido el mago Eisenheim, y El Príncipe heredero Leopold.
Y en medio, nos encontramos al inspector Uhl, que navega entre las aguas del arribismo y la ingenuidad, de la corrupción y la ética, para guiarnos en sus investigaciones, y ensimismarnos con él, ante el poder hipnótico de un ilusionista enamorado.
Pero ahí se acaba la magia, y se abre paso la ilusión, tanto óptica como argumental:
El guión pretende narrar, un relato cien veces visto tras lentes de aumento, deformando una idea interesante, para intentar que parezca más profunda y esotérica.
Podría ser una decisión intencionada por parte de este director primerizo, deseoso por interrumpir la admiración del público, para sumergirlo en el lado realista.
Para Burger, el reto consistía, en preservar lo que era bello y misterioso de la historia, pero también, crear un contexto dramático para todo el conjunto.
Inventó nuevos personajes para el argumento:
El Príncipe heredero Leopold, y su novia, Sophie von Teschen, y amplió considerablemente el papel del inspector Uhl, que únicamente recibe un par de menciones, en la historia original.
Se podría hablar, si se me permite, de la enésima adaptación del Mito de La Cenicienta, aunque esta vez, la magia la ponga el protagonista principal.
Burger juega con la naturaleza del protagonista principal, y lo antepone al personaje antagonista del Príncipe heredero, muy maniqueo por otra parte.
En la estampa, destaca el personaje del Jefe de Policía, interpretado por Giamatti, un hombre de extracción social baja, venido a más gracias a la lealtad intachable hacia La Familia Real, que tendrá que elegir entre sus principios, y su interesada devoción en un punto de la trama.
Además, Burger llevó a cabo, una extensa labor de investigación sobre el mundo de la magia, así como de la época en la que transcurre la historia:
Viena a finales del siglo XIX.
“Leí todo lo que pude sobre los Habsburgo, y sobre la magia de la época, sobre las ilusiones mismas, y el mundo social de los magos.
La mayor parte de los trucos que salen en The Illusionist, están basados en ilusiones reales, que se hacían en la época, y los personajes que inventé, también están basados en personas reales.
Quería que todo fuera lo más creíble y honesto posible, sobre todo, porque la historia examina esa idea, de cómo percibimos la realidad y la ilusión… y deja borroso el límite entre estos 2 conceptos.
Si pretendes exagerar ciertos elementos, para lograr que sea como un sueño, o surrealista, o incluso misterioso, tienes que asegurarte, que el resto tenga una base sólida en el tiempo” dijo.
“La labor de cualquier mago, es la de recordarnos el misterio de la existencia, e inspirar admiración y asombro.
Presenciar un gran truco de magia, te produce un cierto escalofrió, y te hace pensar que, quizás existen poderes mayores de los que posee el hombre, independientemente de si el mago los tiene o no”, comenta el cineasta Neil Burger.
Pero:
¿Qué pasa si un mago realmente hace magia?
¿Y si realmente puede trasladarnos al oscuro y agitado corazón de un mundo mágico?
“La pregunta que permanece durante The Illusionist, es si Eisenheim, realmente posee poderes sobrenaturales, o si por el contrario, se trata de un truco” continúa Burger.
“No lo sabemos con certeza.
Ese fue un reto al crear la magia para The Illusionist, andar en la cuerda floja en esta cuestión” dijo.
Burger quería, que las ilusiones apareciesen como resultado de un fenómeno sobrenatural, pero al mismo tiempo, que pareciese que existe un método práctico detrás.
“Tendrías que ser capaz de entenderlo.
Todas las actuaciones están basadas en auténticas ilusiones de la época, y lo único que hice, fue llevarlas a un nivel ligeramente más fantástico” concluyó.
El guionista/director, se reunió con el mago/historiador, Ricky Jay, aprendiendo todo lo posible sobre los trucos, las prácticas en el escenario de la época, así como las ilusiones populares durante “La Época Dorada de La Magia”, a la vez que era consciente, de que había que adaptar las ilusiones, para hacerlas adecuadas para un rodaje.
“Trabajé con él durante varias semanas, en las que pudimos ajustar todo lo que había en el guión; fue un recurso invalorable” aseguró.
Una vez en Praga, en el set, el mago británico, James Freedman, Miembro del exclusivo Magic Circle, fue el consejero mago, que continuó enseñando a Norton y Aaron Johnson, que interpreta al joven Eisenheim, a cómo dominar el arte de los juegos de manos para su personaje.
“Realizamos un arduo trabajo de investigación, para asegurarnos de que los métodos y los efectos de la magia usados en The Illusionist, encajan con la época,” explica Freedman.
“Cuando has estado involucrado en el mundo de la magia, casi toda una vida como es mi caso, tiendes a conocer de antemano, muchos secretos y métodos.
Uno de los trucos que se muestran en The Illusionist, está basado en uno establecido por un hombre llamado, Jean Paul Robert-Houdin.
Se le denominó “El Padre de La Magia Moderna”, e hizo una ilusión, donde tomaba prestado un pañuelo de una dama del público.
Lo hacía desaparecer, y luego un naranjo florecía, y 2 mariposas salían del árbol, portando el pañuelo.
Era un truco impresionante, y nosotros lo hemos llevado un poco más lejos en The Illusionist, así que lo que se ve en la pantalla, borda lo imposible.
Así es como debe ser la buena magia”, dijo.
Sin duda, en cualquier espectáculo de magia, la puesta en escena es de capital importancia:
Se requiere un clima de expectación, que dé pie al asombro, al suspense, y a la incertidumbre, sobre lo que sucederá ante nuestros ojos, y cuyo truco, uno espera descubrir.
Burger es consciente de ello, y por eso cuida especialmente, una ambientación que rodea de misterio y fascinación:
Así, una fotografía que recurre a filtros de tonos sepia, luces cálidas, y fuertes claroscuros, consigue ese halo enigmático, mientras que los planos de contorno difuminado, y el empleo del iris de los tiempos primitivos del cine, le dan el necesario carácter añejo de película de época; el vestuario, y los abundantes detalles de un esmerado trabajo de diseño de producción, terminan por generar una atmósfera de comienzos de siglo, a que el espectador presenciará la venida de espíritus desde más allá, una estructuración social en clases impenetrables, a no ser por arte de magia, y un amor romántico, destinado a la eternidad, aspecto este último, que constituye quizás, la parte más endeble por resultar un tópico y edulcorado envoltorio rosa, para intentar hacer sensible y visible lo etéreo e invisible.
Lo peor del desenlace, es que cambia inintencionadamente la naturaleza de los personajes:
Si el príncipe no es un asesino:
¿Por qué debe morir?
¿Cuál es su culpa?
¿Merece un balazo en la sien, por egoísta y ambicioso?
Y si Eisenheim es tan bueno:
¿Por qué injuria, y provoca una muerte, para salirse con la suya?
Por último, un lugar destacado, queda reservado para la música de Philip Glass, que deja su sello inconfundible, con un tema recurrente, que cae como lluvia fina, y envuelve con sus ritmos armoniosos, hasta empapar una atmósfera de ensoñación.
“So what then does it mean to die?”
La fuerza cautivadora de un truco de magia, reside en el desconocimiento de su secreto.
Cuanto mayor sea este, más nos gusta:
“¿Cómo lo ha hecho?”, te preguntas, y la incapacidad para resolver el misterio, aumenta a la par que el asombro.
El gran anhelo de todo ilusionista, es hacer posible la desaparición en vivo de un ser humano.
Desafiar todos los límites del tiempo y el espacio, consiguiendo el traspaso hacia otra dimensión, desconocida, del cuerpo de un hombre.
Eisenheim, como Gran Ilusionista, no sólo supera ese desafío, casi imposible, sino que, como sucede con sus otros trucos, jamás revela los secretos de su magia.
Ni el público del ilusionista, ni los espectadores, podrán enterarse de:
¿Cómo hizo lo que hizo?
“Life and death.
Space and time.
Fate and chance.
These are the forces of the universe.
Tonight, ladies and gentlemen, I present to you a man who has unlocked these mysteries.
From the furthest corners of the world where the dark arts still hold sway he returns to us to demonstrate how nature’s laws may be bent.
I give you Eisenheim”
La clarividencia, es una hipotética capacidad de percepción extrasensorial, que permitiría a algunas personas, recibir información de acontecimientos futuros, sin el auxilio de medios técnicos.
No existe ninguna evidencia científica, de que tal capacidad exista, sólo existen testimonios de personas, que se adjudican a sí mismas esta capacidad.
Los actos de clarividencia declarados, contradicen abiertamente a las leyes físicas para una percepción basada en medios físicos conocidos.
Esta percepción, se caracterizaría por captar fenómenos que quedan fuera del alcance de los sentidos, y de adivinar hechos futuros, u ocurridos en otros lugares.
La telepatía no se incluye en este tipo de percepciones.
A diferencia de esta última, la clarividencia explícitamente implicaría la “visión de imágenes” reales físicas, de la mente o memoria de otro individuo, de entidades mitológicas, o desconocidas por la ciencia actual, y no el hecho de captar conceptos abstractos de otra mente.
Harschel Steinschneider, llamado Erik Jan Hanussen (1889 - 1933) fue un mentalista de origen judío, aclamado en la época de la Alemania nazi, como un Gran Ocultista, que llegó a ser, uno de los astrólogos predilectos de Hitler.
En su juventud, trabajó en circos ambulantes, y recorrió el centro de Europa, hasta que abrió un pequeño consultorio de orientación y videncia en Praga.
A mediados de los años 1920, Hanussen se vio obligado a huir de Praga, y se trasladó a Berlín.
En Berlín se asoció con Hans Einz Ewers, un estrambótico conferenciante, quien una tarde le presentó al joven Adolf Hitler.
Parece ser, que en ese momento, Hanussen le dijo al futuro dictador, que en unos años “la nación germana estaría a su merced”
Desde entonces, Hitler y sus más cercanos colaboradores, se convirtieron en asiduos clientes de Hanussen, frecuentando su recién estrenado Palacio del Ocultismo.
En una sesión especial, Hanussen, valiéndose del auto hipnosis, “predijo” el incendio del Reichstag.
Al cabo de 2 días, el edificio fue presa de las llamas.
El incendio, probablemente fue obra de los propios nazis, y desde luego les beneficiaba políticamente, lo que hacía la supuesta predicción de Hanussen, sumamente incómoda, pues dejaba entrever, que el entorno de Hitler sabía lo que iba a ocurrir, avivando las sospechas de un montaje.
El Palacio del Ocultismo fue clausurado, y se prohibieron las reuniones y conferencias que organizaba Hanussen.
A principios de abril de 1933, su cuerpo fue encontrado acribillado a balazos, en un bosque a las afueras de Berlín.
“We measure it and we mark it, but we cannot defy it.
We cannot even speed it up or slow it down.
Or can we?
Have we not each experienced the sensation… that a beautiful moment seemed to pass too quickly… and wished that we could make it linger?
Or felt time slow on a dull day… and wished that we could speed things up a bit?”
Muchos años antes de los hechos anteriormente descritos, El Archiduque Rudolf Franz Karl Joseph von Habsburg-Lothringen, Príncipe heredero de Austria, Hungría, y Bohemia (1858 - 1889) fue el único hijo varón del Emperador Franz Josef Karl von Habsburg-Lothringen, y de su esposa, La Emperatriz Elisabeth Amalie Eugenie Herzogin in Bayern.
Su muerte, aparentemente por suicidio, junto con la de su amante, La Baronesa Marie Alexandrine Freiin von Vetsera, en su pabellón de caza de Mayerling, en 1889, dio lugar a titulares por todo el mundo, despertando rumores internacionales de conspiración, y al final, pudo haber sellado el destino de la monarquía Habsburgo.
Rudolf recibió una educación, destinada a convertirle, en digno sucesor de su padre, y continuador de su régimen, pero Rudolf tenía el temperamento artístico de su madre, fue un redomado mujeriego y, en política, simpatizaba con las ideas liberales, y los movimientos nacionalistas húngaros.
Su matrimonio de conveniencia, celebrado en 1881, con La Princesa Stéphanie de Lieja, hija del Rey Léopold Louis Philippe Marie Victor de Saxe-Cobourg et Gotha II de Bélgica, fue una farsa desde el principio, pues Rudolf nunca renunció a sus aventuras amorosas, especialmente, desde que en 1888, conoció a Marie Vetsera, una bella aristócrata de origen húngaro, de la que no se separó hasta su muerte.
Marie Alexandrine Freiin von Vetsera, era Hija del Barón Albin von Vetsera, un diplomático húngaro de la corte austríaca, y de su esposa, Hélène Baltazzi, miembro de una de las familias de la banca griega, más importantes en El Imperio Otomano, pero que nació en la ciudad de Viena, en 1871.
En 1888, conoció al Archiduque Rudolf, a través de la prima de éste, Auguste Henriette Mendel Freiin von Wallersee.
Poco tiempo después, comenzaron una relación idílica, al menos por parte de La Baronesa.
Rudolf, según la versión oficial, buscaba no una amante, sino una compañera con quien darse muerte...
El 30 de enero de 1889, fue el desenlace del llamado “Crimen de Mayerling”; Rudolf, heredero del Imperio austrohúngaro, fue hallado muerto en su dormitorio del pabellón de caza de Mayerling.
Junto a él, la pistola que supuestamente había usado para dispararse en la sien, y sobre la cama, el cuerpo también sin vida de su amante, la joven Baronesa Marie Vetsera, con un tiro en la cabeza.
Todo apuntaba a un pacto suicida entre ambos amantes; pero, nadie podía creer que Rudolf, con 30 años, se hubiera quitado la vida voluntariamente.
Además, los torpes intentos del gobierno austríaco, por ocultar los detalles del suceso, y la presencia de algunos extraños en Mayerling, inducían a pensar, que podía tratarse de un complot para asesinar al heredero imperial.
Incluso, hubo rumores de que el cadáver del Archiduque, tenía cortes de sable, y que le faltaba una mano que le habían cortado sus asesinos, y que para ocultarlo, le habían puesto unos guantes rellenos de paja.
Sin embargo, otra versión apunta a un suicidio pactado, al descubrir los amantes Rudolf y Marie, que eran hermanos, por ser Marie fruto de una antigua infidelidad del Emperador Franz Josef Karl von Habsburg-Lothringen a su esposa, La Emperatriz Elisabeth Amalie Eugenie Herzogin in Bayern, con la madre de La Baronesa.
La versión oficial de los hechos, son superficiales, y fueron encubiertos por el gobierno imperial, y empañados con el transcurso de los años.
Por un lado, se dice que El Príncipe la asesinó, y después se suicidó con una escopeta; por otro lado, se dice que ambos conjuntamente, decidieron quitarse la vida, y que se mataron el uno al otro.
También se discute, si ella estaba o no embarazada del Príncipe, al momento de su muerte...
Mientras que los restos mortales de Rudolf recibieron un Funeral Imperial en La Corte de Viena, el cuerpo de La Baronesa de Vetsera, fue enterrado con prisas en el Monasterio cisterciense de Heiligenkreuz, para evitar alimentar el escándalo.
Gerd Holler, en su libro “Mayerling: Die Lösung des Rätsels”, apunta que en la primavera tardía de 1945, la artillería soviética, bombardeó el monasterio en que reposaban los restos mortales de Marie Vetsera.
Un proyectil de largo alcance, desplazó la placa de granito que cubría su tumba.
Holler, que por aquel entonces era un joven físico de Heiligenkreuz, fue llamado para examinar los restos de La Baronesa, y fue testigo de su re-entierro.
El doctor Holler, escudriñó cuidadosamente el cráneo, y otros huesos, en busca de huecos y destrozos causados por proyectiles, pero no había daño alguno en el esqueleto.
Despertada su curiosidad, el doctor Holler, esperó a que se abriese El Archivo Secreto Vaticano.
La Familia Habsburg-Lothringen, de religión católica, tuvo que pedir dispensa al Papa, con el fin de proveer un funeral católico para su hijo, quien se habría suicidado.
Ante la demanda, El Papa envió a su nuncio a Mayerling.
Cuando éste regresó al Vaticano, escribió un detallado reporte, acerca del incidente que había tenido lugar en el refugio de caza.
Basándose en la detallada búsqueda de premisas, el nuncio reportó, que solamente se había ejecutado un disparo.
Todo esto, sumado al hecho de que el cuerpo de Rudolf presentaba diversas contusiones y cortes, algo bastante insólito en un suicidio, sustenta la hipótesis de que la pareja fue atacada, y que La Baronesa murió a causa de una paliza, y no de un disparo mortal.
De aquí nace una nueva hipótesis, en este caso, de complot:
Por un lado, urdido por Los Servicios Secretos Austriacos, dada la ideología liberal de Rudolf, y por otro, por Los Servicios Secretos Franceses, dada la negativa de Rudolf, a dar un golpe mortal a la política de su padre.
Helmut Flatzelsteiner, exhumó de nuevo el cuerpo de Marie Vetsera sin permisos, y fue re-enterrada en su tumba original, en el mes de octubre de 1993.
A pesar de todo, los hechos exactos del llamado “Crimen de Mayerling” continúan siendo un misterio al día de hoy.
“As a boy, I'm told, he had a chance encounter with a travelling magician.
One version of the story was that the man himself vanished... along with the tree.
People began to think he had some sort of special power... or at least that he was a bit different.
And then he met her”
The Illusionist es una película de suspense, del año 2006, escrita y dirigida por Neil Burger.
Protagonizada por Edward Norton, Paul Giamatti, Jessica Biel, Rufus Sewell, Eddie Marsan, Jake Wood, Tom Fisher, Aaron Johnson, Eleanor Tomlinson, entre otros.
El guión es de Neil Burger, basado en la novela “Eisenheim The Illusionist” escrita por Steven Millhauser.
El personaje de Eisenheim, se basa en el mago, y supuesto vidente, Erik Jan Hanussen; famoso a principios del siglo XX en Viena, y que murió en circunstancias que aún no han sido aclaradas.
A pesar de ser una historia ficticia, algunos detalles de The Illusionist están basados en la vida de Rudolf de Habsburgo, único hijo varón de Franz Josef Karl von Habsburg-Lothringen.
La pintura del Emperador que realiza Eisenheim, es un retrato de Franz Josef Karl von Habsburg-Lothringen.
The Illusionist fue nominada al Oscar como mejor fotografía; y a pesar de estar ambientada en la antigua Austria, se rodó en diversas localizaciones de La República Checa.
Quizás ni siquiera sea casual el momento y la época en los que se sitúa la historia.
Viena, 1900:
Un imperio regido aún, al antiguo modo, pero con el encanto de un mundo abocado a la pronta desaparición, y un fascinante cambio de siglo, en el que conviven las viejas creencias, con el inicio de la cascada de maravillas, que traerá una ciencia que aún es vista como “Salvadora del Hombre”
El misterioso Eisenheim “The Illusionist” (Edward Norton) cautiva al público con sus espectáculos de magia e ilusionismo.
Sus poderes sobrenaturales, llegan a oídos del Príncipe heredero, Leopold (Rufus Sewell), un hombre escéptico, que acude al espectáculo, acompañado de su prometida, la bella y sofisticada Duquesa, Sophie von Teschen (Jessica Biel)
Sospechando un fraude por parte de Eisenheim, El Príncipe encarga al perspicaz inspector de policía, Walter Uhl (Paul Giamatti) que lo vigile de cerca.
Mientras que Uhl insiste tenazmente en descubrir los trucos de este hombre, Eisenheim prepara su número más ambicioso.
The Illusionist está llena de los motivos de la literatura romántica del siglo XIX, con su reto a la racionalidad, con sus héroes enfrentados al destino, y, sobretodo, ese halo de trascendencia espiritual, que envuelve a la fantasmagoría, y el imaginario de la época.
Utilizando la magia como metáfora de la relación entre la verdad y la mentira, trata Burger esta misma relación, proponiendo un juego en el que nada es lo que parece ser, y en el que todos los personajes, tienen algo que ocultar.
Amén de la “ficha artística”, The Illusionist plantea una intrigante historia, en la que la ambientación cumple un papel muy importante:
Esa Viena de 1900, aún no especialmente decadente, una época en la que la psicología, la parapsicología, y la verdadera ciencia, estaban más mezcladas que en la actualidad, lo que propiciaba una extraordinaria popularidad de los ilusionistas, siendo el más mítico:
Harry Houdini.
“I thought we might end this evening with a discussion of the soul.
All of the greatest religions speak of the soul’s endurance beyond the end of life”
El mundo como escenario de corruptelas y maquinaciones, o la vida como una oportunidad para sueños e ilusiones.
En esa disyuntiva, coloca Neil Burger a unos personajes, que se debaten entre el poder y el amor, entre lo terrenal y lo espiritual, entre lo aparente y lo real.
La magia del ilusionista, como la del cine con sus luces y sus sombras, le permite moverse entre unas realidades, que se pueden investigar y demostrar, y otras que pertenecen al reino de lo intangible y misterioso.
Ya sea con trucos o poderes sobrenaturales, su protagonista sorprende y entretiene, investiga y castiga, ama y muere, hasta reconducir el destino a su puerto natural.
Es el demiurgo, que juega sus bazas en un clima de ensoñación, entre el racionalismo ilustrado, y el idealismo romántico:
Por un lado, están quienes se esfuerzan por dar una explicación a todo lo humano sin dejar lugar a lo inefable; por otro, quienes viven de las apariencias, y buscan una felicidad de otro mundo sobre ilusiones poco realistas.
No sabemos con qué planteamiento vital se identificará Burger, y el propio espectador, pero sí, con cuál se han conducido el mago Eisenheim, y El Príncipe heredero Leopold.
Y en medio, nos encontramos al inspector Uhl, que navega entre las aguas del arribismo y la ingenuidad, de la corrupción y la ética, para guiarnos en sus investigaciones, y ensimismarnos con él, ante el poder hipnótico de un ilusionista enamorado.
Pero ahí se acaba la magia, y se abre paso la ilusión, tanto óptica como argumental:
El guión pretende narrar, un relato cien veces visto tras lentes de aumento, deformando una idea interesante, para intentar que parezca más profunda y esotérica.
Podría ser una decisión intencionada por parte de este director primerizo, deseoso por interrumpir la admiración del público, para sumergirlo en el lado realista.
Para Burger, el reto consistía, en preservar lo que era bello y misterioso de la historia, pero también, crear un contexto dramático para todo el conjunto.
Inventó nuevos personajes para el argumento:
El Príncipe heredero Leopold, y su novia, Sophie von Teschen, y amplió considerablemente el papel del inspector Uhl, que únicamente recibe un par de menciones, en la historia original.
Se podría hablar, si se me permite, de la enésima adaptación del Mito de La Cenicienta, aunque esta vez, la magia la ponga el protagonista principal.
Burger juega con la naturaleza del protagonista principal, y lo antepone al personaje antagonista del Príncipe heredero, muy maniqueo por otra parte.
En la estampa, destaca el personaje del Jefe de Policía, interpretado por Giamatti, un hombre de extracción social baja, venido a más gracias a la lealtad intachable hacia La Familia Real, que tendrá que elegir entre sus principios, y su interesada devoción en un punto de la trama.
Además, Burger llevó a cabo, una extensa labor de investigación sobre el mundo de la magia, así como de la época en la que transcurre la historia:
Viena a finales del siglo XIX.
“Leí todo lo que pude sobre los Habsburgo, y sobre la magia de la época, sobre las ilusiones mismas, y el mundo social de los magos.
La mayor parte de los trucos que salen en The Illusionist, están basados en ilusiones reales, que se hacían en la época, y los personajes que inventé, también están basados en personas reales.
Quería que todo fuera lo más creíble y honesto posible, sobre todo, porque la historia examina esa idea, de cómo percibimos la realidad y la ilusión… y deja borroso el límite entre estos 2 conceptos.
Si pretendes exagerar ciertos elementos, para lograr que sea como un sueño, o surrealista, o incluso misterioso, tienes que asegurarte, que el resto tenga una base sólida en el tiempo” dijo.
“La labor de cualquier mago, es la de recordarnos el misterio de la existencia, e inspirar admiración y asombro.
Presenciar un gran truco de magia, te produce un cierto escalofrió, y te hace pensar que, quizás existen poderes mayores de los que posee el hombre, independientemente de si el mago los tiene o no”, comenta el cineasta Neil Burger.
Pero:
¿Qué pasa si un mago realmente hace magia?
¿Y si realmente puede trasladarnos al oscuro y agitado corazón de un mundo mágico?
“La pregunta que permanece durante The Illusionist, es si Eisenheim, realmente posee poderes sobrenaturales, o si por el contrario, se trata de un truco” continúa Burger.
“No lo sabemos con certeza.
Ese fue un reto al crear la magia para The Illusionist, andar en la cuerda floja en esta cuestión” dijo.
Burger quería, que las ilusiones apareciesen como resultado de un fenómeno sobrenatural, pero al mismo tiempo, que pareciese que existe un método práctico detrás.
“Tendrías que ser capaz de entenderlo.
Todas las actuaciones están basadas en auténticas ilusiones de la época, y lo único que hice, fue llevarlas a un nivel ligeramente más fantástico” concluyó.
El guionista/director, se reunió con el mago/historiador, Ricky Jay, aprendiendo todo lo posible sobre los trucos, las prácticas en el escenario de la época, así como las ilusiones populares durante “La Época Dorada de La Magia”, a la vez que era consciente, de que había que adaptar las ilusiones, para hacerlas adecuadas para un rodaje.
“Trabajé con él durante varias semanas, en las que pudimos ajustar todo lo que había en el guión; fue un recurso invalorable” aseguró.
Una vez en Praga, en el set, el mago británico, James Freedman, Miembro del exclusivo Magic Circle, fue el consejero mago, que continuó enseñando a Norton y Aaron Johnson, que interpreta al joven Eisenheim, a cómo dominar el arte de los juegos de manos para su personaje.
“Realizamos un arduo trabajo de investigación, para asegurarnos de que los métodos y los efectos de la magia usados en The Illusionist, encajan con la época,” explica Freedman.
“Cuando has estado involucrado en el mundo de la magia, casi toda una vida como es mi caso, tiendes a conocer de antemano, muchos secretos y métodos.
Uno de los trucos que se muestran en The Illusionist, está basado en uno establecido por un hombre llamado, Jean Paul Robert-Houdin.
Se le denominó “El Padre de La Magia Moderna”, e hizo una ilusión, donde tomaba prestado un pañuelo de una dama del público.
Lo hacía desaparecer, y luego un naranjo florecía, y 2 mariposas salían del árbol, portando el pañuelo.
Era un truco impresionante, y nosotros lo hemos llevado un poco más lejos en The Illusionist, así que lo que se ve en la pantalla, borda lo imposible.
Así es como debe ser la buena magia”, dijo.
Sin duda, en cualquier espectáculo de magia, la puesta en escena es de capital importancia:
Se requiere un clima de expectación, que dé pie al asombro, al suspense, y a la incertidumbre, sobre lo que sucederá ante nuestros ojos, y cuyo truco, uno espera descubrir.
Burger es consciente de ello, y por eso cuida especialmente, una ambientación que rodea de misterio y fascinación:
Así, una fotografía que recurre a filtros de tonos sepia, luces cálidas, y fuertes claroscuros, consigue ese halo enigmático, mientras que los planos de contorno difuminado, y el empleo del iris de los tiempos primitivos del cine, le dan el necesario carácter añejo de película de época; el vestuario, y los abundantes detalles de un esmerado trabajo de diseño de producción, terminan por generar una atmósfera de comienzos de siglo, a que el espectador presenciará la venida de espíritus desde más allá, una estructuración social en clases impenetrables, a no ser por arte de magia, y un amor romántico, destinado a la eternidad, aspecto este último, que constituye quizás, la parte más endeble por resultar un tópico y edulcorado envoltorio rosa, para intentar hacer sensible y visible lo etéreo e invisible.
Lo peor del desenlace, es que cambia inintencionadamente la naturaleza de los personajes:
Si el príncipe no es un asesino:
¿Por qué debe morir?
¿Cuál es su culpa?
¿Merece un balazo en la sien, por egoísta y ambicioso?
Y si Eisenheim es tan bueno:
¿Por qué injuria, y provoca una muerte, para salirse con la suya?
Por último, un lugar destacado, queda reservado para la música de Philip Glass, que deja su sello inconfundible, con un tema recurrente, que cae como lluvia fina, y envuelve con sus ritmos armoniosos, hasta empapar una atmósfera de ensoñación.
“So what then does it mean to die?”
La fuerza cautivadora de un truco de magia, reside en el desconocimiento de su secreto.
Cuanto mayor sea este, más nos gusta:
“¿Cómo lo ha hecho?”, te preguntas, y la incapacidad para resolver el misterio, aumenta a la par que el asombro.
El gran anhelo de todo ilusionista, es hacer posible la desaparición en vivo de un ser humano.
Desafiar todos los límites del tiempo y el espacio, consiguiendo el traspaso hacia otra dimensión, desconocida, del cuerpo de un hombre.
Eisenheim, como Gran Ilusionista, no sólo supera ese desafío, casi imposible, sino que, como sucede con sus otros trucos, jamás revela los secretos de su magia.
Ni el público del ilusionista, ni los espectadores, podrán enterarse de:
¿Cómo hizo lo que hizo?
“Life and death.
Space and time.
Fate and chance.
These are the forces of the universe.
Tonight, ladies and gentlemen, I present to you a man who has unlocked these mysteries.
From the furthest corners of the world where the dark arts still hold sway he returns to us to demonstrate how nature’s laws may be bent.
I give you Eisenheim”
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