Andrea Chénier

“Un dì all'azzurro spazio…”

El gran Charles Dickens llegó a decir sobre los albores de La Revolución Francesa en su libro “A Tale of Two Cities” (1859) lo siguiente:
“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.
Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto.
En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo”
André Marie Chénier fue un poeta francés, ejecutado durante el periodo del Terror de La Revolución Francesa, acusado de “crímenes contra el Estado”
Su poesía sensual y emotiva, lo convierte en uno de los precursores del Romanticismo; y los acontecimientos de 1789 y el éxito de su hermano menor, Marie-Joseph, como polemista político, hicieron que todos sus pensamientos estuvieran puestos en Francia, y que tomara la decisión de regresar, pues para entonces vivía en Inglaterra.
En abril de 1790, y con 28 años, André Chénier abandonó Londres, y volvió a la casa paterna en la calle de Cléry de París.
Francia estaba en aquellos momentos en un periodo de convulsión política, al borde de la anarquía; y Chénier pensaba que la revolución había cumplido sus objetivos con la implantación de una monarquía constitucional, y abogaba por su fortalecimiento, y porque a partir de entonces, todos los franceses se sometieran al imperio de la ley.
Aunque moderado en sus ideas políticas, era muy apasionado en la defensa de sus opiniones y, peligrosamente, impetuoso al rebatir las ideas contrarias.
El anterior poeta pastoril, se había transformado en un maestro de la sátira.
La insurrección del 10 de agosto de 1792, anuló y dispersó a los miembros de su partido, y solo se salvó de las matanzas de septiembre, gracias a que huyó camino de Normandía.
Al mes siguiente, su hermano Marie-Joseph, formó parte de La Convención Nacional; y André veía sombrío la marcha de los acontecimientos en Francia.
Tras la ejecución del Rey, salió de París, y se refugió en el campo, en Satory, Versalles; y solo abandonaba su casa cuando caía El Sol.
Su vida solitaria en Versalles, duró cerca de 1 año; y el 7 de marzo de 1794, André fue arrestado en la casa de la señora Piscatory, en Passy, por 2 agentes del Comité de Salud Pública que habían llegado en busca de una Marquesa fugada, y encontraron en la casa al desconocido y sospechoso Chénier, que estaba allí de visita de cortesía.
Fue conducido preso al Palacio de Luxemburgo, situado en las afueras de París, y después a la prisión de Saint-Lazare.
Durante los 140 días de su prisión, escribió los maravillosos yambos, en versos alternos de 12 y 8 sílabas que, en palabras de La Encyclopædia Britannica de 1911, “silban y cortan como balas envenenadas”
Estas obras llegaron a conocimiento de la familia de Chénier, gracias a la venalidad de uno de sus guardianes; y en la cárcel, André escribió el más conocido de sus poemas, el patético “La Jeune Captive” o “La Joven Cautiva”, un poema lleno de encanto y de desesperación.
Sofocado por la atmósfera de crueldad y vileza, la agonía de Chénier pudo expresarse en estos últimos yambos que escribió contra La Convención.
Su hermano, Marie-Joseph, hizo cuanto pudo por socorrerlo y liberarlo, pero fue inútil; y 10 días antes de morir, el pintor Joseph-Benoît Suvée acabó el más conocido de los retratos del poeta…
André Chénier fue mandado ejecutar por Robespierre, que había sido una de las personas más criticadas por Chénier en sus artículos del Journal de Paris.
Al atardecer, André fue conducido en una carreta hacia la guillotina, junto a una Princesa de Mónaco, y ambos fueron ejecutados en La Plaza de La Nación.
Posteriormente, 3 días más tarde, Robespierre fue depuesto, e igualmente guillotinado, terminando así El Periodo del Terror.
Existe un testimonio sobre los últimos momentos de Chénier, debido a Latouche.
Su relato es demasiado melodramático, y debe ser tomado con prevención.
El cuerpo de André Chénier, está sepultado en el cementerio de Picpus; y su vida se recrea en la novela de Charles Dickens, “A Tale of Two Cities” (1859); al tiempo que la vida de André inspiró el libreto de la ópera del compositor Umberto Giordano, titulada “Andrea Chénier” (1896), más concretamente, la relación amorosa que surgió entre el poeta y la hija de La Condesa de Coigny en la sala de prisioneros que iban a ser guillotinados.
La atractiva temática de esta ópera, ha sido interesante también para producciones cinematográficas, y no deja de ser curioso que cantantes como Mario del Monaco y Franco Corelli, aparezcan cantando el papel del poeta Chénier en ellas.
Tenemos así las películas para televisión dirigidas por Mario Landi en 1955, y por Václav Kaslík en 1972; al mismo tiempo, encontramos a Luis Mariano en el papel de Garat, un coetáneo del poeta, en la película “Napoleón” dirigida por Sacha Guitry en 1955.
“Lacrime e sangue dà la Francia”
Andrea Chénier es un musical del año 1955, dirigido por Mario Landi.
Protagonizado por Antonietta Stella, Mario del Monaco, Giuseppe Taddei, Maria Amandini, Luisa Mandelli, Franco Calabrese, Leo Pudis, Ortensia Beggiatto, Athos Cesarini, Antonio Sacchetti, Salvatore di Tommasi, Egidio Casolari, Arrigo Catttalani, Leonardo Monreale, Bruno Cioni, entre otros.
El guión es Umberto Menotti Maria Giordano, compositor italiano dedicado principalmente a la creación de óperas.
Su obra más conocida es “Andrea Chénier”, un “dramma istorico” del tipo música escénica y ópera romántica de estilo verista, compuesta a finales del siglo XIX, con un libreto de Luigi Illica, el famoso libretista de Giacomo Puccini, que había escrito para Alberto Franchetti el libreto de “Andrea Chénier”, basado libremente en la vida del poeta francés, ejecutado durante La Revolución Francesa, y sobre todo en la novela homónima de Joseph Méry de 1849; además, el personaje Carlo Gérard, se basa en parte en Jean-Lambert Tallien, una figura destacada de La Revolución.
Pero el compositor lo desecha, porque es un texto complicado que no convence tampoco al compositor Edoardo Sonzogno, y así, como última oportunidad, se lo ofrece a Giordano.
En verano de 1894, Giordano empieza a trabajar en la partitura y en modificaciones del libro con Illica, quien por aquel entonces estaba empeñado escribiendo “La Bohème” para Puccini.
Juzgada por el consultor musical de Sonzogno, Amintore Galli, como: “Irrappresentabile”, será sólo gracias a la mediación de su amigo Pietro Mascagni, que la ópera se estrene en Milán, en El Teatro alla Scala, el 28 de marzo de 1896.
Esta producción, fue hecha para la TV italiana, siendo transmitida el 15 de octubre de 1955, para La RAI Radiotelevisione Italiana; siendo posteriormente distribuida como parte de la serie “Bel Canto Society” en 1996, en Italia para VHS; y en 2006 en EEUU en DVD.
Bel Canto Society, es una corporación sin fines de lucro dedicada a la historia del canto de ópera, fundada en 1968; y es una organización de, y para amantes de la ópera, que ha sido un terreno para la arqueología con viejas películas que presentan cantantes de ópera, y particularmente versiones de películas antiguas de ópera.
En comparación con los videos de ópera totalmente digitales de 6 cámaras que se están produciendo actualmente, estas cintas son decididamente de baja tecnología, muchas de ellas en blanco y negro, la mayoría carecen de subtítulos, y con frecuencia involucran cantantes que tenían poca idea de cómo actuar frente a las cámaras.
Así estamos en París de 1789, en los albores de La Toma de La Bastilla.
Andrea Chénier (Mario del Monaco), conoce a Maddalena de Coigny (Antonietta Stella) en una velada en la casa de la aristócrata, donde en vez de los poemas de amor solicitados, improvisa un poema lleno de ideas revolucionarias contra la clase alta.
Carlo Gérard (Giuseppe Taddei), siervo de Los Coigny, secretamente enamorado de Maddalena, aprovecha la ocasión para marcharse...
Han pasado 5 años, y estamos en La Época del Terror de Robespierre:
Chénier se siente defraudado por La Revolución, y acude en socorro de una desconocida mujer que le ha escrito rogándole su ayuda, que resulta ser Maddalena.
El poeta le confiesa su amor, al igual que ella, pero los amantes son interrumpidos por Gérard, convertido en líder del régimen, que se bate en duelo con Chénier, siendo gravemente herido por este, a lo que Gérard, malherido, le pide que huya de París, y protege a Maddalena.
Chénier, es apresado; y Gérard confiesa su amor a Maddalena, ante la súplica de la noble, a lo que Gérard intercede por él, ante un tribunal sediento de sangre y venganza, que no obstante, lo condena a muerte.
Finalmente, Maddalena obliga a Gérard, a reemplazar a una joven desahuciada para poder morir con su amado, una única noche de amor, antes de que el alba les conduzca a la guillotina.
Andrea Chénier es una apasionada historia de amor ambientada en los convulsos Días del Terror, en plena Revolución Francesa; y la ópera se enmarca en pleno verismo, con su compromiso por la plasmación de la realidad, y con un gran efectismo vocal y orquestal.
Y es que durante la primera mitad del siglo XX, Andrea Chénier fue producida con cierta frecuencia, y entró en el repertorio operístico estándar.
Una de las razones que contribuyó a su popularidad, fue la espléndida música lírico-dramática del tenor principal, que provee a un cantante con talento muchas oportunidades para lucirse en escena.
De hecho, el triunfo de Giuseppe Borgatti en el rol titular en la primera representación, inmediatamente lo puso entre los tenores italianos de primera fila.
Borgatti se convertiría así, en el más grande tenor wagneriano de Italia, más que un especialista en música verista; siendo en 1904, el primer tenor italiano en aparecer en El Festival de Bayreuth.
En la postguerra, Franco Corelli, Richard Tucker y Mario del Monaco, fueron sin duda los más famosos intérpretes del rol titular durante los 50 y los 60, mientras que Plácido Domingo se convirtió en su intérprete más destacado entre la siguiente generación de tenores, aunque Luciano Pavarotti, contemporáneo de Domingo, también lo cantó con éxito, y grabó la obra.
Mientras Antonietta Stella fue una destacada intérprete de la segunda mitad del siglo XX en el repertorio de la ópera italiana, caracterizada como soprano lírica, con notable agilidad y extensión, e inmediatamente reconocible por su particular y sugerente timbre.
Hoy, con 89 años, la famosa soprano italiana de las décadas del 50 y 60, fue eclipsada por la fama de Maria Callas y Renata Tebaldi, ambas cantaron el personaje pero solo Tebaldi lo hizo suyo completamente.
“Nemico della patria”
El gran tenor Mario del Monaco, nos brinda aquí una representación operística de la obra en El Teatro alla Scala de Milán, en 1955, dirigido por Angelo Questa; junto al diseñador escénico, Filippo Corradi Cervi; los trajes de Maud Strudthof; el diseñador de iluminación, Davide Alschüler; y la coreografía y primer bailarín, Luciano Novaro; junto al Coro y Orquesta de La RAI de Milán, con Angelo This como conductor; Roberto Benaglio como Maestro del Coro y Mario Landi como Director de toda la producción.
La grabación es dada por sesión de grabación con los mismos cantantes y orquesta del 15 de octubre de 1955, de manera que veremos una sincronización de las voces por los mismos cantantes.
Por su parte, Mario Landi era un director y guionista cinematográfico y televisivo de nacionalidad italiana, conocido por sus películas del género “giallo”, y es reconocido por ser uno de los pioneros de la televisión de su país, para la cual trabajó desde 1952, cuando La RAI inició emisiones experimentales, antes de dar un servicio de TV regular; y Andrea Chénier fue uno de los mejores ejemplos de la ópera verismo grabada para TV, con música maravillosa, personajes que son más complejos de lo que parecen, y una historia suficientemente convincente.
Estamos en la llamada época de “La Terreur”, un período de cambios centrados en el auge de La Revolución francesa, que duró de septiembre de 1793, a la primavera de 1794, y que ha generado numerosos debates…
Según algunos historiadores, “El Terror” estaba “caracterizado por la brutal represión por parte de los revolucionarios mediante el recurso al terrorismo de Estado”
Este período transcurrió bajo la égida del Comité de Salvación Pública, órgano ejecutivo creado en abril de 1793, para apoyar y reforzar la acción del Comité de Seguridad General que existía desde 1792.
De esa manera, la acción se sitúa entre los años 1789 y 1793, en París y sus alrededores, y está dividida en IV actos.
Acto I:
En el baile de La Condesa de Coigny.
La Revolución Francesa está ya a las puertas, pero la nobleza francesa sigue una existencia despreocupada.
La Condesa de Coigny (Maria Amandini) da una fiesta en su castillo...
Los sirvientes preparan el baile; y entre ellos está Gérard, que se llena de indignación viendo a su padre envejecido que sufre como resultado de años largos de trabajo abusivo para los aristócratas.
Cuando los invitados llegan, una típica corte pastoral con coro del siglo XVIII, vestidos como pastores, canta una idealizada música rústica, y el ballet representa una historia de amor rural, a la manera majestuosa de La Corte; y entre los invitados se cuenta el popular poeta Andrea Chénier.
Cuando La Condesa le pide improvisar, él se niega, pero cuando su hermosa hija, Maddalena, se lo ruega, él consiente.
Maddalena, flirteando, sugiere el tema “amor”, pero él rápidamente lo olvida, y canta sobre la miseria y el sufrimiento de los pobres, lo que lleva a manifestarse contra los que ostentan el poder en La Iglesia y El Estado.
Maddalena critica a Chénier, que no escriba poesía “a la moda”… pero el joven defiende con vigor sus ideales contra las costumbres corruptas de la época, que están llevando a la sociedad a la ruina.
Mientras tanto, suplica a Maddalena, cuya juventud lo ha afectado, de tener mayor atención por un sentimiento gentil como el amor, caído en el desprecio de la sociedad.
Maddalena, afectada por las palabras de Chénier, se excusa con el joven.
Con excepción de Maddalena, los privilegiados invitados del baile se sienten ofendidos por los ideales sociales y las creencias de Chénier; y Gérard aparece liderando un grupo de hombres y mujeres humildes.
La Condesa critica a su sirviente, que desdeñoso, rompe su librea, y se aleja con sus amigos pobres.
La fiesta se reemprende, y los invitados se lanzan a una gavota.
Ultrajado, Chénier sigue a Gérard y los pobres.
Acto II:
En París, cerca del puente Peronnet.
Estamos en El Período del Terror, y ruge Robespierre….
Chénier es ahora un revolucionario.
Una dama desconocida, le escribe pidiendo protección; se trata de Maddalena di Coigny, cuya madre han asesinado los revolucionarios, y que se ve obligada a vivir escondida, reducida a la pobreza.
Se presta a ayudarla la sirvienta mulata Bersi (Luisa Mandelli) que para mantenerse a ella misma y a su ama, ejerce la prostitución; mientras Gérard se ha convertido en un jefe de la revolución.
A Chénier lo invita, su amigo Roucher (Franco Calabrese), a partir, para evitar ser capturado por los revolucionarios, pero el joven quiere primero conocer a “la misteriosa dama de las cartas”
Una tarde, cerca del puente, los 2 jóvenes se encuentran, y Chénier reconoce pronto a Maddalena; la otrora joven de la fiesta, está profundamente transformada; y entre los 2 estalla de repente el amor del que disfrutan brevemente.
De repente, advertido por Incredible (Athos Cesarini), irrumpe Gérard, aún enamorado de Maddalena; y entre ellos y Chénier, se desencadena un duelo a espada, mientras Maddalena huye.
Chénier hiere gravemente a su rival Gérard; este, por amor a Maddalena y creyendo que se muere, aconseja a su adversario que huya con la dama a la que ama, ya que los revolucionarios lo buscan…
Al pueblo que acude, declara que no conoce al hombre que lo ha herido.
Acto III:
La escena toma lugar en El Tribunal Revolucionario.
Francia necesita soldados y dinero.
Gérard se ha recuperado, y preside un Tribunal Revolucionario; allí, una vieja ciega del pueblo, Madelon (Ortensia Beggiato), ofrece a la patria su único sobrino de 15 años.
El espía Incredible, anuncia el arresto de Chénier, por atreverse a criticar la crueldad del poderoso líder revolucionario Robespierre.
Es una excelente oportunidad para eliminar a su rival, y poniendo su firma en el fatal documento, riéndose se pregunta:
“¿Un enemigo de su país?”
Sabe bien que es un cargo habitual contra el enemigo personal de uno.
Aun así, vacila por un momento recordando que fue un inspirado verso de Chénier el que despertó su patriotismo por vez primera; y ahora, para satisfacer sus pasiones, es capaz de sacrificar a un amigo.
La lucha entre el honor y el deseo, se expresa maravillosamente en la música, y la orquesta cita sugerentemente un trozo de “La Marsellesa”
Finalmente triunfa el deseo, y Gérard firma con un gesto de cinismo...
Apresurado ante El Tribunal, Chénier, vehemente, aboga por sí mismo, diciendo que él, un soldado, luchó por su país, y si debe morir, quiere morir luchando por él y no ejecutado vergonzosamente.
Maddalena, cuya madre ya ha muerto, aparece en escena; y se ofrece ella misma a Gérard, con tal de salvar la vida de Chénier.
En el momento en que Gérard intenta forzarla para quererle, Maddalena lo evita narrando sus terribles desventuras, y cómo el amor la salvó; tras ese momento, Gérard aboga por el poeta, pero ya es demasiado tarde, la muchedumbre está sedienta de sangre.
Maddalena, confusa entre la gente, llora amargamente.
Acto IV:
En La Prisión de St. Lazare, confinado y triste, Chénier espera su ejecución, ayudado por su amigo Roucher.
Pasa el tiempo escribiendo versos, expresando su fe en la verdad y la belleza.
Mientras tanto, Maddalena soborna para entrar en la prisión; y Gérard accede a llevarla a ver a Chénier.
Los enamorados tienen un breve momento tierno antes de hacer una última apelación fallida a Robespierre.
Al amanecer, cuando los soldados van a llevarse a los condenados, Maddalena se cambia por una prisionera, Idia Legrey, entregándole su salvoconducto.
Toma así su puesto en la carreta, al lado del hombre que ama; y los 2 amantes se enfrentan serenos a la muerte, llevados por el éxtasis de su amor.
En un ángulo, Gérard llora amargas lágrimas…
Andrea Chénier tiene una historia continua de representaciones desde su estreno, y se puede decir que todos los grandes tenores se han acercado al personaje principal; pero el atractivo de la ópera varía según los intereses de distintos grupos de espectadores:
Por una parte, la acción se desarrolla en el pasado, pero la ópera se representa hasta fechas recientes, por lo menos, en un mundo que todavía es, o fue, heredero de esa Revolución Francesa, sobre cuyo trasfondo sucede la acción.
Por otra parte, sus personajes, aunque históricos, se comportan de manera ejemplar, y casi como modelos morales; son casi como los héroes del mundo antiguo, que aparecieron en la ópera desde sus inicios, y que durante más de 2 siglos, constituyeron sus temas predilectos.
Y es que algo hay en el personaje de Andrea Chénier que le asemeja a Orfeo, aunque ahora acompañe a su Euridice en el inevitable viaje al Hades… y este Andrea Chénier es simplemente excelente.
Se jactó del suntuoso traje del período de La Revolución Francesa, y el diseño del escenario, con buena calidad de imagen y sonido, así como el uso simbólico efectivo de la prisión, y barras de hierro decorativas, para mostrar la restricción que se libera al final.
Sin embargo, la sincronización de labios es bastante obvia a veces…
La ejecución de la orquesta, es a la vez conmovedora y matizada, con arias que mantienen la exuberancia, y la dirección es igualmente impresionante.
Sobre los 3 papeles protagonistas:
Chénier, Maddalena y Gérard, tenor, soprano y barítono respectivamente, son claramente de corte verista, sin un solo momento belcantistico, empeñados continuamente en agudos de fuerza; basta señalar el auténtico “tour de forcé” de soprano y tenor en el dueto final.
Por tanto, se requieren 3 perfiles de “spinto”; aunque el tenor, que posee las más bellas melodías, es más lineal; la soprano debe tener además un dominio del registro grave, que le impone el compositor, por ejemplo en “La mamma morta”
Y el personaje del barítono, Gérard, es el más complejo dramáticamente, atormentado, debatiéndose entre el bien y el mal, eso tiene traducción en su línea de canto, más abrupta, verdiana, con bruscos cambios de registro que requieren además de fuerza, una voz más flexible.
Aunque eran muy habituales en la época de composición, la ópera de Giordano sólo tiene un único “leitmotiv” importante, el tema del amor del “Improvviso” que oímos por primera vez como unísono de las cuerdas, en el cuadro primero, y se repite a lo largo de la ópera, vuelve a través del violonchelo y el corno inglés, con la carta de la misteriosa dama narrada a Roucher, posteriormente será el clarinete cuando Bersi anuncia a Chénier la llegada de Maddalena, a continuación, la propia voz del tenor se hace eco del motivo en el dúo de amor, el solo de violonchelo cuando Magdalena se ofrece a Gérard, y finalmente, el violín con el clarinete en el juicio del protagonista.
Ese uso de instrumentos solistas en el motivo del amor, como violín, chelo, cuerno Inglés o clarinete, ejerce la función de personificación del amante ausente, actuando como sustituto del personaje revolucionario…
Giordano nos hace ver, a partir de los colores en la orquesta, ese cambio de La Casa de Coigny del primer cuadro, a la terrible sensación revolucionaria donde nadie está a salvo, pasando de una óptica musical casi camerística, ligera y mundana, al drama real que empieza con ese tambor que interrumpe la danza.
Y hay en el fondo, una fuerte crítica a cuando la iglesia acaparaba tesoros y la gente tenía hambre, tal y como ahora:
“Crucé el umbral de una iglesia; un cura, en las hornacinas de los santos y de La Virgen, acumulaba dones, y a su sordo oído, un viejo tembloroso pedía pan en vano, y en vano tendía la mano…”
Curiosamente, ese mismo año habría varias obras con el mismo personaje:
Una película italiana homónima, de melodrama musical, de 1955, dirigida por Clemente Fracassi, con Antonella Lualdi como Madeleine de Coigny; Raf Vallone como Gérard; y Michel Auclair como Andrea Chénier.
Y Maria Callas haría lo propio con una grabación en vivo con Mario del Monaco, Aldo Protti; junto a Antonino Votto conduciendo el Coro y Orquesta del Teatro alla Scala de Milán.
Esa grabación, se hizo el 8 de enero de 1955, en la noche de estreno de la producción, y es bastante audible a pesar de algunas saturaciones esperables en la tecnología italiana de la época.
De los intérpretes de esta producción, el papel de Chénier de Mario del Monaco se caracteriza por una expresividad llena de dulzura, poesía y, una vez más, de una firmeza rara y decisiva que brota del color espléndido y puro de su voz.
Su voz muestra un tono que llamaría absolutamente noble, y luego resalta una estupenda dicción, cuya claridad le otorga a este papel una expresión insuperable.
Y si se presta atención a los personajes, especialmente al personaje principal, a Gérard, y a la dirección de los cantantes, son todos excepcionales.
La voz estentórea de Mario del Monaco, y cómo la usa, puede no ser para todos, pero personalmente, especialmente en este papel, Manrico y Otello, es absolutamente emocionante.
Él es excelente como actor también, y hace que Andrea Chénier sea noble, ardiente, poético y apasionado.
A destacar que toda la producción se excede en primeros planos, pero es para trasmitir la idea de acercamiento a los personajes; por lo que creo firmemente que Mario fue el mejor Chénier, pues él pertenece a una categoría de cantantes que ahora han desaparecido, no porque murieron, sino porque son grandes, como Pertile, Masini, Gigli, Caruso, Corelli, Merli... por mencionar algunos; y en la parte de Chénier, del Monaco tiende a heroificar el papel, lo que pueden hacer unos pocos; un papel con el que del Monaco cambió el canto mediante la introducción de una técnica impartida por Arturo Melocchi, basada en el canto con la laringe baja, en la parte inferior del cuello.
Eso le dio a del Monaco un sonido potente, metálico, penetrante y musculoso.
Como dato, en marzo de 1949, del Monaco cantó Chénier en La Scala…
Sus actuaciones entusiasmaron al público, y marcaron un cambio de guardia:
Gigli cantó sus actuaciones finales en La Scala en 1947, como Chénier.
Su objetivo, y el de los tenores que influyó, sobre todo, fue acariciarlo; y con del Monaco fue para excitarte; fue un verdadero fenómeno vocal que sabía hacer frente al personaje con la valentía y el arrojo vocal necesarios, además de un carácter noble y viril en su interpretación.
Y muy a pesar de sus credenciales en el rol de Chénier, le presentaba varias dificultades que se hacían notorias en el último acto, que hacia transportar medio tono más grave, como muchos otros colegas, debido a la tesitura inclemente del último dúo.
Otra curiosidad es que del Monaco cantó la emisión de Chénier del 6 de marzo de 1949, de La Scala; y al escucharlo, Franco Corelli, que ya había probado muchos maestros, fue a estudiar con Melocchi.
Giuseppe Giacomini, Luis Lima, Nicola Martinucci, y muchos otros, han copiado su enfoque de la bajada de la laringe.
Aún mejor es el excelente Gérard de Giuseppe Taddei, en una de sus mejores actuaciones de su carrera.
Su voz es bellamente producida, poderosa y oscura, y su actuación, desde sus ojos de joya dura como él, condena a Chénier por carta, sus manos como garras que constantemente nos recuerdan su ansia de poder; y Maddalena, a su piedad en “La mamma morta” y su arrepentimiento en el acto final, Gérard es el epítome del “revolucionario vil con conciencia”
Dramáticamente, Antonietta Stella no es tan fascinante como del Monaco y Taddei, pero ella sigue siendo una bella y conmovedora Maddalena, y su canto en el registro superior es siempre sólido, y tiene el poder necesario para las altísimas notas de “La mamma morta” y la escena final; al tiempo que demostró ser una gran actriz, al igual que Taddei.
De los papeles secundarios, los más impresionantes fueron el conmovedor Madelon de Ortensia Beggiato; y el impecablemente cantado y actuado Roucher de Franco Calabrese.
Bruno Cioni está bien como carcelero Schmidt…
De la banda sonora, ninguna otra ópera de Giordano, ni siquiera “Fedora”, ha tenido el éxito de Andrea Chénier, y sin duda, pese a las críticas que comparte con todo el género verista, es una obra llena de emoción, con momentos de lirismo excepcionales e inolvidables, como las poéticas arias del tenor protagonista:
“Un di all’azzuro spazio” y “Come un bel dì di maggio”, la celebérrima “La mamma morta” de Maddalena di Coigny; el monólogo del barítono “Nemico della Patria”; o el trágico dúo final de los 2 amantes, soprano y tenor, previo a su muerte en la guillotina.
Como dato, “La mamma morta” para la heroína soprano, fue presentada en la oscarizada película “Philadelphia” (1993), con la versión de Maria Callas, se usa en la banda sonora, y que le valió el primer Oscar a Tom Hanks en la escena representada.
“Qui la giustizia ha nome Tirannia”
La muerte prematura de André Chénier, no había cumplido 32 años, interrumpió abruptamente una carrera destinada a lo más alto, dada su sensibilidad y la maestría que demuestra en los poemas que pudo escribir.
En vida, solo publicó “Jeu de paume” (1791) e “Hymne sur les Suisses” (1792); y el resto de su obra, apareció póstumamente.
Pero a lo largo del tiempo, la opinión de la crítica sobre la obra de Chénier, ha fluctuado extraordinariamente.
Sainte-Beuve en su Tableau de 1828, canta las alabanzas de Chénier:
Le considera el mayor poeta francés desde La Fontaine, y sobre todo, un heroico precursor del movimiento romántico y de Victor Hugo.
Chénier, según Sainte-Beuve, había “inspirado y determinado” El Romanticismo.
Esta idea tuvo gran éxito, y se convirtió en un lugar común entre la crítica; tanto que el poeta ha tenido gran influencia en la literatura rusa.
Esas últimas horas de su vida, sirvieron de inspiración para Aleksandr Pushkin, quien compuso un importante poema sobre este asunto en 1825; mientras para los poetas ingleses, André Chénier ha sido más importante que otros poetas franceses de mayor reputación.
Pese a su lenguaje retórico, y a veces muy artificioso, posee cualidades muy apreciadas en la poesía inglesa, como su amor por la naturaleza.
Esto y su fervor político, recuerdan a Percy Shelley, así como su evocación de la belleza de La Grecia Antigua, le aproximan a la sensibilidad de Keats.
Por estas razones, el aprecio por su poesía ha sido mayor en Inglaterra que en Francia, y siempre se le ha considerado un “poeta mayor”
En la literatura en español, encontró un gran defensor en Rubén Darío, que diría lo siguiente:
“Entiéndase que nadie ama con más entusiasmo que yo nuestra lengua... y que soy enemigo de los que corrompen el idioma; pero desearía para nuestra literatura un renacimiento que tuviera por base el clasicismo puro y marmóreo en la forma, y con pensamientos nuevos; los de André Chénier, llevado a mayor altura:
Arte, arte y arte”
Más allá de su poesía, la propia vida de Chénier y, sobre todo su destino trágico, ha inspirado muchísimas obras teatrales, pinturas y poemas dentro y fuera de Francia.
Destaca especialmente la ópera “Andrea Chénier” de Umberto Giordano, estrenada el 28 de marzo de 1896 en El Teatro alla Scala de Milán, una fama que aún perdura gracias a su tono melódico que alcanza grandes momentos a lo largo de la ópera; y sus arias permanecen en la mente de muchos de los aficionados que no dejan de rememorarlas.

“La nostra morte è triomfo de l'amor!”



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