Lakmé

“Viens, Mallika, les lianes en fleurs...
Dôme épais le jasmin à la rose s'assemble rive en fleurs, frais matin, nous appellent ensemble”

Julien Viaud, conocido como Pierre Loti, fue un escritor francés y Oficial de La Marina Francesa, autor de novelas de estilo impresionista, elegido miembro de La Academia Goncourt en 1883, y miembro de La Academia Francesa en 1891.
Cada una de sus novelas, corresponde a un país diferente; y es un estudio en cada país donde se sumerge en la cultura en la que viaja, y con ello tiene una visión de la otredad que no es intelectual sino sensible, “sensaciones experimentadas” que según él, “no hay nada más que hacer en casa”; así es como se va al extranjero para encontrar emoción, en una visión nihilista del mundo.
Su mayor fascinación, fue con El Imperio Otomano, donde la tolerancia se confunde con la sensualidad; y las mujeres son la puerta de entrada para conocer a la otra civilización.
Así Loti busca el exotismo, a través de las mujeres; está buscando cierta pureza en el contacto con mujeres extranjeras, como el mito de una pureza primitiva que debe regenerar el mundo occidental; por lo que el exotismo de Loti no es un diálogo con el otro, pues se funde con el otro más bien, y no se trata de mera tolerancia.
En su mejor momento, Loti fue sin dudas el mejor escritor descriptivo de la época, en la delicada exactitud con que reproducía la impresión que le daban sus propios nervios de alerta por formas, colores, sonidos y perfumes desconocidos, no tenía rival.
Pero no estaba satisfecho con este encanto exterior; deseaba mezclar con ello una sensibilidad moral del más extremo refinamiento, a la vez sensual y etéreo.
Muchos de sus mejores libros, son largos sollozos de memoria arrepentida, tan personales, tan íntimos, que un lector inglés se sorprende de encontrar tal profundidad de sentimiento compatible con el poder de registrar minuciosamente y públicamente lo que se siente.
A pesar de la belleza, la melodía y la fragancia de los libros de Loti, sus gestos tienden a abrumar al lector, y sus últimos libros de descripción pura, fueron bastante vacíos; pero sus mayores éxitos se obtuvieron en la especie de confesión, a medio camino entre la realidad y la ficción, que ensayó en sus primeros libros.
Sin embargo, cuando se han ensayado todas sus limitaciones, Pierre Loti sigue siendo, en el mecanismo del estilo y la cadencia, uno de los escritores franceses más originales y perfectos de la segunda mitad del siglo XIX.
Cuenta que cuando era un niño en Francia, fue presentado en La Polinesia por su hermano mayor, Gustave, un oficial naval que trajo a casa historias de las islas exóticas, incluyendo historias sobre una relación que tuvo con una mujer tahitiana…
Loti nunca olvidaría estas historias, y pretendía seguir un día el ejemplo de su hermano; y finalmente se unió a La Armada, ya la edad de 22, en 1872; y estuvo estacionado en la ciudad de Papeete en Tahití durante 2 meses.
Era, como él dijo, “el sueño de mi infancia”; y fue en Tahití donde comenzó la transformación de Julien Viaud en Pierre Loti, una transformación que caracterizaría el trabajo y la vida futuros de Loti.
Él “se hizo nativo” al vivir entre la gente local, aprender el idioma, usar su vestido, adoptar sus costumbres, amar a sus mujeres, incluso adoptar el nuevo seudónimo de “Loti”, que le dieron los nativos locales, todo mientras conservaba su deberes militares, y mantener un diario detallado que se convertiría en la fuente de su novela “más colorida”, el idilio polinesio originalmente titulado “Rarahu” (1880), que se reimprimió como “Le Mariage de Loti”, el primer libro que lo presentó al público en general; fue la segunda novela de Loti, y la primera en ganarle una gran fama y una gran cantidad de seguidores, donde describe el enlace romántico de Loti, con una exótica chica tahitiana llamada Rarahu.
La novela se puede ver como un relato de no ficción de las experiencias de la vida real de Loti, y como una obra literaria; donde la mayoría de los personajes principales eran personas reales, sin embargo Rarahu no lo fue; y Loti admitió en una carta fechada en 1879, que era un compuesto de muchas mujeres con las que tuvo relaciones durante sus 2 meses en Tahití.
Loti mismo se conoce con el nombre de “Harry Grant” en la novela, un oficial naval inglés, para ocultar su verdadera identidad; esto fue antes de que el público supiera que Pierre Loti y Harry Grant, era en realidad Julien Viaud.
La trama sigue correctamente los hechos conocidos sobre la vida de Loti y generalmente se corresponde con sus diarios.
Muchos de los detalles como el diálogo y eventos específicos, fueron embellecidos para un efecto dramático.
La novela fue recibida con amplia aclamación por parte de la crítica y el público, y se describió como “una de las obras más encantadoras que han aparecido durante mucho tiempo; encantadora, nueva sin extravagancia, original”; y el público encontró su exotismo y la prosa lírica, como un contraste agudo y bienvenido de la escuela realista francesa en boga, que incluía autores como Émile Zola.
Una razón para el éxito de la novela, fue que reflejaba las actitudes imperialistas prevalecientes hacia las colonias, viendo a los nativos como niños inocentes y salvajes del bosque, expuestos a la temible y antigua cultura paterna europea.
Esto fue durante un período, de 1880 a 1900, cuando el imperialismo europeo alcanzó su apogeo, y el género del “exotismo romántico”, del cual este trabajo es uno de los mejores ejemplos, tocó un acorde popular.
En una perspectiva poscolonial, se la considera en gran medida racista e imperialista; y como dice la biógrafa Lesley Blanch:
“Las obras de Loti ayudan a mantener la imagen gratificante de superioridad cultural entre sus lectores europeos.
Disfrutar de la lectura de Loti, es disfrutar de la complacencia personal y cultural de la cual prosperó la empresa colonial”
Sin embargo, la prosa lírica y las descripciones inquietantemente vívidas de las islas polinesias, son artísticamente satisfactorias; y el final trágico, como Loti reconoce su fracaso a través de un corazón roto, agrega una dimensión más humana y universal a la interpretación estrictamente colonial.
La novela inspiró “Lakmé”, una ópera en III actos, con música de Léo Delibes, y libreto en francés de Edmond Gondinet y Philippe Gille; y en la historia de Théodore Pavie, “Les Babouches du Brahamane”
Clement Philibert Leo Delibes, es más recordado por sus ballets que por sus óperas; y escribió numerosas obras vocales.
Su música se caracteriza por sus melodías delicadas y sutiles, aunque no siempre pegadizas, y por el refinamiento de una orquestación cargada de un exotismo muy decimonónico.
Cultivó, al igual que otros compositores franceses de la época, una versión muy particular del belcantismo italiano, matizado con finos toques galos; y al igual que otras óperas francesas de la época, Lakmé captura el ambiente de Oriente visto a través de los ojos occidentales, que estaba periódicamente de moda durante la última parte del siglo XIX, y en línea con otras obras operísticas como “Les Pêcheurs de Perles” de Bizet y “Le Roi de Lahore” de Massenet.
El tema de la ópera Lakmé, fue sugerido por Gondinet, como un vehículo para la soprano estadounidense, Marie van Zandt; mientras el nombre “Lakmé”, es la versión francesa del Sánscrito “Lakshmi”, el nombre de La Diosa Hindú de la riqueza.
Su estreno mundial tuvo lugar en La Opéra-Comique en la segunda Salle Favart en París, en 1883; con decorados escénicos diseñadas por Auguste-Alfred Rubé y Philippe Chaperon para el acto I; Eugène Louis Carpezat y Joseph-Antoine Lavastre para el acto II; y Jean-Baptiste Lavastre para el acto III.
 La obra se divide en III actos, y la acción tiene lugar a finales del siglo XIX, durante la colonización británica de la India, donde muchos de los habitantes locales fueron obligados a practicar su religión en secreto.
Gérald, un oficial inglés, entra sin querer a un templo secreto hindú.
Ahí encuentra a Lakmé, hija de Nilakantha, principal sacerdote del templo.
Gérald y Lakmé se enamoran al instante; y Nilakantha se entera del allanamiento al templo por parte de Gérald; y busca vengarse de la referida profanación.
En el bazar, Nilakantha hace que Lakmé cante con el fin de identificar al oficial Gérald…
Una vez que lo reconoce, Nilakantha lo apuñala, dejándolo malherido; pero Lakmé lo recoge y lo lleva a un escondite, donde lo atiende durante su recuperación.
Mientras Lakmé busca agua sagrada para confirmar su amor con Gérald, su amigo, el oficial inglés, Frédéric, encuentra a Gérald, y le recuerda sus deberes como miembro del regimiento.
Cuando Lakmé regresa, se da cuenta de que, debido a las palabras de Frédéric, Gérald ha cambiado, y su amor se ha perdido.
Ella prefiere morir con honor, que vivir en desamor, y decide quitarse la vida comiendo una hoja de datura.
Su padre regresa y, al encontrarlos, quiere matar a Gérald, pero Lakmé le cuenta que ambos han bebido del agua sagrada, y ahora es uno de ellos… y ella muere serenamente.
El personaje de Lakmé, ha sido y es vehículo de lucimiento para sopranos de coloratura como:
Amelita Galli-Curci, Lily Pons, Maria Callas, aunque no representó el personaje en teatro; Beverly Sills, Joan Sutherland, Edita Gruberova, Natalie Dessay y Sumi Jo.
Y es que Lakmé es uno de los últimos ejemplos del exotismo que invadió Francia en la segunda mitad del siglo XIX, y que hizo que sus compositores se inspirasen en lugares lejanos, más intuidos que conocidos, como África, La India, e incluso España; y con su falta de pretensiones, su refinado gusto por la orquestación descriptiva y su delicadeza, Delibes contó una triste historia de amor.
La obra tiene buenos números, todos concebidos según las normas clásicas de las formas vocales vigentes en la segunda mitad del siglo XIX que incluye el famoso y popular “Dúo de Las Flores” para soprano y mezzosoprano interpretado en el acto I por el personaje principal, Lakmé, la hija de un sacerdote brahmán, y su criada Mallika; y otra aria famosa de la ópera es “L'Air des Clochettes”, de virtuosa ejecución en el II acto.
Sin embargo, en los últimos años, “El Dúo de Las Flores” se ha vuelto más conocido por su uso en anuncios publicitarios, en particular, fue adaptada para el tema “Aria on air” para los anuncios de British Airways de la década de 1980, por los compositores de música Yanni y Malcolm McLaren; así como en varias películas.
De esa manera, en forma convencional y estilo agradable, pero entregado a la moda del exotismo, la delicada orquestación y la riqueza melódica, valieron a Delibes, un éxito entre el público, donde los elementos apasionados de la ópera, reciben una música cálida y expresiva, mientras que la partitura en general está marcada por sutiles colores armónicos y de hábil orquestación.
El color oriental se usa en oraciones, conjuros, bailes y la escena en el mercado.
Así, tras su estreno, Lakmé alcanzó su representación 500ª, allí mismo en su recinto de estreno, el 23 de junio de 1909; y la representación número 1.000, el 13 de mayo de 1931.
Como dato, la marca de moda india “Lakmé”, establecida en 1952 por el Grupo Tata, y ahora propiedad de Hindustan Unilever, lleva el nombre de esta ópera.
“Blanche Dourga, pâle Siva!
Puissant Ganeça!
Ô vous, que créa Brahma!”
Lakmé es un drama del año 1976, dirigido por John Charles.
Protagonizado por Joan Sutherland, Henri Wilden, Clifford Grant, Huguette Tourangeau, John Pringle, Isobel Buchanan, Jennifer Bermingham, Rosina Raisbeck, Graeme Ewer, entre otros.
El guión es de Philippe Gille y Edmond Gondinet, y en la obra musical de Leo Delibes.
Esta producción es un verdadero placer de ver, porque es una ópera rara vez realizada en teatros, y en esta ocasión, sobre todo porque es una producción australiana de 1976, protagonizada por Joan Sutherland; y probablemente sea una de las primeras grabaciones de ópera en vivo que se hayan realizado alguna vez.
La película fue restaurada en 1991 y, el sonido es bastante bueno, aunque la imagen es un poco borrosa, y está filmada en “Squarevision”
Como producción, Norman Ayrton está a cargo como director escénico; y Richard Bonynge dirige el Elizabethan Sydney Orchestra, el Autralian Opera Chorus; en una grabación en vivo, en la Sydney Opera House, el 18 de agosto de 1976.
En el momento de esta grabación, Dame Joan Sutherland tenía una de las voces más bellas y sensuales; era una verdadera soprano dramática de coloratura, la más rara de todas las voces insinuada solo por las legendarias sopranos de Donizetti y la época de Bellini; y cuyo referente más próximo era Maria Callas; donde las notas altas, La Sutherland las alcanza sin esfuerzo, con todos los “staccati”, trinos y “fiorituras” hechas a la perfección.
Por lo que la obra está llena de delicadas melodías francesas, vigorosas, entregadas con un acento oriental; aunque la historia tiene un parecido superficial con “Norma” de Bellini, uno de los papeles más importantes de La Stupenda; es un escaparate extraño para los talentos del bel canto de Joan Sutherland, cuya personalidad escénica es cualquier cosa menos delicada.
Como fuera, la ópera cuenta la historia complicada del amor prohibido, y es una alegría verla en vivo; en una producción absolutamente tradicional, y una puesta en escena inobjetable, donde la acción lleva a un jardín de un templo, a un bazar indio, y a un claro de bosque; y esta mostrada tal y como el compositor la pensó.
Sin embargo, mientras la observaba, me llamó la atención lo conveniente que sería actualizar esta historia de opresión colonial e intolerancia religiosa.
Sé que se ha convertido en un cliché establecer óperas como “Così Fan Tutte” en un club de baile de Bangkok, pero Lakmé es una ópera que podría establecerse con éxito en la moderna Bangkok, Teherán o Bagdad.
La historia se desarrolla en la India, a mediados del siglo XIX, cuando los británicos estaban imponiendo un gobierno represivo sobre las numerosas sectas religiosas.
Nilakantha (Clifford Grant), el líder de una de estas sectas prohibidas, cría secretamente a su hija, Lakmé (Joan Sutherland), como sacerdotisa, para ser adorada como divina por sus seguidores.
Por ello la mantiene aislada en un templo que ha rodeado con una empalizada de bambú, declarando que el templo y el jardín, son terreno sagrado.
Todo cambiará con la aparición de un Oficial…
Lakmé, fue una calurosa afirmación de que Joan Sutherland no es solo una gran estrella, sino que es una artista delicada y sutil; y lamentablemente, Lakmé es una ópera poco apreciada, donde los únicos segmentos conocidos, son “El Dúo de Las Flores” y “La Canción de Las Campanas”
Aquí comprobamos de lo que nos estamos perdiendo:
Toda la producción se ve lujosa, con trajes espléndidos, y decorados bien diseñados.
La partitura es simplemente maravillosa, y hace que uno se pregunte, por qué esta ópera no se interpreta tanto como “Tosca” y “La Bohème”
El canto es bastante bueno aquí, y me gustó Joan Sutherland en general como Lakmé, y los otros miembros del elenco, hicieron un trabajo espléndido; y Richard Bonynge conduce con garbo.
Se puede decir con razón, que Lakmé es muy difícil escenificar debido a las voces necesarias para los papeles principales, y debido a la ambientación, pero es una ópera deliciosa; de hecho, es muy francesa en el sonido, con una hermosa musicalidad creada por Delibes.
“Fantaisie aux divins mensonges, tu reviens m'égarer encore.
Va, retourne au pays des songes, ô fantaisie aux ailes d'or”
Desde 1976, la Opera Australiana filmó algunas de sus actuaciones en asociación con Australian Broadcasting Corporation; y a mediados de la década de 1980, transmitían por TV, al menos 3 producciones por año.
Este filme incluía muchos de los roles de Joan Sutherland, algunos grabados en ningún otro lugar del mundo… que “en su propia casa”
Lamentablemente, 3 de los registrados por la Opera Australiana ya no existen; las obras maestras de Lakmé, “Norma” y “Lucrecia Borgia” habían sido borradas…
Fue en la década de 1990, que se encontraron copias originales de esas 3 obras; y después de una considerable cantidad de trabajo, se restauraron las grabaciones.
Ahora están disponibles en DVD; y esta grabación de Lakmé de 1976, es la banda sonora de una de estas grabaciones filmadas, ahora reeditada en CD.
Esta producción, obviamente se hizo con la intención de promoverla por encima de todo lo demás, a La Ópera Australiana, donde Joan Sutherland es a la vez una querida nativa, y una presencia familiar, prácticamente “realeza”, y está dirigida por su amoroso esposo, Richard Bonynge, que conduce con amorosa atención a su voz.
Esto se hizo a mediados de los 70, cuando Dame Joan probablemente estaba unos años más allá de su mejor momento, sin embargo, apenas se nota por su alto desempeño; donde la única debilidad que pude detectar, fue la tendencia ocasional a no sostener algunas de las notas altas durante tanto tiempo, como lo hubiera hecho en su juventud, y que era en sí, su marca personal.
De lo contrario, la voz, esa voz increíble, todavía está allí, en todo su poder y gloria, en toda su desgarradora belleza.
Y es que Sutherland nunca ha sido conocida por su pulcritud física, o por su habilidad para actuar; y su principal fortaleza, aparte de esa voz distintiva, es una pequeña cosa llamada “presencia”; y aquí ella es tan regia, tan femenina, tan fuerte, tan poderosa, tan grande como la vida, y como siempre.
Mientras Bonynge, tiene una reputación de ser un conductor de números, y eso se evidencia aquí; destaca la belleza inherente de la partitura, pero pierde gran parte de la pasión, pero recibe la ayuda de un elenco capaz.
En aspectos generales, la producción es bonita y colorida, apropiadamente atmosférica y exótica, dando una sensación real de lugar, pero está un poco abarrotada para el escenario algo compacto.
La imagen de video y la calidad de sonido, son superiores para una emisión de esa época.
El maravilloso paisaje y las escenas de multitudes, hacen darte cuenta de lo mucho que las producciones minimalistas modernas se pierden; y el excelente elenco se ve reforzado por la inclusión de visitantes, una vez más un recordatorio de los días dorados en que Sydney podía importar talento del extranjero.
Aquí, además de Joan Sutherland y su esposo, tenemos a la soprano escocesa Isobel Buchanan, y a la maravillosa mezzo francocanadiense, Huguette Tourangeau.
La acción tiene lugar en la India, a finales del siglo XIX, durante el Raj británico; donde muchos hindúes han sido obligados por los británicos, a practicar su religión en secreto.
El sacerdote Nilakantha, está preparando una procesión, que en el fondo es una señal que desatará una venganza contra los ingleses, a pesar de que está prohibida la práctica de su religión.
Su hija Lakmé, es sacerdotisa del templo que se encuentra oculto en un sombrío jardín.
Nilakantha se va a la ciudad, y deja a su hija Lakmé en el jardín.
Lakmé se va con su esclava Mallika (Huguette Tourangeau) a buscar la flor de loto azul; y deja sus joyas en el jardín...
Mientras las muchachas están fuera, entran en el jardín un grupo de ingleses:
Gérald (Henri Wilden), Frédéric (John Pringle), Ellen (Isobel Buchanan) y Rose (Jennifer Bermingham), acompañados por Mrs. Benson (Rosina Raisbeck)
Frédéric advierte que es peligroso estar en ese lugar, puede molestar a algún sacerdote brahmán, además dice que en los árboles crecen frutos venenosos…
Los ingleses saben que Lakmé vive en ese lugar, ya que es una mujer que es conocida en la ciudad.
El grupo se aleja, pero Gérald se queda un poco rezagado, dibujando las joyas que Lakmé ha dejado en el jardín...
A lo que Lakmé regresa, y se intranquiliza al ver al joven inglés; y le advierte que es peligroso para él estar en ese lugar.
Sin embargo, Gérald se enamora inmediatamente de ella, y a Lakmé tampoco le es indiferente Gérald.
Oye llegar a su padre; y Gérald huye.
A pesar de ello, Nilakantha se da cuenta, y promete vengarse…
El II acto tiene lugar en la ciudad:
Los ingleses e hindúes comparten el espacio sin problemas, paseando por el mercado; y cuando cierran las tiendas, salen las bayaderas del templo, y Nilakantha, disfrazado de penitente, hace cantar y bailar a Lakmé, esperando que esto atraiga a Gérald, y lo pueda capturar.
Sin embargo, Gérald no acude, hasta que Lakmé cae rendida por el esfuerzo de cantar y bailar.
Nilakantha se lleva a su hija, y Frédéric hace lo mismo con Gérald, que persiste en su idea, y vuelve a buscar a Lakmé.
La joven le dice que, si la quiere y no desea tener problemas, debe adoptar su fe, esto hará que esté libre de todo peligro.
También le dice que pueden encontrarse seguros en un lugar del bosque…
Las mujeres inglesas están viendo la procesión que llega; y Frédéric le dice a Gérald, que su regimiento parte al día siguiente de la ciudad.
Gérald no atiende, sólo ve a Lakmé…
En un momento, los componentes de la procesión rodean a Gérald, y Nilakantha lo hiere gravemente.
El criado, Hadji (Graeme Ewer), obedeciendo a Lakmé, se lleva al herido a un sitio seguro.
Llega el III acto:
Gérald y Lakmé están en el bosque, y deciden que vivirán ahí, en una casa de bambú.
Se oyen los cantos de los jóvenes que van a beber el agua sagrada que los une en matrimonio; y Lakmé decide que irá a buscar un vaso de esa agua, para unirse para siempre con Gérald; pero Frédéric ha encontrado a su amigo, y le advierte de lo que puede suponer para su vida y su carrera, el unirse para siempre con la joven hindú; y le habla de Ellen, pero eso no hace cambiar de idea a Gérald, pero sí el recuerdo de su regimiento.
Lakmé regresa con el agua sagrada, y advierte que la actitud de Gérald es otra.
Se oyen de lejos los cantos de las tropas, y Lakmé comprende que no puede vencer al amor que siente Gérald por su patria.
Él le jura que se quedará con ella, y mientras el joven habla, ella muerde una flor venenosa, y entra en agonía.
Llega Nilakantha, que sigue queriendo matar al joven, pero Lakmé le dice que han bebido el agua sagrada, de modo que el sacerdote no puede atacar al inglés.
No obstante, Lakmé muere, y Gérald se va con su regimiento.
Esta ópera está bellamente montada y cantada, y no es una producción “de fábrica”, aquí los escenarios indios son encantadores; y el II acto es bastante colorido y exótico, como lo es el vestuario.
El gran detrimento, como en muchas obras filmadas, y Kultur debe ser criticado por esto, es que el video no tiene subtítulos; por lo que la comprensión de la ópera se habría beneficiado enormemente, si hubieran sido impuestos, y este es el problema básico del video; porque es difícil leer un libreto, y mirar al mismo tiempo.
Como dato, esta grabación en vivo, se realizó 10 años después de la grabación comercial de Lakmé de Sutherland.
En el estudio, Sutherland estaba rodeada por un elenco sustancialmente francófono; y en esos discos, el elenco de La Ópera Australiana es bastante más políglota; sin embargo, la grabación en el estudio ha recibido bastantes comentarios críticos, porque fue grabada en un período en el que Sutherland parecía haber prescindido por completo de las consonantes... y en estos discos, Sutherland toma notablemente más cuidado con el idioma, y su francés es intermitentemente comprensible.
Mientras que siempre puedes decir que está cantando francés, su producción vocal sigue siendo claramente propia, y de ninguna manera influenciada por los franceses; y desde que se hizo esta grabación, el instrumento de Sutherland ya no es tan perfecto como lo era.
Hay signos ocasionales de tensión en la parte superior, y una tendencia a bajar a las notas que se volverían más marcadas a medida que envejeciera.
Dicho eso, su voz tal como fue capturada en esos discos, sigue siendo uno de los milagros de la vida, un instrumento vocal perfecto; y nunca en la más dramáticamente intensidad de los artistas, intérpretes o ejecutantes, la grabación en vivo parece haber dado a Sutherland, una ventaja dramática.
Como curiosidad, ella aparece en algunos vestidos hermosos, casi todos los que son de corte bajo, y muestran algo de escote…
Nunca he visto a una mujer india mostrando escote.
¿Quién habrá hecho esa investigación?
Como fuera, su amante Gérald, Henri Wilden, proporciona un tono heroico, quizás un poco demasiado heroico a veces, con un poco de tensión en la parte superior; y es más que aceptable, y lo hace bastante bien, pero en el estudio, Sutherland se asoció con los tonos dorados de Alain Vanzo.
Al igual que algunos críticos, encontré que Wilden no tiene la estatura vocal o física para permitir que Sutherland sea vista como “la chica joven e inocente de la descripción de su padre”
El tenor, es un poco adolescente como su amante, pero se mantiene muy bien.
Si no queremos ver primeros planos de caras y cuerpos imperfectos, podemos cerrar los ojos.
La prometida oficial de Gérald, Ellen, está muy bien cantada por Isobel Buchanan; y la otra pareja de amantes, Frédéric y Rose, en John Pringle y Jennifer Bermingham, dan la talla.
Estos son roles relativamente pequeños; y hasta cierto punto, sus personajes separados se pierden en medio del “mêlée” aural.
Rosina Raisbeck, es una buena Mrs. Benson, su fuerte caracterización puede ser caricatura, pero le asegura presencia al personaje; mientras Clifford Grant es un magnífico Nilakantha.
Bellamente cantada, con un fino francés, Grant hace que las fanfarronadas de Nilakantha parezcan inteligentes, y sin duda, vale la pena escucharlo.
Inevitablemente con una presentación en vivo, el conjunto es un poco inestable a veces, y el coro francés es encomiable.
A destacar la gran Huguette Tourangeau como Mallika, teniendo muy buena química con Sutherland en los momentos de dúo, que son el punto culminante musical de la ópera. 
Y Richard Bonynge, conduce con simpatía y apoyo a las voces.
No puede convertir a Lakmé en una obra maestra dramática, pero se asegura de que reciba la mejor interpretación posible.
La conclusión general, es que esta es una ópera de lucimiento exclusivo para Dame Joan, una ópera que a menudo se realiza o graba, y que contiene unos de los momentos más memorables y sensibles de toda la ópera francesa, que bien vale apreciar, todo un lujo.
“Les fleurs me paraissent plus belles, le ciel est plus resplendissant!
Les bois ont des chansons nouvelles, l'air qui passe est plus caressant.
Je ne sais quel parfum m'enivre.
Tout palpite  et je commence à vivre.
Pourquoi?”
Casi ningún otro cantante de nuestro tiempo, ha tenido una carrera ininterrumpida y brillante, como la soprano australiana, Joan Sutherland.
Ya descrita como “La Stupenda”, “Koloraturwunder” o “The Incomparable”, ella pudo mirar hacia atrás en una carrera que se extiende a lo largo de más de 40 años, que fue sólidamente basada y desarrollada inteligentemente; pero a pesar de su fama internacional, a pesar de los muchos honores que ha recibido en todo el mundo, como en 1979, cuando La Reina Elizabeth II le otorgó el título de Dama del Imperio Británico; la artista permaneció como un ser humano completamente natural; y el mundo de la música tiene mucho que agradecerle, porque ha rescatado tantas óperas del olvido, no solo en el campo del bel canto italiano, sino también en el repertorio francés, y Lakmé es una ejemplo notable, una obra que fue realmente suya.
Afortunadamente, su trabajo está casi completamente conservado en el registro, con las estrellas principales de nuestro tiempo como:
Luciano Pavarotti, Plácido Domingo, Giacomo Aragall, Sherrill Milnes, Ingvar Wixell… una y otra vez con Marilyn Horne, con quien ha formado una estrecha relación artística y de amistad; con Huguette Tourangeau, un descubrimiento de Richard Bonynge; Montserrat Caballé y muchos otros.
Y es que hay muy pocos papeles que Sutherland solo haya cantado en el disco, pero incluyen “Turandot” de Puccini, Adina en “L'Elisir d'Amore”, Ah-Joe en “L'Oracolo” de Leoni, toda una rareza; y más recientemente, “Athalia” de Handel, en una grabación auténtica, con La Academia de La Música Antigua, bajo la dirección de Christopher Hogwood.
Este recital de roles y detalles de las primeras representaciones, solo puede dar una idea muy superficial de la carrera de Sutherland.
Cualquiera que haya tenido la buena fortuna de trabajar con ella, confirmará que no se ha hecho justicia a las cualidades humanas de la cantante.
Ella fue especialmente útil y considerada con artistas jóvenes y desconocidos, y ayudó a muchos a encontrar sus pies, que han sido descubiertos por el instinto infalible del equipo de Sutherland-Bonynge, por lo excepcional.
La integridad, ha sido un factor importante en la carrera multifacética de Sutherland; en sus 4 décadas de actividad, no solo ha mantenido la fe en los admiradores de todo el mundo, sino también y sobre todo, ha permanecido fiel a sí misma, y a su vocación artística.
Dame Joan Sutherland, falleció el 10 de octubre de 2010; y ha sido recordada como una leyenda sin pretensiones del mundo de la ópera.
En su servicio conmemorativo estatal en Sydney, asistieron miles de personas que se congregaron en La Casa de La Ópera para rendir homenaje a “La Stupenda”, que murió en su casa cerca de Ginebra, a la edad de 83 años.
El servicio se abrió con una pieza orquestal de la Orquesta de Ópera y Ballet de Australia; y a continuación, se mostró este video de 1976, de Dame Joan cantando Lakmé en su casa, La Sydney Opera House.

“Depuis ce jour, au fond des bois, le voyageur entend parfois le bruit léger de la baguette où tinte la clochette des charmeurs.
Ah!”



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