Die Fledermaus

“Ein Souper uns heute winkt, wie noch gar keins dagewesen, hübsche Mädchen, auserlesen!
Zwanglos dort man lacht und singt!”
(¡Hoy nos espera un banquete como jamás nadie disfrutó, con bellas y escogidas jovencitas!
¡Libres allí para reír y cantar!)

Johann Strauss II, era el rey indiscutible de la música de baile en La Corte vienesa del Emperador Franz Josef; y a pesar de su gran popularidad como compositor de valses, no se había sentido nunca inclinado a la creación de una obra para la escena; y según parece, fue Jacques Offenbach, alemán de nacimiento y afincado en París como “señor de la opereta francesa”, quien durante una visita a Viena en 1865, recomendó a Strauss II, que se dedicara a la composición de operetas.
Y es que los teatros austriacos, cansados de depender de las comedias musicales importadas de Francia, cuyos derechos a pagar eran enormes, requerían con urgencia que un compositor de Austria, dedicara sus esfuerzos a la escena lírica ligera.
Pero fue la primera esposa de Strauss, la mezzosoprano Henrietta “Jetty” Treffz, quién, con evidente instinto comercial, convenció finalmente al músico de lo provechoso del asunto.
Una opereta es como una ópera, ya que gran parte de la historia se cuenta a través de canciones con personajes vestidos con trajes de época, rodeados de hermosos conjuntos y acompañados por la orquesta; pero la gran diferencia entre la opereta y la ópera, es que en la opereta, el estilo de la música es mucho más popular, hay más diálogos hablados; y es más bien parecido a los musicales de Broadway de hoy.
Die Fledermaus es una opereta cómica en III actos, con música de Johann Strauss II, y libreto en alemán de Carl Haffner y Richard Genée; basados en una comedia alemana de Julius Roderich Benedix llamada “Das Gefängnis” o “La Prisión”, que a su vez se basa en un vodevil, “Le Réveillon” o “Un Banquete de Medianoche” de Henri Meilhac y Ludovic Halévy.
“Le Réveillon” fue traducida al alemán por Carl Haffner, como una obra de teatro producida en Viena, pero causó problemas por sus características francesas, que fueron resueltas al adaptarse como un libreto para Strauss II, quien trasladó “Le Réveillon” a una fiesta vienesa.
La traducción de Haffner, pasó luego al dramaturgo y compositor Richard Genée, que había proporcionado algunas de las letras de “Der Karneval in Rom” de Strauss el año anterior, y completó el libreto.
La historia, probablemente apócrifa, cuenta que bastaron 6 semanas de retiro en su casa de las afueras de la ciudad, para que Strauss II concluyera la partitura de la que habría de ser su obra más importante; y habría trabajado sin apenas dejar la pluma para comer o dormir; por lo que es tentador pensar, que el estado febril en el que el compositor parece que compuso esta opereta, explica su energía desbordante que no ha dejado de fascinar al público desde su estreno, el 5 de abril de 1874, en el Theater an der Wien en Viena, Austria.
Pero tras un relativo fracaso inicial, la obra fue ganando aceptación en las sucesivas reposiciones; y ha formado parte del repertorio regular de opereta desde entonces.
La obra se estructura en 16 números musicales cerrados, entre los que se va intercalando el diálogo, que en la práctica teatral se entremezcla con toda suerte de “morcillas” musicales y textuales para adecuarla al gusto del momento; y entre los insertos se encuentran, por ejemplo, citas en clave humorística de otras óperas y operetas; también, es tradición incluir unas cuantas sorpresas como parte de la fiesta del II acto, cuando el champán va haciendo efecto… y entre ellas se cuenta la interpretación de polkas o valses del propio Johann Strauss, en las que participa el cuerpo de baile del teatro, e incluso los mismos personajes de la comedia, y es frecuente que los fastos se coronen en los grandes teatros con la intervención de alguna figura no anunciada de especial relevancia, con un aria de ópera u opereta, o una canción popular cantada por un famoso tenor o soprano, o cantante popular.
Johann Strauss II, ya había cimentado su reputación como “el rey del vals” cuando compuso Die Fledermaus; y en total compuso unos 500 bailes, y en esos tiempos, Viena se había ido convirtiendo en el centro de entretenimiento de Europa, y la música de éste, era escuchada y bailada más y más en los salones de baile de la capital austriaca.
Lo sorprendente es que el mismo Strauss dudase de su propia capacidad para componer para el escenario, cuando tanta gente a su alrededor, veía esto como una clara oportunidad para Strauss, para sacar provecho de la popularidad de la que sus obras gozaban en las salas de conciertos de Viena.
Sus primeras operetas no triunfaron; pero Max Steiner, Director del Theater an der Wien, estaba seguro de que el éxito estaba a punto de llegar…
Cuando el compositor francés Jacques Offenbach, quien apoyaba a su contemporáneo musical, Strauss, aunque éste era más joven que él, decidió no producir su propia versión de esta obra, recayó en Strauss la tarea de crear esta magnífica comedia de frivolidades, infidelidad y equivocaciones.
Para empezar, Rosalinde, en apariencia la abnegada esposa de Gabriel von Eisenstein, ofrece tan sólo una débil resistencia a la tentación de Alfred, su antiguo pretendiente, que sabe derretirla con el solo timbre de su voz.
Aunque con tal de guardar las apariencias, no tiene reparo en instarle a hacerse pasar por su marido, cuando el director de la prisión, Frank, les sorprende en pleno “tête-à-tête”, en el momento en que viene a llevarse a Eisenstein para que cumpla su arresto de 8 días por desacato a la autoridad.
Eisenstein, por su parte, es un conocido juerguista que alardea tranquilamente ante sus amistades de las innumerables conquistas, ciertas o no, que su infalible talismán, “su reloj musical de bolsillo” le ha propiciado.
Pero sus jugarretas le van a costar caras, y su amigo, el socarrón Dr. Falke, planea su venganza por la ocasión en que, regresando de una correría carnavalesca, Eisenstein vestido de mariposa, y él de murciélago, lo dejó abandonado por la mañana, medio borracho en medio del campo, teniendo que buscar el camino a casa a pleno día, agitando las alas postizas por toda la ciudad, sufriendo las burlas de todos.
Para llevar a cabo “la venganza del murciélago”, Falke reunirá en casa del Príncipe Orlofsky, a Frank, el director de la prisión donde Eisenstein debía haber ingresado a causa de un incidente; a Adele, la doncella de su casa, y como guinda al pastel, a su propia esposa, Rosalinde, que con una máscara se hace pasar por una enigmática Condesa húngara, y con la cual, Eisenstein, sin reconocerla, coquetea toda la noche.
La fiesta ocupa un espacio central en la obra, en el que todo se torna apariencia y todo puede suceder.
Eisenstein es El Marqués Renard, el director Frank es el caballero Chagrin, gran ironía… Adele se transforma en la glamurosa señorita Olga, y Rosalinde engaña a todos con su máscara.
La fiesta se celebra en casa del Príncipe Orlofsky, una suerte de “play boy” pionero, un noble joven y rico, que se aburre con sus millones, y ha olvidado cómo reír…
El plan del Dr. Falke, empapado en el alegre champán, “el rey de los vinos”, y arrebatado por la confusión del baile, culminará con éxito absoluto a la mañana siguiente en la prisión, donde todas las apariencias, o casi todas se disolverán en una escena colectiva de reconocimiento.
Eisenstein, que se había hecho pasar por el abogado Blind para interrogar a su propia esposa y al tenor Alfred, a quien cree su amante… qué irónico que el adúltero se enfurezca porque le paguen en su misma moneda… tendrá que cumplir sus 8 días en prisión:
Así, la venganza del murciélago se ha llevado a feliz término.
La música de esta obra es tan deslumbrante como el texto, si no más, y resulta de una alegría chispeante desde la misma obertura, conocidísima pieza tocada con frecuencia en concierto, que recoge los temas musicales fundamentales del resto de la obra; evidentemente, están inspirados en el mundo de los valses, las polkas y la música ligera.
Ciertamente el texto es de una calidad deslumbrante para el género, y bajo la pátina superficial del entretenimiento ligero y alegre, podemos descubrir todo un comentario crítico con la alta burguesía de la época.
Resulta sorprendente que, mientras en otros países los tiempos se rigieran por un estricto código moral en lo que respecta a los roles sociales y sexuales, La Corte vienesa permitiera la exhibición pública de una comedia en la que se celebra de manera tan abierta, la libertad sexual, “Chacun à son goût!”, los entretenimientos lúdicos, “la bella chispa divina” del alcohol, y “la joie de vivre”
Y es escasamente imaginable, que una obra semejante, a no ser que se hubiera tamizado hasta lo irreconocible en la censura, se representara, por ejemplo, en la contemporánea Inglaterra de La Reina Victoria o en la España de La Restauración.
Die Fledermaus, ha sido adaptado muchas veces para la televisión y el cine, sea como obra completa, o usando sus temas y piezas musicales.
“Kommt mit mir zum Souper, es ist ganz in der Näh'!”
(¡Ven conmigo al banquete, es muy cerca de aquí!)
Die Fledermaus es un musical del año 1984, dirigido por Humphrey Burton.
Protagonizado por Kiri Te Kanawa, Hermann Prey, Dennis O'Neill, Hildegard Heichele, Paul Crook, Charles Aznavour, Doris Soffel, Merle Park, Wayne Eagling, Benjamin Luxon, entre otros.
El guión es de Richard Genée y Carl Haffner, con música del Strauss II basada en su propia obra que se traduce como “El Ratón Volador” o “El Murciélago”
Comienzo diciendo que la mayoría de los teatros de ópera, toman El Año Nuevo con la opereta más popular de Johann Strauss, cuya festividad es apropiada para la ocasión, y un 31 de diciembre de 1983, la actuación de Covent Garden sigue su ejemplo, donde Plácido Domingo dirige la orquesta y el coro del Royal Opera House, haciendo un debut británico como director, de manera impresionante y discreta; y esta producción reúne una selección internacional de talentos, que se combina para realizar una de las puestas en escenas más brillantes, suntuosas y maravillosas del Covent Garden, cuyo productor fue Leopold Lindtberg; la hermosa escenografía estuvo a cargo de Julia Trevelyan Oman; la diseñadora de vestuario fue Julia Trevelyan Oman; y el coreógrafo fue Frederick Ashton.
La acción tiene lugar en un balneario cercano a Viena, hacia 1870.
Rosalinde (Kiri Te Kanawa), esposa de Gabriel von Eisenstein (Hermann Prey), está teniendo una aventura con Alfred (Dennis O'Neill)
Eisenstein debe comenzar una sentencia de prisión a la mañana siguiente, y se espera que el gobernador de la prisión, Frank (Michael Langdon), lo recoja en cualquier momento.
Sin embargo, Eisenstein se deja convencer por Dr. Falke (Benjamin Luxon), de asistir a un baile de disfraces, y cuando Frank llega a buscar a Alfred con Rosalinde, asume que es Eisenstein, y lo lleva a la cárcel.
El equívoco da pie a divertidas situaciones hasta que se aclara todo el enredo.
Naturalmente, no podía ser de otro modo, y todo termina como corresponde a la moral de la época.
No obstante, Strauss introduce una novedad en el género, tal como entonces se concebía en la capital del Imperio Austrohúngaro:
Los personajes no son históricos, sino contemporáneos, y van vestidos a la moda del momento.
Así, a medida que avanza fiesta, no podía ser de otro modo, corre a mares el champán… y como en casi todas las operetas de la época, hay una fiesta donde el champagne es el protagonista, pues entonces, también como ahora, era carísimo, y se consideraba símbolo de riqueza y ostentación; tanto que decía La Marquesa de Pompadour, que “era el único vino que permitía a la mujer conservarse hermosa después de haberlo bebido”; y Sir Winston Churchill, puro en ristre, se permitió en tiempos de La Segunda Guerra Mundial la “boutade” de afirmar:
“No lo olviden, caballeros, no es solo por Francia que luchamos, es también por el champagne”
Así también la trama se enfoca en un baile de disfraces, al que asisten un grupo de personajes dedicados a todo tipo de malos comportamientos.
Atrapados en una red de mentiras e infidelidad, sus atuendos que ocultan sus identidades, dan pie a reuniones y circunstancias increíbles que los siguen del salón de baile, a una celda en la cárcel.
Recordar que esta no es una ópera, es una opereta donde a veces se canta, a veces se habla, a veces en alemán, a veces en francés, en italiano o en inglés... como en este caso, siendo todo tan rápido como francamente histérico.
Y me confieso que Die Fledermaus es la obra que escucho antes del Año Nuevo, y aquí se comprueba esa delicia, con los disfraces, la producción y elenco, que son de primera clase, absolutamente brillante, de estrellas de clase mundial.
Así que vístete, y prepara tu champaña.
“Mein Herr, was dächten Sie von mir saß ich mit einem Fremden hier?”
(Señor mío, ¿qué pensaríais de mí, si yo estuviese con un extraño aquí?)
La producción de Die Fledermaus de 1984, está exquisitamente diseñada con decorados maravillosos y trajes coloridos; y el canto es excelente, una producción destacada, ingeniosa y divertida; que bien puede ser el mejor montaje disponible; pues todo se realiza deliciosamente, y la producción incluye una sección de “Gala”, donde estrellas invitadas se presentan en la fiesta; todo ello está lleno de emoción, pasión, conflicto humano, y descubrimiento.
La acción se divide en III actos con un acto II alargado, hacia 1870.
Acto I
En la casa de Eisenstein se escucha una serenata cantada por Alfred, un ex novio de Rosalinde; y aparece Adele (Hildegard Heichele), la sirvienta, que ha recibido una supuesta carta de su hermana Ida (Ingrid Baier), que en realidad fue escrita por Dr. Falke, en la cual la invita a una fiesta en la Villa del Príncipe Alexander Orlofsky (Doris Soffel), pero le pide que aparezca elegantemente vestida.
Adele piensa en cómo salir esa noche; y en ese momento aparece Rosalinde, intrigada por la voz de Alfred…
Adele le cuenta que su tía está muy enferma, y que necesita ir a visitarla, pero Rosalinde es tajante:
No puede prescindir de ella, ya que su marido debe comenzar su arresto por unos días esa misma noche; y se lamenta de que la naturaleza la haya destinado a ser una simple sirvienta… y sale sollozando.
Mientras Rosalinde reflexiona sobre el hecho de que Alfred haya vuelto, aparece éste en la puerta:
Rosalinde le pide que se vaya, ya que su marido puede aparecer en cualquier momento; y Alfred acepta, pero sólo con la condición de que jure que él podrá volver; Rosalinde acepta, y Alfred se marcha.
Rosalinde se pregunta qué hacer…
En ese instante entran Gabriel y el Dr. Blind (Paul Crook) discutiendo, ambos se insultan, y Rosalinde le pide a Blind que se marche, porque pueden armar un escándalo; ella trata de consolar a Gabriel, y mientras lo hace, se entera de que Blind ha conseguido que a Eisenstein le suban la condena de 5 a 8 días.
Eisenstein pide a Adele, que ordene la más suculenta cena al “León Dorado”, y que saque sus más viejas vestimentas para presentarse en la cárcel; a lo que entra Falke, su amigo, quien le hace algunas bromas por lo que le ha sucedido.
Rosalinde sale; y ya solos, Falke le revela a Gabriel, que lo viene a invitar a un banquete en la villa Orlofsky, donde habrá bellas mujeres.
Gabriel duda en ir, pero Falke lo convence diciéndole que le hará bien a su salud, y que podrá iniciar su arresto el día siguiente por la mañana; además, nadie lo reconocerá, pues lo presentará como un extranjero llamado El Marqués Renard.
Al fin tentado, Gabriel y Falke bailan animadamente, imaginando lo bien que lo pasarán...
Rosalinde regresa con las viejas ropas de Eisenstein, pero Falke le reprocha que en la cárcel, es muy posible que se encuentre con gente de alto nivel, y que el mismo director de la prisión lo va a recibir.
Falke se despide, y Gabriel sube a cambiarse de ropa…
Entra Adele con la cena enviada por el “León Dorado”; y Rosalinde está expectante ante el regreso de Alfred:
Lo recibirá, pero sólo para hacer que se vaya.
Sin embargo, debe hacer que Adele desaparezca, por lo que le da permiso para salir.
Gabriel reaparece elegantemente vestido, y se dispone a despedirse de Rosalinde; peor ésta lo retiene, lamentándose, ya que no podrá soportar su ausencia, y lo recordará a cada instante, pero les queda un dulce consuelo:
Se volverán a ver.
Eisenstein sale bailando, seguido por Adele; y vuelve a aparecer Alfred, quien viendo que Eisenstein se ha ido, toma su lugar, y se viste con su bata.
Rosalinde le suplica que se marche, pero Alfred la invita a beber y a cantar.
Mientras Rosalinde cae bajo los efectos del vino y del canto de Alfred, escucha voces en la puerta:
Es Frank, el director de la prisión, quien le pide a Rosalinde que no se alarme, pues sólo viene a llevar personalmente a su esposo hasta su retiro.
Alfred continúa cantando, y Rosalinde le ruega que guarde silencio, pues no están solos.
Alfred invita a Frank a brindar, y tras esto, Frank le solicita que lo acompañe.
Alfred se niega, porque él no es el señor de Eisenstein; Frank cree que le toman el pelo, y Rosalinde le dice a Alfred, que tendrá que hacerse pasar por su esposo.
Rosalinde le hace notar a Frank, que con su duda la ofende:
En vestimentas tan íntimas y a tan altas horas de la noche, sólo con su esposo podría estar…
Frank se disculpa, y les pide que se den el beso de despedida.
Si debe reemplazar a un marido, también puede besar en su lugar…
Frank apura a Alfred, ya que está invitado a una fiesta, y lo invita a ser su huésped en la cárcel.
Alfred desea despedirse de nuevo de Rosalinde, pero Frank los separa, y se lo lleva.
No obstante, Alfred escapa varias veces de manos de Frank, hasta que cae el telón.
Acto II
En La Villa Orlofsky, los invitados al banquete del Príncipe Orlofsky esperan la llegada del anfitrión, comentando lo maravilloso que es el estar allí ante tanto esplendor.
Entretanto llega Adele elegantemente vestida con uno de los trajes de noche que le ha “pedido secretamente prestado” a Rosalinde, y se apresura en saludar a su hermana Ida.
Ésta se sorprende de ver a Adele en aquel lugar, y le pregunta quién la ha invitado… Adele le dice que ella misma fue; Ida le asegura que alguien le hizo alguna broma, pero ya que está allí, la presentará como una nueva artista, la señorita Olga.
Luego aparece El Príncipe Orlofsky acompañado por Falke.
Orlofsky se lamenta de que ya nada lo divierte, todo lo aburre…
Falke le promete que lo hará reír de buena gana con una pequeña comedia que ha preparado, y que se titula “La Venganza del Murciélago”
Falke le señala a Adele, uno de los personajes de la pieza.
Ida la presenta al Príncipe, quien adora a las artistas, y les da su cartera para que vayan a jugar su dinero.
Llega Eisenstein, quien está expectante por ver a las bellas jovencitas, y con poco interés saluda al Príncipe.
A Falke se le ocurre hacer venir a Rosalinde, por lo que escribe una nota, y se la da a un sirviente…
Orlofsky invita a Eisenstein a beber, y le informa de sus especiales características nacionales… y le asevera a Eisenstein, que Falke le ha prometido reírse de él, por lo que Gabriel queda muy sorprendido.
Vuelven a entrar Adele e Ida, pues han perdido todo el contenido de la cartera de Orlofsky.
Eisenstein reconoce a Adele y viceversa; Falke los presenta, y Eisenstein le pregunta si siempre ha sido la señorita Olga, pues tiene un parecido con su sirvienta…
Adele se ofende, y Orlofsky llama a los invitados para que vean la confusión que ha armado Eisenstein.
Los invitados hacen notar lo grosero que fue “El Marqués” al confundirla con su sirvienta; y Adele le pide más perspicacia al contemplarla, ya que su figura ni sus ademanes, jamás los encontraría en una criada.
Su equivocación sólo da cuenta de que no puede sacar a su sirvienta de su mente, y la ve en todas partes.
Eisenstein se disculpa, y Adele lo perdona sólo con la condición de no volverla a confundir con su sirvienta.
Ahora llega Frank, pero presentado como “El Caballero Chagrin”, otro de los personajes de la comedia de Falke.
Éste lo presenta con Eisenstein, y comienzan a hablar en francés, hasta que Eisenstein le pide a Falke que haga que cese de hablar…
Falke les pide que hablen en alemán, pues así conversarán con más soltura.
Las mujeres desean cenar, pero Falke les solicita paciencia, pues ha invitado a una Condesa húngara, que es Rosalinde, que vendrá enmascarada.
En La Villa Orlofsky eso se respeta; y los invitados optan por dar un paseo por el jardín.
Eisenstein aún continúa mirando a Adele, y saca un reloj de repetición que muestra a Adele, quien queda maravillada.
En eso llega Rosalinde, vestida con un traje de noche y una máscara negra.
Falke se apresura en recibirla, y le muestra a su marido con Adele, lo que irrita a Rosalinde.
Eisenstein ve a Rosalinde, y queda encantado…
Se separa de Frank y Falke, y se dirige hacia La Condesa, sacando su reloj; Rosalinde le sigue el juego, y aparenta quedar maravillada; si consigue quitarle el reloj, ésa sería la prueba del delito.
Eisenstein le pide que se quite la máscara, pero Rosalinde le dice que sólo lo hará al día siguiente; pero Eisenstein trata de engatusarla, y Rosalinde se resiste.
Eisenstein hace sonar el reloj, y el corazón de Rosalinde late con más fuerza.
Ella le pregunta a Eisenstein, si sus latidos irán acordes con el “tic-tac” de su reloj, a lo que Eisenstein le sugiere contarlos; él contará los “tic-tac”; y Rosalinde sus latidos, hasta que ésta pide cambio.
Eisenstein le da el reloj, y cuentan.
Gabriel intenta recuperar su reloj, pero Rosalinde no se lo permite.
Aparecen nuevamente los invitados, y las mujeres apuestan a que La Condesa en verdad no es húngara, lo que Rosalinde desmiente cantando una “czarda”
Luego, los invitados piden a Falke que les cuente la historia de “El Murciélago”
Eisenstein escucha, y él mismo termina narrando la historia:
3 años antes, ambos asistieron a un baile de máscaras, Eisenstein vestido de mariposa, y Falke de murciélago.
Gabriel hizo que Falke bebiera más de la cuenta, y lo dejó bajo un árbol durmiendo.
Falke debió regresar a la ciudad en pleno día vestido de Murciélago, siendo escoltado por una muchedumbre de pilluelos.
Desde ese día, Falke era conocido como “El Doctor Murciélago”
Terminado, Orlofsky pide a los invitados ir a la mesa, y ofrece un brindis por el champagne, “rey de todos los vinos”
Viendo que todos están en pareja, y que “muchos corazones se abrazan de amor”, ofrece que todos sean una gran cofradía de hermanos y hermanas.
Luego de esto aparecen un ballet español, uno ruso, una polca bohemia, y otro ballet húngaro.
Tras el ballet, todos bailan un vals, mientras Eisenstein y Falke se tambalean.
Frank le dice a Eisenstein, que su reloj anda mal, que vea cómo anda el suyo…
Eisenstein recuerda que Rosalinde se lo quitó, y se lo pide, pero ésta se niega a entregárselo.
Gabriel le pide que por lo menos se quite la máscara; Rosalinde alega tener un grano en la nariz, pero Eisenstein no le teme, y sale persiguiéndola en medio de los danzantes, perdiéndose de vista.
Suenan 6 campanadas:
Eisenstein y Frank exigen sus abrigos y sombreros, Frank debe volver a casa, es decir, a la cárcel; y Eisenstein debe comenzar su arresto.
Eisenstein y Frank, aun tambaleándose, salen cogidos del brazo y rodeados por los danzantes mientras cae el telón.
Acto III
Amanece en el despacho de Frank, en la cárcel…
Frosch (Josef Meinrad), el carcelero, hace su entrada con un gran manojo de llaves en el cinto, una linterna y bastante borracho.
Alfred canta desde su celda el “Täubchen, holdes Täubchen mein...”; y Frosch lo hace callar, pues está prohibido en el reglamento interno, según él…
Mientras Frosch sale, por la izquierda entra Frank tratando inútilmente de mantener el equilibrio.
Mientras se quita el abrigo, se mece bajo los compases del vals, y cree estar en la fiesta.
Luego se sienta, prepara un poco de té, y se dispone a leer el periódico, pero se queda dormido.
Vuelve a entrar Frosch, quien al ver que el director está muy concentrado en su lectura, le grita que viene a darle su informe.
Frank despierta sobresaltado, y le dice que se acerque más.
Frosch no puede, ya que se tambalea sin cesar, y Frank está muy mareado.
Finalmente Frosch le comunica que el señor von Eisenstein ha pedido un abogado, y que ha llamado a un tal Dr. Blind.
Llaman a la puerta, Frosch mira por la ventana, y ve a 2 damas, que dicen ser Olga e Ida, y que desean hablar con el caballero Chagrin.
Frank queda sorprendido, y le dice a Frosch que las deje pasar, y que se retire.
Adele viene a que Frank la ayude a prepararse para ingresar en el teatro, pues no es artista, sino criada en casa de los Eisenstein.
Frank se indigna, pues en la fiesta le ha besado la mano, pero Adele le recuerda que en la boca también.
Frank le pregunta si al menos tiene talento, lo que Adele le demuestra actuando como una ingenua aldeana, una reina y una dama parisina…
Frank queda maravillado ante tanta desenvoltura por parte de una sirvienta.
Llaman nuevamente a la puerta, y por la ventana, Frank ve a Eisenstein, y pide a Frosch que lleve a ambas mujeres a la celda 13, para que “El Marqués” no las vea.
Eisenstein entra, y se sorprende de ver a Frank allí; piensa que lo han encerrado por algún disturbio público.
Frank le comunica que no es ningún Caballero Chagrin, sino El Director de La Cárcel.
Eisenstein se ríe a carcajadas creyendo que es una broma, pero Frank le demuestra la verdad, haciendo que Frosch lo espose y se lo lleve.
Comprobado esto, Eisenstein le dice que él tampoco es un Marqués, sino un nuevo huésped para su cárcel.
Ahora es Frank quien se ríe, pues el señor von Eisenstein fue llevado por él personalmente desde su casa hasta allí.
Gabriel queda intrigado por saber quién es el que ocupó su lugar…
Llaman a la puerta de nuevo, esta vez es otra dama completamente velada que Frosch llevó al locutorio.
Frank se disculpa, y va a ver quién es.
Frosch reaparece ahora junto al Dr. Blind, y le dice a éste que espere, pues va por Eisenstein.
Cuando Frosch sale, Blind le pregunta a Eisenstein, qué es lo que pasa, si él está allí, y no en la celda.
Aprovechando que Blind apareció, Eisenstein idea vestirse con la ropa y la peluca de Blind, para poder interrogar al supuesto Eisenstein.
Ambos salen, y Frosch vuelve a entrar con Alfred, pero como Blind no está, se retira.
Entra Rosalinde, y le dice Alfred que debe salir inmediatamente de allí.
Alfred la despreocupa, pues para eso hizo llamar a un abogado.
Eisenstein aparece vestido cómo él, y con la firme intención de saber si ocurrió algo entre ellos, a tal punto que las preguntas incomodan a Alfred y a Rosalinde.
Tras contarle todo y haberle dicho que pretenden darle una lección a Eisenstein, éste se enfada aún más, y revela su identidad, ante el asombro de Rosalinde y Alfred.
Eisenstein clama venganza, lo mismo hace Rosalinde; los 2 se engañaron, Rosalinde con Alfred, y Gabriel con “La Condesa”
Rosalinde saca el reloj que le quitó a Eisenstein, y éste queda estupefacto por lo tonto que fue.
Alfred le devuelve su bata a Eisenstein, y le exige a Eisenstein que vaya a la celda 12, pues aún le quedan 7 días de condena.
Adele e Ida se arrancan de su celda, y entonces aparecen todos los invitados a la fiesta, quienes piden a Falke que deje en paz a su víctima.
Eisenstein no entiende nada, y por ello, Falke le explica que todos sus quebraderos de cabeza, son producto de una broma suya, en la que todos participaron.
Adele le pregunta a Frank, que va a ser de ella, y éste le responde que como un padre y un amigo, la preparará para el teatro; pero El Príncipe Orlofsky no permitirá que tal talento se pierda, y será su mecenas.
Eisenstein pide a Rosalinde que lo perdone, pues toda la culpa ha sido del champagne…
Rosalinde lo disculpa, pues el champagne le ha demostrado la fidelidad de su esposo.
De este modo, la opereta finaliza alegremente.
Aquí se observa cómo se eleva el telón sobre la historia de unos amantes desafortunados, en un baile impresionante, con un Príncipe ruso y muchas confusiones de identidades; con trajes excepcionales, circunstancias trágicas y música espectacular; esta opereta vienesa, seguramente deleitará a aquellos que aprecian el humor y lo absurdo.
Y es que en lugar de un escenario en Viena, en esta ocasión se establece en New York, pero conserva la interacción de las clases altas y bajas que suponen que son muy diferentes.
Al principio, escuchar las canciones favoritas en ingles fue un poco sorprendente, pero luego se hace familiar, porque el lenguaje se presta, por ser ingenioso, y la entrega de los interpretes es total y muy bien hecha.
Los cantantes son bastante buenos, solo tienes que recordar que no oirás mucho alemán; pero disfrutarás especialmente de la burbujeante Adele, de “La Condesa” y del vivaz Eisenstein; pero mantienen en general, el fondo de las representaciones tradicionales alemanas, por lo que se disfruta como si fuera un musical, o zarzuela; de manera respetuosa, inteligente y entretenida, en 2 horas y media de diversión con “identidades equivocadas”
Por tanto, esta producción es la cumbre del escapismo, con una selección internacional de talentos que se combina para realizar una de las producciones más deslumbrantes de Covent Garden:
Kiri Te Kanawa lidera el elenco de cómicos, con su famoso retrato de Rosalinde; junto a Hermann Prey como Eisenstein; Hildegard Heichele como Adele; y Benjamin Luxon como Falke.
Hay algunos invitados sorpresa en la fiesta especial de gala del Príncipe Orlofsky, incluyendo a Charles Aznavour, Merle Park y Wayne Eagling en el “pas de deux” especialmente coreografiado de Sir Frederick Ashton.
A destacar la escenografía de Julia Trevelyan Oman, que vuelve a crear todo el estilo y la opulencia de “La Belle Epoque vienesa” en esta aclamada actuación de Nochevieja del Royal Opera House, Covent Garden, donde Plácido Domingo hace un inmejorable debut en la conducción británica con estilo, en una comedia animada y melodiosa, que realmente “burbujea como el champán”
Destacar que los actos I y III son deliciosos, el II acto está extendido, donde se amplió enormemente, tal vez en exceso con actuaciones especiales que varían considerablemente; pero la música en ese “intermezzo” es deliciosa, y en toda la obra desde el principio hasta el final, desde la obertura hasta “el coro de champaña”, y si amas la música de Strauss, Die Fledermaus te hará apreciarlo aún más; pues al ser tan internacional, el diálogo no se ve afectado, y brilla tanto como la música, tanto que todo se movía rápida e histéricamente de manera muy graciosa, especialmente por ese elenco excepcional, dirigido por Hermann Prey y Kiri Te Kanawa, como la pareja cuyo matrimonio sobrevive a las indiscreciones cómicas.
A destacar la coreografía de Frederick Ashton y David Drew, en los ballets:
“Explosions-Polka, Op. 43”, y “Frühlingsstimmen, Op. 410”; ambas obras de Strauss II; la última es un corto “pas de deux” ballet de Ashton, con la música del vals “Frühlingsstimmen”; originalmente escrito para ser incluido como un divertimento en una producción de 1977 de Die Fledermaus por el Royal Opera, junto con una adaptación de “Explosions-Polka” , y se presentó por primera vez como una pieza independiente por el Royal Ballet, a finales de 1978.
Y los invitados sorpresa, donde esta producción aprovechó al máximo su oportunidad:
El cantante francés, Charles Aznavour, al que siguen los bailarines Merle Park y Wayne Eagling, en el delicioso “pas de deux” de Ashton; el “Three Little Maids From School” de Gilbert & Sullivan de la obra “The Mikado”, interpretada por ¡drag queens!, y “Funniculi Funnicula” de Peppino Turco y Luigi Denza, cantada por un guardia de la prisión.
Con esas sorpresas, este tiene que ser el estándar de oro para las producciones de Die Fledermaus, todo es perfecto:
Decorados, disfraces, dirección, música, canto, actuación, baile…
El sonido es bueno, pero no perfecto; y se le puede achacar también que el video tiene un tono amarillo o verdoso la mayor parte del tiempo, pero te acostumbras y puedes ignorarlo.
“Trinke, Liebchen, trinke schnell, trinken macht die Augen hell!”
(¡Bebe cariño, bebe aprisa, la bebida hace a los ojos brillar!)
Die Fledermaus no solo es una de las mejores operetas de Johann Strauss, también lo es de todos los tiempos; pues surgió en un período en el que Viena, Austria, experimentaba un cambio significativo.
Viena fue una de las capitales más importantes de Europa durante el siglo XIX y a menudo fue llamada “la ciudad de los sueños”
Esta era La Edad de Oro de La Dinastía de Los Habsburgo, la familia real más próspera de Europa continental, y Viena era su capital; y ese ambiente fue perfecto para el crecimiento de la industria del entretenimiento, como lo fue; y en medio de esto, la necesidad de música entretenida:
Música de fiesta, de baile y de teatro, todo ello en una obra con comedia de enredos; y es fascinante que la producción de prácticamente toda esta música, la del vals, termine cayendo en manos de una sola familia de músicos:
La familia Strauss, que tenía no menos de 6 miembros involucrados en una dinastía musical que duró desde la década de 1830, hasta la década de 1960.
La música de Strauss, permanece así firmemente implantada en la cultura vienesa, pero también en Hollywood… pues muchas películas se han creado sobre la base de la vida de los Strauss; tanto que el famoso director de cine, Alfred Hitchcock, hizo una biografía de Strauss titulada “Waltzes from Vienna” (1933); y Walt Disney creó un cortometraje, “The Waltz King” que se emitió como una adición del programa de televisión “Wonderful World of Disney” en los Estados Unidos en 1963.
La música de Strauss se puede encontrar en películas animadas y dibujos animados, incluyendo varios de Warner Brothers.
De hecho, la obertura de Die Fledermaus aparece en un episodio de Tom & Jerry, titulado, “Tom & Jerry at Hollywood Bowl” (1950)
Sin duda, estamos ante una de las operetas más populares, que nunca falte en sus fiestas de Navidad.

“O Fledermaus, o Fledermaus, laß endlich jetzt dein Opfer aus!”
(¡Oh murciélago, oh murciélago, deja ya en paz a tu víctima!)



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