Parsifal

“Ist zwîvel herzen nâchgebûr, das muoz der sêle warden sûr”
(Si la vacilación habita con el corazón, el alma lo lamentará)

Esa es una cita de “Parzival” de Wolfram von Eschenbach, un caballero y poeta alemán, reconocido como uno de los mayores poetas épicos de su tiempo, y considerado uno de los más importantes trovadores de Wartburg, cuyas obras fueron muy apreciadas durante La Edad Media.
Pero es con la obra “Perceval ou Le Conte du Graal” o “Perceval y La Leyenda del Santo Grial” de Chrétien de Troyes, comenzado a escribir hacia 1180; se inicia la tradición de la materia caballeresca; y con esta narración, el autor introduce el mundo mítico de La Corte del Rey Arturo y sus Caballeros que buscan El Grial donde se recogió la sangre de Cristo crucificado.
El protagonista del cuento del Grial, es un muchacho fuerte, hábil cazador e ingenuo, que ha vivido en una yerma floresta solitaria, asilado del resto del mundo sin otra relación humana que su madre y los labradores de la tierra de Gales; y como descendiente de nobles caballeros, la fuerza de la sangre le decide a ser uno de ellos.
Chrétien de Troyes, narra así su extraordinaria peripecia, llena de lances heroicos y episodios maravillosos, a contrapunto de una apasionada historia de amor; pero más allá de esto, en el cuento del Grial enseña una lección moral y espiritual, destinada al perfeccionamiento de la sociedad del siglo XII y, en especial, de la aristocracia que leerá sus obras.
Trágicamente, la novela quedó interrumpida por la muerte de su autor, que murió cuando llevaba escritos 9.234 versos, lo que favoreció la aparición de varias continuaciones y exploraciones en este tema literario, como por ejemplo, “Parzival” de Wolfram von Eschenbach; su obra cumbre, supuestamente redactada desde principios del siglo XIII, en El Castillo de Wartburg, y terminada en 1215; y que forma parte del conjunto de los más recordados trovadores medievales junto con Walther von der Vogelweide y Heinrich Tannhäuser.
Eschenbach dejó inconclusas otras 2 epopeyas:
“Titurel” acerca de la fidelidad; y “Willehalm”, acerca de William de Aquitania.
Su “Parzival” se estructura en 16 capítulos o libros, “Bücher”, a veces considerado como el más grande de todos los poemas épicos alemanes de la época. es la primera obra existente en alemán que tiene como tema El Santo Grial, que en la interpretación de Wolfram, es una piedra preciosa.
Eschenbach, no sólo completa y desarrolla con mayor profundidad la historia inacabada que dejó Chrétien de Troyes a finales del siglo XII, sino que introduce una enigmática transformación simbólica que afecta a todo el sentido de la leyenda:
El Grial, ya no es una copa de efectos maravillosos, ni El Cáliz de La Última Cena, sino una piedra mágica caída de La Corona de Lucifer en el momento de su derrota, que proporciona todos los alimentos deseados.
La ampliación del argumento y de la geografía, la nueva complejidad de sus personajes y del tema, hacen de “Parzival”, uno de los grandes poemas épicos de La Edad Media y quizá de todos los tiempos.
De esos tema habla “Parsifal, WWV 111”, un festival escénico sacro, o “Bühnenweihfestspiel” como lo definió su autor, Richard Wagner, dividido en III actos, con música y libreto en alemán, compuestos por él mismo; siendo la única obra escrita especialmente para su Festspielhaus de Bayreuth.
Wagner fue un compositor, director de orquesta, poeta, ensayista, dramaturgo y teórico musical alemán del Romanticismo; y destacan principalmente sus óperas, calificadas como “dramas musicales” por el propio compositor, en las que, a diferencia de otros compositores, asumió también el libreto y la escenografía.
Parsifal se basa en el poema épico medieval del siglo XIII, “Parzival”, y “Titurel” de Wolfram von Eschenbach, y sobre la vida de este caballero de La Corte del Rey Arturo y su búsqueda del Santo Grial; basados, a su vez en antiguas leyendas bretonas.
Wagner concibió la obra en abril de 1857, pero solo la completó 25 años después; estrenándose finalmente en Festspielhaus de Bayreuth, el 26 de julio de 1882, donde actualmente se siguen representando como parte del Festival anual a cargo de sus descendientes.
Y como Parsifal inicialmente solo se podía ver en el Festspielhaus de Bayreuth, a la primera presentación en 1882, asistieron muchas figuras notables, y la reacción hacia la obra fue variada... siendo estrenada por el director judío, Hermann Levi.
Richard Wagner leyó por primera vez el poema de Wolfram von Eschenbach en Marienbad en 1845; e influenciado por la concepción filosófica del mundo contenida en los trabajos de Arthur Schopenhauer en 1854, Wagner se mostró interesado en las filosofías orientales, particularmente el budismo.
Y tras leer la obra de Eugène Burnouf, “Introduction à l'historie du buddhisme indien” en 1855/1856, escribió “Die Sieger” o “Los Victoriosos” (1856), un boceto de una ópera basada en una historia de la vida de Buda.
Los temas que luego serían explorados en Parsifal de reencarnación, compasión, renuncia a uno mismo, e incluso los grupos sociales, como las castas o Los Caballeros del Grial en Parsifal; fueron introducidos en su obra “Die Sieger”
Tras este primer boceto, Wagner no volvió a trabajar en Parsifal durante 8 años, durante los cuales completó “Tristan und Isolde” y empezó “Die Meistersinger von Nürnberg”
Entre el 27 y el 30 de agosto de 1865, retomó Parsifal, y completó un pequeño boceto de la obra; este boceto contenía un breve resumen del argumento y detallados comentarios sobre los personajes y temas del drama.
Una vez más, el trabajo fue abandonado durante otros 11 años y medio.
Durante este tiempo, Wagner dedicó la mayor parte de sus energías al ciclo de “Der Ring des Nibelungen”‎, el cual completó en 1874.
Sólo cuando su gran obra fue estrenada, Wagner encontró tiempo para dedicarse a Parsifal; y el 23 de febrero de 1877 terminó un segundo y más extenso boceto de la obra, que el 19 de abril del mismo año había transformado en un libreto en verso o “poema” como Wagner prefería llamar a sus libretos.
En septiembre de 1877 empezó la música, componiendo 2 bocetos de la partitura desde el comienzo hasta el final.
Y es que Wagner compuso los actos de Parsifal de uno en uno, y hasta que no terminaba completamente uno, no pasaba al siguiente; siendo compuesto con el mimo de un orfebre:
No más de 4 compases diarios, los revisaba y probaba hasta que quedaran perfectos; siendo Parsifal la ópera de su despedida… y quién sabe si aquella lentitud no era un deseo de alargar lo máximo posible su propia vida…
De esa manera, Parsifal se estructura en III actos, superando las 4 horas de duración:
El I acto dura en torno a una 1 y 45 minutos, mientras que el II y el III vienen a durar entre 65 y 75 minutos.
La acción se desarrolla en un lugar indeterminado de las montañas del norte de España, durante La Edad Media; el recinto de Monsalvat, en las montañas del noreste de España, y El Castillo mágico de Klingsor, en el sur de España.
Las destacadas alusiones a lo místico, con Parsifal en un trasunto de Mesías y su relación con Kundry, una mujer pecadora caracterizada por su risa, que parece despertarle una pasión, ha dado a la obra gran cantidad de perspectivas dramáticas.
Acto I
El Caballero Gurnemanz, en Montsalvat, se prepara para ayudar a Amfortas a darse un baño, ya que su estado de salud precisa cuidados constantes, debido a la herida que Klingsor le hizo con La Espada Sagrada de Montsalvat.
Gurnemanz profetiza, que “un tonto sin malicia” a quien la piedad hará sabio, salvará a Amfortas.
Ocurre que cae muerto uno de los cisnes sagrados, el autor de esta muerte no es otro que el joven Parsifal, que aparece ante Gurnemanz.
Éste no sabe quién es, pero Kundry, una pagana, conoce el pasado de Parsifal…
Aparecen Los Caballeros del Grial, que comulgan, ante los ojos maravillados de Parsifal, que siente el poder de la compasión y el amor.
La herida de Amfortas sangra de nuevo ante la conmoción del visitante, que al no poder describir lo que siente, es echado fuera por Gurnemanz.
Acto II
Klingsor conjura a Kundry, y ella se enfurece por la maldición que tiene que soportar:
Seducir a todos Los Caballeros, especialmente a uno que es inocente, y por tanto peligroso.
En el jardín mágico del Castillo de Klingsor, un hombre observa a las muchahas-flor, pero rechaza sus seducciones.
Kundry lo sorprende llamándole por su nombre:
“Parsifal”, como lo hacía su madre; y Kundry le cuenta que su madre murió de pena por él; y le ofrece redimirlo con un beso de amor que mezcla el amor materno con el sensual, pero en el momento en que lo va  a recibir, Parsifal ve claramente todo lo que ha sucedido:
La herida de Amfortas, y todo lo que supone El Templo, algo que anteriormente no sabía cómo explicar... rechaza a Kundry, que también desea ser redimida por el amor de Parsifal.
Kundry grita, y acude Klingsor que desea herir al joven con La Lanza, pero milagrosamente La Lanza se detiene sobre él, y Parsifal se la lleva sin dificultad; y El Castillo de Klingsor se hunde por un temblor de tierra.
Acto III
Pasado mucho tiempo, El Templo del Grial ha caído por completo…
No se oficia la ceremonia del Grial, Titurel, el padre de Amfortas, ha muerto; y Los Caballeros vagan sobreviviendo como pueden.
Una mañana de Viernes Santo, Gurnemanz oye un grito, y encuentra a Kundry medio ahogada en la tierra.
Cuando consigue reanimarla, la mujer le dice que solo desea servir.
Gurnemanz reflexiona sobre lo que debe hacer, y cuando llega un Caballero con armadura negra y una lanza del revés, es Viernes Santo y las armas no se pueden llevar en posición de ataque; Gurnemanz reconoce al joven que en otro tiempo echó del Templo:
Es Parsifal, y él será quien dé nueva vida al Templo.
Kundry lava los pies al Caballero y los seca con su pelo, como hizo la Magdalena con Jesús; posteriormente, Parsifal bautiza a Kundry, lo que la redime; y Gurnemanz proclama a Parsifal, Rey del Graal.
Ese día, Amfortas debe oficiar la ceremonia en memoria de su padre muerto, a pesar del disgusto que siente al tener que hacerlo.
Parsifal, cuando se encuentra ante él, le aplica La Lanza Sagrada en la herida de su costado que sana de inmediato; y Parsifal se hace cargo de oficiar la ceremonia y alza El Grial ante los ojos de todos; pero Kundry muere, y El Templo renace de manera gloriosa.
Parsifal representa, mediante un acontecimiento simbólico, lo esencial de la religión wagneriana, religión que añadiendo a la leyenda céltica elementos orientales, maniqueos o cátaros, combina espiritualidad cristiana, y tradición esotérica.
En esta última ópera, Wagner vuelve a La Leyenda del Santo Grial que ya había tocado en “Lohengrin”, pero ahora como tema principal, adquiriendo un mayor tinte religioso; y en ella presenta una historia de renuncia y redención mezclando símbolos del misticismo cristiano, con reflexiones pesimistas relacionadas con la filosofía de Schopenhauer.
Y es que Wagner sitúa en casi todos sus argumentos dramáticos, situaciones y motivos trágicos que suceden en su propia vida; y así introduce la muerte del padre, la duda sobre la identidad personal, la exclusión del tercero, y la problemática sexual de la redención...
¿Acaso el homosexualismo?
De esa manera, el personaje de Parsifal, sufre una evolución:
En el acto I, de exposición, hay una inspiración mística, en el alma del inocente nace la compasión.
En el II acto, de crisis, la compasión le hace sabio.
El III y último, de desenlace, desborda religiosidad, se hace sabio por la compasión.
Parsifal se convierte en redentor, en mensajero de salvación; pero como muestra del poder que el mal tiene aún después de vencido, el héroe debe vagar varios años hasta encontrar de nuevo el camino de Montsalvat, y Los Caballeros deben esperar hasta su llegada.
Wagner escogió el simbolismo cristiano, porque pensó hallar en él para su drama, la expresión más intensa y más definitiva de la compasión; y hay autores que han identificado a Parsifal con Acuario, “el portador del agua”
Este elemento, agua, ha tenido un gran significado en el cristianismo, además de ser, bendecida y empleada en los actos litúrgicos, “cura el efecto del pecado”
Se piensa que Kundry es la representación de la influencia de la mujer en todos los tiempos de la humanidad, como instrumento de tentación, de maldición, de perdición, de amor, consuelo y auxilio; y por último, instrumento de intervención sobrehumana en los destinos del hombre.
Sólo puede darle la libertad, el alma masculina inaccesible a esas tentaciones de la materia.
Kundry y Amfortas, representan pues el símbolo de la culpa y la superación.
La herida de Amfortas, es por tanto un símbolo del pecado.
Son de destacar los símbolos cristianos:
El Cáliz, la sangre, La Lanza, la herida, el beso, e incluso el círculo de caballeros, a través de los enigmas que proponen el sentimiento de la falta, la nostalgia del paraíso perdido, Amfortas; la aspiración de la naturaleza degradada a La Gracia en Kundry; la sensualidad a través de las muchachas-flor, la dominación cruel a través de la persona de Klingsor; y el miedo de un alma pura ante los vicios del mundo con Parsifal.
En su forma más primitiva, La Copa y La Lanza parecen tener un precedente en la mitología aria, donde los mitos índicos presentan La Copa como un vaso de oro, que vertía las riquezas y la fertilidad, por lo que era símbolo del Sol.
La Lanza era el arma reluciente de Yndra, dios del firmamento que depuraba las influencias malignas del astro solar; de ahí que El Grial haya conservado algo de su significación como “agente de vida y de fertilidad”
La unidad recobrada entre La Lanza, símbolo de la masculinidad; y El Cáliz, símbolo de lo femenino; funciona como una forma de liberación universal, en la que se conciliarían el amor humano y el divino.
La redención humana, que aparece en todas sus óperas, se logra mediante el sacrificio y la abnegación, poniendo de manifiesto la necesidad de una fe religiosa.
Por otra parte, el tratamiento del compositor del cristianismo en la ópera, su erotismo y su supuesta relación con el nacionalismo alemán y el antisemitismo; han continuado la controversia por razones no musicales.
Sin embargo, se considera que representa el continuo desarrollo del estilo del compositor y es una partitura diáfana de una belleza y refinamiento sobrenaturales.
Como es común en las óperas maduras de Wagner, Parsifal estaba compuesto de tal manera, que cada acto era un flujo continuo de música; por tanto, no hay arias independientes en el trabajo; sin embargo, varios extractos orquestales de la ópera, fueron arreglados por el mismo Wagner, y permanecen en el repertorio del concierto.
Sobre Schopenhauer, algunos escritores ven a Parsifal como la última adhesión de Wagner a su filosofía:
Parsifal puede curar a Amfortas y redimir a Kundry, porque muestra compasión, lo que Schopenhauer vio como la forma más elevada de moralidad humana.
Además, muestra compasión frente a la tentación sexual…
La filosofía schopenhauriana, también sugiere que el único escape de las tentaciones, siempre presentes de la vida humana, es a través de la negación de La Voluntad, y vencer la tentación sexual, es en particular una forma fuerte de negación de La Voluntad.
Visto desde este punto de vista, Parsifal, con su énfasis en “Mitleid” o “compasión”, es un seguimiento natural de “Tristan und Isolde”, donde la influencia de Schopenhauer es quizás más obvia, con su enfoque en “Sehnen”, “anhelo”
De hecho, Wagner originalmente consideró incluir a Parsifal como personaje en el acto 3 de Tristan, pero luego rechazó la idea.
Como dato, un “leitmotiv”, es un tema musical recurrente dentro de una pieza de música en particular, asociado con una persona, lugar o idea en particular.
Wagner es el compositor más frecuentemente asociado con “leitmotivs”, y Parsifal hace uso liberal de ellos.
Wagner no identificó específicamente, ni le dio nombre a “leitmotivs” en la partitura de Parsifal, como tampoco lo hizo en ninguna otra de sus obras.
Sin embargo, los seguidores de Wagner nombraron, escribieron e hicieron referencias a estos “motivos”, y se destacaron en los arreglos de piano de la partitura.
La propia reacción de Wagner, ante tal denominación de motivos en la partitura, fue de disgusto:
“Al final, la gente cree que tales tonterías suceden por mi sugerencia”
El preludio de apertura, introduce 2 “leitmotiv” importantes, generalmente referidos como el tema de La Comunión y el tema del Grial.
Estos 2, y el propio motivo de Parsifal, se repiten durante el curso de la ópera.
Otros personajes, especialmente Klingsor, Amfortas y “La Voz” que canta el llamado “Tormotif” o “Motivo del Tonto”, tienen sus propios “leitmotiv”
Wagner usa el amén de Dresde para representar El Grial, este “motivo” es una secuencia de notas que habría conocido desde su infancia en Dresde.
Por la parte musical, se exige una orquesta enorme, con una nutrida sección de metal y una cuerda reforzada, con la presencia de campanas.
Probablemente sea esta la ópera más difícil para un coro, requiriendo de grandes efectivos repartidos en torno al escenario en la escena de La Sala del Grial en el I acto y al final del III.
Las tesituras son muy amplias, y las voces aparecen frecuentemente desdobladas.
Igualmente, el equipo de solistas es muy importante:
El papel titular, es para tenor heroico, con una tesitura similar a Siegmund en “Die Walküre”
Su papel se caracteriza por momentos especialmente dramáticos en la gran escena con Kundry del II acto; y líricos en el III.
Junto a él, el rol de Gurnemanz es para un bajo profundo, con una línea de canto depurada, debido a la matización que el personaje requiere en los largos monólogos que tiene que afrontar en el I y en el III acto.
Personaje clave es sin duda Amfortas, para barítono-bajo, Rey del Grial, dramático y sufriente.
El único papel femenino importante, es Kundry, para mezzosoprano o soprano dramática, una de las magnas creaciones del compositor bocetada en La Venus de “Tannhäuser” y Ortrud de “Lohengrin”
Con una caracterización que se mueve entre la locura y la pasión de una parte, y a su vez aspira a la redención y es compasiva, lo cual requiere una caracterización psicológica compleja, posee una tesitura muy extensa, que requiere los graves de una mezzo, y los agudos brillantes y potentes de una soprano, siendo uno de los papeles más difíciles del repertorio alemán.
También son considerablemente importantes:
Titurel, padre de Amfortas, bajo profundo; y Klingsor, nigromante y personaje maligno de la obra, barítono.
El lugar donde Parsifal es Rey, es en el Bayreuther Festspiele, o Festival de Bayreuth que estableció un monopolio absoluto sobre las representaciones de Parsifal, que sólo podrían darse fuera de Bayreuth 30 años después de la muerte de su autor, en 1913.
De esa manera la ópera forma parte del Canon de Bayreuth.
Como dato, la composición de esta ópera, culminó la ruptura de su amistad con el filósofo Friedrich Nietzsche por su claro sentido religioso, que escribió una carta contra Wagner a Peter Gast en 1887, que dice:
“Parsifal es una obra de perfidia, de venganza, de un intento secreto de envenenar las presuposiciones de la vida, una mala obra.
La predicación de la castidad, sigue siendo una incitación a lo antinatural:
Desprecio a todos los que no experimentan Parsifal como un intento de asesinato de la ética básica”
A pesar de este ataque al tema, también admitió que la música era sublime:
“Además, aparte de todas las preguntas irrelevantes, sobre qué puede o debe ser el uso de esta música; y por motivos puramente estéticos, Wagner ha hecho alguna vez ¿Algo mejor?”
Por su carácter místico, Wagner, tras el estreno de Parsifal, pidió que “no se aplaudiera”; y al morir en 1883, y siendo su viuda, Cósima, La Directora del Festival, vigiló celosamente la recomendación de su marido, de no aplaudir entre actos, ni al final de la función, hecho que se mantiene “religiosamente” el silencio al final del I acto, cuya música mística invita a ello; y aplaudir al final del II y del III.
Y como la última ópera de Wagner, Parsifal ha sido influyente y controvertida:
El uso de símbolos cristianos en Parsifal, como El Grial, La Lanza, referencias a Cristo… junto con su restricción a Bayreuth durante casi 30 años, a veces llevaron a que las representaciones fueran consideradas casi como “un rito religioso”
Sin embargo, Wagner nunca se refiere a Jesucristo por nombre en la ópera, solo a “El Redentor”; y en su ensayo “Religión y Arte”, el mismo Wagner describió el uso de las imágenes cristianas así:
“Cuando la religión se vuelve artificial, el arte tiene el deber de rescatarla.
El arte puede mostrar que los símbolos que las religiones nos quieren hacer creer, literalmente son verdaderos, en realidad son figurativos.
El arte puede idealizar esos símbolos, y así revelar las profundas verdades que contienen”
Pero algunos escritores ven en la ópera, la promoción del racismo o el antisemitismo; y una línea de argumentación, sugiere que Parsifal fue escrito “en apoyo de las ideas de Arthur de Gobineau” que defendía el arianismo.
Por lo que Parsifal se propone como “el héroe de sangre pura”, es decir ario, que vence a Klingsor, que se percibe como un estereotipo judío, particularmente porque se opone a Los Caballeros del Grial, que son casi cristianos.
Tales afirmaciones siguen siendo muy debatidas, ya que no hay nada explícito en el libreto para apoyarlas; y también se debate la cuestión relacionada de si la ópera contiene un mensaje específicamente antisemita; y algunos ven correspondencias con los pasajes antisemitas que se encuentran en los escritos y artículos de Wagner del período.
Se ha afirmado, que Parsifal fue denunciado como “ideológicamente inaceptable en El Tercer Reich”, y que los nazis colocaron una prohibición de facto sobre Parsifal.
De hecho, hubo 26 actuaciones en el Festspielhaus de Bayreuth, entre 1934 y 1939; así como 23 actuaciones en la Deutsche Oper en Berlín, entre 1939 y 1942.
Sin embargo, Parsifal no se realizó en el Festspielhaus de Bayreuth durante La Segunda Guerra Mundial; pero El Ministro de Propaganda nazi, Joseph Goebbels, logró ver la obra, y fue un gran defensor del trabajo; tanto que después de escucharlo por primera vez en 1928, lo describió como “mi mejor experiencia en la ópera... hasta el final, estaba completamente abrumado”
“Meinem Fluche mit mir alle verfallen!”
(¡Todos caen víctimas de mi maldición!)
Parsifal es un musical del año 2016, dirigido por Uwe Eric Laufenberg.
Protagonizado por Klaus Florian Vogt, Georg Zeppenfeld, Elena Pankratova, Ryan McKinny, Karl-Heinz Lehner, Werner Van Mechelen, entre otros.
El guión es de Uwe Eric Laufenberg y Hartmut Haenchen; basados en la obra de Richard Wagner.
El inicio de esta producción tuvo lugar en julio de 2016, cuando Hartmut Haenchen fue contratado por El Festival de Bayreuth, para hacerse cargo de la dirección musical de la nueva producción de Parsifal, con solo 20 días de margen antes del estreno, después de la renuncia del director inicialmente previsto, Andris Nelsons, regresando para la reposición de la obra al año siguiente.
Su máxima responsable y biznieta del compositor, Katharina Wagner, aprovechaba la nota de prensa para destacar la experiencia de Haenchen, y agradecer su disponibilidad:
“Valoramos mucho que haya aceptado tomar el relevo de la nueva producción con tan poco tiempo, y se enfrente a su debut en Festspielhaus de Bayreuth”
Efectivamente, esa sería su primera vez en el foso del Festspielhaus, aunque la decisión es un acierto:
El maestro dresdense, es un músico versátil, un wagneriano, y un valor seguro.
La presentación tuvo lugar el 14 de agosto de 2017; con El Coro y Orquesta del Festspielhaus de Bayreuth; con Hartmut Haenchen en la dirección musical; Uwe Eric Laufenberg en la dirección escénica; con el escenario de Gisbert Jäkel; el vestuario a cargo de Jessica Karge; la iluminación de Reinhard Traub; y el vídeo de Gérard Naziri, con la dramaturgia de Richard Lorber y el director del coro, Eberhard Friedrich
Parsifal, basada en los poemas épicos medievales de la saga arturiana, cuenta la historia de este caballero (Klaus Florian Vogt) que va en busca del Grial, custodiado por Los Caballeros de una comunidad cuya máxima autoridad, Amfortas (Ryan McKinny), está enfermo por haber pecado causándole una herida que no cicatriza…
La enfermedad sume a la comunidad en una total postración.
Parsifal, un joven puro e inocente, la redimirá; y de paso al mundo de la decadencia durante la ceremonia del Viernes Santo.
Pero atención, esta puesta en escena es muy moderna, y para nada tradicional, por lo que no sigue algunos de los lineamientos escritos por Wagner, pero si toma los elementos esenciales, de esa manea, en el Acto I, nos encontramos en el mundo moderno del conflicto religioso de Medio Oriente:
La comunidad de Grial no comparte espacio especialmente lujoso con otras religiones, refugiados, turistas y soldados.
Su iconografía está muy orientada a Cristo; un crucifijo grande designa su área y Amfortas aparece en la ceremonia como Jesús, de camino al Calvario.
Más tarde vemos que parte de la reacción de Klingsor (Werner Van Mechelen) contra el dominio del Grial, lo ha llevado a construir una colección fetichista de crucifijos, uno de los cuales aparece, insípidamente, como un juguete sexual…
Los burkas que Kundry (Elena Pankratova) y Las Doncellas de Las Flores visten algunas veces en el Acto II, sugieren un intento más bien poco entusiasta de mostrar a Klingsor volviéndose hacia El Islam, tal vez un Papa demasiado “caliente” políticamente.
Ninguna de estas ideas intervencionistas se toma en cuenta hasta el Acto III, cuando, de una manera bastante conmovedora, Las Doncellas de Las Flores regresan al dominio del Grial “redimido”; después de que Parsifal bautiza a Kundry.
Y muchas de las ideas, como la aparición de soldados fumando durante el monólogo de Gurnemanz (Georg Zeppenfeld), aparecen en este momento como efectos de alienación fácil en medio de una lectura, por lo demás directa y clara, del texto de Wagner.
El elenco encajó bien, con McKinny sobresaliente en su estado de ánimo, en el equilibrio entre la histeria y el dolor.
Pankratova abarca el complicado rango de Kundry en el Acto II con aplomo.
Vogt suena muy natural; y Zeppenfeld contribuye con otra lectura en varias capas de un viejo bajo wagneriano.
El debut tardío de Hartmut Haenchen, como conductor del Festival, presenta toda su investigación habitual sobre el tema.
Parece ser el maestro inmediato del equilibrio entre pozo y escenario, utilizando al máximo la acústica para la que se creó el trabajo:
Sus campanas muestreadas, también suenan especialmente durante el período.
Para los puristas, este Parsifal puede erizar los pelos de la nunca, y pedir un reembolso, pero para otros, esta es una obra que tiene mucho que decir…
“Durch Mittleid wissend, del reine Tor; harre sein, den ich erkor”
(Sapiente por compasión, el loco puro; aguarda al elegido por mí)
Las personas con el letrero “Suche Karte” o “Busco Entrada” estaban de nuevo ahí al inicio de la Temporada del Festival wagneriano, y numerosas, como en las grandes ocasiones del Festspielhaus de Bayreuth; y esta lo fue:
Se inauguraba esta edición con el estreno de una nueva producción de Parsifal, la ópera que Richard Wagner calificó de “Festival Escénico Sacro”, y que compuso especialmente para el teatro que había mandado construir en la pequeña ciudad bávara.
Sin embargo, la verde colina ya no era el lugar abierto que había sido siempre…
En esta ocasión, los recientes atentados registrados en Alemania, así como una puesta en escena en la que aparecen elementos relacionados con El Islam, impusieron tales medidas de seguridad, que El Festival más bien parecía una fortaleza; y en consecuencia, cientos de policías uniformados rodearon la colina con barricadas; donde los cojines, los asientos tienen escaso relleno en Bayreuth, fueron prohibidos en la casa; y El Estado de Bavaria canceló la recepción de lujo en el Schloss Tiergarten por primera vez.
Y en el estreno, Uwe Eric Laufenberg asumió el encargo al ser apartado del mismo, el provocador Jonathan Meese.
La polémica por la dirección escénica de este Parsifal, tuvo su equivalente musical en el culebrón surgido a raíz de la renuncia por “desacuerdos” de Andris Nelsons a dirigirlo poco antes de su estreno, todo apunta a desafortunadas injerencias de Christian Thielemann durante los ensayos…
Pero la respuesta a este apuro se han asentado, y la designación de Laufenberg se ha revelado como todo un acierto, cosechando un éxito incuestionable, y la dirección de Hartmut Haenchen, como mínimo, apropiada.
Haenchen, es un director de orquesta alemán, que asistió a clases magistrales en Berlín, con Herbert von Karajan en Carintia, Austria; y en El Festival de Bayreuth, con Pierre Boulez.
Sin ser ningún historicista, ha revelado los vínculos del gran repertorio alemán de finales del siglo XIX, Wagner, Bruckner y Mahler; con el siglo XVIII por medio de compositores como CPE Bach, Gluck o Haydn.
Concretamente, Parsifal es un drama musical que conoce a la perfección, tras haberlo defendido en versión de concierto durante su juventud en la Alemania comunista donde estaba prohibido.
Lo dirigió después en la Ópera Estatal de Berlín, en Stuttgart; y más recientemente en Ámsterdam, París, Copenhague y Bruselas.
Y este Parsifal presenta algunas sorpresas, algunas bellas, algunas feas, impactantes, hipnóticas, ingeniosas o inanes, ofensivas o iluminadoras.
Esta producción, tiene lugar en un tiempo y lugar específico; y está en un estilo hiperrealista; polémico sería una subestimación, porque todo sobre el tema, incluido el canto y la conducción, suscitó respuestas que iban desde feroces, enojadas, ofensivas denuncias a aclamaciones extáticas, y grandes bostezos en el medio.
Su visión de la obra es la siguiente:
“Parsifal nos muestra claramente, que una sociedad de hombres que trata de llevarse bien sin mujeres, es disfuncional.
A lo largo de las obras de Wagner, usted ve repetidamente que sólo las mujeres están en condiciones de hacer un cambio positivo en el mundo, y que los hombres lo hacen todo mal.
Él lo pone de manifiesto de varias maneras y en varias obras, no sólo en Parsifal, sino también en “Tannhäuser”, “Der Fliegende Holländer” y “Tristan und Isolde”
La sociedad de los caballeros del Santo Grial en Parsifal, sólo se mantiene por el ritual; pero una sociedad debe ser confirmada y probada por medio de hechos.
Esta comunidad está así condenada.
Sólo un forastero que ve el problema, puede cambiar algo.
El protagonista principal, Parsifal, no lo reconoce, pero se hace sabio a través de las acciones de una mujer, Kundry.
Ahora bien, si eso realmente da como resultado una transformación social, es un tema que Wagner deja abierto.
Como en “Die Götterdämmerung”, sólo hay un resplandor de esperanza al final, pero no se ofrece ninguna solución real.
Eso hace que esta pieza, Parsifal, sea muy actual; en el sentido de religiones atascadas en sus rituales, y funcionando sólo a un nivel ideológico, pero ignorando los valores humanos básicos.
Eso es claramente un problema en nuestros tiempos”
Musicalmente, el director obtuvo un precioso sonido orquestal, de enorme presencia, e impuso un hábil equilibrio entre lo contemplativo y lo teatral, haciendo valer su profundo e incuestionable conocimiento del estilo, ya patente desde los primeros compases del preludio.
Por otra parte, si su batuta acusó en algún momento cierta falta de mordida dramática, no careció de intensidad, como el trepidante y encendido comienzo del II acto; sensualidad en la cromática escena de Las Doncellas, ni calado expresivo.
No es baladí que Hartmut Haenchen haya sido El Mejor Director del Año 2017; y en 2018 recibiera El Premio Richard Wagner de La Fundación de Leipzig.
Mientras tanto, Uwe Eric Laufenberg saca a relucir la religión en este nuevo Parsifal:
Ambientado en tiempos más o menos modernos, en lo que parece ser el Irak devastado por la guerra, vemos una iglesia llena de escombros que obviamente ha sufrido algunos bombardeos.
Aquí, Los Caballeros del Grial son monjes cristianos de hábitos, y su abad es Gurnemanz, con lo que parece un gorro de punto junto con gafas... que se trata de una hermandad de caridad, y se evidencia justo en ese comienzo durante El Preludio, cuando la iglesia es un refugio para los desposeídos.
Los soldados están protegiendo a estos Caballeros/monjes, acaso Caballeros Templarios; y entran y salen a veces, pero nunca parecen amenazantes.
Hay una gran pila bautismal, en la que Amfortas se baña, y se necesita mucho tiempo para establecer una conexión entre él y la imagen desnuda de Cristo tomada desde un crucifijo.
Esta conexión es más significativa cerca del final del acto, cuando Amfortas usa una corona de espinas, y tiene su costado perforado.
Es su flujo de sangre, el que renueva la hermandad; y cuando Parsifal, fuera del escenario le dispara al cisne, un niño pequeño con una camiseta y pantalones cortos, cae al escenario como si fuera derribado por una bala perdida al azar…
Otros recuerdan aquel niño sirio que se ahogó en las costa de Turquía… es una imagen poderosa.
Titurel (Karl-Heinz Lehner) es el antiguo jefe de su orden, muy parecido al Papa emérito del actual Pontífice, y se lo ve en el escenario, lo cual no es habitual.
Kundry tiene poco que hacer en este I acto, pero está vestida como desde los tiempos antiguos, su historia sugiere que una de sus encarnaciones anteriores fue Herodías, y es a ella a quien se parece.
Durante el Interludio o “Verwandlugsmusik”, hay una impresionante proyección de video de alta definición, realizada por Gérard Naziri; de un viaje intergaláctico por el espacio; al igual que en El Preludio; donde se aleja del lavabo dentro de la iglesia, a través de su techo, hasta los confines del universo, lo que permite la identificación de la ubicación como Mosul, Irak.
Como es sabido en el libreto, El Grial da sustento espiritual a Los Caballeros desmoralizados, pero solo cuando se descubre ritualmente.
Esa es la responsabilidad del líder de Los Caballeros de Amfortas, cuya herida se reabre cada vez que realiza el insoportable ritual.
El acto II, es un asalto o crítica del Islam, y el acto III de todas las religiones, aunque estas son mucho más dulces y benignas que el acto que asalto al cristianismo; por tanto, se han ofrecido interpretaciones alternativas.
En el acto II se desarrolla en una mezquita, y al principio se muestra a Klingsor como un travestido con una falda que busca orar hacia La Meca; y que tiene a alguien como rehén.
Tiene una habitación secreta en la parte superior con una gran colección de crucifijos, desde donde espía a Kundry y Parsifal; y luego se muestra auto flagelándose.
El único momento religiosamente dudoso, ocurre cuando Las Doncellas de Las Flores entran en burkas, pero pronto se desvisten para mostrar un escaso vestido árabe colorido, adecuado para “Las Mil y una Noches”
¡Esto es lo que causó la mayor conmoción de este año!
Bañan a Parsifal después de despojarlo del uniforme del ejército que entra usando.
Extrañamente, Laufenberg hace que Kundry abandone el escenario, cuando Parsifal canta, y él se va cuando ella canta…
Klingsor, eventualmente interrumpe el proceso, y simplemente abandona La Lanza que capturó de Amfortas con solo una mano de Parsifal.
Él lo toma, y realmente la rompe para que pueda hacer el signo de una cruz con las piezas rotas.
Así, Parsifal vence a Klingsor, como si Van Helsing destruyera a Drácula en las viejas películas de Hammer; y todos los crucifijos caen al escenario.
En el acto III, el tiempo ha pasado, y estamos en una capilla más pequeña, aún más abandonada.
Ya no parecemos estar en un desierto del Medio Oriente, sino una selva que ahora está invadiendo las ruinas… como si fuera Sudamérica, y ya diré por qué…
Hay una nevera que actúa como “Die Heilige Quelle” o “Fuente Sagrada”, y proporciona “el agua santa” que Gurnemanz y Kundry necesitan.
Ambos han envejecido, y Gurnemanz de vez en cuando usa una muy nueva silla de ruedas…
Mientras Parsifal canta “¡Wie dünkt mich doch die Aue heut' so schön!”, las chicas entran, y se ve una cascada en la parte posterior que permite un baño desnudo…
Una traducción de “Aue” es “llanura de inundación”
Parsifal absuelve a Kundry de sus pecados, y aquí se celebra con una gran reunión familiar:
¡Más videos muestran impresionantemente el tañido de una campana, y el bautismo en algunas aguas de Kundry, Amfortas, y el propio Wagner!
Parece que volvemos al escenario original de la iglesia, y traen el ataúd de Titurel, y Amfortas se niega a derramar sangre a pesar de las protestas de sus Caballeros y de una multitud de devotos y fanáticos de todas las denominaciones posibles.
Cuando Parsifal recupera La Lanza, es alojada en el ataúd, y todos los demás arrojan allí sus artefactos religiosos.
Lo que Uwe Eric Laufenberg parece mostrarnos, es que la comunidad se ha renovado por su propia esperanza y optimismo para el futuro que no exige ninguna creencia en un ser supremo; y a través de los III actos, ha habido una figura sentada inmóvil, con suerte un maniquí, en la cúpula sobre el escenario, mirando hacia abajo en los procedimientos; y llego a la conclusión de que este representaba al propio Wagner.
Al final, Los Caballeros y todos los demás en el escenario se pierden en una leve neblina, como si insinuaran que “el futuro será lo que hagamos de él”
De acuerdo con los tiempos que corren, Laufenberg ha querido centrar su visión de Parsifal en las tensiones religiosas actuales; y para ello sitúa la obra en una iglesia cristiana en algún lugar de Oriente Medio, maltrecha, en la que los monjes acogen a refugiados de todas las religiones.
Compasión y servicio, 2 características que Wagner refleja en la obra; sin embargo, la puesta en escena adopta derroteros excesivamente simplistas, con soldados armados hasta los dientes que llegan y se van, uno de ellos es Parsifal; y en otros, incongruentes con un abuso de la iconografía cristiana hecha de crucifijos y la identificación de Amfortas con Cristo, aunque no es nuevo, con su cuerpo lacerado y La Corona de Espinas.
Kundry, la mujer que es la suma de la madre universal y la gran seductora, mensajera de Los Caballeros del Grial y hechicera, hace su aparición vistiendo un niqab… un velo que cubre el rostro y se usa por algunas mujeres musulmanas como parte de su vestido; siendo propio de países árabes del Golfo Pérsico,
Mientras la simbología musulmana se hace presente en el II acto:
En El Castillo mágico de Klingsor, el personaje que, como un ángel caído, ha sido expulsado de la comunidad por no haber sabido controlar su apetito sexual y haberse castrado.
Aquí, Laufenberg convierte El Castillo en una especie de harén o hammán en el que las simbólicas “muchachas-flor” originales, aparecen cubiertas con el niqab, para quitárselo y seducir a Parsifal.
El personaje de Klingsor, es como una caricatura de un obseso que conserva una colección de crucifijos, y se dedica a flagelarse.
Se supone que de este Castillo mágico, el soldado supuestamente occidental, Parsifal, sale convertido en un miliciano del Estado Islámico, porque en el III y último acto, aparece con uniforme militar negro, y con el rostro cubierto.
Este acto es quizás el más incongruente.
La iglesia del principio, está más destruida; y Amfortas va en silla de ruedas y Kundry es una vieja con Parkinson.
El gran momento en que Parsifal, tras ser reconocido como “El Redentor” por Gurnemanz, asume esta función y se produce el encantamiento del Viernes Santo, es plano y ridículo.
La vegetación que ha inundado El Templo en su decadencia, cobra vida y cae una cascada de agua… donde un grupo de chicas… ¿turistas o refugiadas? se quitan la ropa y se bañan mientras El Templo se va llenando de refugiados de las 3 religiones del Libro.
Laufenberg, había definido su puesta en escena como panreligiosa, pero depara una sorpresa la final:
Parsifal rompe La Cruz hecha con La Lanza Sagrada, y la arroja al ataúd de Titurel, padre de Amfortas.
Lo mismo hacen los refugiados con sus símbolos religiosos, libros, imágenes o menorás.
Al final, la utopía que proponía Wagner es, según Laufenberg, “la de un mundo sin religión”
Después de todo es un buen final, solo que el camino para llegar a él es demasiado simple y mal trabado.
Concluyó describiendo el escenario de la ópera como en lugares donde el cristianismo está amenazado, donde no está presente como una gran institución y factor de poder, precisamente en los lugares donde, y esto es algo que los últimos 3 Papas han repetido, enfatizado, porque está bajo amenaza, es capaz de regenerarse; en otras palabras, en los lugares donde no tiene más remedio que existir como una comunidad propia, retraída sobre sí misma, y al mismo tiempo ofrecer refugio a cualquiera que busque protección.
Imaginamos una iglesia en un área que es peligrosa para los cristianos, y seguimos la historia desde allí, como lo escribió Wagner, incorporando nuestras experiencias de hoy.
¿Y la puesta en escena, gustó?
Hubo pocos abucheos, pese a que el trabajo que firma Uwe Eric Laufenberg presenta muchos problemas:
Aporta muy poco al desarrollo de la historia que cuenta Wagner, y tiene un aire muy provinciano.
Por ello Laufenberg propone una “actualización” del Parsifal de Wagner en un contexto de violencia como La Guerra de Irak o Siria, bajo un ajustado seguimiento del libreto, y una profunda comprensión de la música.
En principio, no hay excesos escénicos:
Hay monjes, hay Cáliz, hay ambiente sagrado, hay guerreros o soldados....
Tampoco elude soluciones ya conocidas y de enorme eficacia como cuando, en una escena de impresionante sencillez, no exenta de misticismo, la sangre mana directamente del costado de Amfortas una vez abierto por uno de los monjes, para posteriormente llenar las copas de cada uno; o las transiciones videográficas en ambas escenas de La Consagración, que nos invitan a romper el espacio-tiempo en un ir y venir desde el templo semiderruido al cosmos interplanetario.
Por otra parte, asistimos en toda la obra a un tan progresivo como delicado tratamiento de las religiones que cobra pleno sentido al final.
Por el contrario, Klingsor parece no adscribirse a ninguna de ellas, sino que es una especie de fanático religioso obsesionado por los crucifijos que usa de forma corrupta para corromper como signo mágico y de extorsión.
Parsifal, aparece en el III acto, como si viniese de vuelta después de haber visto de todo en este contexto de guerra y de violencia.
Y el coro que exige a Amfortas que asuma una vez más su responsabilidad, aquí es representado con una asombrosa perspicacia teatral y musical, como enfrentamiento entre cristianos, musulmanes y judíos.
Parsifal, ahora es “El Redentor” por compasión ante las luchas de religión, conjurándolas al enterrar La Lanza en el ataúd de Titurel, que al final del II acto había partido y en 2, convirtiéndola en una cruz.
El ataúd y Titurel como símbolos del pasado… para ser enterrado.
Todos los demás le imitan depositando ahí sus símbolos religiosos mientras paulatinamente se abre el escenario por completo, ensanchándose hacia todas direcciones, al tiempo que todos se retiran por el indefinido fondo.
Simultáneamente, una luz blanquísima inunda el patio de butacas, a la vez que se encienden lentamente las luces de la sala acabando así iluminada por completo.
Un final “ecuménico”, de indudable belleza plástica, teatral y, como veremos a continuación, musical.
Independientemente de lo que trate Parsifal, podemos estar de acuerdo en que su finalización representa la apertura de una sociedad cerrada.
Esa es una de las ideas bien captadas al final de esta filmación de la nueva producción del Festspielhaus de Bayreuth en 2016:
Las luces de la casa, totalmente encendidas, el decorado y el conjunto moviéndose hacia los lados en busca de nuevos horizontes, con humo en forma de nube.
Es un buen ascensor al final, donde no todo en la presentación de Uwe Eric Laufenberg parece haber llegado a un enfoque preciso, lo que a su vez provoca la pregunta de, si el estreno de un espectáculo que tiene varios años, es realmente la mejor ocasión para grabarlo para la posteridad…
Porque si el valor de “shock” de la islamofobia de Laufenberg, se ha disipado un poco, y ha dejado en su estela, un tedio y una banalidad aún más desgarradores.
La producción, si uno se mantiene despierto, sigue siendo ofensiva, pero está tan mal pensada que es difícil imaginar que alguien ofrezca más de un gesto al yihad que encogerse de hombros, y una serie de poderosos bostezos.
Si no fuera una negligencia en el cumplimiento del deber…
Las imágenes son hermosas en todas partes, eso sí.
Laufenberg tiene agudos instintos escénicos, y Parsifal tiene muchos agujeros dramáticos, pero Laufenberg los conecta.
Sí, Laufenberg arregla Parsifal, aunque creo que su intención era atacar y ridiculizar no solo a la religión, sino también a Parsifal y Wagner.
La redención en el acto III, es la redención de la religión y la victoria gozosa de la naturaleza, incluida la desnudez completa.
Como llama Parsifal:
“Enthüllet den Gral! - Öffnet den Schrein!”, miembros de todas las religiones, no solo monoteístas, que han estado acurrucados por separado, tiran su parafernalia y símbolos de religión en el ataúd de Titurel y se mezclan, libre y felizmente juntos.
La iglesia se viene abajo, y la teología es destruida.
Este es el tipo de puesta que va en contra del libreto, y no puedo creer que se lo esté respaldando...
En lo técnico, el video de Michael Beyer es de la más alta calidad.
El sonido es superlativo, por ejemplo, la Kundry de Pankratova ofrece pruebas simples de la ingeniería de sonido usada:
Su enorme rango dinámico se conserva, por lo que el sonido no se comprime, los cantantes no suenan igual de fuerte, y sus notas altas, muy altas, tienen un florecimiento fantástico.
Estas notas altas de soprano, tienen los matices más ricos y en las grabaciones mal diseñadas, suenan amortiguados, particularmente cuando los micrófonos corporales se utilizan con menos competencia que en esta versión.
Aquí, la ingeniería de sonido fue capaz de ayudar a los cantantes a sonar mejor que en el teatro, sin comprometer nada.
El sonido tiene una sensación de espacio, aunque no tanto de la casa en sí, sino del espacio creado por el escenario, que crea un recinto que es ideal para reflejar voces.
De hecho, el sonido permite una amplia gama en todos los sentidos:
Orquesta, capas corales, magnificencia vocal...
Pero es en el canto donde encontramos el más alto calibre:
Klaus Florian Vogt, tiene la voz perfecta para el papel; parece que nació para cantarlo; y su rango de querubín a heroico, es perfecto para el crecimiento y la transformación espiritual de Parsifal.
Vogt suena glorioso, de una manera que nunca antes había escuchado de él.
Se registra que tiene un borde a su sonido lírico que corta a través de la orquesta; y compuso un Parsifal solvente, aunque un tanto anodino al que tal vez le faltaba algo de peso dramático, pues su voz es eminentemente lírica.
Pese a que tampoco posee una especial calidad tímbrica y tuvo un pequeño aunque audible desliz al final del “Amfortas!, Die wunde!”, fue a más durante la representación; y su entrega fue justamente premiada por el público.
Su voz blanca está dejando paso a una voz con mucho más color; y su canto ayudado por un gran fiato, fue excelente, y mereció todos los aplausos, lo mismo que Elena Pankratova que debutaba en Bayreuth, mostrando una voz compacta, poderosa, y con buenos agudos.
Su Kundry poseía una voz de gran homogeneidad en todos los registros, quizá el grave no siempre lo suficientemente audible, de importante volumen y atractivo color oscuro; que supo aprovechar sobremanera su gran escena del II acto, especialmente su réplica final, donde desplegó su instrumento con excelente proyección y agudos consistentes.
La soprano rusa, fue recreando su sombrío personaje con progresivo dramatismo hasta rematar una interpretación realmente extraordinaria.
Georg Zeppenfeld, habitual de la casa, estrenaba este papel en El Festival, y lo hizo con un gran dominio del personaje; fue verosímil, noble y de enorme presencia vocal.
Y es que su voz potente y convenientemente cavernosa, también un punto gutural, parecen muy adecuados para el personaje.
Le falta un mayor grado de madurez en la caracterización como narrador oficial de la historia, y su fraseo, si bien es elegante y de buen gusto, no siempre es cálido y comunicativo; por supuesto, la famosa acústica de Bayreuth debe haber ayudado.
Y como un hablante nativo de alemán, sospecho, habría entendido cada palabra que cantaba; al tiempo que su voz era muy agradable al oído, noblemente autoritaria y exudaba gravitas. 
En cualquier caso, obtuvo un éxito enorme, y fue de lejos el más aplaudido al final de la representación.
También fue muy ovacionado Werner Van Mechelen, pues hizo una poderosa creación de Klingsor, vocalmente sobrado y potente, teatralmente intenso sin caer en lo histriónico o caricaturesco.
Amfortas fue un aceptable en Ryan McKinny que provocó compasión por el sufrimiento; este personaje se mostró mucho más joven de lo habitual; Karl-Heinz Lehner es un Titurel convincente, y de gran presencia vocal; fue sobrecogedor el efecto de escuchar sus primeras frases fuera de escena antes de aparecer, majestuoso, desde el fondo.
Una curiosidad viene del programa de mano, que cita un texto de Thomas Mann, en el que señalaba, cómo los personajes de Parsifal son todos “frikis”:
“Un mago que se ha castrado, una mujer con doble personalidad, y trances catalépticos; un sacerdote loco de amor que espera ser redimido por un joven puro y casto; y este mismo joven, inocente”
Pero el gran escritor alemán añadía que “el poder de la música hace que este conjunto de personajes medio cómicos, poco inspirados en el romanticismo literario, no formen parte de un guiñol siniestro, sino de un misterio de naturaleza religiosa”
Por último, también la música supera la trivialidad de Laufenberg, y es que la dirección de Hartmut Haenchen, suponemos que más madurada  después de las “prisas”, y como ya es tradicional en Bayreuth, el coro fue impecable y la orquesta superó bien el haber cambiado de director a menos de 4 semanas del estreno después de la salida precipitada de Andris Nelsons, y haber tenido que amoldarse no solo a la nueva dirección del veterano Hartmut Haenchen, sino a prepararla con la partitura original que traía el nuevo director cuando es tradición en Bayreuth, usar de 1 año a otro, las mismas partituras que están llenas de anotaciones, y que los músicos conocen de memoria.
Si algo cabe reprochar a Haenchen, fue el tempo lento... pero eso es decir mucho.
“Wer dir trotzte, löste dich frei”
(Quien resista tu poder de seducción, te liberará)
Desde su estreno, Parsifal se ha ido transformando a medida que el paso del tiempo; y los diferentes usos a que ha sido sometido, lo han ido arruinando…
Primera y esencialmente, Wagner escribió ampliamente sobre música, teatro y política, obras que han sido objeto de debate en las últimas décadas, especialmente algunas de contenido antisemita, y por su supuesta influencia sobre Adolf Hitler y El Nazismo.
El antisemitismo de Wagner trascendió hacía el siglo XX, cuando Hitler se confesó ser un gran admirador de la música wagneriana, y fue un permanente visitante de su casa en Bayreuth cuando ascendió al poder.
Algunos autores sostienen que, cuando se afirma que Wagner no podía evitar que su música fuera utilizada por el nazismo, se olvidan de que el nazismo no sólo se apropió de su arte, sino también de sus ideas, ya que hasta sus escritos, las razones del odio a los judíos, no eran biológicas, sino de orden religioso, político o económico; mientras que es él quien introduce la pretensión de que los judíos son “intrínsecamente irredimibles”
Desde un principio, Wagner fue arrastrado por las ideas de la revolución y el anarquismo, fue compañero de barricadas de Mijaíl Bakunin durante el alzamiento de mayo en Dresde; así como por las ideas socialistas; y dijo sobre el desarrollo del socialismo en Inglaterra:
“El esfuerzo no apuntaba acaso contra la propiedad, sino a que todos tengan algo” o “la propiedad ha recibido en nuestra conciencia social estatista, una santidad casi mayor que la de la religión”
Irónicamente en sus últimos años, se hizo presente en él un renovado cristianismo, mostrándose a favor de la fraternidad de los pueblos; pero muchos autores han creído en la idea de un nacionalismo alemán en Wagner, llevándolo a sus últimas consecuencias, y vinculándolo al nacionalsocialismo de más de medio siglo después.
Aunque Wagner renegó innumerables veces de “lo alemán”, estando su pensamiento más dirigido hacia la idea de la fraternidad y el socialismo, que a cualquier forma de nacionalismo, y menos de racismo; con relación a su posible nacionalismo, Wagner dijo sobre Bismarck, paradigma del nacionalismo alemán de su época:
“Después de Sedán, tenía que haber hecho la paz con los franceses.
Con la prosecución de la guerra hasta las puertas de París, ha separado a las 2 naciones un siglo”
Fueron innumerables las muestras de desprecio hacia la forma que estaba tomando la nación alemana, en concreto hacia él, según él, “absurdo rearme” prusiano.
Otros de sus comentarios fue:
“El mundo, y sobre todo también Germania, resulta cada vez más desagradable”; y:
“De los alemanes... no cabe esperar gran cosa en ningún caso... un pensamiento grande y de alto vuelo, si no es ordenado de arriba abajo, a la manera de Bismarck”
A pesar de esto, una idea que repitió frecuentemente fue la de las colonias alemanas, como puede verse en su obra póstuma “Religión y Arte”
La religión es, según Wagner, para la vida interior, lo que la monarquía es para la exterior.
Incluso en aquellos años, de 1848 a 1852, en los cuales Wagner estaba casi directamente enemistado con el cristianismo ya histórico, no existe ni un escrito suyo en que no hable de la religión como fundamento de “la propia dignidad humana”, como “la fuente de todo arte”, etc.
Las iglesias, por el contrario, y la cristalización de la revelación en dogmas, aunque en su mayoría son tratadas por Wagner con gran respeto, y le dan la oportunidad de tratarlas llenas de luz; parece que personalmente le son ajenas, de manera que se pueden leer todos sus escritos sin adivinar a qué confesión cristiana pertenece, y ni de sus doctrinas, ni de sus obras artísticas, ninguna forma concreta de cristianismo tiene el derecho de atribuírselo.
Wagner, finalmente se convirtió al cristianismo, para gran desilusión de Nietzsche, quien se inspiró en él antes, y hasta su conversión.
Algunos biógrafos aseguran que en sus años finales, comenzó a creer en la filosofía racista de Arthur de Gobineau, filósofo francés, conocido por haber desarrollado La Teoría de La Superioridad Racial Aria en su obra “Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas”, considerado padre de la demografía racial, y cuyas obras fueron uno de los primeros ejemplos de racismo científico; aunque nuevamente, con mucha ironía, éste nunca fue particularmente antisemita, y eso mismo se refleja en Parsifal.
El impacto de sus ideas, las de Wagner, se pueden encontrar en muchas de las artes del siglo:
Cantantes, directores, poetas, escenógrafos, músicos, escultores, pintores, grandes artistas que por todo el mundo han difundido con respeto la obra del maestro Richard Wagner; pero atención:
Ese mundo que revaloriza el arte elevándolo a la categoría de religión, se ha desmoronado; y no nos hagamos ilusiones al respecto.
Tras 2 Guerras Mundiales y el colapso de la cultura burguesa, el desencanto inundó todas las esferas de la humanidad.
Ciencia y técnica no supieron ni saben redimir al hombre, y tampoco la música y el teatro.
Werner Herzog, autor de la propuesta escénica de Parsifal en El Palau de Les Arts de Valencia dijo:
“El acontecimiento del sacrificio no es un recuerdo, sino que ocurre nuevamente cada vez que se realiza.
El pasado no es simplemente lo que ya no está y no puede ser recuperado, tan sólo evocado o representado; el pasado retorna perpetuamente porque no ha pasado sino que se convierte en presente eterno.
El relato litúrgico es parte esencial de la ceremonia.
La importancia de conocer el pasado, de meditar sobre él, está presente en el arte teatral desde el “Prometeo Desmotes” del dramaturgo ateniense Esquilo, que influyó tanto a Wagner.
La preocupación de sus últimos años, estará en torno a la renovación del hombre, que en cuanto alimaña, por brutalidad, delirio de poder, afán de poseer y belicosidad, se amenaza a sí mismo.
Será la religión la que pueda ayudarle.
La verdadera, en contraposición con la artificial, constitutiva de la sociedad burguesa, que ya venía criticando desde sus años revolucionarios”
Así, en el siglo XXI, se acepta y se sigue proclamando las sabias palabras que Hans Sachs dirige a su pueblo en la última escena de “Die Meistersinger von Nürnberg”:
“¡No menospreciéis a Los Maestros.
Honrad siempre su Arte.
Manteneos vigilantes.
Nos acechan grandes dificultades…
No conoceremos nuestro verdadero Arte, sino honramos a nuestros Maestros.
Que ellos sean nuestros genios!”
Así sea siempre.

“Erlösung, Frevlerin, biet' ich auch dir”
(Sacrílega, a ti también te ofrezco la redención)



Comentarios

Entradas populares