La Traviata

“Libiamo, libiamo ne'lieti calici che la bellezza infiora.
E la fuggevol, fuggevol ora s'inebrii a voluttà.
Libiam ne'dolci fremiti che suscita l'amore, poiché quell'occhio al core onnipotente va…
Libiamo, amore, amor fra i calici più caldi baci avrà”

Las cortesanas no eran simplemente prostitutas o incluso prostitutas de clase alta.
Si bien proporcionaron favores sexuales para aquellos hombres que eran lo suficientemente ricos para pagar sus servicios, eran mujeres bien educadas, que fueron valoradas tanto por su sofisticación y dotes intelectuales, como lo fueron por su belleza y compañía física; y a diferencia de las mujeres que han figurado tan prominentemente en escándalos sexuales recientes en los EEUU, disfrutaron abiertas relaciones con sus compañeros masculinos; y en una era donde las mujeres de clase alta se les negó la educación superior, cumplieron una función importante; de hecho, algunas incluso cobrado por solo conversación.
La “institución” se remonta al menos hasta los antiguos griegos, cuyos hombres buscaban la compañía de “hetaeras” para ambos sexos, y como estímulo intelectual; pero como “cortesanas” florecieron en la Italia del siglo XVI, en un momento en el que incluso El Papa tenía amantes; se sabe que El Papa Alessandro VI engendró 6 niños con una mujer… claro, era un Borgia.
El período de restauración británico y en la Francia decimonónica, también fueron épocas en las que floreció la “institución”; y se hizo superfluo, no por un cambio en la moralidad, sino porque la clase alta y las mujeres de clase media se educaron, privándolas de su razonamiento.
Una de las novelas más conocidas que trata sobre el tema, es la de Alejandro Dumas hijo, que retrata la vida de una famosa cortesana parisina que se hizo a sí misma, superó su condición humilde, y terminó convirtiéndose en Condesa; y en el camino, robó el corazón no sólo del gran escritor, sino de otros hombres de letras y genios de la música o del arte, que caerían rendidos a sus pies.
Ella era Marie Duplessis, nacida Rose-Alphonsine Plessis, una famosa cortesana francesa, Condesa de Perregaux por matrimonio, cuya vida inspiró la novela “La Dame aux Camélias” (1852) de Dumas, y la ópera “La Traviata” del compositor Giuseppe Verdi; que llegó la historia de esta ópera como “un tema para nuestro tiempo” como diría Verdi; y su vida está considerada como uno de los mayores exponentes del llamado Romanticismo francés.
Ella era una mujer elegante y refinada, adoraba las flores, y especialmente las camelias, de las que vivía rodeada.
Su carácter solía ser alegre, pero sus cambios de humor eran extraños, tan pronto aparecía exultante como entraba en periodos de repentina melancolía.
Además era mitómana; no podía evitar mentir constantemente, de una forma incluso absurda; también era ludópata.
Jugaba compulsivamente, y vivía como si supiera que no le quedaba mucho tiempo, y tenía que aprovechar cada momento.
Pero entre sus virtudes se contaba la de la generosidad con las personas necesitadas, y en especial, con las jóvenes que se encontraban en situaciones similares a las que ella había padecido.
El poder de los Du Mesnil d'Argentelles, es decir, de la madre de Marie, había mermado considerablemente desde principios del siglo XVIII, habiendo perdido finalmente su fortuna, sus posesiones y sus títulos durante La Revolución Francesa; por lo que ella pasó su infancia en su aldea natal junto con su hermana Delphine, rodeadas de miseria, y marcadas por el alcoholismo y la violencia de su padre.
Tras la muerte de la madre, las 2 hermanas vivirían con una tía materna, quien al poco tiempo envió de vuelta a Alphonsine con su padre.
Éste, según algunos biógrafos, empezó a ofrecerla a algunos hombres a cambio de unas monedas, abriéndole la puerta del mundo de la prostitución cuando contaba solamente 12 años.
Alphonsine llegó a París en 1839, de la mano de una compañía de gitanos circenses a la que, según algunas biografías, había sido vendida por su padre.
Trabajó en una tienda de verduras y en una tienda de lencería, hasta que conoció en un baile a un restaurador de La Galería Montpensier del Palais Royal, que se interesó en su belleza y la tomó como su protegida, instalándola en un pequeño piso.
Tras él, llegó su primera gran conquista:
El Conde Antoine Alfred Agénor de Guiche, quien más tarde sería Duque de Gramont, Príncipe de Bidache y Ministro de Asuntos Exteriores de Napoleón III.
Siendo ya la amante oficial del Conde de Guiche y afincada en un piso más lujoso, decidió cambiar su nombre, poco elegante, por el de Marie, a la vez que añadía a su apellido la partícula “Du”, con vistas de darle un toque más aristocrático a su vida.
Además, Agénor pagó un tutor personal que se encargó de enseñarle a escribir, a pronunciar un buen francés, y a impartirle nociones de piano, danza, literatura, historia y protocolo.
Cuando Los Gramont se enteraron de que el buen nombre de la familia corría peligro de verse relacionado con una prostituta, Agénor, presionado, se vio obligado a abandonarla.
Así terminada su relación con El Conde de Guiche, y empezando a despuntar en la vida social del París decimonónico, llegaron otros tantos hombres, todos ellos ricos o nobles, y dispuestos a invertir una gran fortuna en sus caprichos.
En 1841, conoció al que años más tarde se encargaría de convertirla en Condesa:
François-Charles-Edouard Perregaux, Conde de Perregaux.
Su aventura amorosa les llevó a pasar un verano romántico en una mansión de Bougival que El Conde de Perregaux había comprado para ella.
Sin embargo, los síntomas de una feroz tuberculosis empezaron a hacerse patentes en la vida diaria de la joven cortesana, hecho que propició su visita a Baden-Baden en busca de las aguas termales curativas.
De regreso en París, Perregaux, viéndose casi arruinado e incapaz de seguir manteniendo la costosa vida de Marie, vendió la mansión y se marchó a Londres, aconsejado por el consejero de su familia para poner en orden sus asuntos financieros.
Aproximadamente a principios del año 1844, mientras tomaba las aguas termales en Bagnères-de-Luchon, Marie conoció al Embajador de Rusia en Francia, el septuagenario conde Gustav Ernst von Stackelberg, que la tomaría como su protegida.
Según la leyenda que gira en torno a su relación, El Conde habría visto en ella la imagen de su hija, recientemente fallecida a causa de tuberculosis, y habría decidido tomarla bajo su protección.
De cualquier manera, éste la cubrió de regalos, y alquiló para ella un lujoso entresuelo en el Boulevard de la Madeleine dónde Marie, interesada profundamente en rodearse de escritores, filósofos, poetas, actores y demás genios, celebraba asiduamente cenas que derivaban en tertulias literarias, y que lograron reunir a personalidades de la altura de:
Alexandre Dumas, padre; Alfred de Musset, Eugène Sue o Charles Dickens.
Por esta época, se ganó el sobrenombre de “La Divina Marie”, y comenzaba a ser la cortesana mejor pagada de todo París, gastando más de 200.000 francos de oro al año.
También, era común verla paseando en su cupé azul tirado por caballos purasangre por el Bois de Boulogne, comiendo en la famosa Maison Dorée, o sentada en un palco de cualquier teatro, con un ramo de camelias blancas entre las manos.
En septiembre de 1844, conoció al hombre que habría de inmortalizarla después, el joven escritor, Alexandre Dumas.
Su relación amorosa, llena de altibajos, reproches y celos, duró hasta agosto de 1845, cuando Alexandre le hizo llegar una nota de despedida:
“Querida Marie, no soy lo bastante rico para amarte como quisiera, ni lo suficiente pobre para ser amado como quisieras tú.
Olvidemos todo entonces, tú, un nombre que debe serte casi indiferente, yo una felicidad que se me hace imposible.
Es inútil decirte cuánto lo siento porque tú sabes bien cuánto te amo.
Entonces, adiós.
Tienes demasiado corazón como para no entender el motivo de mi carta, y demasiada inteligencia como para no perdonarme.
Mil recuerdos.
30 de agosto, a medianoche.
A.D.”
A pesar de que la vida de Marie Duplessis gira en torno a la de su alter ego, Margarita Gautier, personaje principal de “La Dame aux Camélias”, en realidad, su relación con Dumas no fue ni tan romántica, ni tan idealizada como el escritor se encargaría más tarde de relatar.
Los motivos de su carta de despedida, según algunos autores, no habrían sido ni los celos ni la escasa fortuna que éste podía poner a su disposición, sino el miedo atroz a resultar contagiado por la tuberculosis.
Tras esta despedida, Dumas no volvería a verla jamás, pues tomó la decisión de marcharse de viaje con su padre a España, dónde acudiría al enlace de Antonio de Orleans, Duque de Montpensier.
La muerte de la cortesana, le sorprendió en Marsella, dónde un amigo le comunicó la noticia…
Terminada la relación con el joven Dumas, Marie tuvo tiempo aún de realizar la última de sus conquistas.
Se trataba del compositor húngaro, Franz Liszt, al que conoció en noviembre de 1845, y con quien comenzó una apasionada relación amorosa que terminaría pronto, cuando el músico decidió abandonarla en París, turbado por el grandioso éxito que le esperaba en el resto de Europa.
Se despidió de la cortesana, prometiéndole que realizarían juntos un viaje a Constantinopla, proyecto que se vería frustrado por la muerte de ésta.
Cuando Franz se enteró de la muerte de la que había sido su amante, le escribió una emotiva carta a la que era su amiga y amante, La Condesa Marie d'Agoult, en la que decía:
“No soy partidario de las Marions de Lorme o las Manons Lescaut... pero Marie Duplessis era una excepción.
Tenía un buen corazón... fue sin duda la más absoluta y perfecta encarnación de la mujer que jamás haya existido.
Y ahora está muerta, y no sé qué extraño acorde de elegía vibra en mi corazón en recuerdo suyo”
Finalmente, enferma de muerte, abandonada por Dumas y por Liszt, Marie terminó por casarse el 21 de febrero de 1846, en Londres, con uno de sus antiguos protectores, El Conde de Perregaux.
Aunque el matrimonio sólo era legal en el Reino Unido, a su vuelta a París se hizo componer su propio escudo de armas; y con él, mandó grabar su vajilla, su papel de cartas, e incluso la puerta de sus coches de caballos.
A partir de entonces, empezaría a ser conocida como Madame La Comtesse du Plessis, Madame La Comtesse de Perregaux, o siguiendo la moda de utilizar el nombre del marido, Madame La Comtesse Edouard de Perreugax.
Con 23 años, Marie Duplessis fallecería el 3 de febrero de 1847, a las 23 horas, en su piso del Boulevard de la Madeleine, número 11, hoy 15.
Tras recibir la unción de los Santos Óleos, fue amortajada por su sirvienta, y velada por su marido y por su protector, El Conde ruso, Gustav Ernst von Stackelberg, que hacía semanas que no se apartaban de la cabecera de su cama.
Así moría una noche, mientras en la calle la gente celebraba el carnaval...
Todas sus posesiones, incluido su loro, tuvieron que ser vendidas para hacer frente a los gastos; y la parte sobrante fue entregada a su hermana y a la hija de esta.
El funeral se llevó a cabo 2 días después, en La Iglesia de la Madeleine, siendo enterrada en un nicho temporal del Cementerio de Montmartre y, 10 días después, trasladada a la tumba donde hoy descansa, cuya construcción fue encargada por su marido, y que lleva una simple inscripción sin falsas partículas de nobleza o títulos aristocráticos:
“Ici Repose
ALPHONSINE PLESSIS
Née Le 15 Janvier 1824
Decedée le 5 Fevrier 1847
De Profundis”
Desde de su entierro hasta hoy, nunca faltan camelias en su tumba que manos anónimas van dejando cada día.
Tras la muerte de la cortesana, Dumas, apesadumbrado, le dedicó una elegía, titulada “M.D.”, que está incluida en su obra “Péchés de Jeunesse” (1847), en la que rememora los meses pasados a su lado, y uno de esos versos, hace alusión a los últimos momentos de la cortesana:
“¡Pobre niña!
Me dijeron que en vuestra última hora, un solo hombre estaba allí para cerraros los ojos, y que en el camino que lleva al cementerio, vuestros amigos de otrora ¡se habían reducido a dos!”
Sin embargo, Dumas se equivocó, ya que su entierro fue muy concurrido.
Meses después, otorgándole el sobrenombre que hoy la caracteriza, “La Dama de Las Camelias”, Dumas se encerraría en la habitación de un hotel para escribir la que, aunque maquillada, había sido su historia con Marie Duplessis; en la que una joven cortesana sacrificaba su vida por amor, y moría de tuberculosis sola, abandonada, y embargada por sus acreedores.
El único retrato que se posee de ella, pintado por Édouard Vienot, la representa precisamente con una camelia en el pecho.
De esa historia real, y de la novela de Dumas nace “La Traviata”, una ópera en III actos, con música de Giuseppe Verdi, y libreto en italiano de Francesco Maria Piave.
Titulada en principio “Violetta”, el nombre del personaje operístico principal, se dijo que Piave y Verdi querían seguir a Dumas, dándole a la ópera una ambientación contemporánea, es decir, hacia 1850; de manera que al levantarse el telón, los espectadores vieran sobre el escenario a personajes vestidos exactamente igual que ellos; pero las autoridades de La Fenice insistieron en que se ambientara en el pasado, “hacia 1700”
No fue hasta la década de 1880 que se respetaron los deseos originales del compositor y del libretista, y se representaron producciones “realistas”
Todo inició cuando Verdi y Giuseppina Strepponi, habían visitado París desde finales de 1851, hasta marzo de 1852.
En febrero, la pareja asistió a la actuación de “La Dame aux Camélias” de Alexander Dumas, hijo; y como resultado de esto, el compositor inmediatamente comenzó a componer música para lo que luego se convertiría en La Traviata.
Sin embargo, Verdi probablemente había leído la novela de Dumas un tiempo antes y, después de ver la obra y regresar a Italia, ya estaba preparando un elenco de ópera ideal para ello en su mente, mostrado por su tratos con La Fenice.
A su regreso a Italia, el compositor inmediatamente se puso a trabajar en “Il Trovatore” para el estreno de enero de 1853 en Roma, pero al mismo tiempo parecía tener ideas para la música de La Traviata en su cabeza…
No obstante, la censura de la época y la gazmoñería del público, hicieron que Verdi se viera obligado a trasladar la acción al París del 1700; por lo que la acción tuvo que ambientarse 2 siglos antes, en la época de Louis XIV, para eliminar cualquier referencia contemporánea, y así evitar ese “efecto espejo”; esto se ha seguido haciendo hasta bien entrado el siglo XX, además, en algunos teatros se representó con el nombre de “Violetta”, por lo que “traviata” es un eufemismo de “prostituta” en italiano, algo así como “extraviada”
La obra finalizada, está dividida en III actos, que respetan la estructura tradicional de presentación, desarrollo y desenlace.
El eje dramático de la ópera, se centra en la protagonista, Violetta Valéry, a diferencia de la novela de Alejandro Dumas; que fija su atención en su amante, Alfredo Germont, y que hace de ella un retrato aún más idealizado, y la muestra como un ser casi angelical.
Se estrenó sin éxito, en El Teatro La Fenice de Venecia, el 6 de marzo de 1853.
El público se burló de la representación varias veces, y dirigió sus burlas a la soprano, Fanny Salvini-Donatelli, que interpretaba a Violetta; aunque una cantante aclamada, fue considerada demasiado vieja, tenía 38 años, y además tenía sobrepeso, de manera que no encajaba con el papel dramático de Violetta Valéry, quien muere de tuberculosis.
Se dice que el público había estallado en risas, gritando un miembro del público:
“No veo consunción”, que es infección bacteriana; “sino sólo hidropesía”, que es retención de líquidos.
Al final de la ópera, el público rio a carcajadas, en vez de apreciar el final trágico; por lo que Verdi envió a su libretista, Francesco Piave, al administrador de La Fenice para transmitir su punto de vista de que Violetta exigía una cantante “con una figura elegante, que sea joven y cante apasionadamente”
Su petición de un cambio en el reparto, no tuvo éxito; y 1 día después, Verdi escribió a su amigo Muzio, quizás ahora su carta más famosa:
“La Traviata, anoche un fracaso.
¿Fallo mío o de los cantantes?
El tiempo lo dirá”
Cualquiera que sea el público que haya pensado en la apariencia física de Fanny Salvini-Donatelli, apreciaron su canto, y también lo hizo bastante bien en taquilla; pues corrió para 10 actuaciones en La Fenice esa temporada, con una ganancia media de noche, más del doble que las otras 2 óperas de Verdi en el repertorio allí, “Ernani” e “Il Corsaro”
Después de algunas revisiones entre 1853 y mayo de 1854, que afectaron principalmente los actos II y III, la ópera se representó de nuevo en Venecia, esta vez, en El Teatro San Benedetto.
Esta representación fue un éxito de crítica, en gran medida debido al retrato de Violetta hecho por Maria Spezia-Aldighieri, quien era 13 años más joven, y considerablemente más delgada que Salvini-Donatelli.
Sin embargo, 1 año más tarde, la representación de París sería un éxito absoluto, catapultando a “La Traviata” a lo más alto.
A partir de entonces, la figura histórica de Marie Duplessis, convertida esta vez en la prostituta Violetta Valery, ha llegado a nuestros días, convertida en una figura primordial del romanticismo.
La Traviata comienza con un emotivo preludio, donde “amor y muerte”, como quiso llamarla Verdi, se unen en un melancólico tema que evoca sea el III acto, la muerte de Violetta.
La escena empieza con una fiesta, estamos en Paris hacia la mitad del 1800’s, en casa de Violetta, joven cortesana; y el recibimiento culmina con el famoso brindis, donde se ensalza la alegría del vino, del amor libre y de los placeres de la vida en general.
Luego, Violetta, delante de un espejo, se da cuenta de la enfermedad que la está consumiendo poco a poco…
Entra Alfredo, y le declara su amor, ella se queda sola, y duda si el amor ha entrado realmente en su vida…
Es el final del I acto.
En el II estamos en la casa de campo donde Alfredo y Violetta viven felices desde hace 3 meses, pero su situación económica es difícil, Alfredo está lleno de deudas y ha de marcharse, y cuando Violetta se queda sola, aparece el padre de Alfredo, Giorgio Germont pidiéndole que abandone a su hijo… en principio por reputación familiar, y luego por estado financiero, y ella acepta.
En el II cuadro del acto, estamos de nuevo en Paris, en la lujosa casa de Flora Bervoix (Mafalda Micheluzzi), donde vuelve a haber otra fiesta.
Alfredo, mostrando su ira, arroja a los pies de Violetta el dinero que acaba de ganar a las cartas, como pago por sus servicios, humillándola profundamente delante de todos…
Un triste y desconsolado preludio, nos lleva al dormitorio de una moribunda Violetta, donde tendrá lugar el último acto; y acompañada por un solo de violín, ella lee una carta, con voz hablada, escrita por Germont, quien se arrepiente de lo sucedido, y desea pedirle perdón, pero ya es demasiado tarde.
La llegada de Alfredo sirve para que los 2 fantaseen con una vida juntos pero, cuando parece que empieza a recuperar las fuerzas, Violetta se desploma inerte en sus brazos.
Musicalmente, Violetta es un papel complicado, que requiere una gran extensión vocal, aunque el famoso mi bemol no lo escribiera Verdi, el I acto necesita de bastante dominio de la coloratura a subrayar el carácter alegre del personaje, mientras que posteriormente, tanto el carácter como la “vocalidad” van siendo más dramáticos.
Pero todo eso es lo menos importante, porque hablamos de un mito, una figura inmortal de mujer que como Margherita, o como Violetta, siempre ha requerido actrices excepcionales, desde la gran Sarah Bernhardt a la enorme Eleonora Duse, de la famosa Greta Garbo a La Divina Maria Callas, hasta nuevas y recientes variaciones como Julia Roberts en el filme “Pretty Woman” o Nicole Kidman en “Moulin Rouge!”
Además, La Traviata es la primera ópera, no sólo basada sobre hechos inusitadamente recientes y lejos de mitos o héroes, sino que presenta innumerables novedades en el entorno melodramático.
Empezando por el “flashback” en el cual se narra, al escuchar las primeras notas de la ópera, nos daremos cuenta de que Violetta ya está muerta, que el intenso drama que reviviremos, ya es sólo un recuerdo del pasado.. pero eso la sitúa en un entorno más grande que la propia realidad, y aunque a Violetta la destruyen primero moralmente, y luego físicamente, gracias a Verdi, estará viva para siempre.
Con La Traviata, Verdi alcanzó un estilo maduro, con mayor hondura en la descripción de los personajes, mayor solidez en las construcciones dramáticas, y una orquesta más importante y rica; y es una obra atípica dentro de la producción de Verdi, por su carácter realista; pues no refiere grandes hechos históricos, como “Nabucco”, ni está basada en tragedias como “Macbeth”, sino que es un drama psicológico de carácter intimista; siendo la primera ópera en la que los actores usaron trajes contemporáneos de la época, esmoquin y vestidos largos de dama, a la usanza francesa o inglesa; ya que hasta ese momento, las óperas siempre usaban trajes históricos, correspondientes a siglos pasados o a otras civilizaciones, como ocurrió con “Aida”, en la que se usaron ropas del antiguo Egipto; o en “Nabucco”, del antiguo Israel, o “Rigoletto”, que evocaba la Italia del norte del siglo XVI.
La Traviata, es también la última ópera de la llamada “Trilogía Popular”, junto a “Rigoletto” (1851) e “Il Trovatore” (1853), que demuestran la madurez de Verdi, con sus caracterizaciones musicales precisas, y su inteligencia teatral excepcional.
Esas 3 óperas, se basan en la fuerza dramática y en la originalidad de sus personajes, con “un jorobado bufón de Corte”, “una gitana asesina” y “una prostituta”
Todos ellos, personalidades socialmente marginales, que después de ser sometidos a extremas dificultades pasionales, reconquistan su humanidad más íntima a través del dolor y del amor.
Desde entonces, la popularidad de La Traviata ha sido constante, y se ha mantenido en el repertorio hasta la actualidad; tanto que sigue siendo muy importante dentro del repertorio operístico estándar, y aparece como la número 1 en la lista elaborada por Operabase, de las óperas más representadas en todo el mundo en las temporadas 2007/2008, y 2011/2012, siendo la primera de Italia, y de Verdi.
“Un dì, felice, eterea, mi balenaste innante, e da quel dì tremante vissi d'ignoto amor.
Di quell'amor, quell'amor ch'è palpito dell'universo, dell'universo intero, misterioso, misterioso altero, croce, croce e delizia, croce e delizia, delizia al cor”
La Traviata es un musical del año 1967, dirigido por Mario Lanfranchi.
Protagonizado por Anna Moffo, Gino Bechi, Franco Bonisolli, Mafalda Micheluzzi, Afro Poli, Glauco Scarlini, Arturo La Porta, Gianna Lollini, Athos Cesarini, Maurizio Piacenti, entre otros.
El guión es de Francesco Maria Piave, Alexandre Dumas, hijo; y la música de Giuseppe Verdi.
La novela de Dumas, pertenece al movimiento literario que se conocería como “realismo”, siendo una de las primeras que formarían parte de la transición del romanticismo; donde los principales temas son la prostitución reflejada en la vida de la protagonista, sus costumbres y amistades; y por otro lado encontramos la abnegación en diversos actos de la protagonista, sobre todo con respecto a su amor.
La obra también critica los prejuicios sociales, que radican en el rechazo social de aceptarla como lo que es…
Principalmente se representan en el padre de su pareja, quien le exige sacrificios… y por último, encontramos en menor medida, los celos y la venganza en el personaje de su ser amado.
La Traviata, por su parte, marca un punto y aparte en el género operístico desde el punto de vista argumental, ya que hasta este momento, los compositores habían practicado el escapismo para basar sus óperas en épocas del pasado.
En esta ópera, la sociedad burguesa del siglo XIX, es retratada con gran realismo en toda su frivolidad, razón que podría explicar las reticencias iniciales del público, antes de quedar hechizado por la magia de esta obra; por lo que hay un argumento que podría explicar, por qué Verdi decidió ambientar La Traviata en su época contemporánea, y es que esta ópera posee rasgos claramente autobiográficos.
No olvidemos que Verdi viajaría a París en 1847, y que desde esa fecha, pasaría en “La Ciudad de Luz” varias estancias de larga duración.
Accediendo a su correspondencia de estos años, no cabe duda de que, aunque apreciaba y admiraba la cultura francesa, encontraba que la alta sociedad parisina era superficial, y carecía de valores.
A ello, habría que añadir su vínculo sentimental con la soprano Giuseppina Strepponi, quien se convertiría en su 2ª mujer en 1859, a través de una boda secreta.
Los problemas que se encontraría para que la sociedad de París admitiera a una mujer que no provenía de la alta burguesía, pudieron tener un impacto directo en la trama argumental de La Traviata, en el seno de la cual, el conflicto entre el honor social y el amor está tan presente; y a través de la adaptación de “La Dame aux Camélias”, Verdi abordaba una época y un lugar hasta este momento novedosos en su producción:
El París de mediados del siglo XIX.
Sin embargo, el tema del sacrificio femenino, ya había aparecido en otras de sus óperas…
El título original en italiano, que en español podría traducirse como “la extraviada”, en cierto sentido, podría decirse que las óperas verdianas cuyo título se dedica a sus principales heroínas, están teñidas por el concepto de sacrificio, y redención:
“Luisa Miller”, “Aída”, “Giovanna d’Arco”, “Alzira”, y esta no es la excepción, por lo que la hace una adaptación realmente cinematográfica.
Esta producción fue realizada por B.L. Vision e I.C.I.T.; siendo distribuida por Columbia International Films; Royal Films International; y Video Artists International (VAI)
Y cuenta con la banda sonora de La Orquesta y Coro del Teatro de La Ópera de Roma, dirigidos por Giuseppe Patanè.
La acción tiene lugar en París, a mediados del siglo XIX.
El I acto tiene lugar en agosto, el II en enero y el III en febrero; y es un drama real e intimista, desarrollado enteramente en interiores, y que narra la relación de Alfredo Germont (Franco Bonisolli) un muchacho de buena familia, que vive feliz en amancebamiento con Violetta (Anna Moffo) una cortesana de lujo, hasta que la tuberculosis, enfermedad que estaba ligada estrechamente a la vida licenciosa, pone término a dicha relación.
En el caso de Violetta, el sacrificio está lejos de ser anecdótico; y podría contemplarse como un método de expiación personal:
Tras una vida excesiva, y sabiendo que morirá en breve, elige sacrificarse por amor a Alfredo, para que el buen nombre de su familia no se vea manchado por su propio pasado oscuro.
Aparentemente, la jovialidad y el canto al placer que inundan todo el I acto de la ópera, no permitían adivinar el destino trágico de Violetta; sin embargo, 2 pequeños detalles aportan la idea contraria:
Por un lado, no olvidemos que ella misma confiesa sentirse indispuesta, justo después de la escena del brindis, cuando incita a sus invitados a esperarla en otro salón, hasta que cese el escalofrío que ha sentido... y por otro lado, la música del preludio podría albergar el secreto del final funesto.
Reparemos en la escritura de este preludio, uno de los inicios más icónicos de la literatura operística, que son 8 violines que tejen una sonoridad etérea e intangible; y parece evidente que este emblemático inicio esconde un mensaje encriptado, que el oyente entenderá cuando vuelva a escuchar exactamente la misma música al inicio del III acto, que la muerte de Violetta Valéry, estaba anunciada desde el inicio; y por ello, este insólito rasgo de repetir la obertura al inicio del III acto, no es trivial, pues Verdi refuerza así una lectura circular de esta ópera magistral.
Un atractivo de esta producción, es ver a la increíblemente hermosa y talentosa Anna Moffo, una soprano italoamericana, que dejó su huella en los años 60 y principios de los 70.
Aunque el filme sigue a la ópera, no es muy buena en el apartado actoral, pero ese detalle se disimula en el hermoso apartado técnico.
“Sempre libera degg'io folleggiar di gioia in gioia, vò che scorra il viver mio pei sentieri del piacer, nasca il giorno, o il giorno muoia, sempre lieta nè ritrovi…
A diletti sempre nuovi dee volare il mio pensier…”
La Traviata es una de las óperas favoritas de todos los tiempos, muchos adoramos la música, la historia y los personajes porque son eternos y siempre contemporáneos.
La historia del personaje, su fuerza y honestidad, unidas a la maravillosa partitura de Verdi, hacen que sea único en el repertorio lírico mundial; y de todas las óperas de Verdi, quizás La Traviata más que cualquier otra, se preste a ser mejorada por la cinematografía, y aquí, las festividades aristocráticas del drama, son recreadas por completo para disfrute del espectador.
Producida con el director de TV italiano, Sandro Bolchi; y dirigido por el primer marido de Anna Moffo, Mario Lanfranchi; hago un arco para conocer al director.
Lanfranchi, hoy con 90 años, es un director de cine, teatro y televisión italiano, guionista, productor, coleccionista y actor; que después de recibir un título en La Accademia dei Filodrammatici de Milán, a principios de la década de 1950, fue contratado por Sergio Pugliese en La RAI, al comienzo de la televisión italiana; siendo el primero en traer la ópera a la pantalla chica en 1956, con “Madama Butterfly” de Giacomo Puccini, que presentó a un amplio público a Anna Moffo, en ese momento, una soprano estadounidense desconocida, que se convirtió en su esposa durante 17 años.
Durante sus años en Milán, antes de casarse con Anna Moffo, Lanfranchi había tenido 2 relaciones románticas estables y significativas con Renata Tebaldi y Virginia Zeani; y fortalecido por su experiencia en el escenario, logró persuadir al director artístico de La RAI, el musicólogo Ferdinando Ballo, para que añadiera la ópera lírica a los programas.
Después de una desastrosa primera transmisión en vivo en 1955, en El Teatro alla Scala, con “Norma” con Maria Callas donde casi no se podía ver nada, la iluminación no era suficiente para las cámaras de televisión, y además de eso, Callas cantaba mal… dirigió producciones de ópera para RAI , con esa combinación especial de componentes mixtos, en este caso, el cine y el teatro, todo en uno.
Así ofrecieron música seria con un medio que era sofisticado y, en su superficie, accesible para el público en general.
Visualmente, esta versión de La Traviata es absolutamente impresionante.
Los trajes son coloridos y bonitos, sin ser demasiado ostentosos, los sets son lujosos, y la fotografía es exquisita.
La música… es sublime y magníficamente interpretada y dirigida, por lo que la historia mantiene su impacto emocional, y la dirección escénica es excelente.
También basada en la novela “La Dame aux Camélias” (1848) de Alejandro Dumas, hijo; y según Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, parte de su éxito radica en que está basada en un hecho real, estrictamente contemporáneo:
“Estaba redactada con un gran realismo por un narrador que investigaba la historia, y que daba la sensación de que apenas inventaba nada.
La redacción en primera persona, contribuía a dar la impresión de que se trataba de una experiencia vivida personalmente por un narrador dispuesto a no escatimar el morbo de la historia, y lo sórdido de las circunstancias.
La adaptación teatral del propio Dumas, continuó la estela del éxito, y la ópera de Verdi, aunque fue recibida con reticencias, no tardó en convertirse en uno de los títulos más populares”
Por ello es cercana; y de la misma manera, aleja lo mitológico o historicista, y se centra en una persona de la calle.
Una persona normal, y por primera vez en casi toda la historia de la ópera, y también por primera vez en la producción de Verdi, el protagonista es un personaje real, con la que todo el mundo se puede identificar.
Y en el fondo es toda una montaña rusa de situaciones y sentimientos, conciso, claro y sin rodeos, que nos ofrece una acción muy rápida para los tiempos que maneja una ópera en el siglo XIX.
Sobre todo, permite explayarse en diferentes situaciones que nos llevan desde la refinada y algo paródica música de la alta sociedad parisina, hasta el sentimiento puro y descarnado de los protagonistas; es un canto al amor, que siempre es universal; pues toca uno de los sentimientos más universales, el amor por encima de cualquier cosa, por encima de clases sociales y de cualquier tipo de impedimento.
La música también describe todo ese sentimiento y, además, la historia termina en tragedia, con la muerte de la protagonista.
Peor el amor al final, vence a todo.
Sin olvidar que Violetta, una prostituta que no quiere ser juzgada por su pasado en el París de la alta sociedad, se enfrenta a la dura realidad de la época, y la denuncia es parte importante de la trama.
Verdi compuso La Traviata, con la explícita intención de denunciar las costumbres hipócritas de la sociedad burguesa de su época, que defendía una moralidad estricta y puritana, mientras se permitía utilizar a cortesanas como Violetta, como objetos de lujo; por ello se advierte también, que la ópera de Verdi ha actuado de espejo delante de la sociedad que se sienta en el patio de butacas, donde vemos reflejadas nuestras miserias, y la sociedad cruel y sedienta de carnaza, es retratada a la perfección.
Con la música llena de dinamismo, pasión, tragedia, ironía… por encima de todo.
¿Quién no puede tararear su famoso “brindisi” o su preciosa “Sempre libera”?
Estamos en el momento en el que Verdi explota creativamente, y logra hacer una ópera con unas melodías y con una construcción tan accesible y tan virtuosa, tan pegadiza…
Todo, a pesar de que en el estreno en La Fenice fue un fiasco, si bien al año siguiente, ya pasó a convertirse en lo que nunca ha dejado de ser la ópera más querida por el público.
Esa cercanía y perdurabilidad en el tiempo de la obra, es otro de los principales motivos de su éxito; pues cada vez que volvemos a la historia de Violetta, descubrimos que en siglo y medio, poco o nada hemos cambiado.
La identificación con los protagonistas es total, y el rechazo y la atracción que sentimos hacia la historia, no difieren del sentimiento cainita que está presente en la edad del “reality show” y las redes sociales.
De esa manera, una conjunción de factores, en definitiva, son lo que hacen de La Traviata, una ópera tan querida; y no es extraña la conexión directa, automática, irresistible, entre el tema, la música y el público:
Es una obra maestra en lo musical, pero también en lo dramático, con una prostituta que se supone que vive del mercadeo, del fingimiento y de la fugacidad, nos da una lección de honestidad, de entereza y de generosidad.
Y, en vez de cobrar, como es propio del oficio, paga con su patrimonio, con su salud y con su vida, la decisión de proteger la felicidad de su amante, que sabe que no puede garantizar en un mundo que la considera una elegante proscrita.
La versión cinematográfica, es fiel a la historia de Dumas y Verdi, reviviendo la trágica historia de Marie histórica, con un drama apasionante y suntuosos decorados y vestuarios.
Nos encontramos en París y sus afueras, alrededor de 1850.
Acto I:
En el salón en la casa de Violetta Valéry, ella es una famosa cortesana que da una lujosa fiesta en su salón de París, para celebrar su recuperación de una enfermedad…
Uno de los últimos en llegar a la fiesta, es Gastone, (Glauco Scarlini), Visconde de Letorières, que llega acompañado de su amigo, el joven noble, Alfredo Germont, el cual hacía tiempo que deseaba conocer a Violetta, pues la adoraba desde lejos.
Mientras pasea por el salón, Gastone le dice a Violetta, que Alfredo la ama, y que mientras ella estaba enferma, él la visitó a diario.
Alfredo, una vez presentados, le expresa su preocupación por su delicada salud, y luego le declara su amor.
El Barón, actual amante de Violetta, espera cerca para llevarla al salón donde le piden que haga un brindis, pero él lo rechaza, y la gente se vuelve a Alfredo.
Desde la habitación vecina, se escucha el sonido de la orquesta, y los invitados se aproximan para bailar.
Mareada, Violetta pide a sus invitados que vayan por delante, y la dejen descansar hasta que se recupere.
Mientras los invitados bailan en la habitación próxima, ella ve su palidez en el espejo; Alfredo entra, y expresa su preocupación por su frágil salud, y más tarde le declara su amor.
Al principio, Violetta lo rechaza porque su amor no significa nada para ella, pero hay algo en Alfredo que le llega al corazón.
Cuando él se marcha, le regala una camelia, y le dice que regrese cuando la flor se haya marchitado.
Ella le promete reunirse con él al día siguiente…
Después de que los invitados se han marchado, Violetta analiza la posibilidad de una relación con amor verdadero; y finalmente desecha la idea:
Necesita ser libre para vivir su vida, día y noche, de un placer a otro; pero desde fuera del escenario, la voz de Alfredo se oye cantando acerca del amor mientras baja por la calle.
Aunque bien puede ser en la mente de Violetta… como un recuerdo convertido en deseo.
Acto II:
Escena I, en la casa de campo de Violetta en las afueras de París, han pasado 3 meses.
Alfredo y Violetta llevan una existencia tranquila en una casa de campo, en las afueras de París; Violetta se ha enamorado de Alfredo, y ha abandonado completamente su estilo de vida libertina.
Alfredo canta su vida feliz juntos…
Annina (Gianna Lollini), la doncella, llega desde París, y, cuando Alfredo le pregunta, le dice que ella fue allí a vender los caballos, los carruajes y todo lo que Violetta posee para apoyar su estilo de vida en el campo.
Al enterarse, Alfredo se siente abrumado, y se dirige de inmediato a París para corregir la situación él mismo.
Violetta regresa a casa, y recibe una invitación de su amiga Flora a una fiesta en París, que será esa tarde.
El padre de Alfredo, Giorgio Germont (Gino Bechi), llega a la casa, y exige a Violetta que rompa su relación con su hijo por el bien de su familia, pues la suerte de su hermana ha sido destruida por su conexión con ella, ya que su reputación como cortesana, compromete el nombre Germont.
Mientras tanto, él queda impresionado por la nobleza de Violetta, algo que no esperaba de una cortesana...
Ella le responde que no puede poner fin a su relación, porque lo ama mucho, pero Giorgio le ruega por el bien de la familia…
Violetta escucha, con un creciente remordimiento, las patéticas palabras del señor Germont, y finalmente se muestra conforme; y dice adiós a Giorgio.
En un gesto de gratitud por su bondad y sacrificio, Giorgio la besa en la frente, antes de dejarla a solas llorando.
Violetta decide abandonar a su amado, y le deja a Annina una nota para Flora, donde le dice que acepta la invitación a la fiesta y, mientras escribe su carta de despedida a Alfredo, entra éste.
Apenas puede controlar su tristeza y sus lágrimas; le habla repetidamente de su amor incondicional… y antes de apresurar su partida a París, entrega la carta de despedida a su sirviente, para que se la entregue a Alfredo cuando ella se ha marchado.
Pronto, los sirvientes le llevan la carta a Alfredo y, tan pronto como la ha leído, Giorgio regresa, e intenta reconfortar a su hijo, recordándole a su familia en Provenza.
Alfredo sospecha que El Barón está detrás de su separación con Violetta y de la invitación a la fiesta, que él encuentra en la mesa, fortaleciendo sus sospechas; por lo que decide enfrentarse a Violetta en la fiesta; pero Giorgio intenta detener a Alfredo, pero él sale apresuradamente.
Escena II, en la fiesta en casa de Flora.
El Marqués le dice a Flora, que Violetta y Alfredo se han separado… y pide a los animadores que interpreten alguna escena para los invitados.
Gastone y sus amigos se unen a los toreros, y cantan…
Pero para ahogar su pena, Violetta, se consume aún más profundamente en su libertinaje; llega El Barón Douphol (Arturo La Porta); y ven a Alfredo en una mesa de juego.
Cuando él la ve, Alfredo proclama en voz alta, de que se llevará a Violetta a casa con él.
Sintiéndose enojado, El Barón se acerca a la mesa de juego, y se une a él en el juego.
Conforme apuestan, Alfredo gana grandes cantidades de dinero, hasta que Flora anuncia que la cena está preparada.
Alfredo se va con puñados de dinero; pero antes de que Alfredo abandone el salón, Violetta le pide hablar con él.
Temiendo que la ira del Barón le llevará a desafiar a Alfredo a un duelo, ella amablemente le pide a Alfredo que se marche.
Alfredo confunde sus temores, y se enfrenta a ella, exigiéndole que admita que ella ama al Barón.
Dolorida, ella lo admite y, furioso, Alfredo llama a los invitados para testificar lo que él tiene que decir… y la deshonra tirándole dinero que dice “le debe por los servicios prestados mientras vivieron juntos”, en frente de los invitados.
Violetta se desmaya abrumada por la enfermedad y la pena; y los invitados riñen a Alfredo.
En busca de su hijo, Giorgio entra en el salón y, sabiendo el significado real de la escena, denuncia el comportamiento de su hijo.
Flora y las damas, intentan convencer a Violetta para que abandone el salón, pero esta se vuelve hacia Alfredo… a lo que este abandona el salón para enfrentarse a duelo con El Barón.
Acto III:
Algunos meses después de la fiesta, Alfredo ha huido de París porque hirió al Barón… y Violetta aparece en la cama, debido al avance de la tuberculosis.
El Dr. Grenvil (Afro Poli), le dice a Annina que Violetta no vivirá mucho, puesto que su enfermedad ha empeorado.
A solas en su habitación, Violetta lee una carta del señor Germont, en la que le dice que El Barón sólo fue herido en su duelo con Alfredo; que ha informado a Alfredo del sacrificio que Violetta ha hecho por él y su hermana; y que él envía a su hijo a verla tan pronto como sea posible para pedir su perdón.
Pero Violetta siente que es demasiado tarde…
Annina se apresura a la habitación, para decir a Violetta que ha llegado Alfredo.
Los amantes quedan reunidos, y Alfredo sugiere que abandonen París; pero es demasiado tarde:
Ella sabe que su tiempo se ha agotado…
El padre de Alfredo entra con el médico, lamentando lo que ha hecho.
Después de cantar un dúo con Alfredo, Violetta revive rápidamente, exclamando que el dolor y la incomodidad, la han abandonado…
Un momento después, ella muere cayendo en el suelo...
Es cierto que el mundo de la ópera, muchas veces, queda alejado del público, que vive en un universo propio, lo que hace que sea una forma de arte a veces difícil de comprender y algo elitista.
En La Traviata, Verdi pone un enorme espejo en el escenario, donde se verá reflejada toda la platea, resaltando los errores de una sociedad enquistada en una hipocresía machista y de clase, imaginen lo que pensarían a mitad del siglo XIX, cuando incluso hoy en día, la promiscuidad masculina es vista con buenos ojos comparándola con la femenina, y el mundo de la prostitución sigue siendo una de las cosas sin resolver en nuestra sociedad.
Y eso nos dice Verdi, al mostrarnos los últimos días de una prostituta que es capaz de soñar que la vida puede ser distinta, pero que al final, ha de arrodillarse ante la moral imperante representada sobre todo por Giorgio Germont, el padre de Alfredo.
Pero Violetta se sacrificará por amor, por nada más.
Todo esto sitúa a La Traviata, como una más de las grandes obras del XIX, y a Verdi, a la altura de Stendhal, Balzac, Hugo, Dickens o Tolstoi; y de todas las óperas de Verdi, La Traviata ha de ser considerada una de las más populares por la omnipresencia de distas formas de danza, como el vals, el galop, los giros flamencos del II acto, etc.; así como el ambiente cortesano del salón parisino, tiñen a la obra de un sabor popular incontestable.
¿Será esta característica la que la ha convertido en la ópera más representada de la historia?
Parece que la clave del éxito de La Traviata va mucho más lejos de lo musical, y atañe sin duda alguna a aquello en lo que Verdi era todo un maestro:
La psicología dramática de los personajes.
En efecto, el espectador no puede sentir sino una empatía total hacia un rol como el de Violetta, que pasa por un buen número de vicisitudes de la vida humana:
La riqueza, el libertinaje, la pobreza, la enfermedad, el amor, el sacrificio, etc.
Por ello, Violetta ocupa un lugar privilegiado en la historia de la ópera, que la aleja de otras heroínas coetáneas, elevándose a la categoría de mito atemporal.
Exceso, sacrificio y muerte, esas podrían ser las palabras que resumiera cada uno de los actos de esta obra.
Una muerte que, como se explicó, estaba anunciada desde los primeros compases del preludio orquestal.
El preludio, está integrado musical y dramáticamente al resto de la opera; y en él se reproduce musicalmente el recurso utilizado por Alejandro Dumas, de comenzar la novela por el final de la historia, al presentar inicialmente el tema de la agonía de Violetta, profundamente triste, seguido del tema de amor.
Lentamente, la música se va animando sin perder el tono melancólico, hasta concluir enlazándose con el clima festivo que estalla al comienzo del I acto.
Uno de los momentos más brillantes y célebres de la ópera, es la escena del brindis, al comienzo del I acto.
Se trata de una escena de conjunto, que sirve de marco para el momento de seducción entre Violetta y Alfredo; donde Verdi, sutilmente diferencia distintos planos musicales para separar a los amantes del resto de la gente.
Dicha escena es interpretada al finalizar muchas Galas Líricas, donde se presentan cantantes de ópera y diversos personajes entre los invitados.
El tono orgulloso de Alfredo en el brindis, se transforma a través de una línea melódica entrecortada y anhelante al comienzo del dúo de amor, antes del apasionado tema de amor de Alfredo, verdadero centro emocional de toda la obra.
La respuesta de Violetta, es un canto de coloratura, superficial, que contrasta con el de Alfredo, y la muestra distante de los sentimientos de aquél, hasta que paulatinamente las líneas melódicas se unen sellando el definitivo encuentro entre ambos, el dueto.
El acto continúa con Violetta, sola, meditando si sería para ella una desventura, un verdadero amor… pero concluye con que ella no puede amar, y debe ser siempre libre, aunque en el II acto la veamos viviendo plácidamente con Alfredo.
Al comienzo del acto II, el aria de Alfredo muestra su agitación emocional reforzada por el “pizzicato” de las cuerdas.
El punto de inflexión de todo el desarrollo dramático de la ópera, reside en la escena entre Violetta y Germont, en la cual este trata de convencerla por todos los medios a su alcance, de que abandone a Alfredo.
Arias como “Pura siccome un angelo”, en la que Violetta recupera su melodía entrecortada, “Un di quando le veneri” en la que Germont canta 4 notas seguidas de un adorno, motivo que repite insistentemente para conseguir su propósito de convencer a Violetta, y el “Dite alla giovine”, en la que se alcanza el punto culminante, con el conmovedor “piangi” de Germont, acompañado del lamento de las cuerdas, se suceden describiendo musicalmente los cambios que van sufriendo estos personajes, especialmente en Violetta a través de variaciones en la línea melódica.
Finalmente, al despedirse de Alfredo lo hace con el tema de amor del preludio, que se escucha en un “tutti” orquestal con un fuerte sentido dramático, el aria “Amami, Alfredo!”
El preludio al acto III, subraya el tono sombrío de la situación.
El aria “Addio del passato” termina con una plegaria donde Violetta le pide a Dios piedad para “la extraviada”, lo cual finalmente le dará el título a la ópera.
El reencuentro de los amantes, se sella con el dúo de amor “Parigi, o cara, noi lasceremo”
Es de destacar al comienzo de este acto, el solo de violín ejecutando el tema de amor de Alfredo, acompañado sólo por un trémolo de las cuerdas, mientras que se escucha la voz de Violetta leyendo la carta de Germont, “Teneste la promessa”, recurso que también aparece al final del acto.
El uso de la voz hablada como recurso dramático, le permite a Verdi entrar de lleno en el realismo, dotando a esta escena de una sobrecogedora dimensión trágica.
La obra termina con el “Prendi, quest'è l'immagine”, en el que Violetta muere.
Esta película en particular, preserva para la posteridad la razón por la cual Moffo fue la Violetta de los años 60:
Una mujer increíblemente hermosa, con una voz igualmente hermosa, tiene todas las habilidades vocales e interpretativas para manejar este difícil papel.
La película es muy fiel a la partitura y el libreto, tal vez demasiado, a veces hasta el punto de parecer una representación teatral, y con los cantantes se nota que están sincronizando la banda sonora, pues ellos solo actúan, y lo hacen como toda ópera de Verdi, como si estuvieran en concierto.
Y es que no he visto una ópera de Verdi, en la que los actores sean buenos, por lo que siempre se decantan en ser mejores cantantes, excepto aquí con Bechi y Bonisolli.
La película tampoco tiene subtítulos, algo que puede ser difícil para las personas que no conocen la ópera…
Pero es Moffo quien es claramente la razón para ver esta película.
Ella fue muy admirada por la pureza de su voz y su belleza física, adjudicándose el apodo de “La Bellissima”, y con Violetta de La Traviata, lo interpretó en 80 ocasiones sobre el mismo escenario, el Metropolitan desde 1959, y fue particularmente popular en Italia.
Allí fue votada como “una de las diez mujeres más bellas de Italia”
Y esa rara combinación de la hermosa voz, los grandes instintos musicales, la actuación regular, con muchos primerísimos planos, excesivos por de su esposo, para glorificarla, y las magníficas estrellas del canto, como Bechi, hicieron de esta película, una interesante obra musical.
Y destaco que la actuación de Anna Moffo como Violetta, es particularmente visceral en la agonía y el éxtasis que brota de su físico, y su actuación a menudo es desgarradora.
Irónicamente, como cantante profesional, su pesada carga de trabajo provocó agotamiento físico y graves alteraciones vocales en 1968, justo el año siguiente a esta producción, de las que nunca se recuperó por completo; aunado a que ella desarrollaría un cáncer de pecho que le quitaría la vida en 2006.
Por su parte, Franco Bonisolli es un Alfredo totalmente adecuado, una gran voz aunque algo estólida a veces en su actuación, pero destaco que tiene un excelente fraseo y se escucha muy bien lo que canta, es decir, tiene buena vocalización.
Y Gino Bechi es un Germont inteligente y comprensivo, y tiene un canto agradable y distinguido, pero sobre todo, es un placer verlo, toda un institución en el arte lírico, muy dramático e imponente, en que su solo presencia inunda respeto absoluto.
Y entre las mejores escenas de la película, se encuentran:
“A Forse lui... Semper Libera”, con una pantalla brillante de los bellos ojos de La Moffo y la técnica de coloratura.
También es notable el dúo Violetta-Germont, un momento en el que Moffo y Bechi crean un gran momento de teatro musical, casi a modo de “tour de forcé”
En el fondo, como mencionamos anteriormente, el término “traviata” significa “mujer perdida”, y en contexto connota la pérdida de la inocencia sexual.
También representa el pensamiento en un momento en que se consideraba la actividad sexual fuera del matrimonio, las parejas inmorales y solteras que vivían juntas, que fueron objeto de escándalo; aunque la mayoría de las óperas fueron escritas en un tiempo cuando la monogamia era considerada la norma, la ópera tal como la conocemos, difícilmente podría existir sin su “caída” como mujer.
Curiosamente, la actitud casual hacia el adulterio, se encuentra en la comedia renacentista, que nunca se abrió camino en la ópera cómica, que para la mayoría, ha sido parte del dominio de la heroína casta.
Al final, la vida de Marie Duplessis, terminó sirviéndole a Dumas para conseguir la fortuna que le había faltado cuando mantuvo su breve pero apasionada relación con ella.
“Parigi, o cara noi lasceremo, la vita uniti trascorreremo:
De' corsi affanni compenso avrai, la tua salute rifiorirà.
Sospiro e luce tu mi sarai, tutto il futuro ne arriderà”
La obra literaria ha sido reeditada constantemente, y cada día hay un lugar en el mundo en el que se está interpretando la ópera, y en el cine, Margarita Gautier ha sido encarnada por multitud de actrices, aunque es difícil olvidar la interpretación que de ella hizo Greta Garbo en 1936.
“La Dame aux Camélias”, se ha convertido en una de las obras esenciales del romanticismo, eclipsando todos los aspectos sórdidos de la historia.
Interpretaciones más recientes, por el contrario, buscan superar esos clichés para presentar a Marie Duplessis como una mujer que consiguió tomar las riendas de su destino, empleando las únicas armas que tenía a su disposición.
Como ópera, es representa con frecuencia en la impotencia de las mujeres en una mal dominada sociedad, y para muchas heroínas operísticas que viven con un hombre, es la única forma de sobrevivir.
Manon, por ejemplo, en ambas óperas que llevan su nombre, la de Puccini y Massenet, ella vive con 2 hombres diferentes para evitar pasar el resto de su vida en un convento.
En “La Bohème”, no solo la extravagante Musetta, sino la aparentemente Mimì inocente, puede sobrevivir económicamente viviendo con hombres que pueden mantenerlas.
Y si hay un rol que obliga a la soprano a poseer una voz polifacética, ese es el papel de Violetta.
Una voz lo suficientemente ligera en el registro medio-agudo es imprescindible para abordar la coloratura del I acto.
Una voz carnosa y de talante lírico sería la idónea para las escenas de dúo del II acto.
Por último y lógicamente, una voz dramática se requiere para expresar el desgarro emocional de la protagonista al final de la ópera.
Que sean 3 estados de una voz que grite ante el machismo y la sociedad hipócrita imperante, que exige la liberación de la mujer, eso es todo un vanguardismo.
Y esta complejidad, ha obligado en ocasiones concretas a hacer uso de 3 sopranos distintas en la misma representación, una para cada acto…
¡Absurdo!
Y si hay una soprano en toda la historia de la ópera que estuviera hecha para este papel, esa es la gran María Callas, una auténtica coloratura-dramática.
Curiosamente, La Divina se sentía especialmente cómoda en los papeles de “Lucia di Lamermoor” y de “Norma”, según lo que manifestó en vida.
Violetta podría ser contemplado en realidad, como un rol resultante de la suma de los 2:
En la ligereza evanescente de Lucia. y la carga trágica de Norma.
Callas representaría el papel de Violetta, 60 veces entre 1951 y 1958, legándonos en todas ellas, la pintura psicológica de esta heroína en toda su complejidad.
No tenemos una versión filmada de una actuación de Callas, la versión de Callas y Giulini de 1955, no tiene parangón, pues encontramos la voz rota de la gran diva griega, que expresa a la perfección la tragedia implícita en este momento estelar.
Y la función del 27 de marzo de 1958, en Lisboa, Portugal; donde Maria Callas cantaría junto al joven tenor canario, Alfredo Kraus, es una de las representaciones más aclamadas de La Traviata.
Esta función dirigida por Franco Ghione, es considerada, pese a su sonido precario, como la mejor grabación de esta ópera.
Y se han descubierto fragmentos filmados...
Como dato, La Moffo grabó “La Bohème” en el papel de Musetta, con Maria Callas, Giuseppe Di Stefano y Rolando Panerai.
En el año 2010, la música de La Traviata se adaptó para ballet; y es en sí, la cura necesaria para cualquier hombre o mujer que caiga en las vanidades del hedonismo.

“Addio, del passato bei sogni ridenti, le rose del volto già son pallenti; l'amore d'Alfredo pur esso mi manca, conforto, sostegno dell'anima stanca.
Ah, della traviata sorridi al desio; a lei, deh, perdona; tu accoglila, o Dio, or tutto finì.
Le gioie, i dolori tra poco avran fine, la tomba ai mortali di tutto è confine!
Non lagrima o fiore avrà la mia fossa, non croce col nome che copra quest'ossa!
Ah, della traviata sorridi al desio; a lei, deh, perdona; tu accoglila, o Dio.
Or tutto finì!”



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