Fidelio

“O, welche Lust!
In freier Luft den Atem leicht zu heben, O, welche Lust!
Nur hier, nur hier ist Leben, der Kerker eine Gruft, eine Gruft!”
(¡Qué delicia, respirar el aire, el aire libre a nuestro alrededor!
¡Qué delicia!
Sólo aquí está la vida; ¡y la prisión es una tumba!”

Se dice que “la ley moral en nosotros, y el cielo estrellado sobre nosotros”
Quién mejor que el propio Ludwig van Beethoven para expresar sus sentimientos respecto a su única ópera, “Fidelio”, nacida a caballo entre las comedias domésticas del siglo XVIII, y las grandes pasiones románticas que dominaron el resto del siglo XIX.
Con Ludwig van Beethoven, comienza así la desaparición del clasicismo y el principio del Romanticismo; su obra, en líneas generales, muestra la lucha interior del compositor:
La pasión, la dinámica, el contraste... elementos que de por sí no son nuevos, pero que en las manos de Beethoven, se convertirán en pautas para el nuevo estilo musical.
Llamada inicialmente como “Fidelio oder die eheliche Liebe, Op. 72”, es una ópera en alemán, en II actos, con música de Ludwig van Beethoven; siendo una de sus obras más representativas, en donde presentó especial interés en retratar y enfatizar el heroísmo; de plasmar en la música, una serie de emociones del ser humano; pues antes que Beethoven, otros músicos y libretistas afrontaron la historia de Leonore, hecho real ocurrido en Los Años del Terror que siguieron a La Revolución Francesa.
El libreto en alemán, es obra de Joseph von Sonnleithner, empresario del Theater an der Wien, a partir del texto original en francés de Jean-Nicolas Bouilly, que se había usado para la ópera de 1789, “Léonore, ou l’amour conjugal” de Pierre Gaveaux, y para la ópera de 1804, “Leonore” de Ferdinand Paer, pues Beethoven tenía una partitura de ésta.
De esa manera, Beethoven retomará el tema, pero a diferencia de los casos anteriores, situará la acción en España, con el fin de que las “culpas” no recayesen en los jacobinos, con los que de alguna manera siente cierto aprecio, por lo que de “revolución” y “cambio” suponían sus posturas, más que sus métodos.
El escenario de Bouilly, se ajusta así al punto de vista estético y político de Beethoven, en una historia de sacrificio personal, heroísmo y eventual triunfo.
La producción musical de Ludwig van Beethoven es fundamentalmente sinfónica, siendo Fidelio su única contribución al mundo de la Lírica; siendo fundamental para el desarrollo de la ópera alemana, constituyendo un eslabón entre Mozart y Weber.
Así, la obra tiene forma de “Singspiel”, género de partes habladas y cantadas, pero la música es casi sinfónica, y el argumento se aparta del género cómico, para entrar de lleno en lo dramático.
El lugar en el que se desarrolla la obra, es en una prisión cerca de Sevilla, a finales del siglo XVIII.
Como preludio, 2 años antes de la escena inicial, el noble Florestan ha intentado poner de manifiesto ciertos crímenes del noble Don Pizarro, Gobernador de la prisión de Sevilla.
En venganza, Pizarro ha aprisionado a Florestan, sin causa y en secreto en la prisión de la que es Alcaide; pero no se atreve a matarlo, y lo va debilitando día a día, reduciéndole la comida.
El guardián de la prisión, Rocco, tiene una hija Marzelline y un ayudante, Jaquino.
La esposa de Florestan, Leonore, acude a la puerta de Rocco en busca de empleo, vestida como un muchacho, y haciéndose llamar Fidelio.
Rocco la contrata; y obedeciendo órdenes, Rocco ha estado dándole raciones de comida cada vez más pequeñas a Florestan, de manera que lo va debilitando día a día.
En casa, Marzelline se enamora de Fidelio, rompiendo así el compromiso matrimonial que antes había realizado a Jaquino.
Acto I:
Marzelline canta contenta porque está enamorada de Fidelio, circunstancia que mueve los celos de Jaquino.
Entra Fidelio con unas cadenas compradas a buen precio, lo que confirma a Rocco que quiere a Fidelio como yerno.
Ambos personajes hablan, y de esta manera Fidelio se entera de que hay calabozos profundos en donde a un prisionero cada día se le da menos alimentos... y Fidelio quiere hacer todo lo posible por entrar en esos calabozos. 
Entra Don Pizarro, lee una carta en donde se le dice que su prisión recibirá una visita sorpresa a modo de inspección; y por tal motivo decide matar de una vez por todas al prisionero Florestan; pero Rocco se niega a hacerlo, con lo que Pizarro intentará hacerlo él mismo, pero Rocco y un ayudante habrán de cavar la tumba en los sótanos de la cárcel.
Fidelio y Marzelline, convencen a Rocco de que deje salir a los presos al patio para ver la luz, ya que algunos de ellos que llevan años sin ver la luz del Sol, y se emocionan.
A la llegada de Pizarro, vuelven tristemente a las celdas.
Acto II:
Rocco y Fidelio bajan a las mazmorras a cavar la tumba.
Florestan cree ver a su mujer en forma de ángel, pero se desvanece por la debilidad…
Fidelio se acerca y le da vino y pan, reconociendo en el acto que es su amado; y entra Don Pizarro con la intención de matar al prisionero, no obstante, Fidelio muestra su verdadera identidad, y obliga mediante una pistola, a desistir por parte de Don Pizarro.
Mientras las trompetas suenan anunciando la llegada del Ministro del Rey, por lo que Don Pizarro y Rocco han de salir a recibirlo.
Florestan y Leonore se abrazan; y finalmente la pareja sale al patio en mitad de los prisioneros.
Don Fernando, El Ministro, manda encarcelar a Don Pizarro, y a liberar a Florestan.
Todos alaban el valor y el arrojo de la mujer, y celebran el triunfo de la justicia.
La obra relata el intento de Leonore, disfrazada como Fidelio, de entrar en la prisión para poder salvar a su marido, o al menos llevarle consuelo…
Tras una serie de escenas, Fidelio encontrará a su amado y lo salvará; siendo por tanto, un argumento no solo a la lealtad o a la fidelidad, sino también a la libertad.
El escenario de Bouilly, encaja con la perspectiva estética y política de Beethoven, como una historia de sacrificio personal, heroísmo y, con el tiempo, de triunfo, los tópicos habituales del período medio de Beethoven, con su lucha subyacente por la libertad y la justicia como espejo de los movimientos políticos contemporáneos en Europa.
Como en otra música vocal de Beethoven, la música no es especialmente amable con los cantantes:
Las partes principales de Leonore y Florestan, en particular, requieren gran capacidad vocal y resistencia para proyectar la necesaria intensidad, e intérpretes de primer fila en estos papeles atraen admiración; ya que son particularmente difíciles de interpretar, pues requieren habilidades muy especiales, y gran entrenamiento vocal.
Algunos momentos destacados de la ópera, incluyen “El Coro de Prisioneros”, una oda a la libertad cantada por un coro de prisioneros políticos; la visión de Florestan de Leonore que aparece como un ángel para rescatarlo; y la escena en la que el rescate al final tiene lugar.
El final, celebra la valentía de Leonore con contribuciones alternándose de solistas y coro.
Así Fidelio se estrenó con el título de “Leonore”, el 23 de mayo de 1805, en el Teatro de La Puerta Carintia de Viena, pero debido a las convulsiones que por aquellos días sufría la ciudad a causa de Las Guerras Napoleónicas, no tuvo éxito.
Este fracaso sería decisivo para la carrera del compositor en el mundo de la lírica, pues sería su primera y última obra.
Únicamente, Beethoven consintió en revisar la obra en 1806 y 1814, año que volvió a ser representada bajo el título definitivo de Fidelio, siendo los resultados mucho más satisfactorios.
Fueron 12 años los que estuvo Beethoven dándole vueltas a este asunto, con desolador o maravilloso resultado, según se mire.
Las sucesivas revisiones de la obra, dieron lugar a la composición de 4 oberturas, tituladas:
“Leonore I, II, III y Fidelio”
“Leonore I” fue escrita para un posible estreno de la ópera en Praga; “Leonore II” para el estreno de Viena en 1805; “Leonore III” para la versión de 1806; y por último, “Fidelio” para la de 1814.
Franz Schubert, con 17 años, se encontraba entre el público en ese último momento, pues había vendido sus libros escolares para obtener una entrada.
Beethoven, que se estaba quedando sordo, dirigió a la orquesta, “ayudado” por Michael Umlauf, quien más tarde desempeñó la misma tarea para Beethoven en el estreno de “La Novena Sinfonía”
Como dato, el papel de Pizarro en ese estreno, fue asumido por Johann Michael Vogl, quien más tarde pasó a ser conocido por sus colaboraciones con Schubert.
Esta versión de la ópera fue, finalmente, un gran éxito para Beethoven, y Fidelio ha tenido un papel importante en el repertorio operístico desde entonces.
La ópera se publicó en las 3 versiones como “Opus 72” de Beethoven; y no puede decirse que Beethoven disfrutase de las dificultades que supuso escribir y producirla.
En una carta dijo:
“Te aseguro, querido Treitschke, que esta ópera me conseguirá la corona del martirio.
Gracias a tu cooperación, he salvado lo mejor de este naufragio.
Por todo esto, te estaré eternamente agradecido”
La nueva versión representaba para el público más que la recreación de los principios de La Ilustración, como fue su primer objetivo en 1805, la celebración de las victorias sobre Napoleón, y como una alegoría de la liberación de Europa; fue entonces cuando, ruborizado ante tales muestras de apoyo y cariño del público, escribió en su libro de conversaciones:
“Es evidente que uno compone más bellamente cuando lo hace para el gran público”
Se trataba, sin duda, del mismo compositor que había gritado al editor, tras el desastre de su primer Fidelio:
“No compongo para la galería, que se vayan todos al infierno”, 9 años antes…
Lo cierto es que Beethoven no mostraría particular interés en escribir óperas.
Un proyecto largamente conversado con Goethe para transformar en ópera “Fausto”, no llegaría jamás a concretarse por razones desconocidas hasta hoy.
Sin embargo, algunos autores, basados principalmente en anotaciones del propio Beethoven, han descrito algunas de sus sinfonías como “óperas encubiertas”
Tal carácter ha sido asignado tanto a “La Sexta sinfonía” como a “La Tercera”
En definitiva, siendo el último gran representante del clasicismo vienés, después de Christoph Willibald Gluck, Joseph Haydn y Wolfgang Amadeus Mozart; Beethoven consiguió hacer trascender la música del Romanticismo, influyendo en diversidad de obras musicales del siglo XIX.
“Gott, welch Dunkel hier!”
(Dios, ¡Qué oscuridad hay aquí!)
Fidelio es un musical del año 1970, dirigido por Ernst Wild.
Protagonizado por Gwyneth Jones, James King, Gustav Neidlinger, Josef Greindl, Martti Talvela, Olivera Miljakovic, Donald Grobe, Barry McDaniel, Manfred Röhrl, entre otros.
El guión es de Ludwig van Beethoven, sobre una historia de Jean Nicolas Bouilly; y un libreto de Joseph Sonnleithner y Georg Friedrich Treitschke.
Fidelio es un alegato en contra de las malas fuerzas que habitan en lo más hondo del ser humano; y para lo que necesariamente Beethoven habría de encontrar un nuevo lenguaje dramático, y lo que es más complicado, una nueva semántica emocional… y lo consiguió, con creces.
Esta producción musical fue realizada por Karl Böhm dirigiendo la Deutsche Oper Berlin Orquesta y Coro en una banda sonora de 1969; siendo el filme rodado 13 diciembre 1970; en la Deutsche Oper Berlin, Richard-Wagner-Str., en Berlín, Alemania, para Deutsche Grammophon, UNITEL, Österreichischer Rundfunk (ORF)
Como director teatral, se contrató a Gustav Rudolf Sellner; y a Ernst Wild como director de televisión; siendo distribuida por Zweites Deutsches Fernsehen (ZDF) en Alemania, y por Österreichischer Rundfunk (ORF) en Austria; en 1970, y para TV.
La acción se desarrolla en una cárcel de Sevilla, en el siglo XVIII, y cuenta cómo Leonore (Gwyneth Jones), disfrazada como un guardia de la prisión llamado Fidelio, rescata a su marido, Florestan (James King), de una condena de muerte por razones políticas, hecha por Don Pizarro (Gustav Neidlinger)
Esta película es un triunfo de arte total:
El sonido y la calidad de imagen son excelentes; la dirección de Böhm es incisivamente dramática y muy elocuente, nada exagerado, y nada perdido.
Del reparto actoral/cantante, Gwyneth Jones emociona profundamente como Leonore; mientras James King canta con gran poder y seguridad.
No hay un eslabón débil en el reparto, que incluye a los veteranos:
Gustav Neidlinger y Josef Greindl; y lo más destacado es El Coro de Prisioneros del Acto I, donde los prisioneros salen aturdidos y desconcertados a la luz; o la reunión de Leonore con Florestan, y su dúo “O namenlose Freude”; y la dirección del elenco en la última escena, que tiene sentido real del drama y la música.
Y es que esta representación de Fidelio, es única por la insuperable dirección del Maestro Karl Böhm, y por todo el elenco de maravillosos cantantes que hicieron posible esta representación única e irrepetible; esto es, entre todos los Fidelio, uno de los mejores, sino el mejor disponible; y para una película producida hace casi más de 40 años, se mantiene muy bien; tal vez no está en HD, pero puedo vivir con eso, sobre todo porque todavía se ve muy bien para su edad.
“Wie groß ist die Gefahr!
Wie schwach der Hoffnung Schein!”
(¡Es tan grande el peligro y tan débil la esperanza!)
Por mucho que me gusten las producciones operísticas filmadas de 1978 y 2002, esta es mi producción favorita de la única ópera de Beethoven:
Fidelio.
Es simplemente maravillosa, muy dramática y musicalmente poderosa, ayudada por la dirección elocuente y detallada de Karl Böhm, y la dirección de la última escena que hace mucho con los elementos dramáticos y musicales como debería ser; y fue para celebrar el 200° aniversario del nacimiento de Beethoven, que en 1970, la televisión alemana llevó a Fidelio al estudio, y filmó la producción de la única ópera del compositor alemán en la Deutsche Oper Berlin.
Por su parte musical, Karl Böhm, conocido como el maestro director de esta ópera, lleva a cabo una actuación sorprendente que enfatiza la claridad orquestal y la profundidad emocional; y lidera un reparto fuerte, encabezado por la gloriosa Gwyneth Jones y el poderoso James King en los papeles protagónicos.
Y es que hay que tomar en cuenta que esta es la primera vez en DVD, que Gwyneth Jones cantó a una apasionada Leonore, con James King como Florestan en la cima de su expresión vocal.
Y Fidelio, como sabemos, es una ópera bastante estática, dramáticamente hablando; ya que cualquier avance que tenga este drama, depende en gran medida de cómo lo presentan el director, el elenco y la dirección.
La brillantez de la música ayuda mucho, por supuesto, pero el resto depende de las fuerzas involucradas en la producción; y creo que esta producción filmada hace un trabajo increíble en eso y más; y nos recuerda por qué este trabajo todavía importa tanto en nuestro mundo, incluso a través de los siglos desde su debut; porque Fidelio es un diamante en bruto, en cuanto a óperas, pero qué diamante.
La acción se desarrolla en una cárcel de Sevilla, en el siglo XVIII.
Acto I:
Jaquino (Donald Grobe) y Marzelline (Olivera Miljakovic) están a solas:
Jaquino le pregunta a Marzelline, cuándo accederá a casarse con él, pero ella le dice que nunca se casará con él, canta contenta porque está enamorada de Fidelio, que es Leonore disfrazada.
Esta circunstancia remueve los celos de Jaquino, y se marcha…
Marzelline expresa su deseo de convertirse en esposa de Fidelio.
Rocco (Josef Greindl) y Jaquino entran, buscando a Fidelio; y entra Fidelio con unas cadenas compradas a buen precio, lo que confirma a Rocco que quiere a Fidelio como yerno, y malinterpreta su modesta contestación como muestra de su atracción oculta por su hija.
Marzelline, Fidelio, Rocco y Jaquino, cantan un cuarteto sobre el amor que Marzelline tiene por Fidelio, también conocido como “el cuarteto del canon”
Rocco le dice a Fidelio, que tan pronto como El Alcalde se vaya a Sevilla; él y Marzelline podrán casarse.
Les dice, sin embargo, que a menos que tengan dinero, no serán felices.
Fidelio le dice que quiere algo más, al menos tanto como el dinero:
Saber por qué Rocco no le permite ayudarlo en las mazmorras cuando siempre regresa agotado y sin aliento…
Fidelio se entera de que hay calabozos profundos, en donde a un prisionero cada día se le da menos alimentos… y Fidelio quiere hacer todo lo posible por entrar en esos calabozos.
Mientras Marzelline ruega a su padre que mantenga a Fidelio lejos de tan terrible lugar; en lugar de ello, Rocco y Fidelio cantan sobre la valentía; y pronto, Marzelline se une a sus aclamaciones.
Se marchan todos, salvo Rocco; y entra don Pizarro (Gustav Neidlinger), al sonido de una marcha.
Rocco le da a Pizarro un mensaje, con una advertencia de que su prisión recibirá una visita sorpresa a modo de inspección, ya que acusan a Pizarro de tirano.
Pizarro exclama que no puede dejar que El Ministro, Don Fernando (Martti Talvela) descubra al prisionero don Florestan, quien se cree que ha muerto; y decide matarlo de una vez por todas.
Pizarro ordena que suene una trompeta cuando llegue El Ministro; y ofrece dinero a Rocco para que mate a Florestan, pero se niega a hacerlo, con lo que Pizarro intentará hacerlo él mismo; a lo que Pizarro ordena a Rocco que cave la tumba en los sótanos de la cárcel.
Cuando la tumba esté preparada, Rocco deberá dar aviso para que Pizarro vaya disfrazado a las mazmorras, y mate a Florestan él mismo.
Fidelio ha visto a Pizarro tramando algo, pero no ha oído lo que ha dicho… y queda agitado, pero sus pensamientos sobre Florestan, su esposo, la calman.
Por otro lado, Jaquino le pide a Marzelline que se case con él, pero ella lo rechaza; mientras Leonore/Fidelio, esperando encontrar a Florestan, le pide a Rocco que deje salir a los pobres prisioneros al jardín, y disfrutar del buen tiempo.
Marzelline se une al ruego, y Rocco está de acuerdo, en distraer a Pizarro mientras los prisioneros salen al patio…
Los prisioneros, emocionados ante su libertad, cantan gozosamente uno de los pasajes corales más representativos de la época; luego, recordando que podían ser atrapados, pronto quedan quietos.
Rocco vuelve a entrar, y le dice a Fidelio que ha tenido éxito con Pizarro:
Éste permitirá el matrimonio, y Fidelio podrá unirse a Rocco en sus rondas por las mazmorras, y se preparan para ir a la celda de un prisionero que, dice Rocco, debe morir y ser enterrado en una hora.
Leonore/Fidelio, queda tan afectada, que Rocco intenta persuadirla de que quede atrás, pero ella insiste en ir...
Conforme se preparan para salir, Jaquino y Marzelline entran apresuradamente, y le dicen a Rocco que eche a correr:
Pizarro ha sabido que los prisioneros están libres, y está furioso.
Antes de que puedan moverse, entra Pizarro, y exige una explicación:
Rocco finge que están celebrando el santo del Rey, y sugiere tranquilamente que Pizarro guarde su enfado para el prisionero en las mazmorras inferiores.
Pizarro le dice que se apresure, y cave la tumba, luego anuncia que los prisioneros sean encerrados otra vez.
Rocco, Fidelio, Jaquino y Marzelline, con renuencia cumplen la orden, y los prisioneros vuelven tristemente a las celdas.
Acto II:
Rocco y Fidelio bajan a las mazmorras a cavar la tumba…
Florestan está a solas en su celda, en lo más profundo de las mazmorras; y canta primero su confianza en Dios, luego cree ver a su mujer en forma de ángel que viene a salvarlo; y se desvanece por la debilidad.
Rocco y Fidelio van a cavar su tumba, y lo encuentran dormido…
Conforme cavan, Rocco urge a Fidelio para que se apresure… pero Florestan se despierta, y Leonore lo reconoce.
Cuando Florestan descubre al final que está en la prisión de Pizarro, le pide que envíe un mensaje a su esposa, Leonore, pero Rocco dice que es imposible.
Florestan le ruega una gota para beber, y Rocco le dice a Fidelio que se la dé.
Florestan no reconoce a Leonore, pero le dice que será recompensado en El Cielo; y Fidelio ruega a Rocco, que le permita darle a Florestan un mendrugo de pan, y él accede; a lo que Florestan come.
Pero Rocco obedece sus órdenes, y suena la alarma para avisar a Pizarro, éste entra y pregunta si todo está preparado.
Rocco dice que sí lo está, y le dice a Fidelio que se vaya, pero en lugar de esto se esconde.
Pizarro revela su identidad a Florestan, quien lo acusa de asesinato; a lo que Pizarro blande una daga con la intención de matar al prisionero, pero Fidelio se interpone entre él y Florestan, y muestra su verdadera identidad.
Pizarro alza su daga para matarla, pero ella le obliga a desistir a punta de pistola.
Justo entonces, las trompetas suenan anunciando la llegada del Ministro.
Jaquino entra, seguido por soldados, para anunciar que El Ministro espera a la puerta; y Rocco les dice a los soldados que escolten al Alcaide Pizarro arriba.
Florestan y Leonore se abrazan cantando su victoria, al tiempo que Pizarro declara que se vengará, y Rocco expresa su temor por lo que se avecina…
La pareja sale al patio en mitad de los prisioneros, y cantan un dúo de amor.
Aquí se interpreta, a veces, la obertura “Leonore III”
Los prisioneros y los ciudadanos cantan al día y la hora de justicia que ya ha llegado.
Don Fernando, El Ministro, anuncia que la tiranía ha acabado; y entra Rocco, con Leonore y Florestan, y le pide a Don Fernando que los ayude.
Rocco explica, cómo Leonore se disfrazó de Fidelio para salvar a su marido; a lo que Marzelline queda sorprendida; y Rocco describe la trama de asesinato de Pizarro, y Pizarro es llevado a la prisión.
Florestan es liberado de sus cadenas por Leonore, y la multitud canta alabanzas a Leonore, la leal salvadora de su marido.
Al ver esta producción, uno se da cuenta de lo difícil que es llevarlo a cabo, y por qué al compositor le llevó tanto tiempo lograr finalmente que la ópera llegara a su forma final, desde el punto de vista emociona, que tiene que ser sentida.
El primer acto puede ser largo e informe en las manos equivocadas gracias a la combinación del diálogo hablado y la música; pues se requiere un director fuerte, para asegurarse de que las cosas no se comben.
Lo mismo puede decirse de la música, que requiere un gran conductor para mantener el control y, al mismo tiempo, proporcionar fuegos artificiales exuberantes, pero también apoyar las necesidades de los cantantes.
Los propios cantantes encuentran algunas escenas exigentes, especialmente la soprano principal y el tenor; y tan severa es la música en sus demandas, que rara vez los cantantes que abordan los papeles de Leonore/Fidelio y Florestan, suenan sin esfuerzo y realmente a gusto.
Y es que el concepto que Beethoven tiene del teatro, no es exactamente dinámico desde el punto de vista escénico, pero sí desde el punto de vista musical; teatro musical, que quiere decir perfecta unión de 2 valores expresivos:
El de la palabra y el sonido abstracto; en la metáfora del mundo de la sombra y la luz; el de la mentira frente a la nobleza y la justicia; el de la bondad ante los malos instintos…
No se le puede pedir más a una ópera más ópera, un género que, no se olvide, lo que pretende es que la música explique aquello que la palabra solo es capaz de enunciar.
Y esto acabó siendo Fidelio, una reflexión sobre sentimientos y valores, sobre el amor y la libertad, sobre esta y la tiranía, una obra política en el más noble sentido, o sea, una reflexión sobre la dualidad humana; además de lo que siempre se ha dicho que es, una música irrepetible.
Al principio se nota aquí que esto no es “en vivo”, y eso distrae al espectador, ya que vemos a los cantantes labrando la sincronización en diferentes grados de éxito; pero la actuación en sí es a veces más bien escénica, y finalmente uno se acostumbra a estos puntos menores, particularmente con una protagonista tan comprensiva como Gwyneth Jones en el papel principal; cuyo canto está en su mejor momento, justo antes de que ella comenzara a tener problemas de control.
Ella tiene aquí una buena relación con el maravilloso Rocco de Josef Greindl; y James King todavía está maravilloso, en su mejor momento con un sonido masculino, verdaderamente delgado, con un tono uniforme de arriba a abajo.
¡Él, y Jon Vickers, prácticamente poseyeron este papel durante décadas!
Y como pareja, Gwyneth Jones y James King, son verdaderamente creíbles, algo tan importante en esta ópera, pues evidentemente tienen una química maravillosa.
En el fondo, Leonore es un prototipo de lucha por un ideal, algo así como una alegoría de la revolución y la libertad; si no también por los nuevos elementos musicales que utiliza en la obra, tales como la función importantísima del coro, circunstancia novedosa, o la gran instrumentación y orquestación de la misma, hasta tal punto que las tesituras de los personajes han de ser muy poderosas para poder elevarse sobre los instrumentos.
Circunstancia que hace que necesariamente se abandone las tradiciones bel cantistas, en aras de una mayor dramatización del personaje.
Esto mismo volverá a utilizar Wagner en sus obras, en donde no sólo por el drama en donde se mueven sus personajes, sino por la elevada orquestación de las mismas, donde los cantantes han de tener una gran fortaleza en la voz, hasta tal punto que en ocasiones se habla de “tesitura wagneriana”
Y aquí La Jones conmueve mucho como Leonore/Fidelio; y James King tiene tanto poder para cantar, e incluso parece un prisionero quebrado.
Mientras Gustav Neidlinger es idealmente malévolo como Don Pizarro; Josef Greindl es un comprensivo Rocco; y Martti Talvela, un sólido de la roca y vocalmente resonante Fernando.
Los trajes y vestuario, así como los decorados son efectivos, y proporcionan el estado de ánimo adecuado.
Pero sobre todo destacar nuevamente a Gwyneth Jones como Leonore, es gloriosa.
Su voz es enorme y expresiva, y siempre ofrece una actuación bien actuada e involucrada; y vale la pena mencionar que Jones disfrutó de un primer tiempo relativamente corto como cantante, y escucharla en su mejor forma requiere que apuntes hacia ese momento dulce de 10 años entre los 60 y principios de los 70, como acá.
Por suerte, esta producción la atrapa en su pico vocal absoluto, y las recompensas son absolutamente deslumbrantes.
Los escritos de Beethoven para la voz de soprano, pueden ser bastante castigadores, y para poder disfrutar de toda la escritura y composición coloridas y emocionantes que se incluyeron en la música para el papel, no se puede distraer con un cantante que está luchando para hacer todo notas, incluso si de lo contrario se las arregla para sacar la mayor parte de la pieza.
Luego viene Jones, que no solo logra esto y más, sino que cuenta con instalaciones tan sobrehumanas que hace que todo parezca casi fácil.
En efecto, la escritura y el contenido dramático salen al frente y al centro de la manera más pura y sencilla posible, con un canto lleno, poderoso y rico, que nos recuerda cuán inspirada es realmente la música de Beethoven para Leonore, cuando alguien la entrega, siendo este uno de los increíbles regalos de Jones.
Sobre James King, es un muy buen Florestan, haciendo algunos de los mejores registros; y su actuación también es bastante convincente, especialmente en toda la escena de la mazmorra.
Puede que no haga sentir la misma cantidad de patetismo que, por ejemplo, un Jonas Kaufmann, pero sigue siendo muy creíble y comprensivo.
Y finalmente, Gustav Neidlinger es, por supuesto, un villano poderoso, absolutamente inolvidable, que se mueve como El Conde Drácula; sin olvidar al igualmente grande Martti Talvela, es el casting de lujo para Don Ferrando.
Realmente, todos los cantantes son excepcionales, hasta en las partes más pequeñas, siendo también grandes actores; en fin, baste decir que todos hacen un gran trabajo.
Por último, realmente no necesito decir lo increíble que es la música, y todo se realiza con un efecto excepcional.
El gran director Karl Böhm, adopta un enfoque bastante único para la dirección de esta ópera.
No es el estilo grueso y pesado al que muchos de nosotros podríamos estar acostumbrados por parte de directores como Klemperer, o tipos similares detrás del podio.
De hecho, al principio preocupa que un estilo ligeramente más “aerodinámico” pudiera despojar a esta obra de su gravedad y poder.
Pero el hecho es que realmente funciona muy bien.
La música respira y fluye de una manera que recuerda a, cómo Böhm dirige a Mozart, o incluso a Weber, un tipo de fraseo musical y clásico, que agudiza las líneas musicales y les da un verdadero empujón, mostrando el brillo de la partitura de Beethoven.
Esto, por supuesto, ayuda a darle a la ópera una especie de intimidad cercana, musicalmente hablando.
Además, esta intimidad se destaca aún más por el estilo cinematográfico y la dirección general del escenario, enfatizando una visión cercana y personal de los personajes y decorados, como si estuvieras allí en la habitación con ellos.
Este enfoque hace que la filmación ideal de la producción sea como una película, con escenarios sonoros e iluminación, filtros, dirección, etc., todo un gran trabajo.
Por supuesto, eso significa que los personajes doblan lo que cantan.
Algunos tienen reservas definitivas sobre tal práctica, y encuentran que los resultados son menos que perfectos...
Pero en general, esa es una pequeña objeción, y no una distracción excesiva, especialmente si estás acostumbrado a ver el mismo tipo de cosas en otras películas, musicales, videos musicales y similares.
Aparte de eso, todas las técnicas cinematográficas están realmente bien hechas, especialmente el desvanecimiento cruzado que ocurre durante el famoso cuarteto en el primer acto, donde los pensamientos y temores de los personajes individuales se destacan brillantemente en concierto, con la música y el flujo dramático de este maravillosa Obra Maestra.
“Wer ein holdes Weib errungen, stimm in unsern Jubel ein, nie, nie, nie wird es zu
hoch besungen.
Retterin, Retterin des Gatten sein”
(Que quien conquistó el amor de una noble mujer, una su alegría a la nuestra.
Nunca se alabará bastante a la salvadora del propio esposo)
Ludwig van Beethoven, es reconocido como uno de los más grandes compositores de la historia; y ocasionalmente es mencionado como parte de “Las 3 B”, junto con Bach y Brahms; quienes personalizan esta tradición; y también es la figura central de la transición entre el clasicismo musical del siglo XVIII, y el romanticismo del siglo XIX, por la profunda influencia que Beethoven ejerció sobre las siguientes generaciones de músicos.
Y para ello, al final de sus días, escribió una cara a sus hermanos Karl y Johann Beethoven, donde resume su sentir:
“Nacido con un temperamento ardiente y vivaz, afecto a las diversiones sociales, me vi obligado a aislarme, a vivir en soledad, tratando de olvidarme de todo esto.
Oh, cuán duramente volvía a la realidad al oír con dificultad, y sin embargo no podía pedir a la gente que hablara más fuerte.
¡Que gritase porque yo era sordo!
¿Y cómo podía yo admitir una dolencia precisamente en el sentido que en mí hubiera debido ser más perfecto que en otros, en un sentido que había poseído en su más alta perfección, una perfección como seguramente pocos en mi profesión han disfrutado o disfrutarán?
Ah, no puedo soportarlo, y por eso, perdonadme cuando me veis alejarme a pesar de la alegría que sentiría alternando con ustedes, mi desgracia es doblemente dolorosa, pues hace que se me juzgue equivocadamente; para mí, no puede haber sociabilidad con mis semejantes, intercambio de pensamientos, ya que debo mezclarme a la sociedad únicamente para mis necesidades más imprescindibles.
Debo vivir como un exiliado, si me acerco a mis semejantes se apodera de mí un espantoso terror de que mi impotencia sea notada...
Así he vivido durante el último medio año que pasé en el campo, con orden expresa de mi inteligente médico de no cansar mis oídos, y de acostumbrarme poco a poco a mi futuro estado, pero a veces, al ceder a mi inclinación por la sociedad, cuánta humillación experimentaba al oír decir cerca de mí, que oían una flauta a la distancia, mientras yo no oía nada, o bien que alguien oía cantar a los pastores y yo no percibía ni un solo sonido.
Tales incidentes me llevaron al borde de la desesperación, y poco faltó para que pusiera fin a mi vida, sólo el arte me contuvo, ah, parecían imposible dejar este mundo antes de producir todo lo que sentía debía producir, y por ello soportaba esa espantosa existencia, verdaderamente espantosa, que me arrojaba en un instante en el más horrible tormento.
Ahora debo elegir a la paciencia como mi guía, y así lo he hecho.
Espero que mi determinación permanezca firme hasta que le plazca a La Parca inexorable corte el hilo de mi vida, para un destino mejor o peor.
Sea como sea, estoy listo.
Ya a los 28 años me vi obligado a convertirme en filósofo.
Ah, no es fácil, especialmente para un artista...
Divino creador, tú que puedes mirar en lo más profundo de mi alma, sabes que allí vive el amor hacia el hombre y el deseo de hacer el bien.
Y vosotros, semejantes míos, cuando leáis algún día estas palabras, comprenderéis que me habéis hecho daño.
Tal vez sirva de consuelo a los desgraciados, saber que uno como ellos, a pesar de todos los obstáculos de la naturaleza, hizo todo lo que estaba en su poder para ser aceptado entre los artistas y hombres de valor”
Otro detalle es que Fidelio fue la primera ópera completa interpretada por la red de radiodifusión NBC, en diciembre de 1944, por Arturo Toscanini y la Orquesta Sinfónica de NBC, presentando a solistas del Metropolitan Opera; siendo dividida en 2 retransmisiones consecutivas, las interpretaciones fueron posteriormente lanzadas por RCA Victor.
Por su parte, Toscanini dejó claro que Beethoven creía en la libertad, y se oponía a tiranos como Napoleón Bonaparte, y que probablemente se habría opuesto también a Adolf Hitler y a Benito Mussolini.
También, Fidelio fue la primera ópera interpretada en Berlín después del final de La Segunda Guerra Mundial, con la Deutsche Oper puesta en escena, bajo la batuta de Robert Heger, en el único teatro intacto, el Theater des Westens, en septiembre de 1945.
En ese momento, Thomas Mann comentó:
“¡Qué cantidad de apatía era necesaria por los músicos y el público, para escuchar a Fidelio en la Alemania de Himmler sin taparse la cara y salir corriendo!”
El director Wilhelm Furtwängler, señaló lo siguiente en Salzburgo en 1948, no mucho después del final de La Segunda Guerra Mundial y la caída del nazismo:
“El amor conyugal de Leonore aparece, al individuo moderno armado con realismo y psicología, irremediablemente abstracto y teórico...
Ahora que los acontecimientos políticos en Alemania han restaurado a los conceptos de dignidad humana y libertad, su significado original, esta es la ópera que, gracias a la música de Beethoven, nos reconforta y da valor...
Verdaderamente, Fidelio no es una ópera en el sentido en que estábamos habituados, ni Beethoven es un músico para el teatro, o un dramaturgo.
Es un poco más, un músico completo, y más allá de eso, un santo y un visionario.
Lo que nos perturba no es el efecto material, ni el hecho del “aprisionamiento”; cualquier película puede crear el mismo efecto.
No, es la música, es el propio Beethoven.
Es esta “nostalgia de libertad” que siente, o mejor dicho, nos hace sentir; esto es lo que nos conmueve hasta las lágrimas.
Su Fidelio tiene más de Misa que de Ópera; los sentimientos que expresa, proceden de la esfera de lo sagrado, y predican una “religión de humanidad” que nunca encontramos tan bella o necesaria como hoy, después de todo lo que hemos vivido.
Aquí radica la fuerza singular de esta ópera única...
Independiente de cualquier consideración histórica... el llameante mensaje de Fidelio, nos afecta hondamente.
Nos percatamos de que para nosotros los europeos, como para el resto de los hombres, esta música siempre representará una llamada a nuestra conciencia”
El 5 de noviembre de 1955, la Ópera Estatal de Viena se volvió a abrir con Fidelio, dirigida por Karl Böhm; y esta actuación fue la primera transmisión de televisión en vivo por ORF, en un momento en el que había alrededor de 800 televisores en Austria.
Un dato final:
La primera noche de Fidelio en la Semperoper en Dresde, el 7 de octubre de 1989, con motivo del 40° aniversario de La Alemania Oriental, coincidió con violentas manifestaciones en la principal estación de trenes de la ciudad.
Los aplausos después del “Coro de Prisioneros” interrumpieron la presentación durante un tiempo considerable, y la producción de Christine Mielitz, hizo que el coro apareciera al final con ropa de calle normal, lo que significaba su papel como representantes de la audiencia.
De esa manera, esplendida, 4 semanas después, el 9 de noviembre de 1989, la caída del Muro de Berlín marcó el final del régimen de Alemania Oriental.
Y es que Fidelio es la quintaesencia de su genio musical, la redención de un prisionero por la fidelidad y el valor de su esposa, que se transforma progresivamente en lo dramático y musical, en un canto colectivo a la libertad y la esperanza del ser humano que recoge el ideario ilustrado de su autor.
Y que se convierte, hoy más que nunca, tras un siglo XX que asistió a la muerte de las ideologías, en la utopía de aquellos que claman por esos mismos valores, todavía por conquistar.
No falta recordar que “antes de Beethoven, se escribía música para lo inmediato:
Con Beethoven, se empieza a escribir música para la eternidad”, diría Albert Einstein.

“Komm, Hoffnung, lass den letzten Stern der Müden nicht erbleichen!”
(¡Ven esperanza, no dejes que desfallezca mi último anhelo!)



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