La Bohème

“Che gelida manina!
Se la lasci riscaldar.
Cercar che giova?
Al buio non si trova.
Ma per fortuna è una notte di luna, e qui la luna l'abbiamo vicina…”

Como término, “bohemia” hace alusión a la cultura de los gitanos, tradicionalmente llamados “bohemios” en Francia, del francés “bohémien”, por haber llegado desde la región de Bohemia, en la actual República Checa, y hacía referencia a un determinado estilo de vida, con una escala de valores diferente a la de la sociedad patriarcal y burguesa, que adoptaron en particular artistas e intelectuales.
El tópico “bohemio”, muestra pues a un individuo, preferentemente varón, con vocación de artista, de aspecto despreocupado, apariencia llamativa pero desordenada, ajeno a las directrices de comportamiento, etiqueta, estética y obsesión material de la sociedad tradicional de carácter patriarcal y burguesa, aspectos que el bohemio suele considerar superficiales y, desde una perspectiva romántica, barreras para su libertad.
En el mejor de los casos, el bohemio defiende su permanencia en el mundo de las ideas, el conocimiento, la creación artística, el enriquecimiento intelectual, el interés por otras realidades o manifestaciones culturales.
En este contexto, los bohemios pueden o no ser vagabundos o aventureros.
Este uso de la palabra “bohemio” apareció por primera vez en el idioma inglés en el siglo XIX, para describir los estilos de vida no tradicionales de artistas marginados y empobrecidos, escritores, periodistas, músicos y actores en las principales ciudades europeas; y se asociaron con puntos de vista políticos o sociales poco ortodoxos o antisistema, que a menudo se expresaban a través del amor libre, la frugalidad y, en algunos casos, la pobreza voluntaria.
Un círculo bohemio más económicamente privilegiado, adinerado o incluso aristocrático, se conoce a veces como “haute bohème”, literalmente “alta Bohemia”
Pero el término “bohemio” surgió en Francia a principios del siglo XIX, cuando artistas y creadores comenzaron a concentrarse en los barrios romaníes de renta baja y clase baja.
De esas vivencias trata la obra “Scènes de la Vie de Bohème” de Henri Murger, publicada en 1851; aunque comúnmente se llama novela, no sigue la forma de la novela estándar; más bien es una colección de historias vagamente relacionadas, todas ambientadas en El Barrio Latino de París en la década de 1840, idealizando la vida bohemia de una manera lúdica; donde la mayoría de las historias fueron publicadas originalmente en forma individual en una revista literaria local, “Le Corsaire”; y muchos de esos relatos eran semi-autobiográficos, presentando personajes basados en individuos reales, que hubieran sido familiares para algunos de los lectores de la revista.
Aunque las historias fueron populares dentro de la comunidad literaria pequeña, inicialmente no lograron llegar a un público más amplio, o generar mucho ingreso para Murger; pero esto cambió en 1849, después de que a él se le acercara Théodore Barrière, un prometedor dramaturgo joven, quien propuso escribir una obra basada en las historias.
Murger aceptó la colaboración, y el resultado, titulado “La Vie de La Bohème”, atribuido a Barrière y Murger como coautores, tuvo un gran éxito en el Théâtre des Variétés.
La popularidad de la obra creó una demanda de publicación de las historias; por tanto, Murger compiló la mayoría de las historias en una sola colección; y para ayudar a establecer la continuidad, agregó algo de material nuevo:
Un prefacio discutió el significado de “bohemio”, y un nuevo primer capítulo sirvió para presentar el escenario y los personajes principales.
Hasta el final, se agregaron 2 capítulos más, que envuelven algunos cabos sueltos, y ofrecen reflexiones finales sobre la vida bohemia.
Esto se convirtió en la novela, publicada en enero de 1851; y una 2ª edición se publicó más adelante en el año, en la que Murger agregó una historia más; por lo que la obra alcanzó tal éxito, que sacó a su autor de la pobreza; pero el autor había contraído la tuberculosis, enfermedad entonces terminal, y sabía que moriría joven… y así fue a los 38 años…
De la obra, 2 óperas se basaron más tarde en la novela:
“La Bohème” de Giacomo Puccini en 1896; y “La Bohème” de Ruggero Leoncavallo en 1897.
La primera es una ópera en IV actos, con música de Giacomo Puccini, y libreto en italiano de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, quienes simplificaron y aunaron los diferentes episodios de la novela por entregas de Henri Murger, la cual refleja las vivencias de Puccini durante los años de estudiante en el conservatorio de Milán, donde compartió habitación con el compositor Pietro Mascagni.
El estreno de “La Bohème” tuvo lugar en El Teatro Regio de Turín, el 1 de febrero de 1896, dirigido por un joven Arturo Toscanini.
La obra tuvo una acogida fría, tanto por parte del público como de la crítica; pero rápidamente se hizo popular por toda Italia y el resto del mundo; y siguió ganando popularidad internacional a principios del siglo XX; tanto que solo la Opéra-Comique había presentado ya la ópera 100 veces en 1903.
Como la obra teatral de 1849 de Murger y Théodore Barrière, el libreto de la ópera se centra en la relación entre Rodolfo y Mimì, acabando con su muerte.
También, como en la obra, el libreto funde 2 personajes de la novela:
Mimì y Francine, en un solo personaje, Mimì.
Gran parte del libreto es original; y ya en 1890, Giacomo Puccini era básicamente otro compositor italiano empobrecido, uno de los muchos que se disputaba el puesto de votación como heredero del gran Verdi.
Su primera ópera tuvo un éxito moderado, pero la 2ª fue un fracaso absoluto…
Esto llevó a los críticos de la ópera de la época, a escribir obituarios iniciales para el joven advenedizo de Lucca, antes de que los asombrara con su gran trabajo “Manon Lescaut” 3 años más tarde.
Fue el primero de lo que serían 4 colaboraciones con los libretistas Giuseppe Giacosa y Luigi Illica; y esto resultó ser una relación de trabajo forjada con disputas, quejas, y múltiples casi rupturas, pero a través de un golpe de suerte, perseveraron para producir 4 de las óperas más perdurables de todos los tiempos, comenzando con la ya mencionada “Manon Lescaut”
Puccini había estado buscando un tema durante meses, antes de que descubriera la obra de Henri Murger, una novela basada en la juventud irresponsable del autor, mientras se convertía en artista, y junto con Illica y Giacosa, Puccini trabajó durante 3 años para transformar el material en su forma dramática final.
En el camino hubo muchas revisiones, Illica y Giacosa a menudo se exasperaban, pero se quedaron; y Puccini trabajó duro para mejorar otra versión de la ópera que estaba siendo compuesta por su amigo y rival, Ruggero Leoncavallo.
La versión de Puccini la mejoró bastante, y el estilo de verismo notable, parecía mucho mejor que la comedia ligera del primer acto que compuso Leoncavallo.
Y es que ningún otro arte está tan en sintonía con el romanticismo fugaz, como la ópera; y flotando en el sentido de que los amarres de la mayoría de las obras operísticas están llenos de amoríos apasionados que invariablemente terminan en tragedia; la mayoría de los personajes moribundos, son mujeres de corta edad, aunque el fallecimiento mutuo es otro tema que se explora regularmente…
De esa manera, la historia se ambienta en París, en el período alrededor del año 1830, en el que un grupo de jóvenes artistas comparten una casa en el barrio de Montmartre, y con ello, su amistad, ilusiones y amores; pero centrándose esencialmente en el amor entre la modista llamada Mimì, y el poeta Rodolfo.
Se enamoran nada más conocerse, pero Rodolfo más tarde quiere dejar a Mimì por su comportamiento coqueto...
Sin embargo, Mimì está mortalmente enferma, y Rodolfo se siente culpable, pues su vida juntos, ha empeorado su salud aún más; y se unen de nuevo por un breve momento, antes de que ella muera.
Como dato, las principales tramas de los actos II y III, son invención de los libretistas, con solo unas pocas referencias de paso a incidentes y personajes de Murger.
La mayor parte de los actos I y IV, siguen la novela, juntando episodios de varios capítulos.
Las escenas finales de los actos I y IV; las escenas entre Rodolfo y Mimì, aparecen tanto en la obra teatral como en la novela.
La historia de su encuentro sigue fielmente el capítulo 18 de la novela, en la que los 2 amantes que viven en una buhardilla, no son Rodolfo y Mimì en absoluto, sino más bien Jacques y Francine.
La historia de la muerte de Mimì en la ópera, surge de 2 capítulos diferentes de la novela, uno referido a la muerte de Francine, y el otro a la de Mimì.
El libreto publicado, incluye una nota de los libretistas discutiendo brevemente su adaptación; sin mencionar la obra teatral directamente, defendieron la fusión de Francine y Mimì en un sólo personaje:
“¿Quién puede no detectar en el delicado perfil de una mujer, la personalidad tanto de Mimì como la de Francine?”
En aquella época, habiendo muerto Murger sin herederos, la novela era del dominio público, pero los derechos de la obra teatral, aún eran controlados por los herederos de Barrière.
Y La Bohème se convirtió en una de las óperas más populares de todos los tiempos, generando varias obras posteriores, basadas en la misma historia, como:
El musical de Broadway “Rent” (1996) de Jonathan Larson, donde los amantes se enfrentan al SIDA, y la acción progresa con canciones, haciendo una referencia directa a “La Bohème”
Muchos de los nombres de los personajes se conservan, o son parecidos; por ejemplo, el personaje Angel recibe el apodo “Schunard”, y en otro momento de la obra, el compañero de piso de Roger, y mejor amigo, Mark, hace una referencia irónica al “vals de Musetta” cuando Mark anuncia que Roger presentará una nueva canción, pero tras oír los primeros acordes dice “...que no se parezca al vals de Musetta”, que es un tema recurrente a lo largo del I acto, y se interpreta a lo largo del II acto.
Otra adaptación es la película “Boheemielämää” de Aki Kaurismäki, estrenada en 1992.
“Mi piaccion quelle cose che han sì dolce malìa, che parlano d'amor, di primavere, che parlano di sogni e di chimere, quelle cose che han nome poesia...
Lei m'intende?”
La Bohème es un musical del año 1965, dirigido por Wilhelm Semmelroth.
Protagonizado por Gianni Raimondi, Rolando Panerai, Gianni Maffeo, Ivo Vinco, Carlo Badioli, Mirella Freni, Adriana Martino, Virgilio Carbonari, Franco Ricciardi, Giuseppe Morresi, Carlo Forti, Angelo Mercuriali, entre otros.
El guión es de Giuseppe Giacosa, Luigi Illica, basados en la novela de Henri Murger, y basados en la ópera homónima de Puccini, un compositor italiano considerado entre los más grandes de fines del siglo XIX, y principios del XX; siendo un visionario, creando los conceptos de música que van a regir al cine durante el siglo XX; pues para él, el uso de pasajes modales o recursos politonales y la tonalidad o la atonalidad, eran cuestiones de efecto que estaban definidas por las necesidades dramáticas de la obra; y esta es, quizás, su ópera más famosa.
Entre las obras maestras del panorama operístico tardo-romántico, La Bohème es un ejemplo de síntesis dramatúrgica, estructurada en IV “cuadros”; por lo que la colaboración con Illica y Giacosa, fue ciertamente la más productiva de la carrera artística de Puccini.
A Luigi Illica, dramaturgo y periodista, le correspondía la tarea de esbozar el fondo, y definir la trama poco a poco, discutiéndola con Puccini, para acabar con un texto completo.
Mientras Giuseppe Giacosa, autor de comedias de éxito y profesor de literatura, le correspondía el delicado trabajo de poner en verso el texto, manteniendo tanto los aspectos literarios como los musicales, tarea que realizaba con gran paciencia y sensibilidad poética.
Como película, Franco Zeffirelli ha sido un importante director de producciones de ópera desde la década de 1950 en Italia, y en otros lugares de Europa, así como en los Estados Unidos; y comenzó su carrera en el teatro, como asistente de Luchino Visconti; luego probó suerte en la escenografía.
Esta es una producción de UNITEL de Alemania del Oeste (RFA), de la famosa ópera de Puccini, por primera vez en la gran pantalla, y con un diseño de producción creado por director de cine, productor y escenógrafo italiano, Franco Zeffirelli, y el gran conductor de orquesta austriaco, Herbert von Karajan, tanto dirigiendo la música, como siendo el supervisor artístico.
El productor fue Fritz Buttenstedt; con decorados de Paul Haferung; el diseñador de vestuario Marcel Haferung; y el director de televisión, Wilhelm Semmelroth.
La producción contó con estrellas de la ópera italiana, entre ellas:
La soprano Mirella Freni, el tenor Gianni Raimondi, y el barítono Rolando Panerai; siendo filmada en Milán y Múnich.
La acción tiene lugar en París, en la primera mitad del siglo XIX:
Allí, 4 amigos:
Colline (Ivo Vinco), Marcello (Rolando Panerai), Rodolfo (Gianni Raimondi) y Schaunard (Gianni Maffeo) comparten un ático cochambroso; y en Nochebuena deciden irse al Café Momus para celebrarlo.
Rodolfo presentará al grupo a Mimì (Mirella Freni), mientras Musetta (Adriana Martino) hace de las suyas…
Este encuentro, entre Rodolfo y Mimì, cambiará sus vidas para siempre.
Con su ópera, Puccini logra contar algo más que una triste historia de amor, es el poder del destino y el poder del amor, lo que encuentra su expresión tanto en las personas como en la música; aunque inevitablemente esta producción impone algunas limitaciones, y la calidad de video es de los años 60, puede parecer un poco aburrida, pero después de todo, es producto de su tiempo, y un registro vital de una de las producciones más exitosas de Zeffirelli; pues musicalmente los tempos son perfectos, gracias al renombrado director Herbert von Karajan, la Orquesta del Teatro alla Scala, y el elenco, que grabaron la banda sonora de la ópera de Múnich, mientras que Zeffirelli empleó ese ojo exquisito para el detalle, el decorado y el vestuario, para crear La Bohème más hermosa en película que se pudo lograr; y sin duda, la suerte y el tiempo permitieron que una versión cinematográfica tan magnífica de una ópera, se convirtiera en parte de la referencia cultural permanente; una obra de primer nivel, y una verdadera sensación de la vida bohemia en las afueras de París; siendo la ópera filmada de Franco Zeffirelli, una obra maestra de una obra maestra.
“O soave fanciulla, o dolce viso di mite circonfuso alba lunar in te, vivo ravviso il sogno ch'io vorrei sempre sognar!”
La Bohème es una de las óperas más accesibles, una buena “ópera prima”, debido a su música reconocible, y su atractiva historia y personajes; y si alguna ópera en película podría tener atractivo cruzado, es esta.
Esta producción, marcó un trío de “primeros”:
Fue la primera película de ópera producida por UNITEL, la primera película de música dirigida por Herbert von Karajan, y la primera gran producción cinematográfica de Franco Zeffirelli.
Producido en 1965, estaba basado en la aclamada producción de Zeffirelli de La Bohème en El Teatro alla Scala, en 1963; una producción que todavía se considera hoy en día, como uno de los mejores tratamientos de ópera en la película, y un clásico de la ópera en el siglo XX.
La producción de Zeffirelli, proporciona una visión ricamente satisfactoria de la tragedia romántica muy querida de Puccini.
La puesta en escena es opulenta, no menos en la forma en que Zeffirelli abre el Café Momus y lo convierte en un refugio cálido y vibrante para los bohemios y sus seguidores; pero son las relaciones lo que realmente importa aquí.
Todo es encantador, sublime, lírico, sentimental y cargado de emociones altísimas, por lo que este trabajo de IV actos de duración moderada, según los estándares de la ópera; y que en la película no se presentan como tales, sino que fluyen de manera cinematográfica; es insoportablemente conmovedor, y a lo largo del camino, muestra la música más hermosa jamás escrita.
La incomparable felicidad melódica de Puccini, a menudo atacada en su tiempo como “desvergonzada y llevando el corazón en la manga” por los cínicos, ahora se considera como una melodía anticuada, que muy pocos han podido emular con éxito.
La acción se desarrolla en El Barrio Latino de París, en el año 1840.
Acto I:
En la buhardilla de los 4 bohemios, Marcello pinta mientras Rodolfo mira por la ventana; como no tienen combustible y hace frío, utilizan los manuscritos del drama que está escribiendo Rodolfo para hacer fuego…
Colline, el filósofo, entra congelado y molesto por no haber podido empeñar unos libros.
Schaunard, el músico, llega con comida, madera, vino y dinero; y explica a sus compañeros la fuente de su súbita riqueza, un trabajo con un excéntrico caballero inglés…
¿Será prostitución?
Nadie le presta atención, porque caen sobre la comida, que es retirada rápidamente por Schaunard, y declarando que, en lugar de ello, todos celebrarán su buena suerte cenando en El Café Momus.
Mientras beben, llega Benoît, el casero, en busca del pago de la renta.
Los bohemios le engatusan ofreciéndole vino, y, en medio del efecto del alcohol, les narra sus aventuras amorosas, añadiendo que está también casado, ante lo cual, todos reaccionan con una indignación pacata, fingida, y le echan de la habitación sin pagarle la renta.
Finalmente deciden que lo mejor es utilizar ese dinero para irse de parranda por El Barrio Latino.
Los otros bohemios salen, pero Rodolfo se queda solo por un momento para terminar un artículo que está escribiendo, prometiendo reunirse con sus amigos pronto.
En ese momento, alguien llama a la puerta, y entra Mimì, una modista que vive en otra habitación del edificio.
Ha venido a pedir que le ayuden a encender nuevamente su vela, que se le ha apagado; y sale, pero regresa en seguida porque ha olvidado su llave…
En ese momento, ambas luces se apagan, y en la oscuridad deben buscar la llave…
Rodolfo, deseoso de pasar tiempo con Mimì, encuentra la llave, y se la guarda en el bolsillo, fingiendo inocencia.
Cuando sus manos tropiezan, ambos aprovechan la ocasión para contar la historia de sus vidas… y son interrumpidos por las voces de los amigos, impacientes, que han venido a buscar a Rodolfo, pero mientras él sugiere quedarse en casa con Mimì, ella decide acompañarlo.
Mientras se van, cantan su amor recién encontrado.
Acto II:
En El Barrio Latino de París, en las calles hay una gran multitud, junto con niños, que se divierte mientras los vendedores callejeros vociferan sus productos.
Aparecen los amigos, animados con alegría; y Rodolfo le compra a Mimì un sombrero rosado.
Los parisinos cotillean con sus amigos, y regatean con los vendedores; mientras los niños de las calles claman por ver las mercancías de Parpignol, el juguetero.
Los amigos entran en El Café Momus; y mientras los hombres y Mimì beben y comen en el café, aparece Musetta, ex de Marcello, acompañada de su rico y envejecido admirador, El Ministro del Gobierno, Alcindoro, a quien ella trata como si fuera un perrillo faldero.
Queda claro que se ha cansado de él; y ella intenta de varias maneras llamar la atención de Marcello, y lo logra cantando una sensual aria dedicada fingidamente a su nuevo amante, que hace las delicias de los parisinos, y avergüenza a su patrón.
Esta escena emana una decadencia erótica, ya que la profesión de Musetta es bastante clara, y la implícita promiscuidad de las coquetas maniobras del vals es altamente sexual.
Pronto, Marcello arde de celos, y para librarse un poco de Alcindoro, Musetta finge un dolor en un pie, por culpa del zapato que le aprieta demasiado, y hace que Alcindoro vaya a buscarle un nuevo par…
Durante la confusión que sigue, Musetta aprovecha para reunirse con su amado Marcello, y se reconcilian.
Cuando los bohemios deciden pagar la cuenta para marchar, encuentran que Schaunard no tiene suficiente dinero y, siguiendo una sugerencia de Musetta, deciden cargar la cuenta a Alcindoro.
Los soldados desfilan en la calle, y aprovechando la confusión, Marcello y Colline llevan a Musetta en brazos, y huyen, bajo la risa cómplice de los espectadores.
Cuando se han ido todos, Alcindoro llega con el par de zapatos buscando a Musetta, y el camarero le entrega la cuenta; horrorizado por el importe, Alcindoro se hunde en una silla.
Acto III:
En la aduana de Enfer, los vendedores ambulantes pasan la barrera, y entran en la ciudad.
Entre ellos está Mimì, tosiendo violentamente; que intenta encontrar a Marcello, quien vive en una pequeña taberna cercana donde él pinta anuncios para el tabernero.
Ella le cuenta lo difícil que se ha vuelto la vida con Rodolfo, que ha abandonado la casa la noche anterior; y Marcello le cuenta que Rodolfo está durmiendo en la taberna donde él vive también.
Rodolfo, que acaba de despertar, busca a Marcello, y entra en escena.
Mimì rápidamente se oculta, y oye a Rodolfo decirle primero a Marcello, que ha abandonado a Mimì debido a que es demasiado coqueta con otros hombres, pero luego confiesa que él tiene miedo de que ella esté consumiéndose lentamente por una enfermedad mortal, muy probablemente tuberculosis, conocida por la palabra comodín “consunción” en el siglo XIX.
Rodolfo, en su pobreza, poco puede hacer por ayudar a Mimì, y decidió fingir no amarla más para que ésta se olvide de él, y se vaya a vivir con otro hombre que pueda proporcionarle un modo de vida más confortable.
Marcello, preocupado por Mimì, intenta hacerle callar, pero ella ya lo ha escuchado todo… y se descubre a sí misma cuando tose violentamente.
Marcello les deja para volver con Musetta, mientras Rodolfo y Mimì cantan a su amor perdido; y planean separarse amistosamente, pero su amor mutuo es demasiado fuerte; y llegan a un compromiso:
Deciden permanecer juntos hasta que llegue la estación de las flores, la primavera, cuando el mundo revive de nuevo, y nadie se siente verdaderamente solo.
Mientras tanto, Marcello se ha unido con Musetta, y en la distancia se escucha su feroz discusión:
Un contrapunto opuesto a la reconciliación de la otra pareja, que se convierte en un cuarteto de Mimì, Rodolfo, Musetta, Marcello.
De esa manera, Marcello y Musetta intercambian insultos mientras Rodolfo y Mimì acuerdan permanecer juntos hasta la llegada de la primavera, convirtiendo el final del acto, en uno de los cuartetos más queridos en toda la ópera.
Acto IV:
El acto final se escenifica de nuevo en la buhardilla de los bohemios; y es bastante claro que han pasado unos meses.
Marcello y Rodolfo parecen trabajar, aunque están principalmente lamentándose por la pérdida de sus respectivas amadas…
Schaunard y Colline entran con una cena muy frugal, que consiste de algo de pan y un arenque, y los 4 parodian un delicioso banquete, cantando y bailando, un gavota; pero Musetta entra alarmada con noticias:
Mimì, que aceptó a un vizconde después de dejar a Rodolfo en la primavera, ha dejado a su protector… y la ha encontrado vagando por las calles, muy debilitada por su enfermedad, y se la ha traído consigo a la buhardilla.
Todos ayudan a la chica, demacrada y pálida, a sentarse en una silla; y preocupados, Musetta y Marcello salen de la habitación para vender las joyas de ella, y así comprar algunas medicinas; mientras Colline sale para empeñar su abrigo… y Schaunard, instado por Colline, se marcha calladamente para dejar a Mimì y Rodolfo tiempo juntos.
Solos, Rodolfo y Mimì, recuerdan sus tiempos felices… recuerdan su primer encuentro, las velas, la llave perdida, y para placer de Mimì, Rodolfo le entrega el sombrerito rosado que él le compró a ella, y que ha conservado como un recuerdo de su amor.
Regresan todos, con un manguito como regalo para calentar las manos de Mimì y alguna medicina; le dicen a Rodolfo que han llamado al médico; y se postran a los pies de la cama, Musetta reza una plegaria, y Mimì, inadvertidamente, queda inconsciente.
Mientras Musetta reza, Mimì muere…
Schaunard descubre a Mimì sin vida; y Rodolfo cae en cuenta, y grita:
¡Mimì...!
Angustiado, llora sin poder contenerse.
Con una de las puestas en escena más conmovedoras y más impresionantes para la época, la película de Zeffirelli y Karajan, que juntos colaboraron en varias ocasiones desde 1963 en Milán, Salzburgo, Viena y Moscú y, finalmente, en el cine con esta obra de Puccini, se logró una película de emociones, porque son las cosas aparentemente triviales las que reciben una gran atención aquí.
Zeffirelli, cuyo ojo pictórico y su tradicionalismo estético encajan perfectamente en una obra que cuenta con escenarios deslumbrantes; usa su cámara para acentuar algunos puntos más importantes:
La caída de llaves en el I acto, que es normalmente oscura en las producciones teatrales, pero es rescatada aquí por el primer plano de “zoom”; o durante el delicioso segmento en El Café Momus, donde el director se balancea hacia adelante y hacia atrás, de acuerdo con el movimiento que solo podía hacerse en una escena como parte de la imagen general en el escenario.
De esa manera, la atención de Zeffirelli al movimiento físico, se complementa magníficamente; siendo un director generoso con los primeros planos de sus estrellas, como la ahora legendaria Mirella Freni, que en ese momento estaba adquiriendo una suprema prominencia; y el subestimado Gianni Raimondi, cuya voz robusta y bien modulada, da más autenticidad para el bohemio que está interpretando; y físicamente, él es apropiadamente indescriptible, perfecto de una manera que no lo eran otros cantantes de alto perfil como Lucio Pavarotti.
Mientras la voz plateada de Freni, y sus expresiones faciales, son el dominio del director de cine, y en este sentido, tales capturas prevalecen sobre cualquier cosa que se pueda negociar en un teatro de la ópera.
Los cantantes, excepcionales todos, fueron interpretados por:
Rolando Panerai como Marcello, Gianni Maffeo como Schaunard e Ivo Vinco como Colline, mientras que como Musetta, Adriana Martino, es totalmente extraordinaria en su gran número.
Mientras la dirección de Karajan, imposible que no apareciera, que hecho su cameo es al inicio; no se ve superada en ningún otro video de esta obra, y Zeffirelli nunca hizo una mejor película de ópera, y eso que ha hecho otras mucho peores.
Aquí no hay excesos ni contradicciones visuales de la música o el texto.
La evocación del París decimonónico, es completamente convincente:
Los escenarios, la situación de pobreza en la que viven los personajes principales, todos se unen para hacer una bella obra de arte; con ese entorno perfecto que capturó las relaciones entre los personajes y los trajes del período.
También me encantó la fotografía, que es fluida y hábil; y al ver esto como una ópera entre otras óperas, aprecié algunas de las elecciones hechas por los creadores de la película; lo más importante es que no hicieron nada para distraer a los personajes o la música.
Los decorados están en su mayoría en tonos tierra apagados, con ocasionales salpicaduras de rojo o amarillo.
Los fondos son claramente cuadros, al igual que para una ópera escenificada; y tal vez eso es su factura más cara, pues la hace ver artificial, nada verista como pudo ser mejor tirar todos los escenarios a lugares reales y exteriores.
En cuanto al usan, usan gestos expresivos, y la iluminación es apropiada para ellos, salvo en algunas ocasiones, como en el I acto, que la luz es demasiado artificial, y en algunos casos, una mejora sobre las limitaciones de la iluminación escénica, como en El Café, pero no así en los actos I, II, y IV.
Aunque la cámara generalmente se configura “en la audiencia”, a veces se acerca para resaltar las expresiones faciales; y por ello La Bohème es bastante conmovedora por esa cercanía, y particularmente en el acto II, hay momentos de humor, como la incredulidad del gasto de la cuenta de la cena, y la picardía de Musetta.
Por tanto, Zeffirelli hace un buen trabajo con los valores de producción; pues de todos los videos disponibles de La Bohème, este es de lejos, el mejor.
Del reparto, Mirella Freni es casi perfecta, cantada con una claridad conmovedora, tiene el aspecto de una estrella del pop de los 60, y el trabajo con la cámara es un tanto poco sofisticado, pero el canto todavía pone al oyente a través del escurridor; pues no es sólo su hermosa voz, la sensación que pone en su canto, y la humildad y amabilidad que proyecta, y la forma en que retrata al personaje que interpreta, dan con la situación.
Tomar en cuenta que esta película fue hecha antes de que Luciano Pavarotti alcanzara fama mundial, por lo que otro tenor, Gianni Raimondi, fue seleccionado.
No tiene el encanto vocal que Pavarotti podría haber aportado al papel, pero es un excelente y elegante cantante; y lucha con valentía para llegar a un acuerdo con sus defectos emocionales; mientras Adriana Martino como Musetta, tiene algunos buenos momentos cómicos antes de hacer su parte vital en la tristeza abrumadora de las escenas finales.
Alimento del alma para los trágicamente inclinados.
Ni hablar de Panerai, todo un grande como cantante y actor; junto a Maffeo y Vinco, dan la talla que se espera de una producción de lujo.
Creo que hizo falta algo más de entrega a la hora de plantear una obra de esta calidad histórica, pues la mayoría de los espectadores no italianos, que no están familiarizados con la ópera, no la apreciarían del todo por no tener subtítulos o resúmenes de hechos o escenas, o rótulos explicativos del tiempo y/o lugar.
Un espectador, necesitaría conocer la historia, o tener un libreto, diálogo impreso, para referirse y para entender, qué está pasando; sin embargo, la belleza de la música puede ser suficiente para muchos.
Como dato, en 1957, la viuda de Illica murió, y sus papeles fueron entregados al Museo de Parma; y entre ellos estaba el libreto completo de La Bohème.
Se descubrió que los libretistas habían preparado un acto que Puccini decidió no usar en su composición; y destaca por explicar las afirmaciones celosas de Rodolfo a Marcello en el Acto III.
El acto desaparecido, se encuentra en la línea temporal entre la escena en El Café Momus y el Acto III; y describe una fiesta al aire libre en las habitaciones de Musetta.
Su protector, ha rechazado pagar la renta debido a sus sentimientos celosos, y el mobiliario de Musetta es trasladado al patio para ser subastado la mañana siguiente.
Los 4 bohemios encuentran en esto, una excusa para celebrar una fiesta, y preparan vino y una orquesta; mientras Musetta entrega a Mimì un bello traje para que lo luzca, y la presenta a un vizconde…
La pareja baila una cuadrilla en el patio, lo que provoca los celos de Rodolfo.
Esto explica por qué en el Acto III, menciona el “moscardino di Viscontino”, o “ese petimetre de vizconde”
Al acercarse la mañana, los comerciantes de muebles se van llevando las piezas para la subasta.
Con ello se cierran muchas dudas entre lo que sucede entre actos II y III.
Por último, la partitura de Puccini, realizada con la moderada pasión de Herbert von Karajan, se desarrolla de una manera maravillosamente lineal, con algunas de sus arias y duetos más intensos que sustentan la evolución de los artistas bohemios, particularmente Rodolfo y Marcello, desde egoístas inmaduros, hasta redondeados seres humanos, pero tocados por la tragedia.
“Quando men vo soletta per la via, la gente sosta e mira e la bellezza mia tutta ricerca in me da capo a pie'...”
La Bohème de Giacomo Puccini, bien puede ser la ópera más popular de todos los tiempos, si examinamos algunas estadísticas reveladoras.
Ciertamente puede haber pocas dudas de que es la composición más perfecta de las obras del compositor, y la que cuenta con la mayor claridad de estructura.
También es una de las óperas más mencionadas por los musicólogos que han convertido a los no creyentes de la forma; de esa manera, La Bohème es la elección perfecta para la primera introducción a la ópera, ya sea en el teatro, a través de la transmisión HD, o en un CD de audio.
Actualmente, La Bohème es una de las óperas más destacadas del repertorio operístico estándar, y aparece como la 4ª más representada en todo el mundo.
Por ejemplo, en 1946, 50 años después del estreno de la ópera, Toscanini dirigió una representación con la Orquesta Sinfónica de la NBC.
Esta representación, fue con el tiempo publicada en disco y en CD; y es la única grabación de una ópera de Puccini, hecha por su director original; junto a Jan Peerce como Rodolfo, y Licia Albanese como Mimì.
Mientras que el gran tenor, considerado “el mejor de todos los tiempos”, Enrico Caruso, estuvo estrechamente asociado con el papel de Rodolfo, y grabó la famosa aria “Che gelida manina” en 1906; aria que ha sido registrada por casi 500 tenores en al menos 7 idiomas diferentes, entre 1900 y 1980.

“D'onde lieta uscì al tuo grido d'amore, torna sola Mimì al solitario nido.
Ritorna un'altra volta a intesser finti fior.
Addio, senza rancor.
Ascolta, ascolta.
Le poche robe aduna che lasciai sparse.
Nel mio cassetto stan chiusi quel cerchietto d'or e il libro di preghiere.
Involgi tutto quanto in un grembiale e manderò il portiere...
Bada, sotto il guanciale c'è la cuffietta rosa.
Se... vuoi... serbarla a ricordo d'amor!...
Addio, senza rancor”



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