Madame Butterfly

“Vogliatemi bene, un ben piccolino, un bene da bambino, quale a me si conviene.
Vogliatemi bene.
Noi siamo gente avvezza alle piccole cose umili e silenziose, ad una tenerezza sfiorante e pur profonda come il ciel, come l'onda del mare!”

El último cuarto del siglo XIX y el primero del XX, es un período histórico complejo, marcado por la aparición del Capitalismo y el desarrollo del colonialismo, que permite conocer antiguas civilizaciones, sus sistemas de vida y su gente, hasta ese momento prácticamente desconocidos.
Japón, con La Revolución Meiji, se abre a Occidente tras siglos de aislamiento, y comienzan a fluir los intercambios culturales en ambas direcciones.
El fenómeno del “japonismo” se extiende, y esa captación y recepción de “lo japonés” marcará al hombre occidental.
En el ámbito literario, el reflejo de Japón se dejará sentir en numerosas obras, y las descripciones de los autores conformarán una imagen singular e idílica del “País del Sol Naciente”
Y es que el camino doloroso de una mujer, de la ingenuidad infantil a la duda y a la resignación última, dibuja la heroína más desgarradora que nos muestra con mucha delicadeza esa transformación, en lo literario y luego en lo musical, consiguiendo uno de los personajes más humanos, sensibles y fascinantes de la historia; que como las mariposas, no nacen mariposas, tal como las conocemos:
Primero son orugas, se alimentan, crecen y se transforman en crisálidas…
Luego sufren grandes cambios metabólicos y morfológicos, en una metamorfosis que las volverá verdaderas mariposas.
Así que lo exótico estaba de moda en el teatro, a finales del siglo XIX:
Julien Viaud, conocido como Pierre Loti, fue un escritor francés y Oficial de La Marina Francesa, autor de novelas de estilo impresionista; y en su mejor momento fue sin dudas el mejor escritor descriptivo de la época.
En la delicada exactitud con que reproducía la impresión que le daban sus propios nervios de alerta por formas, colores, sonidos y perfumes desconocidos, Loti no tenía rival.
Pero no estaba satisfecho con este encanto exterior; deseaba mezclar con ello una sensibilidad moral del más extremo refinamiento, a la vez sensual y etéreo; y muchos de sus mejores libros, son largos sollozos de memoria arrepentida, tan personales, tan íntimos, que un lector se sorprende de encontrar tal profundidad de sentimiento compatible con el poder de registrar minuciosamente y públicamente lo que se siente.
A pesar de la belleza, la melodía y la fragancia de los libros de Loti, sus gestos tienden a abrumar al lector, y sus últimos libros de descripción pura, fueron bastante vacíos; pero sus mayores éxitos se obtuvieron en la especie de confesión, a medio camino entre la realidad y la ficción, que ensayó en sus primeras obras.
Sin embargo, cuando se han ensayado todas sus limitaciones, Pierre Loti sigue siendo, en el mecanismo del estilo y la cadencia, uno de los escritores franceses más originales y perfectos de la segunda mitad del siglo XIX.
Loti viajó a Japón en 1885, que lo llevó a inspirar una novela:
“Madame Chrysanthème” (1888) que es una novela inspirada en la experiencia del autor, presentada como el diario autobiográfico de un oficial naval que estuvo casado temporalmente con una mujer japonesa, Kiku “Crisantemo” née Kane, mientras estaba destinado en Nagasaki, Japón; pero el 12 de agosto, y con 35 años, se va de Nagasaki…
Este matrimonio, al cual los padres dieron su consentimiento, fue arreglado por un agente y registrado por la policía local; y solo dura el tiempo de la estadía, posteriormente, la joven podría casarse con un japonés.
Esta práctica era común en El Imperio Japonés, incluso si es cara para el extranjero.
Originalmente escrito en francés, “Madame Chrysanthème” fue muy exitosa en su día, llegando a 25 ediciones en los primeros 5 años de su publicación con traducciones a varios idiomas, incluido el inglés; y se ha considerado un texto clave en la configuración de las actitudes occidentales hacia Japón en el cambio de siglo XX; y contribuyó enormemente a la fama de Loti; por lo que participa en el interés mostrado en Francia por El Lejano Oriente y Japón en particular, a pesar de la descripción mixta de Loti.
Una ópera del mismo nombre se basó en el relato, producida en 1893, es una comedia lírica, con Prólogo, IV actos y un Epílogo, sin diálogo hablado, con música de André Messager, según un libreto de Georges Hartmann y Alexandre André.
André Charles Prosper Messager, fue un compositor y director de orquesta francés; que montó la historia de una geisha traicionada, “Madame Chrysanthème”
El quid de la trama era sobre una joven geisha japonesa, cortejada y luego abandonada por un marinero extranjero.
El tratamiento de la historia por Messager, fue elogiado por su sensibilidad, por elevar la “opérette” al nivel de “la comédie lyrique”, pero era un artista autocrítico, y sentía que se había desviado demasiado en la dirección de la ópera, y lejos de su género elegido.
Sin embargo se destaca en la alternancia de actos en espacios públicos y privados, que proporciona otros aspectos del Japón, recordando al oyente, un mundo efímero efectivamente fuera del alcance de los europeos.
No obstante, los libretistas de Messager, cambiaron el apego cínico original de Loti entre los personajes principales, por una historia de amor más genuina, además de crear el conflicto celoso entre los 2 marineros; y con un punto culminante de la partitura, en el aria de soprano “Le jour sous le soleil béni...”
Después esto, Messager simplificó conscientemente su estilo, reduciendo en gran medida las sutilezas armónicas que habían sido características de sus obras anteriores.
John Luther Long, fue un abogado y escritor estadounidense, conocido por su cuento “Madame Butterfly” (1898), basado en los recuerdos de su hermana, Sara Jennie Correll, que había estado en Japón con su esposo, un misionero metodista, y que se vio influenciada por la novela de Pierre Loti, “Madame Chrysanthème”
El cuento fue publicado en Century Magazine, junto con algunas de las otras obras cortas de ficción de Long.
La historia de Long, se basó en la madre biológica de Tomisaburo, el hijo adoptivo británico-japonés de Thomas Blake Glover y su esposa japonesa.
La madre biológica de Tomisaburo, era Maki Kaga, que trabajaba en el distrito de placer de Nagasaki, sin embargo, Glover no era su padre.
Fue la hermana de Long, Sara Jane Correll, quien utilizó por primera vez el nombre “Cho-Cho-San” para Maki Kaga.
La historia también tiene muchas similitudes con la novela semi-autobiográfica de Pierre Loti, “Madame Chrysanthème”, que también se ambienta en Nagasaki, y se adaptó a una ópera.
Y es que el uso prolongado de lo exótico y lo clásico en el cuento “Madame Butterfly”, reflejó la mezcla de estilos japoneses y tradicionales en el movimiento de artes y oficios de finales del siglo XIX, y la fascinación estadounidense con Japón, que comenzó con “la apertura de Japón” por Matthew C. Perry en 1854.
Por último, pero no menos importante, David Belasco fue un productor teatral estadounidense, empresario, director y dramaturgo; y el primer escritor en adaptar el cuento “Madame Butterfly” al escenario con el nombre:
“Madame Butterfly: A Tragedy of Japan”
Belasco fue pionero en muchas formas innovadoras de iluminación escénica y efectos especiales para crear realismo y naturalismo; y no solo fue famoso por adaptar ese cuento; sino también lo fue por escribir “The Girl Of The Golden West” para el escenario, ambas obras fueron posteriormente adaptadas como óperas de Giacomo Puccini, como:
“Madama Butterfly” y “La Fanciulla del West” respectivamente.
“Madame Butterfly: A Tragedy of Japan” es una historia corta basada en la obra de John Luther Long; y se estrenó el 5 de marzo de 1900, en el Herald Square Theatre de New York, y se convirtió en una de las obras más famosas de Belasco.
De esa manera, tras estrenarse en New York se trasladó a Londres, donde el famoso compositor, Giacomo Puccini la vio en el verano de ese año.
“Madama Butterfly” es una ópera en III actos, originariamente en II actos; con música de Giacomo Puccini y libreto en italiano de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica.
Puccini basó su ópera en parte en el cuento “Madame Butterfly” (1898) de John Luther Long, que a su vez se basó en historias contadas a Long por su hermana Jennie Correll, y en la novela francesa semi-autobiográfica de 1887, “Madame Chrysanthème” de Pierre Loti; y según otros, la ópera se basó en acontecimientos que realmente ocurrieron en Nagasaki, a principios de los años 1890.
Personalmente, en la vida de Giacomo Puccini, el comienzo del siglo XX coincidió con el inicio de un periodo difícil:
Su última ópera, estrenada en 1900, “Tosca”, consiguió un éxito de público, pero la crítica le había sido reticente…
Puccini se sentía obligado a redimirse con una obra que fuera un éxito inequívoco, no discutido por nadie, ni por los espectadores ni por los medios especializados; y durante los años siguientes, sufrió un severo bloqueo, y fracasó una y otra vez en la elección de un tema que estimulara su imaginación.
Los 4 primeros años del nuevo siglo, estuvo estudiando varias posibilidades, que iban, desde lo cómico como montar “Cyrano de Bergerac”; a lo épico con “Les Misérables”; pasando por lo rotundamente sádico… “The Lady, or The Tiger?”
Pero lo obra que finalmente surgiría, de este periodo de angustia y reflexión, sería algo mucho más íntimo y doloroso de lo que hubiera resultado elegir cualquiera de las otras posibilidades
Puccini escribió 5 versiones de la ópera:
La versión original de la ópera, en II actos, fue estrenada el 17 de febrero de 1904, en El Teatro alla Scala de Milán.
Obtuvo muy mala recepción del público y la crítica, a pesar de la presencia de destacados cantantes, como la soprano Rosina Storchio, el tenor Giovani Zenatello y el barítono Giuseppe De Luca en los papeles principales.
Esto se debió en gran medida a que se acabó tardíamente, y al tiempo de ensayo inadecuado.
Puccini retiró la ópera, y la reescribió notablemente, dividiendo el II acto en 2, y haciendo otros cambios.
La 2ª versión revisada, que conquistó a la audiencia, se estrenó en Brescia el 28 de mayo de 1904; siendo esta la que se estrenó en los Estados Unidos en 1906, primero en inglés el 15 de octubre de 1906 en El Teatro Columbia de Washington D.C., y después el 12 de noviembre del mismo año, en El Teatro Garden de New York, por La Compañía de Ópera Inglesa de Henry Savage, así llamada porque se interpretaba en traducciones al inglés.
En 1906, Puccini escribió una 3ª versión, que se interpretó en el Metropolitan Opera de New York, el 11 de febrero de 1907, y contó con la presencia de Puccini, y cantaron Geraldine Farrar y Enrico Caruso.
Aun así, en 1907, Puccini hizo varios cambios en la partitura orquestal y vocal, y esta se convirtió en la 4ª versión, que se representó en París.
Finalmente en ese mismo año, Puccini hizo su revisión final de la ópera, en una 5ª versión, que se conoce ya como “la versión estándar”, que es la que se interpreta más a menudo en el mundo; sin embargo, la versión original de 1904, también se representa ocasionalmente.
Decir que “la versión de París” es la que habitualmente escuchamos; tiene como característica que siendo la más corta de todas, resulta la más eficaz dramática y musicalmente; pues se despojó a la obra de todo lo accesorio, quedando únicamente el conflicto de Butterfly, que en definitiva, es lo que mantiene viva la ópera; y como venía haciendo con todos sus libretos, el músico colaboró con los libretistas, sugiriendo constantemente modificaciones, hasta el punto que no es exagerado considerarle coautor del texto.
Como era habitual, él se documentó concienzudamente sobre el asunto; y se relacionó con la actriz dramática japonesa, Sada Jacco, mientras estaba de gira por Italia y Francia; y fue gracias a ella que se familiarizó con la sonoridad del idioma y las canciones.
Más tarde se procuró grabaciones, partituras y libros sobre ceremonias religiosas, costumbres y arquitectura japonesa.
En ella describió, entre otros usos y costumbres del Japón, la posibilidad de contraer matrimonio temporal con una geisha…
Todas las personas en tránsito, eran los beneficiarios de esa medida; y la relación terminaba cuando el viajero regresaba a su país de origen.
De esa manera puede decirse que la obra de Loti, contiene ya el nudo argumental de la ópera, con un delicado retrato de la protagonista y rasgos diversos del futuro Pinkerton; que en su época, estaban muy de moda los temas exóticos, y en especial, el amor entre 2 culturas diferentes.
La ópera tomó forma en el tiempo de 1904; respetando el lugar original:
Nagasaki, Japón.
Acto I
En 1904, un oficial naval estadounidense llamado Pinkerton, alquila una casa en una colina en Nagasaki, Japón, para él y su próxima esposa, a la que llama “Butterfly”; pero su verdadero nombre es Cio-Cio San, la palabra japonesa Cio-Cio para “mariposa”, mientras San es un simple honorífico.
Ella es una niña japonesa de 15 años, con quien se está casando por conveniencia, y tiene la intención de abandonarla una vez que encuentre una esposa estadounidense adecuada, ya que las leyes de divorcio japonesas son muy laxas.
La boda se llevará a cabo en la casa; y Butterfly había estado tan emocionada de casarse con un estadounidense, que anteriormente se había convertido secretamente al cristianismo.
Después de la ceremonia de la boda, su tío no invitado, un Bonzo, que se ha enterado de su conversión, viene a la casa, la maldice, y ordena a todos los invitados que se vayan, lo que hacen al renunciar a ella.
Pinkerton y Butterfly, cantan un dúo de amor, y se preparan para pasar su primera noche juntos.
Acto II
3 años más tarde, Butterfly todavía está esperando que vuelva Pinkerton, ya que se había ido poco después de su boda...
Su doncella, Suzuki, intenta convencerla de que no volverá, pero Butterfly no la escuchará.
Goro, el agente matrimonial que arregló su matrimonio, sigue tratando de casarla de nuevo, pero ella tampoco lo escucha…
El cónsul estadounidense, Sharpless, llega a la casa con una carta que recibió de Pinkerton, en la que le pide que le avise a Butterfly:
Pinkerton regresará a Japón, pero Sharpless no puede terminarlo porque Butterfly se emociona mucho al escuchar que Pinkerton regresará.
Sharpless le pregunta a Butterfly, qué haría si Pinkerton no volviera...
Luego revela que dio a luz al hijo de Pinkerton después de que se fue, y le pide a Sharpless que se lo cuente.
Posteriormente, desde la casa de la colina, Butterfly ve el barco de Pinkerton llegar al puerto…
Ella y Suzuki se preparan para su llegada, y luego esperan…
Suzuki y el niño se duermen, pero Butterfly permanece despierta toda la noche, esperando que llegue…
Acto III
Suzuki se despierta por la mañana, y Butterfly finalmente se duerme.
Sharpless y Pinkerton llegan a la casa, junto con la nueva esposa estadounidense de Pinkerton, Kate.
Han venido, porque Kate aceptó criar al niño; pero cuando Pinkerton ve cómo Butterfly ha decorado la casa para su regreso, se da cuenta de que ha cometido un gran error.
Él admite que es un cobarde, y no puede enfrentarla, dejando a Suzuki, Sharpless y Kate, para darle la noticia a Butterfly.
Acordando dejar a su hijo si Pinkerton viene a verla, Butterfly luego reza a las estatuas de sus dioses ancestrales, se despide de su hijo, y lo ciega…
Ella pone una pequeña bandera estadounidense en sus manos, y se esconde detrás de una pantalla, cortándose la garganta con el cuchillo “harakiri” de su padre.
Pinkerton se apresura, pero ya es demasiado tarde… y Butterfly muere.
Toda la obra gira en torno a Madama Butterfly:
Su presencia continua nos dice que el perfil psicológico y dramático está bien definido.
Vocalmente, este papel largo, hermoso e intenso, está destinado a una soprano lírica, aunque también lo han abordado, con mayor dificultad, las sopranos lírico-spinto.
Es un personaje con alto contenido emocional, que evoluciona de niña a mujer, desde sus 15 años a los 18.
Emocionalmente marcada, ha visto a su padre morir por exigencias del Mikado, y por eso reniega de su sociedad y de su religión.
Su relación con Pinkerton, le ayuda a crearse un mundo aparte, en el que sus únicas razones para vivir, son el retorno de su esposo y el hijo de ambos.
Pero la catástrofe va unida al carácter de la geisha, que no puede hacer nada… salvo 3 alternativas:
Un matrimonio con Yamadori, regresar a su antigua profesión de geisha; y la muerte como la opción más honorable.
El conflicto moral planteado, lo resuelve con la anulación de sí misma, con lo que se transforma en una auténtica heroína, actitud bien poco corriente.
Por último decir que Cio-Cio-San ve a los Estados Unidos como un ideal de modernidad, libertad y progreso.
Por su parte, El Teniente Benjamin Franklin Pinkerton, es un tenor lírico, que ha sido cantado por los grandes tenores clásicos; y dramáticamente es el mero ejecutor de la tragedia.
Esto es así en la primera versión novelada, pero en la ópera es algo más:
Él tiene mayor complejidad, siente arrepentimiento aunque lo expresa de forma poco sincera; al tiempo que es un símbolo de la prepotencia yanqui, un guaperas abusón, que sabe cómo beneficiarse de los tratados desiguales.
“En este país, las casas y los contratos son elásticos”, como le comenta al Cónsul Sharpless, al mostrarle su hogar pretendidamente conyugal.
Además le confía:
“He comprado la casa por 999 años, pero puedo cancelar el contrato cada mes.
¡Es fantástico!”
Y canta su filosofía sin ningún rubor:
“Por el ancho mundo, el yanqui vagabundea, gozando y traficando”; y le confiesa que después de su aventura japonesa, un día se casará “en una boda de verdad y con una esposa estadounidense”
Pinkerton es, en definitiva, un sinvergüenza integro, y todavía lo era más en la versión original del estreno.
Mientras El Cónsul en Nagasaki, Sharpless, es un papel para barítono de exigencias modestas; se describe como un hombre noble, y con sentido común, virtudes absolutamente ausentes en su compatriota.
Tanto él como la sirvienta, Suzuki, tratan de situar a Butterfly frente a una realidad cuya aceptación supone para ella la muerte.
Suzuki es la criada fiel de Butterfly, un papel que ha de ser defendido por una mezzosoprano; y junto a Sharpless y Goro, tratan, en vano, de aproximar a la protagonista a la visión práctica de la vida, sugiriéndole que se case con El Príncipe Yamadori.
Goro, casamentero y alcahuete que todo lo enreda, es un rol para tenor ligero; y el resto del reparto corresponde a:
El Príncipe Yamadori en un barítono; el tío Bonzo en un bajo; El Comisario Imperial en un bajo; El Oficial del Registro en un barítono; y otros papeles menores, como familiares, amigos y pueblo.
En el fondo, desde sus primeras obras, Puccini se mostró dueño de un lenguaje propio característico que lo hace inconfundible.
Su talento creador, brilló especialmente al perfilar sus personajes femeninos; y no es por casualidad que 7 de los 12 títulos de sus óperas, tengan nombres de mujer.
Musicalmente, la partitura de “Madama Butterfly” pone a la orquesta como protagonista en el centro de la acción dramática, con claras influencias francesas, rusas y wagnerianas.
De hecho, Puccini había sido el primer italiano a llevar con éxito popular el discurso musical proveniente del foso, a una verdadera y profunda función esencial en la escena; y en su busca tímbrica de “lo exótico del país del Sol Naciente”, para recrear esa atmósfera, además de usar ciertos modelos melódicos y armónicos de carácter oriental, recurre a la introducción de instrumentos de percusión originarios de Japón, como campanas o “tam-tam”, haciendo un extendido uso de tambores y platos.
En contraposición, el uso del entonces “Himno de La Marina de Estados Unidos” o “Barras y Estrellas”, hoy himno oficial del país; pero lo que sentimos directamente en la orquesta, es el constante vaivén de temas compartidos con las voces en la escena, a veces como narradora, a veces precursora, o simplemente que acompaña para subrayar la evolución del terrible drama que sufre la protagonista.
Aunque la vocación operística de Puccini le nació de muy joven viendo la “Aida” de Verdi, era un ferviente partidario de Wagner, cuya paleta orquestal resuena en toda su obra.
Como fruto de investigaciones que hizo sobre el Japón, incluyó en “Madama Butterfly”, más o menos modificados, diversos temas originales japoneses.
En sentido contrario, algunas frases musicales parecen orientales, y realmente son creaciones del compositor.
También, Puccini utilizó con mayor frecuencia la escala pentatónica, usada para dar sabor oriental a la música; y su presencia puede reconocerse en varios pasajes que preceden a la boda, en el tema de Yamadori, y otros más.
Salvo en momentos aislados, la atmósfera exótica estimuló la creatividad del maestro, haciendo que la música de esta ópera resulte bella, pues refleja sensibilidad en cada acorde.
Retomando el papel de Cio-Cio San, para señalar la dificultad extrema del rol, baste decir que la soprano Mirella Freni nunca se ha atrevido a cantarla en escena, debido a que pone a dura prueba, no sólo la dificultad y resistencia vocal, sino la faceta puramente emocional.
Y es que el papel de la protagonista en esta ópera es inmenso, omnipresente, exceptuando la introducción y el inicio de la 2ª parte del acto final, la soprano domina siempre la escena, con un repertorio de emociones que recorren casi toda la paleta posible:
Locura, alegría, amor, esperanza, ingenuidad, desesperación… así que resulta muy necesario que la intérprete sea una verdadera actriz-cantante.
No menos complicada es la parte estrictamente de técnica vocal:
El primer reto es superar a una gran orquesta con numerosos momentos de explosión dramática, con la obligación de no hacer perder al oyente la profunda intensidad emocional.
Además, al inicio deberá subir al agudo con soltura para corresponder al, casi podríamos decir, infantil personaje que dibujó Puccini, una mujer-niña de 15 años con algunos toques de locura o inestabilidad emocional.
Así pues, el ideal sería una soprano lirica “spinto” o dramática, con facilidad para el agudo, mucha resistencia vocal, gran “squillo”, y que las emociones no lleguen a traicionarla en escena.
Por supuesto, casi todas las grandes sopranos han querido enfrentarse a este papel:
Desde Claudia Muzio hasta Maria Callas, Renata Tebaldi, Leontyne Price, Anna Moffo, Raina Kabaivanska o Montserrat Caballé.
Entre 1915 y 1920, la cantante de ópera más conocida de Japón, Tamaki Miura, obtuvo fama internacional por sus representaciones como Cio-Cio San.
Su estatua, junto con la de Puccini, puede encontrarse en El Jardín Glover en Nagasaki, la ciudad donde se ambienta la ópera.
Como dato, debido a las connotaciones negativas del personaje del Teniente yanqui, Pinkerton, la ópera fue suspendida en Estados Unidos durante los años de La Segunda Guerra Mundial, por el enfrentamiento bélico entre Japón y Estados Unidos.
“Io sono la fanciulla più lieta del Giappone, anzi del mondo.
Amiche, io son venuta al richiamo d'amor...”
Madame Butterfly es un musical del año 1995, dirigido por Frédéric Mitterrand.
Protagonizado por Richard Cowan, Richard Troxell, Ying Huang, Ning Liang, Jing Ma Fan, Christopheren Nòmura, Constance Hauman, Kusakabe Yo, Kamel Touati, Miki-Lou Pinard, Yoshi Oida, Qing Wu, Nabil Agoun, Lofti Bahri, Salem Zahrouni, entre otros.
El guión es de Frédéric Mitterrand, Giuseppe Giacosa & Luigi Illica; con música de la ópera homónima de Puccini.
La trágica historia del amor entre una geisha y un oficial de EEU, da lugar a esta suntuosa y emotiva adaptación de la ópera “pucciniana”
Para el año 1995, el cineasta francés, Frédéric Mitterrand, filmó con esta Madama Butterfly, una de las últimas óperas en versión película, quizás incluso la última, que realmente ofrece interés.
La idea era la de contar la historia de Cio-Cio-San, con realismo visual y calidad cinematográfica, y el resultado es una película visualmente bellísima, que a pesar de tener algunos altibajos, resulta totalmente efectiva.
Con una coproducción múltiple, avalada por un al parecer cada vez más común “Martin Scorsese presenta”, el filme es una versión con cantantes que encarnan con todo rigor a sus personajes.
La dirección musical es de James Conlon, al frente de La Orquesta de París y El Coro de Radio France.
La película, bellísima, se filmó en Túnez durante 3 meses; y es una historia pesadamente masoquista, tanto que es familiar.
La acción se desarrolla en Nagasaki, Japón, a finales del siglo XIX.
La llegada y buen trato que recibe Benjamin Franklin “B.F.” Pinkerton (Richard Troxell), un Oficial de La Marina de EEUU una vez desembarcado en Nagasaki, es compensada por la adquisición de un hogar, unos criados, y una bella japonesa de 15 años:
Cio-Cio San llamada “Butterfly” (Ying Huang) con la que se esposará blindando así un extraño contrato que, a su vez, puede romper sin tener en cuenta el brutal desencadenante que, en su condición de militar en sus largas ausencias, puede deparar.
Sin embargo, Pinkerton queda cautivado por el exótico encanto y juventud de su novia; y para ella, su relación es tan santa como un juramento de honor.
Para Cio-Cio-San, este es un casamiento de por vida; pero para Pinkerton, sólo una aventura fuera de su país…
Durante el casamiento, el tío Bonzo de Butterfly (Kusakabe Yo), aparece y la maldice por traicionar las costumbres niponas.
El drama surge del modo distinto en que ambos viven este matrimonio; y en una decisión radical, la acción opta por no introducir diálogos, es todo cantado, como en una ópera, lo cual le da un tono y una intensidad mucho más especial.
Aunque hay dificultades, por ejemplo, en cómo sus familiares la repudian al convertirse a la religión de Pinkerton, el catolicismo; o su hijo, que vino a este mundo, solo después de que el estadounidense ya se había ido…
Pero la historia, como la ópera, está centrada en la protagonista, que es además para el espectador, una condena a nuestra engreída y prepotente civilización occidental, de la que señala su cinismo e hipocresía en enorme contraste con la cultura oriental, algo que pagará muy caro nuestra heroína.
La historia está llena de contrastes culturales, ya que la historia está en el Japón de principios del siglo XX, donde los prejuicios eran peores.
Todo esto es representado con intensas melodías que hacen que las emociones de la protagonista penetren en las fibras más sensibles del público.
La historia de amor entre Butterfly y Pinkerton, su compromiso y sacrificio, redondean ésta trágica y grandiosa ópera que Frédéric Mitterrand supo llevar con buen pulso.
Aunque por sus características es una cinta solamente imprescindible para los amantes de la ópera, porque en ella no se aprecia diálogo aislado alguno; la habilidad del director consiste en la sencillez de su puesta en escena, y en apostar por los sentimientos frente a la pretenciosidad del escenario, aunque no puede evitar que la obra musical prevalezca siempre por encima.
Como musical/teatral, es un obra maestra absoluta.
“Quell'ultima mattina:
Tornerete, signor?
Gli domandai.
Egli, col cuore grosso, per celarmi la pena...
Sorridendo rispose:
O Butterfly, piccina mogliettina, tornerò colle rose alla stagion serena quando fa la nidiata il petti rosso”
El director francés, Frédéric Mitterrand, es un polifacético personaje que por su apellido le asociarán rápidamente con el que fue Presidente de La República de Francia, entre los años 1981 y 1995; ya que se trata de su sobrino.
Su carrera, más política que cinematográfica, le ha traído más de un problema, al estar al frente del Ministerio de Cultura en la etapa de Nicolás Sarkozy; que con duras acusaciones contra su persona, sobre practicar proxenetismo y haber mantenido relaciones sexuales con chicos jóvenes tailandeses; y que le ha enfrentado en más de una ocasión con la extrema derecha de La Familia Le Pen.
Todo inició con la novela autobiográfica de Mitterrand, “La Mauvaise Vie”, que fue un éxito de ventas en 2005; donde detalla su “deleite” mientras visitaba los burdeles masculinos de Bangkok, y escribe:
“Me acosté en el hábito de pagar por niños...
La profusión de muchachos jóvenes, muy atractivos e inmediatamente disponibles, me puso en un estado de deseo que ya no necesitaba restringir, ni esconder”
En el momento de su lanzamiento, Mitterrand fue aplaudido por su honestidad, pero tuvo que defender sus escritos después de defender públicamente a Roman Polanski, cuando este fue detenido en Suiza por una solicitud estadounidense de extradición, por violar a una niña de 13 años.
Así, el 5 de octubre de 2009, Marine Le Pen del Partido Nacional Francés, exigió que Mitterrand renunciara a su cargo de Ministro de Cultura.
Por otro lado, algunos conservadores apoyaron a Mitterrand; y en su propia defensa, Mitterrand declaró:
“Cada vez que estaba con personas que tenían mi edad, o que eran 5 años más jóvenes, no había la menor ambigüedad, y usaba en ellos el término “niños” libremente”, tanto en su vida como en el libro; y declaró:
“Condeno el turismo sexual, lo cual es una desgracia.
Condeno la pedofilia, en la que nunca he participado de ninguna manera”
Pero éste periodista, escritor, académico y, claro está, director cinematográfico, es un amante de la cultura, y ha conseguido su puesto de honor con creces.
Y a pesar de que su filmografía no es muy sustanciosa, sí que es cierto que está muy bien cuidada; y un buen ejemplo, es la adaptación que escenificó como si fuera una película de la célebre ópera de Giacomo Puccini, Madame Butterfly, escrita y compuesta en 1904, y que supone una de las piezas primordiales de la ópera “verista”
Lógicamente, el principal precedente a esta película, era la que había filmado Jean-Pierre Ponnelle 20 años atrás; y Mitterrand deja muy claro que la conoce bien.
El escenario es el único lugar para la ópera, y es su mentalidad la que la expande.
Y es que las óperas transcritas al cine son una experiencia maravillosa, que en realidad alienta a los espectadores a buscar un espectáculo teatral.
En la película, se mejora el núcleo emocional y el contenido dramático.
Vemos cosas sutiles, a través de primeros planos y visuales, pequeñas cosas que quizás no entendamos en el escenario.
Porque filmar una ópera, especialmente una tan mundialmente conocida como las Puccini, es un desafío intimidante, ya que gran parte de lo que se ha compuesto y dramatizado, se ha diseñado específicamente para el escenario de una sala de ópera.
En un extremo, ha habido excelentes grabaciones de video de grandes representaciones teatrales; o en el otro extremo, hay adaptaciones que intentan “cinematizar” óperas con locaciones reales, aunque a menudo con algunas deficiencias como las edades de los actores/cantantes.
En este último dato, esta película de 1995, financiada por Francia, muestra al director Frédéric Mitterrand haciendo un intento válido hacia la autenticidad, pero echa de menos una oportunidad clave para abrir las posibilidades visuales y sensoriales más allá de lo obvio.
A pesar del uso creativo de lugares tunecinos para replicar Japón a principios de 1900, el resultado todavía se siente extrañamente fijo, y dramáticamente inerte a pesar de algunos momentos musicales de bravura.
La historia fuerte, se presta a alguna actuación poderosa; y empieza con un comienzo difícil, pero eso pronto se olvida, ya que la historia y la belleza de las actuaciones atraen.
La película no está dividida en actos como en la ópera, por lo que fluye como una película, con algunos cortes en negro para demostrar el paso del tiempo, y algún rotulo para mostrar lo que pasó…
Estamos en Nagasaki, a finales del siglo XIX, y principios del XX.
Con un breve preludio orquestal como tema de apertura, sigue un tema de carácter más abiertamente japonés, y conduce directamente a la escena de apertura.
Siguiendo las piezas musicales:
Pinkerton y Goro (Jing Ma Fan) están inspeccionando una pequeña casa que se encuentra en una colina que domina la bahía.
Goro ha encontrado la casa para Pinkerton y su novia, y le está mostrando la casa, con sus puertas corredizas y su pequeño jardín.
El mayordomo, la cocinera y la doncella de la novia, Suzuki (Ning Liang), ingresan al jardín y son presentados a Pinkerton.
Después de que se van, Goro le dice a Pinkerton que todo está listo, y que su prometida, Butterfly, llegará pronto, al igual que El Cónsul estadounidense, el registrador de matrimonio, y todos los parientes de la novia, excepto su tío.
Su tío, es sacerdote, y se niega a asistir a la ceremonia nupcial…
Sharpless (Richard Cowan), El Cónsul, ha escalado la colina desde la ciudad; entra en el jardín, saluda a Pinkerton y Goro, y admira la vista que domina el puerto y el mar de Nagasaki.
Pinkerton le dice a Sharpless, que acaba de comprar la casita por 999 años, con el derecho de cancelar el acuerdo todos los meses… y explica que, en Japón, la ley es muy flexible.
A medida que la orquesta toca “The Star-Spangled Banner”, un tema musical que caracterizará a Pinkerton a lo largo de la ópera; Pinkerton dice a Sharpless que, en todo el mundo, el vagabundo yanqui no está satisfecho hasta que capta todas las flores de la orilla, y el amor de cada mujer hermosa.
“Así que me estoy casando al estilo japonés:
Durante 999 años, pero con el derecho de cancelar el matrimonio cada mes”
Sharpless es crítico de las creencias de Pinkerton, pero se ponen de pie y están de acuerdo:
“EEUU por siempre”
Pinkerton le dice a Goro, que traiga a Butterfly; y cuando Goro se va, Sharpless le pregunta a Pinkerton, si está realmente enamorado; y le confiesa que no sabe si realmente está enamorado, pero está embrujado con la inocencia, el encanto y la belleza de Butterfly; ella es como una mariposa revoloteando, y luego aterriza con gracia silenciosa, tan hermosa “que debo tenerla, aunque hiera sus alas de mariposa”
Sharpless le dice a Pinkerton, que oyó hablar a Butterfly, cuando ella visitó El Consulado, y le pide que “no le arranque las delicadas alas”
Sin embargo, él le dice a Sharpless que no causará “gran daño, incluso si Butterfly se enamora”
Sharpless toma su vaso de whisky, y ofrece un brindis por la familia de Pinkerton en casa, a lo que Pinkerton agrega:
“Y hasta el día en que celebraré una verdadera boda, y me casaré con una verdadera novia estadounidense”
Goro vuelve a entrar, para decirle a Pinkerton y Sharpless, que los amigos de Butterfly están por llegar...
Se puede oír a Butterfly guiando a sus amigos hasta la cima de la colina, diciéndoles con júbilo que “sobre la tierra y el mar flota el aliento alegre de la primavera.
Soy la chica más feliz de Japón, o mejor dicho, del mundo”
Ella y sus amigos entran al jardín; reconoce a Pinkerton, lo señala a sus amigos, y todos se inclinan ante él; saluda a Pinkerton, quien le pregunta sobre su difícil ascenso a la colina; y dice que, para una novia feliz, la espera es aún más difícil.
Pinkerton le agradece el cumplido, pero la interrumpe y continúa felicitándolo más; le dice a Pinkerton y Sharpless, que su familia es de Nagasaki, y que una vez fue muy rica…
Goro anuncia la llegada tanto del Gran Comisionado, como del Registrador de matrimonios; a lo que Butterfly saluda a sus familiares, que han llegado para la boda.
Pinkerton se ríe de lo que ve, y le susurra a Sharpless:
“Esto es una farsa:
Todos estos serán mis nuevos parientes por solo un mes”
Sharpless le dice que, a pesar de que considera que el contrato de matrimonio es una farsa, ella lo considera muy real.
Mientras tanto, Butterfly le dice a sus parientes lo mucho que ama a Pinkerton.
Una de sus primas dice que Goro le ofreció Pinkerton por primera vez, pero ella se negó…
Los parientes de Butterfly dicen que él es como un Rey, “tan rico y tan guapo”, y luego, ante una señal de Butterfly, todos sus amigos y parientes se inclinan ante Pinkerton, y se van al jardín; él toma la mano de Butterfly, y la conduce a la casa.
Desde su manga, ella le muestra todos sus tesoros, que incluyen solo unos pocos pañuelos, un espejo, una banda y otras baratijas.
Luego le muestra un estuche largo y angosto, que le dice que tiene su único tesoro sagrado, pero no puede abrirlo, porque hay demasiada gente alrededor.
Goro susurra a Pinkerton, que la caja contiene un “regalo” del Mikado al padre de Butterfly, invitándolo a cometer “seppuku”… ella continúa mostrándole sus otros pequeños tesoros, incluidas varias pequeñas estatuas que son los espíritus de mis antepasados.
Luego le dice a Pinkerton, que ayer, en secreto y sin decirle a su tío, que es un sacerdote budista, El Bonzo, fue al consulado, donde abandonó su religión ancestral, y se convirtió a la religión de Pinkerton:
“Estoy siguiendo mi destino y, lleno de humildad, me inclino ante el Dios del Sr. Pinkerton”
Todo está listo, y Goro les dice a todos que se callen.
El Comisionado lleva a cabo la breve ceremonia, y se firman los documentos oficiales.
La celebración de la boda comienza, y todos desean la felicidad de la nueva pareja.
Después de un momento, Sharpless le suplica a Pinkerton que no sea cruel, y se va con El Comisionado y El Secretario; a lo que Pinkerton, Butterfly y sus invitados continúan la celebración con muchos brindis; pero son interrumpidos por una voz enojada fuera del escenario que dice:
“Cio-Cio San, estás condenada”
El tío de Butterfly, El Bonzo, descubrió que Butterfly había renunciado a su religión ancestral, y que había llegado para pronunciar su maldición.
Así se para frente a Butterfly, gritándole maldiciones, cuando Pinkerton interviene para detenerlo.
El Bonzo está conmocionado con el estadounidense, y le ordena a todos los invitados que se vayan con él, diciéndole a Butterfly:
“Nos has renunciado, y te renunciamos”
Todos los invitados gritan su renuncia mientras corren...
La noche está cayendo, ella está llorando, y él la consuela.
Esto comienza con el famoso dúo de amor largo, que finaliza con el acto I de la ópera:
Pinkerton le dice a Butterfly, que “todos tus parientes y todos los sacerdotes en Japón, no valen las lágrimas de tus amorosos y hermosos ojos”
Butterfly sonríe a través de sus lágrimas:
“¿A te refieres con eso?, no voy a llorar más.
Y no me preocupo por sus maldiciones, porque tus palabras suenan tan dulces”
Y se escucha a Suzuki fuera del escenario, diciendo sus oraciones nocturnas.
El largo dúo continúa, “la noche está cayendo”, y ella responde que “con esto viene la oscuridad y la paz”
Pinkerton aplaude, y los 3 sirvientes entran y cierran la casa.
Entonces, Suzuki ayuda a Butterfly a vestirse para la noche de bodas...  él la mira en esos momentos, pero su felicidad se ve moderada, ya que “todavía la voz enojada la maldice, se renuncia a Butterfly, se renuncia pero se es feliz”
Pinkerton admira a la hermosa “mariposa” y le dice:
“Todavía no me has dicho que me amas” a lo que Butterfly responde que ella no quiere decir las palabras, “¡por miedo a morir al oírlas!”
Ella le dice que ahora ella está feliz; y le ruega a Pinkerton que “la ame, por favor”
Ella pregunta si es verdad que, en tierras extranjeras, un hombre atrapará una mariposa y fijará sus alas en una mesa.
Pinkerton admite que es cierto, pero explica:
“¿Sabes por qué?
Para que no se vaya volando”
Él la abraza y dice:
“Te he atrapado, eres mía”
Y ella responde:
“Sí, de por vida”
Termina el dúo y el acto I de la ópera.
Ahora resulta que han pasado 3 años…
Suzuki se arrodilla frente a un Buda, rezando para que Butterfly deje de llorar.
Butterfly oye, y le dice que los dioses japoneses son gordos y perezosos, y que el Dios estadounidense responderá rápidamente, si solo él sabe dónde están viviendo.
Suzuki le dice a Butterfly, que su dinero casi se ha agotado y, si Pinkerton no regresa rápidamente, sufrirán de mala manera.
Butterfly le asegura a Suzuki, que Pinkerton regresará, porque se ocupó de que el cónsul pague el alquiler, y se ajuste a la casa con cerraduras para mantener a raya a los mosquitos, parientes y problemas.
Suzuki le dice a Butterfly, que los esposos extranjeros nunca regresan con sus esposas japonesas, pero Butterfly responde con furia, que Pinkerton le había asegurado, la última mañana estuvieron juntos:
“Oh, Mariposa, mi pequeña esposa, volveré con las rosas, cuando la tierra esté llena de alegría, cuando el petirrojo haga su nido”
A lo que Suzuki comienza a llorar en silencio…
Seguidamente tenemos “Un bel dì vedremo” o “Un buen día veremos…” el aria más famosa de la ópera, y una de las obras más populares en el repertorio de soprano, en la que Butterfly dice:
“Un buen día verán una bocanada de humo en el horizonte lejano.
Entonces aparecerá un barco y entrará en el puerto.
Ella no bajará a su encuentro, sino que esperará en la colina para que él venga.
Después de un largo tiempo, verá a lo lejos a un hombre que comienza la caminata fuera de la ciudad, y sube la colina.
Cuando llegue, llamará a “Mariposa” desde la distancia, pero ella no responderá, en parte por diversión, y en parte por no morir por la emoción de la primera reunión.
Luego él pronunciará los nombres que solía llamarla:
“Pequeña, querida esposa, flor de naranjo”
Butterfly le promete a Suzuki que esto sucederá; y Suzuki se va, cuando Sharpless y Goro llegan al jardín.
Sharpless la saluda:
“Disculpe, señora Butterfly”; y sin mirar para ver quién está hablando, Butterfly lo corrige:
“Señora Pinkerton, por favor”
Cuando se da vuelta y ve que Sharpless ha hablado, exclama con felicidad:
“Mi querido Cónsul.
Bienvenido a este hogar estadounidense”, a lo que Sharpless saca una carta de su bolsillo y le dice:
“Benjamin Franklin Pinkerton me ha escrito”, y le dice que Pinkerton está perfectamente bien; y ella dice:
“Soy la mujer más feliz de Japón”, y le pregunta:
“¿Cuándo hacen los petirrojos sus nidos en EEUU?”
La pregunta confunde a Sharpless, por lo que Butterfly explica que Pinkerton prometió regresar a ella “cuando el petirrojo construye su nido de nuevo”
Ella dice que, en Japón, el petirrojo ya ha construido su nido 3 veces, y ella pregunta si “allí anida con menos frecuencia”
Sharpless, mortificado, le dice que no sabe porque no ha estudiado ornitología…
Ante esto, Butterfly oye a Goro reír, y le susurra a Sharpless que Goro es un mal hombre.
Ella le dice que, después de que Pinkerton se fue, Goro acudió a ella muchas veces “con regalos para dejar de lado a este o aquel marido”
Ella dice que Goro ahora quiere que acepte casarse con el hombre adinerado, El Príncipe Yamadori (Christopheren Nòmura), que luego llega con su séquito a un acompañamiento musical que cita la misma canción popular japonesa, “Miyasan” que Gilbert & Sullivan establecieron como “Mi-ya sama” en la obra “The Mikado”
Butterfly ve a Yamadori, y le pregunta si no va a dejar de perseguirla, porque “ya has tenido muchas esposas diferentes”
Yamadori admite que se casó con todos ellas, pero dice que también se divorció de ellas.
Mientras tanto, Sharpless deja de intentar leer la carta de Pinkerton a Butterfly, y se guarda la carta en el bolsillo.
Goro le dice a Sharpless, que Butterfly piensa que todavía está casada…
Butterfly oye esto y dice:
“No creo que lo sea; lo soy”
Cuando Goro intenta contarle sobre La Ley Japonesa del matrimonio, Butterfly interrumpe y le dice que La Ley Japonesa no es la ley de su país, los Estados Unidos.
Ella le dice a Goro, que comprende cuán fácil es el divorcio según La Ley Japonesa, “pero en Estados Unidos, no puedes hacer eso”
Ella se da vuelta bruscamente, y le pregunta a Sharpless:
“¿Estoy en lo correcto?”
Sharpless está avergonzado, y debe admitir que tiene razón.
Butterfly gira triunfalmente hacia Suzuki, y le pide que sirva té.
Yamadori, Sharpless y Goro, discretamente discuten la ceguera de Butterfly:
Goro susurra que se espera que la nave de Pinkerton llegue pronto, y Sharpless explica que Pinkerton está demasiado avergonzado para encontrarse con Butterfly, y le ha pedido que maneje la situación.
Yamadori, ofendido, parte con su gran séquito y Goro; pero Sharpless permanece, se sienta al lado de Butterfly, y saca la carta de su bolsillo una vez más.
Él comienza a leer la carta de Pinkerton a Butterfly:
“Mi amiga, ¿encontrarás la hermosa flor de una niña...?”
Butterfly no puede controlar su felicidad, y continúa, “desde esos tiempos felices, pasaron 3 años, y Butterfly quizás no lo haga; recuérdame” más Butterfly mira a Suzuki y dice:
“¿No lo recuerdo?
¡Suzuki, díselo!”
Sharpless continúa:
“Si ella aún me ama, si me espera, me pongo en tus manos para que puedas prepararla cuidadosamente y con consideración”
Butterfly exclama:
“¡Él viene!
¿Cuándo?
¡Pronto!
¡Pronto!”
Sharpless no puede soportar continuar; y guarda la carta, murmurando para sí, “¡ese diablo, Pinkerton!”
Sharpless le pregunta suavemente:
“Butterfly, ¿qué harías si él nunca regresara?”
Butterfly queda conmocionada... y grita que si Pinkerton nunca regresara, volvería a entretener a la gente con sus canciones, o, mejor, morir.
Sharpless le suplica que acepte la rica oferta de Yamadori; pero Butterfly está molesta con Sharpless, y le ordena a Suzuki que lo despida.
Cuando comienza a irse, Butterfly lo detiene, se disculpa por su enojo, y explica que sus preguntas le han dolido “¡muchísimo!”
Luego se va a otra habitación y regresa, trayendo consigo al niño de 2 años, que es su recordatorio constante de su esposo estadounidense; y Sharpless pregunta si Pinkerton lo sabe.
Butterfly responde que no.
El niño nació cuando estaba lejos en su gran país…
Ella le pide a Sharpless que escriba y le diga que su hijo lo espera:
“¡Y luego veremos si él no se apresura por tierra y mar!”
Butterfly se arrodilla frente a su hijo, y le pregunta:
“¿Sabes que ese caballero se atrevió a pensar que tu madre te tomaría en sus brazos y caminaría a la ciudad, a través del viento y la lluvia, para ganarse el pan y la ropa”
Ella extendía sus brazos hacia la multitud que se compadecía, gritando:
“¡Escuchen!
Escuchen mi triste canción, para una madre infeliz, caridad.
¡Tengan piedad!
¡Y Butterfly, oh horrible destino, bailará para ti!
Y como solía hacerlo, la Geisha cantará para ti.
¡Y su alegre y feliz canción terminará en un sollozo!”
Ella se arrodilla frente a Sharpless, y dice que nunca hará eso, “ese oficio lleva al deshonor.
¡Muerte!
¡Muerte!
¡Nunca más bailaré!
¡Mejor me mato!
¡Ah, muerte!"
Sharpless finalmente se va; Butterfly le da su mano, y ésta a su hijo.
Sharpless le pregunta al niño su nombre, y Butterfly responde:
“Hoy mi nombre es “Pena”
Pero escribe y dile a papá que, el día que regrese, mi nombre será “Alegría”
Sharpless promete contárselo a Pinkerton.
Fuera del escenario, se puede escuchar a Suzuki gritando:
“¡Serpiente, sapo maldito!”
Entra Suzuki, tirando de Goro con ella, y ella le dice a Butterfly:
“Él zumba alrededor, la serpiente.
¡Todos los días le dice a los 4 vientos, que nadie sabe quién es el padre del niño!”
Goro explica que, en Estados Unidos, cuando un niño nace con una maldición, siempre será rechazado por todos.
En un ataque de ira, Butterfly corre hacia el santuario, agarra la daga, y amenaza con apuñalarlo:
“¡Estás mintiendo!
¡Estás mintiendo!
¡Dilo otra vez, y yo te mataré!”
Goro huye; Suzuki lleva al niño a la otra habitación; y Butterfly guarda la daga, se dirige a su hijo y le dice:
“Verás, querido, mi Dolor.
Verás, tu salvador nos llevará muy, muy lejos, a su tierra”
En ese momento se escucha un disparo de cañón:
Suzuki y Butterfly miran desde la colina, mientras el barco entra al puerto y echa el ancla.
Luego, Butterfly ve que el barco es Abraham Lincoln, y ella le dice a Suzuki:
“¡Todos mintieron!
¡Todos!
Yo solo lo sabía.
Solo yo, que lo amo.
¡Mi amor, mi fe, triunfa por completo!
¡Ha regresado y me ama!”
Y le dice a Suzuki que prepare un baño fragante y le pregunta cuánto tiempo tendrá que esperar…
“¿Una hora?
¿Dos horas, quizás?
La casa debe estar llena de flores en todas partes.
¡Como la noche está llena de estrellas!”
A lo que Butterfly le dice a Suzuki que junte todas las flores.
Suzuki pregunta:
“¿Todas las flores?”
Butterfly dice que sí, todas las flores de todos los arbustos, plantas y árboles.
“Quiero toda la fragancia de la primavera aquí” y siguen recolectando flores y las colocan en todas partes.
Finalmente, Butterfly se sienta en su tocador, y le dice a Suzuki:
“Ahora ven y alístame.
No, primero tráeme al niño”; y se pone un toque de rojo en las mejillas de su hijo y luego, mientras Suzuki la peina, le pregunta:
“¿Qué van a decir?
¿Mi tío, el sacerdote?
¡Tan feliz con mi miseria!
Y Yamadori, con su “búsqueda”, ridiculizado, deshonrado, insensato, cosas odiosas!
Y pide ponerse el mismo vestido que vestía como una novia, mientras que Suzuki viste a su hijo; y le dice a Suzuki que “con una amapola roja en mi pelo”
Mientras tanto, un coro tararea una melodía melancólica y sin palabras, donde se utiliza un recurso cinematográfico para mostrar al viejo Japón y su gente.
Pasado el momento… como de larga espera, Butterfly, su hijo y Suzuki, comienzan a dormirse… cae la noche, y Suzuki y el niño se duermen, pero Butterfly queda en vela.
En la ópera vale decir que no hay interrupción entre los actos II y III; y la acción continúa sin interrupción tras “El Coro a Boca Tapada” y aparece la luz de la mañana.
Aquí comienza, por si fuera poco, los pasajes más tristes de la historia.
Voces lejanas se escuchan desde la bahía, los marineros cantan, “¡Heave-ho! Heave-ho!”, sale El Sol y llena de luz la casa de Butterfly.
Suzuki se despierta y está muy triste:
Butterfly le dice que “Él vendrá”; luego lleva a su hijo dormido a la otra habitación, y le dice que duerma, mientras ella también se duerme…
Suzuki espera en la sala principal, y oye un golpe en la puerta.
Pinkerton y Sharpless han llegado, pero Pinkerton le dice a Suzuki que no despierte a Butterfly, y le pregunta cómo supo Butterfly que él había llegado.
Suzuki le dice que, durante los últimos 3 años, Butterfly ha estudiado todos los barcos que ingresaron al puerto.
Sharpless le dice a Pinkerton:
“¿No te lo dije?”
Suzuki ve a una mujer extraña en el jardín, y descubre por Sharpless que ella es la esposa estadounidense de Pinkerton, Kate (Constance Hauman), y cae de rodillas en estado de shock.
Mientras Pinkerton mira las flores, la imagen de él mismo y la habitación que se ha mantenido sin cambios durante 3 años, Sharpless le dice a Suzuki que no pueden hacer nada por Butterfly, sino que deben ayudar a su hijo.
Sharpless le dice, que Kate quiere cuidar al niño…
Suzuki va al jardín a conocer a la nueva esposa de Pinkerton, mientras Sharpless le recuerda a Pinkerton:
“Te lo dije, ¿no es así?
¿Recuerdas?
Cuando ella te dio la mano:
“Cuídate”, te dije, “ella cree en ti”
Ella te ha estado esperando”
Pinkerton confiesa su error, y deja que Sharpless le cuente a Butterfly las noticias vergonzosas… y dice:
“Adiós, florido refugio de felicidad y de amor, su rostro amable siempre me atormentará, torturándome interminablemente”
Él admite que es un cobarde, y no puede enfrentarla, y se va rápidamente cuando Suzuki y Kate entran desde el jardín.
Kate le está diciendo a Suzuki, que le asegure a Butterfly que Kate cuidará de su hijo como si fuera su propio hijo.
Desde fuera, Butterfly llama a Suzuki, y luego entra a la habitación.
Cuando ella entra, Kate se retira al jardín, para que no la vean…
Ella le pregunta a Suzuki por qué está llorando, y luego ve a Sharpless y a la mujer en el jardín.
Ella le dice a Suzuki:
“Eres tan amable, no llores, me amas mucho.
Dime en voz baja, solo “sí” o “no”
“¿Está vivo?”
Cuando Suzuki responde “sí”, Butterfly comprende que Pinkerton no viene por ella, y que Kate es su nueva esposa.
Butterfly se da cuenta, de que debe renunciar a su hijo, y Kate le pide perdón.
Finalmente, Butterfly le dice a Kate:
“Le daré mi hijo a ella, solo si él mismo viene.
En media hora, sube la colina de nuevo”
Suzuki acompaña a Kate y Sharpless afuera, y Butterfly cae llorando; pero se pone de pie, ve a Suzuki, y le dice que cierre la casa, porque es demasiado liviana y primaveral.
Luego le ordena ir a la otra habitación donde juega el niño…
Butterfly se arrodilla ante la estatua de Buda, y reza a sus dioses ancestrales; luego se levanta, toma el cuchillo de su padre, besa la hoja, y lee la inscripción:
“Quien no puede vivir con honor, debe morir con honor”
Pero el niño entra, pero Suzuki no.
Butterfly le dice a su hijo, que no sienta tristeza por la deserción de su madre, sino que guarde un leve recuerdo de su cara; le dice adiós, lo sienta en el piso, y lo ciega con un pañuelo suavemente; le da una bandera estadounidense en miniatura para saludar a su padre, lo que hace, con los ojos vendados, a lo largo de la siguiente acción.
Butterfly toma el cuchillo, y camina detrás de la pantalla; el cuchillo choca contra el piso cuando Butterfly se tambalea detrás de la pantalla con una bufanda alrededor de su cuello.
Ella besa a su hijo, y se derrumba.
Desde afuera, Pinkerton grita:
“¡Mariposa!”, y se precipita, pero es demasiado tarde:
Butterfly está muerta.
La secuencia de apertura, establece rápidamente la atmósfera del viejo Japón; y nos presentan al personaje principal:
Butterfly, una niña japonesa de 15 años cuya familia ha caído en la pobreza; y a B.F. Pinkerton, un oficial naval, su amante estadounidense seguro de sí mismo que la trata como un juguete sexual.
Sacrificando todos sus lazos con el estilo de vida japonés, Butterfly acepta casarse con Pinkerton; y durante las celebraciones matrimoniales, su tío Bonzo ausente, aparece mágicamente suspendido en el cielo, y la arroja a la condenación eterna por renunciar a su pueblo y ritos ancestrales.
Este es el único punto débil en la película.
Es un momento tan serio y, sin embargo, absurdo y fantástico.
Es obvio que las 3 figuras en el cielo están suspendidas por cables, un poco bruscas también.
¿Por qué aceptar esto cuando la cinematografía actual ha alcanzado tal altura en la producción de efectos sobrenaturales?
Durante el inicio, hay varias ideas que parecen prestadas de Ponnelle, como el hecho de que veamos a Pinkerton pagándole sus servicios a Goro, justo cuando aquél canta el “Qui verran”, así como el plano aéreo en el “O amico fortunato” o la colocación por parte de Butterfly en el “Ieri son salita” de una imagen de Jesucristo, muy parecida en ambas películas, en el altar en el que hace sus oraciones.
Sin embargo, esta película es visualmente deslumbrante, con tomas de cámara arrolladoras, paisajes impresionantes y trajes evocadores.
La hermosa música es bellamente interpretada por la orquesta, y se lleva a cabo con precisión y sensibilidad.
Cuando se trata de la actuación y puesta en escena, el dúo de amor alcanza una efectividad grandiosa, y el dúo de las flores se mezcla y actúa de forma seductora, pero las revelaciones fueron “Un bel dì vedremo” y la escena final, que hacen llorar a cualquiera porque el montaje, música y actores.
De hecho, Ying Huang, como Butterfly, dijo que cada día del rodaje tuvo que levantarse a las 5:30am, porque eran necesarias unas 2 horas o incluso más para vestirla y maquillarla.
Toda esa minuciosidad por el detalle, se deja ver positivamente en el resultado final de la película, cargada de detalles inteligentemente planificados de antemano.
Por ejemplo, Butterfly tan sólo viste ropas occidentales al comienzo, cuando recibe las visitas de Sharpless y Yamadori; y más adelante, cuando se escucha el cañón del puerto que anuncia la llegada del barco de Pinkerton, la vemos nuevamente vestida con un quimono, pues a fin de cuentas, se entiende que lo que motiva el regreso del marinero a Japón, es la noticia que ha recibido por parte de Sharpless, de que allí le espera un hijo.
Es decir, que entre la marcha de Sharpless y la llegada de Pinkerton, deben pasar varias semanas, meses incluso, por lo que es acertado que Butterfly cambie de aspecto.
Sobre el escenario, en un teatro de ópera, esto no es posible, pues ambas cosas suceden tan deprisa, que la protagonista no tiene tiempo de cambiarse de ropa.
Resumiendo, Mitterrand retrata a Butterfly vistiendo quimonos para estar por casa, aunque aparece vestida como una señora occidental para recibir precisamente a Yamadori, lo que bien podría interpretarse como un mensaje algo malicioso de la ex geisha hacia su visitante, al que seguramente esperaría preparada…
Así, a Yamadori debe quedarle claro nada más mirarla, que ella es una mujer casada y adaptada al estilo de vida occidental.
También el interior de su casa japonesa está sembrado de elementos occidentales, como un reloj de pared, mobiliario elegante y una máquina de costura Singer a la que se sienta la propia Butterfly a trabajar su ropa.
Pero hay algunas escenas que simplemente no funcionan, como hacer que los tíos de Cio-Cio San vengan a desterrarla de la familia de una manera aérea, y el uso de imágenes anacrónicas de noticiarios japoneses como un puente musical para El Coro a Boca Tapada como señal de paso del tiempo... y hay otras cosas que, no obstante, son discutibles en el trabajo de Mitterrand:
Las pausas que, por alguna razón que se me escapa, Mitterrand introduce de vez en cuando pausas entre algunos números de la partitura, rellenando esos “huecos” libres de música con sonidos ambientales.
No corta la partitura, pero en ocasiones la detiene durante algunos segundos, y ello puede resultar algo molesto a los conocedores de la obra de Puccini.
Sobre “el sueño” de Butterfly, probablemente, la mayor de las objeciones que se le pueden poner a esta película, es la mutilación de todo este bello pasaje orquestal y coral de Puccini, que le es escamoteado al público.
Está muy claro que Mitterrand se ve en apuros para cubrir con imágenes los pasajes instrumentales en los que la trama se encuentra detenida, y en el coro “a bocca chiusa” acude simplemente a insertar en la película una serie de filmaciones de lo que parece el Japón de primeros años del siglo XX, que por muy evocadoras que resulten, poco tienen que ver con lo que debería estarle pasando por la cabeza a Cio-Cio San en el interior de esa casa, mientras espera la llegada de Pinkerton.
Una vez terminado este coro, a Mitterrand se le acaban definitivamente las ideas, y se pasa directamente al “Già il sole”
Y ojo, no es que todo este fragmento falte en la grabación que se utiliza como banda sonora; allí no hay corte alguno; es Mitterrand quien mutila el audio, y no James Conlon, el director de orquesta.
Francamente, si no había manera de rellenar esos minutos visualmente en la película, hubiera sido incluso preferible mantener la pantalla en negro mientras suena la orquesta, a modo de “intermedio”; así veríamos exactamente las mismas imágenes que vemos, y no habría ningún corte.
Sobre el simbolismo, no bien resuelto, puesto que se trata de algo estrictamente cinematográfico que no afecta en nada a lo musical; pero hay que señalarlo:
Mitterrand, a diferencia de Ponnelle, que incluso en sus películas suele introducir una cierta y deliberada teatralidad, busca ante todo obtener un resultado que visualmente sea realista.
La utilización de elementos simbólicos, imaginarios o surreales, no encaja bien con este esquema, y resulta chocante y poco coherente.
Mitterrand recurre a ello en varias ocasiones, y en 2 de ellas, la decisión es desacertada:
La primera imagen onírica que vemos, es la entrada del Bonzo.
Hasta ese momento, todo lo que hemos visto es muy bello e idílico, pero bien terrenal; por eso, causa cierto estupor que en mitad de la fiesta nupcial irrumpa el tío de Butterfly... volando.
El Bonzo vuela sobre los tejados de la casa, y viste unas ropas blancas brillantes al tiempo que maldice a su sobrina.
Está claro que Mitterrand no quiere mostrar al Bonzo como un ser espiritual, sino que más bien recrea la escena con toda esa carga onírica para transmitir la idea de que Butterfly sufre un abandono progresivo por parte de su familia, que no acepta su forma de vida occidental, ni sus nuevas prácticas religiosas.
Dicho de otro modo, es como si para Mitterrand, El Bonzo nunca pusiera un pie en la casa de los novios, y se utilizase su figura como una especie de fantasma amenazante para retratar el rechazo que los parientes y amigos de Butterfly sienten hacia ella.
Pero esto choca con el curso de los acontecimientos:
Los familiares abandonan airados la fiesta a la que antes asistían alegremente tras la visita del Bonzo, y este cambio de actitud repentino, queda así inexplicado en la película.
A decir verdad, hay en esta película otro momento puramente “imaginario”, aunque se trata de algo mucho más “terreno” y por eso sí funciona bien.
Me refiero a la imagen ilusoria de Butterfly mendigando bajo una lluvia intensa con su hijo en brazos mientras se escucha “Che tua madre dovrà prenderti in braccio”, lo cual constituye un instante de gran dramatismo, aunque no tan extraño ni chocante como ver a un grupo de personas volando.
La visita del Bonzo, presentada de este modo, resulta muy chocante con el resto de la película; y con todo el respeto, es querer ser imaginativo detrás de la cámara y meter la pata.
Otro momento fue el uso de imágenes en blanco y negro del viejo Japón:
En cierto modo, fue interesante, pero no estaba del todo seguro de si encajaba con la escena… y justo al final de la película, hay otro elemento “simbólico”, aunque resulta infinitamente más discreto:
Butterfly amanece su último día de vida exactamente con las mismas ropas con las que ha velado toda la noche, pero justo después de despedir a Kate y a Sharpless, aparece súbitamente vestida de blanco, y con el rostro maquillado también de ese color.
A juzgar por el libreto, el suicidio de la protagonista debe producirse inmediatamente, pues Pinkerton ha de presentarse a recoger al niño en tan sólo media hora.
No es lógico que Butterfly se cambie de ropa y se maquille, sino que más bien parece que Mitterrand quiere mostrarnos a través del uso del color blanco que la joven Cio-Cio San muere inocentemente.
Y en el fondo, la ópera parece desafiante antiestadounidense al mostrar que Pinkerton es un canalla superficial, a pesar de lo arrepentido que puede parecer al final, pero también tiene un efecto secundario en la supuesta subordinación de la naturaleza de las mujeres japonesas desde sus propios autoengaños.
Pero Pinkerton es un hombre de mundo, convincente e irreflexivo, y el actor es un excelente Pinkerton, sin esforzarse demasiado para hacer que lo odiemos; da la imagen de los estadounidenses como arrogante, materialista e insensible.
Sin embargo, el hecho de que Puccini retratara al héroe tenor, B.F. Pinkerton, como un tipo de hombre enamorado y abandonado, además de cobarde y engañador, solo sirve para sacar a la luz la trágica situación y el sufrimiento de Madame Butterfly.
El hombre estadounidense, en el fondo sale como bígamo, y con razón.
En lo que atañe al apartado musical, resulta obvio que para filmar esta película de tono realista, era necesario que los papeles de los personajes japoneses fuesen interpretados por cantantes asiáticos que dieran el tipo físico.
Para las pretensiones de Mitterrand no servía, como para Ponnelle, maquillar a intérpretes occidentales para que parecieran asiáticos.
Y la Butterfly de esta filmación, es la soprano china Ying Huang, que fue elegida de entre otras 200 aspirantes.
Por aquél entonces, la joven Huang acababa de obtener el 2º premio en la 19ª Edición del Concurso Internacional de Voz de París, lo que hizo que enseguida se fijasen en ella para la película.
La soprano china, aunque en realidad no se ve japonesa, muestra una voz dulcemente flexible, mientras interpreta el arco dramático de la difícil situación de Cio-Cio San.
Sin embargo, como actriz de la pantalla, Huang carece de cierta ligereza en las primeras escenas románticas, y parece un poco en el mar con los momentos melodramáticos posteriores.
Aunque carece de las profundidades plumosas de una Callas o una Tebaldi, ofrece interpretaciones que afectan a las 2 arias fundamentales:
“Un bel dì vedremo” cuando Cio-Cio San mira hacia el puerto esperando el regreso de Pinkerton; y su escena de muerte, “Con honor muore”
La propia Huang reconoce que su voz es demasiado lírica para un papel tan pesado como el de Butterfly, por lo que hay que encuadrarla en el grupo de esas cantantes que por esta misma razón lo han defendido en estudio, y no sobre el escenario, como Moffo o Freni, esta última, además, decía que no cantaba Butterfly en escena porque hacerlo le emocionaba demasiado.
Pese a ello, Ying Huang sale bastante airosa de este reto, y firma un inicio notable.
A partir del desarrollo se defiende también con corrección, y tiene momentos de gran belleza vocal, aunque se echa en falta algo más de fuerza y dramatismo de lo que su voz le permite, y cae en los gestos que le ayudan a darle profundidad a sus carencias interpretativas.
La dicción, aunque con algún sonido extraño, es bastante correcta, y su Butterfly en general, es un ser tiernísimo y vulnerable, inteligentemente defendido sin excesos infantiloides ni lloriqueos innecesarios u otros recursos baratos.
Teniendo en cuenta cuáles son sus posibilidades, es una Butterfly honestamente bien trabajada.
En el plano visual, Huang es una ideal y cándida Cio-Cio San, con una apariencia tímida, acentuada quizás por el hecho de que la cámara la intimidaba, según ella misma confiesa.
Lo que se ve en la película, es a una chica menuda y delgada, un “juguetito” como Pinkerton la describe, con una mirada tierna.
Una sabia elección para el papel, en suma, teniendo en cuenta que debía tratarse de una soprano asiática, aunque sea china, ya sabemos que Rob Marshall usó en su film “Memoirs of a Geisha” actrices chinas para papeles japoneses... y le resultó muy bien.
Y Huang se vio recompensada en esta película con un Pinkerton de altura; un rol difícil de interpretar, y mucho menos simpatizante, en el tenor estadounidense Richard Troxell, que está bien emparejado a Huang vocalmente, pero no tiene mucho tiempo en pantalla, por lo que puede parecer un poco superficial, ya que solo muestra bravuconería implacable al inicio; y remordimiento lleno de culpabilidad al final.
Es guapísimo, aparentemente romántico, pero realmente es un idiota; y ese último primer plano de Pinkerton, atormentado por el remordimiento, alzando a su mariposa moribunda, fue poderoso, tanto que quiebra las bases emocionales de cualquiera, más que los créditos le siguen en silencio… como para escuchar los sollozos inevitables de la audiencia.
Desafortunadamente, en todos, y en algunos momentos, los labios no se mueven bien, así que la sincronización de labios es algo defectuosa.
Pero Richard Troxell sale muy bien en la parte actoral, se le quiere cuando se debe y se le odia cuando se debe, y esas emociones gotean de la pantalla.
Añádase a esto, el que a pesar de que estemos en una grabación de estudio, la voz es calante a veces, que hay detalles de poco gusto musical, con los gritos de Butterfly que cierran la obra, están aullados más que cantados; y que la dicción también puedo ser mejorable.
Alguna vez me he preguntado incluso si esta mediocridad vocal es un hecho intencionado para mostrar a un Pinkerton repulsivo…
Francamente, no lo sé, pero hay que reconocerle a Troxell, que al igual que ocurre con Huang, cuyos méritos vocales son muy superiores a los suyos, da perfectamente el tipo físico necesario para su papel, y teatralmente está estupendo.
Es un gusano egoísta, un vividor guapo y sin cerebro.
A los demás en el elenco les va mejor, ya que hay demandas menos dramáticas sobre ellos, en particular, el barítono estadounidense Richard Cowan, como El Cónsul Sharpless, y la aclamada mezzosoprano china, Liang Ning, como la impresionante doncella Suzuki, que dice más en gestos que en canto.
Goro de Jing Ma Fan, suena con una voz sólida; y en general, los secundarios rinden a muy buen nivel.
Interesante lo de Suzuki, que Mitterrand no la concibe como la típica criada anciana encargada de velar por una chiquilla, sino como una especie de “hermana” o “compañera” de Butterfly, y se la ve como a una mujer joven de sonrisa permanente que, por ejemplo, entretiene a Cio-Cio San jugando con ella al ping-pong con palas de madera.
A destacar, por último, la bellísima y sensible dirección de James Conlon al frente de La Orquesta de Paris, así como la buena labor del coro de Radio Francesa, notable en sus pocas intervenciones.
La banda sonora, que es en realidad una grabación normal de la ópera, pertenece al sello SONY, aunque actualmente está descatalogada.
Musicalmente es una Butterfly con altibajos, aunque con un nivel medio bastante aceptable; y como película, con excepción de algunas decisiones no del todo afortunadas por parte de Mitterrand, es una obra de gran belleza.
A mí me resulta agradable, porque por encima de todo creo simplemente que es una película hermosa con una música extraordinaria; porque Puccini se encuentra en el largo punto culminante de su inspiración melódica:
Desde el punto de vista técnico, domina todo lo que la música de su época ha logrado; une la poesía más delicada al dramatismo más vertiginoso; y en esta obra utiliza en parte sonidos exóticos, sin tomar un solo giro de la música del Lejano Oriente, y obtiene el sonido extraño por medio de la escala fundamental y de los acordes aumentados.
“Addio fiorito asil, di letizia e d'amor.
Sempre il mite suo sembiante con strazio atroce vedrò…
Addio, fiorito asil…
Non reggo al tuo squallor, fuggo, fuggo: son vil!”
La influencia de Madama Butterfly es inmensa, y se nota en las múltiples producciones artísticas desde el momento de su estreno, lo que la hace incuestionable:
Películas, ballets o anuncios de televisión, son solo algunos ejemplos; por ello, la sombra de Madama Butterfly es alargada, principalmente un hito en el repertorio operístico para compañías de todo el mundo, que ha sido dirigida en los escenarios incluso por directores de cine, como por ejemplo:
Ken Russell, Harold Prince y Anthony Minghella, autor de una controvertida puesta en escena en Londres y New York.
Al tiempo que tuvo adaptaciones teatrales importantes como:
En 1988 con “M. Butterfly”, obra de David Henry Hwang, que relata la relación amorosa de un diplomático francés y de una cantante de ópera china, que revelará ser un hombre…
Esta pieza ha sido adaptada al cine en 1993 por David Cronenberg.
O en 1989, con el musical “Miss Saigon” de Claude-Michel Schönberg y Alain Boublil; una historia que se traspone a Vietnam y Tailandia, con el telón de fondo de La Guerra de Vietnam y La Caída de Saigón.
Mientras en el cine, hubo muchas producciones:
En 1915 con “Madame Butterfly” de Sidney Olcott, con Mary Pickford, basado en la historia epónima de John Luther Long, y no sobre el libreto de la ópera.
En 1919, “Harakiri” de Fritz Lang, a partir de la obra teatral “Madame Butterfly” de David Belasco.
En 1922, “The Toll of The Sea”, inspirado por la ópera, con Anna May Wong, y la historia es transpuesta a China.
La versión de 1932, “Madame Butterfly”, no cantada, dirigida por Marion Gering, con Cary Grant y Sylvia Sidney, basada sobre la obra de Belasco y el libreto de la ópera de Puccini; donde la música de Puccini es interpretada por una orquesta durante la proyección de la película.
En 1954, una película italiana homónima de Carmine Gallone; y en 1962 “My Sweet Geisha” con Shirley MacLaine.
En 1974, la ópera filmada por Jean-Pierre Ponnelle, reutilizando una sesión de grabación prestigiosa con Mirella Freni, Plácido Domingo, Christa Ludwig, Michel Sénéchal, Robert Kerns; junto al Coro y La Orquesta Filarmónica de Viena, con la dirección de Herbert von Karajan.
Ciertamente, toda versión de una obra clásica no sólo revisa, sino que actualiza su contenido, y no es Madame Butterfly ninguna excepción al respecto.
Mujeres que se comprometen hasta el final por su pasión, y hombres advenedizos e infantiles, prisioneros únicamente de sus más primarios instintos, suenan ciertamente a contemporaneidad.
Y Mitterrand, por su parte, da una auténtica lección de sobriedad en la puesta en escena, poéticamente contenida, pero siempre adecuada a las características de la narración cinematográfica; y si esta es la obra cinematográfica referencial, hasta día de hoy, nadie ha logrado superar a La Divina Maria Callas que fue la Butterfly más importante por lo emotiva, dramática, fuerte y portentosa de su grandiosa voz, pero su aspecto físico y belleza de la clásica mujer griega, conspiraba contra lo menudo del rol; no es casual que sólo lo haya representado 3 veces, siendo El Palacio de Bellas Artes de La Ciudad de México, el escenario dichoso que atestiguó ese acontecimiento, pero tenemos como testigo su grabación histórica con Karajan junto a Nicolai Gedda como Pinkerton, donde La Callas demuestra vocalmente porqué fue tan famosa.

“Un bel dì, vedremo levarsi un fil di fumo dall'estremo confin del mare.
E poi la nave appare.
Poi la nave bianca entra nel porto, romba il suo saluto.
Vedi?
È venuto!
Io non gli scendo incontro.
Io no.
Mi metto là sul ciglio del colle e aspetto, e aspetto gran tempo e non mi pesa, la lunga attesa.
E uscito dalla folla cittadina un uomo, un picciol punto s'avvia per la collina.
Chi sarà?
Chi sarà?
E come sarà giunto che dirà?
Che dirà?
Chiamerà Butterfly dalla lontana.
Io senza dar risposta me ne starò nascosta un po' per celia... e un po' per non moriré al primo incontro, ed egli alquanto in pena chiamerà, chiamerà:
Piccina mogliettina olezzo di verbena, i nomi che mi dava al suo venire.
Tutto questo avverrà, te lo prometto.
Tienti la tua paura, io con sicura fede l'aspetto”



Comentarios

Entradas populares