Tristan und Isolde

“Dich täuscht des Wunsches Ungestüm, zu vernehmen, was du wähnst”
(Te engaña el deseo vehemente, de oír lo que anhelas)

Decía Arthur Schopenhauer, considerado una de las personalidades filosóficas más brillantes del siglo XIX, que “el amor es la privación de la voluntad de la vida, y la aspiración al no-ser”
Se conoce como “La Materia de Bretaña”, “Mito Artúrico” o “Leyenda Arturiana” al nombre colectivo que reciben una serie de textos escritos durante La Edad Media, sobre las tradiciones celtas y la historia legendaria de las islas británicas y de Bretaña, especialmente aquellas centradas en El Rey Arturo y Los Caballeros de La Mesa Redonda; historias llenas de temas cristianos, los cuales tratan acerca de la destrucción de los virtuosos planes humanos, debido a las fallas morales de los personajes, y la búsqueda de una importante reliquia cristiana.
Finalmente, las relaciones de amor cortés entre los personajes, como Lancelot y Ginebra, o Tristan e Isolde.
Especialmente, Tristan fue un héroe del folklore de Cornualles, y uno de Los Caballeros de La Mesa Redonda, protagonista de una célebre leyenda medieval, la historia de “Tristan e Isolde”; por la que existen diferentes versiones incompletas de esta leyenda, cuya acción se sitúa en los países celtas en la época de Las Cruzadas, y narra las hazañas de un héroe que comete una grave traición contra su señor, llevado por el amor que siente por la esposa de éste…
Tristan, era sobrino del Rey Mark de Cornualles, ante el cual se comprometió a traer a La Princesa irlandesa Isolde, para que ésta se desposase con El Rey; pero Tristan e Isolde se enamoran con la ayuda de una poción mágica que toman por error, debido a Brangäne, la sirvienta; y comienzan a tener ellos, uno de los idilios más tormentosos de la literatura medieval.
De esa manera se marcó la sospecha del idilio, y finalmente se confirma; incapaces de resistir la pasión, la pareja se somete a numerosas pruebas que prueban su aventura secreta.
La principal característica de la historia, se basa en mostrar un idilio extraordinario, que escapa de todas las normas y de los sentidos morales, centrando su atención en los sentimientos de los protagonistas.
La trama está enraizada en tradiciones que probablemente se remontan a la época de la dominación vikinga de la isla de Irlanda en el siglo X, durante el periodo del Reino de Dublín, aunque incluye elementos procedentes probablemente de otros ámbitos culturales; por tanto, Tristan y su historia, varían de poeta en poeta.
La leyenda se escribió originalmente en francés, aunque luego fue traducida al alemán por el poeta Gottfried von Straßburg; y posteriormente se tradujo también al inglés, así como al noruego.
La obra alcanzó su pleno desarrollo artístico entre los anglonormandos del siglo XII; y de las distintas versiones escritas en ese siglo, destacan las de Béroul, Thomas de Bretaña, y Eilhart von Olberg, siendo la versión del autor Gottfried von Straßburg, una recopilación posterior de estas 3 anteriores.
La obra de Gottfried es considerada, junto con “Parzival” y “Nibelungenlied” de Wolfram von Eschenbach, como una de las grandes obras maestras narrativas de La Edad Media alemana; y probablemente también sea el compositor de un pequeño número de letras sobrevivientes…
De todas las representaciones, la más afamada de ellas es la realizada por Gottfried; que inspiró la ópera llevada a cabo por Richard Wagner, destacada por su valor literario, misticismo y exaltación del amor humano, además de su descripción de la “Minnegrotte” o “La Gruta del Amor”
“Tristan und Isolde” es una ópera en III actos, con música y libreto en alemán de Richard Wagner, basado en gran medida en el romance de Gottfried von Straßburg, uno de los poetas alemanes más importantes de La Edad Media; donde una de sus más afamadas obras, fue “Tristan”, uno de Los Caballeros de La Mesa Redonda en la narración arturiana; siendo escrita alrededor del año 1210.
La leyenda cuenta el idilio del caballero Tristan con una Princesa irlandesa llamada Isolde, aunque es más conocida como “Isolde, La Bella”
En su trabajo, retratan a Tristan como una figura romántica condenada, mientras que Isolde cumple el papel femenino quintaesencial de Wagner, como la mujer redentora.
La ópera fue compuesta entre 1857 y 1859; y se estrenó en Múnich, el 10 de junio de 1865, bajo la batuta de Hans von Bülow; a pesar del hecho de que Wagner tenía una aventura con su mujer, Cosima von Bülow…
A Tristan und Isolde, Wagner no la llamaba ópera, sino “Eine Handlung”, que se traduce como “drama musical”; este término lo usó el dramaturgo español Pedro Calderón de La Barca para sus dramas.
La ópera ahora forma parte del “Canon de Bayreuth”, que es el catálogo de óperas del compositor alemán Richard Wagner, que han sido representadas exclusivamente en El Festival de Bayreuth.
La composición de Wagner de Tristan e Isolde, fue inspirado por su aventura con Mathilde Wesendonck, y por la filosofía de Arthur Schopenhauer, particularmente “Die Welt als Wille und Vorstellung” o “El Mundo como Voluntad y Representación”
Inicialmente, Wagner se vio obligado a abandonar su cargo como Director de La Ópera de Dresde en 1849, pues se había ordenado su arresto por participar en la infructuosa Revolución de Mayo…
Dejó a su mujer, Minna, en Dresde; y huyó a Zúrich.
Allí, en 1852, conoció al rico comerciante de seda, Otto Wesendonck, que se convirtió en defensor de Wagner, y financió al compositor durante varios años; y la esposa de Wesendonck, Mathilde, se enamoró del compositor.
Aunque Wagner estaba trabajando en su épico “Der Ring des Nibelungen”, se sintió intrigado por la leyenda de Tristan e Isolde.
El redescubrimiento de la poesía germánica medieval, incluyendo la versión de Gottfried von Straßburg de Tristan, “Parzival” y “Nibelungenlied” de Wolfram von Eschenbach, dejó un gran impacto en los movimientos románticos en Alemania a mediados del siglo XIX.
Este impacto, junto con su descubrimiento de la filosofía de Arthur Schopenhauer en octubre de 1854, llevó a Wagner a encontrarse en un “estado de ánimo serio creado por Schopenhauer, que estaba intentando encontrar una expresión extática.
Con tal ánimo, me inspiró la concepción de Tristan e Isolde”, dijo.
El amigo de Wagner, el poeta Georg Herwegh, lo presentó a fines de 1854 al trabajo del filósofo Arthur Schopenhauer; y el compositor quedó inmediatamente impresionado por las ideas filosóficas que se encuentran en “Die Welt als Wille und Vorstellung” o “El Mundo como Voluntad y Representación”, y las similitudes entre las visiones del mundo de los 2 hombres se hicieron evidentes.
Según Schopenhauer, “El hombre está impulsado por deseos continuos e inalcanzables, y el abismo entre nuestros deseos y la posibilidad de alcanzarlos, conduce a la miseria, mientras que el mundo es una representación de una realidad incognoscible.
Nuestra representación del mundo, es “Fenómeno”; mientras que la realidad incognoscible es “Noumenon”, conceptos originalmente postulados por Kant”
La influencia de Schopenhauer en Tristan e Isolde, es más evidente en los actos II y III:
El II acto, en el que los amantes se encuentran; y el III, durante el cual, Tristan desea liberarse de las pasiones que lo atormentan, a menudo han resultado desconcertantes para los aficionados a la ópera, que no están familiarizados con el trabajo de Schopenhauer.
Wagner escribió que sus preocupaciones con Schopenhauer y Tristan, en una carta a Franz Liszt, el 16 de diciembre de 1854, que dice:
“Nunca en mi vida había disfrutado de la verdadera felicidad del amor, erigiré un monumento a este, el más encantador de todos los sueños en el que, desde el principio hasta el final, el amor, por una vez, encontrará una total realización.
He diseñado en mi mente, un Tristan e Isolde, la más simple, y aun así, la concepción musical más llena de sangre que pueda imaginarse, y con “la bandera negra” que se agita en el final, yo me cubriré, para morir”
A finales del año 1854, Wagner había esbozado los III actos de la ópera sobre el tema de Tristan, basándose en la narración de la historia por Gottfried von Straßburg; mientras los esbozos más tempranos existentes, se remontan a diciembre de 1856; y no fue hasta agosto de 1857, sin embargo, que Wagner empezó a dedicar su atención totalmente a la ópera, dejando de lado la composición de “Siegfried” para hacerlo.
El 20 de agosto, empezó el esquema en prosa para la ópera, y el libreto o “poema”, como Wagner prefería llamarlo, fue terminado para el 18 de septiembre.
Wagner, en este momento, se había trasladado a una casita construida en terrenos de la villa de Wesendonck, donde, durante su trabajo en Tristan e Isolde, se implicó apasionadamente con Mathilde Wesendonck…
No se sabe si esta relación permaneció platónica o no.
Una tarde de septiembre de ese año, Wagner leyó el poema terminado de Tristan a una audiencia que incluía a su esposa, Minna; su actual musa, Mathilde, y su futura amante, y posterior esposa, Cosima von Bülow.
Como dato, una representación estándar de Tristan und Isolde dura aproximadamente, 3 horas y 50 minutos.
La acción tiene lugar en Cornualles, Inglaterra; y Bretaña, Francia durante La Edad Media.
Tiempo antes del inicio de la acción, tuvo lugar una lucha en Irlanda, entre Tristan, Caballero bretón, y Morold, un guerrero irlandés del que Isolde, Princesa irlandesa, estaba enamorada.
Cuando Isolde llega al campo de batalla, encuentra a su amado herido de muerte, y a Tristan gravemente herido.
Isolde piensa matar a Tristan, pero finalmente, en vez de hacerlo, lo lleva a su Palacio, y lo cura de sus heridas.
A pesar de este gesto, Tristan no mostró ningún afecto por la que le salvó la vida, y una vez repuesto de sus heridas, volvió a Cornualles, donde le habló a su tío, El Rey Marke, de las cualidades de Isolde como futura esposa del anciano Rey.
De esa manera, Marke decide casarse con ella, y manda al mismo Tristan a buscarla…
En ese momento, durante la travesía en el barco que lleva a Isolde a Cornualles para casarse con El Rey Marke, es cuando empieza el acto I de la ópera.
Isolde espera la visita de Tristan, que sin embargo no acude a verla...
Isolde, furiosa, manda a su doncella, Brangäne, a buscarlo, pero quien acude es el escudero de Tristan, Kurwenal.
Isolde decide castigar a Tristan, y le pide a Brangäne que prepare un veneno para matar a Tristan, y luego tomarlo ella misma para librarse de un matrimonio no deseado con El Rey Marke.
Brangäne, que había recibido de la madre de Isolde, una gran instrucción en la elaboración de filtros  de todo tipo, decide no tomar parte en los proyectos de Isolde, y en lugar de un veneno mortal, prepara un elixir de amor, que cuando ambos lo beben, sienten un inmenso amor, el uno por el otro.
Cuando la nave llega a Cornualles, Brangäne y Kurwenal tienen que emplearse a fondo para separar a los 2 enamorados, antes de que El Rey Marke, que sube a bordo, se dé cuenta de la situación que se ha producido durante el viaje.
En el acto II, nos sitúa en El Palacio del Rey Marke, donde éste ha preparado una cacería, e Isolde espera la visita de su amado Tristan.
Brangäne se queda custodiando a la pareja, para que no sean sorprendidos mientras ellos 2 se manifiestan su amor.
Aquí tiene lugar un maravilloso dúo de amor entre Tristan e Isolde… pero esta romántica escena, se ve interrumpida por el mismo Rey Marke, que avisado por el traidor Melot, llega sorprendiendo a la pareja en una actitud claramente reveladora de sus sentimientos.
El Rey se siente traicionado por Tristan, que le dice a Isolde si quiere acompañarlo a la muerte, a lo cual ella responde afirmativamente, como es de esperar en todo drama romántico.
Sin embargo, en una lucha con Melot, Tristan cae gravemente herido, e Isolde se desmaya de dolor.
El castillo de Tristan, es el escenario donde empieza el acto III:
Con un fiel Kurwenal cuidando de Tristan, que solo despierta de su sopor para preguntar por Isolde, que debe llegar en barco hasta allí, hecho que será advertido por el canto de un pastorcillo... finalmente se anuncia la llegada de la nave:
Tristan saca fuerzas para despojarse de los vendajes de sus heridas, y abrazar a Isolde y luego muere…
Isolde, cree que ella morirá acto seguido por el dolor, cuando la voz del pastorcillo anuncia la llegada de una segunda nave en la que viene el mismo Rey Marke, con Melot y la sirvienta Brangäne, que había contado al Rey, que ella había sido la causante de la pasión entre Tristan e Isolde, al darles a beber el filtro amoroso.
El Rey llegaba con la intención de unir a los 2 amantes; pero cuando Kurwenal ve a Melot, se enzarza en una lucha que les ocasionará la muerte a ambos.
Isolde, al límite de sus fuerzas para resistir la separación de su amado Tristan, cree que éste se ha transfigurado para llamarla a compartir un amor eterno…
De esa manera, Isolde se muere tras haber manifestado de manera sublime el gran amor que siente por Tristan.
Y de esta manera trágica, tan propia del drama romántico, concluye una de las óperas más bellas, no sólo de Wagner, sino también de toda la historia de la ópera; porque Tristan e Isolde es el drama musical más perfecto y logrado de Wagner, donde se entra de lleno en el reino de la “melodía infinita”
Partiendo del hermoso y patético preludio, formado por los 6 primeros “leitmotiv” de una obra que cuenta nada menos que con unos 60; Wagner construye un tejido orquestal abiertamente sinfónico, y no sujeto a una forma determinada, plagado de osadías armónicas, en la que las voces humanas, concebidas como instrumentos de carácter solista de la orquesta, se limitan a realzar y a aclarar el significado de la textura musical, en el que se enlazan, contraponen, mezclan y sobresalen los motivos recurrentes antes citados, cuyos significados se ven, a su vez, sometidos a una metamorfosis que no permite etiquetarlos como meramente representativos de un solo personaje o sentimiento, cosa que no ocurre en otros dramas musicales wagnerianos.
Tal es la variedad, riqueza y unidad logradas con estos temas, que no importa la duración de la obra:
Son más de 4 horas, sin contar los intermedios, pues el desarrollo del binomio letra-música resulta en todo momento ajustado y equilibrado; por tanto, la obra ni aburre ni cansa, lo que no siempre sucede con los demás dramas musicales wagnerianos.
“El acorde de Tristan”, con el que se inicia la ópera, conocido así como si fuera la proporción áurea, aglutina la esencia de una ópera esencial, la concentra en el sentido atómico; “es un acorde al borde de la disonancia”, como explica Christian Thielemann, director de orquesta alemán, “un acorde que se sostiene por sí mismo, y que no se puede dirigir a ninguna parte.
Es la llave de acceso a la modernidad; y que abre a la vez, las puertas del cielo y del infierno”
Ese acorde, no solo representa la cumbre de toda la música romántica, sino que, además, constituye también el origen de la música del siglo XX, incluso de la “atonal”
Indudablemente, sus pocas notas resumen todo un mundo que desaparece, y anuncian una nueva música que se proyecta hacia el futuro.
Por otra parte, el retrato psicológico de los personajes de Tristan, se genera desde dentro de ellos mismos, de ahí el sensible estatismo que preside las representaciones de este drama musical, en el que apenas hay acción escénica, constituyendo un escollo difícil de sortear para el aficionado tradicional.
Y sobre la influencia de Schopenhauer, se nota en que Wagner usa la metáfora de “Día y Noche” en el II acto para designar los reinos habitados por Tristan e Isolde.
El mundo del día, es uno en el que los amantes están sujetos a los dictados de La Corte del Rey Marke, y en el que los amantes deben sofocar su amor mutuo y pretender que no se quieren; es un reino de falsedad e irrealidad.
Bajo los dictados de ese reino, Tristan se vio obligado a sacar a Isolde de Irlanda, y casarla con su tío Marke, acciones contra los deseos secretos de Tristan.
Mientras el reino de la noche, por el contrario, es la representación de la realidad intrínseca, en la que los amantes pueden estar juntos, y sus deseos pueden expresarse abiertamente y alcanzar la plenitud; es el reino de la unidad, la verdad y la realidad, y solo puede lograrse plenamente con la muerte de los amantes.
El reino de la noche, por tanto, se convierte también en el reino de la muerte, el único mundo en el que Tristan e Isolde pueden ser uno para siempre, y es este reino del que Tristan habla al final del acto II.
Y en el acto III, Tristan enfurece contra la luz del día, y con frecuencia clama por la liberación de sus deseos, “Sehnen”
De esta manera, Wagner iguala implícitamente el reino del día, con el concepto de “Fenpenhaga” de Schopenhauer, y el reino de la noche, con el concepto de “Noumenon”, también de Schopenhauer.
Aunque nada de esto se menciona explícitamente en el libreto, los comentarios de Tristan sobre el día y la noche en los actos II y III, así como las alusiones musicales a Tristan en “Die Meistersinger von Nürnberg” y “Parsifal”, obras de Wagner, dejan muy claro que esta era, de hecho, la intención de Wagner.
La cosmovisión de Schopenhauer, dicta pues que la única manera para que el hombre logre la paz interior, es renunciar a sus deseos, un tema que Wagner exploró completamente en su última ópera, “Parsifal”
De hecho, Wagner incluso consideró que el personaje de Parsifal, se encuentra con Tristan durante sus sufrimientos en el acto III, pero luego rechazó la idea.
Además, ni Tristan ni Isolde intentan por un momento ignorar sus sentimientos de amor mutuo, ni tratan de superarlos; por el contrario, ceden a sus sentimientos con todo su corazón, pero en secreto.
Esto no tiene nada que ver con la doctrina Schopenhauer…
Otro punto importante en esta filosofía, es la opinión de Schopenhauer sobre encontrar la felicidad con una sola mujer, que él rechazó, pues fue su razón para nunca casarse.
Pero para Tristan solo hay una mujer, Isolde, y con la muerte como alternativa.
Y esto lleva a la conclusión inevitable, de que Schopenhauer y su doctrina no fueron los responsables de la creación del sublime drama musical de Wagner, sino su amor incumplido por la mujer que conoció y amó durante estos años, Mathilde Wesendonck.
Así las cosas, la historia de Tristan e Isolde es la quintaesencia del romance de La Edad Media y El Renacimiento; y la ópera es reconocida ampliamente, como una de las cumbres de su repertorio operístico.
Por otra parte, la interpretativa, los papeles de Tristan e Isolde, para tenor y soprano dramática, están considerados de los más difíciles del canto en general, y dentro del extenuante repertorio wagneriano, tienen una posición destacada.
El I acto es especialmente arduo para Isolde, y el III para Tristan.
El II acto posee un complejo dúo de más de 45 minutos de duración, que en ocasiones es recortado en algunos de sus fragmentos para agilizar la obra.
Intercaladas en el dúo, en “sottovoce”, se escuchan las llamadas de Brangäne, que previenen a los amantes de que la luz del día ya está próxima, en unos momentos de especial belleza.
Y es habitual escuchar en concierto El Preludio, enlazado con el final de la obra, “La Muerte de Amor de Isolde” o “Liebestod” o “La Transfiguración”, un fragmento que es también interpretado en versión de concierto con soprano, y es el favorito de directores y sopranos como Jessye Norman, que lo cantó en el último recital de Herbert von Karajan.
De las 2 máximas Isoldes del siglo XX, fueron escandinavas:
La noruega Kirsten Flagstad, y su sucesora, la sueca Birgit Nilsson; y en la primera mitad del siglo XX, el más famoso Tristan fue el danés Lauritz Melchior, seguido por el canadiense Jon Vickers.
De las famosas mezzosopranos que han hecho destacadas interpretaciones del papel de Brangäne, destaca la alemana Christa Ludwig; y de los más recordados directores de orquesta en esta obra, han sido varios:
Wilhelm Furtwängler, Karl Böhm, Herbert von Karajan, Carlos Kleiber, Daniel Barenboim y James Levine.
La ópera, ahora considerada una de las piezas musicales más influyentes del siglo XIX, fue muy inspiradora para los compositores clásicos occidentales, y proporcionó ideas a compositores como Gustav Mahler, Richard Strauss, Karol Szymanowski, Alban Berg y Arnold Schoenberg; tanto que muchos ven a Tristan, como el comienzo del fin de la armonía convencional y la tonalidad; y consideran que establece la base para la dirección de la música clásica en el siglo XX.
Giuseppe Verdi, en el transcurso de una entrevista concedida en 1899, 2 años antes de su muerte, comentaba a propósito de Wagner:
“Le debo innumerables horas de maravillosa exaltación.
El acto II de Tristan e Isolde, está plagado de invenciones musicales, siendo una de las creaciones más sublimes del espíritu humano”
Con estas palabras, el viejo Verdi se desdecía de otros comentarios más despectivos sobre el Tristan, realizados muchos años antes, donde definía esta partitura como prácticamente infumable; y rendía un particular homenaje a su gran “colega-antagonista”, cuya muerte en 1883, le había dejado solo para disfrutar del extraordinario triunfo que supusieron sus 2 últimas y geniales creaciones:
“Otello” (1887) y “Falstaff” (1893)
Es otras artes, como en la pintura, el tema de Tristan und Isolde fue tratado extensamente por los maestros de la escuela simbolista y prerrafaelista, como John William Waterhouse, John Everett Millais, Edward Burne-Jones, John Duncan, W. Turnball, Rogelio de Egusquiza, Herbert James Draper, Edmund Blair Leighton, Marc Fishman, Evelyn Paul, Edmund Blair Leighton, August Spiess, en la forma de frescos en El Castillo de Neuschwanstein; Gustav Klimt, Aubrey Beardsley, etc.
Salvador Dalí, plasmó en un lienzo su personal visión de la obra en 1944, de forma fantasmal, y con fuertes componentes trágicos, mismo que se encuentra expuesto en La Fundación Gala-Salvador Dalí.
Y en el cine, existe una versión animada francesa, dirigida por Thierry Schiel en 2002, así como una película estadounidense protagonizada por James Franco y Sophia Myles en 2006.
Además de los filmes directamente influidos por la leyenda, existen versiones libres, basadas en el hecho central de una pareja irresistiblemente atraída, a pesar de la imposibilidad moral de ese reencuentro.
Uno de esos ejemplos, es el film “La Femme d'à Côté” (1982) de François Truffaut.
¿Qué tanto tiene Tristan und Isolde en la tragedia de “Romeo & Julieta” de William Shakespeare?
¡Ese es otro tema!
“Was stürbe dem Tod als was uns stört, was Tristan wehrt Isolde immer zu lieben ewig ihr nur zu leben?”
(Sucumbiría con la muerte sólo aquello que obstaculiza e impide a Tristan amar siempre a Isolde, y vivir eternamente sólo para ella)
Tristan und Isolde es un musical del año 1973, dirigido por Pierre Jourdan.
Protagonizado por Jon Vickers, Birgit Nilsson, Bengt Rungren, Walter Berry, Stan Unruh, Ruth Hesse, Horst Laubenthal, Paul Taillefer, entre otros.
El guión es de Richard Wagner, basado en el poema “Tristan” de Gottfried von Straßburg, inspirado en la leyenda artúrica de Tristan e Isolde, contada en francés por Thomas de Bretaña en el siglo XII.
Sin duda, el Tristan es la obra maestra del romanticismo alemán, siendo uno de los pilares de la música moderna, por la forma en que se aleja del uso tradicional de la armonía tonal, destacando 2 fragmentos maravillosos:
La Obertura y el “Liebestod”
Y para esta producción, el Théâtre Antique d'Orange, reunió al mejor elenco y al mejor director de orquesta wagneriano para este montaje escénico, en vivo, el 7 de julio de 1973, para mostrar la intensa tragedia romántica de Wagner.
En lo musical, se contó con el Choeur du New Philharmonia, y la Orchestre National del O.R.T.F., con Karl Böhm en la conducción, y Nikolaus Lehnhoff como director escénico.
La acción tiene lugar en Inglaterra y Francia durante La Edad Media; y en III actos veremos una historia de amor entre 2 personajes, los mismos que dan título a la obra.
Isolde (Birgit Nilsson) es una Princesa irlandesa, que junto a su sirvienta Brangäne (Ruth Hesse), están embarcadas en el barco de Tristan (Jon Vickers), un noble bretón, heredero adoptivo del Rey Marke de Cornualles (Bengt Rungren), con rumbo hacia su prometido, El Rey Marke.
Señalar que Tristan dio muerte al antiguo prometido de Isolde, Marold, pero ella desconocía que Tristan en realidad era también Tantris, el mismo al que ella no fue capaz de matar en un momento de debilidad que este estaba mal herido.
Pero ella procuró su muerte, encargando una poción a su sirvienta, que en vez de veneno, era una pócima de amor incondicional.
Tristan e Isolde, ya llegados a su destino, descubrirán el amor que se tienen el uno al otro, pero El Rey Marke es avisado por sus caballeros de las miradas que se tienen el uno con el otro.
En una larga noche de pasión que pasan los 2 amantes juntos, son descubiertos al alba por Marke y sus hombres, en donde los encuentra abrazados, momento en el que se enzarzarán en una lucha en donde Tristan será herido de muerte por Melot (Stan Unruh) un cortesano y Caballero más leal del Rey Marke.
Mientras Kurwenal (Walter Berry), un subalterno de Tristan, se lo lleva a su castillo de Kareol en Bretaña, en donde avisa a un pastor (Horst Laubenthal), que esté atento por si ve llegar a Isolde, que será la única capaz de salvar a Tristan de su muerte.
Al final, Isolde está de camino; Tristan emocionado la ve llegar, y se arranca los vendajes hasta que ella llega, pero ya es demasiado tarde, y él muere pronunciando el nombre de Isolde por última vez.
Kurwenal se enzarzará en una última lucha de venganza contra Melot, que ha llegado junto con Marke para llevarse a Isolde, pero aunque lo mata también, termina muriendo él mismo.
Marke aprecia a Isolde derrumbada junto al cuerpo sin vida de Tristan, y el también llorará su muerte, ya que aunque traidor, también fue una de sus mayores amistades y caballeros más leales.
Y en ese momento en el que parece que Isolde recobra un poco de fuerza, muere, pero muere por que no puede estar con Tristan, muere de amor, por no poder estar con quien había prometido estar para toda la eternidad.
Para apoyar todos esos sentimientos citados anteriormente, encontramos el poder y el efecto hipnótico de una música increíble, de construcción melódica absolutamente innovadora, fluida, con el abandono de apoyos de la armonía tradicional, como única forma capaz de trascender el amor desde el mundo terrenal.
Así, musicalmente el drama se mantiene hasta el final, en una sensación de lucha, una resistencia, la melodía lenta, que comienza casi en silencio, tiene un sinfín de elevaciones y caídas cromáticas, que no se acaban de resolver, creando una atmósfera de impedimento, y a la vez de esperanza que va creciendo en intensidad con Isolde, y a menudo en conflicto con la orquesta.
Pero sabemos que su destino será inevitable…
Incluso después del clímax, Wagner mantiene esa lucha, y se identifica como un apego desgarrador a la vida, en las últimas palabras de Isolde:
“¡Supremo deleite!”, que deberían ser acompañadas como un logro de libertad, aparecen oscuras y dubitativas.
Sólo al final, un oboe precede por fin a la orquesta en la resolución más satisfactoria que esperábamos desde el inicio.
Hemos visto una obra maestra; y esta es una grabación de video muy valorada debido a su excelente rendimiento, a pesar de algunos problemas técnicos de focalización y sonido, pero vemos a Jon Vickers y a Birgit Nilsson juntos, que fueron los mejores de su generación, y aquí actúan en roles por los cuales fueron mundialmente famosos bajo una conducción del mejor wagneriano, Karl Böhm, quien dirigió esta música como nadie más en su época.
Pero eso de que esta es una grabación de una presentación en vivo, realizada en un estadio al aire libre, es para coleccionistas, muy a pesar que es de baja calidad; es un tesoro majestuoso, muy debido a la época, ya que se hizo a principios de la década de 1970, con un talento excepcional y de primera clase; en una historia de amor verdadero, en una de las mejores óperas de Wagner.
“Wer wagt sein Leben an das meine?”
(¿Quién juega su vida por la mía?)
Cuando hablamos de ópera, hay una pequeña selección de obras privilegiadas de los grandes maestros que siempre aparecen entre las elegidas por los especialistas como “las mejores indiscutibles”; y es un poco arriesgado decir que Tristan und Isolde sea la mejor ópera nunca escrita, pero sin lugar a dudas, está bien afianzada en la cima, y en la gloria del teatro musical; y además tiene una cualidad esencial:
Fue una ópera revolucionaria, que anticipó en buena medida el futuro de la música de los siguientes 150 años, y además es una de las historias de amor más intensas y completas de toda la historia de la literatura.
Producida en el Théâtre Antique d'Orange, se representó el 7 de julio de 1973, este histórico Tristan und Isolde de Richard Wagner, con 2 de los mejores intérpretes de estos roles en el siglo XX:
Birgit Nilsson y Jon Vickers; y para ello se reunió a los mejores músicos, pero dejó la ingeniería en manos menos dotadas; y es que esta es una de esas producciones de Wieland Wagner, en la cual los sets no tienen la más mínima relación con las instrucciones de la escena; de hecho, son muy vanguardistas, con ese minimalismo, la luces que bien se veían de lejos, no eran muy efectivas para los intérpretes, y se veía mal en la cámara; a pesar de la puesta en escena abstracta que Wagner habría odiado, y las serias deficiencias técnicas, muchos wagnerianos encontrarán el resultado indispensable.
Primero porque este es el único video que tenemos en el que Birgit Nilsson y Jon Vickers, figuras casi legendarias e ideales para sus roles, se pueden ver juntos.
Y para muchos, eso será suficiente, y pueden esperar muchas horas de éxtasis, gracias a la excelente interpretación que los acompaña:
Walter Berry, y el maestro Karl Böhm.
La acción de la obra se divide en III actos que tienen lugar durante La Edad Media.
Tenemos un “Preludio” o “Vorspiel” a modo de obertura del drama.
Acto I: “Von einem Kahn” o “Desde un bote”
Isolde y su sirvienta Brangäne, se encuentran en el barco de Tristan, de camino a las tierras del Rey Marke en Cornualles, donde Isolde va a casarse con El Rey.
La ópera comienza con la voz de un joven marinero (Horst Laubenthal), cantando una canción sobre una salvaje doncella irlandesa, lo que Isolde interpreta como una burla hacia ella.
En un arrebato de furia, Isolde desea que se levanten las olas y hundan el barco, matando a todos los tripulantes; y su ira va especialmente dirigida a Tristan, el caballero que la lleva hasta Marke.
Isolde envía a Brangäne a que llame a Tristan a su presencia, pero él rechaza la petición, diciendo que su lugar está en el timón.
El subalterno de Tristan, Kurwenal, responde más bruscamente, y contesta que Isolde no está en posición de dar órdenes a Tristan, ya que su anterior prometido, Morold, fue asesinado por Tristan.
Brangäne vuelve con Isolde para contarle lo ocurrido, e Isolde le cuenta cómo, tras la muerte de Morold, llevaron ante ella a un extranjero llamado Tantris, que encontraron mortalmente herido a bordo de un bote, y que ella lo había sanado usando sus poderes curativos.
Entonces descubrió que Tantris era en realidad Tristan, quien mató a Morold, e intentó matarlo con una espada cuando estaba recostado indefenso ante ella.
En ese momento, Tristan no miró la espada que iba a acabar con su vida, sino directamente a los ojos de Isolde, lo que dejó a ésta sin capacidad para matar al caballero.
Una vez restablecido, se permitió huir a Tristan, pero habría de volver para llevarse a Isolde para que se casara con su tío, El Rey Marke.
Isolde, furiosa por la traición de Tristan, insiste en que tiene una bebida que redimirá de sus fechorías, y Brangäne mira sorprendida que se refiere a un veneno letal.
En este momento, Kurwenal aparece en la habitación de las mujeres, diciendo que Tristan ha accedido a ver a Isolde.
Cuando llega, Isolde le cuenta que sabía que él era Tantris, y le perdonó la vida.
Tristan acepta beber la poción, preparada por Brangäne, aun sabiendo que probablemente acabe con su vida.
Cuando Tristan bebe, Isolde le quita de las manos la poción, y termina de bebérsela ella misma.
Entonces, pensando cada cual que su vida está a punto de terminar, se declaran su amor incondicional.
En ese momento, Kurwenal anuncia la inminente llegada a bordo del Rey Marke, mientras Brangäne comprueba horrorizada, cómo la poción que preparó no era veneno, sino una poción amorosa…
En la cubierta, los marineros saludan al Rey Marke.
Acto II: “O sink hernieder” o “Hundiéndose”
Una partida de caza nocturna, deja solas en El Castillo del Rey Marke, a Isolde y Brangäne, quienes permanecen al lado de un brasero en llamas.
Isolde cree varias veces, que los cuernos de caza están suficientemente lejos como para permitirle apagar las llamas, señal que espera Tristan para acudir junto a ella.
Brangäne avisa a Isolde, que uno de los caballeros del Rey Marke llamado Melot, ha estado observando atentamente las miradas que se cruza con Tristan, y sospecha del gran amor que se tienen.
Isolde, sin embargo, considera a Melot como el amigo más fiel de Tristan, y en un rapto de deseo, apaga las llamas, a lo que Brangäne se retira, mientras Tristan llega junto a Isolde.
Los amantes, por fin solos y libres de las ataduras de la vida cortés; se declaran su mutua pasión.
Tristan desprecia la realidad del día, ya que es falsa, irreal y los mantiene separados; es únicamente durante la noche, cuando ellos pueden estar verdaderamente juntos, y sólo durante la larga noche de la muerte podrán estar eternamente unidos.
Brangäne les avisa en repetidas ocasiones durante su encuentro, que la noche se está acabando, pero ellos la ignoran…
Finalmente se hace de día, y Melot lleva a Marke y sus hombres para encontrar a Tristan e Isolde, uno en los brazos del otro.
Esta imagen rompe el corazón de Marke, ya que no sólo ha sido traicionado por su sobrino Tristan, sino que El Rey se ha enamorado también de Isolde.
Tristan pregunta a Isolde, si ella está dispuesta a seguirle a la realidad de la noche, y ella le contesta afirmativamente.
Melot y Tristan luchan, y en el momento decisivo, Tristan es herido de muerte por Melot.
Acto III: “Liebestod” o “Muerte de amor”
Kurwenal ha llevado a Tristan a Kareol, su castillo en Bretaña.
Un pastor toca una melodía triste, y pregunta si Tristan está ya despierto…
Kurwenal le contesta, que sólo la llegada de Isolde podría salvar a Tristan.
El pastor dice que estará atento, y tocará una melodía alegre si ve llegar algún barco.
Tristan se despierta, y advierte que está otra vez en la falsa realidad del día, una vez más comido por un deseo inalcanzable, hasta que Kurwenal le cuenta que Isolde está de camino.
Tristan se emociona, y pregunta en repetidas ocasiones, si hay algún barco a la vista, pero suena la melodía triste del pastor.
Tristan recuerda que es la misma melodía que oyó cuando su padre y su madre murieron.
Cuando oye al pastor tocar una melodía alegre, Tristan, en un rapto de deseo, arranca los vendajes de sus heridas, y cuando Isolde llega a su lado, Tristan muere con su nombre en los labios; a lo que Isolde se derrumba a su lado, cuando se anuncia la llegada de otra embarcación.
Kurwenal ve a Melot, Marke y Brangäne llegar, y se lanza a luchar para vengar la muerte de Tristan, matando a Melot, pero muriendo él mismo.
Marke y Brangäne, finalmente alcanzan el lugar donde se encuentran Isolde y el cadáver de Tristan.
Marke, llorando sobre el cuerpo de su más sincero amigo, explica que Brangäne le había contado lo ocurrido con la poción de amor, y que había venido no para separar a los amantes, sino para unirlos; a lo que Isolde parece recobrarse pero, al describir su visión de Tristan, “se transfigura” y muere en uno de los pasajes más bellos de la literatura operística, se lo llama “la muerte de amor” o “Liebestod”, y también es uno de los más difíciles de interpretar, porque la soprano debe llegar con suficiente energía después de 4 horas de representación.
El famoso “Liebestod” de Isolde, epílogo de la ópera Tristan und Isolde de Richard Wagner, es la máxima expresión del dolor humano, momentos que se debaten entre la esperanza del éxtasis, y el más profundo lamento en un anhelo de eternidad, que realmente parece que suplica a cada nota, un conmovedor y emocionante apego a la propia vida.
Esa dulce “transformación” de Isolde sobre el cuerpo sin vida de Tristan, no habla sólo de la pérdida de la persona amada, sino de su unión eterna, más allá de la propia vida, su logro final de absoluta armonía, y de felicidad.
La belleza sublime del “Liebestod” es la representación del amor absoluto, que nunca carece de profundo dolor, sólo a través de ese sufrimiento se puede entender esta melodía suave que nos eleva al placer, a exceder los límites del ser humano, más allá de la moralidad.
El destino de Isolde es morir por amor, pero no dramáticamente en una pasión que lleva al desastre como Aida y Radamés, Maddalena y Chènier, Desdémona y Otello, o Julieta y Romeo; sino en la búsqueda del infinito, de la unión completa y dichosa con el amado, más allá de la existencia física.
Es de destacar el flujo musical continuo desde principio a fin, sólo interrumpido por los finales de los actos.
El acentuado cromatismo, sobre todo en el III acto, marca el comienzo de la ruptura de la tonalidad que siguieron los compositores posteriores.
Si bien, Tristan tiene todos los logros de un caballero, las cuestiones de carácter caballeresco, son irrelevantes para la historia; y el papel del hombre combatiente en la sociedad, central para las obras de Hartmann von Aue y Wolfram von Eschenbach, nunca está en discusión.
Los héroes contemporáneos, se enamoran de una dama por su belleza y su valor moral; y en Tristan e Isolde, a pesar de su belleza física y muchos logros, que hacen que sean adorados en general, se enamoran no por una razón explicable, sino porque la poción de amor no les deja otra opción.
Cuando los contemporáneos buscan equilibrio en la vida y subordinación de la voluntad del individuo, ya sea a Dios, a la sociedad o a ambos; Gottfried parece exaltar el amor como el valor supremo, independientemente de las consecuencias sociales, y sin tener en cuenta la naturaleza pecaminosa de Tristan, y el adulterio de Isolde.
Esta “exaltación del amor”, ha llevado a algunos críticos a ver a Tristan como efectivamente herético, con Tristan e Isolde como “santos” de una religión del amor, aunque la forma en que una obra semejante podría haber sido repetidamente leída y copiada en los tribunales del siglo XIII, sigue siendo desconcertante.
¿El uso de imágenes de lenguaje religioso para los amantes, significa que representan una religión alternativa, o es simplemente una técnica para comunicar su papel ejemplar, y la naturaleza sublime de su amor?
Alternativamente, algunos críticos ven el trabajo no como una exaltación pura del amor, sino más bien como una exploración del conflicto entre el amor apasionado y el orden social cortesano.
Que Tristan no sea caballeroso, representa un rechazo de las normas de la sociedad feudal; se deja guiar por el amor y la pasión física, en lugar de la caballerosidad.
De ahí que las muertes de Tristan e Isolde, parecerían inevitables, ya que su amor no podría superar el orden social contemporáneo.
Por otro lado, el papel de la poción, sigue siendo polémico:
Es esto simplemente un dispositivo narrativo, sin importancia en sí mismo, pero requerido para desviar la crítica moral?
¿Es un símbolo para enamorarse?
¿La causa de su amor, lo que indica la naturaleza irracional e irresistible del amor?
La historia en sí misma, también plantea problemas.
Si el poder de la poción de amor es irresistible:
¿Cómo puede explicarse el matrimonio de Tristan con Isolde de Las Manos Blancas?
Si el amor es el valor supremo:
¿Por qué Tristan e Isolde abandonan su vida idílica en “La Gruta de Amor” para volver a una vida de ocasionales citas secretas?
Algunos incluso han argumentado, que Gottfried abandonó el trabajo, incapaz de resolver estas contradicciones…
No cabe duda que Tristan und Isolde es el mejor ejemplo de energía sexual encarnada en una obra artística.
Su punto culminante, al final del III acto, suena como el punto culminante de toda la historia de la música occidental, y si la música que se escribe hoy ha perdido la fuerza sexual; o ya que la música es reflejo de su tiempo:
¿Ha perdido nuestro mundo de hoy, la fuerza sexual?
¿Podemos imaginar un mundo sin pornografía, sin pseudo-erotismo comercial omnipresente?
Wagner nos permite volver a sentir el amor y el deseo, como cuando una vez fueron los misterios más indescifrables de nuestra existencia.
La extrema complejidad armónica de su lenguaje, que más tarde llevó a la disolución de la tonalidad, y la enorme duración de sus escenas, de hasta media hora en algunos casos, en las que se desarrollan unas pocas ideas musicales a través de infinidad de regiones del alma expresadas en dicha complejidad armónica, me hacen pensar en lo que sucede hoy:
Por un lado, las canciones pop de entre 3 y 5 minutos, de gran simplismo armónico; y, por otro, la música contemporánea, casi sin excepción, reflejo del ruido que nos circunda y nos inunda en la vida urbana, son una señal de alarma.
¿Qué está pasando hoy con nuestro universo de las emociones y con nuestra vida sexual?
¿No refleja nuestra música, la superficialidad, la ausencia de misterio, el miedo o casi tabú por el sacrificio, la falta de continuidad, la falta de paciencia y un apetito insaciable de vivencias tan rápidas y breves como sea posible, que al final nos dejan un inmenso vacío?
Sin embargo, no quiero decir que en el siglo, y en la sociedad de Wagner, las cosas fueran mejor.
Sin duda eran distintas; pero es aquí donde entra su genialidad.
Los “leitmotiv”, “El acorde de Tristan”, la melodía infinita, y todos sus logros sobre los que musicólogos han llenado miles de páginas, si bien pueden entenderse en su contexto, responden a una necesidad que va más allá de la mera creación artística.
Wagner fue un canalizador, “un Buda” que se sirvió de los recursos musicales de su época, para darles la vuelta, estirarlos, comprimirlos, romperlos y volverlos a juntar, para esculpir así un lenguaje más cercano a sí mismo, el más despojado de convenciones, que por ello es el más universal, para hablarnos de nosotros mismos, ayudarnos a conocernos, y hacernos soñar.
¿Quién o qué es el Richard Wagner de nuestros días?
Tristan und Isolde, es análisis del “homo sapiens” en conflicto entre su sexualidad y las normas de su tribu, es celebración y regocijo del dolor, del deseo y del éxtasis, y en su momento más íntimo, cuando “la noche de amor desciende sobre nosotros”, es unión con el cosmos, en un instante donde parecen disolverse los conceptos de tiempo y espacio.
Dejando la filosofía y las lecturas, sobre esta producción, la más cara factura, unánimemente ha sido el sonido, que es pobre, incluso para los estándares de 1973, y las cámaras a veces son mal dirigidas, mal enfocadas con las imágenes borrosas.
Primero, el sonido que tanto cuidó Wagner, aquí es amortiguado, borroso, distorsionado, y plagado de ruido de fondo de baja frecuencia, casi tan bueno como el que ofrece una línea telefónica analógica.
Mientras el video es granulado, y tiene el crudo contraste de principios de los años 50, visto en los westerns, y para empeorar las cosas, durante la mayor parte del tiempo, el sonido y el video ni siquiera se sincronizan correctamente.
Parte del problema, es una escenificación cavernosa, extremadamente simbólica, y minimalista, entendida o parecida a un circo, pero principalmente es una cuestión de pura incompetencia de ingeniería, o bien de una mala planificación escénica.
De lejos, esta es la peor grabación de video de una ópera que conozco; y sin embargo, esta es la ópera más grandiosa jamás escrita.
De ahí el crimen, pero cambia si uno valora el elenco sobre la calidad técnica.
La actuación es excelente, y dejando de lado las quejas, los decorados y el vestuario, son maravillosos, la iluminación es efectiva en cuanto al escenario para la vista general o panorámica, y la música es un placer.
Toda la producción vale la pena solo por la música y la dirección de Karl Böhm, que hace un gran trabajo; y sobre el canto:
Jon Vickers es una revelación como Tristan, tiene una excelente capacidad de actuación aquí, y toda su actuación en el acto III, es fuera de este mundo.
Su Tristan siempre ha sido aclamado como la mejor interpretación, es vocalmente excelente, sin ser “bombásticos” y poco sutil; Vickers logra cantar con un grado de sutileza y matiz.
Este es un Tristan vigoroso, muy masculino, pero uno con un núcleo romántico, más suave y vulnerable.
Su primer encuentro con Isolde, es particularmente dramático y emocionante, el dúo de amor es celestial, y sus escenas finales, en las que ha sido herido y canta de muerte, y se reúne con Isolde, son especialmente poderosas.
Algunos, sin embargo, pueden verlo como melodramático… y parece que se está volviendo loco antes de morir en los brazos de Isolde.
Esto puede parecer inapropiado, o francamente tonto.
Es una “escena de muerte”, pero no una escena loca… pero sí que se muere cantando…
Esto es, por supuesto, discutible.
Pero, aun así, puede haber tenido una mejor voz en los años 60, y en el momento de esta actuación, no ha perdido el poder, pero ha perdido la forma efectiva de cantar una “escena de la muerte”
Esa es la única queja que se le podría encontrar.
Birgit Nilson es una hermosa Isolde, se ve hermosa y canta y actúa como un sueño, su “Liebestod” es dolorosamente conmovedor aquí.
Basta con ver qué tan grande es esa audiencia, aparentemente miles de personas están en ese anfiteatro, y todos allí para ver a esta increíble pareja.
Este elenco es de particular importancia, porque Birgit Nilsson murió el 25 de diciembre de 2005, y esta es una de sus pocas actuaciones filmadas.
El otro es “Elektra” de 1980.
Así, todos los fanáticos de La Nilsson querrán este Tristan, porque Isolde fue uno de sus mejores papeles.
Vickers y Nilsson se lo dan todo, cantan con una técnica vocal expresiva, tonos dramáticos y hermosos, musicalidad wagneriana, y Jon Vickers incluso está tratando de ser un tanto machista y sexy en cierto modo, a lo “chico malo”; pero ella está en su elemento.
Isolde fue su papel debut en el MET, al menos 12 años antes; y puede haber perdido la capacidad de cantar con un poco de belleza lírica, pero sigue siendo una cantante poderosa, su registro alto es electrizante, y mantiene el exceso bajo control.
Ese final, “Liebestod”, es probablemente la mejor que haya cantado en su carrera, a menos que me equivoque, nunca estuve cerca para escucharla cantar todas sus Isoldes…
Ella está cantando con más “pianissimi” y lirismo de lo que suele hacer, suavizando el poder de “la valquiria” de su voz, para que suene inquietantemente hermosa y literalmente “transfigurada”; tanto que gusta ese toque particular que le da, porque en la escena del “Liebestod”, Nilsson parece divinamente hermosa y, bajo el resplandor de las luces del teatro, canta el aria como si fuera una especie de himno nacional.
El resultado, somos nosotros, el público, quien se transfigura al escucharla cantar.
Tal vez, el único inconveniente es demasiado control como para verse demasiado fría y pasiva, sin pasión dramática.
Y si la comparamos con Vickers, se notará cómo Vickers canta a Tristan con mucha más pasión que la Isolde de Nilsson, que es muy mansa y deslucida desde un punto de vista dramático.
Por tanto, escenas como el final en el que Isolde se reúne con el moribundo Tristan, puede parecer una decepción; pero incluso así, ella es la Isolde definitiva para los demasiados amantes de la ópera wagneriana, que me incluyo.
Ella se identifica con el papel, porque su herencia es nórdica, “aria” diría Hitler, y de eso se trataba la música de Wagner:
El honor y el romance de la antigua tradición europea.
Su canto germánico es inmejorable, su técnica es sobrecargada, emocionante y canta un papel que es francamente el papel de soprano más difícil en la ópera.
Del resto del elenco:
Ruth Hesse actúa bien como Brangäne, cuyo papel es bastante significativo aquí, y su canto es decente.
Ella no es del todo Crista Ludwig, pero lo hace bien; y es tal vez la Brangäne más satisfactoria que jamás se haya presentado, y este hecho es triste, ya que no era famosa en los Estados Unidos, ni en la escena operística mundial, y era probablemente una cantante europeo/alemana menos conocida, tal vez incluso un suplente para alguna otra gran mezzo soprano que podría haber estado indispuesta a cantar el papel esa noche…
¡Lamentable!
Ruth Hesse usa una voz dramática, y es hermosa de escuchar, haciendo que su papel sea más activo y apasionado que otros Brangänes que intentan ser luces menores para Isolde.
Esta actuación hace que Brangäne parezca especialmente importante para la historia.
Después de todo, fue ella quien optó por cambiar las pociones de la muerte por pociones de amor, que aún resultaron en la muerte de Tristan e Isolde.
Walter Berry, un excelente bajo que será profundamente extrañado, es un buen Kurwenal; y Bengt Rungren es un imponente Rey Marke.
De la banda sonora… pues ídem.
“Mild und leise wie er lächelt, wie das Auge hold er öffnet, seht ihr's, Freunde?”
(Cuan dulce y suave sonríe, sus ojos se entreabren con ternura...
¡Mirad, amigos!)
¿Es Tristan und Isolde, la ópera más importante de la historia?
El adjetivo “importante” resulta demasiado genérico, pero es también descriptivo de la contribución de Wagner al discurso de la música occidental.
Sostiene Daniel Barenboim, por ejemplo, que “Tristan e Isolde lleva a sus límites extremos las posibilidades de la música tonal”
Por ese motivo, la ópera está en la cima.
Y por la misma razón, a la música posterior, “Tristan nos convierte en meros tañedores de mandolina”, decía Puccini; que se resentía de un complejo de inferioridad; al menos hasta que intervinieron las vanguardias con la solución de la ruptura.
Y lo hicieron bastante tarde en relación a la obra maestra de Wagner, cuya partitura “in-interpretable”, proponía a mediados del siglo XIX, no tanto unos requisitos “virtuosísticos” como una fabulosa complejidad armónica.
No era una ópera melódica; era una ópera magmática y enigmática.
El barco de Tristan e Isolde, no navega con el vaivén del oleaje; lo hace mecida con las corrientes invisibles del océano; y se entiende que las dificultades de los músicos, también concernieran a la estupefacción de los espectadores, aunque el mayor sacrificio de la ópera compromete a los protagonistas.
Primero porque se trata de una de las principales obras culturales de La Edad Media, y el referente para la evolución cultural de la música del posromanticismo y otros movimientos culturales importantes del siglo XIX, así como la tendencia al gigantismo en una amplia variedad de artes en el siglo XX; al tiempo porque está llena de misterios, que también contiene una leyenda negra:
Sus intérpretes del estreno, fueron Ludwig Schnorr von Carolsfeld en el papel de Tristan, y Malvina, su esposa, cantó el de Isolde.
El 21 de julio de 1865, después de haber cantado el papel sólo 4 veces, Ludwig Schnorr von Carolsfeld murió repentinamente, lo que impulsó la especulación que el agotamiento que implicó cantar el papel de Tristan, lo había matado.
El estrés de representar Tristan, también reclamó las vidas de los directores Felix Mottl en 1911, y Joseph Keilberth en 1968.
Ambos hombres murieron después de derrumbarse mientras dirigían el II acto de la ópera.
Por su parte, Malvina se hundió en una profunda depresión por la muerte de su marido, y nunca más cantó, aunque vivió otros 38 años.
Algunos años después, los únicos intérpretes del papel, fueron otra pareja de esposos, Heinrich y Therese Vogl.
Fue diferente el caso de Claudio Abbado en Tokio, con la Filarmónica de Berlín:
Dirigía Tristan, cuando se le había diagnosticado el cáncer, y aprovechaba los entreactos para visitar el hospital, aunque El Maestro contaba en la intimidad, que la ópera de Wagner le devolvió a la vida; y le ayudó a apreciarla de una manera distinta después de aquel viaje iniciático.
Con todo, el mérito de Wagner consiste en sobrepasar todas las barreras de la música, y hasta del lenguaje para concebir “el sueño”
Y para conseguir que el amor imposible de Tristan e Isolde sobre La Tierra, asuma gracias a la muerte, una dimensión eterna en el cosmos.
Sería la recompensa que aloja desenlace.
La cima desde la que Isolde interpreta “Liebestod”, una expresión ambigua, tan ambigua como el fuego y el agua juntos, cuya traducción del alemán, “muerte de amor”, se resiente de una cierta cursilería cuando, al contrario, representa la quintaesencia de la metafísica wagneriana, habiendo escrito el propio Wagner el texto con que la música se libera de las ataduras contingentes:
“En el fluctuante torrente, en la resonancia armoniosa, en el infinito hálito del alma universal, en el gran todo... perderse, sumergirse... sin conciencia...
¡Supremo deleite!”
No es sencillo encontrar un pasaje como “Liebestod” en nuestra cultura occidental; ni es sencillo interpretarlo.
Isolde se queda sola velando el duelo de Tristan, y aspirando a reencontrarlo fuera del espacio y del tiempo; sobrevienen entonces los momentos más sobrecogedores del viaje.
Un aria larga, intensa, que sorprende a la soprano exhausta, y que los espectadores ya desean que no termine nunca.
Por su parte, Mark Twain, en una visita a Alemania, escuchó a Tristan en Bayreuth y comentó:
“Conozco a algunos, y he oído hablar de muchos, que no pudieron dormir después de eso, pero lloraron toda la noche.
Me siento fuera de lugar aquí.
A veces me siento fuera de lugar.
Me siento como la única persona cuerda en la comunidad de los locos, a veces me siento el único ciego que todos los demás ven, el salvaje a tientas en la universidad de los sabios, y siempre, durante el servicio, me siento como un hereje en cielo”
Y Friedrich Nietzsche, quien en su juventud fue uno de los aliados más acérrimos de Wagner, escribió que, para él, “Tristan e Isolde es el verdadero “opus metaphysicum” de todo arte... anhelo insaciable y dulce por los secretos de la noche y la muerte... es abrumador en su grandeza simple”
En una carta a su amigo Erwin Rohde, en octubre de 1868, Nietzsche describió su reacción ante El Preludio de Tristan:
“Simplemente no puedo obligarme a permanecer críticamente distante de esta música:
Cada nervio en mí es fascinante, y ha pasado mucho tiempo desde que tenía una sensación de éxtasis tan duradera como con esta obertura”
Incluso después de su ruptura con Wagner, Nietzsche continuó considerando a Tristan, una obra maestra, y dijo:
“Incluso ahora estoy todavía en la búsqueda de una obra que ejerza una fascinación tan peligrosa, un hormigueo tan espinoso e infinito como Tristan:
He buscado en vano, en cada arte”
Finalmente, Marcel Proust, muy influenciado por Wagner, se refiere a Tristan und Isolde y sus “repeticiones inagotables” a lo largo de su novela “In Search of Lost Time”, y describe el tema del Preludio como “vinculado al futuro, a la realidad del alma humana, de la cual fue uno de los ornamentos más especiales y distintivos”
De la obra original en francés, de la leyenda que me permitió escribir esta reseña, solo se conservaban algunos fragmentos del siglo XII, pero unidos a las partes de la misma leyenda escritas por el poeta anglonormando Thomas de Bretaña, sirvieron como principal fuente para la versión de Gottfried del siglo XIII; y es bien probable que la leyenda se forjase a través de tradiciones orales formadas en figuras tradicionales, mitos y folclore local combinado con mitos ancestrales, a las que se les añadió un toque dramático cuando fueron escritas; y uno de sus fragmentos dice:

“Ésta es mi oración:
Toma este anillo, que es un signo del enlace entre ella y yo, y cuando llegues a tierra, preséntate como un comerciante de seda y telas, de modo que ella pueda ver el anillo.
Entonces sabrá que mi corazón la saluda, y que sólo ella puede darle consuelo, y que si nada hace moriría.
Recuérdale nuestro pasado y nuestra tristeza, y toda la alegría que había en nuestro amor fiel y tierno.
Ojalá los corazones hallen fuerza contra la inconstancia, pese al dolor y toda la amargura de amar”



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