Mozart: The Requiem from Sarajevo

“Lux aeterna luceat eis, Domine:
Cum Sanctus tuis in aeternum:
Quia pius es.
Requiem aeternam dona eis.
Domine:
Et lux perpetua luceat eis. Cum Sanctis tuits in aeternum:
Quia pius es”
(Que la luz eterna los ilumine, Señor:
En compañía de los santos por toda la eternidad, ya que sois piadoso.
Dales Señor el descanso eterno, y que la luz perpetua los ilumine.
Junto a los santos y para toda la eternidad, por tu misericordia)

La Familia de Otto von Habsburg-Lothringen und Bourbon-Parma, hijo del último Emperador Karl Franz Josef Ludwig Hubert Georg Maria von Habsburg-Lothringen, tiene datos interesantes alrededor de la extinción del citado Imperio después de La Primera Guerra Mundial y Los Tratados de París que fueron rabiosamente hostiles contra esta Dinastía al desposeerla de su territorio, y dividir los reinos.
Es prácticamente un Requiem por un Imperio difunto; ya saben, la palabra “réquiem” es el acusativo de “requies”, nombre latino que significa “descanso”, y que proviene del verbo “requiescere” o “descansar”; por ello el “Requiescat In Pace” de nuestros cementerios, se traduce por “Descanse en Paz”
En casi todos los idiomas se ha convertido en un cultismo que significa “Misa de Difuntos”, recordemos las magníficas composiciones de Mozart o Verdi, de manera que lo que les sucedió a ese Imperio simboliza la evocación hacia La Caída de Los Habsburg, que desaparecieron tras los acuerdos de Saint-Germain de 1919.
El más famoso “misal de muertos” es “La Misa de Requiem en re menor, K 626” de Wolfgang Amadeus Mozart, basada en los textos latinos para el Requiem, es decir, el acto litúrgico católico celebrado tras el fallecimiento de una persona; y se trata de la 19ª y última misa escrita por Mozart, que murió en 1791, antes de terminarla.
Por su parte, el compositor Franz Xaver Süssmayr, discípulo de Mozart, la finalizó, y el propio autor, ya enfermo, le dio numerosas indicaciones para hacerlo.
Pero lo más curioso es que este Requiem tiene el honor de estar ligado a una de las historias más extravagantes recogidas en la historia de la música, algunas leyendas hechas inclusive por la propia esposa de Wolfgang para incrementar el mito mozartiano; y es una de las piezas más enigmáticas de la música jamás compuesta, en su mayoría debido a las controversias que lo rodean, especialmente alrededor de la cantidad de la pieza que fue completada por Mozart antes de su muerte.
Primeramente decir que en la música sacra católica, se refleja como en ningún otro género, por encima de la fe cristiana, la visión optimista de la época, ampliando el horizonte del compositor y su estilo.
La música sacra de Mozart, no se diferencia de una ópera en el aspecto musical.
La religiosidad mundana del Clasicismo, fusiona en la música sacra de un modo natural, todos los elementos que se encuadran dentro de una actitud positiva y de una evidencia religiosa; de ahí la luminosidad y el fervor de la música sacra clásica; pero el estilo clásico halló sus mayores problemas en este género debido a:
La hostilidad de La Iglesia Católica hacia la música instrumental, que siempre ha preferido la música vocal “a capella” por la presencia de las palabras del servicio religioso.
Además, considera la música en su función expresiva, para ilustrar las palabras, y no de glorificación o celebración; esto lleva a una contradicción importante en las secciones inicial y final de las misas:
El “Kyrie” y el “Agnus Dei”
Si la música tiene carácter de celebración, deberían ser brillantes e imponentes; en caso de ser expresiva, tendrían que ser suplicantes y sosegadas, y normalmente los compositores se negaron a rendirse a la estética expresiva.
La técnica de la ópera cómica italiana, enraizada firmemente en este estilo, dio pie a versiones de misas que parecen no tener relación alguna con el texto.
La única vía abierta, es el arcaísmo, la imitación de las técnicas contrapuntísticas y las frases ampliables del barroco inicial, que podrían ser mejor vistas por La Iglesia, ya que hacen referencia al pasado.
Así las cosas, en junio de 1791, Mozart ofreció en Viena uno de sus últimos conciertos públicos; tocó El Concierto para Piano Nº 27, KV 595.
Su último hijo, Franz Xaver Wolfgang Mozart, nació el 26 de julio; y días antes, en su casa, se presentó un desconocido, vestido de negro, que rehusó identificarse, y encargó a Mozart la composición de un Requiem.
Le dio un adelanto, y quedaron en que regresaría en un mes… pero el compositor fue llamado desde Praga para escribir la ópera “La Clemenza di Tito, KV 621”, para festejar La Coronación de Leopold II von Habsburg-Lothringen,.
Cuando subía con su esposa al carruaje que los llevaría a esa ciudad, el desconocido se presentó otra vez, y preguntó por su encargo…
Esto sobrecogió al compositor; y más tarde se supo que aquel sombrío personaje, al parecer llamado Franz Anton Leitgeb, era un enviado del Conde Franz von Walsegg, músico aficionado, cuya esposa había fallecido; y deseaba que Mozart compusiese La Misa de Requiem para los funerales de ella, pero quería hacer creer a los demás que la obra era suya, y por eso permanecía en el anonimato.
Según la leyenda, Mozart, obsesionado con la idea de la muerte desde la de su padre, debilitado por la fatiga y la enfermedad, muy sensible a lo sobrenatural por una supuesta vinculación con la francmasonería en esa época de su vida, e impresionado por el aspecto del enviado, terminó por creer que este era un mensajero del destino, y que el Requiem que iba a componer, sería para su propio funeral.
En consecuencia, El Requiem en re menor, KV 626, es la última obra de Wolfgang Amadeus Mozart, compuesto para orquesta sinfónica, coro y voces solistas:
Soprano, contralto, tenor y bajo.
Los instrumentos para los que se compuso El Requiem, responden al esquema típico de una orquesta sinfónica de finales del siglo XVIII, pero algo más reducida; y su completa estructura comprende:
Introitus o Requiem, Kyrie, Secuentia, con 6 partes independientes; Offertorium, con otras 2; Sanctus, Benedictus y Agnus Dei/Lux aeterna.
Tal vez, el hecho de que Introitus y Kyrie sean las únicas partes íntegramente compuestas por Mozart, tenga algo que ver con la sensación de concentración, de resumen y esencia de toda la obra.
El arranque, de tristísimo “Re menor”, con la cuerda y el viento respirando a través de un cuerpo moribundo, nos traslada a un limbo palpitante, lleno de claroscuros sobrenaturales.
El Requiem de Mozart está por tanto dividido en 7 bloques; algunos de ellos a su vez, se subdividen en otras partes más pequeñas; y cada una de las partes de la obra, tienen un final y, dependiendo de la interpretación y del director, la pausa entre una y otra tendrá una mayor o menor duración.
Cada una de las partes, tiene unos intérpretes, coro, coro y soprano, etcétera.
Las partes en las que se divide son:
Introitus:
1. Requiem Aeternam (coro y soprano) fue compuesto por Mozart.
2. Kyrie Eleison (coro) compuesto por Mozart.
Sequentia:
3. Dies Irae (coro) compuesto por el coro y parte de la orquesta, es decir cuerdas, bajo y órgano por Mozart; y parte de la orquesta, viento y percusión, compuesto por Süssmayr.
4. Tuba Mirum (soprano, contralto, barítono y tenor) compuesto por solistas y parte de la orquesta, con violoncello, bajo y trombón tenor, por Mozart; mientras la orquesta, cuerdas y viento, fue compuesto por Süssmayr.
5. Rex Tremendae (coro) compuesto por el coro y orquesta, violoncello, bajo, órgano, violín I, por Mozart; y la orquesta, cuerdas, vientos y percusión, compuesto por Süssmayr.
6. Recordare, Pie Jesu (soprano, contralto, barítono y tenor) compuesto por todas las partes de solista y orquesta escritas por Mozart, excepto las de fagot.
7. Confutatis Maledictis (coro) compuesto por parte de coro y orquesta, violoncello, bajo, violín I y órgano por Mozart; y la orquesta cuerdas, viento y percusión por Süssmayr.
8. Lacrimosa Dies Illa (coro) compuesto por los 8 primeros compases por Mozart; y el resto fue compuesto por Süssmayr.
Offertorium:
9. Domine Jesu (coro, soprano, contralto, barítono y tenor) compuesto por parte de coro, solista y orquesta, violoncello, bajo y órgano por Mozart; y orquesta cuerdas y viento, compuesto por Süssmayr.
10. Hostias (coro) compuesto por parte de coro, solista y orquesta, violoncello, bajo y órgano por Mozart; y orquesta cuerdas y viento, por Süssmayr.
Sanctus:
11. Sanctus (coro) compuesto por Süssmayr.
12. Benedictus (coro, soprano, contralto, barítono y tenor) compuesto por Süssmayr.
13. Agnus Dei (coro) compuesto por: Süssmayr.
Communio:
14. Lux Aeterna (coro) es una repetición de fragmentos del Introito y el Kyrie.
Todas las secciones de “Sanctus” en adelante, no están presentes en el fragmento del manuscrito de Mozart; que pudo haber tenido la intención de incluir la fuga de “Amen” al final de la “Sequentia”, pero Süssmayr no lo hizo en su finalización.
Se cree que una de las principales influencias de esta obra, puede hallarse en “El Requiem” de Michael Haydn, compuesto en 1771 para la muerte del Arzobispo de Salzburgo, S. C. Schrattenbach.
Por otra parte, en setiembre de 1791, Mozart le escribía a Antonio Salieri, que a la sazón se encontraba en Londres, la siguiente carta:
“Aff.mo. señor, quisiera seguir vuestros consejos, pero ¿cómo lograrlo? tengo la cabeza trastornada, cuento mis fuerzas y no puedo apartar de los ojos la imagen de ese desconocido.
Lo veo continuamente, me ruega, me solicita e, impaciente, reclama mi labor.
Prosigo, ya que el componer me fatiga menos que el reposo.
Aunque sea así, nada temo.
Siento, en lo que experimento, que la hora suena; estoy a punto de expirar; habré acabado antes de haber gozado de mi talento.
Era tan bella la vida, la carrera se abría bajo auspicios tan afortunados, pero no se puede cambiar el propio destino.
Nadie mide sus propios días, es preciso resignarse, será lo que guste a la providencia, acabo y he aquí mi canto fúnebre, que no debo dejar imperfecto”
De hecho, a lo largo de los meses, el misterioso emisario apareció varias veces para ver si el trabajo progresaba… y Mozart se sentía cada vez peor, y comenzó a creer que había sido envenado.
El 20 de noviembre, cayó en cama, e intentó finalizar el Requiem, que logró terminar hasta el “Lacrimosa”, muriendo hacia la una de la madrugada del 5 de diciembre de 1791.
Todavía hoy, no se sabe con exactitud, cuál fue la enfermedad que le ocasionó la muerte; y al morir, el compositor dejó El Requiem inconcluso.
Su mujer, por expreso deseo de Mozart, buscó un compositor que acabase la obra, Franz Xaver Süssmayr, su discípulo.
Se piensa que Süssmayr fue sobornado por Constanze, esposa de Mozart, para que no revelase su participación en la composición del Requiem, ya que la obra había sido presentada al público como íntegra de Mozart, y el éxito cosechado en su estreno, podría ser empañado si se descubría la verdad.
Aunque al parecer se interpretaron extractos del Requiem en una misa en memoria de Mozart, celebrada el 10 de diciembre de 1791, el estreno de la obra completa se produjo en Viena, el 2 de enero de 1793, en un concierto en beneficio de la viuda del músico austríaco, Constanze Weber.
Finalmente se interpretó de nuevo el 14 de diciembre de 1793, durante la misa que conmemoraba la muerte de la esposa del Conde Franz von Walsegg, y bajo la dirección del propio Conde.
Después de esta interpretación, El Conde Walsegg realizó una reducción para quinteto de cuerda, pero la obra no volvió a interpretarse bajo su patrocinio.
Por otra parte, es difícil determinar el grado de compromiso personal de Mozart con la doctrina católica; pero se sabe que Mozart era un librepensador católico, con una relación privada con Dios.
Los músicos del siglo XIX, cuyos funerales o servicios conmemorativos usaron El Requiem de Mozart, incluyen a:
Joseph Haydn en 1809; Giovanni Paisiello en 1816; Carl Maria von Weber en 1826; Ludwig van Beethoven en 1827; Franz Schubert en 1828; Frédéric Chopin en 1849; Gioachino Rossini en 1868; y Hector Berlioz en 1869; entre otros.
De los artistas del siglo XIX:
Friedrich Schiller en 1805 y Johann Wolfgang von Goethe en 1832; entre otros.
Y entre otras figuras del siglo XIX:
La Princesa Charlotte de Gales en 1817; María Isabel de Portugal en 1819; August Hermann Niemeyer en 1828; Napoleón en 1840; John England en 1842; entre otros.
En 1989, El Requiem de Mozart también fue utilizado para La Misa de Requiem de Zita de Borbón-Parma, Emperatriz Consorte de Austria y Reina Consorte de Hungría.
Todos han sido para personas, pero:
¿Los hubo para países?
Algunos eventos nos sacuden tanto que no podemos olvidarlos; sus escenas están grabadas para siempre en nuestra memoria.
Los horrores y los sufrimientos de la guerra son tan universales como un tema local:
Todas las ruinas se parecen, pero sus historias de fondo son diferentes.
Probablemente, nunca El Requiem de Mozart ha sonado tan "Requiem” como durante El Sitio de Sarajevo de 1992; que fue el asedio más prolongado en la historia de La Guerra Mundial desde 1727; que fue llevado a cabo por las fuerzas de la autoproclamada República Srpska y El Ejército Popular Yugoslavo, que duró desde el 5 de abril de 1992 al 29 de febrero de 1996.
El asedio de la ciudad de Sarajevo, se desarrolló durante La Guerra de Bosnia, entre las fuerzas de defensa mal equipadas de Bosnia y Herzegovina, tras su declaración de independencia de la República Federal Socialista de Yugoslavia; y El Ejército Popular Yugoslavo (JNA) y El Ejército de la República Srpska (VRS), situados en las colinas que rodean la ciudad.
Se estima que de las más de 12.000 personas que perecieron, y las 50.000 que resultaron heridas durante el asedio, el 85% de las bajas estuvo compuesto por civiles; y a causa de estas muertes y la migración forzada, para 1995, la población de la ciudad había disminuido a 334.663 personas, es decir, el 64% de la población total anterior a la guerra.
Los informes indicaron un promedio de aproximadamente 329 impactos de proyectiles por día durante el curso del asedio, con un máximo de 3.777, el 22 de julio de 1993.
Este “urbicida” con fuego de artillería, dañó extensamente las estructuras de la ciudad, tanto residenciales como culturales; y en septiembre de 1993, se estimó que prácticamente todos los edificios en Sarajevo habían sufrido algún grado de daño, y 35,000 fueron completamente destruidos; y entre ellos los bienes culturales, como la colección de manuscritos del Instituto Oriental en Sarajevo; una de las colecciones más ricas de manuscritos orientales en el mundo.
Para los extranjeros, un evento que definió los objetivos culturales de los sitiadores, ocurrió durante la noche del 25 de agosto de 1992; y este fue el bombardeo con proyectiles incendiarios, que resultó en la destrucción total de la insustituible Biblioteca Nacional y Universitaria de Bosnia y Herzegovina, la central repositorio de la cultura bosnia escrita, y un importante centro cultural para todos Los Balcanes; y entre las pérdidas se encontraban unos 700 manuscritos e incunables, destruyendo más de 1,500,000 volúmenes y 600,000 seriales; y una colección única de publicaciones seriales bosnias, algunas de ellas datan de mediados del siglo XIX, durante el renacimiento cultural de Bosnia.
Pero ahí no acabó la tragedia cultural de la guerra, pues al menos 7 miembros de La Orquesta Filarmónica de Sarajevo fueron asesinados, y 12 resultaron heridos.
El archivo de partituras se dañó, y muchos instrumentos fueron destruidos, dañados o perdidos.
Durante la guerra, sin embargo, La Orquesta Filarmónica de Sarajevo continuó su trabajo, y realizó 60 conciertos, 20 de ellos en el extranjero.
Los ensayos se realizaron en condiciones duras de invierno, en sótanos y sin calefacción, y solo a la luz de las velas… con el simple deseo de no hacerse callar por las bombas y la guerra.
“Please Help Us Now”
Mozart: The Requiem from Sarajevo es un musical del año 1994, dirigido por Dražen Siriščević.
Protagonizado por Zubin Mehta, José Carreras, Ruggero Raimondi, Cecilia Gasdia, Ildiko Komlosi, entre otros.
El guión es de Dražen Siriščević y Carlo Pallieri, con la música del Requiem de Wolfgang Amadeus Mozart.
Este es uno de los ejemplos más dramáticos de valentía y espíritu humano relacionados con las artes que he visto; un concierto benéfico televisado en vivo, para recaudar dinero para la caridad, después del asedio de la ciudad de Sarajevo, en una “atmósfera cargada” por decir lo menos.
Y este no es un diseño de escenario caro, están actuando en las mismas ruinas del Gran Salón de lo que una vez fue La Biblioteca Nacional de Sarajevo, que fue bombardeada e incendiada 2 años antes por las fuerzas serbio-bosnias contrarias a la instauración de la independencia de la República de Bosnia-Herzegovina.
Solo imaginar el mal de su situación en Sarajevo 1994, una ciudad que menos de una década antes había sido sede de Los Juegos Olímpicos de Invierno; y que ahora se convierta en un campo de exterminio para los francotiradores serbios en las montañas que rodean a Sarajevo, es la definición absoluta de la obscenidad humana.
Y es que la hermosa biblioteca era el verdadero símbolo de la iluminación entre 3 culturas diferentes que habían existido en la comunidad durante siglos; y ahora, la gente estaba recibiendo disparos mientras trataba de llevar el agua a sus apartamentos y bodegas, donde intentaban sobrevivir el asedio.
Solo imaginen a los instrumentistas puliendo tus habilidades de violín en una habitación fría y oscura… caminando por la calle llevando su instrumento, sabiendo que podría ser asesinado a tiros en cualquier momento…
Podría hacer que “concentrarse en Mozart” sea un poco más difícil... o absurdo.
Pero no fue así, con el apoyo de La Ciudad de Sarajevo, La UNESCO y El Alto Comisionado para Los Refugiados de La ONU, los creadores y productores:
Mario Dradi y Francesco Stochino Weiss; junto a los productores ejecutivos, Stefano Pellegrino y Giuseppe Mega; con el director de producción, Carlo Pallieri, decidieron dar la cara, el cuerpo y la vida por Sarajevo, y mostrar al mundo el “Requiem de la ciudad”
Así veremos a La Filarmónica de Sarajevo, al Coro de La Catedral de Sarajevo, en medio de las ruinas de La Biblioteca Nacional, dirigida por el mundialmente famoso director de orquesta, Zubin Mehta, junto a renombrados solistas, en una actuación conmemorativa en 1994, del Requiem de Mozart que se entremezcla con escenas del asedio de Sarajevo y sus secuelas.
Grabado en el caparazón bombardeado de la ciudad, Mehta dirigió abstraído durante una hora a unos solistas concentrados, y a una orquesta y un coro de héroes, porque lo son todos los que han conseguido sobrevivir en Sarajevo.
Y se nota cómo Mehta atacaba el “Dies irae” mozartiano, y las televisiones de media Europa mostraban como contrapunto documental, el cañoneo de la capital bosnia, la voladura de los alminares de sus mezquitas, los edificios agujereados por impactos directos de la artillería serbia, casas incendiadas, gente corriendo aterrorizada; mientras Mozart sonaba como un canto de paz.
¡Sublime!
La producción termina con una invitación a los espectadores a hacer donaciones para ayudar a los niños, huérfanos y refugiados de la ciudad.
Me imagino que la música resonó, viajando por el espacio, y creció fuera del recinto y más allá de las paredes rotas y los techos de La Biblioteca, en oposición al caos y la destrucción en cuyo medio se interpretó, como un signo de esperanza para un mundo mejor y más humano.
Un mundo que no destruye libros y manuscritos, como sí lo hizo entonces El Régimen Nazi, o los romanos con La Biblioteca de Alejandría; y toda una historia de esta tierra desde La Edad Media en adelante, bombardeando la principal institución de ciencia y educación en Bosnia y Herzegovina, hiriendo así el centro de la cultura y la identidad propia de toda una región.
Por lo que hablar de esta producción, no se trata de las formas, o la calidad del sonido o la imagen; aquí el temor está en el peligro de lo que corre la gente que vivió el asedio en los mismos intérpretes, pues la misma ruina del edificio podría aplastarlos a todos durante la grabación; pero resistieron a las fuerzas del mal, a la brutalidad y a la fealdad.
¡Ver la muerte y el mal en la cara, y hacer música, no lo hace cualquiera!
El Requiem muestra, cómo en medio de la locura bélica, el poder de la música les da a esas personas la fuerza para poner a prueba este tipo de proyecto.
Y es desgarrador darse cuenta de lo que sucede en Sarajevo, apenas unos años después de los maravillosos Juegos de Invierno, y es aún más profundamente triste e inquietante como un ejemplo histórico más de la despreciable habilidad del hombre para infligir dolor, sufrimiento y destrucción a inocentes, y en nombre de un dogma religioso equivocado.
Pero ante ello, es gratificante que al menos algunos de los perpetradores de Sarajevo, hayan tenido que responder por sus atrocidades; y este es un concierto profundamente conmovedor y estimulante, que será recordado en los años venideros.
“Concert for a better world”
El comienzo de la agresión contra Bosnia y Herzegovina, y la destrucción de todo lo construido durante las décadas anteriores, marcó el año 1992.
La Filarmónica de Sarajevo detuvo su trabajo durante 2 años, sufriendo grandes pérdidas materiales y humanas; pero el 19 de junio de 1994, se celebró un punto de inflexión concertado para La Filarmónica, cuando la orquesta, junto con el gran maestro Zubin Mehta, interpretó El Requiem de Wolfgang Amadeus Mozart, en el destruido edificio de La Biblioteca Nacional, junto a José Carreras, Ruggero Raimondi, Cecilia Gasdia e Ildiko Komlosi como solistas.
Y es que unas 10.000 personas, la gran mayoría civiles y muchos de ellos niños, han muerto o desaparecido durante el bombardeo de los nacionalistas serbios de Sarajevo desde que comenzó La Guerra de Bosnia; y con la música del genio salzburgués, los televidentes europeos comenzaron a estremecerse cuando, a las 7pm se inició desde Sarajevo la transmisión del concierto “Por un mundo mejor”, televisado en directo, con la ayuda de Eurovisión, y patrocinado por La Ciudad y El Alto Comisionado de Las Naciones Unidas para Los Refugiados (ACNUR), que insertó a lo largo de la transmisión, peticiones de ayuda para la reconstrucción de la que fuera durante siglos, “La Ciudad de La Tolerancia”
¡Tremenda ironía!
El concierto, que los habitantes de Sarajevo sólo pudieron seguir a través de la TV  y de grandes pantallas instaladas en El Ayuntamiento, se emitía desde las ruinas de lo que fue Biblioteca Nacional de Bosnia, un imponente edificio morisco rojizo, construido durante la dominación austro-húngara; donde los cohetes y los morteros de los nacionalistas serbios, cebados durante meses en los que estas piedras representaban, habían reducido la biblioteca a un escenario de escombros, en el que apenas se mantienen en pie una desnuda arquería, unos muros agujereados, y un puñado de columnas calcinadas y mordidas por los proyectiles.
A unos centenares de metros, en un trágico guiño de la historia, fue asesinado hace años, El Archiduque Franz Ferdinand de Austria, heredero del trono de los Habsburgo, y que provocó La Primera Guerra Mundial; y para Sarajevo se inició entonces, una espiral de sangre que todavía no ha concluido.
En ese desolado decorado, y sin público, reducido en dimensiones y peligroso por su estado, del que habían sido retirados sólo días antes los escombros más aparatosos para dejar paso a los focos y los micrófonos indispensables, Zubin Mehta dirigió a un grupo de músicos emocionados, tan entregados como desentrenados, y cuyo rostro estaba marcado:
“Estamos completamente devastados por lo que hemos visto aquí.
Hay bastantes miembros de la orquesta para quienes estamos tocando el Requiem”, dijo Mehta.
Se supo que un miembro de la orquesta fue asesinado durante el bombardeo que terminó bajo la amenaza de ataques aéreos de La OTAN, y 6 murieron por causas naturales en ese momento.
“Cuando el coro cantó “Amen” esa tarde, yo estaba con lágrimas en los ojos”, dijo Mehta después de un ensayo que atrajo a una multitud de solo pie en El Teatro Nacional:
“Hemos venido para que nos bendigas, más que nosotros para bendecirte”, dijo el director.
Por su parte, el tenor José Carreras dijo:
“Este es un verdadero privilegio para nosotros, mostrar a la gente de esta parte del mundo, que la comunidad internacional está detrás de ellos”
Y es notable ver el casco de La Biblioteca, convertido ahora en una de las ruinas más surrealistas de esta ciudad, en acero retorcido, paredes llenas de astillas y cristales rotos, y debe ser uno de los lugares más curiosos jamás elegidos para la presentación del Requiem; además por su otrora belleza, vale decir que el edificio fue construido por los austriacos, en un estilo que combina rasgos orientales y clásicos.
“Queríamos destacar lo que sucedió en La Biblioteca”, dijo Francesco Stochino, un productor residente en Venecia, que ayudó a organizar el concierto.
Los trabajadores de la ciudad, montaban focos desde un balcón que rodeaba la sala principal octogonal, y erigían un escenario escalonado sobre las pilas de ladrillos y la ceniza de toneladas de papel en el suelo.
En la actuación, El Sol de la tarde brillaba a través de una vidriera rota sobre el pasillo, y la música flotaba por las ventanas vacías, era algo mágico.
Mientras que los ensayos en otros sitios estaban abiertos al público, La Biblioteca no está equipada para una audiencia, y los promotores cerraron el concierto de 35 minutos a todos, menos a 50 invitados, incluidos algunos de los principales funcionarios de Las Naciones Unidas en Bosnia.
Así, decenas de policías y soldados bosnios armados, vigilaban el edificio y mantenían el tráfico de vehículos y personas locales a por lo menos una cuadra de distancia.
Hidajeta Tankovic, entonces de 47 años, violonchelista que ha tocado con la orquesta durante 24 años, dijo que el concierto le había devuelto el significado a su vida:
“Me siento renacida”, dijo Tankovic, que caminó de un extremo a otro de la ciudad durante el asedio, dando lecciones de violonchelo a los niños.
“Fui herida en la pierna ese día en la calle Vasa Miskina”, dijo refiriéndose a un ataque de bombardeo sobre una línea de pan abarrotada hace 2 años entonces.
“No me lastimé demasiado; así que me levanté, e intenté ayudar a la hermana de uno de mis colegas que luego murió…
Estoy tan entusiasmada con El Requiem, que no he podido dormir en 2 días”, agregó Tankovic, que estuvo usando un chelo para principiantes, porque su propio instrumento fue destruido cuando un trozo de metralla atravesó su casa en Dobrinja, un vecindario de primera línea.
“Lo tenía todo envuelto en una manta, y escondido en un armario.
La metralla se abrió camino a través del cuerpo como si estuvieran apuntando directamente hacia ella”, como para “callarlo”
Junto a Carreras en la presentación, y donando su tiempo como lo hicieron él y Mehta, estuvieron la soprano Cecilia Gasdia, la mezzo-soprano Ildiko Komlosi; y el bajo Ruggero Raimondi.
Por lo que este concierto es una sombría declaración de guerra, y la insensata inhumanidad del hombre, y también su capacidad para superar los horrores que ha creado; y con este glorioso Requiem de Mozart, se triunfa sobre el mal, dando una pequeña luz que brillará en la oscuridad.
Porque El Requiem es una misa para las muchas almas sacrificadas en Sarajevo, por lo que se montó un video donde se intercalan escenas de la ciudad bombardeada, ruinas en llamas, y sus niños atrapados en el conflicto.
Los artistas, por otra parte, se encuentran en una plataforma construida en lo que quedaba de la magnífica Biblioteca Nacional, con Zubin Mehta a la cabeza de la Orquesta Filarmónica de Sarajevo.
El sonido es terrible, más bien como una cinta de contrabando, pero esto no es algo para comprar solo por su valor musical, sino más bien para compartir de alguna manera la experiencia.
De los solista, Ruggero Raimondi es el mejor entre los cantantes, y aunque José Carreras parece cansado, su fraseo y su calidad emotiva, son las de un tenor maestro, y su “Mors slopebit et natora” es amable, punzante y encantadora.
También Cecilia Gasdia e Ildiko Komlosi están a la altura de todas las circunstancias, en un tiempo conjunto y total de ejecución de 50 minutos.
Y es que el texto del Requiem de Mozart es tan apropiado, en su solemnidad y también en su última esperanza de redención; que bendice a estos valientes participantes en este concierto.
Como obra, El Requiem sigue las secuencias obvias
I. Introitus
Representa la actitud perfecta ante la muerte; se trata de un cortejo fúnebre, donde el tema principal son las palabras latinas:
“Requiem aeternam”, que significan “descanso eterno”
Para estas palabras, Mozart escribe notas muy largas y lentas, que parecen eternizarse; una melodía que simboliza la eternidad de los muertos.
Más adelante el coro hace una intervención en la que el texto dice:
“Et lux perpetua luceat eis” o “y la luz perpetua los ilumine”, que corresponde con un nuevo color, una actitud, digamos, más optimista.
Se da un cambio a tonalidad mayor, y entre otras cosas, vemos así esa “luz”
La soprano solista canta una oración, y el coro contesta en “forte”:
“Exaudi orationem meam, ad te omnis caro veniet” o “Escucha mi oración Dios, todos los cuerpos van a ti”
II. Kyrie
Aquí se repiten constantemente las frases:
“Kyrie eleison; Christie eleison” o “Señor, ten piedad; Cristo, ten piedad”
Se trata de una súplica desesperada de compasión, misericordia y piedad.
Cabe destacar la cadencia tan amarga que escribe el compositor al final de la pieza; y consiste en no resolver la música como conjunto donde se espera; y su resolución da una sensación de inestabilidad, amarga, agria y confusa.
A esta cadencia se le llama “dubitatio”
III. Sequentia
En este bloque del Requiem, se anuncia El Día del Juicio Final ante Dios; que consta de 6 piezas:
1. Dies Irae
Llama mucho la atención el texto:
“Dies irae, dies illa, solvet saeclum in favilla, teste David cum Sibylla.
Quando iudex est venturus, cuncta stricte discussurus!”
Que significa:
“Día de ira aquel día, en que los siglos serán reducidos a cenizas, como profetizó David con la Sibila.
¡Cuánto temblor habrá en el futuro cuando venga el juez a exigirnos cuentas rigurosamente!”
Como se puede comprobar, es un mensaje terrible el que se nos envía.
Pero lo que realmente destaca de esta pieza, es cómo Mozart pone al servicio del texto su música, y con la música añadida, nos encontramos ante un gran ejemplo de cómo sentir nerviosismo puro y duro en nuestros oídos.
Especial importancia tiene el tratamiento que hace Mozart de la frase “Quantus tremor est futurus” o “cuánto temblor habrá en el futuro” en el momento en que la cantan solo los bajos del coro; pues es la figura del “tremolans”, y simboliza estados de terror, pánico y angustia.
Las voces, junto a los instrumentos, hacen una especie de temblor que crea inestabilidad para transmitirnos ese temblor del que nos habla el texto.
2. Tuba Mirum
Una vez más se hace notar cómo Mozart pone al servicio del texto su música.
Lo vemos cuando el bajo, cantante solista dice la palabra “sepulcra”, en la que hace un descenso melódico muy brusco, precisamente para resaltar esa palabra.
De esta manera simboliza el sepulcro, el descenso hacia la tumba.
A esta figura de descenso expresivo, se le llama “catábasis”; además, lo canta el bajo, por lo que ilustra más aún esos “sepulcros enterrados”
3. Rex Tremendae
El coro en su primera intervención, vocaliza el término “Rex” que es “Rey”, pero lo hace de un modo muy exclamativo, y en un registro agudo para la voz, lo cual señala las alturas, y sigue aludiendo a Dios en el cielo.
El compositor austriaco sigue apelando a su majestad, su señoría, con el ritmo de obertura francesa que es una alusión a Dios, al Padre.
Finalmente este movimiento acaba con una súplica dulce con aire infantil.
4. Recordare
Ésta la pieza estremece, la melodía se inicia con el dulce sonido de los cornos di bassetto, a los que acompañan los instrumentos de cuerda, como si brotaran de un pequeño manantial, regalándonos una de las sensaciones más puras que tiene El Requiem; y la orquesta da paso al cuarteto solista para que retome la melodía con la misma ternura conmovedora, y la desparramen sobre una delicada oración al gentil y dulce Jesús.
5. Confutatis
Los cimientos de la música, los bajos instrumentos, se estremecen y se agitan en esta especie de visión de los condenados arrojados al infierno.
En esta pieza también encontramos una antítesis:
Una contraposición entre los sones infernales del inicio, y las súplicas infantiles que dice “voca me”, que finalmente la música desaparece entre latidos sutiles y ruegos.
6. Lacrimosa
Nos encontramos ahora con la que casi, con total seguridad, es la parte más conocida del Requiem de Mozart y la que cierra la “Sequentia”
“Lacrimosa dies illa” se traduce como “Día de lágrimas aquel”
Mozart nos dibuja estas lágrimas con la figura de “suspiratio”, y desde 2 siglos antes, venía representando dolor y lamento.
Los suspiros los simboliza con las notas que va haciendo la cuerda de 2 en 2.
Fue en esta pieza, donde el compositor austriaco paró su mano para siempre… justo en el compás 8, dejando así inacabada su obra.
Se considera que a partir de aquí acabaron El Requiem, un alumno llamado Eybler, y otro alumno de Mozart llamado Süssmayr.
En principio trabajaron juntos, pero no llegaron a estar de acuerdo; y fue Süssmayr quien completó el resto de la obra basándose en bocetos y apuntes de su maestro, que ya no se conservan porque Constanze los destruyó…
No obstante, hay otras versiones aparte de le comentada, como la de Sigismund Neukomm o la Richard Maunder, que no validaré.
Como he dicho hace poco, Mozart compuso hasta el compás 8 del “Lacrimosa”, donde la música se eleva desde el carácter íntimo del inicio, hasta un aplastante y furioso “forte”, que precisamente es hasta donde el compositor escribió en su vida.
Como dato, gran parte de la vida de Mozart se conoce gracias la recuperación de las cartas que le enviaba a su padre, que no eran pocas.
Así se sabe que éste hizo sentir culpable a su hijo durante toda su vida por la muerte de su madre, y por emanciparse.
Curiosamente, las últimas notas de su vida, las compuso para la palabra “culpable”, y hasta aquí llegó Mozart.
Lo que vino después, fue añadido por Franz Xaver Süssmayr, por lo menos en la versión más conocida del Requiem.
Al parecer de muchos, Süssmayr logró darle homogeneidad a la obra, a la vez que puso en práctica muchas de las enseñanzas de su maestro, y es evidente que Mozart dejó algunos bosquejos que dejaban entrever cómo trataría las siguientes partes, pero al final, el trabajo lo tuvo que hacer Süssmayr.
No tengo muy claro si Mozart había decidido, desde que concibió la estructura del Requiem, dividir en 2 partes el texto del ofertorio, o fue iniciativa del propio Süssmayr...
IV. Offertorium
7. Domine Iesu
Comienza la pieza de inmediato con las cuerdas y las voces juntas.
La atmósfera que se nos presenta, va muy a tono con todo lo anterior:
“Llamas de fuego ardiendo sin cesar, angustia continua, gran temor al terrible Rey de la gloria, etc.”
Tal pareciera que el alumno ha estado al pendiente de la pluma de su maestro; y casi sin titubear, Süssmayr nos lleva por la misma tesitura del “Secuentia” y no pierde oportunidad en repetir las imágenes que nos presentaba Mozart en las partes anteriores.
Como acabamos de explicar, tenemos desde el comienzo, la atmósfera de las llamas continuamente ardiendo, y que no dan tregua en todo el primer trozo del ofertorio.
Al momento de que el coro canta las palabras “Rex gloriae”, tenemos de nuevo el grito desgarrador que ya encontrábamos en el “Rex tremendae” del “Secuentia”
El alumno de Mozart aprovecha la oportunidad de repetir frases que juzga importante resaltar, como es el caso del mismo “Rex gloriae” o de la frase “de poenis inferni”
Es curioso que precisamente esta frase nos produzca esa sensación de abismo por los saltos descendentes de notas que hacen las voces las veces que lo repiten y que terminen su frase “et de profundo lacu” con una línea melódica completamente baja, como reafirmando “el profundo abismo”
Ahora, al hacer la siguiente petición, “libera eas…” retomamos la atmósfera del principio, pero ahora los acordes armónicos nos llevan directamente a las terribles fauces del león, con la consiguiente sensación de angustia.
Las siguientes peticiones se nos van planteando una tras otra, sin siquiera esperar a que termine una, cuando ya se está haciendo la otra.
Los instrumentos están en constante movimiento, que como hemos dicho, en casi toda la obra, nos hacen siempre referencia al fuego ardiendo.
Y al llegar a la frase “quam olim Abrahae promissisti”, hemos llegado al clímax tensional, por lo menos de esta parte del ofertorio, donde Süssmayr se aferra a la frase, y la repite sin cesar una cantidad innumerable de veces sin siquiera permitirse un descanso.
En realidad es la única esperanza que queda:
“La promesa hecha a Abraham y a su descendencia”, y Dios siempre es fiel a sus promesas.
Para la mentalidad de la época, era muy importante recordarle a Dios que un día hizo la promesa de conducirnos a la luz santa, y que por ser Dios, no puede dejar de cumplirla; y esa promesa es la que hace gratificante toda esta parte del ofertorio, y que hace mucho más confortante el final solemne que tiene.
De hecho, este final nos abre otro panorama de diferentes matices a los que nos habíamos estado moviendo.
8. Hostias et preces
Aquí ya nos pone en un ambiente más sereno, más esperanzador, casi tierno y muy confiado.
La oración que se hace, es en realidad muy bella y no menos bello fue el trabajo de Süssmayr; pues aquí es donde hizo gala de su habilidad como compositor, porque sin perder el hilo conductor del Requiem, logró hacer de esta parte una oración sublime, etérea…
Tal vez en el trabajo con los coros, los directores tendrían que poner mucho cuidado en lograr que se transmita esa misma sublimidad, y que no se pierda en medio de las llamas de las otras partes.
La última frase, “fac eas, Domine, de morte transire ad vitam”, sin perder su dulzura, nos da la llave que nos permite volver a la frase con que cerrábamos la parte anterior:
“Que en otro tiempo prometiste a Abraham”, y evitando quebrarse la cabeza, Süssmayr lo hace idénticamente a la parte anterior, con toda su infinidad de repeticiones, sin más complicaciones, y para darle un final sensato a la sección.
9. Sanctus
Toda misa de difuntos tiene “Sanctus”, “Benedictus” y “Agnus Dei”, como cualquier otra misa, por lo menos del rito católico.
Aquí, el trabajo de Süssmayr es grandioso; y se abre inmediatamente con la palabra “Sanctus”, con el coro y los instrumentos en toda su potencia.
Como cualquier Sanctus de su época hasta las reformas del Concilio Vaticano II en 1965, el “Sanctus” estaba dividido en 2 partes, casi independientes, y de hecho así se cantaban en todas las misas.
En la mayoría de las composiciones del “Sanctus”, se trataba de buscar cierta unidad de una parte con la otra, sobre todo al hacer las repeticiones del “Hosanna in excelis”
Sin embargo, hasta en esas partes podíamos encontrar cierta independencia entre ellas.
En el “Sanctus” de este Requiem, todo es majestuoso; el color de la música es mucho menos sombrío que en la “Secuentia” o en el “Offertorium”
Todo parece llevarnos a dejar de mirar hacia la tierra, el polvo, las llamas, el dolor, la angustia, etc., y mirar hacia arriba, hacia donde “llenos están los cielos y la tierra de la gloria de Dios”
No hay lugar para la tristeza ni la desesperación.
Después de glorificar a Dios con acordes majestuosos y solemnes, los “hosannas” los encontramos en una excelente fuga que comienza con los bajos, siguiendo con los tenores, luego las contraltos, hasta la entrada de las sopranos.
Y es una de las formas más expresivas que pudo encontrar Süssmayr para lanzar vivas a Dios que está en lo alto.
Todo prefacio de la misa, concluye con las palabras:
“Por eso con los ángeles y los santos, cantamos sin cesar”, es decir que todos los seres, los del cielo y los de la tierra, junto con toda la creación, aclama con fuertes voces la gloria de Dios.
Por eso, el recurso de las voces fugadas y un final glorioso fue muy atinado por parte del alumno de Mozart.
10. Benedictus
Cantado por las 4 voces solistas, comenzando por las femeninas; y sin ir más lejos, es un aria preciosa que nos transporta a la intimidad.
Tal vez pensaríamos más adecuado recibir “al que viene en nombre del Señor” con los mismos vítores con que se cantó la primera parte, pero Süssmayr nos lleva directo a la intimidad, a la confianza, a una especie de diálogo sereno y esperanzador.
Encontramos algunos giros melódicos que nos recuerdan a alguna otra parte del Requiem, y al mismo tiempo hay mucha originalidad y simetría.
Internamente, el “Benedictus” podría estar dividido en 2 partes, y que el tema presentado en su primera parte por la contralto y la soprano, y complementado por el bajo y el tenor en su segunda parte, se invierten los papeles.
Con esto logra darle variedad a la obra y, como apuntábamos más arriba, una simetría muy bien lograda.
Al final del “Benedictus”, vuelve el coro a cantar los “hosannas” muy parecido a la primera vez, pero de forma bastante reducida.
Éste es un recurso muy aprovechado por los músicos de todos los siglos a la hora de retomar los “hosannas” finales.
11. Agnus Dei
Como el “Sanctus”, forma parte de cualquier misa, y se canta justo antes de la comunión.
Su estructura es “litánica”, es decir, en forma de verso–respuesta, lo cual se ve perfectamente reflejada en el presente caso.
Comienza con el verso “Agnus Dei qui tollis peccata mundi”, a lo que sigue la respuesta “dona eis réquiem”
Desde el comienzo tenemos ya los acordes que nos devuelven al ambiente fúnebre en que nos hemos estado moviendo en casi todo El Requiem.
Pocos han sido los momentos de distensión y de sosiego.
El “Sanctus” pareciera habernos elevado a las últimas moradas celestiales, y el “Agnus Dei” nos hace de nuevo volver a la tierra, a la realidad de nuestra condición humana.
De hecho, todas las invocaciones “Agnus Dei” están llenas de una especie de angustia y zozobra, aunque todas las respuestas “dona eis réquiem” nos vuelven a tomar de la mano, para llevarnos de nuevo a la confianza y a la certeza de que nuestras súplicas son escuchadas.
Al final, en una especie de coda, la palabra “sempitenam”, es cantada de forma casi etérea, y cierra toda esta pieza, como cobijándola y resumiendo en unos cuantos acordes toda esta oración deprecatoria.
La última parte del Requiem que concluyó Süssmayr, fue la “Communio” que como el “Introitus” de la misa, está tomada del libro 4, apócrifo, de Esdras, 3, 35. 34
Süssmayr no se complicó:
Siguiendo las indicaciones de su maestro, y poniendo a trabajar su habilidad como músico, sacó provecho del texto, y utilizó el mismo tema, usado al inicio del Requiem, para ahora concluirlo.
Ya desde los primeros acordes tenemos la introducción ya planteada en el principio, pero ahora con algunas variantes.
La misma fuerza emocional, las mismas notas de las cuerdas imitando el constante gemido y dolor, los mismos gritos desgarradores…
Süssmayr no ha querido cambiar absolutamente nada; y todavía más en cuanto toma las últimas palabras “cum sanctis tui” volvemos a encontrar la doble fuga compuesta por Mozart para el “Kyrie eleison”
Podríamos aquí objetar de falta de originalidad por parte del alumno de Mozart, pero hay un gran acierto y razones de peso para creer que fue la mejor decisión:
Cerrar El Requiem de la misma forma en que Mozart lo inició, le da unidad a la obra; y al no añadir otra composición propia, Süssmayr deja que sea su maestro el que diga, de forma póstuma, la última palabra; y que con esto conserve las líneas internas que se han planteado en toda la obra.
El final, el que concluye toda la obra, es como en el “Introitus”:
Las voces de la doble fuga van cruzándose y aumentando de intensidad hasta llegar al grito unánime que concluye con las palabras “quia pius es” o “porque eres piadoso”
En el fondo, ésa es la gran esperanza:
Que Dios, que es piadoso y amoroso, nos atraiga hacia sí, y nos coloque en su compañía, junto con todos los santos, por toda la eternidad.
Como producción, la dirección de video del concierto pudo haber sido mucho más expansiva e íntima, y la imagen de la casa en llamas durante el movimiento de “Rex Tremendae” y un par de otros, resultó ser demasiado pesada y no encajaba con el significado del movimiento, en “majestad de Dios”
Aparte de eso, El Requiem de Mozart, una de las mejores piezas corales e incluso las mejores piezas de la historia, fue una elección perfecta de música para recordar y rendir homenaje a un evento tan inolvidablemente traumático.
El hecho de que se realice en los restos de la biblioteca, y esté acompañado por algunas imágenes de montajes desgarradoras, se suma al impacto emocional del rendimiento.
Y hubo mucho de eso, mientras que está afectando profundamente, hay un elemento alentador hacia la conclusión del Requiem, que reflejó de alguna manera el evento al que el rendimiento le estaba recordando.
La orquesta juega muy bien, el “Dies Irae” tiene mucho fuego, hasta literalmente en las imágenes hace conmoverse; y la “Lacrimosa” rebosa de patetismo como debería.
Los coros también son espléndidos, no del todo como calidad; pero el sonido vibrante y la agilidad están ahí.
La dirección de Zubin Mehta hace que las cosas se muevan rápidamente, pero permite que la música respire y hable por sí misma, los ritmos no son ni erráticos ni “funeralmente” lentos, lo que es bueno.
Y los 4 solistas son excelentes, donde destaca Ruggero Raimondi, el más experimentado de todos, todavía es poderoso y sonoro con frases bien sostenidas; y también se ve muy distinguido.
La voz de Cecilia Gasdia se eleva con una belleza reluciente, y sin signos de estridencia, y se ocupa de mezclarse con las otras 3 en sus conjuntos.
Ildiko Komlosi canta con un tono rico y afrutado, que colorea muy hábilmente.
Y aunque a veces, José Carreras parece cansado, debido tal vez a su batalla contra la leucemia y los roles más pesados que asumió con el aliento de Karajan; todavía ofrece un canto muy musical y conmovedor, especialmente durante su sección de “Mors Stupebit”
En conclusión, más conmovedor y bellamente hecho, imposible; tanto que Carreras llegó a decir tiempo después:
“Uno de los días más emocionantes que me ha tocado vivir fuera de mi país, sin duda ha sido el que canté La Misa del Requiem de Mozart en las ruinas de La Biblioteca Nacional de Sarajevo.
Era un concierto en una ciudad en guerra, donde de fondo se oía el sonido de los disparos, cuando no de los obuses, con el que intentábamos concienciar al mundo del impacto terrible del asedio a la capital de la República de Bosnia - Herzegovina.
Era extraño cantar rodeado de paredes en ruinas y de soldados pertrechados tras su armamento.
Cuando mirabas al cielo, descubrías las nubes sobrevolando el escenario, porque no había cubierta alguna:
Un obús la había destrozado completamente.
Sabíamos que estábamos allí para decirle al mundo a nuestra manera, que la guerra era la más cruel de las experiencias que puede experimentar el ser humano, al tiempo que esperábamos recaudar fondos para ayudar a tanta gente que estaba en una situación desesperada.
Todos dimos lo mejor de nosotros aquella tarde/noche”
Por su parte, los organizadores dijeron que esperaban recaudar más de $5 millones para la ayuda a los refugiados a través de las donaciones convocadas durante la transmisión en vivo a Italia, Japón y Medio Oriente, y grabaron transmisiones en otros países.
También planean vender videos del concierto...
Como dato, La Komlosi era ex miembro de La Ópera de Budapest, y cantó en una actuación benéfica en Sarajevo en enero, una vez, dijo, cuando “todavía era muy peligroso.
Sentí que El Sol no podía brillar aquí.
Fue muy triste; ha cambiado mucho en 5 meses; y me alegra ver gente caminando nuevamente por la calle.
Esta vez traje carne, chocolate, azúcar, café, todo lo que podía llevar”; y dijo que tuvo que cancelar una aparición en Cincinnati para actuar aquí.
“Les dije que lo sentía, pero esto es un poco más importante”
La lucha continuó ese fin de semana.
El sábado por la noche, el fuego de la ametralladora y las explosiones de granadas propulsadas por cohetes, estallaron en el área del cementerio, a solo unos cientos de metros del hotel donde se alojaban los artistas, intérpretes y ejecutantes.
Se supo que esa tarde, francotiradores mataron a un hombre, y también hirieron a un niño que viajaba en un tranvía que pasaba por el Holiday Inn…
“Solo esperamos que cuando nos vayamos, algo suceda”, dijo Mehta.
“Algo para convencer a alguien de que detenga esta locura.
Tal vez vengamos algún día, y toquemos La Segunda Sinfonía de Mahler, “La Resurrección”, aseguró el conductor.
“Dont Let Them Kill Us”
Donde ahora triunfa la barbarie, hubo un fondo bibliográfico de 3 millones de volúmenes.
Donde está esculpida la miseria, se recogían los legados de Voltaire sobre la tolerancia.
Donde ahora rezuman las bombas, dominaba el silencio.
En la resistencia del día a día, Sarajevo ha levantado un monumento intangible de reivindicación y lucha.
Y El Requiem de Mozart fue el cimiento de un acto de esperanza y denuncia ante el autismo moral de Europa, ante la lentitud sosegada de las instituciones, y ante el cuestionamiento miserable de los intereses económicos.
Cuenta Chris Hedges, periodista estadounidense y ganador del Premio Pulitzer como corresponsal de guerra especializado en informar sobre América y Oriente Próximo, cuando escribió en 2002 un libro lllamado “War Is a Force That Gives Us Meaning” o “La guerra es una fuerza que nos da sentido”, no para disuadirnos de la guerra, sino para entenderla, para que nosotros, que ejercemos una fuerza tan masiva en todo el mundo, veamos dentro de nosotros las semillas de nuestra propia destrucción, así, en sus capítulos nos habla del mito de la guerra, la plaga del nacionalismo, la destrucción de la cultura, la seducción de la batalla y la perversión de la guerra; el secuestro y la recuperación de la memoria, la causa y “Eros y Thanatos”, es decir, el amor y la muerte que se encuentran detrás de su atracción.
Algo para “no olvidar” aun cuando se reviva en otras latitudes ante el asombro de los que dijeron “nunca más”
Por otra parte, en el mismo año de ocurrido este concierto, La Filarmónica de Sarajevo realizó varios conciertos en Italia, y durante el año siguiente tuvieron varias presentaciones en Austria, Turquía, República Checa, Francia, Suiza e Italia.
Después de la guerra, La Filarmónica de Sarajevo, con personal renovado, y gracias a los esfuerzos de la dirección dirigida por Emir Nuhanović, entre 1994 y 2008; y más tarde, Samra Gulamović desde 2008, han realizado importantes conciertos en el país y en el extranjero.
En 2006, el tenor José Carreras ofreció un concierto en Sarajevo, 12 años después de haberlo hecho mientras esa ciudad estaba sitiada durante La Guerra Civil, y dijo:
“Es hermoso estar de nuevo en Sarajevo, y espero que a todos los que vengan al concierto, les sea agradable y emotivo”
Por su parte, El Ministro de Cultura de la provincia de Sarajevo, el también cantante de ópera Ivica Saric, dijo que la llegada del tenor español a la capital bosnia “despierta las emociones más profundas”:
“Carreras cantó aquí por primera vez en 1994, en el edificio destruido de la antigua biblioteca, cuando Sarajevo estaba sitiado”, recordó el titular de cultura, y destacó que “eso entonces dio esperanzas a los ciudadanos de Sarajevo, de que alguien piensa en ellos”
Finalmente cabe señalar que bibliotecas de todo el mundo cooperaron después para restaurar parte del patrimonio perdido, a través de donaciones y textos electrónicos, reconstruyendo La Biblioteca de Sarajevo “en el ciberespacio”
Porque al igual que El Requiem de Mozart, es inmortal, y así se convierte en una celebración del espíritu humano indomable, que recuerda La Caída del Mal, como lo fueron Los Imperios del pasado; y como decía John Fitzgerald Kennedy:

“La humanidad tiene que acabar con la guerra, o la guerra acabará con la humanidad”



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